Collier08 PDF
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Textos Instituto
de Historia
Simon Collier
2008
Instituto de Historia
Pontificia Universidad Católica de Chile
Seminario Simon Collier 2008
Seminario
Simon Collier
2008
Instituto de Historia
Pontificia Universidad
Católica de Chile
El Jurado que decidió el Concurso Seminario Simon
Collier 2008 estuvo integrado por los académicos y acadé-
micas del Instituto de Historia de la Pontificia Universidad
Católica de Chile, Patricio Bernedo (Director del Instituto
de Historia), Ximena Illanes, Fernando Purcell, Ana María
Stuven y Matías Tagle, y por Marcelo Casals, estudiante del
programa de Magíster del Instituto de Historia.
La revisión de este texto estuvo a cargo de Ana María
Cruz Valdivieso.
Esta publicación contó con el apoyo de la familia del
historiador Simon Collier.
© Instituto de Historia,
Pontificia Universidad Católica de Chile, 2009
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Derechos reservados.
Simon Collier (1938-2003)
Índice
Presentación ................................................................................... 11
Presentación
11
Chile y la «guerra por las ideas»
Rafael Pedemonte
I. Introducción
1
Este artículo se inserta en el seminario de investigación «La Guerra Fría en
América latina» impartido por la profesora Olga Ulianova.
2
Juvencio Valle, «Adiós que me voy llorando», en Enfoque Internacional 6,
Santiago, junio de 1967, 21.
13
Rafael Pedemonte
versal. Para ello, y como plantea Odd Arne Westad, cada potencia nece-
sitaba cambiar el mundo y exponer la efectividad de sus ideologías. Con
este objetivo fueron conducidos a desarrollar una sólida y amplia política
de intervención, siendo el Tercer Mundo un suelo fértil para el desarrollo
de sus antagonismos3.
La Guerra Fría se constituyó, por ende, en un conflicto particular,
compuesto de tensiones ideológicas irresolubles, pero desprovisto de en-
frentamientos militares directos entre los dos polos en disputa. En este
sentido, se consolidó una guerra con rasgos únicos, una «guerra entre y
por las ideas», es decir, una competencia que pretendía legitimar ante los
ojos del planeta sus propios sistemas y convicciones. Si entendemos el
proceso bajo esta óptica excepcional, debemos necesariamente ampliar
las dimensiones de estudios en torno a este fenómeno e integrar al análisis
nuevos elementos. Sostenemos que las relaciones e intercambios cultu-
rales conforman una dimensión imprescindible que arroja luces sobre la
naturaleza de este tipo especial de conflicto ideológico. Efectivamente las
manifestaciones culturales, en muchos casos, fueron instrumentos utiliza-
dos por los estrategas de cada potencia para expandir por el mundo ideas
y visiones particulares, a la vez que propagaban una imagen atractiva de
su propia realidad. La cultura fue una herramienta de propaganda que se
insertaba perfectamente en el desarrollo de la «guerra por las ideas».
Tanto Estados Unidos como la Unión Soviética acumularon un vasto
arsenal de «armas» culturales, que poseían un evidente contenido ideo-
lógico: revistas, libros, exposiciones, concursos, filmes y conferencias, se
transformaron de esa forma en elementos privilegiados para el desarrollo
de la Guerra Fría4. Estos materiales de propaganda encubierta estaban
destinados a «conquistar las mentes» y legitimar ante la población de
todo el orbe su propio sistema. La intención era vencer a través de la
conversión ideológica de los habitantes de otros países, para lo cual la
transmisión de ideas (que usó a la cultura como su principal soporte) fue
una estrategia privilegiada y masiva.
Si bien la «política cultural» jugó un rol significativo en el conflicto,
su papel aún no ha logrado ser desentrañado completamente, a causa
de la escasez de estudios satisfactorios en torno al tema. En este trabajo
3
Odd Arne Westad, The Global Cold War. Third World Interventions and the
Making of our Times, Cambridge, Cambridge University Press, 2006, 1-7.
4
Para un análisis de la «Guerra Fría cultural» desde la perspectiva de los acto-
res norteamericanos, véase Frances Stonor Saunders, La CIA y la guerra fría
cultural, Madrid, Editorial Debate, 2001.
14
Chile y la «guerra por las ideas»
5
Arturo Fontaine Talavera, «Estados Unidos y la Unión Soviética en Chile», en
Estudios Públicos 72, Santiago, primavera de 1998, 5-6.
6
Westad, op. cit., 56-57.
15
Rafael Pedemonte
7
Citado en Augusto Varas, «América Latina y la Unión Soviética: Relaciones
interestatales y vínculos políticos», Trabajo presentado al XIV Congreso La-
tinoamericano de Sociología y reunión constitutiva del Grupo de Trabajo de
CLACSO sobre Relaciones Internacionales de América Latina, San Juan, Puerto
Rico, 5-9 octubre, 1981, 9.
8
Ibid., 8-9.
16
Chile y la «guerra por las ideas»
9
Un excelente análisis de la crisis del Canal de Suez y sus consecuencias en el
desarrollo de nuevas relaciones de poder a nivel global es la obra de Marc
Ferro, Suez. Naissance d’un Tiers monde, Bruselas, Complexe, 1982.
10
James Theberge, Presencia soviética en América Latina, Santiago, Editorial
Gabriela Mistral, 1974, 14.
11
Olga Ulianova, «La Unidad Popular y el Golpe Militar en Chile: Percepciones
y análisis soviéticos», en Estudios Públicos 79, invierno de 2000, 86.
12
Westad, op. cit., 72.
17
Rafael Pedemonte
13
Varas, op. cit., 12-13.
14
Según los datos que nos otorga Cole Blasier, hacia 1973 militaban 120.000
chilenos en un Partido Comunista pro soviético, cifra que sólo comparte con
Cuba. Mucho más atrás se encuentra Argentina con 70.000 militantes, mien-
tras que Perú tiene tan sólo 2.000. Cole Blasier, The Giant’s Rival. The USSR
and Latin America, Pittburgh, University of Pittburgh Press, 1987, 83.
15
Leonid Brezhnev, «Informe del Comité Central del PCUS al XXIII Congreso del
Partido Comunista de la Unión Soviética», en El XXIII Congreso del Partido
Comunista de la Unión Soviética, Moscú, Editorial de la Agencia de Prensa
Novosti, 1966, 42.
16
Theberge, op. cit., 14.
18
Chile y la «guerra por las ideas»
17
Memoria del Ministerio de Relaciones Exteriores correspondiente al año
1964, Santiago, El Ministerio, 1964, 44.
18
Memoria del Ministerio de Relaciones Exteriores correspondiente al año
1965, Santiago, El Ministerio, 1965, 163.
19
Rafael Pedemonte
19
Joaquín Fermandois, Chile y el mundo 1970-1973. La política exterior del
Gobierno de la Unidad Popular y el Sistema Internacional, Santiago, Ediciones
Universidad Católica de Chile, 1985, 354.
20
Memoria del Ministerio de Relaciones Exteriores correspondiente al año
1965, op. cit., 167.
21
Fermandois, op. cit., 354.
20
Chile y la «guerra por las ideas»
22
Ibid., 365-366.
23
Ibid., 49.
21
Rafael Pedemonte
24
«Informe del Comité Central al XXIV Congreso del Partido Comunista rendido
por el Secretario General Leonid Brezhnev», en El XXIV Congreso del PCUS,
Santiago, Imprenta Horizonte, 1971, 46-47.
25
Varas, op. cit., 18.
22
Chile y la «guerra por las ideas»
26
Nigel Gould-Davies, «The Logic of Soviet Cultural Diplomacy», en Diplo-
matic History 27, Oxford, abril 2003, 212.
27
Peter Burke, Formas de historia cultural, Madrid, Editorial Alianza, 2000, 264.
23
Rafael Pedemonte
Barra eran solo algunos de los destacados artistas que figuraban en la lista
del Partido Comunista28. Muchos de ellos actuaron como activos interme-
diarios entre Chile y la URSS, favoreciendo la penetración cultural recíproca.
La Unión Soviética de Brezhnev fomentó la actividad cultural, pero la
concibió como un medio para consolidar el sistema comunista. La creación
artística debía expresar una fidelidad con el régimen imperante y demos-
trar que avanzaba hacia un mismo camino con los ideales políticos. Las
autoridades fueron explícitas en catalogar a los autores críticos del sistema
soviético como «seudo-artistas que, en vez de ayudar al pueblo, se especia-
lizan en denigrar nuestro régimen y calumniar a nuestro pueblo heroico»29.
Los dirigentes plasmaron en documentos oficiales qué debía entenderse por
cultura y cuál era su función primordial al interior de la sociedad, así como
tampoco ocultaron su interés por la conformación de una «cultura única»:
28
Luis Corvalán, De lo vivido y lo peleado, Santiago, Lom Ediciones, 1997, 89.
29
Brezhnev, op. cit., 125.
30
Ibid., 123-124.
24
Chile y la «guerra por las ideas»
25
Rafael Pedemonte
gira fue organizada por Vía Mundi, que programó más de 80 conciertos
en cuatro países de la esfera socialista: Bulgaria, Rumania, Polonia y la
URSS31. En 1962, la agencia envió la primera delegación artística a la URSS,
el coro Pablo Vidales32. Simultáneamente programaba la llegada a Chile
de conjuntos soviéticos: es así como el ballet folclórico Beriozka se pre-
sentó por primera vez en Santiago el año 1962, actuando con éxito en el
Teatro Municipal y en el Caupolicán33.
A partir de 1964 estos viajes se intensificaron, debido a las diversas
invitaciones que efectuaban algunos organismos de la URSS. Paulatina-
mente se fue forjando un interés oficial de parte del gobierno soviético por
facilitar estos intercambios, como parte de una estrategia de «diplomacia
cultural». A comienzos de 1967, el Ministerio de Educación Superior de la
URSS invitó a siete rectores de las más importantes universidades chilenas
a recorrer los países socialistas. La estadía contemplaba la visita de Polo-
nia, Checoslovaquia, Hungría y la URSS, durante un prolongado período
de dos meses. Finalmente, partieron el tres de mayo los rectores Alfredo
Silva Santiago (Universidad Católica de Chile), Ignacio González (Univer-
sidad de Concepción), Arturo Zavala (Universidad Católica de Valparaí-
so), Carlos Ceruti (Universidad Técnica Federico Santa María), Horacio
Aravena (Universidad Técnica del Estado), Félix Martínez (Universidad
Austral) y Carlos Aldunate (Universidad del Norte)34.
No obstante, sería erróneo considerar que todos estos intercambios
se realizaban exclusivamente bajo incentivos oficiales. Las iniciativas in-
dividuales y los acuerdos entre instituciones jugaron también un papel
relevante en la aceleración de los lazos culturales y en la organización de
visitas recíprocas. En enero de 1968, se firmó un convenio por tres años
entre la Escuela de Danza de la Universidad de Chile y la Escuela Coreo-
gráfica del Teatro Bolshoï. Este plan contemplaba la visita anual de baila-
rines soviéticos a Chile y viceversa, y el intercambio mutuo de estudiantes
de danza. «Culminando todo el plan un coreógrafo soviético vendrá a
montar en nuestro país varias obras»35. Con motivo de este acuerdo, la
directora de la Escuela de Danza de la Universidad de Chile, Malucha So-
31
Margot Loyola, Por el mundo. Memorias de viaje, Santiago, Sello Raíces,
1989, 20-21.
32
«Turismo chileno hacia la URSS» [Entrevista a Raúl Vicherat], en Enfoque In-
ternacional 17, mayo 1968, 34.
33
Idem.
34
El Siglo, Santiago, 27 de abril de 1967, 4.
35
El Siglo, 11 de enero de 1968, 9.
26
Chile y la «guerra por las ideas»
36
«Malucha Solari cuenta sus impresiones de la URSS» [Entrevista], en Enfoque
Internacional 17, mayo de 1968, 10.
37
Valle, op. cit., 20-21.
27
Rafael Pedemonte
38
Entrevista a Alexander Anikin, en El Siglo, 26 de febrero de 1968, 6.
39
Turismo chileno hacia la URSS», op. cit., 34.
40
Boletín del Instituto Chileno-Soviético de San Antonio 12, San Antonio, no-
viembre de 1967, 11.
28
Chile y la «guerra por las ideas»
41
La Nación, Santiago, 3 de diciembre de 1970, 3.
42
Memoria del Ministerio de Relaciones Exteriores, correspondiente al año
1970, Santiago, El Ministerio, 1970, 256.
29
Rafael Pedemonte
43
«Entrevista a Máximo Pacheco», en Enfoque Internacional 1, enero de 1967, 3.
44
Luis Merino Reyes, «Chilenos y soviéticos», en Enfoque Internacional 55,
agosto de 1971, 32-33.
30
Chile y la «guerra por las ideas»
45
Cole Blasier ofrece una extensa lista de las distintas revistas soviéticas que
eran publicadas en español hacia 1982. Estas son: Novedades de Moscú, El
Teatro Soviético, El Siglo XX y la Paz, Comercio Exterior, El Libro y el Arte en
la URSS, Cultura y Vida, América Latina, Tiempos Nuevos, Ciencias Sociales,
Problemas del Extremo Oriente, La Mujer Soviética, Literatura Soviética, La
Unión Soviética, Film Soviético, Revista Militar Soviética, Socialismo: Teoría y
Práctica, Deportes en la URSS y Sputnik. Blasier, op. cit., 215.
46
Enfoque Internacional 1, enero de 1967, 1.
31
Rafael Pedemonte
47
Archivo Estatal de la Federacion Rusa (en adelante GARF), F9495, O10, D29,
54-55, 5 de marzo de 1964. (Quisiera agradecer muy especialmente a la pro-
fesora Olga Ulianova por haberme facilitado espontáneamente una serie de
documentos provenientes de los archivos soviéticos, los que constituyen una
fuente primordial de esta investigación. Ninguno de ellos ha sido publicado
aún y fueron reunidos en el marco del proyecto FONDECYT 1060055).
48
Blasier, op. cit., 15.
32
Chile y la «guerra por las ideas»
49
Aurora 13, Santiago, 1967.
50
Leon Gouré y Morris Rothenberg, Soviet penetration of Latin America, Miami,
University of Miami, Center for Advanced Internacional Studies, 1975, 165.
51
GARF, F9576r, O10, D14, 17 de septiembre de 1962.
33
Rafael Pedemonte
52
Entrevista de Rafael Pedemonte y Sofía Honeyman a Enrique Silva Cimma,
Santiago, 2007.
53
GARF, F9576, O10, D13, 17 de abril de 1963.
54
Óscar Caro, «La colonia estudiantil chilena en la URSS», en Enfoque Interna-
cional 79, Santiago, agosto 1973, 26.
55
Entrevista de Rafael Pedemonte y Sofía Honeyman a Enrique Silva Cimma,
Santiago, 2007.
56
Caro, op. cit. 26.
34
Chile y la «guerra por las ideas»
57
El Siglo, 18 de abril de 1967, 10.
58
El Siglo, 28 de abril de 1967, 10.
59
El Siglo, 22 de octubre de 1970, 10.
60
El Siglo, 9 de junio de 1969, 10.
35
Rafael Pedemonte
61
Para dimensionar el volumen de exposiciones que se presentaban en Chile el
siguiente dato resulta muy elocuente y, por sobre todo, sorprendente. Ya hacia
1965, es decir a tan sólo unos meses del restablecimiento de las relaciones di-
plomáticas, fueron enviadas al país 17 exposiciones fotográficas. Alguno de sus
títulos eran, «Lenin», «Una familia obrera», «El pueblo soviético condena con
infamia a los imperialistas norteamericanos», «Ejército soviético al servicio del
pueblo», «La guerra mundial puede ser prevenida», sólo por nombrar algunos.
Queda en evidencia el marcado contenido ideológico que poseían estas manifes-
taciones culturales. GARF, F 9576R, O10, D 50, 1 de septiembre de 1965.
62
«Exposición fotográfica en San Miguel y Coquimbo», en Enfoque Internacio-
nal 76, mayo de 1973, 37.
63
«Exposición la ‘Gran Hazaña’ recorre Chile», en Enfoque Internacional 66,
julio de 1972, 22.
36
Chile y la «guerra por las ideas»
64
Archivo Fundación Frei, sin catalogación, «Carta de Máximo Pacheco dirigida
a Eduardo Frei Montalva», Moscú, 25 de noviembre de 1967, 2.
65
Memoria del Ministerio de Relaciones Exteriores correspondiente al año
1971, Santiago, El Ministerio, 1971, 147.
66
Antes del Instituto Chileno de Relaciones Culturales con la Unión Soviética,
se había fundado en 1936 en Valparaíso la Asociación de Amigos de la URSS.
Esta institución propagaba la realidad de la potencia socialista mediante dos
37
Rafael Pedemonte
38
Chile y la «guerra por las ideas»
69
«Entrevista a Aram Khatchatourian», en Enfoque Internacional 26, febrero
1969, 6.
70
Ibid., 6-7.
39
Rafael Pedemonte
71
GARF, F9576, O10, D152, 22 de enero de 1971.
72
«Sociedad URSS-Chile, crisol de la amistad» [Entrevista a Yuri Lundin], en En-
foque Internacional 73, febrero de 1973, 29.
40
Chile y la «guerra por las ideas»
73
Entrevista a Vladimir Tirkin, en El Siglo, 23 de septiembre de 1967, 7.
74
El Siglo, 9 de junio de 1967, 5.
75
«El teatro del Instituto Chileno-Soviético de Cultura», en Enfoque Internacio-
nal 31, julio de 1969, 46.
76
«Actividades del Instituto Chileno-Soviético», en Enfoque Internacional 28,
abril 1969, 47.
41
Rafael Pedemonte
77
El Siglo, 12 de diciembre de 1967, 8.
78
Francisco Coloane, ‘Ante el destino de un hombre’ de Mijail Sholojov. Discur-
so pronunciado en la Universidad de Chile, con motivo de la adjudicación del
Premio Nóbel a Mijail Sholojov, Santiago, Publicaciones del Instituto Chileno-
Soviético de Cultura, 1966.
79
Alejandro Lipschütz, Oriente y occidente, del neolítico al siglo XX, Santiago,
Publicaciones del Instituto Chileno-Soviético de Cultura, 1968.
42
Chile y la «guerra por las ideas»
80
«Un promisorio círculo de teatro», en Enfoque Internacional 33, agosto de
1969, 46.
81
«El Instituto en los trabajos de verano», en Enfoque Internacional 51, abril de
1971, 39.
82
«51 aniversario de la Revolución de Octubre en el extranjero», en Cultura y
Vida 2, 3er año, Moscú, 1969, 15.
83
El Siglo, 19 de abril de 1969, 4.
43
Rafael Pedemonte
soviéticos. Pero la actividad que generaba más interés para los organiza-
dores eran los cursos de idioma ruso, que se ofrecían de forma diferen-
ciada para distintos niveles (elemental e intensivo) y para variados usos
prácticos (perfeccionamiento general, traducción)84. El Instituto organiza-
ba, además, secciones especiales de clases de ruso durante los veranos. El
Instituto Chileno-Soviético de San Antonio, por ejemplo, dictaba clases
de cerámica, de inglés, de ruso, de ballet, de modas, de secretariado y de
dactilografía. Cada sección funcionaba solo si se congregaba un mínimo
de 15 alumnos interesados85. A pesar de la variedad de cursos ofrecidos,
el principal interés de los institutos bilaterales era fomentar y desarrollar
el aprendizaje del ruso, como una forma de familiarizar a los habitantes
de cada ciudad con la realidad y la vida de la Unión Soviética. Para ello,
la sede de la capital recibía un gran número de manuales de lengua rusa
de parte de los organismos soviéticos de amistad, los cuales servían como
complemento de las clases dictadas. Ya a finales de 1963, las autoridades
del Instituto de Santiago constataban el envío de 20 ejemplares de «La
acentuación del ruso», 10 de «El ruso enseñado por la práctica», 16 de
«Gramática rusa» y 36 de «Libros de lecturas para extranjeros»86. Tam-
bién se donaban numerosos diccionarios de ruso-español.
Cada cierto tiempo, las distintas sedes regionales del Instituto Chile-
no-Soviético se reunían para coordinar sus actividades y plantear los ob-
jetivos de trabajo en el corto plazo. La difusión del idioma ruso figuraba
siempre entre los intereses prioritarios. Entre las conclusiones obtenidas
en una reunión efectuada en marzo de 1972, destacaba la necesidad de
«propender a una mayor difusión del idioma ruso a través de la organiza-
ción de cursos en aquellas filiales que aún no los hayan organizado. Con
este objetivo habrá en Santiago un seminario de capacitación pedagógica
para preparar a los profesores que tendrán a su cargo esta enseñanza»87.
En estos encuentros entre filiales se determinaban también otras nece-
sidades no menos relevantes: la propagación de la cultura soviética en
zonas aisladas del país, el envío permanente de manifestaciones artísticas
locales a la URSS y la organización de actividades conjuntas con otras
instituciones nacionales (sindicatos, asociaciones deportivas y centros de
84
El Siglo, 26 de julio de 1971, 9.
85
Boletín del Instituto Chileno-Soviético de San Antonio 34, marzo de 1970, 10.
86
GARF, F9576, 010, D13, 206, 15 de octubre de 1963.
87
«Institutos Chileno-Soviéticos dinamizan su labor», en Enfoque Internacional
64, mayo de 1972, 20.
44
Chile y la «guerra por las ideas»
88
Idem.
89
«El Instituto Chileno-Soviético de San Antonio», en Enfoque Internacional
18, junio de 1968, 45.
90
Instituto Chileno-Soviético de Cultura de San Antonio, Unión Soviética. Cin-
cuenta años de triunfos, San Antonio, Imprenta Llolleo, 1967, 15.
91
El Instituto Chileno-Soviético de Cultura de San Antonio desarrolló una in-
tensa y amplia actividad, consiguiendo importantes éxitos. De hecho, para el
cincuentenario de la Revolución Rusa enviaron a 53 socios a la URSS, a fines
de 1966 recibieron en su sede al cosmonauta ruso Alexei Leonov, crearon un
boletín mensual informativo, organizaron un recital poético con la presencia
de Pablo Neruda e instauraron en la ciudad los jueves culturales. Inferimos
que se trataba del centro cultural más activo e importante de San Antonio.
45
Rafael Pedemonte
92
Luisa Kneer, Una turista chilena en Rusia, Santiago, Arancibia Hermanos Edi-
tores, 1968, 23.
93
El Siglo, 7 de noviembre de 1970, 8.
94
Gouré y Rothenberg, op. cit., 177.
46
Chile y la «guerra por las ideas»
95
Entrevista de Rafael Pedemonte y Sofía Honeyman a Enrique Silva Cimma,
Santiago, 2007.
96
Alberto Baltra, Tres países del mundo socialista: La Unión Soviética, la De-
mocracia Popular Alemana, Yugoeslavia, Santiago, Editorial del Pacífico,
1963, 9.
47
Rafael Pedemonte
97
El Siglo, 19 de agosto de 1971, 5.
98
GARF, F9576r, O10, D50, 19 de julio de 1965.
48
Chile y la «guerra por las ideas»
V. Consideraciones finales
99
GARF, F 9576 R, 010, D 87, 19 de febrero de 1967.
49
Rafael Pedemonte
50
La emigración patriota al Río de la Plata
I. Introducción
1
Este artículo se inserta en el seminario de investigación «La elite santiaguina
de la colonia a la independencia (1700-1830)» impartido por la profesora
Lucrecia Enríquez.
2
Diego Barros Arana, Historia General de Chile, Tomo IX, Santiago, Rafael
Jover Editor, 1888, 488.
51
Camilo Alarcón
3
En el Volumen 122 del Fondo Vicuña Mackenna, del Archivo Nacional (en
adelante AN, VM), se encuentran los documentos relativos a los conflictos de
José Miguel Carrera con las autoridades rioplatenses, así como comunicacio-
nes de José Miguel Carrera y sus partidarios. En la Biblioteca Nacional hay
dos colecciones de documentos relativos a José de San Martín: los Documen-
tos del Archivo San Martín, Buenos Aires, Imprenta de Coni Hnos., 1910-
1911, compilación hecha para el Centenario de la Independencia de Argentina
con los documentos que se encuentran en el Museo Mitre, en Buenos Aires; e
Instituto Nacional Sanmartiniano, Documentos para la Historia del Liberta-
dor General San Martín, Buenos Aires, Ministerio de Educación de la Nación,
1953-1954 (en adelante DHLGSM), colección homóloga a nuestro Archivo
O’Higgins, editada por el Instituto Nacional San Martiniano y el ministerio
de Educación argentino, que contiene documentos que se encuentran en los
Archivos y Museos de Buenos Aires.
