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Esmórgasbord
Esmórgasbord
1964
Esmórgasbord
Serie: Obras escogidas / Humanidades
Marco Aurelio Denegri
Esmórgasbord
FICHA TÉCNICA
Título: Esmórgasbord
Autor: Marco Aurelio Denegri
Serie: Obras escogidas / Humanidades
Código: HUM - 002-2011
Editorial: Fondo Editorial de la UIGV
Formato: 140 mm X 220 mm 274 pp.
Impresión: Offset y encuadernación en rústica
Soporte: Cubierta: folcote calibre 14
Sobrecubierta: couché de 200 gr
Interiores: bond avena de 80 gr
: ilustraciones full color
Publicado: Lima, Perú. Junio de 2015
Tiraje: 600 ejemplares
Edición: Segunda
Esmórgasbord15
I. La pasión de la incabalidad 17
IV. Fetichismo 47
V. El mayor mal de los males 59
VI. «Irezumi» 61
IX. El raje 89
X. Falo y depresión 93
XIII. Poquedad 99
en el Perú 167
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I
La pasión de la incabalidad
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MARCO AURELIO DENEGRI
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MARCO AURELIO DENEGRI
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La Iglesia y nosotros
¿Qué podremos hacer nosotros, que somos científicos,
pensadores y críticos insobornables, frente a una
organización así? ¿Qué diálogo podrá entablar la ciencia,
que no es una monarquía absoluta, con la Iglesia, que sí
lo es? ¿Cómo podríamos entendernos los no dogmáticos
con los dogmáticos a ultranza? ¿Qué posibilidad tenemos
nosotros, gente falible, de establecer un fructífero
intercambio de ideas con alguien cuya autoridad es infalible
cuando habla ex cáthedra y cuya potestad jurisdiccional
es suprema, plena, episcopal, inmediata, universal e
independiente?
¿Nos podremos comunicar, razonable y provechosamente,
con una organización que se ha demorado ciento y pico de
años para dar la razón a Darwin y que ha sambenitado de
herejes, cismáticos y apóstatas a tantos fieles explicablemente
discrepantes y aun justificadamente levantiscos?
En la Iglesia Católica, en efecto, quien niega
pertinazmente alguna de las verdades que han de ser creídas
con fe divina y católica, o la pone en duda, es hereje; y si
desconoce la autoridad del Papa y rehúsa someterse a él,
es cismático; y si abandona por completo la fe cristiana y
se va definitivamente de la Iglesia, es apóstata.
¿Qué podremos hacer, pues, nosotros los acatólicos en
situación semejante?
¿Deberé agregar que a los acatólicos no nos importa ni
impresiona que la Iglesia fulmine anatemas contra quienes
considera réprobos, en vano intento de atajar lo que Loisy
llamaba la turbulencia de los innovadores?
Repito: ¿qué podremos hacer?
Respondo: muy poco o nada.
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II
¿Siempre nos hemos aburrido?
Apuntaciones etimológico-semánticas
Nuestro verbo aburrir, que es transitivo, pero que se
usa también como pronominal, aburrirse, procede de
aborrir, verbo en desuso y que significa aborrecer, del latín
abhórrere, tener horror, sentir aversión, repugnancia, por
persona o cosa. La Academia dice que aborrecer viene de
abhorréscere, que es frecuentativo de abhórrere, esto es,
verbo que indica acción reiterada con frecuencia.
Aburrirse, según el Diccionario, es «sufrir un estado
de ánimo producido por falta de estímulos, diversiones o
distracciones».
Aburrimiento es «cansancio, fastidio, tedio,
originados generalmente por disgustos o molestias, o por
no contar con algo que distraiga o divierta».
Aburrimiento es, pues, desgana, hastío, murria, esplín,
indiferencia o desdén por todo; esto último era una de
las acepciones de abhórrere, y así se ve en los escritos de
Cicerón. (*)
UIGV 23
MARCO AURELIO DENEGRI
Acedía
El aburrimiento es un fenómeno moderno. Sólo en el
siglo XIX se le reconoce claramente como tal en la literatura.
