Resumen Segunda Parte Martín Fierro
Resumen Segunda Parte Martín Fierro
Resumen Segunda Parte Martín Fierro
Capitulo 1:
El relator pide silencio porque va a demostrar que a su historia le faltaba lo mejor. El explica que uno viene como
dormido cuando vuelve del desierto, que había recibido la facultad para el canto y que tanto el pobre como el rico le han
de dar la razón.
Capitulo 2:
Fierro, tristemente, va recordando a su familia y a su pago, y en ocasiones se tira entre los yuyos a llorar por ellos.
Recuerda también que se dirige al desierto con Cruz, y llegaron a unos toldos de salvajes. Cuando estos los vieron a Cruz
y a Fierro se armó un tremendo alboroto y los rodearon. Los gauchos pensaron que morirían, pero en eso llego un indio
que les dijo que su salvación se la debían a un cacique, y que ellos iban a quedar cautivos. Como el indio era muy
desconfiado, los pusieron separados bajo vigilancia.
Capitulo 3:
Fierro no pudo hablar con Cruz por dos años, pues recién al cabo de ese tiempo el cacique los dejo vivir juntos, y estos se
fueron a la orilla de un pajal. Como el alimento no abundaba por más empeño que se hiciera, semejante ejercicio hacia
diestro al cazador, que tenía que comer cualquier animal.
Capitulo 4:
Fierro explica que antes de aclarar el día, el indio empieza a aturdir la pampa con su rugir, y a veces, sin que él y Cruz
sintieran nada se largaban a invadir. Cuenta que para realizar el malón, se procuran los mejores caballos y van con lanza
sola, varios pares de bolas y nada más, para no fatigar al caballo. Es cruel el indio y odia al cristiano. El peso del trabajo lo
deja a sus mujeres, pues ellos son ladrones, pero viven en miseria que causa horror.
Capitulo 5:
Cuando la invasión regresa, los indios traen miles de cabezas de vacas y yeguas y negocios enteros que han saqueado.
Luego se reparten el botín con igualdad y cada indio va a su toldo. Cuando el hombre es más salvaje, trata peor a su
mujer. La mujer pronta esta para servir a un desgraciado, pero tiene corazón de madre. El indio no tiene cariño a nadie
ni sabe lo que es amar, y eso se refleja cuando matan a sus mujeres sin tener compasión.
Capitulo 6:
Pasó el tiempo y ellos seguían solitarios. De los indios sanguinarios no tenían que esperar, aunque el que los salvo
cuando llegaron era más hospitalario. Este les regaló dos caballos y a veces los fue a ver, aunque Fierro deseaba que
jamás lo hubiera salvado. Al cabo de un tiempo, apareció la viruela negra y empezaron a morir los salvajes. Cruz y Fierro,
por esto, tenían ganas de volver a sus pagos, pero como el indio que los salvó enfermó, decidieron ir a su lado a cuidarlo.
Pero murió a los pocos días y Cruz también enfermó, muy grave, y antes de morir le pidió a Fierro que si volvía, buscara
a su hijo. Tuvo un terrible desmayo y murió.
Capitulo 7:
Fierro sepultó a su amigo y humedeció aquel terreno con su llanto. Escuchaba a cada rato a Cruz que lo llamaba, y no
encontraba consuelo que ir al suelo al lado de su sepultura. Allí pasaba las horas pensando en su mujer, sus hijos, su
pago y su amigo. Como escuchó unos quejidos se aproximó a ver que era y descubrió que era una cristiana llena de
sangre que un indio había herido con su rebenque.
Capitulo 8:
Supo después que ella llevó una comitiva de indios pampas a su partido, mataron a su marido y se la llevaron cautiva.
Tenía un hijito a su lado. Cuando estos crecían, los indios lo vendían o los cambiaban por potros. Ella trabajaba para una
india, pero un día la hermana de esta falleció y le echaron la culpa a ella por brujería. El Indio la sacó al campo y la obligó
a que confesara su brujería, pero como la cautiva no dijo nada, degolló a su hijo.
