Movimientos Del Campesinado Del Perú
Movimientos Del Campesinado Del Perú
Movimientos Del Campesinado Del Perú
1. 1. Definiciones
Un movimiento social es una forma de acción colectiva, y la existencia de una acción colectiva implica
la preexistencia de un conflicto, de una tensión que trata de resolver –haciéndolo visible, dándole
dimensiones- esa acción colectiva. Pero – importante llamada de atención- no cualquier conflicto
desemboca en una acción colectiva que toma la forma de un movimiento social.
Un movimiento social surge porque existen tensiones estructurales (la estructura del trabajo
o las familiares o las urbanas), que generan vulneración de intereses muy concretos, muy
visibles, muy sentidos; muy vividos a veces. Así pues, surgen por carencias o fracturas
estructurales (que, dicho sea de paso, siempre existirán).
Un movimiento social surge porque otras formas preexistentes -organizaciones-de
solucionar ese conflicto no pueden llegar a él, no saben llegar a él o no quieren llegar a él.
Surge, pues, porque existen carencias organizativas.
Un movimiento social surge además porque a la gente –a determinada gente- no le gusta
cómo se vive (cómo viven ellos) en general y cómo se vive la resolución de esa injusticia, de
esa negación de intereses colectivos (pero muy cercanos) en particular. Preferiría
vivir/relacionarse con los otros de otra forma y preferiría solucionar esos problemas
colectivos de la misma manera que le gustaría vivir.
En la historia peruana podemos distinguir tres grandes ciclos de luchas campesinas: el siglo XVI, en
los inicios de la conquista española, especialmente el decenio 1560-70; el siglo XVIII, a partir de 1720
cuando se generan una serie de movimientos que culminan en el sur andino y en 1780 con la
revolución frustrada de Túpac Amaru; finalmente el siglo XX, al interior del cual podríamos distinguir
tres fases: en los inicios de este siglo, rebeliones generadas contra la expansión del sistema de
haciendas, principalmente en los departamentos de Cuzco y Puno; luego entre 1945 y 1965, en la
sierra sur y en la sierra central emergen las invasiones campesinas y el fenómeno nuevo del
sindicalismo agrario; por último debemos mencionar a los movimientos campesinos que comienzan
a formularse en el nuevo contexto definido por la aplicación de la actual ley de Reforma Agraria[2].
Estos últimos movimientos han sido escasamente estudiados. Entre los pocos estudios podemos
mencionar el trabajo conjunto de Julio Alfaro y Teresa Oré, la tesis de Juan Granda y los estudios de
Aracelio Castillo y Rodrigo Sánchez. En nuestra exposición nos limitaremos, por esta escasez de
estudios, al período anterior a la Reforma Agraria (1969).
Sabemos bastante bien como la conquista no fue un acontecimiento tan relampagueante ni efectivo
como lo presentaba la historia tradicional, sino que por el contrario fue seguido por una prolongada
lucha imperial, de la cual un testimonio es resistencia incaica en Vilcabamba.
Pero un fenómeno más importante tal vez sea la resistencia popular andina a la invasión. Cuando la
conquista aparecía consolidada se produce un movimiento de carácter nativista, de salvación y
redención, de resistencia y rebeldía ante los efectos desestructurantes de la invasión europea,
transcurre en el decenio de 1560-70; tiene como centro, al parecer, a Huamanga pero se extiende
hasta Lima, el Cuzco y La Paz. El movimiento encuentra su sustento ideológico en la invocación a las
divinidades populares, no así en el culto oficial del imperio: se habla de la resurrección de las “huacas”
(divinidades locales). Paralelamente se produce en los participantes un rechazo total de todo lo
hispánico: “sus ropas, sus caballos, sus hombres y, naturalmente, su religión”, como señala Luís
Millones.
