Mito Del Amor Romántico
Mito Del Amor Romántico
Mito Del Amor Romántico
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amor-romantico-52-
La experiencia del enamorarse tal vez tenga como característica la ilusión de que
esa experiencia habrá de durar para siempre. En nuestra cultura semejante ilusión
se ve fomentada por el mito tan difundido del amor romántico que tiene su origen
en nuestros cuentos de hadas favoritos de la niñez. Cuentos en los que el príncipe y
la princesa una vez unidos viven siempre felices.
El mito del amor romántico nos dice, en efecto, que para cada joven del mundo
hay una joven que le está destinada y viceversa. Además el mito implica que hay
sólo un hombre destinado a una mujer y sólo una mujer a un hombre, lo cual está
predeterminado por los astros.
Si bien en general compruebo que los grandes mitos son grandes precisamente
porque representan verdades universales que en ellos cobran cuerpo (en alguna
ocasión podríamos examinar varios de estos mitos), el mito del amor romántico es
una tremenda mentira. Quizás sea una mentira necesaria por cuanto asegura la
supervivencia de la especie al alentar y aparentemente validar la experiencia de
enamorarnos que nos atrapa en el matrimonio. Millones de personas malgastan
grandes cantidades de energía en un intento fútil y desesperado de hacer que la
realidad de sus vidas se ajuste a la irrealidad del mito.
Por ejemplo:
La señora A, se somete absurdamente al marido movida por un sentimiento de
culpa. “Realmente no amaba a mi marido cuando me casé”, dice. “Fingí que lo
amaba. Supongo que lo engatusé, de modo que ahora no tengo derecho a quejarme
y debo hacer todo cuanto él desea”.
La señora D., casada dos años atrás, se siente profundamente deprimida sin causa
aparente e inicia una terapia declarando: “No sé qué marcha mal. Obtuve todo lo
que necesitaba, incluso un matrimonio perfecto”. Sólo unos meses después la
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paciente es capaz de aceptar que ya no está enamorada de su marido y que esto no
significa que haya cometido un horrible error.
El señor E., también casado dos años atrás, comienza a sufrir intensos dolores de
cabeza por las noches y no puede creer que esos dolores sean psicosomáticos. “Mi
vida conyugal es excelente. Amo a mi mujer como el día en que me casé con ella. Es
todo lo que puedo desear”, pero dice, que los dolores de cabeza no le dejan
tranquilo hasta un año después cuando llega a admitir: “Me enloquece con su
manera de estar siempre pidiéndome y pidiéndome cosas sin considerar mi
sueldo”.
Aun cuando las parejas hayan reconocido que la luna de miel terminó, que ya no
están románticamente enamorados, continúan aferrándose al mito al cual intentan
ajustar sus vidas. “Si bien ya no estamos enamorados, si obramos mediante la
fuerza de voluntad como si todavía lo estuviéramos, tal vez el amor romántico
vuelva a nuestra vida”, piensan.
Esas parejas valoran en alto grado la unión. Cuando entran en terapia grupal de
parejas, sus miembros suelen sentarse juntos, uno habla por el otro, uno sale en
defensa de los defectos del otro y tratan ambos de presentar al resto del grupo un
frente unido, en la creencia de que semejante unidad es un signo de relativo
bienestar del matrimonio y un requisito para su mejoramiento. Tarde o temprano,
generalmente temprano, a lo mejor habría que decirles a las parejas demasiado
íntimamente unidas que necesitan establecer cierta distancia psicológica entre sí
antes de poder trabajar constructivamente en sus problemas. A veces hasta sería
necesario separar a los miembros de una pareja físicamente, hacerlos sentar
apartados el uno del otro en el círculo del grupo. Siempre es necesario pedirles que
se abstengan de hablar el uno por el otro o defender el uno al otro contra el grupo.
En la terapia todas las parejas aprenden que aceptar verdaderamente la
individualidad de cada cual y su separación es la única base sobre la cual puede
fundarse un matrimonio maduro y puede crecer un verdadero amor. Éste es el
principio básico del matrimonio abierto a diferencia del matrimonio cerrado. El
matrimonio abierto es tal vez la única clase de matrimonio maduro realmente
saludable y no seriamente destructivo de la salud y crecimiento espirituales de los
miembros de la pareja.
