Trabajo Del Apego
Trabajo Del Apego
Trabajo Del Apego
INTRODUCCION:
OBJETIVOS:
Objetivo General:
Brindar una óptima información del presente tema asociándolo con la medicina y la
importancia que radica en ella.
Objetivos Específicos:
Brindarles un conocimiento más amplio del tema.
Dar a conocer las diversas formas de apego que existen en las distintas
etapas del ser humano.
MARCO TEORICO:
EL APEGO EN LA INFANCIA
El primero en desarrollar una teoría de apego a partir de los conceptos que aportara la
psicología del desarrollo, con el objeto de describir y explicar porqué los niños se
convierten en personas emocionalmente apegadas a sus primeros cuidadores, así
como los efectos emocionales que resultan de la separación, fue John Bowlby, quien
intentó mezclar los conceptos provenientes de la etología, del psicoanálisis y de la
teoría general de los sistemas (Fonagy, 2004; Oliva, 2004; Girón, Rodríguez y
Sánchez, 2003) para explicar el lazo emocional del hijo con la madre ( Aizpuru, 1994).
Bowlby (1993, pp, 60) definió la conducta de apego como “cualquier forma de
comportamiento que hace que una persona alcance o conserve proximidad con
respecto a otro individuo diferenciado y preferido. En tanto que la figura de apego
permanezca accesible y responda, la conducta puede consistir en una mera
verificación visual o auditiva del lugar en que se halla y en el intercambio ocasional de
miradas y saludos. Empero, en ciertas circunstancias se observan también
seguimiento o aferramiento a la figura de apego, así como tendencia a llamarla o a
llorar, conductas que en general mueven a esa figura a brindar sus cuidados”.
Bowlby planteó el apego como un sistema conductual, cuyos elementos funcionan par
asegurar el fin último del sistema, es decir, el logro de la proximidad de la figura del
apego cuando el individuo se siente el peligro o experimenta malestar. Este sistema
conductual está constituido por tres elementos perfectamente diferenciados:
Estilos de apego: aquellas conductas que el niño utiliza para conseguir el fin,
por ejemplo el llanto, la locomoción y la sonrisa.
Los modelos de trabajo interno: imagen en que el niño desarrolla acerca de
si mismo y de los accesible y disponible que se encuentra su figura de apego y
la valoración que tiene el niño acerca de sí en su relación con esa figura.
Sentimientos: grado de seguridad experimentado por el niño cuando se
encuentra próximo a la figura de apego y malestar relacionado con las
separación de ella.
Los estudios acerca de los estilos de apego han evidenciado la existencia de una
relación entre éstos y características sicológicas y sociales de los individuos, así como
además una relación entre los estilos de apego alterado y la presencia de maltrato
infantil.
Investigaciones que han dirigido su atención a la relación entre los distintos stilos de
apego y diferentes formas de buscar y procesar información, han evidenciado que los
individuos con estilo de apego seguro son capaces de relalizar una búsqueda activa
de información, se muestran abiertos a la nueva informción, poseen estructuras
cognitivas fexibls que le permiten adaptarse adecuadamente a los cambios del
ambiente, a plantearse objetivos realistas, a evitar los pensamientos irracionales, a
tener expectativas positivas acerca de las relaciones con los otros y a confiar más en
ellos (Gayó R, 1999; Valdés N, 2002). A su vez, los individuos con estilos de apego
evitativo y ansioso tienen estructuras cognitivas más rígidas, los primeros rechazan la
información que pudiese crearles confusión y los segundos aunque desean acceder a
la nueva información presentan intensos conflictos que los llevan a alejarse de ella
(Mikulincer M, 1997 citado en Gayó R, 1999).
Desde esta teoría se supone pues, que la relación afectiva que en la infancia se
establece con los cuidadores, proporciona el prototipo de las relaciones afectivas en
etapas posteriores a través de las representaciones mentales que los niños van
formando y que incluyen tanto los recuerdos de la relación, el concepto de la figura de
apego y de sí mismo y las expectativas sobre la propioa relación.