Este movimiento es conocido con el nombre de Taki Onqoy. No se tiene en claro el significado de
esta denominación. Se debate todavía sobre el caracter mismo del movimiento. Tom Zuidema
plantea la existencia de un milenarismo andino. Recientemente Nathan Wachtel ofrece una
interpretación similar al afirmar que el Taki Onqoy es “una revolución fundada sobre una
representación cíclica de los tiempos”. Pero uno de los historiadores que más ha contribuido a
conocer documentalmente el fenómeno (Millones) se limita a calificarlo de “revitalista mágico” y
observa esa especial combinación entre el uso de algunos nombres de santos y “la tensión mesiánica
perceptible al más somero examen”. Franklin Pease, por su parte, cuestiona que se pueda hablar de
milenarismo, en la medida en que la concepción del milenio no está probada que existiese en el
mundo andino.
De hecho, parece que los efectos de Taqui Onqoy se prolongan en el siglo siguiente, los españoles se
esforzaron por “extirpar las idolatrías” sin mucho éxito.
En el siglo XVIII, después de la caída de la población indígena durante el S. XVI y la estagnación del
siglo XVII, se inicia un prolongado proceso de recuperación del campesinado-indígena. La crisis del
sistema de haciendas, las reformas en la administración colonial (nuevas cargas tributarias), el
crecimiento de la población, los malestares cíclicos de las economías agrarias, todo un conjunto de
fenómenos que expresan y agudizan contradicciones en el orden colonial, generarán una prolongada
serie de rebeliones campesinas.
El caso más estudiado es el de Túpac Amaru. Pero, para los historiadores tradicionales se trata de un
personaje excepcional y de un movimiento que perseguía simplemente reformas en el orden
colonial. No es exactamente así. Tenemos ya en claro que antes de Túpac Amaru se producen, a lo
largo de todo el Virreinato peruano, un con junto de levantamientos. Valcárcel había señalado
algunos en un estudio bastante antiguo sobre las Rebeliones Indígenas. Las investigaciones de
Waldemar Espinoza sobre Cajamarca, Karen Spalding, sobre Huarochirí, Lorenzo Huertas sobre
Ayacucho, añadieron más evidencias.
Recientemente Scarlett O’Phelan ha logrado determinar y estudiar más de cien movimientos entre
1720 y 1790. A los mencionados debemos añadir los estudios de Kapsoli sobre los levantamientos de
esclavos en las haciendas San José y San Jacinto, la tesis iniciada por Victoria Espinoza sobre
palenques de negros en la costa central.
a) Los motines: protesta sumamente espontánea de muy corta permanencia, de escasa organización,
localizada, como señala Scarlett 0’Phelan, en algún centro laboral (obraje, mina, hacienda),
sumamente violenta, dirigida contra los símbolos de la explotación colonial como en los cases de los
atentados contra los corregidores o los asaltos a las aduanas (Arequipa, 1780.)
b) Sublevaciones: esta forma de protesta social implica un rechazo consciente y total al
ordenamiento colonial, con un fuerte contenido tradicional. El caso más claro es Juan Santos
Atahualpa y los indígenas que se retiran al Gran Pajonal; otro caso está dado por los negros rebeldes
que se retiran a lugares apartados e inaccesibles donde forman especies de “repúblicas
independientes”, que se conocían con el nombre de palenques. Un ejemplo sería el de Huachipa. Se
pueden añadir las sublevaciones de Huarochirí en 1750 y 1783.
Por eso es importante intentar rescatar el contenido popular de este acontecimiento y de la figura
de Túpac Amaru. Es dentro de esta perspectiva que se ubica el trabajo pionero de John Rowe sobre
el “nacionalismo inca” y, aunque con discrepancias, los trabajos recientes emprendidos por Jan
Szeminki y por quien escribe estas líneas.
La República significará una nueva acometida contra el mundo indígena. Los motines se producen
reiteradamente en los Andes, especialmente a mediados de siglo,
Posteriormente, con la Guerra del Pacífico y detrás de la resistencia de Cáceres en la sierra, la rebelión
campesina se generalizará en la Sierra Central, como lo ha mostrado recientemente Henry Favre y
antes Julio C. Guerrero.
