Sensación, Percepción y Atención
Sensación, Percepción y Atención
Sensación, Percepción y Atención
«No vemos las cosas como son, las vemos como somos.»
Anaïs Nin
«El auténtico viaje de descubrimiento no consiste en ver nuevos paisajes, sino en saber mirar.»
Marcel Proust
«Es mejor una mente bien ordenada que otra muy llena.»
Michel de Montaigne
«El ser humano mira sin ver, escucha sin oír, toca sin sentir, come sin gusto, se mueve sin fijarse en su cuerpo,
inhala sin percatarse de los olores y fragancias y habla sin pensar.»
Leonardo da Vinci
1. Introducción
Vivimos en un mundo rebosante de objetos, los cuales conocemos a través de los sentidos. La capacidad
de conocer los cambios del mundo externo e interno es un requisito imprescindible para que la mente
pueda dar una respuesta adecuada a las situaciones que se van presentando a cada momento, y por tanto,
para nuestra supervivencia.
La aparente facilidad con la que percibimos las cosas podría llevarnos a la conclusión de que el
acto de percibir es un proceso psicológico simple para la mente. Nada más lejos de la realidad: la
percepción es un proceso complejo y muy sofisticado, compuesto de un gran número de subprocesos de
los que no somos conscientes la mayor parte de las veces.
Es a través del estudio de la psicología humana como podemos llegar a hacernos una idea
aproximada de todo lo que está en juego en el acto de ver o tocar un simple objeto. De ahí la importancia
de dedicar un tema al estudio de la sensación y la percepción.
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Psicología 2º de Bachillerato
Es habitual confundir o mezclar los conceptos de sensación y percepción. Para evitar este error
y para que desde un principio quede clara la diferencia que existe entre ellos, vamos a tratar de
presentar una definición precisa de los conceptos de estímulo, sensación y percepción.
Como decíamos antes, los sentidos son nuestras ventanas abiertas al mundo. Los sentidos
perciben estímulos, siendo éstos algo exterior y distinto a los propios sentidos.
Un estímulo es toda energía física, química o electromagnética que excita o activa un receptor
sensorial; por ejemplo, la luz visible en el ojo.
Precisamente esto último nos da la pista para entender la diferencia entre sensación y
percepción. La percepción se produce cuando la información ya ha entrado en el SNC y consiste
en interpretar, comprender o dotar de significado esa información captada previamente por los
sentidos.
¿Qué tiene que suceder para que la información sensorial adquiera un significado? Lo
que sucede es que esa información sensorial se vuelve significativa porque se relaciona con
conceptos que previamente ya poseía la mente, pero también con emociones, deseos,
necesidades, con otras informaciones sensoriales percibidas previamente, con planes,
expectativas, etc. En la percepción se enlaza lo nuevo (la información que acaba de ser captada
por los sentidos) con otros contenidos mentales que ya teníamos.
Digamos que, la percepción consiste en integrar lo captado por los sentidos en un todo
más amplio, en relacionarlo con otra información que ya poseíamos para que la mente pueda
comprenderlo y, posteriormente, pueda dar una respuesta adaptativa adecuada a lo que está
pasando a su alrededor. (El concepto de respuesta sería un cuarto concepto, que, por no
extendernos demasiado, nos abstenemos de definir y explicar aquí.)
Por tanto, la percepción es más de lo que vemos, oímos, saboreamos, olemos, palpamos
o sentimos. La percepción consiste en la transformación de la impresión sensitiva en información
cognitiva. La percepción no es una mera suma de estímulos que llegan a nuestros receptores
sensoriales, sino que cada persona organiza la información recibida, según sus conocimientos
previos, sus emociones, sus necesidades, sus experiencias, su aprendizaje, etc. Así es como el
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Podemos resumir todo lo anterior en una definición precisa del concepto de percepción:
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4. La atención
Como ya hemos dicho, cada vez que vemos o tocamos un objeto no sólo intervienen los sentidos,
sino también una serie de operaciones de la mente destinadas a integrar la información sensible
en un todo más amplio. Esto es la percepción. Una de las operaciones más importantes de la
percepción consiste en vincular la información sensible con un concepto. Sensaciones y
conceptos se dan casi al mismo tiempo, unidos y enlazados en la percepción, lo cual impide que
nos demos cuenta del tipo de información que realmente aporta cada uno de ellos por separado.
