Principios Deontologicos Del Notario

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“Año del Dialogo y Reconciliación Nacional”

UNIVERSIDAD PRIVADA DE TACNA


FACULTAD DE DERECHO Y CS. POLITICAS

PRINCIPIOS DEONTOLOGICOS DEL


NOTARIO

CURSO : Deontología Forense

DOCENTE : Dr. Álvaro Zacarías Valderrama

ALUMNOS :
- Carril Tejada, Diego
- Girón Morón, Sofía
- Luque Holguin, Alessandra
- Rios Gallegos, Fernanda
- Rosas Casanova, Mayira

TACNA-PERU
2018
INDICE

1
INTRODUCCION
El concepto de deontología nos introduce en un campo difícil y complejo,
y nos trae a la cabeza un remolino de ideas distintas, cuando no
contradictorias, acerca de esas normas que se dice regulan la conducta
de ciertos profesionales.

En este trabajo analizamos como grupo de estudio, esta complejidad de la


mano de una de las profesiones socialmente más relevantes como es la de
Notario. Para ello, en primer lugar, delimitamos con cierta precisión el
concepto de Deontología Notarial y también el Concepto del Notario; en
segundo lugar los Principios Deontológicos del Notario y por último el
Carácter Jurídico de la Deontología Notarial, a la luz de la jurisprudencia
del DECRETO LEGISLATIVO Nº 1049.

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OBJETIVO
El objetivo de este trabajo persigue demostrar que la Deontología Jurídica
constituye la base de la función notarial, en atención a sus elementos
conformadores, según el cuerpo jurídico -normativo competente a esta
materia.

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MARCO TEORICO
CAPITULO I: TEORIA
I. DEONTOLOGIA NOTARIAL

La Deontología notarial es ciencia, porque es filosofía ética del proceder


de una persona altamente capacitada: el notario como portador de una
investidura que le permite precisamente dar fe pública y le impone una
serie de responsabilidades frente a sí mismo, a cambio de que su actuar
ante la sociedad que cree en él y de cara al Estado que lo ha ungido con
la potestad de establecer la verdad entre otras funciones.

Según el autor Delgado de Miguel la Deontología “Es vista en su dimensión


aplicada al aproximarnos al concepto de Deontología Notarial. Le
reconoce tres momentos fundamentales: los momentos previos, los
simultáneos a la autorización y la autorización propiamente dicha. Sin
llegar a ser un análisis exhaustivo de cada uno de estos momentos se
puede apreciar su pertinencia práctica jurídica al insistir en principios del
Notariado Latino como: la profesionalidad, la legalidad, el asesoramiento,
la calificación, la autoría y redacción, entre otros principios que media el
instante en que el notario interactúa con el cliente por primera vez, hasta
la instrumentación documental del mismo una vez autorizado por el
fedatario público”.

Delgado de Miguel, asocia a los deberes que tiene el fedatario público en


el ejercicio de su función notarial en relación a sus clientes, colegas y la
sociedad; los autores de este trabajo identifican a la Deontología como
“La ciencia del deber ser, que se devela como un proceso de integración
jurídica que constituye la base de la función notarial.”

II. CONCEPTO DEL NOTARIO

Artículo 2.- El Notario

El notario es el profesional del derecho que está autorizado para dar


fe de los actos y contratos que ante él se celebran. Para ello
formaliza la voluntad de los otorgantes, redactando los instrumentos
a los que confiere autenticidad, conserva los originales y expide los
traslados correspondientes.

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Su función también comprende la comprobación de hechos y la
tramitación de asuntos no contenciosos previstos en las leyes de la
materia.

La definición que nos da la CNUE (Conferencia de Notarios de la Unión


Europea) es la siguiente: “El notario es un oficial público que tiene una
delegación de la autoridad del Estado para dar a los documentos que
redacta, y de los cuales él es el autor, el carácter de autenticidad que
confiere a dichos documentos, cuya conservación asegura la fuerza
probatoria y la fuerza ejecutiva. A fin de dotar a su actividad de la
necesaria independencia, el notario ejerce su función en el marco de una
profesión liberal, que abarca todas las actividades jurídicas no
contenciosas. Su intervención, tanto por el consejo que da de forma
imparcial, pero activa, a las partes, como por la redacción del documento
auténtico que es su resultado, confiere al usuario del Derecho la seguridad
jurídica que éste busca y que está tanto mejor asegurada por cuanto el
notario es un jurista de alta cualificación universitaria que accede a su
profesión después de diversas pruebas, exámenes y prácticas y que la
ejerce conforme a reglas disciplinarias estrictas, bajo el control permanente
de la autoridad pública y gracias a una implantación geográfica que
permite sus servicios en todo el territorio de cada nación. En fin, la
intervención del notario, que preserva de posibles litigios, es un mecanismo
indispensable para la administración de una buena justicia”.

