Oración

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2.

Oración

Videos posibles:

Muy recomendable para empezar: https://www.youtube.com/watch?v=LbRxT5S7JmE


Papa Francisco: https://www.youtube.com/watch? v=j0adavwWxNI
¿Por qué orar?: https://www.youtube.com/watch?v=2N01QoJ83cQ&t=5s

1. ¿Cómo empezar a orar?

La oración es el centro la vida cristiana, pues todo lo que conocemos de Dios nace siempre
de una iniciativa de amor que quiere comunicarse y darse a entender a nosotros como un
Padre deseoso de amarnos y de estar con nosotros (ver el Catecismo de la Iglesia Católica
#27).
Sí, es cierto, somos fruto de un desbordamiento de su amor y eso que Él siente por
nosotros es incalculable, insondeable, inimaginable. Sin miedo podemos afirmar que
también nosotros queremos amarlo, que lo necesitamos mucho; sin embargo, ¿cómo
acercarnos a Él? ¿Cómo lograr degustar cuán bueno es? La respuesta no es tan compleja.
Hay una clave en particular: la vida de oración.
Recordemos por un momento cuántos santos han experimentado una plenitud increíble
solo con tener hábitos y disciplinas espirituales basadas en escuchar y pasar rato con Dios.
Ellos contaron con las mismas herramientas que nosotros, los mismos sacramentos, el
mismo Padre enamorado y el mismo llamado a la felicidad sin fin. Partiendo de este
principio los queremos animar a perseverar en la oración dándoles estos 5 sencillos
consejos.
1. Comienza
Crear un hábito es lo más complejo de todo, sobre todo el comienzo. Pero, como nos ha
dicho el papa Francisco, el camino se hace caminando. Para crear un hábito tienes que
iniciar eliminando la palabra “ganas” de tu diccionario. A veces esperamos que de
nosotros brote un deseo ardiente por la oración, y sí, eso puede ocurrir, pero de seguro
no siempre. Ya nos ha dicho Jesús que «el espíritu es decidido pero la carne es débil» (Cf.
Mt 2, 41).
Nuestro espíritu lo único que anhela es encontrarse con Dios, pero el obstáculo es nuestra
carne: la pereza (ella preferiría hacer cosas diferentes a estar orando) (Cf. Gal 5 19, 21) sin
embargo tenemos la certeza de que Dios nos da la fuerza para sobreponernos. No
creamos que Él nos va a pedir lo que para nosotros es imposible, pero precisamente,
como existen distintas tentaciones debemos tomar la vida espiritual con mucha seriedad y
madurez. Poner alarmas en tu teléfono móvil puede servir. ¡No olvides comenzar de a
poco e ir aumentando, podrías pasar de 5 minutos, a varias horas diarias!
En todo caso lo más importante es que no dejes de perseverar aunque tengas tiempos
donde no sientas nada, conserva la calma que Dios está al mando. Pide al Espíritu Santo la
gracia de perseverar y haz tu parte de la mejor manera: poner tiempo y voluntad. Si
pierdes el hábito encuéntralo de nuevo. No te rindas, ese deseo de santidad te llevará a
la meta propuesta.
2. Utiliza recursos

Algo que puede ayudarnos mucho, y más aún en esta era digital, son los recursos
audiovisuales religiosos tales como videos, música, audios, etc., material que ayude a
nuestro entendimiento y le proponga disposiciones y sentimientos a nuestro corazón y a
nuestra imaginación. Estos recursos se hacen espacio en nuestros sentidos, facilitan la
concentración, ayudan a abrirle las puertas al Espíritu Santo y nos proporcionan paz.
Podemos tener una lista de reproducción que nos ayude en la oración diaria (ésta puede
contener, desde cantos gregorianos, hasta otras hermosas interpretaciones llenas de una
experiencia personal con Dios) también puedes suscribirte a un servicio de oración diaria
o escuchar audios de reflexiones espirituales del Papa, los obispos, sacerdotes, etc. Verás
como la oración se extiende minuto a minuto sin que lo percibas.

3. Ambienta un lugar
Concibe tu relación con Dios como una relación de amor. Los noviazgos y matrimonios
nacen como imagen y semejanza de ese amor. Ambientar tu lugar de oración será de
gran ayuda, puedes utilizar velas, colocar una imagen que contemples o simplemente
elegir un lugar apartado en medio de la naturaleza. Preparar todo hace que los detalles
cultiven esa relación de amor. De ti depende, Dios ha puesto en tu corazón deseo, gusto e
inclinaciones por ciertas cosas que son para ti bellas, y te hablan de Él.

4. Evita la monotonía
A veces en la vida de oración todo se vuelve monótono, no porque Dios lo sea, si no
porque tú estás en el proceso de conocerle y de encontrar tu manera de relacionarte con
Él. Escúchalo a Él que es la cabeza de la relación y es generoso en sus maneras de llegar a
ti. Permite que el inspire en ti deseos novedosos que pueden variar desde una visita al
Santísimo hasta incluir otro tipo de oraciones que hacen parte de la tradición de la
Iglesia… u otro tipo de recursos que no podríamos enumerar pues brotan de un Dios
eterno.

5. Medita y contempla
Conocer lo que Dios ha hecho con otros puede llegar a ser asombroso y podría inspirar
lo más profundo de nuestros deseos, y es que Dios le ha hablado a su Iglesia desde
siempre. La lectura de la Biblia (en especial) y de otros libros espirituales te permitirá
darte cuenta que el mismo amor que le manifestó Dios a algunos también te lo puede
enseñar a ti. No olvides que no se trata del que más ame a Dios sino del que más se deje
amar por Él. Contempla las escenas y permite que Dios te hable.
No te olvides que lo más importante es, a través de estos medios, hacer el esfuerzo de
rezar todos los días un ratito; así, poco a poco, el deseo de Dios irá creciendo en tu
corazón.