2. 3. Los nuevos movimientos campesinos: siglo XX
Los movimientos campesinos contemporáneos se van a dar en un contexto definido por los inicios
del desarrollo del capitalismo en el campo. Primero va a ser la expansión del sistema de haciendas
entre fines del siglo XIX y principios del actual y después va a ser la crisis del sistema de haciendas
tradicional.
Se trata de movimientos localizados, que no abarcan una región en su conjunto, ni a todos los
campesinos de esa región, protagonizados por comuneros y dirigidos contra los hacendados, los
comerciantes o las autoridades locales. No se plantean “a escala nacional”. No consiguen apoyo
efectivo de otros sectores sociales, aunque estas rebeliones estarán en el trasfondo del movimiento
intelectual de provincias conocido con el nombre de indigenismo. Un ejemplo es Tocroyoc en 1921
estudiado por Jean Piel; otro caso son los conflictos en Lauramarca estudiados por Wilson Reátegui
o los movimientos que ocurren durante el oncenio, objeto de una tesis escrita por Wilfredo Kapsoli
y el mismo Reátegui. En la Universidad de San Marcos, Flores Marín y Rolando Pachas han publicado
una cronología nacional de estos conflictos que comprende desde 1900 hasta 1920.
Tal vez el punto culminante –pero en cierta manera excepcional- de estas sublevaciones esté dado
por Rumi-Maqui, nombre empleado por un mayor del ejército, Teodomiro Gutiérrez C., quien intentó
formar un ejército campesino en Azángaro. Rumi Maqui, según informaciones proporcionadas por
Manuel Vassallo, llegó a convocar a indios de Puno, Cuzco, Abancay e incluso Ayacucho. Al parecer
también tenía contactos en Bolivia. Testimonios de sus propósitos podrían estar dados por algunos
símbolos quo llegó a emplear: un sello, una bandera... Formó un “estado mayor”. A diferencia de las
otras sublevaciones fue un movimiento organizado. De Rumi-Maqui se han ocupado Mauro Paredes
y Agustín Barcelli, entre otros autores.
Junto con las sublevaciones renace un fenómeno tradicional en los Andes: el bandolerismo. El
bandolerismo se encuentra presente desde los tiempos de la independencia a través de las
“montoneras”. Se prolonga con la inestabilidad política y los levantamientos de la República. Es una
de las formas más primitivas de protesta y social.
El bandolerismo social, es decir, el bandido que ataca al rico en defensa del pobre, se generalice en
la sierra peruana. En el período que nos interesa se da especialmente en la sierra norte, en
Cajamarca. En el sur, el fenómeno específicamente debe denominarse abigeato, y fue uno de los
problemas mayores que tuvieron que enfrentar los hacendados. Este bandolerismo social ha sido
poco estudiado. Eric Hobsbawm se ocupa reiteradamente del Perú en su libro Bandits. Aníbal
Quijano, en una tipificación de los movimientos campesinos llamó la atención sobre el fenómeno. En
la literatura, Ciro Alegría inmortalizó el “tipo ideal” a través de la figura del “fiero Vásquez”.
Pero, para evitar el romanticismo, al lado del bandolero social es preciso mencionar a la violencia
indiscriminada, contra ricos y pobres, ejercida por algunos bandidos y abigeos, y también a los
gamonales que movilizaban a sus indios contra otro gamonal, contra los mismos indios o contra las
autoridades, como un hacendado de Cajamarca que en la época de Leguía se levantó contra el
intento de hacer una carretera en su localidad.
