Cristianos en El Siglo XXI
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XXI
RAÚL ARIAS
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MANUEL MANDIANES
25/03/2016 05:11
El individuo es una concreción espacio temporal de la naturaleza con
conciencia. El hombre se debate y está zarandeado por su yo y la
sociedad; su pensamiento, su religiosidad y su sentido de la libertad
están condicionados y, en gran medida, determinados por cómo se vive
en su país en su tiempo. A unos les tocan unos tiempos y unos espacios
más dolorosos y sangrantes que a otros. Hay personas que flotan en la
sordidez del ambiente y otras que se enfrentan a él; unas que viven en
su microcosmos dentro de una campana; otras que viven desgarradas
por los problemas del mundo universo. Jesús no es simplemente
un hombre, es un judío de Galilea con todo el peso y la densidad del
terruño, con todas las características que dictan la carne y la sangre. Su
manera de ser en el mundo se lo debe al momento histórico y a la
situación social que le tocó vivir. Conoció el sufrimiento, el
fracaso y la traición.
La vida del cristiano debe estar enmarcada por dos principios: el
principio individuationis y el de la solidaridad (compasión, piedad,
caridad, amor, justicia). El cristiano debe vivir tensionado por un
deseo de perfección, de mejorar (no de ser el mejor) cada día y tratar
de conformar la sociedad a las exigencias del Evangelio; se reconoce a
sí mismo en cada otro; trata de conformar la sociedad a su ideal de vida
sin confundir su causa con sus fantasmas ni de sus delirios de
perfección. El cristiano no es un fanático que no duda ni un
escéptico que no cree.
Cada otro es un yo. Todos somos un mismo cuerpo, "un solo bautismo,
un solo señor y un solo espíritu". Todo el mundo está obligado a poner
lo que está en su mano por adquirir una conciencia recta pero, si
habiéndolo hecho no la alcanza, no es responsable de los hechos. El
otro se diferencia de sí mismo sólo en la apariencia. Al amante, los
tormentos del amado le hacen temblar como en carne propia porque es
su propia carne. La fe sin obras está muerta, no sirve de nada. Las
obras sin fe son fanatismo y pueden llevar al hombre a una hecatombe.
El cristiano debería preferir arruinarse, dejar de hacer carrera y ser un
marginal antes que triunfar en una sociedad corrupta.
Para la extrema derecha, el único principio es el principium
individuationisolvidando por completo la comunidad y la solidaridad;
sus militantes son individualistas por definición, cada uno que se las
arregle como pueda; funciona con la lógica extrema del beneficio. La
extrema izquierda insiste en la masa, la colectividad (no comunidad) y
olvida el principio individuationis; sostiene que la culpa del fracaso es
del sistema. "El hombre nace bueno y el sistema lo corrompe", dicen,
parafraseando a Rousseau. La extrema derecha detesta el
cristianismo porque éste exige solidaridad y la extrema izquierda
porque exige esfuerzo personal.
A Jesús lo mataron los sacerdotes de su tiempo por cuestionar las leyes
y reglas que regían el matrimonio y el divorcio, institución que tenía
como fin proteger la pureza étnica y religiosa del pueblo judío; por
blasfemo y por hacer lo que es reservado a Dios: perdonar los pecados;
por hablar como Dios, por comer con los pecadores, por hacer
milagros, por liberar a los hombres de la esclavitud de la ley,
por poner el sábado al servicio del hombre y no al hombre al servicio
del sábado, por criticar el uso y abuso que los sacerdotes hacían del
templo, del ayuno y los rituales; por hablar con la samarita, mujer
contaminada e impura; porque su mensaje tiraba por tierra las ideas
moralistas e interesadas que las instituciones religiosas y políticas
tenían y predicaban sobre Dios.
El entusiasmo que Jesús provocaba en la multitud cuando se
proclamaba Mesías era motivo suficiente para que el Prefecto lo
hubiese condenado a muerte y ejecutado. Cristo murió clavado en
una cruz el 7 de abril del año 30 de nuestra era. Ningún poder
tolera el desvelamiento de la hipocresía y el descubrimiento de las
mentiras. El poder corría peligro si hubieran dejado a Jesús hacer todo
lo que quería; era mucho más peligroso que aquéllos que llamaban al
pueblo a la rebelión y al desorden porque, aunque declaraba caducos y
pasados muchos usos y costumbres, decía que no había venido a
derogar la ley sino a darle pleno cumplimiento y respetaba la
autoridad de Abraham, Moisés, David y hablaba más de Dios que
de él mismo.