Cuando percibimos un objeto, por ejemplo, una silla o una mesa, es importante darnos
cuenta de qué información de ese objeto nos dan los sentidos y qué otra información relacionada
con ese mismo objeto nos proporciona su concepto o definición, el cual ya era poseído y
conocido por la mente antes de ver ese objeto.
Realmente, lo que los sentidos nos muestran de un objeto es una mera pluralidad caótica
de datos de tipo sensorial relativa a características físicas, como la forma, el tamaño, el color, el
olor, sabor, etc. Si dirigimos nuestros sentidos hacia una mesa, lo que los sentidos perciben de
ella es la longitud (0,60x0,45x0,03 metros), la forma (plano rectangular apoyado sobre cilindros), el color
(verde con distintas tonalidades), el tacto (suave, sólido), el sonido (macizo), etc. Es importante darse
cuenta de que al agrupar toda esa información: “0,60x0,45x0,03, rectangular, apoyado sobre cilindros (las
patas), verde, suave, sólido, macizo…” obtenemos un conjunto desorganizado, caótico, de datos
sensoriales, susceptible de ampliarse indefinidamente, pero que no equivale en verdad a… “la
mesa”.
Por eso a la mente le hace falta añadir algo más a la sensación, hace falta relacionar esa
información sensorial con un concepto para poder identificar con claridad qué tipo de objeto
tenemos delante. Esto es lo que sucede en la percepción.
El concepto de “mesa”, como casi todos los conceptos, es un concepto único, claro y
estable de la mente, una definición abstracta, ordenada y sencilla: “tablero con patas que sirve para
trabajar”. La mente humana, en la percepción, lleva a cabo esa operación casi mágica de identificar
cuál es el concepto o definición que corresponde a esa pluralidad un tanto caótica de datos que
nos muestran los sentidos, y así poder comprender
qué objeto tenemos delante y, por consiguiente, estar
en condiciones de dar una respuesta adecuada a lo que
nos rodea.
El concepto contiene lo que es común a todos
los objetos del mismo tipo (a todas las mesas, aunque
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sean diferentes en forma, tamaño, color… corresponde el mismo concepto de mesa). Mediante
los conceptos o definiciones, la mente recoge los aspectos esenciales de lo captado por los
sentidos y los pone en conexión con otros conceptos para ayudarnos a entender mejor de qué
objeto se trata. La mesa pertenece al concepto más general de los muebles y no al concepto, por
ejemplo, de cosas comestibles. Así, por ejemplo, aunque tengamos hambre, la mente no va a
identificar la mesa como algo con lo que saciar nuestra hambre.
Por tanto, lo que nos ayuda a conocer o a identificar el tipo de objeto ante el que estamos
es principalmente el concepto único, estable y organizado de la cosa ante la que nos hayamos. Y
este concepto no aparece en la sensación sino en la percepción. Los sentidos, por contra, sólo
nos muestran un conjunto desorganizado de informaciones muy diversas.
Es cierto que los sentidos actúan primero, y que sin ellos difícilmente podríamos
relacionarnos con el mundo exterior, pero aún más importante es la operación que se produce
después, en la percepción, cuando a la información sensorial se le asigna un concepto. Sin
conceptos no entenderíamos nada, no dotaríamos de sentido al mundo que nos rodea, porque
veríamos cosas, pero no sabríamos qué tipo de cosas son. Por eso, aunque el concepto es algo
posterior, abstracto y mental, es más importante para nuestro conocimiento que las meras
sensaciones.
