El Multilingüismo Prehispánico
El Multilingüismo Prehispánico
El Multilingüismo Prehispánico
Cuando llegaron los españoles encontraron que la lengua general era la runasimi, pero “ aunque
esta lengua se usaba –apunta CIEZA DE LEÓN (1880:84)-todos hablaban las
suyas que eran tantas que aunque las escribiesen no lo creerían”. Sin embargo,
VACA DE CASTRO Y BLAS VALERA, sostienen que la diversidad lingüística anotada se reduce a
profundas diferencias dialectales de la lengua general, lo cual admite RIVA AGÜERO (1930:146),
presuntamente, como una realidad contemporánea a la llegada de los conquistadores hispanos.
Lo cierto sería que muchas de las lenguas indígenas podrían haber desaparecido en
épocas preincas al ser exterminados sus habitantes por acciones de guerras, epidemias o
sequías. Otras, durante la conquista incaica por aniquilamiento o desintegración de las
comunidades lingüísticas mediante la práctica de los mitimaes. Algunas lenguas que sobrevivieron
a la conquista de los incas fueron extinguidas por los españoles mediante una represión cultural
basada en la extirpación de idolatrías. Pues, “ con esta acción se destruyó más historia
cultural que en cualquier otra época de la conquista. Se destruyeron las
huacas y su contenido en un fiero rapto de celo religioso ” (HAGEN: 1976:70).
Unas pocas muestras de lenguas particulares preincas fueron rescatadas por los
cronistas, doctrinantes, historiadores, antropólogos o arqueólogos, para sus propósitos
particulares. Se citan con frecuencia El arte de la lengua Yunca (Mochica) del padre FERNANDO
DE LA CARRERA, la Corónica moralizadora del orden de San Agustín en el Perú del Padre
ANTONIO DE LA CALANCHA sobre la lengua que el llama “la pescadora”. Ambas obras fueron
elaboradas al tiempo que sus autores realizaban tareas de catequización y extirpación de
idolatrías, en la región del que fue reino Chimor. También se citan los vocabularios de las lenguas
Sechura, Yunga, Colán, Catacaos y Culle, incluidos por el obispo BALTAZAR MARTÍNEZ DE
COMPAÑÓN en Trujillo del Perú a fines del siglo XVIII.
Sin embargo, por encima de las limitaciones señaladas, hay información básica sobre el
plurilingüismo prehispánico sin cronología precisa, por supuesto. JIJÓN Y CAAMAÑO (1940:I), al
refutar la afirmación del jesuita JUAN VELASCO, en torno a la lengua preincaica que se habló en
lo que fue el reino de Quito, clarificó mucho el panorama. El religioso sostenía que con el
establecimiento , en esa región de los Cara o Scyri (O Chiri, que en quechua significa hombre de
las alturas frías), al comienzo del actual milenio, se extendió una lengua que era “un dialecto del
mismo idioma de los incas del Perú”.
PAUL RIVET -citado por GILSON, Etienne (1969:18)- reconocía el Coconuco, Paniquita y
Barbacoa, como tres grupos lingüísticos prehispánicos extendidos al Norte de Ecuador y al Sur de
Colombia, de los cuales sólo se habían propagado en el Ecuador las lenguas del tercer grupo.
Las investigaciones de CASTELLVI que repiten en buena medida los aportes de JIJÓN,
confirman que lenguas barbacoas como la Cayapa (en el río Cayapa), Colorado (en Esmeralda), y
las ya extinguidas como la Cara (en Imbabura y Norte de Pichincha), Latacunga ( en Latacunga),
Quito-Panttzaleo (en Quito), Ambato (en Ambato), Payamino (en el río Payamino) y Maco-Cofán
(en Cuyabeno) proceden de la edad Superior o Neoindia –según CASTELLVI- y todas, en opinión
del estudioso SAMANIEGO ( quechuista colaborador de CASTELLVI), son anteriores al quechua.
Por otro lado, UHLE Y BUCHWALD aducen que los Colorados y los Cayapas hablaban lenguas
emparentadas remotamente al quechua.
En la costa norteña, de lo que más tarde fue el imperio incaico, se practicaban otras
lenguas: “La familia Atallana (que algunos relacionan con las barbacoas)
fue constituida por Rivet uniendo varias tribus de cuyas lenguas no
tenemos noticias pero que culturalmente parecen emparentadas, tales
tribus son las mantas, huancavilcas, punas y tumbes ” (IBARRA:
1958:60).CASTELLVI, siguiendo siempre a JIJÓN, llena el vacío informativo de IBARRA. Afirma
que en la Costa Norte del Perú y Sur de Ecuador se había desarrollado antes una familia
lingüística denominada por LOUKOTKA : Chimú-Puhurá-Mochica. Esta familia de acuerdo al
mismo autor, comprende las lenguas Chimú. Eten, Puruhá y Cañari (o Cañar). JIJÓN Y
CAAMAÑO (1941: Tomo II) añade la Manabita (o manteño), la Huancavilca, la Yunga (de Carrera)
y la Mochica-Oré.
Los datos, precedentes nos permiten relacionar las tribus señaladas por RIVET con las
siguientes lenguas ya extinguidas : Manabita con los mantas (en Mantas , Ecuador) y Huancavilca
con los huancavilcas y punás (en el litoral de Guayas y la Isla Puná, Ecuador). IBARRA ( 1958:61)
señala que al “Norte de los yuncas, y hasta lindar con los tumbes se había extendido la familia Sec
(o Tallán) casi desconocida y frecuentemente confundida con la yunca”. La lengua Sec o Tallán
citada varias veces pero no clasificada ni documentada con corpus , sería en opinión de
ZEVALLOS (1948), la que MARTÍNEZ DE COMPAÑÓN registró como “Lengua Sechura en la
Provincia de Piura” (Sechura), y habría estado emparentada a los dialectos Colán y Catacoa” son
variantes de una misma lengua que, por su ubicación geográfica coincidentes con la que IBARRA
y HAGEN le asignan a la Sec, podrían ser dialectos de ésta. En realidad, sólo una investigación
exhaustiva podría sacarnos de duda; sin embargo, no se debe perder de vista que Catacaos fue
zona habitada por los Tallanes. En los demás pueblos del Perú prehispánico también se hablaban
otras lenguas . en Huamachuco, p.e., se hablaba la Culle. Las lenguas Jaquru y Kawki, de familia
Jaqi han subsistido hasta el presente siglo en las provincias de Canta, Huarochirí y Yauyos
Entre las lenguas preincas más importantes tenemos que mencionar a la Chimú, que
alcanzó un uso social de gran extensión al norte de Lima, al lado de otras menos extendidas.
