El Elefante Bernardo
El Elefante Bernardo
El Elefante Bernardo
Había una vez un elefante llamado Bernardo que nunca pensaba en los
demás. Un día, mientras Bernardo jugaba con sus compañeros de la escuela,
cogió a una piedra y la lanzó hacia sus compañeros.
Sin pensar dos veces, Bernardo tomó mucha agua con su trompa y se las
arrojó a los ciervos. Gilberto, el ciervo más chiquitito perdió el equilibrio y acabó
cayéndose al río, sin saber nadar.
Y una vez más Bernardo bajo la cabeza y siguió el camino para buscar ayuda.
Las espinas les provocaban mucho dolor. Mientras todo eso sucedía, había un
gran mono que trepaba por los árboles. Venía saltando de un árbol a otro,
persiguiendo a Bernardo y viendo todo lo que ocurría. De pronto, el gran y
sabio mono que se llamaba Justino, dio un gran salto y se paró enfrente a
Bernardo. Y le dijo:
- Ya ves gran elefante, siempre has lastimado a los demás y, como si eso fuera
poco, te burlabas de ellos. Por eso, ahora nadie te quiere ayudar. Pero yo,
que todo lo he visto, estoy dispuesto a ayudarte si aprendes y cumples dos
grandes reglas de la vida.
Y le contestó Bernardo, llorando:
- Sí, haré todo lo que me digas sabio mono, pero por favor, ayúdame a quitar
los espinos.
Y le dijo el mono:
- Bien, las reglas son estas: la primera es que no lastimarás a los demás, y
la segunda es que ayudarás a los demás y los demás te ayudarán cuando lo
necesites.
Dichas las reglas, el mono se puso a quitar las espinas y a curar las heridas a
Bernardo. Y a partir de este día, el elefante Bernardo cumplió, a rajatabla, las
reglas que había aprendido.
FIN
La mamá Pata, avergonzada por haber tenido un patito tan feo, le apartó con el
ala mientras daba atención a los otros patitos. El patito feo empezó a darse
cuenta de que allí no le querían. Y a medida que crecía, se quedaba aún mas
feo, y tenía que soportar las burlas de todos. Entonces, en la mañana siguiente,
muy temprano, el patito decidió irse de la granja.
Triste y solo, el patito siguió un camino por el bosque hasta llegar a otra granja.
Allí, una vieja granjera le recogió, le dio de comer y beber, y el patito creyó que
había encontrado a alguien que le quería. Pero, al cabo de algunos días, él se
dio cuenta de que la vieja era mala y sólo quería engordarle para transformarlo
en un segundo plato. El patito salió corriendo como pudo de allí.
Y le dijo el patito:
Y ellos le dijeron:
El patito se miró y lo que vio le dejó sin habla. ¡Había crecido y se transformado
en un precioso cisne! Y en este momento, él supo que jamás había sido feo. Él
no era un pato sino un cisne. Y así, el nuevo cisne se unió a los demás y vivió
feliz para siempre.
FIN