52
La emigración patriota al Río de la Plata
4
Cristián Guerrero Lira, La Contrarrevolución de la Independencia, Santiago,
Editorial Universitaria, 2002.
5
Ibid., 297-299.
6
En el anexo 1 se encuentra la nomina de los individuos identificados.
7
En defensa de Guerrero Lira se puede señalar que es esto entendible si conside-
ramos que su investigación abarcaba un período, y este proceso es solamente
uno de los tantos que constituyen la Reconquista.
8
Mundo hispánico debe entenderse en sentido amplio, de manera que se com-
prenda la historia de la España peninsular, así como la de aquellos territorios
ultramarinos del imperio Español.
9
Jean Pierre Dedieu y Christian Windler, «La familia: ¿una clave para entender
la historia política?», en Studia Historica, Historia Moderna 18, Salamanca,
1998, 201-233.
10
José María Imizcoz, «Actores, redes, procesos: reflexiones para una historia
más global», en Revista da Facultade de Letras-História III:5, Porto, 2004.
53
Camilo Alarcón
54
La emigración patriota al Río de la Plata
11
Guerrero Lira, Contrarrevolución..., op. cit., 296.
12
Luis Lira Montt nos señala la cifra de 410 alumnos de origen trasandino en los
planteles educacionales de Chile, entre los años 1747 y 1816, de los cuales 184
provienen de Mendoza, San Juan y San Luis, 126 de Buenos Aires y el resto
de otras ciudades del Río de la Plata. Cf. Luis Lira Montt, «La afluencia de
estudiantes trasandinos a la Real Universidad de San Felipe y Colegios Univer-
sitarios de Santiago de Chile 1747-1816», en Boletín de la Academia Chilena
de la Historia, LXXIII: 116, enero-junio de 2007, 96.
13
Lira Montt, op. cit, 94.
14
Ver en Base de Datos Fichoz: Bernardo de Vera Pintado, N° identificador
101942.
55
Camilo Alarcón
15
Domingo Faustino Sarmiento, Recuerdos de Provincia, Buenos Aires, Gradif-
co, 2006, 72. Caso similar fue el de su familiar José Oro, ordenado sacerdote
en Chile en 1800 y en 1817 capellán del Ejército de los Andes. Ibid., 62-63.
16
Jaime Eyzaguirre, Ideario y Ruta de la Emancipación Chilena, Santiago, Edi-
torial Universitaria, 2002, 87.
17
Ibid., 88.
18
Francisco Antonio Encina, Historia de Chile, Tomo XI, Santiago, Editorial
Ercilla, 1983, 111-113.
56
La emigración patriota al Río de la Plata
19
En 1811 se envió un cuerpo militar auxiliar a Buenos Aires, al mando del co-
ronel Andrés Alcázar.
20
Archivo O’Higgins, Santiago, Imprenta Universitaria, 1950, VII, 96 (en ade-
lante AO).
21
La importancia de la creación de esta provincia, radicaba en un mayor control
por parte de una autoridad presente en Mendoza, que tuviera las atribuciones
políticas y militares para actuar ante un escenario adverso.
22
DHLGSM, II, 130.
23
Al exilio partieron prominentes patriotas como Mackenna, Irisarri, Argome-
do, fray Justo Santa María Oro y el doctor Juan Agustín Jofré, entre otros. Cf.
57
Camilo Alarcón
Pero las relaciones entre ambas unidades no siempre fueron del todo
cordiales y fluidas. En 1814 Juan José Paso remitía un oficio al director
supremo, Posadas24, señalando las dificultades que encontraba por parte
de los chilenos para aceptar la ayuda militar que estaba disponible en Chi-
le, ya que la Junta de Gobierno de José Miguel Carrera no aceptaba sino
que se les entregaran los fusiles, quedando el contingente trasandino sin
armas y estacionado en la villa de Santa Rosa de los Andes. Luego comu-
nicaba a Balcarce, en septiembre de 1814, la desconfianza de los chilenos
hacia el ofrecimiento hecho por ellos, del que solo habían aceptado las
armas25, y termina manifestando que:
58
La emigración patriota al Río de la Plata
28
Guerrero Lira, Contrarrevolución..., op. cit., 92.
29
Sanguíneamente, Irisarri era Larraín. Cf. Ricardo Donoso, Antonio José Iri-
sarri. Escritor y Diplomático, Santiago, Prensas de la Universidad de Chile,
1934, 13-14.
30
El Monitor Araucano y El Semanario Republicano.
31
A pesar de que en un comienzo hubo colaboración entre Carrera e Irisarri,
en 1813 este último crea un periódico titulado El Semanario Araucano, que
serviría como una tribuna desde donde criticaría la manera de gobernar de
José Miguel Carrera. Aunque posteriormente fue intervenido por el gobierno,
quien coloca a fray Camilo Henríquez como su editor, Irisarri continuará des-
acreditando a Carrera. Cfr. Donoso, op. cit., 32.
32
Juan Mackenna había sido amigo de su padre y, en ese momento, era su más
cercano asesor militar, dado que éste lo era por formación en el ejército hispa-
no, mientras que O’higgins lo fue por la contingencia.
59
Camilo Alarcón
33
DHLGSM, II, 130.
34
Carrera, op. cit., 321-322.
35
Confinándolos en distintos puntos del territorio o exiliándolos junto a los
españoles y realistas. Posteriormente, en septiembre, aumentó el número de
exiliados, bajo la acusación de enemigos de la revolución, entre ellos algunos
patriotas como Hilarión Gaspar, Bernardo Luco o José Villota, desafectos del
bando carrerino. Cf. AO, VII, 13.
60
La emigración patriota al Río de la Plata
36
Ibid., VII, 4.
37
Gregorio Víctor Amunátegui y Miguel Luis Amunátegui, La reconquista espa-
ñola, Santiago, Imprenta Litografía i encuadernación Barcelona, 1912, 177.
38
Cfr. Ibid, 178; AN, VM, 122, f.21.
61
Camilo Alarcón
39
Doña Isabel Riquelme, su madre, y Rosa O’Higgins, su hermana, se encontra-
ban en Santiago de manera preventiva, para evitar que nuevamente cayeran en
manos de los realistas.
40
V. Amunátegui y M.L. Amunátegui, op. cit., 181.
41
Guerrero Lira, Contrarrevolución..., op. cit., 97-98.
42
AN, Fondo Varios, Vol. 237, Doc. 4637, f.1.
43
AHM, EI, 234, Doc. 105, f.1.
62
La emigración patriota al Río de la Plata
44
Entre estos últimos encontramos a Manuel de Salas, Juan Egaña, Juan Enrique
Rosales e Ignacio de la Carrera, los que, sin embargo, fueron víctimas de las
medidas de represalia del bando vencedor, siendo enviados a la Isla de Juan
Fernández. Cf. Guerrero Lira, Contrarrevolución..., op. cit., 124; Diego Barros
Arana, Historia Jeneral de la Independencia de Chile, Tomo III, Santiago, Im-
prenta del Ferrocarril, 1857, 11-12; V. Amunátegui y M.L. Amunátegui, op.
cit., 482.
45
AHM, EI, 497, 8, f.1.
46
Ibid. 497, 11B, f. 3.
47
Ibid. 497, 8, f. 14
48
DHLGSM, II, 252.
63
Camilo Alarcón
49
Gregorio Funes, «San Martín’s Exploit», en Roberto Rauffet (ed), San Marti-
niana, Buenos Aires, Librería del Colegio, 1950, 51.
50
Entre ellos a José Gregorio Argomedo, Juan Mackenna, y Antonio José Iri-
sarri, así como dos de los relegados de septiembre de 1814, Bernardo Luco y
José Antonio Villota. AO, VII, 9-10.
51
Los acusados son Juan José Carrera, José Miguel Carrera, Luis Carrera, Julián
Uribe, Manuel Muñoz Urzúa, el coronel Fernando Vega, Manuel Vega, Bartolo
Araos, Juan José Paso, fray Luis Beltrán, el fraile Francisco Solano García, tres
Villalobos, Marcos Trigueros, José y Gabino Gaete, dos Cervantes y Servando
Jordan. Cfr. AO, VII, 9.
52
Javiera Carrera, Mercedes Fontecilla, Diego José, Juan José, José María y
Manuel José Benavente, Rafael Sotta, Manuel, Ambrosio y Carlos Rodríguez,
Manuel Manterola, Manuel Serrano, Miguel y Juan Dios Ureta, Francisco
Cuevas, Manuel Cuevas y Esteban Manzano. Cfr. Ibid., VII, 9.
64
La emigración patriota al Río de la Plata
la impericia militar del general Carrera, así como el robo de los tesoros y
reliquias del Estado, eran una verdad indiscutible.
Ahora bien, la cuestión de la pérdida de los caudales del Estado in-
volucró una polémica mayor. Aunque José Miguel había dado la orden
de resguardar y trasladar a lugar seguro el erario del Estado, los caudales
se perdieron en la batalla de la Ladera de los Papeles53, y, dentro de la
confusión y el caos de la emigración, los patriotas anticarreristas inqui-
rían saber dónde estaba, de modo que pudiese ayudar a los emigrados a
sobreponerse de su dramática situación.
Uno de los líderes militares patriotas, Andrés Alcázar, exigió a Ca-
rrera, en vista de la autoridad que aún se arrogaba, la manutención de
la tropa, que no tenía rancho y estaba en la mayor miseria, haciéndole
ver que si él no lo hacía, lo harían las autoridades del Río de la Plata, a
quienes habría de obedecer. Ofendido, el general Carrera le recriminó a
Alcázar esta actitud como una insubordinación54. Días después, Alcázar
formulaba la denuncia de que Carrera solamente ayudaba a los afectos a
su persona, mientras que el resto de los emigrados se encontraban deses-
perados por su subsistencia55.
Pero el clímax de las disputas patriotas se lograría en Buenos Aires, con
el duelo entre Luis Carrera y Juan Mackenna. Ambos se encontraban allí
buscando acaparar la atención y el apoyo del director supremo Posadas, en
representación de sus líderes56. Mackenna perdió el duelo y su cuerpo fue
abandonado en un descampado en las afueras de la ciudad porteña.
La consternación que causó este accidente llevó a que se ordenará la
apertura de un sumario para aclarar las causas de la muerte de Macken-
na. Durante las pesquisas judiciales, ninguno de los implicados entregaba
datos fidedignos, aunque sí se señalaba a Luis Carrera como el autor ma-
terial del asesinato, mientras que sus partidarios aducían esta acusación
al ataque personal de sus enemigos. Irisarri, dolido por la muerte de su
cuñado y al ver que el sumario no avanzaba, no se contuvo y remitió por
escrito antecedentes inéditos de la muerte de Mackenna, donde acusaba
explícitamente a Luis Carrera.
53
DHLGSM, II, 296.
54
DHLGSM, Ibid., II, 325.
55
DHLGSM, Ibid., II, 319.
56
Tanto Irisarri como Mackenna estaban en Buenos Aires, buscando lograr la
atención del director Posadas. Por su parte, José Miguel Carrera había enviado
a Diego José Benavente y a Luis Carrera, con una pauta de instrucciones para
conseguir el mismo cometido.
65
Camilo Alarcón
57
AO, VII, 341.
58
Ibid., VII, 342. Es importante consignar que el director Posadas era tío de Car-
los María Alvear, amigo de José Miguel Carrera, por lo que no es inverosímil
que este haya echado mano para conseguir este beneficio.
59
Una revisión de la documentación de Marcos Balcarce, Juan Gregorio Las He-
ras y Juan José Paso, demuestra una marcada animadversión hacia la persona
de José Miguel Carrera y sus partidarios.
60
José Ignácio García Hamilton, Don José. La Vida de San Martín, Buenos Aires,
De Bolsillo, 2004, 120-121.
66
La emigración patriota al Río de la Plata
61
AHM, EI, 233, 32 , f.1.
62
DHLGSM, II, 265–266.
63
Ibid., II, 291 – 294.
64
Ibid., II, 272 – 273.
65
La respuesta de Luis Carrera se encuentra en AHM, EI, 233, 34. f.1. Similares
fueron las respuestas de Juan José Carrera, Uribe y Muñoz Urzúa.
67
Camilo Alarcón
Aunque Carrera creía que su estadía en Buenos Aires podía ser bene-
ficiosa para sus planes, por la cercanía con el Director Supremo, autoridad
análoga a la suya, esto no fue así. Si bien con su presencia pudo influir
para liberar a su hermano de los cargos imputados por la muerte de Mac-
kenna, del director supremo Posadas no consiguió mucho, prevaleciendo
las buenas relaciones con San Martín y los intereses rioplatenses68.
Con la asunción al poder de Carlos María Alvear, en enero de 1815,
se avizoraba una mejoría para los intereses carreristas69. En sus años en
España, Carrera conoció a Alvear, con quién trabó amistad70, y ahora, ubi-
cado en el alto mando político, podía favorecer su situación. En efecto, San
Martín, rival de Alvear, fue destituido del cargo de Gobernador Intendente
de Cuyo, siendo nombrado en su reemplazo Gregorio Pedriel. Sin embargo,
66
Agustín López Alcázar era sobrino de otro colaborador de O’Higgins, el coro-
nel Andrés Alcázar Zapata.
67
Cfr. V. Amunátegui y M. L. Amunátegui, op. cit., 314-315; AHM, EI, 234, 124,
fs. 1-2.
68
DHLGSM, II, 331.
69
Carlos María de Alvear. Militar porteño, que hizo las campañas contra Napo-
león en el ejército español. En España conoció a Carrera, y fue compañero de
viaje de San Martín cuando ambos volvieron a Buenos Aires en 1812. Se hizo
revolucionario al introducirse en las logias americanas de Cádiz. Fue Director
Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata entre el 11 de enero de
1815 y el 20 de abril del mismo año, cuando fue depuesto por Rondeau.
70
Benjamín Vicuña Mackenna, Ostracismo de los Carreras: Los jenerales José
Miguel i Juan José i el coronel Luis Carrera. Un episodio de la Independencia
de Sudamérica, Santiago, Imprenta del Ferrocarril, 1857, 35-36.
68
La emigración patriota al Río de la Plata
el cambio no fue acatado por los vecinos de Mendoza, que en vez de recibir
a la nueva autoridad, lo expulsaron y aclamaron a San Martín71.
Pero el empeoramiento de la situación política de Buenos Aires iba
a tener repercusiones en las relaciones entre ambos: por ello, con fecha
13 de febrero de 1815, le pide a los tres hermanos Carrera que «salgan
de esta cap[ita]l con destino a la Ciudad de S[an]ta. Fe en un perentorio
término de quarenta, y ocho horas»72, y dos días después, les extiende un
pasaporte a José Miguel y Luis para que viajen a Europa73. Sin embargo,
esto no sucede y los hermanos Carrera se mantienen en Buenos Aires.
El movimiento militar de Fontezuelas del 15 de abril de 1815, lide-
rado por el general Rondeau, depuso finalmente a Alvear, y en su lugar
asumió la primera magistratura Ignacio Álvarez Thomas74. A este, Carre-
ra le presentó un plan para la liberación de Chile, en competencia con
O’Higgins, quien se encontraba en la capital bonaerense y que, gracias a
la amistad con Juan Florencio Terrada75, secretario del gobierno riopla-
tense, le permitió gozar de un acceso privilegiado y el buen concepto de
los altos políticos de Buenos Aires76. El plan de Carrera fue rechazado,
aduciendo causas externas «hasta que se reciban nuevas noticias de la
expedicion peninsular, e instruido de ellas pueda fixarse el plan de ope-
raciones militares según el suceso de las del Exercito del Perú que por
momentos se espera»77.
El continuo rechazo de sus planes y la poca disposición hacia la toma
de una decisión resuelta por la liberación de Chile terminaron por con-
vencer a Carrera de que ahí no se encontraban los recursos y respaldos
que necesitaba. Además, sintió que un nuevo golpe se asestaba contra su
familia, con el sumario levantado contra Juan José Carrera por el teniente
gobernador de San Luis, Vicente Dupuy, amigo de San Martín. Carrera
declaró que «el descaro con que muchos Xefes de estas Provincias nos
han perseguido hasta llegar al extremo de ponernos en calavosos y car-
71
García Hamilton, op. cit., 123-125.
72
AN, VM, 122, f. 18.
73
Ibid., 122, f. 20.
74
Ignacio Álvarez Thomas, militar revolucionario porteño, fue Director Supre-
mo entre el 21 de abril de 1815 y el 16 de abril de 1816.
75
Sobrino del canónigo Juan Pablo Fretes, a ambos los había conocido en su
estadía en España.
76
Benjamín Vicuña Mackenna, Ostracismo del Jeneral D. Bernardo O’higgins,
Valparaíso, Imprenta i Librería del Mercurio de Santos Tornero, 1860, 241.
77
AN, VM, 122, f. 46.
69
Camilo Alarcón
78
Ibid., 122, f 52.
79
V. Amunátegui y M. L. Amunátegui, op. cit., 331-332.
80
Cristián Guerrero Lira, «Los Chilenos Exiliados en Cuyo (1814-1817). (Se-
lección Documental)», en Revista Libertador O’Higgins 16, 1999, 79-80. Las
personas que fueron registradas por los agentes de aduana entre el 14 al 19
de octubre de 1814 fueron: Manuel Muñoz, Ramón Villalón, Casimiro Mar-
tínez, Ramón Cerda, Marcelino Victorino, Joaquín Videla, José Conde, Ma-
nuel Martínez, José Maten, Narciso Lucares, Juan de Dios Ureta, José María
Benavente, Fernando Márquez de la Plata, José Gaete, Domingo Nieto, Pedro
Fuentes, Juan de Dios Rivera, Toribio Rivera, Bernardo Videla, Juan José Be-
navente y Domingo Artigas.
70
La emigración patriota al Río de la Plata
81
AHM, EI, 497, 11b, fs. 1 y 1v.
82
Idem.
83
Nacido en Chile, comerciante de profesión y radicado en la capital rioplaten-
se, fue regidor del Cabildo de Buenos Aires. De su matrimonio con una dama
porteña, nacería más tarde Diego Barros Arana.
84
Raúl Silva Castro, Fray Camilo Henriquez. Fragmentos de una historia litera-
ria en preparación, Santiago, Editorial Universitaria, 1950, 14-15.
85
V. Amunátegui y M.L. Amunátegui, op. cit., 341-342.
86
Ignacio Zenteno, «El general Zenteno», en Revista Chilena de Historia y Geo-
grafía, 4:X:15, 1914, 427.
87
Zenteno había estudiado Derecho en la Real Universidad San Felipe, pero las
necesidades económicas de su familia le obligaron a abandonar sus estudios y
buscar empleo como escribano. Así llegó a ser secretario del director supremo
De la Lastra.
88
Ibid., 445.
71
Camilo Alarcón
89
AHM, EI, 497, 9, f .16.
90
DHLGSM, III, 114.
91
AHM, EI, 497, 58, f. 10.
92
Ibid., 240, 6, f.1.
72
La emigración patriota al Río de la Plata
93
AN, VM, 122, f. 22.
94
Idem.
95
AHM, EI, 497, 4, f.1.
96
De los cuales no se sabe si emigraron junto a su familia, ya que en la nómina
sólo se consigna el estado civil.
97
DHLGSM, III, 350.
98
Ibid., III, 351.
99
AHM, EI, 284, 19, f. 1.
100
Idem.
101
Ibid., Carpeta. 284, 23, f.1.
73
Camilo Alarcón
102
Idem.
103
Ibid., 497, 6, f. 16.
104
Ibid., 236, 5, f3.
105
Ibid., 236, 5, f 4.
74
La emigración patriota al Río de la Plata
106
DHLGSM, III, 90.
107
AHM, EI, 236, 9, f. 1.
108
Ibid., 237, 14, f.1.
109
DHLGSM, III, 91.
110
AHM, EI, 497, 11B, fs. 1 y 2. Inclusive tenemos el caso de Juan de Dios Vial y
Manuel Serrano, que fueron acogidos con sus familias completas, que habían
logrado emigrar.
111
AHM, EI, 239, 48, f. 3.
112
Ibid, 239, 48, f. 1v.
75
Camilo Alarcón
113
Ibid, 239, 48, f. 3v.
114
Ibid, 239, 48, f. 4v.
115
Guerrero Lira, Contrarrevolución..., op. cit., 297-299.
76
La emigración patriota al Río de la Plata
116
Este dato no implica que quienes estaban casados hayan emigrado con sus res-
pectivas familias. Solamente en el caso de las mujeres, a excepción de las viu-
das, se entiende que lo hicieran con sus esposos y padres. Pero hubo muchos
casos de personas que dejaron a sus familias en Chile, como el de Hilarión
Gaspar, quien, una vez reconquistado Chile, se reúne con su mujer e hijos.
117
Santiago es lugar de origen de 49 de los 151 emigrados identificados.
77
Camilo Alarcón
118
En este grupo encontramos a Argomedo, Mackenna e Irisarri entre otros.
119
La identificación de pertenencia a una facción, se hizo con los documentos
emanados de las propias facciones, a saber, el manifiesto de los patriotas lide-
rados por O’Higgins, que acusaron a José Miguel Carrera y su grupo como
responsables de la pérdida de Chile, así como la crítica de los patriotas carre-
rinos, que se quejaban del trato recibido por San Martín. A su vez, la infor-
mación consignada en el Diario Militar de José Miguel Carrera es bastante
ilustrativa para estos fines.
120
Los empleos civiles son entendidos aquí como las profesiones letradas, así
como también los oficios u ocupaciones artesanales.
121
Los que ejercieron empleos militares son aquellos que tenían carrera militar
y/o que habían participado activamente en las campañas militares de la Patria
Vieja, ya fuera en los cuerpos regulares del ejército como en los cuerpos de
milicias.
122
Los empleos eclesiásticos tienen relación con curas y frailes.
123
Cfr. Guerrero Lira, Contrarrevolución..., op. cit., 99.
78
La emigración patriota al Río de la Plata
124
A diferencia de José, sus hermanos no optaron por la causa americana, y estu-
vieron al servicio de la monarquía. Siguiendo el ejemplo del padre, el primo-
génito Manuel Tadeo fue coronel de infantería y murió en Valencia en 1851;
Juan Fermín fue comandante de Húsares de Luzón y murió en las Filipinas en
1822; Justo Rufino fue coronel del regimiento de Almanza y murió en Madrid
en 1832. La hermana de San Martín, María Elena, se casó con un empleado de
la administración monárquica y murió en Madrid en 1853. Cfr. Benjamín Vi-
cuña Mackenna, El General Don José de San Martín, Buenos Aires, Editorial
Francisco de Aguirre, 1971, 5-6.
79
Camilo Alarcón
125
Ibid, 20.
126
La situación de la banda oriental del río de la Plata y la naciente agitación en
las provincias, así como la situación del Alto Perú y la potencial expedición
peninsular, tenían un peso gravitante en la coyuntura rioplatense.
127
Juan Martín Pueyrredón, militar porteño que ocupó la magistratura de Di-
rector Supremo entre el 9 de julio de 1816 y el 9 de junio de 1819, es quien,
tras la declaración de la Independencia del Río de la Plata en el Congreso de
Tucumán, le brindara todo el apoyo a San Martín para emprender la campaña
de liberación e independencia de Chile. Cfr. García Hamilton, op. cit., 134.
128
Documentos del Archivo San Martín, op. cit., II:103.
80
La emigración patriota al Río de la Plata
129
Este fue el caso de José María Benavente, como se podrá ver más adelante.
Pero San Martín también vetó o dejó en suspenso nombramientos de oficiales
recomendados por la comisión que organizó los cuadros de oficiales del Esta-
do de Chile, cuando no tenía la certeza de su comportamiento o noticias sobre
su pasado inmediato en Chile.
130
AHM, EI, 284, 19, f. 1.
131
Zenteno, op. cit., 445.
132
Arturo Cabrera, «Doctor Don Hipólito de Villegas, Primer Ministro de Ha-
cienda del Director Supremo O’higgins», en Revista Chilena de Historia y
Geografía 2:III:6, 1912, 343.
133
AHM, EI, 233, 82, f.1.
134
AO, VII, 25. Todos estos anteriores comisionados del grupo emigrado son de
filiación o’higginista, lo que explica que se les encomienden tareas de mayor
responsabilidad.
135
Ricardo Latcham, Manuel Rodríguez. El guerrillero, Santiago, Editorial Nas-
cimiento, 1932, 122-123.
81
Camilo Alarcón
136
DHLGSM, II, 494.
137
Ibid., II, 516.
138
Ibid., III, 104.
139
Ibid., III, 104-114.
140
Ibid., III, 126.
82
La emigración patriota al Río de la Plata
nos Carrera, Pedro del Villar y Diego José Benavente141. Con graduacio-
nes menores, quedaron habilitados 7 sargentos mayores; 38 capitanes;
31 tenientes; 41 subtenientes y 5 cadetes142. También, 13 jefes de Milicias
de Caballería quedaron habilitados para integrarse en la formación del
Ejército de los Andes143.
