El Suicidio en La Población Adulta PDF
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EL SUICIDIO EN LA
POBLACIÓN ADULTA
2ª Edición actualizada
ESPERANZA TORRICO LINARES
Profesora Titular Universidad de Huelva
ISSN 1989-3906
Contenido
FICHA 1 ........................................................................................................... 16
Evaluación de las conductas suicidas
FICHA 2 ................................................................................................................................. 22
LIntervención psicológica de urgencia en el ámbito privado ante un/a paciente
con riesgo suicida
Consejo General de la Psicología de España
Documento base.
El suicidio en la población adulta
1. CUESTIONES PRELIMINARES
1.1. Epidemiología
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) cerca de 800.000 personas se suicidan anualmente y por cada una
que lo realiza veinte más lo han intentado (OMS, 2013). De ahí, que cada 3 segundos haya un intento de suicidio y cada
40 un suicidio, convirtiéndose en un fenómeno global que se produce en todas las regiones del mundo. En España se sui-
cidan una media de 10 personas al día, los datos más recientes señalan que 2.911 hombres y 959 mujeres se suicidaron
en 2013, convirtiéndose en la tercera causa de muerte entre los 15 a los 29 años (Instituto Nacional de Estadística, 2013).
Sin embargo, estas cifras pueden estar infravaloradas ya que como indican diversos estudios un 5% de los accidentes
de tráfico pueden que debieran catalogarse como suicidios. A esto, hay que añadir los intentos fallidos, que se están
agrupando inadecuadamente bajo la categoría de conducta lesiva autoinfringida (Navarro, 2017). Es por ello que el
suicidio consumado sólo es la punta del iceberg de un fenómeno más amplio como son la ideación suicida y los in-
tentos de suicidio que generan también de un gran sufrimiento, coste económico y discapacidad en nuestra sociedad
(Gabilondo, Anseán, Guerra y Sanz, 2015).
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3. La representación suicida. La persona aún no ha hecho planes de suicidarse, sin embargo, ha tenido pensamientos
en los cuales se imagina en situaciones en las que se quita la vida (se imagina ahorcándose, ahogándose o saltando
por la ventana). Podemos concluir que son fantasías o imágenes mentales en las que la persona manifiesta sus pro-
pósitos autodestructivos pero sin que exista el contexto suicida para poner en peligro la vida.
4. Las ideas suicidas. Hay autores que consideran que tanto “el deseo de morir” como la representación suicida for-
man parte de las ideas suicidas. Por nuestra parte, entendemos que las ideas suicidas se circunscriben a los pensa-
mientos cuyo contenido está relacionado con terminar con la propia existencia. Pueden adoptar las siguientes
formas de presentación:
a. Idea suicida sin un método específico: la persona tiene deseos de matarse pero al preguntarle cómo lo va a reali-
zar, responde: “no sé cómo, pero lo voy a hacer”.
b. Idea suicida con un método inespecífico o indeterminado: en la que la persona expone sus deseos de matarse y
al preguntarle cómo va a hacerlo, usualmente responde: “de cualquier forma, ahorcándome, quemándome, pe-
gándome un balazo.” Como podemos observar, sin que exista una concreción en el método, la persona ya em-
pieza a barajar posibilidades.
c. Idea suicida con un método específico no planificado: en la cual la persona desea suicidarse y ha elegido un
método determinado para llevarlo a cabo, pero aún no ha ideado cuándo lo va a ejecutar, en qué preciso lugar,
ni tampoco ha tenido en consideración las debidas precauciones que ha de tomar para no ser descubierto/a y
cumplir con sus propósitos de autodestruirse.
d. El plan suicida o idea suicida planificada: en este caso, la persona desea suicidarse, ha elegido un método habi-
tualmente mortal, un lugar donde lo realizará y el momento oportuno para no ser descubierta. Además, tiene
claro los motivos que sustentan dicha decisión.
5. La amenaza suicida. Consiste en la insinuación o afirmación verbal de las intenciones suicidas, expresada por lo
general ante personas estrechamente vinculadas a la persona y que harán lo posible por impedirlo. Debe interpre-
tarse como una petición de ayuda y se puede considerar como el punto intermedio entre la ideación y la tentativa
suicida, ya que la persona da indicios claros (verbales y/o no verbales) de que va a intentar suicidarse. Sin embar-
go, hemos de aclarar que estas expresiones pueden ser tanto un chantaje a las personas de su entorno, como una
manifestación clara de su intencionalidad de suicidarse.
6. Comunicación suicida. Acto interpersonal en el que se comunican pensamientos, deseos o intencionalidad de aca-
bar con la propia vida, existiendo evidencias implícitas o explícitas de que este acto de comunicación no supone
por sí mismo una conducta suicida. Dentro de la comunicación suicida encontraríamos la amenaza suicida. Los ti-
pos de comunicación son:
a. Comunicación suicida directa no verbal. Acciones o indicios que señalan la posibilidad de que se realice un ac-
to suicida a corto plazo (p.ej. acceder a los métodos, dejar notas de despedida o repartir posesiones valiosas,
etc.).
b. Comunicación suicida directa verbal. Se produce cuando la persona expresa ostensiblemente los deseos de po-
ner fin a su vida (p.ej. “me voy a matar”, “me voy a suicidar”, etc.).
c. Comunicación suicida indirecta no verbal. Son actos que, aunque no indican que la persona se vaya a suicidar
de forma inminente, nos señalan una posible muerte prematura (p.ej. hacer testamento, planificar el funeral, pre-
dilección por los temas de suicidio, etc.).
d. Comunicación suicida indirecta verbal. La persona expresa frases que no manifiestan las intenciones suicidas
explícitamente pero sí están implícitas (p. ej. “puede que no nos veamos más”, “espero que me recordéis como
una buena persona”, etc.).
7. El intento suicida o conducta suicida. Es el intento de autoeliminación o autolesión intencionada sin resultado de
muerte. De hecho, de no mediar situaciones fortuitas, no esperadas o casuales, hubiera terminado en la muerte. De
ahí, que también se le denomine Suicidio frustrado, ya que de no haberse dado las citadas circunstancias se hubie-
ra producido el desenlace fatal. La persona puede resultar ilesa o con secuelas o daños físicos que requieren aten-
ción médica y/o psicológica.
8. Conducta suicida no determinada. Conducta con grado indeterminado de intencionalidad suicida que puede resul-
tar sin lesiones, con lesiones o causar la muerte (p. ej. algunos accidentes de tráfico en los que no se encuentran
huellas de frenada).
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9. Intento de suicidio abortado. Conducta potencialmente autolesiva con evidencia (explícita o implícita) de que la
persona intentaba morir pero esta detuvo el intento antes de que ocurriera el daño físico.
10. El gesto suicida. Es el ademán de realizar un acto suicida. Mientras la amenaza es verbal, el gesto suicida incluye
el acto que, por lo general, no conlleva lesiones de relevancia para la persona, pero que hay que considerarlo
muy seriamente.
11. Parasuicidio. Término introducido por Kreitman (1977) para referirse a toda conducta autolesiva no mortal,
sin considerar esencial en la definición la intencionalidad hacia la muerte. Es decir, sería el conjunto de
conductas donde el sujeto de forma voluntaria e intencional se produce daño físico, cuya consecuencia es
el dolor, desfiguración o daño de alguna función y/o parte de su cuerpo, sin la intención aparente de ma-
tarse. Hay autores que al gesto suicida lo denominan parasuicidio, mientras que otros consideran el para-
suicidio como un comportamiento autolesivo para la persona pero conscientemente no mortal y que tiene
un claro componente manipulador (p. ej. simuladores). Hay autores que lo denominan tentativa suicida
manipuladora para evidenciar que la persona realizó un intento con medios insuficientes (ingerir vitaminas
en lugar de psicofármacos, hacerse cortes superficiales, ingerir psicofármacos a dosis bajas) o suficientes
pero con una planificación que permitía ser encontrada a tiempo o que los demás se dieran cuenta de lo
que estaba haciendo.
12. Autolesión. Actos voluntarios potencialmente lesivos que la persona se autoinflige para los que existe evidencia,
implícita o explícita, de que la persona no tiene la intención de matarse. Este tipo de conducta puede no provocar
lesiones, provocar lesiones o provocar la muerte (muerte autoinflingida no intencionada). Hay autores que lo
identifican con el gesto suicida, mientras que otros lo identifican con el parasuicidio.
13. Suicidio enmascarado. Se produce cuando la conducta suicida tiene la apariencia de otro tipo de conducta no
suicida, pero realmente es un suicidio (p.ej. accidente de tráfico, accidentes domésticos como explosiones de gas,
etc.).
14. El suicidio accidental. Se produce cuando del método utilizado se desconocía su efecto o no se pensó que el de-
senlace fuera la muerte, es decir, la persona no tenía intencionalidad de quitarse la vida. Se incluyen los casos en
los que no se anticiparon las posibles complicaciones, como sucede en la población penal que se autolesiona sin
propósitos de morir pero las complicaciones derivadas del acto le privan de la vida (introducción de alambres
hasta el estómago o por la uretra, etc.). En resumen, podemos concluir que es la muerte de una persona que no
deseaba morir, de ahí que algunos autores no consideren que deba denominarse suicidio.
