El Carisma Del Capellán Castrense Por Mons. Pedro Candia
El Carisma Del Capellán Castrense Por Mons. Pedro Candia
El Carisma Del Capellán Castrense Por Mons. Pedro Candia
I Introducción
Se nos ha invitado a cruzar la Puerta Santa siendo esta una ocasión para dejar
atrás al hombre viejo y dar lugar al hombre nuevo, constituyendo este un momento
propicio para dejar atrás el pecado y pueda así resurgir en nosotros la gracia. Invitación
a sepultar y enterrar los vicios, invitación, en definitiva, para edificar nuestras vidas en
el magnífico despliegue de las virtudes.
En este Año Santo a la vez que podemos con humildad acogernos al perdón del
Dios indulgente, a nuestro alcance está también el llegar a ser instrumentos de esa
misericordia divina ante los demás, ante aquellas personas que se nos han confiado en
nuestras extensas jurisdicciones castrenses y de seguridad, siendo nosotros mismos
activos en la práctica de las obras de misericordia tanto corporales como espirituales.
Vivimos este tiempo con toda la Iglesia velando por la asistencia espiritual de los
militares dadas “las condiciones peculiares de su vida”.5
1
Cf. MISERICORDIAE VULTUS, Bula de Convocatoria del Jubileo Extraordinario, Francisco, 2015.
2
HB 11,2.
3
JN 1,15.
4
JN 1,17.
5
SPIRITUALI MILITUM CURAE, Juan Pablo II, 1986, n°1.
2
¡Cuántas veces hemos visto uniformados abnegados que saben entregarse por los
demás con verdadera vocación de servicio, que saben velar por el bien de todos y a la
hora de exigirse son ellos mismos quienes con su austeridad y sacrificio nos mueven a
nosotros, los sacerdotes, a una exigencia aún mayor en la tarea de ayudarlos a ellos a
llenar su ya pesada responsabilidad con la luz y fuerza que aportan la Palabra y la
Gracia.
En nuestro ministerio ofrendado por los demás, junto con la Palabra de Dios
acompañamos a tantas personas desde la cuna hasta la sepultura con la gracia propia de
los sacramentos, teniendo ocasión de engendrar a la vida divina en las aguas del
bautismo, de asistir al crecimiento de esa vida sagrada en compromisos como la
confirmación y el matrimonio, donde podemos asistir a los enfermos y heridos y
acompañar a aquellos cuando llegan los momentos finales de la vida aquí en la tierra.
Cuánto valoran los hombres de armas y sus familias que nosotros hayamos estado cerca
de ellos cuando llegaron los momentos de sufrimiento y dolor.
7
HB 4,12.
8
SAL 18, 5.
9
MC 4, 8.
10
I COR 3,6.
4
muchas veces se ven atropelladas y aplastadas por un mundo y una época problemáticos
y conflictivos, pero también es cierto que en tal hospital de campaña podremos asistirlos
con la lumbre gozosa de la Palabra revelada y la fuerza regeneradora de la Gracia.
Y en esta dimensión qué inconmensurables son los bienes que brinda siempre el
sacramento de la reconciliación que nos ayuda a amigar a los hombres con Dios y a los
hombres entre sí.
A la vez que nos corresponde siempre exhortar a esta fidelidad hacia los
principios de suyo permanentes, nos incumbe con la misma solicitud recordar la
importancia de la prudencia en la aplicación de los mismos, y es a esto donde la Iglesia
nos encarece en este último tiempo bajo el pontificado de Francisco.11
11
Todo el Pontificado de Francisco, con sus palabras y gestos, puede verse bajo este prima del intento de
llegar al hombre contemporáneo herido y golpeado para ayudarlo; en lo general de esta temática podemos
5
¿De qué nos serviría una predicación fogosa de la Palabra Eterna si a la vez no
somos prudentes para que esa misma Palabra llegue adecuadamente al hombre herido,
golpeado y desorientado que tengo delante y que muchas veces yace ante nosotros?