A estas alturas, la filiación al bando carrerista se encontraba debili-
tada ante la ausencia de los hermanos Carrera en Mendoza. Esta facción
se vio ante el escenario de que tendrían que deponer su postura para in-
tegrarse y cooperar en los esfuerzos que permitieran recuperar Chile. De
los 138 patriotas partidarios de José Miguel Carrera que habían firmado
en octubre de 1814 una queja contra el trato recibido por parte de San
Martín, 33 suscriben un compromiso de los exiliados chilenos para re-
compensar los esfuerzos de Mendoza una vez reconquistada la libertad
de Chile144. Por lo tanto, prácticamente un cuarto había desistido de su
inflexible postura. No significa que hayan cambiado de bando explíci-
tamente, pero sí que tuvieron que dejar de exteriorizar su afinidad por
Carrera. Por lo demás, muchos de los que suscribieron esa queja fueron
los mismos que enviaron una petición de ayuda para que San Martín los
ubicase en la casa de algún vecino.
El 16 de abril de 1816, San Martín comisiona a seis prominentes
emigrados con la tarea de formar los cuadros militares de los emigrados
chilenos residentes en las Provincias Unidas del Río de la Plata. Entre
estos había dos carreristas: José María Benavente y Pedro del Villar. Los
otros cuatro son cercanos colaboradores de O’Higgins: Venancio Esca-
nilla, Juan de Dios Vial, Antonio Hermida y Antonio Merino145. La tarea
de estos comisionados era la formación de dos regimientos de infantería;
uno de artillería y otro de caballería. Posteriormente, encargó la coman-
dancia del Regimiento N°1 de Infantería a Juan de Dios Vial; el Cuerpo
de Artillería a Joaquín Prieto; la Compañía de Emigrados Chilenos a José
Manuel Astorga, quien será reemplazado por José María de la Cruz, y la
Legión Patriótica del Sur a José María Portus146.
141
Idem.
142
Ibid., III, 126-130.
143
Ibid., III, 130.
144
Guerrero Lira, «Los Chilenos», op. cit., 92-94.
145
Nicanor Molinare, «El Coronel don José María Portus. Noticias sobre su vida
y sus campañas», en Revista Chilena de Historia y Geografía 9, 1913, 201.
146
Idem. Portus aunque era carrerino, tras emigrar envía una carta a San Martín
ofreciendo sus servicios. Cfr. AHM, EI, 237, 7, f.1. Había decidido no inter-
83
Camilo Alarcón
VII. Conclusiones
84
La emigración patriota al Río de la Plata
149
Arturo Capdevila, Pensamiento vivo de San Martín, Buenos Aires, Losada,
1982, 64.
85
Camilo Alarcón
86
La emigración patriota al Río de la Plata
Anexo N° 1
Nómina de los individuos identificados como emigrados
patriotas en las Provincias Unidas del Río de la Plata
87
Camilo Alarcón
88
La emigración patriota al Río de la Plata
89
Camilo Alarcón
90
La emigración patriota al Río de la Plata
91
Camilo Alarcón
92
La emigración patriota al Río de la Plata
93
Camilo Alarcón
94
La emigración patriota al Río de la Plata
Fuente: Elaboración propia a partir de: AHM, EI, Carpetas 233, 234, 235, 236,
237, 238, 239, 240, 248, 284, 287, 457, 497, 701 /
Documentos para la Historia del Libertador General San Martín, op. cit., Vol. 2 y 3.
95
Camilo Alarcón
Sergio Vergara Quiroz, Historia social del Ejército, Santiago, Universidad de Chi-
le, 1993.
96
Miradas ambiguas: visiones latinoamericanas de Tierra Santa
Miradas ambiguas:
visiones latinoamericanas de Tierra Santa
en el siglo XIX1
Gabriel Cid
I. Introducción
1
Este artículo se inserta en el seminario de investigación «Viajes y Representa-
ción» impartido por la profesora Olaya Sanfuentes. Agradezco a Olaya San-
fuentes y Carlos Sanhueza la lectura atenta y los valiosos comentarios, críticas
y sugerencias formulados a una versión preliminar de este artículo. Asimismo,
agradezco al gentil personal de la Biblioteca Patrimonial Recoleta Dominica,
quienes me han otorgado todas las facilidades para consultar sus valiosos fon-
dos bibliográficos, fundamentales para materializar este artículo.
97
Gabriel Cid
era esencialmente la misma. En una lista que está bastante lejos de ser
exhaustiva, pero que sí es bastante representativa de este fenómeno his-
tórico, chilenos como Pedro del Río, José Agustín Gómez, Francisco Her-
boso, Carlos Walker Martínez, Ramón Subercaseaux y Amalia Errázuriz;
colombianos como Manuel Cordobés y Nicolás Tanco; peruanos como
Francisco Esteban de Ingunza y Juan Bustamante; ecuatorianos como Vi-
cente Cuesta, argentinos como Pastor Obligado y mexicanos como José
María Guzmán, todos buscaban la conexión directa con la trascendencia
divina que permitía este lugar. Sus viajes, anhelos, experiencias, reflexio-
nes y visiones del «otro» y de sí mismos serán analizados en lo que sigue.
2
Emile Durkheim, Las formas elementales de la vida religiosa, Buenos Aires,
Schapire, 1968, 16.
98
Miradas ambiguas: visiones latinoamericanas de Tierra Santa
3
G. van der Leeuw, Fenomenología de la religión, México, Fondo de Cultura
Económica, 1964, 381 y ss.
4
Mircea Eliade, Lo sagrado y lo profano, Barcelona, Labor, 1998, 32-40.
99
Gabriel Cid
5
Es interesante notar que se trata de un tema mencionado, pero estudiado
marginalmente por la historiografía latinoamericana. Si bien Fréderic Martí-
nez enumera los relatos de viajes colombianos a Tierra Santa durante el siglo
XIX, no profundiza en ellos, pues su estudio se centra en el viaje a Europa.
Véase Fréderic Martínez, «Representación de Europa y discurso nacionalista
en los relatos de viajes colombianos, 1850-1900», en Eduardo Posada Carbó
(ed.), Wars, Parties and Nationalism: Essays on the politics and society of
nineteenth-century Latin America, London, Institute of Latin American Stu-
dies, 1995, 56-57. Por otra parte, aunque Hernán Taboada también da cuenta
de este problema histórico y enumera una serie de viajeros, no hay una mayor
profundización al respecto, ya que su polo de atención está puesto en otros
aspectos, como la visión de «Oriente» por parte de los latinoamericanos. Véa-
se Hernán Taboada, «Un orientalismo periférico: viajeros latinoamericanos,
1786-1920», en Estudios de Asia y África XXXIII:2, México, 1998, 285-305.
Agradezco a Carlos Sanhueza la gentileza de facilitarme este artículo.
6
Alberto González, «Del viajero ilustrado al paseo literario», en Leonardo Ro-
mero y Patricia Almarcegui (coords.), Los libros de viaje: realidad vivida y
género literario, Madrid, Akal /Universidad Internacional de Andalucía, 2005,
151-157; Estuardo Núñez, «Los escritores viajeros en América», en Revista de
Historia de América 51, México, 1961, 81-97.
100
Miradas ambiguas: visiones latinoamericanas de Tierra Santa
Para los europeos del siglo XIX, los viajes hacia tierras extrañas y le-
janas constituían una práctica cada vez más frecuente. Dos destinos predi-
lectos para visitar fueron América y Oriente, cuya definición estaba dada
más por parámetros culturales que geográficos. El viaje europeo hacia
América Latina fue importante tanto cuantitativa como cualitativamente,
entre otras cosas porque influyó en la manera en que los americanos se
veían a sí mismos7. Sin embargo, pronto esta práctica cultural encontró
seguidores en los propios americanos, sobre todo al amparo del roman-
ticismo8. Si bien es cierto que en el siglo XVIII un número importante de
americanos viajó hacia Europa, específicamente hacia las cortes españo-
las, este viaje era esencialmente «pasivo». El americano iba como súbdito
y se posicionaba en una estricta relación jerárquica frente a lo europeo.
No se manifestaba claramente la individualidad, sino que el viaje era fun-
damentalmente una «imposición social»9.
Ahora bien, esta situación tendió a cambiar a lo largo del siglo XIX. El
viajero cortesano era ahora un viajero poscolonial. El viajero latinoameri-
cano que viajaba hacia Europa manifestaba a cabalidad su individualidad
en tanto americano. Ahora criticaba, comparaba, ironizaba o se burlaba
de los europeos. Incluso a veces se sentía decepcionado al confrontar la
Europa imaginada con la Europa presenciada10. Sin embargo, se mante-
nía una actitud fundamental –aunque no siempre unívoca– heredada del
período anterior: el americano veía a la Europa noroccidental como el
centro del mundo, un centro desde el cual emanaban las directrices que
determinaban los paradigmas de civilidad y modernidad al mundo deci-
monónico. El americano que viajaba a Europa seguía simtiéndose –y sien-
do considerado– un «actor periférico». Sobre todo, el americano iba al
epicentro de la cultura de la cual se hacía parte. Para la naciente burguesía
americana, Europa otorgaba los patrones a imitar, al menos si se aspiraba
a insertarse en el nuevo escenario forjado por la modernidad.
7
Mary Louise Pratt, Ojos imperiales. Literatura de viajes y transculturación,
Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes, 1997, 325-326.
8
Emilio Carrilla, El romanticismo en la América Hispana, Madrid, Gredos,
1975, 2:119-122.
9
Carlos Sanhueza, «De la periferia colonial al centro del Imperio. Viajeros
hispanoamericanos en las cortes españolas durante el siglo XVIII», en Renate
Pieper y Peer Schmidt (ed.), Latin America in the Atlantic World. El mundo a-
tlántico y América Latina (1500-1850), Essays in honor of Horst Pietschmann
Colonia, Bölhlau Verlag, 2006, 213-220.
10
Carlos Sanhueza, Chilenos en Alemania y alemanes en Chile. Viaje y nación en
el siglo XIX, Santiago, Dibam/Lom, 2006, 114-118.
101
Gabriel Cid
11
Walter Benjamin, «París, capital del siglo XIX», en Sobre el programa de la
filosofía futura y otros ensayos, Caracas, Monte Ávila, 1970, 125-138.
12
Al respecto véase Francisco Javier González, Aquellos años franceses. 1870-
1900. Chile en la huella de París, Santiago, Taurus, 2003; «Sueños y realidades
de los latinoamericanos en París a fines del siglo XIX. ¿Viajeros ilustrados o
rastaquoères marginados?», en Bicentenario. Revista de historia de Chile y
América 3:2, 2004, 69-98; Jacinto Fombona, La Europa necesaria. Textos de
viaje en la época modernista, Rosario, Beatriz Viterbo Editora, 2005, 67-108;
Martínez, op. cit., 55- 69; Lilianet Brintrup, Viaje y escritura: viajeros román-
ticos chilenos, New York, Peter Lang, 1992.
13
Benjamín Vicuña Mackenna, «Páginas de mi diario durante tres años de viaje,
1853-1854-1855», en Obras completas, Santiago, Universidad de Chile, 1936,
I:281-282.
102
Miradas ambiguas: visiones latinoamericanas de Tierra Santa
14
Cf. Jean Rémy, «Pilgrimage and modernity», en Social Compass 36:2, Lou-
vain, 1989, 142.
15
Pastor Obligado, Viaje a Oriente (de Buenos Aires a Jerusalén), París, Impren-
ta Americana de Rouge, Dunon y Fresné, 1873, 197.
16
Una de las particularidades más interesantes de la creciente vinculación es-
tadounidense con Tierra Santa en el siglo XIX fue la creación, en 1874, de
un inmenso parque en Chautauqua (Nueva York), que representaba a escala
«lugares» de Palestina, como por ejemplo el río Jordán, Galilea y Jerusalén.
Así, Tierra Santa no era sólo un espacio leído y oído desde antes de viajar, sino
103
Gabriel Cid
104
Miradas ambiguas: visiones latinoamericanas de Tierra Santa
18
Carlos Walker Martínez, Cartas de Jerusalén, Santiago, Imprenta, Litografía y
Encuadernación Barcelona, 1904, (1ª ed., 1896), 17.
19
Por ejemplo: Relación verdadera de los grandes tributos que la sagrada reli-
gión de nuestro seráfico Padre San Francisco paga cada año al Gran Turco y
sus ministros, así por la conservación del Santo Sepulcro, Pesebre de Belén,
Convento de San Salvador y otros Sagrados Lugares de la Tierra Santa de Jeru-
salén, como por la habitación de dichos religiosos en ellos, México, Oficina de
D. Mariano de Zuñiga y Onuveros, 1805 (otras reimpresiones: 1806 y 1819).
20
Las hojas de donantes eran entregadas por los franciscanos de la Hermandad
de Jerusalén a las principales ciudades de los países católicos, donde el feligrés
se comprometía con una cierta cantidad de fondos a cambio de la obtención
de indulgencias. En la Biblioteca Nacional de Chile se conserva una bajo la sig-
natura de Hermandad de Jerusalén, Santiago, 1814 (Sala Medina, Microfilm:
SM. 128.49).
21
Por ejemplo: Circular. Fr. Francisco Pacheco, Guardián de este convento de
recolección de franciscanos descalzos, Comisario de Tierra Santa en esta Re-
pública de Chile. A todos y cada uno de nuestros hermanos en Jesucristo,
Santiago, 27 de octubre de 1853.
22
Los libros o folletos titulados Memorial al cristiano, impresos en Jerusalén,
se reimprimieron y publicaron profusamente en toda Latinoamérica, incluso
hasta mediados del siglo XX. En este artículo se han revisado las ediciones de
1848, 1863, 1871, 1877 y 1888, todas disponibles en la Biblioteca Nacional
de Santiago.
105
Gabriel Cid
23
Relación verdadera de los grandes tributos..., op. cit., 4.
24
Los relatos de viajes aludidos son Itinéraire de Paris a Jérusalem y Souvenirs,
impressions, pensées, et paysages pendant un voyage en Orient. 1832-1833,
respectivamente. Ambos relatos de viaje pronto contaron con traducciones al
castellano. La mirada exotizante y despectiva hacia Oriente por parte de estos
viajeros y otros es analizada por Said, op. cit., 230-268; para el caso del viaje
de Chateubriand en particular, véase Tzvetan Todorov, Nosotros y los otros.
Reflexiones sobre la diversidad humana, México, Siglo XXI, 1991, 342-350.
25
Taboada, op. cit., 285-287.
106
Miradas ambiguas: visiones latinoamericanas de Tierra Santa
26
Alexander Schölch, «Britain in Palestine, 1838-1882: The roots of the Bal-
four policy», en Journal of Palestine Studies XXII: 1, Washington, 1992, 39-56;
Mayir Vereté, «Why was a british consulate established in Jerusalem?», en The
English Historical Review 85: 335, Oxford, 1970, 316-345.
27
Doron Bar y Kobi Cohen-Hattab, «A new kind of pilgrimage: The modern
turist pilgrim of ninetenth-century and early twentieth-century Palestine», en
Middle Eastern Studies 39: 2, London, 2003, 133.
107
Gabriel Cid
28
Lievin de Hamme, Guide indicateur des sanctuaires et lieux historiques de la
Terre-Sainte, Jérusalem, Imprimerie des PP. Franciscains, 1887 (1ª ed., 1869).
29
Alexander Schölch, «The demographic development of Palestine, 1850-1882»,
en International Journal of Middle East Studies 17: 4, Cambridge, 1985, 489;
Y. Ben-Arieh, «The growth of Jerusalem in the nineteenth century», en Annals
of the Association of American Geographers 65: 2, Washington, 1975, 262.
108
Miradas ambiguas: visiones latinoamericanas de Tierra Santa
109
Gabriel Cid
curiosidad hacia el Líbano y Siria. Así, tras una duración total de unos dos
meses de viaje, el peregrino latinoamericano retornaba a su país, habiendo
gastado unos 8.000 pesos o 1.500 francos, si la peregrinación era realiza-
da en vapores y hoteles de primera clase30.
Como hemos observado, la experiencia de la peregrinación se nutre
de lo leído y lo oído, pero fundamentalmente de lo visto y, como veremos
a continuación, de lo vivido a lo largo de los fatigosos itinerarios. Esta
inextricable amalgama de experiencias textuales y visuales permite que
la peregrinación a Tierra Santa posea un atractivo especial, que abre cog-
nitiva, espiritual y sensorialmente al viajero. Es una experiencia personal,
vital, única e irrepetible, pero que presenta una doble cara. Por más que
el énfasis de la peregrinación, por el peso mismo de su definición, sea el
religioso, la convivencia a cada instante de lo profano con lo sagrado,
la curiosidad que representa el crisol cultural que es Palestina y el anhe-
lo paulatinamente más evidente a fines de siglo de vivenciar el exotismo
oriental, genera una reunión de experiencias que dotan a la peregrinación
a Tierra Santa de una ambigüedad intrínseca, pero enriquecedora. La pe-
regrinación termina por poseer una doble dimensión, que es el resultado
de dos tipos de aproximaciones, espiritual y cultural, por parte del viajero,
que conviven, se superponen y complementan: una aproximación con los
«ojos del alma» y otra con los «ojos de la carne».
30
Gastos totales propuestos por Obligado, op. cit., 281-284.
31
Amalia Errázuriz, Mis días de peregrinación en Oriente, s.p.y., s.f, 239. El viaje
de Errázuriz fue realizado en 1893.
110
Miradas ambiguas: visiones latinoamericanas de Tierra Santa
En primer lugar, los atractivos había que buscarlos en otra parte que
no fueran los factores materiales. Intentando responder la interrogante
anterior, el sacerdote ecuatoriano Vicente Cuesta afirmaba que Jerusalén
no era cautivante precisamente por sus atractivos naturales:
Ella no está a las orillas del mar, para ser emporio del comercio,
ningún río caudaloso fertiliza sus alrededores; no tiene ninguna llanura
en sus inmediaciones, fuera de aquel valle sombrío y lúgubre donde se re-
unirán las generaciones en el último día del mundo. Jerusalén, rodeada de
rocas estériles sentada como nido de águila entre las secas montañas de
la Judea, sin arroyo de agua para apagar la sed de sus habitantes, sin una
ramada para recrear la vista, no tiene ni siquiera ruinas famosas como las
ciudades de Egipto y Grecia32.
32
Vicente Cuesta, Cartas del Dr. Don Vicente Cuesta sobre su viaje a la Tierra
Santa, Valparaíso, Imprenta del Mercurio, 1879, 87.
33
Juan Bustamante, Viaje al Antiguo Mundo, Lima, Imprenta de Masías, 1845,
156.
34
Walker Martínez, op. cit., 216.
35
Francisco Herboso, Reminiscencias de viaje, Santiago, Imprenta Cervantes,
1906, III:47. El viaje de Herboso fue realizado en 1888.
111
Gabriel Cid
36
Walker Martínez, op. cit., 9.
37
Cuesta, op. cit., 87 (destacado en el original).
38
Walker Martínez, op. cit., 215-216.
39
José Agustín Gómez, Impresiones de viaje de un chileno, Santiago, Imprenta
de El Independiente, 1889, 214.
112
Miradas ambiguas: visiones latinoamericanas de Tierra Santa
40
Simon Coleman, «From the sublime to the meticulous: art, anthropology and
victorian pilgrimage to Palestine», en History and Anthropology 13:4, Lon-
don, 2002, 279.
41
Nicolás Tanco, Viaje de Nueva Granada a China y de China a Francia, París,
Imprenta de Simon Raçon y Comp., 1861, 554.
113
Gabriel Cid
42
José María Guzmán, Breve y sencilla narración del viage que hizo visitar los
santos lugares de Jerusalén, México, s.e., 1836, 30-31.
43
La excepción al respecto, dentro de los autores aquí revisados, es el relato de
viajes del chileno Pedro del Río, quien al entrar a la basílica queda impresiona-
114
Miradas ambiguas: visiones latinoamericanas de Tierra Santa
115
Gabriel Cid
Por otra parte, hemos afirmado que la disposición para apreciar Tie-
rra Santa desde los «ojos del alma» era distinta a la visión que ofrecía la
mirada propia del viaje turístico moderno. A diferencia de los peregrinos
de la primera mitad del siglo XIX, los viajeros latinoamericanos de fines de
siglo vislumbraban una diferencia clara entre ambas perspectivas de viaje.
En este sentido, debemos responder a una interrogante crucial, ¿hasta qué
punto los viajeros latinoamericanos del siglo XIX fueron peregrinos en
Tierra Santa y no «turistas religiosos», como los viajeros protestantes48?
y, de ser afirmativa la respuesta, ¿a partir de qué elementos se posibilitaba
tal diferencia?
Si bien el concepto de «geopiedad» es fundamental para compren-
der la dimensión religiosa de la peregrinación de los latinoamericanos,
no arroja mayores luces sobre la particularidad de sus viajes, pues es un
elemento transversal al fenómeno mismo de la peregrinación. Si hay algo
que diferencie la peregrinación de los latinoamericanos respecto al mundo
protestante anglosajón, son precisamente dos elementos centrales de la
confesión religiosa católica: el peso de la tradición y el ritualismo49. Es
precisamente en este sentido en que las diferencias entre latinoamericanos
y anglosajones se tornaban decisivas y adquirían connotaciones excluyen-
tes. Esto es central, pues la comparación sobre cómo se viajaba siempre
estaba dada en relación al espejo protestante, y no a los ortodoxos, quie-
nes efectivamente eran los peregrinos más numerosos en Palestina. Así, al
momento de las comparaciones, los latinoamericanos asumían ser verda-
47
Francisco Esteban de Ingunza, Viajes por el Oriente, París, Imprenta de Ad.
Blondeau, 1852, I: 44-45.
48
En este sentido, he seguido básicamente los planteamientos y discusiones con-
tenidas en los trabajos de Coleman, op. cit.; y especialmente en Bar y Cohen-
Hattab, op. cit.
49
Cf. David Klatzer, «American catholic travelers to the Holy Land, 1861-
1929», en The Catholic Historical Review 74:1, Washington, 1988, 66.
116
Miradas ambiguas: visiones latinoamericanas de Tierra Santa
50
Obligado, op. cit., 207.
51
Bar y Cohen-Hattab, op. cit., 135-137.
52
Eric Leed, The mind of the traveller. From Gilgamesh to global tourism, New
York, Basic Books, 1991, 13-14.
117
Gabriel Cid
53
Gómez, op. cit., 196-197.
118
Miradas ambiguas: visiones latinoamericanas de Tierra Santa
54
Said, op. cit., 30-54.
55
De Hame, op. cit., I:5.
56
Walker Martínez, op. cit., 217.
119
Gabriel Cid
57
Said, op. cit.
120
Miradas ambiguas: visiones latinoamericanas de Tierra Santa
Lo que más lástima me causaba allí, era el ver los santos que ellos
veneran. Estos son unos hombres impudentes, que no conocen la ver-
güenza, y así andan por las calles más públicas enteramente desnudos
con horror de la humanidad. A estos hombres sucios y desvergonzados
reputan por santos los turcos, y se tienen por dichosos tanto hombres
como mujeres, con tocarlos o besarlos, lo que prueba su espantosa cegue-
dad, ignorancia y fanatismo […] Tienen otras estupideces que asombran,
y que sería muy molesto referir. La mayor desgracia es, que estos delirios
son en aquellos infelices irremediables, porque no admiten ilustración, ni
permiten que se les hable sobre esto»61.
58
Cuesta, op. cit., 84.
59
Ramón Subercaseaux, Memorias de 50 años, Imprenta y Litografía Barcelona,
Santiago, 1908, 496. El viaje fue realizado en 1894.
60
Ingunza, op. cit., 338.
61
José María Guzmán, El viage mas venturoso, s.p.i., 90.
62
Errázuriz, op. cit., 363.
121
Gabriel Cid
63
Obligado, op. cit., 96.
64
Walker Martínez, op. cit., 17.
65
Obligado, op. cit., 89.
122
Miradas ambiguas: visiones latinoamericanas de Tierra Santa
66
Tanco, op. cit., 230.
67
Errázuriz, op. cit., 382.
68
Obligado, op. cit., 99.
69
Ingunza, op. cit., 157.
