ViaCrusis Divina Voluntad
ViaCrusis Divina Voluntad
ViaCrusis Divina Voluntad
2
El Santo Vía Crucis
En el nombre del Padre y del Hijo…
3
Oración Inicial
Jesús, ya que el amor que nos tienes te ha movido a despojarte de tu gloria
y de dignidad Divina, cambiándolas con la horrible miseria del hombre, y
que siendo el Cordero inmaculado, el inocentísimo, el Santo de los santos,
has querido vestirte de todos los pecados de los hombres y has querido
sepultar en tu adorable humanidad los océanos de amargura, de dolor y de
muerte generados por las voluntades humanas: te suplico que me admitas,
en compañía de María Santísima a la dolorosa contemplación de tu santo
vía crucis en el que diste cumplimiento a tu amarguísima pasión. Quiero
sellar con tu mismo amor cada uno de tus dolores, cada gota de sangre,
cada desgarre de tu alma, cada una de tus muertes místicas, para decirte
con María Santísima y a nombre de todas criaturas: ¡Jesús mío, dulcísimo
Redentor, te amo, te bendigo, te doy gracias, te adoro! Amén.
4
5
6
PRIMERA ESTACIÓN: JESÚS ES CONDENADO A MUERTE
T. Señor, pequé contra Ti, ten misericordia de nosotros. Bendita y alabada sea la pasión y
muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su Santísima Madre al pie de la cruz.
Amén.
7
8
SEGUNDA ESTACIÓN: JESÚS TOMA Y ABRAZA LA CRUZ
T. Señor, pequé contra Ti, ten misericordia de nosotros. Bendita y alabada sea la pasión y
muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su Santísima Madre al pie de la cruz.
Amén.
9
10
TERCERA ESTACIÓN: LA PRIMERA CAÍDA DE JESÚS BAJO LA
CRUZ
G. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos:
T. Porque por tu santa cruz redimiste al mundo. Miserere nobis. (Ten piedad de nosotros)
Apenas has dado los primeros pasos y ya caes bajo su peso y al caer te golpeas en las
piedras, las espinas se clavan todavía más en tu cabeza, mientras que todas tus heridas se
te vuelven a abrir y empiezan a sangrar de nuevo; y no teniendo fuerzas para levantarte,
tus enemigos, irritados, a puntapiés y a empujones tratan de ponerte de pie.
Caído Amor mío, déjame ayudarte a ponerte de pie, déjame que te bese, que te limpie la
sangre y que repare junto contigo por quienes pecan por ignorancia, por fragilidad y por
debilidad, y te suplico que ayudes a estas almas.
G. ¡Ven Divina Voluntad! T. ¡Ven a reinar en nosotros!
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
T. Señor, pequé contra Ti, ten misericordia de nosotros. Bendita y alabada sea la pasión y
muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su Santísima Madre al pie de la cruz.
Amén.
11
12
CUARTA ESTACIÓN: JESÚS SE ENCUENTRA A SU MADRE SANTÍSIMA
T. Señor, pequé contra Ti, ten misericordia de nosotros. Bendita y alabada sea la pasión y
muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su Santísima Madre al pie de la cruz.
Amén.
13
14
QUITA ESTACIÓN: JESÚS ES AYUDADO POR EL CIRINEO
Por temor a que mueras bajo la cruz, obligan al Cirineo a ayudarte a llevar la cruz y él te
ayuda, pero de mala gana y a regañadientes, no por amor, sino por la fuerza. Entonces, en
tu Corazón hacen eco todos los lamentos de quienes sufren las faltas de resignación, las
rebeliones, los enojos y los desprecios en el sufrir, pero quedas mucho más adolorido al
ver que las almas consagradas a ti, cuando las llamas para que te acompañen y te ayuden
en tu dolor, huyen de ti; y si tú con el dolor las quieres estrechar a ti, ¡ah!, ellas se zafan
de tus brazos para ir en busca de placeres.
