El Expresionismo Alemán
El Expresionismo Alemán
El Expresionismo Alemán
El dramaturgo y crítico de arte Hermann Bahr describía así la atmósfera que había
rodeado el nacimiento del expresionismo en Alemania en un ensayo de 1916 cuando
aún no había terminado la primera guerra mundial, quedaban todavía muchas otras
experiencias desoladoras que los artistas tendrían que trasladar al papel y a la tela.
Los primeros años del siglo XX fueron para occidente años de revoluciones,
revoluciones de las ideas, de las artes, de las sociedades. En todos estos terrenos los
nuevos inventos y descubrimientos se tradujeron en crisis de los valores preexistentes.
Los conceptos en que se sustentaba la ciencia positivista se puso en tela de juicio, no
todo podía ser conocido, no todo podía ser calculado, no todo podía ser abarcado. La
sexualidad y el inconsciente, terrenos inexplorados del propio ser humano, comenzaban
a ocupar un lugar importante y junto a ellos aparecían nuevas preocupaciones como la
soledad, la angustia o el sufrimiento humano. Y mientras más se cuestionaba el estado
de las cosas mayor era el empeño de pensadores y artistas por crear nuevas alternativas.
A fines del siglo XIX el pintor holandés Vincen Van Gogh había mostrado que la
pintura podía ser una manera de desencadenar sobre la tela la violencia de sus propias
emociones. Por la misma época el francés Paul Gauguin comenzaba a utilizar colores y
formas que no concordaban con el modelo real, distorsionando sus percepciones del
mundo. Los fauves continuarían sus enseñanzas simplificando las formas figurativas,
utilizando colores violentos y pintando con el instinto.
Otro precursor fue el pintor flamenco James Ensor, cuya pintura evolucionó a partir de
1883 hacia un arte desconcertante, alejado de todo realismo y protagonizado por
máscaras dolientes y maliciosas.
El mismo desconcierto producía la obra del noruego Edvard Munch, considerado como
el primer pintor expresionista. Munch se entregó por completo a la expresión de sus
estados de ánimo y se interesó por temas perturbadores como la enfermedad, la soledad
y el amor insatisfecho. Su primera exposición realizada en Berlín en 1892 fue
clausurada por juzgarse escandalosa.
Imitando la experiencia comunitaria que habían intentado Van Gogh y Gauguin los
jóvenes artistas vivían y trabajaban juntos compartiendo dinero y materiales en el
estudio de Kirchner. Para ellos el arte y la vida cotidiana eran dos cosas inseparables.
Los miembros del grupo concordaron en que el arte impresionista con sus pretensiones
de objetividad y de hipócrita, pues la felicidad y el hedonismo en que se sustentaba
negaban los conflictos del hombre que sufría en el mundo que le era adverso.
Las bases ideológicas del grupo nunca se definieron a excepción de la idea de destruir el
orden precedente y trabajar a partir de la propia inspiración y el instinto, sin embargo
puede hablarse de un estilo común en los artistas del Puente que ha provocado en
ocasiones dificultades para establecer la autoría de las obras. Su pintura escapaba a la
búsqueda de la belleza, a veces era grosera o estridente, o buscaba el contraste
cromático entre colores complementarios. Obsesionados por preocupaciones religiosas
y morales, el contenido era para ellos más importante que las cuestiones formales, no
buscaban un arte que imitara la realidad como lo habían hecho los impresionistas sino
que la creara. Para ello debía recuperarse el instante originario de la creación, el artista y
el arte deben despojarse de todo conocimiento previo, regresar a la ingenuidad de la
mirada, a los temas cotidianos, al gesto infantil, realizar, en fin, el esfuerzo por
encontrar la génesis del acto artístico.
La antigua técnica del grabado fue utilizada por el grupo como fuente de inspiración de
las líneas contrastadas y violentas que repetirían en la pintura.
En 1910 el grupo se trasladó a Berlín y terminó por disolverse tres años más tarde tras la
publicación de la “Crónica de la unión artística El Puente” de Kirchner, que los demás
miembros del grupo no consideraron fidedigna. De todas maneras los integrantes habían
ido distanciándose poco a poco.
Para entonces otro grupo expresionista había surgido en Munich. Desde principios del
siglo XX esta ciudad se había convertido en uno de los centros artísticos e intelectuales
más importantes de Europa. La nueva asociación de los artistas de Munich reunía a los
jóvenes de vanguardia, organizaba actividades y exposiciones de arte.
El nombre aludía a la pasión que Marc sentía por los caballos y ambos por el color azul,
sin embargo en 1903 Kandinsky había pintado un cuadro con ese título.
A principios de 1912 se realizó la primera exposición del grupo con obras de Kandinski,
Marc, August Macke, Gabriele Munter y Alfred Kubin. Para la segunda exposición se
sumó el suizo Paul Klee, a quien sus investigaciones habían llevado por el mismo
camino. En 1902 había escrito en su diario: “Quiero ser como un recién nacido, no saber
absolutamente nada acerca de Europa, ignorar hechos y modas, ser casi un primitivo.
