Bibliología 1 PDF
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BIBLIOLOGIA
BIB 103 Introducción Bíblica 1º Curso
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BIB 103 Introducción Bíblica 1º Curso
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INTRODUCCIÓN
Mat 24:35
B. ÁMBITO DE LA BIBLIOLOGIA
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CAPITULO 1. LA BIBLIA
Salmo 119:160
Biblia es una palabra de origen griego (el plural de biblion, «papiro para escribir» y
también «libro»), y significa literalmente «los Libros». Del griego, ese término pasó al
latín, y a través de él a las lenguas occidentales, no ya como nombre plural, sino como
singular femenino: LA BIBLIA, es decir, el Libro por excelencia. Sus raíces se remontan
al Antiguo Testamento.
(Daniel 9:2)
En Daniel 9:2 (LXX) ta biblia señala a los escritos proféticos. En el prólogo del libro
apócrifo llamado Eclesiástico se refiere generalmente a las escrituras del AT. Este uso
pasó a la iglesia cristiana (2 Clemente 14:2), y a finales del siglo V se amplió hasta
incluir al cuerpo entero de los libros canónicos que ahora conocemos. Con este
término, por tanto, se designa ahora a la colección de escritos reconocidos como
sagrados por la iglesia cristiana. Otras formas para referirnos a la Biblia son:
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B. DIVISIONES DE LA BIBLIA
La Biblia está dividida en dos partes de extensión bastante desigual, llamadas Antiguo
y Nuevo Testamento (Escrituras Hebreas y Escrituras Griegas). A primera vista, la
palabra «testamento» se presta a un equívoco, porque no se ve muy bien en qué
sentido puede aplicarse a la Biblia. Sin embargo, la dificultad se aclara si se tiene en
cuenta la vinculación de la palabra latina testamentum con el hebreo berit, «pacto» o
«alianza».
CLASIFICACIÓN
LIBROS A.T.:
• Históricos: desde Génesis a Ester
• Poéticos: desde Job hasta Cantares de Salomón
• Proféticos: desde Isaías hasta Malaquías
LIBROS N.T.:
• Históricos: desde Mateo hasta Hechos
• epistolarios: desde Romanos hasta Judas
• profético: el Apocalipsis.
En el judaísmo, a las Escrituras se las designa con la palabra TANAK, que en realidad es
una sigla formada con las iniciales de Torah, Nebihim y Ketubim.
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La ley (TORAH)
El fundamento del orden actual parece haber sido el siguiente: los evangelios vienen
primero porque son biografías de Jesús, el fundador de la religión cristiana, quien es la
razón de que haya Nuevo Testamento, para empezar. El orden de Mateo, Marcos,
Lucas y Juan probablemente corresponda al orden en que varios Padres de la Iglesia
creyeron que habían sido escritos, aunque a Mateo regularmente se le atribuía la
autoría de un escrito en algún dialecto hebreo, probablemente menos desarrollado
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que un evangelio completo. Incluso si Marcos hubiera sido escrito primero, como la
mayor parte de los eruditos modernos creen basados en buenas razones, Mateo bien
podría haber sido colocado al principio por ser el más judío de los cuatro evangelios y
tener el mayor número de vínculos con el Antiguo Testamento. Hechos viene después
porque trata sobre la generación de los seguidores de Jesús inmediatamente después
de su muerte y resurrección. Luego vienen todas las epístolas agrupadas, empezando
por las cartas de Pablo, el más influyente de todos los cristianos de la primera
generación. Excepto cuando dos epístolas son adyacentes por ir dirigidas a las mismas
personas, las cartas de Pablo están acomodadas en orden descendente en cuanto a
su longitud. (Gálatas también trastorna el patrón, al ser sólo un poco más corta que
Efesios). Primero vienen las cartas a las iglesias y luego las cartas a los individuos, cada
una acomodada de acuerdo a este patrón. La autoría de Hebreos ha sido incierta
desde su publicación. Debido a que algunos creían que era paulina y muchos otros que
no, se colocó inmediatamente después de las cartas paulinas, y no se insertó donde
debería haber ido, según su longitud, dentro de dicha colección. Las así llamadas
Epístolas Generales aparentemente se colocaron en el orden de importancia que sus
autores tenían en las primeras décadas del movimiento de Jesús. Aunque Pedro
habría de eclipsar a Jacobo, a ojos de los cristianos Jacobo era el anciano guía de la
joven madre iglesia en Jerusalén. Pedro lo seguía muy de cerca en un segundo lugar;
tras él iban Juan (compañero de Pedro en varios contextos de Hechos) y, finalmente,
Judas, el menos destacado de los cuatro. Probablemente el Apocalipsis se puso al final
de la colección porque fue el último libro en escribirse, además de que habla de las
últimas cosas de la historia humana.
D. TEMA DE LA BIBLIA
“Este libro (la Biblia) revela la mente de Dios, el estado moral y espiritual
del hombre, el camino de salvación, el castigo del pecador no redimido y
la bienaventuranza del creyente. Sus doctrinas son santas, sus preceptos
obligatorios, sus historias verdaderas y sus decisiones inmutables. Léelo
para ser sabio, créelo para estar seguro, practícalo para ser santo. Es luz
que dirige, pan que sostiene y consuelo que alegra. Es mapa del viajero,
báculo del peregrino, brújula del navegante, espada del soldado y la
carta magna del cristiano.En la Biblia está el paraíso restaurado, el cielo
abierto y las puertas del infierno descubiertas. Cristo es su gran tema,
nuestra salvación su buen propósito y la gloria de Dios su meta. Debe
ocupar la mente, gobernar el corazón y guiar los pies. Léelo con
lentitud, con frecuencia y con oración.Es mina de prosperidad, un
paraíso de gloria y un río de placer. Nos es dado en esta vida, será
abierto en el juicio y será recordado eternamente. Trata del deber más
grande, recompensará la labor más excelente y condenará a todo aquél
que juega con su sagrado contenido” (autor no conocido)
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Escudriñad las Escrituras; porque… ellas son las que dan testimonio de mí;
Juan 5:39
Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en
todas las Escrituras lo que de él decían.
Lucas 24:27
“No nos adentramos en ningún texto sin encontrar algo referido a Cristo, una profecía,
una promesa, una oración, un tipo u otra cosa. El hilo de oro de la gracia del evangelio
recorre toda la trama del Antiguo Testamento. Cristo es el mejor expositor de la
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E. PROPOSITO DE LA BIBLIA
1 Nelson, Wilton M., Nuevo Diccionario Ilustrado de la Biblia, (Nashville, TN: Editorial Caribe) 2000,
c1998.
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El Sal.19:7-9 emplea seis términos diferentes para expresar la plenitud y gran valor de
Su Palabra.
I. Convierte el alma, porque es perfecta (Sal.19:7, RV, V.M.). Se precisa de un
instrumento perfecto para cumplir una obra tan delicada y poderosa como ésta. El
alma necesita conversión: la espada del Espíritu puede lograrla (Stg.1:18).
II. Hace sabio al sencillo, porque es fiel (Sal.19:7). Es fiel porque ha sido dada por
inspiración de Dios (2Ti.3:15). Hace sabios para salvación a todos los que son lo
suficientemente sencillos para creerla.
III. Alegra el corazón, porque es recta (Sal.19:8). Es la cosa precisa para todas las
necesidades del corazón, por lo que el corazón se alegra en su recepción. El alma
pobre y famélica halla en ella gran provisión (Sal.119:16). «Tus palabras fueron para mi
un gozo y la alegría de mi corazón» (Jer.15:16).
IV. Alumbra los ojos, porque es pura (Sal.19:8). Así como al fatigado Jonatán se le
alumbraron los ojos al tomar de la miel, así nos posee una nueva luz y vigor cuando
gustamos de la pura miel de Su Palabra. Los ojos nos son abiertos para ver maravillas.
«Toda palabra de Dios es pura». «Lámpara es a mis pies tu palabra» (Sal.119:105).
V. Permanece para siempre, porque es limpia (Sal.19:9). Es precisamente lo que el
joven necesita para limpiar su camino (Sal.119:9). Es incorruptible, y por ello
permanece para siempre. Ofrece y puede ofrecer vida eterna, porque la palabra misma
es eterna.2
“Cuando el famosos escritor Sir Walter Scott estaba para morir, pidió "El
Libro". Uno de los miembros de la familia, pensando que el moribundo
se refería a alguno de los muchos volúmenes que había escrito y que
guardaba en su biblioteca, preguntó: --¿Cuál libro? Entonces Sir Walter
Scott dijo: No hay sino un Libro para un momento como este: Ese libro
es la BIBLIA”
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SMITH, J.: Comentario Homilético de la Biblia, ed. CLIE
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CAPITULO 2. LA REVELACIÓN
Daniel 2:28
A. CONCEPTO DE REVELACIÓN
“Moisés termina su profecía del rechazo de los judíos, de la manera que San Pablo
termina su sermón sobre el tema, cuando empieza a cumplirse, Romanos 11:33. Se nos
prohíbe inquirir por curiosidad en los consejos secretos de Dios y decidir al respecto.
Pero se nos dirige y estimula a que escudriñemos diligentemente en aquello que Dios
ha dado a conocer. Él no ha retenido nada que sea provechoso para nosotros, sino sólo
lo que es bueno que ignoremos. El fin de toda revelación divina no es darnos temas
curiosos de especulación y discusión, sino que podamos hacer todas las palabras de
esta ley y ser bendecidos en nuestro obrar. La Biblia revela claramente esto; más allá
de esto no pueden ir provechosamente los hombres. Por esta luz uno puede vivir y
morir cómodamente y ser feliz para siempre”
I. En el Antiguo Testamento
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a. Significado
b. Uso
(i) En los evangelios. La única vez que aparece la palabra mysteµrion en los evangelios
es en Mr. 4.11; Mt. 13.11 (plural) y Lc. 8.10. Aquí el término se usa para hacer
referencia al reino de Dios, el conocimiento del cual, por el hecho mismo de ser el
reino de Dios, está reservado para aquellos a quienes es “dado”. Como resultado, el
misterio no revelado está, para los que están “afuera” (exoµ), escondido en
*“parábolas”.
(ii) En las cartas paulinas. Pablo usa esta palabra frecuentemente; más aun, aparte de
cuatro menciones de la palabra en Ap., y de las tres ya mencionadas en los evangelios
sinópticos, el uso del término mysteµrion en el Nuevo Testamento está limitado a las
cartas de Pablo (21 veces). La naturaleza de to mysteµrion en la teología paulina es
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cuádruple.
La revelación gira en torno a dos puntos centrales: (1) los propósitos de Dios; (2) la
persona de Dios.
1. Por un lado, Dios informa al hombre acerca de sí mismo: quién es, lo que ha hecho,
está haciendo, y va a hacer. Así, tomó a Noé, Abraham, y Moisés y les brindó
confianza, contándoles lo que había pensado hacer, y cuál iba a ser el lugar de ellos en
lo que había planeado (Gn. 6.13–21; 12.1ss; 15.13–21; 17.15–21; 18.17ss; Ex. 3.7–22).
Además, dio a conocer a Israel las leyes y promesas de su pacto (Ex. 20–33, etc.; Dt.
4.13s; 28, etc.; Sal. 78.5ss; 147.19). Reveló sus intenciones a los profetas (Am. 3.7).
Cristo habló a sus discípulos acerca de “todas las cosas que oí de mi Padre” (Jn. 15.15),
y les prometió el Espíritu Santo para que completara la obra de instruirlos (Jn. 16.12ss).
Dios reveló a Pablo el “misterio” de su propósito eterno en Cristo (Ef. 1.9ss; 3.3–11).
Cristo le reveló a Juan “las cosas que deben suceder pronto” (Ap. 1.1). Desde este
punto de vista, como revelación precisa emanada de Dios mismo, relativa a sus
propósitos y su obra salvífica, Pablo llama al evangelio “la verdad”, en contraste con el
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error y la falsedad (2 Ts. 2.11–13; 2 Ti. 2.18; etc.). De allí el uso de la frase “verdad
revelada” en la teología cristiana para denotar lo que Dios ha dado a conocer a los
hombres acerca de sí mismo.
2. Por otro lado, cuando Dios manda su palabra a los hombres, al mismo tiempo los
enfrenta con su propia Persona. La Biblia no concibe la revelación como mera
difusión de información, divinamente garantizada, sino como un acercamiento
personal de Dios a los individuos, destinado a hacerse conocer por ellos (compárese
Gn. 35.7; Ex. 6.3; Nm. 12.6–8; Gá. 1.15s). Cuando el hombre se encuentra con la
palabra de Dios, por casual y accidental que pueda parecer ese encuentro, Dios se
encuentra con ese hombre, le dirige la palabra a él personalmente, y le exige una
respuesta personal como Autor de ella (compárese Ex. 3.2ss; 19.11–20; Ez. 1; etc.)
B. NECESIDAD DE LA REVELACIÓN
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TRENCHARD, E.: Bosquejos de Doctrina Fundamental
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El hombre fracasa por que se ha equivocado en cuanto a este asunto tan importante.
Muchos creen que el hombre es un accidente de la naturaleza y que su existencia
carece de propósito verdadero. Cuando el hombre descubre que su misión es glorificar
a Dios, toda su vida cambia. Ahora comprende que su responsabilidad es la de alejarse
del mal y obedecer la voluntad de Dios.
Las opiniones de los hombres han sido muy variadas en relación a esto. Unos han dicho
que la vida se extingue con la muerte (deja de existir); otros han dicho que se vuelve a
encarnar (reencarnación); y otros se han imaginado un cielo de placeres mundanales.
Estas teorías confunden y sumergen a las almas sinceras en desesperación. ¿Cómo
hubiéramos llegado a saber que la vida no termina con la muerte? ¿Cómo hubiéramos
sabido del juicio de Dios? ¿Cómo hubiéramos llegado a saber que "la paga del pecado
es la muerte y la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús? Sin una revelación el
futuro es obscuro e incierto. La revelación disipa las tinieblas e ilumina el futuro con las
promesas de salvación en Cristo.