“Tres o quizá cuatro lenguas habladas por los yuncas procedían del mismo
tronco lingüístico...” –anota Hagen (1976:70), sin indicar cuál fue el tronco común.”Una, en la
costa era un dialecto de pescadores que el padre Calancha denominó ‘la pescadora’... El Sec era
hablado por los tallanes en el Norte, que fueron los primeros que entraron en contacto con los
españoles .El Mochica (desde Saña hasta Santa).
Después de un gran florecimiento entre el 300 a.C. y el año 1 000 de nuestra era, la
cultura Mochica se truncó por la invasión Huari. Dominación cultural que llegó a debilitarse,
probablemente, por el surgimiento del imperio incaico, a fines del siglo XII o a principios del
siguiente. Las culturas costeñas resurgieron entonces. Los chimús también modificaron como
anota Hagen, la lengua Mochica, de la que resultó la Chimú, extendida desde Tumbes hasta
Trujillo, y una variante llamada Quignam, desde Moche a Chancay,
Los incas llamaron Yunca a la lengua de los chimús, que sería –como quedó dicho- La
mochica drásticamente evolucionada por influencia Huari y Chimú en más de cuatro siglos. El
Arte de la lengua yunca escrita en Reque, por el Padre Carrera se refiere a la Mochica, lengua
que en un reducido grupo de personas la habla “hoy en día en el pequeño pueblo de Eten”, afirma
Hagen. Entre Reque y Eten sólo median pocos kilómetros
Sobre muchas lenguas provinciales se habrían superpuesto las lenguas andinas mayores
como son la chimú, puquina, aimara y quechua.
En el altiplano del Titicaca se desarrolló la puquina, que fue la lengua del reino
Tiahuanaco. Desde Nazca se impulsó el aimara por la sierra central y sureña del Perú actual. La
runasimi, al amparo de Pachacámac, Chincha y del imperio cusqueño habría alcanzado el más
vasto territorio.
La situación lingüística de imperio en vísperas de la invasión española era tal que por
encima de un conjunto de idiomas y dialectos había logrado difundirse, en calidad de “lengua
general”, una de las variedades del quechua. De manera que, fuera de la común, las doscientas o
más etnías que integraban el imperio tenían sus propias lenguas de uso local y muchas veces
regional. Gracias a las referencias históricas y a los materiales que han llegado hasta nosotros es
posible reconstruir parcialmente el panorama lingüístico de entonces. Para referirnos únicamente
al territorio peruano actual, las lenguas habladas pertenecían por lo menos a seis grupos
idiomáticos diferentes, a saber: sec o tallán. muchic, culli (culle), aru, quechua y puquina, todos
ellos en distinto grado de diversificación. El espacio cubierto por tales idiomas era
aproximadamente como sigue. El sec tenía como área geográfica los valles de Tumbes, Chira y
Piura; el muchic, llamado también yunga, se hablaba desde el sur de Olmos (Lambayeque)hasta
Paramonga, o quizás hasta el valle de Chillón (aunque del valle de Chicama al sur tal vez existía
otra lengua , llamada quignam); el culli, que cubría el territorio de los antiguos reinos de
Cajamarca y Huamachuco; el aru, que se hablaba en las serranías de Lima (principalmente en
Yauyos y Huarochirí), en el sur de Ica, en muchos puntos de los departamentos actuales de
Ayacucho, Apurímac, Arequipa, Cuzco, y, sobre todo, en el altiplano puneño; el puquina,
erróneamente designado también uru, se extendía por las zonas costeñas de Arequipa,
Moquegua y Tacna, así como en algunos puntos del Cuzco y en los litorales del lago de Titicaca; y,
finalmente, el quechua aparte de la variedad estándar que se superponía a los demás grupos
idiomáticos en calidad de acrolecto, ocupaba el resto del territorio andino. De todas estas lenguas,
las más importantes, reconocidas por los propios españoles como “mayores”, eran el quechua, la
aru aimara, la puquina y la mochica, en ese orden. Por lo que toca a las tres primeras, la
distribución geográfica mencionada había sido el resultado de la interacción de los pueblos que las
hablaban, por los menos a partir de los primeros siglos de nuestra era. Así, el aru, que se extendía
en los Andes centrales (y hay quienes piensan que habría llegado hasta Chachapoyas), fue siendo
desplazado por el quechua, a través de sus distintas fases de expansión –por lo menos tres-,hacia
el sur este andino (quedan como testimonio de su antigua presencia en la sierra central el jacaru y
el cauqui); y el puquina, vehículo de la cultura tiahuanaquense, cedía terreno ante el empuje del
aru que, al ser desplazado por el quechua, arrinconaba a aquél a zonas australes. De esta manera
el quechua había logrado mayor difusión a costa de las otras dos lenguas, a través de distintas
oleadas que tuvieron como foco inicial de expansión la costa central. Luego de más de cinco siglos
de expansión, fragmentado en distintos dialectos alcanzará una verdadera difusión interregional en
base a una de sus formas dialectales vehiculizada por los señores étnicos de chincha. Al
consolidarse el poderío de los incas tras la victoria alcanzada sobre los chancas, la variedad
chinchana del quechua se hallaba tan difundida que los propios soberanos del Cuzco la adoptan
como lengua oficial del imperio, de un modo que recuerda la adopción del latín por parte de los
conquistadores francos. Como puede colegirse, la idea del origen cusqueño del quechua, tan
arraigada en la historiografía tradicional, no tiene asidero alguno y es bien cierto que los propios
descendientes de los incas dejaron clara constancia del origen exógeno de la lengua, siendo
muchas las referencias, por los demás, de la existencia de un idioma secreto de los soberanos, y
que posiblemente haya sido, si no el puquina, una variante del aru. Como efecto de dicha
adopción, el quechua de los cusqueños llevaría la marca de los hábitos articulatorios de su lengua
materna, traducida en su consonantismo reforzado de coarticulaciones laríngeas.
Conforme se dijo, la difusión del quechua como lengua de relación, que rebasaba los
marcos del territorio peruano actual por el norte, se venía produciendo desde mucho tiempo antes
de la expansión militar incaica. De esta manera, la unificación lingüística propugnada por los
soberanos cusqueños no hacía sino consolidar una empresa ya iniciada, del mismo modo en que
la unificación cultural y política del mundo andino alcanzada por los mismos recapitulaba y
sintetizaba los intentos previos de homogeneización. Durante los ochenta escasos años de la
expansión incaica el quechua será llevado hasta los confines de lo que sería el territorio del
Tahuantinsuyo superponiéndose a otras lenguas y constituyéndose en dialecto superestratístico
allí donde ya existían variedades quechuas como producto de desplazamientos previos.
