2 - Vommaro (2014) - Juventudes Politicas y Generaciones en America Latina

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Juventudes, políticas y

generaciones en América
Latina: acercamientos
teórico-conceptuales
para su abordaje1
Pablo A. Vommaro2
1 Este artículo es una reelaboración y profundización de la investi-
gación que fue presentada en la tesis doctoral “Política, territorio y
comunidad: las organizaciones sociales urbanas en la zona sur del
Gran Buenos Aires (1970-2000)”, defendida en la Facultad de Cien-
cias Sociales de la Universidad de Buenos Aires en julio de 2010. La
misma fue financiada en parte por una beca doctoral del Conicet.
Actualmente, esta investigación está siendo profundizada como
parte de la beca posdoctoral “(Re)pensando los setenta: los años
1969-75 analizados desde algunas experiencias de organización
social en la zona sur del Gran Buenos Aires”.
2 Doctor en Ciencias Sociales por la Facultad de Ciencias Sociales de
la Universidad de Buenos Aires. Posdoctor en Ciencias Sociales,
Niñez y Juventud, Universidad Católica de Sao Paulo, Universidad
de Manizales, Cinde y Clacso. Investigador del Conicet y Profesor
de Historia – Uba. Co-coordina el Equipo de Estudios de Políticas
y Juventudes (EPoJu, Instituto Gino Germani, Uba) y es parte del
Equipo Coordinador del Grupo de Trabajo de Clacso “Juventudes e
Infancias: Políticas, Culturas e Instituciones Sociales”. Docente de
la Facultad de Filosofía y Letras FFyL/Uba en los Departamentos
de Ciencias de la Educación e Historia y en el Posgrado.

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Juventudes, políticas y generaciones en América Latina:
acercamientos teórico-conceptuales para su abordaje

E n este capítulo nos proponemos presentar algunos


acercamientos teórico-conceptuales para la inter-
pretación de las formas de participación política de
las y los jóvenes en espacios que no están directamente
vinculados a las instituciones estatales o político-partida-
rias. Partimos de constatar que en la actualidad los jóve-
nes son protagonistas de múltiples organizaciones que
despliegan proyectos y prácticas diversas, constituyén-
dose en parte integrante de sujetos sociales que constru-
yen propuestas de organización política, social y cultural.
En las últimas décadas se han producido transforma-
ciones importantes a nivel del sistema social, económico y
político que se expresaron en cambios en las formas de la
política, los procesos de subjetivación individuales y colec-
tivos y las modalidades de vínculo social y vínculo político
en general. No obstante, pensamos que para analizar la
centralidad de la juventud en las organizaciones sociales
del presente es importante rastrear las características
del protagonismo juvenil en los movimientos sociales a
partir de los años sesenta y setenta, haciendo también
hincapié en las expresiones juveniles de los años ochenta
y noventa. Así, muchos de los rasgos que caracterizan las
relaciones entre juventudes y políticas en la actualidad
pueden encontrar su génesis en momentos anteriores.
En efecto, elementos que veremos más adelante como la
centralidad de los procesos territoriales y comunitarios, las
formas productivas alternativas a la lógica mercantil, las
búsquedas de espacios y prácticas autónomos en tensión
o paralelizando los canales instituidos de participación,
las modalidades de acción directa y discusión de las jerar-
quías, y las disputas por lo público fueron emergiendo en
un proceso histórico de mediana duración para confluir y
reconfigurarse en el presente.
Por otra parte, el protagonismo juvenil en las orga-
nizaciones sociales urbanas de base territorial y comu-
nitaria de la actualidad constituye uno de los rasgos que

Pablo A. Vommaro 13
En busca de las condiciones
juveniles latinoamericanas

contribuyen a explicar las principales características de


las mismas, excediendo ampliamente el mero dato socio-
demográfico o estadístico. A partir de nuestra perspectiva
centrada en la relación entre las y los jóvenes, sus formas
de participación política y la constitución de organiza-
ciones sociales urbanas de base territorial y comunitaria,
consideramos a la juventud como experiencia vital y cate-
goría sociohistórica definida en clave relacional, más que
etaria o biológica.

Ingresando a los problemas


y sus modos de abordaje
Al acercarnos a las organizaciones sociales urbanas que
se constituyeron en la Argentina contemporánea varios
rasgos nos llaman la atención en nuestro análisis.3
En este
texto consideraremos uno de ellos: el protagonismo juve-
nil. Como ya planteamos, en estas páginas no expondre-
mos un trabajo empírico o un estudio de caso, sino que
presentaremos algunas cuestiones teórico-conceptuales
que elaboramos a partir de nuestras investigaciones y
fueron fructíferas para llegar a las interpretaciones que
formulamos acerca de las modalidades de participación
política de los jóvenes en espacios no directamente vin-
culados a instituciones estatales o partidarias.
La juventud considerada como sujeto o actor social
es un producto del capitalismo y la modernidad. El dis-
positivo escolar, en su doble dimensión de contenedor

3 Este texto se basará en las investigaciones que realizamos con los


jóvenes integrantes de organizaciones sociales urbanas de base
territorial y comunitaria de la zona sur del conurbano bonaerense.
En otros trabajos definimos a estas organizaciones como de base
territorial y comunitaria (Vommaro, 2008 y 2009). Entre 2001 y 2010
trabajamos sobre todo con jóvenes organizados en Movimientos
de Trabajadores Desocupados (mtd), Comunidades Eclesiales de
Base (ceb) y centros culturales o espacios con actividades artísticas
y educativas a nivel barrial.