C. CLASES DE REVELACIÓN
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Salmo 19:1
A. DEFINICIÓN.
“La revelación general es la autorrevelación de Dios en sus obras”. “La revelación
natural es la que Dios da continuamente a todos los hombres y por la cual da a conocer
su potencia y divinidad”; “es aquella revelación que es comunicada a través de la
naturaleza y la historia”. (Salmos 8, 19; Isa. 40:12-14, 26; hechos 14:15-18; 17:22-31;
Rom. 1)
B. FORMA
La revelación de Dios en la creación. En La “revelación general” Dios manifiesta su
eternidad, su poder, y su gloria (Ro. 1.20; compárese Sal. 19.1), su bondad para con los
hombres (Hch. 14.17), su ley moral (Ro. 2.12ss), su demanda de culto y obediencia (Ro.
1.21), y su ira para con el pecado (Ro. 1.18, 32) y sirve, por tanto, para que el hombre
“no tenga excusa” por toda su “impiedad e injusticia” (Ro. 1.18–20). La revelación de
Dios mediante la Naturaleza tiene sus limitaciones, al no aparecer claramente
manifestado el amor, la santidad y la gracia de Dios. Mientras que la revelación en la
Naturaleza es suficiente para que Dios pueda juzgar al mundo pagano por no adorarle
como su Creador, no revela un camino de salvación mediante el cual los pecadores
puedan ser reconciliados con un Dios santo, sagrado. En Romanos 1:18-32. se puede
apreciar vemos en los vs. 18-19, los recipientes de esta revelación así como la fuente
de la misma. En el v. 20, está el contenido y la historia de tal revelación, así como
veredicto de la misma. Por último se ven los resultados de rechazar la revelación
general; no glorificar (21-23); no servir a Dios (25); corrupción intelectual (21-22),
religiosa (23,25) y moral (24, 26-32).
Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente
visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas
hechas, de modo que no tienen excusa.
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Rom 1:20
En Hechos 17, Pablo apela a lo que ya les ha sido revelado por medio de la revelación
general: que Dios es Creador y soberano sobre su creación. Él es autosuficiente, es la
fuente de la vida y de todo lo demás que necesita la humanidad, y se halla cercano y
activo en los asuntos humanos.
La meta positiva de la revelación general es: … QUE BUSQUEN A DIOS… (Hechos
17:27)
b. REVELACIÓN ESPECIAL
A. DEFINICIÓN
“Es la revelación que viene como resultado de una intervención sobrenatural en
cuanto a origen y método”.
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1. Por los profetas, hombres en cuyos labios Dios ponía sus propias palabras (Dt.
18.18; compárese Jer. 1.9; 5.14; Ez. 2.7–3.11; Nm. 22.35, 38; 23.5), para darle a su
pueblo la dirección periódica que pudiera necesitar (Dt. 18.15ss). Los profetas de Israel
cumplieron un ministerio vital. Los grandes profetas, por mandato del Señor, hablaban
las palabras de Dios e interpretaban su pensamiento para los reyes y la nación;
exponían y aplicaban su ley, urgiendo arrepentimiento y amenazando juicio en su
nombre, y declaraban lo que él haría. Los profetas también pueden haber cumplido
funciones cúlticas como videntes, como hombres que podían contestar de parte de
Dios a las personas que hacían preguntas individuales sobre cómo debían proceder,
como también acerca del futuro (compárese 1 S. 9.6ss; 28.6–20; 1 R. 22.5ss).
2. Por medio de milagros: Un milagro es “Una obra singular de Dios, que se halla más
allá del orden las criaturas y por encima del poder de ellas, para confirmar la verdad
divina. Los milagros son eventos portentosos que sirven también como medio de
revelación. Por ejemplo, el paso del Mar Rojo fue para Israel una demostración de la
fidelidad y el poder de Dios. Cristo, en sus milagros, también revelaba la gloria de Dios
(Jn. 2:11)
3. Por medio de teofanías: Una teofanía es una manifestación visible de Dios. Una
manifestación de Dios en forma visible y corporal antes de la encarnación. En relación
a este tema es de gran importancia el estudio tocante al Ángel de Jehová, a quien se le
identifica con Dios (Gen. 16:9-13; 22:10-12; Ex. 3:2-6, 14, 18; Je. 6:11-16).
4. Por medio de sueños: En el Antiguo Testamento se habla de sueños con frecuencia,
tanto de hombres de Dios como de quienes no pertenecen a su pueblo. Por ejemplo, el
Faraón y Nabucodonosor tuvieron sueños reveladores. (Gen. 20:6; 41; 2 Re 3:5, 11-15;
Dan 2:3-45; 4:5-19). Se habla también de “sueños” que Dios no aprueba (Dt. 13;
Jer.23:25). En el Nuevo Testamento los sueños reveladores no parecen ocurrir con
tanta frecuencia como en el AT, Mt. 1:20; 2:12, 13, 19, 22; 27:19). La revelación
normativa para la Iglesia se halla en la revelación escrita con Dios.
5. Por medio de visiones: De manera más específica, visión se define como “una
representación sobrenatural de cierta escena o circunstancias a la mente de una
persona mientras ésta se halla despierta, Núm 12:6-8; 24:16. Los falsos profetas tenían
sus propias visiones, es decir no provenían de Yahweh (Ex. 13.2-17; Jer. 23:6-26;
14:14). La visión aparentemente, puede ser interna o externa. Lo especial es que el
recipiente ve lo que Dios le revela. Es un vidente de la Palabra de Dios (Ex. 1:1-28; por
ejemplo)
6. Por medio de las Escrituras
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su tema fundamental, sino que también nos muestra sus propósitos. La revelación
escrita lo incluye todo en sí misma. Expone de la forma más clara y convincente todos
los hechos que conciernen a Dios y que están revelados en la Naturaleza, y
proporciona el único registro que atañe a la manifestación de Dios en Cristo. También
se extiende la divina revelación en grandes detalles que se relacionan con Dios Padre,
Hijo y Espíritu Santo, los ángeles, los demonios, el hombre, el pecado, la salvación, la
gracia y la gloria. La Biblia, pues, puede ser considerada como el complemento
perfecto de la divina revelación de Dios, parcialmente revelada en la Naturaleza, y
más plenamente revelada en Cristo, y revelada completamente en la Palabra escrita.
D. CARACTERÍSTICAS DE LA REVELACIÓN
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E. CONTENIDO DE LA REVELACIÓN
a. Antiguo Testamento
b. Nuevo Testamento
(ii) La revelación del plan de Dios mediante Cristo. Pablo declara que el “misterio”
(secreto) de la “buena voluntad” de Dios para la salvación de la iglesia y la restauración
del cosmos por medio de Cristo ha sido revelada ahora, luego de haber sido mantenida
oculta hasta el momento de la encarnación (Ro. 16.25s; 1 Co. 2.7–10; Ef. 1.9ss; 3.3–11;
Col. 1.19ss). Pablo muestra que esta revelación elimina la antigua pared divisoria entre
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judío y gentil (Ro. 3.29ss; 9–11; Gá. 2.15–3.29; Ef. 2.11–3.6); en forma semejante, el
escritor de la carta a los Hebreos muestra la forma en que anula el antiguo culto
judaico sacerdotal y de sacrificios (He. 7–10).
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Escritura en papiro
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«Porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana sino, siendo llevados por el
Espíritu Santo, personas santas hablaban de parte de Dios» (2 P 1.21, original griego).
El adjetivo «llevados» (“ferómenoi”) viene del verbo griego fero (llevar, traer), que por
lo general se aplicaba a los impulsos o influjos del Espíritu Santo o de otros espíritus (1
Co 12.2). En Hch 2.2 este mismo participio griego describe el «recio viento
arrastrador» de Pentecostés, haciendo eco de una expresión en que la LXX alude a un
torbellino o remolino violento de agua (Éx 14.21; Job 17.1; Is 17.13, LXX). Igualmente,
el «viento huracanado» de Hch 27.14–17 arrebata y arrastraba (fero) la nave en que
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El concepto metafórico de «soplo divino» tiene en las Escrituras una amplia aplicación. Dios sopló la
vida en las narices de Adán (Gn 2.7) y por su soplo también creó los cielos (Sal 33.6). La inspiración del
omnipotente da entendimiento a la persona (Job 32.8 Vul.; cf. Sabiduría 15.11). Una suave brisa o un
huracán puede llamarse «el viento de Jehová» (Is 40.7) o «el soplo del aliento de su nariz» (Éx 15.8, 10;
2 S 22.16; Sal 18.15). El nuevo nacimiento viene por el soplo del Espíritu (Jn 3.3–8; cf. Ez 37.5–10), así
también los dones (Hch 2.2; cf. Jn 20.22) y toda la vida de la Iglesia como cuerpo de Cristo (Ez 11.19;
36.26s; 37.14; cf. Jer 31.33ss; Jn 6.45; 2 Co 3.3). En resumen, el «soplar» de Dios se refiere en las
Escrituras a su actividad directa y especial, al dar vida y manifestar su poder divino en la naturaleza,
en los hombres y en la historia.
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viajaba Pablo. En todos estos pasajes resulta claro el sentido del lenguaje figurado en 2
P 1.21: el adjetivo «llevados» señala claramente la poderosa iniciativa y dirección del
Espíritu Santo en la labor de los profetas. En el Antiguo Testamento solo el falso
profeta hablaba por su propia voluntad (Jer 28.15; 29.9). Al verdadero profeta, Dios
siempre lo impulsaba.
El versículo de 2 de Pedro comienza negando que la profecía haya venido por voluntad
humana, pero termina subrayando la plena e integral humanidad de los autores en el
proceso inspirador: «hablaban, llevados por el Espíritu Santo, de parte de Dios,
hombres» (orden del griego)
Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir,
para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea
perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.
(2 Timoteo 3:16-17)
Por otro lado, el concepto de iluminación está relacionado con la obra del Espíritu
Santo que hace clara la verdad de la revelación escrita. El hombre no regenerado
no puede experimentar la iluminación porque está ciego a la verdad de Dios (1 Co.
2:14). Al creyente, sin embargo, le fue prometido este ministerio del Espíritu Santo
por parte del Señor antes de su muerte (Jn. 16:13-16), y puede tener provecho de
él aun al punto de entender las cosas profundas de Dios (1 Co. 2:10). El verbo
“iluminar” es en gr. Fotizo (φωτίζω) 6. Este verbo aparece en la Biblia en diversas
formas para indicar la iluminación que Cristo da a todos los hombres,
especialmente a través DEL EVANGELIO (Jn 1:9, 2 Ti 1:10), también para referirse a
la experiencia de iluminación en la conversión (He 6:4) o al entendimiento de la
verdad cristiana (Ef.1:8)
6
φωτίζω fotízo; emitir rayos, i.e. brillar o (trans.) iluminar (lit. o fig.):-iluminar, sacar a luz, aclarar,
alumbrar, resplandor. (STRONG)
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Escritura en pergamino
1. Inspiración natural .
Según este concepto, la Biblia fue inspirada en el sentido de haber sido escrita por los
hombres que eran grandes genios. Es decir, se trata de una inspiración como la de
otras obras de la literatura universal. La Biblia no es, por lo tanto, una revelación
sobrenatural. Es producto de la inspiración humana y queda en el mismo plano de
obras religiosa como el Corán o los libros Vedas.
2. Inspiración mística .
De acuerdo a esta teoría, los escritores de la Biblia estaban llenos del Espíritu Santo así
como pueden estarlo los creyentes en la actualidad. La inspiración es, entonces, uno
de los frutos ordinarios del espíritu. Por lo tanto, todo miembro de la iglesia puede
tener esta inspiración.
Implicaciones:
• Contradicen las afirmaciones de la Biblia misma, en las que sugiere una obra especial
del Espíritu Santo limitada a los escritores bíblicos. Le roban a las Escrituras su carácter
único, especial.
• Abre la puerta para el subjetivismo entre los cristianos, puesto que todo creyente
puede pretender que el espíritu le ha hablado dándole una nueva revelación para
extender el Canon Bíblico.
3. Inspiración mecánica.
Esta teoría dice que los escritores bíblicos fueron solamente instrumentos pasivos en
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manos del Espíritu Santo, como máquinas de escribir o secretarios. Creen que la Biblia
fue dictada sin tomar en cuenta la personalidad y el estilo de cada uno de los autores.
Hay que reconocer que algunas partes de la Biblia sí parecen haber sido dictadas por
Dios mismo (los diez mandamientos).
Implicaciones:
La teoría de la inspiración mecánica anula la personalidad de los escritores bíblicos;
hace caso omiso del fondo cultural que ellos reflejaron en sus escritos. Pasa por alto las
obvias diferencias en el estilo de escritura de los autores bíblicos.
4. Inspiración parcial.
Esta teoría indica que fueron inspirados solamente aquellas partes bíblicas que revelan
lo que no era posible conocer de otro modo. Por ejemplo, la Creación, los
pensamientos de los personajes, etc. Pero no era necesaria la inspiración cuando se
habla sobre la historia o los datos conocidos.
Implicaciones:
Esta idea abre la puerta para pensar que la Biblia puede tener errores de tipo histórico:
prejuicios ideológicos, “sexistas”, raciales o religiosos.
5. Inspiración conceptual.
Esta teoría dice que fueron inspirados solamente los conceptos, las ideas, pero no las
palabras.
Implicaciones:
Todos los conceptos, para ser entendidos deben expresarse por medio de palabras.
6. Inspiración plenaria y verbal.
Este es el concepto evangélico conservador. Es aquella cualidad que poseen los libros
canónicos de la Biblia como resultado de la obra por la cual el Espíritu Santo dirigió y
gobernó a los escritores humanos, sin anular la personalidad de ellos para que
consignaran sin error la revelación en las palabras de los manuscritos originales.