Capitulo 9:
De ella habían sido los lamentos que Fierro escuchó. Cuando el indio lo vio sacó sus boleadoras y el gaucho su facón. Se
miraban mutuamente, desconfiando uno del otro, hasta que el salvaje se le vino encima y le tiro las boleadoras, que solo
rozaron a Fierro, quien le tiró una puñalada, pero el indio la esquivó, y el gaucho se enredó con el chiripa (poncho
colocado en forma de pañal y prendido con alfileres ceñido con la faja y a veces el tirador o rastra, que utilizaba el
aborigen y el gaucho) y cayó. El indio se le puso encima y cuando le estaba por pegar, la mujer lo empujó quitándoselo
de encima a Fierro. Siguen peleando pero el indio se resbala con el cuerpo del chiquito degollado y cae, y el gaucho
aprovecha para hacerle un tajo y luego otro con el que lo mata.
Capitulo 10:
Se subieron, Fierro y la cautiva, a los caballos y se fueron del lugar. Luego describe la forma en que los salvajes domaban
potros. Decidió ir sin rumbo. Varias veces no comieron o comieron carne cruda, y en otras con raíces se mantuvieron.
Hasta que, después de mucho sufrir, alcanzaron a divisar una sierra y luego se dirigieron a una estancia, en donde se
despidió de su compañera.
Capitulo 11:
Al acercarse a otra estancia, se encontró con un viejo amigo. Este le conto que el juez que lo buscaba ya había muerto; le
dice que ya todos sus crímenes habían quedado en el olvido y que el gobierno no lo buscaba. Fierro reflexiona que por
culpa del Juez había perdido diez años, que no son pocos para quien ya llega a viejo. Se enteró que había una carrera de
estancieros y se fue para ahí. Estos, después de reconocerlo le contaron que su mujer había muerto en la miseria. Y
mientras tomaba unos tragos se consoló al encontrarse con sus dos únicos hijos que le cuentan sus historias.
Capitulo 12:
LA PENITENCIARÍA: Cuenta su soledad y la pobreza en la que vivía. Trabajó como peón con un patrón que hacía su vida
un calvario. Pero un día mataron a un boyero y lo culparon a él sin tener nada que ver, y él y dos más fueron a la cárcel.
En tal terrible soledad, oye el latido de su pecho y piensa en su madre, padre y hermano. Cuenta que por más fuerte que
sea el hombre, también sufre, gime, llora y calla metido en aquel infierno. Lamentaba también el no haber aprendido a
leer, y sufrió mucho al ver que a otros presos los visitaban sus familias y a él nadie. En la cárcel no se permitía hablar, ni
matear, ni cantar, ni fumar. Luego les pide que guarden en su memoria lo que les acaba de decir, pues sino tendrán que
sufrir mucho si no creen en su verdad.
Capitulo 13:
Cuenta que vivió diez años entre extraños, hasta que lo encontró una tía que le dio todo (cuidado, cariño, etc.) y lo
nombró heredero de los bienes que tenía. Al fallecer la vieja, heredó todo, pero como era menor el Juez le confiscó la
herencia hasta que fuera mayor. Le nombró un tutor y pasó al cuidado de éste.
Capitulo 14:
El juez trajo a un viejo medio cimarrón (salvaje), muy renegado y muy ladrón que lo llamaban Vizcacha. Andaba rodeado
de perros que eran todo su placer. Carneaba noche a noche alguna res (vaca, chancho, etc.) en el pago dejando allí el
rezago, alzaba en ancas el cuero, que se lo vendía a un pulpero por yerba, tabaco y trago. Le tenía rabia a las vizcachas. -
"Cuando el juez me lo nombró tutor me dijo que era un señor, me iba a enseñar a trabajar y darme la educación, pero
en realidad era todo lo contrario. Vizcacha, según un amigo mío, mató a su mujer de un palazo porque le dio un mate
frío. Soñaba siempre con ella y decía que ella desde el mismo infierno lo estaba llamando a gritos."-
Capitulo 15:
-"Solo me aconsejaba cuando estaba borracho."- Le decía que se hiciera amigo del juez y nunca le lleve la contra; que
nadie le tuviera envidia; y que si buscaba vivir tranquilo que no se casara. Le aconseja que es necesario llevar armas.