Pero, desde luego, hay antecedentes. En efecto, los autores
antiguos hablaron, aunque no mucho, de la acedía, que es
la forma más antigua del aburrimiento, según Revers. (Cf.
W.J. Revers, Psicología del Aburrimiento, [17].)
Acedía, en sentido recto, significa calidad de acedo
o agrio; acedarse es ponerse aceda o agria alguna cosa;
avinagrarse, agriarse. Figuradamente, acedía quiere decir
desabrimiento, aspereza en el trato, disgusto, desazón,
molestia, fastidio, tedio o enfado que causa una persona
o cosa.
La palabra acedía nos llegó del griego a través del latín.
En griego, akedía significa apatía, vale decir, sin pasión,
sin sentimiento; de a-, prefijo privativo, y pathos, pasión,
sentimiento.
La apatía es la dejadez, indolencia, falta de vigor y energía;
desidia, desgana, languidez y marasmo; también abulia, esto
es, falta de voluntad, o notable disminución de ella.
Casiano
En el teólogo Juan Casiano, del siglo V de nuestra era,
acedía equivale a taedium, tedio, que es hastío y fastidio,
un estado anímico affinis tristitiae, vecino a la tristeza,
afín a ella.
Casiano señala como característica de la acedía el
hórror loci, el horror, la aversión a los sitios o lugares.
«Al monje —dice Revers— le hastía la celda, la habitación
siempre igual, el horizonte de su percepción, siempre
igual.» Para deshastiarse, huye de la celda, cambia de
horizonte.
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Santo Tomás
Santo Tomás estudia, en su Suma Teológica, la
pecaminosidad de la acedía. Para Casiano, la acedía origina
muchos pecados, pero a juicio de Santo Tomás es delictum
grave, justamente porque yugula la acción productiva,
porque es lo opuesto al amor creador o gaudio cáritas.
Pero Santo Tomás, al tratar de la acedía, la emparienta
con la tristeza, de manera que la acedía tomista es, más
que aburrimiento, melancolía, es decir, tristeza vaga,
profunda, sosegada y permanente. Isidoro, siglos antes,
había distinguido la acedía de la tristeza, y afirmaba que de
la tristeza procedían el rencor y la desesperación, y también
la pusilanimidad. En cambio, de la acedía procedían la
ociosidad, la somnolencia, la inestabilidad y la verbósitas
o locuacidad.
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La vida es quehacer
La ocupación, el negocio o la tarea que ha de hacerse
se llama quehacer. La vida es quehacer, decía Ortega y
Gasset, y quien trate de sustraerse a ello, quien resuelva
no hacer nada, no solamente habrá de aburrirse, sino que
será condenado al peor de los trabajos forzados: a hacer
tiempo, o a matar el tiempo.
En el aburrimiento, el tiempo se alarga; en la diversión,
contrariamente, se acorta. En alemán, el aburrimiento
se designa con el término Langeweile, que literalmente
significa «tiempo largo», al paso que Kurzweile (diversión)
quiere decir «tiempo corto».
Tarde o temprano, la inactividad, o como diría Gregorio
Marañón, el sinquehacer, resulta insoportable.
«Nada es tan insoportable al hombre –dice Pascal, en
sus Pensamientos– como estar en completo reposo, sin
pasión, sin actividad, sin esparcimiento, sin la posibilidad
de intervenir. Pues entonces sentirá su nada, su abandono,
su insuficiencia, su dependencia, su impotencia, su
vacuidad. Sin cesar ascenderá de lo hondo de su alma,
el tedio, el abatimiento, la congoja, el desabrimiento, la
desesperación.»
Leopardi
No tiene, pues, el aburrimiento buena prensa. Sin
embargo, el célebre poeta italiano Giacomo Leopardi no lo
malquiso, antes bien, hubo de encomiarlo sin reservas. He
aquí algunas citas pertinentes:
«El tedio no cabe sino en aquellos en que tiene algún
valor el espíritu. Cuanto mayor sea éste, tanto más
frecuente, penoso y terrible es el tedio.»
«El aburrimiento es raramente conocido por los
hombres de poco valer y casi nunca por los animales.»