En relación con la política idiomática emprendida por los incas ya se dijo que, al ser
adoptada por los propios soberanos, el quechua devino, de lengua de relación forjada en base a la
interacción comercial a grandes distancias, en idioma oficial del imperio, entendido éste como el
vehículo de la administración a través del cual se controlaba el aparato estatal. Los testimonios
escritos de la colonia coinciden en señalar el rol que desempeñaba la lengua como elemento
unificador del imperio. Dicha cohesión habíase logrado en virtud de una medida política
consistente en el aprendizaje obligatorio de la lengua por parte de los súbditos. Como señala
Pedro Cieza de León( 1550 1967: XXIV, 84). “(...)entendido (por los incas) cuán gran
trabajo sería caminar por tierra tan larga y a donde a cada lengua y a cada
paso había nueva lengua y que sería gran dificultad el entender a todos los
intérpretes, escogiendo lo más seguro ordenaron y mandaron, so graves penas
que pusieron, que todos los naturales de su imperio entendiesen y supiesen la
lengua del Cuzco generalmente, así como ellos como sus mujeres, de tal
manera que aún la criatura no hobiese dejado el pecho de su madre cuando le
comenzasen a mostrar la lengua que había que saber ”. La cita, como puede
advertirse, señala, entre otros aspectos, el carácter compulsivo del aprendizaje de la lengua oficial,
el mismo que alcanzaba a todos los súbditos a partir de la primera infancia. Líneas más abajo el
mismo cronista advierte que “ (...) aunque esta lengua se usaba (en todo el territorio) todos
hablaban las suyas, que eran tantas que aunque lo escribiese no lo creerían”. Si bien entonces el
aprendizaje de la lengua oficial era obligatorio, ello no impedía el ejercicio libre de las lenguas
particulares, por lo que forzosamente debe concluirse que la política incaica, lejos de ser unilateral
y asimilacionista, se traducía en una práctica de pluralismo idiomático
Ahora bien, ¿en qué medida dicha política alcanzaba a todos y cada uno de los miembros
de las etnías que integraban el imperio? Lo cierto parece ser que aun cuando el aprendizaje
compulsivo de la lengua tenía carácter general, como trasunto del anhelo de la autoridad estatal,
en la práctica la medida alcanzaba contornos inapelables únicamente entre los miembros de la
clase dirigente de las diferentes etnías, así como entre sus técnicos y mercaderes. En tal sentido,
la versión que nos proporciona el jesuita Anónimo ( 1594 -1 968: 177), nos parece más ajustada a
la realidad, pues hablando de las disposiciones dictadas por los incas señala, como “ley primera”,
el que “(...) todos los sujectos al imperio de los ingas hablen la misma lengua
general, y ésta sea la quichua del Cuzco, y la depriendan por los menos los
señores y sus hijos y parientes, y los que han de gobernar o administrar
justicia o ser prefectos de oficios y obras, y mercaderes y contratantes” . De este
modo, el aprendizaje resultaba obligatorio entre los miembros de la administración local y al mismo
tiempo opcional entre el grueso del atún-runa. Lo dicho aparece manifiesto también en el inca
Garcilazo, cuando el cronista mestizo se refiere a la educación cortesana que recibían los
miembros de las élites locales.
Por lo que respecta a la implementación del aprendizaje del quechua, las fuentes
concuerdan en señalar que dicho proceso se llevaba acabo en términos de lo que modernamente
podría llamarse “inmersión”. Garcilaso (1609,1063: Libro VII, Cap. II, 247) es explícito en la
materia al indicar que los incas mandaban “(...) que los herederos de los señores de
vasallos se criasen en la corte y residiesen en ella mientras no heredasen sus
estados, para que fuesen bien doctrinados y se hiciesen a la condición y
costumbres de los Incas”. Dicha estancia facilitaba “(...) que la lengua general se
aprendiese con más gusto y menos trabajo y pesadumbre; porque como los
criados y vasallos de los herederos iban por su rueda a la corte a servir
señores, siempre que volvían a sus tierras llevaban algo aprendido de la
lengua cortesana y la hablaban con gran vanagloria entre los suyos (...); y los
que así sabían algo por pasar adelante en el lenguaje, trataban más a menudo
y más familiarmente con los gobernadores y ministros de la justicia y de la
hacienda real que asistían en sus tierras” . De este modo la lengua se hacía en términos
informales (“sin la particular industria de los maestros”, como diría el Inca Garcilazo) donde el
estímulo estaba dado por el propio contexto, hecho que se veía enormemente facilitado por la
temprana edad en que los aprendices eran expuestos a la segunda lengua, o al segundo dialecto,
según se tratara de hablantes de un idioma extraño o de una variedad diferente de quechua. En
relación con la lengua objeto de aprendizaje, es de notarse que ella fue, como se dijo, la variedad
chinchana del quechua, modificada por los hábitos articulatorios de los cusqueños, que acababan
de mudar de idioma. De manera que cuando los documentos hacen referencia a la adquisición
obligatoria de la “lengua del cusco” hay que entender que se trataba de la lengua general
empleada a la manera cusqueña y no como una lengua que hubiese tenido como cuna el mítico
Paqariq-tampu.
En suma, la política idiomática de los incas podría resumirse señalando que el Estado
reconocía como única lengua oficial al quechua, en su variante de chínchay sureño; que su
conocimiento era obligatorio por parte de la nobleza local, de los funcionarios y demás miembros
del aparato administrativo; que el uso oficial de la lengua en las esferas propias del gobierno y la
administración no excluía el empleo de las lenguas o dialectos particulares de las diferentes
etnías; y, finalmente, que el aprendizaje de la lengua se hacía por inmersión, mediante el traslado
de los futuros gobernantes locales a la metrópoli. Con tales características, a las que debe
agregarse su naturaleza elitista, la política idiomática incaica distaba de ser asimilacionista, pues
el aprendizaje de la lengua general, así como su uso exclusivo por parte de la clase gobernante en
las esferas de la administración pública, no supuso la supresión de las lenguas y dialectos
particulares, procurándose por el contrario un bilingüismo ( o bidialectalismo) generalizado como
práctica societal. De esta manera la política idiomática resultaba congruente con la política cultural
y religiosa de la metrópoli: así como el estado garantizaba el respeto por las prácticas culturales
propias de las naciones sometidas y la preservación de los cultos religiosos locales, del mismo
modo quedaba asegurado el libre empleo de los idiomas y dialectos locales. La educación
cortesana, que tenía en la lengua su vehículo fundamental, contribuía de esta manera eficazmente
al establecimiento de solidaridades étnicas necesarias para el mantenimiento de la unidad del
imperio.
