Conductas Sexuales de Riesgo

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INTRODUCCIÓN

Uno de los fenómenos en los que se hace explícito el reconocimiento


del “otro” a partir del contacto subjetivo y emocional es la sexualidad,
pues el sujeto dirige sus acciones hacia el encuentro para darle
continuidad y disfrute a su existencia. No obstante, su naturaleza
parece atentar repetidamente contra sus deseos, en la medida en que
sus acciones van en contravía de la posibilidad de extender su tiempo
de permanencia en el mundo, pues la relación sexual, una de las tantas
fuentes de placer que media la expresión emocional en una relación
con el “otro”, se ha convertido en un núcleo de amenaza.
La aparición de enfermedades de transmisión sexual y el embarazo no
deseado constituyen unas de las tantas expresiones negativas que se
derivan del encuentro sexual con “otro”. En este sentido, lo que se
denomina comportamiento sexual acarrea riesgos para la integridad
del ser humano. Pero, ¿a qué hace referencia el comportamiento
sexual? La revisión de la literatura deja en evidencia que no existe un
consenso sobre la tipificación de las conductas sexuales de riesgo, ya
que cada estudio asume una clasificación distinta (Compte, 2012). A
continuación se precisarán los conceptos de comportamiento sexual,
prácticas y conductas sexuales.
La salud sexual y reproductiva es un derecho de hombres y mujeres,
y un aspecto central de sus vidas que tiene un gran impacto en su
desarrollo en todas las edades. En el Perú, muchas mujeres, jóvenes y
adolescentes aún no cuentan con todas las facilidades para acceder a
información y servicios que les permitan hacer ejercicio de este
derecho.