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Coda
Mariátegui y el aburrimiento
«Creo que no vale la pena escribir para decir que
uno se aburre. Sería muestra de poca consideración
para el lector, a quien no le interesaría de seguro este
aburrimiento, bastante preocupado como estaría con
el propio. Pero en Lima es forzoso decir que uno se
aburre. Aquí las gentes viven en perpetuo fastidio. Es
el nuestro un país de gentes esplináticas que bostezan.
[Esplinático, ca: relativo o perteneciente al esplín o
tedio de la vida.]
«Usted, como yo, habrá ido al teatro muchas veces y
se habrá encontrado con que los amigos, interrogados, le
dicen que han ido para no aburrirse, así se trate de Enrique
Borrás o de Mimí Aguglia. Y por no aburrirse, por matar
el tiempo, van las gentes al Palais Concert, al cinema, a
tertulias, a five o’clock teas, al balneario, a todas partes.
Todo el gesto de nuestras gentes se compendia en un gran
bostezo que rubrica enseguida una cruz hecha a prisa en
la boca por el pulgar y el índice de la mano derecha...
«[...]
«Vivimos adormidos, inactivos y somnolientos. No nos
place hacer nada y a lo sumo tenemos aptitudes para ser
público de un espectáculo muy entretenido que no acabase
nunca. Todas las gentes de esta tierra podríamos vivir en
un gran coliseo aplaudiendo o chillando según que nos
gustase o nos disgustase lo que se hiciese para divertirnos.
Y aun así acabaríamos por aburrirnos y por decir que vivir
aquí es una desdicha.»
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MARCO AURELIO DENEGRI
Rimbaud, Onetti
«Siempre me aburro mucho –confiesa Rimbaud–;
no creo haber conocido a nadie que se aburriese tanto
como me aburro yo.» (Cf. Guillermo Niño de Guzmán,
Relámpagos sobre el Agua. Literatura y vida. Lima, Jaime
Campodónico/Editor, 1999, 125.)
«En Madrid, donde residió desde 1975, [Juan Carlos
Onetti] optó por la reclusión. No sólo no salía de su
departamento, sino que rara vez abandonaba la cama.
Si la enfermedad que lo aquejaba tenía nombre, ella se
llamaba hastío, un insobornable hastío.» (Guillermo
Niño de Guzmán, o.c., 158.)
Aburrimiento y niñez
Sobre este asunto, consúltese el libro de Arthur T.
Jersild, Psicología del Niño, publicado en 1961 por la
Editorial Universitaria de Buenos Aires; páginas 293-298.
El «mal du siècle»
«El mal du siècle, es decir, el aburrimiento, la
melancolía profunda, el tedio de la vida de la juventud
romántica, tiene su origen en la obra René, del vizconde
de Chateaubriand, no poco autobiográfica y publicada
en 1802. A raíz de la publicación de René, se llamó al
aburrimiento ´le mal de René’. Luego un crítico, Sainte-
Beuve, el 15 de mayo de 1833, hablando de la novela
Oberman, de Senancourt, aparecida en 1804, escribió:
‘Esta palabra aburrimiento, tomada en su acepción más
general y más filosófica, es el rasgo distintivo del mal de
Oberman; es lo que se puede considerar el mal del siglo.’»
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UIGV 33
Samuel Taylor COLERIDGE
(1772-1834)
(Retrato al óleo por P. Vandyke.
El retrato es de 1795 y por consiguiente
nos muestra a un Coleridge veinteañero.)
Charles BAUDELAIRE
(1821-1867)
(Este retrato poco conocido del joven Baudelaire
fue realización de uno de los mayores pinceles
franceses del Ochocientos: Gustave Courbet.)
Gustave FLAUBERT
(1821-1880)
(Retrato al óleo por E. Giraud.)
Arthur RIMBAUD
(1854-1891)
(Paul Verlaine, a la izquierda, y Rimbaud;
detalle del cuadro “El rincón de la mesa”,
por H. Fantin-Latour.)