¡Cuánto le deben nuestros Ordinariatos Militares a San Juan Pablo II quien nos
ha insistido tanto en la importancia de ser “agentes de paz”, de ejercer el“ministerium
pacis inter arma”, de encontrar nuevos modos de ayudar a los demás en medio de
grandes catástrofes desarrollando la ingerencia humanitaria!12
¡Qué otra cosa pueda ser nuestro ministerio sino llevar la paz a los corazones de
los hombres curándolos del pecado que quiebra nuestro vínculo con Dios y debilita
nuestra relación con los hermanos!
Cristo nos dijo luego de la última Cena: “Les doy mi paz, les dejo mi paz, no
como la da el mundo”,13 y luego el mismo Señor resucitado se aparecería a los apóstoles
para decirles: “La paz esté con ustedes”.14
Cómo no detenernos en este segundo momento y ver allí al Cristo victorioso que
ya ha triunfado sobre el pecado, la muerte y el mundo, al Cristo triunfante que nos está
invitando también a nosotros a asociarnos a su victoria gloriosa a través del triunfo
sobre el pecado por medio de la gracia, al triunfo sobre la muerte, cada vez que
resucitamos espiritualmente y ayudamos a otros a pasar de la muerte a la vida en el
orden de la gracia. También cada vez que celebramos la Misa comulgamos a aquel que
nos “resucitará en el último día”.15 Que nos invita a vencer al mundo edificados en su
Palabra, ya que “esta es la victoria que vence al mundo: nuestra Fe”.16
En relación a esto, por las condiciones propias de nuestro ministerio entre los
militares muchas veces celebramos la Misa con pocos fieles, y muchas veces la
celebramos solos, lo cual nos tiene que incentivar a no dejar esta celebración incluso en
esas circunstancias porque allí ofrecemos el sacrificio en la persona de Cristo en
comunión con toda la Iglesia y rezando por aquellos hombres que tenemos confiados en
nuestras capellanías.
En Argentina, una antigua oración compuesta por la jerarquía para las Fuerzas
Armadas, hacía rezar de la siguiente manera a los hombres de armas de mi Nación:
“Oh soberano Señor, Dios de los Ejércitos, ante cuyo solio altísimo los
escuadrones de los ángeles cantan perpetuamente un himno de gloria, nosotros los
soldados argentinos que en el cielo, en la tierra y en el mar hacemos buena guardia
7
Todo lo anterior quizás tenga que ver con la relación entre nosotros y el pueblo
que se nos ha confiado en el respectivo marco castrense o de seguridad, y hemos
mencionado así las fuentes de la gracia a través de las cuales nuestro ministerio será
fecundo.
Pero esta exposición del carisma del capellán castrense quedaría inconclusa si no
dijera algo sobre la fraternidad sacerdotal. Nunca nos cansaremos desde las curias
militares de convocar a los sacerdotes a encuentros y jornadas que sean útiles tanto para
la formación como para confraternizar amistosamente; nuestra época es de suyo
individualista y estos encuentros ayudan a reunir a los hermanos y a hacerlos compartir
sus proyectos, ilusiones, como también a alentarlos en medio de las dificultades.
17
MANUAL DE DOCUMENTACIÓN PARA EL CLERO CASTRENSE DE LA NACIÓN ARGENTINA, Buenos Aires,
1958, p. 13.
18
Ex 17,11
8
Por otra parte, además de los encuentros antedichos siempre será bueno que
entre los mismos capellanes se fomenten aquellos momentos de confraternidad y de
oración en común que sirvan no sólo para alejar los peligros de cierto individualismo y
de ciertas soledades, sino también para que entre los mismos sacerdotes que comparten
un espacio apostólico común, se alienten y motiven mutuamente para toda obra buena.
IV Conclusión
“Este es el tiempo propicio, este es el día de salvación” (II Cor 6,2). Hemos sido
elegidos por Dios para vivir en esta época y en este tiempo que muchas veces nos
desorienta y confunde, y en reiteradas oportunidades nos desborda y desilusiona. Pero
allí una vez más la Escritura nos ilumina: “Donde abundó el pecado, sobreabundó la
gracia” (Rm 5,20).
20
Ibid. P.3.
21
AP 21,5.
10
nuevo método, con nuevo ardor y con nuevas expresiones como corresponde a la
nueva evangelización de nuestro tiempo.
22
INSTRUCTIVO PASTORAL, trienio 2014-2016, Obispado de la Nación Argentina.