Las Luchas Anticoloniales

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Las Luchas Anticoloniales

LAS LUCHAS ANTICOLONIALES.

1.- FORMACION DE LA CONCIENCIA NACIONAL Y SU INFLUENCIA EN


LA INDEPENDENCIA DEL PERU.
E n el siglo XVIII se dieron en Europa nuevas ideologías como: el racionalismo, la
ilustración, el liberalismo y el enciclopedismo. A continuación desarrollaremos cada
uno de ellos, para saber cómo influyo en el cambio de conciencia de los peruanos.
 Racionalismo.- doctrina filosófica que viene desde el siglo XVIII, que proclamo el
predominio de la razón humana. Renato Descartes y Benito Spinoza fueron sus
mejores representantes.
Con el racionalismo las ciencias se desarrollaron, especialmente las naturales. Se
propicio el conocimiento y la libre investigación y experimentación. Permitió al
hombre criticar instituciones y creencias.
 La Ilustración.- surgió en el siglo XVIII. Propicia el desarrollo de la cultura para la
formación de una sociedad ilustrada. En materia política dio origen al Despotismo
Ilustrado. Entre sus representantes están Isaac Newton (matemático) y John Locke
(filosofo).
Tanto en el siglo XVII como en el siglo XVIII, la razón primo dando origen al
desarrollo libre y espontaneo del pensamiento humano. Como consecuencia de estas
ideologías el hombre se convirtió en profundo investigador de la naturaleza y filosofo
preocupado por los problemas humanos. Esto lo llevo a criticar el régimen absolutista,
los sistemas económicos y las creencias religiosas imperantes. A mediados del siglo
XVIII en Europa se notan cambios sociales, se respeta al hombre no tanto por la
jerarquía de nacimientos, sino por su preocupación por la cultura y el ansia de saber.
El siglo XVIII fue llamado el “Siglo de las Luces”.
En el siglo XVIII destacaron en Europa los filósofos y enciclopedistas. Los filósofos
criticaron la desigualdad social, la monarquía absoluta, la intolerancia religiosa, la
censura para las manifestaciones intelectuales y propugnaron nuevas formas de
organización social y política. Sobresalieron Rousseau, quien abogo por la reforma de
la sociedad de su tiempo. Montesquieu que pidió la división de poderes para lograr el
establecimiento de un gobierno democrático, legitimo y la eliminación del absolutismo.
Voltaire que ataco la arbitrariedad política y la intolerancia religiosa. Las ideas de ellos
prepararon el camino para las reformas políticas y sociales.
Los economistas analizaron los problemas derivados de la producción, el trabajo, el
intercambio y los impuestos. Atacaron el régimen económico mercantilista y el
financiero que eximia a las clases privilegiadas de las cargas fiscales.
Destacaron los franceses Quesnay y Gournay y el ingles Adam Smith.
 El Liberalismo.- corriente de pensamiento que propugnaba la libertad total para el
hombre. El liberalismo económico se propago rápidamente en Inglaterra; se aplicaron
medidas como el libre cambio aduanero y la libre fabricación, que contribuyeron al
desarrollo de la riqueza británica.
 Enciclopedismo.- es el conjunto de tendencias ilustradas y liberales que se
manifiestan en muchos de los artículos de la Enciclopedia.
La Enciclopedia o diccionario razonado de ciencias, artes y oficios, fue publicada en
Francia a mediados del siglo XVIII (1751 – 1780).
En la Enciclopedia se afirmaba la confianza en el progreso humano, el predominio de
la razón sobre la fe. Se defendía la tolerancia religiosa, las reformas políticas y el
liberalismo económico. Por ello se opusieron a esta obra los hombres de negocios, los
gobernantes y la jerarquía eclesiástica.

2.- INFLUENCIA DE LAS NUEVAS IDEAS EN EL PERÚ Y EN AMÉRICA.


En la segunda mitad del siglo XVIII, reformistas criollos y mestizos analizaron la
situación social, económica, política y jurídica de los virreinatos hispanoamericanos.
El pensamiento ilustrado influyo en los ideólogos peruanos, afirmando sus deseos de
cambio y revolución. Entre los exponentes están pensadores como José Baquijano y
Carrillo, Juan Pablo Vizcardo y Guzmán, Hipólito Unanue, Toribio Rodríguez de
Mendoza, Vicente Morales Duarez, etc.
Las nuevas ideas como el derecho a la felicidad, los principios de libertad, igualdad,
soberanía popular, comercio libre, crítica al régimen imperante, no solo despertaron e
impulsaron la vida intelectual americana, sino que estimularon el sentimiento
revolucionario, rechazando el despotismo, la monarquía absoluta, la desigualdad social
y la intolerancia religiosa.
La expulsión de los jesuitas, en 1767, de las colonias hispanoamericanas, fue negativa
porque se convirtieron en conspiradores a favor de la independencia americana.
Se fundaron sociedades que cultivaron y difundieron las nuevas ideas, como La
Sociedad Amantes del País en Lima y la Real Sociedad Económica de La Habana
(Cuba).
Se publicaron periódicos como La Gaceta de Lima, El Telégrafo Mercantil de Buenos
Aires, el Mercurio Peruano de Lima, la Gaceta de Santa Fe (de la actual Colombia).

3.- INFLUENCIA DE LAS REVOLUCIONES DEL SIGLO XVIII.


Durante el siglo XVIII se llevaron a cabo dos grandes revoluciones que marcaron hito a
nivel mundial y que influyeron en América:
 La Revolución Norteamericana (4 de julio de 1776). Mostro el camino y la
posibilidad de rompimiento con la metrópoli. En su declaración de Independencia,
redactada por Thomas Jefferson, proclamo los Derechos Naturales como el derecho a
la vida, la libertad y la conquista de la felicidad, que fueron difundidos por todo el
mundo. Los principios de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de
Norteamérica fueron base para la redacción de futuras Constituciones Políticas.
 La Revolución Francesa (14 de julio de 1789). En América se difundieron las
ideas revolucionarias de libertad, igualdad y fraternidad. La Declaración de los
Derechos del Hombre y del Ciudadano (27 de agosto de 1789) fue traducida y leída en
América. La Constitución Francesa de 1791 influyo en la redacción de la Constitución
de Cádiz de 1812.
LOS PRIMEROS MOVIMIENTOS Y ALZAMIENTOS SEPARATISTAS.

REBELIÓN DE JUAN SANTOS ATAHUALPA [Atahualpa Apu-Inca].


Fue un movimiento marginal que duró de 1742-1752 en la sierra central, Huánuco y en
la selva de Junín como Chanchamayo. En los 10 años de combate, nunca fue derrotado,
aunque hubo expediciones. Santos aparece como el descendiente del Inca, se siente el
heredero de la nobleza quiteña. Fue un movimiento multiétnico; albergaba negros,
indios, nativos.
Surge como oposición frente al sistema colonial y la evangelización, simbolizando al
Inca. Es una especia de resistencia étnica religiosa frente a la invasión de los
franciscanos.
[Juan Santos Atahualpa dejaba expulsar españoles, negros, mestizos, y misionarios
franciscanos de la tierra indígena de la selva la cual él gobernó. Pero Juan Santos no
fue capaz a instalar un sucesor. Con su muerto en 1755/6 los españoles y misionarios
racistas reentraban el territorio.
REBELIÓN DE TÚPAC AMARU II.
Su verdadero nombre fue José Gabriel Condorcanqui (1741-1781) nació en Surimana,
Cuzco y murió en el Cuzco. Fue cacique de Tungasuca, Surimana y Pampamarca.
Con él [después protestas sin resultados a Lima en 1776], aproximadamente, cien mil
indios del Cusco se levantaron contra la mita, los obrajes, los repartimientos
mercantiles, el mal gobierno de los corregidores, la lentitud e ineficacia de la justicia,
etc.
El movimiento mantuvo contactos políticos con los criollos y no se puede destacar la
influencia de los ingleses, como el agente inglés Miguel Montiel. Esta influencia está
probada pro varios hechos:
• Decretó la libertad de los esclavos, lo que perjudicaba a los criollos propietarios de los
ingenios azucareros. Si esta medida se extendía a la costa habría arruinado a las
haciendas azucareras y seguidamente los ingleses hubieran introducido su azúcar de
las Antillas.
• Los saqueos y la destrucción de los obrajes, batanes, chorrillos, así, al liquidar las
manufacturas nacionales se perjudicaba a los criollos que beneficiaban a los
importadores de telas extranjeras.
Estos hechos impidieron la formación de un frente de indígenas y criollos para
expulsar a los españoles.
Los criollos comprometidos con la revolución se declararon en contra del caudillo. A
este hecho hay que añadir el apoyo prestado a la colonia por más de 20 caciques de la
región, encabezados por Mateo García Pumacahua, el encarnizado enemigo del
movimiento de 1780.
Fue derrotado en Tinta (06-04-1781) por las fuerzas del Virrey Jáuregui e indios fieles
al rey.
CONSECUENCIAS DE ESTA REVOLUCIÓN.
Entre otras se puede mencionar:
• La revolución, que puede clasificarse de social, se extendió por gran parte de la actual
Bolivia. Apaciguado el Cusco, los futuros movimientos, hasta finales del sigo se
desarrollaron en la zona norte (Cajatambo, Huarochiri, Monsefú, Julcán y Pataz).
• La supresión del reparto y la mita, las dos formas más brutales de explotación
colonial feudal.
• Represión ideológica con la prohibición de la lectura de los Comentarios - Reales de
Garcilazo y ordenaron recoger los ejemplares existentes en América "aunque sea
comprando".
• Prohibieron el uso de vestidos reales de los incas, así como el uso del pututo.

HIPÓLITO UNANUE.
Destacó como miembro de la Sociedad Amantes del País y colaborador del Mercurio
Peruano. Fue académico y científico. Nacido en 1758 Unánue fue precursor de la
independencia. Fue miembro de la "Sociedad Amantes del País" y redactor de El
Mercurio Peruano. También fue fundador del Anfiteatro Anatómico y del Consejo de
San Martín y de Bolívar. Fue ministro de Hacienda en el primer gobierno
independiente. Murió en el año 1833.
TORIBIO RODRÍGUEZ DE MENDOZA.
Cura chachapoyano, fue Rector del Convictorio de San Carlos, es esta institución se
formó a los futuros dirigentes de la independencia. Nacido en Chachapoyas, un
abogado, examinador sinodal del arzobispado y catedrático de la Universidad Mayor
de San Marcos en 1793. Diputado del primer Congreso Peruano del año 1822, miembro
de la sociedad patriótica y condecorado con la Orden del Sol. Murió en 1825 como
rector de la Universidad San Marcos.

JOSÉ BAQUIJANO Y CARRILLO.


Conde de Vista Florida, representante de la intelectualidad peruana de esa época,
escribió el "Elogio al Virrey Jáuregui" para ser pronunciado el 27 de agosto de 1781. El
Elogio antítesis de todos los discursos anteriores, en realidad era una acusación contra
el régimen colonial.
Natural de Lima y inteligente, historiador, versado en diferentes idiomas, orador
distinguido, poeta y escritor, catedrático de la Universidad de San Marcos. Escribió en
El Mercurio Peruano bajo el seudónimo de "Cephalio". El rey Fernando VII lo tuvo
confinado en Sevilla donde murió en 1818.

JUAN PABLO VIZCARDO y GUZMÁN.


Jesuita arequipeño, escribió su famosa "Carta a los Españoles Americanos". En ese
documento plantea y fundamenta la independencia de las colonias sojuzgadas a
España.
Guzmán fue un Jesuita intelectual de Arequipa (1748-1798) [1]. Ingresó en 1761 en la
Compañía de Jesús, de la que fue expulsado en 1767, aun sin haber sido ordenado.
Posteriormente apareció en Italia [2], en un pueblo cerca de Génova (Italia) [1] donde
trató de cobrar sin éxito una herencia. En 1781 intentaba a conseguir el apoyo inglés
para la causa del caudillo indígena Túpac Amaru [2]. Pues vivió en Londres y tenía
contactos clandestinos con otros revolucionarios en "América" del Sur [1]. Su "Carta a
los Españoles-Americanos" fue escrito en francés, publicada por el venezoelano
Francisco Miranda en 1799. La Carta circuló clandestinamente. Guzmán murió en
Londres.

EL ALZAMIENTO DE TACNA (1811 y 1814).


Encabezado por Francisco Antonio de Zela quién, junto con los indígenas y
personajes prominentes de la ciudad dieron el grito de independencia en Tacna el 20
de junio de 1811. La intensión era distraer el ejército realista de Goyoneche que estaba
en vísperas de librar la batalla de Huaqui contra el patriota argentino Castelli. El
triunfo de los realistas hizo fracasar el movimiento. Zela fue capturado y murió en 1821
en la prisión de Chagres (Panamá).

El español Enrique Paillardelle, ingeniero militar, enrolado en el ejército realista en


el Cusco, prisionero al parecer por las autoridades, burló a sus custodios para ponerse
en contacto con Belgrano (Vilcapuquio). De acuerdo con otros patriotas de Arequipa,
Moquegua, Tacna, decidieron ayudar al general argentino. La mala fortuna hizo que
Belgrano fuera derrotado; Paillardelle y el resto también fueron derrotados y tomaron
el camino del Alto Perú.

LEVANTAMIENTO DE LOS ALCALDES DE HUANUCO (1812).


Los alcaldes indios de Panao [approx. 40 km en el este de Huánuco], Pillao, Acomayo
[18 km en el nord este de Huánuco] y San María de Valle, armados de palos, hondas y
una sola escopeta [fusil], se trabaron en combate con una compañía realista en
Huayupampa. Pocos días después 2 mil indios triunfaban limpiamente en el puente
Ambo. Al acontecimiento se había plagado el regidor Juan José Crespo y Castillo. El
intendente de Tarma que llegó al lugar, derrotó a los alzados.

LEVANTAMIENTO DE LOS HERMANOS ANGULO (1814).


El levantamiento más poderoso y prolongado que abarcó al sur del Perú y la provincia
de la Paz, comandado por los hermanos José, Vicente y Mariano Angulo. El primero
era agricultor y comerciante los dos últimos. Participaron también criollos "no
distinguidos", mestizos, curacas e indios. José Angulo, responsable de las operaciones
dividió las fuerzas rebeldes en tres direcciones.
INTERVENCIÓN DE LA MUJER EN LA LUCHA ANTICOLONIAL.

MICAELA BASTIDAS (la mujer de Túpac Amaru II).


Esposa de José Gabriel Condorcanqui [Túpac Amaru II], murió ejecutada en presencia
de sus familiares en 1781 por mandato, del feroz Areche.
[Nació en la región de Abancay, se casó en Surinama con 15 años con Túpac Amaru II,
cacique de Tinta, Surinama, y Tungasuca tuvo tres hijos, Hipólito (1761), Mariano
(1762) y Fernando (1768). Apoyó a Túpac Amaru II decisivamente en sus acciones para
tomar Cusco. Fue ejecutada el 18 de mayo de 1781 con 36 años de edad en la Plaza de
Armas en Cusco, con lengua cortada y maltratada a la cuerda con golpes en el vientre y
en el pecho. Antes tenía que ver la ejecución de su hijo Hipólito y de su marido (con 4
caballos y despues decapitado).

TOMASA TITO CONDEMAYTA (la cacica de Acos).