2. Formas de oración:

Existen muchas maneras de buscar la unión con Dios. Sin querer acabar toda la
espiritualidad en este artículo, les comparto 8 acciones que nos ayudarán a buscar a Dios
en lo cotidiano y a unirnos a Él sea donde sea o hagamos lo que hagamos.

1. Meditación
Hablar de meditación puede asustar incluso a los más veteranos en la vida espiritual. Y es
que no hablamos de yoga, reiki o similares, aquí hablamos de la oración, el diálogo entre
dos personas en la unidad del amor. Es como cuando hablas con tu papá o tu mamá, pero
esto es con Dios. Sí, es un diálogo. Pero no necesitas muchas palabras, basta abrirle el
corazón al Señor que ya sabe lo que te sucede. Hablamos principalmente de cinco tipos de
oración: bendición, adoración, petición e intercesión, acción de gracias y alabanza. Te
recomiendo que dediques unos 30 minutos al día para esto. De preferencia por la mañana,
antes de hacer cualquier otra cosa, así permeas todo tu ser y hacer de Dios. ¡Este será tu
momento para Él! Lo importante es saberte buscado, esperado, amado por Él. ¡Ahh!,
también deberás aceptar los momentos de silencio de Dios: cuando no te habla y parece
alejarse, esas ocasiones son las mejores para unirse a Él con fe verdadera.
«Tú, cuando ores, entra en tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo
secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará» (Mateo 6,6).

2. Santo Rosario
Cuando el hombre está contento y agradecido suele ofrecer rosas a la “mujer más hermosa
del mundo” (su madre o su esposa). El rosario es lo mismo pero con nuestra Madre del
Cielo, la Santísima Virgen María. A diario podemos ofrecerle nuestras oraciones como un
ramo de flores que luego ella lleva a su Hijo Jesucristo. De esta forma la Madre intercede
por sus hijos. Es un halago, una caricia, una sonrisa que se eleva al Cielo y nos acerca
muchísimas gracias. Ese es el santo rosario. Se me ponen los pelos de punta al solo pensar
en cuántos murieron con su rosario en la mano, dando la vida por Jesús a través de la
intercesión de María. Cuántos otros sufrieron persecuciones y allí estaban rezando un
misterio tras otro. Cuántos más se vieron libres de las ataduras del demonio al solo
pronunciar el Inmaculado nombre de María.
«No temas, María, pues Dios te ha concedido su favor. Concebirás y darás a luz un hijo, al
que pondrás por nombre Jesús. Él será grande, será llamado Hijo de Altísimo; el Señor Dios
le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la descendencia de Jacob por siempre y
su reino no tendrá fin» (Lucas 1, 30-33).

3. Lectura Espiritual
Consiste en leer un libro espiritual durante 15 o 30 minutos al día. Puede ser la vida de un
santo, los escritos del papa, libros sobre la oración, los sacramentos, etc,. Siempre que sea
una lectura “espiritual”. Esta práctica no sustituye la lectura diaria de la Biblia que incluso
podemos hacer en la meditación de la mañana, pero si será una gran oportunidad de abrir
tu mirada a la obra espiritual de la Iglesia. Debes tener cuidado con los libros de apariencia
espiritual pero que al final terminan por confundirte más. Fíjate si está aprobado por un
obispo o por el Papa. Que sea de alguna editorial católica o tenga buenas referencias
bibliográficas. Te aseguro que haciendo esto poco a poco irás conociendo más a Jesús, a la
Iglesia, a los santos, etc,.
«Porque la palabra de Dios es viva, eficaz y más cortante que una espada de dos filos:
penetra hasta la división del alma y del espíritu, hasta lo más profundo del ser y discierne
los pensamientos y las intenciones del corazón» (Hebreros 4, 12).

4. Ángelus
Esta oración data del s. XIII. Es una muy breve oración que recuerda los tres grandes
misterios de la Santísima Virgen María: el anuncio que hace el ángel a María de que sería
Madre del Salvador, el «Sí» de María a Dios y a su plan redentor, y la Encarnación del Hijo
de Dios. Se reza tres veces al día: una por la mañana (puede ser después de la meditación),
otra a las 12 en punto (mediodía), y otra por la tarde (luego del rosario). Haciendo esta
oración con fe nos unimos a los cristianos que en el mundo elevan sus plegarias a Dios.
No olvides que recordar los misterios de la vida de la Santísima Virgen nos va centrando en
lo verdaderamente importante, en Jesús, y es que es inevitable que la Madre nos lleve a su
Hijo.
«Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó a grandes voces: -Bendita tú entre las mujeres y
bendito el fruto de tu vientre. Pero ¿cómo es posible que la madre de mi Señor venga a
visitarme?… ¡Dichosa tú que has creído! Porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá»
(Lucas 1, 42-43.45).

5. Visita Eucarística
Es breve y muy fácil de hacer. Cuando pasas por una iglesia y no dispones sino de 3 minutos,
esto es perfecto para ti. Entras a la capilla y haces un acto de fe, visitas al Señor Jesús
Sacramentado. Aquí puedes decirle lo que desees, por ejemplo: «Aquí estoy, Señor, paso
muy rápido a verte sólo para decirte gracias…». San Francisco cada vez que entraba en una
iglesia decía: «Te alabamos, Santísimo Señor Jesucristo, aquí y en todas las iglesias del
mundo, pues por tu Santa Cruz redimiste al mundo». Es sencillo. ¡Cuántas veces pasamos
de largo al ver una capilla! No se trata tampoco de detenerte en cada capilla que veas, sobre
todo si vives en Roma o España donde hay muchas iglesias, sino de buscar estar con Dios,
ocupar tu tiempo con Él aunque sea breve. En caso de que no puedas ir a una iglesia,
puedes detenerte un momento y unirte a Dios con una “comunión espiritual”, diciéndole a
Dios: «Señor, te amo, quiero recibirte a Ti Sacramentado, pero no pudiendo hacerlo ahora,
te recibo espiritualmente en mi corazón». Esto sí que renueva tu día, sobre todo en
momentos de dificultad.
«Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no volverá a tener hambre; el que cree en mí nunca
tendrá sed… La voluntad de mi Padre es que todos los que vean al Hijo y crean en él tengan
vida eterna, y yo los resucitaré en el último día» (Juan 6, 35.40).