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Esto significa:
1. que todos los libros de la Escritura están igualmente inspirados.
2. que la inspiración se extiende a todo el contenido de los libros. No se limita
a las verdades morales y religiosas, sino que se extiende a las declaraciones
factuales, sean de carácter científico, histórico o geográfico.
Esto se demuestra,
(1) Como necesaria consecuencia de la proposición de que los escritores
sagrados eran instrumentos de Dios. (2.) Porque nuestro Señor declara de
manera expresa: «La Escritura no puede ser quebrantada» (Jn 10:35), esto
es: no puede errar. (3.) Porque Cristo y sus Apóstoles se refieren a todas las
partes de la Escritura, o a todo el volumen, como la Palabra de Dios. No
hacen distinción entre la autoridad de la Ley, de los Profetas o de los
Hagiógrafos. Citan del Pentateuco, de los libros históricos, de los Salmos y
de los Profetas, como igualmente la Palabra de Dios. (4.) Porque Cristo y los
escritores del Nuevo Testamento se refieren a todas las clases de hechos
registrados en el Antiguo Testamento como infaliblemente ciertos. Y no sólo
a hechos doctrinales, como los de la creación y prueba del hombre; su
apostasía; el pacto con Abraham; la promulgación de la ley en el Monte
Sinaí; no sólo a grandes hitos históricos, como el diluvio, la liberación del
pueblo esclavizado en Egipto, el paso del Mar Rojo, sino que también se
refieren a circunstancias semejantes pero incidentales, o a hechos de una
importancia aparentemente menor, como que Satanás tentó a nuestros
primeros padres habiendo tomado forma de serpiente; que Elías sanó a
Naamán el sirio, y que fue enviado a la viuda de Sarepta; que David comió el
pan de la proposición en el tabernáculo; e incluso aquella gran piedra de
tropiezo, que Jonás estuvo tres días en el vientre de la ballena. Todas estas
cosas son mencionadas por nuestro Señor y sus Apóstoles con la sublime
simplicidad y confianza con que son recibidas por los niños pequeños. (5.)
Subyace en la misma idea de la Biblia que Dios escogió a unos hombres para
que escribieran historia, a otros para que compusieran salmos; a otros para
que desvelaran el futuro; a otros para que enseñaran doctrinas. Todos
fueron igualmente sus órganos, y cada uno fue infalible en su propia esfera.
Así como el principio de la vida vegetal impregna a toda la planta, raíz, tallo
y flor, y así como la vida del cuerpo pertenece tanto a los pies como a la
cabeza, así el Espíritu de Dios impregna toda la Escritura, y no más en una
parte que en otra. Algunos miembros del cuerpo son más importantes que
otros, y algunos libros de la Biblia deberían tener precedencia en ser
preservados. Puede que haya tanta diferencia entre el Evangelio de San Juan
y el Libro de las Crónicas como entre el cerebro de un hombre y su cabello;
sin embargo, la vida del cuerpo está tan verdaderamente en el cabello como
en el cerebro.
1. Esto una vez más está incluido en la infalibilidad que nuestro Señor adscribe a
las Escrituras. Un mero informe o registro humano de una revelación divina tendría
que ser necesariamente no sólo falible, sino más o menos errónea.
2. Los pensamientos están en las palabras. Las dos cosas son inseparables. Si las
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H. DEMOSTRACIÓN DE LA DOCTRINA
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sagrados usan las mismas palabras y formas de expresión que usaban los
antiguos para comunicar esta idea, se tiene que suponer, con toda
honradez, que significaban el mismo concepto. Él tomó tal posesión de
personas determinadas que hizo de ellas instrumentos de sus
comunicaciones. A estas personas los griegos las llamaban theophoroi (los
que llevaban un Dios dentro de ellos); o, enthios (aquellos en los que
moraba un Dios). En la Septuaginta se emplea la palabra pneumatophoros
en el mismo sentido. En Josefo,5 la idea es expresada mediante la frase td
theiói pneumati kekinémenos; con las que se corresponden de manera
exacta las palabras de Pedro (2 Pedro 1:21): hupo pneumatos pheromenoi;
y lo que es escrito por los hombres bajo la influencia del Espíritu es
llamado graphé theopneustos (2 Ti 3:16). ...
2. Por el significado y uso de la palabra “profeta”. Los escritores sagrados
dividen las Escrituras en «la ley y los profetas». Como la ley fue escrita por
Moisés, y Moisés era el más grande de los profetas, sigue de ello que todo
el Antiguo Testamento fue escrito por profetas. Un profeta, en el sentido
escritural del término, es un portavoz, uno que habla por otro, en su
nombre y con su autoridad; de modo que no es el portavoz sino aquella
persona en cuyo nombre actúa, la que es responsable de la veracidad de lo
dicho. ... Esto determina de una manera decisiva lo que es un profeta. Es la
boca de Dios; uno por medio del que Dios habla al pueblo, de modo que lo
que dice el profeta lo dice Dios. Así, cuando un profeta era consagrado, se
decía: «He aquí he puesto mis palabras en tu boca» (Jer 1:9; Is 51:16). ...
Era un mensajero de Dios; hablaba en nombre de Dios; las palabras «Así dice
Jehová» estaban constantemente en su boca. Se dice de este y aquel profeta
que «la palabra de Jehová» vino sobre él. Esto es precisamente lo que
enseña el Apóstol Pedro cuando dice (2 Pedro 1:20, 21): «Ninguna profecía
de la Escritura procede de interpretación privada, porque nunca la profecía
fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios
hablaron siendo inspirados (pheromenoi, impulsados como una nave por
el viento) por el Espíritu Santo». La profecía, esto es, lo dicho por un profeta,
no era humana, sino divina. No era la propia interpretación del profeta de la
mente y voluntad de Dios. Hablaba como órgano del Espíritu Santo.
3. Porque lo que dijeron los profetas lo dijo Dios. Cristo mismo dijo que fue
por el Espíritu que David llamó Señor al Mesias (Mt 22:43). En el Salmo 95:7
(RVR) David dice: «Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestro corazón»;
pero el Apóstol dice (en He 3:7) que éstas fueron palabras del Espíritu
Santo. ... En Hechos 28:25, Pablo les dijo a los judíos: «Bien habló el Espíritu
Santo por medio del profeta Isaías a vuestros padres». Y es de esta manera
que Cristo y sus Apóstoles se refieren constantemente a las Escrituras,
mostrando más allá de toda duda que creían y enseñaban que lo que los
sagrados escritores habían dicho lo había dicho el Espíritu Santo.
4. Por el testimonio que Dios dio de la infalibilidad de los Apóstoles. Los
corintios objetaban a la predicación de Pablo que él no intentaba dar
ninguna prueba racional o filosófica de las doctrinas que proponía; que su
lenguaje y manera de discurrir no se ajustaba a las normas de la retórica. Él
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Juan 10:35
A. QUÉ ES LA INERRANCIA
Lo que el término inerrancia nos da a entender es que Dios actuó sobre los autores
humanos de la Biblia de tal manera que ellos usaron sus personalidades individuales al
escribir sin error la revelación de Dios al hombre en las palabras de los manuscritos
originales. Cuando hablamos de inerrancia no solamente queremos decir que la Biblia
no contiene errores, sino que ella es la verdad.
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En resumen, Dios puede permitir error, pero Él no puede producir error. Puesto que
Dios inspiró la Biblia, ésta no puede contener error.
Algunos cristianos han devaluado la veracidad de la Biblia porque ellos creen que no es
esencial para la comisión de predicar el evangelio de Cristo. Mientras que la inerrancia
no es técnicamente esencial para la salvación, si es lógicamente esencial para la
salvación. Si perdemos esta doctrina fundamental, ponemos en riesgo a todas las otras
doctrinas bíblicas. Podemos ver esta conexión al observar que las doctrinas anti-
cristianas que se ven hoy día comenzaron con debates sobre la veracidad de las
Escrituras.
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"No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para
abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la
tierra, ni una jota, ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se halla cumplido."
Otras fuentes de autoridad condenan los intentos de algunas personas por adjudicar
mayor autoridad a las tradiciones humanas que a la autoridad de la palabra de Dios.
Esto era verdad entre los judíos en los días del Señor Jesús. Al refutar a los Saduceos,
las Escrituras registran al Señor diciendo: "Erráis, ignorando las Escrituras y el poder de
Dios". (Mateo 22:29). El Señor Jesús frecuentemente reprendía a los fariseos por
elevar sus tradiciones al mismo nivel que La Palabra de Dios, corrompiendo las mismas
bases de la verdad, igualando sus tradiciones con la palabra de Dios. Así que en Marcos
7:13 el Señor declaró: "Invalidando la palabra de Dios con vuestra tradición que habéis
transmitido y muchas cosas hacéis semejantes a éstas". Ya que la Sola Scriptura es
inspirada, es por lo tanto, la autoridad definitiva.
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PARTE II
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LENGUAS BÍBLICAS
᾿ΕνρχἦνΛόγος,καΛόγοςἦνπρςτνΘεόν,καΘεςἦνΛόγος.
(En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios)
(Juan 1:1)
Hay algunas expresiones en arameo (la indicada más atrás es un ejemplo), aunque en
varios casos se notan sustratos de ese lenguaje (la penúltima frase de la Biblia, "Ven,
Señor Jesús", es un eco de la expresión aramea "Maranata" -Señor Nuestro, ven-).
Μαράνθά7
7
Maranatha es la transcripción griega de dos términos arameos, que anteriormente algunos suponían
ser una expresión imprecatoria o «una maldición reforzada por una oración», idea que contradicen las
indicaciones expresadas por su utilización en los documentos cristianos antiguos, como, p.ej. «La
doctrina apostólica», o didaque, documento procedente del principio del siglo II, y las «Constituciones
Apostólicas» (vii. 26), donde se usa de la siguiente manera: «Reúnenos en tu Reino que tú has
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(maranatha)
(1 Co. 16:22)
Hay dos cuestiones importantes para plantearnos: una en relación a la transmisión del
texto: ¿Son los manuscritos de la Biblia que están disponibles reproducciones fieles de
los manuscritos originales de cada libro de la Biblia?, y otra en relación con la
traducción del texto: ¿Las traducciones disponibles son reproducciones fieles de la
Biblia en los idiomas originales? Con respecto a la primera pregunta, hemos de decir
que no existen manuscritos originales de ningún texto bíblico; se conservan
solamente copias. La palabra "manuscrito" se utiliza para denotar cualquier cosa
escrita a mano, a diferencia de las copias producidas por una prensa. Contamos con
más de 2.500 manuscritos referentes al Nuevo Testamento. Los más importantes son
los 266 códices mayúsculos o unciales, y los 84 papiros. Algunos de ellos datan del siglo
II, es decir, de una época muy inmediata al periodo en que el Nuevo Testamento se
compuso. Existen casi cuatro mil manuscritos griegos del Nuevo Testamento.
El material de escribir más común del primer siglo era el papiro, del cual derivamos la
palabra "papel." Se hacía del tallo del papiro, cortando su médula en tiras delgadas.
Pegaban dos capas de estas tiras al través, y las dejaban secarse. Naturalmente el
material que resultó era bastante frágil. Se piensa que todo el Nuevo Testamento fue
escrito en papiro con la posible excepción de los Cuatro Evangelios y los Hechos, y que
esa es la razón básica por la cual no ha sobrevivido ninguna de las copias originales.
preparado. Maranata, Hosanna al Hijo de David; bendito el que viene en nombre del Señor, etc.». La
primera parte, que finaliza en «n», significa «Señor»; en cuanto a la segunda parte, los «Padres» la
consideraban como un tiempo pretérito, «ha venido». Los modernos expositores la toman como
equivalente a un presente, «viene», o futuro, «vendrá». Ciertos eruditos en arameo consideran que la
última parte consiste en «tha», e interpretan la frase como una exclamación, «Ven, nuestro Señor», o
«Oh, ven Señor». Sin embargo, el carácter del contexto indica que el apóstol está haciendo una
declaración en lugar de expresar un deseo o de pronunciar una oración. En cuanto a la razón de por qué
se usaba esta expresión, lo más probable es que fuera una expresión corriente entre los cristianos
primitivos, que incluía la consumación de sus deseos. «Al principio el título Marana o Maran, utilizado al
dirigirse a Cristo y al referirse a Él, no era otra cosa que la respetuosa designación del Maestro por parte
de los discípulos». Después de su resurrección utilizaron el título para dirigirse o referirse a Él como
aplicado a Dios, «pero se tiene que recordar aquí que los judíos de habla aramea no designaban a Dios
como «Señor» excepto de manera excepcional; de forma que en la sección «hebrea» de los cristianos
judíos la expresión «nuestro Señor» (Marana) se usaba solo con referencia a Cristo»
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Los primeros manuscritos del Nuevo Testamento están escritos en papiros, bien en
forma de rollo (por una cara), bien en formato de códice (por las dos caras). Sólo siglos
después (en el siglo IV) comenzará a utilizarse el pergamino, formado por piel de
animales, las cuales, convenientemente tratadas, se reducían a hojas finas y lisas,
finalmente, el papel.
Formato códice
Aunque los manuscritos originales están perdidos, los que aún existen permiten tener
un alto grado de confianza en el texto de la Biblia. Tanto el Antiguo como el Nuevo
Testamento están confirmados por un gran número de manuscritos de varias formas y
edades que cubren muchos siglos. Los principales testimonios del AT provienen de los
textos masoréticos. El texto bíblico se mantuvo únicamente con caracteres
consonánticos, sin vocales, hasta los comienzos de la Edad Media. Alrededor del
principio del siglo sexto los masoretas se hicieron cargo del trabajo de los escribas de
copiar los manuscritos del Antiguo Testamento; se dedicaron a tal labor entre los años
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500 y 1000 d.C. Ellos trabajaron con un cuidado escrupuloso. Tanto era así que para
cada libro del Antiguo Testamento contaron el número de versículos, de palabras y aún
de letras. ¡Llegaron al extremo de identificar la letra situada en el centro de cada libro!