EL MULTILIGÜISMO POSINCAICO
Luego de haber visto lo expuesto por el lingüista Rodolfo Cerrón Palomino, volvemos a ver lo que
concierne al lo sucedido al terminar el imperio incaico y darse la invasión española, con lo
expuesto por Íbico Rojas Rojas quien nos refiere:
Las lenguas que habían alcanzado gran expansión, al momento en que se inicia la
conquista española, corrieron diferentes destinos. Lo demuestra el mismo hecho de que algunas
de ellas aún son usadas por millones de hablantes; mientras que otras han desaparecido.
En el Perú, la consolidación del poderío hispano significó una lenta pero irreversible
extinción o contracción de muchas lenguas vernáculas de la Costa y de la Sierra. Al llegra a la
etapa de emancipación sólo quedaban pequeños rezagos de chimú, culle, jacaru, cauqui, puquina.
En el área costera, el castellano habría producido, en primer momento, situaciones forzadas, y
más o menos aisladas, de bilingüismo al entrar en contacto con las lenguas vernáculas. Más tarde,
por la extirpación de idolatrías y la fuerte influencia cristiana, se habría ampliado el bilingüismo.
Pero su expansión y consolidación como lengua general se habría debido a un acelerado
despoblamiento de esta región, diezmada ya por las no muy lejanas conquistas incaicas y por el
aniquilamiento de las poblaciones oriundas, o la huida de algunos pobladores , que no resistieron
o no toleraron la explotación excesiva de su fuerza de trabajo.
Se calcula que el poblamiento del área andina habría comenzado hace unos 10 mil años.
Los deplazamientos poblacionales, la sedentarización y el surgimiento de estados regionales a lo
largo del tiempo y el espacio andino explicarían el particular proceso de las lenguas en los Andes.
Unos mil años antes de nuestra era, se habría inaugurado una etapa de intercambios
regionales cada vez más amplios, sin saberse qué lenguas los habrían vehiculizado. Hay ciertos
indicios como para pensar que fueron lenguas perteneciente a dos troncos lingüísticos de probable
expansión en esa época: el arahuaco y el tupi.
Hacia el año 500 de nuestra era se tendría la siguiente distribución geográfica de las lenguas:
cunza (oasis de Atacama, Chile); uruquilla (alrededores del lago Poopó y salares de Coipasa y
Uyuni); puquina (alredores del lago Titicaca, extendiéndose hacia la ceja de montaña, el litoral
del Pacífico y zonas en dirección al Cusco); las lenguas aru, es decir las que engloban al aimara,
cauqui y jaqaru (costa y sierra sur del Perú); quechua (costa y sierra centrales); quingnam
(costa norcentral); mochica (costa norte); tallán (costa extremo norte); culli, den y cat (sierra
norte); bagua (cuenca de Jaén.Bagua, en el nororiente peruano).
Para iniciar nuestra reflexión sobre este tema debemos partir del reconocimiento de la
naturaleza histórica del hombre y de su definición como ser social, y esto es así porque el ser
humano “ no se encuentra con el mundo, sino con un sector limitado de éste, en una comunidad
concreta en la cual entra a la vida”. “El lenguaje es un sistema simbólico de comunicación. Esto
es, nuestro uso del lenguaje se halla estrechamente relacionado con las estructuras sociales”
(Noam Chomsky, Avram)
Es así que cada comunidad ve como lógicas y normales las estructuras sintácticas de su
propio sistema lingüístico, o la forma particular en la que su léxico segmenta o clasifica la realidad.
Sin embargo, la diversidad lingüística entre los distintos grupos humanos es muy grande y
se presenta en todos los niveles del lenguaje.
Di estas diferencias se dan en las palabras que tienen un referente concreto, con mayor
razón aparecen en conceptos que expresan ideas abstractas como paz, verdad, etc. Cargadas de
valores y emotividad.
Cuando Avram Noam Chomnsky es entrevistado acerca del tema dice: “Creo que en la
existencia de una relación entre el uso del lenguaje y la sociedad y, posiblemente, incluso entre el
carácter del lenguaje y las cuestiones de estructura social, de interacción social. Pero, por lo que
sé, no deben hacerse grandes generalizaciones sobre este tema. Es decir, sólo es verdad en sus
formas más elementales; por ejemplo, en la naturaleza del vocabulario. Quiero decir que las
palabras y el estilo reflejan ciertamente determinadas estructuras sociales ; por ejemplo; existen
lenguas en que la jerarquía social se institucionaliza en cierta manera en el uso lingüístico, aunque
hay niveles muy diferentes de institucionalización.
Cuando escribí hace algún tiempo en la revista del Colegio “San Ramón” de Cajamarca,
explicaba que la única autoridad en criterios del lenguaje es el pueblo, esto por una controversia
que se dio acerca del uso correcto de “pitazo” . Gabriel García Márquez había dicho que
simplifiquemos la gramática antes que la gramática nos simplifique a nosotros, González Prada,
en el Perú; Sarmiento, en la Argentina y Juan Ramón Jiménez, en España fueron contrarios a los
academicistas, probablemente por lo expuesto líneas arriba de este párrafo.
Al ocuparnos del bilingüismo tenemos que hacer una clara diferenciación entre individuos
y poblaciones. En este tema vamos a seguir las ideas y lecciones de ilustre lingüista Alberto
Escobar. Si hablamos de una persona bilingüe, ello implica que es hablante de dos lenguas, una
de las cuales es materna y la otra su segunda lengua, así dominase tres a cuatro lenguas. Ahora
bien el bilingüismo individual implica que un hablante es capaz de dominar por lo menos dos
lenguas; de momento no nos interesa establecer cuál es el grado de control que alcanza en la que
no es primera o materna. Lo significativo reside en que el sujeto ha desarrollado la capacidad de
utilizar dos sistemas lingüísticamente diferenciados. Es necesario introducir la versión que en
ciertos casos resulta muy claro que el niño adquiere la lengua materna y sólo tiempo adelante
aprende un nuevo idioma. Tal viene a ser la situación en lo que denominamos bilingüismo
sucesivo. Pero en otras de carácter familiar o social, se puede dar el caso que el niño se
familiarice y adquiera dos idiomas distintos simultáneamente. Tal ocurre en matrimonios en que los
padres hablan lenguas diferentes y mantienen el uso de ambas en la vida hogareña, o
especializan el empleo de una u otra, según sea el padre o la madre quien se comunica con el
infante. Pero también acontece algo semejante cuando dado el contexto social en el que vive la
familia, dado el uso de idiomas aunque sean de diferente prestigio, el niño aprende uno y otro,
combinando la experiencia en casa con la del juego en la calle o en el trato con las “muchachas”
(empleadas domésticas). A veces este paralelismo se prolonga, enriqueciéndose uno por la
enseñanza formal de la escuela y el otro de manera informal, en el quehacer cotidiano. Las
precisiones hechas hasta aquí tipifican un fenómeno de bilingüismo en el hablante, en la persona.