6. “Credo” antes de dormir


Esto debe ser lo que más cuesta, si es así, vas por buen camino. Cuando llega la noche lo
único que uno desea es acostarse y dormir, así que ofrecerle cinco minutos a Dios para rezar
el “Credo” será un sacrificio. Este acto de desprendimiento de sí mismo Dios lo ve, tenlo por
seguro. Costará más al principio, luego formarás el hábito y te será de gran gusto. Rezar el
“Credo” antes de dormir será una ayuda clave incluso frente a las tentaciones: conectarte
a Internet hasta la madrugada, ver pornografía o visitar sitios inadecuados, responder
mensajes durante horas, etc. Confía tu sueño a Dios, haz la señal de la cruz y dile al Señor:
«Sálvanos, Señor, despiertos; protégenos mientras dormimos para que velemos con Cristo
y descansemos en paz».
«Sepan que el Señor me ha mostrado su amor. El Señor me escucha cuando lo invoco… Me
acuesto tranquilo y en seguida me duermo, porque sólo tú, Señor, me haces descansar en
paz» (Salmo 4, 4.9).

7. Via Crucis (viernes)


Esta práctica es de gran ayuda, como todas las anteriores pero especialmente, para
centrarte en el misterio pascual de Jesucristo. Recorrer las catorce estaciones te ayudará a
sobrellevar la cruz por muy pesada que sea, a unirte al sufrimiento de Nuestro Señor, a
encomendar a tantas personas que pasan por momentos difíciles. Luego de varias veces
vas descubriendo la estación que más te ayuda, en la cual necesitas profundizar más.
Cuando llegas a la estación número quince, que es la Resurrección del Señor, agradece a
Dios por tu vida, por tu familia, por todo lo que te ha dado; precisamente es allí donde todo
calvario triunfa en la vida nueva. Las heridas sanan. Es hermoso pensar en esto: caminamos
con Jesús en esta vida, llevamos nuestra cruz, pero nuestros pasos no son estériles, son
semillas de fe para otros, son luz en las tinieblas, son la sal de la tierra. Nuestro caminar es
fecundo, ¡atrévete a darle un sentido cristiano a tu vida!
«Si alguno quiere venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, cargue con su cruz, y me siga.
Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la
conservará» (Mateo 16, 24-25).

8. Jaculatorias
La palabra jaculatoria viene del latín «iaculum» que significa lanza. El término se ha usado
en el deporte con la variante “jabalina”. En la vida espiritual las jaculatorias son pequeñas
frases que se repiten durante el día, sobre todo en momentos difíciles, para unirnos a
Dios. Imagínate que son pequeñas flechas de luz que se lanzan al cielo, donde cada frase es
una breve oración que llega directo a Dios. Pueden ser: «Jesús, en tí confío», «Señor, tú
sabes que te amo», «Haz de mí un instrumento de tu paz», «Jesús manso y humilde de
corazón, haz mi corazón semejante al tuyo», etc. Versículos bíblicos, invocaciones,
pedacitos de oraciones, una frase de fe. Aquí tu mismo puedes crearlas, lo importante es
repetir constantemente esta frase, de manera que se haga vida, y brote de allí una
esperanza o una luz en medio de las tinieblas.
«Que la palabra está cerca de ti; en tu boca y en tu corazón. Pues bien, ésta es la palabra de
fe que nosotros anunciamos… Cuando se cree con el corazón actúa la fuerza salvadora de
Dios, y cuando se proclama con la boca se obtiene la salvación» (Romanos 8, 10).

Estos consejos no deben ser entendidos en una visión matemática. No significa que
mientras más actos hagas, más cerca estás de Dios. Lo que importa es la pureza de intención
que tengas, ese deseo auténtico de unirte a Dios, de decirle “aquí estoy”. Una vez
comprendido lo anterior estamos listos para cambiar de vida, haciéndola más espiritual,
más cercana a Dios. Antes de terminar es necesario que conozcas una máxima muy cierta:
«El que no avanza en la vida espiritual, retrocede». No es lo mismo unirte a Dios que no
unirte a Él. Tu vida espiritual sin la oración no sigue igual, al contrario, vas retrocediendo,
porque el mundo es como un río torrentoso, y nosotros vamos contracorriente, cualquier
descuido o parada te hará caer en la corriente. Sin caer en angustias o desalientos, debemos
luchar para que Cristo reine en mi vida y luego en la sociedad.
Termino con San Pío de Pietrelcina que decía: «Ora, ten fe y no te preocupes».

9. Examen del día o de conciencia:

Erróneamente creemos que el examen de conciencia se trata de ponernos en el


“banquillo de los acusados” y simplemente recordar todo lo que hacemos mal durante el
día. Otras tantas también pensamos que el examen de conciencia se trata de recordar
todo y categorizarlo para bien o para mal. El error que aquí cometemos es ponernos a
nosotros mismos en el centro de la historia, cuando el centro del examen de conciencia es
Dios y nuestra relación con Él. Para hacer nuestro examen de conciencia debemos
centrarnos en su infinito amor y en su misericordia como Padre amoroso que es.
Para ayudarte un poco en esta tarea te dejamos una serie de pasos que te ayudarán a
realizar un buen examen de conciencia, ese examen que como resultado debe dar que tu
relación con Dios se haga cada vez más estrecha.

1. Abre tu corazón a la presencia de Dios


Busca un lugar tranquilo, puede ser una esquina en tu cuarto o una capilla cercana. Frente
a una imagen sagrada, prende una vela. Tómate unos minutos para respirar y relajarte y
empieza por hacer la señal de la Cruz. Cada cierto tiempo, cuando un niño juega, voltea a
mirar si su mamá o su papá están observándolo. De reojo este niño encuentra seguridad,
aliento y alegría. Este primer momento de nuestro examen de conciencia nos pone en
presencia de Dios para redescubrir el amor que tiene por nosotros, por cada uno. Leer un
breve pasaje de las Escrituras puede ayudar también.