Cacica de Acos, fue una activa colaboradora en el movimiento de 1780. Organizó
guerrillas de indios, sosteniéndolas con su propio peculio. Intervino en el combate de
Sangarará. Apresada junto con los revolucionarios, sufrió la pena de garrote.
La heroína Tomasa Tito Condemayta fue movido por el destino de los indígenas en las
minas de Potosí porque también su pueblo fue victimo de ese masacro con 80 % de
muertos en las minas, también niños, solo para llevar los metales a España. Luchó
junto a Tupac Amaru II en la Gesta Emancipadora del primer Grito de revolución en
toda América. La cacica de Acos fue ejecutada el 18 de Mayo de 1781 por los españoles,
su cuerpo descuartizado, su cabeza mandado a la plaza de Acos.

CECILIA TÚPAC AMARU (la prima de Túpac Amaru II).


Prima de José Gabriel Condorcanqui [Túpac Amaru II], fracasada la revolución, fue
capturada y condenada a destierro a un convento de México. Antes debió sufrir 200
azotes en castigo público. Murió en prisión.

MANUELA TITO CONDORI (la esposa de Diego Cristóbal Túpac Amaru).


Esposa de Diego Cristóbal Túpac Amaru, caudillo de la sublevación del Collasuyo, cayó
prisionera en 1783 y fue condenada a perpetua destierro.
Manuela Tito Condori colaboró con Túpac Amaru. Había nacido en Pitumarca, lugar
perteneciente a la zona de Canchis; ella alentó en todo instante a las huestes del
levantamiento iniciado por Túpac Amaru y Micaela Bastidas. Fracasada la revolución,
Manuela Tito Condori fue cruelmente condenada a perpetuo destierro y debía estar
reservado su destino al virrey Agustín de Jáuregui; el encargado de hacer cumplir esta
sentencia fue don Benito de la Mata Linares, el 17 de julio de 1783. El destierro al cual
marchaba esta valerosa mujer indígena se debía cumplir integrando una caravana que
partiendo del Cuzco debía hacer a pie el recorrido hasta el Callao.

MARÍA PARADO DE BELLIDO.


Heroína huamanguina [de Ayacucho], cuyo esposo e hijo se hallaban entre los
guerrilleros que hacían correrías en los pueblos aledaños en 1822. Por ser analfabeta,
se valía de otra persona para escribir secretamente a los patriotas comunicándoles los
movimientos del enemigo.
Lamentablemente, una carta cayó en las manos del sanguinario Carratalá. Como no
quiso delatar quién había escrito la misiva, la condenó a la pena capital. Tiros de fusil
segaron su vida.
Precursores de la Independencia del Perú
permalink | July 13, 2010 | 8 Comentarios | Deja tu comentario
Por: Arturo Gómez Alarcón (historiador y educador
sanmarquino)
En Perú llamamos Precursores de la Independencia a los intelectuales del siglo XVIII y comienzos del XIX
que plantearon diversas críticas contra el sistema colonial y propusieron diversas alternativas para acabar con
las injusticias que sufrían los peruanos en el Virreinato. Los llamados “Precursores Reformistas”, no
plantearon la Independencia directamente, pero contribuyeron a conseguirla. Sus escritos coadyuvaron en la
formación de una conciencia nacional e inspiraron mayor sensibilidad por los problemas de la patria. En
cambio, los “Precursores Separatistas” consideraban que era imprescindible romper las cadenas de la
dominación española para construir un nuevo Perú independiente.
Los principales Precursores de la Independencia del Perú fueron:
Precursores Reformistas:
- Fray Calixto de San José Túpac Inca
- José Baquíjano y Carrillo
- Toribio Rodríguez de Mendoza
- Hipólito Unanue
Precursores Separatistas
- Juan Pablo Vizcardo y Guzmán
- José de la Riva Agüero
- José Faustino Sánchez Carrión
INTRODUCCIÓN
Cada 28 de Julio a todos lo peruanos nos embarga un sentimiento grandioso al recordar
el momento más significativo para toda la nación: La independencia de nuestra patria del
yugo español.

Pero en esta fecha no sólo es para evocar la memoria del gran libertador Don José de
San Martín, sino que nos debe servir para recordar a todos aquellos hombres y mujeres
que ofrendaron sus vidas en pos del grito de libertad, así tenemos que recordar a todos
los precursores y próceres de nuestra patria que no sólo con sus ideas combatieron la
dominación que vivía nuestro pueblo, sino que además con sus acciones contribuyeron a
fortalecer la conciencia de libertad en cada peruano.

En el presente instructivo se describe de manera sucinta a los próceres y precursores que


lucharon para legarnos una nación no sólo con libertad, sino de ejemplo de perseverancia
y de lucha que fue una verdadera Guerra de Reconquista contra el invasor español, lejos
estuvo pues de ser una breve rebelión rápidamente sofocada como se ha querido hacer
creer. Pues no es así, para ello haremos un recuento histórico de dicha acción
revolucionaria iniciada en 1536, que abarcó el amplio territorio del Imperio de los Incas a
lo largo de los años hasta 1821 de incansable batallar, donde se podrá notar la
participación decidida de mestizos, incas e incluso criollos.

Es nuestra intención la de no sembrar rivalidad contra la raza española sino la ensalzar


las proezas de nuestros antepasados que mucho de ello nos han legado y de lo cual
debemos sentirnos más que orgullosos.

I. DEFINICIÓN DE PRECURSORES
Fueron todos aquellos personajes de amplia visión que con sus ideas o acción
propugnaron la independencia del Perú; preparando así el terreno para posteriores
realizaciones o acontecimientos.
Rebelion de Tupac Amaru II

La rebelión de Tupac amaru II: El siglo XVIII fue un ciclo de crisis, dificultades, perdida de la
hegemonía y rebeliones para la colonia del Perú. Para este proceso histórico influyeron la lenta
pero perceptible recuperación de la población india y mestiza, la desmembración del Virreinato
del Perú, que dio origen a otros virreinatos como el Virreinato de Nueva Granada y el Virreinato
del Rió de la Plata, el malestar causado por la intensificación de la opresión colonial, la decadencia
de la producción minera en Potosí que cayó al 30 % respecto al siglo XVI y una nueva atmósfera
intelectual, resultado de la influencia de la Ilustración y de fenómenos de trascendencia universal
como la Independencia de los Estados Unidos y la Revolución Francesa.

El establecimiento del libre comercio limitado, mermo la importancia de Lima y el Callao, la


supresión de las encomiendas empobreció a la nobleza virreinal, y el Estado colonial se militarizo,
dando preferencia en el gobierno del Virreinato del Perú a los militares de carrera que pudieran
enfrentar los nuevos “tiempos revueltos” que se aproximaban. La rebelión de Tupac amaru II se
inscribe dentro de este proceso de cambios y acusado descontento.

La Revolución de Tupac Amaru II :

José Gabriel condorcanqui, conocido como Tupac Amaru II, fue un curaca indígena: Cacique de
Pampamarca, Surimana y Tungasuca, descendiente del inca Felipe Tupac Amaru, y nacido en
Surimana en el cañon del rió apurimac, el 19 de marzo de 1738.
Tupac Amaru II fue educado en el Colegio de Caciques de San Francisco de Borja en la ciudad de
Cusco y se dedico al negocio de la arriería además de gobernar su cacicazgo. Se caso con Micaela
Bastidas, natural de Abancay, y tuvo con ella tres hijos varones.

El papel histórico de Tupac Amaru II

El curaca mestizo, Tupac Amaru II, comprobó la terrible opresión que padecían los súbditos de su
cacicazgo, sometidos a la mita de potosí, los repartos obligatorios de mercaderías por parte de los
corregidores, el peso del tributo y de las aduanas terrestres, todo lo cual inspiro en el el animo
secreto de liberarlos. Poreso, hacia 1770, inicio gestiones a favor de los indios, al mismo tiempo
que pleiteaba con la familia Betancurt para ser declarado legalmente descendiente de Los Incas y
con derecho al marquesado de Oropesa. Sus reclamos y pretensiones fueron infructuosos en la
ciudad de Lima, en donde se puso en contacto con algunos criollos, por lo que quedo convencido
que el camino legal quedaba vedado para los indios del sur Andino.

Entonces es que concibió la idea de la insurrección, para lo cual, aprovechando su condición de


arriero, tejió los hilos de una vasta conspiración en el Sur Andino y el altiplano altoperuano
(boliviano).

Estallido de la Rebelión de Tupac Amaru II .

Tupac Amaru II, ante las terribles exacciones del Corregidor de Tinta, Antonio de Arriaga, que
pretendía utilizarlo para explotar aun mas a los indios, se resistió a colaborar con el español y este
lo amenazo de muerte y con el destierro a España, por lo que decidió precipitar los
acontecimientos.

El 4 de noviembre de 1780, aprovechando la circunstancia de un ágape ofrecido por el párroco de


Yanaoca, por ser cumpleaños del Rey, y donde estaban reunidos el corregidor Antonio de Arriaga y
Tupac Amaru II, después del armuerzo, y cuando el corregidor retornaba a Tinta, Tupac Amaru II lo
embosco y apreso en el abra o paso de Hilaywa, en el lugar denominado Wanqoraqay, camino de
tinta. Luego el caudillo rebelde convoco a los indios de Canas y canchis, juzgo al corregidor, lo
condeno a muerte, y lo hizo ahorcar en la Plaza de Tungasuca el 10 de noviembre de 1780. Luego
proclamo el fin de los repartos y la mita y la persecución de los corregidores.

La Batalla de Sangarara: Triunfo de las fuerzas revolucionarias de Tupac Amaru II


Como el estallido de un volcán, los indios del Sur Andino se alzaron al mando de su líder. Cuando la
noticia de la revolución llego al cusco, se envió una milicia de 1,200 hombres, que marcho a Canas
para derrotar a los rebeldes. El 16 de noviembre de 1780, Tupac Amaru II proclamo la liberación
de los esclavos, y dos días después el 18 de noviembre de 1780 venció a la expedición punitiva en
la batalla de Sangarara con la cual afirmo la revolución.

Fases de la Revolución de Tupac Amaru II

Los modernos estudios tupacamaristas han descubierto que la revolución tuvo dos fases: una
cusqueña y quechua, en el territorio del obispado del Cusco, entre noviembre de 1780 y mayo de
1781. Una puneña, quechua y aymara, entre 1781 y 1782, en el territorio del virreinato del Rió de
la Plata, al cual pertenecía el altiplano peruano-boliviano.

La Fase Cusqueña quechua:

Estuvo dirigida personalmente por Tupac Amaru II, quien con un “ejercito” de 40,000 indios, y
algunos mestizos, mal armados, marcharon al Collao y lo sublevo, llegando a Azangaro el 13 de
diciembre de 1780.

Sitio del cusco

Luego volvió al territorio cusqueño y puso sitio a la ciudad imperial del Cusco a partir del 4 de
enero de 1781, pero después de 10 días de infructuosos ataques para tomar la ciudad, e
incursiones de sus lugartenientes sobre el Valle Sagrado de los Incas y el valle del rió Paucartambo
o Mapacho, tuvo que retirarse hacia el corregimiento de Tinta. En el fracaso del sitio del cusco
jugaron un papel primordial los caciques indios hispanistas, como Mateo Pumacahua, entre otros.

Derrota y muerte de Tupac Amaru II

El visitador Areche organizo una poderosa fuerza armada de mas de 17,000 hombres , al mando
del mariscal José del Valle y con ella ataco a Tupac Amaru II en Tinta, derrotándolo en la batalla de
Checacupe o Tinta, el 6 de abril de 1781. Tupac Amaru II, en compañía de su familia huyo a Langui,
pero allí fue traicionado por Ventura Landaeta, apresado y entregado a los españoles.

Llevado al Cusco, fue juzgado, junto con sus principales lugartenientes, por el Oidor Benito de la
Matta Linares y condenado a muerte.
El 18 de mayo de 1781, en la Plaza de Armas del Cusco fue ejecutado mediante la pena barbara de
descuartizamiento, que en Europa solo se aplicaba a los regicidas (asesinos de reyes), pero antes
tuvo que presenciar la ejecución de su esposa Micaela Bastidas, su hijo Hipolito y sus
colaboracionistas: Andres Castelo, Jose Berdejo, Antonio Oblitas y Tomasa Tito Condemayta.

La Fase Puneña: Quecha Aimara:

Muerte el caudillo rebelde la revolución no termino, pues inmediatamente comenzó la segunda


fase de la misma, en el Altiplano, peruano-boliviano, bajo el liderazgo de Diego Cristobal Tupac
Amaru, Pedro Vilcapasa y Tupac Catari, que establecieron su cuartel general en Azangaro. Los
rebeldes sitiaron Puno, luego la Paz, en dos oportunidades Diferentes, Sorata, etc., y todo el Collao
fue un territorio liberado del yugo español, durante casi dos años. El mariscal José del Valle,
marcho con sus 17,000 soldados a derrotarlos y, los indios rebeldes libraron las batallas de
Condorcuyo, Pukinakankari, y una intensa guerra de guerrilas, que redujo el ejercito español a la
octava parte. Puno tuvo que ser evacuado y los españoles se retiraron con su ejercito del Altiplano
hacia el Cusco, sin haber podido vencer a los rebeldes. Mientras esto sucedía , Andres Tupac
Amaru sitiaba Sorata y tupac Catari, asolaba la región de Chucuito, en territorio aimara.

El armisticio y La traición final de los españoles.

Ante la imposibilidad de vencer militarmente a los rebeldes, los españoles acudieron a los medios
diplomáticos, dictando un Decreto de Perdon y Amnistia, el 12 de setiembre del 1781. Diego
Cristobal Tupac amaru después de muchas dudas, y contra los consejos de Pedro Vilcapasa, se
acogio a la amnistía y firmo el armisticio de Sicuani el 26 de enero de 1782. Vilcapasa continuo
luchando, pero fue vencido y ejecutado por los españoles el 8 de abril de 1782. Diego Cristobal
disfruto poco tiempo de la paz, pues en 1783, los españoles, por motivos fútiles lo apresaron,
juzgaron y luego ejecutaron, en la Plaza del Regocijo en el Cusco, el 19 de julio de 1783.

Trascendencia de la Rebelión de Tupac Amaru

La gran revolución iniciada por Tupac Amaru II fue el extraordinario esfuerzo que la República de
los Indios, realizo, para terminar con el dominio injusto de los españoles. Fue el movimiento
iniciador de la Emancipación y no solo precursor de la misma. Tuvo una trascendencia continental,
porque influyo en la rebelión de los comuneros en el virreinato de la Nueva Granada y también en
los incidentes de Quito y del Norte argentino.
Demostro asimismo que el prestigio de los incas cusqueños, renacía como una esperanza de
liberación, frente a la opresión peninsular, lo que es tangible en el mito de Inkarri. Igualmente José
Gaberiel Condorcanqui “Tupac Amaru II” fue acogido como un Inca libertador, porque las masas
indias estaban desesperadas ante la tremenda opresión colonial.

La gran revolución indígena fracasada costo 100,000 muertos entre las filas rebeldes y destruyo la
economía del Collao, especialmente el capital pecuario. Fue la gran sacudida social y política que
despertó a indios, mestizos y criollos como el poder colonial en Sudamérica

TUPAC AMARU II: EL PROYECTO NACIONAL ANDINO del SIGLO XVIII.

