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UNIVERSIDAD NACIONAL JESE MARÍA ARGUEDAS

FACULTAD INGENIERIA DE SISTEMAS

Trabajo de Suficiencia Profesional

La resiliencia como eje del desarrollo de los integrantes del Voluntariado


de la Parroquia "El Espíritu Santo" de Manchay, centro poblado de Lima
Este

Curso: Metodología

Presentado por:

Autor: Estudiante Jarol dfgdf

Lima – Perú
2018

…A la memoria de mi padre

ii
iii
Gracias a mi esposo e hijo por su apoyo incondicional.

Yayo y Daniel: ¡Formamos un gran equipo!

RESUMEN

La resiliencia es un término “relativamente” nuevo en cuanto a su uso en la


comunicación cotidiana, pero tiene larga data en el ámbito de la psicología,
aunque su origen se remonta, más bien a la ingeniería civil. Se trata de una
capacidad que le permite al individuo no solo afrontar una o varias situaciones
adversas, si no que salga fortalecido de esas experiencias.

En el presente trabajo, hacemos un recorrido por los orígenes de este concepto


que encierra una serie de dimensiones y factores. Los autores consultados
coinciden en que se trata de un proceso dinámico que tiene como base el
reconocimiento y manejo de emociones, y agrupa una serie de habilidades que
incluyen el soporte emocional que brinda, además, el entorno inmediato y la
comunidad a la que pertenece el individuo.

iv
En nuestra investigación, centramos la atención en los integrantes del
voluntariado de la parroquia “El Espíritu Santo” de Manchay (centro poblado
ubicado al este de Lima), quienes mantienen un contacto con directo con la
población en general.

Quisimos conocer sus niveles de resiliencia para que, a partir de ello, se pueda
trabajar con ellos a partir de un programa de intervención que les permita
reconocer sus propios recursos y luego interioricen el significado y alcance de la
resiliencia para que posteriormente, puedan transmitir ese conocimiento a los
niños, niñas y adolescentes que se encuentran expuestos a factores de riesgo
como la pobreza, la violencia familiar y la inseguridad ciudadana. Lo que podría
mermar considerablemente esa capacidad de resiliencia que ha permitido que
la población a la que pertenecen haya alcanzado un gran desarrollo social.

ÍNDICE

v
Introducción xii

Capítulo I.

Capítulo II. Marco teórico - conceptual 22

26

2.2. Bases teóricas 28

2.2.1 Teorías que explican el concepto de resiliencia 30

2.2.2 Importancia de la resiliencia 32

2.2.3 Dimensiones de la resiliencia 33

2.2.4 Factores asociados a la resiliencia 37

2.2.5 Resiliencia familiar. Criando con resiliencia. 40

2.2.6 Resiliencia, ayuda y voluntariado 43

2.3 Definiciones conceptuales de la variable de investigación 44


Capítulo III. Metodología 51

3.1 Tipo y diseño de investigación 51

3.1.1 Tipo y enfoque 51

3.1.2 Niveles 51

3.1.3 Diseño de investigación 52

3.2 Población y muestra 52

3.3 Identificación de la variable 53

3.4 Técnicas e instrumentos de recolección de datos 56

3.4.1 Técnicas de investigación 56

3.4.2 Instrumentos de recolección de información 56

vi
Referencias 103

Anexos 111

ÍNDICE DE TABLAS

Tabla 1. Encuestados según sexo y edad 52

Tabla 2. Operacionalización de la variable 54

Tabla 3. Medidas estadísticas descriptivas de la variable 59

Tabla 4. Frecuencia de la variable según niveles 59

Tabla 5. Frecuencia del nivel de resiliencia según el género 60

Tabla 6. Frecuencia del nivel de resiliencia según la edad 62

ÍNDICE DE FIGURAS

Figura 1.

Dimensiones de la resiliencia: Wolin y Wolin (1993) 37

Figura 2.

Operacionalización de la variable 61

Figura 3.

Niveles de resiliencia de integrantes del voluntariado 60

Figura 4.

Niveles de resiliencia entre individuos masculinos del voluntariado 61


vii
Figura 5.

Niveles de resiliencia entre individuos femeninos del voluntariado 62

Figura 6.

Nivel de resiliencia según la edad de los integrantes del voluntariado 63

Figura 7.

Niveles de resiliencia entre individuos jóvenes del voluntariado 63

Figura 8.

Niveles de resiliencia entre individuos adultos del voluntariado 64

“La vida siempre está en un eterno devenir, un movimiento permanente


que nunca se detiene. Frente a ella tienes dos opciones: te estancas o te
montas a la ola que recorre el universo”.

(Walter Riso)

viii
INTRODUCCIÓN

Nuestro interés por la psicología surgió hace mucho tiempo. Nos llamaba y
aún continúa llamándonos poderosamente la atención todo lo relacionado con la
mente. La manera como concebimos la vida y, sobre todo, la forma como
decidimos afrontar aquellos hechos y situaciones que se nos presentan a lo
largo de nuestra existencia.

Ese interés se fue incrementando conforme fuimos conociendo distintas


historias y personajes de la vida real. Sucesos y personas que son parte de
nuestra experiencia en el quehacer periodístico desde hace más de veinte años.
Hoy, como al comienzo, nos sigue asombrando esa capacidad de las personas
para sobreponerse a situaciones terribles, dolorosas, hechos inesperados y
catastróficos como desastres naturales, accidentes o la pérdida de un ser
querido.

A esas situaciones especialmente difíciles y la gran diferencia que se


registra en cuanto a las reacciones individuales aun cuando se trate, por
ejemplo, de hermanos enfrentados a la misma situación, en el mismo momento
y en las mismas circunstancias. Por cierto, que se trata de eventos a los que los
niños, las niñas y los adolescentes no son ajenos.

Estas situaciones nos llevaron a leer y documentarnos sobre la resiliencia,


esa capacidad que tenemos los seres humanos para sobreponernos a hechos
adversos y salir no solo airosos, sino, fortalecidos.
ix
Pero, no fue sino hasta el inicio de esta investigación, que descubrimos que
la resiliencia es una capacidad que podemos desarrollar y fortalecer desde la
niñez. Y el tema va mucho más allá, pues no todos los que sobreviven a
situaciones especialmente difíciles son resilientes.

Como señala Froma Walsh (2004), en su libro Resiliencia familiar.

Estrategias para su fortalecimiento: “algunos quedan atrapados en la condición


de víctimas, relamiéndose las heridas e impedidos de crecer por la ira y la
culpa” (p. 27).

Una de las lecturas que nos cautivó de principio a fin fue El hombre en
busca de sentido de Víktor Frankl (2004), considerado padre de la logoterapia.
Su propia existencia es un claro ejemplo de cómo la resiliencia puede -
literalmente - salvarnos la vida. La manera como él afrontó su encierro en los
campos de concentración, la pérdida de sus padres y de su esposa
embarazada, además de cómo lidió con el hecho de perder todo lo que hasta
ese momento había logrado en el ámbito personal y profesional, demuestra que
frente a una situación que puede ser catalogada de terrible, el ser humano tiene
dos posibilidades: convertirse en víctima o tomar las riendas de su vida y
afrontarla con actitud decidida y con valentía.