123
Gabriel Cid
mundo judío que habitaba Palestina era despectiva, había una serie de mati-
ces y ambigüedades en sus discursos, que configuraban una mirada distinta
y mucho más compleja que la mirada que se tenía hacia el mundo árabe. En
primer lugar, los peregrinos latinoamericanos no ponían en duda el origen
divino del carácter especial del pueblo judío. Pero si el pueblo judío había
sido escogido por Dios, su negativa situación social y política en Palestina
era evidencia para los latinoamericanos de las maldiciones por haber cruci-
ficado a Cristo. La situación en que se encontraban los judíos palestinos era
la que merecían por sus actos. Como sentenciaba Carlos Walker Martínez,
el pueblo judío estaba destinado a ser un «pueblo errante, testimonio terri-
ble y permanente de la verdad de la profecías, de la divinidad de Jesucristo
y de la justicia eterna que sobre él pesa»70. Así, la confrontación de lo que
fue y de lo que era ahora el pueblo judío era una reflexión común en los
peregrinos latinoamericanos, que podían exclamar como el chileno Pedro
del Río: «¡Desgraciado pueblo, tan predilecto del Señor, antes tan altivo y
soberbio y ahora despreciado por todo el mundo!»71.
En general, la mirada hacia la condición social y política de los judíos
en Palestina era ambigua, pues si por una parte era la consecuencia inevi-
table de su acto deicida, por otra no se dejaba de ver con cierta lástima
su condición. Esto se reflejaba en especial cuando se contemplaba a los
judíos en el Muro de los Lamentos, donde habitualmente los americanos
sentían lo mismo que el chileno Ramón Subercaseaux: «la impresión que
queda es la de un espectáculo triste más que de una curiosidad»72. Es más,
cabe destacar que precisamente respecto a este rito de los judíos se pre-
senta la única reflexión latinoamericana de tolerancia religiosa frente al
«otro», como es la planteada por el chileno Francisco Herboso. Según él,
aunque asistió a contemplar el ritual judío de cada viernes con «espíritu
preparado para la jocosidad y la ironía», tras contemplar el dramático
llanto de los judíos, señaló que «lejos de causarme risa o desprecio esa
ceremonia, me conmovió grandemente viendo la fe con que esperan la lle-
gada del Mesías y la impasible resignación para soportar sus desgracias. A
nadie le es lícito reírse de creencias ajenas, por extrañas que sean, cuando
se profesan de buena fe»73.
70
Walker Martínez, op. cit., 44.
71
Del Río, op. cit., 470.
72
Subercaseaux, op. cit., 503.
73
Herboso, op. cit., 54.
124
Miradas ambiguas: visiones latinoamericanas de Tierra Santa
74
Tanco, op. cit., 528.
75
Ramón Subercaseaux reconocía explícitamente que su mirada de Tierra Santa
era ambigua, pues era «a la vez religiosa y artística», lo que lo hacía captar de
forma más explícita que el resto de los viajeros aquí analizados las formas exó-
ticas de «Oriente». Su visión sobre lo que era realmente un «cuadro oriental»
estaba dada por la presencia de los siguientes factores: ropas, olores, colores,
gestos, gritos, arquitectura arabesca, suelo arenoso y palmeras, todo esto bajo
el manto de un «cielo azul tirando a verde en el horizonte». Subercaseaux, op.
cit., 477.
125
Gabriel Cid
76
Todorov, op. cit., 306.
77
Al respecto véase Sanhueza, Chilenos en Alemania..., op. cit., 22-25; «Viajes
e identidad, la experiencia de la distancia en la construcción de lo propio», en
Patrimonio Cultural 33, Santiago, 2004, 28-29; François Hartog, Memoria de
Ulises. Relatos sobre la frontera en la antigua Grecia, Buenos Aires, Fondo de
Cultura Económica, 1999, 11-24 y 111-147; y Leed, op. cit., 20-22.
126
Miradas ambiguas: visiones latinoamericanas de Tierra Santa
78
Graciela Montaldo, «Nuestro Oriente es Europa», en Beatriz González
(comp.), Cultura y Tercer Mundo, Caracas, Nueva Sociedad, 1996, II:210-211.
79
Ingunza, op. cit., 97.
127
Gabriel Cid
80
Errázuriz, op. cit., 447.
128
Vida cotidiana y juventud en tiempos de Hitler
Verónica Luco
I. Introducción
1
Este artículo se inserta en el seminario de investigación «La configuración de
lo nacional entre la Guerra Fría y la Globalización. Chile entre 1945 y 2005
en una perspectiva de historia mundial» impartido por Alfredo Riquelme.
2
Peter Burke, History and Social Theory, Cambridge, Polity Press, 1995, 41.
Las traducciones serán de la autora.
129
Verónica Luco
3
Para la URSS destacan Sheila Fitzpatrick, Everyday Stalinism. Ordinary Life in
Extraordinary Times: Soviet Russia in the 1930s, New York & Oxford, Ox-
ford University Press, 1999; Juliane Fürst, «In Search of Soviet Salvation: Young
People´s Letters of Confession to the Stalinist Authorities», en Contemporary
European History 15:3, Cambridge, NY, 2006. Para Italia, Luisa Passerini, Fas-
cism in Popular Memory: the Cultural Experience of the Turin Working Class,
Cambridge, Cambridge University Press, 1987; Victoria da Grazia, Ellen Fur-
loughs (eds.), The Sex of Things: gender and consumption in historical perspec-
tive, Berkeley & London, University of California Press, 1996. Para España,
Mary Vincent, «Camisas Nuevas: Style and Uniformity in the Falange Española
1933-43», en Wendy Parkins (ed.), Fashioning the Body Politics. Dress, Gender,
Citizenship, Berkeley & Oxford, Berger, 2002; David Gilmore, «The Role of
the Bar in Andalusian Rural Society: Observations on Political Culture under
Franco», en Journal of Anthropological Research 41:3, Albuquerque, 1985.
130
Vida cotidiana y juventud en tiempos de Hitler
4
Michael H. Kater, Hitler Youth, Cambridge, MA, Harvard University Press,
2004; Susan Campbell, Growing Up in Hitler´s Shadow, Singapore, Scho-
lastic, 2005; H.W. Koch, The Hitler Youth: Origins and Development 1922-
1945, New York, Cooper Square Press, 2000; Henry Metelmann, A Hitler
Youth: Growing up in the 1930s, London, Spellmount, 2004.
5
Alf Lüdtke, The History of Everyday Life. Reconstructing Historical Experi-
ences and Ways of Life, Princeton, Princeton University Press, 1995, 15.
6
Burke, History…, op. cit., 40.
7
Carlo Ginzburg, The Cheese and the Worms: the Cosmos of a Sixteenth-Cen-
tury Miller, Baltimore, Johns Hopkins University Press, trad. John and Anne
Tedeschi, 1992, xx.
8
Peter Burke, «¿Qué es la historia cultural?», Barcelona, Ediciones Paidós,
Trad. Pablo Hermida, 2006, 15.
9
Burke, «¿Qué es…», op. cit., 23.
131
Verónica Luco
10
Michel de Certeau, The Practice of Everyday Life, Berkeley & Los Angeles,
University of California Press, trad. Steven Rendall, 1984.
11
Lüdtke, op. cit., 4.
12
Timothy Mason, The Wokers Opposition in Nazi Germany, citado en Mary
Nolan, «The Historikerstreit and Social History», en New German Critique
44, New York, Spring-Summer, 1988, 55.
13
Detlev Peukert, Inside Nazi Germany: Conformity, Opposition and Racism in
Everyday Life, citado en Nolan, «The Historikerstreit...», op.cit., 56.
14
Shelley Baranowski, Strength through Joy: Consumerism and Mass Tourism in
the Third Reich, Cambridge, Cambridge University Press, 2004.
132
Vida cotidiana y juventud en tiempos de Hitler
15
Nolan, «The Historikerstreit...», op. cit., 59-60.
16
Ibid., 60.
17
Idem.
18
Ibid., 73.
19
Ibid., 76.
20
Willi Puschbeck, entrevista realizada por la autora, 19 de octubre de 2007; Gün-
ter Säuberlich, entrevista realizada por la autora, 11 de octubre de 2007.
133
Verónica Luco
21
Joaquín Fermandois, «Totalitarismo y autoritarismo como nuevos sistemas
políticos», en Joaquín Barceló et al., Ideologías y Totalitarismos, Editorial
Universitaria, Santiago, 1988, 92.
22
Fermandois, op. cit., 97-101.
134
Vida cotidiana y juventud en tiempos de Hitler
23
Ibid., 107.
24
Stanley G. Payne, El fascismo, Madrid, Alianza Editorial, 1986, 206.
25
Hannah Arendt, Los orígenes del totalitarismo, Madrid, Taurus, 1998, 385-580.
26
Ibid., 566.
27
Ver Payne, op.cit.
28
Elena Hernández, Los fascismos europeos, Madrid, Ediciones Istmo, 1992, 16.
29
Roger Griffin, «The Primacy of Culture: The Current Growth (or Manufac-
ture) of Consensus within Fascist Studies», en Journal of Contemporary His-
tory 37:1, London, enero de 2002, 21-43.
30
Ibid., 27. Griffin se refiere al autor de corriente marxista de Fascism, Mark
Neocleous.
135
Verónica Luco
31
Mary Nolan, «Antifascism Under Fascism: German Visions and Voices», en
New German Critique 67, Winter 1996, 37-38.
32
George Mosse, The Fascist Revolution, en Griffin, op. cit., 42.
136
Vida cotidiana y juventud en tiempos de Hitler
ción. Sin embargo, Mosse distingue los «diques» de esta revolución: el na-
cionalismo, el racismo y la restauración de la moralidad tradicional sobre
una visión orgánica de la sociedad, una misma «alma». Y los elementos
«litúrgicos» la contienen: los eslóganes, coros y símbolos, los cuales re-
fuerzan la idea de un movimiento de masas. Además, Mosse reconoce:
el fascismo era un movimiento de la juventud. El énfasis estaba sobre el
«nuevo hombre» a construir, por la causa común.
33
Detlev J. K. Peukert, Inside Nazi Germany. Conformity, Opposition and Rac-
ism in Everyday Life, Londres, Penguin, Trad. Deverson, 1989, 149.
137
Verónica Luco
34
Nicholas Stargardt, Witnesses of War, Children’s Lives under the Nazis, Lon-
don, Jonathan Cape, 2005, 11.
35
Stephen J. Lee, European Dictatorships, 1918-1945, 2nd ed, London & New
York, Routledge, 2000, 167.
138
Vida cotidiana y juventud en tiempos de Hitler
programa que «la familia es la unidad más pequeña, pero también la más
importante de toda la estructura del Estado»36.
En el colegio, los niños dibujan sus árboles genealógicos y distinguen
rasgos heredados. Se destaca la importancia de la pureza racial en pos de
la unidad aria: cada niño es responsable de su consecución.
El siguiente texto de 1940, dado a los niños de 14 años tras terminar
la educación obligatoria, ilumina: «una vez que has logrado ver a tu gente
[…] como una enorme y complicada, mas unificada, red de millones rela-
cionados por la sangre, nunca podrás volver a considerarte a ti como un
individuo aislado37». La integración genealógica permite la comunidad
germánica.
Los problemas empiezan al definir lealtades. ¿Qué ocurre cuando los
padres rechazan a Hitler? ¿Cómo se desarrollan los conflictos respecto a
la asistencia obligada a la Hitlerjugend?
En el caso de la hermana de Peter Neuman, Léna, que logra casarse
con un SS pese al rechazo del padre, él reclamará, «mi propia hija es una
basura… Mi hija. Mis hijos. ¡Están podridos! ¡No son seres humanos!»38.
Léna le revela al SS el pasado comunista de su padre un Peter Neuman,
que confía en Hitler, abandona a su padre, porque «cualquier alemán
sensato sabe que los judíos y los comunistas solo nos pueden conducir a
la ruina […] y a la muerte de nuestro patrimonio germánico»39. Aquí, la
familia no es «la unidad más importante del Estado»: el Partido la aplas-
ta. Los tres jóvenes de esta escena están convencidos de vivir los valores
propuestos por Hitler, incluso si estos se sobreponen a los familiares.
Los valores en la sociedad no eran tan homogéneamente comparti-
dos: los jóvenes no sintonizaban con los adultos. El conflicto generacional
se plasma drásticamente.
Aquel conflicto es fomentado de cierto modo por las autoridades, en
su deseo de generar un gobierno renovado, enérgico. Si hasta Hitler era
joven, con 44 años al asumir el poder. Ello se plasma en los textos escola-
res, como el siguiente, de 1941:
36
Adolf Hitler, «Mi programa» [1932], en Hernández, op. cit., 216.
37
«You and Your People (Volk)», en Randall Bytwerk, German Propaganda
Archive (en adelante GPA), http://www.calvin.edu/academic/cas/gpa/du.htm.
Consultado el 27 de octubre 2007, 17:00 hrs.
38
Peter Neuman, Diario Intimo de un joven nazi, Barcelona, A.T.E, Trad. J. L.
Gállego, 1975, 41.
39
Ibid.
139
Verónica Luco
40
«Primer for the Württemberg Public Schools», en GPA, http://www.calvin.edu/
academic/cas/gpa/textbk03.htm, consultado el 27 de octubre 2007, 17:00 hrs.
41
Eric Michaud, «Soldiers of an Idea», en Giovanni Levi and Jean-Claude
Schmitt (eds.), A History of Young People in the West. Vol.2: Stormy Evolution
to Modern Times, Cambridge, Mass. & London, Harvard University Press,
1997, 265. «For each decision you make, ask yourself: `How would the Führer
decide in my place?».
42
«The Educational Principles of the New Germany», en GPA, http://www.
calvin.edu/academic/cas/gpa/frau01.htm, consultado el 27 de octubre 2007,
17:00 hrs.
43
Der Marsch zum Führer, 1940.
44
Baldur von Schirach, «Die Hitler-Jugend: Idee und Gestalt», en Mosse, La
cultura Nazi, Barcelona, Ediciones Grijalbo, 1973, 312-313.
140
Vida cotidiana y juventud en tiempos de Hitler
ción que responde a tensiones entre las dos esferas. La juventud tiene nue-
vas motivaciones que muchos padres no entienden. La joven Inge Scholl
explica, «Éramos jóvenes hitlerianos de corazón y con toda el alma, y no
podíamos comprender por qué nuestro padre no decía feliz y orgullosa-
mente ‘¡sí!’ a todo aquello. Al contrario, era completamente opuesto»45.
Sin embargo, en general los padres solo observaban y asentían a
la participación de sus hijos. U. Dickreuther, ex Bund Deutscher Mädel
(BDM-Liga de Niñas Alemanas), reconoce la presión estatal y social hacia
los padres, quienes compraban los uniformes para que no pensaran que se
oponían al régimen46. El terror de la cultura totalitaria se hacía presente.
Según P. Oestrich, rondaba una resignación y pasividad, una suerte de
«dejen que sigan su camino»47.
Existe un acomodo, una negociación. El relato de otra ex miembro
de la BDM, E. Frietsch, refleja la flexibilidad de los miembros familiares al
momento de asumir la Hitlerjugend. Narra cómo su padre, pese a que no
aprobaba el nacionalsocialismo, permitía que ella asistiera a las activida-
des dado su carácter obligatorio. Al contrario, su madre era más positiva
frente a Hitler, pero frecuentemente escribía justificativos por la ausencia
de su hija a las reuniones: «ella intentó arreglarlo de tal manera que mi
padre no se diera cuenta. Él […] creía que siempre había que escuchar al
propio gobierno»48. Las contradicciones y diversidad de reacciones de los
padres frente al ingreso de sus hijos a la Hitlerjugend se vuelven presentes.
Por ejemplo, los de I. Kleberger apoyaban el nacionalsocialismo producto
de que les había conseguido trabajo tras el ascenso de Hitler49.
Lo cierto es que a ojos del régimen, los jóvenes siempre están a la
vanguardia. De ahí que la obra de Hanns Johst, Shlageter (1934), refleje
las tensiones familiares, pero dejando en evidencia que los valores positi-
vos se encuentran en los hijos50. Augusto es el joven, quien le expone a su
padre las nuevas luchas, centradas en la comunidad del pueblo.
45
Inge Scholl, «Die Weisse Rosse» [1961], en Mosse, La cultura…, op. cit.,. 287.
46
BDM History Website, Ursula Dickreuther en Chris Crawford, http://www.
bdmhistory.com/narratives.html, Consultado el 15 de octubre 2007, 19:00
hrs.
47
Paul Oestreich, «Aus dem Leben eines politischen Pädagogen: Selbstbiogra-
phie» [1947], en Mosse, La cultura…, op. cit., 291.
48
BDM History Website, Elisabeth Frietsch en Chris Crawford, http://www.bd-
mhistory.com/narratives.html, consultado el 15 de octubre 2007, 19:00 hrs.
49
BDM History Website, Ilse Kleberger en Chris Crawford, http://www.bdmhis-
tory.com/narratives.html, consultado el 15 de octubre de 2007, 19:00 hrs.
50
Mosse, La cultura..., op. cit., 137-138.
141
Verónica Luco
142
Vida cotidiana y juventud en tiempos de Hitler
vidades de sus hijos. Sin embargo, las tensiones aparecen: Willi admite que
había casos en que «los padres, no estando de acuerdo con el sistema, prohi-
bían a sus niños entrar en la juventud». Por lo tanto, reconoce que los lazos
familiares podían interponerse en la adhesión que el régimen buscaba generar
en los jóvenes. Volvemos al comienzo, a la experiencia de Léna Neuman. De
ahí se entiende el énfasis del nacionalismo en presentarse como revoluciona-
rio y que destacara el quiebre generacional, aun cuando ello no se concretara
cotidianamente, como lo confirman los casos de Willi y Günter.
51
Adolf Hitler, Mi lucha, Santiago, Editorial Solar y Cía., 1995, 298.
52
Michaud, op. cit., 261.
53
Lee, op. cit., 179.
54
Arendt, op. cit., 567.
55
Adolf Hitler, citado en Mosse, La cultura…, op. cit., 19.
56
Hitler, Mi lucha, op. cit., 300.
143
Verónica Luco
57
Ilse McKee, «Tomorrow the World» en Mosse, La cultura…, op. cit., 294.
58
Paul Brohmer, «Biologieunterricht und völkische Erziehung» en Mosse, La
cultura…, op. cit., 110.
59
«Germany», en GPA, http://www.calvin.edu/academic/cas/gpa/textbk02.htm,
consultado el 27 de octubre de 2007, 17:00 hrs.
60
Wilhelm Steckelings, «Desde el roble a la victoria cierta», en Mosse, La cultu-
ra…, op. cit., 304.
61
BDM History Website, Marianne Mostowski en Chris Crawford, http://www.bd-
mhistory.com/narratives.html, consultado el 15 de octubre de 2007, 19:00 hrs.
144
Vida cotidiana y juventud en tiempos de Hitler
62
Mosse, La cultura…, op. cit., 121.
63
Ibid., 19.
64
Hermann Klauss, «Fiestas en las Escuelas Alemanas», en Ibid., 147.
65
McKee, op. cit., 294.
66
BDM History Website, Ursula Dickreuther, en Chris Crawford, http://www.bd-
mhistory.com/narratives.html, consultado el 15 de octubre de 2007, 19:00 hrs.
67
Von Schirach, op. cit., 316.
145
Verónica Luco
68
Robert Mayer, «Hannah Arendt, National Socialism and the Project of Founda-
tion», en The Review of Politics 53:3, Notre Dame, Summer, 1991, 469-487.
146
Vida cotidiana y juventud en tiempos de Hitler
69
Hitler, Mi lucha, op. cit., 280.
70
Dagmar Reese, «The BDM Generation: a Female Generation in Transition
From Dictatorship To Democracy», en M. Roseman (ed.), Generations in Con-
flicts. Youth Revolt and Generation Formation in Germany 1770-1968, Cam-
bridge, Cambridge University Press, 1995, 30.
71
Michaud, op. cit., 259.
72
Ibid., 269.
73
Reese, op. cit., 238-239.
74
Ibid., 238.
147
Verónica Luco
tivo hacían el servicio juvenil obligatorio 75. Así, la cifra de los jóvenes que
pasaron por la Hitlerjugend llega casi a los nueve millones76.
Se ingresaba a los movimientos juveniles desde los diez años. Los
hombres, a través de la Deutscher Jungvolg, permanecían ahí hasta los
catorce, cuando podían formar parte de la Hitlerjugend. En cambio, las
niñas comenzaban en la Jungmädelbund, para a los catorce años unirse
a la Bund Deutscher Mader (BDM-Liga de Niñas Alemanas), rama de la
Hitlerjugend
Los jóvenes se reunían al menos dos veces por semana. El sábado
era el Día de la Juventud y la tarde del miércoles mantenían actividades
obligatorias, generalmente de educación política. Además, algunos fines
de semana realizaban paseos y en las vacaciones campamentos. En ellos,
el eslogan era «Nacemos para morir por Alemania»77. Los límites de lo
privado y lo público son inexistentes para los gestores del movimiento.
Las ex BDM recuerdan que les enseñaban canciones folclóricas, de-
portes y juegos, aprendían acerca de la Hitlerjugend y la vida de Hitler78.
Se instala una visión de mundo.
Estas organizaciones incluso se extendían a las colonias alemanas.
En Chile ya en el año 1933, y al menos hasta 1944, se realizaban en los
alrededores de Temuco actividades para los jóvenes colonos: excursio-
nes, campamentos, enmarcados en las actividades del Partido Nazi. En
el Archivo Alemán Emilio Heid, encontramos un álbum completo de la
Hitlerjugend chilena y los colegios alemanes en territorio nacional con
la fotografía de Hitler en la pared. Se distinguen los uniformes oficiales,
también el ambiente festivo de estos encuentros, al igual que marchas de
unos 200 jóvenes, guiadas por las respectivas banderas y tambores.
Se pone énfasis en los textos para adoctrinar a niños y jóvenes. Por
ejemplo, existía el Pimpf im Dienst (1938), para los Jungvolg79. Casi
todos los niños tenían una copia de este libro, que presentaba a Hit-
ler como un héroe e imponía, «queremos convertirnos en lo que él es»
como preámbulo de su biografía. A continuación ilustraba los valores
75
Peukert, op. cit., 151.
76
Alexander von Plato, «The Hitler Youth Generation and its Role in the Two
Post-war German States», en Roseman, op. cit., 210.
77
Michaud, op. cit., 268.
78
BDM History Website, Giesela Borgwaldt, en Chris Crawford, http://www.bdm-
history.com/narratives.html, consultado el 15 de octubre de 2007, 19:00 hrs.
79
«The Life of the Führer», en GPA, http://www.calvin.edu/academic/cas/gpa/
pimpfhitler.htm, consultado el 27 de octubre de 2007, 17:00 hrs.
148
Vida cotidiana y juventud en tiempos de Hitler
del Führer, siempre pensando en generar una respuesta en los niños que
equivaliera a la de Hitler. Ello, en cuanto a la necesidad de liderazgo, la
voluntad, camaradería, el compromiso con el movimiento y el rechazo a
la política anterior a su ascenso80.
Asimismo, encontramos revistas mensuales para los Jungvolg, como
Der Pimpf. Esta destacaba las aventuras y la acción. En cambio, Das
deutsche Mädel, para niñas, subrayaba actividades más pacíficas: camina-
tas, cuidado de soldados, preparación para su rol materno81.
El nacionalsocialismo, en su preocupación por desarrollar una «fe»,
refuerza los símbolos para así subrayar toda la fuerza del mito fundante
de la «nueva Alemania». De ahí se entiende el énfasis en las banderas. Es-
tas son el eje de los diversos rituales nazis, como los de juramento de los
nuevos Hitlerjugend, generalmente acompañadas de canciones políticas.
Asimismo, el uniforme de la Hitlerjugend es símbolo de germanidad.
Cada niño puede tenerlo y recibir recompensas sociales por lucirlo. Por lo
tanto, se entiende que en los testimonios de las ex BDM, la mayoría detalla
los elementos del uniforme, narrando las circunstancias sobre la consecu-
ción del mismo82.
Se le asignaba un rol a la juventud, una causa superior de la cual ella
era el centro. La importancia de aquella responsabilidad es percibida por
I. Scholl, ex miembro de las Juventudes y posterior detractora del régi-
men: «se nos tomaba en serio, y de un modo muy especial, y aquello nos
proporcionaba una gran alegría. Nos sentíamos parte de un proceso, de
un movimiento que había convertido una masa en un pueblo»83.
Tanto Günter como Willi se hacen parte de la exaltación que provo-
caba este movimiento y reconocen el entusiasmo con el que ingresaron.
Günter entró a los 10 años a la Jungvolg, en 1938, «incluso peleábamos
para entrar en diferentes ramos». Willi lo hará a los 15, en 1935, «yo entré
muy tarde, estaba un poquito reservado».
Günter se detiene varios minutos para recordar el día que se inscribió
en la Jungvolg.
80
Ibid.
81
, «Das deutsche Mädel», en GPA, http://www.calvin.edu/academic/cas/gpa/
images/maedel/dm9-38.jpg, consultado el 27 de octubre de 2007, 17:00 hrs.
82
BDM History Website, Chris Crawford, http://www.bdmhistory.com/narrati-
ves.html, consultado el 15 de octubre de 2007, 19:00 hrs.
