Parcial Daños Funciones de Responsabilidad Civil
Parcial Daños Funciones de Responsabilidad Civil
Parcial Daños Funciones de Responsabilidad Civil
LIBRO TERCERO - DERECHOS PERSONALES >> TITULO V - Otras fuentes de las obligaciones >>
Funciones de la responsabilidad. Las disposiciones de este Título son aplicables a la prevención del
daño y a su reparación.
Este artículo es una innovación importante. El Código de Vélez no contenía ninguna disposición
que hablara de las funciones de la responsabilidad. Podría decirse que partía de la base de la
concepción antigua de la responsabilidad civil sólo pensada para indemnizar.
Es cierto que existían disposiciones que preveían acciones de cesación del daño, como el art. 2499,
el 2618, el 1071 y el 1071 bis, pero ninguno un principio general de prevención del daño. Los daños
punitivos existían en nuestro derecho, pero no en el Código Civil sino en el art. 52 bis de la ley de
defensa del consumidor.
II. Comentario
No se trata de ninguna manera de un retroceso, si bien es cierto que hay quienes opinan que la
expresión responsabilidad civil es anticuada porque mira más al responsable que a la víctima. Este
artículo demuestra, desde un punto de vista sin prejuicios, que la responsabilidad civil es la
denominación correcta de un instituto que, si bien tiene por finalidad principal compensar el daño
y restablecer el equilibrio roto, puede al mismo tiempo, y aunque no sea un objetivo buscado,
prevenir y sancionar al mismo tiempo.
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Se pone entonces fin a una polémica doctrinaria: la responsabilidad civil, en el nuevo código,
puede compensar, pero también prevenir y sancionar.
2. La regulación de las funciones En los artículos siguientes se analizará la regulación de cada una
de estas funciones. Por el momento sólo cabe señalar que el tema excede el ámbito de la
responsabilidad civil de este capítulo y que pueden encontrarse disposiciones que tienden a la
prevención y sanción del daño en otras partes del código y de la legislación.
III. Jurisprudencia
Las consecuencias económicas que podrían derivarse de juicios de responsabilidad civil de los
asistentes a espectáculos deportivos están en manos de los propios organizadores. En la medida en
que sean rigurosos con la seguridad, sancionen a quienes la ponen en riesgo, tendrán menos
reclamos, lo cual constituye un poderoso incentivo económico para el cumplimiento efectivo de
sus obligaciones (CSJN, 6/3/2007, RCyS, 2007- 344; LA LEY, 2007- B, 363; RCyS, 2007-344).
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Acción preventiva. La acción preventiva procede cuando una acción u omisión antijurídica hace
previsible la producción de un daño, su continuación o agravamiento. No es exigible la
concurrencia de ningún factor de atribución.
En el código de Vélez las acciones preventivas prácticamente no existían. Un ejemplo era la cautio
damni infecti del art. 1132. El codificador cordobés decía:
" La admisión de una acción preventiva en esta materia, da lugar a pleitos de una resolución más o
menos arbitraria " y que en todo casos, los vecinos preocupados por la potencial ruina de un
edificio deben acudir a las municipalidades para que ejerzan su poder de policía.
La ley 17.711 cambió totalmente el panorama, a tal punto, que si bien no derogó expresamente el
mencionado art. 1132, la doctrina lo consideraba tácitamente sin vigor, por el segundo párrafo
agregado al 2499: " quien tema que de un edificio o de otra cosa derive un daño a sus bienes,
puede denunciar al juez a fin de que se adopten las oportunas medidas cautelares " . Si bien en su
origen estuvo pensado para los daños que se pudieran sufrir en edificios, la mención " otra cosa "
llevó a que la doctrina y la jurisprudencia lo hicieran extensivo a todas aquellas situaciones en las
cuales se pudieran sufrir daños, como por ejemplo daños al medio ambiente.
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Fuentes del nuevo código: el proyecto de 1998 contenía una disposición en el 1586 que facultaba a
los jueces para tomar medidas a fin de evitar el daño futuro.