La posibilidad de decidir y tomar acción para proteger su salud, así


como para planificar su futuro y el de su familia, se ve seriamente
afectado por barreras normativas, territoriales y culturales. Ello puede
conducir a embarazos no planeados durante la adolescencia,
infecciones de transmisión sexual e incluso en muertes durante el
embarazo o parto que podrían evitarse.
CONDUCTAS SEXUALES DE RIESGO:
Las conductas sexuales de riesgo han despertado gran interés debido
a que hacen más probable la incidencia de situaciones nocivas para el
sujeto. Tener relaciones sexuales sin condón o habiendo consumido
licor (Fina, 2009; Rivera, Caballero, Pérez & Montero, 2013), o la
promiscuidad, hacen vulnerables a las personas frente a las amenazas
referidas.
Diferentes autores se han interesado por comprender las conductas
sexuales de riesgo, debido a que a pesar de existir un adecuado
conocimiento de las consecuencias negativas que ello puede acarrear
a mediano y largo plazo, su nivel de prevalencia continúa siendo alto.
En el caso de los adolescentes, dicha situación se agudiza debido a las
condiciones físicas, emocionales y psicológicas de desarrollo y
elaboración, que los hacen más vulnerables.
Las conductas sexuales de riesgo no se consideran como producto del
desconocimiento de cómo protegerse, pues la mayoría de los jóvenes
conoce las diferentes estrategias, sin embargo, se presentan altos
índices de riesgo por no usar el preservativo y por las relaciones
sexuales a edades cada vez más tempranas (Fierros, Rivera & Piña,
2011), aspectos que incrementan la vulnerabilidad frente a múltiples
problemáticas. Estos planteamientos ponen en evidencia que las
conductas y prácticas sexuales trascienden a hechos que van más allá
del conocimiento sobre los métodos de protección, pues diferentes
investigaciones muestran factores de orden subjetivo que están
involucrados en los comportamientos sexuales ejercidos por los
jóvenes (Cañón et al., 2011).
Sobre la toma de decisiones los estudios refieren que la capacidad para
elegir entre dos o más alternativas en un momento dado puede definir
las conductas que el sujeto realiza en el campo de la sexualidad. Así,
los conocimientos sobre la sexualidad y la fecundidad estarían
mediando las elecciones del adolescente en el momento de afrontar
una situación de riesgo sexual. Este proceso se da individualmente, y
las creencias y actitudes juegan un papel importante. En este sentido,
los investigadores reportan que la adhesión a los roles de género
interviene en la ejecución de conductas de riesgo tanto en hombres
como en mujeres; por ejemplo, los hombres tienden a exponerse más
al riesgo, a diferencia de las mujeres, que tienden a ser más cuidadosas
y precavidas (Trujillo et al., 2007; Chávez & Álvarez, 2012; Sterk, Klein
& Elifson, 2003; Uribe et al., 2012).
La adolescencia, esa etapa de transición entre la niñez y la adultez, es
un camino largo y de decisiones transcendentales, pero no exento de
riesgos, muchos de los cuales signan el curso de nuestras vidas e
incluso llegan a ponerla en peligro. Entre los múltiples riesgos destacan
nítidamente los vinculados al sexo, el placer, las relaciones de poder y
sus dramáticas consecuencias: el embarazo precoz, el embarazo no
deseado (algunos de los cuales terminan en aborto y/o en muertes
maternas), el abuso, la violencia y la explotación sexual, las infecciones
de transmisión sexual (incluidos el VIH-y el SIDA) y, por supuesto, sus
consecuencias ulteriores, entre las que sobresalen el estigma y la
marginación, la pobre autoestima, el subempleo y la pobreza, vale
decir, vidas truncas que, eventualmente, terminan en la depresión y el
suicidio. En el Perú, tanto la magnitud, como la distribución de estos
problemas están bien documentados. Sin embargo, llama la atención
que, en general, la respuesta social a la misma haya sido mecánica,
monocorde y afincada en un solo paradigma: que el problema es
educativo y, por lo tanto, la solución está en la escuela. Eventualmente
y, como estrategia complementaria, se ha desarrollado un sinnúmero
de experiencias con la finalidad de ofrecer servicios de salud que sean
más “amigables” frente a los y las adolescentes y que respondan mejor
a sus necesidades específicas. En ambos casos los resultados han sido
poco alentadores debido, fundamentalmente, a tres limitaciones. La
primera de ellas es de orden estructural: las limitaciones
presupuestales no permiten desarrollar servicios de salud o educativos
de calidad que incorporen elementos de alta complejidad, tales como
el de la sexualidad. La segunda es de orden sociocultural: los mitos,