83
Scholl, op. cit., 288.
149
Verónica Luco
Este último testimonio es riquísimo. Para Willi fue tan valioso lo que
vivió en esos años de la Hitlerjugend, que desde sus recuerdos lanza pre-
guntas hacia el presente e insta, incluso me interpela, a crear algo similar
a la Hitlerjugend. Habla mucho del entusiasmo, de la actividad construc-
tiva, en contraste con los valores que la juventud viviría hoy, de ahí que
se acentúa el ver a la Hitlerjugend como una experiencia enriquecedora,
recomendable y ejemplar para nuestro presente.
150
Vida cotidiana y juventud en tiempos de Hitler
84
Hitler, Mi lucha op. cit., 501.
85
Ibid., 479.
86
Brohmer, op. cit., 112.
87
Scholl, op. cit., 287.
88
Von Schirach, op. cit., 311.
89
Gudrun Streiter, «El diario de la novia de un hombre perteneciente a las SA»,
en Mosse, La cultura…, op. cit., 143.
90
Ibid.
151
Verónica Luco
91
BDM History Website, Elisabeth Frietsch, en Chris Crawford, http://www.
bdmhistory.com/narratives.html, consultado el 15 de octubre de 2007, 19:00
hrs.
92
Hitler, Mi lucha, op. cit., 227.
152
Vida cotidiana y juventud en tiempos de Hitler
93
Ibid., 352.
94
Mosse, La cultura…, op. cit., 15.
95
«Youth ceremonies- Rites of passage for the Youth. How do I organize a Youth
Ceremony?», en GPA, http://www.calvin.edu/academic/cas/gpa/jufeier.htm,
consultado el 27 de octubre de 2007, 17:00 hrs.
96
Scholl, op. cit., 287.
97
Neuman, op. cit., 101.
153
Verónica Luco
98
Rudolf Ramlow, «Herbert Norkus? –Hier! Opfer und Sieg der Hitler-Jugend»,
en Mosse, La cultura…, op. cit., 302.
154
Vida cotidiana y juventud en tiempos de Hitler
menal, cómo se juntaron juventudes sin distinguir entre unos más ricos o
más pobres, principalmente estaban todos uniformes».
El diseño de la organización juvenil dio resultado. El compañerismo
planteado generó una integración que es valorada por los antiguos miem-
bros del movimiento.
Además, esa integración en muchos casos se volcó a la comunidad
alemana (aria). Así, además de la vía militar, se plasma la orientación
social de los jóvenes en su participación en actividades como la campaña
de «Ayuda invernal», recolectando dineros para los más pobres. Asimis-
mo, están los «Servicios Laborales». Marianne Mostowski fue al campo
a ayudar a una familia con los niños, la limpieza, las compras. «En las
noches regresábamos […] a veces completamente exhaustos, porque algu-
nas de las granjas estaban alejadas. Pero lo hacíamos con placer, porque
estábamos trabajando para nuestra patria y pensábamos que estábamos
ayudando a nuestro país a ganar la guerra»99.
Trude Rittmeyer narra con orgullo las felicitaciones que recibió de la
señora del campesino a la cual ayudó: «¡Ayudaste tanto hoy! No creíamos
que ustedes, niñas de la ciudad, pudieran llegar a trabajar así»100. Por lo
tanto, la integración desde los jóvenes, sale a la comunidad.
99
BDM History Website, Marianne Mostowski, en Chris Crawford, http://www.bd-
mhistory.com/narratives.html, consultado el 15 de octubre de 2007, 19:00 hrs.
100
BDM History Website, Trude Rittmeyer, en Chris Crawford, http://www.bdmhis-
tory.com/narratives.html, consultado el 15 de octubre de 2007, 19:00 hrs.
101
Hitler, Mi lucha, op. cit., 311.
102
Ibid., 306.
103
Von Schirach, op. cit., 311.
155
Verónica Luco
104
BDM History Website, Ursula Sabel, en Chris Crawford, http://www.bdmhis-
tory.com/narratives.html, consultado el 15 de octubre de 2007, 19:00 hrs.
105
BDM History Website, Helga Brachmann, en Chris Crawford, http://www.bd-
mhistory.com/narratives.html, consultado el 15 de octubre de 2007, 19:00 hrs.
156
Vida cotidiana y juventud en tiempos de Hitler
106
Hitler, Mi lucha, op. cit., 259.
157
Verónica Luco
107
Ibid., 372.
108
«You and Your People (Volk)», op. cit.
109
«That is Victory! Letters of Faith in New Times and War» , en GPA, http://
www.calvin.edu/academic/cas/gpa/sieg.htm, consultado el 27 de octubre de
2007, 17:00 hrs.
110
BDM History Website, Ursula Sabel, en Chris Crawford, http://www.bdmhis-
tory.com/narratives.html, consultado el 15 de octubre de 2007, 19:00 hrs.
111
BDM History Website, Ursula Dickreuther en Chris Crawford, http://www.
bdmhistory.com/narratives.html, Consultado el 15 de octubre de 2007,
19:00 hrs.
112
Neuman, op. cit., 24.
158
Vida cotidiana y juventud en tiempos de Hitler
159
Verónica Luco
113
Peukert, op. cit., 150.
114
Hitler, Mi lucha, op. cit., 395.
115
«You and Your People (Volk)», op. cit.
160
Vida cotidiana y juventud en tiempos de Hitler
161
Verónica Luco
uno no sabía cómo irían las cosas para futuro, uno no captó. Se
dice mucho que fuimos todos nazis ¿en qué forma nazis? Ese Partido
era de adultos, nosotros éramos chicos. No teníamos nada que ver con
lo que han hecho. Ni captamos cómo era su programa o cómo andaba
la cosa. […] En ese tiempo, estábamos más encerrados, más separados.
Entonces no habíamos captado profundamente las cosas que pasaban
políticamente.
162
Vida cotidiana y juventud en tiempos de Hitler
mente contrasta el hoy con el ayer, idealizando ese pasado. Las segurida-
des ofrecidas son sobrevaloradas. Y Günter subraya, «yo lo pasaba bom-
ba. Pero, naturalmente uno se da cuenta ahora de que no era todo gloria».
116
Nolan, «Antifascism Under Fascism…», op. cit., 39.
117
Ibid., 41.
118
Lee, op. cit., 192.
119
Ibid., 190.
163
Verónica Luco
120
Peukert, op. cit., 153.
164
Vida cotidiana y juventud en tiempos de Hitler
X. Conclusiones
121
Michaud, op. cit., 279.
122
Peukert, op. cit., 155.
123
Ibid., 154-165.
124
Ibid., 167.
165
Verónica Luco
mando otros: el control no era total, sin embargo, era funcional para la
estabilidad del régimen. La negociación permitía la simbiosis.
El régimen subrayaba los rasgos espirituales asociados a la juventud:
la regeneración, energía, lucha, idealismo. Ello actuaba en forma potente
sobre una generación que se encontraba disgustada con el resultado de
sus antecesores. La propaganda explotó el estado de inferioridad alemana
hasta el punto de que la juventud se sintió responsable de apoyar a Hitler
en su proyecto de recuperación del estatus alemán. Cuando la juventud
buscaba una identidad, un rol, aparejaba su destino al proyecto de en-
grandecimiento del Tercer Reich. Así, encontraba un propósito vital, y
uno que le brindaba beneficios en cuanto a vínculos sociales, autoestima,
recreaciones y sentido de pertenencia.
Esta asociación entre juventud y régimen se puede encontrar en los
jóvenes soviéticos, dispuestos a soportar los sacrificios ante un futuro pro-
metedor125. Asimismo, la juventud italiana, ensalzada por un Futurismo
que veía el éxito en relación a la fuerza, la energía y el movimiento –al
menos en un principio– sintoniza con la revolución de Mussolini. Estos
regímenes coincidían en ensalzar sus propios logros en contraposición a
los fracasos del pasado: las nuevas generaciones asumían un nuevo papel,
recogían la esperanza de «continuar con los triunfos». Y el régimen estaba
pendiente de las reacciones de la juventud. Solo así se entiende el extenso
y detallado programa de educación que sobre ella se posaba.
Para el caso alemán, constante es la referencia a las dificultades de los
años 20 y 30. Las inseguridades que colmaban aquellos años previos a la
llegada de Hitler, conducirán a la juventud a confiar en un movimiento
que a futuro les promete existencias seguras. Solo cuando los jóvenes es-
tán en el frente, se percatan de sus errores de cálculo: Alemania no estaba
en la vanguardia, la confianza depositada en las promesas tambaleaba.
Sin embargo, el recorrido de la juventud marcó. Y ello se percibe en
los testimonios de Günter, Willi y las ex miembros de la rama femenina
de la Hitlerjugend, quienes rescatan aspectos positivos del régimen. El
entusiasmo es más bien la norma. No obstante, ello no excluye la crítica,
reflejada en tantos compañeros de estos jóvenes que sospechaban del ré-
gimen, a puertas cerradas.
No obstante, las cargas negativas están presentes. Sobre todo, la frus-
tración tras contrastar el ideal con la realidad: el régimen al que ellos se
habían confiado era mortal. Las explicaciones que los entrevistados dan,
125
Fitzpatrick, op. cit.
166
Vida cotidiana y juventud en tiempos de Hitler
167
Ser joven católico en Chile
Rodrigo Mayorga
1
Este artículo se inserta en el seminario de investigación «Religión, espacio
público y secularización. Una revisión crítica» impartido por la profesora Sol
Serrano.
2
Probablemente una de las síntesis más brillantes a la vez que sencillas sobre el
pensamiento ilustrado sea la expresada en Immanuel Kant, «¿Qué es la Ilus-
tración?», en Filosofía de la historia, México D.F., Fondo de Cultura Económi-
ca, 1979, 25-37. Sobre los detalles principales de la Revolución Francesa y sus
tensiones con la religión católica, véanse Jacques Godechot, Las revoluciones
(1770-1799), Barcelona, Editorial Labor, 1981, 61-63 y Georges Lefebvre La
Revolución Francesa y el Imperio (1787-1815), México D.F., Fondo de Cul-
169
Rodrigo Mayorga
170
Ser joven católico en Chile
diversa y el análisis y crítica que de cada uno podría hacerse bastaría para
llenar estas páginas5, lo cierto es que estas nuevas miradas han permi-
tido acceder al estudio de lo religioso entendiéndolo como un fenómeno
humano y, por lo mismo, netamente histórico. Así se rechaza toda noción
preconcebida de carácter teleológico o similar y se es capaz de observar
las mil y una complejidades existentes en las nuevas formas adoptadas por
la religión en general y por el catolicismo en particular, ante los procesos
de secularización vividos por las sociedades modernas, fenómeno que co-
bró aún más matices y ribetes en una realidad tan distinta de la europea,
como fue la latinoamericana6.
Chile, sin duda alguna, también vivió un importante proceso de secula-
rización ya desde la Independencia, cuando el principio religioso que funda-
mentaba el poder de la monarquía vino a ser reemplazado por el postulado
de la soberanía popular que pretendía sustentar un orden republicano y
liberal. Desde entonces, y a pesar de que constitucionalmente la Iglesia y el
Estado no estuviesen separados, la religión y el catolicismo en Chile vivie-
ron una serie de cambios, reacomodaciones y batallas, en la medida en que
el proceso de secularización iba fortaleciéndose y se veía expresado, tanto
en el plano legal como en el político y cultural. Si bien el análisis de estos
fenómenos excede con creces el enfoque constitucional y legal, creemos que
un punto de inflexión importante se vivió en 1925, cuando la constitución
dictada en aquel año separó definitivamente a la Iglesia y al Estado, esta-
bleciendo nuevos parámetros para la primera, en términos de cómo debía
enfrentarse a los embates del proceso secularizador.
Dentro del análisis del proceso de secularización vivido por la socie-
dad chilena y del papel del catolicismo jugado dentro de este, creemos que
171
Rodrigo Mayorga
7
Más recientemente una serie de historiadores, enfocados directa o indirecta-
mente en las temáticas propias de la historia religiosa, han venido a poner
énfasis y a analizar mucho más acuciosamente este aspecto tradicionalmente
olvidado. A modo de ejemplo podemos mencionar a Sol Serrano y su estudio
preliminar de Vírgenes viajeras. Diarios de religiosas francesas en su ruta a
Chile, 1837-1874, Santiago, Ediciones Universidad Católica de Chile, 2000 y
a Francisco Javier González Errázuriz, Aquellos años franceses. 1870-1900.
Chile en la huella de París, Santiago, Taurus, 2003, 91-168.
172
Ser joven católico en Chile
8
Es este el lugar preciso para agradecer a dos personas cuyo aporte a esta inves-
tigación ha sido fundamental y que son además educadores y formadores de
jóvenes. En primer lugar, a Carlos Celedón, rector del Colegio de los SS. CC. de
Manquehue, quien no sólo me orientó en las profundidades de la historia de la
Congregación de los SS. CC. en Chile, sino que además me ayudó a acceder a
documentación de vital importancia para esta investigación. En segundo lugar,
a Rodrigo Cordero, bibliotecario del Colegio de los SS. CC. del Arzobispado
de Santiago, quien me facilitó los originales de La Revista Escolar del Colegio
de los SS. CC. de principios del siglo XX, permitiéndome trabajar con ellos con
total libertad, además de nutrir esta investigación con su sabiduría y conoci-
mientos sobre la historia de esta comunidad escolar. Por motivos de espacio sólo
puedo dedicar a ambos estas modestas líneas de agradecimiento, a pesar de que
el sentimiento de gratitud que las origina las excede y supera con creces.
9
El principal exponente de este pensamiento fue Manuel de Salas y su principal
expresión la Academia de San Luis. Al respecto véase Ruth Aedo-Richmond,
La educación privada en Chile: Un estudio histórico-analítico desde el período
colonial hasta 1990, Santiago, Ril Editores, 2000, 20-24 y Gregorio Weinberg,
Modelos educativos en la historia de América Latina, Buenos Aires, Editorial
Kapelusz, 1984, 75-88.
10
Sol Serrano, «La escuela chilena y la definición de lo público», en Francois -
Xavier Guerra y Annick Lempériére, Los espacios públicos en Iberoamérica.
Ambigüedades y problemas. Siglos XVIII-XIX, México D.F., Fondo de Cultu-
ra Económica, 1998, 342.
173
Rodrigo Mayorga
11
Porcentajes obtenidos en base a las cifras consignadas en Anuario Estadístico
de la República de Chile 1866-1878, citado en Serrano, «La escuela chile-
na...», op. cit., 345.
12
Simon Collier, Chile. La construcción de una república. 1830-1865. Política e
ideas, Santiago, Ediciones Universidad Católica de Chile, 2005, 162. Para un
análisis en mayor profundidad sobre esta temática, véase Sol Serrano, Univer-
sidad y Nación. Chile en el siglo XIX, Santiago, Editorial Universitaria, 1994,
81-89.
13
Ana María Stuven V., La seducción de un orden. Las elites y la construcción de
Chile en las polémicas culturales y políticas del siglo XIX, Santiago, Ediciones
Universidad Católica de Chile, 2000, 251 - 299.
174
Ser joven católico en Chile
14
Guillermo Rojas Carrasco, El Liceo de Hombres de Copiapó. Su historia, San-
tiago, Imprenta Nascimento, 1929, 50.
15
Serrano, Universidad y Nación…, op. cit., 221.
175
Rodrigo Mayorga
16
Ponce de León, op. cit.; Serrano, Vírgenes viajeras…, op. cit.; Patricio Bernedo,
«Prensa e Iglesia en el Chile del siglo XIX. Usando las armas del adversario»,
en Cuadernos de Información 19, Santiago, 2006.
17
Serrano, Universidad y Nación…, op. cit., 89
18
Aedo-Richmond, op. cit., 82.
19
Ibid., 81.
176
Ser joven católico en Chile
20
González Errázuriz, op. cit., 114.
21
Mariano Casanova, «Discurso en la apertura del Colegio del Sagrado Corazón
en Valparaíso», en Oradores sagrados chilenos, Santiago, Imprenta Barcelona,
1913, 949.
177
Rodrigo Mayorga
22
Citado en Estanislao Raveau, Nuestro colegio y su historia, Santiago, Editorial
Universitaria, 1979, I:7. El destacado es nuestro.
23
Sobre la fundación del Instituto Nacional y el papel que se le confirió dentro del
sistema educativo nacional, puede verse Serrano, Universidad y Nación…, op.
cit., 45-59. También, sobre la misma temática, puede consultarse Guillermo Feliú
Cruz, La fundación del Instituto Nacional, Santiago, Imprenta Cultura, 1950.
24
No es este el lugar para profundizar mayormente en los orígenes de la Congre-
gación de los Sagrados Corazones. Sin embargo, todo aquél que desee hacerlo,
encontrará sin duda alguna una obra fundamental y absolutamente imprescin-
dible sobre el tema en Juan V. González Carrera, El Padre Coudrin, la Madre
Aymer y su comunidad, Roma, Colección Etudes Picpuciennes, 1978.
178
Ser joven católico en Chile
25
Gonzalo Arévalos SS. CC., El fundador y primer rector del colegio de los SS.
CC. de Valparaíso P. Juan Crisóstomo Liausu a los 160 años de su llegada a
Chile y 155 de su fallecimiento, Santiago, 1994, 3. En Archivo de la Congrega-
ción de los SS.CC., Provincia Chilena.
26
Adolfo Etchegaray SS. CC., Historia de la Congregación de los SS. CC. de
Chile, s.p.i, 18.
179
Rodrigo Mayorga
27
Citado en Esteban Gumucio, «A propósito de los 150 años de la Congregación
de los SS. CC. en Chile», en 150 años de presencia en Chile, Santiago, Congre-
gación de los SS. CC. Provincia Chilena, 1984, 55.
28
Reglamento para el Instituto Nacional, dictado por el Supremo Gobierno el 5
de octubre de 1863, Santiago, Imprenta Nacional, 1863, 18.
29
Ibid., 21.
30
Ibid., 31.
180
Ser joven católico en Chile
31
Diego Barros Arana, Plan de estudios y programas de instrucción secundaria
aprobados por el Consejo de Instrucción Pública para los liceos del Estado,
Santiago, Imprenta Cervantes, 1893.
32
Plan de estudios i programa de instrucción secundaria. Curso preparatorio,
Santiago, s.n., 1910, 4.
33
Ibid., 5-8.
34
Distribución de Premios a los alumnos de la Universidad y del Instituto Na-
cional el 16 de septiembre de 1891 presidida por el Excmo. Sr. Presidente de
la República, Santiago, Imprenta Cervantes, 1893.
35
Citado en Adolfo Etchegaray, «La labor pedagógica de los Padres de los Sagra-
dos Corazones en Chile (1837-1962), en La Revista Escolar 420, Valparaíso,
1951, 63.
36
Prospecto del Colegio de los Sagrados Corazones de Santiago, Santiago, Im-
prenta Cervantes, 1905.
181
Rodrigo Mayorga
37
Sobre las ceremonias de entrega de premios y su evolución en este período,
véase Hugo Sanhueza Alvarado, Historia del Colegio de los Sagrados Corazo-
nes de Santiago 1849-1995, Santiago, Colegio de los Sagrados Corazones del
Arzobispado de Santiago, 1995, 83-84.
38
Solemne distribución de premios en el Colegio de los Sagrados Corazones.
Santiago, 30 de noviembre de 1907, Santiago, Imprenta Cervantes, 1907.
39
Para un ejemplo de esto, véase el plantel de profesores del Instituto Nacional
en 1913, cuyas fotografías, nombres y asignaturas correspondientes aparecen
en Domingo Amunátegui Solar, Breve reseña de las fiestas centenarias del Ins-
tituto Nacional, 1813-1913, Santiago, s.n., 1913.
40
Además de esto, hacia la década de 1880 colaboraban como profesores en el
Colegio de los SS. CC. de Santiago los siguientes ex alumnos: Carlos Mönc-
keberg (Geografía), Ruperto Marchant (Historia), Enrique Nercasseau y M.
(Castellano) y J. Ramón de Gutiérrez (Latín). Etchegaray, «La labor pedagógi-
ca…», op. cit., 60.
182
Ser joven católico en Chile
Los sacerdotes del Colegio de los SS. CC. de Santiago fueron también
activos autores de libros y manuales de estudio, publicando un total de
20 libros de texto entre 1850 y 1900, entre los que se contaban, por dar
algunos ejemplos, Principios y problemas de aritmética y Sistema métri-
co, del padre Pedro Moreno, Fundamentos de la Fe, de los padres Pablo
Drinot y Francisco de Sales Soto, y, probablemente el más reconocido
de todos, el Tratado de Gramática española según las doctrinas de don
Andrés Bello42. Así, la influencia religiosa de los sacerdotes de la Congre-
gación a través de la educación se reforzaba por medio de estos manuales
de enseñanza. Sin duda no era un tema de menor importancia en la for-
mación de los alumnos que el texto que utilizaran para aprender francés
enseñara las fiestas religiosas antes incluso que las partes del cuerpo o los
sentidos43 o que, mientras el Programa de Estudios del curso de Historia
dictado para los colegios estatales pusiera énfasis en que se hiciera en este
ramo una «rápida revista de los progresos científicos e industriales de los
tiempos modernos i en especial los de nuestro siglo, para dar una idea de
la transformación que ellos han operado en la cultura i en el bienestar de
la época contemporánea»44, el libro utilizado en el Colegio de los SS. CC.
para la enseñanza de la Historia Antigua, señalase en su introducción que:
«El advenimiento del Mesías, hecho capital de la Historia, la divide
en dos partes: Historia Antigua, o de los tiempos que precedieron al naci-
miento de Jesucristo, e Historia Moderna, o de los tiempos posteriores a
41
Citado en Ibid., 61.
42
Estanislao Raveau Viancos SS. CC., Reseña histórica de la Obra de la Congre-
gación de los Sagrados Corazones de Jesús y María en Chile, desde 1834 hasta
1979, Viña del Mar, s.n., 1978, 10.
43
Lecciones de Francés. Colegio de los SS. CC., Santiago, Imprenta Cervantes,
1911.
44
Barros Arana, op. cit., 202.
183
Rodrigo Mayorga
45
Historia antigua. A.M. SS. CC. J M. G., Santiago, Imprenta Barcelona, 1904,
3.
46
Archivo del Instituto Nacional (AIN de ahora en adelante), Documentos Bi-
blioteca del Instituto Nacional, 1899.
47
Raveau, Nuestro colegio y su historia, op. cit., I:54.
48
María Eugenia Pinto Passi, La obra de pensadores europeos en la Biblioteca
del Instituto Nacional, 1861-1890. Un estudio cuantitativo, Tesis para optar
al grado de Licenciado en Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile,
Santiago, 1980, 79.
49
Ibid., 268-275.
50
Documentos Biblioteca del Instituto Nacional, op. cit.
184
Ser joven católico en Chile
Tabla Nº 1
Textos reseñados en la sección «Bibliografía» de
LA REVISTA ESCOLAR entre 1908 y 1910, según tipo51
51
Tabla realizada en base a la revisión de la sección «Bibliografía» de las edicio-
nes de La Revista Escolar, publicadas entre 1908 y 1910.
185
Rodrigo Mayorga
52
Entenderemos aquí por ‘revista escolar’ toda aquella publicación realizada por
los alumnos de un establecimiento educacional, sea esta de carácter clandesti-
no o institucional
53
Reglamento para el Instituto Nacional..., op. cit., 24.
54
Sanhueza Alvarado, op. cit., 84-85.
186
Ser joven católico en Chile
55
«Las Academias», en Academia Literaria Diego Barros Arana, Santiago 1:2,
Santiago, 1895.
56
Véase por ejemplo «Instrucción y Sociedad», en Academia Literaria Diego
Barros Arana 1:1, Santiago, 1895 y «Ayúdate», en Academia Literaria Diego
Barros Arana 1:2, Santiago, 1895.
187
Rodrigo Mayorga
los logros que con este habían conseguido respondiesen al modelo ilustra-
do57. En la práctica, como rezaba una memoria de la Academia Miguel
Luis Amunátegui, se trataba de que las academias fueran ante todo «el
fecundo jermen de la civilización del progreso» y que sus frutos fueran
«el amor a la Literatura, a las ciencias i a las artes: en una palabra a la
civilización»58.
Tradicionalmente se ha planteado que las juventudes conservadoras
asistían a colegios católicos, mientras que las de carácter liberal y radical
se educaban en colegios públicos59, por lo que podría pensarse que estas
academias literarias del Instituto Nacional habrían poseído un marcado
carácter anticlerical. Sin embargo la situación distaba bastante de esto. La
Academia Literaria Diego Barros Arana, por ejemplo, señalaba en una de
sus editoriales que había:
57
«Un jenio», en Academia Literaria Diego Barros Arana 1:1, Santiago, 1895.