G. ¡Ven Divina Voluntad! T. ¡Ven a reinar en nosotros!
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
Quis est homo, qui non fleret, ¿Quién es el hombre que no lloraría
Matrem Christi si videret Viendo a la Madre de Cristo
in tanto supplicio? En semejante suplicio?
T. Señor, pequé contra Ti, ten misericordia de nosotros. Bendita y alabada sea la pasión y
muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su Santísima Madre al pie de la cruz.
Amén.
15
16
SEXTA ESTACIÓN: LA VERÓNICA ENJUGA EL ROSTRO DE JESÚS
La Verónica, que valientemente, sin ningún temor, enjuga con un paño tu rostro cubierto
totalmente de sangre, y tú se lo dejas impreso en señal de gratitud.
Generoso Jesús mío, también yo quiero enjugarte, y no con un paño, sino que quiero
ofrecerte todo mi ser para darte alivio; quiero entrar en tu interior, ¡oh Jesús!, y darte
latidos por latidos, respiros por respiros, afectos por afectos, deseos por deseos; quiero
arrojarme en tu santísima inteligencia y haciendo correr todos esos latidos, respiros,
afectos y deseos en la inmensidad de tu Voluntad, quiero multiplicarlos al infinito.
G. ¡Ven Divina Voluntad! T. ¡Ven a reinar en nosotros!
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
17
18
SÉPTIMA ESTACIÓN: LA SEGUNDA CAÍDA DE JESÚS BAJO QUE
CRUZ.
G. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos:
T. Porque por tu santa cruz redimiste al mundo. Miserere nobis. (Ten piedad de nosotros)
Tu Madre queda petrificada por el dolor y está a punto de desvanecerse y tú vuelves a caer
bajo la cruz. Mientras tanto, gimes caído bajo la cruz. Los soldados temen que vayas a
morir bajo el peso de tantos tormentos y por la pérdida de tanta sangre; es por eso que a
fuerza de latigazos y puntapiés tratan de ponerte de pie a duras penas. De este modo
reparas las repetidas caídas en el pecado, los pecados graves cometidos por toda clase de
personas y ruegas por los pecadores obstinados, llorando con lágrimas de sangre por su
conversión.
G. ¡Ven Divina Voluntad! T. ¡Ven a reinar en nosotros!
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
T. Señor, pequé contra Ti, ten misericordia de nosotros. Bendita y alabada sea la pasión y
muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su Santísima Madre al pie de la cruz.
Amén.
19
20
OCTAVA ESTACIÓN: JESÚS AMONESTA A LAS PIADOSAS
MUJERES
G. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos:
T. Porque por tu santa cruz redimiste al mundo. Miserere nobis. (Ten piedad de nosotros)
Otros pocos pasos y te vuelves a detener: tu amor, bajo el peso de tantas penas, no se
detiene y viendo a las mujeres piadosas que lloran a causa de tus penas, te olvidas de ti
mismo y las consuelas, diciéndoles:
« ¡Hijas, no lloréis por mis penas, sino por vuestros pecados y por los de vuestros hijos! ».
¡Qué sublime enseñanza! ¡Qué dulce es tu palabra! ¡Oh Jesús!, reparo junto contigo todas
las faltas de caridad y te pido que me concedas la gracia de olvidarme de mí mismo, para
que no me acuerde sino de ti solamente.
G. ¡Ven Divina Voluntad! T. ¡Ven a reinar en nosotros!
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
Tus enemigos, al oírte hablar se ponen furiosos y te jalan de las cuerdas y te empujan con
tanta rabia, que te hacen caer y cayendo te golpeas en las piedras; el peso de la cruz te
tortura y tú te sientes morir; pero tus enemigos te quieren poner de pie jalándote de las
cuerdas, levantándote por los cabellos, dándote de puntapiés…, pero todo es en vano. Casi
arrastrándote, te llevan al monte Calvario; y mientras te arrastran, siento que reparas por
todas las ofensas de las almas consagradas a ti, que te dan tanto peso, que por más que te
esfuerzas para levantarte, te resulta imposible…
G. ¡Ven Divina Voluntad! T. ¡Ven a reinar en nosotros!
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
T. Señor, pequé contra Ti, ten misericordia de nosotros. Bendita y alabada sea la pasión y
muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su Santísima Madre al pie de la cruz.