6. La integración de sensaciones y emociones en la percepción
De lo dicho hasta aquí podría concluirse que la percepción es un proceso meramente intelectual
y racional, es decir, desvinculado de las emociones, las necesidades y deseos del individuo. Se
podría pensar que la mente opera con la frialdad de una máquina que se limita a registrar
fielmente la información que dan los sentidos y a integrarla directamente en unos conceptos
teóricos, neutrales desde el punto de vista emocional.
Sin embargo, lo cierto es que la percepción es un proceso todavía más complejo, y en ella
no sólo se integran las sensaciones con los conceptos, sino también con otros factores que
implican una valoración subjetiva, como las emociones, los deseos, las necesidades, la cultura
de la persona, etc. La influencia de estos factores hace que la percepción difícilmente pueda ser
objetiva. Y de ahí el aforismo de Anaïs Nin: “no vemos las cosas como son, las vemos como
somos”.
1) Primero, se les retiran las monedas y tienen que dibujarlas según lo que recuerdan de
ellas. 2) En segundo lugar, se las vuelven a entregar y las vuelven a dibujar teniéndolas presentes,
al lado de su propia hoja de dibujo, aunque no pueden emplearlas para hacer una plantilla fiel de
su tamaño. 3) En tercer lugar, el investigador recoge todas las monedas, y entrega a cada niño 5
círculos de cartón numerados que tienen el mismo tamaño que los 5 tipos de monedas anteriores,
y ellos tienen que dibujar en una hoja esos círculos de cartón.
El resultado obtenido fue el esperado: los niños dibujaban siempre las monedas con un
tamaño mayor que el tamaño real de las mismas y, además, este incremento era aún mayor en el
caso de las monedas de más valor. El tamaño de las monedas no era percibido tal y como es
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realmente ni tal y como se lo representan los sentidos (que supuestamente hacen una copia fiel
y objetiva del tamaño de la moneda1), sino que en la percepción la información sensorial se
fusiona con los valores y las necesidades subjetivas del individuo, hasta el punto de que éstos
factores terminan modificando notablemente los datos sensoriales.
¿Y qué sucedió con los círculos de cartón? Dado que, por comparación con las monedas
estos círculos tenían menos valor que ellas, los niños los dibujaban más pequeños que lo que
realmente eran:
CÍRCULOS DE CARTÓN
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Más adelante veremos que ni siquiera este supuesto es cierto.
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Pero la percepción no sólo incluye los conceptos y las emociones. Es un fenómeno que integra aún más
factores, y sorprendentemente, uno de los más importantes es el movimiento del cuerpo, la acción, la
práctica.
Alguien podría preguntar: ¿qué tiene que ver el movimiento del cuerpo con el acto de ver un
objeto? Lo cierto es que si fuésemos personas sin movilidad, nuestra percepción del mundo que nos rodea
se desarrollaría con más dificultad y sería diferente. Percibimos las cosas de una determinada manera, no
sólo en función de nuestros conceptos, y emociones, sino también en función de lo que hacemos, es decir,
de la práctica de nuestro cuerpo moviéndose e interactuando físicamente con los demás seres u objetos
que nos rodean.
Esto demuestra que no nacemos con capacidad de percibir, sino que aprendemos a percibir.
Nuestra capacidad de percepción se va a desarrollando y afinando a lo largo de nuestra infancia, no es
algo innato. Y en ese proceso de aprender a percibir, los movimientos y acciones del cuerpo desempeñan
un papel más importante del que creíamos.
El famoso experimento de la visión invertida del psicólogo George M. Stratton, es una buena
muestra de lo dicho hasta aquí. En este experimento, dos sujetos permanecieron varios días en
habitaciones aisladas llevando puestas todo el rato unas gafas de visión invertida. Pero mientras que a
uno de ellos (individuo activo) se le permitía moverse por la habitación y hacer una vida normal, el otro,
en cambio (individuo pasivo), estaba obligado a permanecer inmóvil,
tumbado en la cama la mayor parte del tiempo. Al cabo de dos días, el
individuo pasivo salió de la habitación con las gafas, se sintió muy
incómodo debido a que todo lo veía al revés, se chocaba con los objetos
y le costaba realizar cualquier actividad manual, como llevarse una
cuchara a la boca. En cambio el individuo activo, ya estaba
prácticamente acostumbrado a la visión invertida, decía que apenas lo
notaba, y podía realizar sus actividades y movimientos cotidianos sin
grandes dificultades. Ya no era algo tan difícil y traumático como al
principio, pues se había acostumbrado a percibir todo al revés, hasta el
punto de que eso le resulta normal.