II. Comentario
2. Requisito previo: acción u omisión antijurídica El requisito básico para poder pedir la
protección preventiva es que se trate de una acción u omisión antijurídica. Es correcto que así sea,
sin embargo surgen algunas dudas, porque este código no exige un momento previo de
antijuridicidad en la conducta para indemnizar, sino que basta con que la acción haya causado un
daño para que sea antijurídica. Es la recepción en nuestro derecho de la teoría italiana del daño
injusto, como expresamente se reconoce en los fundamentos, aunque para evitar los problemas
que suscita en aquel país esta teoría, se opta por llamarlo " daño no justificado " .
¿Cuál es la razón que lleva a que para indemnizar no se exija un momento previo de antijuridicidad
en la conducta, que baste con el daño no justificado, y que por otro lado sí se la requiera para la
procedencia de la acción preventiva? Dos respuestas son posibles. La primera es que es imposible
prescindir de la antijuridicidad en materia de responsabilidad civil y que el verdadero pensamiento
de los autores de la comisión es éste y no el del art. 1717. No es una explicación del todo
satisfactoria.
Es preferible sostener que si bien la compensación puede ser posible interpretando que todo daño
es injusto si no está justificado, en materia de prevención es todo lo contrario. Mientras una
persona no cause un daño, la regla es la libertad de actuación, por lo que sólo puede restringírsela
si se invoca la transgresión normativa. Es por otro lado la única forma de justificar la actuación
preventiva frente a un acto omisivo. Solo puede ser antijurídica una omisión si existe un deber
legal de actuar para prevenir el daño. Esa antijuridicidad no tiene que ser formal, sino comprensiva
del ordenamiento jurídico todo. Es decir, que allí donde exista un deber de actuación, impuesto
por la ley, reglamento, tratado internacional o por una tendencia jurisprudencial, se podrá plantear
la acción preventiva.
3. Requisito de peligro de daño No solo debe existir antijuridicidad, sino que también debe
demostrarse que la acción u omisión hace previsible la producción de un daño. Esta previsibilidad
se juzga en abstracto, teniendo en cuenta lo que es previsible para un hombre medio, sin dejar de
lado las particulares circunstancias. Así este artículo debe ser relacionado con el 1725: cuanto
mayor sea el conocimiento de las cosas, mayor será el deber de actuar.
La regulación es sumamente amplia. No es sólo para casos de producción de un daño, que puede
ser el caso normal, sino también para aquellos en los cuales se pide el cese de acto dañoso o se
trata de impedir su agravación.
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3.1. La acción de cese de continuación del daño La norma permite interponer la acción preventiva
para impedir la " continuación " del daño. Es una acción de cesación que tendrá lugar en todos
aquellos casos en los cuales el daño ya se ha producido, pero la conducta es continuada y se pide
su cese. En una enumeración enunciativa, pueden citarse ejemplos las siguientes acciones de
cesación de daños producidos por: a) acto abusivo, (art. 10 3° párr. Cód. Civil) b) acto
discriminatorio, art. 1, ley 23.592, c) acto contaminante, (art. 28, ley 25.675), d) acto que perturba
a los vecinos más allá de lo tolerable, art. 1973, 2° párr., e) actos violatorios al régimen de
propiedad horizontal (art. 2069, Cód. Civil), f) acto violatorio de la intimidad (art. 1770).
3.2. La acción de cese de agravamiento La acción de cesación del daño normalmente estará
comprendida en las acciones de cese de continuación o de agravamiento. Pero pueden existir
casos en los cuales el daño ya se haya producido y sea irreversible, o bien que no se trate de una
conducta continuada que se mantiene con el tiempo. El caso previsto en la norma es el del daño ya
producido, por un hecho único, pero que incluso puede llegar a ser peor. Si no estuviera prevista la
posibilidad de iniciar la acción de cese de agravamiento bien podría ser que a la víctima le dijeran
que debió directamente plantear la acción indemnizatoria.
También puede ser útil la acción de cese de agravamiento para aquellos casos en los cuales la
acción de daños ha prescripto o ha sido pagado. La acción de cese del agravamiento, que tiene un
objeto distinto, no está alcanzada, en principio, por la prescripción liberatoria.
