Damián Cabrera - IMAGEN E INTEMPERIE de Ticio Escobar (ABEHACHE Corrigido!!!!)
Damián Cabrera - IMAGEN E INTEMPERIE de Ticio Escobar (ABEHACHE Corrigido!!!!)
Damián Cabrera - IMAGEN E INTEMPERIE de Ticio Escobar (ABEHACHE Corrigido!!!!)
Damián Cabrera1
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Maestrando del Programa de Pós-graduação en Estudos Culturais de la Escola de Artes, Ciências e
Humanidades de la Universidade de São Paulo. [email protected]
de autonomía moderna que privilegió la apariencia— que trataron de prescindir de la
imagen también fracasaron, una vez que, según Escobar, dicha desnudez no siempre es
posible, ya que la experiencia sensible pasa, necesariamente, por una “mínima distancia
formal” capaz de operar, en la percepción, el acontecimiento.
Superados estos movimientos verticales, que con su filo buscaban cortes entre
los momentos estético y poético, el libro se instala en las fechas de las post-autonomías
y recorre las direcciones horizontales hacia las cuales se ha desbordado el arte,
permeando sus propias fronteras —las fronteras son siempre porosas e inestables— y
expresándose, también, en situación de apertura, con lo cual otros territorios se vuelven
capaces de volcarse sobre el campo de lo artístico, y tensarlo: éste es el instante en el
que algunos expedientes artísticos esquivan o sellan estas superposiciones desplazando
los límites de la ética: y el autor subraya el riesgo que supone caminar sobre esta línea
tenue, una vez que la apelación a un transgresionismo poco meditado, antes que
estrategia crítica puede convertirse en gesto traducido a insumo para el mundo del
espectáculo, tan afecto al teatro de los excesos.
Ticio Escobar realiza una defensa del aura en la obra de arte, aquélla cuya
trituración Walter Benjamin había celebrado como instancia necesaria para eliminar
distancias y posibilitar aproximaciones masivas al arte, acaso como respuesta al carácter
de privilegiante del aura ilustrada: una defensa, sin embargo, no carente de reticencias.
El enigma del aura es revisitado en ambigua clave reivindicativa por el autor, en función
de un estadio del capitalismo que, con sus “industrias culturales y los medios masivos
de comunicación intentan acercar todo demasiado; tanto que las cosas y los eventos
terminan achatados, aplastados contra los ojos” (ESCOBAR, 2015, p. 40). Mientras, en
contrapartida, algunas operaciones del mercado, antes que cancelar el aura, acabarían
por invertirla, invistiendo la mercancía de un glamour fetichizante, un aura pasteurizada
sin los componentes subversivos, perturbadores o siniestros presentes en otros modelos
auráticos más allá de las fronteras del mercado, y aun de la modernidad occidental. El
autor identifica otras lecturas del aura, así como otros modelos auráticos —por ejemplo,
en el culto indígena, en lo popular—, anotando que quizás el alegato benjaminiano
sobre la anulación del aura podría ser leído como una anticipación frente a las
condiciones actuales en las cuales ésta interfiere. Escobar nos indica que frente al
avance acaparador y totalizador del capitalismo, la defensa del aura puede constituir una
estrategia de resistencia, una vez que ella es capaz de cubrir zonas no plenamente
asimilables, instrumentalizables por el orden capitalista y mercantil que domina el
globo.
El cuarto capítulo se titula Nandí verá, expresión en guaraní paraguayo que
alude, en uno de sus sentidos, a una vacuidad frívola, y que puede ser traducida
literalmente como “vacío resplandeciente”. Escobar emplea esta expresión para remitir
a un pensamiento: “el del trabajo del arte como restaurador imaginario de un espacio de
ausencia” (ESCOBAR, 2015, p. 122). En este capítulo el autor se sumerge, otra vez, en
el tema de la representación en el arte a partir de la discusión con ideas de pensadores
contemporáneos europeos —entre los que se destacan Georges Didi-Huberman y Hal
Foster—, indagando, una vez más, en el juego de distancias y aproximaciones que
alberga el despliegue de lo artístico para retener “los flujos de una significación
desatada” (ESCOBAR, 2015, p. 124). En un segundo momento, el autor se dirige a la
aplicación de los conceptos de dichos autores (a partir de los cuales reflexiona) como
filtro de lectura para la obra de artistas contemporáneos latinoamericanos.
Particular atención merece el capítulo V, titulado Prácticas de frontera.
Consideraciones sobre la ética de la imagen contemporánea, en el cual el autor explora
los territorios extra-artísticos en los tiempos expandidos y amenazados, a la vez, por la
vorágine del mercado. Advirtiendo sobre la capacidad del show business de neutralizar
el potencial transgresor del arte en función crítica, el texto demarca una zona de
disputas en situación de crisis, que toda forma de rupturismo debe considerar,
observando que la lógica innovadora del mercado —que tiene por aliados tanto la
desnudez pornográfica de la violencia mediatizada como la alta tecnología, que se
presenta desplazando incesantemente cualquier conjunto de técnicas previo— apuesta
tanto por mostrar una realidad develada en sus detalles mínimos como por una escisión
con el pasado. Sin dejar de mencionar que las industrias culturales son ávidas para
fagocitar tanto imaginarios propios de la vanguardia como contenidos esbozados por los
conceptualismos, así como sus procedimientos.
Sin embargo, Escobar señala obras de arte que desafían los límites de la ética:
tanto aquélla que se refiere a la conducta humana, como a las normas —aunque éstas
sean implícitas— del arte. El autor afirma que estos territorios no están clausurados, y
que en particular el campo de lo artístico es una instancia oscilante, siempre atravesada
por diversos contextos que van desde la coyuntura histórica hasta el espacio en el que se
despliega. Para Escobar, una sabiduría artística —en el sentido de saber profundo—
estaría, quizás, en una pericia para regular la distancia de la mirada: que no se sitúe ni
tan cerca —una vez que nada se puede saber en el en sí—, ni tal lejos —ya que nada se
puede aprehender de la abstracción altiva—. Además se subraya la importancia de la
ausencia —anticipada en el capítulo Nandí Verá—, en tanto los espacios vacíos,
blancos, constituyen superficies de inscripción posible tanto para la memoria como para
la reparación.
El libro se cierra con una conversación entre Ticio Escobar y el crítico de arte,
poeta y traductor británico Kevin Power, recientemente fallecido. El derrotero de este
intercambio —así como muchos de los textos que componen este volumen— no sigue
un esquema lineal, y posee la fluidez de una plática amiga, que nos conduce en vaivén
por el pensamiento de Escobar, por una historia del arte en Paraguay, y por los climas
que se abalanzan sobre el mundo del arte en el Mundo.