Amén.
23
24
DÉCIMA ESTACIÓN: JESÚS ES DESPOJADO DE SUS
VESTIDURAS.
G. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos:
T. Porque por tu santa cruz redimiste al mundo. Miserere nobis. (Ten piedad de nosotros)
Te vuelven a desvestir arrancándote de nuevo tus vestiduras junto con la corona de espinas.
¡Ah!, tú gimes al sentir que te arrancan de la cabeza las espinas; y al arrancarte tus ropas,
te arrancan también tus carnes laceradas que se encuentran pegadas a ellas. Tus llagas se
vuelven a abrir, la sangre diluvia corriendo hasta el suelo y es tan grande tu dolor, que
casi muerto, caes. Es tan insoportable tanto dolor por las laceraciones y por los cabellos
que pegados a tu sangre coagulada te han arrancado, que solamente los ángeles podrían
decir todo lo que sufres.
G. ¡Ven Divina Voluntad! T. ¡Ven a reinar en nosotros!
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
T. Señor, pequé contra Ti, ten misericordia de nosotros. Bendita y alabada sea la pasión y
muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su Santísima Madre al pie de la cruz.
Amén.
25
26
DÉCIMA PRIMERA ESTACIÓN: LA CRUCIFIXIÓN DE JESÚS
¡Oh Jesús mío, dulce Vida mía!, habiéndote crucificado ya la mano derecha, tus enemigos,
con inaudita crueldad, toman la mano izquierda y te la jalan tanto, para hacer que llegue
al agujero que ya habían empezado, que sientes que se te dislocan las articulaciones de los
brazos y de los hombros, y por la violencia del dolor tus piernas se contraen y sufren una
tremenda convulsión. ¡Oh Jesús mío!, terminando los verdugos de clavarte los pies, yo me
acerco a tu Corazón; me doy cuenta de que ya no puedes más, pero tu amor grita más
fuerte: « ¡Quiero más penas! ».
G. ¡Ven Divina Voluntad! T. ¡Ven a reinar en nosotros!
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
27
28
DÉCIMA SEGUNDA ESTACIÓN: JESÚS MUERE EN LA CRUZ
Vuelves a abrir tus ojos moribundos y miras alrededor de la cruz, como si quisieras
despedirte de todos por última vez; miras a tu Madre agonizante que ya no puede ni siquiera
moverse ni hablar a causa de las tremendas penas que está sufriendo y dices:
« ¡Madre mía, adiós, yo me voy, pero te tendré en mi Corazón, y tú, cuida a nuestros hijos!».
Nada escapa a tu mirada; te despides de todos y a todos perdonas. Y después, reuniendo
todas tus fuerzas, con voz potente y sonora, gritas: «¡Padre, en tus manos encomiendo mi
espíritu!». E inclinando la cabeza, expiras.
G. ¡Ven Divina Voluntad! T. ¡Ven a reinar en nosotros!
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
T. Señor, pequé contra Ti, ten misericordia de nosotros. Bendita y alabada sea la pasión y
muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su Santísima Madre al pie de la cruz.
Amén.
29
30
DÉCIMA TERCERA ESTACIÓN: JESÚS ES BAJADO DE LA CRUZ Y
PUESTO EN MANOS DE MARÍA SANTÍSIMA
T. Señor, pequé contra Ti, ten misericordia de nosotros. Bendita y alabada sea la pasión y
muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su Santísima Madre al pie de la cruz.
Amén
31
32
DÉCIMA CUARTA ESTACIÓN: LA SEPULTURA DE JESÚS Y LA
SOLEDAD DE MARÍA SANTÍSIMA.
