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18
2014
Anuario del grupo Prismas
Centro de Historia Intelectual
Departamento de Ciencias Sociales
Universidad Nacional de Quilmes
Prismas
Revista de historia intelectual
Nº 18 / 2014
Universidad Nacional de Quilmes
Rector: Mario Lozano
Vicerrector: Alejandro Villar
Departamento de Ciencias Sociales
Director: Jorge Flores
Vicedirectora: Nancy Calvo
Centro de Historia Intelectual
Director: Adrián Gorelik
Prismas
Revista de historia intelectual
Buenos Aires, año 18, número 18, 2014
Consejo de dirección
Carlos Altamirano, unq / conicet
Anahi Ballent, unq / conicet
Alejandro Blanco, unq / conicet
Adrián Gorelik, unq / conicet
Jorge Myers, unq / conicet
Elías Palti, unq / uba / conicet
Oscar Terán (1938-2008)
Editor: Carlos Altamirano
Secretaría de redacción: Flavia Fiorucci y Laura Ehrlich
Editores de Reseñas y Fichas: Martín Bergel y Ricardo Martínez Mazzola
Comité Asesor
Peter Burke, Cambridge University
José Emilio Burucúa, Universidad Nacional de San Martín
Roger Chartier, École de Hautes Études en Sciences Sociales
Stefan Collini, Cambridge University
François-Xavier Guerra (1942-2002)
Charles Hale (1930-2008)
Tulio Halperin Donghi, University of California at Berkeley
Martin Jay, University of California at Berkeley
Sergio Miceli, Universidade de São Paulo
José Murilo de Carvalho, Universidade Federal do Rio de Janeiro
Adolfo Prieto, Universidad Nacional de Rosario/University of Florida
José Sazbón (1937-2008)
Gregorio Weinberg (1919-2006)
Incluida en el Núcleo Básico de Revistas Científicas Argentinas desde agosto 2010, fecha desde la cual es publicada
en versión electrónica en el portal Scielo: www.scielo.org. Además, está indexada en Latíndex y en el Hispanic American
Periodical Index (HAPI).
En 2004 Prismas obtuvo una Mención en el Concurso “Revistas de investigación en Historia y Ciencias Sociales”, Ford
Foundation y Fundación Compromiso.
La revista Prismas recibe la correspondencia, las propuestas de artículos y los pedidos de suscripción en:
Roque Sáenz Peña 352 (B1876BXD) Bernal, Provincia de Buenos Aires. Tel.: (01) 4365 7100 int. 5807. Fax: (01) 4365 7101.
Correo electrónico: [email protected]
Sobre las características que deben reunir los artículos, véase la última página y las “Instrucciones a los autores”
en la página editorial de Prismas en el portal Scielo.
Índice
Artículos
11 La historia como oficio. Un testimonio sobre l’École des Hautes Études en Sciences
Sociales, Tulio Halperin Donghi
29 Representaciones de la barbarie europea y americana durante los siglos XVI y XVII,
Nicolás Kwiatkowski
63 Entre la moral y la razón: la sociología histórica de Barrington Moore Jr.,
Diogo Ramada Curto, Nuno Domingos, Miguel Bandeira Jerónimo
99 Radiografía del laberinto, Christopher Domínguez Michael
111 Onofroff en Buenos Aires (1895). Apogeo y caída de un ilusionista,
Mauro Sebastián Vallejo
133 Francisco Barroetaveña: un caso de liberalismo ortodoxo, Nahuel Ojeda Silva,
Ezequiel Gallo
Argumentos
155 El historiador en traje de fiscal. La noción de responsabilidad moral/jurídica
en la historia, Marc Angenot
Dossier
50 años de Pasado y Presente. Historia, perspectivas y legados
Lecturas
245 El poder de la anomalía, Perry Anderson (sobre Carlo Ginzburg)
Reseñas
263 José Emilio Burucúa, El mito de Ulises en el mundo moderno, por Santiago
Francisco Peña
266 Julián Verardi, Tiempo histórico, capitalismo y modernidad, por Nicolás Kwiatkowski
270 Franco Venturi, Utopía y Reforma en la Ilustración, por Martín P. González
274 Pablo Ortemberg, Rituels du pouvoir à Lima. De la monarchie à la république
(1735-1828), por Alejandro E. Gómez
278 Clément Thibaud, Gabriel Entin, Alejandro Gómez & Federica Morelli (dirs.),
L’Atlantique révolutionnaire. Une perspective ibéro-américaine,
por Gabriel Di Meglio
282 Víctor Goldgel, Cuando lo nuevo conquistó América. Prensa, moda y literatura
en el siglo XIX, por Fermín A. Rodríguez
285 Jeremy Adelman, Worldly Philosopher. The Odyssey of Albert O. Hirschman,
por Elizabeth Jelin
289 Nicolau Sevcenko, Orfeo extático en la metrópolis. San Pablo, sociedad y cultura
en los febriles años veinte, por Emiliano Gastón Sánchez
293 Jineth Ardila Ariza, Vanguardia y antivanguardia en la crítica y en las publicaciones
culturales colombianas de los años veinte, por Sergio Andrés Salgado
296 Mariano Mestman y Mirta Varela (coords.), Masas, pueblo, multitud en cine
y televisión, por Laura Ehrlich
300 Mariano Siskind, Cosmopolitan Desires: Global Modernity and World Literature
in Latin America, por Alejandra Josiowicz
303 Esteban de Gori, La República Patriota: Travesía de los imaginarios y de los lenguajes
políticos en el pensamiento de Mariano Moreno, por Elías Palti
305 Graciela Batticuore, Mariquita Sánchez. Bajo el signo de la revolución,
por Patricio Fontana
308 Hernán Pas, Sarmiento, redactor y publicista. Con textos recobrados de El Progreso
(1842-1845) y La Crónica (1849-1850), por Claudia Roman
312 Lucio V. Mansilla, El excursionista del planeta. Escritos de viaje (selección
y prólogo de Sandra Contreras), por Paola Cortes-Rocca
315 Laura Malosetti Costa y Marcela Gené (comps.), Atrapados por la imagen. Arte
y política en la cultura impresa argentina, por Ana Lía Rey
318 Matthew B. Karush, Cultura de clase. Radio y cine en la creación de una Argentina
dividida (1920-1946), por Flavia Fiorucci
321 María Teresa Gramuglio, Nacionalismo y cosmopolitismo en la literatura argentina,
por Mariano Siskind
326 José Zanca, Cristianos antifascistas. Conflictos en la cultura católica argentina,
por Fernando J. Devoto
330 Ricardo Pasolini, Los marxistas liberales. Antifascismo y cultura comunista
en la Argentina del siglo XX, por Carlos Altamirano
333 Gustavo J. Nahmías, La batalla peronista. De la unidad imposible a la violencia
política, 1969-1973, por Sebastián Carassai
335 Martín Sivak, Clarín, el gran diario argentino. Una historia, por Nadia Koziner
339 Anna Popovitch, In the Shadow of Althusser: Culture and Politics in Late Twentieth-
Century Argentina, por Marcelo Starcenbaum
342 Sebastián Carassai, Los años setenta de la gente común. La naturalización
de la violencia, por Vicente Palermo
345 David Sheinin, Consent of the Damned. Ordinary Argentinians in the Dirty War,
por Sebastián Carassai
Fichas
319 Libros fichados: Reinhart Koselleck, Sentido y repetición en la historia / Friedrich
H. Jacobi, Moses Mendelssohn, Thomas Wizenmann, Immanuel Kant, Johann W.
Goethe, Johann G. Herder (Estudio preliminar, traducción, selección y notas a cargo
de María Jimena Solé), El ocaso de la ilustración. La polémica del spinozismo /
Jean-Ives Mollier, La lectura y sus públicos en la Edad Contemporánea. Ensayos de
historia cultural en Francia / María Inés de Torres, ¿La nación tiene cara de mujer?
Mujeres y nación en el imaginario letrado del Uruguay del siglo XIX / Claudio Lomnitz,
The Return of Comrade Ricardo Flores Magón / Rodrigo Patto Sá Motta, Marcos
Napolitano, Rodrigo Czajka (orgs.), Comunistas brasileiros, cultura política e produção
cultural / Matías Giletta, Sergio Bagú. Historia y sociedad en América latina. Una
biografía intelectual / Tulio Halperin Donghi, Letrados y pensadores. El perfilamiento
del intelectual hispanoamericano en el siglo XIX / Graciela Batticuore y Alejandra
Laera (comps.), Sarmiento en intersección. Literatura, cultura y política. Jornada de
homenaje y otras lecturas fundamentales / Melina Piglia, Autos, rutas y turismo: el
Automóvil Club Argentino y el Estado / Ana Teresa Martinez, Cultura, sociedad y poder
en la Argentina. La modernización periférica de Santiago del Estero
Obituarios
361 Maurice Agulhon (1926-2014), Pilar González Bernaldo
365 Richard Hoggart (1918-2014), Pablo Alabarces
369 Jacques Le Goff (1924-2014), Andrés G. Freijomil
Artículos
Prismas
Revista de historia intelectual
Nº 18 / 2014
La historia como oficio
Un testimonio sobre l’École des Hautes Études
en Sciences Sociales*
Q uiero en primer lugar expresar todo mi agradecimiento por el honor que se me ha confe-
rido al invitarme a cerrar las jornadas en las que esta institución, que me resulta difícil no
seguir llamando, como lo hacía hace ya más de medio siglo, la Sexta Sección de la École Pra-
tique, ha buscado aportar los elementos para un balance de los más recientes aportes historio-
gráficos sobre las vicisitudes atravesadas por el mundo iberoamericano a lo largo de las diez
décadas que separan a 1763 de ese año de 1865, en que a juicio de los organizadores del pre-
sente Encuentro vino a consumarse el lento y progresivo derrumbe de los dos imperios bajo
cuya égida esa región del planeta había sido incorporada, por sus conquistadores castellanos y
portugueses, a la órbita de la Europa romano-germánica.
Imagino que al conferirme ese honor algo abrumador los organizadores contaban sin duda
con que mi contribución al diálogo se apoyaría en experiencias acumuladas desde que hace casi
sesenta años crucé por primera vez el umbral del número 54 de la rue de Varenne, en cuyo
tercer piso tenía entonces su sede –mucho más modesta de lo que de lejos la había imaginado–
esa Sexta Sección en que me disponía a comenzar en serio mi aprendizaje del oficio de histo-
riador. Hay una razón obvia que puede asegurar un cierto interés para esa contribución, y es que
* Este trabajo surge de la presentación que realizó Tulio Halperin en el coloquio Los imperios del mundo atlántico
en revolución. Una perspectiva transnacional (1763-1865), organizado entre el 28 y el 30 de junio de 2010 en
l’École des Hautes Études en Sciences Sociales (ehess, París). El coloquio tuvo, entre otros objetivos, el análisis de
la pertinencia de la categoría de “mundo atlántico” para el espacio hispánico en un período de caída de los imperios
y de formación de nuevas repúblicas en Hispanoamérica, y es de notar que la mayoría de los autores inscribieron sus
trabajos en la cronología propuesta por Halperin Donghi en Reforma y disolución de los imperios ibéricos, 1750-
1850, obra publicada hace tres décadas en la que ya se analizaban las independencias en Hispanoamérica y en Brasil
bajo una dinámica política atlántica. Halperin Donghi clausuró con una conferencia magistral el coloquio en l’École
des Hautes Études en Sciences Sociales con el texto presentado aquí que, a partir de una reflexión sobre la
profesionalización del oficio del historiador, retoma debates y disputas historiográficos comentados en el encuentro
de 2010. Seis décadas antes, el historiador había arribado a París para estudiar en la misma institución, llamada
entonces la VIe section de l’École Pratique des Hautes Études, y trabajar junto a Fernand Braudel: en los viajes en
tren de Adrogué a la capital, Halperin había leído el libro de Braudel que José Luis Romero le había prestado, El
Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II (París, 1949). Aquella lectura y aquella “reorientación
de la política española hacia el Atlántico” le provocarían, según sus palabras, un influjo abrumador (Tulio Halperin
Donghi, Son Memorias, Buenos Aires, Siglo xxi, 2008, p. 237). Una versión de este texto está incluida en el libro
compilado por Clément Thibaud, Gabriel Entin, Federica Morelli y Alejandro Gómez, L’Atlantique révolutionnaire.
Une perspective ibéro-américaine, Rennes, Les Pérseides, 2013, pp. 503-525. [Nota de la redacción.]
1
Herbert Butterfield, The Whig Interpretation of History, Londres, G. Bell and sons, 1931.
2
Francisco García Calderón, Les démocraties latines d’Amérique, París, Flammarion, 1912.
3
Francisco García Calderón, La creación de un continente, París, Ollendorf, 1913.
4
Albert Hirschman, National Power and the Structure of Foreign Trade, Berkeley y Los Ángeles, University of Ca-
lifornia Press, 1945.
5
Publicado en Albert Hirschman, Essays in Trespassing. Economics to politics and beyond, Cambridge, Cambridge
University Press, 1980.
6
W. W. Rostow, The Stages of Economic Growth. A non-Communist Manifesto, Cambridge, Cambridge University
Press, 1960.
7
Así la representaba David Landes en The Unbound Prometheus. Technological Change and Industrial Development
in Western Europe from 1750 to the Present, Cambridge, Cambridge University Press, 1970, pero en un clima colec-
tivo que tenía muy poco en común con el de diez años antes: tras constatar que hasta el presente “the march of science
and technology continues”, admitía que “no one can be sure that mankind will survive this painful course”, para
cerrar con la conclusión de que a pesar de ello “we can be sure that man will take this road and not forsake it; for
although he has his fears, he also has eternal hope.
This, it will be remembered, was the last item in Pandora’s box” (p. 555). Sabiamente se abstenía de anticipar de
qué modo estaba destinada a culminar esa cada vez más desabrida carrera hacia adelante.
* Creado en 1939, el Centre National de la Recherche Scientifique (cnrs) es, con más de 11.000 investigadores, el
principal organismo público de investigación del Estado francés [n/eds.].
8
París, Gallimard, 1982.
9
Emmanuel Le Roy Ladurie, Montaillou, village occitan de 1294 à 1324, París, Gallimard, 1975.
10
Lucien Febvre, Un destin: Martin Luther, París, Rieder, 1928, reediciones a cargo de las Presses Universitaires de
France, París, 1945 y 1952, del texto que su autor había concluido de revisar el 31 de enero de 1944 (Un destin…,
op. cit., ed. de 1945, p. 6).
Bibliografía
Butterfield, Herbert, The Whig Interpretation of History, Londres, G. Bell and sons, 1931.
Febvre, Lucien, Un destin: Martin Luther, París, Presses Universitaires de France, 1945.
García Calderón, Francisco, Les démocraties latines d’Amérique, París, Flammarion, 1912.
——, La creación de un continente, París, Ollendorf, 1913.
Hirschman, Albert, National Power and the Structure of Foreign Trade, Berkeley y Los Ángeles, University of Ca-
lifornia Press, 1945.
——, Essays in Trespassing. Economics to politics and beyond, Cambridge, Cambridge University Press, 1980.
Landes, David The Unbound Prometheus. Technological Change and Industrial Development in Western Europe
from 1750 to the Present, Cambridge, Cambridge University Press, 1970.
Le Roy Ladurie, Emmanuel, Montaillou, village occitan de 1294 à 1324, París, Gallimard, 1975.
——, Paris-Montpellier, PC-PSU (1945-1963), París, Gallimard, 1982.
Rostow, W. W., The Stages of Economic Growth. A non-Communist Manifesto, Cambridge, Cambridge University
Press, 1960.
La historia como oficio. Un testimonio sobre History as a Craft. A testimony about the École
l’École des Hautes Études en Sciences Sociales des Hautes Études en Sciences Sociales
Resultado de una conferencia dictada en la École Based on a lecture at the École des Hautes Études
des Hautes Études en Sciences Sociales (ehess, en Sciences Sociales (ehess, Paris) which took place
París) en el marco de las conmemoraciones de los during the Bicentenary commemorations of Hispanic
bicentenarios de las revoluciones en Hispanoamérica, American revolutions, this article examines the paths
este artículo indaga los derroteros que atravesó la that History has followed as a discipline since mid-
disciplina histórica desde mediados del siglo xix nineteenth century, and the place that the ehess kept
y el lugar que la ehess ocupó en ese proceso. in that process.
Palabras clave: Historiografía del siglo xix y xx - Keywords: 19th and 20th century Historiography -
Intelectuales franceses - Teoría de la Historia French Intellectuals - Historical Theory
I Es bien sabido que durante la antigüedad clásica el término bárbaro era una generalización
greco-romana, originada en una palabra griega que designaba a todos aquellos pueblos que
no hablaban el idioma propio y desconocían los marcos morales y culturales helénicos y lati-
nos. Así, el concepto de barbarie, como sus antónimos, derivados de polis y civis, era una in-
vención del hombre civilizado,1 que de ese modo expresaba el contraste entre su condición y
la de los otros, de quienes asumía que se encontraban en niveles inferiores de desarrollo mate-
rial, cultural o moral. Muchas veces ese otro podía permanecer ajeno a la vida civil y, más aun,
ser sanguinario, pero era también capaz de actos de piedad y valentía. De Herodoto y Esquilo
a Cicerón y Tácito, hallamos ejemplos de esa ambigüedad entre el desprecio al bárbaro cruel,
brutal y esclavo, y la valoración de su humanidad, coraje y simpleza.2 Durante el medioevo, se
mantuvo la distinción tajante entre bárbaros y romanos. Sin embargo, lentamente se hacía
evidente que esa vieja antítesis era cada vez menos una descripción aceptable de las diferencias
culturales y sociales prevalecientes en una Europa en la que ambas culturas se penetraban e
influían mutuamente. En la práctica, pareciera que el resultado de ese desarrollo fue la asimi-
lación del término “bárbaro” con el ateísmo, la herejía o el paganismo, de modo tal que la
distinción entre “bárbaro” y “romano” fue reemplazada por la separación entre “bárbaro” y
“cristiano”. Una división religiosa pasaba a predominar sobre las demás características cultu-
1
Por supuesto, sabemos desde los estudios de Norbert Elias, Émile Benveniste y Raymond Williams que el término
“civilización” no aparece en los idiomas europeos en su sentido moderno hasta entrado el siglo xviii. Véanse Norbert
Elias, El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas [1939], México, fce, 1987;
Émile Benveniste, “Civilisation. Contribution à l’histoire du mot” [1954], en Problèmes de linguistique générale,
París, Gallimard, 1966, pp. 336-345; Raymond Williams, Palabras Clave [1976], Buenos Aires, Nueva Visión, 2000.
