Autoria Delitos Economicos
Autoria Delitos Economicos
Autoria Delitos Economicos
RESUMEN
*
Catedrático de Derecho Penal, Universidad de León (España).
ABSTRACT
PALABRAS CLAVE
SUMARIO
A. Planteamiento
de la misma”.
No puedo detenerme aquí a analizar si los supuestos en que el CP
español prevé a lo largo de su articulado la imposición de todas o algunas
de estas consecuencias accesorias constituyen la selección más adecuada
(seguramente hay aspectos criticables) ni voy a negar que el sistema es
probablemente mejorable en lo que se refiere a la configuración o la
duración de algunas consecuencias accesorias. Sería bueno seguramente,
por ejemplo, que se pudiera actuar contra la persona jurídica cuando se
pruebe el delito, aunque por diversas razones no pueda condenarse a un
sujeto concreto (así la propuesta de Mir Puig), o que se previeran otras
posibles consecuencias que no perjudiquen a los accionistas sino que
garanticen el funcionamiento de la empresa a la vez que hacen notar su
anterior funcionamiento irregular (así, por ejemplo, la figura de la curatela
empresarial –con anotación- que propone Schünemann).
3. La tesis de la complicidad
doctrina española) “b) Los que cooperan a su ejecución con un acto sin el
cual no se habría efectuado”. Ciertamente la redacción del precepto, con
su formulación hipotética, me parece desafortunada, pero, contra lo que
opinan algunos autores españoles, la propia figura (que debería definirse
de modo positivo y con referencias materiales que aquí no puedo detallar
–lo he hecho en otros lugares-) me parece acertada y debe mantenerse
en nuestro Derecho, pues, entre otras cosas, permite atender a la diversa
importancia de las contribuciones sin forzar o ampliar el concepto de autor
en la coautoría, como en mi opinión hacen (en mayor o menor medida)
los defensores de la teoría del dominio del hecho, calificando de coautores
a sujetos cuyo dominio no pasa de ser (en las versiones más exigentes,
como la del dominio funcional del hecho de Roxin) negativo (el poder de
hacer fracasar la empresa común retirando su aportación, lo que no debe
confundirse con el mero poder de interrupción que puede tener incluso un
tercero ajeno a la empresa delictiva), frente al dominio o determinación
positiva (y objetiva) del hecho que, en mi opinión, debe caracterizar toda
forma de autoría.
Pues bien, determinados autores españoles, no siempre desde una
perspectiva común, han acudido a esta figura para calificar los supuestos
que nos ocupan. Así, yo mismo, sugería hace tiempo esta posibilidad, sin
dejar cerradas otras, Gutiérrez Rodríguez (en el mismo sentido), o Hernández
Plasencia (citando la frase de Mir Puig de que “el hecho no pertenece a
todo aquél de quien depende la posibilidad de su ejecución, sino sólo a
quien lo realiza”). Pero, naturalmente, esta tesis, como la de la inducción o
determinación, tiene sentido sólo si se rechaza el carácter de autor (mediato
o coautor), cuestión que todavía no he tratado y, por lo tanto, queda en
suspenso la validez de la calificación de cooperador necesario.
Ahora bien, quiero señalar aquí que un detractor de la construcción
roxiniana del dominio del hecho por utilización de aparatos organizados
de poder como es Gimbernat calificaba, como hemos visto, de cómplices
a los eslabones intermedios de la cadena de mando, descartada para él
la posibilidad de apreciar una inducción o determinación en cadena (el
único inductor o determinador sería, en su opinión, quien da la orden en la
cúpula de la organización). Gimbernat señala que en el delito de genocidio
se produce la única excepción a la regla general de que toda contribución
que aparezca como una conducta claramente criminal es una condición
escasa y, por lo tanto, esencial y constitutiva de cooperación necesaria
(desde el punto de vista de su caracterización, bastante aceptada de esta
5. La tesis de la coautoría
“central” (o sea, al final, “importante”) del hecho, que también está muy
presente en la tesis de la autoría mediata.