15. Suicidio, suicidio intencional o suicidio consumado. Es cualquier lesión autoinfligida deliberadamente realizada
por la persona con el propósito de morir y cuyo resultado es la muerte.
16. Síndrome Presuicidal. Estado psíquico previo al acto suicida, descrito por Ringel en 1949 (cit. en De Leo, 1998) y
consistente en constricción del afecto y el intelecto, inhibición de la agresividad y fantasías suicidas, los cuales se
refuerzan entre sí. El Síndrome Presuicidal o presuicida no forma parte de enfermedad psiquiátrica alguna, pero es
un denominador común de aquellos trastornos que conllevan al suicidio.
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implica un mayor riesgo suicida ya que en esta 4 Salud física 4 Situación laboral y económica
4 Dimensiones psicológicas 4 Creencias religiosas
situación la persona lo atribuye más a un fracaso 4 Apoyo social
4 Conducta suicida previa
personal que a un problema social, lo que puede
derivar en problemas de identidad, pérdida de Nota: Tomada de Bobes et al. (2011)
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control, desamparo y depresión. En cuanto al nivel socioeconómico, se observa un mayor riesgo de suicidio en las
clases sociales económicamente más deprimidas. También, hay que considerar la pérdida de status social, ya que
hay personas que acaban voluntariamente con sus vidas debido a que han sufrido un descenso en la escala social y
no quieren afrontar este nuevo estilo de vida que les toca vivir (Ruíz y Orly, 2006).
D. Estado civil: los intentos son más frecuentes en mujeres solteras y hombres solteros, mientras que los suicidios tie-
nen una mayor incidencia entre los hombres viudos, separados y divorciados (Denney, Rogers, Krueger y Wods-
worth, 2009; España y Fernández, 2010). Sin embargo, otros estudios indican que el estado civil no es en sí mismo
un factor de riesgo sino un factor modulador de otras variables de carácter individual y también sobre otras varia-
bles de carácter socio-cultural que sí tienen una influencia decisiva en la ideación, en la tentativa suicida o en el
grado de letalidad del acto suicida (Masocco et al., 2010; Sánchez-Teruel, 2010).
E. Orientación sexual: se estima que el suicidio en la población de homosexuales y bisexuales puede llegar a repre-
sentar el 30% de los suicidios anuales en jóvenes, convirtiéndose en la principal causa de muerte en este grupo.
Además, las tentativas en los homosexuales es de 5-10 veces superior que en la población general. Parece que la
invisibilidad y la falta de apoyo familiar son dos factores de alto riesgo para la ideación e intentos suicidas (Russell
y Joyner, 2001). Hay que tener en cuenta la presión social que pueden sufrir estos colectivos en determinados paí-
ses y ambientes socioculturales (King et al., 2008), sobre todo en la adolescencia y juventud que son las etapas vi-
tales de mayor vulnerabilidad emocional (Bontempo y D’Augelli, 2002). Así, diversos estudios señalan que es el
estrés sufrido por estas personas debido a actitudes sociales homófobas el que puede estar en la base del aumento
en el riesgo de ideación y conducta suicida, y no la orientación sexual en sí misma (Berghe, Dewaele, Cox y Winc-
ke, 2010; Coker, Austin y Schuster, 2010).
F. Enfermedad médica: presentar determinadas enfermedades físicas de carácter crónico (como asma, cáncer, fibro-
mialgia, VIH, demencias, etc.) aumenta la vulnerabilidad ante comportamientos suicidas (Clarke, Coodwin, Mes-
sias y Eaton, 2008; Dreyer et al., 2010). Aunque, parecen ser otros factores vinculados a la enfermedad los que
contribuyen a un aumento de la suicidabilidad, entre los que se encuentran (Szanto, Prigerson y Reynolds, 2001):
el dolor no tratado o mal tratado, la ansiedad anticipatoria sobre la posible progresión de la enfermedad a un esta-
do crónico y a la muerte, el miedo a la dependencia familiar y poder llegar a ser una carga.
E. Estrés y acontecimientos vitales: existe una elevada incidencia de acontecimientos vitales estresantes en los meses
previos a la realización de un suicidio o una tentativa, especialmente, en el mes previo. Se considera que el estrés
desencadenante de la conducta suicida es crónico y acumulativo ya que la mayoría de las personas son capaces de
afrontar momentos de estrés agudo sin incrementarse el riesgo suicida. Por lo que estaríamos hablando de una su-
cesión de acontecimientos adversos a lo largo de un período de tiempo prolongado (la carrera suicida). En la Tabla
2 se muestran los estresores más comunes en función del sexo y de la edad.
suficiente para el suicidio (Davis y Schrueder, Ambos sexos Problemas familiares y las dificultades laborales son factores de riesgo
1990), para el riesgo de suicidio consumado
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cidio de 20 a 40 veces mayor que en la población general. Además, se constata que una de cada dos personas que
se suicidan están o podrían estar diagnosticadas de un Trastorno Depresivo (España y Fernández, 2010; Ubaldo y
Pérez, 2010), hecho este que lo convierte en uno de los factores de riesgo más importante tanto para los intentos de
suicidio como para el suicidio. Siendo el riesgo de suicidio mayor en las fases tempranas del trastorno (Harris y Ba-
rraclough, 1997), y en los primeros seis meses tras el alta de un ingreso psiquiátrico (Hawton y van Heeringen,
2009).
En cuanto al resto de trastornos afectivos, presentan, respecto a la población en general, un riesgo de suicidio
multiplicado por 15 en el caso del trastorno bipolar y por 12 en el caso del Trastorno depresivo persistente (disti-
mia) (Harris y Barraclough, 1997).
Por último, señalar que si sumamos a estos trastornos la comorbilidad con otros trastornos (p.ej. de la personali-
dad, por abuso de sustancias, de ansiedad, insomnio severo y agitación), aumenta significativamente la probabili-
dad de que realicen un intento suicida (Legido, 2012).
B. Abuso de sustancias: el abuso de drogas implica un alto riesgo de ideación suicida (Borges, Walters y Kessler,
2000), en especial el consumo de alcohol que está presente en numerosos intentos de suicidio y suicidios (Conner
y Duberstein, 2004), estimándose que una décima parte de alcohólicos mueren por suicidio (David et al., 2002).
Además, señalar que un tercio de los hombres y una quinta parte de las mujeres que han intentado suicidarse abu-
saron del alcohol (Koller, Preuss, Bottlender , Wenzel y Soyka, 2002) y un tercio de las personas que habían inten-
tado suicidarse habían consumido alcohol dentro de las seis horas previas al intento.
Por otro lado, la comorbilidad entre el alcoholismo y el trastorno de depresión mayor aumenta el riesgo de suici-
dio, estimándose en hasta un 50-75% los casos de suicidio consumado entre los que padecen esta patología dual
(Frances, Franklin, y Flavin, 1987).
C. Esquizofrenia: se estima una prevalencia de suicidio entorno al 10%. Las características principales que suelen pre-
sentar estos/as pacientes son (Hawton, Sutton y Haw, 2005): ser joven, haber tenido numerosas recaídas y un alto
número de ingresos psiquiátricos, presentar un claro deterioro social, laboral y sexual causados por la enfermedad,
la baja adherencia al tratamiento con síntomas depresivos, intentos de suicidios previos y alta hospitalaria durante
el mes previo al acto suicida. En cuanto a la temporalidad, el mayor riesgo se produce durante el comienzo de la
enfermedad, fundamentalmente en los primeros 10 años (Hert, McKenzie, y Peuskens, 2001; Mauri, Paletta, Maffi-
ni, Moliterno y Altamura, 2013).
D. Trastornos de personalidad: los trastornos de personalidad pueden condicionar la conducta suicida en cuatro nive-
les: (a) predisponiendo a otro trastorno mental (p.ej. depresión o alcoholismo); (b) provocando problemas en las re-
laciones interpersonales y en el ajuste social; (c) precipitando acontecimientos vitales indeseables y (d)
deteriorando la capacidad de afrontar un trastorno físico o mental (Duberstein y Conwell, 1997; Pompili, Girardi y
Ruberto, 2005). Como podemos observar todos ellos son factores de riesgo para el suicidio por sí mismos. En cuan-
to a la prevalencia los trastornos de personalidad presentan un riesgo de suicidio hasta 6-7 veces mayor que el en-
contrado en la población general y se estima que están presentes hasta en el 70% de los suicidas. Especial atención
merece el Trastorno Límite de Personalidad al que se le supone un elevadísimo riesgo de suicidio sobre todo en
mujeres menores de 35 años (Qin, 2011). De ahí, que la presencia de algunos trastornos de personalidad (límite,
antisocial o narcisista) ha empezado a considerarse como un factor de riesgo suicida al mismo nivel que la depre-
sión mayor (Lambert, Reid, Kaye, Jennings y Esler, 2003). Además, las personas diagnosticadas de trastorno de per-
sonalidad son las que más repiten intentos de suicidio
E. Trastornos de ansiedad: en la actualidad se mantiene la controversia acerca de si dichos trastornos se asocian a
un mayor riesgo de suicidio. Autores como Lecrubier (2001) plantean que casi el 20% de los/las pacientes con
crisis de ansiedad y fobia social, presentan intentos de suicidio. Si se asocian a un Trastorno depresivo el riesgo
de que el intento se convierta en un suicidio se eleva sustancialmente. No obstante, hay estudios en los que no
se detecta un aumento significativo del riesgo de suicidio (Beautrais et al., 1996; Warshaw, Dolan, y Keller,
2000).