Sin embargo, y aun reconociendo las imprecisiones que esto implica, a lo largo de este artículo se utilizarán las pa-
labras españolas modernas “civilización”, “civilizado” e “incivilizado” para traducir los términos civil, uncivil, poli-
cer, etc. Indicaré los casos en que introduzca este anacronismo con un asterisco, pero utilizaré libremente el sustan-
tivo “civilización” como opuesto a “barbarie” cuando las elaboraciones sean mías.
2
Para comprender las actitudes griegas y romanas hacia los bárbaros, pueden consultarse François Hartog, Le miroir
d’Hérodote: Essai sur la représentation de l’autre, París, Gallimard, 1980; Walter Goffart, “Rome, Constantinople,
and the Barbarians”, The American Historical Review, vol. 86, nº 2, abril de 1981, pp. 275-306; Karl Christ, “Römer
und Barbaren in der hohen Kaiserzeit”, Saeculum, 10, 1959, pp. 273-280; Lieven van Acker, “Barbarus und seine
Ableitungen im Mittellatein”, Archiv für Kulturgeschichte, 1965, pp. 125-140, y Hans Diller, “Die Hellenen-Barba-
ren-Antithese im Zeitalter der Perserkriege”, Fondation Hardt, Entretiens viii, 1962, pp. 37-68.
3
Sobre las actitudes europeas medievales respecto de la barbarie, véase W. R. Jones, “The Image of the Barbarian in
Medieval Europe”, Comparative Studies in Society and History, vol. 13, nº 4, 1971, pp. 376-407, el primer capítulo
de la obra de Richard Southern, The making of the Middle Ages, New Haven y Londres, Yale University Press, 1953,
y Denys Hay, Europe: the Emergence of an Idea, Nueva York, Harper Torchbooks, 1966, pp. 27 y ss.
4
Norman Daniel, Islam and the West: the Making of an Image, Edimburgo, Edinburgh University Press, 1960, pp.
273, 276.
5
Robert Schwoebel, The Shadow of the Crescent: The Renaissance Image of the Turk, Nueva York, St. Martin’s
Press, 1967.
6
Timothy Hampton, “‘Turkish Dogs’: Rabelais, Erasmus, and the Rhetoric of Alterity”, Representations, nº 41,
1993, pp. 58-82.
7
Erasmo, “De bello Turcico” [1530], Weiler ed., Opera omnia, Amsterdam, North-Holland, 1986, 5.3, pp. 50 y ss.
8
Gerald MacLean, “Ottomanism before Orientalism? Bishop King Praises Henry Blount, Passenger in the Levant”,
en Ivo Kamps y Jyotsna G. Singh (eds.), Travel Knowledge: European Discoveries in the Early Modern Period,
Nueva York, Palgrave, 2001.
mano, publicó Sobre la república de los Turcos, donde destacaba las virtudes y los vicios polí-
ticos del enemigo más terrible de la cristiandad, que era al mismo tiempo un extraño caso de
“barbarie que a fuerza de sobriedad, paciencia y obediencia” sojuzgó a medio mundo.9 Gui-
llaume, quien evidentemente conocía la obra de Erasmo, pues sostenía que los turcos “habían
sido semiconvertidos y eran casi cristianos”, alternaba la diatriba y el elogio respecto de la re-
ligión musulmana.10 Algunas representaciones de los turcos procedían de encuentros reales con
esos “otros próximos”, pero las más difundidas e influyentes, al menos en Inglaterra, eran las
visibles en representaciones teatrales, como The Battle of Alcazar, de George Peele, All Lost by
Lust, de William Rowley o, por supuesto, Otelo, de Shakespeare. En esta última, por ejemplo,
es evidente la combinación de salvajismo, locura, poder, lujo, sensualidad e incoherencia lin-
güística en la conformación de la imagen del propio Otelo como bárbaro.11
Por cierto, como varios de los ejemplos anteriores dejan claro, las complejas actitudes de
los europeos de la temprana modernidad respecto de los musulmanes no se referían solamente a
la corte imperial de Constantinopla y sus ejércitos, sino que también aludían a los reinos del norte
de África, lo que se conocía como Barbaria, Barbary o Berbería. Un tapiz alemán de 1440,
9
Guillaume Postel, De la République des Turcs et là où l’occasion s’offrera des meurs et louy de tous Muhamedistes,
Poitiers, Enguilbert de Marnef, 1560. Debo este dato y el análisis que sigue a José Burucúa y a Lucio Burucúa (eds.),
Nicolás de Cusa, Sobre la Paz de la Fe, Buenos Aires, Cálamo, 2000, pp. 65 y ss.
10
En De la République des Turcs…, op. cit., Postel criticaba las fábulas referidas a la vida de Mahoma y su concu-
piscencia (pp. 82-83), pero destacaba la simplicidad de la fe, la alta espiritualidad de la práctica religiosa y la tole-
rancia de cristianos y judíos (pp. 38-41 y 76).
11
Nabil Matar, Turks, Moors, and Englishmen in the Age of Discovery, Nueva York, Columbia University Press,
1999. Véase también Ian Smith, “Barbarian Errors: Performing Race in Early Modern England”, Shakespeare Quar-
terly, vol. 49, nº 2, 1998, pp. 168-186, donde se insiste con buenos argumentos en que la prosa degradada de Otelo
sería, de acuerdo con las palabras de Iago, una expresión de su “savage madness” (4.1.53), que lo convierte en “an
erring barbarian” (1.3.343).
12
George Puttenham, The Arte of English Poesie [1589], ed. de Edward Arber, Londres, Alex Murray and Son, 1869,
p. 258.
13
Aimilia Mohd Ramli, “‘Licentious Barbarians’: Representations of North African Muslims in Britain”, Intellectual
Discourse, vol 17, nº 1, 2009, pp. 43-63.
14
“The people are of no Religion, but live like beasts; without propriety so much as in their wives, or children”, Peter
Heylyn, Cosmographie, Londres, 1657, p. 973.
15
Robert Lambert Playfair, The Scourge of Christendom: Annals of British Relations with Algiers Prior to the French
Conquest, Londres, Smith Elder, 1884, passim.
16
Kenneth Parker, “Reading ‘Barbary’ in Early Modern England, 1550-1685”, Seventeenth Century, 19, 2004, pp.
87-116.
17
Nabil Matar, Turks, Moors, and Englishmen, op. cit., pp. 20-21.
18
Parker cita varios ejemplos, entre ellos Andrew Barker, A true and certain report of the beginning, proceedings,
ouerthrowes, and now present estate of Captain Ward and Danseker, the two late famous pirates…, Londres, William
Hall, 1609, y Robert Daborn, A Christian turn’d Turke: or, the Tragicall liues and deaths of the two famous pyrates,
Ward and Danseker, Londres, William Berrenger, 1612.
caba a los esclavos como si fueran ganado.19 En las obras de Cervantes, esa misma atribución
de barbarie a los moros y a los europeos llegados a Berbería aparece plenamente representada.
Así, en El trato de Argel leemos:
A la marina llegaron
con la víctima inocente,
do con barbaria insolente
a un áncora le ligaron.
Mientras que en Los baños de Argel (jornada tercera) el personaje del Cadí atribuye la barbarie
a los españoles:
Por la mía,
que tienes gran razón en lo que has dicho
de la canalla bárbara española.20
Sin embargo, también estaba muy presente la concepción de los moros del norte de África
como profundamente bárbaros y salvajes. En 1550, Giovanni Ramusio incluyó en su Delle
navigationi e viaggi, publicado en Venecia, una Descrittione dell’Africa, de Joannes Leo Afri-
19
David Delison Hebb, Piracy and the English Government, 1616–1642, Aldershot, Scholar Press, 1994. Véase
también Linda Colley, Captives: Britain, Empire and the New World, 1600-1850, Londres, Pimlico, 2003.
20
Cervantes, El Trato de Argel, en Miguel de Cervantes Saavedra, Obras Completas, Madrid, Aguilar, 1970, vol. i,
p. 137, vv. 583-586, y p. 374. Agradezco las citas a José Emilio Burucúa.
II Como bien recuerda Peter Burke, durante el siglo xvii el interés por la “antigüedad bár-
bara”, de la prehistoria a la Edad Media, se sumó con fuerza a aquel ya bien conocido y
explorado por las antigüedades clásica y cristiana: pese al desprecio con que muchos humanis-
tas se refirieron al medioevo, sus sucesores se mostraron verdaderamente fascinados por estos
“bárbaros”, en parte porque bretones, galos, francos, lombardos, germanos y otros eran vistos
como los propios ancestros.25 Los daneses se identificaron con los cimbrios, los holandeses con
los bátavos (y allí está La conspiración de los bátavos de Rembrandt, con el juego entre la re-
belión de Julius Civilis contra los romanos y aquella de las Provincias Unidas frente a los es-
pañoles para probarlo), los húngaros con los hunos, los suecos con los godos, y así sucesiva-
mente. La escasez de textos procedentes de esta “tercera antigüedad” en comparación con los
que sobrevivieron de las otras dos llevó, según Burke, a que se prestara una peculiar atención
a los objetos, que tuvo como consecuencia un auge del anticuariado, cuya importancia para el
21
J. L. Africanus, A Geographical Historie of Africa, trad. de John Pory, Londres, 1600; Samuel Purchas, Hakluytus
Posthumus or Purchas His Pilgrimes, 20 vols., Glasgow, James MacLehose, 1905, vol. 5.
22
Citado por Ian Smith, “Barbarian Errors…”, op. cit., a partir de Samuel Purchas, Hakluytus Posthumus…, op. cit.,
vol. 5, pp. 314, 324, 329, 313.
23
Kenneth Parker, “Reading ‘Barbary’ in Early…”, op. cit., pp. 108 y ss.
24
Véase W. H. Parker , “Europe: How Far?”, The Geographical Journal, vol. 126, nº 3, septiembre de 1960, pp. 278-
297; D. Hay, Europe, the emergence of an idea, op. cit., y John Hale, The civilization of Europe in the Renaissance,
Nueva York, Scribner, 1994.
25
Peter Burke, “Images as Evidence in Seventeenth-Century Europe”, Journal of the History of Ideas, vol. 64, nº 2,
2003, pp. 273-296.
26
Arnaldo Momigliano, The Classical Foundations of Modern Historiography, Sather Classical Lectures 1961-1962,
vol. 54, Oakland (ca), University of California Press, 1990.
27
Citado en Santo Mazzarino, The End of the Ancient World, Nueva York, Faber & Faber, 1966, p. 88.
28
M. Bellonci y Niny Garavaglia, L’opera completa del Mantegna, Milán, Rizzoli, 1967, pp. 110-112.
29
Jerzy Miziolek, Mity, legendy, exempla, Varsovia, Universidad de Varsovia, Instituto de Arqueología, 2003, pp.
221-227.
a la que representa la misma costumbre de los americanos, aunque en este caso hay una imagen
adicional que los diferencia, pues los caníbales del Nuevo Mundo aparecen desnudos en el acto
de trozar un cuerpo.30 En la misma obra, junto a una descripción textual de godos, hunos, ván-
dalos y demás bárbaros, Munster incluyó una imagen en la cual todos los pueblos bárbaros y
salvajes se encontraban reunidos en sus diferencias ante la mirada del lector. De inmediato, el
autor describe a los godos como una “nación bárbara” formada por “bestias brutas y enfureci-
das” de la que los emperadores buscaron vengarse.31 Lo interesante es que las divergencias en
las descripciones textuales del aspecto y las costumbres de los diversos pueblos bárbaros, que
suelen destacar sus desviaciones respecto de la religión cristiana, no siempre se reflejan en
diferencias en las imágenes que los representan. Por ejemplo, el grabado en el que aparecen los
galos antiguos es exactamente idéntico al que representa a los italianos del pasado, y en ambos
casos hombres y mujeres lucen vestidos que están más cercanos a los contemporáneos a Muns-
ter que a aquellos de los pueblos bárbaros del pasado lejano.32 El grabado de los antiguos
suabos, sin embargo, es distinto: en los tocados y los vestidos pareciera identificárselos con
algunas características de los turcos del siglo xvi.33
30
Estas imágenes y las citas siguientes provienen de la edición francesa de 1552: Sebastian Munster, Cosmographie,
1552, pp. 1308, 1358 y 1360.
31
Ibid., pp. 281-282.
32
Ibid., pp. 105, 211.
33
Ibid., p. 649.
34
Wolfgang Lazius, Chorographia Austriae, Viena, 1561, varios grabados.
35
Carta a Iodoco Margravio (marqués de Brandeburgo y Moravia), escrita en Florencia el 20 de agosto de 1397, en
Coluccio Salutati, Il trattato “De Tyranno” e lettere scelte, ed. de Francesco Ercole, Bolonia, Zanichelli, 1942, pp.
261-271.
36
Pío II (Enea Silvio Piccolomini), Lettera a Maometo II, ed. de Giuseppe Toffanin, Nápoles, Pironti, s/f.
37
Agostino Pertusi (ed.), La caduta di Constantinopoli, Milán, Mondadori, s.f., pp. 72-79.
38
Alain Schnapp, “Les Antiquités entre la France et l’Allemagne au xviiie siècle”, Revue germanique internationale,
13, 2001. Philippi Clüveri, Germaniae Antiquae libri tres, Leiden, Ludovico Elzevier, 1616. Debo el dato (al igual
que el de la nota siguiente) a las reveladoras páginas escritas por José Emilio Burucúa, “La noción de alteridad y el
caso de la historia de Ulises en el Renacimiento”, Eadem utraque Europa, nº 4-5, 2007, pp. 191-228.
39
Philippi Clüveri, Germaniae Antiquae…, op. cit., p. 129. En dos ocasiones en su Scienza Nuova, Giambattista Vico
comparó la barbarie de los americanos, “que encontraron los españoles”, con la barbarie de los antiguos germanos.
Giambattista Vico, La Scienza Nuova, ed. de Paolo Rossi, Milán, Rizzoli, 1977, pp. 364 y 568.
40
Los llamados Grands Voyages describen las navegaciones por las “Indias Occidentales”, mientras que los Petits
Voyages se ocupan de las “Indias Orientales”. Entre 1590 y 1634 aparecieron 25 volúmenes in folio, primero editados
por Theodor, luego por sus hijos, Johan Theodor y Johan Israel, y finalmente por Matthaus Merian, su sucesor. De
esos 25 volúmenes, 13 tratan sobre America, nombre con el que también se conoce a esa porción de la colección, y 12
sobre India Orientalis. La totalidad de la colección fue editada en alemán y latín para maximizar su difusión y garan-
tizar mayores ventas a un público más amplio, pero los primeros dos tomos de America aparecieron también en inglés
y en francés. Las obras incluyen casi 600 grabados y son la primera representación iconográfica comprensiva del
mundo de ultramar y sus habitantes. Bernadette Bucher, Icon and Conquest. A Structural Analysis of the Illustrations
of De Bry’s Great Voyages, Chicago, University of Chicago Press, 1981, p. 12.
41
A briefe and true report of the new found land of Virginia, directed to the investors, farmers and wellwishers of the
project of colonizing and planting there, publicado originalmente en Londres en 1588. Se trata de un estudio integral
de la región que incluye análisis económicos y estadísticos sobre las potencialidades del lugar y los productos co-
mercializables de la zona, pero también un análisis antropológico de las costumbres de los nativos.
de De Bry, de 1590. Hakluyt también era la fuente de la segunda parte de los Grands Voyages,
pues fue él quien rescató el diario de Laudonnière, que relataba los detalles de la expedición
hugonote a Florida. El texto publicado por De Bry es una narración basada en esa aventura y
reproduce los dibujos traídos de Florida por Le Moyne de Morgues, un sobreviviente de la ma-
sacre de la expedición de Laudonnière perpetrada por soldados españoles, quien también le ha-
bía sido presentado por Hakluyt. Allí, se recomienda a los cristianos que aprendan a moderar sus
impulsos como lo hacen los americanos: los europeos “merecen ser entregados a estos hombres
básicos e incivilizados*, a estas criaturas brutales, para aprender a controlarse”.42 Los encuen-
tros con los nativos americanos revitalizaban el sentido de las virtudes del salvaje, que se com-
42
Paul Hulton (ed.), The Work of Jacques Le Moyne de Morgues, a Huguenot Artist in France, Florida, and England,
Londres, British Museum Publications Ltd. nº 148, Londres, British Museum, 1977. La misma tensión aparece en
White-De Bry: “Doubtless it is a pleasant sight to see the people sometimes wading and going sometimes sailing in
those rivers, free from all care of heaping of riches for their posterity, content with their state, and living friendly
together of those things which God in his bounty has given unto them, yet without giving him any thanks according
to his desserts. So savages is this people, and deprived of the true knowledge of God” (The True Pictures and Fas-
hions, 1590, grabado xiii). Los ecos de la edad dorada no contradicen la condición de caídos de los indios, algo ya
presente en Pedro Mártir de Anglería. Es un primitivismo estoico, que combina la idea de la superioridad de la Eu-
ropa civilizada con cierta nostalgia por las virtudes de la simplicidad, la austeridad, el coraje, la libertad y la falta de
corrupción de un modo de vida más natural (también presente en Pedro Mártir, Polidoro Virgilio, Camden y Mon-
taigne). En ese paradigma, la transición de barbarie a civilización no era una que implicara sólo ventajas, sino tam-
bién cierta declinación moral. Esa combinación entre el tema humanista de la tragedia de la civilización y el tema
cristiano de la caída en el pecado es una parte esencial del discurso etnológico de la temprana modernidad (Joan-Pau
Rubiés, “New Worlds and Renaissance Ethnology”, History and Anthropology IV, 1993, pp. 157-197). Sin embargo,
también es preciso recordar que el discurso colonialista británico no siempre era tan ambivalente respecto de los
americanos. En 1625, Samuel Purchas se hacía esta pregunta respecto del carácter traicionero de los indios de Virgi-
nia: “Can a Leopard change his spots? Can a Savage remaining a Savage be civil?” (William Strach[e]y, “A true re-
portorie…”, Samuel Purchas, Hakluytus Posthumus, op. cit., vol. xix, p. 62).
43
Tal argumento es defendido por B. Bucher, Icon and Conquest, op. cit.