Hay otro experimento aún más relevante que nos lleva a conclusiones muy similares: es el
realizado por del Held y Hein, en 1963. Los sujetos experimentales fueron gatos criados desde su
nacimiento en total oscuridad. Durante 10 días, y por un tiempo de 3 horas cada día, todos los gatos
divididos en grupos de dos se montan en una especie de tiovivo, y son sometidos a una serie de
estimulaciones visuales, imágenes y pruebas de movimiento (por ejemplo: sortear obstáculos), que van
contemplando, mientras el tiovivo gira. Ahora bien, mientras que uno de los gatos puede caminar y
moverse dentro del mecanismo del tiovivo (gato activo), el otro gato permanece encerrado en una especie
de cesta (gato pasivo), de forma que puede ver todo lo que sucede, pero no puede moverse.
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capaz de dar un sentido a lo que ve. Esto muestra que interpretar y dar sentido a lo que vemos, o sea,
percibir, depende de un aprendizaje no sólo visual, no sólo conceptual y teórico, sino también relacionado
con los movimientos del cuerpo, o sea, práctico.
La visión, el movimiento del cuerpo y el tacto no son funciones separadas de la mente humana,
sino que son funciones interconectadas y dependientes entre sí. Son partes que se integran en “el todo”
de la percepción. En la percepción confluye la experiencia visual con la motora. Y, por tanto, la
percepción de objetos no es un proceso meramente visual, conceptual, teórico, e innato, como pensaban
algunos psicólogos racionalistas (como por ejemplo, Descartes), sino un proceso que incluye el tacto, el
movimiento del cuerpo, la práctica, y que se aprende con el paso del tiempo.
8. La psicología de la Gestalt
La conclusión que podemos extraer de todo lo dicho hasta aquí es que la percepción es un proceso mental
que integra en totalidades diversos subprocesos parciales: datos sensoriales, conceptos, emociones,
deseos, necesidades, movimientos del cuerpo, aprendizajes…
Esta forma de concebir la percepción se asienta sobre las teorías de dos corrientes de psicología
muy influyentes en el último siglo: la psicología de la Gestalt y la psicología cognitiva. Dado que buena
parte de los apartados anteriores quedarían enmarcados en la teoría cognitiva, en adelante nos toca
adentrarnos en algunos de los descubrmientos más significativas de la teoría de la Gestalt.
La escuela de la Gestalt estuvo encabezada por tres psicólogos alemanes que llegaron a gozar de
un gran prestigio en todo el mundo: Max Wertheimer (1880-1943), Kurt Koffka (1886-1941) y Wolfgang
Köhler (1887-1967). Éstos desarrollaron buena parte de sus teorías en las universidades de Fráncfort y
Berlín, alcanzando su máximo esplendor durante la década de 1920 y los primeros años de la década de
1930.
La psicología de la Gestalt surge por oposición a las teorías psicológicas “elementalistas” dominantes
hasta el momento. El principal punto de controversia era la distinta forma de entender las relaciones parte-
todo de los procesos mentales. Mientras que los psicólogos elementalistas tendían a concebir procesos de
la mente por separado, como elementos aislados e independientes, los gestalistas apostaban por una
concepción de esos procesos de forma integrada, como un todo no reducible a la mera suma de sus partes.
Esta disputa entre teorías se puede explicar mejor analizando las dos formas de entender el
concepto de totalidad. Según ya señalaron pensadores como Platón y Aristóteles, existen dos tipos de
todos, o totalidades:
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►1) El compositum, suma o mera adición de partes, que consiste en colocar partes, una al lado
de otra, sin que ello altere el significado que tenía cada una de ellas por separado. Estas partes
son separables e independientes, es decir, tienen significado por sí mismas, y no lo cambian
al unirse al compositum.