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(Pintura de Francisco Abril de Vivero)

"...desde el principio de su traición mandó y mandaba como

REY, bajo el frívolo y bajo pretexto de ser descendiente

legítimo y único, según va indicado de la sangre real de los

Emperadores Gentiles, y con especialidad del Inca Felipe

Tupac Amaru..."

(Sentencia dictada contra José Gabriel Túpac Amaru, Cusco 15 de mayo de 1781)

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En 1780, luego de doscientos cuarentiocho años de la llegada de los españoles a los Andes, en las
provincias altas de los actuales departamentos del Cusco, Apurímac, Arequipa, Tacna, Puno y el
Alto Perú (Bolivia actual); se dio inicio a la más importante gesta anti-colonial del siglo XVIII, en
América del Sur. Fue una guerra que respondía a un proyecto de sociedad y a una visión política
que se había ido desarrollando en el interior de algunos sectores de la élite andina y que fue
seguida y desbordada por multitudes mayoritariamente indígenas.

I. ALGUNAS APRECIACIONES INICIALES SOBRE el CARÁCTER POLITICO DE LOS HECHOS.


Conforme se desprende de diversos estudios e investigaciones, referidas a la gran guerra
encabezada por JOSE GABRIEL y DIEGO CRISTOBAL TUPAC AMARU; y sobretodo del análisis de las
fuentes escritas de la época (relaciones, cartas, edictos, bandos, proclamas, expedientes judiciales,
probanzas de nobleza de la Familia Tupac Amaru y sentencias contra los rebeldes) se puede
apreciar:

1.- Que, mucho antes de iniciar las acciones, la familia TUPAC AMARU, era una familia de curacas
nobles indígenas de Tinta, cuyos miembros se consideraban descendientes en línea recta de los
Incas, en la rama de MANCO INCA, uno de los hijos menores de Huayna Cápac; es decir su sangre
provenía de los caudillos quechuas que durante la época de la conquista española no se
sometieron al invasor hispano, los llamados Incas de Vilcabamba.

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2.-Documentos como la Petición que presentó José Gabriel Túpac Amaru a la Real Audiencia de
Lima en 1777(1), permiten verificar que JOSE GABRIEL TUPAC AMARU, tenía una gran convicción
de sus derechos como descendiente de los incas y ello lo motivaba a reclamar reconocimientos de
nobleza y reivindicaciones patrimoniales a favor suyo y de su linaje, así como en defensa de los
indios.

3.- Las SENTENCIAS dictadas por los jueces coloniales, contra los rebeldes, hacen referencia
expresa a las finalidades políticas de la guerra de los TUPAC AMARU II :

PARRAFOS DE LA SENTENCIA DICTADA CONTRA JOSE GABRIEL TUPAC AMARU

“En la causa criminal que ante mí pende y se ha seguido de oficio de la Real Justicia contra José
Gabriel Túpac Amaru, cacique del pueblo de Tungasuca, en la Provincia de Tinta, por el horrendo
crimen de rebelión o alzamiento general de los indios, mestizos y otras castas, pensado hace mas
de cinco años y ejecutado en casi todos los territorios de este virreinato y el de Buenos Aires, con
la idea (de la que está convencido) de quererse coronar Señor de ellos y Libertador de las que
llamaba miserias de estas clases de habitantes que logró seducir..…creyéndole del tronco principal
de los Incas, como se ha titulado, y por eso dueño absoluto y natural de estos dominios y su
vasallaje… (…) …el que llamaban su Inca; quien al mismo tiempo que publicaba, en las
innumerables convocatorias, bandos y órdenes suyos (de los que hay bastantes originales en estos
autos) que no iban contra la iglesia, la privaba , como va dicho de sus mayores fuerzas y
potestades, haciéndose legislador… privando a una y a otra alta potestad de sus más particulares
prerrogativas y poder: pues ponía en las doctrinas curas, se recibía en las iglesias bajo palio,
nombraba justicias mayores en las provincias, quitaba los repartimientos o comercio permitido
por tarifa a sus jueces, levantaba las obvenciones eclesiásticas, extinguía las aduanas reales y otros
derechos que llamaba injustos: abría y quemaba los obrajes, aboliendo las gracias de
mitas…mandaba embargar los bienes de los particulares habitantes de ellos y no contento con
esto quería ejecutar lo mismo tomando los caudales de las arcas reales: imponía pena de vida a
quien no le obedecía…. Se hizo pintar y retratar en prueba de estos designios torpes, con insignias
reales de unco, mascapaicha y otras… desde el principio de su traición mandó y mandaba como
rey, bajo el frívolo y bajo pretexto de ser descendiente legítimo y único, según va indicado, de la
sangre real de los emperadores gentiles, y con especialidad del Inca Felipe Túpac Amaru, cuya
declaración se usurpó desde luego sin facultad, pues el tribunal de la Real Audiencia de Lima,
donde pendía esta causa, no le había declarado ningún derecho a esta descendencia, antes por el
contrario había fundamentos bien seguros para denegársela, cuyas presunciones de
entroncamiento, no obstante de hallarse en este tan dudoso estado, han hecho tal impresión en
los indios, que llevados de ésta le hablaban y escribían en medio de su rudeza, con la mayor
sumisión y respeto, tratándole a veces de Señoría, Excelencia, Alteza y Majestad, viniendo de
varias provincias a rendirle la propia obediencia y vasallaje…”(2)

4.- CARTAS e INFORMES DE LA EPOCA:

Coinciden plenamente en que las finalidades políticas de la guerra de los Tupac Amaru, eran
acabar con la dominación española y establecer en su lugar un régimen monárquico encabezado
por José Gabriel Túpac Amaru. Por ejemplo, el partícipe directo de los hechos, obispo del Cusco:
JUAN MANUEL MOSCOSO, en una carta que remite al Virrey el 21 de noviembre de 1780, apenas
17 días después de que las acciones se iniciaran, señala que José Gabriel es: “indio rebelde a la
Corona” y denuncia: “las tórridas intenciones del amotinado, al logro de la Corona que imagina
suya” (3). Se debe tener en cuenta, que esta carta emite juicios que corresponden apenas a los
primeros quince días de la rebelión; posteriormente, en otra misiva dirigida igualmente al Virrey,
el obispo del Cusco nos brinda la clave para entender un asunto que aún hoy constituye un punto
de discrepancia entre los investigadores de la gran rebelión, pues señala: que, aunque "algunos"
edictos y convocatorias de TUPAC AMARU aparentan fidelidad al rey y amor a la religión, esto no
es sino una hipocresía para tomar fuerza y "hacerse absoluto dueño de los individuos y sus
haciendas"(4). El coronel español PEDRO DE LA VALLINA, un testigo de excepción de los hechos,
pues fue prisionero de José Gabriel Túpac Amaru y estuvo recluido en la casa del inca, en una carta
dirigida al Corregidor de La Paz afirma: "El principal fin de este indio José Tupamaro es
coronarse."(5). La Relación del Corregidor de Puno, relata un episodio frecuente en la gran
rebelión: " Adelantose a responder por todos los otros un yndio con bastón en la mano y ...dijo
resueltamente que no necesitaban aquél indulto, ni reconocían por Soberano al Rey de España,
sino a su Ynca Túpac Amaru..."(6). Otro funcionario realista, contemporáneo de los hechos, el
Corregidor de Arequipa, Balthasar de Semanat señala que: Túpac Amaru se había rebelado con el
fin de: "despojar a su Majestad de estos reinos"(7)

En suma, hace 229 años, todo el sur peruano, el Alto Perú (actual Bolivia) y las provincias del norte
argentino, estaban conmocionadas: se acababa de iniciar la terrible guerra encabezada por la
familia Túpac Amaru, contra el sistema colonial hispánico, en pos del poder.
La fecha del inicio de esta guerra, comúnmente se sitúa en el 4 de noviembre de 1780, día que los
rebeldes apresan al corregidor español Antonio de Arriaga, al que después ejecutan. Las acciones
se prolongarían hasta 1783, cuando es detenido y asesinado el último gran líder: Diego Cristóbal
Túpac Amaru, el mismo que solamente pudo ser aprisionado mediante la traición, ya que las
autoridades virreynales firmaron un tratado de paz con los rebeldes, que no respetaron.

II. BREVE EXPOSICION DE HECHOS Y PROYECCIONES DE LA GUERRA

Estallada en lugares altos del Cusco y Puno, aproximadamente 250 años después de la conquista
española; la guerra de los Tupac Amaru, se expandió vertiginosamente por las comunidades
quechuas y aymaras, que se aliaron contra los colonialistas. Los caudillos de la rebelión
pertenecían a una familia de curacas locales, que pregonaban ser descendientes de los INCAS; su
grito llamando a la lucha contra el régimen colonial, causó una conmoción política y social, sin
precedentes para su época. Ningún pueblo indígena de la América colonial, ni los aztecas, ni los
mayas, ni los araucanos, fueron capaces de vertebrar un movimiento de tal magnitud y con tales
ambiciones políticas.

Pues en Túpac Amaru II, hay toda una visión o idea del Perú: éste no se encuentra conformado ya
solamente por los indios, ni por los españoles ni por los mestizos; el Perú está conformado por
todos los que somos connacionales, por los que hemos nacido en este territorio y estamos
dispuestos a defenderlo. Este planteamiento se expresa claramente en los bandos y proclamas
tupacamaristas, que fueron muchos, y que se publicaron y se dieron a conocer a la población,
entre 1780 a 1783, a lo largo de la guerra que encabezó la familia Túpac Amaru contra el régimen
colonial. En el ideario de TUPAC AMARU II hay un proyecto nacional claro y contundente, lo
notable es que TUPAC AMARU plantea el liderazgo de la nación indígena en ese proyecto, sobre
los demás componentes étnicos de la población; pero sin excluir a nadie, pues el caudillo invita a
los criollos, a los españoles americanos e invita a los afroamericanos, a formar parte de la empresa
nacional que él se siente llamado a comandar como descendiente de los Incas.

A este respecto, bástenos citar algunos párrafos, de los muchos bandos, edictos y proclamas, que
los Tupac Amaru hicieron llegar al pueblo por estos días. No nos referiremos al famoso BANDO DE
LA CORONACION DE TUPAC AMARU, harto conocido; mencionaremos otros: por ejemplo, el
EDICTO A LOS CRIOLLOS DE CHICHAS, del 23 de diciembre de 1780; cuyos párrafos más
importantes, sintetizan claramente el proyecto nacional al que los líderes se orientaban y nos
demuestran que los TUPAC AMARU pretendían asumir el poder, invocando fundamentos políticos
y jurídicos: los derechos que consideraban que les correspondían en razón a SU ESTIRPE INCA y a
la búsqueda del BIEN COMUN:
UN EJEMPLO DE LAS PROCLAMAS DE TUPAC AMARU II

EDICTO A LOS CRIOLLOS DE CHICHAS.

"Don José Gabriel Tupac Amaru, indio de la sangre real y tronco principal: Hago saber a los
paisanos criollos, moradores de la provincia de Chichas y sus inmediaciones, que viendo el yugo
fuerte que nos oprime con tanto pecho, y la tiranía de los que corren con este cargo, sin tener
conmiseración de nuestras desdichas y exasperado de ellas y de su impiedad, he determinado
sacudir este yugo insoportable y contener el mal gobierno que experimentamos de los jefes que
componen estos cuerpos. Sólo siento, de los paisanos criollos, a quienes ha sido mi ánimo (que) no
se les siga algún perjuicio, sino que vivamos como hermanos y congregados en un cuerpo,
destruyendo a los europeos... para el amparo, protección y conservación de los españoles criollos,
de los mestizos, zambos e indios, y su tranquilidad, por ser todos paisanos y compatriotas, como
nacidos en nuestras tierras, y de un mismo origen de los naturales, y haber padecido todos
igualmente dichas opresiones y tiranías de los europeos. Si eligen este dictamen no se les seguirá
perjuicio ni en vidas ni en haciendas, pero si despreciando esta mi advertencia hicieren lo
contrario, experimentarán su ruina, convirtiendo mi mansedumbre en saña y furia... y así no
estimen en poco esta mi advertencia , que es nacida de mi amor y clemencia, que propende al
bien común de nuestro reino, pues se termina a a sacar a todos los paisanos españoles y naturales
de la injusta servidumbre que han padecido.

Y para que así tengan entendido se fijarán ejemplares de este edicto, en los lugares que se tenga
por conveniente, en dicha provincia, en donde sabré quienes siguen este dictamen, premiando a
los leales y castigando a los rebeldes, que conoceréis vuestro beneficio y después no alegaréis
ignorancia. Es cuanto puedo deciros. Lampa y diciembre 23 de 1780.

D. José Gabriel Tupac-Amaru, Inca" (8)

La lucha que siguió y se desarrolló, sería aterradora, para ambos bandos. En la fase inicial, dirigida
por José Gabriel Túpac Amaru, los incas derrotan en SANGARARÁ, a la primera expedición enviada
para reprimirlos, donde perecen 576 soldados y oficiales colonialistas, solamente contando a
criollos y españoles, como lo recuerda LEWIN(9); luego lograrían el control de gran parte de la
meseta del Collao - el Altiplano, liberan Ayaviri, Lampa, Azángaro y los altos espacios cusqueños,
consiguiendo la adhesión de muchas comunidades quechuas y de la vigorosa etnia aymara;
derrotan al ejército conjunto de los corregidores de Lampa, Puno y Chucuito(10), para
seguidamente atacar al Cusco durante 8 días, tras los cuales el caudillo José Gabriel Tupac Amaru
ordena la retirada hacia sus bastiones de Tinta, al ver que los españoles habían impuesto el terror
en esa ciudad y los indios nobles de aquella urbe le daban la espalda.
Hacia marzo de 1781, mientras la rebelión crece en el Alto Perú, donde el común de los aymaras
había elegido como máximo jefe (APU MALLKU) de los ayllus o markas a JULIAN APAZA TUPAC
KATARI, quien pone cerco a La Paz; los realistas contratacan en el Cusco, con un ejército
compuesto por más de 17,000 hombres(11); y Jose Gabriel en lugar de dirigirse hacia los altos
espacios andinos de Puno y el Alto Perú, donde contaba con grandes fuerzas, decide resistir en
Tinta, en las heredades ancestrales de la familia Condorcanqui, a cuyo linaje también pertenecía.
Tras dividir por razones tácticas sus fuerzas, los Tupac Amaru logran vencer a los realistas y sus
servidores indios en Pucacasa, Cusipata y Lauramarca(12); pero sufren una importante derrota en
SALCA, donde según testimonios de la época, citados por VEGA, hubo una carnicería que horrorizó
a Túpac Amaru: "cuyo asombro creció viendo que le tomaron sus cañones, pertrechos, municipios,
equipajes..."(13). Recién entonces, JOSE GABRIEL decide replegarse al Collao (actual Puno) y al
Alto Perú (actual Bolivia) donde la llama de la guerra convocada por los TUPAC AMARU contra
España, había prendido en las poblaciones quechuas y aymaras de la zona; más en este intento, el
caudillo es apresado, por traidores al servicio de los colonialistas, cuando se dirigía a Ayaviri, a
revienta caballo(14).