Al contar todas las letras podían asegurarse que ni una letra había sido agregada o
quitada. Esto quiere decir que el texto fue copiado con un grado de exactitud como
nunca antes. Pero la contribución que hicieron los masoretas y que les dio mayor fama
fue la adición de las vocales, pues el alfabeto hebreo tiene solamente consonantes. La
palabra "masoreta" deriva del verbo hebreo "masar", que significa "transmitir". Los
masoretas tenían una preocupación por garantizar la lectura y la transmisión exacta
del texto. Así, anotaron cuidadosamente la pronunciación de cada palabra
incorporando signos vocálicos, junto con otras anotaciones marginales, que
constituyen la "masora". Desde entonces el texto se copió con el mayor cuidado,
reduciéndose casi a la nada las variantes entre un códice y otro.
Masoreta
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Qumran
El texto del NT sigue siendo el documento mejor atestiguado del mundo antiguo. Los
testimonios del NT entran en tres grandes categorías: los manuscritos griegos; las
traducciones antiguas a otros idiomas (versiones); y las citas del NT encontradas en los
escritos de los primeros autores eclesiásticos (los Padres de la Iglesia). Los manuscritos
griegos, más de 6,000, incluyen fragmentos en papiro, documentos unciales (escritos
en mayúsculas, sin espacios ni puntuación), y textos minúsculos (en escritura pequeña
semejante a la cursiva).
Los papiros forman el grupo más importante debido a que su fecha temprana implica
que son los más cercanos cronológicamente a los manuscritos originales. Por ejemplo,
tanto el p52 (que contiene unos cuantos versículos de Juan 18) como el p46 (que
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contiene todas las cartas de Pablo, excepto las pastorales) datan muy probablemente
de no más de 30 años posteriores a los escritos originales. El primer descubrimiento de
importancia de papiros griegos se hizo en 1897 cerca de la aldea de Oxyrhynchus,
como a 190 kilómetros al sur de Cairo.
Papiro Oxirrinco
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Sin embargo, esta gran variedad de manuscritos no presenta una uniformidad total de
los textos. Existen miles de variantes (la mayoría pequeñas) entre los manuscritos.
Aunque los escribas ponían gran cuidado y esfuerzo en hacer copias exactas, no eran
inmunes al error humano. Los errores de los escribas podían ser involuntarios o
intencionales. Los involuntarios son la causa de la mayoría de las variaciones textuales.
Generalmente incluyen errores de visión (por ejemplo, saltarse palabras o perder la
posición), manuales (trazos involuntarios o escritura de notas en los márgenes) y del
oído (confundir palabras que suenan casi igual o entender mal un vocablo). Los errores
intencionales se presentaban cuando los escribas intentaban corregir errores que
percibían en el texto o cuando lo alteraban por razones de doctrina y armonización.
Con frecuencia estos errores se estandarizaron en copias posteriores de la copia
defectuosa. Todos los manuscritos griegos muestran características que permiten a los
eruditos hacer una clasificación por familias de textos (alejandrinos, occidentales,
bizantinos) con base en su origen geográfico, estilo griego y fecha. Mediante un
análisis comparativo realizado por los practicantes de una ciencia llamada "crítica de
textos", los eruditos tamizan todos los manuscritos con el fin de reproducir la lectura
más plausible de los originales en cada caso. Todas las ediciones modernas de la Biblia
en cualquier lengua, sean de la confesión religiosa que sean, se hacen tomando como
base las ediciones críticas. La "Biblia Hebraica Stuttgartensia" es la edición crítica del
Antiguo Testamento en hebreo más usada. En el cuerpo de la edición se recoge
íntegramente Códice de Leningrado. Para el nuevo testamento se usa la edición de
Nestlé-Aland.
Los críticos de textos juzgan los textos con criterios muy rigurosos, tales como fecha,
tipo de texto, testimonios textuales (es decir, cuántos manuscritos presentan la misma
redacción), y razones posibles de las variaciones (por ejemplo, facilitar la comprensión
de un pasaje difícil desde el punto de vista teológico). Además de examinar los
manuscritos griegos, los críticos de textos consideran todos los demás testimonios
relevantes (las versiones y las referencias de los Padres de la Iglesia). Aunque la crítica
de textos es una ciencia muy compleja, y en ocasiones polémica, nos ha reafirmado al
menos dos cosas. Primero, ninguna de las variaciones (incluyendo las omisiones)
afecta el mensaje central o el contenido teológico de las Escrituras. Segundo, se puede
afirmar con seguridad que el texto de la Biblia de hoy es una reproducción exacta y fiel
de los manuscritos originales.
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Algunos traductores aseguran que una traducción fiel exige una equivalencia formal de
cada una de las palabras. Otros sostienen que la construcción de una correlación
directa palabra por palabra entre dos idiomas en realidad distorsiona el significado.
Estos traductores emplean un enfoque de equivalencia dinámica o funcional entre
frases. A la luz de consideraciones lingüísticas, exegéticas y estilísticas, las traducciones
producidas mediante la equivalencia dinámica o funcional tienden a reflejar con mayor
exactitud el significado original. La meta de todo traductor, sin importar que teoría
utilice, es producir una versión que refleje el texto con precisión, de manera que la
Biblia conserve su belleza literaria, grandeza teológica y, lo más importante, su
mensaje. El siglo XX ha dado lugar al surgimiento de muchas traducciones. Era
necesario actualizar las traducciones o producir otras debido a nuevos
descubrimientos de manuscritos, a cambios en el idioma español y a los avances de la
lingüística. Hoy en día, cuando alguien abre cualquier Biblia puede estar seguro de que
generaciones de estudiosos confiables han logrado preservar y proteger el mensaje
entregado originalmente en la Biblia
LA SEPTUAGINTA (LXX)
La más importante y la más vieja de las versiones antiguas del AT es la Septuaginta (se
abrevia LXX). Con excepción de los Rollos* del Mar Muerto, que marcaron época, los
más antiguos manuscritos del AT son copias de esta traducción al griego. Por tanto, la
LXX tiene gran importancia tanto desde el punto de vista del texto como de la historia.
La apócrifa Carta de Aristeas presenta un informe de la traducción del Pentateuco que
en la actualidad está muy desacreditado. Según este escrito, la versión habría sido
hecha por 70 (o más exactamente 72) eruditos judíos en Alejandría, bajo la dirección
del bibliotecario Demetrio Falereo; de allí el nombre de "Versión de los Setenta" o
Septuaginta. En realidad, fue obra de muchas personas -lo que resulta evidente por la
diversidad de estilos y métodos que se ven en ella- y no se terminó hasta c 150 a.C.
De acuerdo con la Carta de Aristeas, la traducción se hizo porque se consideraba que la
Escritura era digna de ocupar un lugar en la biblioteca real. Los eruditos modernos
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BIB 103 Introducción Bíblica 1º Curso
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creen que este interés cultural es una razón insuficiente para la producción de esta
versión, y que el verdadero motivo era satisfacer las necesidades religiosas de los
judíos de lengua griega que vivían en Alejandría. Tal vez un incentivo adicional para su
producción haya sido el deseo de esos judíos de demostrar la superioridad de su
religión, y un modo de acercarse al mundo helénico.
Esta versión es de alto valor, tanto desde el punto de vista textual como del histórico.
Puesto que se la produjo antes de la Era Cristiana, es de gran ayuda para la
recuperación del texto hebreo anterior a los masoretas. La LXX preparó el camino
para la obra misionera de los cristianos, y fue su primera Biblia. Era el AT de Pablo y
de la iglesia primitiva, y muchas de las citas del AT que aparecen en el NT provienen de
ella. Le dio forma al vocabulario religioso del NT y fue la base de otras importantes
traducciones. Los eruditos expertos en lenguas semíticas han descubierto en ella una
herramienta útil para el estudio de la morfología y la gramática hebreas.
Los 2 manuscritos más conocidos de la LXX son Biblias griegas que provienen de la
mitad del s IV d.C.: el Códice Vaticano (B) y el Códice Sinaítico (N).
Fragmento de la Septuaginta
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3. Símaco. Esta traducción, producida entre el 170 y el 200 d.C., tenía como propósito
no sólo ser exacta, sino también estar escrita en un griego bueno y literario. De
acuerdo con casi todas las autoridades de la antigüedad, Símaco era ebionita; pero
Epifanio dice que era un samaritano convertido al judaísmo.
a. El texto hebreo.
b. Una transliteración del hebreo en caracteres griegos.
c. La versión de Aquila.
d. La versión de Símaco.
e. La LXX en su texto revisado.
f. La versión de Teodocio.
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Tárgumes arameos.
Versiones siríacas.
El sirio, llamado a menudo arameo oriental, era el idioma de los cristianos de Siria y
Mesopotamia. Existen varias traducciones del NT en sirio, pero sólo 2 del AT.
Peshitta
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puede significar también «parte, sección»; en ese caso, se referiría a las secciones de la
Biblia siríaca leídas durante las celebraciones litúrgicas. Se sigue discutiendo sobre el
origen de la Peshitta. Efectivamente, aunque su redacción final se remonta a mediados
del siglo V d.C., es posible reconocer en ella varias capas que pueden remontarse
incluso hasta el siglo II d.C. Es fundamental la aportación de la Peshitta a la crítica
textual de la Biblia: se trata de una de las versiones más antiguas de la Escritura. Esta
versión comprende, para el Antiguo Testamento, también los libros apócrifos, es decir,
Eclesiástico, Baruc, Tobías, Juait, 1-2 Macabeos y Sabiduría, que se derivarían de una
recensión de los Setenta. De todas formas, la versión del Eclesiástico parece referirse a
una traducción directa del hebreo.
Respecto a la crítica textual, la Peshitta sigue fielmente el texto masorético. Por lo que
se refiere al Nuevo Testamento, la Peshitta, de la que nos han llegado unos 350
manuscritos, no recoge la 2 Pe, las 2-3 Jn, Jas ni el Apocalipsis, que no eran
considerados como canónicos en la comunidad de referencia. Debido al contexto
litúrgico y a la finalidad popular, la Peshitta sé presenta con un lenguaje sencillo,
aunque el estilo es elegante y claro.
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Versiones latinas.
Edición de la Vulgata
2. Vulgata. Esta versión latina la produjo Jerónimo (c 347-420 d.C.) como respuesta a
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BIB 103 Introducción Bíblica 1º Curso
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la solicitud del papa Dámaso (382 d.C.) para que revisara la Latina Antigua. Hizo 3
revisiones de los salmos. La de ellas, basada en la LXX, se conoce como Salterio
Romano (384 d.C.), porque Dámaso la adoptó oficialmente para que se la usara en las
iglesias de Roma e Italia. Sigue en uso oficial en la basílica de San Pedro (en Roma) y
en Milán. Le siguió una 2ª revisión, más minuciosa (c 387), que se basó en la Hexapla.
Esta, que fue adoptada Francia, se conoció como Salterio Galicano y todavía forma
parte de la Vulgata. La 3ª versión, que se conoce como Salterio Hebreo, porque fue
una nueva traducción hecha a partir del hebreo original, nunca se usó ni popularizó,
aunque se encuentra en algunos manuscritos de la Vulgata, mayormente en columnas
paralelas con la Galicana. Jerónimo dedicó después varios años a producir una nueva
traducción del resto de los libros del AT directamente del hebreo. Esta versión,
conocida como la Vulgata, o versión "vulgar, común", llegó a ser la Biblia de la
cristiandad europea de Occidente por espacio de 1.000 años, sigue siendo la oficial
de la Iglesia Católica Romana (reconocida así por el Concilio de Trento, celebrado en el
1546 d.C.) y constituyó la base de las primeras traducciones de las Escrituras al
español. Hoy existen en Europa unos 8.000 manuscritos de la Vulgata.
Texto de la Vulgata
EL TEXTUS RECEPTUS
El nombre "textus receptus" (texto recibido, llamado también "texto mayoritario" por
sus seguidores) proviene de la introducción a la segunda edición de 1633 de la edición
de Erasmo, donde dice "TEXTUM ergo habes nunc ab omnibus RECEPTUM..." ("El texto
que tenemos ahora que es recibido por todos...")
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Erasmo de Rotterdam
El texto preparado por Erasmo fue tomado (pese a sus inexactitudes) como el texto del
Nuevo Testamento aceptado por todos, por lo que se denominó "textus receptus". De
hecho, las primeras traducciones del Nuevo Testamento a las lenguas modernas se
realizaron utilizando este "textus receptus". Tras los descubrimientos de nuevos
códices y de papiros en los siglos XIX y XX, se ha abandonado ya el llamado "textus
receptus". Que el textus receptus no es la mejor opción disponible es un hecho. Por
ejemplo, Erasmo debió traducir desde la Vulgata para llenar unas pocas lagunas, como
los últimos seis versos del Apocalipsis.
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En 1882, con la edición del Nuevo Testamento Griego de B.F. Westcott y F.J.A. Hort, se
abandonó el textus receptus como fuente principal. La Biblia Reina Valera, en cambio,
se basó hasta su edición de 1960 en el textus receptus, pero eso cambió con su última
edición de 1995. Al basarse en el textus receptus, la RV60 traduce así 1 Juan 5:7 :
Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu
Santo; y estos tres son uno. Sin embargo, las nuevas versiones el versículo en cuestión
solo dice: Porque tres son los que dan testimonio
La Biblia de Casiodoro de Reina; conocida como la Biblia del Oso fue publicada en
Basilea, Suiza el 28 de Septiembre de 1569. Esta obra tiene la figura de un oso en la
portada que está parado junto a un árbol tratando de comer la miel de un panal que
se hallaba en la parte superior 1199 del árbol; se supone que así se quería ilustrar la
dulzura del mensaje de la Palabra de Dios. Tiene el mérito de ser la 1ª traducción
íntegra de la Biblia al español que se haya impreso y haya circulado. Esta Biblia está
vertida directamente de los textos originales hebreo y Griego.