44
Michiel Van Groesen, The Representations of the Overseas World in the De Bry Collection of Voyages, 1590-1634,
Leiden-Boston, Brill, 2008, pp. 246, 250 y 377. El libro de Anna Greve acerca de la política de las imágenes en los
Grands Voyages comparte esa interpretación. Anna Greve, Die Konstruktion Amerikas. Bilderpolitik in den Grands
Voyages aus der Werkstatt de Bry, Colonia-Weimar-Viena, Böhlau, 2004.
45
“Show how the inhabitants of Great Britain have been in times past as savage as those of Virginia”, Thomas Ha-
rriot, A briefe and true report of the new found land of Virgin…, op. cit., p. 75. Lo que singulariza a John White es
que trabajó con cierta autonomía y que incluso Harriot habría escrito las didascalias a partir de las imágenes creadas
por él y no, como era frecuente, que White ilustrara un texto de Harriot. Todo en el marco de un proyecto de historia
natural que, como era usual en la tradición humanista, combinaba cartografía, registro de la naturaleza, objetivos
políticos y económicos y narrativa histórica de la colonización: incluía entonces especulación anticuaria y etnográ-
fica como complemento de ese proyecto económico colonial. La serie incluía también dos grabados basados en la
obra de Jacques Le Moyne de Morgues, artista de una expedición francesa a la Florida en 1562-1565. El resto de las
imágenes que Le Moyne produjera de los Timucua, junto con un comentario escrito por el propio artista, aparecieron
en el segundo volumen de America (1591), acompañadas por el mapa de la Florida trazado por Le Moyne y el ya
citado relato de los avatares de la colonia francesa.
46
William Crashawe, A Sermon Preached before Lord La Warre, Lord Governour and Captain General of Virginea,
1610, s/p, y Good Newes from Virginia, 1613, dedicatoria a sir Thomas Smith.
47
Todavía había ecos de esta narrativa en tiempos isabelinos: E. Spenser, The Faerie Queene, W. Shakespeare, King
Lear. Véase P. Virgilio, Anglica Historia [1534], Britannia, W. Camden, 1586.
48
Samuel Daniel, en su History of England, de 1612, comparaba los modos de vida de los antiguos habitantes de
Gran Bretaña con lo que sus contemporáneos relataban de los americanos.
49
The Schoole of Abuse, 1579, cit. por Sam Smiles, “John White and British Antiquity: Savage Origins in the Context
of Tudor Historiography”, en Kim Sloan (ed.), European Visions: American Voices, British Museum Research Publi-
cation nº 172, Londres, British Museum, 2009.
50
Michael Gaudio, Engraving the Savage. The New World and Techniques of Civilization, Minneapolis, University
of Minnesota Press, 2008, p. 12.
51
D. B. Quinn, “New Geographical Horizons: Literature”, en F. Chiappelli (ed.), First images of America, Los Án-
geles, University of California Press, 1974, p. 636. La referencia a Cortés proviene de Cartas de Relación, México,
Porrúa, 1969, p. 17. Véase también Jonathan Z. Smith, “What a Difference a Difference Makes”, en Relating Reli-
gion: Essays in the Study of Religion, Chicago, University of Chicago Press, 2004.
52
Anthony Pagden, European Encounters with the New World, Londres y New Haven, Yale University Press, 1993.
53
Joan-Pau Rubiés, “Texts, Images, and the Perception of ‘Savages’ in Early Modern Europe: What We Can Learn
from White and Harriot”, en Kim Sloan (ed.), European Visions: American Voices, British Museum Research Publi-
cation nº 172, Londres, British Museum, 2009.
54
Thomas Nashe, Christ’s Tears over Jerusalem, 1593, en The Unfortunate Traveller and other Works, Londres,
Penguin, 1972, p. 479.
55
“The true picture”; “found as he did assured me in an old English chronicle”.
pintadas por White se habrían inspirado en los dibujos de Lucas de Heere, un refugiado fla-
menco que trabajó en Inglaterra entre 1567 y 1577.56 En la década de 1570, De Heere produjo
Théâtre de tous les peuples et nations de la terre avec leurs habits et ornaments divers, un
conjunto de ilustraciones que, de acuerdo con Michael Gaudio, se vincula con una larga tradi-
ción de libros de vestidos y costumbres, que son también parte del impulso etnográfico de la
modernidad temprana.57 Esas imágenes, conocidas como habits, sintetizan el vestido y las
costumbres del retratado, no son imágenes de la apariencia, sino de la cultura y la moral, pre-
sentes en las superficies de los cuerpos, que pueden ser representadas. Pareciera que el europeo
bárbaro del pasado y el americano bárbaro del presente no se distinguen por la biología, sino
por el vestido y las costumbres. Los retratos de algonquinos, inuits y británicos de John White
y Lucas de Heere atestiguan la idea de que el vestido es una de las características que distin-
guen a un humano de otro, y retratar a los hombres y mujeres de distintas partes del mundo con
sus ropas y costumbres es también una forma de acercarse al conocimiento de la realidad y la
diferencia. De acuerdo con Gaudio, la identidad, al estar en la superficie, es hasta cierto punto
inestable: cuando De Heere retrata a un inuit, inscribe sobre la imagen las palabras “Homme
56
Paul Hulton y David Beers Quinn, The American Drawings of John White 1577-1590. With drawings of European
and Oriental Subjects, Londres, The trustees of the British Museum/Chapel Hill, North Carolina, The University of
North Carolina Press, 1964, pp. 9-10.
57
Gaudio menciona, por ejemplo, a François Desprez, Recueil de la diversité des habits quis sont de present en
usage, tant es pays d’Europe, Asie, Affrique & Isles sauvages, París, 1564. Michael Gaudio, “The Truth in Clothing:
The Costume Studies of John White and Lucas de Heere”, en Kim Sloan (ed.), European Visions: American Voices,
British Museum Research Publication nº 172, Londres, British Museum, 2009.
Sauvage”, pero los indios también podían ser retratados con ropas de ingleses y, gracias a ese
dispositivo de ideología imperial, Pocahontas, vestida a la europea en un grabado de Simon
Van de Passe de 1616, ve transformada su identidad de salvaje en la de cristiana civilizada.
Sin embargo, tanto los pictos como los americanos de De Heere y De Bry aparecen desnu-
dos y, lo que es más relevante, tatuados. Un cuerpo civilizado está vestido e indica diferencias
culturales, un cuerpo desnudo es salvaje o natural y convierte su vestido en piel. El tatuaje marca
las diferencias culturales para siempre, y eso causaba horror en los contemporáneos de White.58
Al respecto, William Camden reunió evidencias de varias fuentes (Beda, César, Herodiano, Tá-
cito e Isidoro de Sevilla) según las cuales los pictos y los celtas habían sido “pueblos pintados”,
que se distinguían de los invasores porque “manchaban y coloreaban todos sus cuerpos”.59 En
1611, John Speed reafirmó el argumento de que Britannia había estado habitada por “bárbaros
que con incisiones artificiales incorporaron desde la niñez formas de bestias en sus cuerpos, mar-
cas profundamente impresas, que crecían por ello a medida que aumentaba su estatura”. Es por
el hecho de tener el cuerpo dibujado que los romanos los denominaban pictos, y la obra de Speed
58
John Bulwer, Anthropometamorphosis: Man transformed, or the artificiall changling, 1653, p. 459.
59
“Painted peoples, set apart from later invaders by their staining and colouring of their whole bodies”, W. Camden,
Britannia [1586], 1610, p. 115. Según Herodiano, los pictos “marcan sus cuerpos desnudos con imágenes diversas,
que representan varios tipos de criaturas vivas, y por ello es verdad que no se vestían para ocultar las pinturas de sus
cuerpos. Ahora son una nación guerrera y muy dispuesta a la masacre, feliz de armarse solamente con un escudo y
una lanza, junto con una espada que cuelga al costado de sus cuerpos desnudos” (Roman History, iii.xiv.7-8, tomado
de la Britannia de Camden, 1610, p. 30).
nos ofrece dos grabados, evidentemente inspirados en los de White-De Bry, que dan testimonio
de su apariencia.60 Según Juliet Flemming, el tatuarse era para los anticuarios una característica
tan distintiva de los antiguos habitantes de Gran Bretaña como la ginarquía o la desnudez.61 Pero
las semejanzas entre los bárbaros del pasado europeo y los del presente americano no se detenían
ahí: ambos vivían en carpas, cubrían su desnudez, si acaso lo hacían, con pieles de animales, ig-
noraban los principios básicos de la religión verdadera y la agricultura y ni siquiera conocían del
todo bien el valor del oro. De hecho, en una de las representaciones incluidas por De Bry en su
obra, la “True picture of a young daughter of the Picts”, basada en un original de Le Moyne, el
cuerpo de la joven está tatuado desde el cuello a los tobillos con una gran variedad de flores. Para
Sam Smiles, Le Moyne cubre a la mujer con flores porque se inspira en la idea de Beda de que
los pictos se originaron en la tierra de los escitas, por ello sigue a Jenofonte, quien en Anabasis
(v, iv) sostiene que los hombres y las mujeres de ese pueblo guerrero del Mar Negro eran “suaves
y blancos, con espaldas y pechos variados y tatuados por todas partes con motivos florales”.62 Al
respecto, Paul Hulton descubrió un detalle crucial: las flores de la picta son peonías, espuelas de
60
“And of this use of painting both the Britains had their primitive derivation, and the Picts (a branch of British race)
a long time after, for that their accustomed manner, were called Picti by the Romans, that is, the painted people.”
John Speed, The Historie of Great Britaine [1611], 1627, p. 167.
61
Juliet Fleming, “The Renaissance Tattoo”, Anthropology and Aesthetics, nº 31, The Abject, 1997, pp. 34-52.
62
Pedro Mártir de Anglería también compara esos motivos florales con los de los indios americanos (De Orbe Novo,
i.7.5 y iii.4.5). Véase el análisis al respecto de Sam Smiles, “John White and British Antiquity…”, op. cit.
III Como era de esperarse, el aspecto del Nuevo Mundo que más difícilmente podía incor-
porarse a una relación con el Viejo era el canibalismo. Tal como ha mostrado reciente-
mente Catalin Avramescu, el caníbal ha representado un papel fundamental en la historia del
pensamiento europeo como símbolo del salvajismo y la barbarie, que podría ser asimilable a
una criatura teórica cuyo destino ilumina las nociones sobre el bien y el mal y las concepciones
de lo propio y lo ajeno desde el inicio de la modernidad temprana, una imagen subversiva de
la corrupción moral del orden social.69 Quienes en muchos aspectos podrían haber sido “como
nosotros”, fueron, en consecuencia, vistos como radicalmente “otros”. De acuerdo con Carole
Myscofski, las representaciones que los europeos produjeron de las mujeres americanas, par-
ticularmente de aquellas del Brasil, giran en torno a dos posibles núcleos: el de la doncella
63
Paul Hulton, The Work of Jacques Le Moyne de Morgues…, op. cit., p. 164.
64
Roy Harvey Pearce, The Savages of America: A Study of the Indian and the idea of Civilization, reed. rev., Balti-
more, Johns Hopkins University Press, 1965, especialmente pp. 4-16.
65
S. Greenblatt, Marvellous Possesssions, Oxford, Oxford University Press, pp. 140 y ss.
66
Robert Gray, A Good Speed to Virginia, 1609, p. 19.
67
Christopher Hill, Liberty against the Law, Londres, Penguin, 1996, cap. 12.
68
Walter Ralegh, Cabinet Council, en Works, Londres, 1715, I, p. 79; Francis Bacon, “Advice to George Villiers”, en
Works, Londres, 1826, iii, p. 455.
69
Catalin Avramescu, An Intellectual History of Cannibalism, Princeton, Princeton University Press, 2011.
70
Carole Myscofski, “Imagining Cannibals: European Encounters with Native Brazilian Women”, History of Reli-
gions, vol. 47, nº 2/3, 2007-2008, pp. 142-155.
71
Maria Cândida Ferreira de Almeida, Tornar-se outro: O “topos” canibal na literatura brasileira, San Pablo, An-
nablume, 2002.
72
Hans Staden, Warhaftige Historia und beschreibung eyner Landtschafft der Wilden Nacketen, Grimmigen Mens-
chfresser-Leuthen in der Newenwelt America gelegen [La verdadera historia y descripción de un país de pueblos
salvajes, desnudos, nefastos, comehombres en el Nuevo Mundo], 1557, reproducido en America, vol. iii, 1593.
73
Para Nóbrega, las mujeres caníbales atestiguaban “las costumbres más abominables de estos pueblos bárbaros”
(Manuel da Nóbrega, Cartas do Brasil e mais escritos, ed. de Serafim Leite, Coimbra, Universidade da Coimbra,
1955, p. 48). Según Vasconcelos, aunque Dios había dado muchos privilegios a la tierra del Brasil, los pueblos eran
“salvajes, rústicos, bárbaros e inhumanos: viven de acuerdo a la naturaleza y en ellos la luz de la razón es débil”.
(Crônica, 1:96-97). He tomado las referencias del artículo de Myscofski ya citado.
74
André Thevet, Les Singularités de la France antarctique, París, 1558, p. 77.
75
Jean de Léry, Histoire d’un voyage fait en la terre du Brésil, La Rochelle, Antoine Chuppin, 1578, p. 118. Véase
también la Introducción de Janet Whatley a su edición del texto de Jean Léry, Los Ángeles, University of California
Press, 1992, pp. xxvi y ss.
76
Jean de Léry, Histoire d’un voyage fait en la terre du Brésil, op. cit., pp. 77-78.
77
Ibid., p. 258. Para Léry, los antropófagos europeos serían incluso más despreciables que los brasileños. “Puede
decirse que Maquiavelo y sus discípulos, de los que Francia, para gran desgracia suya, está hoy llena, son imitadores
verdaderos de estas crueldades bárbaras, pues estos ateos enseñan y practican, contra la doctrina cristiana, que nue-
vos servicios no deben causar que viejas ofensas sean olvidadas, esto es, que los hombres participan de la naturaleza
del demonio y no pueden perdonarse entre sí. ¿No demuestran entonces ser más crueles que tigres?”
causaban, recordemos que Cervantes podía burlarse graciosamente del asunto, pero mante-
niendo la asociación entre barbarie y canibalismo. En el capítulo lxviii de la segunda parte, los
desconocidos que raptan a don Quijote y a Sancho los increpan diciéndoles: “trogloditas, bár-
baros, antropófagos, escitas, Polifemos matadores, leones carniceros”. Y Sancho replica: “¿a
nosotros tortolitas, barberos, estropajos, perritas, a quien dicen cita, cita?”78
La formidable predisposición de los europeos para hacerse objeto mutuo de las más
cruentas violencias hizo que no solo los protestantes echaran mano de la referencia a la antro-
pofagia americana para referirse a los incidentes de las guerras de religión. En 1587, el anglo-
holandés Richard Verstegen publicó en Amberes su Theatrum Crudelitatum Haereticorum
nostri temporis.79 En la obra, la mayoría de las representaciones de las atrocidades que los
protestantes habrían perpetrado contra los católicos en Inglaterra, Bélgica y Francia se asocian
con el modelo del martirio cristiano individual (en la mayoría de los casos) o colectivo. Sin
embargo, dos imágenes de las crueldades francesas pueden vincularse con la antropofagia y la
radicalidad atribuida a esa práctica en los grabados sobre el Brasil. Se trata de aquellas que
exhiben a católicos muertos o agonizantes cuyos restos son ingeridos por ellos o por otros.
Verstegen, quien había estado preso en París a instancias de la diplomacia inglesa y tenía un
fluido contacto con jesuitas y españoles, ubica el título de las Horribles crueldades de los Hu-
gonotes en Francia sobre cada imagen. En ellas, tal como era práctica usual en otras series de
78
Miguel de Cervantes Saavedra, Obras completas, op. cit., vol. II, p. 1754. Agradezco la cita a José Emilio Burucúa.
79
Richard Verstegen, Theatrum Crudelitatum Haereticorum nostri temporis, Amberes, 1587. La obra se tradujo
pronto al francés y fue editada repetidamente, incluso en el primer cuarto del siglo xvii.
grabados sobre la violencia religiosa,80 las escenas aparecen señaladas con letras que permiten
una descripción de cada una de ellas en la página opuesta. En la estampa de la página 49 ve-
mos, en sentido antihorario, a dos soldados que enrollan las vísceras de una víctima en una
lanza, mientras otros tres entierran a un cura en el segundo plano y dos hombres “cortan sendos
niños en pedazos” en el fondo. Finalmente otros tres soldados, tras castrar a un sacerdote, asar
sus órganos y obligarlo a comerlos, abren el vientre del anciano para “ver cómo las digiere
antes de terminar con sus días”. Tanto la parrilla como el detalle obsesivo en la representación
de la anatomía humana rememoran las imágenes provenientes del Nuevo Mundo. Recordemos
también que en su ensayo sobre los caníbales de 1580 Michel de Montaigne había establecido
un vínculo entre los hechos a un lado y al otro del Atlántico. Para Montaigne, quien explica el
canibalismo americano del mismo modo que Léry, esto es, como un acto ritual de “venganza
extrema”, “nada hay de bárbaro ni de salvaje en esa nación”. La reflexión siguiente parece
describir en conjunto los grabados de Thevet, Léry y Verstegen:
80
Véase por ejemplo Jacques Tortorel y Jean Perrissin, Quarante tableaux ou Histoires diverses qui sont mémorables
touchant les guerres, massacres, & troubles, advenues en France ces dernieres annees. Le tout recueilly selon le
tesmoignage de ceux qui y ont esté en personne, & qui les ont veus, lesquels sont pourtraits à la vérité, Ginebra, Jean
de Laon, 1569, passim.
Tal vez sea esta la ocasión de aclarar que el mito del buen salvaje, iniciado por Montaigne,
tampoco era extraño a los ingleses. En 1656, Francis Osborne sostuvo: “algunos de los indios
salvajes y otros pueblos son denominados bárbaros por nosotros, pero son más ajenos a los
pecados antisociales de la codicia, la carencia de probidad, etcétera, que quienes pretenden
acelerar su conversión”.82
Existía otra vinculación entre los eventos de la América recientemente descubierta y la
adscripción de barbarie a los protagonistas del proceso de colonización que, como veremos,
también se relacionó muy temprano con las barbaries de los propios europeos en el Viejo Mundo.