José Carlos MARIÁTEGUI
(1894-1930)
III
Remembranzas del Ochocientos
«El Murciélago»
Manuel Atanasio Fuentes, alias «El Murciélago»,
personaje del siglo XIX y «caballero muy ilustrado y
generoso», como dice Ricardo Palma, publicó varios libros
y sobre diversas materias; era polígrafo. Va de suyo que
siempre lo recordaremos por el que dedicó a nuestra ciudad
y que precisamente se titula Lima. Fuentes publicó esta
obra en París, en 1867, y era muy difícil conseguirla, porque
se había convertido, y con razón, en joya bibliográfica.
Felizmente, en 1985, el Banco Industrial del Perú tuvo el
acierto de reimprimir facsimilarmente la Lima de Fuentes.
Y en 1988, lo volvió a hacer, acertando así doblemente.
«El Murciélago» nos informa, entre otras cosas, de un
juego que hoy consideraríamos vitando, pero que para los
bizcocheros y muchachos del Ochocientos, y en realidad
para todos, era normalísimo y muy popular. Se trataba de
lo siguiente:
El juego de la mosquita
El bizcochero de entonces era por supuesto un
ambulante que llevaba sus gustosos ofrecimientos en una
tabla en la que había bizcochos, pasteles, bollos, rosquillas,
alfajores y piononos. La tabla era rectangular y tenía sendas
barandillas en los extremos, recordatorias de la cabecera
y el pie de una cama. En las tablillas de los extremos, que
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UIGV 43
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IV
Fetichismo
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UIGV 49
MARCO AURELIO DENEGRI
El elemento mágico
Digamos, además, que en ciertas clases de fetichismo,
verbigracia, el de las prendas íntimas y el del pelo, el
elemento mágico es claramente discernible, porque uno
de los principios de la magia asegura que las cosas que han
estado en contacto alguna vez, siguen estándolo, aunque
de hecho ya no lo estén. El fetichista que acaricia, en el
recogimiento de su alcoba, a solas, deleitándose, un mechón
de su amada, o el calzón de ella, lo que en realidad está
haciendo es acariciar a su amada, porque ni el mechón ni
el calzón se han desvinculado verdaderamente de ella. Así
lo establece la magia y el fetichista lo cree a pie juntillas y lo
siente hondamente. El fetiche –recordémoslo– es hechizo,
embrujo y encantamiento.
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UIGV 51
MARCO AURELIO DENEGRI
Lo natural y lo facticio
El portugués feitiço se deriva del latín facticius,
facticio, o sea artificial, no-natural. Pues bien: en el caso
del fetichismo (si estoy en lo cierto al intentar explicarlo), el
flechazo y la impronta serían lo natural del fenómeno, al paso
que la elaboración y diversificación de él serían lo facticio.
Ya he dicho otras veces que en punto al sexo el único
programa que tenemos es el reproductivo; pero carecemos
de software para el erotismo. Y siendo, como es, el
fetichismo manifestación primariamente erótica y creación
neta del ser humano y por eso mismo creación cultural, no
puede ser antinatural, sino no-natural, artificial o facticio.
El fetichismo es un producto de la civilización y de la urbe,
y lo burdo y obsesivo que pueda tener, cuando lo tiene, no
se debe al fetichismo, sino a la insuficiencia y ordinariez
de sus practicantes. La calidad del fetichismo depende de
la endocalidad del fetichista. Este hecho para mí no tiene
vuelta de hoja.
Creo haber dicho lo fundamental en torno a un asunto
muy interesante y a un tiempo no fácilmente dilucidable.
Confieso que me satisfaría grandemente que otros
investigadores lo expongan y diluciden con más propiedad
y fundamento.
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Brassière o sostén: prenda fetichizable.
(Nota bene: el género de brassière es femenino y en consecuencia
yerran los que dicen “el brassière”. No es “el”, sino la.)
V
El mayor mal de los males
UIGV 59
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VI
«Irezumi»
UIGV 61
MARCO AURELIO DENEGRI
«Irezumis» cotizadísimos
La delicadísima labor y la indudable elegancia de un
tatuaje japonés son tan patentes, que hay coleccionistas que
se disputan, poniendo sobre el tapete cualquier cantidad
de yenes, la adquisición de la espalda de un difunto
irezumizado.