EL APEGO EN LA ADOLESCENCIA
Nacida en los años 50 para explicar las relaciones que se establecen en la infancia
entre el niño y sus cuidadores durante la primera infancia, la teoría del apego ha ido
expandiéndose en las últimas décadas, tanto a la compresión de otro tipo de
relaciones (hermanos, amigos, pareja) como a etapas evolutivas posteriores. Una de
estas etapas es la adolescencia, momento de profundas transformaciones cognitivas,
emocionales y sociales que van a tener una repercusión directa sobre el significado y
expresión de los procesos de apego. Así, el surgimiento del pensamiento formal va a
poner a disposición del adolescente una potente herramienta cognitiva que le va a
permitir razonar con una mayor complejidad sobre sus relaciones con las figuras de
apego, ya sea para pensar en alternativas, compararlas con otras figuras o
desidealizarlas y contemplarlas de forma más realista (Allen, 2008). Es en este periodo
cuando el sistema de apego podrá ser considerado como una organización global,
única e integrada surgida a partir de la reflexión sobre las experiencias relacionales
previas, que mostrará estabilidad y que predecirá el comportamiento del adolescente
dentro y fuera de la familia.
Tal vez sea éste uno de los procesos evolutivos sobre los que existe mayor evidencia
empírica, pues disponemos de abundantes datos que indican una disminución durante
la adolescencia de la cercanía emocional, las expresiones de afecto (Collins y
Repinski, 2001), la cantidad de tiempo que padres e hijos pasan juntos (Larson, et all,
1996) y un aumento de la necesidad de privacidad (Steinberg y Silk, 2002). La
comunicación también suele experimentar un ligero deterioro en torno a la pubertad,
ya que en esta etapa chicos y chicas hablan menos espontáneamente de sus asuntos,
las interrupciones son más frecuentes y la comunicación se hace más difícil (Parra y
Oliva, 2007). Por otra parte, las discusiones y conflictos entre padres e hijos pasan a
formar parte de la vida cotidiana en familia, especialmente durante la adolescencia
temprana (Collins y Steinberg, 2006).
Algunos estudios que han analizado los procesos de apego durante la adolescencia
también 56 A. OLIVA DELGADO / ACCIÓN PSICOLÓGICA, julio 2011, vol. 8, n. o 2,
55-65. ISSN: 1578-908X han encontrado indicadores claros de este distanciamiento,
aumentando con la edad el número de adolescentes que expresan más sentimientos
de rechazo y menos manifestaciones de afecto positivo cuando hablan acerca de las
relaciones con sus padres en el AAI (Ammaniti, et all, 2000; Scharf, Mayseless, y
Kivenson-Baron, 2004). Todos estos procesos no son sino consecuencias de la
búsqueda de autonomía por parte del chico o la chica adolescente, y reflejan el
choque entre la necesidad de apoyo parental en un momento en el que tienen que
afrontar muchas tareas evolutivas, y la exigencia de exploración que requiere la
resolución de dichas tareas. El adolescente ha de alcanzar un equilibrio entre dichas
necesidades, que no son sino la continuación, en un nuevo escenario, de la pugna
entre los sistemas de apego y exploración. Al igual que ocurría con los niños pequeños
en la Situación del Extraño, los adolescentes mostrarán una mayor tendencia a la
exploración cuando sientan que sus padres están disponibles y les muestran su
apoyo. De hecho, y aunque chicos y chicas aumentan sus conductas exploratorias y
reducen las manifestaciones abiertas de apego en su tránsito a la adolescencia, la
mayoría disfrutan de relaciones cálidas y estrechas con sus padres, necesitan su
respeto y aprecio, y en condiciones de estrés tornan a sus padres, que continuarán
siendo importantes figuras de apego, incluso durante la adultez emergente (Delgado y
Oliva, 2011; Scharf y Mayselles, 2007). También es de esperar que aparezcan
diferencias individuales en la forma en que el adolescente resuelve la tarea de
distanciarse emocionalmente de sus padres, que puede resultar más complicada en el
caso de aquellos chicos y chicas con modelos de apego inseguro. De hecho, uno de
los hallazgos más consistentes de la literatura empírica es que los adolescentes con
modelos de apego seguro manejan los conflictos con sus padres implicándose en
discusiones en las que ambas partes tienen la oportunidad de expresar sus
pensamientos, y que tratan de encontrar soluciones a sus desacuerdos mediante
fórmulas que equilibren sus necesidades de mayor autonomía con esfuerzos por
preservar una buena relación con sus padres (Allen, 2008).