Por otro lado, lo que la ley busca es que la prevención sea rápida y eficaz.
La ley no exige que se demuestre el factor de atribución, lo que no quiere decir que no pueda
probarlo sumariamente el interesado, si es que está a su alcance hacerlo.
III. Jurisprudencia
1. Cabe hacer lugar parcialmente a la acción de amparo incoada contra la sociedad que
explota una planta industrial a fin de que se realice en ella una investigación sobre la calidad y
condiciones de los materiales que se utilizaron para construirla, pues, si bien se encuentra
acreditado que los demandados no resultan directamente responsables por la pérdida de gas que
originara la presente demanda, el defecto en la construcción estaba y la falla se produjo, con lo
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cual resulta fundado el temor de la población de que eventos como el ocurrido se reiteren y
puedan provocar daños ambientales ( C1a Civ. y Com.
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Deber de reparar. La violación del deber de no dañar a otro, o el incumplimiento de una obligación,
da lugar a la reparación del daño causado, conforme con las disposiciones de este Código.
I.1. Introducción
A diferencia de lo que ocurría en el Código de Vélez Sarsfield, el CCyC unifica las órbitas de
responsabilidad, que se regirán, en principio, por las mismas reglas. Sin embargo, ello no es óbice a
que subsistan algunas diferencias entre el régimen aplicable al daño que emana del
incumplimiento de una obligación preexistente, y el que se deriva de un hecho ilícito stricto sensu.
II.2. Interpretación
Los Códigos decimonónicos —entre ellos, el de Vélez Sarsfield— consagraron una neta división
entre la responsabilidad civil contractual (en el derecho argentino, se trata en realidad de la
responsabilidad derivada del incumplimiento de obligaciones, incluso surgidas de fuentes no
contractuales, tales como la ley, los cuasicontratos, o la voluntad unilateral) y la extracontractual.
Varios fundamentos fueron avanzados por la doctrina de esa época para fundar esa postura
“dualista”; entre otras cosas, se decía que los intereses en juego eran distintos en cada uno de esos
sectores, porque mientras la responsabilidad contractual tutelaba únicamente el interés de las
partes, plasmada en un derecho relativo (el de crédito), la extracontractual protegía derechos
absolutos, y se ponía en funcionamiento ante una violación de la ley, lo que implicaba que en este
último caso estaba comprometido el interés general.
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Sin embargo, un largo proceso que tuvo lugar a partir de los últimos años del siglo XIX fue dando
por tierra con esa neta distinción entre las dos esferas. Si bien pueden identificarse varios
fenómenos como determinantes de esa evolución, sin duda alguna el más importante de ellos fue
el cambio de eje de la responsabilidad civil que pasó de castigar a un responsable a pretender
resarcir todo daño injustamente sufrido. Desde esta última perspectiva, carece de sentido que la
reparación de perjuicios que son idénticos esté sujeta a un régimen distinto según que ese daño
resulte del incumplimiento de una obligación o de la violación del deber general de no dañar.
En nuestro país, hace ya tiempo que existía consenso doctrinal en el sentido de propiciar una
reforma del CC que unificara los dos subsistemas de responsabilidad. Esta corriente ya había
tenido, incluso, manifestaciones concretas en algunos microsistemas, como sucede con la ley
24.240, que regula de manera unitaria los daños sufridos por los consumidores en el ámbito de la
relación de consumo.
Sin perjuicio de otras varias, las diferencias de regulación más importantes que subsistían entre las
dos órbitas en el código de Vélez eran las siguientes:
El CCyC parte del principio opuesto, pues la norma en comentario dispone que cualquiera sea la
fuente de la responsabilidad (el incumplimiento de obligaciones, o la violación del deber general
de no dañar) serán aplicables —en principio— las mismas reglas. Como consecuencia de ello,
desaparecen las diferencias antes aludidas:
a. se fija un plazo común de tres años para la prescripción liberatoria de las acciones de
responsabilidad civil (art. 2561, párr. 2, CCyC), cualquiera sea la fuente del deber de resarcir; y si
bien se prevén plazos distintos para supuestos especiales (arts. 2561, párr. 2 y 3; 2562, incs. b y d, y
2563, inc. c, CCyC), ellos no se fundan en la naturaleza obligacional o extracontractual de la
responsabilidad en esos casos; b. el deber de resarcir se extiende a las consecuencias
inmediatas y mediatas, lo cual es aplicable tanto en el ámbito aquiliano como en el obligacional —
con la excepción de los contratos paritarios, como se verá—; y c. el curso de los intereses
comienza con la producción de cada perjuicio (art. 1748 CCyC), lo que echa por tierra todo debate
en cuanto a la forma en que se produce la mora en ambas órbitas.