En la segunda etapa de la guerra, los rebeldes, bajo el liderazgo de Diego Cristóbal Túpac Amaru,
Andrés Túpac Amaru, Miguel Túpac Amaru, Julián Apaza - Túpac Katari, (gran caudillo aymara,
aliado de los quechuas tupacamaristas) y de diversos comandantes y capitanes como Pedro
Vilcapaza, toman bajo su control provincias enteras, centrando su capital en Azángaro(15) y
ejerciendo dominio en grandes zonas que abarcaban Sicuani, Lampa, Ayaviri, Huancané, Carabaya,
Yunguyo, Sandia y el Alto Perú (Bolivia), etc; asolando o sitiando ciudades colonialistas como
Chucuito, Zepita, Juli, Sorata, Puno y La Paz. En aquellas provincias, el ejército colonialista no pudo
repetir los éxitos obtenidos en la zona de Tinta: el Mariscal español José del Valle, comandante de
la expedición virreinal pacificadora vio cómo su ejército de 17,000 hombres: criollos, indios, negros
y "mestizos" era diezmado y dispersado, hasta que finalmente el máximo jefe militar español
decide replegarse al Cusco, al que según fuentes de la época(16)regresó con solo 1,500 hombres
de los 17,000 hombres con los que había partido.

III. PUMACAHUA y OTROS CURACAS FRENTE AL PROYECTO TUPACAMARISTA.

En este contexto crucial, del cual dependía la vigencia o no, del régimen español en el sur peruano,
las autoridades virreinales lograron el apoyo de varios caciques como PUMACAHUA, quien al
parecer por rivalidades personales no apoyó a los TUPAC AMARU, como se vislumbra en el hecho
de que muchos años después, casi anciano, se lanzó a dirigir una nueva guerra contra los
colonialistas hispanos, la misma que no llegó a tener ni la fuerza ni la organización que tuvo la
guerra de los Túpac Amaru. Sin embargo, este tipo de disensiones no desmerece, ni reduce en
nada el valor de la gesta de los Túpac Amaru; recordemos que este tipo de escisiones fueron
comunes en el área andina, durante la invasión española, pues las panacas incas se encontraban
divididas en una lucha por el poder y eso favoreció el triunfo paulatino de los invasores ibéricos. El
mismo Manco Inca, al principio y según puede conjeturarse por razones tácticas, fue un aliado
vital de la hueste de Pizarro, pues apoyó el aniquilamiento de los grandes sinchis (generales) que
habían servido a Ataohuallpa y que eran sus enemigos: Quizquiz, Challcochimac y Rumiñahui,
antes de iniciar su propia guerra contra los invasores. Por lo demás, en la historia universal, es
común advertir que la acción de grandes líderes independendistas nacionales, muchas veces
resultó desdeñada y hasta combatida por sectores de su propio pueblo y nación, como sucedió en
la guerra de la independencia norteamericana contra la dominación inglesa; en las luchas por la
emancipación sudamericana del yugo colonial, en las que estuvo comprometida solo una parte de
la élite criolla; etc. Asimismo, en la historia de la humanidad abundan ejemplos de
enfrentamientos fratricidas entre personas del mismo pueblo: en la batalla de los Campos
Catalaunicos o de Chalons, también llamada de la llanura de Mauriac, lucharon del lado de las
fuerzas romanas los VISIGODOS, mientras que en el bando contrario, del lado de Atila, gran jefe
huno-mongol, lucharon sus hermanos de raza los OSTROGODOS(17); y en la batalla de las pampas
de Ayacucho, al lado de las fuerzas españolas, lucharon denodadamente contra los batallones
independendistas,codo a codo, las comunidades indias de Iquicha (Huanta), de lengua quechua.

IV. EL TERROR CONTRA EL PRIMER PROYECTO NACIONAL PERUANO.

La guerra de liberación de los TUPAC AMARU II, generó tal terror en los colonialistas, que las penas
aplicadas por los jueces no tuvieron parangón en la historia del virreinato. Sólo en la época de la
invasión y conquista española se había visto una crueldad semejante: En abril de 1781, José
Gabriel Túpac Amaru fue condenado a morir descuartizado por cuatro caballos, (este tipo de
condena, al parecer la habían aprendido los godos de los hunos-mongoles, cuando sus tierras
natales en Germania, Panonia y otras, fueron invadidas por éstos, en la época final del Imperio
Romano); como los corceles no pudieron seccionar el cuerpo del gran inca, terminaron con él a
machetazos. La mujer del inca fue ahorcada y como no expiraba debido a la delgadez de su cuello,
la acabaron a golpes y puntapiés. El gran caudillo aymara TUPAC KATARI, fue igualmente
descuartizado por caballos y similar muerte le tocó a Pedro Vilcapaza, líder del altiplano. En marzo
de 1783, Diego Cristobal Túpac Amaru, líder de tanta trascendencia como Jose Gabriel, fue
ejecutado atenazado por hierros candentes al rojo vivo: salvaje suplicio que demuestra que las
autoridades coloniales eran conscientes de que el proyecto de los incas alzados en armas había
puesto en peligro la misma existencia del régimen virreinal y era necesario un extremo
escarmiento.

Las comunidades que habían apoyado la guerra contra los colonialistas fueron masacradas. En la
propia capital del mundo andino, el barrio de San Cristóbal en el Cusco, fue arrasado por los
partidarios del régimen colonial hispano, como lo relata el mismo José Gabriel Túpac Amaru, en
una carta:
"...la Parroquia de San Cristóbal que juzgaban estaba a mi disposición (porque cuando antes
regresaba al Cusco me aposentaba en ella), los europeos herejes la asolaron, matando hombres y
mujeres..." (18)

V. LA VIOLENCIA DE LAS MASAS TUPACAMARISTAS.

Luego de la muerte de José Gabriel Túpac Amaru, el resto de los Túpac Amaru, sucesores en el
comando, radicalizaron las acciones militares y las campañas contra las poblaciones pro-
colonialistas y en otros casos las masas indígenas del pueblo llano, que seguía a los caciques
rebeldes, rebasaron los límites que los caudillos vanamente trataban de imponer, para no
atemorizar a los criollos. Veamos, lo que relata el comandante español Joaquín de Orellana,
corregidor de Puno y tenaz defensor del orden colonial hispano:

"Entré a Chucuito y no encontré a persona alguna, a quien preguntar por los demás, me dirigí a la
Plaza, donde hallé el mayor horror que en este reino se ha visto desde la conquista. Fuera de los
enterrados, se hallaban más de 200 cadáveres en aquél lugar, pasé a la casa del cura y también se
encontraron sus cuartos abarrotados de cuerpos muertos, de manera que no se escapó alma que
tuviese rostro de español que no pereciere"(19).

VI. LOS ACUERDOS DE PAZ y LA FELONÍA COMETIDA CONTRA LA FAMILIA TUPAC AMARU.

En la gran gesta de los TUPAC AMARU, hay un hecho trascendental que no se recuerda y resalta
como se debe. Ese hecho, que constituye una verdad histórica, es que las autoridades españolas
tuvieron que FIRMAR ACUERDOS DE PAZ con los líderes de la familia TUPAC AMARU, para poder
pacificar el virreinato. Es decir: el movimiento rebelde no pudo ser derrotado por la fuerza de las
armas; y se tuvo que recurrir a la diplomacia y luego a la felonía de la traición. Al respecto, escapa
a los fines de este artículo divulgativo, detallar las circunstancias y negociaciones que se dieron
entre las fuerzas pacificadoras españolas y los TUPAC AMARU desde fines de 1781 a enero de
1782(20); solo mencionaremos que las autoridades virreinales, primeramente decretaron el
INDULTO general de todos los rebeldes, el perdón para todos los alzados, incluyendo
expresamente a los caudillos; luego, como los rebeldes seguían levantados en armas, con la
mediación de religiosos como el obispo del Cusco: JUAN MANUEL MOSCOSO, lograron firmar
tratados de paz.

El primer Tratado de Paz, que suscribieron ambas partes, es el de PATAMANTA o LA PAZ (3 de


noviembre de 1781) entre ANDRES TUPAC AMARU Inca en representación de su tío Diego
Cristóbal Túpac Amaru y los virreinales representados por el comandante español JOSE DE
RESEGUIN Teniente Coronel de los Reales ejércitos Comandante General de las fuerzas del
Virreinato de Buenos Aires y Gobernador de Armas de la Audiencia de Charcas, en representación
de su Católica y Real Majestad Carlos III(21).

Luego DIEGO CRISTOBAL TUPAC AMARU firma el Tratado de LAMPA (11 de diciembre de 1781),
con el comandante de las fuerzas españolas Ramón Arias. Veamos como describen a Diego
Cristobal Túpac Amaru, en tales tratativas, las crónicas de la época:

"..el Rebelde...bajó circulado de 15 granaderos con fusiles que le rodeaban a caballo, fuera de los
indios lanceros que también lo rodeaban inmediatos a su mula. El Rebelde traía un vestido negro
de terciopelo, chuspa de tisu de oro, espadín de oro, hebillas de lo mismo y bastón con puño de
oro...y entraron a tratar sobre la pacificación y demás asuntos del día, acerca de los cuales (el
Rebelde) hablaba con tanto denuedo e imperio que denotaba no venir de paz sino de guerra, pero
nuestro comandante con mucha sagacidad procuraba contestarle..."(22)

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Finalmente, se celebra el ARMISTICIO y ceremonia de paz de SICUANI ( 26 y 27 de enero de 1782),


entre Diego Cristobal Túpac Amaru y el máximo jefe de los ejércitos del Rey en el Virreinato de
Lima, el mariscal español JOSE DEL VALLE:

"Y en este estado se le aseguró a dicho Diego, bajo de palabra de honor, que ninguno de los
subalternos que sirven a nuestras ordenes, ni persona alguna, de cuantas habitan en estos
dominios, lo hostilizarán en lo más mínimo, ni perjudicará en esta causa a su persona, familia y
hacienda, ni las de sus parientes y allegados, siempre que fieles, verdaderamente subordinados y
rendidos a la protección del rey, nuestro señor, cumplan lo que tiene ofrecido bajo la religión del
juramento.

Con lo expresado se concluyó este acto de satisfacción y lo firmamos con el expresado Diego
Cristobal Tupac Amaru y los oficiales de plana mayor."(23)

Los TUPAC AMARU deponen las armas en una posición de prestigio y reconocimiento de las masas
indias, que los veían como sus líderes no vencidos, que venían de lejos a pedirles consejo, que los
llamaban INCAS y los consideraban sus gobernantes(24). Ello no convenía en modo alguno a la
corona española; unas semanas después de haber celebrado la paz, el rey de España daba
instrucciones, acerca del fin que debía tener la familia Tupac Amaru; por Real Orden del 24 de
mayo de 1782, el rey de España indica al Virrey del Perú acerca de: "la ninguna fe que se debe dar
a las palabras y ofertas de los traidores Diego y Andrés Túpac Amaru..."(25), ordenando que con
sagacidad el Virrey tome las medidas y previsiones posibles para aprehenderlos y formarles su
causas.

Y en efecto, en marzo de 1783, sorpresivamente, en violación flagrante de los acuerdos pactados,


todos los miembros de la familia Tupac Amaru fueron apresados. Más de un centenar de personas,
entre los cuales estaban: Diego Cristobal, Andrés y Cecilia Tupac Amaru, sus familiares, allegados,
amigos y hasta sus empleados, ahijados y criados(26). Inventándosele nuevos cargos Diego
Cristobal fue procesado y condenado, acusado de estar promoviendo un nuevo levantamiento y
de no acatar la paz firmada con las autoridades del Rey, como tal se le condenó a morir atenazado
por fierros ardientes; la sentencia se cumplió el 18 de julio de 1783 en todas sus partes. Todos los
miembros de la familia TUPAC AMARU fueron asesinados o deportados. Se les confiscó todas sus
propiedades. Se ordenó eliminar todo rastro de los documentos que probaban la ascendencia inca
de la familia rebelde y que se quemaran públicamente tales papeles en la Plaza de Armas de
Lima(27). Se dispuso arrasar y salar las propiedades de los incas rebeldes. Se prohibió el uso del
apelativo INCA, de los trajes de incas, de las trompetas quechuas llamadas PUTUTOS, de las
comedias indígenas relativas a los incas, de los cuadros, retratos y murales alusivos a los incas, de
los árboles geneológicos destinados a probar los entronques familiares de los incas y sus
descendientes; se ordenó la requisa y quema del Libro del Inca Garcilazo de la Vega: Comentarios
Reales de los Incas; se abolió los cargos de curacas; se dispuso castellanizar totalmente a la
población indígena y anular todos los reconocimientos geneológicos habidos hasta entonces
respecto a los descendientes de los incas. En suma, el conjunto de estas medidas, que constan en
las sentencias dictadas por los jueces coloniales y que fueron luego ratificadas por reales
órdenes(28), no hacen sino demostrar el terror que el movimiento nacional inca encabezado por la
FAMILIA TUPAC AMARU había generado en el mundo colonial hispano y criollo. En respuesta a
ello, el pueblo indígena colonial fue descabezado, perdió a su clase dirigente. Pocas veces en la
historia humana se ha visto un genocidio y un etnocidio tan completo, como éste.

De esta forma, la guerra de los Túpac Amaru, tendría un terrible costo en vidas humanas: 100,000
a 140,000 muertos(29), la mayor parte, indios de las comunidades alzadas en armas contra el
régimen colonial; saldo trágico de acciones de violencia política, cuya magnitud fue inusitada, en
cuanto a la historia peruana y que precedió el camino de los futuros movimientos emancipadores
criollos.

LA REBELIÓN DE TÚPAC AMARU II

José Gabriel Condorcanqui reclamaba ser descendiente de Túpac Amaru I, el último Inca de
Vilcabamba, quien fuera ejecutado en la plaza del Cusco en 1572 por orden del Virrey Toledo.

BIOGRAFÍA DE TÚPAC AMARU II


El curaca José Gabriel Condorcanqui, Túpac Amaru II, nació el 19 de marzo de 1738, en el pueblo
de Surimana, distrito de Tungasuca, Provincia de Canas, en el Departamento de Cusco. Era el
segundo hijo de Miguel Condorcanqui y de Rosa Noguera, descendiente por línea materna de
Túpac Amaru I, el último soberano inca, de quien adoptó el nombre.Al fallecer su hermano mayor,
quedó como único y legítimo heredero del curacazgo de Surimana, Tungasuca y Pampamarca. Fue
educado por los jesuitas en el colegio de curacas de San Francisco de Borja ubicado en el Cusco.

Tenía alrededor de 20 años cuando contrajo matrimonio con doña Micaela Bastidas Puyucahua.
Era propietario de cocales en Carabaya, chacras en Tinta, vetas de minas y, sobre todo, dueño de
350 mulas, utilizadas para transportar mercaderías a Potosí, por lo cual era conocido
peyorativamente como "el curaca arriero".

En 1776 presentó una petición formal para que se le concediera un título de nobleza hispano y
para que los indios fueran liberados del trabajo obligatorio en las minas. Ante la negativa de la
Audiencia de Lima decidió tomar medidas más radicales. En noviembre de 1780, Túpac Amaru II
lideró una insurrección popular en el valle de Tinta, la que, en seguida, se propagó por toda la
sierra y cuyas principales exigencias fueron poner fin a los tributos excesivos, la mita y los abusos
de los corregidores.

Si bien al comienzo el movimiento reconoció la autoridad española de la Corona, más adelante se


convirtió en un movimiento independentista y en la revolución más grande en la historia del
Virreinato español.