Ha sido tan aceptada por el pueblo cristiano de habla castellana que hasta hoy sigue
siendo la favorita dentro del pueblo de Dios por casi cuatro siglos. Y esta Biblia es la
que Dios mismo ha utilizado para ganar más almas que cualquier otra versión. Cada
año se distribuyen en América Latina más de 20 millones de Biblias basadas en esta
maravillosa traducción.
Casiodoro de Reina nació en Sevilla España en 1519 0 1520. Estudió para sacerdote y
posteriormente se convirtió en un predicador del evangelio.
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BIBLIA DE WYCLIFFE
La primera Biblia completa en inglés fue publicada por John Wycliffe. El Nuevo
Testamento apareció en 1382. Y la Biblia completa dos años más tarde (1384).
J. Wycliffe
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Se estima que por lo menos un tercio de la versión de rey Jaime contiene las mismas
palabras de Tyndale, y que en los dos tercios restantes prevalece el estilo literario de
él. Algunos eruditos han dicho que el 90 por ciento del Nuevo Testamento de Tyndale
permanece en la versión del rey Jaime. No se le permitió a Tyndale realizar esta obra
en Inglaterra, de modo que tuvo que trasladarse al continente. Pero aun allí fue
perseguido de ciudad en ciudad, y muy a menudo su vida y sus escritos es tuvieron en
serio peligro. A la cabeza de esa oposición estaba el arzobispo de Londres, quien
ordenó que todas las copias del Nuevo Testamento de Tyndale fueran quemadas.
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William Tyndale
Biblia de Tyndale
No nos sorprende que Tyndale haya muerto la muerte de los mártires. Un supuesto
amigo de él, a quien precisamente le había prestado algún dinero lo traicionó, y lo hizo
caer en una trampa. Después de sufrir en la prisión cerca de un año y medio, Tyndale
fue estrangulado y quemado en 1536. Sus ultimas palabras fueron "Señor, abre los
ojos del rey de Inglaterra".
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PARTE III
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Y a todos los que anden conforme a esta regla (κανονι)8, paz y misericordia sea a ellos,
y al Israel de Dios.
Gálatas 6:16
La palabra canon que proviene del griego “kanón”, significaba primitivamente una
caña recta que servía para medir, una regla, un modelo (Ez 40,3),. El término griego
“kanón” es afín a los vocablos “káne”, “kánne”, “kánna” = caña, que probablemente
proceden de las lenguas semíticas, en las que hallamos la misma raíz. Así tenemos en
hebreo “qaneh” = “vara para medir”, en asirio “kanú”, en sumerio-acádico “qin”. Por
consiguiente, la voz “kanón” transcrita al latín bajo la forma de canon designaba en
sentido propio una vara recta de madera, una regla que era empleada por los
carpinteros. En sentido metafórico indicaba cierta medida, ley o norma de obrar, de
hablar y de proceder. Esta es la razón de que los gramáticos alejandrinos llamasen
“kanón” a la colección de obras clásicas que, por su pureza de lengua, eran dignas de
ser consideradas como modelos.
8
κανών kanón; de κάνη káne (caña derecha, i.e., vara); regla («canon»), i.e. (fig.) norma (de fe y
práctica); por impl. límite, frontera, i.e. (fig.) esfera (de actividad):-regla. (STRONG)
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acción.
El canon, por tanto, se puede definir como la lista de los libros que se consideran
inspirados y son norma de vida para los creyentes que los aceptan como palabra de
Dios.
B. TERMINOLOGÍA
Iglesia Católica:
DEUTEROCANÓNICOS: Aquellos libros sobre cuya canonicidad alguna vez hubo dudas,
p ero que al final llegaron a entrar en el canon. Estos libros son:
APÓCRIFOS: Son los libros sobre cuya canonicidad se dudó durante un cierto tiempo,
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Iglesia Protestante:
CANÓNICOS: Aquellos libros sobre cuya canonicidad nunca se dudó. Son los libros que
aparecen actualmente en nuestra versión Reina-Valera.
CANON JUDÍO: Aceptan sólo los libros canónicos del Antiguo Testamento, es decir,
aquellos escritos en hebreo.
CANON CATÓLICO: Según la definición del Concilio de Trento, se aceptan todos los
libros que ellos denominan “protocanónicos” y “deuterocanónicos”, con todas sus
partes.
TRADICIÓN
Protocanónicos Deuterocanónicos Apócrifos
CATÓLICA
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TRADICIÓN
Canónicos Apócrifos Pseudoepigráficos
PROTESTANTE
No sabemos con certeza cuándo comenzaron los judíos a reunir los Libros Sagrados en
colecciones. Pero sí sabemos con plena seguridad que los judíos poseían libros que
consideraban como sagrados y los rodeaban de gran veneración. El canon judío de los
Libros Sagrados ignoramos cuándo fue definitivamente cerrado. Para unos sería en
tiempo de Esdras y Nehemías (s. V a.C.); para otros, en la época de los Macabeos (s. II
a.C.). Lo cierto es que los judíos tenían en el siglo I de nuestra era una colección de
libros Sagrados, que consideraban como inspirados por Dios, y contenían la revelación
de la voluntad divina hecha a los hombre. En este sentido tenemos testimonios
clarísimos de Flavio Josefo, del cuarto libro de Edras y del Talmud.
Jesucristo, los apóstoles y la Iglesia primitiva recibieron de los judíos el canon del
Antiguo Testamento. Por consiguiente, parece conveniente estudiar los testimonios
históricos que han llegado hasta nosotros acerca dela formación del canon del Antiguo
Testamento.
Antes del destierro existen muchos lugares en la Sagrada Escritura que demuestran
que los hebreos tuvieron especial cuidado en conservar ciertos libros escritos por
Moisés, Josué, Samuel y otros grandes hombres del pueblo israelítico. En diversas
ocasiones Dios manda a Moisés que ponga por escrito las leyes, tanto civiles como
cultuales (cf. Ex 17,14; 34,27; Núm 33,2; Deut 31,9-14). También escribió el libro de la
alianza (Ex 24,4; Deut 27,8; cf. Ex 20,22-23,19). La Ley mosaica, dada por el gran
legislador al pueblo elegido, fue posteriormente aumentada con nuevas leyes y
adaptada a las necesidades de los tiempos. Esta Ley, designada por los hebreos con el
nombre de “Torah”, gozó siempre de gran autoridad entre ellos. Josué, el sucesor de
Moisés, añadió nuevas leyes y ordenaciones, “escribiéndolas en el libro de la Ley de
Dios” (Jos 24,25). Samuel, profeta, “Samuel recitó luego al pueblo las leyes del reino, y
las escribió en un libro, el cual guardó delante de Jehová.” (1 Sam 10,25). Ezequías,
rey, mandó coleccionar las sentencias de Salomón (Prov 25,1).
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Pero es sobre todo en la época del rey Josías (640-608 a.C.), cuando se comienza a
hacer recurso a la autoridad de un texto escrito, cuyo carácter de código sagrado
parece que había sido reconocido oficialmente. Antes del reinado de Josías no consta
que la Ley mosaica haya gozado de una autoridad “canónica” universalmente
reconocida. Según el testimonio de la Sagrada Escritura, antes de la reforma de Josías
existían muchas prácticas de culto que no eran conformes con las prescripciones del
Levítico (cf. 2 Re 23,4-15). Sin embargo, después que el sumo sacerdote Helcías
encontró en el templo de Jehová “el libro de la Ley” (cf. 2 Re 22-23; 2 Crón 34,35), las
cosas cambiaron radicalmente. No se sabe si el libro encontrado ha de ser identificado
con el Pentateuco entero, o más bien con sólo el Deuteronomio. Pero el hecho es que,
a partir de este momento, “el libro de la Ley” fue considerado como algo muy sagrado
y como la colección de las leyes dadas por Dios a Israel. En los libros de los Reyes
encontramos ya las primeras citas explícitas de “la Ley de Moisés” (cf. 1 Re 2,3 = Deut
29,8; 2 Re 14,6 = Deut 24,26).
Los profetas Isaías (Is 30,8; 34,16) y Jeremías (Jer 36, 2-4.27-32) escribieron sus
profecías. Y la obra del profeta Jeremías está inspirada indudablemente en el espíritu
de la reforma de Josías. Este mismo profeta tiene citaciones de profetas anteriores (Jer
26,18s; 49,14-16 = Miq 3,12; Abd 1.4), lo cual parece indicar que ya existían
colecciones de profecías.
El primer testimonio en este sentido es el del libro de Nehemías (c. 8-9). En él se narra
que Esdras, sacerdote y escriba, leyó y explicó la Ley de Moisés delante del pueblo (444
a.C.). Y, después de escuchar su lectura, el pueblo prometió con juramento observarla,
lo cual parece indicar que reconocían autoridad canónica al Pentateuco.
El profeta Daniel afirma que “en el año primero de su reinado, yo Daniel miré
atentamente en los libros el número de los años de que habló Jehová al profeta
Jeremías, que habían de cumplirse las desolaciones de Jerusalén en setenta años”
(Dan 9,2; cf. Jer 25,11; 29,10). Esto demuestra con bastante claridad que en aquel
tiempo ya existía una colección de Libros Sagrados.
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El libro del Eclesiástico, escrito en hebreo en Palestina hacia el año 180 a.C. por Jesús,
hijo de Sirac, y traducido al griego por su nieto hacia el año 130 a.C., contiene un
prólogo añadido por el traductor que es de la máxima importancia para la historia del
canon. En él, el nieto de Jesús ben Sirac habla de su abuelo, el cual “se dio mucho a la
lección de la Ley, de los Profetas y de los otros libros patrios” (Eclo prólogo; el
traductor emplea por tres veces la misma expresión en el prólogo). De aquí podemos
deducir que la Biblia ya estaba dividida por aquel entonces en tres grupos. Dos de los
cuales, la Ley y los Profetas, es muy posible que ya estuvieran definitivamente
completos y cerrados. El tercero, en cambio, designado con un término indefinido, los
otros libros, parece como insinuar que aún estaba en etapa de formación y que todavía
no había alcanzado la meta final. Además, Jesús ben Sirac, en el himno de alabanza a
los padres (Eclo c. 44-49), sigue ordinariamente el orden de los escritos bíblicos,
probando de esta manera que conocía todos los libros que los hebreos colocaban bajo
el título de profetas anteriores y posteriores. Por otra parte, de las citas que tiene de
otros libros del Antiguo Testamento se puede concluir que conocía casi todos los libros
del canon hebreo. De los únicos que parece no hacer referencia alguna son el Cantar
de los Cantares, Daniel y Ester.
En el libro segundo de los Macabeos, escrito en griego hacia el año 120 a.C., se
encuentra una carta de los judíos de Jerusalén, escrita poco después del 164 a.C.,
dirigida a Aristóbulo y a los judíos de Egipto (cf. 2 Mac 1,10-2,19). En ella se habla de
un ejemplar de la Ley, que el profeta Jeremías habría entregado a los deportados (2
Mac 2,1). También se hace referencia a los escritos sagrados que Nehemías había
reunido en su biblioteca, y a los que Judas Macabeo –siguiendo su ejemplo- había
juntado, después de haber sido desperdigados por la guerra (2 Mac 2,13-15). Los libros
que reunieron tanto Nehemías como Judas Macabeo se designan bajo los títulos
generales de “libros de los reyes”, “libros de los profetas”, “libros de David” y “las
cartas de los reyes sobre las ofrendas” (2 Mac 2,13).
El libro primero de los Macabeos habla de Daniel y de sus tres amigos: Ananías,
Azarías y Misael, que por su inocencia y su gran fe fueron librados de la boca de los
leones y del horno de fuego (1 Mac 2,59s). Esto nos demuestra que el libro de Daniel
ya formaba parte del canon de las Sagradas Escrituras hacia el fin del siglo II (cf. 1 Mac
12,9).
Filón (+38 d.C.), el filósofo judío alejandrino, no trata ex professo del canon del
Antiguo Testamento, pero cita el Pentateuco –al que atribuye mayor grado de
inspiración-, Jos, Jue, Re, Is, Jer, los Profetas Menores, Salmos, Prov, Job, Esd[4].
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aunque no nombra explícitamente los libros. Parece que no se alude a los libros de
Rut, Esd-Neh, Est, Ecl, Cant, Abd, Nah y a los apócrifos del Antiguo Testamento. Pero es
indudable que los autores del Nuevo Testamento admitían y usaban los libros
canónicos recibidos por los judíos.
Flavio Josefo (a. 38-100 d.C.), en su libro Contra Apión (1,7-8), compuesto hacia el
año 97-98 d.C., escribe que los judíos no tenían millares de libros en desacuerdo y
contradicción entre sí, como sucedía entre los griegos, sino sólo veintidós9, que eran
justamente considerados como divinos y contenían la historia del pasado. Los 22 libros
los distribuye de la siguiente manera: cinco de Moisés, trece de los profetas y otros
cuatro libros que contenían himnos de alabanza a Dios y preceptos de vida para los
hombres. Este texto de Josefo Flavio es de gran importancia, aunque no nos dé los
nombre de los libros.
El cuarto libro de Esdras, escrito hacia el final del siglo I d.C., afirma que el número
de los libros sagrados es de veinticuatro. El autor de este libro de Esdras nos da una
descripción de tipo legendario sobre la manera como Edras, escriba y sacerdote, logró
rehacer los libros sagrados destruidos por Nabucodonosor. Movido por el espíritu
profético, estuvo dictando a cuatro escribas, durante cuarenta días consecutivos,
noventa y cuatro libros. De éstos, veinticuatro debían ser leídos por los dignos y los
indignos, y los otros setenta había que entregarlos a los hombres instruidos (4 Esd
14,44s). El número de veinticuatro libros corrobora evidentemente la cifra de 22 libros
que nos da Flavio Josefo, y que se consigue juntando Rut con Jueces y las
Lamentaciones con Jeremías. En consecuencia, la pequeña diferencia de veinticuatro y
de veintidós es sólo aparente y depende del cálculo que se siga.