58
«Memoria de la Academia ‘Miguel Luis Amunátegui’ en el 3er Período Regla-
mentario», en Revista mensual de la Academia literaria Miguel Luis Amunáte-
gui, Santiago, 8 de agosto de 1894.
59
Por ejemplo Timothy Scully, Los partidos de centro y la evolución política
chilena, Santiago, CIEPLAN-Notre Dame, 1992, 134.
60
«Adelante», en Academia Literaria Diego Barros Arana 1:1, Santiago, 1895.
188
Ser joven católico en Chile
61
Algunos, en forma sutil, lograron expresar esto a través de las revistas escola-
res del establecimiento. Un ejemplo fue el poema «Los miserables», en Acade-
mia Literaria Diego Barros Arana 1:1, Santiago, 1895.
62
Revelador al respecto es observar que, en un año donde el proceso de seculari-
zación estaba ya tan avanzado como era el de 1910, de un total de 569 alum-
nos externos que cursaban las Humanidades en el Instituto Nacional, sólo
10 solicitaron ser eximidos del ramo de Religión. La información la hemos
obtenido de la revisión de AIN, Matrícula de esternos, 1910, Volumen 1 y 2.
63
Esto quedaba reflejado en la diversidad de contactos establecidos por los
alumnos del Instituto Nacional, los que les permitían realizar una serie de
canjes de sus revistas con las publicaciones de otros colegios, como el Liceo de
Talca e incluso establecimientos de La Plata y Córdoba en Argentina. Véase La
Nueva Revista, Santiago, 15 de septiembre de 1894.
64
Sanhueza Alvarado, op. cit., 85.
65
Respecto a El Correo Literario, véase «Carta abierta del Correo Literario a sus
antiguos lectores del año 1906», en La Revista Escolar, 14 de julio de 1907.
66
Sanhueza Alvarado, op. cit., 115.
189
Rodrigo Mayorga
El régimen del colegio, sin ser tiránico, tenía una marcada tendencia
al autoritarismo; la disciplina nos resultaba intolerable. No poder hablar
en las filas, ni salir de clases sin permiso, ni reírse un poco de los profeso-
res, ni protestar por la comida, en una palabra, no hacer uso de la libertad
de opinión, de reunión y hasta de petición, nos parecía un atentado a las
garantías individuales y resolvimos, por eso, imprimir una revista para
reconquistar esos derechos […]67.
67
Citado en idem.
68
«Nuestro programa», en La Revista Escolar, 13 de junio de 1907.
190
Ser joven católico en Chile
69
No deben obviarse los grandes esfuerzos realizados por los alumnos respecto
a esto, pues ellos se preocupaban no sólo de conseguir, sino que también de
administrar este avisaje, cobrando constantemente a quienes utilizaban este
servicio y permitiendo así dar una mayor estabilidad financiera a La Revista
Escolar. Esta labor se realizó con tal eficiencia, que el espacio promedio utili-
zado en cada edición para avisaje aumentó de poco más de página y media en
1907 a 6 páginas en 1908 y a 21 páginas en 1909.
70
Cabe hacer notar que las secciones dedicadas a esto, ‘Vida Íntima’ en el caso
del colegio de Valparaíso y ‘Ecos de Santiago’ en la capital, fueron ganando es-
pacio e importancia rápidamente dentro de La Revista Escolar. Esto se debió
no sólo al gran atractivo que generaban entre los lectores, sino que también
a una organización interna del equipo redactor, que permitió satisfacer esta
necesidad de ‘reportear’ la vida cotidiana de los colegios. Para 1908 se nombró
incluso un corresponsal especial en Santiago, encargado de enviar las noticias
de la capital, cargo que recayó en el alumno de 6° año de humanidades Rodri-
go Sánchez Mira. Para el año de 1909 en tanto, no sólo se mantuvo este cargo,
sino que además se creó un cuerpo de reporters compuesto por 9 alumnos,
encargados de recolectar las noticias entregadas por los estudiantes desde los
cursos de preparatoria hasta cuarto año de humanidades –posiblemente por-
que las noticias de quinto y sexto año eran proporcionadas por los mismos
miembros de la Academia Literaria que redactaban la revista–.
191
Rodrigo Mayorga
71
Este énfasis conllevó necesariamente un aumento de espacio utilizado por esta
sección, en la medida que requería dar cuenta de muchas más defunciones. Así,
mientras en su primer año de existencia, en 1908, sólo hizo eco de 14 falleci-
mientos, durante los años de 1909 y 1910 informó sobre 80 y 54 defunciones
respectivamente.
72
«Buzón de La Revista Escolar», en La Revista Escolar, 27 de noviembre de
1909.
73
Etchegaray, Historia de la Congregación de los SS. CC. de Chile…, op. cit., 19.
192
Ser joven católico en Chile
Nuestros maestros, digo mal, nuestros padres, puesto que así los lla-
mamos y así merecen ser llamados, merecen algo más que nuestro cariño,
algo más que nuestra gratitud: merecen nuestro amor.
Ellos nos han inculcado con su ejemplo y con sus enseñanzas una fe
de profundas raíces y un catolicismo sincero que no se esconde delante
del ‘qué dirán’ y qué sabrá responder con la cabeza muy alta a los sarcas-
mos del incrédulo77.
74
Véase, entre otras, La Revista Escolar, 19 de julio de 1908 y 14 de agosto de
1908.
75
«El colegio es un hogar», en La Revista Escolar, 19 de julio de 1908.
76
Algunos ejemplos pueden verse en «Ecos de Santiago», en La Revista Escolar,
7 de noviembre de 1907y 8 de noviembre de 1908, e «In Memoriam», en La
Revista Escolar, 18 de abril de 1909.
77
«Discurso del alumno del 6to año de Santiago, Hernán Edwards Sutil, en dis-
tribución de premios», en La Revista Escolar, 25 de diciembre de 1910.
78
Véase «Memoria en el 1er período reglamentario», en Revista mensual de la
Academia literaria Miguel Luis Amunátegui, Santiago, 23 de junio de 1894;
«Memoria de la Academia ‘Miguel Luis Amunátegui’ en el 3er Período Regla-
mentario», op. cit.; y «Don Miguel Luis Amunátegui», en La Nueva Revista,
Santiago, 15 de septiembre de 1894.
79
Véase «Memoria en el 1er período reglamentario», op. cit., y Academia Lite-
193
Rodrigo Mayorga
194
Ser joven católico en Chile
Tabla Nº 2
Material gráfico de LA REVISTA ESCOLAR, 1907-191081
Ilustra- Otras
Fotos Fotos Otras
ciones Cómics ilustra-
religiosas escolares fotos
religiosas ciones
4 6 6 1 2 2
1907
19,04% 28,60% 28,60% 4,76% 9,52% 9,52%
14 34 12 18 3 9
1908
15,56% 37,78% 13,33% 20% 3,33% 10%
7 46 18 23 5 25
1909
5,65% 37,09% 14,52% 18,55% 4,03% 20,16%
9 29 22 28 7 30
1910
7,2% 23,2% 17,6% 22,4% 5,6% 24%
81
Esta tabla ha sido elaborada en base a la revisión de todo el material gráfico
publicado en La Revista Escolar entre 1907 y 1910. Se ha prescindido en este
análisis de las ‘caricaturas’, las que la mayoría de las veces correspondían a un
pequeño dibujo que ocupaba algún espacio que no se había podido llenar con
texto y que claramente tenía mucho menos impacto visual para el lector que
las fotos e ilustraciones.
195
Rodrigo Mayorga
Tabla Nº 3
Portadas de LA REVISTA ESCOLAR, 1907-191082
Portadas Portadas Portadas Otras Sin Por-
religiosas escolares históricas Portadas tada
3 4 1 3 3
1907
21,43% 28,57% 7,14% 21,43% 21,43%
8 4 2 3 1
1908
44,44% 22,22% 11,11% 16,67% 5,56%
12 3 1 1 1
1909
66,66% 16,66% 5,56% 5,56% 5,56%
10 1 2 3 0
1910
62,5% 6,25% 12,5% 18,75% 0%
82
Cuadro elaborado en base a todas las ediciones de La Revista Escolar publica-
das entre 1907 y 1909.
83
Cifras obtenidas en base a la revisión de todas las composiciones publicadas
por alumnos del Colegio de los SS. CC. de Santiago en La Revista Escolar,
entre 1908 y 1910.
196
Ser joven católico en Chile
textos sobre el Padre Coudrin, el Cristo del Perdón, los Padres Mártires de
la Comuna y el sacerdote apóstol de los leprosos Damián de Molokai84.
Pero este sentimiento existente en el Colegio de los SS. CC. de formar
parte de una comunidad de carácter católico no solo se circunscribía a los
límites territoriales del establecimiento, sino que los superaba, volvien-
do a los alumnos parte integrante de la vida de la Congregación de los
SS. CC., de la Iglesia y del mundo católico en general. En ese sentido La
Revista Escolar siempre se preocupó de mantener ligada a la comunidad
de alumnos con la Iglesia Católica mundial y particularmente la chilena,
incluyendo noticias como podían ser la muerte del arzobispo de Santiago
Monseñor Mariano Casanova, el santo del superior de la Congregación,
padre Marcelino Bousquet, o las bodas de oro sacerdotales del Papa Pío
X85. Al mismo tiempo, La Revista Escolar se reconocía como un órgano
de prensa católico, por lo cual no dejó de publicar todo aquel documento
proveniente de las autoridades eclesiásticas que viniese a reafirmar este
lazo, como fue la aprobación del gobernador eclesiástico de Valparaíso86,
una carta de felicitaciones del vicario capitular de la Arquidiócesis87 e
incluso una bendición apostólica concedida por el Papa y traída desde
Roma por uno de los sacerdotes del colegio88. Todo esto permitía que, a
fines de 1910, La Revista Escolar no solo se declarase como órgano de
publicación de los colegios de los SS. CC., sino que pudiera acompañar esto
en sus portadas con la frase «Con aprobación eclesiástica y bendecida
por su Santidad»89. Y fue justamente este sentimiento de formar parte de
una comunidad católica universal regida por el Vaticano lo que explica,
en gran medida, la postura y las acciones tomadas por los alumnos del
Colegio de los SS. CC. ante una serie de problemáticas sociales y culturales
de su entorno, entre las cuales el avance de la secularización fue sin duda
una de las más importantes.
84
La Revista Escolar, 13 de junio de 1909.
85
Al respecto véase respectivamente «In Memoriam», en La Revista Escolar,
10 de mayo de 1908; «El Revmo. Padre Marcelino Bousquet», en La Revista
Escolar, 26 de abril de 1908, y La Revista Escolar, 13 de junio de 1908.
86
«Vida íntima», en La Revista Escolar, 8 de diciembre de 1907.
87
«Documento Precioso», en La Revista Escolar, 19 de julio de 1908.
88
La Revista Escolar, 13 de junio de 1910.
89
La Revista Escolar, 25 de diciembre de 1910.
197
Rodrigo Mayorga
90
«En Roma», en La Revista Escolar, 1º de julio de 1907. Véase también «Liber-
tad, igualdad, fraternidad», en La Revista Escolar, 14 de julio de 1907; «Las
huelgas escolares y nuestra actitud», en La Revista Escolar, 26 de julio de
1907; «Religión y Ciencia», en La Revista Escolar, 4 de noviembre de 1908, y
«Francia», en La Revista Escolar, 2 de mayo de 1909.
198
Ser joven católico en Chile
91
«Vida íntima», en La Revista Escolar, 14 de julio de 1907.
92
Dos ejemplos al respecto resultan enormemente reveladores al analizarlos en
profundidad. El primero es un artículo llamado «La enfermedad del susto»,
publicado en la sección «Ecos de Santiago» de la Revista Escolar del 8 de
diciembre de 1908, el que hablaba sobre el susto que tenían los alumnos del
colegio ante los exámenes y las comisiones examinadoras desconocidas que
los tomaban, para lo cual se encontraba sólo una solución: la libertad de en-
señanza. Por otro lado, una caricatura publicada en la edición de La Revista
Escolar del 27 de noviembre de 1909 mostraba a los examinadores como seres
casi malévolos y peligrosos para el alumno del Colegio de los SS. CC., todo
esto bajo el nada sutil título de «Ante el enemigo».
93
«Bibliografía», en La Revista Escolar, 10 de abril de 1910.
94
Para un análisis en mayor profundidad sobre esta temática, puede verse Berne-
do, op. cit.
199
Rodrigo Mayorga
95
La Revista Escolar, 20 de mayo de 1909.
96
Hay que enfatizar que esto efectivamente ocurría. Así, por ejemplo, se señala-
ba en la edición del 4 de abril de 1909, que el ex alumno y antiguo correspon-
sal de La Revista Escolar en Santiago, Rodrigo Sánchez Mira, estaba dedicado
a escribir en La Unión y El Diario Popular, «defendiendo las ideas católicas
en moral, y las conservadoras y por lo tanto también católicas, en política».
Incluso algunos alumnos no requirieron necesariamente salir del colegio para
empezar una participación activa en la prensa nacional, sobre todo gracias a
ofrecimientos de personas como José M. Vásquez, administrador de El Chile-
no, quien en 1909 ofreció reproducir los artículos más destacados de la revista
en las páginas de su periódico. Al respecto véase «Buzón de La Revista Esco-
lar», en La Revista Escolar, 18 de julio de 1909.
97
«El Aniversario de Hoy», en La Revista Escolar, 13 de junio de 1908. Véase
también «Vida íntima», en La Revista Escolar, 26 de junio de 1908; «Nuestro
Aniversario», en La Revista Escolar, 13 de junio de 1909, y «Buzón de la Re-
vista Escolar», en La Revista Escolar, 29 de junio de 1909.
200
Ser joven católico en Chile
98
Ponce de León, op. cit., 351.
99
Estatutos provisorios del Centro Social de los Sagrados Corazones, Santiago,
Imprenta Cervantes, 1909, 8.
100
Raveau, Nuestro colegio y su historia, op. cit., I:49.
101
Sanhueza Alvarado, op. cit., 127. La Revista Escolar también dio cuenta de
esta visita, destacando los ‘vivas’ exclamados por los obreros y que uno de
éstos incluso había sido quien interpretara la canción nacional. Véase «Ecos
de Santiago», en La Revista Escolar, 8 de diciembre de 1909.
201
Rodrigo Mayorga
Entre los alumnos del Colegio de los SS. CC., el Patronato era vis-
to como una labor fundamental y por ende muchos participaban acti-
vamente de este. Numerosas campañas se hacían constantemente, tanto
en Santiago como en Valparaíso, para ayudar a costear sus labores y las
necesidades de sus asistentes102, encomiándose la tarea caritativa que se
realizaba en esta institución103. No era esta sí cualquier tipo de caridad,
sino una muy especial, que quería simbolizar «la unión del rico con el
pobre, del niño aristocrático con el desheredado de la fortuna, del patrono
de mañana con el obrero del porvenir»104.
En ese sentido la caridad era planteada como claramente asistencia-
lista y subordinante, en tanto se proponía su realización como un me-
dio de permitir la estabilidad y la tranquilidad social. El Patronato era
presentado como una institución capaz de «instruir al pueblo, con esa
abnegación y entusiasmo que saben dar la Religión de Cristo y sus divinas
enseñanzas»105, siendo presentadas sus actividades como portadoras «en
cada uno de sus detalles [de] una como cifra de aquella anhelada solución
del problema moderno que los sabios denominaron La cuestión social»106.
Se destacaban por lo mismo los resultados que se habían logrado a tra-
vés del Patronato entre los obreros, felicitándose, como ya hemos visto,
actitudes como la tomada ante la visita del Presidente de la República o
discursos como el que había dado el obrero Daniel Cancino en la Fiesta
del Patronato de 1908, el cual habría demostrado, según el corresponsal
de La Revista Escolar, «la gratitud que siente el corazón del pobre, cuan-
do la caridad le envía sus benéficos rayos»107.
102
«Las alcancías del Patronato», en La Revista Escolar, 13 de junio de 1907;
«Rifa del Patronato», en La Revista Escolar, 1 de julio de 1907; «Vida ín-
tima», en La Revista Escolar, 26 de julio de 1907; y «Vida íntima», en La
Revista Escolar, 19 de julio de 1908.
103
Probablemente el ejemplo más claro de esto se vio con la muerte de Francisco
Patiño Infante, ex alumno del Colegio de los SS. CC. de Santiago y socio fun-
dador del Patronato de la capital. Su «Corona Fúnebre», publicada por La Re-
vista Escolar, es en sí misma no sólo una alabanza personal, sino sobre todo un
elogio directo hacia la labor realizada por el Patronato, la cual se ejemplificaba
claramente en la vida de Patiño Infante. Véase «Corona Fúnebre de Francisco
Patiño Infante», en La Revista Escolar, 31 de julio de 1910.
104
«Colegio y Patronato», La Revista Escolar, 27 de octubre de 1907.
105
«El Patronato de los Sagrados Corazones de Santiago», La Revista Escolar, 27
de noviembre de 1909.
106
«Una obra grande», en La Revista Escolar, 29 de septiembre de 1909.
107
«Ecos de Santiago», en La Revista Escolar, 8 de septiembre de 1908.
202
Ser joven católico en Chile
Todo esto tenía directa relación con las mismas condiciones sociales
que habían promovido una encíclica como la Rerum Novarum. Había sin
duda mucho de verdadero sentimiento de caridad cristiana detrás de insti-
tuciones como el Patronato de los SS. CC., pero había también un interés
por promover los intereses de la Iglesia entre los sectores más margina-
dos de la sociedad y, particularmente, por defenderlos ante el progresivo
avance de un nuevo enemigo secularizador, como era el socialismo. De
esta forma, la instrucción religiosa y la «moralización» de los obreros por
parte de las élites, a través del Patronato, permitían no solo mantener el
orden social, sino que reforzar a la Iglesia ante las ideas socialistas que
la atacaban directamente. Un ejemplo de esto eran las reuniones que se
hacían para todos los obreros del Patronato, en los fundos de los socios
durante el 18 de septiembre, las cuales tenían como objetivo alejarlos de
la bebida, siendo vistas por sus organizadores como espacios de encuen-
tro entre ricos y pobres, que resultaban en «un argumento muy poderoso
contra el socialismo para el pueblo, y es más poderoso que todo raciocinio
porque va al corazón y no solamente a la inteligencia»108. De esta forma,
la acción social ejercida por los alumnos del Colegio de los SS. CC. a tra-
vés del Patronato, se convertía –tal como la prensa católica, la educación
o las fiestas religiosas– en un arma más en una batalla sin cuartel en pos
de la defensa de la Iglesia y de la religión católica al interior de la sociedad
chilena y universal, tal como exponía con claridad inmensa el correspon-
sal en Santiago de La Revista Escolar, al comentar la Fiesta del Sagrado
Corazón celebrada en el Colegio de los SS. CC. en 1910:
108
«Ecos de Santiago», en La Revista Escolar, 9 de octubre de 1909.
203
Rodrigo Mayorga
Y ya es la hora de combatir.
¿Qué se diría de un general que no ataca al enemigo mientras lo
puede vencer, sino que espera el ataque de aquél que solo lo dará cuando
se encuentre superior en fuerzas?
Que es necio, se responderá.
Pues nosotros seremos unos necios si no nos preocupamos de com-
batir el socialismo, ahora que lo podemos vencer.
¿Cómo? ¿dónde? se preguntará.
Al pie de este colegio, aquí al lado, está ese campo de batalla, en el
Patronato109.
109
«Ecos de Santiago», en La Revista Escolar, 13 de junio de 1910.
110
Sin duda alguna, la principal fuente histórica que hasta el día de hoy da cuen-
ta de la percepción de crisis existente en la sociedad de la época es Enrique
Mac-Iver, Discurso sobre la crisis moral de la república, Santiago, Imprenta
Moderna, 1900. Un análisis más historiográfico sobre esta situación y su rela-
ción con las celebraciones del Centenario de la Independencia Nacional, puede
encontrarse en Luis Patricio Muñoz Hernández, Los festejos del centenario
de la independencia. Chile en 1910, Tesis para optar al grado de Licenciado
en Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago, 1999, 10-21
y, más recientemente, en Soledad Reyes del Villar, Chile en 1910. Una mirada
cultural en su Centenario, Santiago, Editorial Sudamericana, 2004, 145-203.
204
Ser joven católico en Chile
111
Reyes, op. cit., 266.
112
«Vida íntima», en La Revista Escolar, 17 de julio de 1910.
113
Raveau, Nuestro colegio y su historia, op. cit., I:42-43. Hay que señalar que
no era primera vez que el Colegio de los SS. CC. de Santiago era utilizado por
el gobierno del país. En 1906, tras el terremoto del 16 de agosto, el Congreso
Nacional sufrió tal cantidad de daños que el parlamento decidió utilizar el
teatro del Colegio de los SS. CC. para realizar sus sesiones, incluso procla-
mándose allí a Pedro Montt como nuevo presidente del país. Véase al respecto
Sanhueza Alvarado, op. cit., 122-125.
114
Raveau, Nuestro colegio y su historia, op. cit., I:43.
205
Rodrigo Mayorga
115
La realización de esta edición especial sin duda demandó a los alumnos
gran dedicación y preparación, además de generarles nuevas necesidades
económicas para financiarla. Así, por ejemplo, ya en la edición del 17 de ju-
lio de 1910 de La Revista Escolar, el Directorio mismo utilizaba la sección
«Buzón de La Revista Escolar» para pedirle a un tal Luis Nebel que, ya
que era tan asiduo a la revista, ayudara económicamente a la publicación
de esta edición especial.
116
«La Nueva Centuria», en La Revista Escolar, 18 de septiembre de 1910. En
la misma edición se realizaba un homenaje a Monseñor Ramón Ángel Jara,
equiparándolo explícitamente con el resto de los ‘padres de la patria’ homena-
jeados en la misma revista.
117
Así, por ejemplo, el senador Víctor Reyes expresó en la reunión parlamentaria
celebrada con motivo del Centenario que, «obedeciendo a idénticos impulsos,
supieron los pueblos de la América desligarse con entereza i constancia inque-
brantables de los vínculos que los ligaban a la Madre Patria, de los vínculos
políticos, no de los lazos del afecto, que subsistieron i habrán de mantenerse
inalterables». Véase al respecto «Reunión parlamentaria celebrada el 17 de se-
tiembre de 1910 con motivo del centenario de la Independencia Nacional», en
Cámara de Senadores. Boletín de la Sesiones Extraordinarias en 1910, Santiago,
Imprenta Nacional, 1910. La inauguración de un monumento a Alonso de Er-
cilla como parte de los festejos del Centenario de la Independencia Nacional es
206
Ser joven católico en Chile
y que también La Revista Escolar publicó textos que hablaban sobre la In-
dependencia como una liberación de la esclavitud118, lo cierto es que España
fue presentada por lo general como una nación que merecía ser tan ensalza-
da como los mismos independentistas criollos. Esta exaltación del vínculo
nacional con España tenía una clara razón de ser, en tanto esta era la res-
ponsable de entregarle al país la Cruz y el Evangelio, «la fe en el crucificado
que adoraron nuestros padres y que adorarán los chilenos mientras palpite
el recuerdo de las glorias inmortales»119. Así, la edición especial del 18 de
septiembre de La Revista Escolar publicó artículos como «Dos Patrias»120
–en el que se agradecía a España la religión, la lengua y el valor entregado
a Chile– o el poema «¡Madre España!», del poeta y apoderado del colegio
Francisco A. Concha Castillo121, llegando incluso a intentar el Directorio de
la revista obtener una fotografía autografiada del rey español Alfonso XIII,
si bien este, a través de su secretario particular, se negó afectuosamente a
enviarla, argumentando que ya había rechazado peticiones similares de im-
portantes revistas españolas y americanas122. Pasadas las celebraciones, la
misma publicación no escatimó esfuerzos en destacar que:
otro ejemplo del mismo fenómeno que constatamos. Véase Programa Oficial de
las Fiestas Patrias en Santiago. 18 de Setiembre de 1910, Santiago, s.n., 1910.
118
«O’ Higgins», en La Revista Escolar, 18 de septiembre de 1910.
119
«La voz del rector de la Universidad», en La Revista Escolar, 19 de agosto de
1910.
120
«Dos Patrias», en La Revista Escolar, 18 de septiembre de 1910.
121
«¡Madre España!», en La Revista Escolar, 18 de septiembre de 1910.
122
«Honrosa comunicación enviada de la Corte de España por orden de S. M.
el Rey D. Alfonso XIII a ‘La Revista Escolar’», en La Revista Escolar, 31 de
agosto de 1910.
123
«Ecos del centenario», en la Revista Escolar, 15 de octubre de 1910.
207
Rodrigo Mayorga
124
Los capítulos que componían este compendio histórico y sus correspondientes
autores eran: I. Descubrimiento-Florencio Guzmán Bañados (VI año de Hu-
manidades); II. La Conquista-Darío Risopatrón Barros (literato externo); III.