Al iniciarse la insurrección, el corregidor Arriaga fue apresado y ejecutado por orden de Túpac
Amaru . Aunque el objetivo inicial fue luchar contra los excesos y el mal gobierno de los españoles,
no pudo evitar que la guerra se convirtiera en racial. Al frente de una nutrida tropa y después de
vencer a un ejército de 1.200 españoles en Sangarará, Túpac Amaru II prefirió no marchar sobre
Cusco y regresar a su residencia de Tungasuca sin entrar en la antigua capital Inca; con ello intentó
facilitar una negociación de paz, ya que su objetivo no era la guerra contra los españoles sino
acabar con los excesos de los corregidores. Esto permitió que los españoles organizaran la
resistencia y los rebeldes fueron vencidos el 8 de enero de 1781 por el ejército enviado por el
virrey Jáuregui y Aldecoa y, entre el 5 y el 6 de abril, en Tinta, por las tropas del mariscal del Valle.

Perseguido por el general Ventura Landa en Tananico, fue hecho prisionero y juzgado
severamente, el 18 de mayo de 1781, siendo obligado a presenciar el asesinato de toda su
familia.El visitador Areche lo condenó a morir descuartizado por cuatro caballos que tirasen de
cada una de sus extremidades. Como Túpac Amaru II era un hombre excepcionalmente fuerte, fue
imposible matarlo de esa manera por lo que ordenaron su decapitación.
Su cuerpo fue descuartizado, su cabeza fue colocada en una lanza exhibida en Cusco y Tinta, sus
brazos en Tungasuca y Carabaya, y sus piernas en Livitaca y Santa Rosa.A pesar de la ejecución de
Túpac Amaru II y de su familia, los españoles no lograron sofocar la rebelión, que continuó
acaudillada por su medio hermano Diego Cristóbal Túpac Amaru, al tiempo que se extendía por el
altiplano boliviano, la región de Jujuy y en el Noroeste argentino.

La fama de Túpac Amaru II se extendió de tal forma que incluso los indios sublevados en el llano
de Casanare, Virreinato de Nueva Granada (actual Colombia), le proclamaron rey de América.
Siguiendo los pasos de Túpac Amaru II, que había intentado una solución pactada al conflicto, su
hermano Diego Cristóbal llegó a un acuerdo para deponer las armas con la promesa española de
indultar a los rebeldes y corregir la mala situación de los indios. Esto se logró tras difíciles
negociaciones, en enero de 1782. Las posteriores rebeliones criollas invocaron el nombre de Túpac
Amaru II para obtener el apoyo de los indios.

Sublevación[editar]
Véase también: Rebelión de Túpac Amaru II

El 4 de noviembre de 1780 se inicia la rebelión de José Gabriel Condorcanqui contra la


dominación española, adoptando el nombre de Túpac Amaru II, en honor de su antepasado el
último Inca de Vilcabamba. Túpac Amaru se autodeclara "Inca, Señor de los Césares y
Amazonas",5 y jura con el siguiente bando su coronación: "...Don José Primero, por la gracia
de Dios, Inca Rey del Perú, Santa Fe, Quito, Chile, Buenos Aires y Continentes de los Mares
del Sur, Duque de la Superlativa, Señor de los Césares y Amazonas con dominio en elGran
Paititi, Comisario Distribuidor de la Piedad Divina, etc...".6 Al comienzo el movimiento
reconoció la autoridad de la corona, ya que Túpac Amaru afirmó que su intención no era ir en
contra del rey sino en contra del «mal gobierno» de los corregidores. Más tarde la rebelión se
radicalizó llegando a convertirse en un movimiento independentista.

Su esposa Micaela Bastidas así como familiares de ambos tuvieron una participación de
primer orden en el movimiento, tanto en el reclutamiento, abastecimiento y hasta cierto punto
en la toma de decisiones.

Con el apoyo de otros curacas, mestizos y algunos criollos, la rebelión se extendió, llegando a
tener tropas de decenas de miles de combatientes.7 Entre sus ofrecimientos se hallaban la
abolición tanto del reparto como de la alcabala, la aduana y la mita de Potosí.

La convocatoria de Túpac Amaru II buscó integrar a indígenas, criollos, mestizos y libertos


negros en un frente anticolonial, pero no pudo evitar que la masificación del movimiento
convirtiera el accionar en una lucha racial contra españoles y criollos (en general en el
Virreinato los criollos no tenían en su actuar antagonismos con los españoles, siendo como
mucho contrarios a las reformas borbónicaspero fieles a la corona en los demás aspectos).

Su movimiento tuvo dos fases:

 Primera fase o fase tupacamarista, donde destaca la hegemonía de José Gabriel Túpac
Amaru y continuada tras su muerte por su primo Diego Cristóbal Túpac Amaru.
 Segunda fase o fase tupacatarista, donde destaca el protagonismo de Julián Apaza Túpac
Katari.

Juicio y ejecución[editar]
Tras ser capturado el 6 de abril de 1781, fue llevado a Cuzco encadenado y montado en una
mula. Ingresó a la ciudad una semana después, "con semblante sereno" mientras las
campanas de la Catedral repicaban celebrando su captura. Apresado en el convento de
la Compañía de Jesús, fue sucesivamente interrogado y torturado al límite del fallecimiento,
con el objetivo de arrancarle información acerca de sus compañeros de rebelión en Cuzco y
otras ciudades, y de sus ejércitos que aún conservaban grandes territorios. Torturas que
fueron inútiles ya que no dio confesión alguna. Más bien trató de enviar mensajes escritos con
su propia sangre, pero estos fueron interceptados. La madrugada del 29 de abril a causa de
los rigores del tormento le fracturaron el brazo derecho.

Un día durante el encierro cuando el visitador José Antonio de Areche, autoridad del
interrogatorio y ejecución enviado por el rey Carlos III de España, entró intempestivamente al
calabozo para exigirle, a cambio de promesas, los nombres de los cómplices de la rebelión,
Túpac Amaru II le contestó: "Solamente tú y yo somos culpables, tú por oprimir a mi pueblo, y
yo por tratar de libertarlo de semejante tiranía. Ambos merecemos la muerte.".

El 18 de mayo de 1781, en evento público en la Plaza de Armas de Cuzco, se cumplió la


ejecución de Túpac Amaru II, su familia y sus seguidores. Los prisioneros fueron sacados de
sus calabozos, metidos en zurrones (un tipo de costal) y arrastrados por caballos todos a la
vez, uno tras otro, hasta llegar a la plaza. Ya al pie del cadalso, Túpac Amaru II fue obligado,
tal y como señalaba la sentencia, a presenciar la tortura y asesinato de sus aliados y amigos,
su tío, sus dos hijos mayores y finalmente su esposa, en ese orden.
Después, al igual que hicieron con varios de sus lugartenientes, con su tío y su hijo mayor, le
cortaron la lengua.8

Luego se intentó descuartizarlo vivo, atando cada una de sus extremidades a


sendos caballos para que estos tirasen de aquellas y las arrancaran. Un testigo describió los
hechos:
"Atáronle a las manos y pies cuatro lazos, y asidos estos a la cincha de cuatro caballos,
tiraban cuatro mestizos a cuatro distintas partes: espectáculo que jamás se había visto en esta
ciudad. No sé si porque los caballos no fuesen muy fuertes, o porque el indio [sic] en realidad
fuese de hierro, no pudieron absolutamente dividirlo después que por un largo rato lo
estuvieron tironeando, de modo que lo tenían en el aire, en un estado que parecía una araña."

Intento de desmembramiento de Túpac Amaru II.

Al ser la acción infructuosa sus verdugos optaron por decapitarlo y posteriormente


despedazarlo. Su cabeza fue colocada en una lanza exhibida en Cuzco y Tinta, sus brazos en
Tungasuca y Carabaya, y sus piernas en Livitaca (actual provincia de Chumbivilcas) y en
Santa Rosa (actual provincia de Melgar, Puno). De igual forma despedazaron los cuerpos de
su familia y seguidores, y los enviaron a otros pueblos y ciudades.
El hijo menor de Condorcanqui, Fernando, al ser un niño de 10 años, no fue ejecutado, mas se
le obligó a presenciar el suplicio y muerte de toda su familia y a pasar por debajo de la horca
de los ejecutados, para luego ser desterrado a África con órdenes de prisión perpetua. No
obstante el navío zozobró y acabó en Cádiz, siendo encarcelado en las mazmorras de dicha
ciudad (el virrey Agustín de Jáuregui sugirió que no fuera enviado a África sino a España por
temor a que alguna potencia enemiga lo rescatara). Falleció en España en 1798.

Los científicos que han estudiado este intento de desmembramiento concluyeron que por la
contextura física y resistencia de Túpac Amaru II no hubiera sido posible descuartizarlo de esa
manera, sin embargo se le dislocaron brazos y piernas junto con la pelvis. Aunque Amaru
hubiera sobrevivido a esta ejecución hubiera quedado prácticamente inválido.[cita requerida]

A pesar de la ejecución de Túpac Amaru II y de su familia, el gobierno virreinal no logró


sofocar la rebelión, que continuó acaudillada por su primo Diego Cristóbal Túpac Amaru, al
tiempo que se extendía por el Alto Perú y la región de Jujuy.

Después de reprimir la sublevación tupamarista de 1780, se comenzó a evidenciar contra


los criollos mala voluntad de parte de la Corona Española, especialmente por la Causa de
Oruro, y también por la demanda entablada contra el Dr. Juan José Segovia, nacido en Lima y
el Coronel Ignacio Flores, nacido en Quito, quien había ejercido como Presidente de la Real
Audiencia de Charcas y había sido Gobernador Intendente de La Plata (Chuquisaca o
Charcas, actual Sucre).
El día en que triunfó la rebelión de Tupac Amaru II

Conjetura contrafáctica a partir del formidable “The Tupac Amaru Rebellion” (2014), del
historiador estadounidense Charles Walker.

PUBLICADO: 2014-06-28

En el libro Contrahistoria del Perú (2012), que reúne una serie de ensayos contrafácticos
relacionados con la historia política peruana, el historiador Charles Walker hace un ejercicio
interesante. En su breve artículo “Si Tupac Amaru hubiese tomado el Cuzco”, imagina qué habría
pasado si, después de la victoria de Sangarará, José Gabriel Condorcanqui no hubiera cercado al
Cuzco y, en lugar de ello, hubiera atacado e invadido la ciudad imperial el 4 de enero, dos meses
después de iniciada su rebelión -que comenzó oficialmente con la captura del corregidor Arriaga el
4 de noviembre de 1780.

Esta especulación contrafáctica toca carne porque existe cierto consenso entre los historiadores
en considerar el fallido cerco del Cuzco y las reticencias de Tupac Amaru a tomar la ciudad imperial
por la fuerza como el punto de inflexión que decidió el destino del rebelde. Poco tiempo después
del cerco frustrado llegarían los refuerzos de Lima que, después de vencer en varias escaramuzas a
los insurgentes afincados en los alrededores del Cuzco, provocarían su desbandada. Tupac Amaru
y Micaela Bastidas serían capturados a inicios de abril de 1781 y, después de un juicio sumario,
sentenciados y ejecutados el 18 de mayo de ese mismo año.

En el mundo alternativo imaginado por Walker, Tupac Amaru y Micaela Bastidas, en lugar de
limitarse a hacer el cerco del Cuzco a la espera de una rendición, atacan y toman la ciudad.
Durante las seis semanas que permanecen en ella, abolen la mita y el reparto de mercancías,
eliminan la alcabala –o impuesto a las ventas-, acaban con el cargo de corregidor y establecen un
único tributo para todos los indígenas, reivindicaciones que formaban parte de la plataforma
defendida por José Gabriel Condorcanqui en su rebelión del mundo real. Al mismo tiempo, el
Tupac Amaru y la Micaela Bastidas imaginados por Walker negocian con las autoridades políticas y
eclesiásticas criollas y españolas del Cuzco, las cuales no tienen más remedio que reconocerlos
como nuevos detentores del poder. Y establecen alianzas estratégicas con ellos -que saben
provisionales e hipócritas pero indispensables- y obtienen de sus nuevos “aliados” pertrechos y
ganado, con que alimentan a sus tropas, se restablecen de los trajines de la campaña y se arropan
para lo que vendrá.
Sabedores de que pronto llegarán milicias realistas reclutadas entre Lima y el Cuzco, Tupac Amaru
y Micaela Bastidas deben tomar una decisión, si atacar las milicias que vienen en camino,
quedarse en la antigua capital de los Incas y resistir el embate, o abandonar la ciudad. Después de
hacer un balance pormenorizado de lo que ganarían y perderían con cada una de estas opciones
de acción, Tupac Amaru y Micaela Bastidas se decantan por la última. Y parten hacia el sur, donde
saben que cuentan con una base sólida, sobre todo en los alrededores del lago Titicaca, y donde
planean establecer una alianza con el líder aymara Tupac Katari, que se ha levantado en la zona
del Collao en Bolivia y tiene sitiada la ciudad de La Paz, una alianza que se anuncia auspiciosa.

Cuando los realistas encargados de sofocar la rebelión Areche y Del Valle llegan al Cuzco el 24 de
febrero, comprueban que, a pesar de la partida del Cuzco de los líderes de la rebelión, esta ha
tenido un efecto psicológico importante en la población indígena. Se dan cuenta que es falsa la
sumisión con que se les trata, que hay risitas detrás de las venias, sorna después de las
reverencias. El artículo especulativo termina con Areche y Del Valle recibiendo los informes
aterrorizados de los realistas que retornan al Cuzco después de sus andanzas por el sur y el
altiplano. Informes en los que dan cuenta de que la fuerza rebelde cuenta ahora con 80,000
indígenas y sigue creciendo. El final del artículo es abierto, aunque se da a entender que la debacle
realista es inminente y quizá irreversible para el régimen colonial español en Sudamérica.

&&&

Es imposible contradecir una especulación contrafáctica pues es por definición indemostrable.


Ahora bien, se puede decir sin temor a equivocarse que algunos contrafácticos son más probables
que otros, en la medida en que sus desenlaces alternativos dependen de elementos más fortuitos.
Y eso es lo que quisiera hacer aquí: señalar que el contrafáctico de Walker que he intentado
parafrasear tuvo muy pocas posibilidades de tener lugar, pues hubo circunstancias de fondo
relacionadas con el carácter mismo de la rebelión y de su líder que impedían que Tupac Amaru
tomara el Cuzco por la fuerza. Para ello, recurriré al flamante The Tupac Amaru Rebellion (2014),
el formidable recuento histórico de la sublevación de Tupac Amaru escrito por… Charles Walker.