En todo caso, quizá la crítica piensa en exceso en la realización de
propia mano de acciones ejecutivas, pero hay que reconocer que en muchos
casos la fundamentación del dominio de quien actúa detrás y no actualiza
su intervención en la fase final resulta por esta cuestión más sencilla a través
de la autoría mediata. Pero la calificación de intervenciones esenciales en
fase previa puede captarse muy bien también, si se rechaza la existencia de
dominio del sujeto de atrás (por falta de instrumentalización, en referencia
a la autoría mediata, o por falta de determinación objetiva y positiva del
hecho, en el caso de la coautoría), a través de la anteriormente mencionada
figura de participación de la cooperación necesaria.
está tan clara como parece a ojos de Roxin la fungilibilidad en los aparatos
organizados de poder y que no es tan ilimitado el número se sujetos
dispuestos, sin coacción o engaño, a colaborar. O, como señalan Schröeder,
A mbos o Freund, en ocasiones serán necesarios sujetos tan especializados
que difícilmente podrán considerarse fungibles. Sin negar algún peso a
esta crítica (luego la veremos más desarrollada), el propio Roxin, advierte,
con razón, que, naturalmente, la fungibilidad hay que comprobarla en el
caso concreto. Yo añadiría que esto es importante y que, dependiendo
del delito y de la organización de que se trate, habrá fungibilidad en el
ejecutor en unos casos y en otros no, pero no automáticamente en todos
los aparatos de poder estatales u organizaciones estrictamente criminales,
pero tampoco estará ausente de modo necesario la fungibilidad en
organizaciones “legales” como las empresas. Probablemente en ellas será
más fácil que el ejecutor sea fungible en los sectores del Derecho penal
accesorio o secundario en que la delincuencia no se corresponde con una
valoración ético-social evidente, como viene a señalar (estando, por lo
demás de acuerdo con Roxin) Figueiredo Dias. Pese a todo, y admitiendo
en el plano lógico la respuesta de Roxin, Valdágua cree que su construcción
de la autoría mediata (calificación que ella misma también sostiene) en
los supuestos de fungibilidad del ejecutor y negación de ella en los de
único especialista dentro de la organización o de free-lancer especializado,
carece de fundamento valorativo suficiente, pues Valdágua aprecia en
todo caso una situación de dominio del sujeto de atrás. Ello le conduce a
su propia concepción amplia de la autoría mediata, con un fundamento
distinto, de la que no me puedo ocupar detenidamente aquí, si bien diré
resumidamente que, según esta autora, hay autoría mediata siempre que
exista un compromiso siendo el sujeto de atrás el que pueda revocarlo
(revocar la orden, si se quiere) o, dicho de otro modo, hay autoría mediata
siempre que de la actuación del sujeto de detrás sobre el de delante se
derive expresa o concluyentemente que, al tomar la resolución criminal, el
agente inmediato aceptó no ejecutar el hecho punible en el supuesto de que
el sujeto de detrás le comunique que ya no quiere que se realice el hecho.
En este caso se produciría una subordinación voluntaria del actuante
inmediato a una eventual decisión del agente mediato. La concepción de
Valdágua es sin duda interesante, pero muy amplia y olvida que el poder
o no revocar la orden del sujeto de atrás no resta autonomía al de delante,
que puede en realidad volverse atrás en cualquier momento.
Importante aparentemente es la crítica de Renzikowski de que, pese a
no sigan actuando al margen del Derecho, como algo separado del Estado
y opuesto esencialmente a él).
En mi opinión, por lo tanto, no cabe excluir a las empresas de la
consideración de aparatos de poder con ejecutores fungibles en algunos
casos y respecto de ciertos delitos. Pero, con eso, todavía no he dicho que el
sujeto de atrás, en estos o en los aparatos organizados de poder criminales
(estatales o no), sea un autor mediato.