►2) El totum, cuyas partes no son independientes plenamente del todo, pues, al unirse a
él, aparece un significado nuevo, distinto, que no se reduce a la mera suma o adición del
significado. Las partes de un totum tienen un significado distinto, según estén fuera o dentro
del todo. Hay casos en los que el sólo tienen sentido pleno dentro del todo, careciendo de
significado independiente y por sí mismas. (Ejemplo: los datos sensoriales no tienen sentido
si no se integran en un concepto.)
Pues bien, sabido esto, podemos decir que los elementalistas conciben la mente como un
compositum, mientras que los gestalistas la conciben como un totum. Vamos a ejemplificarlo
centrándonos en la teoría de la percepción que ofrece cada una de estas escuelas.
Para explicar la percepción, los elementalistas recurrían a la hipótesis del
mosaico (hoy en día se la podría denominar también “hipótesis de la
pantalla analógica de píxeles”). Pensaban que si vemos un objeto, por
ejemplo, una manzana, cada unidad mínima de nuestra retina recibe el
impacto de un rayo de luz con información sobre el color, el tamaño y la
forma, no de la manzana entera, sino de un pequeño trocito de la superficie
de esa manzana. La visión funciona como un mosaico: cada parte de la
retina recibe rayos lumínicos procedentes de cada una de las partes de la
manzana. La unión de todas esas unidades mínimas en la retina es una
recreación, o imagen proyectada, del objeto exterior.
Esa imagen, según los elementalistas, es un compositum, una
mera suma de partes, igual que un mosaico o una pantalla de píxeles,
los cuales se dividen en muchas unidades pequeñas y cada una de las
cuales aporta un elemento al conjunto. Cada una de estas unidades es
independiente, refleja un “trocito” de la superficie de la manzana (con
su color, su tamaño y su forma), y la unión de todo ello refleja la
totalidad de la manzana.
Cuando la mente percibe un objeto, se limita a poner, una al
lado de otra, esas unidades, sin dotarlas de un sentido adicional. No
obstante, los elementalistas hablan de que existen unas leyes de agrupación y asociación de esas unidades.
Por eso también se les denomina psicólogos asociacionistas. Ejemplos de tales leyes asociativas son: la
ley de semejanza, la de proximidad o la de causalidad. Ahora bien, tales leyes son extrínsecas respecto a
las piezas del mosaico, pues no modifican su sentido, ni afectan al color, tamaño o forma de cada unidad.
8.2. El fenómeno fi
Pues bien, esta forma de plantear las cosas es rechazada frontalmente por los gestalistas. En lugar de
explicar la percepción como un proceso que va de abajo arriba “colocando, una al lado de otra”, unidades
mínimas con información sensorial, lo concibe en términos de “moldes o totalidades, ya poseídos por la
mente, en los que se van integrando los datos sensoriales” (o sea, un proceso que va de arriba abajo, pues
el todo es anterior a las partes). Estas unidades sensoriales no tienen sentido por sí solas, sino que sólo lo
adquieren al integrarse en un molde, en un concepto o todo más amplio que las da sentido.
Cuando percibimos algo, no percibimos un conjunto de píxeles sin más, sino una totalidad que
integra dichos píxeles y los dota de un sentido adicional. Lo vamos a ejemplificar con un experimento
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diseñado en 1910 por Wertheimer, que supuso el punto de partida de la psicología de la Gestalt: nos
referimos al fenómeno fi.
Se exponía a los sujetos a dos estímulos luminosos proyectados a través de dos pequeñas ranuras
situadas en el mismo plano, una vertical y la otra ligeramente inclinada respecto de la primera, y se
manipulaba el intervalo de tiempo que mediaba entre la presentación de ambos estímulos. En concreto,
se establecían 3 situaciones:
1) Cuando el intervalo entre uno y otro era relativamente largo (mayor de 200 milisegundos), los
sujetos decían ver “dos luces sucesivas”, una procedente de una de las ranuras y otra, de la otra.