La tradición de asociar las matanzas de americanos con las de europeos podría remontarse a
1566, cuando Le Challeux describió el ataque español a la colonia francesa de la Florida utili-
zando la retórica de las guerras de religión, de modo que la leyenda negra habría arribado a
Francia (y a Inglaterra en traducciones) como referencia a una matanza de europeos protestantes
en América. Según el autor, los españoles, “más salvajes que animales”, persiguieron a los fran-
ceses, ejecutaron “una furia que habían concebido contra nuestra nación” y “cortaron las gar-
gantas de hombres, sanos y enfermos, mujeres y niños pequeños, de tal manera que no es posible
pensar de una masacre que pueda compararse con esta en crueldad y barbarie”.83 Los españoles
eran buenos candidatos a ser considerados bárbaros por sus contemporáneos críticos. Pese a
ello, Bartolomé de las Casas no emplea el término en su Brevísima relación de la destrucción de
las Indias, de 1552. El dominico se refiere reiteradamente a la inhumanidad, la impiedad y la
crueldad de los españoles, incluso a su carácter bestial, pero no los llama bárbaros ni salvajes.
Recordemos, sin embargo, que en la controversia de Valladolid de 1550-1551 el asunto
de la barbarie estuvo claramente presente, aunque referido a los indígenas y no a los españo-
les.84 ¿Era justo declarar la guerra a los indígenas para facilitar su conversión? Para Juan Ginés
de Sepúlveda, existían cuatro argumentos a favor de una respuesta afirmativa: los indios eran
bárbaros, habían cometido crímenes contra la ley natural, oprimían y asesinaban a inocentes
entre los suyos y eran infieles que debían ser instruidos en la fe cristiana. Era clave, entonces,
su condición de raza bárbara, una condición natural e inferior, que Sepúlveda atribuía a los
indios. Para defender su posición, el humanista citaba la teoría aristotélica de la esclavitud
natural: como en los bárbaros la pasión predomina sobre la razón, “son esclavos por natura-
81
Michel de Montaigne, Essais, París, Éditions Fernand Roches, 1931, Libro i, cap. xxxi, pp. 92 y 98. La traducción
es mía.
82
Queda claro también en esta cita que “salvaje” y “bárbaro” operan casi como sinónimos. Francis Osborne, Advice
to a Son, 1656, en Miscellaneous Works, 1722, I, p. 100.
83
Le Challeux, Discours de l’histoire de la Floride, contenant la trahison des Espagnols, contre les subiets du Roy,
Dieppe, 1566, p. 212.
84
Véase el buen resumen al respecto en Herbert Frey, “La mirada de Europa y el ‘otro’ indoamericano”, Revista
Mexicana de Sociología, 58:2, 1996, pp. 50 y ss.
85
Juan Ginés de Sepúlveda, Tratado sobre las Justas Causas de la Guerra contra los Indios, trad. de Marcelino
Menéndez y Pelayo y Manuel García-Pelayo, México, Fondo de Cultura Económica, 1941, pp. 139 y 153.
86
“Nosotros mismos, en nuestros antecesores, fuimos muy peores, así en la irracionalidad y confusa policía como en
vicios y costumbres brutales por toda la redondez desta nuestra España”, Bartolomé de Las Casas, Apologética his-
toria sumaria, México, unam, 1967, iii, 263.
87
James Aliggrodo, “To the Reader”, en Las Casas, Spanish Cruelties and Tyrannies, Perpetrated in the West Indies,
Commonly Termed The Newe Found Worlde, Londres, 1583, pp. 1-2.
88
The Tears of the Indians: Being an Historical and true Account of the Cruel Massacres and Slaughters of above
Twenty Millions of innocent People; Commited by the Spaniards, Londres, ed. de J. C. for Nath. Brook, at the Angel
en Cornhill, 1656. Acerca de la comparación entre turcos y españoles por parte de los europeos editores de Las Ca-
sas, véase E. Shaskan Bumas, “The Cannibal Butcher Shop: Protestant Uses of las Casas’s Brevísima relación in
Europe and the American Colonies”, Early American Literature, vol. 35, nº 2, 2000, pp. 107-136.
Los holandeses, por su parte, abrazaron la historia de la destrucción de las Indias como una ana-
logía de sus propios enfrentamientos con los españoles. En 1620, Jean Everhardts Cloppenburg
editó dos volúmenes mellizos, los “espejos de la tiranía española” en los Países Bajos y en las
Indias Occidentales.89 En el primero de ellos, se relatan los abusos de los españoles contra las
Provincias Unidas, con grabados que ilustran la ejecución de nobles holandeses rebeldes. El
segundo libro es una traducción de la Brevísima lascasiana, con una portada casi idéntica a la
anterior, cuyas pocas modificaciones, incluyendo el título diverso, podría indicar que las ma-
sacres de los indios habían sido acaso menos “crueles y horribles” que aquellas perpetradas por
los españoles en las Provincias Unidas. Evidentemente, los holandeses estaban dispuestos a
compararse a sí mismos con los indígenas, y el rasero de ese contraste era la barbarie de la
dominación española.
Finalmente, el caso de Gran Bretaña es notablemente pródigo en definiciones del com-
portamiento de un otro interno como bárbaro y, al mismo tiempo, de comparaciones con la
barbarie de los otros lejanos, sean americanos o turcos. Esos hábitos estaban cerca de su
máxima expresión a mediados del siglo xvii, cuando Roger Williams afirmó: “Tenemos indios
89
Le miroir de la cruelle, & horrible tyrannie Espagnole perpetre au Pays Bas, par le tyran Duc de Albe, & aultres
comandeurs de par le Roy Philippe le deuxiesme On a adjoinct la deuxiesme partie de les tyrannies commises aux
Indes Occidentales par les Espagnols. On verra icy la cruaute plus que inhumaine, comise par les Espagnols, aussi
la description de ces terres, peuples et leur nature. Mise en lumiere par un Evesque Bartholome de las Casas, de
l’Ordre de S. Dominic; y Tot Amsterdam Ghedruckt by Ian Ever’tss Cloppenburg, op’t Water tegen over de Koor
Beurs in vergulden, Bijbel, 1620.
90
An eminent Person [Roger Williams], The Hireling Ministry none of Christs, Londres, 1652, y Hugh Peter, Mr.
Peter’s last Report of the English Warres, 1646, p. 5.
91
Citado en Christopher Hill, Liberty against the Law, Londres, Penguin, 1996, p. 147.
92
De acuerdo con Herodoto, los persas apresaron al hijo de la reina, Espargapises, quien hubo de suicidarse. En
venganza, una vez derrotado el ejército de Ciro, Tomiris tomó la cabeza del rey, hizo llenar de sangre un odre y, su-
mergiendo en su interior la cabeza, exclamó: “¡Aunque estoy viva y te he vencido, me has destruido pues has tomado
a mi hijo con tu astucia: pero tal como te había amenazado, ahora te ahogaré con sangre!”. Herodoto, Historias, i,
pp. 205-214. El episodio fue objeto de una pintura de Rubens, conservada en el Museo del Louvre.
93
Raphael Holinshed, Chronicles of England, Scotland and Ireland, 1585, p. 84 (citado del vol. iii, p. 34, de la edición
en 6 vols., Londres, 1808). Es bien sabido que Holinshed estaba entre las fuentes de Shakespeare. En su Enrique IV,
parte i, acto i, escena 1, leemos:
95
Edmund Spenser, A Veue of the present state of Irelande, 1596, preparado a partir del texto que se encuentra en
Grosart, 1894, y comparado con la edición de Renwick del Rawlinson MS, Scholartis, 1934, por R. S. Bear, Univer-
sity of Oregon, 1997, pp. 26 y ss. “The Chiefest [nation that settled in Ireland] I Suppose to be Scithians ... which first
inhabiting and afterward stretching themselves forth into the land as their numbers increased named it all of themsel-
ves Scuttenlande which more briefly is Called Scuttlande or Scotland… [Certain] cryes allso vsed amongest the Irish
which savor greatly of the Scythyan Barbarism”. El texto de Spenser se publicó por primera vez en 1633. Otra idea
común era que españoles y escitas habían sido habitantes de Irlanda (Spenser, A Veue of the present state of Irelande,
op. cit., p. 197; Richard Santihurst, The Chronicle of Ireland, en Holinshed, Chronicles, vi, 77, etc.). Para Spenser,
por naturaleza los irlandeses son escitas, aunque proclaman tener ancestros españoles, lo que ilustra “a mind given to
newfangleness than any shadow of the truth” (p. 43). La historia de la progenie escita de los irlandeses tiene orígenes
clásicos. Diodoro Sículo, en The library of history, ed. y trad. de C. H. Oldfather et al. (12 vols, Londres, 1933-1957,
vol. iii, p. 181) comentaba: “the most savage peoples among the Gauls dwell on the Scythian border and some, we
are told eat human beings, even as the Britains do who dwell on Iris [Ireland]”. Véase Andrew Hadfield, “Briton and
Scythian: Tudor Representations of Irish Origins”, Irish Historical Studies, vol. 28, nº 112, 1993, pp. 390-408.
96
William Camden, Britannia, op. cit., p. 122. Tanto Camden cuanto John Speed, The theatre of the empire of Great
Britain, Londres, 1625, p. 137, y Edmund Spenser, A Veue of the present state of Irelande, op. cit., p. 197, descartan
esos orígenes irlandeses míticos como una construcción autocomplaciente.
97
John Hooker, “The chronicles of Ireland”, en Raphael Holinshed, Holinshed’s chronicles of England, Scotland and
Ireland [1587], 1808, reproducido en Charles Carlton, Bigotry and blood, Chicago, Nelson-hall, 1977, pp. 8-12.
98
Queen to Essex, 23 de julio de 1574, en Walter Bourchier Devereux, Lives and Letters of the Devereux, Earls of
Essex in the Reigns of Elizabeth, James 1, and Charles 1, 1540-I646, Londres, 1853, I, pp. 73-74.
99
Nicholas P. Canny, “The Ideology of English Colonization: From Ireland to America”, The William and Mary
Quarterly, tercera serie, vol. 30, nº 4, 1973, pp. 575-598.
100
Sidney a Leicester, 1 de marzo de 1566, S.P. 63/16, nº 35, P.R.O.
101
André Thevet, The new found worlde, or Antarticke, trad. de T. Hacket, Londres, 1568, p. 9.
102
Sidney se refirió a Shane O’Neill como “that cannibal”, y sir John Davies, medio siglo después, sostuvo que los
irlandeses eran “little better than Cannibals who do hunt one another”. John Davies, A Discovery of the True Causes
why Ireland was never Entirely subdued, nor brought under obedience of the Crowne of England until the beginning
of the happy reign of King James, en Henry Morley (ed.), The Carisbrooke Library, X (Londres, 1890), y Sidney a
Leicester, 1 de marzo de 1566, op. cit., cit. en Nicholas P. Canny, “The Ideology…”, op. cit., pp. 575-598.
103
En su traducción parcial de la obra de Pedro Mártir de Anglería, Richard Eden sugería que los ingleses en Irlanda
emularan el ejemplo español en el Nuevo Mundo. Richard Eden, “Preface”, en Petrus Martyr Anglerius, The Deca-
des of the newe worlde or West India, trad. de Richard Eden, Londres, 1555, s/p.
104
Citado en Nicholas Canny, “Edmund Spenser and the Development of an Anglo-Irish identity”, Yearbook of
English Studies, 13, 1983, pp. 16-17.
105
Barnabe Rich, A New Description of Ireland, 1616, Bii.
106
Miguel de Cervantes Saavedra, Obras Completas, op. cit., vol. II, p. 1462.
107
E. Spenser, A Veue of the present state of Irelande, op. cit., p. 74: “usan todo tipo de comportamiento bestial que
pueda existir, oprimen a todos los hombres, arruinan a los súbditos como a los enemigos, roban, son crueles y san-
guinarios, llenos de venganza, disfrutan de la ejecución, licenciosos, blasfemos, violadores de mujeres y asesinos de
niños”. Véase Andrew Hadfield, “Briton and Scythian…”, op. cit.
108
N. Butter, Newes from Ireland, 1608, y The over-throw of an Irish rebell, in a late bataille, 1608, cit. en David
O’Hara, English Newsbooks and Irish Rebellion, 1641-1649, Dublin, Four Courts Press, 2006, p. 16.
109
A continuation of the diurnall of passages in parliament, 7, 28 de febrero de 1642, p. 52.
110
N. Butter, Worse and worse newes from Ireland, marzo de 1642, p. 2.
111
Weekly account, 46, 4 de noviembre de 1646, p. 2, y Weekly account, 13, 2 de abril de 1645, p. 5.
112
Citaré solo dos ejemplos entre muchos. A new remonstrance from Ireland. Declaring the barbarous cruelty and
inhhumanity of the Irish rebels against the Protestants there. Also an exact discovery of the manners and behaviour
of the Irish renegadoes here in England, with infallible notes whereby they may ne known and distinguished, together
with the places they usually frequent and many other things remarkable, Londres, George Tomlinson, 1642. También
A brief declaration of the barbarous and inhumane dealings of the Northern Irish rebels and many others in several
countries up rising against the English that dwelt both lovingly and securely among them. Written to excite the
English nation to relieve our poor wives and children that have escaped the rebels savage cruelty and that shall
arrive safe among them in England, and in exchange to send aid of men, and means forthwith to quell their boundless
insolencies, with certain encouragements to the work, por G. S. Minister of God’s word in Ireland. Published by
direction from the state of Ireland. Londres, printed by A. N. for Abel Roper, 1641.
113
Ibid., p. 6.
114
A remonstrance of diverse remarkable passages concerning the church and kingdom of Ireland, recommended by
letters from the right honourable the lords justices and council of Ireland, and presented by Henry Jones doctor in
divinity and agent for the ministers of the gospel in that kingdom, to the honourable House of Commons in England,
Londres, Printed for Godfrey Emerson and William Bladen, 1642, p. 2.
115
Por ejemplo, el 29 de junio de 1641 John Mountgomery, de Clounish en Monaghan, declaró: “the rebels murdered
of his knowledge at the least foursecore Protestants and commited a number of other wicked barbarous and noto-
rious robberies and actions, and by their own relation robbed, stripped naked, killed and drowned 45 of the Scots at
one time… and 80 English by drowning and throwing them all over the bridge of Portdown… into the river Bann”.
tcd, ms 839, f. 65.
describe el estado del reino. Allí, se destaca el crecimiento de las fuerzas rebeldes y se enfatiza
especialmente que se esfuerzan en probar “quién puede ser más bárbaramente exquisito en el
tormento de los pobres protestantes”, afirmación que es seguida por un listado escalofriante de
vejámenes.116 Cuando el propio Cranford tiene que describir “esta funesta tragedia, en la que
cada paso se da sobre sangre”, opta inmediatamente por referirse a “las pérfidas atrocidades y
crueldades bárbaras cometidas por los papistas irlandeses sobre las personas de los protestantes”.117
Lo más interesante es que algunas de las imágenes incluidas por Cranford en su obra que se
asocian con la tradición martirológica inglesa son puestas por el autor en relación inmediata con
el tema de la barbarie. El ejemplo más notable es el de la mujer del pastor martirizada en la es-
tampa de la página 47, cuya historia es relatada detalladamente en el texto de la hoja anterior,
que termina con la pregunta “¿Hubo acaso alguna vez tal barbarie entre los paganos?”.118 Tam-
bién sir John Temple hizo lugar repetidamente a la dicotomía entre la cruel barbarie irlandesa y
la inocencia de los pobres protestantes martirizados, que en un principio ni siquiera atinaron a
defenderse.119 Poco después de su arribo a Dublin, el propio Oliver Cromwell denunció a los
“irlandeses bárbaros y sedientos de sangre”, aunque prometió que el ejército parlamentario no
actuaría contra las personas ni los bienes de aquellos que no participaron en la rebelión.120
116
James Cranford, The Tears of Ireland. Wherein is lively presented as in a map a list of the unheard of cruelties and
perfidious treacheries of blood thirsty Jesuits and the Popish Faction, Londres, 1642, “Courteous reader”, s/p.
117
Ibid., p. 20.
118
Ibid., p. 46.
119
Sir John Temple, The Irish rebellion, Londres, 1646, p. 3.
120
“Barbarous and bloodthirsty Irish, and the rest of their adherents and confederates”, Writings and Speeches of
Oliver Cromwell, ed. Abbott, ii, 107, 111-112, cit en Michéal Siochrú, “Atrocity, codes of conduct and the Irish in
the British civil Wars 1641–1653”, Past and Present, 195, mayo de 2007, 55-86, p. 76.
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——, “The Ideology of English Colonization: From Ireland to America”, The William and Mary Quarterly, tercera
serie, vol. 30, nº 4, 1973, pp. 575-598.
121
También es cierto que, tras Wexford y Drogheda, la prensa realista extendió las ya habituales acusaciones contra
los irlandeses a las tropas parlamentarias, pues destacó la “crueldad inhumana” de las fuerzas de Cromwell en Drog-
heda y sostuvo que de los tres mil muertos, dos mil eran mujeres y niños, por lo que la “bárbara crueldad de ese acto
aborrecible no tiene paralelo con ninguna otra de las anteriores masacres de irlandeses”, The Man in the Moon, 24,
26 de septiembre-10 de octubre de 1649, y 26, 17-24 de octubre de 1649. Cit. en Siochrú, “Propaganda, rumour and
myth: Oliver Cromwell and the massacre at Drogheda”, en David Edwards, Padraig Lenihan y Clodagh Tait (eds.),
Age of Atrocity. Violence and Political Conflict in Early Modern Ireland, Dublin, Four Courts Press, 2007, p. 266.