Mi pregunta es:¿Tienen algo que decir sobre todo esto las religiones, la Iglesia
católica? Cuando nuestros obispos y cardenales hablan y hablan sobre las
maravillas del matrimonio, ¿qué aportan? ¿Experiencia propia o experiencia
ajena; ciencia infusa o el don de la Fe? ¿No estarán acaso hablándonos de un
jardín que ellos nunca cultivaron?
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http://www.pensamientocritico.org/pilsan0704.htm
Pilar Sampedro
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La idealización del amor-pasión
En una encuesta realizada por el sociólogo José Luis Sangrador (1) aparece el
dato significativo de que el 90% de las personas encuestadas manifiestan que
no se casarían con alguien del que no se sintiesen enamoradas. ¿Cómo se
consolida, pues, el matrimonio en sociedades no utilitaristas y librepensadoras?
Uniéndolo a la pasión. Lo que no parece que aprendamos es que el amor
novelesco triunfa sobre gran cantidad de obstáculos, pero hay uno contra el
que se estrellará siempre: la duración.
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El amor en la literatura y el cine
Un mito es una historia, una fábula simbólica, simple y patente, que resume un
número infinito de situaciones más o menos análogas. El mito permite captar
de un vistazo ciertos tipos de relaciones constantes y destacarlas del revoltijo
de las apariencias cotidianas. En un sentido más estricto, los mitos traducen las
reglas de conducta de un grupo. El mito se deja ver en la mayor parte de
nuestras películas y novelas, en su éxito entre las masas, en las complacencias
y los sentimientos que despiertan, en nuestros sueños de amores milagrosos.
El mito de la pasión actúa en todos los lugares en los que ésta es soñada como
un ideal y no temida como una fiebre maligna (…) Vive de la misma vida que
nuestro romanticismo. Racionalmente, sabemos que la pasión y el deseo se
acaban, que la vida en común es complicada e implica una negociación
constante, que la convivencia transforma irremediablemente el deseo; sin
embargo, vivimos aún en la idea del mito del amor-pasión que ha generado y
genera un prototipo de relación. Sabemos que el amor es una cosa pero
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fantaseamos con otra: un amor eterno, único y permanente en el tiempo.
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movimiento feminista, las mujeres, en mayor medida que los hombres, asumen
ese modelo de amor y de romanticismo que nos hace ordenar nuestra biografía
y nuestra historia personal en torno a la consecución del amor. Muchas mujeres
buscan aún la justificación de su existencia dando al amor un papel vertebrador
de la misma, concediéndole más tiempo, más espacio imaginario y real,
mientras que los hombres conceden más tiempo y espacio a ser reconocidos y
considerados por la sociedad y sus iguales (4).
Mientras que, por lo general, solemos elegir a las amistades entre aquellas que
más nos gratifican, que más nos respetan y que más compensaciones
emocionales y afectivas nos reportan, sin embargo, es posible que nos
relacionemos a nivel de pareja con personas que no sólo no nos gratifican, sino
que nos llenan de amargura, sufrimiento y daño físico y psíquico. ¿Cómo
explicar la persistencia del amor o la relación en estos casos? ¿Cómo se puede
amar a quien te mortifica y anula? No es una cuestión de irracionalidad, y me
niego a creer que las personas, sobre todo mujeres, que viven estas
situaciones son tontas, masoquistas o descerebradas. Es importante que
comencemos a explicar esos amores patéticos y llenos de sufrimiento,
sacrificios personales y renuncias, sobre todo cuando, en mayor o menos
medida, muchas personas han vivido y soportado en sus relaciones de pareja
alguna que otra humillación, falta de respeto por sus opciones u opiniones,
limitaciones a la libertad, algún que otro desprecio, presiones para hacer esto o
lo otro, chantajes e imposiciones.
La “espiral de violencia”
Las mujeres que “aman demasiado”, aquellas que buscan el amor romántico
obstaculizado por la elección de personas difíciles, agresivas o controladoras
tienen más posibilidades de vivir en la violencia, consentirla y permanecer en
ella, porque esa relación es la que da sentido a su vida.
Una de las características que tienen todas las historias relatadas por mujeres
que sufren maltrato es precisamente esa discontinuidad en la relación. No son
historias afectivas templadas por los años, sino que aparecen siempre
intervalos de paz y dolor, fases de “luna de miel” entre los episodios de
maltrato: hoy te maltrato y mañana te amo más que a mi vida, sin ti no soy
nada, perdóname, te quiero; todo ello acompañado de muestras extraordinarias
de cuidados y cariño hasta la próxima escena. Se le ha dado el nombre técnico
de “espiral de violencia”, en la que los episodios de maltrato son cíclicos.