Características similares encontramos en los habitantes de Manchay,


específicamente entre los integrantes del voluntariado de la parroquia El
Espíritu Santo, que colaboraron con esta investigación, respondiendo el test de
resiliencia empleado en este trabajo.

Los primeros pobladores, llegaron desde diferentes lugares del interior del
Perú, huyendo del terrorismo y la pobreza que en la década de los 80 golpeó

x
duramente al país. La entereza con que ellos afrontaron el comenzar de cero,
desarraigados y establecidos en viviendas de esteras que se sostenían en
medio de extensos arenales, nos muestra a individuos resilientes que no
estaban dispuestos a dejarse vencer por la adversidad.

De eso se trata la resiliencia. Pero, existen factores que pueden poner en


riesgo el avance social experimentado por la población de Manchay en los
últimos veinte años: la violencia (externa e intrafamiliar), la inseguridad
ciudadana y el consumo de alcohol, son los principales (información incluida en
el Plan Nacional de Seguridad Ciudadana 2013 – 2018).

Así las cosas, se hace necesario un trabajo con la población, especialmente


con los niños, niñas y adolescentes y los adultos responsables de ellos,
incluidos cuidadores, maestros y personal docente.

En cuanto al instrumento empleado para este trabajo, recurrimos a La


Escala de Resiliencia de Wagnild y Young (1993), que es quizás el más
empleado para evaluar la resiliencia. Se trata de una escala que comprende dos
factores: competencia personal y aceptación de uno mismo y de la vida. Este
instrumento se responde conforme a una escala tipo Likert de siete (7) puntos,
donde 1 representa muy en desacuerdo y 7 muy de acuerdo.

Cabe mencionar que este test contenía ítems modificados lingüísticamente


por Del Águila (2003) para la muestra peruana. Una herramienta de fácil
aplicación que en promedio demanda no más de treinta minutos para
responder, y resultó válida para el grupo de individuos con los que trabajamos
para esta investigación.

xi
Como verán a lo largo de esta publicación, los capítulos y sub índices han
sido distribuidos y planteados de tal manera que, con las definiciones y
opiniones de los diversos autores consultados y la información recopilada, el
lector pueda contar con una variedad de elementos que le permita llegar a sus
propias conclusiones respecto a la resiliencia: su importancia y trascendencia,
así como la manera en que ésta influye en la vida de los individuos, su entorno
familiar y su comunidad.

xii
CAPÍTULO I

CAPÍTULO II MARCO TEÓRICO CONCEPTUAL

2.1

2.2 Bases teóricas

Desde el planteamiento de la logoterapia, que tiene en Frankl (1962) a


su máximo representante y que ha dejado claramente establecida en su obra
“El hombre en busca de sentido”, la resiliencia es una capacidad humana y
universal que abarca al ser humano de manera total, es decir involucra su
aspecto espiritual, sus sentimientos y sus experiencias, y es determinante en
su desarrollo. Añade que esta capacidad puede ser promovida desde que el
ser humano se encuentra en edad temprana.

Por su parte, la psicología clínica, establece que “el concepto de


resiliencia no implica tanto una invulnerabilidad al estrés sino la habilidad de
recuperarse de eventos negativos” Garmezy (1991), (p.233).

Bartelt (1996) considera que si bien la resiliencia es un concepto difícil


de especificar y que está estrechamente ligado al éxito y fracaso según sea la
situación. Lo considera como un rasgo psicológico, que a la vez es un
componente del individuo mismo y que le proporciona la capacidad de lograr el

13
éxito en medio de condiciones adversas. Añade que, aunque resulte
contradictorio o paradójico, esta condición puede verse desgastada o
fortalecida por la propia adversidad. (p. 98 – 99).

Masten (2001), definió la resiliencia como un fenómeno que se


caracteriza por resultados positivos a pesar de las serias amenazas para el
desarrollo y la adaptación. (p.228).

Como señala Rutter (2004), la resiliencia puede ser considerada como el


logro de un nivel de desarrollo adecuado en todas las dimensiones del
individuo:

aspecto físico, cognitivo, emocional y social.

Badilla (2009), por su parte, afirma que la resiliencia se trata de


mecanismos de protección, basados en los recursos personales y ambientales
que entran en acción cuando el individuo se enfrenta a una situación
traumática, especialmente difícil o adversa.

En el caso de la psicología positiva, Grotberg (2006), afirma que cuando


hablamos de resiliencia, nos referimos a esa capacidad que tiene el individuo
no solo para afrontar los hechos adversos que se presentan a lo largo de su
vida, si no, para superarlos e inclusive, resultar transformado por éstos.

Desde la perspectiva de la psicología psicoanalítica, Walsh (2012),


define la resiliencia como “la capacidad de una persona para recobrarse de la
adversidad fortalecida y dueña de mayores recursos” (p.26).

Esta autora la concibe como un proceso activo de resistencia,


autocorrección y crecimiento como respuesta a las crisis y desafíos de la vida.

14
En el caso de la psicología gestáltica, Saravia (2016), indica que la
resiliencia parte de reconocer el aquí y ahora. Que el individuo tome conciencia
y se haga responsable de la situación en la que se encuentra para a partir de
ese reconocimiento, trabajar en el cierre de las situaciones inconclusas que lo
llevan a experimentar malestar (físico y psicológico) que no le permite continuar
con el desarrollo habitual de sus actividades.

Saravia Propone una relación coherente entre el pensar y el hacer, pero


partiendo de la responsabilidad de cada individuo sobre sus acciones. (M.

Saravia, comunicación personal, 15 de noviembre 2016).

2.2.1 Teorías que explican el concepto de resiliencia

En “Estado del Arte en Resiliencia” (Kotliarenco, Cáceres y


Fontecilla, 1997), encontramos que el término resiliencia procede del
latín, de la palabra resilio, que significa volver atrás, volver de un salto,
resaltar, rebotar. Los diccionarios (Kotliarenco et al., 1997) entienden por
resiliencia la resistencia de un cuerpo a la rotura por golpe. La fragilidad
de un cuerpo decrece al aumentar la resistencia. O, la capacidad de un
material de recobrar su forma original después de someterse a una
presión deformadora. Se trata, entonces, de un concepto de la física y de
la ingeniería civil, que fue adaptado a las ciencias sociales.

Fue en la década de los setenta que el psiquiatra Michael Rutter


(1994) introdujo el concepto de resiliencia en el quehacer psicológico.
Este especialista nacido en Líbano, pero de padres ingleses, lo define
15
como una especie de flexibilidad social adaptativa. Concepto que “saltó”
en realidad del mundo de la neurociencia y la psicología a las ciencias
sociales. Según este planteamiento, la capacidad de pensar de manera
flexible y creativa aumenta en relación directa con los estados de ánimo
positivos.

Hasta ese momento, se había empleado el término invulnerabilidad,


entendido como la capacidad de los individuos para resistir las
situaciones adversas sin resultar dañados. Por esta razón, inclusive, se
les llegó a llamar invencibles porque se mostraban resistentes al estrés
(Losel, Bliesener, y Koferl, 1989).

Sin embargo, este concepto de invulnerabilidad rápidamente fue


perdiendo vigencia por varias razones. Rutter (1993) señaló algunas de
ellas: hablar de invulnerabilidad implica absoluta resistencia al daño;
plantea que esta característica se aplica a todas las circunstancias de
riesgo; implica una característica intrínseca del individuo y sugiere una
característica estable en el tiempo.