F. Trastornos de la conducta alimentaria: parece existir una alta prevalencia de conducta suicida (incluyendo idea-
ción suicida, gestos suicidas, intentos de suicidio y suicidio consumado) en este tipo de trastornos (Franko y Keel,
2006; Signorini et al., 2007). Se ha estimado que para el trastorno de anorexia nerviosa existe un riesgo de suicidio
40 veces mayor en comparación con la población general (Preti, Rocchi, Sisto, Camboni, y Miotto, 2011).
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desencadenante inmediato (24 horas antes del intento), consistente por lo general en una discusión con la pareja
o familiares.
3. Los suicidas frecuentemente han vivido experiencias desfavorables desde la infancia, como abuso físico y sexual,
iniciando a partir de la pubertad un período de especial vulnerabilidad.
4. El fallecimiento de la pareja.
5. Cambios en las condiciones de vida, problemas laborales y pérdidas afectivas.
6. Ausencia o déficit de apoyos sociales que se relaciona con afectos y cogniciones suicidas y con las tentativas
más severas. Así, los intentadores poseen una red social más débil, tanto en términos objetivos como subjetivos.
G. La ideación suicida: como ya hemos indicado, el suicido es un proceso compuesto por diversas acciones que se
inicia con la ideación suicida (Días de Mattos, et al., 2010), la cual se define atendiendo a los distintos factores que
la componen: preocupación autodestructiva, planeación de un acto letal y el deseo de muerte. Para Miranda, Cubi-
llas, Román y Valdez (2009), en este proceso suicida, se producen cinco etapas que no necesariamente tienen que
ser secuenciales: (1) Ideación suicida pasiva, (2) Contemplación activa del propio suicidio, (3) Planeación y prepa-
ración, (4) Ejecución del intento suicida, y (5) El suicidio consumado.
La ideación suicida podría considerarse una expresión temprana de vulnerabilidad y se asocia a variables psicoso-
ciales tales como estrés vital, vivencias indeseables
y medio familiar caótico. Estas ideas suicidas son
TABLA 3
más habituales entre quienes han intentado autoeli- EXPRESIONES VERBALES Y NO VERBALES DE LA IDEACIÓN SUICIDA
minarse, se asocian a la severidad del intento e im-
Expresiones
plican una mayor probabilidad de repetición. Es
por ello, que se convierten en un indicador de ries- Expresiones 4 Realizar preparativos relacionados con su desaparición (arreglar
go clave y deben explorarse cuidadosamente. Tales no verbales documentos, cerrar asuntos, preparar el testamento, regalar objetos…)
4 Cambiar los hábitos alimenticios y del sueño.
expresiones, que pueden ser verbales o no verba- 4 Perder el interés por aficiones, obligaciones, familia, amigos, trabajo y
les, deben ser evaluadas seriamente, considerando: apariencia persona. Además, comienza a aislarse personal y
socialmente.
grado de concreción (p. ej. existencia de un plan 4 Retraer su comportamiento respecto de los amigos y miembros de la
suicida), las circunstancias clínicas y sociales en familia.
4 Abusar del alcohol y de drogas en cantidades y con una frecuencia
que se verifican y los antecedentes de conducta au- inusuales (la persona intenta lograr «el valor» necesario para llevar a
tolítica. En cuanto a las expresiones se detallan en cabo sus intenciones).
4 Descuidar el aspecto personal.
la Tabla 3.
4 Asumir riesgos innecesarios.
4 Aumento de molestias físicas frecuentemente asociadas a conflictos
3. FACTORES DE PROTECCIÓN DE LA emocionales (dolores de estómago, de cabeza y fatiga).
4 Dificultad para concentrarse.
CONDUCTA SUICIDA 4 Cese de la angustia, la persona parece tener una sensación de paz y
Los factores de protección hacen referencia a tranquilidad interna. Este es uno de los signos de grave peligro
suicida, ya que la persona ha podido resolver el conflicto entre los
aquellas características que inhiben, reducen o ate- deseos de vivir y los deseos de morir a favor de estos últimos (la
núan la probabilidad de que la persona cometa un calma antes de la tormenta).
4 Desarrollar ciertas conductas cuando se le pregunta si ha pensado en
acto suicida (Maris, Berman y Silverman, 2000). Se quitarse la vida (llorar sin pronunciar palabra alguna, bajar la cabeza
han señalado una serie de factores protectores fren- y mirar al suelo, hacer silencio repentino motivado por la propia
pregunta, fruncir el ceño, mostrarse intranquilo o angustiado, etc.).
te al suicidio que se pueden clasificar en dos gru-
4 Realizar conductas directamente relacionadas con el suicidio:
pos: factores relacionados con variables acumular medicación, llevar consigo el tóxico, la cuerda, etc.;
individuales y factores relacionados con caracterís- dirigirse hacia un lugar que usualmente no es visitado por la persona
(y que es el elegido para realizar el acto suicida).
ticas ambientales). En la Tabla 4, se muestran los
principales factores señalados por Legido (2012). Expresiones 4 Reconoce sentirse solo, aislado y se ve incapaz de aguantarlo o
verbales solucionarlo. Puede transmitir sentimientos de impotencia,
indefensión, depresión y especialmente desesperanza.
4. MODELO SOCIOINDIVIDUAL DE LA 4 Identificarse de manera implícita o explícita con una persona que se
ha suicidado con expresiones como: “Yo no pienso hacer lo mismo
CONDUCTA SUICIDA que …” (cuando no se ha mencionado el tema durante la
Es un modelo que trata de ofrecer una explicación conversación).
4 Comparar su situación con la de una persona que se suicidó.
multidimensional de la conducta suicida (Bonner,
4 Avisar de planes o intentos de suicidarse, incluyendo los siguientes
1990; Bonner y Rich, 1987; Bonner y Rich, 1988). comportamientos:
4 Verbaliza: “Quiero matarme”, “Voy a suicidarme”
Este modelo plantea que la persona está situada en
4 Da señales verbales como: “No seré un problema por mucho
una determinada sociedad, que constituye lo que tiempo más” o “Si me pasa algo, quiero que sepan que...”.
se ha denominado «contexto social general», don- 4 Escribe una o varias notas de suicidio.
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de se priman una serie de valores y se toman unas posturas determinadas ante los distintos hechos. La persona, a tra-
vés del proceso de socialización, aprende los valores culturales de la sociedad. La valoración social del suicidio como
una salida racional a ciertas situaciones puede favorecer que la persona se autoproponga esta solución con más fre-
cuencia. La ausencia de puntos de referencia normativos y la sensación de no estar integrado en un grupo de perte-
nencia, características básicas de la sociedad occidental actual podrían, asimismo, explicar el aumento del número de
suicidios en las sociedades industriales. La persona, además de estar enmarcada en un contexto social amplio, desa-
rrolla su vida en un entorno social, en un «contexto social inmediato», del que recibe las pautas de su socialización y
en el que establece sus relaciones sociales. Cada
persona, a lo largo de su vida, está expuesta a dis-
TABLA 4
tintos sucesos o avatares, que pueden suponerle ex- FACTORES PROTECTORES
periencias gratas o desagradables. La posibilidad de
Relacionados con variables individuales Relacionados con variables
recibir apoyo por parte de las personas significati- ambientales
vas proporciona fuerza para enfrentarse a los pro- 4 Actitudes, valores y normas introyectadas en 4 Presencia de una atención clínica
blemas. Las personas que forman el entorno contra del suicidio. eficaz de los trastornos de salud
inmediato de la persona, además del posible apoyo 4 Presencia de valores sólidos y bien
fundamentados basados en las tradiciones
mental, física y consumo de
sustancias.