Delgado de Miguel, afirman que “El notario es un profesional del Derecho,


pero a la vez y unido de modo inescindible a ella, es titular de una función
del Estado, la fe pública, que inviste a quien la ejercita de unos poderes
tales que la más mínima falta de ética en quien es titular de esa función
supondría no solo defraudar la confianza que el Estado pone en aquel en
quien deposita la fe pública, sino dejar a la función notarial sin el principal
aval que la sostiene: la categoría moral del notario”.

III. PRINCIPIOS

Artículo 3.- Ejercicio de la Función Notarial

“El notario ejerce su función en forma personal, autónoma, exclusiva


e imparcial. El ejercicio personal de la función notarial no excluye la
colaboración de dependientes del despacho notarial para realizar

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actos complementarios o conexos que coadyuven a su desarrollo,
manteniéndose la responsabilidad exclusiva del notario”

A) PRINCIPIO DE AUTONOMIA:

El artículo 3º nos señala que el Notario ejerce su función en forma


autónoma. La autonomía es la capacidad de determinarse a sí mismo
siendo una de las manifestaciones de la libertad. La libertad como bien
sabemos implica el poder tomar decisiones, y sólo es legítima cuando estas
decisiones buscan afirmar el bien de las personas, incluyéndonos a
nosotros mismos. Por lo tanto, si bien somos libres para elegir hacer el mal,
cuando tomamos esta decisión nuestra libertad se degrada hasta llegar a
desaparecer, pues, entre otras cosas perdemos nuestro autonomía, es
decir, son otros los que deciden por mí, a los que sirvo, a los que obedezco.
Me voy convirtiendo en esclavo de los compromisos malsanos, de las
prácticas abusivas, del servilismo y la compadrería.

La autonomía del Notario si bien parte de su conducta personal se


despliega particularmente en el ejercicio de su función. Es totalmente
inadmisible que el Notario se convierta en servidor de su cliente, por más
importancia económica, social o política que este tenga. El Notario en el
sistema latino no pertenece al aparato administrativo del Estado ni puede
autorizar instrumentos a su favor o de personas e instituciones vinculadas a
él no sólo por la imparcialidad que analizaremos más adelante, sino antes
que nada porque debe ejercer su función con libertad, sin tutelajes ni
injerencias que lo coacten o amenacen.

Es verdad que la autonomía del Notario tiene el límite de su escrupulosa


observancia de la legalidad, en sus aspectos formales, pero aún más en los
teleológicos o finalistas. Porque, en verdad, toda libertad para que sea
auténtica tiene que estar limitada, definida, configurada en un ámbito.
Pero este ámbito de autodeterminación debe defenderse con todas la
fuerzas posibles, no debe hollarse ni violentarse por nada ni por nadie. Por
eso la autonomía del notario no debe concebirse como una mera
garantía técnica, sino como un principio ético exigente y fundamental
para el correcto ejercicio de la función notarial.

Artículo 3.- Ejercicio de la Función Notarial

“El notario ejerce su función en forma personal, autónoma, exclusiva


e imparcial. El ejercicio personal de la función notarial no excluye la
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colaboración de dependientes del despacho notarial para realizar
actos complementarios o conexos que coadyuven a su desarrollo,
manteniéndose la responsabilidad exclusiva del notario”

Artículo 16.- Obligaciones del Notario

El notario está obligado a:

“[…] j) Orientar su accionar profesional y personal de acuerdo a los


principios de veracidad, honorabilidad, objetividad, imparcialidad,
diligencia, respeto a la dignidad de los derechos de las personas, la
constitución y las leyes. […].”