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En este catálogo no se dice nada de los siete libros apócrifos: Tobías, Judit, Baruc,
Eclo, 1 y 2 Macabeos y Sabiduría.
Son bastantes los autores antiguos que atribuyen el canon de 24 libros del Antiguo
Testamento a Esdras. Por eso se le suele llamar canon esdrino. Esta opinión fue de
nuevo resucitada en el siglo XVI por el judío Elías Levita (+1549), el cual afirmó que
Esdras había sido ayudado en su labor por los “miembros de la Gran Sinagoga”. A Elías
Levita siguieron muchos protestantes y católicos, de tal forma que se convirtió en la
opinión común hasta nuestros días. Hoy, sin embargo, ha sido abandonada por todos
los autores. Para los protestantes, Esdras habría cerrado de modo definitivo el canon,
de tal manera que en lo futuro no se permitió añadir más libros; para los católicos, en
cambio, la compilación canónica de Esdras no había sido definitiva. Por eso, los judíos
alejandrinos pudieron añadir más tarde los libros apócrifos.
Varios eran los argumentos en que se apoyaba esta opinión. En primer lugar, el
celo de Esdras por la Ley. El 2 Mac 2,13 afirma que Nehemías hizo una biblioteca para
recoger los Libros Sagrados. Flavio Josefo atribuye la formación del canon al tiempo de
Artajerjes I Longímano (a. 465-425 a.C.), es decir, al período en que tuvo lugar la
actividad religiosa de Esdras y Nehemías. Y el relato del 4 Esd 14,18-47 demuestra que
era creencia común entre los judíos que el canon había sido determinado por Esdras.
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La versión griega de los Setenta, ejecutada en Egipto entre el 300-130 a.C., contenía,
además de los libros protocanónicos, recibidos por todos los judíos, otros siete libros
llamados apócrifos: Tobías, Judit, Baruc, Eclesiástico, 1 y 2 Macabeos, Sabiduría y
fragmentos de Ester (10,4-16,24) y Daniel (3,24-90; 13; 14).
Símbolo Gnóstico
Según una leyenda, de la que se hace eco el IV libro de Esdras, Dios hace a éste una
suprema revelación; le otorga una inspiración especial que le permite dictar en 40 días
94 libros, de los cuales debían ser hechos públicos inmediatamente 24, o sea, los libros
del canon hebreo del A. T., mientras que los 70 restantes debían ser confiados a los
sabios, de los que evidentemente forma parte Esdras. De esos 70, los apocalipsis,
compuestos, según se pretendía, por Enoc, Moisés y los patriarcas, habrían de
permanecer escondidos desde la época en que habían sido redactados hasta el fin de
los tiempos. De ahí el nombre de libros apócrifos (término griego, que significa
“escondido”) (cfr. IV Esdras XVI, 45-48). Los que aprobaron estos libros pretenden que
fueron retirados del uso común porque contenían sabiduría secreta que solamente los
iniciados debían saber. Los que rechazaron estos libritos dijeron que 'fueron
escondidos por ser espúreos”. Jerónimo, (en el siglo IV d.C.) parece haber sido la
primera persona que los llamó Apócrifos.
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En la versión Septuaginta (en griego) y en la Vulgata (en latín) estos libros aparecen
repartidos en varias partes del Antiguo Testamento. En 1534 Lutero terminó la
traducción de la Biblia al alemán de los idiomas originales, hebreo y griego. Ya que no
encontró los Libros Apócrifos en la Biblia Hebrea, los tradujo al final y los colocó entre
el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento. M. Corverdale siguió la misma pauta
cuando publicó, al año siguiente, la primera Biblia en inglés. Todas las Biblias
protestantes en inglés hicieron lo mismo.
La Biblia conocida como "the Great Bible" (la Biblia Grande de 1539) cita en su prólogo
la declaración de San jerónimo que esos libros eran buenos para edificación, pero que
no eran autoritativos. La Biblia de Ginebra de 1560 ("Geneva Bible") dio un paso más
adelante y afirmó que tales libros no debieran de emplearse para decidir ningún
asunto doctrinal, sino solamente para conocimiento de la historia e instrucción en la
vida piadosa. Pero la Biblia de los Obispos ("Bishop's Bible" 1568) se publicó sin
ninguna advertencia parecida. Siendo que la famosa versión que lleva el nombre del
Rey Santiago ("King James" 1611) era una revisión de la Biblia de los Obispos,
solamente puso el encabezamiento de "Libros Apócrifos" sin ninguna nota de
descrédito. Es más, uno de los hombres responsables por su producción llegó a ser el
Arzobispo de Canterbury y en virtud de tal puesto decretó que cualquiera persona que
publicara una Biblia en inglés sin los Libros Apócrifos sería encarcelada por un año.
Pero los puritanos "persiguieron a los Libros Apócrifos" para citar la frase de Federico
Kenyon. Desde el año 1590 aparecieron algunas copias de la "Biblia de Ginebra" que
los puritanos hicieron suya, sin dichos libros. Por el año 1629 sucedió otro tanto con la
Versión del Rey Santiago bajo la influencia puritana.
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En primer lugar, tenemos que reconocer que contienen mucho material de valor
histórico y religioso. Hay que recordar, sin embargo, que no son parte de la inspirada y
autoritativa Palabra de Dios. De modo que no debieran de tener ningún lugar en la
Biblia, sino que deben de estudiarse por separado.
Quizás su relato más interesante es la Historia de los Tres Guardias. Debatían acerca de
cuál era la cosa más poderosa del mundo. Uno dijo, "el vino"; otro, "el rey"; y el
tercero, "La Mujer y la Verdad." Pusieron estas tres respuestas debajo de la almohada
del rey. Al despertarse, él demandó que los tres hombres defendieran sus respuestas.
El fallo unánime fue, "La verdad es grande y supremamente poderosa." Porque
Zorobabel había dado esta respuesta se le permitió como recompensa reconstruir el
templo en Jerusalén.
II Esdras (100 d.C.) es un libro apocalíptico que contiene siete visiones. Se dice que
dichas visiones confundieron de tal modo a Martín Lutero que tiró el libro al río Elba.
Tobit (la primera parte del siglo II, a.C.) es una corta novela. Marcadamente farisaica
en tono, recalca la Ley, las comidas limpias, los lavamientos ceremoniales, las obras de
caridad, el ayuno y la oración. Es palpablemente antibíblico en su declaración de que la
limosna expía el pecado.
Judit (a mediados del siglo 2 a.C.) es también ficticio y farisaico. La heroína de la novela
es Judit, una hermosa viuda judía. Al ser asediada su ciudad, salió ella con su sirvienta y
una provisión de comida ceremonialmente limpia y entró en la tienda del general del
ejército enemigo. El se enamoró de su hermosura y le dio un lugar en su tienda.
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Adiciones al Libro de Ester (alrededor del 100 a.C.). El libro de Ester es único entre los
libros del Antiguo Testamento por el hecho de no hacer ni una mención del nombre de
Dios. Relata que Ester y Mardoqueo ayunaron, pero no declara específicamente que
oraron. Para compensar esa falta, las Adiciones tienen largas oraciones atribuidas a
estos dos, junto con un par de cartas que se supone fueron escritas por Asuero.
La Sabiduría de Salomón (alrededor de 40 d.C.). Se escribió para impedir que los judíos
cayeran en el escepticismo, el materialismo y la idolatría. Como en Proverbios, aquí
encontramos la personificación de la Sabiduría. Muchos sentimientos nobles hallan
expresión en este libro.
Eclesiástico, o la Sabiduría de. Jesús Hijo de Sirac (alrededor de 180 a.C.), demuestra
un nivel elevado de sabiduría religiosa, algo parecido al libro canónico de Proverbios. A
la vez presenta mucha sabiduría práctica. Por ejemplo, tratando de pláticas de
sobremesa, dice así:
Y en otro lugar:
En sus sermones, Juan Wesley cita varias veces al Eclesiástico. Todavía se le usa
extensamente en los círculos de la Iglesia Anglicana.
Baruc (alrededor de 100 d.C.) se representa como escrito por Baruc, el escribiente de
jeremías en el 582 a.C. En realidad es probable que el libro sea un intento de
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Nuestro libro de Daniel tiene 12 capítulos. El primer siglo antes de Cristo se le añadió el
capítulo 13, la historia de Susana. Ella era la bella esposa de un judío principal de
Babilonia, a cuya casa acudían frecuentemente los ancianos y jueces judíos. Dos de
ellos se enamoraron de ella e hicieron la tentativa de seducirla. Cuando ella lanzó un
grito, los dos ancianos dijeron que la habían encontrado debajo de un árbol en los
brazos de un joven. Ella fue traída ante el tribunal. Ya que había dos testigos que
concordaban en su testimonio, ella fue condenada y sentenciada a muerte.
Pero un joven llamado Daniel interrumpió el procedimiento e interrogó a los dos
testigos. Por separado les preguntó cuál era el árbol del huerto debajo del cual habían
encontrado a Susana y su amante. Cuando los dos dieron respuestas contradictorias,
ellos mismos fueron sentenciados a muerte y Susana se salvó.
Bel y el Dragón se añadió al libro de Daniel más o menos por el mismo tiempo y
aparece como el capítulo 14 del libro. Su propósito principal era enseñar la insensatez
de la idolatría. Contiene dos historias.
En la primera historia el rey Ciro preguntó a Daniel por qué no adoraba a Bel, ya que
aquel dios comprobaba su grandeza, comiendo a diario muchas ovejas juntamente con
mucha harina y aceite. Por tanto Daniel esparció cenizas sobre el piso del templo
después que hubieron colocado la comida sobre la mesa para su dios. En la mañana el
rey llevó a Daniel al templo para mostrarle que M había consumido toda la comida
durante la noche. Pero Daniel le enseñó al rey las cenizas en el suelo y las huellas de
los sacerdotes y sus familias que habían entrado secretamente debajo de la mesa. El
rey ordenó la muerte de los sacerdotes y la destrucción del templo.
Es muy obvio que la siguiente historia del Dragón es igualmente legendaria en carácter
juntamente con Tobit, Judit y Susana, estas historias pueden clasificarse como nada "
que escritos judíos novelísticos con poco o nada de valor religioso.
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I Macabeos (primer siglo a.C.) es quizás el libro más valioso entre los Libros Apócrifos,
porque relata las hazañas de los tres hermanos Macabeos-Judas, Jonatán y Simón.
Juntamente con Josefo, ésta es nuestra fuente histórica más importante para este
período crucial y dramático de la historia judía.
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Símbolo Gnóstico
A. LA NOCIÓN DE "PSEUDOEPIGRÁFICO"
Entre los muchos escritos de los cuatro géneros neotestamentarios que se produjeron
en los cinco primeros siglos, se fijó el criterio de la apostolicidad para decidir sobre su
fiabilidad. Por eso frecuentemente las obras cristianas se ponían bajo nombres de
Apóstoles, para garantizar así su verdad.
A mediados del siglo II, movidos por la herejía gnóstica (que pretendía utilizar libros no
fiables en sus reuniones), terminó el proceso de establecer un consenso sobre los
libros fiables, aunque hasta el siglo IV no quedó fijada definitivamente la lista de los 27
libros canónicos.
Para los gnósticos, los libros "pseudoepígrafos" eran los libros mantenidos en secretos,
y tenían un sumo valor. Para los cristianos estos libros eran falsos, heréticos y
reprobables.
Otra clasificación:
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• Cartas pseudoepigráficas;
• Hechos de los apóstoles;
• Apocalipsis.
Ahora denominamos así los libros escritos en los dos primeros siglos que, utilizando
fuentes muy antiguas, a veces son de origen gnóstico y otras veces son escritos que
pretenden completar aspectos de la vida de Cristo y los Apóstoles, movidos por el
deseo natural del pueblo de conocer más cosas de la vida del Señor y sus discípulos.
Se recogen tradiciones orales, datos sobre los Apóstoles y la vida de los primeros
cristianos.
En Resumen:
C. CLASIFICACIÓN
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Nag Hammadi
EL EVANGELIO DE JUDAS
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No nacieron en paralelo con los Hechos de los Apóstoles de Lucas, sino posteriormente
y ara complementarlos. Datan de los siglos II y III los cinco grandes Hechos: Acta
Andrés, Juan, Pablo, Pedro y Tomás.
Hay otros Hechos redactados a partir del siglo IV, pero de menor importancia, y que
dependen de los anteriores.
El nombre proviene del Apocalipsis de Juan. El género proviene del judaísmo. El Libro
de Daniel es la Apocalipsis más sobresaliente del Antiguo Testamento.
Los apocalipsis cristianos con escritos nuevos o refundiciones de otros antiguos, como
el Testamento de Abraham¸ la aposcalipsis de Esdras, Libro eslavo de Enoc.
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Temas de las apocalipsis del siglo II: explican el retraso de la parusía, el fin del mundo y
el más allá. En el siglo IV: descripción del cielo y del infierno, detalles sobre el juicio
final o el fin del mundo.
• Contenido: Trata de las revelaciones hechas a Hermas en Roma por dos figuras
celestiales. La primera era una mujer de edad, y la segunda, un ángel en forma
de pastor. En su conjunto, la obra viene a ser un sermón sobre la penitencia
• Autor: Desconocido pero de origen judío o, por lo menos, que había recibido
una formación judía
• Género: Apocalíptico
• Características: (NOTA: Leer este libro y hacer un resumen)
• Autor: Siria del este a mediados del siglo II. Escrito en griego.
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• Escritos entre 180 y 190, en Asia Menor o Roma. Se conservan dos terceras
partes de la obra.
• Primera parte: Jerusalén (12 años, choque con Simón el Mago).
• Segunda parte: Viaje a Roma (lucha con Simón).