2. Deja que Dios te enseñe su álbum de fotos

¿Alguna vez te has sentado al lado de tu abuelo mientras él abre su álbum de fotos?
¿Recuerdas el calor, la ternura, el afecto y la intimidad compartida? Ahora es tiempo de
que le dejes a Dios hacer lo mismo. Antes de revisar nuestro día, la idea es recordar
quiénes somos a los ojos de Dios: sus hijos amados. Trata de recordar algunos pasajes de
las Escrituras (el álbum de fotos de Dios). Deja que Él te diga cómo rescató a Israel, cómo
sacó a José de aprietos, cómo perdonó a David. Mira la paciencia y la fe que Dios le
demostró a su pueblo, Israel. Recuerda las tantas veces en que la fragilidad humana
parecía tener la última palabra, hasta que Dios encontraba la forma de demostrar que Él
es el Señor de la historia, el Señor de nuestra historia también. Recuerda a todas esas
personas que Jesús amó, todos los corazones que tocó, y todas las heridas que sanó.
Piensa en cómo les habrá hablado y recuerda que Él piensa en ti de la misma forma en
que lo hacía con ellos.

3. Cuéntale tu día a Jesús

Con todo esto en mente, revisa tu día, pero hazlo en diálogo con Jesús. Mira los puntos
centrales, los más importantes: qué te golpeó, qué fue lo hermoso, qué fue lo difícil, qué
no te quedó claro, etc. No hay necesidad de ser rígido aquí, dale a tu memoria un poco de
tiempo y espacio y permite que las cosas vayan saliendo. Una vez que hayas terminado,
haz una pausa y quédate en silencio. Aquí, escucha atentamente con tu corazón.
Recuerda que este es un diálogo, no un monólogo. Antes de entrar en detalle, trata de
meditar qué crees que el Señor te está diciendo o a dónde crees que te está dirigiendo
con las experiencias que has tenido este día, con tus actitudes, con los encuentros que has
tenido, con tus pensamientos, con las pruebas que has pasado, con tus victorias,
etc. Señor, ¿quién me llamas a ser? Señor, ¿a quién ves cuando me ves? Señor, ¿qué
estás obrando con mi vida? ¿Dónde estás? Señor, ¿de qué manera me estoy acercando a
Ti? ¿De qué manera me estoy alejando de Ti? ¿Estoy poniendo a otros como centro de
mi vida? ¿Estoy cooperando contigo? ¿Estoy percibiendo y escuchando tu voz?

4. Admite tus fallas

Agradécele a Dios profundamente por la manera en que Él está obrando en tu vida,


porque nunca se ha dado por vencido contigo, ni te ha abandonado. Haciendo esto, es
natural reconocer que han habido momentos en los que no has sido un buen hijo o hija.
Has tropezado en el camino, has negado tu propia identidad. Has rechazado la mirada de
Dios y de otros y has impuesto la tuya. Aquí es importante tratar de reconocer ambas
cosas: lo que hiciste y las posibles causas de por qué lo hiciste. ¿Qué fue lo que te llevó a
actuar de esa manera? ¿Cómo puedes evitarlo o mejorar la próxima vez? Esta parte
puede ser difícil, pero confía en que la fidelidad y la misericordia de Dios están presentes.
Cuando reconoces tus faltas, no te quedes escondido detrás del arbusto (como Adán y
Eva). Admite que fuiste tú quién lo hizo y que eres responsable por tus actos. Sin
responsabilidad no puede haber reconciliación.
Algunas veces podemos ser excelentes justificando o suavizando nuestros pecados. Jesús
es misericordioso y nos ama infinitamente, pero también es justo. Si no estás seguro de
que algo es pecado o si es solo una tentación, te sugiero que mires aquí. Repasar una lista
de pecados puede darnos, algunas veces, una visión más objetiva. En Internet puedes
encontrar mil recursos que pueden ayudarte con esto:
• Aciprensa: Examen de Conciencia.
• Laudate: Ofrece un recurso para un buen examen de conciencia y confesión.

5. Renueva tu bautismo: de la muerte a la vida

Muchas veces luego de recordar nuestras faltas o pecados, la tentación consiste en


pensar: «bueno, ¿y ahora cómo arreglo esto?» El pecado algunas veces puede ser
arreglado, pero no por nuestras propias fuerzas. El pecado necesita ser perdonado. Más
aún, el pecado produce heridas y las heridas necesitan ser tratadas y curadas. Si no se
curan pueden llegar a infectarse.
Llegando a este punto de tu examen de conciencia, es momento de sumergirte en las
aguas del río Jordán. Somos bautizados una sola vez, pero frecuentemente olvidamos
renovar la conciencia de nuestro bautismo. Muy a menudo olvidamos que «el bautismo es
el primero y principal sacramento para el perdón de los pecados: nos une a Cristo muerto
y resucitado y nos da el Espíritu Santo» (CIC 985). Pon entonces tus pecados en el altar y
permite que el Espíritu Santo transforme esas realidades de muerte en realidades de
vida. El auténtico arrepentimiento permite que el Espíritu Santo pueda actuar, y la
desobediencia a Dios se convierte en obediencia. Algo nuevo, algo bueno, algo bello ha
nacido: el espíritu del Hijo está echando raíces en tu corazón.
Ten en mente que este acto de arrepentimiento diario debe ir de la mano con una
confesión mensual. Este es el llamado «tipo de bautismo más laborioso» por los Padres
de la Iglesia. El sacramento de la penitencia es necesario para la salvación de aquellos que
han fallado luego del bautismo. Si tomas conciencia y te das cuenta de que has cometido
un pecado mortal, entonces debes buscar confesarte lo más rápido posible (y abstenerte
de recibir la comunión). Si no estás tan seguro o no conoces la diferencia entre un pecado
mortal y uno venial, consulta el Catecismo de la Iglesia católica.