B) PRINCIPIO DE IMPARCIALIDAD:

El principio de la imparcialidad del Notario se repite en el artículo 3º y en el


inciso j) del artículo 16º. En efecto, la génesis histórica del Notario se basa
en la necesidad de que un tercero, ajeno a las partes con intereses
contrapuestos intervenga para asegurar en los acuerdos y contratos una
de las partes no abuse de la otra y para que la forma y modo en que
queda plasmada la obligación sea clara y precisa, de modo que se evite
el conflicto futuro y de esa manera se asegure la justicia normal, cotidiana,
que (sin duda) es mucho mejor que la que trata de resolver el conflicto ya
ocurrido.

Por eso, la imparcialidad del Notario es muy distinta de la del Juez, por
ejemplo. Mientras se espera del Juez, por ser imparcial, que no se acerque
a una de las partes en el proceso con detrimento de la otra, el Notario
debe aproximarse y dedicarle más tiempo a la parte menos preparada,
con mayores debilidades anímicas o menor capacidad económica. La
imparcialidad, por lo tanto, corre parejas con el deber de asesoramiento
cuidadoso y detallado que el Notario debe a quienes comparecen ante
él, pero especialmente a quién más necesita de su consejo y asistencia.
Sólo así el Notario será en verdad imparcial.

Cuando el Notario se aleja de las partes y no se le encuentra en su oficina,


cuando alega no tener tiempo para atender a los que lo necesitan, a
explicarles con detalle y cuidado lo que no entienden, entonces el Notario
no es, no puede ser imparcial, pues está permitiendo por su omisión
injustificable que una parte se aproveche de la otra. Se trata por tanto de
una imparcialidad activa, asertiva, performativa. El Notario no sólo

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garantiza la justicia, la crea con su imparcialidad actuante, operante y
conformadora.

Para ser imparcial es necesario que el Notario que éste sepa darse cuenta.
Es decir, debe advertir cuando se está abusando, cuando se está
engañando, cuando algún compareciente desconoce verdaderamente
lo que está haciendo. Esta astucia del Notario para percibir el mal actuar
es también uno de los ingredientes de su imparcialidad.

“Artículo 10.- Requisitos de los postulantes

Para postular al cargo de notario se requiere:

“[…] d) Conducirse y orientar su conducta personal y profesional


hacia los principios y deberes éticos de respeto, probidad,
veracidad, transparencia, honestidad, responsabilidad,
autenticidad, respeto a las personas y al ordenamiento jurídico. […]”.

Artículo 16.- Obligaciones del Notario

El notario está obligado a:

“[…] j) Orientar su accionar profesional y personal de acuerdo a los


principios de veracidad, honorabilidad, objetividad, imparcialidad,
diligencia, respeto a la dignidad de los derechos de las personas, la
constitución y las leyes. […].”

C) PRINCIPIO DE VERACIDAD:

La exigencia al notario de veracidad está recogida en el inciso d) del


artículo 10º así como en el inciso j) del artículo 16º. Definir la verdad es una
de las tareas más difíciles de la filosofía, pues en verdad toda relación que
tenemos con el mundo fuera de nosotros está condicionado por nuestro
propio ser: nuestras características y limitaciones físicas, nuestra educación
y cultura, nuestras preferencias y nuestros prejuicios. Así que encontrar la
verdad, ser fiel a la verdad, decir la verdad, es un esfuerzo inacabable, un
objetivo que se persigue sin descanso, una tarea que nos va construyendo
como personas. Pero definir la mentira o el mentir puede ser más fácil, pues
es manifestar ante los demás aquello que sabemos en conciencia que no
es verdad, que no se ajusta a lo que hemos percibido, que nunca ha
sucedido. ¿Por qué se miente? Porque se tiene vergüenza de una
conducta, para obtener un provecho indebido o evitar un perjuicio

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merecido, o hasta para causar daño a quien nos desagrada.
Probablemente mentir sea la más común de las infracciones morales, tal
vez hasta una característica común a la generalidad de los seres humanos.
Pero el Notario no debe mentir, debe decir la verdad, debe construirla en
sus instrumentos públicos y en sus documentos oficiales, debe manifestarla
en sus declaraciones, y finalmente debe transparentarla en sus acciones y
conducta.