• Tercera Parte: martirio de Pedro (predica la castidad ocasionando problemas
con Agripa, el prefecto romano; Quo vadis; martirio con la cabeza hacia abajo).
• Novela Quo vadis? de Henry Sienkiewicz (premio Nobel de literatura 1905).
• Escritos entre 185 y 195 por un presbítero del Asia Menor. Están incompletos.
• Estructura de la obra: Damasco, Jerusalén, Antioquía, Iconio, Antioquía, Myra,
Sidón, Tiro, Esmirna, Éfeso, Fililpos, Coritno, Italia, Roma.
• Parte primera: Acta Pauli cum Theclae Pablo (juega un papel secundario).
• Correspondencia epistolar de Pablo con los Corintios (versa sobre falsas
doctrinas gnósticas que alguno hombres han propalado en Corinto).
• Martirio de Pablo en Roma
• La finalidad no es teológica, sino de entretenimiento y edificación.
• Temas principales: resurrección y continencia.
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La aceptación con que los primeros cristianos recibían todo lo que provenía de
los verdaderos apóstoles explica bien que los fieles se sintieran movidos a conservar
aquellos preciosos escritos y a comunicarlos a otras comunidades. Esto mismo debió
de llevar a los cristianos a hacer diversas copias de aquellos escritos apostólicos y a ir
formando pequeñas colecciones de aquella nueva literatura. San Pablo ordena
expresamente a los colosenses que lean la epístola dirigida a los de Laodicea, y a los
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laodicenses les manda a su vez que lean la carta enviada a los colosenses11.
La literatura cristiana de fines del siglo I y del siglo II atestigua lo mismo. Según
la Didajé 8,2, es el mismo Señor el que habla y ordena en el Evangelio. San Clemente
Romano afirma que San Pablo, divinamente inspirado, escribió a los Corintios. La
Epístola de Bernabé también cita Mt 22,14 con la fórmula empleada ordinariamente
para citar el Antiguo Testamento: “gégraptai” = “está escrito”. Los escritos de los Pa-
dres apostólicos San Ignacio Mártir y San Policarpo están llenos de citas y de alusiones
tomadas de los evangelios y de las epístolas paulinas, lo cual indica la gran reverencia
que tenían de estos escritos.
c) Si las cartas de San Clemente Romano a los corintios y de San Ignacio Mártir
a los filipenses eran tenidas en tanta estima por los destinatarios, que hacían copias
para transmitirlas a otras Iglesias, mucho más estimados aún debían de ser los escritos
de los apóstoles. Así se explica fácilmente que ya desde un principio los escritos
apostólicos fueran coleccionados para leerlos públicamente en el culto divino. De la 2
Pe 3, 15-16, en que se habla de todas las cartas (“en pásais epistoláis”) de San Pablo,
se puede deducir que ya en aquel tiempo debía de existir alguna colección de las
epístolas del Apóstol. San Ignacio Mártir, en su epístola a los Efesios también parece
suponer la existencia de una colección de epístolas paulinas.
d) Tres fueron las causas principales que aceleraron la formación del canon del
Nuevo Testamento:
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Hay bastantes autores que sostienen que la epístola a los Laodicenses es la que desde finales del siglo
II ha sido llamada epístola a los Efesios.
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1. Formación del canon del Nuevo Testamento hasta el año 150.- Los escritos
del Nuevo Testamento, por haber sido en su mayoría escritos dirigidos a comunidades
particulares, no fueron conocidos inmediatamente por toda la Iglesia cristiana. Sin
embargo, ya tenemos desde los primeros tiempos de la Iglesia testimonios de gran
valor que demuestran la existencia de estos escritos sagrados. Las citas que nos han
transmitido los Padres apostólicos no suelen estar hechas literalmente, por lo cual
resulta a veces difícil determinar de qué libro del Nuevo Testamento han sido
tomadas. Hacia finales del siglo II encontramos ya testimonios explícitos, e incluso un
catálogo de Libros Sagrados del Nuevo Testamento, como veremos después.
b) Los Padres apostólicos no suelen citar los Libros Sagrados del Nuevo
Testamento por los nombres de sus autores. Pero sus escritos están plagados de citas y
de alusiones al Nuevo Testamento, de tal modo que sus testimonios son considerados
como ciertísimos. En los escritos de dichos Padres se encuentran citas de casi todos los
Libros del N. T., si exceptuamos las epístolas de Filemón y 3 Jn 14.
La Didajé (hacia el año 90 d.C.) cita frecuentemente a Mt, y parece conocer a Lc, 1 Tes,
1 Pe, Jds, y quizá Jn y Act 15.
San Clemente Romano (hacia 96) emplea Mt, 1-2 Tim, Tit, Hebr, y probablemente Lc,
Hechos, 1 Cor, Rom, 1-2 Pe, Sant.
Epístola de Bernabé (hacia 98) cita a Mt, Rom, Col, 2 Tim, Tit, 1 Pe, y probablemente
también conocía Jn.
San Ignacio de Antioquia (año 107) emplea en sus escritos Mt, Lc, Jn, Act, 1 Tes, Gál, 1
Cor, Rom, Col, Ef, Hebr.
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San Policarpo (hacia el año 108) alude en su carta a Mt, Mc, Lc, Jn, Act, 2 Tes, Gál, 1-2
Cor, Rom, Col, Ef, Fil, 1-2 Tim, Hebr, Sant, 1 Pe, 1 Jn.
Papías (hacia 110) es el primero que da los nombres de los autores de Mt, Mc, Jn, y
refiere algo acerca del origen de los evangelios. También conocía 1 Pe, 1 Jn, Apoc .
El Martyrium Polycarpi (hacia 150) se sirve de Mt, Jn, Act, Apoc y quizá Jds.
El Pastor de Hermas (hacia 140- 155) hace uso de Mt, Mc, Lc, Jn, Act, 1 Tes, 2 Cor, Rom,
Ef, Fil, Hebr, Sant, 1-2 Pe, Apoc.
c) Los apologistas todavía nos han transmitido testimonios mucho más claros
sobre los libros del Nuevo Testamento. Al tener que defender las doctrinas cristianas
contra los ataques de los infieles y de los herejes, recurren con frecuencia a citaciones
de los escritos sagrados.
Arístides Ateniense (hacia 140), en su Apología c. 15, narra la vida de Jesús, y afirma
que la venida de Jesucristo puede ser conocida por los escritos evangélicos. También
cita Mt, Jn, Act, Rom, 1 Tim, Hebr, 1 Pe.
San Justino (año 150-160) es el primer escritor antiguo que nos habla del uso litúrgico
del Nuevo Testamento en las reuniones de los cristianos. “Y en el día llamado domingo
-dice él-, todos los que viven en las ciudades o en el campo se reúnen en un lugar, y
ante ellos se leen las memorias de los apóstoles o las escrituras de los profetas
mientras el tiempo lo permite”. Las “memorias de los apóstoles” son los Evangelios,
según los demás escritos de San Justino. Cita con frecuencia los evangelios de Mt y Jn.
Habla también explícitamente del Apocalipsis, atribuyéndolo a San Juan Apóstol.
Conoce igualmente Act y todas las epístolas de San Pablo, Sant, 1-2 Pe, 1 Jn.
2. El canon del Nuevo Testamento desde el siglo II hasta el siglo IV.- Los
testimonios que poseemos de este período en favor de los Libros Sagrados del Nuevo
Testamento son clarísimos y de gran importancia.
Taciano Siro (hacia el año 172), sirviéndose de los cuatro evangelios, compuso una
obra llamada Diatessaron. Era una armonía de los evangelios que tuvo una gran
divulgación. Las Iglesias de Siria lo usaron hasta el siglo V. Taciano conoce también
Hechos, 1 Cor, Rom, Hebr, Tit, Apoc.
Marción (año 140-170) es el testigo principal del siglo II en lo referente a la historia del
canon. En su obra Antitheses rechaza todo el Antiguo Testamento, por provenir del
Dios del temor, distinto del Dios del amor del Nuevo Testamento. De los escritos del
Nuevo Testamento admite el evangelio de San Lucas, pero abreviado. Rechaza los dos
primeros capítulos de Lc por tener cierto sabor hebraico. Y también reconoce como
canónicas diez epístolas paulinas, exceptuando las pastorales y la de los Hebr. Los
demás libros del Nuevo Testamento no son considerados como canónicos por
Marción.
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No fue Marción el primero que formó el canon del Nuevo Testamento, como afirman
algunos autores. Antes de él ya existían colecciones de escritos sagrados que eran
considerados por todos como inspirados. Esto se deduce de los testimonios que
poseemos de aquel tiempo. Además, el canon mutilado del mismo Marción supone
que ya existía en la Iglesia un canon, del cual se sirve a su manera. Sin embargo, la
Iglesia, con motivo del canon de Marción y para oponerse a sus doctrinas erróneas,
debió de poner más empeño y diligencia en determinar el verdadero canon.
Epístola de las iglesias Lugdunense y Vienense (hacia 177), que nos demuestra que en
la Galia eran conocidos Lc, Jn, Act, Rom, Ef, Fil, 1 Tim, 1 Pe, 1 Jn, y muy probablemente
Hebr, 2 Pe, 2 Jn. Es citado el Apoc como “Escritura”.
San Teófilo Antioqueno (hacia el año 180) considera a los evangelistas como
inspirados, y cita a Mt y Lc. También afirma que Juan, el “Pneumatóforo”, fue el autor
del cuarto Evangelio. Se sirve de casi todas las epístolas de San Pablo, y en algunos
lugares cita la epístola a los Rom y la 1 Tim con la fórmula: “la palabra divina” (gr. “ho
theios logos”).
San Ireneo (año 175-195) enseña que los escritos del Nuevo Testamento son de origen
apostólico. Los evangelios fueron escritos por San Mateo en hebreo, por San Marcos,
el intérprete de San Pedro; por San Lucas, el compañero de viajes de San Pablo, y por
San Juan, el discípulo amado del Señor. En sus escritos, San Ireneo cita o alude a todos
los libros del Nuevo Testamento, a excepción de la epístola a Filemón, la 2 Pe, la 3 Jn y
la de Jds.
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Fragmento de Muratori (de fines del s. II). Fue hallado en la Biblioteca Ambrosiana de
Milán por L. A. Muratori (+1750) y editado por el mismo en el año 1740.
Fragmento de Muratori
Contiene el catálogo más antiguo, hasta hoy conocido, de los libros del Nuevo
Testamento. Al principio está mutilado, por lo cual se ha perdido la referencia que
hacía de los evangelios de Mt y Mc. En la forma actual habla de Lc, Jn, Hechos, 1-2 Cor,
Gál, Rom, Ef, Fil, Col, 1-2 Tes, Flm, Tit, 1-2 Tim, Jds, 1-2 Jn, Apoc, 1 Pe. No son
nombradas las epístolas a los Hebr, Sant y la 2 Pe. Se permite la lectura privada del
Pastor, de Hermas. Hermas, el autor del Pastor, es llamado hermano del obispo de
Roma Pío (año 140-155), y como también afirma que el Pastor de Hermas fue escrito
“nuperrime temporibus nostris” (“en nuestros días”, “hace muy poco”), se deduce que
la composición del fragmento de Muratori hay que colocarla hacia mediados del siglo
II, en Roma o en las cercanías de la Urbe. No se conoce su autor; pero es bastante
probable que haya sido San Hipólito Romano.
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Orígenes (+254) era hombre muy versado en ciencias bíblicas y había recorrido todas
las Iglesias principales de aquella época: las de Roma, Alejandría, Antioquia, Cesarea,
Asia Menor, Atenas, Arabia. Por todo lo cual constituye un testimonio de máxima
importancia y autoridad. Admite todos los 27 libros del Nuevo Testamento,
considerándolos como canónicos. Aunque conoce las dudas de algunos escritores de
aquella época acerca de la canonicidad de 2 Pe, de 2-3 Jn y de Jds, sin embargo, no
hace caso de ellas y admite en su canon todas las epístolas. Por el contrario,
conociendo igualmente los apócrifos, no los recibe en el canon de los Libros Sagrados.
San Hipólito Romano (+hacia 258-260). Tiene mucha importancia su testimonio por
ser intérprete excepcional de la Iglesia romana. En sus escritos, San Hipólito cita todos
los libros del Nuevo Testamento, exceptuando las epístolas de Flm, 2 y 3 Jn. El
Fragmento de Muratori, que diversos autores atribuyen a San Hipólito, contiene todos
los libros canónicos del Nuevo Testamento, menos la epístola a los Hebr, Sant y 2 Pe.
San Cipriano (+258), obispo de Cartago, cita diez epístolas paulinas, la 1 Pe, la 1 Jn y el
Apocalipsis. No menciona la epístola de Flm y duda del origen de la epístola a los Hebr.
San Dionisio de Alejandría (+264) admite todos los libros del Nuevo Testamento,
aunque no cita la 2 Pe y la de Jds. Y con el fin de oponerse a la enseñanza milenarista,
que se apoyaba en Apoc 20, negó que el autor del Apoc fuese el apóstol San Juan.
Negaba, por consiguiente, la autenticidad, pero no la canonicidad del Apocalipsis
Por los testimonios que acabamos de citar, no resulta difícil observar que en el
siglo III casi todos los libros del Nuevo Testamento eran recibidos en el canon. En
Occidente se duda de la canonicidad de las epístolas de Sant, 2 Pe y Hebr, y por eso a
veces son omitidas. En Oriente todavía hay bastantes escritores que dudan de las cinco
epístolas católicas menores: Sant, 2 Pe, 2-3 Jn y Jds.
3. El canon del Nuevo Testamento en los siglos IV-VI. En los siglos IV y V se nota entre
los escritores eclesiásticos una mayor unanimidad aún acerca de los libros canónicos
del Nuevo Testamento. Las dudas son de menor importancia. Contrastando, sin
embargo, con esto, encontramos las vacilaciones que comienzan a surgir en Oriente
sobre la autenticidad y canonicidad del Apocalipsis, iniciadas por San Dionisio Alejan-
drino. Pero, con todo, la unanimidad llega a ser completa en Occidente a fines del siglo
IV y comienzos el V; y en Oriente se consigue esta unanimidad durante el siglo VI.