Resumen / Abstract
Representaciones de la barbarie europea Representations of European and American
y americana durante los siglos xvi y xvii barbarity during the xvi and xvii Centuries
El artículo propone un estudio de las representaciones The article studies visual and textual representations
visuales y textuales de la barbarie en la temprana of barbarity in Early Modern Europe, in an attempt
modernidad, en busca de indicios de los recursos to trace the ways in which identity was constructed
utilizados por los europeos de entonces para construir as a part of a conflictive relationship with others
su propia identidad en relación, muchas veces from the Old and New Worlds. Hence, the cases in
conflictiva, con sus concepciones de los otros del which encounters with others triggered reflections
Viejo y el Nuevo Mundo. De allí que se consideren by Europeans about their own existence in present
especialmente los casos en que el vínculo con esos and past times. The uses of the term “barbarian”
otros implicó reflexiones de diverso tipo sobre la in the relationships between the English and the
propia existencia en el presente y en el pasado. Se Irish during the seventeenth century are also
estudia también el uso del término bárbaro en las studied. In this case, the notion implied a denial
relaciones entre ingleses e irlandeses a mediados del of empathy and a dehumanization of the adversary
siglo xvii, cuando el uso de los conceptos “bárbaro” that conditioned a series of mass killings and
y “barbarie” estuvo entre los condicionamientos de deportations.
la imposibilidad de toda empatía, la negación de la
humanidad del adversario y, finalmente, una serie de Keywords: Barbarian - Representations - Early
matanzas y deportaciones descomunales. Modern Europe - Identities
H ijo del abogado privado del magnate J. P. Morgan, Barrington Moore Jr. (1913-2005) es-
tudió entre 1932 y 1936 en el conocido Williams College (de Williamstown, Massachu-
setts), donde se licenció en cultura clásica. Además de estudiar las odas, las sátiras y las epís-
tolas de Horacio, los poemas de Homero y la Apología de Platón, Moore Jr. se familiarizó con
la historia de las civilizaciones griega y romana a partir de la lectura de los textos originales, y
se dedicó a la comparación entre sus estructuras políticas, económicas y sociales. En el último
año de la licenciatura asistió a un curso sobre civilizaciones medievales, dictado por Richard
Ager Newhall, en el que se veía el desarrollo histórico de Europa y del Mediterráneo, desde la
decadencia del Imperio Romano hasta el Renacimiento, y desde la consolidación del papado
hasta el feudalismo y la expansión del Islam. Si a esto se suman los cursos sobre literatura
francesa, biología, física, retórica, arte antiguo –desde el Egipto preclásico hasta el Renaci-
miento italiano–, se puede comprender mejor el modo en que se desarrolló la erudición pro-
funda y el tipo de humanismo que caracterizarían al pensamiento de Moore Jr.1
Fue también en el Williams College donde comenzó a interesarse por las obras de William
Graham Sumner (1840-1910), autor del clásico Folkways (1906),2 y de Albert Galloway Keller
(1874-1956). Sociólogo y antropólogo, Keller fue asistente de Sumner,3 con quien escribió uno
4
William G. Sumner y Albert Keller, The Science of Society, 4 vols., New Haven, Yale University Press, 1927.
5
Sobre Keller historiador del colonialismo europeo, véase, por ejemplo, “The Beginnings of German Colonization”,
Yale Review, 1901; “The Colonial Policy of the Germans”, Yale Review, 1902; “Notes on the Danish West Indies”,
Annals of the American Academy of Political and Social Science, vol. 22, nº 1, 1903; “Portuguese Colonization in
Brazil”, Yale Review, 1906; Colonization: A Study of the Founding of New Societies, Boston, Ginn & Co., 1908.
6
Gerardo L. Munck y Richard Snyder, Passion, Craft, and Method in Comparative Politics, Baltimore, The Johns
Hopkins University Press, 2007, capítulo titulado “Barrington Moore Jr. ‘The Critical Spirit and Comparative Histo-
rical Analysis’”, pp. 86-112, en especial pp. 89-90. Robert Jackall, “The Education of Barrington Moore, Jr.”, op.
cit., p. 677.
7
Barrington Moore, Jr., Moral Aspects of Economic Growth and Other Essays, Ithaca, Cornell University Press,
1998, p. ix: “All of these essays have to do with issues of authority, inequality and justice, issues that have preoccu-
pied me since my days as a graduate student at Yale University before the Second World War”.
8
Richard Hofstadter, “William Graham Sumner, Social Darwinist”, The New England Quarterly, vol. 14, nº 3, 1941,
pp. 457-477, artículo reimpreso en Social Darwinism in American Thought, 1860-1915 [1944], Boston, Beacon
Press, 1955, pp. 51-56; Robert C. Bannister Jr., “William Graham Sumner’s Social Darwinism: a Reconsideration”,
History of Political Economy, vol. 5, nº 1, 1973, pp. 89-109; Mike Hawkins, Social Darwinism in European and
American Thought, 1860-1945: Nature as Model and Nature as Threat, Cambridge, Cambridge University Press,
1997, pp. 109-121. Para dos síntesis recientes que analizan tanto el evolucionismo de Sumner como su inmensa
deuda con Herbert Spencer, véase Craig Calhoun, “Sociology in America: An Introduction”, y Daniel Breslau, “The
American Spencerians: Theorizing a New Science”, ambos ensayos en Craig Calhoun (ed.), Sociology in America:
A History, Chicago, University of Chicago Press, 2007, pp. 1-38 y 39-62, respectivamente.
9
Para el evolucionismo de Keller véase su Societal Evolution: a Study of the Evolutionary Basis of the Science of
Society, Nueva York, Macmillan, 1915, que tuvo varias ediciones y formó a generaciones de sociólogos norteameri-
canos. Sobre el método comparativo en el campo antropológico, desde su creación con Edward B. Tylor en 1889,
véase la síntesis de E. A. Hammel, “The Comparative Method in Anthropological Perspective”, Comparative Studies
in Society and History, vol. 22, nº 2, 1980, pp. 145-155. El ensayo fundador de Edward Tylor se titula “On a Method
of Investigating the Development of Institutions: Applied to Laws of Marriage and Descent”, Journal of Royal
Anthropological Institute, vol. 18, 1889, pp. 245-269.
El contexto histórico al que nos hemos referido pone de manifiesto una enorme proximidad
–para no decir promiscuidad– entre el campo científico y el campo político, militar y econó-
mico. Las principales universidades norteamericanas de la Ivy League, con las universidades
de Yale, Harvard y Stanford a la cabeza, participaron desde un comienzo en el esfuerzo de la
Guerra de 1939 a 1945.12 Y, en un segundo momento, es decir, durante la Guerra Fría, se trans-
formaron en un poderoso instrumento de la consolidación geopolítica de los Estados Unidos
de América.13 En este sentido, las ciencias sociales sacaron provecho de las circunstancias
10
De una extensa lista de publicaciones de Murdock, destacamos el “Atlas Etnográfico”, publicado en la revista
Ethnology (fundada por él mismo) desde 1962, basado en los datos de seiscientas sociedades recogidos por Murdock
y otros colegas de Yale, desde 1930. Estos datos constituían lo que Murdock llamaba “World Ethnografic Sample”,
el núcleo de Cross-Cultural System, que más tarde se convirtió en la Human Relations Area Files, que reunía hechos
etnográficos de trescientas culturas (organizados en setecientas entradas culturales distintas). Para comprender mejor
el marco analítico propuesto por Murdock, basado en el concepto de universales culturales, véase su texto “The
Common Denominator of Cultures”, incluido en Ralph Linton (ed.), The Science of Man in the World Crisis, Nueva
York, Columbia, 1945, pp. 123-142; y la producción contemporánea de la Human Relations Area Files, en particular
su Encyclopedia of World Cultures, 10 vols., Nueva York, Macmillan/Gale, 1996. Véase, además, Marvin Harris, The
Rise of Anthropological Theory: a History of Theories of Culture [1968], Walnut Creek, ca, AltaMira Press, 2001,
cap. xxi: “Statistical Survey and the Nomothetical Revival”, pp. 605-643.
11
Sobre la Human Relations Area Files, que aún no ha tenido un tratamiento extensivo, véase Marvin Harris, The Rise
of Anthropological Theory, op. cit., pp. 158-159, 450-452 y 612-615; Eric B. Ross, “Peasants on Our Minds: Anthro-
pology, the Cold War, and the Myth of Peasant Conservatism”, en Dustin M. Wax (ed.), Anthropology at the Dawn of
the Cold War. The Influence of Foundations, McCarthyism, and the CIA, Londres, Pluto Press, 2008, pp. 108-132, en
especial pp. 112, 114; Ward H. Murdock Goodenough, “Bridge: From Sumner to hraf to sccr”, Cross-Cultural
Research, vol. 30, 1996, pp. 275-280; Joseph Tobin, “hraf as Radical Text?”, Cultural Anthropology, vol. 5, 1990,
pp. 473-487. Sobre Murdock y Hoover y el macartismo véase David H. Price, Threatening Anthropology: McCar-
thyism and the FBI’s Surveillance of Activist Anthropologists, Duke University Press, 2004, cap. iv: “Hoover’s infor-
mer”, pp. 70-89. Véase, además, John W. M. Whiting, “George Peter Murdock (1897-1985)”, American Anthropolo-
gist, vol. 88, nº 3, 1986, pp. 682-686.
12
Véase el caso de Margaret Mead en Carleton Mabee, “Margaret Mead and behavioral scientists in World War ii:
problems in responsibility, truth, and effectiveness”, Journal of the History of the Behavioral Sciences, vol. 23, 1987,
pp. 3-13.
13
Para la relación especial entre la Universidad de Yale y la de Stanford y las instancias gubernamentales norteame-
ricanas, véanse Robin Winks, Cloak and Gown: Scholars in the Secret War, 1939-1961 [1987], New Haven, Yale
University Press, 1996; Rebecca S. Lowen, Creating the Cold War University: The Transformation of Stanford,
Berkeley, University of California Press, 1997. Para un conjunto de estudios sobre el asunto véase Christopher Simp-
son (ed.), Universities and Empire: Money and Politics in the Social Sciences during the Cold War, Nueva York, The
New Press, 1998. Para un conjunto de testimonios críticos de fíguras científicas muy relevantes en la época –de
Immanuel Wallerstein a Noam Chomsky y Howard Zinn– acerca de la relación entre las universidades norteameri-
canas y el gobierno en la posguerra, véase Noam Chomsky et al. (eds.), The Cold War and the University: Toward
an Intellectual History of the Postwar Years, Nueva York, The New Press, 1997. Para una lectura menos asertiva de
la subordinación de la academia a la política y crítica respecto de la excepcionalidad del período comparado con
momentos anteriores, véase Ellen W. Schrecker, No Ivory Tower: McCarthyism and the Universities, Nueva York,
Oxford University Press, 1986.
14
Stuart W. Leslie, The Cold War and American Science: The Military-Industrial-Academic Complex at MIT and
Stanford, Nueva York, Columbia University Press, 1993; Ron Robin, Making the Cold War Enemy: Culture and
Politics in the Military-Intellectual Complex, Princeton, nj, Princeton University Press, 2001.
15
Michael Lacey y Mary Furner (eds.), The State and Social Investigation in Britain and the United State, Cam-
bridge, Cambridge University Press, 1993.
16
David H. Price, “Cold War Anthropology: Collaborators and Victims of the National Security State”, Identities,
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the Cold War on Anthropology”, en Noam Chomsky et al.(eds.), The Cold War and the University..., op. cit., pp.
107-146; Herbert S. Lewis, “Anthropology, the Cold War, and Intellectual History”, en Regna Darnell y Frederic W.
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2004, pp. 51-55.
18
Mary Furner y Barry Supple (eds.), The State and Economic Knowledge: The American and British Experience,
Cambridge, Cambridge University Press, 1990; Michael A. Bernstein, Perilous Progress: Economists and Public
Purpose in Twentieth-Century America, Princeton, Princeton University Press, 2001; Michael E. Latham, Moderni-
zation as Ideology: American Social Science and “Nation Building” in the Kennedy Era, Chapel Hill, University of
North Carolina Press, 2000; David C. Engerman et al. (eds.), Staging Growth: Modernization, Development, and the
Global Cold War, Amherst/Boston, University of Massachusetts Press, 2003.
19
Ellen Herman, “The Career of Cold War Psychology”, Radical History Review, nº 63, 1995, pp. 53-85; The Ro-
mance of American Psychology: Political Culture in the Age of Experts, Berkeley, ca, University of California Press,
1995.
20
Andrew Abbott y James T. Sparrow, “Hot War, Cold War: The Structures of Sociological Action, 1940-1955”, en
Craig Calhoun (ed.), Sociology in America: A History, op. cit., pp. 281-313; Edward Shils, “Tradition, Ecology, and
Institution in the History of Sociology”, en The Calling of Sociology and Other Essays on the Pursuit of Learning,
Chicago, University of Chicago Press, 1980, pp. 165-256.
21
Ellen Herman, “Project Camelot and the Career of Cold War Psychology”, en Simpson (ed.), op. cit., pp. 97-133;
Ron Robin, Making the Cold War Enemy, op. cit., cap. xx: “Paradigm Lost: The Project Camelot Affair”, pp. 206-
225; Mark Solovey, “Project Camelot and the 1960s epistemological revolution: rethinking the politics-patronage-
social science nexus”, Social Studies of Science, vol. 31, 2001, pp. 171-206.
22
Mark C. Smith, Social Science in the Crucible: The American Debate over Objectivity and Purpose, 1918-1941,
Durham, nc, Duke University Press, 1994, pp. 212-252; Dorothy Ross, The Origins of American Social Science,
Cambridge, Cambridge University Press, 1991, cap. “Scientism”, pp. 390-470. Sobre el behaviourismo en la acade-
mia norteamericana y las teorías de la modernización, véase Nils Gilman, Mandarins of the Future: Modernization
Theory in Cold War America, Baltimore, Johns Hopkins University Press, 2003, cap. “The Harvard Department of
Social Relations and the Intellectual Origins of Modernization Theory”, pp. 72-112; Ron Robin, Cloak and Gown:
Scholars in the Secret War, op. cit., cap. “Inventing the Behavioral Science”, pp. 19-37. Sobre las ciencias sociales
en Harvard y sobre el departamento de Relaciones Sociales, véase Morton Keller y Phyllis Keller, Making Harvard
Modern: The Rise of America’s University, Nueva York, Oxford University Press, 2001, pp. 79-95 y 217-221.
23
Roger Geiger, “American Foundations and Academic Social Science, 1945-1960”, Minerva, vol. 26, 1988, pp.
315-341; Donald Fisher, Fundamental Development of the Social Sciences: Rockefeller, Philanthropy, and the Uni-
ted States Social Science Research Council, Ann Arbor, University of Michigan Press, 1993; Daniel Kleinman y
Mark Solovey, “Hot Science/Cold War: The National Science Foundation After wwii”, Radical History Review, vol.
63, 1995, pp. 110-139; Mark Solovey, “Project Camelot and the 1960s epistemological revolution: rethinking the
politics-patronage-social science nexus”, op. cit.; Hunter Crowther-Heyck, “Patrons of the Revolution: Ideals and
Institutions in Postwar Behavioral Science”, Isis, vol. 97, nº 3, 2006, pp. 420-446.
24
Lamentablemente y por el momento, no existen estudios de esta naturaleza sobre Portugal. Para una lectura crítica
de la llamada “Cold War Social Science” (en vez de “Social Science in the Cold War”) y del complejo militar-indus-
trial-intelectual, proponiendo una lectura más matizada y contextualizada, véase David C. Engerman, “Rethinking
Cold War Universities: Some Recent Histories”, Journal of Cold War Studies, vol. 5, nº 3, 2003, pp. 80-95; “Social
Science in the Cold War”, Isis, vol. 101, 2010, pp. 393-400; Mark Solovey, “Introduction: Science and the State
during the Cold War: Blurred Boundaries and a Contested Legacy”, Social Studies of Science, vol. 31, nº 2, 2001, pp.
165-170; Joel Isaac, “The Human Sciences in Cold War America”, Historical Journal, vol. 50, nº 3, 2007, pp. 725-
746. Para abordajes que revelan la existencia de fenómenos similares desde fines del siglo xix, véanse John M.
Jordan, Machine-Age Ideology: Social Engineering and American Liberalism, 1911-1939, Chapel Hill, University
North Carolina Press, 1994; Dorothy Ross, “The Development of the Social Sciences in America, 1860-1920”, en
Alexandra Oleson y John Voss (eds.), The Organization of Knowledge in Modern America, 1860-1920, Baltimore,
Johns Hopkins University Press, 1979, pp. 107-138.
25
Bruce Cumings, “Boundary Displacement: Area Studies and International Studies during and after the Cold War”,
en Christopher Simpson (ed.), Universities and Empire, op. cit., pp. 159-188; “Boundary Displacement: The State,
the Foundations, and Area Studies during and after the Cold War”, en Masao Miyoshi y Harry D. Harootunian (eds.),
Learning Places: The Afterlives of Area Studies, Durham, nc, Duke University Press, 2002, pp. 261-302; Immanuel
Wallerstein, “The Unintended Consequences of Cold War Area Studies”, en Chomsky et al. (eds.), The Cold War and
the University..., op. cit., pp. 195-232; Vincente Rafael, “The Cultures of Area Studies in the United States”, Social
Text, vol. 41, nº 1, 1994, pp. 91-111. Para la importancia de la Carnegie Corporation y el surgimiento y la consolida-
ción de los estudios de área, véase Roger Geiger, “American Foundations and Academic Social Science, 1945-
1960”, op. cit., pp. 318-323. Para una reflexión sobre el mismo problema, véase además el clásico de Edward Said,
Orientalism [1978], Nueva York, Pantheon, 1989.
26
David C. Engerman, Know Your Enemy:The Rise and Fall of America’s Soviet Experts, Oxford, Oxford University
Press, 2009. Para el caso paralelo de la política cultural norteamericana en Europa, con la participación de la Ford
Foundation y de la cia, véase Volker R. Berghahn, America and the Intellectual Cold Wars in Europe, Princeton,
Princeton University Press, 2002.
27
Para el Office of Strategic Services, véase Barry M. Katz, Foreign Intelligence: Research and Analysis in the Office
of Strategic Services, 1942-4, Cambridge, ma, Harvard University Press, 1989, cap. v: “Social Science in One Cou-
ntry: The ussr Division”; Richard Harris Smith, OSS: The Secret History of America’s First Central Intelligence
Agency [1972], NuevaYork, The Lyons Press, 2005. Para la vinculación de Yale, véase Robin Winks, Cloak and
Gown, op. cit. Acerca del predominio de una idea unificada de ciencias sociales, véase Dorothy Ross, “Changing
Contours of the Social Science Disciplines”, en Theodor M. Porter y Dorothy Ross (eds.), The Cambridge History
of Science, vol. 7: The Modern Social Science, Cambridge, Cambridge University Press, 2003, pp. 205-237.