6. Diseñen un plan de acción

En el deporte, un buen entrenador siempre buscará un momento para ver qué pasó en el
partido anterior con todo el equipo. Podemos seguir el mismo esquema en la vida
espiritual. Luego de revisar todo tu día, tómate un momento para ver cómo puedes
mejorar el día de mañana. No hay que ser ingenuos, en un día no vas a lograr pasar del
campeonato local a la Champions League (perdón por la comparación). Pero si no nos
movemos para adelante entonces nos movemos para atrás. Trata de encontrar una
forma simple que te permita crecer en lo que crees que Cristo te está llamando a crecer.
Mantén esta idea o reflexión en mente y trata de recordarla a la mañana siguiente cuando
despiertes. Puede ser buena idea que la escribas en un papel para que no la olvides
(puede ser una frase que pensaste, un pasaje de las Sagradas Escrituras que te conmovió o
simplemente una palabra) Nuestro día depende en gran parte de los primeros momentos
de la mañana. Fórmate el hábito de poner en práctica lo que tu examen de conciencia te
ha revelado, esto definitivamente puede ser muy saludable para nuestra vida cristiana.

7. Dale gracias

Finalmente, recuerda que el examen de conciencia no es una forma escrupulosa de


apuntar o magnificar las cosas malas en tu vida y luego sentirse mal por eso. El examen
debe ser una experiencia de alegría, de redención. Tómate un momento para alegrarte y
dar gracias a Dios por lo vivido. Como el Padre Rupnik dice:
«En él aprendemos un realismo sólido que revela nuestras ilusiones morales, disciplinarias
o psicológicas sobre la perfección, porque experimentamos la gracia de una
transformación continua a causa de la muerte y resurrección de Cristo. Un examen de
conciencia hecho de esta manera nos lleva a lo que Dostoievski apreciaba inmensamente:
sentirse libre en una relación con Dios, vivir en libertad como sus hijos. (…) Solo los hijos
libres pueden estar presentes y ser testigos del rostro auténtico del Padre».
Muchos de estos pensamientos y algunas frases han sido sacadas del libro escrito por el
Padre Rupnik: «El examen de conciencia: Para vivir como redimidos». No pueden dejar de
leerlo, se los recomiendo.

10. Retiro Espiritual:

Un retiro espiritual es esa pausa que necesitamos en el caminar de nuestras vidas para
encontrarnos de una manera más profunda y directa con Dios. Esta es una práctica
común en la iglesia que no debemos dejar de lado. Si nunca has ido a alguno o si de
pronto crees que no lo necesitas, aquí te dejamos algunos puntos importantes de lo
sucede en un retiro espiritual. Anímate a ir a uno.
«Los hombres y las mujeres de hoy necesitan encontrar a Dios y conocerlo “no de oídas”.
(…) un buen curso de Ejercicios Espirituales contribuye a renovar en quien participa la
adhesión incondicional a Cristo y ayuda a entender que la oración es el medio insustituible
de unión al Crucificado» (Papa Francisco).

1. Es posible que al principio no entiendas y quieras salir corriendo

Cuando un retiro empieza, los primeros momentos suelen ser raros. Es como si de pronto
el mundo se detuviera y entraras en algo que no comprendes. Tal vez tengas la urgencia de
salir o la incomodidad de encontrarte con este nuevo espacio. ¿Para qué habré venido?
¿Para qué complicarme la vida? Ten paciencia, ábrete a la acción de Dios y permite que sea
El quien guíe tus pasos. No te arrepentirás.

2. Te encontrarás con tu propia oscuridad y desierto

Hacer una pausa y entrar en un retiro necesariamente lleva a que revisemos nuestra vida.
Cómo la hemos venido viviendo, cuáles son esos eventos que nos han marcado. Es mirar
también de frente a nuestro pecado, reconocer que hemos hecho daño y nos hemos
dañado. Mirar de frente ese dolor que tal vez en un primer momento resulte difícil de
reconocer y asimilar es absolutamente necesario para poder reconciliar y experimentar el
amor y la misericordia de Dios.

3. Descubrirás que tienes mucho para estar agradecido


Así como experimentas esa oscuridad, también empezarás a ver la obra de Dios en tu vida,
a reconocer todo lo que Él siempre te ha otorgado, su presencia en momentos
insospechados, la belleza de la gente que te rodea, tu familia, tus amigos, tu comunidad,
las mismas personas que acompañan tu retiro, todo te hablará de Dios y empezarás a
descubrir la riqueza en tu vida. Una riqueza que ningún dinero podrá jamás comprar.

4. Experimentarás la Verdad y la Belleza de Dios


Los momentos de oración en un retiro son intensos. Las visitas al Santísimo Sacramento, las
pláticas, el compartir con los demás. Dios se manifiesta de maneras inesperadas y en
momentos sorprendentes. Descubrirás que la verdad existe, que no es un concepto
relativo, la verdad es Dios mismo. Ese Dios que cumple su promesa cuando dijo: «Y yo
estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo» (Mateo 28,20).

5. Verás como Dios te cuida de una manera personal


El trato personal lo inventó Dios. Sí, no fueron las grandes corporaciones ni el servicio de
atención al cliente. Fue Dios. El fue el primero que ama con un amor infinito y a la vez
“hecho a medida”. Como padre bueno que es, conoce hasta el último detalle de nuestro
corazón, nuestros sueños, anhelos y todos los toma en consideración. Muchas veces no
entendemos por qué permite ciertas cosas, pero lo cierto es que Él nos conoce incluso
mejor que nosotros mismos. En un retiro experimentarás ese amor que te hace sentir su
hijo favorito.