Con miras a tipificar más exactamente las múltiples situaciones que se dan en un contexto
como el que examinamos, se impone que hagamos otro deslinde : bilingües activos y pasivos.
Vale decir entre aquellos que pueden producir emisiones y entenderlas en ambos idiomas, y
aquellos otros que son sólo competentes para entender pero no para hablar, o no suficientemente,
la segunda lengua.
De lo anterior se desprende que cuando en un país hay segmentos humanos que usan
varias lenguas diferentes, las posibilidades de bilingüismo se multiplican según sea mayor el
número de combinaciones posibles entre los idiomas que se hablan en esa comunidad o en ese
país. Por lo tanto, en tales casos, es más apropiado identificar dicha situación no como bilingüe
sino como multilingüe.
Sociedad multilingüe
Para el saber popular todas las sociedades son por lo común lingüísticamente
homogéneas. En otras palabras, que la manera de hablar de todos los miembros que integran las
diferentes comunidades englobadas dentro de un Estado responde al uso de un mismo idioma y a
las mismas normas de aceptabilidad social. Esta suposición, sin embargo, no es exacta, y
cualquiera sea el ánimo con el que el observador mire las distintas regiones del universo, tarde o
temprano, habrá de convenir que los hechos contradicen la conjetura inicial.
El Phd, Alberto escobar ofrece una tipología del castellano materno en el país la cual se
basa en un criterio clasificatorio formal, básicamente sincrónico, pues para delimitar las variedades
se sirve del análisis lingüístico de lectos diferentes, principalmente los fonológicos. Así pues
clasifica la variedad 1 y la variedad 2, deslindando los usos orales en los que LL Y se pronuncian
de forma diversa y tienen independientemente capacidad para distinguir significados como es el
castellano andino, de aquellos otros en los que ambos fenómenos se fusionan en una sola unidad
fonológica y de pronunciación, caso del castellano ribereño. Este es el único ejemplo de reducción
del número de fonemas del sistema fonológico.
Considera, Escobar, que el castellano andino o tipo 1, está formado por modalidades; a) la
andina propiamente dicha que geográficamente se ubica en los valles interandinos del norte a sur,
incluyendo Madre de Dios, b) la altiplánica que corresponde a Puno y sus irradiaciones y c) la
variedad del litoral y los andes occidentales sureños que se extiende a Moquegua y Tacna. El
castellano ribereño o tipo 2, se divide a su vez en dos variedades: a) la del litoral norteño hasta
Chala aproximadamente y b) la del castellano amazónico que comprende básicamente Loreto y
San Martín y sus prolongaciones en Amazonas y Huanuco.
Para marcar las diferencias al interior de cada tipo se basa en el análisis de las variedades
alofónicas; aunque las complementa con aspectos de la gramática y la semántica. Así, pues,
agrupa mediante el análisis contrastivo el vocalismo, acentuación, hiato, diptongos y ciertos rasgos
de orden gramatical. Con respecto a las características fonético-fonológicas toma en cuenta la
articulación y producción de los fonemas: /h/, /y/, /s/,/r/,/x/,/f/,/c/, y los rasgos del vocalismo. Sería
amplio en cuanto a tiempo y conocimientos necesarios para entrar en detalle sobre cada una de
esta distinciones pero transcribo el cuadro realizado por este lingüista:
Las divergencias entre las variedades de cada tipo se refuerza con la perspectiva social,
es decir, los niveles de uso coexisten alternativamente en términos grupales, basados en los
conceptos de acrolecto, mesolecto y basilecto, siendo la primera de mayor prestigio y aproximada
a la variedad estándar; en otro polo el basilecto, con marcas de morosidad; entre uno y otro se da
la jerarquía sociolingüística. Escobar va más lejos al tratar de reconocer en estas variedades el
orden diastrático, como indicador.
Es necesario tener en cuenta que no es posible considerar los dos tipos de castellano ni
sus respectivas variedades limitándolas a la demarcación geográfica dados los difusos márgenes
entre unos y otros, ni reducirse al establecimiento de la norma del sistema o subsistema, ya que el
criterio no es normativo sino está basado en observaciones de carácter científico.
Por otra parte es necesario tener consideración que la gradación entre uno y otro polo del
eje vertical está condicionado por factores diversos: la educación formal, que al extenderse llega a
los usuarios de tales o cuales modalidades marcando la diferencia según su grado de escolaridad,
dirigiendo hacia el acrolecto a aquellos que tienen una mayor escolaridad y acercando al otro polo
a los de menor escolaridad. La tendencia hacia el acrolecto o hacia el basilecto tienen otra
condicional: la cercanía a la ciudad o alejamiento de la misma, pues en el campo decrece la
conciencia normativa. El influjo de otros idiomas, las migraciones y la educación no formal son
otros tantos aspectos que confluyen al jerarquizar las variedades, cuyas connotaciones de
aceptación social son conferidas en diversas zonas
Falta pag. 48
EL NOMBRE QUECHUA
Existe no poca dificultad conceptual respecto de cómo es que algunos hablan de rinasimi y
otros de lengua quechua. Aquí exponemos lo dicho por Rodolfo Cerrón Palomino en su libro
Lingüística Quechua , adaptando la redacción a nuestros propósitos.