28
David C. Engerman, Social Science in the Cold War, op. cit., pp. 396-397. Para la historia del “Title vi”, véase
<http://www2.ed.gov/about/offices/list/ope/iegps/history.html>; Patrick O’Meara, Howard D. Mehlinger y Roxana
Ma Newman (eds.), Changing Perspectives on International Education, Bloomington, in, Indiana University Press,
2001, primera parte: “Title vi and International Studies in the United States: An Overview”, pp. 1-48. Para el papel
de la cia y su relación con los estudios de área y los estudios internacionales, véase Bruce Cumings, “Boundary
Una vez concluido su doctorado en Sociología en Yale bajo la orientación de Keller, con una
tesis titulada Social Stratification: A Study in Cultural Sociology (1941), Barrington Moore in-
gresó en el Departamento de Justicia norteamericano, donde conoció a Morris Janowitz y tra-
bajó bajo la responsabilidad del ya mencionado Harold Lasswell.29 El primero renovó, junto con
Samuel Huntington y Michael Howard, el estudio de los fenómenos militares en el desarrollo
político de las sociedades contemporáneas; mientras que Lasswell fue, a la par del famoso his-
toriador diplomático William Langer, uno de los mayores reclutadores del ya mencionado de-
partamento. Moore Jr. entró de inmediato en el oss, donde conoció a un notable grupo de emi-
grados alemanes, entre los que se encontraban Herbert Marcuse (según Moore Jr., uno de sus
mejores amigos, y en el organigrama de la organización su superior directo), Franz Neumann y
Otto Kircheimer. Todos ellos habían sido miembros del Institut für Sozialforschung, institución
de referencia para las ciencias sociales alemanas y europeas. Fue con estos intelectuales que
Moore Jr. aprendió a “disolver el marxismo y a usarlo en lo que escribía”, para decirlo con sus
propias palabras. Durante la estadía en el oss, siempre según el autor, comenzó a tomar forma
el proyecto de investigación más tarde publicado en la obra, cuya traducción al portugués ahora
se reedita, Los orígenes sociales de la dictadura y de la democracia. La recolección de informa-
ción sobre sociedades particulares, como la austríaca, sobre la cual escribió un informe, o las
investigaciones sobre temas concretos, como la que realizó sobre las formas históricas del co-
munismo alemán, por cierto influyeron en el modo en que desarrolló sus investigaciones futu-
ras.30 En este mismo contexto, publicó “The Communist Party of the usa: An Analysis of a So-
cial Movement”, en la American Political Science Review (1945), e inició una serie de trabajos
sobre la sociedad soviética, contribuyendo así a la industria naciente de estudios sobre el ene-
migo.31 Tras una muy breve estadía en la Universidad de Chicago (1945-1947), su primer puesto
académico, donde compartió una experiencia de enseñanza con David Riesman, autor del fa-
moso estudio The Lonely Crowd (1953), Moore Jr. entró en Harvard en 1947. Talcott Parsons
era allí el jefe indiscutido del Departamento de Relaciones Sociales. Como el mismo Moore Jr.
Displacement: Area Studies and International Studies during and after the Cold War”. Acerca de la participación de
Rostow, contada por él mismo, véase su Concept and Controversy: Sixty Years of Taking Ideas to Market, Austin,
University of Texas Press, 2003, cap. iv: “The Death of Stalin, 1953: The Timing May Have Been Off”, pp. 96-136,
en especial pp. 97, 112-117. Sobre las ciencias sociales y el Tercer Mundo, véase el clásico de Irene Gendzier, Ma-
naging Political Change: Social Scientists and the Third World, Boulder, co, Westview Press, 1985.
29
De su tesis de doctorado surgió su primera publicación, “The Relation between Social Stratification and Social
Control”, Sociometry, vol. 5, nº 3, 1942, pp. 230-250, que según Moore Jr. se trataba de un intento por emular los
trabajos de George Peter Murdock.
30
Gerardo L. Munck y Richard Snyder, Passion, Craft, and Method in Comparative Politics, op. cit., pp. 90-92, en
especial p. 91. De Janowitz, véase sobre todo Military Institutions and Coercion in the Developing Nations: The
Military in the Political Development of New Nations, Chicago, Chicago University Press, Midway Reprint, 1988
[versión ampliada de The Military in the Political Development of New Nations, de 1964]). Sobre el grupo de la
Escuela de Frankfurt, véase Barry M. Katz, “The Criticism of Arms: The Frankfurt School Goes to War”, Journal of
Modern History, vol. 59, 1987, pp. 439-478 (con las respectivas bibliografías), así como los clásicos estudios de
Martin Jay, The Dialectical Imagination: A History of the Frankfurt School and the Institute of Social Research,
1923-1950 [1973], Londres, Heinemann Educational Books, 1976, y Permanent Exiles: Essays on the Intellectual
Migration from Germany to America, Nueva York, Columbia University Press, 1985, pp. 28-61.
31
Barrington Moore Jr., “The Communist Party of the usa: An Analysis of a Social Movement”, American Political
Science Review, vol. 39, nº 1, 1945, pp. 31-41.
32
Barrington Moore Jr., “The New Scholasticism and the Study of Politics”, en Political Power and Social Theory.
Seven Studies [1958], Nueva York, Harper & Row, 1962, pp. 89-110, aquí pp. 92, 93, 101; ensayo originalmente
publicado en World Politics, vol. 6, nº 1, 1953, pp. 122-138; “Strategy in Social Science”, en Political Power and
Social Theory, pp. 111-159; “Sociological Theory and Contemporary Politics”, American Journal of Sociology, vol.
61, nº 2, 1955, pp. 107-115. Para críticas más tardías, pero también más profundas, a los mismos procesos de exce-
siva determinación y formalización paradigmática de las ciencias sociales, véase Alvin Ward Gouldner, The Coming
Crisis of Western Sociology, Nueva York, Basic Books, 1970; Albert Hirschman, “The Search for Paradigms as a
Hindrance to Understanding”, en Paul Rabinow y William M. Sullivan (eds.), Interpretative Social Science: A Se-
cond Look, Berkeley, University of California Press, 1979, pp. 177-194.
33
Dennis Smith, “Discovering Facts and Values: The Historical Sociology of Barrington Moore”, en T. Skocpol (ed.),
Vision and Method in Historical Sociology, Nueva York, Cambridge University Press, 1984, pp. 313-355, en especial
pp. 313 y ss. Más recientemente, Dietrich Rueschemeyer, Usable Theory: Analytical Tools for Social and Political
Research, Princeton, Princeton University Press, 2009, p. 13, considera que la obra de Moore Jr., Social Origins of
Dictatorship and Democracy, era un buen ejemplo de un marco teórico que permanecía en gran medida implícito.
34
Barrington Moore Jr., “The New Scholasticism and the Study of Politics”, op. cit., p. 110. Para la calificación de
Moore como heredero del Iluminismo escocés y británico,véase James Sheehan, “Barrington Moore Jr. on Obe-
dience and Revolt”, Theory and Society, vol. 9, nº 5, 1980, pp. 723-734, en especial p. 733.
35
Barrington Moore Jr., “Tolerance and the Scientific Outlook”, en Robert Paul Wolff, Barrington Moore Jr. y Her-
bert Marcuse, A Critique of Pure Tolerance, Boston, Beacon Press, 1965, p. 55.
36
Sobre Bahía de Cochinos, véanse Arthur Schlesinger Jr., A Thousand Days: John F. Kennedy in the White House,
Boston, Houghton Mifflin, 1965, pp. 285-286; Lawrence Freedman, Kennedy’s Wars Berlin, Cuba, Laos, and Viet-
nam, Nueva York, Oxford University Press, 2000, pp. 123-245. Sobre la concretización política de la doctrina, véase
también Irving Bernstein, Promises Kept: John F. Kennedy’s New Frontier, Nueva York, Oxford University Press,
1991. Sobre el Academic Advisory Group, el think-tank liderado por el famoso Archibald Cox, creado a semejanza
del Brains Trust de F. D. Roosevelt (con sede en la Universidad de Columbia y responsable del New Deal), aún antes
de presentar su candidatura por el Partido Demócrata, véase el trabajo de Panagiotis Hatzis, The Academic Origins
of John F. Kennedy’s New Frontier, Montreal, Concordia University, umi, 1996. Sobre la historia de las relaciones
entre el mundo académico y la política norteamericana antes de Kennedy, especialmente centrada en el papel desem-
peñado por el Brains Trust en la formulación del New Deal, véase Elliot A. Rosen, Hoover, Roosevelt, and The
Brains Trust: From Depression to New Deal, Nueva York, Columbia University Press, 1977.
37
Michael Burawoy, “Introduction: The Resurgence of Marxism in American Sociology”, en Michael Burawoy y
Theda Skocpol (eds.), Marxist Inquiries. Studies of Labor, Class and States, suplemento de American Journal of
Sociology, vol. 88, 1982, pp. 1-30, en especial p. 1.
38
Barrington Moore Jr., Political Power and Social Theory, op. cit., pp. 30-31. Como dijo en Privacy: Studies in
Social and Cultural History, Armonk, ny, M. E. Sharpe, Inc., 1984, pp. ix-x: “No es la definición de privacidad y de
derechos privados del investigador lo que está en discusión aquí; es lo que los miembros de otras sociedades sintieron
acerca de estos asuntos y lo que hicieron en ese sentido, si es que alguna vez se interesaron por eso. Solo podemos
aprehender sus concepciones por medio de un examen paciente de fuentes que a menudo son limitadas y fragmenta-
rias. La producción de definiciones más detalladas solo es posible una vez que el investigador ha adquirido una gran
familiaridad con las fuentes. A esa altura, por otro lado, las definiciones precisas probablemente serán superfluas”
(las cursivas son nuestras). O, en otra formulación, en Authority and Inequality Under Capitalism and Socialism,
Oxford, Clarendon Press, 1987, p. 2: “Ser un purista de la coherencia conceptual puede convertirse en fin en sí
mismo que impide un pensamiento claro acerca del mundo real. En todo caso, la clarividencia conceptual solo es
posible después de haber aprendido algo acerca de alguna cosa”.
39
Barrington Moore Jr., Political Power and Social Theory, op. cit., pp. 223-224.
40
Ibid., p. 33.
41
Ibid., p. 44.
42
Ibid., pp. 36-37, 81.
43
Ibid., pp. 59-60.
44
Barrington Moore Jr., Political Power and Social Theory, op. cit., cap. 5: “Thoughts on the Future of the Family”,
p. 160. Véase Charles Wright Mills, “Professional Ideology of Social Pathologists”, American Journal of Sociology,
vol. 49, nº 2, septiembre de 1943, pp. 165-180.
45
Gerardo L. Munck y Richard Snyder, Passion, Craft, and Method in Comparative Politics, op. cit., pp. 93-94.
46
Barrington Moore Jr., Soviet Politics: The Dilemma of Power. The Role of Ideas in Social Change, Cambridge, ma,
Harvard University Press, 1950; Terror and Progress USSR: Some Sources of Change and Stability in the Soviet Dic-
tatorship, Cambridge, ma, Harvard University Press, 1954.
47
Barrington Moore Jr., “Strategy in Social Science”, en Political Power and Social Theory, op. cit., p. 159. Dennis
Smith, “Discovering Facts and Values”, op. cit., p. 322.
48
Clyde Kluckhohn, “Preface”, en Moore Jr., Soviet Politics, op. cit., pp. x-xi: “El Dr. Moore no pretende alcanzar
con su trabajo una integración completa de las ciencias sociales. Evita conscientemente la elaboración de síntesis
prematuras, de abstracciones innecesarias, de grandes esquematizaciones que presentan simetrías que solo son lógi-
cas (o seudo lógicas). Pero obtiene un admirable logro cuando explicita sus premisas y su modesta estructura teórica
en su totalidad y, de este modo, las hace pasibles de ser sometidas a una crítica racional”.
49
Gerardo L. Munck y Richard Snyder, Passion, Craft, and Method in Comparative Politics, op. cit., pp. 95-96.
Acerca de la importancia del método comparativo para Moore Jr., véase Dennis Smith, “Discovering Facts and Va-
lues”, op. cit., pp. 317-320.
Funcionalismo y marxismo
La cuestión de saber si las críticas de Barrington Moore Jr. a Talcott Parsons se debían a una
divergencia en el interior del mismo campo o a una oposición, de hecho, entre modos diferen-
tes de analizar lo social no parece ser de fácil respuesta. Se podría incluso pensar que, más que
una oposición entre dos sociólogos que coexistieron en la misma institución, se trató de un
cambio en buena medida determinado por una diferencia generacional. De todos modos, la
carrera de Moore Jr. parecería ser demasiado solitaria e independiente –quizá debido a la segu-
ridad de unas bases sociales y económicas tan distintas como las que disponía este heredero de
una enorme fortuna y apasionado navegante– como para poder compararla con el modelo más
escolástico de Parsons y sus discípulos, por lo menos en las dos décadas que siguieron a la
Segunda Guerra Mundial. Así, es sabido que en torno de Parsons y de su funcionalismo estruc-
tural florecieron importantes estudios de sociología histórica y comparada, tales como los de
Neil Smelser, Robert Bellah y Reinhard Bendix, aun cuando este último se haya opuesto al
sistema de análisis de Parsons. Seymour Martin Lipset desempeñó un papel activo en la auto-
nomización de la sociología política, basándose en Tocqueville, Weber, Michels y Marx. Ro-
bert Merton y, a su vez, sus discípulos –Peter Blau, Alvin Gouldner (ya citado en la nota 32,
que reveló ser un crítico filoso de la escuela que lo había formado, sin por ello dejar de sacar
provecho de los aspectos más voluntaristas de la acción de esa misma teoría) y Philip Selz-
nick– destacaron las consecuencias de la teoría weberiana de la burocracia, construyendo a
partir de ella las bases para una sociología de las organizaciones. Otro de los estudiantes de
Parsons, Harold Garfinkel, se inspiró en los trabajos de Alfred Schutz para desarrollar la etno-
metodología. Este breve inventario de nombres y orientaciones, muy rápido y forzosamente
incompleto, ilustra bien el modelo de escuela, debidamente institucionalizada a través de posi-
ciones académicas, en que un denominador común dio lugar a diferentes alternativas.51
A partir de la década de 1960, se produjo un cambio en los temas y en los objetos de la
sociología norteamericana, y podríamos incluso arriesgarnos a hablar de una alteración del
paradigma dominante. La oposición al estatus dominante de Parsons adquirió una nueva di-
mensión, sobre todo porque se constató la incapacidad del funcionalismo estructural para dar
cuenta de los nuevos procesos sociales en marcha. En primer lugar, las nuevas naciones del
Tercer Mundo, así como los modelos de modernización y de desarrollo concebidos como una
alternativa a Occidente entraron, con pleno derecho, en los marcos de la imaginación socioló-
gica. En este sentido, directamente asociado a los procesos de descolonización, se debe recor-
50
George Ross, Theda Skocpol, Tony Smith y Judith Eisenberg Vichniac, “Barrington Moore’s Social Origins and
Beyond: Historical Social Analysis since the 1960s”, en Theda Skocpol (ed.), Democracy, Revolution, and History,
Ithaca, Cornell University Press, 1998, pp. 1-21, cita en p. 1.
51
Para un examen crítico del funcionalismo estructural, véase Rueschemeyer, Usable Theory: Analytical Tools for
Social and Political Research, op. cit., pp. 36-37. Sobre la variante del funcionalismo estructural sugerida por Ed-
ward Shils, colaborador de Parsons, véase Diogo Ramada Curto, As múltiplas faces da história, Lisboa, Livros Ho-
rizonte, 2008, sub voce.
52
Barrington Moore Jr., “Sociological Theory and Contemporary Politics”, American Journal of Sociology, vol. 61,
nº 2, 1955, p. 107.
53
Michael Burawoy, “Introduction: The Resurgence of Marxism in American Sociology”, en Marxist Inquiries.
Studies of Labor, Class and States, op. cit., pp. 1, 4.
54
Jacques Revel, “History and the Social Sciences”, en Theodor M. Porter y Dorothy Ross (eds.), The Cambridge
History of Science, vol. 7: The Modern Social Sciences, Cambridge, Cambridge University Press, 2003, pp. 391-404.
Sobre Moore Jr. como un sociólogo solitario (“loner”), véase Dennis Smith, Barrington Moore Jr., op. cit., p. 4.
55
Jacques Revel, “History and the Social Sciences”, op. cit., p. 401.
56
Dennis Smith, Barrington Moore Jr., op. cit., pp. 6 y 165.
¿Qué sentido atribuir a la obra cuya traducción ahora se reedita, Los orígenes sociales de la
dictadura y de la democracia: El señor y el campesino en la formación del mundo moderno
(1966)? ¿Dependerá la determinación de este sentido sobre todo de las intenciones apuntadas
por el autor? ¿Será posible determinarlo mejor en función del contexto? Y en ese caso, ¿cuál
sería el contexto más pertinente? ¿O hay que reconstituir dicho sentido tomando en considera-
57
Ibid., p. 6.
58
Jacques Revel, “History and the Social Sciences”, op. cit., pp. 401-402.
59
Barrington Moore, Jr., “The Society Nobody Wants: A Look Beyond Marxism and Liberalism”, en Kurt H. Wolff
y Barrington Moore, Jr. (eds.), The Critical Spirit. Essays in Honor of Herbert Marcuse, Boston, Beacon Press, 1967,
pp. 401-418, en especial p. 401.
60
Ibid., p. 418.
61
Para algunos de los principales análisis críticos sobre el libro de Moore Jr. véanse J. H. Plumb, “How It Happened”,
New York Times Book Review, nº 171, 9 de octubre de 1966, p. 11; Gabriel Almond, reseña de Social Origins, American
Political Science Review, vol. nº 61, nº 3, 1967, pp. 768-770; R. Bendix, reseña de Social Origins, Political Science
Quarterly, vol. 32, nº 4, 1967, pp. 625-627; E. J. Hobsbawm, reseña de Social Origins, American Sociological Review,
vol. 32, nº 5, 1967, pp. 821-822; A. L. Stinchcombe, reseña de Social Origins, Harvard Educational Review, vol. 37, nº
2, 1967, pp. 290-293; Steven J. Rosenthal, reseña de Social Origins, Monthly Review, vol. 18, nº 4, 1967, pp. 30-36;
Lawrence Stone, “News from Everywhere”, New York Review of Books, 9, 24 de agosto de 1967, pp. 31-35; H. D. Ha-
rootunian, reseña de Social Origins, Journal of Asian Studies, vol. 27, nº 2, 1968, pp. 372-374; Gianfranco Poggi, review
en el British Journal of Sociology, vol. 19, nº 2, 1968, pp. 215-217; Ronald P. Dore, “Making Sense of History”, Archi-
ves Europeennes de Sociologie, x, 1969, pp. 295-305; S. Rothman, “Barrington Moore and the dialectics of revolution:
an essay review”, American Political Science Review, vol. 64, nº 1, 1970, pp. 61-83; Theda Skocpol, “A Critical Review
of Barrington Moore’s Social Origins of Dictatorship and Democracy”, Politics Society, vol. 4, nº 1, 1973, pp. 1-34;
Jonathan Wiener, “Review of Reviews”, History and Theory, vol. 15, nº 2, 1976, pp. 146-175. Véase además la coletánea
de ensayos críticos en Theda Skocpol (ed.), Democracy, Revolution, and History, Ithaca, Cornell University Press, 1998.