6. Serás testigo directo de su actuar en la vida de los demás


Así como experimentas ese amor y ese cuidado hacia a ti. Si sales un poco de ti y miras a los
demás verás cómo de esa misma manera quiere a cada uno de los que está presente. Los
que provienen de una familia numerosa tal vez puedan entender esto mejor. El padre que
llena de detalles a cada uno de sus hijos, que da las respuestas que cada uno pregunta y las
da a la medida. Trata y educa de acuerdo a las necesidades especiales de cada hijo. Mirar
la acción de Dios en otros es una experiencia por demás conmovedora. Una enseñanza de
cómo tú debes tratar a los demás.

7. Experimentarás Su sentido del humor


¿Alguna vez te has reído de las ocurrencias de un niño? De la misma manera escucharás a
Dios reírse de las tuyas, jugarte bromas tiernas y reír hasta quedar sin aliento. El sentido
del humor de Dios es inigualable. Es un sentido del humor tierno, que busca que aprendas
con cariño y diversión. Me recuerda a mi madre riéndose cuando mis hermanos empezaban
a hablar…

8. Encontrarás descanso
Entrar de retiro es salir a una vida nueva. Es poder echarte a mirar el cielo y descubrir una
grandeza que eras incapaz de ver por estar siempre parado mirando hacia el piso.
Encontrarás una parada, alguien que te dio posada para poder volver a leer el mapa y
cambiar de dirección si estabas perdido. Un lugar donde recobrarás fuerzas para continuar.

9. Recordarás lo importante que es la vida de oración


Muchas veces pensamos que con ir a misa y rezar brevemente por las noches o en algún
espacio del día es suficiente. Cuando te das una pausa y tienes un tiempo prolongado de
encuentro con el Señor como sucede en los retiros, tu vida de oración necesariamente se
incrementa. Y estando así en oración, en contemplación y adoración recordarás que la
oración es ese “idioma” para hablar con Dios, para conocerlo y sobre todo para
escucharlo. Recordarás que la oración es vital para un cristiano.

10. Descubrirás que los mejores amigos son los que te acercan a Cristo
Es probable que a un retiro vayas acompañada de amigos, o tal vez ahí mismo conozcas
gente que te acompañará siempre, aunque no veas mucho después. «No hay amor más
grande que dar la vida por los amigos» (Juan 15, 9-17), es una realidad tangible, en un retiro
abrirás tu corazón, compartirás con ellos y celebrarás con ellos todo el amor recibido. Los
amigos que hacemos en el Señor son verdaderos regalos, amistades especiales con las
que compartes toda tu vida. Sé tú también para ellos ese “lugar-persona” donde descansar,
donde confiar y con quién compartir.

11. Renovarás esa necesidad por los sacramentos


En el camino de Emaús, Jesús sale al encuentro, reconforta a sus discípulos tristes por su
falta de fe, pero no solo eso, Jesús termina esa conversación partiendo el pan, y es ahí donde
los discípulos lo reconocen. Los sacramentos de la reconciliación y de la Eucaristía son esa
fuerza ese renovarnos en Cristo, recibir su perdón y alimentarnos de su Espíritu. A veces lo
hacemos mecánicamente, el silencio y el espacio que brinda un retiro espiritual permita que
puedas volver a saborear esa necesidad de Dios.

12. Saldrás con una ganas infinitas de gritarle al mundo que Dios está vivo
Es imposible que después de todo lo vivido y recibido en un momento de profundo
contacto con Dios, no tengas ganas de salir a gritarle al mundo que Dios está vivo. Así de la
misma manera como lo hicieron los discípulos de Emaús, ellos no se echaron a
descansar, ¡el corazón les ardía!, y así, salieron corriendo a contar a los demás que Cristo
había resucitado.

Formas corporales de hacer oración:

1. Sentado
Las celebraciones litúrgicas implican una actitud de escucha atenta, de discípulos que
quieren aprender. Nos sentamos para escuchar y ver a aquel que está de pie. En nuestra
intimidad es útil para el estudio de la palabra o alguna lectura espiritual. Comparado con
leer acostado, lo que generalmente termina en una rica siesta, leer sentado es lo mejor.

2. Acostado
Las oraciones acostado, sobre todo acurrucado y tapado, bien calentito y rico, pocas veces
terminan con un “amén”. Esas oraciones son inconclusas, uno se queda dormido antes de
terminar. Sin embargo es delicioso descansar en los brazos de Jesús, dejarse acariciar y
cuidar. No pretendas tener una oración profunda y larga si te acomodas mucho. Es
probable que comiences hablando con Él lucidamente y luego no seas capaz de ni terminar
de rezar un Ave María.

3. De pie
En la liturgia , estar de pie, expresa una actitud de “aquí estoy para servirte y te escucho
atentamente”, casi de forma militar, como listo para ser enviado a una misión. En la
intimidad es poco probable que logres mucho estando de pie, aunque si estás en la
naturaleza o en un ejercicio de contemplación, y mirar lo que está a tu alrededor es parte
de tu oración, seguro estar de pie te servirá mucho para lograr profundidad.

4. Postrado
Debo confesarte que me gusta mucho postrarme delante del Señor, lanzarme boca abajo
delante de Él –pero obviamente procuro hacerlo solo o con mis hermanos de mayor
confianza e intimidad espiritual–. Me ayuda a expresar que no soy nada, no sé nada y todo
se lo debo a Él. Disminuyo para que Él crezca en mi. Pero no se te vaya a ocurrir postrarte
en el pasillo del templo en medio de la consagración en Misa, aunque sea súper
espiritual, no vas a ayudar a las demás personas que están alrededor tuyo, solo las
distraerás.

5. De rodillas
Un buen amigo siempre dice que el trayecto que debemos recorrer para encontrar a Dios
es la distancia entre el suelo y nuestras rodillas. Arrodillarse es la posición espiritual por
excelencia. En la liturgia expresa devoción, humildad, adoración, y recogimiento. Al mismo
tiempo en la intimidad, junto a tu cama o en cualquier lugar, caer de rodillas delante de
Dios y expresar en lo secreto lo mismo que la Iglesia te invita a expresar en la liturgia cuando
te pones de rodillas, seguro te llevará a aguas más profundas en tu oración.