En Tokio hay un museo, al que desgraciadamente
el público no tiene acceso, sólo los investigadores y
especialistas, donde se exhiben las mejores pieles
irezumizadas. Donald Richie, que ha estado en ese museo,
asegura que la colección es formidable.
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Estética «irezúmica»
La estética de un tatuaje japonés es admirable: la
delicadeza de las líneas, la fuerza del diseño, casi diríamos
su atrevimiento y la combinación estupenda de colores:
el sumi o tinta china, que cuando se introduce en la piel
va con el tiempo perdiendo su negrura y se vuelve azul. El
amarillo, el verde, el azul claro y el rojo tenue, son colorantes
tan fuertes y tóxicos, que el irezumizado los soporta, pese
a su letalidad, para que coloren semanalmente superficies
pequeñas, apenas de una o de dos pulgadas; pero todo se
aguanta por la belleza de la coloración resultante.
Es necesario tener presente, sin embargo, que el irezumi
no es, como suele ser el tatuaje en Occidente, adorno que
se pone o se añade al cuerpo; no; el irezumi es un conjunto
estilístico, una totalidad estética, es belleza holística (del
griego holos, todo), una genuina obra de arte, que dicho sea
de paso no se completa en unas cuantas semanas, sino en
varios meses e inclusive puede demorar un año.
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Kintaro y su madre
(Diseño de Horiuno)
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VII
El único vicio saludable
UIGV 69
MARCO AURELIO DENEGRI
Quevedo y Feijoo
Como Quevedo, que sazonaba siempre su comida con
la lectura, y que ni aun cuando iba por la calle dejaba de
leer. Otro que también leía durante las comidas era el Padre
Feijoo, el famoso erudito y monje benedictino del siglo
XVIII. Siempre se le veía leyendo, siempre se le encontraba
sentado y con un libro en la mano.
Frazer y Cuervo
El enciclopédico Sir James George Frazer leía de
doce a quince horas diarias. Y lo mismo don Rufino José
Cuervo, autor del admirable Diccionario de Construcción
y Régimen de la Lengua Castellana. Hacia el final de sus
vidas, ambos se quedaron ciegos.
(*) «Vicio impune», como se lee en la página 57 del libro de Jorge Basadre, La Vida
y la Historia. Dicha expresión es del escritor francés Valéry Larbaud (1881-1957),
que publicó en 1925 un ensayo titulado Este Vicio Impune, la Lectura.
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Menéndez y Pelayo
Gran lector, extraordinario, infatigable, fue don
Marcelino Menéndez y Pelayo, que llegó a reunir una
impresionante biblioteca de cuarenta mil volúmenes.
«Recuerdo, por ejemplo –cuenta Marañón–, la
impresión que nos hacía de muchachos el ver la multitud
de libros que don Marcelino llevaba siempre en el bolsillo,
cuando hacía su viaje en el tranvía de vapor a la playa del
Sardinero; [...].
«Muchas veces le acompañamos sentados,
silenciosamente, a su lado. Uno de sus biógrafos dice,
informado por admiradores apasionados del maestro,
que éste leía los volúmenes inagotables que exigía su sed
de saber, de cabo a rabo y con minuciosa atención. Esto no
es cierto. Sin duda se eternizaría leyendo y desmenuzando
los libros fundamentales. Pero en las obras y documentos
que le servían de información habitual o que tenía que
leer por compromiso o con la esperanza de encontrar
algún dato útil a su labor, es cierta, certísima, la fama de
la asombrosa rapidez con que los devoraba.
«Un volumen corriente de 300 ó 400 páginas no
duraba para su atención de lector más que unos quince a
treinta minutos, y a veces menos. Con instinto maravilloso,
agudizado por su experiencia de inigualado lector, sabía,
desde que abría el volumen, dónde estaban esas dos o tres
páginas esenciales que tienen todos los libros, ese ‘algo
UIGV 71
MARCO AURELIO DENEGRI
Balzac y Castelar
Balzac fue también lector notabilísimo y omnívoro,
puesto que devoraba libros de toda clase: obras religiosas,
de historia, filosofía, física, etcétera; y su mirada abarcaba
siete u ocho líneas a la vez, y solía bastarle una sola palabra
de la frase para captar su sentido. Su mente apreciaba el
sentido con una voluntad similar a la de la mirada.