62
En su larga reseña de las reseñas de Los orígenes sociales de la dictadura y de la democracia, Jonhatan Wiener,
tras hacer una defensa acérrima de la obra de Moore, señala precisamente que el principal problema del libro es el
no reconocimiento del papel de los obreros en la Revolución Rusa. Jonathan Wiener, “Review of Reviews”, History
and Theory, vol. 15, nº 2, 1976, pp. 146-175.
63
Daniel Chernillo, A Social Theory of the Nation-State. The political forms of modernity beyond methodological
nationalism, Londres/Nueva York, Routledge, 2007, pp. 104-105.
64
Margaret Somers y Theda Skocpol afirman que la obra de Moore es uno de los marcos de aquello que llaman
“historia comparativa como análisis macrocausal”. Theda Skocpol y Margareth Somers, “The Uses of Comparative
History in Macrosocial Inquiry”, Comparative Studies in Society and History, vol. 22, nº 2, abril de 1980, pp.174-
197. Otros ejemplos de esta perspectiva eran, en la época de la publicación del artículo, Theda Skocpol, Estados e
revoluções sociais: análise comparativa da França, Rússia e China [1979], Lisboa, Presença, 1985; Frances V.
Moulder, Japan, China and the Modern World Economy, Cambridge, Cambridge University Press, 1977; Robert
Brenner, “Agrarian Class Structure and Economic Development in Pre-Industrial Europe”, Past & Present, nº 70,
1976, pp. 30-75, y “Agrarian Class Structure and Economic Development in Pre-Industrial Europe”, Past & Present,
vol. 97, nº 1, 1982, pp. 16-113, y Gary G. Hamilton, “Chinese Consumption of Foreign Commodities: A Compara-
tive Perspective”, American Sociological Review, 1977, vol. 43, pp. 877-891.
65
Respectivamente El 18 brumario de Luis Bonaparte y Revolución y contrarrevolución en Alemania.
66
Barrington Moore Jr., Reflections on the Causes of Human Misery and upon Certain Proposals to Eliminate Them,
Boston, Beacon Press, 1972, pp. 115-116: “As I tried to show in my Social Origins”.
67
Ibid., p. 150.
68
Ibid., p. 154.
69
Barrington Moore Jr., Reflections on the Causes of Human Misery…, op. cit., pp. 155-156.
Cualquier propuesta de lectura de la obra de Barrington Moore Jr. deberá comenzar por recono-
cer el lugar central que tuvo Los orígenes sociales... El libro fue publicado cuando el autor tenía
ya más de 50 años, y había sido precedido por dos grandes libros, que eran la afirmación de un
conocimiento especializado, sobre la Unión Soviética: los ya mencionados Soviet Politics (1950)
y Terror and Progress USSR (1954). En conjunto, estas tres obras revelan tanto el interés por el
estudio de casos con un perfil monográfico, como por el diseño de grandes marcos comparativos,
cuyas unidades de análisis eran los estados nacionales o imperiales. Alternando con esta orienta-
ción, Moore Jr. publicó volúmenes de ensayos breves o antologías de estudios más fragmenta-
rios, en los que las inquietudes teóricas y morales prevalecían sobre los ejercicios analíticos
propiamente dichos. Fue el caso del ya citado volume Political Power and Social Theory (1958)
y de las siguientes obras: Reflections on the Causes of Human Misery (1972), Authority and In-
equality Under Capitalism and Socialism (1987) y Moral Aspects of Economic Growth, and
Other Essays (1998). Ahora, nos interesa detenernos en las tres obras que, publicadas después de
Los orígenes sociales..., constituyen una prolongación de su proyecto analítico, centrado en es-
tudios de caso y en comparaciones: Injustice: The Social Basis of Obedience and Revolt (1978),
Privacy: Studies in Social and Cultural History (1984) y Moral Purity and Persecution in His-
tory (2000). Estos tres libros, el último de los cuales fue publicado cuando el autor tenía 87 años,
dan muestra del trabajo de alguien que nunca se cansó de buscar nuevos objetos de análisis.
En Injustice, Moore Jr. sentó las bases para una historia comparada de los movimientos
obreros; el trabajo se centra en el caso alemán, al que analiza en su relación con el proceso
70
Barrington Moore Jr., Injustice: The Social Basis of Obedience and Revolt, White Plans, NY, M. E. Sharpe Inc.,
1978, p. xiv.
71
Ibid., p. xvii.Vale la pena señalar que, más recientemente, la toma de distancia con respecto a la obra de Rawls A
Theory of Justice tampoco se hizo en nombre de concepciones filosóficas sino en relación con las experiencias de
vida. Véase Amartya Sen, The Idea of Justice [2009], Londres, Penguin Books, 2010.
72
Barrington Moore Jr., Privacy: Studies in Social and Cultural History, op. cit., p. 267. Con esta desprovincialización,
Moore Jr. se distanciaba de las interpretaciones, que cita en la bibliografía, de Hannah Arendt: The Human Condition;
“Privacy”, International Encyclopedia of the Social Sciences, vol. 12, pp. 480-487; Barry Schwartz, “The Social
Psychology of Privacy”, American Journal of Sociology, nº 73, 1968, pp. 741-752; E. Shils, “Privacy: Its Constitution
and Vicissitudes”, Law and Contemporary Problems, nº 31, 1966, pp. 281-306. También acerca del concepto de despro-
vincialización, relanzado por Dipesh Chakrabarty, véase su Provincializing Europe. Postcolonial Thought and Histori-
cal Difference, Princeton, Princeton University Press, 2007.
El conjunto de cuestiones planteadas en la obra de Moore Jr. –en particular las que dejaban al
descubierto el carácter necesario de la violencia en procesos de afirmación de la libertad o las
que colocaban dimensiones morales en el centro del análisis y la evaluación de los procesos
políticos, militares y económicos, subrayadas por James C. Scott y Edward Friedmann en el
prefacio a la reedición de Los orígenes sociales...– continúan siendo válidas para la compren-
sión del mundo contemporáneo. Su relevancia trasciende por mucho los contextos de su produc-
ción y de su recepción, ambos muy marcados por los agitados momentos de la década de 1960,
de la guerra de Vietnam a la escalada de la Guerra Fría y a la generalizada rebelión contra la
discriminación racial, étnica, social y económica y, claro está, de género. La demostración del
carácter inevitable de los costos sociales y humanos de los procesos de desarrollo económico,
73
Barrington Moore Jr., Privacy, op. cit., p. 268.
74
Ibid., pp. 267, 288
75
Barrington Moore, Jr., Moral Purity and Persecution in History, Princeton, Princeton University Press, 2000, pp. ix-x.
76
Edward Friedmann y James. C. Scott, “Foreword” a Barrington Moore Jr., Social Origins (edición de 1996), pp.
ix-xvi. Para un abordaje distinto y más reciente sobre los costos de los procesos de democratización, que curiosa-
mente no menciona el trabajo de Moore Jr., véase Michael Mann, The Dark Side of Democracy, Cambridge, Cam-
bridge University Press, 2005.
77
As Origens Sociais…, op. cit., p. 374.
78
Barrington Moore Jr., Reflections on the Causes of Human Misery and upon Certain Proposals to Eliminate Them,
op. cit., pp. 53 y ss.; Edward Friedmann y James C. Scott, “Foreword”, op. cit., pp. x-xi. La comparación entre su
perspectiva y la de Edward P. Thompson sería sin duda de gran utilidad. Cf. Edward P. Thompson, The Making of the
English Working Class, Nueva York, Vintage Classics, 1963, cap. 6: “Exploitation”, pp. 189-212. Sobre mecanismos,
procesos y acontecimientos, véase Charles Tilly, “Mechanisms in Political Processes”, Annual Review of Political
Science, vol. 4, 2001, pp. 21-41.
79
Edward Friedmann y James. C. Scott, “Foreword”, op. cit., p. xii.
80
Remitimos aquí al universo de cuestiones y debates suscitados por el libro de Francis Fukuyama, El fin de la his-
toria y el último bombre, Barcelona, Planeta, 1972.
81
Barrington Moore Jr., Moral Aspects of Economic Growth, and Other Essays, Ithaca, ny, Cornell University Press,
1998. Para un examen crítico de los estudios sobre las dimensiones morales del cambio político, incluido el impacto
de la obra de Moore Jr., véase Richard W. Wilson,“Moral Development and Political Change”, World Politics, vol.
36, nº 1, 1983, pp. 53-75.
82
Véase Barrington Moore Jr., Reflections on the Causes of Human Misery and upon Certain Proposals to Eliminate
Them, op. cit.
83
Véase su “What is not worth knowing”, en Moral Aspects of Economic Growth, op. cit., pp. 158-168.
84
Barrington Moore Jr., Reflections on the Causes of Human Misery and upon Certain Proposals to Eliminate Them,
op. cit., p. xvi.
85
Ibid., p. 2. Además, con respecto a la cuestión de las relaciones con Asia, Moore Jr. se mostraba igualmente crítico
de las políticas ocidentales que solo adoptaban un punto de vista liberal y, por incompetencia, eran incapaces de to-
mar en consideración las relaciones de las sociedades agrarias (ibid., p. 58).
86
Ibid., pp. 11-12.
87
Ibid., p. 40.
88
Ibid., p. 81. Según Moore Jr., una de las características del pensamiento radical, en la versión de Herbert Marcuse
en One-Dimensional Man (1964), era que el imperialismo norteamericano concentraba en sí mismo las tendencias a
la dominación y a la destrucción, las cuales eran, a su vez, un aspecto de la propia racionalidad científica de Occi-
dente (ibid., pp. 118 y 134-149).
89
Ibid., p. 82.
90
Ibid., p. 81.
91
Ibid., p. 114.
92
Ibid., p. 115.
93
Ibid., p. 117.
94
Ibid.
cada revolución realizó ciertos objetivos generales de liberación humana –con grandes costos
humanos– y llevó a cabo algo para alcanzarlos: el fin de la opresión religiosa y extranjera, la
abolición del derecho divino de los reyes y de las desigualdades de la dominación aristocrática,
el fin de la esclavitud en las plantaciones, la igualdad ante la ley, la posibilidad de establecer
un gobierno por y para los hombres libres (y, más tarde, para las mujeres libres), y la abolición
de muchos aspectos de la sociedad capitalista (en particular los ciclos económicos de super-
producción y el desempleo masivo).99
95
Barrington Moore Jr., Authority and Inequality under Capitalism and Socialism, Oxford, Clarendon Press, 1987, p. 2.
96
Ibid., p. 118.
97
Ibid., p. 123.
98
Barrington Moore Jr., Moral Aspects of Economic Growth and Other Essays, op. cit., p. 170.
99
Ibid.
* Término despreciativo para “persecutorio” originado en el nombre de la pide (Policía Internacional y de Defensa
del Estado), policía política del régimen conocido como Estado Novo en Portugal, liderado durante su mayor parte
por António de Oliveira Salazar. [N. de la T.]
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Entre la moral y la razón: la sociología histórica Between Morality and Reason: the Historical
de Barrington Moore Jr. Sociology of Barrington Moore Jr.
En este texto sobre la obra del sociólogo In this text about the work of Historical Sociologist
norteamericano Barrington Moore Jr. se analiza su Barrington Moore Jr., his research program is
programa de investigación, en especial el uso analyzed, especially the way in which he proficiently
ejemplar que hizo del método comparativo mobilized the comparative method to understand
para comprender fenómenos de larga duración. longue durée historical processes. This program
En su obra seminal, Orígenes sociales de la reached its full completion in his seminal work The
dictadura y la democracia: Señor y campesino en la Social Origins of Dictatorship and Democracy: Lord
formación del mundo moderno (1966) este proyecto and Peasant in the Making of the Modern World
se realizó de modo más significativo, revelando la (1966), in which Moore Jr. illuminates the diversity of
diversidad de caminos que conducen a la modernidad. trajectories that lead to modernity. This text also
Pero este artículo también procura, a partir de este delivers an ampler assessment of the international
caso individual, un análisis más amplio del campo academic field and, more specifically, of the
académico internacional y, sobre todo, de las relationships between the university and the political
relaciones entre la universidad y el campo político. sphere. Provider of a marked originality in his
Autor original por la forma como consiguió mantener historical reasoning, Moore Jr was born in an
una perspectiva singular sobre el proceso histórico, academic background powerfully characterized by the
Moore Jr. creció en un medio académico political constraint of research projects: in a context
norteamericano donde la investigación estaba of cold war, knowing the enemy became a crucial
condicionada por opciones políticas: en un contexto resource for governments. Moving beyond a mere
de guerra fría, conocer al enemigo se volvió un analysis of its content, the interpretation of his work
recurso crucial para los gobiernos. La interpretación offers significant indications of the historical context
de estos autores, más allá de un análisis interno de la of its production and of the ways in which specific
obra, da indicaciones importantes sobre el contexto analytical frameworks, methods, concepts and
histórico de su producción y sobre el modo como subject-matters became scientifically relevant, and
modelos de análisis, métodos, conceptos y objetos still persist today.
específicos se impusieron en un campo científico,
dejando un rastro todavía hoy muy presente. Keywords: Barrington Moore Jr. - Social Sciences -
Cold War
Palabras clave: Barrington Moore Jr. - Ciencias
sociales - Guerra Fría
El Colegio de México
1
Heinrich Heine, De l’Alemagne, ed. de Pierre Grapin, París, Gallimard, 1998, p. 428. Este artículo anticipa algunos
de los temas desarrollados en Christopher Domínguez Michael, Octavio Paz en su siglo, México, Aguilar, actual-
mente en prensa.
Viaje a la pampa
En los años treinta del siglo xx aparecen, ocupados en la patología de una nación que empezó
a desfallecer de improviso cuando había alcanzado una precoz madurez decimonónica, los
médicos y los curanderos argentinos, a quienes también he querido leer en paralelo con El la-
berinto de la soledad. Estos taumaturgos recuperan su historia clínica comenzada por Do-
mingo Faustino Sarmiento y convierten un poema ingenuo, el Martín Fierro (1872), no solo en
una epopeya nacional sino en un surtidero de problemas ontológicos. Cuando Ortega y Gasset
visita por primera vez la Argentina, en 1916, lo hace con la conciencia emocionada de ir al país
que, en el sur, es el contrapeso de los Estados Unidos. Su obra, dirá al regresar de Buenos Ai-
res, será desde ese momento tanto argentina como española. Los argentinos también siguen de
cerca (aunque algunos no lo confiesen) las Meditaciones sudamericanas (1930) de un conde
báltico, Joseph Keyserling, a las que seguirá la aparición de un clásico, la Radiografía de la
pampa (1933), de Ezequiel Martínez Estrada.
Paz, ocupado en el globo supra-ecuatorial (los Estados Unidos, Europa, la Unión Sovié-
tica, la India) nunca miró con demasiado detenimiento a América del Sur. Fue a Buenos Aires,
la ciudad que competía con la de México por la capitanía cultural latinoamericana, solo una
vez, hacia el final de su vida, en 1985. Iba, debe decirse, con la mejor de las intenciones, la de
fundar una edición sudamericana de Vuelta que retribuyese lo que Sur había sido para él en su
juventud: la revista que difundió sus poemas desde 1938 en el continente, en la que colaboró
con frecuencia hasta los años sesenta, donde Cortázar reseñó Libertad bajo palabra en 1949,
la tribuna desde la cual dio a conocer, en 1951, el artículo donde divulgaba el caso Rousset, que
esta inseguridad de la vida, que es habitual y permanente en las campañas, imprime, a mi pa-
recer, en el carácter argentino, cierta resignación estoica ante la muerte violenta, que hace de
ella uno de los percances inseparables de la vida, una manera de morir como cualquier otra, y
puede, quizá, explicar en parte, la indiferencia con que dan y reciben la muerte, sin dejar en los
que sobreviven, impresiones profundas y duraderas. 2
Paz dice casi lo mismo en El laberinto de la soledad sobre la indiferencia de los mexicanos (y,
sobre todo, la de los forjados por la Revolución) ante la muerte, que “es la otra cara de nuestra
2
Domingo Faustino Sarmiento, Facundo, prólogo de Jorge Luis Borges, Buenos Aires, Emecé, 1999, p. 40.
3
Octavio Paz, Obras completas, vol. v: El peregrino en su patria. Historia y política de México, México, Galaxia
Gutenberg, 2000, p. 96.
4
Ezequiel Martínez Estrada, Radiografía de la pampa, edición crítica de Leo Pollmann, México, Colección Archivos
unesco/cnca, 1993, p. 256.
5
Octavio Paz, Obras completas, vol. vi: Ideas y costumbres. La letra y el cetro. Usos y símbolos, México, Galaxia
Gutenberg, 2003, p. 1314 n; véase también vol. i: La casa de la presencia, México, Galaxia Gutenberg, 1999, pp.
488 y 496.
6
Para la relación entre Vasconcelos, “un mexicano”, y Sarmiento, véase Enrique Krauze, Redentores. Ideas y poder
en América Latina, México, Debate, 2011, pp. 90-91.
7
Joseph, conde de Keyserling, Meditaciones sudamericanas, traducción de Luis López de Ballesteros y de Torres,
Madrid, Espasa-Calpe, 1933, p. 31.
8
Joseph Keyserling, Meditaciones sudamericanas, op. cit., pp. 66-67.
9
Ibid., p. 89.
10
Ibid., p. 302.
11
Ibid., p. 118.
12
Octavio Paz, Obras completas, vol. iv: Los privilegios de la vista, México, Galaxia Gutenberg, 2002, p. 795.
13
Joseph Keyserling, Meditaciones sudamericanas, op. cit., pp. 320-321.
14
Alfonso Reyes, “Keyserling y México”, en Marginalia. Tercera serie [1940-1959], Obras completas, México, fce,
1989, pp. 570–571.
15
Octavio Paz, Obras completas, vol. viii: Miscelánea. Primeros escritos y entrevistas, México, Galaxia Gutenberg,
2005, p. 702.
La alegría que se desata en ocasiones tan diversas es cruel, desesperada, hostil. No tiene el car-
naval cortesía ni canciones; requiere la calle, la multitud, la ebriedad de las vendimias urbanas;
16
Ezequiel Martínez Estrada, Radiografía de la pampa, op. cit., p. 53.
17
Ibid.
18
Ibid., p. 85.