Es probable que en estas familias el proceso sea menos problemático porque estos
chicos y chicas tienen la confianza de que a pesar de los desacuerdos la relación con
sus padres se mantendrá intacta, ya que es más fácil y seguro discutir con los padres
cuando se sabe que se podrá seguir contando con ellos (Scharf y Mayselles, 2007).
Algunos estudios han encontrado que estos padres suelen mostrar una mayor
sensibilidad ante los estados emocionales de sus hijos, bien porque esta sensibilidad
parental sea un predictor de la seguridad en el apego, bien porque estos adolescentes
seguros comunican a sus padres sus estados emocionales de forma más frecuente y
precisa (Allen et al., 2003; Becker- Stoll, Delius, y Scheitenberger, 2001). En definitiva,
parece evidente que la seguridad en el modelo de apego favorece un distanciamiento
de los padres más saludable, por lo que no es extraño que estos adolescentes
muestren un mejor ajuste a la tarea evolutiva de abandonar el hogar para asistir al
college (Bernier, et all, 2005). Sin embargo, el distanciamiento emocional de los
padres puede resultar especialmente estresante en aquellas familias con adolescentes
inseguros. En estos casos la búsqueda de autonomía puede ser experimentada como
una amenaza para la autoridad paterna o materna y para la relación parento-filial, y
tanto los adolescentes como sus padres pueden verse abrumados por la fuerte carga
afectiva suscitada por sus conflictos y desacuerdos (McElhaney et al., 2009). Cuando
se trata de adolescentes evitativos o autosuficientes, será más frecuente que las
discusiones se resuelvan de forma poco productiva y que tiendan a evitar soluciones
negociadas, siendo la retirada del conflicto la estrategia más frecuente. Así, la menor
implicación afectiva con las figuras de apego que suelen mostrar estos sujetos será un
hándicap para la resolución de la tarea de renegociar las relaciones parento-filiales, y
más que reajustar la relación para atender sus nuevas necesidades de autonomía a la
vez que se mantiene un vínculo positivo, estos chicos y chicas tenderán a rechazar y
cortar la relación con sus padres (Allen y Land, 1999). En cuanto a los sujetos
preocupados, será más frecuente la implicación en discusiones muy intensas e
improductivas que terminan miA. OLIVA DELGADO / ACCIÓN PSICOLÓGICA, julio
2011, vol. 8, n. o 2, 55-65. ISSN: 1578-908X 57 nando la autonomía del adolescente.
Por otra parte, estos sujetos tienden a sobredimensionar los problemas en sus
relaciones familiares, al menos por encima de lo que suelen percibir sus propios
padres o los iguales. Estas dificultades suelen mantenerse a lo largo de toda la
adolescencia, lo que suele entorpecer la resolución de algunas tareas relacionadas
con la autonomía personal. En este caso, más que rechazar a sus cuidadores pueden
permanecer excesivamente atados a ellos, de ahí las dificultades que experimentarán
en el logro de la autonomía (Allen y Land, 1999). Evidentemente, no es fácil
determinar el sentido de la influencia entre los modelos de apego del adolescente y
sus relaciones familiares, ya que si bien es posible que estos modelos construidos a lo
largo de la infancia afecten a las relaciones familiares presentes y a la resolución de
tareas relativas al logro de autonomía, también es más que probable que las pautas de
interacción establecidas con sus padres durante la adolescencia predigan cambios en
los modelos de apego previamente establecidos.