Estos cuestionamientos llevaron a los investigadores a dejar de


lado el uso de invulnerabilidad para dar paso al desarrollo del concepto
de resiliencia (Kotliarenko Ph.D., Cáceres y Fentocilla, 2006).

Según Puig, G. y Rubio, J. L. (2013), la resiliencia es una


metateoría que abarca teorías de varias disciplinas como neurociencias,
filosofía, psicología, psiconeuroinmunología, medicina oriental, física,
antropología y sociología, entre otras.

Por su parte, Rodríguez, D. (2009), señala que, desde el punto de


vista teórico, sobre la resiliencia se puede identificar tres corrientes: la

16
norteamericana (conductista, pragmática y centrada en lo individual); la
europea (con un enfoque más bien llevado al psicoanálisis) y la
latinoamericana comunitaria (cuyo foco de atención es el ámbito social
como respuesta a los problemas del contexto).

Urie Bronfenbrenner (1979), psicólogo norteamericano que


desarrolló la Teoría ecológica de los sistemas, permite una aproximación
clara al concepto de resiliencia, al mostrarla como el resultado de la
relación directa entre el individuo y las diferentes situaciones, contextos y
entornos de los que forma parte a lo largo de su existencia.

De la misma manera, la teoría genética plantea la resiliencia en


términos de una condición innata del individuo que le permite adaptarse
de manera satisfactoria frente a una situación adversa o de crisis
(Masten, Best y Garmezy, 1991 en Ospina 2007).

Desde la perspectiva de la Teoría sistémica, Siebert (2007),


concibe la resiliencia como aquella capacidad que resulta de la
interrelación del individuo con su medio, en el que – de acuerdo con
Garassini (2010), tanto la familia como el entorno social cumplen un
papel esencial.

2.2.2 Importancia de la resiliencia

María del Pilar Álvarez Sandonís (2010), en su libro, “Enseñando a


expresar la ira”, indica que desde que los niños nacen, los padres y

17
madres centran su atención en atender y cubrir necesidades básicas.
Luego, se fijan en aspectos como que se vistan solos, que tengan
amigos, que sean independientes, etc. Pero de todos los ámbitos del
desarrollo,

“suelen olvidar el más importante: sus emociones” (p.21).

Y es que, a diario, los seres humanos (y niños y niñas no están


exentos de ello), experimentamos diversas emociones, positivas y
negativas. Nos enfrentamos, también, a situaciones de mucha presión,
por ejemplo: la elaboración y presentación de un plan de trabajo, la
preparación previa para dar un examen o participar en alguna
competencia deportiva, etc.

Algunos niños y niñas deben afrontar situaciones especialmente


difíciles y/o duras como la separación de los padres o la muerte de algún
pariente. Sobrellevar este tipo de situaciones de la manera más eficaz y
menos perjudicial en términos psicológicos, requiere del aprendizaje del
manejo de emociones; lo que puede garantizar éxito, bienestar y
felicidad sostenidos en el tiempo.

La resiliencia afecta nuestras relaciones con los demás y guarda


estrecha relación con la tolerancia, la compasión, de la misma manera
que con la capacidad personal de afrontar situaciones difíciles de la vida
y de prevenir problemas emocionales.

Como advierte Álvarez (2010): “cuando las emociones no son


expresadas y/o encausadas correctamente, dan lugar a una gran
variedad de problemas personales y sociales”. (p.21).

18
En su serie de seminarios, la Triple P (programa de parentalidad
positiva - 2014), señala que:

los niños y niñas que adquieren resiliencia emocional se colocan


en una situación de ventaja porque – entre otras – tienen mayor
probabilidad de ser afectuosos y con habilidades sociales;
empáticos y sensibles ante las necesidades de otras personas;
capaces de manejar sus emociones y afrontar los sentimientos
negativos para luego sentirse nuevamente bien y, capaces de
manejar el estrés, como ocurre ante exámenes, procedimientos
médicos dolorosos, etc. (p.1).

Añade que son menos propensos a emplear medios inadecuados


para hacerle frente a determinados eventos. Por ejemplo: hacer
escándalo, evitar o negar un problema, depender de terceros para
solucionar sus problemas o mostrarles mucha compasión, entre otras
situaciones.

Como indica Masten (2001), la resiliencia tiene, o debería tener,


una clara relevancia tanto para la prevención como para el tratamiento.

2.2.3 Dimensiones de la resiliencia

Walsh (2012), remarca que la resiliencia se forja cuando el ser


humano decide abrirse a nuevas experiencias y asume una conducta
interdependiente con los demás.

19
Por su parte, Hombrados, M. I. (2013), en su Manual de psicología
comunitaria señala que:

las características individuales, las familiares y las condiciones


sociales y ambientales pueden ser factores que aumenten la
resiliencia del individuo.

Sin embargo, la resiliencia depende tanto de la presencia de estos


elementos protectores como de la forma en que estos son integrados en
la propia experiencia personal. (p.54).

Aun cuando los diferentes autores consultados para este trabajo no


logran establecer una lista de consenso sobre los factores que
repercuten directamente en la capacidad de resiliencia, sí fue posible
identificar los elementos presentes en aquellos individuos que han
conseguido desarrollarse a pesar de las adversidades y las situaciones
especialmente difíciles a las que se han visto enfrentados.

Es una disposición general que abarca desde la competencia


social, capacidad de resolución de problemas, pasando por la habilidad
para actuar con autonomía y se extiende hasta las aspiraciones
saludables. Todas ellas, características que se consideran básicas para
constituir el perfil de la persona resiliente.

La mayor parte de los estudios sobre la resiliencia están centrados


en los rasgos y la predisposición individuales; algunos han llegado a
establecer que algunos rasgos como un temperamento sereno y
despreocupado y un alto nivel de inteligencia, eran elementos favorables
– aunque no determinantes – para alcanzarla, ya que, al generar
reacciones más positivas en las demás personas, facilitan la aplicación

20
de las estrategias de superación y de las habilidades para resolver
problemas.

Rutter (1985) anotó que una alta autoestima y una importante dosis
de eficacia personal hacían más probable el éxito en la superación de los
obstáculos y las complicaciones, en contraposición a una actitud más
bien de desvalimiento (situación o estado de la persona que no recibe la
ayuda o protección que necesita) y que aumenta la posibilidad de que
cada hecho y/o acontecimiento adverso, origine otro.

Por su parte, Grotberg (1995) identificó una serie de factores que


hacen posible promover la resiliencia a nivel individual, de la misma
manera que grupal y comunitario.

Según su modelo triádico, estos factores de resiliencia pueden ser


agrupados en tres categorías:

Yo tengo (apoyos externos que favorecen la resiliencia). Está


referido a personas del entorno más cercano en las que el individuo
puede confiar y que le ayudan cuando debe afrontar una dificultad).

Yo soy y estoy (fortaleza interior). El individuo es consciente de


que es digno de aprecio y cariño.

Muestra respeto por sí mismo y por las demás personas. Posee


valores y tiene gestos positivos. Además, está convencido de lo que
puede lograr si se lo propone.