Sin embargo todas estas manifestaciones campesinas repercutieron en el desarrollo de las posiciones
indigenistas y en el debate sobre el indio de la década del 20. Se generaron algunos intentos de
organización del campesinado, en los que incluso tiene participación José Carlos Mariátegui.
b) Invasiones y Sindicatos
Entre 1945 y 1965 se intensifica el desarrollo del capitalismo en el campo y la presencia del
imperialismo. El sistema de hacienda tradicional entra en crisis.
A diferencia de la fase anterior, la fase que se inicia en 1945 y termina en 1965, se va a caracterizar1
por su generalización a escala regional y nacional, su alto nivel organizativo y su repercusión en la
política nacional, es decir, en la crisis del Estado Oligárquico.
Otra diferencia notoria es la definida participación de los colonos de haciendas. Fenómenos en cierta
forma anunciados por José María Arguedas en su novela Los Rios Profundos, que adquiere
concretización cuando desde 1945 comienzan a aparecer los primeros sindicatos en las haciendas del
valle del Mantaro. La sindicalización campesina se intensifica en la década del 50, especialmente en
el Cuzco, teniendo como centro los valles de La Convención y Lares.
Junto con los sindicatos comienzan a aparecer otras formas de organización, como las asambleas
campesinas. El momento culminante de este proceso estará dado por las invasiones de haciendas.
Pero el término es impropio, se trata más bien, como lo dicen los mismos protagonistas,
de recuperaciones. La figura se invierte. La hacienda deja de estar a la acometida, despojando a los
campesinos, como había ocurrido desde el siglo XVI; ahora son los campesinos los que atacan a la
hacienda: los colonos desde el interior formando sindicatos; los comuneros, como la comunidad de
Rancas en Cerro de Pasco, desde afuera invadiendo. El momento más agudo del proceso está dado
entre agosto de 1963 y agosto de 1964. Es entonces cuando, siguiendo al informe del CIDA (Comisión
Interamericana del Desarrollo Agrícola), los conflictos se encuentran generalizados a escala nacional.
La lucha no es solo por la tierra, como han señalado erróneamente muchos autores. Los campesinos
exigen además mejores salarios, cambios en las relaciones serviles, educación y escuela. Pero, al lado
de todo esto, quieren mantener beneficios del mundo campesino, como lo ejemplifica la defensa que
los pastores hacen de su ganado “huaccha” (Martínez Alier). Hay que añadir que en los mítines
campesinos se recogen reivindicaciones mayores, como por ejemplo la expulsión de la International
Petroleum e incluso la nacionalización del canal de Panamá. Esto último lo observó Hugo Neira en
ese apasionante reportaje titulado Cuzco: Tierra o muerte. Indica que los campesinos tienen
contactos con obreros del sur (ferroviarios, cervecería), con los estudiantes y con algunos
intelectuales. Pero a pesar de lo anterior, el movimiento campesino no logra articular cabalmente
con el movimiento obrero, que recién comenzaba a liberarse del pesado lastre aprista, ni tampoco
con las nuevas agrupaciones políticas que emergen a conjuro de la revolución cubana, como el MIR
o el ELN.
De esta manera cuando el movimiento guerrillero estalle, el movimiento campesino habrá iniciado
una fase de declive. Tendrá apoyo individual del campesino, tanto en el centro como en el sur, pero
no el apoyo masivo que necesitaba.
Importa señalar, que a pesar del limitado éxito de las invasiones y del sindicalismo, estos fenómenos
señalan claramente el paso de las luchas pre-políticas, espontáneas y primitivas, a las luchas políticas.
Desde otra perspectiva el paso de lo indio a lo campesino.
Sobre estos hechos que acabamos de reseñar la bibliografía es abundante y polémica. Abundan las
interpretaciones divergentes. Uno de los muchos temas discutibles es la caracterización del sector
campesino que dirigió el levantamiento. En el caso de la Convención algunos hablan simplemente de
campesinos, otros atribuyen la dirección a los intelectuales trotskistas, finalmente hay quienes
piensan en “campesinos ricos” e incluso de “kulaks”. Pero ¿resultan validas estas distinciones? ¿Se
puede hablar efectivamente de un “campesinado rico” en el valle de La Convención de entonces?