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menores. La obra llamada Doctrina Addai (s. IV) y Afraates (hacia el año 340) omiten
todas las epístolas católicas y el Apocalipsis. San Efrén (+373) cita la 1 Pe y la 1 Jn, y
probablemente la epístola de Sant. No parece haber utilizado la 2 y 3 Jn y la de Jds,
porque estas epístolas todavía no habían sido traducidas del griego en su tiempo, y San
Efrén no conocía el griego. También nos es conocido un Catálogo esticométrico de
hacia el año 400, que no contiene las epístolas católicas y el Apocalipsis. La versión
Peshitta, tan difundida entre los sirios, contiene la 1 Pe, 1 Jn y Sant, pero le faltan la 2
Pe, 2-3 Jn, Jds, Apoc. Sin embargo, las versiones posteriores: Filoxeniana (año 508) y
Harclense (615-616) contienen los veintisiete libros del Nuevo Testamento.
b) Padres griegos: Eusebio (+340) divide los libros del Nuevo Testamento en
tres clases:
“XXV 1. Habiendo llegado hasta este punto, ya es hora de dar una lista
de los escritos del «Nuevo Testamento» mencionados. Primero se ha de
situar la santa tétrada de los Evangelios, seguidos por Los Hechos de los
Apóstoles.
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San Cirilo de Jerusalén (+386), en su Catechesis 4,33-36, escrita hacia el año 348, nos
ofrece el canon completo del Nuevo Testamento, con la única omisión del Apocalipsis
de San Juan.
San Atanasio (año 367) admite los 27 libros del Nuevo Testamento como sagrados y
canónicos. Y lo mismo hace San Epifanio (+403).
San Basilio (+379) acepta todos los libros del Nuevo Testamento, aunque no cita
explícitamente las epístolas 2-3 Jn y Jds.
San Gregorio Niseno (335-394), hermano de San Basilio, cita la epístola a los Hebr y el
Apoc. De los demás no nos habla.
San Anfiloquio (340-403) ofrece un canon completo del Nuevo Testamento, aunque a
propósito del Apoc se ve que sufrió el influjo de los Padres antioquenos, pues afirma
que muchos lo rechazan. Algunos también dudan, según él, de la 2 Pe, 2-3 Jn y Jds.
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principios del siglo IV, que contiene todo el Nuevo Testamento; el Vaticano (B), de
comienzos también del siglo IV, que tiene todos los libros del Nuevo Testamento, hasta
la epístola a los Heb; y el Alejandrino, de principios del siglo v, que presenta todos los
libros neotestamentarios.
d) Padres latinos.- Casi todos los escritores eclesiásticos latinos de esta época
admiten el canon íntegro del Nuevo Testamento. La discusión y las dudas se centran
sobre todo en la epístola a los Hebreos, que en el Occidente, hasta la mitad del siglo IV,
es pasada en silencio por muchos autores. En Oriente, en cambio, nunca se dudó de su
canonicidad. En el siglo IV se disputó mucho en Occidente acerca de su autenticidad.
Posiblemente por este motivo no se encuentra en el canon Claromontano (s. IV), en
donde también faltan Fil y 1-2 Tes, probablemente a causa de un descuido del copista.
En los últimos decenios del siglo IV casi todos los Padres latinos admiten
unánimemente la autenticidad de la epístola a los Hebreos. De este modo se llega a la
unanimidad completa, con la admisión de los 27 libros del Nuevo Testamento. Esto se
ve claramente recorriendo las obras de los principales Padres de este período.
San Jerónimo (+410), que pasó gran parte de su VIda en Oriente, admite todos los
libros del Nuevo Testamento. Por lo que se refiere a los apócrifos del Antiguo
Testamento, fue hostil y no los consideró como canónicos; en cambio, respecto de los
apócrifos del Nuevo Testamento, adopta la “veterum auctoritas” (“autoridad de los –
padres- antiguos”) y los recibe como canónicos, incluso conociendo las dudas que
sobre alguno de ellos existían tanto en Oriente como en Occidente. Refiriéndose a las
epístolas de Santiago y Judas afirma que han obtenido “autoridad” canónica “paulatim
procedente tempore” (“poco a poco, con el paso del tiempo”). Pero él las coloca sin
vacilación alguna entre los libros canónicos.
Rufino (+410) también admite los 27 libros del Nuevo Testamento como inspirados y
canónicos.
San Agustín (+430), en su libro De doctrina christiana (año 397), nos ofrece una lista
completa de todos los libros del Nuevo Testamento, idéntica a la que más tarde
aceptará el concilio Tridentino. Fue bajo su influencia que el concilio provincial de
Hipona, o sea, el concilio plenario de toda el África, celebrado en Hipona el 8 de
octubre de 393, y los concilios III y IV de Cartago, de los años 397 y 419, recibieron este
mismo canon.
San Ambrosio (+397) hizo uso de todos los libros del Nuevo Testamento. Los únicos
sobre los cuales hay alguna duda son las epístolas 2-3 Jn. La epístola a los Hebreos la
atribuye a San Pablo y el Apocalipsis a San Juan.
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San Hilario De Poitiers (+368) no nos da una lista de los libros del Nuevo Testamento,
pero admitió indudablemente los protocanónicos. De los apócrifos del N. T. recibió la
epístola a los Hebreos, que consideraba como de San Pablo, y usó la epístola de
Santiago, la 2 Pe y el Apoc. Para San Hilario, el autor del Apoc era San Juan. No tiene
referencias a las epístolas 2-3 Jn y Jds.
Prisciliano (hacia el año 380), obispo de Ávila en España, reconoce como inspirados y
canónicos todos los libros del Nuevo Testamento. El único que no menciona es la
epístola 3 Jn.
Un siglo más tarde, es decir, hacia fines del siglo IV, la mayor parte de los escritores
latinos la conocen y la reciben como canónica. San Hilario de Poitiers (+368), por
ejemplo, la considera como inspirada y canónica. San Ambrosio de Milán la considera
como escrita por el mismo San Pablo. El Ambrosiáster (hacia 370), sea cual fuere su
identidad, la considera como canónica, aunque no paulina. Prisciliano (+385) la cuenta
entre los libros canónicos. San Filastrio de Brescia, en su obra Diversarum Hereseon
liber (hacia el año 383), da una lista en la que es omitida la epístola a los Hebr; pero en
otros lugares de esa misma obra habla de ella como un escrito de San Pablo. También
San Jerónimo defiende la autenticidad paulina de la epístola a los Hebreos, aunque
menciona las dudas y vacilaciones de los escritores anteriores a él. San Agustín, por su
parte, admite al menos la canonicidad de la epístola a los Hebr, y afirma que prefiere
seguir la práctica de las Iglesias orientales, que la tenían en el canon, aun cuando haya
bastantes que la consideraban como incierta.
b) El Apocalipsis.- Hasta el siglo III todos los escritores, tanto del Oriente como
del Occidente, admitían el Apocalipsis como canónico y auténtico. Así piensan Papías,
San Justino, San Ireneo, Tertuliano, Fragmento de Muratori, San Hipólito Romano,
Clemente Alejandrino y Orígenes. Solamente Marción y el presbítero Cayo se
atrevieron a rechazarlo.
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La Iglesia latina siempre consideró el Apoc como canónico y nunca surgieron dudas de
importancia acerca de su canonicidad.
c) Epístolas católicas menores.- Son éstas las epístolas de Sant, 2 Pe, 2-3 Jn y
Jds, acerca de cuya canonicidad y autenticidad hubo dudas durante varios siglos.
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que esta versión represente su auténtico pensamiento; tanto más cuanto que, en las
obras siríacas que han llegado hasta nosotros, sólo alega la 1 Pe, la 1 Jn y
probablemente también Sant. La versión Peshitta sólo tiene Sant, 1 Pe y 1 Jn.
Hacia principios del siglo V las dudas desaparecen; pero aún hay autores que
expresan ciertas vacilaciones a propósito de nuestras epístolas. San Jerónimo advierte,
a propósito de la epístola de Sant: “Pretenden algunos que esta carta haya sido escrita
por otro bajo su nombre, aunque poco a poco haya ido ganando en autoridad”. Y
sobre la 2 Pe comenta: “La mayoría niega que esta carta sea de él (de Pedro), teniendo
en cuenta la diferencia de su estilo por relación a la primera”. De la 2 y 3 Jn afirma:
“Ambas epístolas son atribuidas a Juan el presbítero”. Y, finalmente, de Judas dice:
“Esta epístola es rechazada por la mayoría; sin embargo, ha merecido autoridad a
causa de la antigüedad y del uso, y es contada entre las Escrituras Sagradas”. Las dudas
a las que alude San Jerónimo se refieren a las que habían agitado a los escritores
orientales y occidentales, que en su tiempo se consideraban ya felizmente superadas.
5. El canon del Nuevo Testamento después del siglo VI.- En el siglo V se llega a un
acuerdo completo entre los escritores latinos y también entre los griegos sobre el nú-
mero de los libros canónicos del Nuevo Testamento. Por eso, desde el siglo VI en
adelante todos los autores eclesiásticos se mantienen unánimes -salvo rarísimas
excepciones- en admitir la canonicidad de los 27 libros del Nuevo Testamento. Entre
esas raras excepciones hay que contar a Junilio Africano (mediados del s. VI), que
atribuía menor autoridad al Apocalipsis y a las epístolas católicas menores. Cosme
Indicopleustes (hacia 547) no admite ninguna de las epístolas católicas ni el
Apocalipsis. Nicéforo Constantinopolitano (+829) considera como dudoso el Apoc.
San Isidoro de Sevilla (+636) recuerda las dudas que habían surgido a propósito del
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origen apostólico de algunos libros del Nuevo Testamento: Hebr, Sant, 2 Pe, 2-3 Jn.
Pero él personalmente los considera como inspirados y canónicos.
Los reformadores aceptaron como canónicos los 39 libros del Antiguo Testamento, sin
excepción y casi sin reservas. En cambio, los apócrifos fueron generalmente
rechazados.
Martín Lutero (+1546) los tradujo al alemán y los publicó con la observación, en la
página del título, de que “son libros no iguales a las Sagradas Escrituras, pero útiles y
buenos para leer”. Para Lutero, la autoridad de los Libros Santos se ha de juzgar en
conformidad con su enseñanza sobre Cristo y sobre la justificación por la sola fe. Por
este motivo excluyó del canon la epístola a los Hebreos, la de Santiago, la de Judas y el
Apocalipsis. Pero no todos los reformadores le siguieron en esto. Zwinglio no admitía
el Apocalipsis. Casiodoro de Reina, mantuvo en principio los apícrifos en su traducción
de las Escrituras, aunque, posteriormente, Cipriano de Valera eliminó los apócrifos en
la versión conocida como Reina-Valera. Según los 39 Artículos de Religión (1563) de la
Iglesia de Inglaterra, los libros apócrifos pueden ser leídos para "ejemplo de vida e
instrucción de costumbres", pero no deben ser usados para "establecer ninguna
doctrina" (Artículo VI). Consecuentemente, la Biblia, versión "King James" (1611)
contenía estos libros entre el N.T. y el A.T. Pero Juan Lightfoot (1643) criticó este
orden alegando que los "malditos apócrifos" pudiesen ser así vistos como un puente
entre el A.T. y el N.T. La Confesión de Westminster (1647) decidió que estos libros, "al
no ser de inspiración divina, no son parte del canon de las Escrituras y, por lo tanto, no
son de ninguna autoridad de la Iglesia de Dios ni deben ser en ninguna forma
aprobados o utilizados mas que otros escritos humanos." La Iglesia Reformada se
ocupó de los apócrifos durante su concilio de Dordrecht, en 1618. Gomarus y otros
reformadores exigieron la eliminación de los apócrifos de las Biblias impresas. Aunque
no prosperó esa exigencia, la condenación de los apócrifos por el concilio fue sin
embargo tan vigorosa, que desde ese tiempo la Iglesia Reformada se opuso
enérgicamente a su uso. La mayor lucha contra los apócrifos se realizó en Inglaterra
durante la primera mitad del siglo XIX. Se editó una gran cantidad de publicaciones, de
1811 a 1852, para investigar los méritos y errores de estos libros extracanónicos del
Antiguo Testamento.
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Lutero
B. CRITERIOS DE CANONICIDAD
Los criterios de canonicidad son aquellos que nos hacen reconocer a un libro como
inspirado. El Dr. Thiesen ha dado un buen resumen de los factores involucrados en
determinar si un libro debía ser aceptado o rechazado como santas escrituras. Da una
medida de cuatro pruebas o medidas de canonicidad que son:
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base de esta pregunta. Cualquier persona puede hoy leer estos libros cristianos no-
canónicos y ver por si misma el juicio de la Iglesia Primitiva, guiada por el Espíritu
Santo. En la mayoría de los casos, el contraste entre los libros canónicos y los apócrifos
es tan notable que no deja lugar alguno para dudas.
C. Universalidad. ¿Fue el libro recibido universalmente en toda la iglesia? Algunos
libros apócrifos que habían sido aceptados en el oriente fueron eliminados por esta
razón, de que habían sido rechazados en el oeste. Libros disputados como la epístola a
los Hebreos fueron canonizados cabalmente porque todas las secciones de la iglesia
los aceptó al final
D. Inspiración. Claro que la última prueba fue la inspiración. Solo esos libros que
dieron evidencia adecuada de haber sido inspirados divinamente lograron admisión al
canon. Sin duda alguna el Espíritu Santo guió a la Iglesia Primitiva a seleccionar esos
mismos libros que había inspirado.
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BIBLIOGRAFÍA
Sitios Web:
http://apologetica.org
http:www.labiblia.org
http://www.codicesypapiros.com/
http://www.conocereislaverdad.org
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