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liberación de una situación opresiva que, además, debe ser tratada como
problema colectivo y no individual. Y en este sentido, es la sociedad la que
debe rehabilitarse, la que debe ser llevada a terapia, porque son las
construcciones, las historias y los mitos de esa sociedad los que están en el
origen y la raíz del problema de la violencia doméstica.
___________________
(1) Sangrador, José Luis: “Consideraciones psicosociales sobre el amor
romántico”, Psicothema, 1993, vol 5, Suplemento, pp.181-196.
(2) De Rougemont, Denis (1979): El amor y Occidente, Editorial Kairós,
Barcelona.
(3) Ortiz, Lourdes (1997): El sueño de la pasión, Planeta, Barcelona.
(4) Altable Vicario, Charo (1998): Penélope o las trampas del amor, Nau Llibres,
Valencia.
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5 de agosto de 2010
http://haikita.blogspot.com/2010/08/los-mitos-del-amor-
romantico.html
Eros y Psique
Entre todas las definiciones que hemos encontrado, nos parece que la definición de
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Carlos García Cual es una de las más eficaces y concretas: “Mito es un relato
tradicional que refiere la actuación memorable y ejemplar de unos personajes
extraordinarios en un tiempo prestigioso y lejano. (…) El relato mítico tiene un
carácter dramático y ejemplar. Se trata siempre de acciones de excepcional interés
para la comunidad, porque explican aspectos importantes de la vida social mediante la
narración de cómo se produjeron por primera vez tales o cuales hechos”.
Por su parte, Karen Armstrong (2005) afirma que los mitos más impactantes tratan
sobre situaciones límite y nos obligan a ir más allá de nuestra experiencia. Tratan de lo
desconocido; su función es ayudarnos a hacer frente a los conflictos humanos. En
este sentido, los mitos han sido la base de todas las culturas humanas, porque han
otorgado a la sociedad modelos de conducta y actitudes, han ofrecido héroes y heroínas
que superaban situaciones difíciles con valentía, inteligencia, astucia o estrategias. En
los orígenes, ayudaban a las personas a encontrar su lugar en el mundo y su verdadera
orientación, porque ayudan a saber de dónde venimos (mitos sobre antepasados), a
dónde vamos, y también ayudan a explicar esos momentos sublimes en que nos
sentimos transportados más allá de nuestras preocupaciones prosaicas.
Armstrong cree también que el mito es una guía, que transmite un código ético y que,
además, ha configurado la base de todas las religiones. En el caso de las religiones
monoteístas como la cristiana, la musulmana y la budista, todas se han forjado a
partir del mito del viaje heroico, que nos explica qué tenemos que hacer si
queremos convertirnos en seres humanos completos: “El héroe tiene la sensación de
que en su vida o en su sociedad falta algo. Por eso abandona el hogar o emprende
peligrosas aventuras. Lucha contra monstruos, escala montañas inaccesibles y
atraviesa oscuros bosques, y mientras su antiguo yo muere y el héroe descubre algo o
aprende alguna habilidad que después transmite a su pueblo. (…) El mito del héroe
está tan arraigado que hasta la vida de figuras históricas como Buda, Jesús, o Mahoma
se cuenta siguiendo ese esquema arquetípico probablemente forjado en la era
paleolítica”.
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El beso de Rodin
Joseph Campbell (1964) afirma que una de las funciones del mito es apoyar el
orden social en vigor, para integrar al individuo. Según él la función social de una
mitología y de los ritos que la expresan es fijar en todos los miembros del grupo en
cuestión un “sistema de sentimientos” que habrá de unirle espontáneamente a los fines
de dicho grupo. Kirk (1990) cree que los mitos surgieron como trucos narrativos que
utilizaron los humanos para socializar a los niños y facilitar su integración psíquica
en la sociedad. Son, desde este punto de vista, narraciones contra el terror que provoca
lo desconocido, explicaciones del mundo que guían a los humanos en sus primeras fases
de socialización.
Los mitos, sin embargo, no han permanecido invariables; cambian con las culturas,
se adaptan a nuevas realidades socioeconómicas y políticas que se consolidan gracias al
apoyo del sistema simbólico y mitológico creado para sustentarlo. En Occidente, pese al
proceso de desacralización de la sociedad característica de la posmodernidad, los mitos
siguen cumpliendo estas funciones, aunque con variaciones.