Luego de estos consejos se quedaba dormido por la borrachera.
Capitulo 16:
-"El viejo vizcacha cayó enfermo y empeoraba. Entonces le traje una curandera a ver si mejoraba. Al verlo dijo que tenía
un tubérculo y no le dio mucho tiempo de vida. Vizcacha le pedía a gritos al diablo, que se lo llevara al infierno. Cuando
ya no pudo hablar más, le até una campana en la mano. Pero al poco tiempo falleció."-
Capitulo 17:
-"Cuando lo vi muerto, le cobré un miedo terrible. Llamé al alcalde y a tres o cuatro de sus vecinos. Los vecinos le pedían
a Dios que le perdonara todo lo que había hecho. Sus amigos comienzan a contar las maldades que hacía, como escupir
asados ajenos. Esta costumbre se la quitó un mulato desertor que le llamaban barullo, quien una noche, luego de
escupir el asado Vizcacha, le largó una puñalada, pero el viejo ganó la puerta y se fue."- Luego el alcalde comenzó a
registrar la casa. Encontró lazos, cabrestos, coyundas, maneadores, una punta de arreadores, cinchones, maneas,
torzales, una porción de bozales, un montón de tiradores, y unas cuantas cosas más. Pero las personas allí presentes
empezaron a reconocer cosas, supuestamente suyas, y a llevárselas. Cuando se fueron todos, el juez le dijo al huérfano
que "él iba a ser el heredero y el que se haría cargo de todo", aunque lo que había quedado eran todas porquerías.
Capitulo 18:
-"Al verme solo con el finado (muerto) y los perros me puse a llorar a gritos. Me saqué el escapulario y se lo colgué a mi
tutor. Mientras tanto, los perros, para aumentar mi miedo y mi tormento, se pusieron a llorar. Agarré lo que era mío y
me fui. Después me enteré que esa tarde vino un peón y lo enterró. Pero al otro día amaneció con una mano afuera, y
según el enterrador, que se la había comido un perro. Por mucho tiempo no pude saber lo que me pasaba. Todas las
noches soñaba con viejos, perros y guascas (látigos)."-
Capitulo 19:
-"No volví por lo del juez, por miedo a que me nombre a otro tutor. El juez me había prometido que cuidaría de mis
cosas hasta que tuviera 30 años y fuera mayor de edad. Viví por ahí y fui víctima del más desdichado amor con una
viuda. Fui a ver a un adivino para ver si me curaba de todos esos males que me habían ocurrido, y me dijo que me
habían hecho daño en un mate y me habían querido embrujar, y me pasó una pluma de avestruz. Me dijo que la
causante de esto había sido la viuda y que probara una receta, pero esta no curó mis males. Me dio otra pero tampoco
funcionó. Finalmente me dijo que le cortara tres motas a un negro y que las hirviera en leche. Pero como ninguna
funcionó, me fui a ver al cura y este me dijo que la viuda no se podía casar porque se lo había prometido a su marido
moribundo, y que entonces me aleje de la mujer. Pero el cura le dijo al juez que yo era un cabeza dura y no tenía
compostura, y este me echó a la frontera"-
Capitulo 20:
Martin Fierro y sus dos hijos festejaban el reencuentro. En ese momento, vino un mozo forastero que venía de la
frontera y les pidió la bendición. Les dijo que el nombre de Picardía era lo único que llevaba y para contar su historia a
todos les pedía licencia, diciéndoles que enseguida iban a saber quién era. La gente se puso atenta y Picardía comenzó a
cantar.
