2 - Socrates y Sofistas PDF
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FILOSOFÍA
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IES SÉNECA. DEPARTAMENTO DE FILOSOFÍA
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Filosofía II Los sofistas y Sócrates
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Filosofía II Los sofistas y Sócrates
más o menos accidental para los filósofos presocráticos -entregados por completo a
su afán por descubrir la verdad- sin embargo, a los sofistas sí que les fue esencial
rodearse de discípulos, puesto que trataron sobre todo de enseñar.
2. Otro factor que contribuyó a dirigir la atención hacia el sujeto fue la creciente
reflexión sobre el fenómeno de la civilización, la cultura, las normas, las
costumbres, ... propiciada en gran medida por las amplias relaciones que los griegos
mantenían con otros pueblos. No sólo habían entrado en contacto con las
civilizaciones de Persia, Babilonia y Egipto, sino también con pueblos que se hallaban
en fases más primitivas, como los escitas1 y los tracios2. Es normal que este contacto
continuado con otras maneras de vivir, estimulara a los griegos a plantearse
cuestiones relacionadas con el hombre, su civilización y sus costumbres.
3. Pero sobre todo, fue la nueva situación política ateniense, la democracia, el factor
más importante que desencadenó el mencionado cambio de intereses. En Grecia,
después de las guerras contra los persas (Guerras médicas) se intensificó la vida
política. Y esto ocurrió más que en ningún otro sitio en Atenas, donde se instauró la
democracia, en la cual, el ciudadano libre podía siempre tener alguna participación
en los asuntos de la polis; y si quería desenvolverse en ella de un modo provechoso,
era necesario prepararse, poseer una cierta cultura, porque para ser elegido cargo
público ya no basta el linaje, sino que es necesario convencer a los conciudadanos.
Los sofistas acudieron a cubrir tal necesidad: de ahí su interés por la educación y su
enorme popularidad, sobre todo entre las familias pudientes.
Los sofistas eran profesores itinerantes que iban de ciudad en ciudad, con lo que
reunían un valioso caudal de noticias y experiencias. Son los primeros profesionales
de la enseñanza y cobran sumas considerables, pues atribuyen a la educación una
finalidad utilitaria o práctica: conseguir el éxito político. Se trataba de una especie de
“inversión” que el estudiante hacía para sacarle más adelante un provecho personal.
Su programa de enseñanzas era bastante variado: incluía un conjunto de disciplinas
humanísticas tales como gramática, interpretación de los poetas, filosofía de los
mitos y la religión, moral, derecho... Pero sobre todo profesaban la enseñanza del
saber hablar o arte retórica, absolutamente imprescindible para la vida política de la
época. Un político necesitaba, indudablemente, ser un buen orador3; en Atenas era
imposible abrirse camino como hombre público si no se sabía hablar con elocuencia.
Necesitaba, además, poseer ciertas ideas acerca de las leyes, de la justicia, de lo
conveniente, de la administración y del Estado... contenidos que, como decíamos
más arriba, constituían prácticamente el programa de enseñanzas que ofertaban los
sofistas.
La práctica de exigir una remuneración, un salario, por las enseñanzas que impartían,
aunque legítima de suyo, difería de la que distinguió a los filósofos antiguos y
desentonaba de la opinión griega respecto a “lo conveniente”. A Platón le parecía
1 Pueblo nómada procedente de Asia Central y que en los siglos VIII y VII a.C. ocupó el Cáucaso (cadena
montañosa entre Europa y Asia Menor) y el norte del Mar Negro.
2 Pueblos que ocupaban la actual zona de los Balcanes.
3 Queda claro, pues, que la base principal de la preparación política consistía en una buena educación retórica,
puesto que la retórica consiste en «el arte del bien decir, de embellecer la expresión de los conceptos, de dar al
lenguaje escrito o hablado eficacia bastante para deleitar, persuadir o conmover».
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abominable4, y Jenófanes sostiene que “los sofistas no hablan ni escriben sino para
engañar, por enriquecerse, y no son útiles para nadie”. Junto a lo anterior, también
contribuyó a dar a los sofistas mala reputación la consecuencia de que el arte de la
retórica podría emplearse para poner en circulación un concepto de política que
fuese perjudicial para la ciudad, ya que estaría forjado tan sólo para favorecer en su
carrera al político. Esto era lo que sucedía especialmente con su enseñanza de la
erística o arte de la disputa. Si alguien quería enriquecerse bajo el régimen de la
democracia griega, tenía que hacerlo principalmente por medio de litigios judiciales,
y los sofistas se dedicaban a enseñar el mejor modo de ganarlos. En la práctica era
fácil que la erística equivaliese al “arte de enseñar a los hombres cómo conseguir que
la causa injusta pareciese justa”. Es fácil comprender, en este sentido, el trato
[intelectual] que recibieron los sofistas por parte de Platón.