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Denis De Rougemont (1939) cree que necesitamos los mitos “para expresar el hecho
oscuro e inconfesable de que la pasión está vinculada con la muerte y que supone la
destrucción para quienes abandonan a ellas todas sus fuerzas. (…) La oscuridad del
mito nos permite, así, acoger su contenido disfrazado y gozar de él con la imaginación,
sin tomar una conciencia lo bastante clara para que estalle la contradicción”. El mito
expresa esas contradicciones y actúa en todos los lugares “en que la pasión es soñada
como un ideal y no temida como una fiebre maligna”. También en los lugares en que la
fatalidad es requerida, imaginada como una bella y deseable catástrofe.
Tristán e Isolda
Centrándonos en los mitos del amor de pareja, De Rougemont cree que el mito del
amor cortés ha llegado a nosotros a través de la Literatura (…)
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separadas por diversas circunstancias, obstáculos (dragones, bosques encantados,
monstruos terribles) y barreras (sociales y económicas, religiosas, morales, políticas).
Tras superar todos los obstáculos, la pareja feliz por fin puede vivir su amor en libertad.
Evidentemente, como mito que es, esta historia de obstáculos y superaciones está
atravesada por las ideologías patriarcales, que ponen la misión en manos del héroe,
mientras que la mujer espera en su castillo a ser salvada: él es activo, ella pasiva (el
paradigma de este modelo es la Bella Durmiente, que pasó nada más y nada menos
que CIEN!!!!! años dormida esperando a su príncipe).
Y es que los dos principales mitos del amor romántico son el príncipe azul y la
princesa maravillosa, basados en una rígida división de roles sexuales (él es el
salvador, ella es el descanso del guerrero) y estereotipos de género mitificados (él es
valiente, ella miedosa, él es fuerte, ella vulnerable, él es varonil, ella es dulce, él es
dominador, ella es sumisa). Estos modelos de feminidad y masculinidad patriarcal son
la base de gran parte del dolor que experimentamos al enamorarnos y desenamorarnos,
porque se nos vende un ideal que luego no se corresponde con la realidad.
Hasta ahora la feminidad pasiva ha sido mitificada en los relatos para tranquilizar a
los machos y suavizar su ancestral miedo a las mujeres, por un lado, y para ofrecer
modelos de sumisión idealizada a las mujeres, por otro. Muchas de las mujeres de las
culturas patriarcales han sido educadas para asumir en muchos casos el rol de mujer
fiel cuya máxima en la vida no es alcanzar la libertad (deseo masculino por
excelencia), sino el amor a través de un hombre (lo que se supone que es normal en
las mujeres).
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La princesa del cuento es una mujer de piel blanca y cabellos claros, rasgos suaves,
voz delicada, que se siente feliz en un ámbito doméstico (generalmente un lujoso
palacio, al cuidado de sus padres) y cuyas aspiraciones son muy simples: están siempre
orientadas hacia el varón ideal de sus sueños. La princesa es leal a su amado, lo espera,
se guarda para él, como hiciera Penélope durante más de veinte años esperando a Ulises.
La princesa encontrará su autorrealización en el gran día de su vida; la boda con el
príncipe. La princesa es una mujer discreta, sencilla, llena de amor y felicidad que
quiere colmar de cuidados y cariño a su esposo y que además le dará hijos de cuya
paternidad podrá estar seguro. Es una mujer buena frente a las mujeres malas,
aquellas representadas como seres malvados, egoístas, manipuladores, caprichosos,
insaciables, débiles y charlatanes. Las malas disfrutan pasionalmente del sexo, pero a
pesar de que atraen a los hombres por su inteligencia y sus encantos, no ofrecen
seguridad al macho, que casi nunca las eligen para ser princesas ni les piden
matrimonio. Son tan atractivas como peligrosas, por eso evitan enamorarse de ellas,
como fue el caso de Ulises con Circe.
El príncipe azul es otro mito que opera en el imaginario femenino porque se nos ofrece
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siempre como figura salvadora, del mismo modo que Jesucristo o Mahoma salvaron a la
Humanidad de sus pecados. Notesé que Eva es la mujer mala por cuya curiosidad y
desobediencia los seres humanos fuimos condenados al dolor y la muerte. Sólo un
Hombre como Jesús podía venir a salvarnos; pero ni con su muerte logró que su
padre nos perdonase.