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Juventudes, políticas y generaciones en América Latina:
acercamientos teórico-conceptuales para su abordaje

de niños y jóvenes y de instancia propedéutica para el


mundo del trabajo y la política ciudadana, fue el espacio
que el sistema de dominación construyó para los jóvenes
(Balardini, 2000).4
Aunque su estudio genealógico del término juventud
podría llevarnos a épocas anteriores, fue a partir de la
Posguerra cuando comenzó a considerarse en los países
occidentales un momento específico y diferenciado de
la vida. En la actualidad, los jóvenes son protagonistas
de múltiples organizaciones que despliegan proyectos y
prácticas diversas —muchas de ellas de carácter eman-
cipatorio y alternativo—, constituyéndose en parte inte-
grante de sujetos sociales que construyen propuestas de
organización política, social y cultural (Botero, Torres y
Alvarado, 2008, p. 569).
A partir de nuestras investigaciones pensamos que si
estudiamos las características de las formas en las que se
constituyen los vínculos entre juventudes y políticas en la
actualidad; y más aún si nos centramos en modalidades
de participación alternativas, emergentes, que pueden ser
instituyentes de otras prácticas; es importante rastrear las
características del protagonismo juvenil en los movimien-
tos sociales a partir de los años sesenta y setenta, haciendo
también hincapié en las expresiones juveniles de los años
ochenta y noventa. Sin duda, “las revueltas juveniles de los
sesenta” impusieron el análisis de esta noción como parte
de las interpretaciones del proceso social que se vivía en
aquellos años (Redondo, 2000, p. 179).5 Sobre esta base,
coincidimos con Margulis y Urresti en que los análisis que

4 En la Argentina esto fue complementado por otras instituciones


estatales como el servicio militar obligatorio.
5 Para el caso de América Latina, acontecimientos como el de Tla-
telolco en México (1968) y el Cordobazo en la Argentina (1969); y
símbolos como el Che Guevara, junto a otras expresiones políticas,
culturales, estéticas y musicales configuraron un ser joven singular
y situado.

Pablo A. Vommaro 15
En busca de las condiciones
juveniles latinoamericanas

conciben la juventud desde las categorías de cesantía,


aplazamiento o moratoria vital resultan “problemáticos y
poco productivos” para los casos latinoamericanos y, más
aún si trabajamos con jóvenes de organizaciones popula-
res (Margulis y Urresti, 1998b).6

La juventud entendida
como generación
Como dijimos, a partir de nuestra perspectiva centrada en
la relación entre las y los jóvenes, sus formas de participa-
ción política y la constitución de organizaciones sociales
urbanas de base territorial y comunitaria, consideramos
a la juventud como experiencia vital y categoría socio-
histórica definida en clave relacional, más que etaria o
biológica.7 En su ya clásico trabajo acerca de la juventud,
Bourdieu (1990/1978) advertía que “las clasificaciones
por edad […] vienen a ser siempre una forma de imponer
límites, de producir un orden en el cual cada quien debe
mantenerse, cada quien debe ocupar su lugar” (Bourdieu,
1990/1978, p. 164). Relativizando la noción de juventud,
el sociólogo francés insinuaba que “siempre se es joven o
viejo para alguien. Por ello las divisiones en clases defini-
das por edad […] son de lo más variables y son objeto de
manipulaciones” (Bourdieu, 1990/1978, p. 164), y concluía:

6 Entre los autores exponentes de las visiones de las que nos distan-
ciamos, consideramos a González y Caicedo (1995), quienes señalan
que “la juventud es la intermediación de la relación familia-educa-
ción-trabajo […] es una etapa de la vida dedicada a la preparación
para el ejercicio de los roles ocupacionales y familiares adultos”
(González y Caicedo, 1995, p. 4).
7 A pesar de nuestro énfasis en las dimensiones sociohistórica y rela-
cional, no desconocemos el anclaje etario de la noción de juventud
—aun en su clave generacional—. Al respecto, numerosos estudios,
citados por ejemplo en Ghiardo (2004), definen los límites biológicos
de la juventud entre los 14 y 29 años, aunque otros los restringen
entre los 18 y los 29 años (Ghiardo, 2004, p. 18).

