La Evaluación Como Un Proceso de Diálogo Primera Parte

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La evaluación como un proceso de diálogo, comprensión y mejora

Primera parte
Introducción
La evaluación es considerada el talón de Aquiles de la educación, algo estamos
haciendo mal en nuestras prácticas evaluativas que resulta no sólo equívoco, sino
patológico. En su reflexión Santos Guerra (2000) considera que la evaluación no se
asume de manera auténtica, ética y democrática, sino como una práctica autoritaria
de control y dominación.
El sentido de la evaluación es mejorar el proceso educativo en todos sus aspectos.
La complejidad del proceso evaluativo nos enfrenta a la disyuntiva de seguir las
prácticas de evaluación autoritarias o migrar a un modelo alternativo democrático,
que permita el diálogo, la reflexión y la mejorara de los aprendizajes, las actuaciones
del centro escolar y el desempeño de los docentes.
En nuestra práctica evaluativa cotidiana tiende a evaluar sólo los resultados de los
alumnos, mediante examenes de conocimiento y una retroalimentación negativa,
que sólo maraca los errores de los estudiantes. Nunca tomamos en cuenta el
contexto, ni involucramos a los colegas docentes ni a los alumnos al proceso que
determina los criterios para evaluar.
Estas prácticas tienen que cambiar desde las entrañas mismas de los docentes, no
debemos esperar a que los procesos educativos se evaluen sólo del exterior, porque
el interés con que se hace suele ajeno y perverso.
Desarrollo
Es fundamental conocer el sentido o función de la evaluación y saber al servicio de
quién se pone. La evaluación no debe ser un instrumento de dominación, algo que
se aplica de manera autoritaria, vertical y descendente porque desvirtúa y
empobrece sus funciones. Debe tener un sentido democrático, debe ser un proceso
ético que respete y tome en cuenta a las personas. Para ello se requiere de la
participación de todos los actores del proceso o someterla a un debate abierto, plural
y público.
Capítulo 1. Patología de la evaluación educativa
Algunas de las prácticas de evaluación que abajo se describen, existen en las
escuelas, las cuales no consituyen simples errores sino patologías enraizadas en la
cultura escolar del los profesores.
1. Sólo se evalúa al alumno. La evaluación se piensa sólo para el alumno y nadie
más, se exluyen los otros actores del proceso educativo como los profesores.
2. Se evalúan solamente los resultados. No se debe ser parcial y evaluar sólo los
resultados, debemos evaluar las condiciones que se tienen, las estrategias que se
ponen en marcha, los ritmos de trabajo, el esfuerzo.

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3. Se evalúan sólo los conocimientos. Aunque la evaluación del contenido es
fundamental, porque no se puede “aprender a aprender” en abstracto, no se pueden
evaluar sólo los contenidos, también debemos evaluar las habilidades, destrezas,
actitudes y valores, es decir evaluar de manera integral y holística.
4. Sólo se evalúan los resultados directos, pretendidos. Sólo observamos
aquello que estamos buscando, el resultado directo del programa que estamos
evaluando y nos olvidamos de los posibles efectos colaterales, buscados o no
suelen pasar inadvertidos, pero pueden resultar valiosos para el proceso.
5. Sólo se evalúan los efectos observables. La evaluación no debe limitarse a la
observable, al modo del conductismo. Al evaluar sólo lo explicitado en el currículo,
se deja de lado la evaluación del currículo oculto.
6. Se evalúa principalmente la vertiente negativa. Se tiende a marcar los errores,
olvidando los aciertos de los alumnos, se debe equilibrar el proceso educativo,
aunque se señalen las deficiencias debemos resaltar los valores.
7. Sólo se evalúa a las personas. Es un error evaluar sólo a las personas, alumnos,
profesores, coordinadores, sin tener en cuenta las condiciones, los medios, los
tiempos, los contextos en que se mueven.
8. Se evalúa descontextuadamente. No debemos interpretar la actuación de un
alumno o un profesor sin tomar en cuenta al contexto, las situaciones o condiciones
que enfrenta, sería malinterpretar o falsificar su realidad.
9. Se evalúa cuantitativamente. La compleja realidad educativa no se puede
reducir a un número o calificación, no agrega u otorga sentido al proceso porque
no indica cómo podemos mejorar.
10. Se utilizan instrumentos inadecuados. Los instrumentos de evaluación son
importantes y complejos, pero si son mal elaborados dificultan la comprensión de la
realidad, su interpretación y la posibilidad de efectuar mejoras.
11. Se evalúa de forma incoherente con el proceso de enseñanza/aprendizaje.
Son comunes las inconsistencias, aquello que se pretende evaluar no corresponde
coherentemente con el procedimiento de evaluación. Ejemplo, cuando se requiere
realizar un aprendizaje por comprensión y se realiza luego una prueba de carácter
memorístico, rígido y repetitivo.
12. Se evalúa competitivamente. Es un error pensar que para evaluar necesitamos
comparar los rendimientos de los estudiantes o los profesores. Lo único que se logra
es la discriminación y estratificación de los grupos.
13. Se evalúa estereotipadamente. El profesor crea un estereotipo de la forma de
evaluar a sus estudiantes, no cambia su forma de evaluar, no negocia con sus
alumnos, ni es autocrítico de su forma de evaluar.

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14. No se evalúa éticamente. La evaluación no es ética cuando se utiliza como un
instrumento de control y ejercicio de un poder unilaterial y antidemocrático, se puede
convertir en instrumento de opresión del estudiante.
15. Se evalúa para controlar. Se evalúa para controlar y sancionar, se pierde el
sentido de mejora, no se aprovechan los resultados para analizar, reflexionar y
enmendar errores en los procesos.
16. Se evalúa para conservar. La patología de la funcionalidad consiste en que el
interesado en no cambiar es el que tiene el poder de interpretar los resultados de la
evaluación.
17. Se evalúa unidireccionalmente. Se evalúa de manera descendente de arriba
hacia abajo, de la institución, al profesor y de éste al estudiante. Nunca en un sentido
ascendente, es decir, el profesor no evalúa a la institución, ni el estudiante al su
profesor.
18. Se evalúa desde fuera. Es necesario que se evalúe desde fuera para superar
el propio punto de vista y no arriesgarse a la miopía de la exclusiva mirada del
protagonista.
19. No se hace autoevaluación. Un proyecto de evaluación no tiene sentido si no
es deseado, aceptado y conocido por los protagonistas de la experiencia. El
profesor tiene reticencias y piensa que el alumno no se calificará de manera justa y
objetiva.
20. Se evalúa distemporalmente. Significa que no se aprovechan adecuadamente
los distintos momentos de la evaluación ni de manera sincrónica ni diacrónica.
20. No se hace paraevaluación. Se tiende a evaluar la coherencia entre la
estrategia y los objetivos propuestos, a partir de la cual se hace un informe, pero
no se contrasta parelelamente con el mundo real.
20. No se hace metaevaluación. Dada la complejidad de la evaluación es
necesario establecer criterios que permitan evaluar los mecanismos de evaluación.
La metaevaluación permitirá valorar de manera rigurosa los resultados y tomar
decisiones eficaces para mejorar el planteamiento, la dinámica y los modelos de
evaluación.

Referencias:
Santos, G. (2000), Evaluación 1 Un proceso de diálogo, comprensión y mejora,
Buenos Aires, Argentina: Editorial magisterio del río de la Plata.

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