21
Yo puedo (habilidades). La capacidad y aptitudes del individuo
para plantear soluciones a los problemas. Estas competencias abarcan
las habilidades de comunicación y de control.

En cada una de estas verbalizaciones podemos reconocer


aspectos vinculados a la resiliencia como la autoestima, la confianza en
uno mismo y en el entorno, la autonomía y la competencia social. Al
mismo tiempo, el poseer y reforzar estos atributos puede transformarse
en fuente generadora de resiliencia.

La competencia es otro concepto íntimamente ligado a la


resiliencia.

Becoña (2006), en Resiliencia: definición, características y utilidad


del concepto, define la competencia como: una cualidad, un factor de
promoción del nivel individual, que puede ser un componente vital en la
resiliencia.

El joven competente es de esperar que sea más probable que


supere los efectos negativos de un riesgo. Sin embargo, la
competencia es solo una de las varias cualidades que ayudan al
adolescente a superar la adversidad. (p.131).

Si tomamos como punto de partida estos aspectos, promover el


proceso de resiliencia implicaría la promoción y fortalecimiento del apoyo
externo, la fuerza interior y las habilidades del individuo.

Asimismo, plantea la necesidad de tener mapeadas las posibles


situaciones de riesgo, de manera que pueda plantearse las posibles
soluciones. Y, de la misma forma, sería necesario valorar los resultados
de la actitud resiliente, de manera que se pueda obtener un aprendizaje

22
de lo vivido y conseguir una actitud que ayude a mejorar la calidad de
vida.

23
Sentirse bien
solo

Satisfacción
Autoconfianza
personal

Individuo

Ecuanimidad Perseverancia

Figura 1. Dimensiones de la resiliencia: Wolin y Wolin (1993)

2.2.4 Factores asociados a la resiliencia

Dentro de los primeros estudios sobre la resiliencia, podemos


mencionar a Masten y Garmezy (1985), que centraron su atención en las
características y cualidades del niño resiliente (como la autonomía o la
alta autoestima).

24
Esta investigación permitió identificar tres grupos de factores
vinculados con el desarrollo y fortalecimiento de la resiliencia: las
habilidades y competencias del individuo; las propiedades y
particularidades de su entorno familiar, así como las características y
aspectos de su ambiente social.

La resiliencia como concepto, ha sido empleado, también para


describir tres tipos de fenómenos: buen resultado del desarrollo a pesar
de una situación de alto riesgo (ejemplo: pobreza extrema); competencia
bajo amenaza (ejemplo: un niño o niña afrontando una situación de
alienación parental) y recuperación de un trauma (ejemplo: maltrato
físico y/o psicológico).

En cuanto a los factores, Bissonnette (1998) identificó tres tipos:

- Atributos como la capacidad intelectual, control de emociones e


impulsos; temperamento fácil, autonomía, autoconfianza, concepción
positiva de sí mismo, sentido del humor, sociabilidad, habilidades de
comunicación y empatía.

- Características familiares donde prime la cordialidad, la cohesión, el


apoyo emocional, estructura, estilos de apego positivos y una
relación cercana de apoyo con al menos una de las personas
encargadas de la crianza.

- Elementos de apoyo externo (condiciones del medio ambiente


social), como experiencias positivas en el centro educativo,
relaciones positivas con sus pares y relaciones positivas con otros
adultos.

25
Todos estos factores actuarían para reducir el impacto de los
eventos negativos o bien servirían para desarrollar y mantener la
autoestima (Rutter, 1987).

Sin embargo, para Masten (2001), la competencia y la resiliencia


son dos constructos muy relacionados entre sí que formarían parte de un
constructo más general de adaptación.

El interés está en establecer de qué manera dichos factores


pueden aportar a un resultado positivo.

Conforme avanzaron las investigaciones y los aportes de los


diferentes especialistas, se dejó de emplear el término invulnerabilidad y
en su lugar se usa el de resiliencia. De hecho, como anota Garmezy
(1991), el concepto de resiliencia no implica tanto una invulnerabilidad al
estrés sino la habilidad de recuperarse de eventos negativos.

Cabe precisar que el término invulnerabilidad fue estudiado


ampliamente por Werner (1992), quien lo definió como el desarrollo de
personas sanas en circunstancias ambientales insanas.

Con el paso del tiempo, la comunidad científica llegó a la


conclusión de que éste era un término bastante extremo y que podía
estar cargado de connotaciones biológicas, con énfasis en lo genético.
Se replanteó el término, buscando uno que no fuera tan rígido y que
tuviera un alcance mayor, que reflejara, además, la posibilidad de
enfrentar efectivamente eventos complejos, severos, estresantes y
acumulativos; se encontró el de “capacidad de afrontar”.

26
De la misma manera, Fonagy et al. (1994) describen la resiliencia
como “el desarrollo normal bajo condiciones difíciles” (p. 233) y Masten

(2001) lo presenta como “un fenómeno común que surge de los


procesos adaptativos humanos ordinarios” (p. 234).

El optimismo aprendido, concepto acuñado por Seligman (1990),


tiene – según Walsh (2012), “fuertes efectos en la resiliencia” (p.34).

En sus investigaciones, Seligman, dedicó tiempo a todo lo


relacionado con lo que él identificó como desvalimiento aprendido y
demostró que se puede condicionar a los individuos de manera que
puedan permanecer pasivos o renuncien a la capacidad de resolver sus
problemas, especialmente si castigos y recompensas no guardan
estrecha relación con su conducta de manera predecible.

De la misma manera, sostuvo que, si el desvalimiento puede ser


aprendido, también puede desaprenderse a través de prácticas de
dominio en las que la persona llegue a estar convencida de que sus
acciones, decisiones y esfuerzo tendrán el éxito esperado.

2.2.5 Resiliencia familiar. Criando con resiliencia.

Hablar de resiliencia familiar es referirse a los “procesos de


superación y adaptación que tienen lugar en la familia como unidad
funcional” (Walsh, 2012) (p.40).

27
La autora indica que la perspectiva sistémica hace posible
comprender la manera en que los procesos familiares ayudan a asimilar
y canalizar el estrés, así como afrontar las crisis y las situaciones
especialmente difíciles que se presentan prolongadas.

La forma como la familia maneje y afronte la experiencia


disociadora, la situación estresante, se reorganice eficazmente y
continúe con el desarrollo habitual de su ritmo de vida, influirá en la
adaptación de cada uno de sus integrantes, así como en el bienestar y
supervivencia de la unidad familiar en sí misma.

A propósito de los integrantes de la familia y tal como anota el


Programa de Parentalidad Positiva (2014), lograr el desarrollo de la
resiliencia emocional, implica tener en cuenta algunos aspectos como:
reconocer, comprender y aceptar los sentimientos. Desarrollar una
perspectiva positiva que incluya el optimismo, el interés y la satisfacción
personal.

Poner en práctica una forma de comunicación asertiva y aprender a


expresar los sentimientos de la mejor manera. Trabajar en el desarrollo y
fortalecimiento del afrontamiento de los problemas y las dificultades en
general. Desarrollar y fortalecer la manera de manejar los hechos que
desencadenan el estrés. De igual forma, es importante aprender a
manejar los sentimientos negativos, la frustración y aquellas situaciones
o hechos que se presentan desagradables.