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Juventudes, políticas y generaciones en América Latina:
acercamientos teórico-conceptuales para su abordaje

Hablar de los jóvenes como una unidad social, de un


grupo constituido, que posee intereses comunes, y refe-
rir estos intereses a una edad definida biológicamente,
constituye en sí una manipulación evidente. Al menos
habría que diferenciar entre las juventudes. (Bourdieu,
1990/1978, p. 165, cursivas del original)

Poniendo el foco en la cuestión generacional, Bour-


dieu señala que “la juventud y la vejez no están dadas, sino
que se construyen socialmente en la lucha entre jóvenes
y viejos” (Bourdieu, 1990/1978, p. 164). Para este autor,
estas disputas se dirimen muchas veces como “conflic-
tos entre sistemas de aspiraciones constituidos en eda-
des diferentes” (Bourdieu, 1990/1978, p. 170). El sistema
escolar, ámbito privilegiado de inserción de los jóvenes,
tiene un rol fundamental en la definición de la dinámica
de los conflictos generacionales que Bourdieu analiza en
tanto “transmisión de poderes y privilegios” (Bourdieu,
1990/1978, p. 173).
Para el caso latinoamericano Duarte (2002) introduce
la noción de “mundo adultocéntrico” para destacar las
construcciones que sobre las juventudes se realizan desde
las visiones adultas. Así, el autor señaló que “la condición
de poder y control que los mayores poseen respecto de los
menores y como éstos, de una forma u otra, reaccionan
resistiéndose a la situación, o bien amoldándose a ella por
medio de diversos mecanismos” (Duarte, 2002, p. 98).
En muchos aspectos novedoso, sugerente y provoca-
dor, el planteamiento de Bourdieu se acerca al de muchos
autores impregnados de cierto funcionalismo al consi-
derar a la juventud, refiriéndose a los adolescentes en la
escuela media, en cuanto “medio niño-medio adulto, ni
niño, ni adulto” (Bourdieu, 1990/1978, p. 166). Así, el autor
habla de los jóvenes como un grupo con “existencia sepa-
rada”, que está “socialmente fuera de juego” (Bourdieu,
1990/1978, p. 166).

Pablo A. Vommaro 17
En busca de las condiciones
juveniles latinoamericanas

En efecto, la concepción más difundida por muchos


años acerca de la juventud —y los jóvenes— fue la de
aplazamiento, cesantía, moratoria, un tiempo de espera,
intermedio, en donde había cuestiones aún no resueltas
que solo se saldarían con el paso a la adultez (Coleman y
Husen, 1989; Keniston, 1970; Erikson, 1968; González y
Caicedo, 1995). Las insuficiencias de los postulados de
estas teorías —que Balardini calificó como “no lugar entre
la infancia y la adultez” (Balardini, 2000, p. 10)— han sido
ya demostradas por numerosos autores (Balardini, 2000;
Margulis y Urresti, 1996; Pérez Islas, 2000; Alvarado, Mar-
tínez y Muñoz, 2009). Es cada vez más evidente que estos
conceptos no son útiles para comprender e interpretar la
realidad de los jóvenes en la actualidad, sobre todo si nos
centramos en sus modalidades de participación.
Coincidimos entonces con Redondo (2000) en que la
juventud es una noción “escurridiza”, pero en cualquier
caso mucho más sociohistórica —relacional y cultural—,
que biológica (Redondo, 2000, p. 180). De esta manera,
más allá de las dificultades que presenta y de los límites
que han mostrado muchas de sus definiciones, creemos
que el concepto de juventud o juventudes —como ya pro-
ponía Bourdieu en 1978— no ha perdido relevancia para el
análisis que realizamos en nuestras investigaciones. Para
ello, es preciso avanzar hacia una definición posible que
nos permita aprehender estas complejidades en todas
sus dimensiones y significados.
En esta dirección, recuperamos algunas de las ideas
propuestas por Pérez Islas (2000), quien ha establecido
criterios relevantes para definir lo que él llama lo juvenil,
incorporando los avances que se han producido sobre
este tema en diferentes campos de la investigación social.
Siguiendo a este autor, lo juvenil en la sociedad contem-
poránea puede ser entendido como:

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Juventudes, políticas y generaciones en América Latina:
acercamientos teórico-conceptuales para su abordaje

• Un concepto cuyo significado debe desentra-


ñarse tomando como punto de partida una
perspectiva relacional, es decir, en la que cobre
relevancia la consideración de los vínculos con
un entorno social más amplio. De ahí que lo juve-
nil no solo supone la definición positiva acerca
de qué es y cómo puede ser definido un joven,
sino además contemplar las disputas sociales
en torno a la conceptualización misma de la(s)
juventud(es). Así podremos reconocer lo juve-
nil como producto de una tensión que pone en
juego tanto las formas de autodefinición como
las resistencias a las formas en que son definidos
por otros grupos sociales (sean los adultos, las
instituciones sociales, otros jóvenes, entre otros).
• La recuperación de las tensiones que se ponen
en juego para conceptualizar lo juvenil supone
que no podamos desconocer las relaciones de
poder y dominación social involucradas en estas
elaboraciones, así como sus límites simbólicos,
que demarcan fronteras de exclusión en cuanto a
un atributo asociado con la juventud, que algunos
sectores sociales tendrían y del que otros carece-
rían (educación, modas, entre otros).
• Las modalidades de ser joven no pueden reifi-
carse puesto que han cambiado, y lo seguirán
haciendo, a lo largo de la historia y en función
de las también cambiantes coyunturas sociales,
políticas, económicas y culturales. Por eso, es
preciso reconocer cómo van reconfigurándose
a lo largo del tiempo.
Esto último es fundamental en nuestro trabajo,
puesto que al estudiar las formas que asume la partici-
pación política entre los jóvenes deberíamos ser capaces