6. Tus ojos
Cerrados para concentrarte, para mirar en tu interior, muchos agarran un sueño que les
impide concentrarse realmente (en realidad solo me pasa a mí, quizás a ti también).
Abiertos para mirar a lo alto, generalmente ayudados de una pintura o imagen religiosa,
o bien contemplando la naturaleza (aunque si quieres mirar el techo, igual está bien
mientras te sirva).

7. Tus manos
Hay tanto que hacer con ellas y todas las formas expresan cosas diferentes. Ninguna está
mal, pero aquí sí que es importante que pongas oído a las palabras de San Ignacio cuando
se refiere al haber encontrado la posición que me permite “hallar lo que quiero”. Si
levantar las manos te permite alabar a Dios más que llamar la atención de todos los
demás que no lo hacen, ¡pues adelante! Por otra parte, si tenerlas juntas de forma
discreta te permite abrir el alma y el corazón, ¡pues adelante! Solo cuida que, además de
que ellas te ayuden a expresar tus movimientos interiores, no distraigan ni incomoden a
los que te rodean.

Leer la Biblia

Dicho esto, aquí les dejo una breve guía para poder leer la Biblia que creo puede ser útil,
sobre todo para empezar.
1. Leerla con un propósito
¿Por qué leemos la Biblia? Los motivos pueden ser innumerables, desde una simple
curiosidad hasta por el motivo principal: un sincero encuentro con Dios. Orígenes, Padre
de la Iglesia, nos enseña que hay diversas dimensiones en el sentido de las Escrituras, nos
habla de un sentido literal, un sentido moral y un sentido espiritual. Es necesario no
perder de vista ninguno. El sentido literal nos ayudará a ponernos en contexto, el sentido
moral nos habla de lo que debemos hacer para vivir la Palabra, y el sentido espiritual nos
empuja hacia el encuentro personal con el Espíritu de Dios que nos habla de Cristo. Esa es
la clave, toda la escritura santa nos conduce hacia Cristo.

2. Leerla a la luz del magisterio

No se trata de que la Biblia sea una lectura prohibida ni mucho menos, pero si la leemos a
la merced de nuestro propio criterio no solo no vamos a entender sino que nos podemos
confundir. Es importante leerla en sintonía con el magisterio de la Iglesia. Ya nos decía el
Papa Benedicto XVI que «no podemos leer solos las Escrituras porque encontramos
demasiadas puertas cerradas y caemos en errores. La Biblia fue escrita por el Pueblo de
Dios y para el Pueblo de Dios. Solo en esta comunión con el Pueblo de Dios podemos
entrar realmente con el “nosotros” en el núcleo de la verdad que Dios mismo nos quiere
decir». Es por esto que es bastante útil leer Biblias que contengan comentarios.

3. Conocer cómo está estructurada

Encontrarse con la Biblia es encontrarse con una biblioteca de 73 libros. No se trata de


algo simple como podemos ver. Antes de empezar es importante que sepas que se divide
en dos partes: el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento. El AT nos explica la creación
del mundo, el llamado de Abraham y la historia del pueblo de Israel. También incluye los
libros llamados proféticos y sapienciales. El Nuevo Testamento nos habla de la vida y
muerte de nuestro Señor Jesús, la vida de los primeros cristianos y las cartas de los
Apóstoles. Mira el índice, revisa cómo está estructurada, cómo están colocadas las notas y
qué libro sigue al otro. Puedes dar también una mirada a la escritura cronológica, como
para ubicarte en el espacio y tiempo del libro escrito. Esto es importante porque es algo
así como reconocer el terreno, como cuando entras a una biblioteca enorme y vas
reconociendo en qué lugares han sido ubicados los libros y por qué temas. Así cada vez se
te hará más sencillo ubicarte y encontrar los temas que estás buscando.

4. Seguir un orden de la lectura


La Biblia es uno de esos libros “mágicos” donde no necesariamente se empieza por la
primera hoja. La verdad es que no hay una manera o un orden “obligatorio” en el que
deba leerse. Sin embargo, hay mucha gente que empieza por el Génesis y al cabo de un
tiempo termina abandonando la lectura (y muchas veces no vuelven más), ya sea porque
se hace pesada, ya sea porque no entendió nada. Si la vas a leer por primera vez y quieres
encontrarle un mejor provecho y sentido, las enseñanzas coinciden que es mejor empezar
por el Nuevo Testamento y siguiendo este orden. Tal vez te parezca extraño empezar por
la primera Carta de San Juan, aquí te doy una pista: esta carta es una verdadera buena
nueva, la carta de San Juan fue escrita con la intención de comunicar a los hombres que
Cristo nos ha salvado, que su amor es infinito y que vive para siempre. Qué hermoso
empezar a leer un libro que no cuenta cualquier historia sino que cuenta tu historia y que
esta historia es una verdadera historia de amor.

Plan de lectura del Nuevo Testamento:


1ª Carta de san Juan, Evangelio de san Juan, Evangelio de san Marcos, Las cartas de san
Pablo: Galatas, Efesios, Filipenses, Colosenses, 1ª y 2ª Tesalonicenses, 1ª y 2ª Timoteo,
Tito, Filemón; Evangelio de san Lucas, Hechos de los Apóstoles, Carta a los
Romanos, Evangelio de san Mateo, 1ª y 2ª Carta a los Corintios, Hebreos, Carta de
Santiago, 1ª y 2ª Carta de San Pedro, 2ª y 3ª Carta de San Juan, Carta de San
Judas, Apocalipsis, 1ª Carta de San Juan. Evangelio de San Juan.
Plan de lectura del Antiguo Testamento:
Génesis, Éxodo, Números, Josué, Jueces, 1° Samuel, 2º Samuel, 1º Reyes, 2º Reyes,
Amós, Oseas, Isaías (1-39) , Miqueas, Nahúm, Sofonías, Habacuc, Jeremías,
Lamentaciones, Ezequiel, Abdías, Isaías (40-55), 1º Crónicas, 2º Crónicas, Esdras,
Nehemías, Ageo, Zacarías, Isaías (56-66), Malaquías, Joel, Jonás, Rut, Tobías, Judit, Ester,
Eclesiástico, Cantar de los cantares, Job, Eclesiastés, 1º Macabeos, 2º Macabeos, Baruc,
Daniel, Sabiduría, Levítico, Deuteronomio.
5. Recursos