Sin poder detenerme aquí en algunas posturas cercanas a la de Roxin,
pero no idénticas (como la del “autor intelectual” que propone en España
Joshi Jubert y que, según Ferré Olivé, no encuentra sólido sustento en
el Código Penal), diré que la fundamentación de la autoría mediata en
la fungibilidad del instrumento resulta muy sugerente, pues destaca
claramente lo que separa estos supuestos de los “clásicos” de inducción o
determinación, en los cuales, al no existir fungibilidad del autor inmediato,
el inductor o determinador no puede contar con que por el simple hecho
de proponerlo él el delito se cometerá o se intentará cometer. Sin embargo,
aunque con algunas dudas, estimo que, como ya señaló en España hace
bastante tiempo Gimbernat, no nos hallamos ante casos de autoría mediata,
sino de participación en sentido estricto (según las circunstancias y, sobre
todo, según el lugar que el sujeto ocupe en la cadena que sigue la orden, se
tratará de inducción o determinación o de alguna forma de cooperación),
pues, pese a todo, la comisión del delito pasa siempre por la decisión
voluntaria libre de un (uno u otro) autor inmediato doloso (consciente) y
responsable, que “ve” la situación (en sentido amplio, incluyendo también
su valoración jurídica) igual que el que da la orden. El supuesto presenta
peculiaridades, por tanto, frente a los supuestos “clásicos” de inducción
o determinación y frente a los casos más claros de autoría mediata. Pero
de admitir ésta, quizá también habría que admitirla (pese a las diferencias
que sin duda existen con el supuesto analizado) en los casos de quien,
disponiendo de ciertas cantidades de dinero, puede contar con encontrar
siempre a alguien, en el mundo de la delincuencia habitual o profesional,
que cometa acciones delictivas a cambio de una contraprestación
económica, sobre todo si se trata de hechos no extremadamente graves
(aunque seguramente no sólo en ese caso), como, por ejemplo, quien
contrata a un matón sólo “para dar un susto”, mediante la amenaza o
pequeños daños en la propiedad a su deudor o enemigo; y en estos casos
parece difícil afirmar que quien paga ha realizado el hecho a través de otro
que actúa como instrumento. Más adelante matizaré que las soluciones
Hemos visto hasta aquí mi opinión general sobre las diversas posiciones
que se sustentan en torno a la autoría (y la participación) en la delincuencia
organizada y en organizaciones. Como se ve, el debate ha estado muy
marcado por la propuesta de Roxin de la autoría mediata en aparatos
organizados de poder, que el propio autor alemán considera sólo válida
para los aparatos organizados criminales y no para la criminalidad que
aprovecha estructuras organizativas en principio lícitas, como las empresas,
aunque esta opinión no es compartida por diversos autores. Pues bien, la
autoría y la participación en el seno de empresas (con principios como
los de jerarquía, división del trabajo, etc.) plantean múltiples problemas
que aquí no puedo abordar de manera específica. Sin embargo, no quiero
terminar el trabajo sin exponer algunas reflexiones generales al respecto,
advirtiendo que lo que se dice a continuación simplifica los fenómenos y
las soluciones refiriéndose sólo a la autoría y la participación y dejando
de lado, conscientemente, cuestiones tan importantes para la atribución
de responsabilidad en esas organizaciones como es, por ejemplo y
especialmente, la omisión (aunque algo diré al respecto), o problemas
específicos relevantes en este terreno, como los relacionados con la
delegación de funciones, entre otros.
que algunos otros, como los operarios, que puede que se limiten a abrir
una compuerta, sin saber que lo que sale por ella es un vertido tóxico, o a
fabricar una pieza unos o a ensamblarla otros, pieza cuya peligrosidad solo
se advierte teniendo una visión sobre el conjunto del proceso productivo.
Cabe desde que esos trabajadores actúen sin dolo ni imprudencia, hasta
que lo hagan imprudentemente, de manera inconsciente o consciente, o
incluso que lo hagan con dolo, pero que éste, por ejemplo, no abarque la
magnitud real de la catástrofe ecológica que puede producirse o del peligro
para la salud humana que implica el producto defectuoso (error sobre el
significado concreto de la acción), situaciones todas que podrían implicar
una instrumentalización de estos trabajadores por los sujetos de atrás que,
de cumplir el resto de los requisitos típicos, serían autores mediatos de los
concretos delitos, al margen de que los propios trabajadores pudieran en
ciertos casos responder por delitos dolosos o imprudentes (supuestos de
autor tras el autor). Tampoco cabe descartar la creación o aprovechamiento
por parte de los sujetos de atrás de errores de prohibición en los de
delante.
Más difícil me parece construir supuestos de autoría mediata de
los sujetos de atrás, si los de delante son autores libres, responsables y
dolosos, con plena visión de la situación fáctica (y jurídica); estos casos
son de todas formas menos problemáticos, pues en ellos será posible
con frecuencia el castigo de los sujetos de atrás como inductores o
determinadores o cooperadores en los delitos que los de delante cometen
como autores (siempre, claro está, que no exista alguna dificultad en el
tipo de que se trate -por ejemplo, que estemos ante un delito especial- para
que estos últimos puedan ser autores responsables del mismo -por ejemplo
no podrán serlo si en ellos no concurre la cualificación exigida por ese
delito especial-). Naturalmente, sería más fácil admitir la autoría mediata
de algunos sujetos de detrás incluso en algunos de estos supuestos, con
la fundamentación de la fungibilidad del “instrumento”, pues se podría
trasladar, quizá con algunas modificaciones, la construcción de Roxin de
la autoría mediata por utilización de un aparato organizado de poder a la
estructura empresarial; pero ya hemos visto que, aun con dudas, estimo
insuficiente esa construcción para sustentar la autoría mediata de quien da
órdenes o instrucciones en la cadena.
Por fin, en estos últimos casos podría encontrar aplicación la
propuesta realizada en España por Mir Puig de utilizar la autoría mediata