Pablo A. Vommaro 19
En busca de las condiciones
juveniles latinoamericanas

de reconocer las características distintivas que adquiere


lo juvenil en cada uno de los momentos históricos consi-
derados. Esto es, no naturalizar sus características y dar
cuenta del proceso de construcción de la categoría juven-
tud, de su pluralización, y de las formas de entender sus
vínculos con la política en cada coyuntura. Es decir, pro-
ponemos considerar la diversidad de prácticas, sentidos y
universos simbólicos y de significación que convergen en
esta categoría, cruzada a su vez por variables como clase,
género, etnia, cultura, región, contexto sociohistórico,
entre otras (Bourdieu, 1990/1978; Reguillo, 2000). Así, a
partir de las diversidades que caracterizan a la juventud
en la actualidad no es posible hablar de “juventud” en
singular (Braslavsky, 1986), ya que no hay una sola forma
de ser joven ni una única juventud. Es necesario pluralizar
el término. Por eso hablamos de juventudes.
De esta manera, a partir de nuestras indagaciones, pro-
ponemos comprender los procesos de subjetivación genera-
cionales como emergentes de los procesos históricos antes
que como una característica inherente a la condición juvenil.
Así pues, nuestro punto de partida confronta la idea de que
los jóvenes, en cuanto tales, tienen mayor predisposición
ya sea a la acción y a la participación o al desencanto con
la política y a la retracción de los compromisos públicos.
Siguiendo a Urresti (2000), para comprender a los jóvenes
es preciso “más que pedirles o juzgarlos por aquello que
hacen o no hacen respecto de los jóvenes de generaciones
anteriores, comprenderlos en su relación con la situación
histórica y social que les toca vivir” (Urresti, 2000, p. 178).
Por eso, la juventud es una categoría que cobra sig-
nificado únicamente cuando podemos enmarcarla en el
tiempo y en el espacio, es decir, reconocerla como catego-
ría situada en el mundo social (Chaves, 2006). De acuerdo
con esto, analizamos las modalidades en que se produce
la juventud (Martín Criado, 1998) a partir de experiencias
y compromisos vitales, sociales e históricos diferentes,

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Juventudes, políticas y generaciones en América Latina:
acercamientos teórico-conceptuales para su abordaje

que no hacen sino mostrar los límites —como nos recordó


Bourdieu— que presenta toda clasificación cuyo centro
sea la edad biológica.
Retomando a Bajtín (1981), Alvarado, Martínez y
Muñoz (2009) proponen comprender al “sujeto joven”
como cronotopo. Con esta denominación estos autores
buscan remarcar “la capacidad constructora de espacios
vitales de los jóvenes” a la vez que “espacio y tiempo no
existen separadamente; no hay tiempo sin espacio y espa-
cio sin tiempo” (Alvarado, Martínez, Muñoz, 2009, p. 98).
Esta “inseparabilidad del tiempo y del espacio” que ubica
al tiempo “como cuarta dimensión del espacio” (Bajtín,
1981, p. 84-85), se expresa con énfasis en el sujeto juvenil
según como lo piensan estos autores.
A partir de estos planteamientos, proponemos enten-
der la juventud en cuanto generación. La generación no
puede ser considerada como una mera cohorte, puesto
que —como ya lo había señalado Mannheim (1993/1928)—
la mera contemporaneidad cronológica no es suficiente
para definir una generación.8 Por el contrario, la idea de
generación, antes que a la coincidencia en la época de
nacimiento, “remite a la historia, al momento histórico en
el que se ha sido socializado” (Margulis y Urresti, 1996, p.
26). Sin embargo una generación tampoco puede com-
prenderse solo a partir de la coexistencia en un tiempo
histórico común, sino que —para ser tal— debe poner
en juego de una u otra forma, criterios de identificación
común entre sujetos que comparten un problema.9

8 Una de las acepciones de la Real Academia Española para este tér-


mino, referido justamente a la generación juvenil, es: “conjunto de
personas que por haber nacido en fechas próximas y recibido edu-
cación e influjos culturales y sociales semejantes, se comportan de
manera afín o comparable en algunos sentidos” (drae, 2001)
9 Para ampliar este punto ver Bonvillani, Palermo, Vázquez y Vom-
maro (2008).