4 Platón en su diálogo Protágoras afirma que los sofistas no son sino «comerciantes que trafican con
mercancías espirituales».
5 Así, por ejemplo, del arsenal de datos que lograban reunir acerca de las diferencias entre las opiniones y las
creencias, podían sacar la conclusión [teórica] de que es imposible saber nada con certeza; o podían sacar
también conclusiones de orden práctico, por ejemplo la de que una sociedad está mejor organizada de esta o de
la otra manera.
6 Como sugeríamos más arriba, el desarrollo de las teorías griegas acerca del universo hasta mediados del siglo
V a.C. (filosofía presocrática de la naturaleza) nos ofrece un espectáculo fascinante, pero también
descorazonador (escandaliza la falta de acuerdo entre los filósofos). No tiene nada de extraño que este
espectáculo creara una actitud escéptica ante la filosofía de la naturaleza, que se había mostrado incapaz de
producir un sistema aceptable para todos. Pero aún hay más. Tal actitud relativista y escéptica no era sólo la
postura que un espectador de la filosofía de la naturaleza podía adoptar ante ella al contemplarla desde fuera
(como los sofistas, por ejemplo); era también la actitud a que el desarrollo mismo de la filosofía había abocado
desde dentro. El atomismo llevaba a negar la posibilidad del conocimiento de la naturaleza, puesto que la
realidad es azar para el entendimiento humano: ¿cómo conocer o calcular las infinitas combinaciones y
colisiones posibles de infinitos átomos moviéndose en el vacío? Demócrito mismo había llegado a una postura
resignadamente escéptica: «la verdad está en lo profundo»; y como la verdad no es asequible al ser humano nos
quedan las apariencias. Éste era el clima intelectual en el círculo de Demócrito, y, detalle muy significativo,
Protágoras (485-411 a.C.), el gran sofista, era paisano de Demócrito y conocía bien su filosofía. Así, el
relativismo (no hay verdad absoluta, toda opinión individual es igualmente verdadera) y el escepticismo (si hay
verdad absoluta, es imposible conocerla) se extienden y generalizan como actitudes intelectuales.
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7 Respecto a la existencia o no de los dioses, Protágoras se declara agnóstico: ni afirma ni niega su existencia,
simplemente rechaza entrar en discusión sobre este tema, porque considera que es un problema que escapa a las
posibilidades del conocimiento humano:
«En lo que se refiere a los dioses, no estoy en disposición de saber si existen o si no existen, ni a qué
se asemejan o cómo son en cuanto a su forma; porque hay muchas cosas que impiden saberlo, la
oscuridad del asunto y la brevedad de la vida».
PROTÁGORAS . Fragmento 4, Gredos
Y si nada podemos afirmar de los dioses es normal que seamos los hombres los que decidamos en cada momento
sobre los valores. Su agnosticismo le costó el destierro.
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1. El contacto continuado con otros pueblos y culturas les permitió constatar que las
leyes y costumbres son muy distintas en las distintas comunidades humanas, como
ya hemos apuntado más arriba.
2. La fundación de colonias por todo el Mediterráneo implicaba redactar una nueva
constitución en cada asentamiento colonizador.
3. Su propia experiencia de cambios sucesivos de constitución.
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1. La falta de unanimidad acerca de qué sea lo bueno, lo justo, ... falta de unanimidad
que salta a la vista, no sólo comparando unos pueblos con otros, sino comparando
los criterios morales de individuos y grupos distintos dentro de una misma sociedad.
la búsqueda del placer (el niño llora cuando siente dolor y sonríe feliz cuando
experimenta placer), y
el dominio del más fuerte (entre los animales, el macho más fuerte domina a los
demás).
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corresponden con el Sócrates histórico. Muchos especialistas afirman que los diálogos de
juventud representan las ideas de su maestro. Se basan en que muchos de las personas que
conocieron directamente a Sócrates todavía vivían, por lo tanto, Platón no hubiera podido
utilizar a su maestro como portavoz suyo. La imagen que se presenta en los diálogos de
Platón es la de un Sócrates idealizado.