¿Habría sido tan fuerte el proceso de diferenciación campesina? Como estas preguntas hay muchas
otras pendientes sobre diversos temas.
Carecemos todavía de un estudio de conjunto sobre el período 1945-65: un estudio que busque
insertar a las luchas campesinas con la coyuntura dentro de la que transcurren. Esto significa
proponer una investigación. De ninguna manera restar méritos a los estudios de Fioravanti,
Hobsbawm, Martínez Alier, Neira, Kapsoli, Villanueva…
En todo caso resulta evidente que estas luchas campesinas contribuyeron decididamente a la crisis
del estado oligárquico y, en contra de una cierta “ideología oficial”, muestran que el campesinado ha
tenido un papel activo en la historia peruana.
En la rápida reseña histórica realizada en las páginas precedentes se han sugerido problemas. De
todos ellos quisiéramos rescatar uno, que se ha dado desde el siglo XVI (desde la invasión española)
hasta la actualidad: la definición de campesino en los Andes.
Hay un largo debate sobre qué es un campesino. Quien se ocupe de los movimientos campesinos en
el Perú debe atender a este debate pero, adicionalmente, debe tratar de esclarecer qué es
específicamente un campesino al interior del mundo andino.
En nuestra exposición inicialmente hemos estado refiriéndonos más a los indios que a campesinos.
La conquista creó al indio, al presentar frente a las diversas etnias que componían el imperio, una
presión externa que por negación terminó unificándolas. Sobre la situación de clase acabó
dominando el aspecto étnico. Los “movimientos campesinos” del S. XVI e incluso del siglo XVIII
aparecen como movimientos de oposición indígena al orden colonial.
Pero ya en el mismo siglo XVIII se comienza a anunciar el cambio, a través del movimiento dirigido
por Túpac Amaru. En el siglo XX la situación aparecerá con mayor claridad. Las reivindicaciones
campesinas (la tierra, por ejemplo) serán más fuertes que las reivindicaciones nativas. Los
campesinos, como clase, tendrán relaciones con otras clases o sectores de clase aliados, expresión
de lo cual serán los nuevos medios de lucha, como el sindicato y las invasiones.
Lo anterior no significa que el elemento indio haya desaparecido. Aunque ya no como dominante,
persiste. Mejor que nosotros lo expresa Hugo Blanco cuando afirma que:
"el problema del indio es el problema de la tierra, como lo dijo Mariátegui. Es cierto: porque así lo
entendemos, hemos luchado inclusive con las armas en la mano bajo el lema de 'tierra o muerte'.
Del siglo XVI al siglo XX. De las luchas nativistas a las luchas propiamente campesinas. De las
oposiciones étnicas a las oposiciones de clase. El hilo que unifica este largo recorrido histórico, la
continuidad en estas luchas campesinas, está dada por el paso de lo indio a lo campesino. Esta es la
tesis central que hemos querido desarrollar en las páginas precedentes, más que desarrollarla,
plantearla. Podría ser tal vez un elemento fructífero en las futuras investigaciones sobre el tema.
Conviene señalar que es gracias a las investigaciones recientes que hemos podido proponer esta
imagen de conjunto sobre los movimientos campesinos.
Bibliografía
Alberto Flores Galindo, Movimientos campesinos en el Perú: Balance y esquema. "Cuaderno Rural"
núm. 18; Taller de Investigación Rural, Programa de Ciencias Sociales, Pontificia Universidad Católica
del Perú: Lima, s.f. [1977?].
Mejía, José Manuel (1978). El movimiento campesino en el Perú. Análisis. Lima, 5: 93-99.
Burga, Manuel .(1988). Nacimiento de una utopía. Muerte y resurrección de los incas. Lima: Instituto
de Apoyo Agrario.