En cambio, los adolescentes con modelos inseguros evitativos suelen mostrar una
comunicación distorsionada y unas expectativas negativas con respecto a los demás
que les crean problemas en el funcionamiento social (Cassidy, et all, 1996). Además,
su malestar en las relaciones interpersonales les llevará a mantenerse alejados
emocionalmente de aquellos iguales que podrían llegar a ser amigos íntimos, por lo
que suelen ser evaluados como más hostiles y distantes (Larose y Bernier, 2001).
Cuando se trata de chicos o chicas ambivalentes o preocupados, los resultados son
menos contundentes. Por una parte, su interés por la intimidad y la búsqueda de
apoyo hará que presenten un mejor desempeño social que los autosuficientes. Pero,
por otra parte, les predispondrá a sentirse muy ansiosos acerca de cómo actuar en las
relaciones íntimas y sobre la disponibilidad y apoyo de los demás. Por ello, aunque
estos adolescentes muestran una orientación hacia los demás y mucho interés por las
relaciones sociales, su excesiva ansiedad les llevará a un pobre desempeño en ellas
(SeiffgeKrenke, 2006).
Relaciones de pareja
De forma similar a lo que ocurría con las amistades íntimas, estas relaciones
románticas van a verse influidas por el tipo de apego establecido con los padres.
Según esta línea de investigación, las diferencias individuales en el establecimiento de
relaciones de pareja estarán muy determinadas por el modelo representacional
construido a partir de las experiencias infantiles. En efecto, las relaciones de pareja
guardan mucha similitud con las relaciones entre madre e hijo, en el sentido de que se
trata de relaciones muy íntimas y con contactos físicos estrechos. No obstante, no hay
que olvidar que las relaciones de pareja muestran otras características como la
colaboración, la afiliación, o las interacciones simétricas, que no están presentes en
las relaciones del niño con sus padres. Así, aunque el modelo representacional de la
relación con los padres constituya la principal contribución al establecimiento de
relaciones íntimas, las relaciones de amistad también harán su aportación. Además, la
experiencia del chico o chica en estas relaciones románticas irán modificando
continuamente los modelos representacionales construidos. Por ejemplo, aunque un
chico tenga una relación de apego seguro con sus padres, si es rechazado
repetidamente en sus relaciones de pareja, difícilmente podrá seguir manteniendo la
seguridad en los vínculos. Lo contrario también será posible, una chica que haya
construido un modelo inseguro a partir de sus experiencias infantiles podrá evolucionar
hacia un modelo seguro si encuentra en sus relaciones de pareja el apoyo emocional y
la sensibilidad hacia sus necesidades que estuvieron ausentes en su relación con los
progenitores. Al igual que ocurría en las relaciones de amistad, serán los adolescentes
con modelos de apego seguro quienes tendrán más facilidad para el establecimiento
de relaciones románticas. Algunos estudios observacionales de parejas en interacción
indican que los sujetos seguros se implican en intercambios más positivos, ofrecen
más apoyo emocional, aceptan más el contacto físico, muestran más satisfacción y
compromiso y tienen menos conflictos. Además, tienden a emparejarse con otros
sujetos con apegos seguros (Simpson, 1999). Mientras que los sujetos inseguros
ambivalentes o preocupados mostrarán mucha ansiedad en las relaciones que les
llevará a manifestar mucha inseguridad y celos injustificados, los adolescentes
evitativos o autosuficientes tenderán a rehuir el compromiso emocional y a mostrarse
fríos y distantes en sus relaciones de pareja, mostrando también una iniciación sexual
más precoz y una mayor promiscuidad. Como algunos autores han sugerido, la
continuidad que se observa entre el apego en la infancia y estos comportamientos
sexuales puede obedecer a que esta autosuficiencia resulta más adaptativa en
contextos y situaciones difíciles, y habría una continuidad entre el establecimiento de
un apego inseguro evitativo, una pubertad e iniciación sexual precoces, y unas
estrategias reproductivas cuantitativas, caracterizadas por la promiscuidad (Belsky,
1999).
Las teorías del apego parten de la propensión de los seres humanos a formar fuertes
lazos afectivos con personas determinadas. Para Bowlby, el apego es una conducta
instintiva, activada y modulada en la interacción con otros significativos a lo largo del
tiempo (Bowlby, 1969/1982, 1973, 1980). Por apego se entiende el lazo afectivo que
se forma entre el niño y su figura materna (Ainsworth, 1978). Este vínculo se infiere de
una tendencia estable a lo largo del tiempo de buscar proximidad y contacto con esa
figura específica.