Luego quiero hacer algo muy modesto, procurarme a solas un tema diminuto, uno que
mi lápiz pueda abarcar sin técnica alguna. No es tanto cuestión de voluntad como de
destino.”
Los integrantes de “El jinete azul” prestaban especial atención a la música, Paul Klee
era un consumado violinista y Kandinski solía componer pequeñas piezas musicales.
Kandinski había nacido en Rusia en 1866, por lo tanto era mayor que los demás
integrantes del grupo que lideraba. En 1911 había publicado su ensayo “Sobre lo
espiritual en el arte”. Al igual que sus compañeros, no creía en la capacidad
revolucionaria de algunos movimientos como el cubismo, ya que no escapaba en el
sistema clásico occidental sino que lo afirmaban.
Para él la renovación del arte tendría que venir del triunfo del irracionalismo oriental
sobre el racionalismo artístico de occidente.
Su grupo tenía algunas posturas en común con los del Puente como la oposición al
impresionismo y al positivismo pero no aceptaban la importancia que el grupo de
Dresde le daba a la fuerza del instinto y a la raíz fisiológica de la inspiración. Para ellos
la expresión artística era algo totalmente espiritual; en lugar de distorsionarla buscaban
captar la esencia espiritual de la realidad, la búsqueda se orientaba hacia el yo interior y
la verdad del alma. Ya no importaba el contenido. La materia era la pintura misma. La
vuelta al espíritu sólo podía realizarse alejándose de la realidad.
Esto llevó a gran parte de los pintores del grupo hacia la abstracción. En 1910
Kandinski había pintado la primera obra abstracta de la pintura moderna. Años más
tarde escribía en su diario: “Mientras más espantoso se vuelve este mundo, como es
precisamente el mundo de hoy, más abstracto se vuelve el arte, mientras que un mundo
feliz crea un arte realista.”
La evolución de los artistas se vio interrumpida por un hecho que superó las fatalidades
que habían inspirado a los expresionistas. En un principio la primera guerra mundial fue
recibida con entusiasmo patriótico por muchos ciudadanos alemanes, pues significaba la
destrucción del viejo orden y el posible inicio de una nueva sociedad. Algunos artistas
se alistaron voluntariamente para ir a la guerra, como Kirchner, Franz Marc y A. Macke,
mientras que otros como George Grosz y Max Pechstein se opusieron a ella.
Los artistas alemanes reaccionaron frente a estos sucesos. Por esos años surgieron las
primeras obras de teatro de Bertold Bretch, mientras en la literatura el reportaje social
de tipo documental se afirmaba como género. Una nueva fase del expresionismo
comenzó a tomar forma bajo estas ideas con ciertas características realistas. La nueva
objetividad surgió hacia 1923 impulsada por los pintores Otto Dix y George Grosz.
Luego se sumaron entre otros Max Beckmann y John Heartfield. La intención era crear
un arte comprometido con la realidad pero que fuera tan despiadado como la realidad y
al mismo tiempo útil al hombre. Un arte revolucionario no sólo en forma sino en
contenido. Por primera vez los expresionistas se plantearon una vía de acción política.
Su arte debía estar puesto al servicio del proletariado. Algunos de sus integrantes veían
con simpatía la rusia socialista y llegaron a afiliarse al partido comunista. La concepción
de arte útil que Dix y Grosz pretendían hacer era similar a la música de uso que Kurt
Weill y otros músicos componían por esa época para que pudiera ser ejecutada con
facilidad y entendida por cualquiera.
Al igual que gran parte de los artistas, muchos directores de cine se situaron junto a las
vanguardias artísticas. Experimentaron y realizaron innovaciones no sólo en los
decorados y en la fotografía sino también en el uso de la cámara. En 1919 Robert Wiene
filmó “El gabinete del doctor Caligari”, considerada la primera película expresionista.
La caracterización de los actores así como los escenarios planos de perspectivas
distorsionadas creaban una atmósfera irreal que parecía haber salido de un cuadro
expresionista. Conrad Veidt representaba a Cesare, el sonámbulo que el doctor Caligari
utilizaba para cometer sus crímenes. Veidt se constituyó en el más claro ejemplo de la
tradición actoral expresionista y en el principal referente de los actores del cine de terror
de todos los tiempos. El mismo actor protagonizó cinco años más tarde “El hombre de
las figuras de cera”, cuyo director Paul Leni explicaba: “He intentado crear unos
decorados tan utilizados que marginen cualquier referencia a la realidad. Lo que la
cámara percibe no es la realidad externa sino la de los acontecimientos internos, que
resulta más profunda, efectiva y conmovedora que la que vemos todos los días. Creo
que el cine es capaz de captar y reproducir esa otra realidad.” La película estaba
ambientada en un parque de atracciones donde las figuras de cera cobraban vida.
“La muerte cansada”, la saga del Doctor Mabuse y algunas otras películas de los
comienzos de Fritz Lang, pueden incluirse dentro de este movimiento, teniendo en
cuenta el uso de claroscuros y el maquillaje de los actores, fundamentalmente en
algunas escenas de alucinaciones y pesadillas.