Picardía
Capitulo 21:
-" Me quede huérfano y no pude conocer a mi padre, siendo mi madre Inocencia me llamaban Picardía. Primero me
llevó a su lado un hombre para cuidar las ovejas, pero todo el día eran quejas y guascazos. Luego me fui a Santa Fe
buscando mejores fines, pero también me fue mal. Ya pensaba en volverme, cuando salieron unas tías que quisieron
recogerme. Ellas se pasaban el día rezando, y luego me obligaron a mí. Yo rezaba sin dificultad todo el día pero a la
noche no podía. Por culpa de una morena que me hacia tentar, rezaba pero me equivocaba. Y un día me aburrí de esos
enredos y me fui."-
Capitulo 22:
-"Anduve, siendo pobre, de lado a lado. Pero cuando empecé a ganar plata, me tuve que volver. Cuando vine me
enrolaron en la Guardia Nacional. Comencé a trabajar en combinación con el dueño de una fonda (especie de hotel-
casino), jugando cartas y peleando a la gente. Hacía trampas así los clientes se entusiasmaban o se ponían nerviosos y
jugaban más. Como hacía trampa con arte y no me descubrían lo hacía en todos los juegos."-
Capitulo 23:
-" Un día, un vendedor ambulante napolitano se vino a jugar haciéndose el chiquito para sacarme ventaja, pero perdió
todo, y se puso a llorar mientras yo me llevaba toda su mercadería. Seguí ganando, hasta que se presentó un Oficial de
Partida, que era ñato (de nariz chata), que me exigió que pagara una multa porque el juego estaba prohibido y que me
iba a llevar al cuartel. Dos veces nos encontramos y dos veces lo insulté. Todo se complicó, cuando intenté conquistar a
la mujer que le gustaba al ñato, y ahí se me declaró enemigo."-
Capitulo 24:
-"Me escapé de él en muchas oportunidades, hasta que me agarró en las elecciones, y me quiso obligar a votar por
quien quería el Comité. Pero le dije que "Respeto al que me respeta, pero el naipe y la boleta nadie me la ha de tocar".
En ese momento cayó la policía y fui a parar al cepo por no querer pelear."-
Capitulo 25:
A los pocos días, hicieron citar la gente para reunir un contingente y mandar a la frontera. La mayoría eran los que no
habían votado por el que la Partida quería. Llegó el Comandante y comenzó a explicarles uno por uno por qué los
mandarían a la frontera. Luego empezaron a acumularse más personas, y aunque sus familias lloraran y pidieran
compasión, era inútil.
Capitulo 26:
-"Luego llegó mi turno y estaba asustado. El comandante me decía que era un jugador, un vago un picaflor, y que había
de ser un bandido como mi padre, a pesar de que no lo conocía. Me empeñé en averiguarlo, y me enteré de que era el
guapo sargento Cruz. Yo conocía bien su historia y juré tener enmienda. Todo conseguí olvidar, pero el nombre de
Picardía no me lo pude quitar."-
Capitulo 27:
-"Serví en la frontera en un cuerpo de milicia, por culpa de un ñato. Pero allí trabajaba y se hacía sacrificio, y no pagaban
nada ni daban ropa. El comisario cuando venía con la paga, por "mala suerte" esta era del contingente anterior. Cuando
se cansaban de alguno de nosotros, lo largaban sin ropa ni nada para que volviera a su partido, sin darle ningún papel
que acredite su servicio."-
Capitulo 28:
-"En la frontera lo pasaba como todos, pero cuando me eligieron asistente mejor, en cierto modo, supe hacerme lugar al
lado del Ayudante. Este se la pasaba siempre leyendo porque quería recibirse de fraile, era delicado, pero jamás lo vi
disgustado. La gente lo aborrecía y lo llamaba "La Bruja", aunque lo único que hacía era recibir las raciones de víveres y
de vicios. Pero los milicos decían que yo y la bruja los estábamos traicionando a todos con sus raciones. Esto no era
cierto, porque nosotros los traíamos, pero lo recibía el comandante, que sacaba cuanto quería. Luego pasaba al oficial
de semana, al sargento, al cabo y por último recién al soldado, y cuando llegaban a este ya casi no quedaba ración. El
vestuario era otro infierno; si lo daban, llegaba en invierno el de verano, y en verano el de invierno. Por estas razones
parece que el gaucho tiene algún pecado que pagar."-
Capitulo 29:
Esto cantó Picardía y después guardó silencio. Mientras todos celebraban ese casual encuentro, llegó también un
moreno. Este presumía de cantor y se creía bueno, se sentó y le pegó un rasguido a la guitarra desafiando a Martin
Fierro. Este, que siempre se hallaba dispuesto, tomó la guitarra y los dos comenzaron a cantar.