La Colonia-Sergio Montt Rivas (VI año de Humanidades); IV. La Revolución
de 1810-Tomás Eduardo Rodríguez Brieba (V año de Humanidades); V. Patria
Vieja y Patria Nueva-Carlos E. Manterota Gillet (IV año de Humanidades);
VI. La República, primer período-Hernán Edwards Sutil (VI año de Humani-
dades); VII. La República, segundo período-Joaquín Monge Mira (ex alum-
no); VIII. Orígenes de la Iglesia en Chile-Fernando De la Cruz Rojas (V año de
Humanidades); IX. La Sede Metropolitana de Santiago-Pablo Sánchez Mira
(ex alumno); X. La literatura chilena-Alejandro Silva Yoacham (ex alumno);
XI. Chile actual-Enrique Villamil Concha (V año del Curso libre).
125
«Chile. Reseña Histórica (1535-1910)», en La Revista Escolar, 18 de septiem-
bre de 1910, 295. Debido a la extensión de este documento y al lugar funda-
mental que le damos en nuestro análisis, las referencias sobre éste se harán
de aquí en adelante en base a la numeración de páginas propia de La Revista
Escolar. Esta numeración se iniciaba en la primera edición de cada año y con-
tinuaba de una edición a otra, por lo cual el compendio histórico que analiza-
remos se enmarca dentro de esta numeración anual.
208
Ser joven católico en Chile
Santiago expresaban por escrito cuál era la visión que poseían y la con-
cepción que ellos mismos se habían construido sobre la historia del país.
La Reseña Histórica se iniciaba con un análisis de la historia pre-
colombina de Chile y su posterior descubrimiento y conquista por parte
de los españoles. Cabe destacar aquí que, ya desde un principio, Chile
era presentado como una tierra majestuosa e imponente, un territorio
sublime ante el cual no se podía sino «elevar nuestras alabanzas al Autor
de tanta belleza y convencernos que esta región ideal era digna patria
de héroes inmortales»126. Era pues en este escenario privilegiado, donde
vendría a darse una unión no menos privilegiada entre dos pueblos como
eran el araucano y el español, los cuales, si bien poseían debilidades que
se expresaban y criticaban claramente, eran dueños también de cualidades
monumentales, como el patriotismo y valor del araucano o el cristianismo
y el arrojo de los españoles, las que habrían conformado en su unión a la
raza chilena. Tal como señalaba la Reseña Histórica en otra parte de su
recorrido:
126
Ibid., 296.
127
Ibid., 307.
128
Ibid., 309.
209
Rodrigo Mayorga
210
Ser joven católico en Chile
129
Ibid., 320.
130
Ibid., 320-321.
211
Rodrigo Mayorga
pular, por las influencias oficiales»131. Por supuesto, uno de los elementos
centrales dentro de la crítica a la administración de Santa María tenía que
ver con las llamadas Leyes Laicas y con el conflicto del gobierno con la
Santa Sede a causa de la sucesión arzobispal, todo lo cual, según el autor
del texto, le había enajenado al Presidente la voluntad de la mayoría del
país, obligándolo a intervenir agresivamente y violar las libertades públi-
cas en las distintas elecciones realizadas durante su mandato132. Si bien el
tono del análisis se volvía un poco menos agresivo al momento de ingresar
al gobierno de José Manuel Balmaceda, lo cierto es que no se destacaba
mayormente ninguna de sus obras –salvo la solución del conflicto con el
Vaticano– mostrándosele como condenado a sucumbir, incluso a pesar de
la mediación del arzobispo Casanova. En ese sentido, la Guerra Civil de
1891 aparecía como un desenlace previsto, un abismo al cual el país se
dirigía sin remedio ya desde los tiempos de Errázuriz. En contraposición a
la esplendorosa caracterización con la que se había presentado el período
dominado por los conservadores, el período liberal no aparecía sino como
una etapa de continuos errores y de acelerada decadencia.
Los últimos cuatro capítulos del texto reseñaban la historia de la
Iglesia Católica en el país, la historia de la literatura chilena y la situación
actual de Chile. Sobre la literatura no entraremos en mayores detalles, si
bien hay que destacar las elogiosas críticas realizadas, coincidentemen-
te, a literatos conservadores –como Carlos Walker Martínez y Zorobabel
Rodríguez– y a aquellos que eran además apoderados del colegio –como
Alejandro Silva De la Fuente y Francisco A. Concha Castillo–. Respecto
a la reseña histórica de la Iglesia, esta se remontaba hasta los tiempos de
la Conquista, presentándola siempre como parte del rostro positivo de
este proceso. No había pues aquí abuso ni error alguno por parte de los
sacerdotes, sino por el contrario, solo consuelo y caridad en las manos de
hombres destacados como Luis de Valdivia y Gaspar Villarroel, siendo
además la Iglesia la gran gestora de todo progreso intelectual y moral
ocurrido en esta época. La historia de la Iglesia durante el período re-
publicano, a diferencia de la historia política del mismo, no era sino una
época de eterna gloria y bienestar, guiada por colosos del porte de Rafael
Valentín Valdivieso, Joaquín Larraín Gandarillas, Mariano Casanova o
Juan Ignacio González Eyzaguirre, quienes habían sabido siempre estar a
la altura de los conflictos de la vida nacional y de la Iglesia con el Estado,
131
Ibid., 329.
132
Idem.
212
Ser joven católico en Chile
133
Ibid., 335.
213
Rodrigo Mayorga
134
Ibid., 350.
135
Además del ya señalado Rodrigo Sánchez Mira y su labor periodística en los
periódicos conservadores y católicos, fueron destacados también en La Revis-
ta Escolar Carlos Mönckeberg Bravo, por su labor realizada en la Maternidad
Oficial del Hospital de San Borja, y Luis Sinn Tagle, Secretario de la Legación
de Chile ante el Vaticano, entre otros.
136
Algunos ejemplos pueden verse en «Adelante», op. cit.; «Las Academias», op.
cit., y «Explicación», en Academia Literaria Instituto Nacional, 1:3, Santiago,
1895. El único contraejemplo que hemos encontrado se encuentra en «Me-
moria en el 1er período reglamentario», op. cit., si bien lo único que se hace
en este artículo es aludir directamente a una labor futura de los alumnos en la
«prensa o la tribuna».
137
«¡Alumnos de los Sagrados Corazones!», en La Revista Escolar, 12 de abril de
1908.
214
Ser joven católico en Chile
Hay que señalar aquí que las pretensiones de estos jóvenes tenían
cierto asidero en la realidad, pues en tanto pertenecientes a familias de
condición acomodada formaban parte de las élites que habían hegemoni-
zado casi por completo la vida pública y política del país. Tanto su con-
dición económica como las redes y contactos familiares que poseían, les
entregaban enormes ventajas al momento de ingresar a los círculos nacio-
nales del poder. Así, si observamos a las generaciones de alumnos egresa-
dos durante los años 1908 a 1910, podemos encontrar ciertos fenómenos
interesantes. Ocho alumnos de los cincuenta que egresaron durante estos
años aparecen registrados en el Diccionario biográfico de Chile139, además
de once hermanos de ex alumnos que egresaron también del Colegio de
los SS. CC. de Santiago, pero en otros años. De los ocho alumnos señala-
dos, cinco estudiaron ingeniería, dos siguieron la carrera de la abogacía
y solo uno siguió estudios de arquitectura, sin mayor inclinación de estos
por la Universidad Católica (3 de los 8) o la Universidad de Chile (4 de los
8)140. Además, tres de ellos poseyeron y trabajaron fundos, dedicándose
incluso a la cría de caballos de polo o de animales finos. Cuatro de ellos
fueron socios del Club de la Unión, uno de ellos director del Club Hípico
y un tercero alcalde de Huique. Dos, además, obtuvieron puestos impor-
138
«El R. P. Ministro», en La Revista Escolar, 26 de julio de 1907. Otro ejemplo
clarísimo puede verse en el ya mencionado artículo de «La enfermedad del sus-
to» del 8 de diciembre de 1908, donde se señala textualmente que «Nosotros
los alumnos de hoy y que seremos mañana personas dirigentes de la sociedad,
deberíamos formar una liga de compromisos para trabajar con talento y cons-
tancia a fin de aliviar a las generaciones venideras de estas críticas agonías de
fines de año, desde que lleguemos a ser Presidentes de la República, o Ministros
de Estado, o Diputados o Senadores». «La enfermedad del susto», op. cit.
139
Se han utilizado para efectuar este seguimiento las listas de alumnos egresados
del Colegio de los SS. CC. de Santiago consignadas en La Revista Escolar, en
sus ediciones del 14 de noviembre de 1908, 27 de noviembre de 1909 y 26 de
noviembre de 1911, además del Diccionario Biográfico de Chile 1937-1938,
Santiago, Imprenta Universo, 1938, exceptuando el caso de Fernando Santa
Cruz Wilson, cuya información se ha obtenido de la edición de 1952 de la
misma obra.
140
La no concordancia de las cifras de asistencia a la universidad consignadas
respecto al total de ex alumnos observados se debe a que no se registra en el
Diccionario Biográfico de Chile la información sobre la universidad en la que
estudió Alfredo Concha Garmendía.
215
Rodrigo Mayorga
141
Información obtenida en base a las mismas listas de alumnos ya señaladas y
al cruce de éstas con la «Lista de Accionistas de la Bolsa de Comercio 1893-
1960», consignada en Juan Ricardo Couyoumdjian, René Millar y Josefina
Tocornal, Historia de la Bolsa de Comercio de Santiago 1893-1993, Santiago,
Bolsa de Comercio de Santiago, 1992, 587-606.
142
Primera convención de la Juventud Conservadora celebrada en Santiago, del 1º
al 5 de enero de 1913, Santiago, Imprenta La Ilustración, 1913, 12.
143
Monseñor Carlos Silva Cotapos entre 1881 y 1884, Monseñor Jorge Larraín
Cotapos entre 1893 y 1902, Monseñor Augusto Salinas Fuenzalida entre 1909
y 1917, Monseñor Ramón Munita Eyzaguirre entre 1912 y 1909, Monseñor
Alberto Rencoret Donoso entre 1919 y 1924, Monseñor Francisco Valdés Su-
bercaseaux entre 1919 y 1920, Monseñor Raúl Silva Silva entre 1919 y 1927,
Monseñor Eladio Vicuña Aránguiz entre 1918 y 1925 y el Cardenal Juan
Francisco Fresno Larraín entre 1922 y 1930. Véase al respecto Jaime Caicedo
Escudero, Un colegio comprometido con su Iglesia, Santiago, Colegio de los
Sagrados Corazones del Arzobispado de Santiago, 1995, 21-126.
216
Ser joven católico en Chile
217
Rodrigo Mayorga
218
Ser joven católico en Chile
144
Andrés Mauricio Bello Araya, Ethos socio-cultural de la religiosidad de jó-
venes de colegios católicos, Tesis para optar al Doctorado en Ciencias de la
Educación, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago, 2002, 11.
219
Rodrigo Mayorga
220
Seducciones de Oriente
Patricia Palma M.
I. Introducción
1
Este artículo se inserta en el seminario de investigación «Explorando la cultu-
ra material en Chile colonial: Usos y representaciones» impartido por Jaime
Valenzuela. A quien le agradezco sus útiles comentarios, así como también a
William San Martín por sus constantes aportes, una lectura crítica y el incen-
tivo a no dejar el tema por difícil que fuera descubrir las fuentes.
2
Archivo Nacional Fondo «Capitanía General (en adelante AN CG)», ‘Sobre la
arribada del buque Filipino a Talcahuano, complicidad en un contrabando del
administrador Juan Agustín Fernández’, 1801, Vol. 372, fj.75 vta. - 76.
3
Ann Smart Martin, «Material Things and Cultural Meanings: Notes on the
Study of Early American Material Culture», en The William and Mary Quar-
terly, 3rd Ser., 53:1, Virginia, Jan. 1996, 5 (traducción nuestra).
221
Patricia Palma M.
dades?, ¿qué relación tenían los sujetos coloniales con dichos artefactos?,
¿a qué se debió la mayor o menor valoración de un objeto? Sin embargo
en esta investigación quisiéramos hacernos una pregunta que muy pocos
historiadores se han hecho: ¿qué significaron los artefactos provenientes
de lugares desconocidos? ¿Cuál fue su importancia en el proceso de co-
nocimiento mutuo?
Para ello nos adentraremos a la materialidad oriental existente en
Chile a fines del período colonial y de las necesidades materiales de pro-
ductos de Oriente presente en los discursos de la época4. Queremos cap-
tar la importancia de los objetos más allá de su valor intrínseco, como
signos portadores de la cultura, en este caso oriental, y fundamental en la
representación del sudeste asiático5.
Esta investigación intenta captar la representación de oriente, a partir
de la llegada del primer buque proveniente de Oriente que tuvo un contac-
to directo con Chile, en un contexto donde el comercio con dicha región
estaba reservado solo para la capital del virreinato peruano. La fragata
Francisco Xavier, de la Compañía de Filipinas, creemos que sustentó las
ideas que permitieron justificar los dos proyectos de intercambio de bienes
materiales y artefactos de comerciantes chilenos con Filipinas a fines del
siglo XVIII, y actuó como mediador cultural entre Oriente y Chile, en la
medida en que significó el arribo de bienes y noticias y fomentó intentos
de comercialización.
Para ello analizaremos el caso de don José Urrutia y Mendiburu, ve-
cino de la ciudad de Concepción –y uno de los hombres más ricos de
Chile–, el cual intentará a fines del período colonial abrir comercio con
Filipinas intercambiando «frutos de esa ciudad», y el caso de don Manuel
Undurraga del comercio de la ciudad de Santiago, quien intenta satisfacer
las demandas de la Compañía de Filipinas de pieles finas6, vinculadas a
bienes simbólicamente relacionados con el lujo.
Sin embargo debemos aclarar que cuando nos referimos al comercio
con Filipinas no solo hablamos de un intercambio con los productos co-
4
Se entenderá como Oriente el mundo difuso para la época que significaba
extremo Oriente (principalmente China, Japón y Macao).
5
Entendemos el concepto representación, a partir de su formulación por Ro-
ger Chartier, para hacer referencia a los sistemas de percepción y de juicio
que los individuos singulares o las comunidades de interpretación significan y
construyen del mundo social. Roger Chartier, El mundo como representación.
Estudios sobre historia cultural, Barcelona, Gedisa, 1992.
6
AN CG, Vol. 751, ‘Sobre pieles de nutria’, fj.159 y ss.
222
Seducciones de Oriente
merciales de dicha isla, sino más bien con la cultura material oriental, ya
que «las Filipinas […] mantenía un activo comercio con China y el sudeste
asiático, desde donde se importaban alimentos, manufacturas diversas y
algunos objetos suntuarios para los señores de las islas»7. Como veremos a
nivel de las representaciones mentales, se prioriza una imagen y no «retra-
tos» naturales, englobando Oriente en un todo, sea este Filipinas o China.
Dicho afán de comercio directo creemos nos permitirá comprender la
alta valoración de la materialidad oriental, para intentar captar las moti-
vaciones (más allá del claro beneficio económico) que llevaron a chilenos
a establecer un contacto comercial con el mundo asiático, qué tipo de
intercambio material trajo consigo y cuál fue el peso simbólico de los
artefactos importados y adquiridos.
Consideramos importante el intento de comercio directo con Orien-
te, porque los términos de los intercambios nos permiten comprender las
necesidades de determinadas sociedades y el nivel de conocimiento que
tiene hacia otras, para poder solicitar ciertos bienes fundamentales que
anhelan y no poseen, y porque creemos que dichos proyectos comercia-
les son una ventana para comprender tanto la cultura material como la
representación del mundo asiático. Ya que, al ser un comercio no me-
diatizado por agentes peruanos o mexicanos, suponemos que los objetos
de intercambio corresponderían más a las necesidades y «discursos de lo
necesario» existentes en Chile a fines del período colonial.
De esta forma veremos que, mediante la circulación y globalización
de muchos productos, los sujetos coloniales pudieron crear una imagen
mental y otorgarle una serie de características a culturas lejanas a partir
de su materialidad. Es por ello que no debe extrañarnos que en las fuentes
cualquier elemento suntuario se ligue con la China («seda de la China»,
«porcelana de la China», etc.), aunque muchos de estos productos vinie-
ran de Manila, Laos u otra región. Esto pareciera estar ligado con una
«orientalización» de dicha región, entendiéndola desde el punto de vista
de Said, «como una manera habitual de tratar cuestiones, objetos, cua-
lidades y regiones supuestamente orientales; se considera entonces que
7
Ramiro Flores, «El secreto encanto de Oriente. Comerciantes peruanos en la
ruta transpacífica (1590-1610)», en Scarlett O´Phelan Godoy y Carmen Sa-
lazar-Soler (editoras), Passeurs, mediadores culturales y agentes de la primera
globalización en el mundo ibérico, siglos XVI-XIX, Lima, Institut français
d’études andines. IFEA - Pontificia Universidad Católica del Perú. PUCP, Insti-
tuto Riva-Agüero, 2005, 381.
223
Patricia Palma M.
8
Edward W. Said, Orientalismo, Barcelona, Debate, 2002, 109. Si bien el con-
cepto ha sido expresado a partir de la empresa francesa y británica en los siglos
XIX y XX, consideramos que muchas de las definiciones pueden ser aplicadas a la
relación entre Oriente y occidente hispano. La apropiación y la colonización a
partir de conocimiento, desde una perspectiva similar a la del orientalismo pro-
puesta por Said, aunque posterior y más directamente postcolonial, es posible
encontrarla en los trabajos de Walter Mignolo, Historias locales/diseños globa-
les. Colonialidad, conocimientos subalternos y pensamiento fronterizo, Akal,
Princeton University Press, 2000; y The darker side o the Renassance. Literacy,
Territoriality and Colonization, Ann Abor, University of Michigan, 1995.
9
AN CG, Vol. 751, «Solicitud de don Manuel Undurraga del comercio de esa ciu-
dad para que se le permita formar una compañía destinada a la casa de lovos en
las Islas de Juan Fernández y demás costas de este Reyno, y comerciar sus pieles
en la China», f. 159; Vol.721, «Real cédula sobre que se avise la forma en que
se observa la prohibición del comercio de ropas de China en este reino», 1717,
Diciembre 23, f. 155-155 v.; Vol. 720, «Real cédula en respuesta de la carta de
18 de noviembre de 1711, sobre evitar la introducción de ropas de China en este
reino, i diciendo se cumpla lo que en este punto se ha mandado» 1714, abril 20,
f. 329-330; Vol. 613, «El Conde de San Isidro, apoderado de la Compañía de
Filipinas, en solicitud de pieles de nutria u otros anfibios», 1792, f. 203- 207 vta;
Vol. 373, «Sobre proveer víveres a la fragata de S. M Maria que arribó a Talca-
huano en viaje del Asia», 1796, fj. 74-96 vta.; Vol. 372, «Sobre la arribada del
buque Filipino a Talcahuano, complicidad en un contrabando del administrador
Juan Agustín Fernández»; Vol. 195, «José Veliz, sobre que se le permita internar
a cuyo cierta cantidad de hilo de seda», 1803, f. 8.
10
AN CG, Vol.751, «Solicitud de don Manuel Undurraga...», op. cit.; Vol.
613, «El Conde de San Isidro, apoderado de la Compañía de Filipinas...»,
224
Seducciones de Oriente
op. cit., 1792; Vol. 372, «Sobre la arribada del buque Filipino a Talcahua-
no...», op. cit.
11
La Real Compañía fue creada con el propósito del desarrollo de los recursos
del archipiélago y sus beneficios se emplearían en ‘fomento’ –expresiva pala-
bra española– de nuevos cultivos, tales como especias, manufacturas textiles
y otros bienes (William Lytle Schurtz, El galeón de Manila, Madrid, Eds. de
Cultura Hispánica, 1992. 344.) y fue creada por un lapsus de 25 años. Para
profundizar en el tema ver: Ramiro Flores, «Iniciativa privada o intervencio-
nismo estatal: el caso de la Real Compañía de Filipinas en el Perú», en Scarlett
O’Phelan (comp), El Perú en el siglo XVIII. La era borbónica, Lima, Pontificia
Universidad Católica del Perú PUCP, Instituto Riva-Agüero, 1999.
12
Cristóbal Gnecco, «Programa Cátedra de doctorado: Antropología de la cul-
tura material» <www.soc.unicen.edu.ar /doctorado/curso_antropologia_de_
la_cultura_material.doc>.
225
Patricia Palma M.
de esos objetos. Los artefactos pueden tener un papel utilitario, mas tienen
también una función ideológica relacionada con la organización social»13.
En una sociedad de consumo, la significación de los objetos, más allá
de su materialidad, puede verse claramente, ya que estos, al ser reemplaza-
bles y estar en constante desuso, sugieren que están sujetos a las apreciacio-
nes culturales y sociales que son propias de determinado espacio y tiempo,
las cuales les dan forma y sentido más allá de su simple función utilitaria14.
Sin embargo, pese a que la antropología puede sernos muy útil desde
una perspectiva teórica para comprender la importancia de los objetos,
sus definiciones han sido planteadas principalmente para las sociedades
consumistas del siglo XX, por lo que muchos de estos conceptos deben
ser tratados con sumo cuidado para el mundo colonial, ya que el término
«consumo» implica un concepto moderno, diferenciándose de
13
Steven Lubar y David Kingery, History from things: Essays on Material Cul-
ture, Washington, Smithsonian Institution Press, 199. Citado por Sandra No-
gueira, «Cultura material - a emoção e o prazer de criar, sentir e entender
os objectos», en http://www.naya.org.ar/congreso2002/ponencias/sandra_no-
gueira.htm (traducción nuestra).
14
Jean Baudrillard, El sistema de los objetos, México, Siglo Veintiuno Edito-
res, 1969, «Introducción». Si bien esta dinámica corresponde a una sociedad
de consumo moderna, más que a la que se intenta indagar en este trabajo, cree-
mos que es representativo de lo que se entiende por «cultura material» a partir
de perspectivas antropológicas contemporáneas. A su vez que la «circulación»
y al «resignificación» de los objetos nos parecen temas clave en el estudio aquí
propuesto, en un contexto en que, como ha señalado Gruzinski, nos encontra-
mos en los inicios ibéricos de la modernidad. Para Gruzinski, aquella occiden-
talización o mundialización desatada desde el siglo XVI conlleva, desde Sloter-
dijk, la modernidad. Los efectos de aceleración y la movilización generalizada
(«una expansión continua de la dominación militar, política y económica, una
sucesión ininterrumpida de descubrimientos y hallazgos, una acumulación de
nuevos saberes e información de todo tipo y origen, puesta en la circulación
de objetos, mercancías, creencias e ideas») implican una circulación a escala
planetaria, pero a la vez, el traslado de aquella movilidad a todos los sectores
de la actividad humana (Serge Gruzinski, «Passeurs y elites ‘católicas’ en las
Cuatro partes del mundo. Los inicios ibéricos de la mundialización (1580-1640)»,
en O’Phelan y Salazar-Soler, op.cit. 14). Sobre la modernidad, el autor se remite al
texto de Peter Sloterdijk, La mobilisation infinie, París, Christian Bourgois, 1989.
En el mismo sentido, en El pensamiento mestizo, el autor afirmaba «la moder-
nidad estaba dando a luz unos destructores fatídicos de la noción de distancia»
(Serge Gruzinski, El pensamiento mestizo, Barcelona, Paidós, 2000, 14).
226
Seducciones de Oriente
15
Pilar Gonzalbo Aizpuru, «Del decoro a la ostentación: los límites del lujo en la
ciudad de México en el siglo XVIII», en Colonial Latin American Review 16:1,
New Mexico, 2007, 5.
16
O’Phelan y Salazar-Soler, op. cit., 15.
17
Gruzinski, «Passeurs y elites ‘católicas’...», op. cit.
18
John and Jean Comaroff, Ethnography and the historical imagination, Boul-
der (Colorado), Westview Press, 1992, 127 (traducción nuestra). Ver además
Arnold J. Bauer, «Introduction of Special issue on material culture», en The
Americas 60: 3, Washington, January 2004, quien presenta el tema a través
de la historiografía, y Daniel Miller, Material Culture and Mass Consump-
tion. Oxford, Blackwell, 1987. Este es uno de los trabajos fundamentales para
adentrarse al mundo de la cultura material, a partir de la antropología.
Para el caso de Lima virreinal, ver el estudio de Oswaldo Holguín Callo, «Li-
teratura y cultura material: el mobiliario doméstico en Lima (1840-1870)»,
227
Patricia Palma M.