Igual capacidad tenía el célebre tribuno español Emilio
Castelar, a quien le bastaba un vistazo para enterarse del
contenido de cualquier impreso. La lectura de los diarios
la hacía en unos cuantos minutos y sin que se le escapase
ninguna idea importante; era como si su mente penetrase
de un golpe, dice Morayta, toda una columna.
Bergier
Sin embargo, más asombroso que Balzac y Castelar fue
Jacques Bergier, coautor de El Retorno de los Brujos, y
(*) Según Pedro Sáinz Rodríguez, lo que verdaderamente dijo Marcelino Menéndez
y Pelayo fue que lamentaba tener que morirse cuando le quedaba tanto por hacer, no
por leer. (Cf. Marcelino Menéndez y Pelayo, La Mística Española. Edición y Estudio
Preliminar de Pedro Sáinz Rodríguez. Madrid, Afrodisio Aguado, S.A., 1956, 17.)
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Taine
Hipólito Taine, según Pompeyo Gener, ya había leído
varias bibliotecas a los veintitrés años de su edad. Tenía la
pasión de leer y su vida fue una lectura y una observación
continuas; y si alguna vez dejó de observar o de leer, fue
para escribir.
«Al leer –dice Gener–, digería lo leído. Sus libros tenían
los márgenes llenos de notas, de citas, de digresiones, de
comentarios. Muchas de las páginas impresas de éstos,
estaban marcadas de rojo, de azul o de negro, con una o
varias rayas, rectas u ondulantes, signos convencionales
que él solo entendía, especie de jeroglíficos que le
recordaban determinadas impresiones e ideas que los
dichos libros le habían sugerido.»
Bartrina
Otro peramante (*) de la lectura fue el poeta español
Joaquín María Bartrina.
(*) Como prefijo de intensidad, y tanto en latín cuanto en español, per- encarece
la idea que encierra la palabra simple a la que va unido; verbigracia, peramicus, muy
amigo, amicísimo.
Brevi, sin per, significa en poco tiempo, pero con per, o sea perbrevi, significa
en muy poco tiempo.
Turbar y perturbar no significan lo mismo. Con perturbar expreso mucho
más. Turbar, por ejemplo, el orden público es alterarlo. Perturbar el orden público
es trastornarlo completamente.
UIGV 73
MARCO AURELIO DENEGRI
74 U I G V
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La principalía de un libro,
según los aborígenes neozelandeses
Sabido es que escasean los lectores, lo que se llama
lectores, al paso que abundan los no-lectores. Para éstos,
el libro significa lo mismo que para los nativos de Nueva
Zelanda. Para los nativos de Nueva Zelanda, lo más
importante, lo característico, lo principal de un libro, es que
se abre y que se cierra. Por eso lo llaman almeja.
Fuentes
Pedro Laín Entralgo, La Aventura de Leer. Segunda edición.
Madrid, Espasa-Calpe, S.A., 1964, 30. / Luis Jaime Cisneros,
«Insistiendo sobre el barroco». En: Margarita Guerra
Martinière, César Gutiérrez Muñoz y Oswaldo Holguín
Callo, Editores, Sobre el Perú. Homenaje a José Agustín de
la Puente Candamo. Lima, Pontificia Universidad Católica
del Perú, Facultad de Letras y Ciencias Humanas, Fondo
Editorial de la PUCP, 2002, 413, n. 8 / Guillermo Dañino,
La Abeja Diligente. Mil Proverbios Chinos. Lima, Editorial
Bruño, 2000, proverbio 381. / Vicente Vega, Diccionario
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MARCO AURELIO DENEGRI
76 U I G V
Francisco de QUEVEDO y Villegas
(1580-1645)
(Retrato atribuido a Diego Velázquez, 1599-1660.)
VIII
Semántica de la identidad
UIGV 83
MARCO AURELIO DENEGRI
Significado de identidad
1) Cualidad de idéntico.