Pienso que el Notario, durante el ejercicio de su función, puede mentir de


dos formas: indicando o describiendo datos que no se originan en la
realidad (fechas falsas, sucesos no acaecidos, hechos no verificados), o
haciendo juicios contrarios a la evidencia (fe de capacidad, de identidad,
de lectura entre otros) cuando la consta algo totalmente distinto. Y resulta
muy claro que cuando la mentira se reviste de la aparente fe pública que
el Notario autoriza el daño causado es inmenso tanto en lo patrimonial
como en lo íntimo y personal.

Notario que alguna vez dice una mentira debe ser sancionado firmemente
y enmendar su conducta. Notario mentiroso que vive por y para la mentira
debe ser expulsado del oficio sin duda alguna.

D) PRINCIPIO DE RESPETO:

El respeto se señala como principio ético notarial en el inciso d) del artículo


10º y en el inciso j) del artículo 16º bajo diversas manifestaciones: respeto a
la persona, a la constitución, a la ley. El respeto implica el rechazo de la
soberbia, de la presunción, de la vanidad del Notario. Y es fácil para el
Notario caer en esas faltas morales, pues la enorme dignidad de su
función, y el poder que dimana de las competencias que se le han
asignado son graves tentaciones que pueden llevarle a pensar que es
superior a los demás, que puede elegir con cual cliente la gusta trabajar y
con cual no. Que se le debe pleitesía y que, como diría el cerdo Napoleón
de Rebelión en la Granja “Todos somos iguales, pero unos más iguales que
otros”.

Tratando del respeto a las personas, a su dignidad como señala la ley,


resulta indispensable el buen trato, la amabilidad, la cortesía, la paciencia,
como cualidades morales del Notario, en particular en su relación con sus
clientes. Es cierto que habrá quien piense que es más importante
manifestar este respeto en lo estrictamente funcional como es la

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instrumentación pública, pero yo sostengo que ese respeto debe
necesariamente extenderse al comportamiento del Notario. Y ello porque
el Notario debe escuchar a quienes vienen a su oficio, y para escuchar a
alguien hay que comprenderlo, hay que ponerse en su lugar, sobre todo
cuando se le va a negar alguna pretensión explicándole porqué se
rechaza la rogatoria siendo consciente de la natural incomodidad que
esto le va a producir.

El respeto a la Constitución y a las leyes implica una asunción profunda por


parte del Notario de los valores del Estado de Derecho en su vertiente
constitucionalizada, de su amor por la democracia, la justicia social y la
libertad republicana. Por ese amor a nuestro proyecto nacional que nos
definió como peruanos desde la independencia, el Notario debe dar su
vida por el Derecho a través de un heroísmo, normalmente callado,
consistente en la interpretación y aplicación de la norma jurídica,
particularmente por el Derecho Notarial es el derecho de las formas
documentales por excelencia. Pero también el Notario debe elevar su voz
de protesta y, por intermedio de su sus cuerpos gremiales, interponer las
acciones que corresponda para defender la juridicidad y garantizar la
indemnidad de la esencia del Notariado, cuando ésta se vea amenazada
por acciones o incluso por normas contrarias al propio ordenamiento legal
y constitucional.

“Artículo 10.- Requisitos de los postulantes

Para postular al cargo de notario se requiere:

“[…] d) Conducirse y orientar su conducta personal y profesional


hacia los principios y deberes éticos de respeto, probidad,
veracidad, transparencia, honestidad, responsabilidad,
autenticidad, respeto a las personas y al ordenamiento jurídico. […]”.

E) PRINCIPIO DE PROBIDAD:

A la probidad se la menciona en el inciso d) del artículo 10º y en su


acepción de honradez e integridad exige del Notario una conducta
exenta del afán de enriquecimiento desmedido, ajena a todo tipo de
competencia desleal, a toda clase de práctica monopólica o de creación
de mercados cautivos en virtud a convenios con empresas ajenas al
verdadero cliente que solicita sus servicios. La probidad no sólo prohíbe el
apropiarse o quedarse con lo ajeno, sino el construir mecanismos para
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obtener beneficios que no correspondan al legítimo honorario por el
servicio prestado.

Así pues debe rechazarse severamente cualquier tipo de artilugio, dádiva


o recompensa a terceras personas (abogados o funcionarios públicos y
privados) para obtener mayor participación en el mercado o generar un
“cartera de clientes” exclusiva. Así pues, debe condenarse la práctica
monopólica impuesta por el sector bancario y financiero del país que
impide a los solicitantes de créditos hipotecarios el elegir libremente el
Notario de su confianza y remitirlo a los Notarios elegidos por la propia
institución bancaria y financiera. Al final, entre otros efectos nocivos, los
notarios así beneficiados, se colman de contratación en exceso lo que
causa la impresión de anteponer el beneficio económico a cualquier otra
consideración deontológica profesional.