Algunas investigaciones primigenias sobre resiliencia individual


pusieron atención a los aportes positivos de la familia (Rutter, 1985;

28
Werner y Smith, 1992). Centrados en el clima emocional de la familia,
identificaron la importancia del afecto, la calidez, el apoyo emocional, así
como del establecimiento de una estructura coherente y consistente,
sumada a límites bien definidos.

Los investigadores señalaron que, si los padres no tienen la


capacidad de propiciar este clima, las relaciones de los niños con sus
hermanos mayores, sus abuelos u otros parientes pueden cumplir esa
función.

De otro lado, Kagan (1987), comprobó que el efecto de un hecho


emocional significativo (como un divorcio violento, donde priman los
enfrentamientos y las actitudes agresivas) depende en gran medida de la
forma como el niño interprete estos acontecimientos.

Una interpretación mediada por las ideas y percepciones que le


transmiten los padres y por la manera como éstos entienden lo que está
ocurriendo.

Rutter, (1987) y Werner (1993), coinciden en que amigos, vecinos,


maestros, sacerdotes u “otros mentores” pueden fomentar la resiliencia
individual.

En el tema de la crianza de niños y niñas resilientes, el Programa


de Parentalidad Positiva (2014), remarca la necesidad de construir una
perspectiva positiva.

29
En ese sentido, se rescata el hecho de que los sentimientos de
niños y niñas están relacionados con la forma en que ellos se ven a sí
mismos, al igual que las experiencias que les ha tocado experimentar.
Los adultos a cargo de ellos tienen la misión de enseñarles formas
positivas de verse a sí mismos y al mundo que les rodea.

La triple P plantea que, en la vida, el optimismo es un factor clave.


Desde esa perspectiva, cuando niños y niñas plantean su futuro con
esperanzas y reconocen los aspectos positivos de sus vivencias, tienen
menos probabilidades de sentirse derrotados, deprimidos o impotentes.
Reviste importancia que tengan metas y desarrollen la capacidad de
actuar con iniciativa, lo que implica, al mismo tiempo, tener
autoconfianza y seguridad.

Dadas las características y rasgos propios de su edad y desarrollo,


la exploración y la curiosidad pueden ayudar a los niños y niñas a tener
una perspectiva positiva. Si aprenden a tener interés y afán por conocer
el mundo que los rodea e identifican algo para hacer, es bastante
probable que no sufran de aburrimiento o que sean negativos.

Desarrollar un sentido de satisfacción personal es también de


especial importancia. Puede tratarse de la satisfacción por lo que tienen;
empatía con los demás; aceptación de aquellas situaciones y cosas que
no pueden cambiar y disfrutar de momentos relajados y de tranquilidad,
haciendo muy poco. Así, los niños y niñas que aprenden a desarrollar
estas habilidades aprenden a valorar su mundo.

30
2.2.6 Resiliencia, ayuda y voluntariado

Ya hemos visto líneas arriba que la resiliencia está asociada a la


perseverancia y a la capacidad del ser humano para sobreponerse a
circunstancias especialmente difíciles, resultar fortalecido e incluso
mantener una visión positiva de la vida.

A ello podemos sumar la conducta de ayuda de los integrantes de


un grupo social como el voluntariado. Más aun cuando el grupo materia
de evaluación, está conformado por miembros del grupo de voluntariado
de una parroquia. Un grupo católico.

Como indica Hombrados (2013), a la hora de plantear el análisis


sobre el voluntariado y sus características, los investigadores se han
formulado una serie de cuestionamientos y han intentado plantear una
diferenciación entre quienes participan de un grupo de voluntariado y los
demás individuos.

Para tal efecto, se han realizado análisis de variables asociadas al


comportamiento del voluntariado: variables sociodemográficas,
situacionales, motivacionales, de personalidad, actitudinales.

Smithson, Pearce y Amato (1983) establecen una clasificación de


dos dimensiones para las situaciones de ayuda: según su importancia y
su característica (planificada o espontánea).

31
Si tomamos como punto de partida esta clasificación: el
voluntariado de la parroquia El Espíritu Santo se ubica en la dimensión
de conducta de ayuda importante y planificada.

Una conducta de ayuda no planificada significa que la relación es


anónima, se desarrolla entre desconocidos y es momentánea, razón por
la cual el receptor de la ayuda no espera algún tipo de recompensa.

En cambio, en el caso del voluntariado, al ser una actividad


planificada e importante implica que: a) si bien la relación comienza
siendo entre desconocidos, al prolongarse en el tiempo termina
desarrollando una relación en la que interactúan continuamente emisor y
receptor de la ayuda. b) el voluntario planifica y se organiza de manera
que pueda desarrollar sus actividades cotidianas (familia, amigos,
estudios, trabajo, etc.), tomando en cuenta el tiempo destinado para las
actividades propias del voluntariado, c) frente a los receptores de la
ayuda, el voluntario decide en qué acciones va a tomar parte. d) la
acción del voluntario se caracteriza por responder a una decisión en la
que interviene de manera activa, estableciendo los parámetros de su
prestación de ayuda.

2.3 Definiciones conceptuales de la variable de investigación

• Adaptabilidad: Masten y Powell (2003), definen la adaptabilidad como un


atributo del individuo para lograr adecuarse a las diferentes
circunstancias y/o situaciones que debe afrontar a lo largo de su
existencia. Entendida, también como adaptación social o acomodación
social, es según el Diccionario de psicología de Howard C. Warren
(2010), el ajuste o modificación de la conducta individual, necesarios

32
para la interacción armoniosa con otros individuos; especialmente la
conformidad con costumbres y tabúes. (p.5).

• Asertividad: de acuerdo con lo que postula Goleman (2006), se trata de


una de las cinco habilidades sociales en la relación del ser humano con
sus emociones. Se trata de hacer valer nuestras ideas, opiniones y
derechos sin ser agresivos ni atacar a los demás. Dentro de este mismo
esquema que el autor desarrolla en su libro La inteligencia emocional, se
plantea algunas ideas sobre qué implica ser asertivo. Así, plantea tres
ideas: actuar con respeto; ser directo, claro y preciso, así como ser
honesto (pero, pensar antes de decir algo. Si se está molesto, furioso,
optar por el silencio, porque de lo contrario, podemos ser ofensivos).

• Autoconfianza: según Wagnild y Young (1993), la autoconfianza no es


otra cosa más que “la habilidad del individuo para creer en sí mismo y en
cada una de sus capacidades”.

• Autoestima: en su libro Enseñando a expresar la ira, Álvarez Sandonís

(2010), define la autoestima como “la valoración que hacemos de


nosotros mismos. Por ende, esta valoración puede ser positiva o
negativa, según los aspectos que tomemos en cuenta y el grado de
eficacia que consideramos que tenemos en éstos”. (p.206).

• Autonomía: Puig, G. y Rubio, J. L. (2013), en el Manual de resiliencia


aplicada, afirman que se trata de:

la capacidad de fijar los propios límites en relación con un medio


problemático, para mantener distancia física y emocional con
respecto al problema, sin llegar a caer en el aislamiento.
Adecuado desarrollo del principio de realidad, que permite juzgar
33
una situación externa, prescindiendo de los deseos íntimos, que
pueden llevar a distorsionar la verdadera situación. (p.26).