social que puedan prestarle, le proporcionan mode- que fomentan los vínculos con la red social y 4 Fácil accesibilidad a los
un sentido trascendente de la vida. dispositivos clínicos y soportes de
los de conducta de los que la persona aprende. La
4 Poseer habilidades sociales que permitan una búsqueda de ayuda.
presencia «próxima» de comportamiento suicida de integración de forma positiva en los 4 Relación satisfactoria con los
algún miembro del ambiente cercano puede «suge- diferentes grupos de la comunidad. dispositivos de atención primaria y
4 Tener la capacidad de resolución de salud mental.
rir» pensamientos de suicidio en las personas sus- problemas y conflictos y búsqueda de 4 Existencia de una red adecuada de
FIGURA 2
MODELO SOCIOINDIVIDUAL DE LA CONDUCTA SUICIDA
CONTEXTO SOCIOINDIVIDUAL
Depresión
Soledad Bajo Autoconcepto
Desesperanza Pocas Razones para vivir
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tado de determinadas características individuales que le diferencian de los demás y que constituyen uno de sus instru-
mentos para enfrentarse y relacionarse con el entorno. En este sentido, se considera que una persona que presenta un
modo de enfrentarse a las situaciones de forma poco eficaz tenderá a percibir las situaciones de un modo más negati-
vo que las personas con más capacidad para resolver los problemas. El modelo propuesto aquí es un modelo de vul-
nerabilidad en el que se parte del supuesto de que las características estresantes del entorno junto con las
características individuales y ambientales pueden explicar la conducta suicida. Asimismo, algunas de estas caracterís-
ticas podrían, por separado, predecir dicha conducta. Situaciones muy estresantes, el estrés continuado, o la frecuen-
cia de sucesos estresantes, unidos al fracaso de la persona al enfrentarse a tales situaciones provocan en las personas
más vulnerables un malestar psicológico que se caracteriza por sentimientos depresivos, un autoconcepto bajo, un
sentimiento de soledad y la convicción de que esta situación no va a mejorar en el futuro. Si a este estado de malestar
psicológico se añaden la ausencia de razones importantes para vivir a pesar de las razones para morir, y las expectati-
vas positivas en torno a la eficacia del suicidio, se forma lo que se ha denominado estado mental suicida (Huff, 1999).
El modelo propuesto defiende que la conducta suicida es un proceso circular y presenta las variables básicas expli-
cativas de la conducta suicida. El aumento de letalidad de dicha conducta proviene del aumento de la incidencia de
alguna o todas las variables implicadas en el proceso. Es decir, se presupone que el conjunto de variables aquí pre-
sentadas puede predecir tanto la ideación suicida en sus distintos niveles de letalidad como otro tipo de conductas
suicidas de mayor riesgo. Sobre este presupuesto descansa la importancia de la predicción de la conducta suicida en
los niveles bajos de letalidad. La intervención sobre ciertas variables puede suponer la prevención de conductas suici-
das más letales.
Conviene recordar que el modelo propuesto defiende que las variables se relacionan multidireccionalmente en un
proceso circular. En este sentido, se afirma que, así como un afrontamiento inadecuado ante el estrés puede provocar
sentimientos depresivos, estos mismos sentimientos depresivos pueden obstaculizar, aún más, a la persona el afronta-
miento a determinadas situaciones. De la misma manera pueden actuar la desesperanza y el autoconcepto negativo,
aumentando la vulnerabilidad de la persona ante el estrés y disminuyendo su eficacia para la resolución de proble-
mas. Este modelo recoge la posibilidad de que la existencia de conducta suicida (ideación, intento...) afecte a la vul-
nerabilidad individual de la persona, ya que, puede aumentar la frecuencia en la utilización de estrategias de
evitación para afrontar los problemas. En resumen, el modelo socioindividual propone la interrelación y la conjunción
de ciertas variables en la explicación de la conducta suicida. Se propone un modelo progresivo, en el que al aumentar
los niveles de algunas o todas las variables psicosociales aumenta la letalidad del suicidio en un proceso circular en el
que muchas de las variables se influyen recíprocamente. Se reitera, no obstante, la posibilidad de que tengan lugar
comportamientos suicidas sin la intervención de todos los factores e incluso con la sola presencia de alguno/s de
ellos. Asimismo, se considera posible que la acción de estos factores sea acumulativa y no interactiva (Villardon,
1993) (fig. 3).
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2. Mito: los/las que intentan el suicidio no desean morir, sólo hacen el alarde.
Criterio equivocado porque condiciona una actitud de rechazo a quienes atentan contra su vida, lo que entorpece
la ayuda que estas personas necesitan.
Criterio científico. Aunque no todos los que intentan el suicidio desean morir, es un error tildarlos de alardosos,
pues son personas a las cuales les han fracasado sus mecanismos útiles de adaptación y no encuentran alternativas,
excepto el atentar contra su vida.
3. Mito: si de verdad se hubiera querido matar, habría utilizado un método más agresivo, como tirarse delante de un
tren.
Criterio equivocado que refleja la agresividad que generan estas personas en quienes no están capacitados para
abordarlos.
Criterio científico. Todo suicida se encuentra en una situación ambivalente, es decir, con deseos de morir y de vivir.
El método elegido para el suicidio no refleja los deseos de morir de quien lo utiliza ya que sabemos que está muy
determinado por cuestiones culturales.
4. Mito: la persona que se repone de una crisis suicida no corre peligro alguno de recaer.
Criterio equivocado que conduce a disminuir las medidas de observación estricta de la persona.
Criterio científico. Casi la mitad de los que atravesaron por una crisis suicida y consumaron el suicidio, lo llevaron
a cabo durante los tres primeros meses tras la crisis emocional, cuando todos creían que el peligro había pasado.
5. Mito: todo el que intenta el suicidio estará en ese peligro toda la vida.
Criterio equivocado que intenta justificar la sobreprotección hacia la persona en algunos casos y el estigma o re-
chazo por temor a que se repita.
Criterio científico. Entre el 1% y el 2% de los que intentan el suicidio lo logran durante el primer año después del
intento y entre el 10 al 20% lo consumarán en el resto de sus vidas. Una crisis suicida dura horas, días, raramente
semanas, por lo que es importante reconocerla para su prevención.
6. Mito: todo el que se suicida está deprimido.
Criterio equivocado que tiende a hacer sinónimo el suicidio y la depresión, lo cual no se ajusta a la estricta evidencia.
Criterio científico. Aunque toda persona deprimida tiene posibilidades de realizar un intento de suicidio o un suici-
dio, no todos los que lo hacen presentan este desajuste. Pueden padecer esquizofrenias, alcoholismo, trastornos de
la personalidad, etc.
7. Mito: todo el que se suicida es un enfermo mental.
Criterio equivocado que intenta hacer sinónimo el suicidio y la enfermedad mental.
Criterio científico. Los enfermos mentales se suicidan con mayor frecuencia que la población en general, pero no
necesariamente hay que padecer un trastorno mental para hacerlo.
8. Mito: el suicidio se hereda.
Criterio equivocado que tiende al nihilismo terapéutico, pues se cree erróneamente que lo que está determinado
por la herencia es imposible modificarlo.
Criterio científico. No está demostrado que el suicidio se herede, aunque se puedan encontrar varios miembros de
una misma familia que hayan terminado sus vidas por suicidio. En estos casos lo heredado es la predisposición a
padecer determinada enfermedad mental en la cual el suicidio es un síntoma principal, como por ejemplo, los tras-
tornos afectivos y las esquizofrenias. Por otro lado, hay que tomar en consideración la gran influencia que tienen
las variables ambientales en la conformación de las estrategias de afrontamiento.
9. Mito: el suicidio no puede ser prevenido pues ocurre por impulsos.
Criterio equivocado que limita las acciones preventivas pues si ocurre de esta manera es imposible pronosticarlo y
por tanto prevenirlo. Invita a la inercia terapéutica.
Criterio científico. Toda persona antes de cometer un suicidio evidencia una serie de síntomas que han sido defini-
dos como Síndrome Presuicidal, consistente en la constricción de los sentimientos y el intelecto, inhibición de la
agresividad, la cual ya no es dirigida hacia otras personas reservándola para sí y la existencia de fantasías suicidas.
Esto puede ser detectado a su debido tiempo y se pueden llevar a cabo acciones preventivas para evitarlo.
10. Mito: al hablar sobre el suicidio con una persona que está en riesgo se le puede incitar a que lo realice.
Criterio equivocado que infunde temor para abordar la temática del suicidio con quienes están en riesgo de come-
terlo.
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Criterio científico. Está demostrado que hablar sobre el suicidio con una persona que está en riesgo, en vez de in-
citar, provocar o introducir en su cabeza esa idea, reduce el peligro de cometerlo y puede ser la única posibilidad
que se le ofrezca para el análisis de sus propósitos autodestructivos.
11. Mito: las que intentan el suicidio y las que se suicidan son personas peligrosas, pues igual que intentan contra sí
misma pueden intentar contra los demás.
Criterio equivocado que tiende a generar temor al enfrentamiento con este tipo de personas.
Criterio científico. El suicidio por lo general es un acto autoagresivo, en el que los impulsos destructivos la persona
los vierte contra sí misma. Existen ocasiones en las que el suicida, antes de morir, mata a otros que no desean mo-
rir, como en el llamado suicidio ampliado, en depresiones con síntomas psicóticos y en dramas pasionales, en los
que el homicida-suicida presenta un trastorno mental generalmente del espectro depresivo. Pero este tipo de per-
sonas poco tienen que ver con el prototipo de el/la paciente suicida.
12. Mito: una persona que se va a suicidar no emite señales de lo que va a hacer.
Criterio equivocado que pretende desconocer las manifestaciones prodrómicas del suicidio.