tabúes y creencias sobre el tema que hacen difícil su inserción en los
programas de estudio regulares. Finalmente, están las limitaciones del
enfoque, vale decir, del paradigma que le dio origen.
SALUD SEXUAL Y REPRODUCTIVA:
En las dos últimas décadas, la agenda en salud a nivel mundial se
desarrolla en el marco de las reformas sanitarias y el Perú no ha sido
la excepción. Las estrategias que han sustentado estas reformas han
tenido que ver fundamentalmente con la privatización selectiva, la
descentralización y la focalización.
En el marco de estas reformas, después de la Conferencia Internacional
de Población y Desarrollo de El Cairo (CIPD) en 1994 se reenfocó el
concepto de salud sexual y reproductiva, la misma que fue incorporada
como derecho de las personas. Los 184 países que suscribieron el
Programa de Acción de la CIPD, incluido Perú, se comprometieron a
realizar los esfuerzos necesarios para adoptar las medidas planteadas
en dicho Programa.
Hombres y mujeres presentan diferencias en salud, producto de la
desigualdad, exclusión o discriminación. Las mujeres tienen una mayor
necesidad de servicios de salud, derivada de su función reproductiva y
de sus características biológicas. Las causas de enfermedad y muerte
prematura en las mujeres son evitables en su mayoría y puede hacerse
abordando la injusticia y la inequidad. La mortalidad materna ha sido
calificada por la OPS como el reflejo más claro de la discriminación y el
bajo status social de las mujeres y es reconocida como un marcador
de compromiso de los Estados con el derecho a la salud. La pobreza
tiene un mayor efecto sobre la salud de las mujeres debido a que
restringe el acceso a los servicios de salud, así como a otros bienes y
servicios; lo que es producto de la discriminación. En función de sus
bajos ingresos ellas tienen que invertir proporcionalmente más en la
atención de su salud
En este sentido merece especial atención las recomendaciones y
mandatos que nos comprometen en relación al cuidado de la salud
sexual y reproductiva como derecho de las personas, el mismo que
debe reconocer a hombres y mujeres la decisión si quiere o no tener
hijos, a tener embarazos y partos saludables, a no contraer
enfermedades de transmisión sexual ni ser víctima de violencia y a
recibir ayuda para poder engendrar hijos.
La Estrategia Sanitaria Nacional de Salud Sexual y Reproductiva fue
creada por resolución ministerial en el mes de Julio del 2004. La salud
sexual y reproductiva está íntimamente ligadas y son
interdependientes. Con esta perspectiva, la salud reproductiva se
define como el estado general de bienestar físico, mental y social de
las personas y no la mera ausencia de enfermedades o dolencias, en
la esfera sexual y reproductiva. La Salud Reproductiva incluye la
capacidad de las personas para tener una vida sexual segura y
satisfactoria para reproducirse con la libertad de decidir cuándo, cómo
y con qué frecuencia hacerlo. Este concepto implica el ejercicio de una
sexualidad responsable, basada en relaciones de igualdad y equidad
entre los sexos, el pleno respeto de la integridad física del cuerpo
humano y la voluntad de asumir responsabilidad por las consecuencias
de la conducta sexual.
La sexualidad y la reproducción son parte intrínseca de la salud sexual
y reproductiva. La sexualidad forma parte de la vida de las personas
durante toda su existencia y se desarrolla a través de los años, sobre
la base del conocimiento, valores, creencias y costumbres de su
entorno social. La sexualidad es una realidad con la que viven a diario
todas las personas, trasciende lo físico (relaciones sexuales); se
traduce en las diferentes formas (conductas) que tienen las personas
para expresarse y relacionarse con su entorno social y constituye una
fuente importante de bienestar y placer tanto físico como mental, pero
también constituye uno de los ejes fundamentales sobre los que se
construyen las desigualdades e inequidades. Mientras que la
sexualidad está presente y forma parte de toda la vida, la reproducción
es la capacidad temporal de procrear que tienen hombres y mujeres.
En la mujer, esta capacidad está limitada a los días fértiles del ciclo
menstrual, en el período comprendido entre la menarquia y la
menopausia, mientras que en el hombre esta capacidad es más
prolongada.

La calidad de vida y la salud de las personas están en gran medida


influenciadas por sus conductas y comportamientos en la esfera sexual
y reproductiva, por lo tanto la salud sexual y reproductiva constituye
un elemento clave para mejorar la calidad de vida de las personas.

 La estrategia sanitaria de salud sexual y reproductiva en


el marco del modelo de atención integral.