• Competencia: la Real Academia de la Lengua Española, la define como

“pericia, aptitud o idoneidad para hacer algo o intervenir en un asunto


determinado. Capacidad para desarrollar algo”.

Para Luthar (2006), la competencia se diferencia de la resiliencia en


que la resiliencia presupone riesgo, la competencia no; la resiliencia
incluye tanto Índices de ajuste positivos como negativos mientras que la
competencia solo se centra en el ajuste positivo; los resultados de la
resiliencia se definen en términos de índices emocionales y
conductuales, mientras que la competencia habitualmente implica
conductas manifiestas, observables; y, la resiliencia es un constructo
más amplio que incluye aspectos de competencia.

** Competencia personal: según Goleman (2012), es la capacidad que


tiene el individuo para conocer e interpretar las emociones humanas,
tanto externa como internamente.

• Ecuanimidad: la Real Academia de la Lengua Española (RAE), la define


como: “igualdad y constancia de ánimo” y como “imparcialidad de juicio”.

“Dícese de la persona que actúa con rectitud, igualdad y justicia”.

Desde el punto de vista psicológico, Wagnild y Young (1993) la definen


como “la capacidad del individuo para evaluar su propia existencia y las
experiencias de su vida desde una perspectiva balanceada. Implica el

34
tomar las cosas, hechos y situaciones adversas tal cual se presentan,
con moderación, sin responder a éstas de manera desproporcionada.

• Emoción: en su sentido más literal, el Oxford English Dictionary define la


emoción como “cualquier agitación y trastorno de la mente, el
sentimiento, la pasión; cualquier estado mental vehemente o excitado”.

Daniel Goleman (2006), emplea este término para referirse a “un


sentimiento y sus pensamientos característicos, a estados psicológicos y
biológicos y a una variedad de tendencias a actuar. Existen cientos de
emociones, junto con sus combinaciones, variables, mutaciones y
matices. En efecto, existen en la emoción más sutilezas de las que
podemos nombrar” (p. 331).

Carozzo, J., Benites L., Zapata, L., y Horna, V. (2012), “la emoción
es una reacción intensa y relativamente breve del organismo, que va
acompañada de fuertes movimientos expresivos (sobre todo en el
rostro), y suele estar asociada a sensaciones corporales frente a la
información recibida en las relaciones del individuo con el entorno” (p.
93).

En cuanto a la categorización de las emociones primarias, no hay


consenso y el debate científico sobre cómo clasificarlas aún se
mantiene.

Sin embargo, los investigadores han identificado las siguientes: ira


(ultraje, furia, cólera, indignación, exasperación, resentimiento,
irritabilidad, hostilidad, fastidio, violencia y en el extremo, odio
patológico); tristeza (melancolía, congoja, pena, pesimismo, abatimiento,
35
desesperación y en casos extremos: depresión); temor (nerviosismo,
aprensión, ansiedad, consternación, preocupación, terror, pavor,
incertidumbre, en un nivel psicopatológico: fobia); placer (alegría, alivio,
felicidad, diversión, deleite, gratificación, orgullo, embeleso, placer
sexual, extravagancia, euforia, en caso extremo: manía); amor (simpatía,
aceptación, confianza, afinidad, amabilidad, adoración, ágape: amor
espiritual; sorpresa (asombro, conmoción, desconcierto; disgusto
(desprecio, desdén, menosprecio, aversión, repulsión, disgusto y,
vergüenza (molestia, culpabilidad, remordimiento, disgusto, mortificación,
arrepentimiento, humillación y contrición).

• Estímulo (stimulus): de acuerdo con el Diccionario de términos


psicológicos fundamentales (1998):

“es uno de los conceptos más amplios y generales de la


psicología, y precisamente, por tener tantas significaciones, es
utilizado de diferentes formas: 1) En su concepción más lata, es
cualquier fluctuación de un sistema energético capaz de producir
una respuesta cualquiera en un organismo. 2) Es también una
fluctuación en una fuente externa de energía (p.ej., el ojo, el oído
interno). 3) El estímulo puede ser encubierto, o sea, provenir del
interior del organismo; una idea, concepto o deseo puede servir
de estímulo para una acción.

4) Puede ser una respuesta generadora de una reacción que a su


vez se convierta en estímulo de una reacción posterior, y así
sucesivamente; esto suele suceder en ciertas secuencias de
conductas, tales como la repetición de las letras del alfabeto”. (p.

107).

36
• Estrés: de acuerdo con Lazarus y Folkman (1984), el estrés es un
estado emocional negativo, resultado de la interacción del individuo con
su entorno. En esa interacción, el individuo evalúa las demandas del
medio como amenazantes y siente que no cuenta con los recursos
necesarios enfrentarlas. Esta situación le genera una tensión que pone
en riesgo su salud psicológica y física.

• Flexibilidad: en la introducción de su libro El poder de la mente flexible,


Walter Riso (2000), define la flexibilidad como “la virtud que define un
estilo de vida y permite a las personas adaptarse mejor a las presiones
del medio”.

Riso afirma que va más allá de ser solo una competencia o una
habilidad.

• Inteligencia emocional: Daniel Goleman (2006), la define como “un don


de aquellas personas que son capaces de reconocer lo que los demás
desean o necesitan.

Acciones tan sencillas como una palmada en el hombro, una sonrisa,


guardar silencio, dar espacio, etc.”. Se trata de una de las cinco
habilidades en la relación del ser humano con sus emociones.

Según Mayer y Salovey (1997), es la habilidad para manejar los


sentimientos y emociones, saber diferenciar cada uno de ellos y emplear
tal información para dirigir los propios pensamientos y acciones.

“La inteligencia emocional incluye la habilidad para percibir con


precisión, valorar y expresar emoción; la habilidad de acceder y/o
generar sentimientos cuando facilitan pensamientos; la habilidad
de comprender la emoción y el conocimiento emocional; y la

37
habilidad para regular las emociones para promover crecimiento
emocional e intelectual” (p.10).

• Mente rígida: En el libro El poder del pensamiento flexible, Daniel


Goleman (2013), sostiene que recientes investigaciones coinciden al
señalar que la mente rígida es aquella que se encuentra atrapada en los
dogmas y creencias irracionales.

Es la que no está predispuesta al cambio, que se enfrasca en una misma


opinión, sin dar chance a plantear o si quiera pretender encontrar
soluciones o respuestas distintas a sus problemas.

• Perseverancia: uno de los factores de que está compuesta la resiliencia.


Los otros son: autoestima, empatía, insight, optimismo y competencia
intelectual.

• Personalidad: Según John B. Watson, (1878 - 1958), fundador del


conductismo, la personalidad es la sumatoria de las actividades que son
posibles de descubrir a través de la mera observación real de la
conducta, suficientemente larga como para que pueda suministrarnos
una información segura.

Para Sigmund Freud (1856 – 1939), la personalidad humana surge


– por un lado - del conflicto entre los impulsos instintivos con tendencia a
la agresividad y a la búsqueda de placer, y por otro, los límites sociales
que se les impone.

En otras palabras, la personalidad es el producto final de nuestros


sistemas de hábitos. La personalidad se construye como un intento de

38
conciliar estas dos instancias buscando la satisfacción de nuestros
instintos sin ser víctimas de los sentimientos de culpa o castigo.