2) Cuando el intervalo era relativamente breve, en cambio (menor de 30 milisegundos), los sujetos
dejaban de percibir la sucesión de los estímulos luminosos, y veían en su lugar las “dos ranuras
luciendo simultáneamente”. (Éste es el molde que aplica la mente para dar sentido a lo que ve.)
1. Ley de proximidad. Los estímulos que están próximos tienden a ser vistos de forma agrupada. El
dibujo 1 puede verse, como filas horizontales, o como columnas verticales, porque los círculos
están colocados de forma similar en ambas direcciones. Otro ejemplo: si tres personas se
encuentran cerca entre sí y una cuarta permanece a tres metros de distancia, tenderemos a ver a
las primeras como a un grupo y a la persona distante como a un extraño.
2. Ley de semejanza. Los estímulos parecidos en tamaño, forma o color tienden a ser agrupados.
En la figura 2 vemos columnas verticales y no líneas horizontales.
3. Ley de la continuidad. Es la tendencia a percibir unidos los estímulos que tienen una continuidad.
La espiral de Fraser es una de las ilusiones ópticas más sorprendentes: tendemos a verlo como
una espiral, pero realmente son círculos concéntricos.
4. Ley de contraste. La percepción de un elemento está influida por la relación que tiene con otros
elementos del conjunto. Cualquier observador describiría la parte izquierda de la figura 4 como
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un “círculo blanco entre cuadrados negros”, y no como “24 cuadrados negros agrupados en una
tabla de 5x5 filas y columnas, con un círculo blanco en la segunda fila, columna 4”.
5. Ley de cierre. Es la tendencia a percibir los objetos como entidades totales, aunque algunas partes
puedan faltar o estar ocultas. Esto revela nuestra tendencia a integrar formas, incluso con indicios
mínimos, para que tengan una forma global consistente. Tendemos a ver en la figura 5 cuadrados
y círculos, cuando en realidad lo que en ella se muestra son más bien corchetes y paréntesis.
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Seguramente, todos hemos tenido alguna vez la experiencia de que las cosas no son realmente como la
mente nos los muestra. Algunas de estas experiencias son debidas a las llamadas ilusiones ópticas. Son
ejemplos de estas ilusiones: los efectos de perspectiva, efectos de la reflexión, puntos ciegos, alteraciones
en los colores en función de la luz, daltonismo, etc. Veamos algunos ejemplos:
Los colores determinan estados de ánimo, positivos o negativos, y pueden generar diversas
emociones. En la sociedad actual, no solo el arte, la publicidad y el diseño, sino también los coches, los
vestidos o los productos que consumimos: todo está regido por el código secreto de los colores. Por eso
los psicólogos estudian el impacto de los colores en nuestras emociones y en la salud.
El color es una experiencia subjetiva que depende de dos cosas: la luz que los objetos reflejan y
las propiedades del sistema visual de quien mira. Dado que el color actúa sobre la mente humana,
necesitamos conocer algunas funciones básicas de los colores, así como su significado simbólico.
Los colores tienen varias funciones:
Atraer la atención. El color se utiliza para captar la atención. Los indicadores de un aeropuerto están
codificados cromáticamente para encontrar el camino entre multitud de estímulos visuales.
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Informar. El color es la herramienta más eficaz para describir con fidelidad cómo son los objetos y el
espacio. ¿De qué colores pintarías tu habitación y el salón de tu casa?
Crear una atmósfera. Conocer las propiedades de los colores y la forma de relacionarlos nos permite
crear ambientes determinados: cálidos, luminosos, abiertos.
Equilibrio versus contraste. Se refiere al uso estético del color. Consiste en elegir gamas de colores que
sirvan para armonizar o contrastar los elementos de una imagen.