ARISTÓTELES: Para Aristóteles, a pesar de que Sócrates no dejó de interesarse por
cuestiones teóricas, la doctrina de las Formas no es defendida por él sino por su discípulo
Platón. Es una fuente indirecta, pues nunca conoció a Sócrates.
9 Para Sócrates el diálogo interpersonal es el único método válido para filosofar, ya que en él cada interlocutor
puede objetar al otro y argumentar a favor de sus propias posiciones.
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dejando que el otro fuera el que más hablase, pero dirigiendo el curso de la conversación,
mostrando finalmente lo inadecuado de la argumentación. El interlocutor proponía una
definición nueva y de este modo avanzaba el proceso hasta llegar, o no, al éxito final.
Así pues, la dialéctica procedía desde una definición menos adecuada hasta otra más
adecuada, o de la consideración de ejemplos particulares a una definición universal. Como el
método procede de lo particular a lo general, puede decirse que se trata de un método
inductivo. El método socrático lo podríamos resumir en los siguientes pasos:
10La mayéutica es el arte de las parteras o matronas. Como su madre, que ayudaba a dar a luz a las mujeres,
Sócrates pretendía auxiliar a los hombres para que saliera a la luz la verdad que llevamos “escondida” dentro de
nosotros mismos.
11 Por ejemplo, el hecho de que llamemos “árboles” a ciertos seres vivos, supone que en todos ellos, a pesar de
su diversidad, se halla presente uno o varios rasgos comunes en virtud de los cuales todos ellos son árboles y no
otra cosa. Pues bien, del mismo modo, si denominamos “justas” a diversas acciones, personas o instituciones, en
todas ellas ha de encontrarse aquel rasgo (o rasgos) que identificamos con “justicia”.
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definición rigurosa de
los conceptos
morales, esto es,
localizando el factor o
carácter que hace
buenos y virtuosos los
hechos, factor del que
deben carecer las
malas acciones.
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que obra injustamente sabiéndolo es más justo que el que lo hace por ignorancia? El sentido
común y la sensibilidad moral se rebelan ante esta conclusión inevitable.
Sócrates propone esta paradoja en un diálogo de Platón, el Hipias Menor, con toda la
crudeza, pero también con toda ironía. La conclusión alcanzada (si alguien cometiera
injusticia sabiéndolo sería más justo que otro que la cometiera sin saberlo) es correcta, pero
plantea un caso teóricamente imposible: nadie obra mal a sabiendas de que obra mal, ya
que el conocimiento (de la virtud) es condición no sólo necesaria, sino también suficiente
para una conducta virtuosa. Por tanto, ante el caso hipotético de alguien que obrara mal
intencionadamente, Sócrates respondería una y mil veces que tal sujeto no sabía realmente
que obraba mal, por más que pensara que lo sabía: de haberlo sabido no podría haber
obrado mal en absoluto. Todos buscamos nuestro propio bien y felicidad, y no el mal y la
desgracia. Los que obran mal, en realidad, desconocen que el alma es la esencia del ser
humano, y confunden lo bueno, lo justo y lo virtuoso con las cosas externas y relacionadas
con el cuerpo. Pero la felicidad no puede venir de las cosas externas ni del cuerpo, sino sólo
del alma y su cuidado, porque ésta y sólo ésta es la esencia del hombre. O sea, son
ignorantes (de la virtud), no malvados.
Nadie, pues, obra mal voluntariamente. El que obra mal lo hace sin querer. En el
intelectualismo socrático no hay lugar para las ideas de pecado o culpa. El que obra mal no
es, en realidad, culpable, sino ignorante (de la virtud). Un intelectualismo moral llevado a sus
últimas consecuencias traería consigo la exigencia de suprimir las cárceles: al ser ignorantes,
los criminales habrían de ser enviados, no a la cárcel, sino a la escuela.
Para finalizar, añadamos el principio socrático de que nunca se debe actuar injustamente
contra los demás, ni siquiera cuando uno ha sido tratado injustamente por ellos. Con este
principio se oponía Sócrates de modo expreso a la tradicional ley del talión, al “ojo por ojo y
diente por diente”, a la institucionalización de la venganza y la represalia: nunca, proclamaba
Sócrates, se debe devolver daño por daño, ni injusticia por injusticia. De ello dio muestra con
su propia vida: aunque lo condenaron injustamente a muerte, no respondió a la condena
con una acción malvada o inmoral (como huir de la ciudad).
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