The Tupac Amaru Rebellion es no solo un extraordinario ejercicio de equilibrismo entre el buen
pulso narrativo y el rigor histórico. Es un logradísimo ejercicio de empatía histórica. Es visible el
esfuerzo de su autor por ponerse en el lugar de cada uno de los protagonistas y antagonistas de la
rebelión, y proporcionar al lector no necesariamente especializado elementos para situarlos y
comprenderlos en su contexto. El Tupac Amaru que surge de sus páginas es un hombre
profundamente religioso, con una sólida formación jesuita -es decir una educación clásica con
énfasis en los valores cristianos, sobre todo el de justicia. Un hombre elegante, refinado, educado
para mandar, con regusto por la expresión por escrito, que dominaba el quechua, el español y el
latín, con un acendrado sentido de sus raíces históricas -había leído al derecho y al revés Los
Comentarios Reales del Inca Garcilaso de la Vega-, pero respetuoso del rey español, al que decía
supeditarse sin reserva. Un hombre preocupado por cómo las reformas borbónicas -una serie de
medidas que aumentaban los impuestos y las exigencias laborales a los indígenas, al mismo
tiempo que limitaban su autonomía- estaban afectando sus propios intereses de curaca y
comerciante, pero genuinamente conmovido, tanto como indígena como cristiano, por los
horribles estragos de estas reformas en la población indígena, con la que estaba en contacto
permanente. Un curaca que trató infructuosamente de obtener un título nobiliario –el
marquesado de Oropesa- no solo para ascender socialmente sino también con miras a obtener
autoridad política necesaria para efectuar ciertos cambios que consideraba indispensables e
impostergables en el orden colonial vigente.

Todo esto para decir que Tupac Amaru probó todos los medios pacíficos que estaban a su alcance
para modificar el estado de cosas, antes de recurrir a la violencia. Y, cuando tuvo que apelar a
esta, lo hizo con pulso quirúrgico, tratando –no siempre con éxito- de depurarla de todo sentido
de venganza étnica o de clase, dado el carácter inclusivo y no excluyente que pretendía imprimirle
al movimiento. En este tenían cabida no solo los indígenas víctimas de las nuevas reformas.
También los criollos y españoles insatisfechos o indignados con ellas, a quienes consideraba sus
aliados y a quienes defendía de los ataques de los indígenas bajo su mando, pues –insistía una y
otra vez- ellos no eran el enemigo. El adversario, a sus ojos, eran los criollos y españoles que no
abrazaban como injusticias las tropelías cometidas contra los indios, y las autoridades políticas que
implementaban las nuevas reformas borbónicas, especialmente los corregidores, especialmente
los abusivos, a los que no dudó en hacer juzgar y ejecutar.

Lo mismo hizo Tupac Amaru con los miembros del clero. Trató de obtener su apoyo y en algunos
casos lo logró, pero fracasó con la más alta autoridad de la Iglesia con la que tuvo que lidiar, el
obispo del Cuzco Manuel Moscoso y Peralta, quien no solo se negó a darle su espaldarazo sino que
lo enfrentó con todas las armas que tuvo, sobre todo la excomunión a los principales líderes de la
rebelión. Lo que me interesa señalar aquí es que, en lugar de tomar represalia contra los
sacerdotes que, siguiendo las directivas de Moscoso y Peralta, se habían quedado en sus iglesias y
hacían abierta campaña en su contra, Tupac Amaru insistió en respetar y hacer respetar sus vidas.
Antes que instigar la violencia contra ellos, el líder insurgente trató de contenerla todo lo que
pudo. Incluso en la famosa batalla de Sangarará, donde, tal como Walker muestra, la mayoría de
las muertes no se debió al salvajismo de los rebeldes, como los españoles lo quisieron pintar, sino
a un incendio ocurrido en la iglesia en que se refugiaban los realistas, y ocasionado por ellos
mismos. Es importante señalar que Tupac Amaru les había ofrecido al cura, a las mujeres y a los
criollos refugiados en la iglesia la posibilidad de que salieran de ella indemnes. Y que no lo hicieron
porque el jefe de la milicia realista se lo impidió. Como la iglesia servía también como depósito de
pólvora, los resultados fueron predecibles al producirse un incendio en su interior.

Con estos antecedentes, no sorprende que, a pesar de haber cercado la ciudad a fines de
diciembre de 1780 e inicios de enero de 1781, tuviera serios escrúpulos en tomarla por la fuerza.
Los realistas habían colocado en la primera línea de defensa a indígenas afincados en el Cuzco y
alrededores que no eran simpatizantes del movimiento. Tupac Amaru evitaba en la medida de lo
posible mancharse las manos con sangre indígena -algo que habría sido inevitable si hubiera
atacado la ciudad-, por más que estos indígenas no escucharan sus razonamientos, algo que antes
que enojarlo parecía sumirlo en un estado de estupefacción. Una muestra de su reticencia a tomar
la ciudad a sangre y fuego es, por ejemplo, una de las numerosas cartas que escribió al visitador
Areche en el marco de las negociaciones que ambos mantenían para acabar con el cerco. En ella,
Tupac Amaru indicó que, aunque era consciente de que se trataba de un enfrentamiento entre
David y Goliat, quería evitar seguir los ejemplos del emperador Vespasiano y su hijo Tito en el sitio
de Jerusalén del año 70 d.C. Es decir, no quería saquear, ni arrasar, ni destruir los templos de la
ciudad, tal como ocurrió durante la devastadora invasión que culminó con la destrucción del
Templo de Jerusalén, un evento que la comunidad judía recuerda hasta el día de hoy.

Hay que decirlo. Una de las cosas que a primera vista desconcierta al lector de The Tupac Amaru
Rebellion es constatar la gran cantidad de tiempo que invertía el líder indígena en escribirse con
sus oponentes. Algunos historiadores se preguntan –siempre entre líneas: por lo general son muy
respetuosos con el insurgente- si Tupac Amaru no tuvo serios problemas de reactividad durante
toda la rebelión. Es cierto que José Gabriel Condorcanqui no solo era solo un hombre de acción
sino también y sobre todo de visión. Y por ello desplegaba continuos esfuerzos no solo en llevar a
cabo su alzamiento sino en articular y explicar su plataforma reivindicativa, que era recibida con
suspicacia o abiertamente tergiversada por la contrapropaganda realista a la que tenía que hacer
frente. Sin embargo ¿cómo explicar que pasara tanto tiempo escribiendo en momentos críticos?

Peor aún ¿por qué parece cometer errores de decisión importantes en momentos álgidos? ¿Por
qué, por ejemplo, en lugar de sitiar el Cuzco a fines de diciembre de 1780, cuando tenía todas las
de ganar, no lo hizo inmediatamente después de la batalla de Sangarará, a mediados de
noviembre, más de un mes antes, cuando ni siquiera se había organizado una respuesta militar a
su alzamiento y se habría evitado con seguridad el baño de sangre que Tupac Amaru temía? ¿Por
qué, cuando la corriente parecía ir en su favor y los realistas tenían incluso la moral baja, decidió,
en lugar de cercar y tomar el Cuzco, ir al altiplano, a los alrededores del lago Titicaca?

The Tupac Amaru Rebellion sugiere que Tupac Amaru probablemente quería afianzarse
militarmente, juntar tropas, sondear el apoyo con el que contaba entre la población del altiplano,
mucho más numeroso y consistente que el que tenía en la zona del Cuzco y alrededores. Es
probable que, de paso, quisiera evitar ser atenazado por eventuales refuerzos realistas venidos
desde Lima por Arequipa. Ahora bien, si ese era el caso ¿por qué se quedó más de un mes
deambulando en esas regiones, y no una semana, tal como había prometido a su esposa y aliada
Micaela Bastidas?
Estas no son simples preguntas que uno se hace con toda la comodidad que brinda ver las cosas
en retrospectiva. En las cartas que le dirige Micaela Bastidas, esta le reprocha en tiempo real que
permanezca tanto tiempo en el sur, no solo porque la ha dejado sola y teme por su propia
seguridad –ella se había quedado en Tungasuca, a solo 88 kilómetros y medio del Cuzco, el cuartel
general de la rebelión- sino porque las tropas realistas enviadas desde Lima se aproximaban al
Cuzco y Tupac Amaru estaba perdiendo un tiempo valioso. La realidad confirmaría que sus
preocupaciones estaban justificadas. Al reducidísimo margen de maniobra que le permitían sus
escrúpulos y el tiempo que le dedicaba a sus cartas y a sus tribulaciones, Tupac Amaru tuvo que
añadir la presencia de las tropas realistas, que atacarían las posiciones rebeldes en los alrededores
del Cuzco y terminarían por capturarlo tanto a él como a su esposa.

El tenor de los comentarios siempre incisivos de Micaela Bastidas –quizá dictados a sus
secretarios, pues al parecer ella era analfabeta- dejan traslucir no solo a una buena compañera
sentimental preocupada por la salud y el bienestar de su amado, sino a una líder inteligente, audaz
y con opiniones fuertes y propias. Uno de los grandes méritos del libro es proporcionar nuevos
datos sobre su interesantísima biografía –varios testimonios indican que era, en términos de la
época, una “zamba”, además de hija no reconocida de un cura de ascendencia posiblemente
negra- y ofrecer nuevas luces sobre su importantísimo rol en la rebelión, que no era el de una
subordinada o seguidora, sino el de una colíder. Una persona con muchísima responsabilidad, que
realizaba las tareas relacionadas con la logística del movimiento, que incluían reclutar, organizar,
alimentar, proveer de pertrechos de guerra y pagar a los insurgentes, e incluso sostener una
extensa red de informantes y espías que la mantenían informada de todo. Era además una fuente
inagotable de historias sobre españoles que cometían abusos, relatos con que atizaba el odio de
los seguidores del movimiento. Muchos testimonios señalan que ella inspiraba más temor que
Tupac Amaru, y que temían más indisponerse con ella que con su esposo.

Uno de estos testimonios, proporcionado por alguien cercano, es particularmente revelador.


Señala que, cuando Micaela recibió la noticia de que muchos soldados realistas habían muerto en
una acción militar, se puso tan contenta que regaló plata –el metal, no el dinero- y prendas de
ropa al emisario que le comunicó la noticia. Luego advirtió a los presentes que, si ella y su esposo
morían, que no se dejaran engañar por ofrecimientos de amnistía. Que más bien juntaran en una
casa a todos los españoles, incluyendo a las mujeres y clérigos, y los quemaran. Este testimonio
sobre su ferocidad no era infrecuente, lo que fue fatal en el juicio que se le realizó, y en el que ella
intentó una estrategia de defensa completamente distinta de la de su esposo. Mientras Tupac
Amaru soportaba la tortura con estoicismo y se negaba a revelar los nombres de aliados que no
fueran ya conocidos por sus atormentadores, Micaela insistía en que había entrado a formar parte
del movimiento forzada por su esposo, a quien acusó de castigarla físicamente.

Ahora bien, uno no puede dejar uno de preguntarse qué habría pasado si hubiera sido Micaela
Bastidas y no Tupac Amaru quien hubiera realizado el sitio sobre el Cuzco. ¿Habría realizado la
toma violenta de la ciudad? Creo que no hay pie a hacerse esta pregunta, que hacer una
especulación de este tipo implicaría forzar demasiado la mano contrafáctica, pues supondría
modificar un elemento estructural del movimiento, como fue su división de roles. Si bien Micaela
Bastidas tenía opiniones fuertes con respecto a todo y estas eran escuchadas, su terreno era la
logística y no las decisiones de carácter militar, que corrían a cargo de su esposo. Hay que incluir,
además, una variable de carácter geográfico: Micaela se pasaba la mayor parte del tiempo en
Tungasuca, y hubiera sido imposible que pudiera desplazarse para tomar decisiones
fundamentales con relación al cerco o toma del Cuzco, que hubieran requerido su atención en
tiempo real al flujo y reflujo de los hechos.

Es momento de evaluar la parte final de la especulación contrafáctica de “Si Tupac Amaru hubiese
tomado el Cuzco”. En el mundo alternativo del artículo de Walker, Tupac Amaru y Micaela
Bastidas abandonan el Cuzco y se retiran al altiplano, donde cuentan con una sólida base de
apoyo, y forman una alianza auspiciosa con el movimiento de Tupac Katari, el líder aymara.

Pues bien, esta alianza con los kataristas efectivamente tuvo lugar, pero cuando Tupac Amaru y
Micaela Bastidas ya estaban muertos. La cristalizó Diego Cristóbal Condorcanqui, primo de José
Gabriel, quien tomó el relevo de la rebelión y la continuó dos años más, antes de deponer las
armas.

Uno de los grandes méritos del The Tupac Amaru Rebellion es prestarle la atención debida –poco
menos de la mitad del libro- a este segundo momento de la rebelión, tan o más importante que el
primero, y que suele ser relegado por la historiografía, a pesar de haber durado poco más de dos
años. Un momento de increíble interés no solo para el destino de la rebelión sino el de toda
Latinoamérica, pues en él, a diferencia de la primera fase rebelión –que, no lo olvidemos, apenas
duró cinco meses y medio- la insurgencia tuvo una real posibilidad de triunfo.

Inmediatamente después del juicio y ajusticiamiento de Tupac Amaru y Micaela Bastidas, la


insurgencia se desplazó del Cuzco a Puno, cuya capital incluso fue sitiada por los rebeldes. Tal
como señala Walker, ese desplazamiento trajo consigo una progresiva transformación del carácter
del movimiento, el cual, de contar con un liderazgo claro y centralizado, se convirtió en una
especie de coalición en la que Diego Cristóbal Condorcanqui, que se hacía llamar Diego Cristóbal
Tupac Amaru, era solo uno de los líderes principales.

A Diego -primo hermano de José Gabriel por parte de padre, que en 1781 tenía 26 años- lo
acompañaban Mariano Tupac Amaru -hijo de José Gabriel y Micaela, de 18 años-, Andrés
Mendigure, hijo de Cecilia Escalera, prima de José Gabriel, de 17, y Miguel Bastidas, hermano
menor de Micaela. Como se ve, los cuatro eran muy jóvenes, sobre todo si se les compara con José
Gabriel, que en al inicio de su rebelión tenía 42 años, y Micaela, que contaba con 36. Lo cual
explica muchas cosas, como se verá después.

Sobre Diego Cristóbal hay muy poca información. Una de las raras descripciones sobre él alababa
su buen español hablado y escrito, su seriedad y capacidad. Otros documentos manifiestan
sorpresa por el gran liderazgo que los tres demostraban a pesar de su juventud. Lo que no es de
extrañar, dado que, si bien no habían detentado cargo alguno, trabajaban codo a codo con Tupac
Amaru incluso antes de su alzamiento y habían participado activamente de su rebelión.

Con ellos como principales líderes, el movimiento, además de desplazarse geográficamente


adquirió un carácter diferente. Dejó de tener un cuartel general asentado en un solo sitio –
Tungasuca- se convirtió en nómade, una característica indispensable para un movimiento que
utilizaría cada más técnicas de lo que en el siglo siguiente se denominaría la “guerra de guerrillas”.
Diego, Mariano y Andrés mostraban una excepcional habilidad para este tipo de enfrentamiento,
pues habían trabajado desde pequeños como arrieros de mulas por toda la región del Cuzco y el
altiplano, que conocían bien, y por la que ellos y sus seguidores se desplazaban con extraordinaria
rapidez.

Ahora bien, de ser un movimiento inclusivo con un claro espíritu multiclase y multiétnico en el que
ciertos españoles y criollos tenían su espacio, se fue polarizando hasta terminar convirtiéndose en
una máquina de asesinar a todo aquello que fuera o pareciera tener aunque fuera el más mínimo
contacto con lo criollo o español. No es que Diego lo quisiera así, pero lo permitía, escarmentado
quizá por las funestas consecuencias de los escrúpulos en la suerte de su primo. Lo cierto es que
los realistas, en reacción especular, corrigieron y aumentaron las vejaciones de los rebeldes, con lo
que se inició una siniestra competencia de crueldades en que un bando aspiraba superar al otro en
el ultraje, en la tortura, en el asesinato. Esto desató una espiral de violencia en que campearon -
sin distinción de gremio, edad, sexo ni raza- tormentos, mutilaciones, estupros, decapitaciones,
ahorcamientos, extracciones de ojos, drenajes de sangre de la víctima (que era bebida por el
victimario) y profanaciones de cadáveres, con un saldo de 100,000 muertos.