Criterio científico. Muchos suicidas expresan con palabras, amenazas, gestos o cambios de conducta lo que va a
ocurrir.
13. Mito: el suicida desea morir.
Criterio equivocado que pretende justificar la muerte por suicidio de quienes lo cometen y por tanto tarde o tem-
prano lo llevarán a cabo.
Criterio científico. El suicida está ambivalente, es decir desea morir si su vida continúa de la misma manera y de-
sea vivir si se produjeran pequeños cambios en ella. Si se diagnostica oportunamente esta ambivalencia se puede
inclinar la balanza hacia la opción de la vida.
14. Mito: el que intenta el suicidio es un cobarde.
Criterio equivocado que pretende evitar el suicidio equiparándolo con una cualidad negativa de la personalidad.
Criterio científico. Los que intentan el suicidio no son cobardes sino personas que sufren.
15. Mito: el que intenta el suicidio es un valiente.
Criterio equivocado que pretende equiparar el suicidio con una cualidad positiva de la personalidad lo cual entor-
pece su prevención pues lo justifica haciéndolo sinónimo de un atributo imitable y que todos desean poseer como
es el valor.
Criterio científico. Los que intentan el suicidio no son valientes ni cobardes, pues la valentía y la cobardía son atri-
butos de la personalidad que no se cuantifican o miden según la cantidad de veces que uno se quita la vida o se
la respeta.
16. Mito: sólo los pobres se suicidan
Criterio equivocado que pretende hacer del suicidio un atributo de una clase social determinada sin tener en con-
sideración otras muchas variables que entran en juego.
Criterio científico. Las personas con condiciones socioeconómicas deprimidas son más proclives al suicidio por
los estresores ambientales que han de soportar.
17. Mito: sólo los ricos se suicidan
Criterio equivocado que desconoce la posibilidad de que el suicidio se presente entre las capas más pobres de la
sociedad.
Criterio científico. El suicidio es una causa de muerte que se observa con mayor frecuencia entre los habitantes de
países desarrollados que en países en subdesarrollo, pero ello está asociado a otras muchas variables psicológicas
vinculadas al estilo de vida que tenemos en los países desarrollados.
18. Mito: sólo los viejos se suicidan.
Criterio equivocado que pretende no contemplar el suicidio como causa de muerte en las edades tempranas de la
vida, como son los niños y adolescentes.
Criterio científico. Los ancianos realizan menos intentos de autodestrucción que los jóvenes.
19. Mito: los niños no se suicidan.
Criterio equivocado que intenta negar la triste realidad del suicidio infantil.
Criterio científico. Cuando un niño adquiere el concepto de muerte puede autolesionarse de hecho el acto suicida
se da a estas edades.
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Ficha 1.
Evaluación de las conductas suicidas
1. ENTREVISTA CLÍNICA
El objetivo prioritario que hemos de marcarnos en la entrevista de un/a paciente suicida es valorar la ideación y el
riesgo suicida. Para ello, en primer lugar, debemos tener en cuenta que posiblemente necesitemos más tiempo del
que solemos emplear para entrevistar a cualquier otro/a paciente. Dada la naturaleza del tema que vamos a abordar
necesitamos realizar la entrevista de una forma tranquila, escuchando atentamente y con calidez a el/la paciente para
favorecer el clima de empatía necesario para que no se sienta incomodo/a abordando el tema de su posible suicidio.
Preguntaremos, de forma progresiva y directa, acerca de las ideas suicidas, para ello nos iremos acercando al tema
gradualmente, intentado dejar aclarados todos los aspectos (ideación, conductas previas, desesperanza, etc.). Es im-
portante hacer estas preguntas después de que se haya establecido una empatía y el/la paciente se sienta cómodo/a
expresando sus sentimientos negativos.
Una de las primeras cuestiones que hemos de realizar es una adecuada anamnesis de el/la paciente, evaluando las
principales áreas que hemos expuesto con anterioridad como factores de riesgo:
1. Trastornos psiquiátricos/psicológicos, en especial los vinculados al trastorno del estado de ánimo (depresión, bipo-
laridad) y los de personalidad, sin obviar los consumos de sustancias, especialmente el alcohol. En este sentido, la
cuestión principal es plantearnos si la persona con la que estamos trabajando tiene un trastorno psicológico, si éste
ya ha sido diagnosticado o si puede estar enmascarado. Es importante evaluar también la existencia de anteceden-
tes familiares psiquiátricos. Si proviene de una familia con trastornos psiquiátricos graves el riesgo se incrementa,
pues existen enfermedades mentales con un componente genético en las que las tendencias suicidas son un sínto-
ma importante. En este sentido, cualquiera de las entrevistas existentes o cualquier protocolo realizado a tal efecto
son efectivos.
2. Ideación suicida. Es otra de las variables que mejor debemos de delimitar. Tengamos en cuenta que la construcción
cognitiva que el/la paciente haya realizado en torno al acto suicida podrá aclararnos hasta qué punto corre riesgo
su vida. Para explorar tales ideas lo más adecuado es iniciar las preguntas a partir de una situación específica que
la persona haya señalado como especialmente conflictiva o preocupante. Podemos hacer las siguientes preguntas:
4 ¿Cómo piensa resolver su situación o la situación que me ha descrito?
4 Si el/la paciente tiene problemas de insomnio (como suele ser habitual), podemos preguntar: me ha comentado
que no duerme mucho, cuando está sin poder
dormir ¿en qué piensa?
4 Si no comenta nada sobre suicidarse podemos
TABLA 5
DIMENSIONES DE LA PLANIFICACIÓN SUICIDA
preguntar ¿alguna vez ha pensado en hacerse
daño? Si es afirmativa la respuesta concreta- SOBRE LA PLANIFICACIÓN
mos más ¿ha pensado en suicidarse?
4 Si confirmamos la ideación suicida hemos de
¿Ha hecho planes para terminar con su vida?
¿Tiene idea de cómo y cuándo va a hacerlo?
profundizar y concretar hasta establecer la po- ¿Avisará a alguien antes?
¿Dejará alguna nota?
sible planificación de la idea. ¿Ha hecho algún testamento o gestionado algún seguro de vida?
Para profundizar sobre los distintos elementos de
SOBRE EL MÉTODO
la planificación suicida se deberían, según el Servi-
cio Andaluz de Salud (2010), valorar los aspectos ¿Tiene píldoras, revólver, insecticida u otros medios?
¿Están a su entera disposición?
que quedan incluidos en la Tabla 5.
Algunas de las preguntas que podríamos realizar SOBRE LAS CONSECUENCIAS
para concretar los aspectos descritos son las si-
¿Qué pretende o busca con ello?
guientes: ¿Cómo afectará esto a sus allegados?
4 ¿Cómo ha pensado suicidarse? Esta cuestión está ¿Ha pensado en otras soluciones?
enfocada a determinar el método suicida, cual- Nota: Tomada de Servicio Andaluz de Salud (2010)
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quier método puede ser mortal aunque la severidad mayor (disparo, caída desde gran altura) y la irreversibilidad del
mismo (caída desde gran altura) nos indicará la gravedad de dicha ideación. Además, hemos de tener en cuenta
que se incrementa el riesgo si la persona puede acceder con facilidad al método elegido (armas de fuego en el am-
biente rural) o si algún familiar o conocido ya ha empleado dicho sistema y le ha sido efectivo. Por lo cual también
tendremos que aclarar dichas cuestiones.
4 ¿Cuándo ha pensado suicidarse? No es habitual que el/la paciente tenga una fecha específica, lo que sí es posible es
que haya barajado qué día de la semana es el más adecuado, si está postergando el momento para arreglar ciertas
cuestiones tales como testamento, notas de despedida, etc.
4 ¿Dónde ha pensado suicidarse? Con esta pregunta seguiremos ahondando en la planificación que ya ha realizado
el/la paciente. Generalmente los suicidios suelen realizarse en lugares comunes y frecuentados por la persona (la
casa propia, la escuela, casas de familiares o amigos).
4 ¿Por qué se va a suicidar? Esta pregunta tiene una doble finalidad, por un lado establecer el motivo principal que
lleva a la persona a hacer un acto de esta índole, lo que nos puede ayudar a orientar la posterior intervención. Re-
cordar que nunca debemos minimizar en este momento los motivos del suicida analizándolos desde nuestra propia
experiencia. Por otro lado, se intenta identificar el significado que el acto suicida tiene para el/la paciente (llamar la
atención, manifestar ira, indicar la gravedad de sus problemas, petición de ayuda, vengarse de alguien, etc.).
Si el/la paciente tiene muy planificada la ideación
suicida, el riego del intento de suicido es muy ele- TABLA 6
vado y deberemos actuar en consecuencia, tal y DIMENSIONES RELEVANTES DE LA IDEACIÓN SUICIDA
como expondremos con posterioridad.