Desde esta perspectiva, la personalidad tiene tres diferentes


estructuras: el id (ello), el ego (yo) y el súper ego (súper yo); cada una de
ellas cumple una función diferente y se desarrolla en distinta época.

• Satisfacción personal: en la Escala de Resiliencia desarrollada y


evaluada por ellos, Wagnild y Young (1993), señalan que la satisfacción
personal es la capacidad con la que cuenta el individuo para comprender
y asumir que su existencia tiene un significado, así como la habilidad
para reconocer sus propios logros y contribuciones personales.

• Sentido de coherencia: concepto elaborado como modelo para la


comprensión del surgimiento de la salud (modelo “salutógeno” en
contraste con el modelo “patógeno”).

Según este enfoque, dada la índole generadora de estrés del medio


ambiente humano, nuestro estado “normal” es el desorden y el caos y no
la estabilidad y la homeostasis.

El sentido de coherencia se define como “una orientación global


que ve la vida como algo razonable, manejable y significativo.

Un fuerte sentido de coherencia implica confianza en la capacidad


de esclarecer la naturaleza de los problemas, de manera tal que estos
parezcan ordenados, previsibles y explicables”. (Walsh, 2012).

39
• Sentirse bien solo(a): Wagnild y Young (1993) utilizan este término para
referirse a la capacidad que tiene el individuo para reconocer y
comprender que el camino de vida de cada ser humano es único; lo que
no lo excluye de compartir experiencias con otras personas. Sentirse
bien solo o sola le proporciona al ser humano una sensación de libertad,
al tiempo de reafirmarlo en su condición de ser único, particular.

CAPÍTULO III METODOLOGÍA

3.1 Tipo y diseño de investigación

3.1.1 Tipo y enfoque

El presente trabajo corresponde a una investigación aplicada de


enfoque cuantitativo. En la quinta edición de Metodología de la
Investigación, Hernández, Fernández & Baptista (2010) señalan que: el

40
enfoque cuantitativo emplea la recolección y análisis de datos (siguiendo
determinadas reglas lógicas), para responder preguntas de investigación
y probar hipótesis establecidas previamente, y confía en la medición
numérica, el conteo y frecuentemente en el análisis estadístico para
establecer con exactitud patrones de comportamiento en una población.
M.A. Rothery (citado por Grinnell 1997), afirma que, “para generar
conocimiento, el enfoque cuantitativo se fundamenta en el método
hipotético – deductivo”.

(p.14).

3.1.2 Niveles

El nivel de esta investigación es descriptivo, ya que el


procedimiento empleado permitió recabar información de manera
independiente y conjunta.

El objetivo primordial fue identificar las propiedades o


características de la variable en estudio, en este caso, la resiliencia.
(Hernández, Fernández y Baptista, 2010).

Sánchez, H. y Reyes, C. (2006) propugnan que se pueden


identificar tres esquemas o niveles básicos de investigación: exploratoria
o formulativa; explicativa o de comprobación de hipótesis, causales y
descriptiva.

3.1.3 Diseño de investigación

Tomando en cuenta los objetivos planteados en este trabajo de


investigación, el diseño es de tipo no experimental, de corte
transeccional y descriptivo. Este tipo de diseños (transeccionales
descriptivos) tienen como finalidad establecer la incidencia y los valores
en que se manifiesta una o más variables. El procedimiento consiste en
medir en un grupo de individuos u objetos una o más variables y brindar

41
su descripción. Estamos frente a estudios eminentemente descriptivos
que cuando arriban a hipótesis, son también descriptivas. (Hernández,
Fernández y Baptista, 2010).

M ----------- O1

M = Muestra

O1 = Observación

3.2 Población y muestra

Población y muestra estuvieron conformadas por 55 pobladores (hombres y


mujeres) mayores de edad, miembros del voluntariado de la parroquia “El
Espíritu Santo” del centro poblado de Manchay.

Tabla 1.

Integrantes del voluntariado encuestados, según sexo y edad

_____________________________________________________________________
__

SEXO EDADES

18 – 40 41 – 64

_____________________________________________________________________
__

42
MUJERES 19 13

HOMBRES 13 10

_____________________________________________________________________
__

Los grupos etarios fueron establecidos siguiendo el planteamiento de la OMS respecto


a las edades del desarrollo humano.

Se trató de un muestreo no probabilístico pues la muestra fue recogida a


través de un proceso que no proporcionó a todos los individuos del centro
poblado iguales oportunidades de ser seleccionados.

En cuanto a la división etaria, se tomó en cuenta el planteamiento de la


Organización Mundial de la Salud sobre las etapas de la vida del ser humano:
“la juventud es la fase que comprende a los individuos de 18 a 40 años.
Asimismo, los adultos son aquellos individuos que tienen entre 40 y 65 años de
edad cronológica”.

Hernández, Fernández y Baptista (2010) indican que una muestra no


probabilística más que por su representatividad, es de utilidad para
determinados diseños de estudio que requieren una cuidadosa y controlada
elección de casos con características especificadas de manera previa en el
planteamiento del problema. Hernández y compañía, señalan, además que la
muestra no probabilística encaja perfecto “para fines deductivos - cuantitativos,
donde la generalización o extrapolación de resultados hacia la población es
una finalidad en sí misma”

43
3.3 Identificación de la variable

Resiliencia: habilidades que el individuo puede desarrollar desde la


infancia temprana y que le permiten no solo afrontar las adversidades y
vicisitudes que se presentan en uno o varios momentos de su existencia, sino
salir airoso y fortalecido de estas experiencias.

44
55
3.4 Técnicas e instrumentos de recolección de datos

3.4.1 Técnicas de investigación

De acuerdo con la recolección de información, se emplearon:

➢ Técnicas directas

Se recurrió a la revisión de libros, publicaciones científicas,


diccionarios de psicología, trabajos de pre y post grado
nacionales y extranjeros.

➢ Técnicas indirectas

Para este trabajo, fue aplicada la Escala de Resiliencia (ER)


de Wagnild y Young (1993), en una población de 55
individuos entre hombres y mujeres adultos, lo que significó
una muestra representativa.

3.4.2 Instrumentos de recolección de información:

Para esta investigación, fue empleada la Escala de Resiliencia (ER),


de Wagnild y Young (1993), [con ítems modificados lingüísticamente por
Del Águila (2003) para la muestra peruana].

Se trata de una escala que comprende dos factores: competencia


personal y aceptación de uno mismo y de la vida. Cada uno de estos
factores refleja la definición teórica de resiliencia.

46
Consta de 25 reactivos, que deben ser respondidos conforme a una
escala tipo Likert de siete (7) puntos, donde 1 representa muy en
desacuerdo y 7 muy de acuerdo. Los resultados van desde 25 hasta 175,
donde a mayor puntaje, se considera que existe una mayor resiliencia.

Se trata de una herramienta de fácil aplicación que en promedio toma unos


treinta minutos responder.

En el Perú, esta Escala fue adaptada y analizada psicométricamente por


Novella (2002), quien empleó una muestra de 324 alumnas del Colegio

Nacional de Mujeres “Teresa Gonzales de Fanning” (distrito de Jesús María,


Lima).