Capitulo 30:
Fierro explica que el hombre debe mostrarse cuando llega la ocasión, hace mal en que se niegue o en que se lo rueguen;
y dice que hará gemir las cuerdas hasta que las velas no ardan. Cuenta que era costumbre de él cantar las noches
enteras. El moreno le dice que él es un pobre guitarrero y da gracias a Dios por poder cantar con alguien que lo
experimenta a él. El negro cuenta que tenía nueve hermanos, que ha vivido libre sin depender de nadie, y que sabe
mucho. Explica que si tiene alguna falta al cantar que se la perdonen y que se debe escuchar al cantor, aunque sea
negro, porque aprenden todos. Fierro le replica que si él sabía tanto, que le dijera cuál es el canto del cielo. El moreno le
dice que Dios había creado a los hombres negros y blancos, pero que no hizo dos clases distintas, pues los negros
pintaban al diablo blanco, y los blancos lo pintaban de negro. Continúa y explica que los cielos lloran y cantan hasta el
mayor silencio. Fierro, por su parte, dice que los negros y los blancos tienen los mismos dolores, y que le relate el canto
de la tierra. El moreno, a pesar de sus pocos conocimientos, lo explicó bien, y entonces Fierro le pidió el canto del mar,
el de la noche, de dónde nace el amor, y que explique qué entiende por ley. Como relata todas bien, Fierro le permite al
moreno que le pregunte algo. El moreno, entonces le pregunta "¿Para qué fin el Eterno ha creado la cantidad?" Fierro le
dice que Dios creó solo la unidad, y que el hombre aprendió a contar. Al ver que le contestó correctamente, el moreno le
preguntó para qué formó Dios la medida. Fierro le contestó que la medida la inventó el hombre para el bien suyo, pues
Dios no tenía que medir sino la vida del hombre. Luego el moreno le pidió que le dijera qué significa el tiempo y el peso.
Fierro se lo relata bien, y le dijo que si quería aprender más cosas que se lo preguntara. El moreno le dijo que ninguno
debe abusar de la ignorancia de nadie, que es seguro que pierda un cantor de media talla contra otro de talla entera,
que está deprimido y triste y que sólo cantaría para buscar consuelo. Cuenta que de los diez hermanos solo quedan
nueve, pues el primero murió a manos de un pendenciero, que jamás encontró. Dice finalmente que si en otra ocasión
payan, cantarán sobre las muertes injustas que algunos hombres cometen. Fierro le responde que por fin se había
callado, que él conoció a los morenos más peleadores, y que él no busca peleas y que las contiendas no le gustan, pero
ni las sombras lo asustan ni los bultos lo menean.
Capitulo 31:
Luego de las palabras, los presentes los separaron y Fierro, sus hijos y Picardía montaron y se dirigieron a la costa de un
arroyo. Allí pasaron toda la noche, y al amanecer meditaron, y por su estado de pobreza decidieron separarse. Antes de
hacer esto, Fierro los aconsejó.
Capitulo 32:
Fierro los empieza a aconsejar y le dice que estos concejos, que le ha costado adquirirlos, se los da porque desea
dirigirlos, pero que su ciencia no alcanza para darles la prudencia que precisan para seguirlos.
Capitulo 33:
Luego se separaron todos, una para cada punto cardinal, pero hicieron una promesa: convinieron entre todos cambiarse
el nombre. El relator explica que ha cumplido con su deber, pero todavía le quedan rollos por si se ofrece a dar lazo, que
le permitan descansar porque en este punto (33 cantos) se planta; dice que recordemos estas palabras "En mi obra he
de continuar hasta dárselas concluidas, si el ingenio o si la vida no me llegan a faltar", y que si algún día faltasen, los
gauchos sentirán tristeza en el corazón y lo tendrán en su memoria para siempre. "Que nadie se ofenda si canto de este
modo no es para mal de ninguno si no para bien de todos".