Simbología de los colores. Veamos el significado simbólico de los colores básicos en nuestra
cultura:
Azul. Es el color del cielo y del mar y por sus características invita a la relajación y a la reflexión. Es
el color de la fidelidad, de la sinceridad y la confianza. Es un color de consenso: los organismos
internacionales como la ONU, la Unesco o la Unión Europea, todos han elegido un emblema azul.
Rojo. Está considerado como el color de las emociones y tiene gran poder sobre nosotros. Representa
el poder, la vitalidad, la pasión y la atracción sexual. También se asocia con el planeta Marte y
simboliza la guerra. En la vida diaria, el rojo nos anuncia la existencia de peligro (semáforos, señales
de tráfico).
Blanco. Es el color de los dioses: el dios griego Zeus se aparece a Europa como un toro blanco o el
Espíritu Santo se presenta como una paloma blanca. Representa la bondad, la inocencia, la pureza. En
la vida cotidiana es el color de la armonía, la tranquilidad y la esperanza.
Amarillo. Es el color del sol que irradia siempre, en todas partes y sobre todas las cosas. Simboliza el
poder, la fuerza, la voluntad. Es el color de la palabra y es símbolo de la mente creativa.
Verde. Es el color de la vida misma, del renacimiento de la primavera. Simboliza la esperanza y la
regeneración. Representa el crecimiento, la fertilidad y la frescura.
Negro. Representa el poder, la elegancia, la formalidad, la muerte y el misterio. Es el color más
enigmático y se asocia al miedo y a lo desconocido. También simboliza autoridad, prestigio y seriedad.
TEXTOS:
1. Los poetas nos han enseñado cuán llena está la noche de maravillas. La noche de los ciegos también tiene
sus maravillas. La única oscuridad sin luz es la noche de la ignorancia y de la insensibilidad. Nos diferenciamos
unos de otros, los ciegos y los que ven, no por nuestros sentidos, sino por el uso que de ellos hacemos, por
la imaginación y la valentía con que buscamos la sabiduría independientemente de nuestros sentidos.
Es más difícil enseñar a un ignorante a pensar que enseñar a un ciego inteligente a ver la grandiosidad del
Niágara. He paseado con personas cuyos ojos están llenos de luz, pero que no ven nada ni en el bosque ni en
el mar ni en el cielo, nada en las calles de la ciudad y nada en los libros. ¡Qué farsa más tonta es esta vista!
Mejor sería navegar para siempre en la noche de la ceguera con sensibilidad, sentimiento y juicio que
contentarse con el mero acto de ver. Ellos tienen los crepúsculos, el cielo de la aurora, el color púrpura de las
distintas colinas, y sin embargo sus almas viajan por este mundo encantado con una mirada estéril.
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RECORTES
Introducción
A veces, puede parecer que con solo con abrir los ojos y mirar alrededor percibimos fácilmente
y sin esfuerzo para nuestra mente todo lo que nos rodea. Sin embargo, la sensación y la
percepción son procesos psicológicos realmente complejos que se componen de otros muchos
subprocesos casi simultáneos de los que no somos conscientes.
Sensación y percepción
[Aunque los sentidos nos ofrecen un panorama interesante del mundo, no siempre pueden transmitir una imagen
fiable de la realidad. De hecho, los seres humanos hemos construido muchos instrumentos (microscopio,
telescopio, etc.) para amplificar las posibilidades de nuestros limitados sentidos.
Cuanto más usamos una capacidad sensible, más mejoramos su agudeza. Cuando una persona pierde un sentido,
desarrolla más otras capacidades, por ejemplo, los invidentes aumentan su capacidad auditiva, olfativa e incluso
táctil.
Vivir no es solo pasar por este mundo, sino que implica sentir, percibir y comprender nuestra realidad. La
importancia que otorgamos a nuestros sentidos marca la diferencia entre oír y escuchar, probar y degustar, tocar
y palpar, ver y observar, oler y olfatear. Si abrimos la mente a nuestros sentidos podremos disfrutar de nuestro
viaje por la vida.]
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