Usando la misma técnica de factorización y de rotación halló 2 factores:

el primero con 20 ítems y el segundo, con 5.

Obtuvo, con el coeficiente alfa una consistencia interna global de


0.875, y correlaciones ítem-test que fluctúan entre 0.18 a 0.63, siendo todos
los coeficientes estadísticamente significativos al nivel del 0.01 (p<0.01),
pero con uno de ellos (ítem 11) con un coeficiente inferior a 0.20, valor
estipulado como el mínimo en este caso (Ary, Jacobs y Razavieh, 1990), el
cual no fue eliminado porque su impacto sobre el incremento del valor alfa
era muy pobre (Novella, 2002).

47
CAPÍTULO IV PROCESAMIENTO, PRESENTACIÓN Y ANÁLISIS DE
RESULTADOS

4.1 Procesamiento y análisis de datos

4.1.1 Procesamiento

Luego de recolectar la información a través de la Escala de Resiliencia


(ER) de Wagnild y Young (1993) [con ítems modificados lingüísticamente
por Del Águila (2003) para la muestra peruana], se procedió a:

• Tabular la información, codificarla y transferirla a una base de datos


computarizada (IBM SPSS, 22 y MS Excel 2016).

48
• Determinar la distribución de las frecuencias y la incidencia participativa
(porcentajes), de los datos del instrumento de investigación.

• Se aplicaron las siguientes técnicas estadísticas:

Valor Mínimo y Máximo

Media aritmética:

4.1.2 Análisis de datos

Para el análisis de los datos obtenidos, se empleó la Estadística Descriptiva.

4. 2 Presentación de resultados

Tras aplicar la Escala de Resiliencia de Wagnild & Young (1993), instrumento


empleado para esta investigación, se obtuvieron los siguientes resultados:

Tabla 3.

Medidas estadísticas descriptivas de la variable de investigación

49
Estadísticos / Nivel de resiliencia

_____________________________________________________

N VÁLIDOS 55

PERDIDOS 0

_____________________________________________________

Media 150,36

Mínimo 117

Máximo 173

_____________________________________________________

En promedio, el nivel de resiliencia de los integrantes del voluntariado de la parroquia “El

Espíritu Santo de Manchay” es alto. El máximo (173) indica que quien alcanzó esta
puntuación, goza de mayor resiliencia, lo que supone un alto nivel en sus competencias
personales, así como de la aceptación respecto de sí mismo y de la vida. El mínimo (117)
- si bien es la menor cantidad obtenida - sigue evidenciando que se trata de una persona
resiliente. La media evidencia que los encuestados son individuos altamente resilientes.

Tabla 4. Frecuencia de la variable según niveles

Nivel de resiliencia Cantidad

Nivel Alto (139-175) 46

Nivel Moderado (125-138) 7

Nivel Bajo (0-124) 2

50
Se puede observar que del total de encuestados (55 pobladores entre hombres y mujeres
jóvenes y adultos), 46 demostraron un nivel alto de resiliencia. De la misma forma, 7
pobladores dejaron en evidencia que poseen un nivel moderado y del total de individuos
que respondió el test, 2 se ubicaron dentro del nivel bajo de resiliencia.

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60
ANEXOS

61
ANEXO 1. Escala de Resiliencia

NOMBRES Y APELLIDOS: ______________________________________________

EDAD ( ) HOMBRE ( ) MUJER ( )

INSTRUCCIONES

A continuación, encontrará una serie de preguntas vinculadas a las actitudes que

toma frente a diversas situaciones. Lea cada una de ellas y responda de manera

sincera marcando con una (x) su respuesta elegida.

Utilice la siguiente clave:

1: TOTALMENTE EN DESACUERDO (TD)

2: POCO EN DESACUERDO (PD)

3: DESACUERDO (D)

4: NI ACUERDO O DESACUERDO (NAD)

5: POCO DE ACUERDO (PA)

6: DE ACUERDO (A)

7: TOTALMENTE DE ACUERDO (TA)


Ítems TD PD D NAD PA A TA

1. Cuando planeo algo lo realizo. 1 2 3 4 5 6 7

2. Generalmente me las arreglo de una manera u


1 2 3 4 5 6 7
otra.

3. Dependo más de mí mismo/a que de otras


1 2 3 4 5 6 7
personas.

4. Es importante para mí mantenerme interesado/a


1 2 3 4 5 6 7
en las cosas.

5. Puedo estar solo/a si tengo que hacerlo. 1 2 3 4 5 6 7

6. Me siento orgulloso/a de haber logrado cosas en


1 2 3 4 5 6 7
mi vida.

7. Usualmente veo las cosas a largo plazo. 1 2 3 4 5 6 7

8. Soy amigo/a de mí mismo/a. 1 2 3 4 5 6 7

9. Siento que puedo manejar varias cosas al


1 2 3 4 5 6 7
mismo tiempo.

10. Soy decidido/a. 1 2 3 4 5 6 7

11. Rara vez me pregunto cuál es la finalidad de


1 2 3 4 5 6 7
todo.

12. Tomo las cosas una por una. 1 2 3 4 5 6 7

13. Puedo enfrentar las dificultades porque las he


1 2 3 4 5 6 7
experimentado anteriormente.

14. Tengo autodisciplina. 1 2 3 4 5 6 7

15. Me mantengo interesado/a en las cosas. 1 2 3 4 5 6 7

16. Por lo general, encuentro algo de qué reírme. 1 2 3 4 5 6 7


17. El creer en mí mismo/a me permite atravesar
1 2 3 4 5 6 7
tiempos difíciles.

18. En una emergencia soy una persona en quien


1 2 3 4 5 6 7
se puede confiar.

19. Generalmente puedo ver una situación de


1 2 3 4 5 6 7
varias maneras.

20. Algunas veces me obligo a hacer cosas,


1 2 3 4 5 6 7
aunque no quiera.

21. Mi vida tiene significado. 1 2 3 4 5 6 7

22. No me lamento de las cosas por las que no


1 2 3 4 5 6 7
puedo hacer nada.

23. Cuando estoy en una situación difícil


1 2 3 4 5 6 7
generalmente encuentro una salida.

24. Tengo la energía suficiente para hacer lo que


1 2 3 4 5 6 7
debo hacer.

25. Acepto que hay personas a las que yo no les


1 2 3 4 5 6 7
agrado.

ANEXO 2. Encuesta de satisfacción


ENCUESTA DE SATISFACCIÓN

INDICACIONES:

Esta es una encuesta ANÓNIMA que nos permitirá mejorar nuestra propuesta.

En las preguntas con alternativas, marca con un aspa (X) sólo una de ellas. Solo
te pedimos que seas lo más honesto(a) posible y desde ya, agradecemos el
tiempo que te vas a tomar para responder las siguientes preguntas:

1. ¿Qué te pareció el taller?, explica, por favor.

2. ¿Qué sesión o sesiones te gustaron más?, ¿qué te llevas del taller?


3. ¿Qué aspectos del taller te interesaron (gustaron) más y por qué?

4. ¿Qué aspectos del taller te interesaron (gustaron) menos y por qué?

5. ¿Cómo crees que podríamos mejorar el taller?


6. ¿Qué temas te interesan?

7. ¿Te interesa participar en otros talleres de este tipo?

ANEXO 3. Carta de autorización

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