Una de las peores caricaturizaciones que se puede hacer de la figura del


Notario es la de imaginarlo como un ser amante de las riquezas, que ejerce
su función de la misma forma de cualquier proveedor de servicios con la
única consigna de maximizar los beneficios y reducir sus costos. Si este es
un riesgo común en todos los notariados del mundo, se hace aún más
grave en nuestra patria, en la que desde hace décadas carecemos del
arancel notarial, y por lo tanto no hay, formalmente al menos, regulación
alguna a efecto de la fijación de los precios de los servicios que prestamos.

F) PRINCIPIO DE TRANSPARENCIA:

La transparencia como principio ético de la función notarial se incluye en


el inciso d) del artículo 10º, y asociándose a los principios de veracidad y
probidad, también puede identificarse como la continua exigencia del
Notario en el ejercicio de su función a fin requerir que sus cliente cumplan
con el ordenamiento jurídico, en particular las normas referidas a la licitud
de los negocios jurídicos así como al uso de fondos provenientes de origen
legítimo. Esta exigencia no puede sustituir ni asemejarse a la función de los
órganos del Estado que persiguen y reprimen a la delincuencia dedicada
al lavado de activos, y se orienta, principalmente, además de hacer las
advertencias y requerimientos formales, a informar a las autoridades del
contenido de las operaciones que se formalizan ante él, lo que deberá
hacerse sin que el Notario califique la conducta oculta o presunta, pues
ésa no es su función, pero en pleno espíritu de colaboración con las
autoridades que sí persiguen a la criminalidad organizada que intenta

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disfrazar sus delitos bajo el ropaje de los actos formales con fe pública
notarial.

Puedo afirmar aquí que el Notario no puede siquiera sospechar que sus
clientes se dedican a alguna actividad ilícita, pues si tal sospecha
apareciese el Notario deberá negar sus servicios, dado que la finalidad
última de su función está en orden a la construcción de la justicia como
base de la verdadera seguridad jurídica. La transparencia por tanto
significa un verdadero fair play, un juego limpio que favorezca a las partes
del negocio jurídico y que además cumpla con los estándares de licitud.
Más allá de ello el Notario sólo estará obligado a proporcionar toda
información que se le requiera por las autoridades del Estado, sin violar el
secreto profesional que es sagrado.

Artículo 16.- Obligaciones del Notario

El notario está obligado a:

“[…] j) Orientar su accionar profesional y personal de acuerdo a los


principios de veracidad, honorabilidad, objetividad, imparcialidad,
diligencia, respeto a la dignidad de los derechos de las personas, la
constitución y las leyes. […].”

G) PRINCIPIO DE HONORABILIDAD:

Este principio se plasma en el inciso j) del artículo 16º del Decreto


Legislativo del Notariado. El honor tiene dos acepciones; en primer lugar es
la convicción íntima y profunda de la persona respecto del cumplimiento
de sus deberes, no por un acto frío y calculador sino porque ésa es la única
manera de aspirar a la verdadera felicidad, y en segundo lugar es la
exigencia que la persona hace ante todos aquellos que pretenden
desconocer su condición de persona cumplidora de sus deberes, para que
se abstengan de levantar falsos testimonios ni pretendan mancillar su
reputación ante la sociedad. Por el honor se ha de dar la vida, pues la
honorabilidad es lo que justifica nuestra existencia y nos hace dignos de la
inmortalidad si ésta existiera.

Así pues, tener honor significa siempre esforzarse por hacer el bien, por
tener vocación de servicio, de altruismo, de verdadero desprendimiento
de los intereses subalternos por seguir un noble ideal, y este noble ideal no

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puede ser otro que el de la paz social que nace de la justicia. Esta la raíz y
fundamento del verdadero honor.