Más allá de lo antes dicho, no debe perderse de vista que la unificación de las dos órbitas no diluye
la distinta estructura del contrato —o más ampliamente, del incumplimiento de obligaciones—
respecto del hecho ilícito, sino que se propone, simplemente, unificar las consecuencias de ambos,
sometiéndolos, salvo casos de excepción, a las mismas reglas.
Es por ello que el CCyC mantiene estas diferencias irreductibles, que derivan de la distinta
naturaleza del hecho generador de responsabilidad en cada una de las hipótesis.
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configura por la falta de obtención del fin perseguido por el acreedor. Por el contrario, si el plan
prestacional consiste en una conducta diligente jugará el art. 1724 CCyC, y la configuración del
incumplimiento —y de la responsabilidad del obligado— requerirá de la presencia de culpa del
solvens.
Por otra parte, si bien el caso fortuito libera siempre de responsabilidad (art. 1730 CCyC), en el
campo de las obligaciones ese efecto únicamente se produce si el casus genera una imposibilidad
de cumplimiento objetiva y absoluta (art. 1732 CCyC).
Por lo demás, el deudor contractual responde siempre en forma directa (art. 1749 CCyC), incluso si
el incumplimiento es materializado por un tercero (art. 732 CCyC). En cambio, en el terreno
extracontractual el principal responde indirectamente por el daño causado por su dependiente
(art. 1753 CCyC).
Finalmente, para los casos de pluralidad de responsables el art. 1751 CCyC establece el principio
según el cual todos ellos responden frente a la víctima por el total de la deuda, ya sea que las
obligaciones respectivas sean solidarias o concurrentes. Sin embargo, en materia de obligaciones el
art. 828 CCyC mantiene el principio de la simple mancomunación, pues expresamente dispone que
la solidaridad no se presume, y debe surgir inequívocamente de la ley o del título constitutivo de la
obligación.
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En el Código Civil algunos artículos hablan de los distintos tipos de daños que se pueden sufrir. Así
hay mención al daño emergente y el lucro cesante en el art. 1069 del lucro cesante. También
menciona al daño moral en los arts. 1078 y 522, según el texto de la ley 17.711. No hay alusión
alguna a la perdida de oportunidades.
Fuentes del nuevo código: art. 1600, inc. b del Proyecto de 1998.
II. Comentario
1. Daño patrimonial y extrapatrimonial Una de las polémicas más intensas del viejo código
fue si el daño se podía dividir en patrimonial y extrapatrimonial o moral o si había terceros
géneros, como el daño biológico, el daño al proyecto de vida, el daño psíquico, etcétera.
Luego de una lectura de la forma en que está redactado el art. 1738 pareciera que los dos primeros
casos son de daños patrimoniales (daño emergente y lucro cesante) y luego lo que queda es daño
extrapatrimonial o moral.
A mayor probabilidad mayor monto tendrá. Por ejemplo el veterinario que por su culpa produce la
muerte de un caballo de carrera tendrá que pagarle al dueño los daños que sufre porque no podrá
competir en las carreras del hipódromo. Si ese caballo venía ganando las últimas carreras la
pérdida de chance será muy grande, si salió último quizás el juez no le conceda ni un centavo. Por
eso el art. 1739 dice que será indemnizable " en la medida que su contingencia sea razonable y
guarde una adecuada relación de causalidad con el hecho generador " .
Cuando el acto dañoso repercute sobre los derechos personalísimos, habrá daño extrapatrimonial.