No es posible saber cómo y cuándo se comenzó a emplear dicho término pues el dominico
Fray Domingo de Santo Tomás autor de la primera gramática y diccionario quechuas, emplea el
término quichua, de allí en adelante vamos a encontrar también muchas variantes. En efecto, a
estar por los indicios que nos proporcionan los documentos más tempranos de la colonia, todo
parece indicar que el quechua no tenía una designación específica. Los primeros cronistas, y aun
el propio Inca Garcilaso de la Vega, se refieren a él como la ‘lengua general , expresión que
también era empleada para designar al aimara, al puquina y quizás también al mochica. En el afán
por hacer resaltar el carácter más difundido del quechua solía hablar de la lengua “más general, o
se recurría a la precisión de llamarla “lengua del inca”, o también más específicamente, “lengua
del Cuzco”. El dominico al empezar su gramática escribe como encabezamiento lo siguiente: “
Comiença el arte de la lengua del Perú, llamada Quichua”, y la misma designación es empleada
al dar comienzo a su Lexicón“Vocabulario de la lengua general de los Indios del Perú, llamada
Quichua.”. De la fraseolog{ia transcrita se puede inferir que ya existía una tradición incipiente del
glotónimo, que, de paso sea dicho, ni siquiera figura como entrada en el Lexicón, lo cual podría
interpretarse significativamente como que el término originario no era conocido en la variedad
descrita por el mencionado religioso. No faltan, sin embargo, documentos en los cuales el término
quichua parece designar no sólo al aimara sino incluso al mochica; en ambos casos estaríamos
frente a un desliz de los copistas. Como quiera que haya sido, el hecho es que, de allí en adelante,
durante el resto del siglo XVI y los primeros decenios del siglo XVII la lengua que campea, con la
variante ortográfica quechua empleada por el jesuita Diego González Holguín, es la forma
quichua. La notación quechua, que comienza a entrar en competición con la primera, se anuncia
por primera vez en el título de la gramática escrita por el criollo huanuqueño Alonso de Huerta ( 1
616): Arte de la lengua quechua general de los Indios de este Reyno del Pirú; y cuyo empleo
desplaza definitivamente al de la primera sólo alrededor de las últimas décadas drel siglo XIX,
para quedar como designación arcaica, en las zonas periféricas de lo que fuera el antiguo
territorio del Tahuantinsuyo: el noroeste argentino y el Ecuador. Las variantes ortográficas que
remedan una y otra forma son: quechua, kichua, Kichwa, Kicua, etc., por un lado; y khestsua,
kechwa, Kkechuwa, etc., por el otro lado. Las notaciones de Keshua, Keswa,q’’eswa, qhesxwa, e
incluso cjeswa, de acuñamiento relativamente más reciente, buscan reproducir la pronunciación
del término en el quechua cusqueño moderno.
Además de tal significado, sin embargo, la historiografía colonial nos proporciona otro más
específico, bajo la forma de un etnónimo, para designar al grupo étnico que poblaba la provincia
del mismo nombre, es decir quechua como a “ una nación muy antigua y señores que eran desta
provincia de Andabailas”, quienes habían sido sometidos por los chancas. A estar por las
informaciones, el territorio de los quechuas se extendía entre el río Pachachaca y Pampas en la
cabecera alta del Apurímac cubriendo gran parte de la provincia de Andahuaylas (Departamento
de Apurímac). Debajo del apellido quechua-como diría el Inca Garcilaso- se agrupan muchas
‘provincias’, entre las que destacaban la de los umasuyus, aimaraes, cotapampas, cotaneras,
chumpihuillcas y yanahuaras, de los cuales al parecer sólo las dos últimas ocupaban zonas
templadas. De modo que tal vez la designación global para aquellos grupos era una
generalización en base al hábitat de los chumpihuillcas y yanahuaras hecha por los
conquistadores incas. Posteriormente, el hecho de que tales grupos hayan tenido la suerte de ser
designados por los cronistas como los privilegiados que hablan el quechua, influyó seguramente
en los españoles para optar dicho nombre como designación de la lengua. Sin embargo parecen
estar emparentadas el quechua y el aimara en esta designación.
Todo parece indicar que a medida que el quechua general iba cediendo ante el castellano
( y en el supuesto de que aquél consignaba a la forma quichua que sin embargo no trae el
dominico), dando lugar a la preponderancia de la variante cusqueña, fue también propugnándose
el uso de la forma “abierta”, es decir quechua. Luego de la innovación del gramático Huerta,
todavía el jesuita Torres Rubio emplearía la forma quichua al publicar en 1 619 su gramática y
vocabulario (obra que, con un vocabulario adicional del quechua Chinchaisuyu, será objeto de dos
reimpresiones más durante la colonia, en 1 700 y 1 754, respectivamente). Incluso en 1 690 Juan
de Aguilar estampará aún la variante quichua en la portada de su Arte, publicado en forma
facsimilar sólo en 1 939. De aquí en adelante, como se dijo, dicha variante entre en obsolescencia,
siendo empleada en las zonas periféricas del antiguo territorio incaico o por estudiosos y
bibliógrafos extranjeros.
Como se mencionó, es posible que el éxito de la forma quechua haya tenido lugar a partir
de la extinción gradual de la variedad quechua llamada “general”. Esta situación creaba
seguramente un sentimiento de inseguridad lingüística entre el cada vez más reducido número de
sus habitantes. Dicha inseguridad se veía agravada, además, por el prestigio del Cusco como
sede del antiguo imperio, a lo cual debe agregarse la campaña de los catedráticos cusqueños de
la lengua en la Universidad de San Marcos, como por ejemplo la emprendida por Juan Roxo Mejía
Ocón ( 1 648), quien según Porras Barrenechea, se reputaba como “hijo de la elegancia de la
cortesana lengua del Cuzco”. Ya en 1 631, Juan Pérez Bocanegra, eximio escritor quechua, se
jactaba en su Ritval Forvlario e institución de Cvrvas, que él manejaba el idioma y “ modo de decir
polido de la ciudad del Cozco, que es el Atenas, desta tan amplia, y tan general lengua, que se
llama Quechua, y no Quichua”. La campaña purista a favor de la forma quechua tenía pues
asegurado el éxito.
La pronunciación de quichua o quechua con /k/ y no con /q/, que sería la etimológica, fue
generalizada en boca de los hispanohablantes, pues, al no tener el castellano fonema posvelar, el
sonido que más se parecía a éste era el velar. Este fue el tratamiento general de todas las voces
quechuas que conllevaban /q/ y que pasaron al castellano, fenómeno sustitutorio nada extraño allí
donde no hay contacto de lenguas. Adviértase que si González Holguín emplea la forma quechua
es porque busca resaltar el carácter posvelar aspirado de la /qh/ cusqueña. A su turno, las
variantes ortográficas con k y w ( del tipo Kichua, Kicua, Kechwa,Kkechuuwa) son el producto de
tanteos dictados por el prurito por reproducir una pronunciación más ajustada al modelo, siguiendo
sistemas ortográficos ajenos a la tradición castellana o inspirándose en los primeros alfabetos
fonéticos propuestos para el quechua. A propósito Porras Barrenechea reprochaba a Tschudi de
ser el “responsable del diluvio de k germánicas”; sin embargo, bien mirado, ya González Holguín
había empleado dicha letra, si bien no tuvo seguidores, aunque sí detractores.