Dimensiones de la Descriptores
En definitiva hemos de dar respuesta a todas las di- Ideación Suicida
mensiones que se consideran más relevantes de la
Frecuencia Infrecuente/frecuente/continua
ideación suicida y que Gómez (2012), siguiendo
los trabajos de Beck et al. (1979), hace un resumen Relación con estímulos Clara; evidente; dudosa; inexistente
3. Intentos suicidas. Éste es uno de los factores más Formato Verbal/en imágenes
determinantes a la hora de establecer la posibili- Ideación activa o pasiva “Ojala me ocurra algo” vesus “quiero matarme”
dad de que el/la paciente vuelva a cometer una Afecto concomitante Miedo/angustia/dolor/alegría o
alivio/rabia/culpa/vergüenza
conducta autolesiva. Cobra especial importancia
el número de veces que lo ha intentado y la seve- Nivel de concreción Vaga o abstracta/concreta
ridad de los intentos. Para ello, según las indica- Evolución Aguda/crónica
ciones del Servicio Andaluz de Salud (2010), Posición del Yo frente a la Activa/pasiva/variable u oscilante
ideación suicida
hemos de valorar los aspectos que quedan refleja-
Actitud Rechazo/indiferencia/aceptación/ambivalencia
dos en la Tabla 7.
Siguiendo estas directrices, sería conveniente pre- Planes suicidas Sí/no/dudoso
4 ¿Cuántas veces lo ha intentado? Percepción de capacidad Se siente capaz (“coraje para hacerlo”)/ no se
4 ¿Cuándo fueron?
considera capaz
4 ¿Hubo alguna situación precipitante? (para esta- Relación con conducta suicida Sin relación/ se ha asociado a conducta suicida/se
podría asociar a conducta suicida
blecer qué situaciones vitales suelen desencade-
Intención suicida Intención suicida presente/ intención suicida
nar dichas conductas) ausente
4 ¿Requirió de hospitalización en alguna de ellas?
Percepción de capacidad o Se siente capaz/no se siente capaz/inseguro
4 ¿Cuánto tiempo estuvo hospitalizado? coraje para efectuar un intento
4 ¿Cuánto tiempo estuvo preparándolo? Actitud frente al clínico Revela abiertamente sus ideas suicidas/Intenta
4 ¿Dejó alguna nota suicida? ocultarlas o es renuente a revelarlas
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Nuestro objetivo final es establecer los Indicadores de elevada Intención Suicida que son:
4 ¿El intento fue cometido en situación de aislamiento?
4 ¿El intento fue cometido de tal forma que la intervención de terceros era improbable?
4 ¿Tomó precauciones contra la intervención de otras personas?
4 ¿Realizó una preparación detallada del intento?
4 ¿Dejó nota o carta suicida?
4 ¿Mantuvo su intención en secreto?
4 ¿Existió premeditación?
4 ¿Tomó alcohol o alguna otra sustancia para facilitar la ejecución del intento?
4 ¿El método elegido era realmente letal?
5. Evaluación de la desesperanza. La desesperanza se ha relacionado estrechamente con los intentos repetidos de sui-
cidio. Plantear cuestiones relacionadas con el futuro son adecuadas para valorar esta variable.
4 ¿Qué cree que le depara el futuro?
4 ¿Cómo se ve por ejemplo dentro de tres meses? ¿y de un año?
6. Evaluación de las ideas/sentimientos de culpa.
Las ideas o sentimientos de culpa son uno de los TABLA 7
mejores predictivos de la ideación suicida, sobre DIMENSIONES DE LA TENTATIVA DE SUICIDIO
todo en pacientes diagnosticados/as de un Tras- CONTEXTO
torno depresivo. La persona se atribuye las des-
¿Qué estaba haciendo justo antes?
gracias actuales y futuras de todos sus seres Existencia de desencadenantes, estresores, contrariedades, rupturas, etc.
queridos por lo que considera que estarían mejor ¿Presentaba psicopatología los días previos?
¿Cómo obtuvo los medios para autolesionarse?
sin él. Algunas de las preguntas que nos pueden
servir para evaluar este aspecto son: GRADO DE PLANIFICACIÓN/PREMEDITACIÓN
4 ¿Cree que le está causando algún perjuicio a
¿Cuándo apareció la idea?
sus familiares o amigos? ¿Cuáles? ¿Lo preparó con antelación?
4 ¿Cree que estarían mejor sin usted? ¿Por qué? ¿Fue algo impulsivo, sin pensarlo?
preguntas que podemos hacer son: ¿Avisó o facilitó el que su entorno se diera cuenta de lo ocurrido? (Se considera de ma-
4 ¿Qué familia tiene? ¿Cree que le apoyan? ¿Con yor gravedad si se hubiesen realizado maniobras para mantener la privacidad del acto)
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8. Evaluación de los valores y creencias. Es importante saber si nos enfrentamos a una persona con arraigadas creen-
cias religiosas, cuáles son éstas, qué valor tiene la vida en su sistema de valores y si esto puede ser utilizado en una
intervención.
9. Valoración de los factores de protección. Valorar los factores de protección con los que cuenta la persona también
nos puede ayudar a determinar la inmediatez de un intento de suicidio pero siempre desde la prudencia ya que el
hecho de que el/la paciente cuente con estos factores no implica que el intento no se vaya a producir:
4 Que la persona cuente con unos adecuados apoyos sociales, sobre todo si está casada o tiene pareja estable.
También es positivo si tiene hijos.
4 Que sea religiosa, practicante o no practicante.
4 Que no posea una patología depresiva, abuso de sustancias u otro trastorno psiquiátrico.
4 Que tenga fácil acceso a servicios médicos o de salud mental.
4 Que sea consciente de que su ideación suicida es transitoria ya que es producto de una alteración previa y que, si
controlamos dicha alteración, su ideación descenderá o desaparecerá. Aunque hemos de comentar que cuando
más difícil se hace dicha consciencia es con trastornos como las depresiones resistentes o refractarias, las esqui-
zofrenias o los trastornos de personalidad, ya que la persona, en la mayoría de las ocasiones, es consciente de la
gravedad de su patología y puede interpretar que debido a que nunca va a poder “curarse” de dichas patologías
esta necesidad de suicidarse nunca va a desaparecer.
4 Capacidad para resolver problemas y superar situaciones difíciles. Se han encontrado ciertas características cogni-
tivas en las personas suicidas que han dado lugar a hipótesis que defienden éstas como factores de vulnerabilidad
al estrés. La rigidez cognitiva, el pensamiento dicotómico, una menor capacidad para la resolución de proble-
mas, las distorsiones cognitivas son algunos de los aspectos que se han relacionado más frecuentemente con la
conducta suicida. Íntimamente relacionado con las características cognitivas y sobre todo con la incapacidad pa-
ra resolver problemas está el modo de afrontamiento al estrés.
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personas en relación a su «estado suicida» en los siguientes grupos: (a) Sin comportamiento suicida; (b) Ideación suici-
da (Deseo de morir; Ideación suicida activa inespecífica; Ideación activa sin plan y sin intención de actuar; Ideación
activa con alguna intención de actuar pero sin plan; Ideación activa con intención y plan); (c) Tentativa suicida activa
(Tentativa interrumpida; Tentativa abortada; Comportamientos/acciones preparatorias); (d) Tentativa suicida real y (e)
Suicidio consumado. Es un instrumento heteroaplicado. No existe validación española de esta escala.
2.1.5. Escala SAD PERSONS (SAD PERSONS Scale de Patterson, Dohn, Bird y Patterson, 1983). Es una escala diseña-
da para evaluar riesgo de comportamiento suicida en base a factores de riesgo clínicos y sociodemográficos (sexo,
edad, depresión, tentativas previas, abuso de alcohol, pérdida de pensamiento racional, apoyo social, plan suicida,
pareja, enfermedad física). Es un instrumento heteroaplicado que consta de 10 ítems. No existe validación española
de esta escala. En función de la puntuación obtenida se indica cual sería la actuación más adecuada.
2.1.6. Escala de Ideación Suicida (Scale for Suicide Ideation, SSI de Beck, Kovacs y Weissman, 1979). Es una escala
heteroaplicada, diseñada para evaluar los pensamientos suicidas. Evalúa la intensidad de los deseos de vivir y de mo-
rir, la letalidad del método considerado, la disponibilidad de este, sensación de control sobre la acción o el deseo y la
presencia de «frenos» (disuasores). Se trata de una escala semiestructurada que consta de 19 ítems que se hallan distri-
buidos en 4 apartados: (a) Actitud hacia la vida y la muerte; (b) Características de la ideación o del deseo de muerte;
(c) Características del intento planeado y (d) Actualización de la tentativa. Añaden una quinta sección, con dos ítems,
en la que se indaga sobre los antecedentes de intentos previos de suicidio. Estos dos ítems tienen un valor meramente
descriptivo ya que no se contabilizan en la puntuación global de la escala. Proporciona una valoración de la grave-
dad de la ideación y no posee puntos de corte propuestos. Hay dos formas de aplicar la escala, una referida al mo-
mento presente y otra referida al peor momento de la vida de el/la paciente, es decir, al momento de mayor crisis, que
puede coincidir con el actual o ser un acontecimiento ya pasado; en este último caso, la entrevista debe ser retrospec-
tiva.