Idéntico significa igual, lo mismo. Voltaire decía por
eso que en francés mêmeté, mismidad, era designación
perfectamente admisible de identidad. La identidad es
la mismidad, o mejor dicho, la mismedad, porque según
la Real Academia Española, cuando el adjetivo primitivo
es bisílabo, el sufijo del nombre abstracto correspondiente
es -edad, y no -idad; verbigracia, de corto, cortedad; de
leve, levedad; de otro, otredad. (Sin embargo, no se dice
puredad, sino puridad. Aún más: la misma Academia,
contraviniendo la regla general, no dice, como debiera,
mismedad sino mismidad. Lo viene diciendo desde la
vigésima edición de su Diccionario, o sea desde 1984.)
Cuando el adjetivo primitivo es de más de dos sílabas,
el sufijo del abstracto es -idad; verbigracia, animalidad,
generosidad, nacionalidad. (Sin embargo, no se dice
complementaridad, sino complementariedad, porque
los adjetivos terminados en -io forman su derivado en
-iedad, con la excepción de solidario, ya que no se dice
solidariedad, sino solidaridad.)
2) El segundo significado de identidad se refiere al
principio lógico de identidad, que en realidad es el principio
ontológico de identidad. (La ontología es la parte de la
metafísica que concierne al ser en general y a sus propiedades
trascendentales; lo ontológico es lo relativo al ser.)
¿Qué dice este principio? Dice: Todo objeto es idéntico
a sí mismo. La fórmula es: A = A, A es A.
3) El tercer significado de identidad es jurídico. Identidad,
en este sentido, es el hecho de ser una persona o cosa la
misma que se supone o se busca.
Este sentido de identidad es el que utiliza el Registro
Nacional de Identificación y Estado Civil. El Documento
Nacional de Identidad (DNI) es el que sirve para
acreditar la personalidad del titular y va provisto de
sus generales de ley, de su retrato, de su firma, de la
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UIGV 85
MARCO AURELIO DENEGRI
Identificar, identificarse
Fijemos ahora la consideración, después de haberla
fijado en los cuatro significados del substantivo identidad,
fijémosla en el verbo transitivo identificar y en el
pronominal identificarse.
1) El primer significado de identificar es hacer que dos o
más cosas distintas aparezcan y se consideren como una
misma cosa.
El zambo, el mulato y el moreno son distintos, pero yo
puedo identificarlos y hacer que aparezcan y se consideren
miembros de la raza negra, sin serlo, realmente.
Esta identificación se ve ya desde el trato, porque uno
les dice: «Oye, negro», o «Fíjate, negro»; o sea que uno,
en el mismo trato, ya los está negreando, es decir, ya los
está identificando con los negros propiamente dichos,
aunque ni el zambo, ni el mulato, ni el moreno son negros
propiamente dichos, pero resultan siéndolo gracias a la
identificación.
2) El segundo significado de identificar es reconocer si
una persona o cosa es la misma que se supone o se busca.
Por ejemplo, la Policía busca a un delincuente y hay un
solo testigo que lo ha visto. Entonces, por la descripción
que hace este testigo, la Policía comienza a hacer el
identity kit, o identification kit, o más comúnmente (es
la forma contracta), el identikit del delincuente, vale
decir, la delineación reconstructiva de su imagen, la que
naturalmente se va perfeccionando con el aporte de nuevos
datos y señales. Hasta que llega un momento en que el
testigo, viendo el identikit, exclama: «¡Así era!» Cuando
exclama eso es que ha identificado al delincuente.
3) El tercer significado concierne al pronominal
identificarse, esto es, reducirse en la realidad a una sola
cosa varias diferentes. Por ejemplo:
«En los desbordes emotivos y en las demasías del
afecto, en las exaltaciones y en los entusiasmos, el
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ESMÓRGASBORD
Identidad y autoctonía
Para mí, un elemento esencial en la determinación de
la identidad nacional es el propio terruño, la tierra de uno,
la tierra natal, la patria, o como decía Unamuno, la matria.