Jesús es un hombre bueno y valiente que cree en las causas justas y no le importa
sacrificarse por ellas. Del mismo modo, el príncipe azul es un héroe porque pone la
misión (matar al dragón, encontrar al tesoro, derrotar a las hordas malvadas, devolver el
poder a algún rey, etc) por delante de su propia vida. El príncipe azul es un hombre
activo, saltarín, espadachín, gran atleta, buen jugador, gran estratega, noble de corazón.
Es joven, travieso, algo ingenuo; a las mujeres les derrite este modelo porque es un ser
valiente y bueno que necesita campo para correr y que pese a su gallardía, es tierno y
dulce en la intimidad. El príncipe se convierte en Hombre en todos los relatos,
porque la aventura que vive es su rito de paso de la juventud a la adultez, dado que
tiene que superarse a sí mismo para poder lograr su triunfo (el amor de la princesa
rosa). Así podrá protegerla, enseñarla, amarla para siempre y hacerle muchos
hijos.
Estos dos mitos de género y la mayor parte de los mitos amorosos surgieron en la época
medieval; otros han ido surgiendo con el paso de los siglos, y finalmente se
consolidaron en el XIX, con el Movimiento Romántico. De ellos nos quedan, según
Carlos Yela García (2002), unos cuantos que configuran nuestras estructuras
sentimentales en la actualidad:
• Mito de la media naranja, derivado del mito amoroso de Aristófanes, que supone que
los humanos fueron divididos en dos partes que vuelven a unirse en un todo absoluto
cuando encontramos a nuestra “alma gemela”, a nuestro compañero/a ideal. Es un mito
que expresa la idea de que estamos predestinados el uno al otro; es decir, que la otra
persona es inevitablemente nuestro par, y solo con ella nos sentimos completos. El
mito platónico del amor expresa un sentimiento profundo de encuentro de la persona
consigo misma, “y su culminación es recuperar los aspectos que nos fueron amputados
y de esa manera, recuperar nuestra propia y completa identidad. Es decir, poder ser todo
lo que somos y lo más plenamente posible” (Coria, 2005). El mito de la media naranja
sería una imagen ingenua y simplificada del mito platónico que intenta transmitir esa
búsqueda de la unidad perdida, pero su principal defecto es, según Coria, que uno más
uno termina resultando uno, lo cual es un grave error, no sólo aritmético, que es
asimilado mayoritariamente por mujeres.
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• Mito de la exclusividad: creencia de que el amor romántico sólo puede sentirse por
una única persona. Este mito es muy potente y tiene que ver con la propiedad privada y
el egoísmo humano, que siente como propiedades a las personas y sus cuerpos. Es un
mito que sustenta otro mito: el de la monogamia como estado ideal de las personas en la
sociedad.
• Mito de la omnipotencia: creencia de que “el amor lo puede todo” y debe permanecer
ante todo y sobre todo. Este mito ha sujetado a muchas mujeres que han creído en este
poder mágico del amor para salvarlas o hacerlas felices, pese a que el amor no siempre
puede con la distancia, ni los problemas de convivencia, ni la pobreza extrema.
• Mito del libre albedrío: creencia que supone que nuestros sentimientos amorosos son
absolutamente íntimos y no están influidos de forma decisiva por factores socio-
biológicos-culturales ajenos a nuestra voluntad.
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Gracias a nuestra actividad racional, la Humanidad puede no solo construir mitos, sino
también deconstruirlos, porque en ellos están insertos los miedos, las motivaciones, el
sistema de creencias, los valores, la ética, los modelos a seguir y los deseos de los
miembros de esa cultura. En el caso del romanticismo patriarcal, creo que es
fundamental exponer las entrañas de sus mitos para poder acabar con la
desigualdad y con el patriarcado a nivel narrativo, emocional e ideológico. Es
importante mostrar la falsedad de esas idealizaciones que nos encajonan en unas
máscaras sociales, que empobrecen nuestras relaciones y nos hacen sufrir porque
chocan con la Realidad, generalmente menos bella y maravillosa que la fantasía
amorosa.
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las comunidades, el destrozo medioambiental y la sensación de que nada es lo que
parece (ni la democracia, ni la paz, ni los Estados) invaden los telediarios. Y mientras,
las mujeres siguen esperando a su príncipe azul y los hombres a sus princesas virginales
en un círculo vicioso que no se completa jamás, porque no existen y porque las
personas somos infinitamente más complejas y contradictorias que los personajes
planos de los cuentos patriarcales.