Veo que tu mirada se detiene en el Corazón de tu adorado Jesús. ¿Qué es lo que haremos
en este Corazón? Tú me lo mostrarás, ¡oh Madre!, y me sepultarás en él, lo cerrarás con
la piedra, lo sellarás y aquí adentro, depositando en él mi corazón y mi vida, me quedaré
escondido para toda la eternidad. ¡Oh Madre, dame tu amor para que ame a Jesús y dame
tu dolor para interceder por todos y reparar cualquier ofensa a su Corazón Divino!
G. ¡Ven Divina Voluntad! T. ¡Ven a reinar en nosotros!
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
Christe cum sit hinc exire, Oh Cristo, cuando esté por morir,
Da per Matrem me venire Concédeme por tu Madre
Ad palmam victoriae Alcanzar la palma de la Victoria
T. Señor, pequé contra Ti, ten misericordia de nosotros. Bendita y alabada sea la pasión y
muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su Santísima Madre al pie de la cruz.
Amén.
33
34
DÉCIMA QUITA ESTACIÓN: LA RESURRECCIÓN DE JESÚS.
T. Señor, pequé contra Ti, ten misericordia de nosotros. Bendita y alabada sea la pasión y
muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su Santísima Madre al pie de la cruz.
Amén.
35
ORACIÓN FINAL.
Gracias oh Jesús, por haberme llamado a seguirte en tu Vía dolorosa. Sí, oh
Jesús, gracias, mil y mil veces, gracias y te bendigo por todo lo que has
hecho y padecido por todos. Gracias y te bendigo por cada gota de sangre
que has derramado, por cada respiro, por cada latido de tu Corazón, por cada
paso que has dado, por cada palabra que has dicho, por cada mirada, por
cada amargura y ofensa que has soportado por nosotros; en todo, oh Jesús
mío, quiero darte un beso para darte las gracias y bendecirte. Ah, Jesús, haz
que de todo mi ser salga hacia ti una corriente continua de gratitud y de
bendiciones, para atraer sobre mí y sobre todos la fuente de tus bendiciones
y de tus gracias.
Jesús mío, estréchame a tu Corazón y con tus manos santísimas sella todas
las partículas de mi ser con tu bendición, para que así no pueda salir de mí
más que un himno continuo de amor hacia ti. Amén.
San Aníbal María De Francia, Fundador de los Padres Rogacionistas del Corazón de Jesús y
de las Hijas del Divino Celo, fue el confesor de Luisa y el más entusiasta difusor de “Las
Horas de la Pasión”, consiguiendo cuatro ediciones (1915, 1916, 1917 y 1921), las cuatro
con el Nihil Obstat y el Imprimatur. Diversos testimonios narran que un día llegó el Padre a
la casa de Luisa, particularmente contento, y contó cómo le había llevado ese libro a S.S.
San Pío X (por el cual había sido recibido muchas veces en audiencia privada); estaba
leyéndole al Santo Padre una Hora de la Pasión (la de la crucifixión), cuando este lo
interrumpió diciendo: « Así no, Padre, de rodillas se debe leer; es Jesucristo quien habla. »
Promesas de Jesús
Jesús, haciéndome escuchar su voz tierna y dulce, me dijo: « Hija mía, como recompensa por
haberlas escrito, por cada palabra que has escrito te daré un alma, un beso. »
Luisa: « Amor mío, esto para mí; y a los que las hagan, ¿qué les darás? » Y Jesús: « Si las
hacen junto conmigo y con mi misma Voluntad, por cada palabra que repitan les daré un
alma, porque toda la mayor o menor eficacia de estas Horas de mi Pasión está en la mayor
o menor unión que tengan conmigo. Y haciéndolas con mi Voluntad, la criatura se esconde
en mi Voluntad, y obrando mi Voluntad puedo hacer todos los bienes que quiero, aun por
medio de una sola palabra. Y esto, cada vez que las hagan. »