Algún Día Me Gustaría Hablarle de Mi Propia Muerte
Algún Día Me Gustaría Hablarle de Mi Propia Muerte
Algún Día Me Gustaría Hablarle de Mi Propia Muerte
I
El siguiente trabajo aspira a abordar una línea de lectura desde la cual ingresar a la
novela Dos Mujeres en Praga (2002) de Juan José Millás, buscando profundizar en un
aspecto, si bien mencionado por la crítica, poco trabajado. Dicha línea tiene que ver con
problematizar los modos en que la narrativa de Millás construye las figuraciones de los
cuerpos que presenta y que, como señala Germán Prósperi en su tesis doctoral Juan José
Millás. Escenas de metaficción, constituye una matriz desde la cual se puede leer toda
obra (2013: 237). Cuerpos, en este sentido, que resultan problemáticos en tanto se
configuran en una zona de ambigüedad que nos impide leerlos desde un lugar unívoco.
Cuerpos enfermos, cuerpos parásitos, cuerpos bastardos, cuerpos vivos, cuerpos muertos,
cuerpos niños, cuerpos adultos. Cuerpos, en fin, que ponen entre paréntesis cualquier tipo
de calificación porque la desbordan, habilitando una zona de interrogación respecto de
los modos posibles de inteligibilidad de un cuerpo asechado por un constante estado de
transformación.
En este sentido, la pregunta a la que nos interesa aproximarnos es ¿cómo leer estos
cuerpos raros, que la narrativa de Millás en general, y Dos mujeres en Praga en
particular, presenta? ¿cómo leer estos cuerpos que se van develando en partes y que
parecieran ya no pensarse como unidades, sino más bien como un tejido corporal
devenido material estético de escritura? ¿qué ocurre en Millás que cuerpo, vida y escritura
se aúnan en vistas a trazar nuevas formas de vinculación entre-cuerpos? Vinculaciones
que señalan otros modos posibles de la afectividad y del cuidado y, por lo tanto, de las
formas de vida, lo que nos posibilita a abrir una dimensión biopolítica desde la que es
posible acercarse a leer la narrativa de este autor español.
Verónica Azcue ha adelantado que las metáforas anatómicas y patológicas constituyen
una función fundamental en tanto operan como pulsión creadora de un lenguaje poético
(2009:124) al interior de las novelas. Por lo que el discurso biológico -el que según esta
crítica “ocupa un papel estructurador” (118)- y el discurso metaficcional -matriz que
atraviesa el proyecto narrativo millaseano (Prósperi, 2013)- parecieran aunarse en vistas
de problematizar los modos de relación entre cuerpos, escritura y vida. Cuerpos que
ingresan en la escritura desde un lugar monstruoso potenciando las materialidades de la
misma y resignificando, en este mismo acto, los marcos de legibilidad mediante los cuales
entendemos la vida en términos biopolíticos. Es decir, como vida legítima de ser protegida
y cuidada, como vida vivible (Giorgi, 2014) y, cabría agregar, como vida escribible. De
esta manera, encontramos en Dos mujeres en Praga un eje problematizador que nos
interesa analizar a lo largo de este trabajo: por un lado, los modos en que los cuerpos son
figurados en tanto cuerpos monstruosos, o más precisamente, cuerpos zombis,
potenciando desde este lugar aquello que entendemos como vida y resignificando,
asimismo, las formas posibles de construir lazos afectivos que reorganizan los modos de
hacer comunidad; por otro lado, cómo esta trama afectiva monstruosa deviene cuerpo de
escritura, su materialidad estética.
de las formas posibles de escribir una vida, una vida monstruosa -cabría adelantar-, y
de los lazos afectivos que reorganizan los modos de hacer comunidad.
Este punto en particular, el escribir una vida, se vuelve el tópico estructurante en Dos
mujeres en Praga, cuyos personajes se encuentran construidos a partir de un conflicto
constante con la escritura a la que todos aspiran. Luz Acaso, una de las protagonistas, se
dirige a un taller literario luego de dos meses de no salir de su casa para pedir que Álvaro
Abril, un escritor condenado a la fama por la escritura de una única novela, procure
escribir su biografía. María José, la nueva compañera que Luz Acaso aloja en su casa
luego de conocerla casualmente a las afueras de Talleres Literarios, trata de colonizar su
lado izquierda aspirando a escribir una novela zurda de la que no puede avanzar mas de
un párrafo. Y, por último, el cuarto personaje cuyo nombre no conocemos pero que ocupa
el lugar de narrador a lo largo de la novela, es un periodista que se debate entre la escritura
de artículos y la literaria. La escritura, entonces, es el motor que permite tejer a lo largo
de Dos mujeres en Praga los encuentros entre estos personajes raros cuyas historias
comienzan a entrelazarse a partir de los relatos que Luz Acaso reinventa en cada
encuentro con Álvaro Abril. Relatos que van desde la rememoración de su falsa viudez
hasta la entrega en adopción de un hijo que no tuvo, con el que Álvaro Abril comienza a
identificarse. Relatos que ponen en cuestión cuán verídica debe ser la escritura de una
biografía, puesto que “las fantasías también forman parte de la realidad” (Millás, 2002:
49).
Así, lo encuentros de Álvaro y Luz ponen entre paréntesis las posibles delimitaciones
que separan la realidad de la ficción, binomio trabajado en reiteradas ocasiones en las
novelas del autor español, posibilitando la construcción de nuevos lazos afectivos entre
personajes cuyos procesos de subjetivación se encuentran atravesados por un proceso de
devenir que configura los modos de figuración de los cuerpos. Cuerpos que se presentan
raros y que, por eso mismo, habilitan una lectura monstruosa como la que aquí buscamos
plantear.