El Notario es (debe ser) una persona de honor. Cumplir con sus deberes es
para el Notario precisamente ser Notario, es decir, ser él mismo. Cuando
alguien que tiene el título de Notario incumple sus deberes de forma
sistemática y voluntaria se han desmerecido, ha pervertido su identidad y
ya no merece ser llamado como tal. Defender nuestro honor es, por un
lado esforzarnos día a día por asemejarnos al ideal de Notario puntilloso y
grave (la gravitas de los romanos) y al mismo tiempo pelear con denuedo
por el enaltecimiento de nuestro oficio y profesión, rechazando la
difamación y el prejuicio, pero sabiendo sancionar a quienes ya no
deberían ostentar este nombre ni ejercer este cargo

H) PRINCIPIO DE DILIGENCIA:

Este principio se menciona de manera explícita como obligación del


Notario en el inciso j) del artículo 16º y es connatural al origen histórico de
la función notarial. En la Roma del derecho post clásico surgió la figura del
Tabelión como un redactor jurídico especializado de documentos de
negocios, adquiriendo por el paso del tiempo el carácter cuasi público
debido al prestigio de su proceder diligente. En efecto, toda persona que
recurre a los servicios de un Notario aspira a que éste se desempeñe de
manera precisa, cuidadosa y detallista en todos los aspectos del ejercicio
de su oficio. La diligencia del Notario se debe observar de manera
particular en los instrumentos públicos que autoriza, los mismo que, además
de ceñirse de forma estricta al cumplimiento de las formalidades
mandadas por ley, muchas de las cuales revisten la calidad de ser normas
de orden público, deben tener una presentación estética clara, armoniosa
y de lectura fácil sin desmedro de su la precisión técnica necesaria. Por lo
tanto, para la redacción de los instrumentos públicos, tanto protocolares
como extra protocolares, el Notario deberá aplicar las rutinas previas
necesarias (elaboración de borradores, confrontación, lectura cuidadosa
a los interesados), en orden a evitar testados o interlineados innecesarios,
espacios vacíos (que están prohibidos por la ley), instrumentos aclaratorios
entre otros recursos. Y si bien es cierto sería imposible e injusto exigir al
Notario que nunca se equivoque, pues para ello existen los remedios
correctivos antes indicados, la instrumentación a cargo del Notario debe
trasuntar un esfuerzo constante y evidenciable por hacer las cosas bien.

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La diligencia se extiende también, con es lógico, a todos los demás
aspectos del ejercicio de la función notarial. Así, la expedición de traslados
correctos y concordantes con las matrices, la presentación oportuna a las
instancias registrales de los títulos autorizados, la correcta conservación del
protocolo y del archivo oficial (incluyendo el entomado dentro de los
plazos de ley), la generación de índices completos y exactos, el
cumplimiento de los informes al propio Colegio de Notarios o a las
autoridades legitimadas por ley dentro de los plazos concedidos, y un largo
etcétera de actividades implican una renovada diligencia diaria que
termina caracterizando no sólo la manera en que el Notario labora, sino su
propia personalidad, que irá asumiendo como un valor interior esta
característica deontológica.

Un aspecto importante de la diligencia del Notario debe manifestar al


momento de dar fe de identidad conforme al artículo 55º, pues más allá
de las formalidades obligatorias (presentación del documento de
identidad exigible, consulta a la base de datos del RENIEC, comparación
biométrica de la huella dactilar, o en su caso presencia de testigos de
identidad, por ejemplo), es fundamental que el Notario se encuentra
seguro de que la persona que comparece o interviene ante él es quien
dice ser. Y si bien es cierto cabe la posibilidad del engaño, esta posibilidad
debe minimizarse lo más posible por el proceder diligente del Notario.

Artículo 16.- Obligaciones del Notario

El notario está obligado a:

“[..] c) Prestar sus servicios profesionales a cuantas personas lo


requieran, salvo las excepciones señaladas en la ley, el reglamento y
el Código de Ética. […]”.

I) PRINCIPIO DE NO DISCRIMINACION:

El inciso c) del artículo 16° establece el imperativo al Notario de no


discriminar a nadie al momento de ejercer su función, es decir, de no
rechazar servir a cualquier persona, natural o jurídica, por motivos de raza,
género, nivel socioeconómico, opciones políticas o en definitiva de
cualquier naturaleza. Así pues, el Notario no es libre para decidir con qué
tipo de clientes le gustaría trabajar, ni para rehusar cumplir con su oficio
por motivos arbitrarios basados en su propias preferencias personales.