Pablo A. Vommaro 21
En busca de las condiciones
juveniles latinoamericanas

En Mannheim, la generación no es un “grupo con-


creto”, sino más bien una “conexión” (Mannheim,
1993/1928, p. 207). El autor húngaro plantea que los casos
en los que las generaciones se convierten en grupos con-
cretos son “especiales” y devienen del “tornar consciente”
la “conexión generacional” (Mannheim, 1993/1928, p.
207). Si bien la dimensión etaria fundamenta la dinámica
de las generaciones, no la constituye. Además, relativi-
zando el peso de la edad biológica, Mannheim habla de
un “envejecimiento corporal y uno espiritual”, que gene-
ran maneras de “ser joven” y de “envejecer” (Mannheim,
1993/1928, p. 213).
Seguidamente, Mannheim establece una relación
entre las “situaciones de clase” y las “conexiones gene-
racionales”, en cuanto ambas pueden expresar una “posi-
ción” social, sin remitir a un grupo concreto (Mannheim,
1993/1928, p. 208). Esta posición social expresada en el
vínculo generacional constituye “determinados modos
de conducta, sentimiento y pensamiento”. Así, para Man-
nheim “la posición generacional se puede determinar a
partir de ciertos momentos vitales […] que sugieren a los
individuos afectados por ellos formas de vivencia y pen-
samiento” (Mannheim, 1993/1928, p. 212). En otra obra,
este autor plantea que la “situación generacional” con-
siste en “estar expuesto a ciertos fenómenos sociocultu-
rales similares” (Mannheim, 1961, p. 48).
Urresti (2000), en el mismo sentido, considera que
la “posición de una perspectiva generacional particular”
constituye una “situación en la cual se vivencia la expe-
riencia social de manera diferente” (Urresti, 2000, p. 178).
Para Alvarado, Martínez y Muñoz (2009):
La generación, como categoría de apoyo para la com-
prensión de lo juvenil, remite a la edad, pero como una
producción cultural, social e histórica. Así, la adscrip-
ción suscitada por una determinada generación […] se
perfila como un horizonte continuo que persevera en

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Juventudes, políticas y generaciones en América Latina:
acercamientos teórico-conceptuales para su abordaje

su intento de intensificar la identificación juvenil y con


ello la emergencia colateral de diferentes conflictivida-
des, tanto en sí misma, como con otras generaciones.
(Alvarado, Martínez y Muñoz, 2009, p. 99)
Una generación, entonces, puede ser comprendida a
partir de la identificación de un conjunto de sujetos que
comparten la experiencia de lo que perciben como un con-
flicto, un problema. Así, el vínculo generacional aparece y
se constituye como efecto de un proceso de subjetivación,
ligado con una vivencia común en torno a una experien-
cia de ruptura, a partir de la cual se crean mecanismos de
identificación y reconocimiento en tanto parte constitu-
tiva de un nosotros (Lewkowicz, 2004).
De esta manera, Ignacio Lewkowicz propone definir
una generación no como aquello ligado directamente a
la edad de los individuos, como lo que se constituye por
la proximidad en las fechas de nacimiento, sino más bien
por el hecho de que las personas compartan un problema
en cuanto experiencia vital. Para este autor, una genera-
ción se configura cuando se tienen problemas en común
que se expresan en una experiencia alteradora, y, en ese
sentido, las generaciones se caracterizan, también, por
sus movimientos de ruptura (Lewkowicz, 2004).
El vínculo generacional, entonces, no es instituido sino
que resulta de un proceso de subjetivación:
Una generación se constituye cuando el patrimonio
legado se disuelve ante el embate de las circunstancias.
Un saber transmitido se revela insolvente. Tenemos
un problema: de esto no se sabe. Si nos constituimos
subjetivamente como agentes de lo problemático del
problema, advenimos como generación. (Lewkowicz,
2004, p. 6)

En ese sentido, hipotetiza Lewkowicz, una genera-


ción parece surgir a partir de una experiencia originaria
como punto en el que se constituye una sensibilidad,
una subjetividad. O bien, a partir de una escena y de un

Pablo A. Vommaro 23
En busca de las condiciones
juveniles latinoamericanas

lugar que se adopta en esa escena, adoptar ese lugar en


la escena es la marca subjetiva. O también, una cuestión
de imágenes: ¿con qué imágenes se nace a la política?
(Lewkowicz, 2004).
Bauman (2007) también señaló la importancia del
análisis generacional y su anclaje sociohistórico. Este
autor define la generación como “un sujeto colectivo con
una visión del mundo en particular, capaz de o inclinado
a actuar por su cuenta y sus propios intereses particu-
lares” (Bauman, 2007, p. 120-121). Asimismo, Bauman
reconoce los aportes pioneros realizados por Ortega y
Gasset y Mannheim, los sitúa históricamente en la salida
de la Primera Guerra Mundial, y afirma:
Se podría decir que el descubrimiento de la generación
en el sentido que propuso Ortega y Gasset y que cano-
nizó después Mannheim […] fue por sí mismo un triunfo
generacional: el de la generación de la Gran Guerra.
(Bauman, 2007, p. 121)