Fue en este contexto que se produjo la alianza informal entre las tropas de Diego Cristóbal Tupac
Amaru y Julián Apaza (Tupac Katari), el líder aymara que lideraba una rebelión similar a la de
Tupac Amaru pero en Bolivia. Ambas pelearon juntos en varios enfrentamientos contra los
realistas en el altiplano peruano y boliviano. Ahora bien, aunque los dos movimientos eran una
reacción a las reformas borbónicas y tenían muchos puntos reivindicativos en común, tenían claras
diferencias y antagonismos. El movimiento de Katari, con la excepción de Oruro, nunca aspiró a
tener el carácter inclusivo étnicamente de la rebelión tupamarista, pues desconfiaba de los
extranjeros. Y no compartía ni la nostalgia ni las aspiraciones neoincaístas de Tupac Amaru, algo
perfectamente comprensible, pues históricamente los aymaras eran collas, grupo étnico que fuera
sometido por los incas, y con quienes tenían un resentimiento ancestral.

Es muy ilustrativo –casi metafórico- que un evento detonante de las desavenencias subyacentes
entre los aliados fuera una historia de amor. Andrés Mendigure se involucró afectivamente con
Gregoria Apaza, una de las más importantes lugartenientes del movimiento katarista y hermana
de Tupac Katari, lo que no hizo ninguna gracia ni a Diego Cristóbal Tupac Amaru ni al líder aymara,
que no veían con buenos ojos los vínculos sentimentales entre incas y collas, y trataban al Otro
con recelo, cuando no con abierto odio, desprecio y/o resentimiento. A pesar de este y otros
desencuentros, ambos bandos siguieron peleando codo a codo por algún tiempo, con alguna que
otra ficción que era superada en aras del combate contra los enemigos comunes. Hasta que llegó
el ofrecimiento de una amnistía absoluta a los rebeldes por parte de los realistas si estos deponían
las armas. Una propuesta que Tupac Katari rechazó y Diego Cristóbal, después de ciertas
tribulaciones, aceptó.

Por qué Diego Cristóbal aceptó esta amnistía es uno de los grandes misterios de esta rebelión, y el
punto de inflexión del fracaso del alzamiento. Sin embargo, tal como se desprende de la lectura de
The Tupac Amaru Rebellion, posiblemente estaba cansado de pelear y no tenía ninguna razón para
seguir haciéndolo. A diferencia de José Gabriel, no tenía una plataforma clara de reivindicaciones
que quisiera defender y quizá estuviera desengañado de los arrebatos impulsivos de sus
compañeros y desconfiaba de sus aliados de guerra, collas al fin y no incas como él. Es posible que
hubiera proseguido con la rebelión no por convicción sino por instinto de supervivencia, después
de ver ejecutados o puestos en prisión a todos sus familiares. En esa circunstancia ¿qué otra
alternativa le quedaba sino seguir luchando hasta morir? Una amnistía quizá le pareciera una
oferta caída del cielo que no podía rechazar.

Ahora bien, si hubo ofrecimiento de amnistía fue porque los realistas estaban en serios problemas.
Los rebeldes tenían rodeada la ciudad de La Paz y controlaban toda la zona del Lago Titicaca,
mantenían bolsones de apoyo en Puno y los alrededores del Cuzco, y su movimiento se había
extendido hasta el norte de Chile y Argentina. Quizá no lo sabía, pero Diego Cristóbal tenía
prácticamente a todo el Perú en jaque. Inmediatamente después de las ejecuciones de Tupac
Amaru y Micaela Bastidas, que habían sido derrotados con tropas venidas desde Lima, se envió
una expedición realista a la zona del altiplano, que fracasó estrepitosamente, debido a las
dificultades geográficas y al gran apoyo que tenía la rebelión en la población indígena en la zona
del altiplano. El ofrecimiento de amnistía, que contó con férrea oposición de algunos partidarios
de la mano dura –como el visitador Areche-, era visto como la única posibilidad de salvar al barco
colonial del naufragio al que parecía destinado.

Ya llegará el tiempo en que se estudie con mayor detenimiento las circunstancias en que esta
amnistía se produjo, que se esclarezca si estaban justificadas las sospechas de algunos de que
Diego Cristóbal se acogió a ella solo para ganar tiempo. Lo cierto es que, al cabo de un año de
haber firmado el armisticio –fines de enero de 1782-, Diego Cristóbal fue capturado -el 26 de
febrero de 1783-, juzgado y ejecutado el 31 de mayo de ese mismo año. Tal como se había hecho
con todos los líderes de la insurgencia, su cuerpo fue desmembrado y se envió cada miembro a los
poblados importantes de la región en que había tenido lugar la insurgencia, a modo de
escarmiento.

¿Qué habría pasado si Diego Cristóbal no se hubiera rendido y hubiera alcanzado la victoria? Es
legítimo preguntárselo, pues el levantamiento tenía base social, una plataforma básica de
reivindicaciones y un arrastre popular indudable. A diferencia del cerco del Cuzco por parte de
Tupac Amaru, el fracaso de la segunda fase de la rebelión parece haber tenido que ver antes con
elementos fortuitos que con factores de fondo. En todo caso, es legítimo suponer que habría sido
letal para la colonia en el Perú y el Alto Perú. Aunque esto es muy temprano para saberlo, pues los
historiadores recién empiezan a prestarle la debida atención a esta segunda fase de la rebelión,
poblada de personajes y situaciones de gran complejidad, que serían considerados inverosímiles
de pertenecer a la ficción. Y cuyas acciones tuvieron, para bien o para mal, una repercusión
continental.

Las principales causas de las rebeliones indígenas durante el siglo XVII fueron el
abuso de los corregidores y el malestar ocasionado por las reformas borbónicas.
El virreinato soportó más de cien revueltas de diferente importancia, sustentadas en el
mesianismo popular que esperaba el retorno del Inca. Las de mayor impacto entre la
población fueron la de Juan Santos Atahualpa y la de José Gabriel Condorcanqui
(Túpac Amaru II).

Juan Santos Atahualpa


Sublevó a los indios del Gran pajonal contra las
misiones franciscanas de la zona en 1742. Enfatizando su estatus de Apu Inca y
declarándose descendiente de Atahualpa, reclutó adeptos de distintas etnias serranas
y selváticas (shipibos, conibos, amueshas, campas). Los indios de la selva soportaron
devastadores epidemias entre 1709 y 1737, que llegaron con los misioneros y
generaron un consecuente rechazo hacia ellos.
Esto, sumado a un sistema laboral que los nativos no comprendían ni asimilaban -
representado en los obrajes y haciendas-, determinó la acogida del discurso insurgente
con lo cual se unieron a las rebeliones indígenas.
Para Juan Santos, el mundo se dividía en tres reinos soberanos: España, para los
españoles; África, para los africanos; y América, para los indios, mestizos y
criollos. De ello se deduce que buscaba la expulsión de los españoles y de los
africanos de los Andes. Sin embargo, entre las huestes de indios y mestizos, hubo
también negros y zambos. La selva central se convirtió para todos ellos en una zona de
refugio.
Durante diez años, las tropas rebeldes realizaron súbitas incursiones combatiendo al
ejército peninsular. Finalmente, en 1752, este abandona la ceja de selva y se concentra
en evitar que el movimiento se expanda. Las misiones franciscanas quedaron
abandonadas, lo que detuvo la evangelización. Los religiosos no reingresaron sino
hasta 1868, cuando se fundó la ciudad de La Merced, en Chanchamayo.

Rebelión de Túpac Amaru


La rebelión de Túpac Amaru II o Gran
Rebelión movilizó una considerable cantidad de indios e incluyó también grupos de
criollos, mestizos y negros. Además, contó con el apoyo de muchos curacas, entre los
que destacan los hermanos Catari.
Su base social creció junto con el descontento generado por las reformas borbónicas:
no solo habían subido los impuestos, sino que se perjudicó el comercio con Potosí al
crearse el virreinato de Río de la Plata (1776).
Túpac Amaru, curaca prestigioso y acomodado, se pronunció contra las reformas
fiscales dictadas por Areche y elevó su reclamo ante las autoridades de Tinta,
Cusco y Lima, sin ningún resultado. Como él, otros curacas, mestizos y criollos
estaban descontentos. Así, una rebelión en Chayanta (Bolivia), que precedió a la de
Túpac Amaru II, dirigida por Tomás Catari y sus hermanos Dámaso y Nicolás, levantó
sus quejas contra los abusos del corregidor y el cambio arbitrario de los jefes étnicos o
curacas. Esto fue aprovechado por el insurgente peruano que ofreció a los criollos la
abolición de aduanas y alcabalas; a los mestizos, la eliminación del reparto; y a los
indios, el cese de los tributos y la mita minera de Potosí.
El 4 de noviembre de 1780, José Gabriel Condorcanqui capturó al corregidor
Antonio de Aliaga y lo mandó ejecutar seis días después. Al principio, Túpac Amaru
II se sublevó contra elmal gobierno de los corregidores, pero más adelante redicalizó
su postura. El 18 de noviembre de 1780 derrotó al ejército español en la batalla de
Sangarará, dando muerte a numerosos criollos y peninsulares. Esto lo distanció de la
población blanca y del clero, pero marcó la masiva adhesión de los indígenas a su
causa.
Finalmente, las tropas enviadas por el virrey Jáuregui derrotaron y capturaron a Túpac
Amaru en el cuzco, donde se lo sometió a un juicio sumario. Su ejecución pública se
produjo en la plaza central de la ciudad el 18 de mayo de 1781. Con él murieron sus
esposa, Micaela Bastidas; y su hijo mayor,Hipólito. Sin embargo, la rebelión continuó
hasta noviembre,liderada por Diego Cristóbal Túpac Amaru.

Fase Aimara: Túpac Catari

La fase aimara contó con el liderazgo de Diego Cristóbal,


Miguel Bastidas y Andrés Mendigure. A ellos se sumó, en 1781, el dirigente aimara
Julián Apaza, conocido como Túpac Catari.
A diferencia de Túpac Amaru, el rebelde aimara no tenía rango curaca. Esto explica
que la segunda fase de las rebeliones indígenas se distinga, precisamente, por la
ausencia de curacas de linaje en el movimiento. Asimismo, el enfrentamiento entre
indios y blancos desembocó en un rechazo al clero. Varios curas fueron ahorcados,
entre ellos el padre Barriga, un religioso franciscano sacrificado por los indios el
mismísimo jueves santo.
Desde marzo de 1781 los rebeldes al mando de Túpac Catari mantuvieron cercada
la ciudad de la Paz durante 109 días. La escasez de alimentos que originaron y las
pestes que le sucedieron agotaron a la confundida élite paceña, que no concebía estar
en manos de los indigenas. Finalmente, parte de los rebeldes se acogió al perdón hacia
octubre de 1781. Julián Apaza fue capturado y condenado a la pena de muerte.

Resultados de las rebeliones indígenas


Las autoridades coloniales respondieron a las rebeliones indígenas con una serie
de medidas: se prohibió hablar en quechua; no se usarían motivos de ornamentación
inca en vestidos o adornos; quedó prohibida toda manifestación antística o literaria que
hiciera referencia al pasado incaico, incluso la lectura de los Comentarios Reales de
Garcilaso de la Vega; fueron abolidos todos los títulos de nobleza indígena, incluido el
de curaca; crearon la Audiencia del Cuzco (1787); y se formó un poderoso ejército de
más de 50 mil hombres en el virreinato, para resguardar el orden colonial.
José Gabriel Condorcanqui Noguera (Tinta, Virreinato del Perú, 19 de marzo de 1738 - Cuzco,
18 de mayo de 1781), mayormente conocido como Túpac Amaru II, fue un caudillo indígena
líder de la mayor rebelión anticolonial que se dio en América durante el siglo XVIII.

La Gesta Revolucionaria De Túpac Amaru


El 4 de noviembre de 1780 se produjo el primer acto de la rebelión indígena y campesina que
conmovió hasta la raíz el imperio español. Constituyó uno de los mayores levantamientos
sociales en la historia del continente. A diferencia de los alzamientos producidos en los
cincuenta años previos, la rebelión liderada por Túpac Amaru planteó un programa de
independencia del dominio político español y de ruptura del régimen de opresión de las masas
campesinas e indígenas.
Cuatro años antes del alzamiento de Túpac Amaru, en 1776, salía a luz la “Declaración
unánime de los trece estados de América” punto de partida de la independencia de EEUU y de
una revolución que, para algunos autores, provocó un profundo cambio de conciencia en las
clases opuestas al imperio y fue un factor en la agitación social generalizada en los centros de
Latinoamérica en esos años.
El alzamiento campesino indígena tuvo su corazón en el Cuzco pero se extendió de
Venezuela y Colombia hasta las provincias argentinas del norte y Cuyo. En su alcance y
profundidad intervinieron una serie de procesos que tendieron a confluir en las últimas
décadas del siglo XVIII. A partir de las “reformas borbónicas”, impulsadas por el atrasado
imperio español en su competencia con el occidente europeo, el peso de los impuestos
coloniales sobre los grupos locales (criollos en gran medida) se multiplicó y se tornó
particularmente crítico en zonas antes florecientes, como los yacimientos mineros en fase de
agotamiento en el virreinato del Perú.