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Como es conocido, el principio de no discriminación se deriva del de
igualdad. El inciso 2 del artículo 2° de la Constitución del Perú establece
que toda persona tiene derecho a la igualdad ante la ley, precisando que
nadie debe ser discriminado por motivo de origen, raza, sexo, idioma,
religión, opinión, condición económica o de cualquiera otra índole. El
Notario es, evidentemente, un servidor de la ley, y por lo tanto su proceder
está completamente vinculado por este servicio. En cuanto constructor de
la justicia concreta y cotidiana el Notario está a la disposición de
cualquiera que lo necesite.

Concordando este principio con el de imparcialidad que analizamos líneas


arriba, vemos que la no discriminación va a suponer un interés especial del
Notario por asesorar y aconsejar con mayor cuidado y paciencia a las
personas más desfavorecidas, tanto por su nivel de instrucción como por su
extracción social. Así pues, resultará abominable la conducta del Notario
que rechazara atender a estas personas por consideraciones utilitarias o
simplemente prejuiciosas.

Aunque aparentemente este tema pueda suponer pocas dificultades


teóricas, lo cierto es que en la práctica del ejercicio de la función notarial,
en numerosas oportunidades el Notario puede querer negarse a atender o
servir a personas con singularidades diversas: muy ancianas, con
problemas de salud que no los incapacitan mentalmente pero que
interactúan con dificultad, detenidos en las prisiones, iletrados, o por último
simplemente pobres o muy pobres. Más allá del legítimo derecho al
honorario (que, repetimos, debería estar fijado por arancel) el Notario
accede a la función para servir, es decir para ser útil para todos los que lo
necesiten y no sólo para los que le proporcionen mayores beneficios o que
le caigan bien.

“Artículo 10.- Requisitos de los postulantes

Para postular al cargo de notario se requiere:

“[…] d) Conducirse y orientar su conducta personal y profesional


hacia los principios y deberes éticos de respeto, probidad,
veracidad, transparencia, honestidad, responsabilidad,
autenticidad, respeto a las personas y al ordenamiento jurídico. […]”.

J) PRINCIPIO DE HONESTIDAD:

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La honestidad -que aquí entendemos como el vivir con decoro,
manteniendo un proceder decente y respetable- se impone al Notario en
el inciso d) del artículo 10º. El Notario, antes que un modelo de profesional
o de oficial público, debe ser un modelo de señor o de señora. Es decir,
debe comportarse con un señorío, una prestancia en decir y el hacer así
como una buena conducta remarcables.

Las costumbres honestas, utilizando la vieja expresión castellana, son


aquellas que no causan vergüenza al propio individuo ni repugnan al
sentimiento de la colectividad en la que el Notario ocupa un lugar
caracterizado e identificable. En tal sentido la honestidad como principio
deontológico de la conducta del Notario debe observarse tanto dentro
como fuera del oficio notarial, pues quien ejerza tal función deberá ser
consciente de que su identidad como Notario le acompañará en todo
momento, es decir, no sólo en las horas de atención al público o cuando
cumpla con algún deber específicamente reglado por ley, sino incluso en
su propia vida personal en cuanto se desenvuelva en relación con los
demás, tanto con las personas con las que se relacione en su vida familiar,
académica, política, social, además de las estrictamente vinculada a su
profesión notarial.

Por lo tanto y para simplificar, el Notario debe portarse bien, lo que implica
cultivar la templanza y la moderación manteniendo un comportamiento
acorde con las circunstancias (lo que es de pleno sentido común), pero sin
dar lugar al escándalo, a la burla satírica como respuesta a la conducta
reprobable, o incluso al desmerecimiento en el concepto público para
seguir ejerciendo la dignidad que apareja el encargo de dador de fe
pública que se le ha confiado.

“Artículo 10.- Requisitos de los postulantes

Para postular al cargo de notario se requiere:

“[…] d) Conducirse y orientar su conducta personal y profesional


hacia los principios y deberes éticos de respeto, probidad,
veracidad, transparencia, honestidad, responsabilidad,
autenticidad, respeto a las personas y al ordenamiento jurídico. […]”.

Artículo 145.- Responsabilidades

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“El notario es responsable, civil y penalmente, de los daños y
perjuicios que, por dolo o culpa, ocasione a las partes o terceros en
el ejercicio de la función”.