En la dinámica histórica, como lo señala Bauman


(2007), las generaciones pueden sucederse, pero tam-
bién superponerse. De esta manera, el conflicto interge-
neracional se expresa en las dinámicas políticas, sociales
y culturales de las sociedades en las que se producen.
Pero también en un mismo momento histórico pueden
coexistir, muchas veces en tensión, diferentes maneras
de producir juventud y de ser joven (Ghiardo, 2004, p. 44).
Es decir, el abordaje generacional de las juventudes y sus
formas de vínculo con la política permite no solo conside-
rar las dinámicas de generaciones sucesivas, sino también
coexistentes, lo que amplía la mirada hacia los conflictos
intrageneracionales.
Así comprendidos, los jóvenes son producidos —por
el sistema de dominación—, en cuanto colectivos orga-
nizados producen —resistencias, prácticas alternativas,

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Juventudes, políticas y generaciones en América Latina:
acercamientos teórico-conceptuales para su abordaje

creaciones, innovaciones—, y se producen —generando


estéticas, modos de ser y subjetividades, generacional-
mente configuradas, que los singularizan—.
Ya presentadas nuestras formas de abordaje de las
juventudes y sus procesos de producción social, histórica,
cultural, relacional y situada, volveremos a continuación
a acercarnos a los vínculos que establecen con la política,
especialmente enfocados en modalidades de participa-
ción no enmarcadas en espacios estatales o partidarios.

Los jóvenes y las formas de la


política: los procesos de politización
Al remarcar la importancia de analizar las expresiones
que adquiere la participación política en las organizacio-
nes sociales urbanas entre los jóvenes remitiéndonos al
concepto de generación, nos distanciamos tanto de la
consideración de la juventud en clave biológica como
también de la idea de que esta pueda ser asociada —en
cuanto parte del ciclo de vida— con una predisposición
específica hacia la participación política; ya sea para
la mayor implicación juvenil o para la retracción de su
compromiso político.10 Así también, nos alejamos de las
posturas que remarcan la apatía y el desinterés como
rasgos distintivos de la juventud actual. Estas visiones
proponen que la denominada crisis de representación se
traduce, especialmente entre los jóvenes, en la ausencia
de toda forma de organización y acción colectiva. Desde
esta óptica, la crisis de la política —entendida como sis-

10 Al respecto, podemos volver a los estudios de Margulis y Urresti


quienes realizan una crítica a los análisis de la juventud desde las
categorías de cesantía, aplazamiento o moratoria vital caracteri-
zándolos como problemáticos y poco productivos para los casos
latinoamericanos y, más aún si se trabaja con jóvenes de los secto-
res populares (Margulis y Urresti, 1996).

Pablo A. Vommaro 25
En busca de las condiciones
juveniles latinoamericanas

tema de representación institucional y liberal— expresa, al


mismo tiempo, la crisis de la participación política juvenil
(Sidicaro y Tenti Fanfani, 1998).
Sin embargo, a partir de las investigaciones realiza-
das, decimos que las nociones de apatía, desinterés o
desencanto aluden a la falta de legitimidad y de compro-
miso entre los jóvenes hacia determinadas formas de la
política, lo cual no significa el rechazo a la política como
tal, es decir, como discurso y como práctica relaciona-
dos con la construcción social de lo común (Sidicaro y
Tenti Fanfani, 1998). Entonces, el desinterés, la apatía
o desencanto no tienen por qué traducirse en la idea de
que las nuevas generaciones no valoran las cuestiones
públicas o, en otras palabras, que se trata de generacio-
nes despolitizadas. Por el contrario, podrían permitirnos
dar cuenta del modo en que se produce el alejamiento de
los jóvenes de las instituciones y prácticas de la política
entendida en términos representativos e institucionales.
Esto es, la disminución de la participación en prácticas
políticas institucionales que podemos denominar clásicas,
así como el alejamiento y la desconfianza hacia los ámbi-
tos y las actividades convencionales de implicación en la
esfera pública. En el mismo sentido, podemos analizar los
modos en los que la politización se produce a través de
otro tipo de prácticas o a través de otros canales que se
alejan relativamente de las vías institucionales conocidas
de la política y proponen formas alternativas que institu-
yen otras modalidades de relación con lo público, otras
formas de estar juntos.
De esta manera, sostenemos que es posible observar
entre los jóvenes un desplazamiento de las formas insti-
tucionales clásicas de organización y participación polí-
tica hacia otro tipo de espacios y prácticas en los que no
solo no rechazan la política, sino que se politizan sobre