Vivir y residir en la matria o en la patria es fundamental
en relación con la identidad. El sentimiento de autoctonía
es indesligable de ella. Vivir cincuenta años fuera del país,
desnacionaliza a cualquiera, Tal el caso de Ima Súmac, a
quien yo jamás he sentido connacional. Su familia habrá
sido de Cajamarca y ella habrá nacido en el Callao; pero
igual pudo haber nacido en Michoacán o en las Islas
Galápagos; yo no la siento peruana, ni tampoco siento lo
nuestro en las cosas que ella canta. Repito: medio siglo de
residencia en el extranjero desnacionaliza a cualquiera.
Pero a veces la desnacionalización permite hacer fortuna.
La fortuna de Ima Súmac supera los 40 millones de dólares,
según veo en un artículo de Felipe Burga Delgado, muy
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IX
El raje
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X
Falo y depresión
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XI
Anécdota dictatorial
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XII
Grandeza y tamaño
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XIII
Poquedad
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Fuentes
DEHA, s.v. «Gauss», X, 233c-234a. / Pequeño Larousse
Ilustrado, sección «Locuciones latinas y extranjeras». /
Moralistas Castellanos. Edición de ángel del Río. Clásicos
Jackson, VIII, 465-466. / Stefan Zweig, La Lucha con el
Demonio, 40. / José Ortega y Gasset, OC, IV, 547. / Ricardo
Palma, TP, V, 388. / Julio Vargas Prada, Los Mil y Un
[sic (Uno)] Fantasmas de Lima, Apostillas literarias a la
versión más autorizada [del texto de José Gálvez, «Los mil
y un fantasmas de Lima», incluido en la obra del autor, Una
Lima que se va]. Lima, Editorial San Marcos, 1997, [7]. /
Marco Aurelio Denegri, De esto y aquello. Segunda Serie.
Lima, AEH, 2001, 63. / Julio Camba, La Casa de Lúculo o el
Arte de Comer, 47. (En la cita de que se trata, dice Camba,
impropiamente, o le hacen decir, no sé, «abondante». Lo
propio, en italiano, es abbondante.) / Manuel Seco, DDDLE,
segunda edición, s.v. «Un mucho». (Cito la segunda edición
y no la última, porque en ésta no consta el artículo de que
se trata.)
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XIV
Potencia y poder
Arrechura y potencia
Las gónadas, o sea los testículos y los ovarios, pueden
inflamarse; quiero decir, no en el sentido de alteración
patológica, sino en el sentido figurado de enardecimiento.
Cuando se nos inflaman las gónadas sentimos vivo deseo
sexual, gran apetito venéreo, incontenible arrechamiento.
La inflamación gonádica es creación de Gregorio
Martínez.
«Digo mujer y de inmediato se me inflaman las
gónadas, se me ponen lustrosas como unas brevas y siento
un hormigueo agarradizo.»
Este hormigueo o arrechura, o como dice la Real
Academia Española en su Diccionario, arrechera (no sé
dónde se dirá así); este hormigueo, repito, o arrechura,
atiesa el órgano, atiesamiento indicativo de estar el varón
dispuesto y listo para la brincada. Tiene ganas y potencia.
Lo demuestra, primeramente, por el solo hecho de la
erección, y habrá de demostrarlo luego por el tiempo que
la mantenga, esto es, por el retardamiento orgásmico.
Definiendo inmejorablemente la potencia, dijo en un
burdel una doña muy baquiana y sabedora, que a la sazón
tendría, de esto hace cincuenta años, unas mil quinientas
o dos mil horas de cama; dijo: «que esté duro y que dure».
Don Julio Málaga Grenet habría llamado a la susodicha,
«la madre de tantos». De esta madre tan acogedora nos dejó
Málaga Grenet una estupenda ilustración que se publicó en
Caretas. (Véase, en la sección Fuentes, la segunda fuente.)
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Arrechura y potencia
Puesto que el ser humano es mayoritariamente
naturaleza (ochenta por ciento) y minoritariamente
artificialeza o cultura (veinte por ciento), lo que pueda hacer
en punto al sexo dependerá de la mayor o menor aptitud
correspondiente con que venga al mundo.
Hay individuos naturalmente rijosos y prontos a las
erecciones férreas, pues la programación genética lo quiso
así; y hay otros, en cambio, muy desganados, pues así
vinieron de fábrica.
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