Por otro lado, las variaciones Kesshua, Keswa, cjeswa,q”eswa (la forma Khestsua sólo fue
empleada, que sepamos, por su propugnador: Tschudi, etc., se inspiran en la pronunciación
moderna del vocablo ( con el sentido de valle templado, conviene precisar) en el quechua
LINGÜÍSTICA QUECHUA
A. Delimitación. Los estudios sobre la lengua que constituyó uno de los pilares más sólidos sobre
el cual reposaba todo el aparato estructural del imperio incaico, y que, tras la caída de éste,
continúa siendo vehículo natural de expresión de los herederos de quienes forjaron una de las
civilizaciones más portentosas del continente, gozan de una ininterrumpida tradición iniciada en los
albores de la conquista española. En efecto, luego del asombro inicial frente a una lengua que
sonaba como “arábigo”, a los oídos de los invasores y tras iniciales descalabros en el afán por
“reducir” a letra los términos con los cuales era forzoso familiarizarse, el quechua fue objeto de
estudio y análisis constante, pasando por diversas etapas de intensificación y declinamiento, a lo
largo de los cuatro siglos y medio de contacto con el mundo accidental. Una tradición vasta como
ésta, por su naturaleza acumulativa en el tiempo y por el espacio geográfico cubierto, nos ofrece a
la vista un panorama sumamente amplio, variado y complejo, cuyos contornos se van perfilando
cada vez más nítidamente configurando lo que puede llamarse con sobrada razón la disciplina de
la lingüística quechua.
El proceso plurilingüe que hemos visto antes de la conquista española y durante la colonia
no se ha dado al azar; ha seguido las pautas señaladas por una voluntad política, sea la de los
gobernantes, la de los árbitros idiomáticos, pero sobre todo la de los diversos grupos que
intervienen activamente en la sociedad, en busca de su sobrevivencia y / o afirmación.
La expansión del imperio incaico trajo el yugo de los tributos y la servidumbre para
numerosos pueblos; la violencia y la muerte no siempre estuvieron ausentes de las
confrontaciones. El quechua o runa simi (´lengua del ser humano´) empezó a servir de instrumento
en esta empresa, a costa de otras lenguas del territorio andino. Sin embargo, el quechua no llegó
a ser una lengua del todo hegemónica, tal vez porque a los incas les interesaba cierto nivel de
coexistencia y reciprocidad con otras lenguas o, simplemente, porque el proceso fue interrumpido
por la llegada de los conquistadores españoles. En todo caso es innegable que el desarrollo del
quechua tuvo mucho que ver con la expansión territorial del Tahuantinsuyo y el poder de los Incas,
así como con el poder de los Incas, así como con el debeilitamiento de algunas lenguas
regionales.
Más atenta a la práctica comunicativa cotidiana, existió otra política idiomática, promovida
por algunas autoridades coloniales y amplios sectores de la Iglesia. En 1 563, el Concilio de Trento
encarga a la Corona que vele para que la catequesis sacramental se haga en las lenguas
vernáculas. De igual modo, los cinco Concilios Limenses, entre 1 552 y 1 601, se preocupan
porque los clérigos, regulares y seculares, aprendan las lenguas nativas.
Desde esta posición, surge una critica contra quienes denigran el quechua y lo consideran
bárbaro con el fin de justificar sus abusos sobre la población andina, considerada de naturaleza
inferior. Domingo de Santo Tomás (1 560) revela que el quechua es una lengua pulida, abundante
y delicada y que si la lengua es así “la gente que usa de ella, no entre barbara, sino
con la mucha policía la podemos contar” . De un modo más directo, se dirige al rey en
estos términos: “Tenga pues Vuestra Majestad entendido, que los naturales de
aquellos sus grandes Reynos del Perú, es gente de muy gran policía y orden, y
no le falta otra cosa, sino que Vuestra Majestad lo sepa: y entienda que los que
otra cosa dicen y persuaden, le quieren engañar, teniendo atención a solo sus
propios y particulares intereses”.
Sin embargo, no todos buscaban la revalorización del quechua y sus hablantes, desde el
ámbito de la religión. Más allá de los propios objetivos de la evangelización, la religión se prestó
muchas veces para la persecución y destrucción de las culturas nativas, así como para cometer
abusos y arbitrariedades. El manuscrito de Huarochirí, cuyo origen está probablemente
relacionado con las pesquisas de supersticiones e idolatrías realizadas por Francisco de Ávila a
partir de 1 608, buscaba conocer los cultos y la ubicación de las huacas no sólo para destruir los
“ídolos” sino también para acaparar sus tesoros.
Obediente a esta legislación, el obispo del Cusco, Juan Manuel Moscoso, durante la
rebelión de Túpac Amaru escribe una carta al visitador Areche:
Desde una vertiente diferente, advertimos otra tendencia: algunos miembros de olas elites
provinciales del Cusco, desde fines del siglo XVII, se apropian del quechua como vehículo literario
y como símbolo. Reclaman legitimidad invocando pasado incaico, sin por ello dejar de explotar la
mano indígena.
El período del gobierno militar del general Velasco (1 968 – 1 975) se distingue por un
cierto renacimiento indigenista, en el cual se dieron disposiciones legales en favor de las lenguas
vernáculas. La Ley General de Educación(Decreto Ley 1 932 o el 21-3-1 972) declaraba: “La
educación considerará en todas sus acciones la existencia en el país de
diversas lenguas que son medios de comunicación y expresión de la cultura y
velará por su preservación y desarrollo” En el Decreto Ley 21156 del 27 de mayo de 1
975 se decía: “Reconócese el Quechua al igual que el castellano, como lengua
oficial de la República” . ¿Qué produjo todo esto? En realidad muy poco; los resultados
obtenidos fueron limitados. Cabe preguntarse hasta qué punto estas medidas no fueron más
recursos ideológicos, sin mayores fundamentos técnicos, al servicio de intereses políticos.
Haciendo una rápida revisión de las lenguas y culturas que se han ido dando en el Perú a
lo largo de la historia podremos ver cómo estas se expandieron, diversificaron y también
desaparecieron a causa de condicionamientos económicos que marcaron nuestra historia. Las
lenguas que se encontraron en el antiguo Perú, eran básicamente cuatro: el quechua que se
hablaba en la costa central: culli en la costa norte: Moche y Cajamarca; y el puquina en el Collao.
En el caso del quechua éste se expandía hacia la costa y sierra central y con la expansión del
reino Pachacamac se diversifica al introducirse en la costa norte en la variedad Yúngay, y en la
costa sur con la variedad Chínchay, llegando a las serranías de la costa sur y al norte extremo del
Perú y del Ecuador. Al ser la variedad Chínchay la más extendida en los Andes se convierte en la
lengua oficial del imperio de los incas que habían instalado su poder en el Cusco. En la etapa
precolombina el quechua desplaza al Aru y antes de la conquista española el quechua Chínchay
se convierte en la lengua general, por el proceso de inmersión que procuraba el imperio.
