La Princesa y El Guisante
La Princesa y El Guisante
La Princesa y El Guisante
Aquel hombre lo tenía todo, pero no dormía bien. Su salud era espléndida, y
aparentemente nada le perturbaba, con lo que no sabía el por qué de su
malestar mientras dormía.
Nada le faltaba. Incluso cuando tenía que escribir la carta a los Reyes Magos
debía esforzarse para imaginar algo que deseara y no tuviera. Aceptaba el
paso del tiempo y los achaques con los que cautelosa y paulatinamente este le
iba anunciando su progresivo deterioro. E incluso la muerte perdía poco a poco
su matiz de espanto. No había razón para no dormir bien. Así que decidió
consultar a una bruja.
Siguió viviendo bien y durmiendo mal, pero ya conocía la razón. No sabía qué
hacer, pero hasta su muerte siempre consideró con vergüenza su pequeña
molestia como algo mínimamente añadido al tremendo e inexplicable dolor de
las gentes.