La salud sexual y reproductiva abarca todo el ciclo de vida de las


personas: desde la vida intrauterina, infancia, adolescencia hasta la
edad del adulto y adulto mayor. La salud sexual y reproductiva de las
personas, está en estrecha relación con su entorno familiar, social y su
medio ambiente, para alcanzarla y conservarla se requiere de acciones
de atención integral específicas y diferenciadas tanto de promoción,
prevención, recuperación y rehabilitación en cada una de estas etapas,
debido a que las necesidades en el área sexual y reproductiva son
cambiantes según las etapas del ciclo de vida.
PRÁCTICAS SEXUALES DE RIESGO:
Las prácticas sexuales son definidas como “patrones de actividad
sexual presentados por individuos o comunidades con suficiente
consistencia para ser predecibles” (Ianantuoni, 2008, p.48). Dichos
patrones pueden tener connotaciones positivas o negativas en función
de las consecuencias que les puedan acarrear a los integrantes de
determinado grupo social. En los jóvenes, por ejemplo, un alto
porcentaje de relaciones sexuales y comportamientos de riesgo puede
desencadenar problemas para la salud reproductiva, como altas tasas
de fecundidad adolescente, aborto provocado y enfermedades de
transmisión sexual (Ospina & Manrique, 2007; Santín et al., 2003).
El ejercicio de la sexualidad mediante el establecimiento de relaciones
sexuales, para los jóvenes tiene un sentido más amplio: por un lado,
es posible inferir que les permite vincularse y relacionarse dentro de
un grupo social y, por otro, busca expresar las interpretaciones que,
basados en sus experiencias personales y familiares, dan a la
sexualidad (González, 2012).
En el Perú más de la cuarta parte de la población mundial (1,200
millones de personas) tiene entre 10 y 24 años de edad, sumado a ello,
la pubertad está ocurriendo a una edad más temprana en los niños y
niñas, por lo que la salud sexual y reproductiva de los y las
adolescentes se ha convertido en una prioridad mundial. Los y las
adolescentes sexualmente activos/as tienen las tasas más altas de
infecciones de transmisión sexual (ITS), incluyendo el VIH. Durante la
adolescencia actúan varios factores que incrementan las posibilidades
de adquirir una ITS y el VIH. Entre otros, los factores socioculturales
impiden al adolescente acceder a información y a posibilidades de
prevención como, por ejemplo, el uso del condón. Algunos estudios a
nivel mundial, han demostrado la efectividad del uso de condón en la
reducción de las ITS y la prevención del VIH. En el Perú, aunque hay
estudios que muestran que se reconoce su importancia, su uso es aún
reducido.
La gran mayoría de tasas subestima las cifras de ITS para adolescentes
sexualmente activos al incluir en el denominador también a los jóvenes
que aún no se han iniciado sexualmente. Las infecciones por clamidia
son las más frecuentes entre adolescentes, con tasas que duplican las
de individuos mayores de 20 años. La gonorrea, sífilis y VPH, entre
otras, tienen también prevalencias altas en adolescentes. Las altas
tasas de ITS en adolescentes representan un factor de vulnerabilidad
adicional para adquirir VIH.
Las infecciones de transmisión sexual son prevalentes en los jóvenes.
En un estudio realizado 12 en mujeres con flujo vaginal que acudían a
centros de salud, se encontró que la prevalencia de gonorrea era casi
tres veces mayor en mujeres entre 18 y 24 años, comparada con
mujeres por encima de los 25 (6% vs. 2%). En el caso de la infección
por clamidia (la causa más frecuente de infertilidad en el mundo), se
encontró una tasa de 9.8% en jóvenes de 18 a 24 años, mientras que
para las otras edades la tasa fue de 1.8 (cinco veces más alta en las
más jóvenes). En el estudio PREVEN, mencionado anteriormente, se
evidenciaron tasas altas de ITS en los jóvenes encuestados
supuestamente sanos, quienes fueron abordados en sus casas y
seleccionados al azar. Además, se hallaron correlaciones con factores
de comportamiento, como la educación y otros. En el Perú, usando los
datos del informe del Programa Nacional de ITS y SIDA (PROCETSS),
los casos de esta enfermedad en adolescentes y jóvenes (10 a 24 años)
representan el 15% del total13. Sin embargo, esto no refleja el riesgo
real del adolescente individual y no discrimina los subgrupos según su
exposición, además del subregistro existente. Dado que la mayor
frecuencia de casos se da entre los 25 y 29 años, y considerando que
el tiempo promedio desde la infección a los síntomas es de varios años,
es probable que algunos de estos adultos jóvenes del informe oficial se
hayan infectado durante la adolescencia. Esta etapa de la adolescencia
en la que factores biológicos, psicológicos, de desarrollo y
socioculturales actúan en concierto incrementando las probabilidades
de adquirir una ITS y el VIH, es muy singular en la vida.
VARIABLES RELACIONADAS CON LAS PRÁCTICAS SEXUALES DE
RIESGO, QUE EXPLICAN LAS CONDUCTAS DE RIESGO:
 La educación sexual recibida es deficiente lo que conlleva a una
escasa información sobre anticoncepción y sexualidad. Su
información suele ser superficial y estar basada,
fundamentalmente, en conversaciones con amigos y compañeros
y en lo que leen en revistas o ven en televisión.

 Los factores psicológicos y de desarrollo cognitivo como el


pensamiento concreto, centrado en el presente o la incapacidad
de conceptuar el impacto a largo plazo de acciones presentes, y
las dificultades para implementar tareas complejas, conllevan a
que el/la adolescente se enfrente con frecuencia a situaciones de
riesgo sin pensar en sus consecuencias, o que le sea difícil
desarrollar una tarea “compleja” como la del uso del condón.

 Los factores socioculturales que estimulan el debut sexual más


temprano, el mayor número de parejas sexuales o el
mantenimiento de patrones de monogamia sexual consecutiva,
también impiden al adolescente acceder a posibilidades de
prevención.

 Factores biológicos, como el adelanto de la menarquia. Variables


personales como el coeficiente intelectual, el rendimiento
académico o la capacidad cognitiva y conductual son igualmente
factores de gran importancia en el comportamiento sexual del
adolescente. Otro factor importante son las creencias
erróneas18. Entre los adolescentes existe la creencia de que la
primera vez que «lo» hace una chica hay menos riesgo de
embarazo, e incluso no hay posibilidad de él. O que la marcha
atrás es un método preventivo eficaz.
 Variables sociales, culturales y familiares. Se sabe que los menos
cualificados académicamente (estudios primarios) tienen más
dificultades para acceder al uso de preservativos.