228
Seducciones de Oriente
21
Frédérique Langue, «De la munificencia a la ostentación», en Nuevo Mundo
Mundos Nuevos, http://nuevomundo.revues .org/ document642.html
22
Ver los artículos de Lourdes Díaz-Trechuelo, «El comercio de Filipinas du-
rante la segunda mitad del siglo XVIII», en Revista de Indias 93-94, Madrid,
1963, 468-485 y «Filipinas en la recopilación de las Leyes de Indias», Justicia,
Sociedad y Economía en la América Española, siglos XVI al XVIII: trabajos
del VI Congreso del Instituto Internacional de Historia de Derecho Indiano,
Valladolid, Casa-Museo Colón, 1983, 409-455; los de Lytle Schurtz, El galeón
de Manila, op. cit., «Mexico, Peru, and the Manila Galleon», en The Hispanic
American Historical Review 1:4, Durham, Nov. 1918, 389-402 y «The Ro-
yal Philippine Company», en The Hispanic American Historical Review 3:4,
Nov. 1920, 491-508; y el de Ovidio García, «Manila, Acapulco y Cádiz: una
concepción del comercio español con Oriente en el siglo XVIII», en Cuadernos
Hispanoamericanos 409, Madrid, 1984, 5-34. El aporte significativo de estos
trabajos radica en presentarnos fuentes transcritas para estudiar el comercio
directo de América con Asia, las que son escasas en los archivos locales, debido
a que la mayoría están custodiadas en el Archivo de Indias, al cual, si bien ha
avanzado en digitalizar muchos de sus fondos documentales, aún no es posible
acceder al total de la información ahí custodiada y por lo tanto hacer segui-
miento a los casos que aquí se citarán.
229
Patricia Palma M.
23
Serge Gruzinski, «El historiador frente a los desafíos de la globalización».
Conferencia dictada en Biblioteca Nacional del Perú (BNP) 8 Noviembre 2007,
disponible en www.bnp.com.pe
24
Flores, «El secreto…», op. cit.
25
Carmen Bernand y Serge Gruzinski, Historia del nuevo mundo: Los mestizajes
(1150-1640), México, Fondo de Cultura Económica, 1999.
26
Ibid., 622.
27
Andrés del Castillo, «El Fuerte de San Diego, el Galeón de Manila y los in-
surgentes de Morelos: Acapulco 1810-1821. Las relaciones México-Filipinas
durante el movimiento de independencia de México», XI Congreso Interna-
cional de ALADAA. México, UNAM, Colegio de México, disponible en www.
ceaa.colmex.mx/aladaa/imagesmemoria/andresdelcastillo.pdf.
230
Seducciones de Oriente
fuentes, nos presenta testamentos y donaciones donde los trajes con telas
orientales cobran protagonismo incluso desde el siglo XVI28.
De igual forma la conferencia de Eugenio Pereira Salas a su ingreso a
la Academia Chilena de la Historia en 1948, denominada «Las primeras
relaciones comerciales entre Chile y Oriente», fue la puerta de entrada a
nuestro tema, aunque las fuentes utilizadas no tienen referencias claras
(por ser una conferencia transcrita) e incluso alguna de ellas fue imposible
de ubicar en los fondos mencionados por el historiador29.
Sin embargo, intentamos en esta investigación seguir la tendencia de
los últimos años en relación al contacto de América con el mundo asiático;
complejizar el análisis más allá de las perspectivas económicas y políticas
con las que se ha tratado por la historiografía el tráfico mercantil de Amé-
rica con Filipinas; y apoyarnos en investigaciones que ponen el acento en
los mestizajes, en las circulaciones materiales y de ideas y de lo oriental.
28
Fernando Márquez de la Plata, «Los trajes en Chile durante los siglos XVI, XVII
y XVIII», Boletín de la Academia Chilena de la Historia 3, Santiago, primer
semestre de 1934.
29
Eugenio Pereira Salas, «Las primeras relaciones comerciales entre Chile y
Oriente», Boletín Academia Chilena de la Historia 39, Santiago, segundo se-
mestre de 1948.
30
A.N. Fondo «Antiguo» (en adelante AN FA), «Expediente formado a instan-
cia de don José Urrutia y Mendiburu vecino y del comercio de la ciudad de la
Concepción sobre abrir comercio para las filipinas de los frutos desta ciudad y
el retorno en efectos de Asia», 1800, vol. 19, pieza 5, fj. 161 vta.
231
Patricia Palma M.
nas y de los productos que esta podía brindar para solucionar problemas
locales eran los argumentos que se utilizaban para justificar el comercio
con dicha provincia tan lejana.
Sin embargo este intento de comercialización directa que se trató de
llevar a cabo entre Chile y el mundo asiático, a fines del mundo colonial, no
puede ser comprendido de manera aislada, ya que solo percibiéndolo como
una fase dentro de la inserción de Oriente en América, podríamos compren-
der por qué los sujetos de dicha época concibieron los productos traídos de
las Filipinas como aquellos que podrían lograr satisfacer sus necesidades.
Es por ello que es necesario comprender partes fundamentales de este
proceso que comenzó muchos siglos antes, primero en cuanto a las re-
presentaciones de Oriente tenidas en Europa que emigraron con los con-
quistadores, y luego de manera concreta, a través del denominado Galeón
de Manila, el cual permitió introducir mercaderías orientales a todo el
continente a partir de puertos mexicanos.
La adquisición de bienes orientales se dio producto de la circula-
ción de artefactos que llegaban desde Manila hasta Acapulco, el puerto
habilitado para recibir dichas mercaderías, las cuales debían ser embar-
cadas hasta España para luego retornar a América, dentro de la lógica
del monopolio hispano. La circulación y el comercio ilegal permitieron
que una serie de productos llegaran al virreinato peruano y a la capitanía
chilena, ya que estaba prohibido para el resto de las provincias comercia-
lizar directamente con Filipinas, pese al beneficio que le significaba a los
españoles y naturales de dichas tierras. Aunque los habitantes de Filipinas
habían conseguido que la Corona autorizara en 1579 el comercio directo
del archipiélago con Nueva España, Guatemala, Tierra Firme y el Perú,
tales ordenanzas despertaron la protesta de la comunidad mercantil de
Sevilla, que presionó al gobierno para cortar este tráfico. La sujeción tuvo
éxito, y el 11 de junio de 1582 la Corona dictó una real cédula por la que
se prohibió la navegación directa entre las Filipinas y el Perú31.
31
Flores, «El secreto encanto... », op. cit., 381.
232
Seducciones de Oriente
Imagen I
Ruta que seguiría el Galeón de Manila desde el puerto
de Acapulco rumbo a Filipinas, durante más de dos siglos
y medio, en un viaje que duraba más de 60 días32
32
Bernand y Gruzinski, op. cit., 482.
33
Pedro de León Portocarrero (El judío portugués), Descripción de Lima, citado
por Fernando Iwasaki Cauti, Extremo oriente y Perú en el siglo XVI, Ma-
drid, Mapfre 1992, 30.
233
Patricia Palma M.
34
Ver también nuestro texto anterior, Patricia Palma M., «Primeras migraciones
japonesas al virreinato del Perú», en Seda. Revista de estudios asiáticos 17,
julio/agosto 2008, http://www.revistaseda.com.ar/
35
Lytle Schurtz, op. cit., 68.
36
Flores, «El secreto...», op. cit., 380.
37
Diego Lin Chou, Chile y China. Inmigración y relaciones bilaterales (1845-
1970), Santiago, Centro de Investigación Barros Arana, 2004, 48.
38
Flores, «El secreto...», op. cit., 381.
234
Seducciones de Oriente
39
AN CG, «Real cédula en respuesta de la carta de 18 de noviembre de 1711, so-
bre evitar la introducción de ropas de China en este reino, i diciendo se cumpla
lo que en este punto se ha mandado», 20 abril 1714, Vol. 720, f. 329.
40
ANCG, «Real cédula sobre que se avise la forma en que se observa la prohibi-
ción del comercio de ropas de China en este reino», 1717, Vol. 721, Foj. 155,
155v.
41
‘Falda’, según la Real Academia Española.
42
AN Fondo «Escribanos de Santiago», Vol. 419, Fs. 2 a 7vta. A estos productos
se le agregan «Vynte y tres libras de chocolate de la china […] una fuente gran-
de de loza de la china […] Un mate de madera de la China con su pie. […] Un
frasco de loza de la china […] Una chupa de rasso dela China con sus flecos de
platta y votones bien tratada […] Una ropilla y calsones de damasco neon […]
Un armador de Rasi de la China forrado […] Cuatro polleras de la china […]
Otra sobrecama de la china».
43
Biblioteca Americana José Toribio Medina, Fondo «Manuscritos». «El presi-
dente de Chile da cuenta el 11 de febrero de 1803 de una solicitud de don Ma-
nuel María Undurraga para que se le autorice para la caza de lobos marinos y
acopio de pieles», Tomo 216, Fj 23.
235
Patricia Palma M.
Corona, vemos una queja ante la «injusticia» que para dichos mercaderes
significaba que otras potencias estuvieran beneficiándose de un comercio
que podrían ellos mismos realizar, pero que por mandato real les estaba
prohibido.
Las prohibiciones legales que restringían el comercio con Manila du-
raron hasta 1778, cuando el Consulado propuso al gobernador, como me-
dio de mejorar la situación del comercio filipino, que el puerto de Manila
quedase totalmente libre y abierto para todas las naciones44, y que la Real
Compañía de Filipinas –una de las últimas grandes compañías privilegia-
das del antiguo régimen– tuviera como objetivo incentivar el progreso
económico de las islas Filipinas y comercializar a lo largo del Imperio
Español.
Dentro de la ampliación comercial de la Compañía, esta pudo esta-
blecer comercio interoceánico con Perú. El primer navío que realizó esta
travesía fue la fragata San Francisco Xavier, alias el Filipino, que llegó al
Callao en abril de 1800, llevando un cargamento de productos asiáticos
valorados en 838 mil pesos45 y que pasó y atracó en costas chilenas.
2. Representaciones de Oriente
44
Díaz-Trechuelo, «El comercio...», op. cit., 477.
45
Flores, «Iniciativa privada...», op. cit., 162.
46
Said, op. cit., 24.
47
Bernand y Gruzinski, op. cit., 500. Ibid., 622.
236
Seducciones de Oriente
del siglo XVIII la comprensión que Europa tenía de una de las formas de la
cultura oriental –idea que circulará a América– se basaba en una ignorancia
compleja, donde las cualidades más influyentes que se habían asociado a
Oriente aparecían en Los persas de Esquilo, en la cual se atribuyen a Asia
sentimientos de vacío, de pérdida y desastre48.
Por lo tanto se da en América, producto de estos contactos informa-
les con Oriente, con la autoridad que llevaba cientos de años escuchando
relatos de la situación de Asia, lo que Said ha denominado orientalismo, es
decir, «una institución colectiva que se relaciona con Oriente, relación que
consiste en hacer declaraciones sobre él, adoptar posturas con respecto a
él, describirlo, enseñarlo, colonizarlo y decidir sobre él»49.
Como planteamos anteriormente, la información fragmentada, tardía
y por canales informales (muchas veces simples rumores) será una de las
características que terminará por convertir en realidad cualquier tipo de
información que llegue de provincias tan remotas como Oriente, ya que,
como se plantea en las fuentes, existe un grave problema de comunicación
entre España (América) y Filipinas, su colonia en Oriente, situación que
quería ser revertida por la corona borbónica, y que era una justificación
más de los proyectos comerciales:
«pero que se mui recomendable y digna atencion con la navegacion
desde Talcahuano tendra Su Majestad noticias frescas y prontisimas de
aquellos remotos dominios, y tan frescas que a los 6 u 7 meses quanto mas
se reciviran en Filipinas por esta misma via esta como dije es una utilidad
mui ventajosa al estado quando suelen años enteros en que no se reciben
allí noticias de nuestra península según he sabido por los oficiales de esta
fragata el filipino»50.
La falta de noticias hacía que fuera más difícil conocer el «verdadero
retrato» de Oriente y que la representación que se tenía hace cientos de años
se siguiera reproduciendo, lo que permitirá explicar la extrema valoración,
no solo de los objetos que llegan desde tan remotos dominios sino también,
como lo afirma Mendiburu, la importancia de tener «frescas noticias».
Es ilustrativo de esto cómo Juan Egaña, a comienzos del siglo XIX,
ejemplificaba sus dichos con la «realidad» del mundo oriental: «Los pue-
blos más afectados a su independencia proporcionarán ventajas de comer-
48
Said, op. cit., 88-89.
49
Ibid., 21.
50
ANFA, «Expediente formado a instancia de don Jose Urrutia y Mendiburu...»,
op. cit., pieza 5, fj. 161.
237
Patricia Palma M.
cio que los dejen más esclavos que en el Indostán»51. Si en Indostán eran o
no esclavos no es lo fundamental; se ejemplifica con algo que se conoce o se
cree conocer, la imagen de lo oriental sigue operando de la misma manera.
Lo que representaba Filipinas significó que a comienzos del siglo XIX
los héroes de la independencia idearan un pensamiento geopolítico,
51
Juan Egaña, «Plan de defensa general de toda la América», en Escritos inéditos
y dispersos, Santiago, Imprenta Universitaria, 1949, 46.
52
Isidoro Vásquez de Acuña y García del Postigo, «El Proyecto Frustrado de una
Talasocracia Chilena», en Revista Mar 190, Valparaíso, 2004, disponible en
http://www.ligamar.cl/revis5/65.htm
53
O’Phelan y Salazar-Soler, op. cit., 27.
54
AN FA, «Expediente formado a instancia de don Jose Urrutia y Mendiburu...»,
op. cit., pieza 5, 159 vta.
238
Seducciones de Oriente
55
AN CG, «Sobre la arribada del buque Filipino a Talcahuano...», op. cit., f.75
vta.-76.
56
AN FA, «Expediente formado a instancia de don José Urrutia y mendiburu...»,
op. cit., pieza 5, fj 160.
57
Lin Chou, op. cit., 52.
58
Bernand y Gruzinski, op. cit., 505.
239
Patricia Palma M.
59
Ibid., 622.
60
AN CG, «El Conde de San Isidro, apoderado de la Compañía de Filipinas...»,
op. cit., fj. 205.
61
Bernand y Gruzinski, op. cit., 622.
240
Seducciones de Oriente
62
AN CG, «El Conde de San Isidro, apoderado de la Compañía de Filipinas...»,
op. cit., fj. 205.
63
Idem.
64
Ibid., fj. 207
241
Patricia Palma M.
que es cierto que en su casa del dicho Don Juan Agustin bio baras
de genero de seda negro y que de mas bio cortar una pollera ala esposa
y tambien uno o dos leoncitos de losa65.
65
AN CG, «Sobre la arribada del buque Filipino...», op. cit., f.125 vta.
66
Relación a las leyes que hacen referencia a Filipinas. Libro IX, tít 45, ley 48, en
Díaz-Trechuelo, «Filipinas en la recopilación de las Leyes de Indias», op. cit.
242
Seducciones de Oriente
dejar su cargo, en un juicio donde los testigos le dan más relevancia a los
bienes que se guardó para sí y su familia que al comercio que pudo haber
establecido a posteriori con las mercaderías.
Entre los objetos que «dicen» se guardó para sí y su familia, se en-
cuentran desde elementos «necesarios» que podrían justificar el ilícito, a
ojos de las autoridades, a otros extravagantes. De esta manera Don Joa-
quín Valenzuela, secretario del obispo de Concepción, declara en torno
a los bienes que dicen que se quedó el administrador Fernández: «que le
consta [...] las figuras de loza, y del alfiletero también le hoyo desir a dicho
Don Juan Agustin»67. Para muchos de los sujetos coloniales presentes en
la documentación, los objetos venidos de Oriente eran sinónimo de esta-
tus y dignos de ostentar en el espacio público. De esta manera pareciera
que los artefactos, estando en la denominada «vida privada», no cobrarán
tanto valor como cuando se exhiben, debido a «la idea de la actitud de
aparentar una determinada posición en la sociedad»68.
En el juicio de Juan Agustín Fernández también queda de manifiesto
la importancia que tiene la apreciación de los testigos ante el supuesto
hecho ilícito, y que lo que expresen será definitorio en la sentencia. Así,
vecinos como Francisco Benimelli dicen: «que lo que unicamente ha hoido
desir a varios sujetos que el citado Don Juan Agustin trajo unas varas
de genero negro para el gasto de la familia»69. Si bien el testigo no vio
lo que declara, por lo tanto podríamos decir que su afirmación no es
«verdadera», para la dinámica colonial, es «verosímil», ya que el rumor
muchas veces adquiere categoría de verdadero y la ostentación de dichos
productos actuó como factor fundamental a la hora de que los declarantes
se expresaran acerca de dicho comercio ilegal70.
Dentro de los objetos que más parecieran valorarse para la sociedad
colonial y que están presentes en la lista de las piezas de contrabando que
se dice se quedó el administrador Juan Agustín Fernández, sin duda des-
tacan los textiles y elementos decorativos. Figuras de loza, tela y seda de
diferentes colores son algunos de los objetos que ostentó dicha autoridad
en la ciudad de Talcahuano, conjuntamente con su familia. De esta ma-
nera, las estrenadas telas no podrían pasar inadvertidas para los testigos
y vecinos de la ciudad que los veían día a día en el espacio público. Así,
67
AN CG, «Sobre la arribada del buque Filipino...», op. cit., fj. 117 vta.
68
Gonzalbo, op. cit., 13.
69
AN CG, «Sobre la arribada del buque Filipino...», op. cit., fj. 108 vta.
70
Frédérique Langue «De la munificencia a la ostentación», en Nuevo Mundo
Mundos Nuevos, http://nuevomundo.revues.org/document642.html
243
Patricia Palma M.
Juan Antonio Bello expresa que: «ha visto a la mujer del citado Don Juan
Agustin la saya que se expresa, y a sus hijos con ropas de maon»71. Incluso
representantes del poder espiritual declaran sobre los bienes que se dice
posee don Agustín; el padre fray Pedro Madrid manifiesta: «que es cierto
que en su casa del dicho Don Juan Agustin bio baras de genero de seda
negro y que de mas bio cortar una pollera a la esposa»72.
Al igual que Juan Agustín, muchos otros chilenos y americanos apre-
ciaban los productos orientales, y en especial los textiles, principalmente
por dos motivos: eran manufacturas finas y altamente valoradas como
símbolo de estatus y su precio era sustancialmente inferior al de los gé-
neros europeos. Por lo tanto eran mucho más accesibles para la sociedad
chilena y americana. Como plantea Ramiro Flores,
71
AN CG, «Sobre la arribada del buque Filipino...», op. cit., fj. 110.
72
Ibid., fj. 125 vta.
73
Flores, op. cit., 394.
74
Ibid., 384.
75
Mariluz Urquijo, J. M., «Notas sobre la cerámica en el Río de la Plata (Siglos
244
Seducciones de Oriente
que es sierto que le vio comprar todas las cosas que se expresan
[unas varas de genero de seda unos seis paños de manos ordinarios an-
gostitos leoncitos de losa, cinco camisas de manta labrada, una peineta,
con peynes de madera, y alfiletero de plata de Filipinas], y mas vio que
tambien compró un baston con su puño, y que tambien le parese que
compro un poco de loza78.
245
Patricia Palma M.
te, azeitunas»80, a cambio de lo que, según él, nuestro país necesitaba con
suma urgencia: «este Reino se proveera del mismo modo en el retorno de
las producciones de aquellos paises surtiendose de los géneros81 que nece-
sita para su subsistencia indispensable, y mas en el dia que esta escasisimo
de todo con motibo de una guerra tan penosa y de tanta duracion».
Según las palabras de Mendiburu, podemos apreciar la idea de que es
Oriente quien tiene la capacidad y está en una mejor posición para poder
satisfacer las necesidades locales. No la metrópolis, a través de «géneros
de castilla», o Lima, enviando «paño de Quito», sino que una región tan
lejana y al parecer opulenta como la China:
efectos que se necesitan en Chile y de los quales hai aquí una ne-
cesidad extrema quando han escaseado quasi totalmente los generos de
Europa y los pocos que se hayan estan a los precios mas subidos, y tanto
que apenas se halla lienzo de que hazerse una camisa. Es constante pues
que se necesiten los generos de China con una necesidad urgentisima»82.
80
AN FA, «Expediente formado a instancia de don Jose Urrutia y Mendiburu...»,
op. cit., pieza 5, fj. 159 vta.
81
Si bien la palabra ‘género’ puede ser entendida como ‘especie’, en fojas siguien-
tes queda claro que se refiere a telas.
82
Ibid., pieza 5, fjs.s 161 y vta 162.
83
Pereira Salas, op. cit., 15.
246
Seducciones de Oriente
taron llevar a cabo tanto mercaderes locales como europeos, que estaban
conscientes de la valoración que tenían para Occidente y América. No im-
portaba si un artefacto era «de la China», lo importante es que «pareciera
a los que se producen en la China». De esta forma se intentarán copiar a
costos más bajos productos que desde siempre habían sido traídos desde
Asia. En El Mercurio Peruano del año 1791, presentan el caso de:
2. El lujo
84
Mercurio peruano de historia, literatura, y noticias públicas que da á luz la
Sociedad Académica de Amantes de Lima, y en su nombre D. Jacinto Calero y
Moreira, Lima, Impr. Real de los Niños Huérfanos, Tomo I, 1791, f. 24.
85
Arturo Fontecilla, «Muebles coloniales de influencia asiática», en Boletín Aca-
demia Chilena de la Historia 34, Santiago, primer semestre de 1948, 106.
86
Gonzalbo, op. cit., 13.
247
Patricia Palma M.
87
Isabel Cruz, El traje transformaciones de una segunda piel, Santiago, Ediciones
Universidad Católica de Chile, 1996, 100.
88
Lytle Schurtz, El galeón..., op. cit., 312.
89
Jaime Valenzuela, «Afán de prestigio y movilidad social: los espejos de la apa-
riencia», en Rafael Sagredo y Cristián Gazmuri (eds.), Historia de la vida pri-
vada en Chile, Tomo I: Chile tradicional. De la conquista a 1840, Santiago,
Taurus, 2005, 86.
90
«Figura pequeña de adorno». Diccionario de la Real Academia Española,
2002.
91
Fontecilla Jarrín, op. cit., 97.
248
Seducciones de Oriente
92
Acta del Cabildo de Santiago, 23 de octubre de 163, Vol XXX, 289, en Jaime
Valenzuela, Las liturgias del poder, Santiago, Dibam, 2001.
93
Cruz, op. cit., 100.
94
Flores, «El secreto...», op. cit., 381.
95
Vera Valdés Lakowsky, «México y China: del Galeón de Manila al primer
tratado de 1899», Álvaro Matute (editor), Estudios de Historia Moderna y
249
Patricia Palma M.
Sin embargo, pese a los contactos locales con sus ricos vecinos, las
islas de Filipinas se hallaban sumidas en una gran pobreza. Para fomentar
los intercambios materiales que sacaran de dicha situación a la colonia, se
creó la Compañía de Filipinas, con el objetivo de incentivar los intercam-
bios con otras provincias del Imperio Español.
La posibilidad de dicho comercio estimuló a don Manuel de Urrutia
y Mendiburu a crear su empresa y la pobreza de dicha región significó
para los mercaderes chilenos tener la posibilidad de comercializar con
ellos, de poder abrir una ruta comercial que, como habíamos expuesto, es-
taba prohibida. Por lo tanto los discursos expuestos tanto por Mendiburu
como Undurraga, en sus cartas a las autoridades chilenas, hacen hincapié
en que este intercambio material estará referido a bienes de subsistencia,
que es por la necesidad de ambas regiones y que traerá gran beneficio a
este reino: «[...] me puse a meditar muchas veces dentro de mi mismo so-
bre varios arbitrios y podrian producirle utilidad a un terreno fertil como
este pero igualmente miserable por la pobreza de la mayor parte de sus
pobladores y la decadencia de la agricultura»96.
El intercambio en la empresa de Mendiburu estaba referido a pro-
ductos de la tierra que, según las noticias, escaseaban en las islas Filipinas.
Por lo tanto, se plantea como la realidad de dicha región:
constandome con evidencia, y por cartas del señor general Igño Na-
ria de Alava y por informes que me ha dado el comandante oficiales de
esta fragata Filipina q aquellas islas y la escuadra junta en aquellos [ileg]
se hallan mui escasos de viberes y otros utencilios necesarios para su sub-
sistencia como son los trigos, carnes, sebos, mantequilla, quesos, azeite,
azeitunas, almendras, pasas, igos, nueses, lentejas, vinos y aguardiente97.
250
Seducciones de Oriente
IV. Conclusión
98
AN CG, «El Conde de San Isidro, apoderado de la Compañía de Filipinas...»,
op. cit., Vol.613. fj. 204.
99
Ibid., fjs. 205-205 vta.
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Patricia Palma M.
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