En cuanto a otras tres lenguas, el Aru con la expansión del imperio Huari (S IX-XII) se
difunde con su variedades: Jaqaru, Cauqui y Aimara; y se va expandiendo hacia los Andes
centrales, para el la etapa precolombina ser desplazada por el quechua con lo que se recoge en el
sur-este andino, desplazando a su vez al Puquina que se sitúa en las zonas más extremas del
sur. Antes de la invasión española el imperio contaba con los grupos idiomáticos descritos en la
“Expansión del quechua”, contando estos grupos idiomáticos con distinto grado de diversificación.
“No somos un pueblo que asimila las ideas y los hombres de otras naciones,
impregnándolas de su sentimiento y su ambiente, y que de esta suerte
enriquece, sin deformarlo, su espíritu nacional. Somos un pueblo en el que
conviven sin fusionarse aún, sin entenderse todavía, indígenas y
conquistadores” (Mariátegui: 1 967:85).
Las poblaciones a las que nos vamos a referir son la andina, la amazónica y la criolla:
Población andina. Está conformada por los habitantes de las punas y los valles interandinos.
Este grupo humano está organizado en comunidades campesinas que viven principalmente del
agro, ya que su labor, en la mayoría de los casos, está dirigida a producir sus propios alimentos.
Sus relaciones sociales están basadas en el parentesco y al igual que los ayllus del pasado, la
población andina tiene su comunidad las fronteras de su identidad familiar, las mismas que nuclear
el deber y el servicio, pues el poder está puesto al servicio de su comunidad. Mantienen aún el
espíritu mítico-religioso y conciben el universo en forma integrada, el hombre forma un todo con la
naturaleza. Las lenguas de estas comunidades son el quechua y el aimara en las que,
principalmente los adultos, conservan sus tradiciones. Los jóvenes sólo las usan en
circunstancias familiares, pues tanto ellos como sus padres ven en su uso el peligro de
marginación social. Esta es una actitud propia de los estratos más bajos, que entre otras razones,
los lleva a migrar a las ciudades y adoptar el castellano.
Población amazónica. Está conformada por de 50 grupos étnicos, los cuales tienen sus propias
lenguas que pertenecen a 11 familias lingüísticas sin considerar el quechua: Arahuaca,
Cahuapana, Harakmbet, Witoto, Jíbaro, Pano, Peba-yagua, Tacana, Tucano, Tupi-guaraní y
Záparo. Estas lenguas son desconocidas por la mayoría de la sociedad y tienen una ubicación
marginal para la nación peruana, siendo tan solo motivo de interés para extranjeros. Al ocupar los
españoles las zonas ribereñas estos grupos se fueron alejando de ellas,lo que motivó la
desaparición paulatina de varias lenguas y grupos, de los que quedaron, algunos se asimilaron
dejando atrás su identidad, mientras que otros la defendieron y se defendieron como grupo.
Actualmente estos grupos mantienen vinculación a pesar de ser generalmente seminómadas. Sus
casas comunitarias acogen a 50 o más personas ligadas por el parentesco y al igual que la
población andina mantienen su concepción mítica de la realidad.
Población criolla. Está constituida básicamente por los habitantes de las zonas urbanas y
costeñas, es la expresión más clara de paso de la cultura occidental, así la lengua utilizada es el
castellano, la lengua del conquistador. Las relaciones sociales son de carácter contractual en las
que predomina el individualismo y donde sus categorías de apreciación son básicamente
prácticas. Este grupo desde la Independencia, ha ocupado un lugar de privilegio y cultura.
Cuando nos preguntamos acerca del número de lenguas que se hablan en el Perú, asaltan
nuestra memoria un sinnúmero de respuestas pues no hay certeza en cuanto a las lenguas
estudiadas y las lenguas que se encuentran vivas. El Dr. Gustavo Solís Fonseca, docente de la
Universidad Mayor de San Marcos nos refiere lo siguiente: “... en los últimos años,
preferimos decir que no sabemos cuál es la cifra de las lenguas habladas en el
país, pues suelen haber sorpresas tales como en 1984, cuando una colega
nuestra halló en Santa María del Valle Tingo María Huanuco –a cuatro personas
que hablaban cholón, una lengua que creíamos muerta o, en todo caso
desaparecida desde el siglo XVIII fecha en que Baltasar Jaime Martínez de
Compañón lo registra en su célebre catálogo de las lenguas del Obispado de
Trujillo”.
Ciertamente existen lugares y zonas del Perú, especialmente en la Selva, en las que pueden
haber etnias que hablan alguna lengua desconocida por nosotros dado a que los estudiosos, no
hayan tenido contacto con la misma y probablemente las lenguas que conocemos se haya
extinguido. Todo esto hace que nuestras repuestas acerca de ¿Cuántas lenguas se hablan en el
Perú? No sea exacta y de la misma nos invita a realizar una vista un poco más genérica en su
número.
A mis alumnos asistentes al curso de Realidad Lingüística Nacional les hablaba acerca de la
necesidad de saber sobre la existencia de un multilingüismo prehispánico, colonial, republicano y
todavía hoy hablamos de un país multilingüe y pluricultural, ya no como una debilidad sino como
una fortaleza.
En esta oportunidad seguiremos lo dicho por el Dr. Gustavo Solís, para referirnos a las
áreas lingüísticas
Nuestro país, caracterizado por ser multilingüe y pluricultural nos coloca ante una situación
compleja de interferencias o mutuas influencias de lenguas y culturas que genera una fisonomía
particular en el terreno lingüístico. Los factores históricos, político-sociales y económicos que
condicionan el fenómeno de la lengua y en nuestro caso de confluencia de lenguas, desencadena
grados en la diversificación de éstas, al desplazarse el uso del idioma hacia la lengua vernacular o
hacia el castellano, según sea el caso las modalidades se van encargando de diversas
connotaciones de carácter sicológico y social.
Por efecto de las migraciones del campo a la ciudad, la difusión de los medios masivos y
la enseñanza formal, básicamente, los sistemas vernaculares se han ido asimilando al castellano,
con la consiguiente estigmatización de la lengua vernacular y sus modalidades transicionales. Así
pues, del contacto prolongado del castellano y las lenguas vernaculares se produce un continum
lingüístico que da lugar a gradaciones en el eje vertical de las jerarquías, en cuyo extremo superior
está el castellano y en el inferior las lenguas vernaculares. Esta jerarquía no responde a criterios
lingüísticos sino a una situación de prestigio, que desde la Colonia ha cargado de implicancias
socioculturales de estatuas al castellano o acrolecto y ha puesto en inferioridad de condiciones a
las lenguas vernáculas o basilecto. De la tendencia generalizada, en nuestro país hacia el
acrolecto surgen gradaciones entre los dos polos o mesolecto que es la expresión de
superposición de lenguas.