Sin embargo debe aclararse que la lesión a un derecho personalísimo también puede dar lugar a
daño patrimonial, como podría ser el caso de una calumnia, que daña el buen nombre, pero
también produce una pérdida de clientela a un profesional.
7. Las afecciones espirituales legítimas Es correcta además la mención por separado de las
afecciones espirituales legítimas. Por lo común su lesión dará lugar a un daño extrapatrimonial o
moral. Por excepción surgirá un daño patrimonial, si repercutiera en el patrimonio.
8. Interferencia al proyecto de vida Según Galdos este daño surge por " la mutilación del plan
existencial del sujeto, de aquel que conforma su libre, personalísimo, íntimo y auténtico ' ser y
hacer ' y en la medida que ese plan supere el mero deseo, aspiración o expectativa y que se
arraigue en la probabilidad cierta de que el objetivo vital sería razonablemente alcanzado de no
mediar el hecho nocivo " .
Este tipo de daño como categoría autónoma ha recibido un fuerte espaldarazo de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, que ha reconocido que es autónomo " pues atiende a la
realización integral de la persona afectada, considerando su vocación, aptitudes, circunstancias,
potencialidades y aspiraciones, que le permiten fijarse razonablemente determinadas expectativas
y acceder a ellas " (Corte Interamericana de Derechos Humanos, 27/11/1998, " Loayza Tamayo,
María E. " , RCyS, 1999-209).
III. Jurisprudencia
Se mantiene:
1. El ordenamiento civil (arts. 519 y 1069) entiende el lucro cesante como la ganancia o utilidad de
que fue privado el damnificado, es decir, la frustración de un enriquecimiento patrimonial a raíz de
un hecho lesivo ; Si bien el lucro cesante no se presume, siendo a cargo del interesado la
acreditación de su existencia fundada en pautas objetivas, no se requiere para ello la absoluta
certeza de que el lucro esperado no se hubiera obtenido, bastando a los fines de su resarcimiento
una probabilidad suficiente de beneficio económico ( CSJN, 2/11/1995, JA, 1999 - IV - síntesis).
3. La incapacidad sobreviniente comprende, salvo el daño moral y el lucro cesante, todos los
supuestos susceptibles de reparación patrimonial, incluso los daños a la salud, a la integridad física
y psíquica de la víctima, como así también a su aspecto estético, es decir, la reparación deberá
abarcar no sólo el aspecto laborativo, sino también todas las consecuencias que afecten su
personalidad íntegramente considerada (CCiv., sala M, 13/9/2010, La Ley Online).
Lucro cesante.
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El lucro cesante hace referencia al lucro, al dinero, a la ganancia, a la renta que una persona deja
de percibir como consecuencia del perjuicio o daño que se le ha causado. Si una persona no
hubiera sufrido de un daño o perjuicio, se hubiera seguido lucrando sin problemas, lucro que se
pierde, que cesa por culpa del daño o del perjuicio, y por supuesto que el responsable será quien
causó el daño y el perjuicio, y en algunos casos tendrá que indemnizar a la víctima del daño o
perjuicio.
Daño emergente.
El daño emergente corresponde al valor o precio de un bien o cosa que ha sufrido daño o
perjuicio. Cuando el bien o la propiedad de una persona ha sido dañada o destruida por otra,
estamos ante un daño emergente, y la indemnización en este caso será igual al precio del bien
afectado o destruido.
Ejemplo:
Supongamos por ejemplo un taxista a quien otra persona le destruye el taxi. En este caso el daño
emergente es el valor o precio del taxi. Quien le destruyó el taxi tendrá que indemnizarlo por el
valor del taxi, o el monto de su reparación si esta es posible.
Ahora, ese taxista como consecuencia de la destrucción de su taxi dejo de percibir ingresos, de
suerte que esos ingresos dejados de percibir por el taxista al no tener ya su medio de trabajo,
constituye el llamado lucro cesante, el cual en muchos casos puede ser superior al mismo daño
emergente, dependiendo claro está, del tiempo que transcurra entre la destrucción del taxi y la
reparación del daño de manera tal que le permita nuevamente obtener ingresos.