 Creencias religiosas. La progresivamente menor presencia de los


valores religiosos y de la autoridad religiosa entre nuestros
jóvenes influye, en consecuencia, mucho en el inicio de la
actividad coital.
 Consumo de alcohol y otras drogas. Factores de riesgo que se
acentúan con la facilidad de acceso a estas sustancias, las
actitudes permisivas en el entorno familiar y los hábitos de
consumo en el círculo social del adolescente, que le inducen a
compartirlos.

I. VARIABLES DE CARÁCTER COGNITIVO.


a) Sesgos en la información y creencias erróneas.- A menudo los
comportamientos de riesgo son consecuencia de los déficits en los
conocimientos y de las creencias erróneas o inexactas sobre la
sexualidad o el sida. Los adolescentes suelen plantear en el aula
cuestiones que corroboran esta idea, por ejemplo: “¿Es verdad que la
primera vez que se hace el amor la chica no puede quedarse
embarazada?”, o: “¿No es posible saber si un chico está sano a simple
vista?”. También se detectan lagunas informativas a la hora de
discriminar las prácticas seguras de las que no lo son. Por ejemplo, una
creencia errónea mantenida por la mitad de los adolescentes en el
estudio de Bakker (1999) era pensar que el uso del diafragma con
espermicida evitaba la transmisión del VIH.
b) Percepción normativa.- Este concepto hace referencia a lo que
un sujeto cree que piensan y hacen el resto de individuos semejantes
a él. En el caso de los adolescentes y las conductas de protección frente
al sida, un individuo que se plantea si su edad es idónea para tener
una primera relación sexual se preguntaría: “¿Qué opina la mayoría de
mis amigos sobre mantener relaciones sexuales a mi edad?”. Varios
estudios han asociado la percepción normativa de los adolescentes con
su actividad sexual, encontrando que los que perciben que el uso de
preservativo está socialmente aceptado entre sus iguales es más
probable que lo utilicen (DiClemente, 1991; Romer et al, 1994;
Schaalma, Kok y Peters, 1992; Walter et al., 1992).
c) Percepción de riesgo.- Aunque en menor medida, el sida continúa
percibiéndose como una enfermedad marginal. Por tanto, los
adolescentes que no se vean en riesgo de contraer el VIH
probablemente no atenderán a la información que llegue hasta ellos a
través de campañas o programas escolares. En el estudio de Murphy
et al. (1998), se halló que el 87 % de los adolescentes no se
consideraban en absoluto en riesgo o, en todo caso, de manera muy
remota. Más de un tercio estimaba que no era posible contraer el VIH
en un futuro próximo, y el 42 % consideraba que tenía menos de un
50 % de probabilidad de contraer el virus.
d) Percepción de la gravedad de la enfermedad.- Tal y como
postula el modelo de creencias de salud, es más probable que el
adolescente evite comportamientos de riesgo si el balance entre el
esfuerzo y las consecuencias de su conducta se decanta hacia la toma
de medidas de protección. La gravedad de las consecuencias, en este
caso la enfermedad, es un factor de peso a la hora de valorar costes y
beneficios.
e) Percepción de la capacidad para adoptar conductas
protectoras.- La adopción de medidas preventivas pasa porque los
adolescentes se auto-perciban competentes para seguirlas. En este
sentido, es importante cómo atribuye cada persona las causas de la
infección: si un individuo explica el hecho de infectarse como un caso
de mala suerte, poco puede hacer para salir airoso de una situación de
riesgo, salvo tocar madera. Se trata pues, de llegar a que el
adolescente perciba que las consecuencias dependen de sus propios
comportamientos y no de factores externos.
f) Nivel de preocupación.- Bimbela y Gómez (1994) analizan la
conveniencia de recurrir al miedo para prevenir las conductas de riesgo
sexual. Los mensajes basados exclusivamente en el miedo consiguen
aumentar el nivel de preocupación de aquéllos que no se encuentran
en riesgo, mientras que los sujetos que sí lo están tienden a la negación
de dicho riesgo. Es conveniente, por tanto, un equilibrio entre la
activación del miedo y la información constructiva.
g) Percepción de que los cambios conductuales reducirán los
riesgos.- Para establecer esa relación entre comportamiento y
reducción de riesgos, la información sobre los mé- todos preventivos
debe ser coherente. El adolescente necesita garantías de que su
comportamiento seguro (que implica ciertos costes inmediatos,
mientras que los beneficios son a largo plazo) le va a proporcionar las
consecuencias positivas deseadas. En ocasiones, los mensajes que
recibe el sujeto son contradictorios. Por ejemplo, por un lado, aparecen
eslóganes que animan a usar siempre el preservativo, mientras que
por otro lado surgen voces poniendo en duda la eficacia del profiláctico
para evitar la transmisión del VIH. Una información incompleta,
errónea o contradictoria puede hacer que la persona se perciba como
incompetente para prevenir de forma eficaz el contacto con el virus.
II. VARIABLES ACTITUDINALES.
Las actitudes no garantizan la realización final de una conducta, pero
sí predicen una mayor probabilidad de aparición. Así, el hecho de que
un adolescente decida mantener únicamente relaciones sexuales
seguras, no es garantía de que finalmente se comporte así. En
cualquier caso, los datos de la investigación en este campo indican que
aunque la intención no es suficiente, sí es necesaria. Diversos estudios
han mostrado que la intención de mantener abstinencia sexual
correlaciona negativamente con el número de experiencias sexuales.
Por otro lado, la intención de usar preservativo en un futuro contacto
sexual correlaciona positivamente con su uso (Goh, Primavera y
Bartalini, 1996; Sheeran, Abraham y Orbell, 1999).
III. VARIABLES CONDUCTUALES
a) Consumo de alcohol y otras drogas.- El consumo de drogas
puede provocar una disminución en la percepción del riesgo, una
sobrevaloración de las propias capacidades y un sentimiento de
invulnerabilidad. En algunos estudios se ha hallado que hasta el 86 %
de los sujetos habían mantenido relaciones sexuales sin protección
bajo los efectos del alcohol. Respecto al consumo de otras sustancias,
casi un tercio realizó conductas de riesgo después de consumir
marihuana. Existe una relación progresiva entre el consumo de alcohol
y las conductas de riesgo: los adolescentes que beben con más
frecuencia tienen más relaciones sexuales sin protección (O’Hara et al.,
1998).
b) Variedad de parejas.- Existe una relación positiva entre el riesgo
de infectarse con el virus del sida y el número de compa- ñeros
sexuales. Sin embargo, limitar el número de parejas sexuales, o tener
solamente una, no garantiza estar protegido frente al VIH, a menos
que al inicio de la relación ambos sean seronegativos y se mantengan
fieles a su pareja. Deben darse las dos condiciones para garantizar que
en una pareja estable no existe posibilidad de contraer el VIH u otras
ETS. La monogamia serial, o el mantenimiento de varias relaciones
estables y fieles sucesivamente, no supone ninguna garantía de
protección frente al sida.
c) Utilización adecuada del preservativo.- El correcto uso del
preservativo determina su eficacia como barrera frente al VIH. El
reducido margen de fallo de este método anticonceptivo se debe en
gran medida a su utilización inadecuada. La habilidad de emplear de
forma correcta el preservativo de látex se puede aprender fácilmente,
observando y practicando con prótesis.
d) Habilidad para solicitar sexo seguro a la pareja.- Consiste en
la capacidad para plantear eficazmente el uso de preservativo o realizar
sexo seguro, y mantener a la vez una relación positiva con la pareja.
Según se ha observado, no existen diferencias entre chicas y chicos en
las habilidades de negociación sexual (Rotheram-Borus et al., 1999).
e) Asertividad ante las situaciones de sexo no seguro.- Se trata
de la habilidad de decir “no” en caso de que la pareja ejerza presión
para mantener una relación sin protección. Esta conducta es más
improbable en el caso de los chicos (Murphy et al. 1998).
f) Acceso a métodos de prevención.- La accesibilidad supone la
existencia de medios (informativos o materiales) en el entorno próximo
del adolescente y que su disponibilidad sea sencilla. En el caso del
preservativo, en la medida que pueda adquirirse en más lugares, y que
su compra no suponga una barrera para el joven, será más probable
que finalmente lo adquiera.
CONSECUENCIAS DE LAS PRÁCTICAS SEXUALES DE RIESGO DE
LOS ADOLESCENTES:
a) Maternidad adolescente:
Los nacimientos de madres adolescentes representan el 11% de todos
los nacimientos a nivel mundial. El embarazo en la adolescencia
generalmente no planificado y no deseado cuando aún se está en una
fase formativa, de adquisición de conocimientos y configurando la
trayectoria futura e incluso la personalidad, supone un impacto
negativo sobre el estado físico, emocional y económico de las jóvenes
ya que son estas las que se ven afectadas en mayor medida por tales
circunstancias.
b) Salud materna:

Una mujer peruana muere cada día por causas relacionadas con el
embarazo y el parto que pudieron ser prevenidas. Ello se debe al
limitado acceso a salud sexual y reproductiva.

De acuerdo con estimados de las Naciones Unidas, la razón mortalidad


materna disminuyó 73% entre 1990 y 2015, al pasar de 251 a 68
muertes de mujeres durante el embarazo o el parto por cada 100 mil
nacimientos.

El número de partos asistidos por personal de salud calificado a nivel


nacional aumentó de 59% en 2000 a 93% en 2015. En áreas rurales
el aumento fue aún más pronunciado: de 64% a 75%. Sin embargo, el
parto en el domicilio en zonas rurales es aún alto (23%), en especial
en la Amazonía.

c) Interrupción del embarazo (IE):


El aborto espontáneo, es la interrupción de un embarazo sin que medie
una maniobra abortiva. Sus causas, excepto cuando hay
traumatismos, no suelen ser evidentes y a menudo tienen relación con
problemas genéticos del feto o trastornos hormonales, médicos o
psicológicos de la madre Este tipo de aborto requiere por lo general
tratamiento y hospitalización, aunque resulta menos fatal que un
aborto inseguro
El aborto inducido, es el embarazo terminado deliberadamente con una
intervención. Puede ocurrir tanto en recintos médicos seguros,
siguiendo las normativas legales y de salud pública, como fuera del
sistema médico. Cuando el aborto lo realiza personal calificado, usando
técnicas y criterios higiénicos adecuados, es por lo general un
procedimiento seguro, con una baja tasa de mortalidad y morbilidad.
Los abortos son más seguros cuando se realizan en una etapa
temprana del embarazo y en las condiciones de seguridad arriba
mencionadas.
El aborto inseguro, en cambio, se caracteriza por la falta de
capacitación por parte del proveedor, quien utiliza técnicas peligrosas,
y por llevarse a cabo en recintos carentes de criterios higiénicos. Un
aborto inseguro puede ser inducido por la mujer misma, por una
persona sin entrenamiento médico o por un profesional de la salud en
condiciones antihigiénicas. Este tipo de aborto puede realizarse
introduciendo un objeto sólido (como una raíz, rama o catéter) en el
útero, provocando un proceso de dilatación y curetaje inapropiado,
ingiriendo sustancias tóxicas, o aplicando fuerza externa. Entre el 10%
y el 50% de los abortos inseguros requieren atención médica, aun
cuando no todas las mujeres la soliciten. El aborto inducido y el
embarazo no deseado constituyen dos problemas de salud pública
íntimamente relacionados. La literatura nacional e internacional
coincide en que la mayor parte de los abortos inducidos son producto
de embarazos no planeados y que existe un conjunto de factores
individuales, sociodemográficos y culturales correlacionados con
ambos fenómenos. La Organización Mundial de la Salud calcula que de
los 210 millones de embarazos que ocurren en el mundo, 2 de cada 5
(80 millones) son no planeados y 46 millones (58%) terminan
interrumpiéndose. 19 millones de estas interrupciones ocurren en
países donde el aborto es ilegal.
En países en desarrollo, el riesgo de muerte como consecuencia de un
aborto inseguro es varios cientos de veces mayor que aquel del aborto
realizado profesionalmente bajo condiciones de seguridad
(Organización Mundial de la Salud, 1998). El proveer servicios para un
aborto temprano salva la vida de las mujeres y evita los costos
usualmente sustanciales del tratamiento de complicaciones prevenibles
del aborto inseguro (Fortney 1981, Tshibangu y col 1984, Figa-
Talamanca y col 1986, Mpangile y col 1999).
Se estima que de todas las mujeres que se someten a un aborto en
condiciones de riesgo, entre el 10 y el 50% necesitan atención médica
para el tratamiento de las complicaciones. Las más frecuentes son los
abortos incompletos, sepsis, hemorragia y lesiones intrabdominales, al
igual que complicaciones infecciosas que pueden dejar en la mujer
secuelas crónicas conducentes a la esterilidad, embarazo ectópico y
dolor pélvico crónico.
d) Impacto en la Mortalidad Materna:
A pesar del peligro que representa para la salud de la mujer, el aborto
inseguro sigue siendo un recurso utilizado por millones de mujeres para
terminar con embarazos no deseados, de tal forma que cada año
fallecen en el mundo alrededor de 600.000 mujeres por causas
relacionadas con el embarazo, parto o puerperio, el 95% en países en
vías de desarrollo y el 13% como resultado de abortos inseguros. En
América Latina y el Caribe, 5,000 mujeres mueren cada año debido a
complicaciones relacionadas con abortos inseguros (más de un quinto
del total de muertes maternas), representando el más alto porcentaje
(21%) entre las regiones a nivel mundial. También se estima que, en
la región, 800,000 mujeres de bajos recursos económicos son
hospitalizadas por complicaciones relacionadas con un aborto inseguro.
En 1996, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) indicó que
el aborto es la causa primordial de mortalidad materna en Argentina,
Chile, Guatemala, Panamá, Paraguay y Perú. El aborto es la segunda
causa de muerte en Costa Rica y tercera causa en Bolivia, Brasil,
Colombia, Ecuador, El Salvador, Honduras, México y Nicaragua.
e) Interrupción Voluntaria y Segura del Embarazo:
Es la terminación de una gestación por personal idóneo, usando
técnicas asépticas y criterios de calidad que garanticen la seguridad del
procedimiento, en instituciones habilitadas conforme al Sistema
Obligatorio de Garantía de Calidad de la Atención de Salud del Sistema
General de Seguridad Social en Salud – SOGCS, que cuenta con la
voluntad de la mujer, cuando no se incurre en delito de aborto y que
corresponde a las siguientes situaciones:
 Cuando la continuación del embarazo constituya peligro para la
vida o la salud de la mujer, certificada por un médico;

 Cuando exista grave malformación del feto que haga inviable su


vida, certificada por un médico;

 Cuando el embarazo sea resultado de una conducta,


debidamente denunciada, constitutiva de acceso carnal o acto
sexual sin consentimiento, abusivo, o de inseminación artificial o
de transferencia de óvulo fecundado no consentidas, o de
incesto.
 MÉTODOS MÉDICOS DE IVE: Utilización de productos
farmacológicos para finalizar un embarazo. Se conoce también
como “aborto no quirúrgico”.

 MÉTODOS QUIRÚRGICOS DE IVE: Utilización de


procedimientos transcervicales para finalizar un embarazo,
incluyendo la aspiración al vacío, la dilatación y curetaje (DyC) y
la dilatación y evacuación (DyE).

Infecciones de transmisión sexual (ITS):