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Juventudes, políticas y generaciones en América Latina:
acercamientos teórico-conceptuales para su abordaje

la base de la impugnación de los mecanismos delegati-


vos de participación y toma de decisiones. Entonces, las
características de las organizaciones sociales urbanas de
base territorial y comunitaria como las que estudiamos
permiten distinguir estas transformaciones en los modos
de producción organización, participación y subjetiva-
ción política de las y los jóvenes en la Argentina actual y
visibilizar formas alternativas que hablan del renovado
compromiso de las juventudes contemporáneas con lo
público y lo colectivo.
Es así como la consideración de los jóvenes como
generación, nos permite aprehender un conjunto de rela-
ciones sociales y políticas en las cuales estos se encuentran
inmersos y reconfiguran, así como también los procesos
sociohistóricos que constituyen la dinámica del cambio
social. La generación incluye así, el contexto de socializa-
ción —más amplio— en el cual una determinada cohorte
se apropia de, y al mismo tiempo resignifica, las prácticas
sociales y políticas del mundo en el que habita. Es este
proceso de apropiación y modificación lo que posibilita la
ruptura y la innovación características de las experiencias
que analizamos.
En los casos acerca de los que indagamos, estos pro-
blemas y experiencias compartidas estarían constituidos,
sobre todo, por la percepción de que había que producir
un cambio, instituir una práctica disruptiva, alteradora y
alternativa que posibilite la superación de un problema
colectivamente detectado y que no encontraba respuesta
por los caminos conocidos. Había que crear, innovar, en
la práctica social para transformar el estado de cosas que
se vivía. Estas percepciones —podríamos decir también
intuiciones— se constituyeron en práctica concreta, en
acción directa, en propuestas que expresaron el antago-
nismo social de una forma distinta de la que predominaba

Pablo A. Vommaro 27
En busca de las condiciones
juveniles latinoamericanas

en la situación vital del momento. A su vez, estas prác-


ticas creativas provocaron tensiones y potenciaron las
percepciones y saberes originales configurando procesos
de subjetivación que se desplegaban fundamentalmente
desde la experiencia compartida y a partir de problemas y
acciones comunes abordadas de manera generacional.11
Ahora bien, para poder hablar no solo de una genera-
ción, sino de una generación política debemos contem-
plar un aspecto más. Los valores, afectos, percepciones
y prácticas comunes deben poner en juego una creencia
compartida para hacer de un conjunto de sujetos un colec-
tivo, y además, este debe cobrar existencia sobre la base
de un rechazo hacia el orden establecido, de la expresión
del antagonismo en la forma de conflicto social presen-
tado políticamente. Es decir, en la búsqueda —aun cuando
sea incipiente y fragmentaria— del redireccionamiento
del curso de la política como expectativa o anhelo gene-
racional (Braungart y Braungart, 1986).
Inevitablemente, la definición anterior tiene como
supuesto una concepción de la política que no se res-
tringe a los canales institucionales vinculados a los parti-

11 Para citar solo uno de los ejemplos concretos que surgen de nues-
tro trabajo empírico, podemos referir para el caso argentino las
experiencias de ruptura que significaron tanto los dislocamientos
socio-económicos con el aumento del desempleo y la pobreza en
los años noventa como los acontecimientos de diciembre de 2001
a nivel socio-político, para la mayoría de los jóvenes que participa-
ban de distintos colectivos juveniles de los grandes centros urba-
nos. Asimismo, diciembre de 2001 constituyó un momento de
“bisagra” que se completó con la represión sufrida por jóvenes de
movimientos piqueteros en junio de 2002, en el marco de la cual
dos jóvenes fueron asesinados por la policía, hecho que marcaría la
experiencia vital de quienes integraban esas organizaciones y sig-
naría gran parte de sus acciones posteriores. Estas son algunas de
las principales situaciones que se pueden analizar como fundantes
para la configuración generacional de los jóvenes organizados de
los grandes núcleos urbanos de la Argentina, según el abordaje que
proponemos.

28
Juventudes, políticas y generaciones en América Latina:
acercamientos teórico-conceptuales para su abordaje

dos políticos y al Estado. Desde nuestro punto de vista,


aquello que puede favorecer los procesos de subjetivación
comunes a partir de la creación de prácticas disruptivas
que disputan generacionalmente asuntos centrales de la
vida pública, no puede ser aprehendido si nos mantene-
mos dentro de los márgenes de una definición estrecha
de la política. Es decir, considerando como formas de
participación política únicamente un conjunto de prácti-
cas y representaciones que se producen entre los ciuda-
danos en relación con las instituciones formales ligadas
al Estado: participación en partidos políticos, en procesos
eleccionarios, orientaciones hacia el gobierno y sus insti-
tuciones (Sigel, 1989). Es necesario incorporar al análisis
otras formas de participación ligadas con la acción colec-
tiva no institucionalizada, con la politización de la esfera
cotidiana, de aspectos estéticos o culturales —lo que a la
vez nos habla de una estetización de la política—, que se
expresa en organizaciones sociales; susceptibles de gene-
rar marcos de experiencias y subjetivaciones comunes
(Vázquez y Vommaro, 2008).
Al respecto, Aguilera (2006) resalta “el conjunto de
prácticas cotidianas, de orden relacional, que comienzan
a configurar nuevas formas de estar juntos” (Aguilera,
2006, p. 35). La vida cotidiana, el vínculo con el otro y la
construcción de lo común aparecen así en el centro de las
prácticas políticas protagonizadas por los jóvenes. Muñoz
(2007) profundiza en la dimensión cultural de las prácti-
cas políticas juveniles y las enfoca desde las nociones de
creatividad, originalidad e innovación. Para él, los jóvenes
expresan formas de diferenciación —podríamos decir que
este “estar juntos” de Aguilera (2006) se produce a la vez
que los jóvenes se singularizan, se subjetivan— en las cua-
les las “mediaciones culturales” constituyen sus subjetivi-
dades. Siguiendo a Escobar, Álvarez y Dagnino (2001, p.
24), podríamos decir que en los jóvenes se expresan “las
dimensiones culturales de la política y las dimensiones
políticas de la cultura”.

