Experimentos Estudiantes
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Debido a esto, Bandura diseñó el experimento del Muñeco Bobo para tratar de demostrar que
los niños imitarían el comportamiento de un modelo adulto. Él quería mostrar, mediante el uso
de agentes agresivos y no agresivos, que un niño tendería a imitar y aprender del
comportamiento de un adulto en quien confíe.
El muñeco Bobo es un juguete inflable de aproximádamente un metro y medio de altura,
diseñado para recuperar inmediatamente su posición vertical cada vez que sea derribado.
Como sujetos de estudio fueron elegidos los niños, ya que ellos tienen menos
condicionamiento social; además han sido menos instruidos y, en comparación con los
adultos, no se encuentran tan familiariazados con las reglas de la sociedad.
Las Hipótesis y Predicciones
Bandura formuló una serie de predicciones acerca de los resultados del experimento del
Muñeco Bobo, uniéndolas con sus perspectivas en relación a las teorías del aprendizaje
social.
Para probar la predicción de que los niños serían más propensos que las niñas a la agresión,
eligió 36 sujetos de cada sexo.
El grupo de control , que no vería ningún modelo adulto en absoluto, estaba formado por 24
infantes, 12 niños y 12 niñas.
El segundo grupo, que estarían expuesto a un adulto que muestra tendencias agresivas, fue
similiarmente conformado por 24 niños de ambos sexos. Los dos grupos resultantes de este
fueron divididos en grupos de 12, la mitad se pondría a prueba con un modelo femenino y
la mitad con un modelo masculino.
El tercer grupo estaba estructurado exactamente de la misma manera que el segundo, con la
única diferencia de que ellos se verían expuestos a un adulto pasivo.
Para el experimento del Muñeco Bobo, era necesario pre-seleccionar y clasificar a los niños
para tratar de asegurar que hubiese un reparto equilibrado de los diferentes tipos de
personalidad en los grupos de prueba; con algunos sujetos ya conocidos por tener una
personalidad más agresiva que los otros.
Para esto, uno de los profesores de la guardería trabajó con el experimentador para calificar la
personalidad de cada niño y tratar de construir grupos bien equilibrados.
También debe tenerse en cuenta que cada sujeto fue probado por sí solo y de forma
individual, para asegurar que los efectos y reacciones de sus compañeros de clase no
tendrían ninguna influencia sobre los resultados finales o los hallazgos del experimento.
El experimento del Muñeco Bobo comenzó introduciendo a uno de los niños de los grupos de
prueba en una habitación con un adulto. El sujeto se sentó en una esquina de la habitación,
con unos cuantos juguetes y actividades llamativas, como libros de calcomanías y pintura con
papas.
El adulto se sentó en la otra esquina de la habitación con algunos juguetes, además de un
muñeco Bobo y un mazo. Al niño no se le permitió jugar o interactuar con estos juguetes.
Para los niños del grupo dos, después de un minuto de jugar con los juguetes, el adulto
comenzaría a a atacar verbal y físicamente al muñeco durante un período de 10 minutos.
Para el tercer grupo, el adulto se sentaría a jugar silenciosa y pacíficamente durante diez
minutos.
El grupo de control, por supuesto, se sentó en la sala durante diez minutos sin la presencia de
ningún adulto.
La siguiente fase del experimento del Muñeco Bobo era llevar al sujeto a otra habitación llena
de interesantes juguetes. Al niño no se le permitía jugar con ellos, explicándoles que estaban
reservados para otros niños. Con esto se pretendía elevar los niveles de frustración del sujeto.
El niño fue nuevamente llevado a otra habitación llena de juguetes interesantes, algunos de
tipo agresivo y algunos no agresivos; además de esto, la habitación también tenía el muñeco
Bobo y el mazo. El sujeto fue observado a través de un espejo unidireccional, y fueron
evaluados varios tipos de conductas.
El primer factor medido fue la agresión física, que consiste en golpear al muñeca con el mazo,
puñetazos, patadas o sentándose sobre él.
La agresión verbal también fue evaluada, ya sea abuso general o imitación de frases utilizadas
por el modelo a seguir.
La tercera medida fue la cantidad de veces que el mazo fue utilizado para mostrar otras
formas de agresión que no fuese golpear al muñeco. Los comportamientos finales estudiados
fueron los modos de agresión, mostrados por el sujeto, que no eran imitaciones directas de la
conducta del modelo.
Resultados
Los resultados del experimento del muñeco Bobo demostraron, como se esperaba por la
primera predicción, que los niños que estuvieron expuestos al modelo agresivo tenían más
probabilidades de mostrar un comportamiento agresivo imitativo.
La cuarta predicción demostró ser correcta dado que los niños eran casi tres veces más
propensos a repetir un comportamiento físicamente violento en comparación con las niñas.
Las medidas para el comportamiento verbalmente agresivo demostraron que los niños
expuestos a modelos agresivos eran más proclives a imitarlos. Los niveles de agresión verbal
expresados fueron aproximadamente los mismos tnto para niños como para niñas.
Los sujetos del experimento del Muñeco Bobo expuestos al modelo no agresivo, o a ningún
modelo en absoluto, mostraron muy poco comportamiento agresivo imitativo. Este hallazgo
comprobó parcialmente la segunda predicción, ya que los niños expuestos a un modelo pasivo
manifestaron menos agresión imitativa.
Sin embargo, los resultados no comprobaron completamente esta predicción debido a que no
había ninguna diferencia apreciable entre los niveles de agresión imitativa entre los grupos
uno y tres.
Los sujetos masculinos expuestos a modelos no agresivos eran menos propensos a usar el
mazo para golpear al muñeco Bobo. Extrañamente, los sujetos masculinos ubicados con
modelos femeninos no agresivos eran más proclives a usar el mazo que los del grupo control.
Conclusión
Los resultados del experimento del Muñeco Bobo resultaron ser un poco inconclusos pues la
mayoría de las predicciones no fueron completamente comprobadas.
No es completamente seguro que los niños sólo aprenden socialmente, pero es probable que
los niños que observen un modelo adulto que utiliza la violencia crean que este tipo de
comportamiento es normal. Por lo tanto, pueden ser más propensos a utilizar este tipo de
acciones al enfrentarse a situaciones similares.
Bandura encontró que las niñas tenían una menor tendencia a ser físicamente violentas, pero
eran igual de proclives que los niños a la agresión verbal. Esto es algo que puede ser
observado a menudo en la sociedad, donde la intimidación en la escuela, por parte de los
niños, tiende a ser de naturaleza física, mientras que la intimidación entre niñas se inclina más
hacia lo verbal y social.
En 1963 hubo un experimento posterior que utilizó la misma metodología pero mostró la
violencia de los sujetos en video; esto tuvo una respuesta aun menos definida que el
experimento inicial.
En 1965, otra modificación del experimento del Muñeco Bobo trató de establecer los efectos
de premiar o castigar el comportamiento erróneo y violento. Los niños, que presenciaron al
modelo siendo castigado por su comportamiento agresivo, eran mucho menos proclives a
seguir su ejemplo. Curiosamente, no hubo ningún cambio en la agresión cuando el modelo fue
recompensado