Las Infecciones de Transmisión Sexual (ITS), son un conjunto de
enfermedades infecciosas agrupadas por tener en común la misma vía
de transmisión, es decir de persona a persona a través de las relaciones
sexuales.
Los agentes productores de las infecciones de transmisión sexual
incluyen bacterias, virus (como el del herpes), hongos e incluso
parásitos, como el "ácaro de la sarna" (Sarcoptes scabiei) o las ladillas
(Pedículus pubis). Aunque casi todas tienen tratamiento, algunas de
ellas, como las producidas por virus, nunca se curan de manera
definitiva, sino que el agente causal permanece en estado latente, sin
manifestarse, dentro del organismo al que ha infectado, reapareciendo
cíclicamente. Este tipo de relación entre el organismo y el agente
infeccioso facilita la transmisión de éste, es decir, su infectividad.
Tradicionalmente han sido clasificadas como de transmisión sexual
cinco infecciones: la sífilis causada por treponema pallidum, la
gonorrea por neisseria gonorrhoeae, el chancroide por haemophilus
ducreyi, el linfogranuloma venéreo por chlamydia trachomatis y el
granuloma inguinal por calymmatobacterium granulomatis. Sin
embargo, muchas otras infecciones se transmiten sexualmente,
incluyendo el herpes genital, la hepatitis, el molusco contagioso, piojos
públicos (ladillas), la sarna y la infección por VIH, que produce el Sida.
Las enfermedades venéreas generalmente se agrupan según los
síntomas y signos que producen. Tanto la sífilis como el herpes genital
y el chancroide producen úlceras (llagas) sobre la piel o sobre las
membranas que cubren la vagina o la boca. La sífilis tiene 3 estadios
siendo su tiempo de incubación desde el momento de la infección de 3
semanas para que aparezcan los síntomas de la sífilis primaria que se
caracteriza por la aparición del chancro duro, mientras que el chancro
blando aparece en la infección por cancroide. Tanto la gonorrea como
las infecciones clamidiales causan uretritis (inflamación y secreción de
la uretra) en los hombres; cervicitis (inflamación y secreción del cérvix)
e infecciones pélvicas en las mujeres, e infecciones oculares en los
recién nacidos.
Se transmiten de manera directa en el intercambio de secreciones
sexuales de una persona enferma con una persona sana en una
relación sexual sin protección. Las Infecciones de Transmisión Sexual
no se transmiten por contacto casual como el abrazar, saludarse con
la mano, o al utilizar piscinas o inodoros públicos.
Si tiene secreciones anormales de la vagina o del pene (por su color,
olor o cantidad), molestias en los genitales como picazón, ardor al
orinar, llagas, úlceras, ampollas o bultos en el área genital pueden ser
signos de una Infección de Transmisión Sexual.
Todas las infecciones de transmisión sexual son causadas por
diferentes gérmenes que necesitan algunas condiciones para
reproducirse. Entre los síntomas más frecuentes están:
• Secreción anormal (pus) de pene
• Secreción flujo o goteo de vagina
• Olor anormal que proviene de la vagina
• Dolor en el pene al orinar o al eyacular en las relaciones sexuales
• Ardor o picazón en la vagina y sus bordes
• Dolor en la parte baja del vientre
• Sangrado anormal por la vagina
• Dolor en la vagina al momento de tener relaciones sexuales
La incidencia de las ITS, es alta. Según la Organización Mundial de la
Salud (OMS), unos 685 mil hombres y mujeres, contraen una ITS, cada
día. En América se estima que entre 40 y 50 millones de hombres y
mujeres contraen la ITS cada año. En el Perú, entre los años 2002 al
2011 se han notificado alrededor de 4’344,556 casos por ITS, con una
tasa anual de infecciones que oscila entre 1538,9 a 1697,4 por cien mil
habitantes, es preciso señalar el comportamiento irregular del
indicador a lo largo del periodo.
PRÁCTICAS ASOCIADAS A MÉTODOS DE ANTICONCEPCIÓN:
El uso del preservativo masculino es una de las prácticas menos
empleadas por los jóvenes en las relaciones sexuales, a pesar de que
es considerado el principal método para prevenir enfermedades de
transmisión sexual, incluido el vih / sida. Solo el 20% de los hombres
y el 17,2% de las mujeres dijo haber usado condón en el último año
(Castañeda, Ortega, Reyes, Segura & Morón, 2009). Incluso, algunos
autores establecen que a pesar de que es cada vez mayor el número
de jóvenes que manifiestan emplear el preservativo masculino, sigue
existiendo un grupo importante que nunca lo usa o que lo hace
ocasionalmente (Injuve, 2005; Fernández et al., 2008; Campuzano &
Díaz, 2011).
La utilización o no del condón durante la relación sexual no solamente
depende de atributos o características personales, pues este es un
fenó- meno de alta complejidad que requiere de la comprensión de
múltiples aspectos y factores. Así, los estudios muestran que existen
diferentes situaciones de orden social implicadas, pues la exposición a
situaciones en determinados marcos sociales puede ser más o menos
riesgosa, así como también el soporte familiar, ya que este núcleo
facilita las estrategias comunicativas para el entrenamiento de los
jóvenes frente a las capacidades para negociar su uso o ser asertivos
con la pareja, y brinda los recursos psicológicos para vincularse
emocionalmente (Jiménez, 2010; Campuzano & Díaz, 2011).
En este sentido, la mujer tiende a ser más vulnerable frente a
amenazas como el embarazo no deseado, el aborto y la transmisión de
enfermedades sexuales, a excepción de aquellas que trabajan
ofreciendo servicios sexuales, pues llevan a cabo prácticas sexuales
protectoras con regularidad porque perciben fácilmente la situación de
posible riesgo, de allí que generalmente reporten mayor uso del
condón.
PRÁCTICAS RELACIONADAS CON LA INICIACIÓN SEXUAL:
Las mujeres afirmaron haberse iniciado con la pareja, el primer novio
u otras parejas, mientras que los hombres con la primera novia o con
prostitutas sobre iniciación sexual reporta que las edades de inicio
oscilan entre los 15 y los 18 años de edad, sin diferencia de género,
con uno, dos o cuatro compañeros sexuales. Así mismo, Mendoza et
al. (2012) manifiestan que el inicio de la actividad sexual en
adolescentes es cada vez más precoz y se da un bajo uso de
anticonceptivos (condón y pastillas orales) se ha encontrado que el
poco control de los padres en la adolescencia, y las presiones del
entorno social para tener sexo son los factores más significativos en la
incidencia de la precocidad sexual.
la iniciación sexual temprana se ha asociado con conductas y prácticas
de riesgo como la prostitución, la promiscuidad, las relaciones sexuales
grupales y el intercambio de parejas, el aborto, la masturbación y tener
relaciones sexuales bajo efectos de sustancias psicoactivas.
CONCLUSIONES:
Se reconoce que la transmisión del VIH es favorecida por conductas
sexuales de riesgo relaciones sexuales (RS) sin protección, RS con
trabajadoras sexuales o múltiples parejas sexuales que estas personas
mantienen, pudiéndose afirmar que los comportamientos sexuales de
riesgo estarían vinculados de alguna manera, sustentado en que al
mejorar la calidad de vida y al sentirse mejor física y emocionalmente,
puede simultáneamente, producirse un incremento de los
comportamientos sexuales de riesgo.
La adolescencia es el período más saludable del ciclo de vida y etapa
de construcción de identidad individual y colectiva. La influencia del
entorno social durante la adolescencia es fundamental en el desarrollo
de estilos de vida y conductas determinadas. Así, la información
contradictoria, la intensa exposición a los mensajes estereotipados de
los medios de comunicación, el debilitamiento del entorno familiar, la
insuficiente y/o distorsionada información, la ausencia de valores
orientadores, y el ejercicio no responsable de su sexualidad, conduce
a la adopción de estilos de vida y conductas de riesgo que son causa
de que anualmente fallezcan miles de adolescentes por causas
externas. Las Infecciones de Transmisión Sexual (ITS), el VIH/SIDA,
que se contrae cada vez con más frecuencia a esta edad, y el embarazo
no deseado o no esperado durante la adolescencia son problemas de
salud pública y desarrollo porque limitan la expectativa personal,
especialmente en la adolescente, y afectan su futuro en cuanto a
calidad y proyectos de vida.
La edad adulta es la etapa en la que se constituyen nuevos lazos
familiares, se establecen vínculos y uniones entre las personas y se
adquieren obligaciones de carácter económico. La adultez, al igual que
la adolescencia es una etapa en la que las conductas y
comportamientos sexuales no responsables y el no ejercicio de
derechos tienen consecuencias importantes en la salud sexual y
reproductiva de las personas no solo a nivel individual sino también a
nivel familiar y comunitario. Es en esta etapa del ciclo de vida donde
se hace más evidente las vulneraciones de derechos y las disparidades
y brechas existentes entre las personas por su nivel educativo, etnia,
sexo o estrato social al que pertenecen.
RECOMENDACIONES:

Garantizar el derecho de cada mujer, adolescente y joven a


acceder a información y medios para cuidar su salud sexual y
reproductiva, planificar su familia y prevenir un embarazo no
planeado tiene un impacto positivo en su realización personal, en
el bienestar de su familia y en el progreso de sus comunidades y
del país.

Apoyamos los esfuerzos del Estado para lograr el acceso


universal a la planificación familiar, las prácticas de maternidad
saludable, la educación sexual integral, la prevención de
infecciones de transmisión sexual, la prevención y atención de la
violencia sexual, y la difusión y defensa de los derechos
reproductivos, respondiendo a las necesidades específicas de
cada cultura y grupo de edad.

Atención en sentido humanístico, respetando los derechos


ciudadanos y priorizando la información, educación y
comunicación.

Fortalecimiento del ejercicio del derecho de hombres y mujeres


para alcanzar sus ideales reproductivos.

Detección y manejo humanizado de los casos de violencia basada


en género.

Prevención del embarazo no deseado, del cáncer cérvico-uterino


y mamario, de las ITS/HIV/SIDA y de la transmisión vertical.

Implementación de la atención diferenciada a los adolescentes


en donde puedan disfrutar de actividades educativas y de
servicios acorde a sus necesidades.

Promoción de conductas sexuales saludables y responsables para


prevenir la violencia, embarazos no deseados, ITS y el VIH/SIDA.

Fortalecimiento de la auto-estima y el auto-respeto en la toma


de decisiones libres e informadas sobre su salud sexual y
reproductiva.

Educación sobre deberes y derechos ciudadanos, incluyendo el


derecho a la salud y derechos sexuales y reproductivos.

Educación sobre sexualidad paternidad y maternidad


responsables.
Atención integral del aborto incompleto y sus complicaciones
(información, educación, orientación y servicios).

Detección precoz y tratamiento del cáncer ginecológico y


mamario en la mujer y del cáncer de próstata en el hombre.
(Información, educación, orientación y servicios).
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:
 CARE Perú, Universidad Peruana Cayetano Heredia. Estudio de
medición de línea de base de los objetivos 1-4 del componente
VIH del Programa: Cerrando brechas hacia el logro de los
objetivos del milenio en TBC y VIH/SIDA en el Perú. Propuesta
con enfoque de descentralización multisectorial participativa
(Informe Final) Lima: CARE, UPCH; 2007.

 Cáceres C, Salazar X, Rosasaco AM, Fernandez DP. Ser hombre


en el Perú de Hoy. Una mirada a la salud sexual desde la
infidelidad, la violencia y la homofobia. Lima: Redess Jóvenes;
2002.

 Stolte G, Dukers NH, de Wit JB, Fennema H, Coutinho RA.


Informe resumen de la situación en Amsterdam: aumento de las
enfermedades de transmisión sexual y de los comportamientos
sexuales de riesgo en hombres homosexuales, relacionados con
la introducción de los nuevos tratamientos anti-VIH. Euro
Surveill. 2002; 7(2): 19-22.

 Organización Mundial de la Salud (OMS), Aborto Sin Riesgos:


Guía Técnica y de Políticas para Sistemas de Salud, Ginebra,
2003,p. 12. Citado en CENTER FOR REPRODUCTIVE RIGHTS, El
aborto como problema de salud pública, Mayo 1999
www.reproductiverights.org

 Conclusiones y recomendaciones presentadas por el Programa


Especial para la Investigación en Reproducción Humana de la
OMS y AGI ante el Meeting of Researchers on Induced Abortion
in Latin America & the Caribbean, Universidad Externado de
Colombia, Santa Fé de Bogotá, Colombia, 15-18 de noviembre
de 1994, p.6.

 Salud sexual y reproductiva en el Perú, SITUACION salud


materna perinatal 2013
https://www.minsa.gob.pe/portalweb/06prevencion/prevencion
_2.asp?sub5=10

 Colomer Revuelta J. Prevención del embarazo no deseado y de


las infecciones de transmisión sexual en adolescentes. En:
Recomendaciones PrevInfad/PAPPS (en línea) (actualizado en
marzo de 2013; consultado el 20/08/2013). Disponible
en www.aepap.org/previnfad/endits.htm.

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