El papel clave de la explotación indígena


Hacia 1780, el sistema colonial español se asentaba en la brutal explotación de la masa
indígena. Los indígenas de 18 a 50 años estaban obligados a pagar un tributo a la Corona, y
debían cumplir con la mita, régimen de trabajo obligatorio en obras de “utilidad pública”, en
particular en las minas de Potosí. Las minas y los obrajes, especie de primitivas fábricas
textiles, fueron el centro del odio indígena por la feroz explotación de su mano de obra.
En el siglo XVII va a ser introducido el régimen de “repartimiento de efectos”, un intento de
imponer por la fuerza la integración de indígenas y mestizos a la economía de mercado y
conseguir una mano de obra segura. Para imponerlo se reforzó el papel de los corregidores,
cabeza del poder colonial en las provincias. El funcionario imponía a los indios (y a los
mestizos) la compra arbitraria y obligatoria de mercancías cuyo uso con frecuencia
desconocían, disponía de la fuerza pública para la recaudación de las deudas y era, a la vez,
el juez que decidía los pleitos de los nativos con el poder.
Con el reparto forzoso de mercancías se quebraba el régimen de auto subsistencia de los
productores, quienes tenían que aceptar los productos que les vendían y entregar fuerza de
trabajo para poder pagar las mercancías que se les habían repartido. “El volumen de
repartimientos se triplicó entre los años 1754 y 1780, pasando de 1.224.198 pesos a
3.672.324 pesos”2.
Esta inmensa confiscación valorizó como nunca el papel de los corregidores. El valor de estos
cargos, que se compraban desde antes de los “repartimientos”, se multiplicó por cuatro entre
principios y fines del siglo XVIII. Los grandes comerciantes de Lima, que eran proveedores de
las mercancías que se les imponían a los indios, prestaban a los corregidores los fondos
necesarios para comprar sus cargos y financiaban sus adquisiciones.
Los españoles impusieron la localización forzada de las comunidades indígenas en pueblos
que llamaron “reducciones”. El objetivo era facilitar la explotación y la regimentación social y, a
la vez, apropiarse de las dilatadas tierras indios que habían escapado al despojo inicial.
Todo el edificio del régimen colonial se asentó en esta explotación, y todas las clases y
sectores sociales –hacendados, comerciantes, curas– disputaban el excedente producido por
la gran masa indígena.
Para mantener el sometimiento de esa masa de explotados, los españoles adoptaron la
antigua organización incaica en su escalón inferior, preservando el ayllu – una comunidad de
familias, de veinte a cuarenta– y su gobierno, a cargo de un cacique (o curaca) que aceptara
convertirse en auxiliar de la autoridad hispana, colaborador en el cobro de los tributos y en los
“repartos”. Por esta razón, los caciques estaban eximidos del tributo y de la mita, recibían
instrucción y se les reconocía el derecho de petición en nombre de su comunidad. Por esa
razón, a la vez, existía una diferenciación social entre el indígena y el cacique sólo atenuada
por el hecho de que éste, fuera de la comunidad, era un escalón inferior de la sociedad
colonial.
El alzamiento acaudillado por Túpac Amaru sumó fuerzas de los artesanos, pequeños
comerciantes y arrieros, en gran parte mestizos, que constituían la masa plebeya de las
ciudades de entonces (el mestizo, mezcla de indio y blanco, tenía vedado el acceso a la
enseñanza, a los empleos públicos, al sacerdocio y al uso de armas) además de las capas
indígenas que se encontraban en la periferia de las grandes ciudades.

La rebelión y su programa
El alzamiento indígena y campesino tuvo una larga preparación. Hubo una sucesión creciente
de alzamientos que alcanzó su punto más alto con la rebelión de Túpac – once de 1750 a
1759, veinte entre 1760 y 1769 y sesenta y seis de 1770 a 17793. Los movimientos de
rebeldía, sobre todo los últimos, estuvieron animados por un planteo de retorno al imperio
incaico. Los centros de esta tendencia nacionalista inca fueron las escuelas de caciques de
Lima y Cuzco y fue en esta última donde Túpac fue influido vivamente por la obra del inca
Garcilaso de la Vega y su interpretación utópica y embellecida del imperio de los incas, en
relación con las características feroces de explotación de castas y pueblos que significó el
Incario. Este planteo “constituyó el elemento de unidad ideológica entre desiguales aliados de
la rebelión: caciques y campesinos”2.
La rebelión indígena tuvo de este modo un planteo programático: el retorno al incanato, que su
líder desenvolvió tenazmente. Gabriel Condorcanqui –éste era el nombre original del caudillo
rebelde– adoptó el nombre de Túpac Amaru como homenaje al inca que había encabezado,
en el siglo XVI, la rebelión contra los españoles en la zona de Vilcambamba. Descendiente de
soberanos incas, reclamó el reconocimiento oficial de este título, a sabiendas de su peso en la
masa indígena. A fines de 1777 presentó un alegato al virrey, suscripto por un conjunto de
caciques, reclamando la derogación de la mita en las provincias a su cargo y en el que se
detallaba minuciosamente la explotación y los vejámenes a que era sometida la masa
indígena.
El alzamiento fue producto de una vasta tarea conspirativa en un terreno absolutamente fértil a
la rebelión, desde el momento que las masas indígenas habían madurado a partir de una
constatación inapelable: “Contra todos los reproches que – en el nombre de conceptos
liberales, esto es modernos, de libertad y justicia– que se pueden hacer al imperio incaico,
está el hecho histórico – positivo, material– de que aseguraba la subsistencia y el crecimiento
de una población que, cuando arribaron al Perú los conquistadores, ascendía a diez millones y
que, en tres siglos de dominio español, descendió a un millón… el coloniaje, impotente para
organizar en el Perú al menos una economía feudal, injertó en éste elementos de economía
esclavista”4.

El programa en acción
La rebelión tuvo características profundamente revolucionarias. En la plaza de Tungasuca,
poblado cercano al Cuzco, Túpac, junto a Micaela Bastidas, mucho más que una compañera
en la vida y en la lucha, ordenó el apresamiento del odiado corregidor de la provincia (Tinta),
Antonio Arriaga, le hizo escribir una carta ordenando al cajero colonial la entrega de fondos y
de armas y llamó a hacer lo mismo al resto de caciques partícipes de la rebelión. Luego,
ordenó su ejecución.
Una semana después, Túpac hizo abrir el siniestro obraje de Pomacanchi, ordenó que se
abonara a los operarios lo que se les adeudaba y repartió los bienes restantes entre los
indígenas. Lo mismo hizo en otros obrajes. En una carta a un cacique delineó en parte su
programa: “Que no haya más corregidores en adelante, como también con totalidad se quiten
mitas en Potosí, alcabalas, aduanas y otras muchas introducciones perniciosas”1. Entre éstas,
en primer lugar los obrajes, las cárceles para indígenas y el “repartimiento”. En otros
documentos se pronuncia en contra de las exacciones destinadas al clero.
En un bando dirigido a la población de Cuzco, en 1780, proclama la libertad de los esclavos:
“quedarán libres de la servidumbre y esclavitud”5.
El 17 de noviembre de 1780, trece días después del alzamiento, logró derrotar en Sangarará a
un ejército de más de 600 españoles. A esta altura la rebelión se extendía en forma
vertiginosa a todo el Alto Perú y a las regiones del norte argentino. A partir de aquí el
movimiento adquiere un carácter político: Túpac se proclamó rey de Perú, Chile, Quito y
Tucumán, un planteo separatista respecto de la metrópoli española, “razón por la cual no
resulta extraño que los ingleses se interesaran por el destino de este movimiento”6. “El
separatismo de Túpac Amaru se declara casi abiertamente cuando obtiene éxitos militares.
Entonces, en un edicto a ‘sus fieles vasallos de Arequipa’ fechado el 23 de diciembre de 1780,
se refiere a las ‘amenazas hechas por el reino de Europa’ y les promete que ‘en breve se
verán libres del todo’. Esto lo dice a los arequipeños que a comienzo del año se habían
mostrado desafectos a España, en su condición de ‘Inca, descendiente del Rey Natural de
este Reino del Perú, principal y único señor de él’”7.
En este programa existe una ausencia: la cuestión de la tierra. Túpac no reclama la devolución
de las haciendas agrícolas confiscadas a las masas indígenas durante siglos, un punto clave
para solidificar la rebelión e incluso ganar a las capas desposeídas.
La vacilación del líder rebelde se explica por su política de acercamiento a los propietarios
criollos. Toda su prédica está dirigida a atacar a los españoles europeos y a los funcionarios
coloniales en función de ganarse a los americanos. Por eso plantea, respecto de los criollos:
“Ha sido mi ánimo que no se les siga ningún perjuicio, sino que vivamos como hermanos y
congregados en un cuerpo, destruyendo a los europeos”2.
Exigir la restitución de las tierras llevaba a un choque con el poderoso sector terrateniente, en
gran medida de propietarios criollos. Es la frontera que la dirección de la rebelión no cruza, ni
siquiera para plantear la confiscación de los europeos.
“Queda, sin embargo, en la incógnita un problema: el de las haciendas agrícolas. Este
problema era muy complicado, porque la capa pudiente de los españoles americanos podía
verse afectada por las medidas contra las haciendas de los europeos”1.
Luego de la enorme victoria de Sangarará, Túpac no marcha hacia el Cuzco, como le
proponía Micaela Bastidas (una operación militarmente posible) y prefirió regresar a
Tangasuca llevándose el armamento conquistado.
Las vacilaciones del líder rebelde fueron una consecuencia de su política, dirigida a ganarse el
apoyo de los dirigentes criollos, a los que buscó unirse a través de distintas proclamas,
planteando la perspectiva de un frente con criollos y mestizos sobre la base del rechazo a las
medidas de la administración colonial, los “repartimientos” y el aumento de las alcabalas.
La gran incógnita de si el movimiento en desarrollo de indígenas y campesinos por un lado, y
de criollos por el otro, confluía contra el enemigo común hispano en base a un programa de
reorganización social y política, se zanjó provisoriamente. La masa de propietarios y
comerciantes que era el núcleo de la clase criolla llegó a protagonizar movimientos de lucha
en el marco de la rebelión pero retrocedió sobre sus pasos.

Oruro y…
El 10 de febrero de 1781, en plena rebelión, las masas empobrecidas se levantaron en Oruro,
un centro minero en decadencia, contra los españoles, a quienes ejecutaron y confiscaron
bienes. Colocaron como Justicia Mayor y gobierno de la ciudad al criollo Jacinto Rodríguez, el
más importante propietario minero de de la zona, quien recibió el apoyo de la masa indígena
que bajó a la ciudad para apuntalarlo en su lucha contra los españoles. Esa masa planteó sus
reclamos: eliminación de los españoles, sustento a cargo de los pudientes y, sobre todo,
tierras. Luego de fingir su entrega para desalojar la ciudad, los criollos se aliaron a los
españoles para aplastar a los indígenas y lo lograron, luego de un baño de sangre. Desde un
primer momento Rodríguez buscó la confirmación de su cargo por parte de las autoridades
“legales”, el Cabildo, y luego llamó a devolver lo saqueado a los “chapetones” (españoles).
En muchos casos, un ala de la comunidad criolla prestó oídos al llamado de los jefes
indígenas empeñados en conquistarlos para la rebelión. Ocurrió en Nueva Granada, en Quito
y en Tupiza, donde un ala de luchadores criollos reivindicó, se sintió parte y hasta fue más
lejos que la rebelión indígena campesina. Pero, de conjunto, “los españoles nacidos en
América, actuando con mentalidad inconfundible de latifundistas dieron muestras inequívocas
de que comprendían con claridad que un movimiento indígena autónomo o dirigido por ellos
no podría menos que concluir arrancando por la fuerza la tierra usurpada por los criollos”8.
En este período comenzó a operarse una diferenciación dentro de un movimiento dominado
por los intereses de la burguesía comercial y propietaria criolla que tendría su mayor expresión
treinta años después.

La derrota de la rebelión
Desde la victoria en Sangarará hasta el inicio del combate por la ocupación del Cuzco (8 de
enero 1781) pasaron casi tres meses, decisivos para la contraofensiva. El clero, por lejos la
vanguardia militante contra el alzamiento indígena, hizo pública la excomunión de Túpac y
convirtió a las iglesias en centros de prédica y organización contra él (a pesar de la política del
líder rebelde de no chocar con la Iglesia para ganar al menos su neutralidad). Desde Lima, el
virrey envió un ejército de 17.000 hombres, dotados de un poder de fuego inmensamente
superior al de la tropa indígena. Luego del alzamiento, la Junta de Guerra del Cuzco,
aterrorizada, había resuelto la abolición de los “repartimientos”, el perdón a todas las deudas,
la extinción de la aduana y la eliminación del diezmo.
Luego de varios días de batalla, el ejército de Túpac, derrotado, abandonó el Cuzco. El 8 de
abril de 1781 sufrió otra derrota decisiva en Tinta y, por la traición de uno de sus allegados,
fue detenido con parte de su familia y de sus jefes militares. Llevado al Cuzco, fue sometido a
una parodia de juicio, tormentos y una ejecución que ha pasado a la historia por sus
características horrendas.
La rebelión siguió en pie durante mucho tiempo, se prolongó en acciones militares importantes
(doble sitio a La Paz, toma de Soraya), tomó la forma de guerra de guerrillas y alzamientos
desde Panamá al norte de Argentina. Bajo una conducción cuyas cabezas fueron Diego
Cristóbal Túpac Amaru –hermano de José Gabriel– sus sobrinos Andrés Mendigure y Miguel
Bastidas, la agitación tuvo su epicentro en el Alto Perú. Allí descolló Julián Apaza (Túpac
Catari), uno de los más grandes líderes de la rebelión. Fue derrotado en octubre de 1781,
cuando las autoridades ofrecían a Diego Cristóbal un falso plan de paz, prometiendo el fin de
los “requerimientos” y de los corregidores. Una vez logrado el armisticio y desarmados los
indios, los españoles se dedicaron a una caza impiadosa de todos los miembros de las
familias de Túpac Amaru, Túpac Catari y demás líderes rebeldes. Los que cayeron fueron
ejecutados o enviados a Europa como reos de por vida.

La Independencia y la tierra
La rebelión abrió un nuevo escenario social y político en la colonia. Sacó a luz el conjunto de
oposiciones a la Corona, puso a prueba el apoyo del movimiento criollo progresista de los
centros urbanos, consumó las primeras derrotas militares de los ejércitos de la corona (a
pesar de la inmensa debilidad en organización y armamento), enarboló un programa social y
de independencia del dominio político español. La conmoción política producida en el Alto
Perú se hizo sentir en las aulas de la Universidad de Chuquisaca, e influyó en la conciencia de
los más importantes líderes de la independencia de las provincias del Río de la Plata9.
Pero el grueso de la burguesía criolla le dio la espalda, en la medida en que sus intereses
estaban profundamente ligados al régimen de explotación de la masa indígena. Más aún,
recién cuando se ha producido el aplastamiento brutal de la rebelión, con más de cien mil
indígenas muertos, es cuando la clase de los propietarios y comerciantes criollos se atreve a
tomar la iniciativa en el proceso de emancipación americana. Contradictoriamente, la masa
campesina e indígena, duramente golpeada, va a entrar en un período de reflujo y
desconfianza frente a la elite criolla que llegó a coquetear con ella pero fue parte del bloque
que la sometió. Es lo que lleva a decir a Tulio Halperín Donghi que “más que ofrecer un
antecedente para las luchas de la independencia, estos alzamientos parecen proporcionar una
de las claves para entender la obstinación con que esta área iba a apegarse a la causa del
rey”9.
Para la corriente “liberal” la rebelión de Túpac Amaru tuvo el carácter de un levantamiento
“étnico” desgajado del proceso de emancipación. El PC, en su momento, caracterizó por boca
de uno de sus teóricos, que los alzamientos “no fueron progresistas, sino retrógrados”10.
Aunque el proceso político y social no quedó congelado en el punto de la derrota de la
rebelión indígena y campesina, y se abrió un inmenso proceso de lucha y diferenciación
política que volvería a poner al rojo vivo el contenido social de la gesta emancipadora, en
relación con el problema agrario y los límites de la burguesía naciente frente a las tareas de la
revolución democrática, la derrota de la gesta de Túpac Amaru trazó un límite al desarrollo
posterior. Frustró la lucha contra el latifundio y tendió a borrar el reclamo vital de la tierra del
programa de los insurrectos por la independencia. Como plantea, una vez más, Mariátegui:
“Para que la revolución demo liberal haya tenido estos efectos, dos premisas han sido
necesarias: la existencia de una burguesía consciente de los fines y los intereses de su acción
y la existencia de un estado de ánimo revolucionario en la clase campesina y, sobre todo, su
reivindicación del derecho a la tierra en términos incompatibles con el poder de la aristocracia
terrateniente. En el Perú, menos todavía que en otros países de América, la revolución de la
independencia no respondía a estas premisas…” (4, ídem anterior).

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