2.1.7. International Suicide Prevention Trial (InterSePT) (Scale for Suicidal Thinking (ISST de Lindenmayer et al.,
2003). Es un instrumento semiestructurado para evaluar la gravedad de los pensamientos suicidas actuales en pacien-
tes con esquizofrenia y trastorno esquizoafectivo. Consta de 12 ítems que evalúan aspectos relacionados con la idea-
ción suicida durante los últimos siete días (deseo de morir, razones para vivir frente a morir, deseo activo de realizar
una tentativa suicida, deseo suicida pasivo, frecuencia de la ideación suicida, actitud hacia la ideación/deseo suicida,
grado de autocontrol, factores disuasorios, razones para contemplar la tentativa, método/planificación, expectativas,
ilusiones/alucinaciones de autoagresión). Es un instrumento heteroaplicado. No existe validación española de esta es-
cala.
2.1.8. Escala de Riesgo Suicida (Risk of Suicide, RS de Plutchik, van Praag, Conte y Picad, 1989). Discrimina a los/las
pacientes suicidas de aquellos que no lo son. Está formada por una serie de variables que otros autores han relaciona-
do con el suicidio. Es capaz de discriminar entre personas sin ideación suicida y pacientes psiquiátricos con ideación
autolítica. En nuestro medio, ha sido validada por Rubio, Montero, Jáuregui, Villanueva, Casado, Marín y Santo-Do-
mingo, 1998. Se trata de un cuestionario autoadministrado de 15 preguntas. Las cuestiones están relacionadas con in-
tentos autolíticos previos, la intensidad de la ideación autolítica actual, sentimientos de depresión y desesperanza y
otros aspectos relacionados con las tentativas. Resulta fácil y rápida de administrar (1-2 minutos).
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sucesos que sí le hayan ocurrido a la persona, se le pide además, que indique lo molesto o agradable del evento, el
número de veces que le sucedió y valorar, del evento con más ansiedad, el grado de ansiedad que le produjo entre 1
(mínima ansiedad) y 10 (máxima ansiedad). También, debe indicar la edad en años que tenía cuando ocurrió el suce-
so con más ansiedad.
2.2.4. Escala de Impulsividad de Barratt (Barratt Impulsiveness Scale, BIS-11 de Patton, Stanford y Barratt, 1995). Es el
instrumento más utilizado para evaluar la impulsividad. Consta de 30 ítems que se agrupan en 3 subescalas de impul-
sividad: (a) Cognitiva (8 ítems); (b) Motora (10 ítems); (c) Impulsividad no planeada (12 ítems). Es un instrumento auto-
aplicado. Se encuentra adaptado y validado en población hispana (Oquendo et al., 2001).
2.2.5. Escala de soledad de UCLA (Russell, Peplau y Cutrona, 1980). Consta de 3 dimensiones: percepción subjetiva
de soledad, apoyo familiar y apoyo social, con 2 factores: la intimidad con otros y la sociabilidad. Consta de 10 pre-
guntas, puntuables de 1 a 4. Los autores no establecieron puntos de corte.
2.2.6. Cuestionario de Necesidades Interpersonales (Interpersonal Needs Questionnaire de Van Orden, Cukrowicz,
Witte, y Joiner, 2012). Contiene 15 ítems: nueve miden pertenencia no lograda (p.ej., “En estos días otras personas se
preocupan por mí”, invertido), y seis ítems miden carga emocional percibida (por ejemplo, “En estos días me siento
como una carga para la gente en mi vida”). Al completar la prueba, los participantes indican el grado en que cada
ítem es verdad para ellos recientemente (en una escala Likert de 7 puntos). Las puntuaciones se codifican de tal mane-
ra que los números más altos reflejan niveles más altos de pertenencia no lograda y percepción de ser una carga para
los demás.
2.2.7. Escala de Acontecimientos Vitales Estresantes de Brugha (List of Theatening Experiences, LTE de Brugha, Beb-
bington, Tennant y Hurry, 1985). Es un instrumento diseñado para recoger la existencia de acontecimientos vitales es-
tresantes ocurridos durante un período temporal determinado, si bien el recomendado por los autores es de seis meses
previos. Tiene un listado de 12 categorías de acon-
tecimientos vitales estresantes (enfermedad o lesión
TABLA 8
grave propia o de familiar cercano; muerte de fami- VALORACIÓN DEL NIVEL DE RIESGO DEL
liar o amigo cercano; separación, ruptura de rela- SUICIDIO
ción estable; problemas graves con personas
4 Si cumple con seis o más factores de riesgo principales
próximas; desempleo; despido laboral; crisis eco- 4 Cualquier caso con planificación suicida y método específico Riesgo alto (4)
nómica grave; problemas legales; robos o pérdida 4 Si estado de ánimo depresivo “grave”
(c) Preocupación por los hijos; (d) Miedo al suici- desesperanza, culpa, no percibe apoyos o valores que le Riesgo bajo (1)
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Ficha 2.
Intervención psicológica de urgencia en el ámbito privado
ante un/a paciente con riesgo suicida
El manejo terapéutico de el/la paciente suicida requiere de una adecuada especialización y el primer reto al que ha
de enfrentarse el profesional de la psicología es determinar si está capacitado para desarrollar una adecuada evalua-
ción e intervención. Así, deberemos derivar al/la paciente a Salud Mental cuando esté presente: (a) Un trastorno psi-
quiátrico, sobre todo si requiere tratamiento farmacológico; (b) Una historia de Intentos de Suicidio previos,
especialmente si se han producido durante el año anterior y en particular durante el último mes; (c) Una historia fami-
liar de suicidio, alcoholismo o trastorno psiquiátrico; (d) Mala salud física; (e) Falta de apoyo social.
Si tuviéramos que derivar al paciente debemos de tener en cuenta las siguientes cuestiones: (a) Dedicarle el tiempo
necesario para explicarle la razón de la derivación a salud mental; (b) Intentar que el/la paciente no le genere ansie-
dad tener que asistir a salud mental, sería adecuado indagar sobre los estigmas que tiene al respecto; (c) Intentar resol-
ver todas las dudas que tenga sobre los posibles tratamientos, especialmente debemos controlar la ansiedad que
pueda existir sobre los psicofármacos. Para ello debemos de aclararle que tanto las terapias psicológicas, como las far-
macológicas son eficaces; (d) Aclararle que derivarlo no significa que lo abandonemos, asegurarle que si él/ella lo de-
sea la relación terapéutica va a mantenerse.
Partiendo de esta premisa el primer objetivo de la intervención es asegurar la supervivencia de el/la paciente, prevenir
el acto autolesivo o la repetición del intento. Partiendo de estas contingencias pasamos a indicar las actuaciones más
adecuadas:
1º El/la paciente presenta una baja intensidad en su ideación suicida. Lo más importante en esta situación es realizar
las indicaciones oportunas para que la persona vaya ejerciendo el control de sus cogniciones erróneas. Deberemos
detectar y ayudar a la persona a erradicar las cogniciones erróneas que están sustentando las ideas suicidas que
manifiesta. En ningún caso deberemos obviar el tema y dejarlo pasar. Nuestro primer objetivo debe ser el de asegu-
rar la supervivencia de el/la paciente, para ello debemos impedir que las cogniciones erróneas que mantiene se
materialicen en una conducta autolesiva o intento de suicidio. A este fin, también ayudará que por un lado aborde-
mos, si la hubiera, la impulsividad, y que por otro nos aseguremos que la persona cuente con los apoyos sociales
necesarios para que se les comunique, en su momento, la ideación de el/la paciente.
2º El/la paciente presenta una alta intensidad en su ideación suicida, acude solo a consulta pero nos autoriza a avi-
sar a su familia.
Es importante cuidar nuestras expresiones, evitar juicios de valor o frases hechas del tipo: “recapacita sobre todo lo
bueno que tienes” o “la vida es bonita” o “hay muchas personas que en tu situación no pensarían lo mismo”. Estas
frases pueden dar a la persona la sensación de que no le estamos entendiendo, incrementar sus sentimientos de
culpa, etc. La primera intervención ha de ir orientada a mostrar comprensión y respeto hacia lo que nos ha contado
y a que nos indique qué estrategias de afrontamiento ha estado utilizando para no haber llevado a cabo sus planes
suicidas. Partiendo de dichas estrategias debemos fomentar aquellas que consideremos más adecuadas e incluso
introducir algunas que podrían serle útiles en base a sus características personales. Le transmitiremos que es posible
que estas ideas estén tan arraigadas por el estado emocional en el que se encuentra y que sería conveniente contar
con el apoyo de su familia. Hay que hacerle comprender que en ese momento sus planteamientos cognitivos son
excesivamente rígidos y orientados hacia una posible solución, que es errónea, aunque es normal que haya llegado
a dicho estado debido a su situación anímica. Trabajaremos con el/la paciente la idea de que ha de estar “protegi-
do” durante un tiempo del estado suicida en el que se encuentra, siendo necesaria la colaboración de la familia e
incluso la hospitalización, si procede. En función de ello pediremos su autorización para informar a la familia del
riesgo de autolesión y de la necesidad de acompañamiento y supervisión continua. En el caso de que consideremos
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la necesidad de hospitalización hemos de entender que, aunque podemos indicar y sugerir esta opción no la pode-
mos ejecutar desde una consulta ambulatoria en el ámbito privado. Puede ocurrir que el profesional sanitario de
urgencias (psiquiatra en este caso) discrepe de nuestra impresión y opte por otro tipo de contención diferente a la
hospitalización, lo que puede generar en el/la paciente y su familia cierta confusión y desconfianza hacia alguno o
ambos profesionales que han intervenido. Por ello, lo más oportuno es indicarle a el/la paciente que acuda a su
hospital de referencia donde pueden ofrecerle otras medidas de contención (farmacológica u hospitalización) que
nosotros no podemos.