Pablo A. Vommaro 29
En busca de las condiciones
juveniles latinoamericanas

En efecto, el protagonismo social y la producción


subjetiva de los jóvenes constituyen también una esté-
tica particular que es, a la vez, juvenil y alternativa. Al
cruzar estas producciones con una dimensión política y
subjetiva se construye una estética juvenil contracultu-
ral y ligada a lo alternativo que puede, además, devenir
en una ética joven en conflicto y en fuga respecto a las
tendencias hacia la dominación y la mercantilización de
la vida. 12 Esta dimensión ética asociada a lo disruptivo,
y también a lo comunitario, lo común, lo cooperante; y
forjada sobre la base de afectos y valores configurados
en experiencias vitales compartidas, cobró creciente
importancia en los procesos de constitución generacio-
nal de los jóvenes que, organizándose a través de formas
otras de participación, resignificaron —desde la práctica
cotidiana situada— la política de su tiempo.
Por otra parte, al hablar de una politización de los jóve-
nes desplegada en el plano territorial —local, barrial—,
que es en el que se dirime su vida cotidiana, no podemos
dejar de considerar la dimensión global de la cuestión.
Como señala Reguillo, esta dimensión aparece muchas
veces desde el plano comunicacional, a partir de las tec-
nologías de la información y la comunicación disponibles
que funcionan como “redes de producción-reproducción-
circulación y reconocimiento de sentidos y significados”
(Reguillo, 1997, p. 39). Luego de los años noventa, estas
tecnologías comunicacionales adquirieron un lugar de cre-
ciente importancia en la articulación de las organizaciones
territoriales con otros colectivos, tanto a nivel nacional

12 Las experiencias juveniles en comunicación alternativa y comunita-


ria, centros artísticos y culturales barriales, grupos de arte callejero,
murgas y bandas de rock y música en general, y más recientemente,
los denominados bachilleratos populares, pueden ser incluidos en
esta dimensión de la práctica política juvenil en los planos estético,
comunicacional y expresivo.

30
Juventudes, políticas y generaciones en América Latina:
acercamientos teórico-conceptuales para su abordaje

como regional y mundial. Según esta autora, es en estos


espacios comunicacionales —de producción y reproduc-
ción de sentidos— donde se desarrolla la dinámica de
reformulación de la relación entre lo local y lo global,
constituyendo un territorio mixto, complejo y ambiguo
en el cual los significados locales se globalizan y los senti-
dos globales se localizan (Reguillo, 1997, p. 35). Así, según
Feixa (1998), los jóvenes construyen “un territorio propio
apropiándose de determinados espacios urbanos […] y de
algunos elementos culturales que determinan los estilos
juveniles” (Feixa, 1998, p. 4).

Palabras finales
En síntesis, y a partir de lo expresado en este artículo,
pensamos que para analizar las formas de participación
política que construyen las y los jóvenes en la América
Latina actual, debemos comprender los procesos de sub-
jetivación generacionales como emergentes del proceso
histórico, situados; antes que como una característica
inherente a la condición juvenil, ya sea la predisposición
a la acción colectiva o el desencanto hacia la política
(Vázquez, 2007).
Incorporar al abordaje generacional del estudio de
las relaciones entre juventudes y políticas nociones que
permitan considerar el proceso de ampliación, territoria-
lización y estetización de la política; así como las moda-
lidades actuales de disputa por lo público, construcción
de lo común e institución de espacios comunitarios, será
imprescindible para interpretar las continuidades e inno-
vaciones respecto a formas anteriores de producción de
este vínculo. Asimismo, identificar los acontecimientos
que produjeron las rupturas que, en cuanto experiencia
vital compartida, posibilitaron la institución de las confi-
guraciones generacionales entendidas como procesos de
subjetivación política, será también parte de la perspectiva

Pablo A. Vommaro 31
En busca de las condiciones
juveniles latinoamericanas

teórico-conceptual que proponemos y que aquí presenta-


mos con la intención de contribuir tanto a la profundiza-
ción de nuestros propios estudios como de intercambiar
con otros investigadores interesados por los problemas
que aquí abordamos.

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