Hay muchas ediciones y un sin número de opciones. En la era digital te dejamos esta
opción, hay varias más, pero esta es muy buena por los comentarios y la forma amigable
de lectura.
Sagrada Biblia Universidad de Navarra
iTunes: Sagrada Biblia de la Universidad de Navarra
Amazon: Sagrada Biblia de la Universidad de Navarra
Google Play Books: Sagrada Biblia de la Universidad de Navarra

Visita al Santísimo:

Si supiéramos la gracia tan enorme de la Adoración Eucarística nos pasaríamos días


enteros de rodillas frente al altar. Adorar al Santísimo es acompañar al mismo Jesús en el
momento de su sacrificio por la humanidad. El mismo Jesús nos enseña esto, a través de
santa Margarita de Alacoque (con quién inició esta práctica): «En adelante, todas las
semanas, la noche del jueves al viernes, practicarás una Hora Santa, para hacerme
compañía y participar en mi oración del Huerto».
Así pues, hoy hemos querido traerles una breve guía para ir a adorar al Santísimo. Te
recomendamos que lleves contigo la Biblia o consigas un devocionario o algún libro
espiritual de un santo.

1. Saludo inicial (entrar en silencio)


Ingresa en silencio y con reverencia a la iglesia o a la capilla del Santísimo. Arrodíllate con
las dos rodillas frente a Él y realiza la señal de la Cruz. Recuerda que es Dios quien se
encuentra en ese pedazo de pan.

2. Oración de preparación
Luego de acomodarte en una de las bancas o reclinatorios, de rodillas, realiza una oración
para preparar tu corazón. Puede ser una que tú mismo hagas espontáneamente o una
que saques de algún devocionario. Te recomendamos esta oración del S.S. Pio XII:
«Oh Dulcísimo Jesús, que escondido bajo los velos eucarísticos, escuchas piadoso nuestras
súplicas humildes, para presentarlas al trono del Altísimo, acoge ahora los anhelos
ardientes de nuestros corazones. Ilumina nuestras inteligencias, reafirma nuestras
voluntades, revitaliza nuestra constancia y enciende en nuestros corazones la llama de un
santo entusiasmo, para que, superando nuestra pequeñez y venciendo toda dificultad,
sepamos ofrecerte un homenaje no indigno de tu grandeza y majestad y adecuado a
nuestras ansias y santos deseos. Amen».

3. Lectura espiritual y meditación


La puedes escoger en ese mismo momento, pero también es conveniente que leas el
Evangelio del día, o escojas una lectura de tu devocionario. Luego de esta lectura haz
silencio y medita lo que acabas de leer. Es importante que en este momento trates de
silenciar tu mente y tu corazón para escuchar lo que Dios te dice. El silencio es aquella
puerta que predispone al alma para escuchar. Si lees una escena del Evangelio puedes
imaginarte la escena y meditar sobre lo que te dice, sobre cómo participas tú y sobre los
sentimientos y pensamientos que esta lectura suscita en tu corazón.

4. Escribe
Esta es una práctica personal que sirve mucho. Puedes llevar un diario del Santísimo
donde escribas algunas meditaciones de lo que acabas de pensar y sentir. Esto es como
una ayuda memoria para tu vida espiritual y te recuerda los momentos que, al lado del
mismo Dios, acabas de vivir. Volver a nuestros encuentros con el Señor nos fortalece en
los momentos difíciles.

5. Ora
Luego de tu meditación puedes rezar un rosario, el vía crucis, alguna oración sobre la
Eucaristía o la Liturgia de las horas (esto último de acuerdo a la hora en que te
encuentres).

6. Realiza una comunión eucarística o la estación eucarística


Frente al Santísimo expuesto puedes recibirlo en tu corazón realizando una comunión
espiritual. Esta comunión es también válida si por algún impedimento no puedes recibir el
sacramento de la Eucaristía. Te dejamos esta oración, que no es la única (existen otras
más que puedes consultar). Luego de la comunión espiritual puedes realizar la llamada
Estación ante el santísimo que consiste en rezar cinco veces el padrenuestro, el avemaría
y el Gloria en memoria de las cinco llagas de Jesús crucificado y un padrenuestro más por
las intenciones del Santo Padre.
«Creo, Jesús mío, que estás real y verdaderamente en el cielo y en el Santísimo
Sacramento del Altar. Os amo sobre todas las cosas y deseo vivamente recibirte dentro
de mi alma, pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, venid al
menos espiritualmente a mi corazón. Y como si ya os hubiese recibido, os abrazo y me
uno del todo a Ti. Señor, no permitas que jamás me aparte de Ti. Amén».

7. Oración Final (alabanzas de desagravio)


Al terminar tu adoración realiza una oración de despedida, puede ser propia o también del
devocionario. Agradece por el momento vivido, ofrece la adoración por alguien necesitado
y pide lo que necesites. Así también puedes decir las alabanzas de desagravio que son
oraciones que tiene la finalidad de luchar contra el mal del mundo:
«Bendito sea Dios.
Bendito sea su santo Nombre.
Bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre.
Bendito sea el nombre de Jesús.
Bendito sea su Sacratísimo Corazón.
Bendita sea su Preciosísima Sangre.
Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.
Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito. Bendita sea la excelsa Madre de Dios, María
Santísima.
Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción.
Bendita sea su gloriosa Asunción.
Bendito sea el nombre de María Virgen y Madre.
Bendito sea San José, su castísimo Esposo.
Bendito sea Dios en sus Ángeles y en sus Santos. Amén».

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