Emitiremos un informe en el que brevemente describiremos los síntomas más llamativos e indicaremos que bajo
nuestro juicio y dadas las circunstancias personales y familiares de el/la paciente consideramos que el riesgo de
una tentativa de suicidio es elevado. Además, es conveniente que tanto el/la paciente como la familia firmen el do-
cumento que indicamos en los Anexos II y III. Estos Anexos tienen una doble función. Por un lado, hay pacientes
y/o familias reacias a la hospitalización y la firma de este documento les puede ayudar a tomar conciencia del ries-
go que existe, por lo que ayuda a afianzar la posibilidad de que acudan. Por otro lado, y más desde la óptica de la
protección legal del profesional, si el/la paciente y su familia no cumplen las indicaciones terapéuticas y ocurre el
acto suicida, es posible que la familia desvíe hacia nosotros la responsabilidad de lo ocurrido. Este tipo de docu-
mentos deja constancia de nuestra indicación y de que se hizo tanto verbal como por escrito.
Tal y como nos plantea De la Torre (2013), en el momento en el que se presente un nivel de riesgo medio-alto o al-
to, debemos realizar un “contrato terapéutico” (Anexo IV) con el/la paciente en el que se especifique que: (1) no va
a intentar hacerse daño o suicidarse durante el tiempo que pactemos (suele ser dos semanas, renovables hasta el fin
de la terapia); (2) se compromete a acudir a la siguiente sesión y; (3) si surgen pensamientos suicidas de cierta in-
tensidad debe contactar con las personas especificadas (familia, llamar a urgencias, en casos muy puntuales con-
tactar con el terapeuta pero si es necesario por la falta de apoyos estaremos disponible). Este contrato lo firmará y
cada uno (paciente-terapeuta) deberá tener una copia.
Este contrato no es estático debido a que en él, también debemos introducir tareas que vayan ayudando a el/la pa-
ciente a adquirir el control y las estrategias necesarias para que supere esta crisis. Debemos ser firmes en que se
cumpla, pero a la par hemos de transmitir esperanza y confianza.
Por último, señalar que se les puede facilitar los teléfonos de emergencia o de ayuda (p.ej. los teléfonos o centros
de escucha) como un recurso más al que poder acudir.
3º El/la paciente presenta una alta intensidad en su ideación suicida, acude solo a consulta pero no nos autoriza a
avisar a su familia o no cuenta con apoyos reales.
En este caso, además de iniciar la intervención tal y como la hemos descrito con anterioridad, debemos intentar
que la persona acuda a su hospital de referencia. Recordemos que la falta de apoyos sociales incrementa el riesgo
de suicidio.
Trataremos de hacerle entender la “desprotección” que manifiesta y convencerlo para llamar a uno de los dispositi-
vos de urgencias existentes para que acudan a recogerlo y lo trasladen a un hospital.
Si el/la paciente se niega a esta actuación intentaremos contener el estado mental suicida que presenta, emitiremos
el informe de derivación y procuraremos la firma del Anexo II. Ésta, sin lugar a dudas, es la situación de interven-
ción más desfavorable que nos podemos encontrar y la menos habitual.
En el Anexo V presentamos el árbol de decisiones diseñado por De la Torre (2013), que nos clarifica tiempos y es-
trategias a seguir en la sesión en función del Riesgo suicida.
Para finalizar, presentamos las indicaciones de Vega, Blasco, Baca y Díaz Sastre (2002) sobre los principales facto-
res a tener en cuenta para ingresar o no a un/a paciente si el intento de suicidio ya se ha producido (tabla 9 y 10).
Recordar que ésta es una de las variables que mejor predice una segunda tentativa por lo que deberemos ser espe-
cialmente prudentes en nuestra toma de decisiones.
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TABLA 9
INDICADORES QUE SEÑALAN CUANDO NO ES NECESARIA LA
HOSPITALIZACIÓN TRAS UN INTENTO DE SUICIDIO
TABLA 10
INDICADORES QUE SEÑALAN CUANDO ES NECESARIA LA
HOSPITALIZACIÓN TRAS UN INTENTO DE SUICIDIO
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ANEXO I
1. DATOS DE FILIACIÓN
1. Nombres y Apellidos:
2. Dirección:
3. Teléfono:
4. Edad:
5. Sexo:
q Hombre
q Mujer
6. Orientación sexual:
7. Profesión:
8. Desempleado:
q Si
q No
9. Estado Civil:
q Sin pareja
q Casado/a
q Viudo/a
q Separado/a
q Con pareja pero no convive
q Con pareja y convive con su pareja
10. Nivel económico aproximado:
11. Nivel de escolaridad:
q Sin estudios
q Primaria Completa
q Secundaria Completa
q Estudios Universitarios
12. Religión profesada y grado de implicación:
13. Pertenencia a Grupos y grado de implicación:
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En caso Afirmativo
q ¿Por parte de quién?
q ¿Cuánto duro?
q ¿Secuelas físicas/psíquicas?
q Tipo de Maltrato:
q Físico
q Psicológico
q Sin Datos
23. Consumo de Psicoactivos:
q Si ¿Cuáles?
q No
q Sin Datos
24. Antecedentes de pérdidas vitales recientes o problemas de adaptación de tipo (especificar):
q Afectivo
q Económico
q Laboral
q Familiar
q Académico
q Salud
q Otros (Cuáles)
q Sin Pérdidas
q Sin Datos
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VI. DIAGNÓSTICO
Diagnóstico psicopatológico actual mediante CIE-10 o DSM-5
ANEXO II
INFORMACIÓN PARA EL/LA PACIENTE DE LA GRAVEDAD CLÍNICA Y DE LA NECESIDAD DE ACUDIR DE UR-
GENCIA AL HOPITAL
Yo Don/Dña…….......................…………………………………………………. he sido informado/a por
Don/Dña……………………………………. con número de colegiado/a……………….. de la necesidad inmediata de
acudir al hospital de referencia debido al riesgo que presento para autolesionarme con finalidad de muerte. Entiendo
los términos de la información que he recibido y asumo toda la responsabilidad de no seguir las indicaciones que me
han dado.Fdo: Don/DñaHuelva,………de……...................……. 200
ANEXO III
INFORMACIÓN PARA LOS FAMILIARES DE EL/LA PACIENTE DE LA GRAVEDAD CLÍNICA DE SU FAMILIAR Y DE
LA NECESIDAD DE ACUDIR DE URGENCIA AL HOPITAL
Yo Don/Dña……………………..........................…………………………………. he sido informado/a por
Don/Dña……………………………………. con número de colegiado/a……………….. de la necesidad inmediata de
que mi familiar Don/Dña…………………………………………………. acuda al hospital de referencia debido al riesgo
que presenta de autolesionarse con finalidad de muerte. Entiendo los términos de la información que he recibido y
asumo toda la responsabilidad de no seguir las indicaciones que me han dado.Fdo:
Don/DñaHuelva,………de……...................……. 200
ANEXO IV
CONTRATO TERAPÉUTICO PARA LA CONTENCIÓN DE CONDUCTAS SUICIDAS POR PARTE DE EL/LA PACIENTE
Validez del contrato hasta la fecha: Yo………............................. acuerdo con el/la
psicólogo/a…………………………… que en el caso de tener deseos y/o pensamientos de quitarme la vida no voy a
hacerme daño o suicidarme. En este caso haré lo siguiente: Hacer algo que me resulta o resultaba agradable (tanto si
te parece agradable ahora mismo como si no)Llamar y hablar a un familiar, amigo u otra persona con la que crea que
voy a desechar esas ideas y/o pensamientos.Intentar estar acompañado de un familiar, amigo u otra persona con la
que crea que voy a desechar esas ideas y/o pensamientos.En caso de que nada de lo anterior resulte, llamar a: Psicó-
logo/a; Médico; Emergencias; Servicio telefónico de ayuda (detallar listado telefónico con los números) En caso de
que nada de lo anterior resulte, acudir al servicio de Urgencias más próximoAdemás, me comprometo a realizar las
siguientes actividades: (especificar las tareas que el o la paciente deba realizar para el control y las estrategias necesa-
rias para que supere esta crisis)
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ANEXO IV
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