Lo lógico debería ser poder transformar los relatos, contar nuevas historias, cambiar los
modelos idealizados que han quedado obsoletos, construir héroes y heroínas de carne y
hueso, crear nuevos mitos que nos ayuden a construir unas sociedades más justas,
igualitarias, ecologistas, cultas y pacíficas. Encaminar nuestros esfuerzos al bien
común, trabajar para proponer otras realidades, luchar por construir otras nuevas en
lugar de huir de lo que hay mediante paraísos emocionales y promesas de salvación
individuales.
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La literatura y el cine han contribuido a imponer en Occidente el ideal del amor
romántico, un modelo que reserva papeles distintos a hombres y mujeres. Coral
Herrera Gómez lleva años estudiando la configuración de ese modelo y está a
punto de publicar el libro ‘La construcción sociocultural del amor romántico’.
Autora también de la página especialistaenamor.com, explica qué esperan del
amor hombres y mujeres.
A los hombres jóvenes se les concede el rol de animal salvaje. Su función es vivir
aventuras y tratar de huir del compromiso pero disfrutando de las mujeres. Una vez
casado, al hombre se le asigna un rol protector con su familia, es la cabeza pensante.
¿Y a las mujeres?
Se nos asigna un papel doble. Por un lado están las cazadoras de hombres, representadas
como voraces e insaciables porque sienten deseo propio y buscan formar una pareja con
un hombre que las satisfaga y las mantenga. Por otro lado están las que ejercen un rol
pasivo, encerradas en casa esperando a que llegue el príncipe azul que le otorgará una
identidad y colmará su vacío existencial.
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¿Siguen ellas soñando con el príncipe
azul?
Las mujeres a menudo asumen que son menores de edad que precisan de cuidados
constantes. Antiguamente las mujeres solo podíamos ascender en la escala
socioeconómica a través del matrimonio: las mujeres no podían abrir una cuenta
bancaria sin sus padres o maridos. Por eso siempre deseaban que un hombre les
otorgase el papel de adultas y les permitiese tener presencia social en los actos públicos
de su esposo. Ese deseo mitifica la figura masculina a ojos de las mujeres, que buscan
en ellos protección, placer y cariño, seguridad, estabilidad y sobre todo, felicidad.
Aunque después su vida conyugal sea un infierno.
El amor es cada vez más importante para los hombres, pero han sido educados para no
renunciar nunca a su libertad. Muchos de ellos huyen del amor porque tienen miedo a
ser dominados por la mujer. Si pensamos en la figura tragicómica del calzonazos nos
damos cuenta del terror masculino al poder femenino. Es lo que probablemente impida a
los hombres tener relaciones igualitarias. Las mujeres hemos sido representadas
tradicionalmente como devoradoras insaciables.
Todos sufrimos con la misma intensidad. Las mujeres tenemos más herramientas para
expresarlo y comunicarlo: dominamos el lenguaje de los sentimientos y podemos
desahogarnos con amigas y amigos. El tradicional hermetismo de los hombres les lleva
a padecer el sufrimiento en silencio, porque les cuesta más tener conversaciones íntimas
en las que muestren su vulnerabilidad.
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¿Están los hombres desorientados ante la mayor independencia de la mujer?
¿Cuál es el aspecto del amor romántico que más perjudica a los hombres?
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restablecer la justicia, y eso les da sentido a su vida y un lugar en el mundo. Las mujeres
son recompensas a esos triunfos, como lo son las piezas de caza.
Hay que empezar a crear contenidos en los que las mujeres sean protagonistas de su
vida, donde se reflejen los valores positivos y las habilidades femeninas. Se trataría de
poner al revés esos cuentos, aprovecharlos para que el alumnado analice esos
estereotipos sexistas, no sólo en los cuentos tradicionales, sino también en los anuncios
publicitarios, los programas de televisión, los videojuegos, las películas.
Va evolucionando, pero cada vez es más consumista, más cerrado en sí mismo, más
idealizado. En la posmodernidad el ego es narcisista y miedoso. El amor entre estos
egos está preñado de otros intereses que nada tienen que ver con el amor: acumular
bienes, aparentar, pagar hipotecas a medias, vivir en sociedad. El modelo de amor ideal
es aquel que no está basado en la necesidad ni el miedo a la soledad. Un amor exento de
ansias de exclusividad, un amor libre en el que no existiese el concepto de propiedad
privada.
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