ANTECEDENTES:
Resumen: El objetivo de esta investigación fue describir los vínculos de apego que
establecen los niños víctimas de la violencia intrafamiliar activa y pasiva con las
personas de su ambiente más próximo. El estudio se realizó con una muestra de 27
niños, entre 9 y 12 años de edad, que viven en sectores socioeconómicamente en
desventaja de la ciudad de Barranquilla (Colombia). El método fue el de la Teoría
Fundada o Grounded Theory de Glasser & Strauss (1967), el cual contribuyó a
generar posturas a partir de la interpretación que los niños tenían de los vínculos de
apego que establecen con sus padres o cuidadores y otras personas de su entorno.
Se diseñó una entrevista semiestructurada, que contempló cuatro categorías de
análisis: Confianza, Comprensión de Sentimientos, Intimidad y Disponibilidad. Los
resultados permitieron determinar, en primer lugar, la presencia activa de diferentes
personas y contextos en la vida de estos niños trascendiendo el ámbito de la familia
nuclear. Estas figuras subsidiarias, abuelos, tíos, primos, hermanos (cumpliendo roles
parentales), amigos, vecinos y profesores, entre otros, son percibidos como personas
que contribuyen a la construcción de una imagen de sí mismos, les brindan afecto,
confianza y se preocupan por ellos, ayudando a mitigar así las carencias de base que
encuentran en una relación inadecuada con los padres. También se encontró que los
niños víctimas de la violencia activa perciben mayor inaceptación por parte de sus
cuidadores principales que los víctimas de la violencia intrafamiliar pasiva, hecho que
se relaciona con una marcada búsqueda de reafirmación de su valía en otras figuras,
sean estos sus amigos u otros adultos.
Resumen: En un estudio realizado por Henry y Holmes (1998) (citado por Vargas, A;
Díaz, R y Sánchez, R., 2000) se evidencia la importancia del apego en las etapas
iniciales de la vida, pues parece que cuando niñas de padres divorciados vs. No
divorciados son evaluadas en términos de su apego, éstas se identifican más con un
estilo preocupado, miedoso, menos seguro y rechazante (en orden decreciente);
mientras que los niños se identificaron más con un estilo miedoso, preocupado, menos
seguro y rechazante, respectivamente. De igual forma, se ha evidenciado que en los
niños más pequeños, las circunstancias más dramáticas de los primeros momentos
pueden ser vividas con menos consciencia de drama y más normalidad si se
mantienen las rutinas de vida y la calidad de apego.(Trianes, 2000).
Arnold y Carnahan (1990) (citado por Trianes, 2000) señala tres grupos de estresores
más comunes asociados al divorcio del padre: perdida del acceso a los padres o a uno
de ellos; cambios en el entorno y condiciones de vida; hostilidades entre los padres e
intrusión del sistema legal en la familia. La pérdida de acceso en los niños pequeños
puede ser vivida con ansiedad de separación, mostrada con protestas, lloros,
búsquedas, enfados, llamando a mamá y otras respuestas de activación fisiológica.
Discusión:
Recomendaciones:
Conclusiones:
MONOGRAFÍA Y LINKOGRAFÍA:
Antonio Galán Rodríguez. El apego. Más allá de un concepto inspirador. Rev. Asoc. Esp.
Neuropsiq. vol.30 no.4 Madrid oct./dic. 2010. Disponible en:
http://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0211-57352010000400003
Peter Fonagy. Teoría del apego y psicoanálisis. Clínica y Salud vol.19 no.1 Madrid
abr./may. 2008. Disponible en:
http://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1130-52742008000100007
Alfredo Olivia. Vínculos de apego con los padres y relaciones con los iguales durante la
adolescencia. Vol. 18, 2003 - Issue 1. Disponible en:
https://www.tandfonline.com/doi/abs/10.1174/02134740360521796