K) PRINCIPIO DE RESPONSABILIDAD:

La responsabilidad como característica deontológica del Notario se


menciona en el inciso d) del artículo 10º, así como de manera expresa y
detallada en el artículo 145º. Ser responsable es atributo del individuo que
obra con libertad. Pues la libertad sólo tiene sentido cuando uno responde,
es de decir asume la autoría, exclusiva o compartida, cuando se producen
hechos que causan daño a otra persona, sea por dolo o culpa. Ser
responsable es también ser capaz de recibir reconocimiento por la buena
conducta y el buen proceder. Pretender estar ajeno a la responsabilidad
es desconocerse como ser humano, como ente espiritual que se auto
determina y por lo tanto es, por esencia, digno de manera absoluta.

Es imposible que el Notario actúe de manera perfecta e inerrante siempre.


En algún momento todo Notario, aún el Notario “Hércules” para utilizar la
expresión de Dworkin, tiene que cometer algún error, pues de no hacerlo
así ya no sería propiamente humano, y no podría ejercer su función entre
los hombres y las mujeres que comparten todas las mismas características
de ser falibles. Lo importante, más allá de si corresponde o no aplicar
sanción por el errado proceder, es asumir lo que se ha hecho o lo que se
ha dejado de hacer.

Para ser responsable se requiere valentía, coraje y humildad para pedir


disculpas, incluso para solicitar un perdón abierto y sincero, de acuerdo a
la magnitud de la infracción, y por supuesto, para asumir la sanción que
corresponda cuando esta tenga que imponerse. Ésta es una de las
dificultades más grandes de la función y quién desee ejercerla o la ejerza
actualmente debe plantearse con severidad interna la exigencia de ser fiel
al cumplimiento de este deber.

No se debe olvidar que el propio artículo 3º nos señala que aunque el


Notario podrá contar con colaboradores (de hecho, no es posible que
ningún Notario realice su función sin apoyo de otras personas), la
responsabilidad siempre es del propio Notario, aún por hechos de sus
dependientes, donde, más allá de si deberá o no ser sancionado por
hechos atribuibles a éstos, el Notario tendrá la grave obligación moral de

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ofrecer excusas por los comportamientos incorrectos de sus empleados,
asumiendo las consecuencias de sus faltas en cuanto estas puedan ser
reparadas.

IV. CARÁCTER JURIDICO DE LA DEONTOLOGIA NOTARIAL

El problema en relación con todos estos principios deontológicos es si son


meros principios éticos, morales o de dignidad y educación personal, o si
por el contrario son también principios jurídicos.

Según Suárez Llanos, en que es fundamental diferenciar las normas


deontológicas jurídicas de las que no lo son, y que participarían en todo
caso de una coactividad no jurídica.

El problema ha sido planteado, entre otros, por el notario Delgado de


Miguel, que se cuestiona “La conveniencia o no de que las reglas
deontológicas figuren como principios generales abstractos, y por tanto,
con la importante misión de influir en las diferentes escalas normativas de
los ordenamientos notariales, o bien se manifiesten en textos escritos,
concretos y determinados y con el valor normativo que cada
ordenamiento estime conveniente”.

En definitiva se trata de saber si estas exigencias deontológicas son


obligatorias jurídicamente, es decir, si su exigibilidad viene respaldada por
la coacción institucionalizada del Estado.

La verdad es que todos los profesionales se han esforzado por conseguir


que sus reglas deontológicas sean respaldadas o sancionadas por el
Derecho, pero no siempre ni todos lo han logrado.

18
CAPITULO I: PRACTICA
A

19
CONCLUSIONES
J

20
REFERENCIAS
https://www.minjus.gob.pe/compendio-de-legislacion-notarial/

https://www.minjus.gob.pe/wp-content/uploads/2017/04/Decreto-
Legislativo-N%C2%BA-1049.pdf

file:///C:/Users/SAN%20ANDRES/Downloads/124-45-PB.pdf

https://www.boe.es/publicaciones/anuarios_derecho/abrir_pdf.php?id=AN
U-F-2008-
10003500056_ANUARIO_DE_FILOSOF%CDA_DEL_DERECHO_Deontolog%EDa
_notarial::_corporativismo_o_regulaci%F3n_jur%EDdica

http://www.eumed.net/rev/cccss/20/ldpa.html

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