Jesús no tenía como meta de su vida sufrir ni buscó la muerte; por el
contrario, para Jesús y para su Dios el sufrimiento de los hombres,
especialmente el sufrimiento de los más humildes, era un motivo de
escándalo y sufrimiento. Su proyecto era anunciar lo que él creía
y pensaba sobre Dios. El Dios de Jesús, liberador y amor, se daba de
bruces contra el Dios dominador y opresor de su tiempo. Jesús rechaza
la lógica del sometimiento y estimula la acción creadora por encima de
toda autoridad política o religiosa. El hombre busca el poder absoluto y
el mucho dinero para hacerse la ilusión de que se evade de la condición
humana. La doctrina de Cristo hace al individuo responsable de sus
acciones y, al mismo tiempo, lo hace miembro de un cuerpo, de una
comunidad que lleva consigo solidaridad. Las obras de misericordia
espirituales y corporales son virtudes esenciales de una vida cristiana y
las bienaventuranzas, meollo del evangelio, exigen solidaridad como
marca identitaria.
A diferencia de la forma en que las mujeres eran consideradas en todo
el Antiguo Testamento, Jesús las incluye en su ministerio pastoral, las
favorece con muchos detalles y les concede ciertos privilegios por
encima de los hombres. Es verdaderamente revolucionario el
tratamiento que se les da en el Evangelio desde el momento
en que se escoge a una mujer para ser madre del Salvador. La
Iglesia no puede predicar la igualdad y mantener a la mujer alejada de
los puestos de responsabilidad dentro de su instituciones porque va
contra el espíritu de los tiempos y, además, en ninguna parte del
Evangelio se dice que la mujer deba de estar apartada de los puestos de
mando de la Iglesia. Si en la Iglesia son necesarios cambios
estructurales para que la mujer sea más visible a nivel institucional,
tendrá que hacerlos.
El lenguaje de la Iglesia ha de adaptarse a los tiempos de
consumo inmediato si quiere ser oída y entendida por todos,
especialmente por las generaciones más jóvenes. Las expresiones que
hoy trasmiten, mañana pueden quedarse obsoletas. Adaptar el lenguaje
no es traicionar el mensaje sino utilizar los medios apropiados y
propicios para que el mensaje llegue a la gente de hoy. Aunque Cristo y
su mensaje sean inmortales, los sistemas y las maneras de hablar de
ellos pasan de moda, perecen, son efímeras. El cristianismo es el
seguimiento de una persona que enseñó cosas que sus seguidores han
de aprender. Cuanto más efímero es lo que una generación hace, más
se orienta por la moda que satisface de manera diferente en cada
momento y en cada lugar las necesidades perentorias del hombre. El
lenguaje es creatividad, artesanía pura, antropología y ciencia.
Hasta no hace mucho tiempo, los teólogos no consideraban digna de
atención la religiosidad popular. La religiosidad popular es una forma
de ponerse en contacto, de acercarse a lo sagrado, al misterio, a lo
absoluto, a lo inesperado, a Dios. La religiosidad popular, como
casi todo lo popular, siempre tuvo en cuenta la inteligencia
sensitiva que ahora está tan de moda. En buena medida, su
puesta en valor se debe a la antropología. La predicación, las
ceremonias y las celebraciones deben tener en cuenta el cine, la
literatura, el teatro, la crónica política. Como dice Hamlet: los
cómicos "son el compendio y breve crónica de los tiempos".
El mensaje no cambia pero las traducciones, las teologías son, por
naturaleza, transitorias, flexibles y han de ser fluidas para que entren
bien por el oído a los fieles. La teología ha de presentar a Jesús al
hombre de su tiempo de manera novedosa, atrayente, seria y
entretenida, atractiva y comprometida. El texto en sí es una
abstracción, aun el texto sagrado. Dios habló a los hombres de un
tiempo en su lenguaje que hay que interpretar para cada momento, que
no existe fuera de la lectura. A veces, la teología (cristiana) tendrá que
romper las reglas de la diplomacia; quien quiere quedar bien con todos,
quedará mal con unos y con otros. La teología no puede pasar de
puntillas sobre la degradación ética, política, intelectual de
nuestros días.
Manuel Mandianes es antropólogo del CSIC, escritor y teólogo.
Autor del blog:diario nihilista. Su último libro es Viaxe sen retorno.
EL LIDERAZGO EN LA IGLESIA EN
EL SIGLO XXI
Autor: Ministerio Cristianos Unidos
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El liderazgo hoy en día posee desafíos insospechados. La postmodernidad ofrece peligros y posibilidades
para el ministerio cristiano, y no hay para muchos una base sólida donde descansar sus ideas del
liderazgo.