Durante esos días, el silencioso mexicano silba, grita, canta, arroja petardos, descarga su pis-
tola al aire. Descarga su alma. Y su grito, como los cohetes que tanto nos gustan, sube hasta el
cielo, estalla en una explosión verde, roja, azul y blanca y cae vertiginoso dejando una cauda
de chispas doradas. Esa noche los amigos, que durante meses no proporcionaron más palabras
que las prescritas por la indispensable cortesía, se emborrachan juntos, se hacen confidencias,
lloran las mismas penas, se descubren hermanos y, a veces, para probarse, se matan entre sí.20
“En ocasiones, es cierto, la alegría acaba mal: hay riñas, injurias, balazos, cuchilladas”, acota,
quizá pensando, como lo supone Krauze en Redentores, en el destino de su padre. Pero “tam-
bién” –concede Paz–
eso forma parte de la fiesta. Porque el mexicano no se divierte: quiere sobrepasarse, saltar el
muro de soledad que el resto del año lo incomunica. Todos están poseídos por la violencia y
el frenesí. Las almas estallan como los colores, las voces, los sentimientos. ¿Se olvidan de sí
mismos, muestran su verdadero rostro? Nadie lo sabe. Lo importante es salir, abrirse paso,
embriagarse de ruido, de gente, de color. México está de fiesta. Y esa Fiesta, cruzada de re-
lámpagos y delirios, es como el revés brillante de nuestro silencio y apatía, de nuestra reserva
y hosquedad.21
A esa gana carnavalesca se suma una similar desconfianza ante los héroes republicanos que
son “inauténticos” y no están a la altura del original temperamento popular. A Martínez Es-
trada le choca la imitación servil que hicieron los liberales argentinos, esos ”creadores de fic-
ciones”, de la Constitución de los Estados Unidos, en 1853, tal como Paz lamenta la “imitación
extralógica” emprendida, partiendo del mismo modelo, con las Leyes de Reforma en México.
El nieto Ireneo Paz no hubiera llamado “seres diabólicos” a Juárez y a Lerdo, como lo hizo
Martínez Estrada con Sarmiento y Rivadavia; no sé si hubiera aprobado la agria observación
del ensayista argentino de que los héroes de su patria, muy lejos de la Santa Elena de Napo-
león, terminan por redactar sus memorias en un asilo.22
19
Ezequiel Martínez Estrada, Radiografía de la pampa, op. cit., p. 165.
20
Octavio Paz, Obras completas, vol. v, op. cit., pp. 87-88.
21
Ibid.
22
Ezequiel Martínez Estrada, Radiografía de la pampa, op. cit., p. 64.
hay que soñar en voz alta, hay que cantar hasta que el
canto eche raíces, tronco, ramas, pájaros, astros
cantar hasta que el sueño engendre y brote del costado
del dormido la espiga roja de la resurrección.23
Bibliografía
23
Octavio Paz, Obras completas, vol. vii: Obra poética (1935-1998), México, Galaxia Gutenberg, 2004, p. 263.
24
Ezequiel Martínez Estrada, Radiografía de la pampa, op. cit., p. 86.
Resumen / Abstract
Este trabajo estudia la “estación argentina” de This work analyses the “argentine station” of
Octavio Paz. En él se lee en paralelo El laberinto Octavio Paz. It reads The Labyrinth of Solitude
de la soledad con la tradición ensayística nacional in parallel with the argentine tradition of national
argentina, en la trayectoria que arranca con Facundo, essay, in the line which begins with Sarmiento’s
de Sarmiento, y culmina con Radiografía de la Facundo and ends with Martínez Estrada’s X-Ray of
pampa, de Martínez Estrada, rastreando en ella la the Pampa, searching on this tradition the series of
serie de motivos de la que la obra de Paz se nutrió. motifs in which the work of Paz has been nourished.
En dicho recorrido, el texto destaca la centralidad del In this itinerary, the text underlines the importance of
problema de la violencia y las profundas afinidades the problem of violence and the deep similarities in
de los tratamientos de la misma en los autores en the way the different authors deal with it.
cuestión.
Keywords: Octavio Paz - poetry - essay - Latin
Palabras clave: Octavio Paz - poesía - ensayo - American identity
identidad latinoamericana
A comienzos de marzo de 1895, llega a la ciudad de Buenos Aires un hombre que rápida-
mente se convierte en la máxima atracción de los teatros porteños. Durante tres meses su
nombre habrá de aparecer con insistencia en los principales diarios de la capital. Sus acciones
y sus experiencias devienen sin demora el tópico excluyente de conversación en los salones
más reputados y en los círculos científicos más escépticos. Se trata del taumaturgo e hipnoti-
zador Onofroff, cuyas concurridas funciones en los teatros Odeón y La Zarzuela fueron sin
lugar a dudas uno de los hechos más significativos de la vida cultural porteña de ese año.
Basta leer la gran cantidad de artículos dedicados a Onofroff en los periódicos locales
para comprender que este episodio desborda con creces el terreno de la historia de los teatros
de Buenos Aires.1 La presencia del prestidigitador en suelo argentino desencadenó una serie de
debates y reacciones que ofrecen aportes muy valiosos para una historia cultural de ese mo-
mento. Las demostraciones de sus enigmáticos poderes constituyeron una incógnita que los
distintos actores afrontaron de modos divergentes. Aquellas fueron asimismo la oportunidad
ideal para dar nuevos bríos a discusiones que, como la referida al espiritismo, ya habían inquie-
tado a los medios cultos de la capital; pero también aportaron el terreno para dar verdadera
visibilidad a fenómenos como el hipnotismo, que hasta ese entonces no habían figurado en la
primera plana de la prensa general. Más allá de esos dos ejemplos que luego comentaremos en
detalle, lo cierto es que los hechos protagonizados por Onofroff fueron un fiel sismógrafo de
creencias enraizadas tanto en los círculos eruditos como en las capas populares. En tal sentido,
una lectura cuidadosa del modo en que los periódicos cubrieron las peripecias locales del hip-
notizador puede brindar elementos muy ricos para una mejor intelección de ese instante de la
cultura argentina, al tiempo que ofrece datos que corroboran o complementan líneas de inves-
tigación llevadas a cabo recientemente por otros historiadores de la escena local.
Por lo antedicho, el objetivo de este ensayo es, primero, ofrecer una reconstrucción fác-
tica de las actividades llevadas a cabo por Onofroff en Buenos Aires. Segundo, analizar las
respuestas y las controversias generadas por aquellas, con el fin sobre todo de poner en eviden-
1
Hasta el presente, uno de los relatos más detallados sobre la visita de Onofroff a Buenos Aires se halla en Alfredo
Taullard, Historia de nuestros viejos teatros, Buenos Aires, Imprenta López, 1923, pp. 430-434.
Poco era lo que se sabía sobre Onofroff cuando este sujeto pisa suelo argentino. Es cierto que
algunos diarios, preparando su llegada, hablan de él antes de su arribo. El Tiempo, el 1 de marzo
de 1895, refiere que el “célebre hipnotizador Enrique Onofroff” se había presentado hacía poco
ante la Academia de Medicina de Madrid, cuando supo que se pretendía prohibir sus actos de
hipnotización.2 La Prensa, el 3 de marzo, anticipa que ese día desembarcaría en La Plata “Henry
Onofroff”.3 Sea como fuere, de allí en más los periódicos se referirán a Onofroff solamente por
su apellido. Algunos dirán que es de origen ruso; otros, por el contrario, dirán que es italiano.
Aún hoy es difícil reconstruir su biografía. No existe ningún estudio detallado sobre su vida y
su obra. Al parecer, nació en Italia, pero se crió en Toulouse, donde comenzó la carrera de me-
dicina.4 Sus espectáculos lo hicieron recorrer el mundo. Una mirada apresurada a las fuentes
disponibles lo muestra dando sus shows en 1890 en Londres –donde Oscar Wilde habría que-
dado deslumbrado por sus poderes–. Acabó sus días en España, donde publicó sus dos textos
más conocidos.5 Un joven Salvador Dalí habría disfrutado en 1920 de sus shows en Figueres.6
Tampoco contamos con investigaciones que hayan reconstruido sus viajes a lo largo y a lo an-
cho de América Latina.
Los primeros días de Onofroff en Buenos Aires están marcados por el éxito de sus repre-
sentaciones y por los cálidos recibimientos que le prodigan las redacciones de los diarios, al-
gunos médicos y sobre todo el público general. Tal como dijimos, antes de que se produjeran
las primeras funciones abiertas al público expectante, los matutinos se encargaron de difundir las
capacidades del ilusionista. Más aun, poniendo en acto una estrategia de propaganda tan anti-
gua como el periodismo secular, Onofroff visitará las redacciones y ciertas instituciones de las
elites antes del estreno de sus shows. Así, el 10 de marzo, en las páginas de La Nación, con
motivo de saludar calurosamente la llegada del prestidigitador, se recuerdan las maravillas que
él había realizado un año atrás ante los responsables de una publicación madrileña. Había he-
cho entonces los actos que unos días después despertarán la sorpresa de los porteños: adivina-
ción del pensamiento, fascinación y sugestión.7 Al día siguiente, por la noche, Onofroff estuvo
2
El Tiempo (en adelante ET), 1 de marzo de 1895. Dado que todos los recortes de prensa pertenecen al año 1895,
indicaremos solamente día y mes. Al citar las notas de los periódicos, incluiremos el título de los artículos solamente
cuando estos lleven firma, o cuando sea importante indicarlos.
3
La Prensa (en adelante LP), 3 de marzo.
4
Esos pocos datos biográficos figuran en la entrevista que le habría realizado José María Carretera Novillo, incluida
en el volumen ii de la obra Lo que sé por mí, publicada en 10 tomos entre 1916 y 1921 en Madrid. Esa obra, aparecida
con el seudónimo “El caballero audaz”, recogía entrevistas realizadas a distintas personalidades de la época.
5
Onofroff, Para no envejecer. El hombre no muere... Se mata! Método práctico autosugestivo para conservar el vi-
gor y el aspecto de la juventud, Barcelona, J. Horta y Cia., s/f; Aprendan a hipnotizar. Tratado práctico por corres-
pondencia. Resultado infalible en diez lecciones, Barcelona, s/f. Existe un tercer trabajo del autor, escrito en francés,
en el cual brinda detalles sobre su método de hipnotización: Onofroff, L’hypnotisme à la portée de toutes les intelli-
gences, Quebec, S.-A. Demers, 1902.
6
Javier Pérez Andrüjar, Salvador Dalí: a la conquista de lo irracional, Madrid, Algaba, 2003, p. 75.
7
La Nación (en adelante LN), 10 de marzo.
8
LP, 12 de marzo.
9
LN, 13 de marzo.
10
Ibid., 13 de marzo, cursivas en el original. Véase también ET, 13 de marzo.
11
Florencio Madero, “Madero versus Onofroff”, ET, 13 de junio.
12
LN, 13 de marzo. Véase El Argentino, 13 de marzo.
13
ET, 12 de marzo.
14
LP, 13 de marzo.
15
LN, 14 de marzo; LP, 14 de marzo.
Ese fue el contexto que marcó la antesala del debut teatral de Onofroff. Los diarios del 16 de
marzo dedicaron largas columnas al éxito obtenido por el ilusionista el día anterior a partir de
las 20:00 horas en la sala del Odeón. El Tiempo puso el énfasis en la calidad del público que
había gozado de las experiencias; en efecto, en esa primera función, los sujetos implicados en
las actuaciones de Onofroff eran conocidos personajes de la cultura y la política local: Benja-
mín Roqué, el joven Montes de Oca y nada menos que Carlos Pellegrini. En esa misma direc-
ción, el periódico recupera lo que, al parecer, había sido el gran éxito de la función: el mo-
mento en que el jefe de policía, general Campos, había desalojado de su palco al administrador
de La Nación, Agustín de Vedia, pensando que lo hacía por voluntad propia; en verdad su acto
respondía a una sugestión a distancia efectuada por el prestidigitador.19 La Prensa, por su parte,
puso el acento en la gran cantidad de público que había asistido, y sobre todo en las expectati-
vas ciertamente desmedidas que Onofroff había despertado entre los porteños. Además de la
demostración de adivinación del pensamiento, el ilusionista había llevado a cabo sus fenóme-
nos de fascinación, por medio de los cuales colocaba a ciertos sujetos en un estado de total
obediencia, incluso de insensibilidad, tal y como mostró al atravesar con una aguja el músculo
de uno de ellos, que no exteriorizó ningún signo de dolor.20 En La Nación del 16 de marzo, por
último, hubo dos largos artículos sobre Onofroff. El primero de ellos simulaba un diálogo entre
dos personajes ficticios, Alfa y Omega, que habían visto las habilidades del ilusionista. Ese
texto era firmado por “Misterium”. Y en esas columnas encontramos ya una dimensión que
será cada vez más notoria en la discusión sobre nuestro personaje. En efecto, los hechos pro-
ducidos en el teatro abren la puerta inmediatamente a una discusión sobre la existencia de
fuerzas ocultas u objetos suprasensibles. Alfa se muestra escéptico, pues sospecha que el pres-
tidigitador en verdad hace uso de algún truco para “adivinar” el pensamiento. Omega era más
16
LN, 15 de marzo. Onofroff sería citado nuevamente por el Departamento el día 20, ocasión en la que una vez más
se le advirtió que le estaba vedado el uso de la hipnosis (LP, 21 de marzo; LN, 20 de marzo).
17
LP, 15 de marzo.
18
LN, 15 de marzo.
19
ET, 16 de marzo.
20
LP, 16 de marzo.
21
Misterium, “La Esfinge. Diálogo”, LN, 16 de marzo.
22
LP, 19 de marzo.
23
LP, 25 de marzo.
Gracias a una lograda investigación llevada a cabo hace poco tiempo, es posible conocer con
mucho detalle la historia de los círculos espiritistas que se desarrollan en Buenos Aires desde
la década de 1870, así como el modo en que aquellas ideas –y las provenientes de la teosofía–
podían habitar una cultura científica que reconocía la legitimidad de fenómenos y explicacio-
nes aparentemente sobrenaturales.26 De hecho, Soledad Quereilhac ha mostrado muy bien que,
por ejemplo, muchos de los argumentos de las fantasías científicas desplegados en ese enton-
ces por escritores como Eduardo Holmberg no eran meras ficciones imaginativas, sino que
retomaban a su manera los resortes de una cultura en la cual –en parte debido a la proliferación
de avances que mostraban la existencia de fuerzas maravillosa (rayos X, fonógrafo, etc.)– am-
plios sectores de “lo científico” eran capaces de reconocer el poder de fuerzas extrañas.27
Ahora bien, algo que no había sido notado hasta hoy es que la visita de Onofroff de alguna
manera reactualizó el interés por esas materias conflictivas. Dado que el hipnotizador parecía
poner en acto habilidades incomprensibles y extraordinarias, fue natural que rápidamente su
nombre hubiera quedado emparentado con la causa de las disciplinas ocultas. Así, en el trans-
curso de los tres meses en que el prestidigitador permaneció en Buenos Aires, el espiritismo o
la teosofía volvieron a aparecer en los diarios más prestigiosos de la capital, muchas veces en
artículos en los que tangencialmente se tocaba el tema de las experiencias del visitante.
24
LN, 18 de marzo.
25
Unas semanas después, el 1 de abril, en ese mismo matutino reaparecen fantasías del mismo calibre. En un texto
que califica las demostraciones de Onofroff como “hechos misteriosamente positivos”, se especula con un escenario
posible en que los reyes y los gobernantes tuviesen las capacidades del ilusionista de reducir completamente la vo-
luntad ajena y diluir toda revuelta sin el uso de la fuerza. El texto se cierra mediante un sugestivo giro que va en di-
rección de lo que señalamos más arriba: “Entre tanto, debemos irnos habituando a la vida de novela y aceptando
como ciertos los más caprichosos milagros de la imaginación”, “A vuela pluma”, LN, 1 de abril.
26
Soledad Quereilhac, “La imaginación científica: ciencias ocultas y literatura fantástica en el Buenos Aires de entre-
siglos (1875-1910)”, tesis doctoral, Universidad de Buenos Aires, 2010.
27
Véase también Sandra Gasparini, Espectros de la ciencia. Fantasías científicas de la Argentina del siglo XIX, Bue-
nos Aires, Santiago Arcos, 2012.
28
Raoul de Morlais, “Onofroffismo. Misterium y la Sociedad Teosófica”, LN, 20 de marzo.
29
Rubén Darío, “Onofroffismo. La comedia psíquica. Respuesta de Misterium al señor de Morlais”, LN, 22 de
marzo, cursivas en el original.
30
Raoul de Morlais, “Un poco de teosofía. Madame Blawatsky (sic)”, ibid., 8 de abril.
31
Ibid., 28 de marzo.
32
Ibid., 29 de marzo.
33
LN, 30 de marzo.
34
Unas semanas más tarde, un médico de la capital establecía un nexo causal más firme entre la presencia de
Onofroff y los hechos de Baradero. Según Benjamín Larroque, la atención prestada al ilusionista podía provocar una
epidemia de histerismo, tal y como se comprobaría en el caso de Jeanmaire. Véase Benjamín Larroque, “Peligros del
hipnotismo”, ET, 3 de abril. Cabe recordar que un año atrás aquel profesional había publicado un breve texto sobre
un abogado de 28 años que se creía víctima de hipnosis constantes; el médico hacía el siguiente comentario sobre el
contenido de ese delirio: “Es hipnotizado. Esta palabra tan esparcida en la época actual, parece haberlo impresionado
y se ha amparado de ella”. Véase Benjamín Larroque, “Perseguido por el hipnotismo”, Anales del Círculo Médico
Argentino, nº 17, 1894, p. 284.
Si bien lo discutido hasta aquí formó parte esencial de los debates generados por Onofroff, la
controversia más resonante tuvo que ver con dos aspectos aún no revisados. El primero de ellos,
ligado al hipnotismo y sus peligros, tuvo como protagonistas principales a importantes médicos
de la ciudad. El segundo, en cambio, estuvo marcado por el descubrimiento de que las presuntas
capacidades del visitante descansaban en la puesta en práctica de una serie de trucos escénicos.
35
“Lo Maravilloso. Fenómenos extraordinarios. Reportaje al Doctor Mc Kliner. Un sabio oculto”, ET, 23 de marzo.
36
Ibid., 26 de marzo.
37
Ibid., 29 de marzo.
38
Ibid, 2, 4 y 8 de abril.
39
Incluso en la quinta entrega Mc Kliner se permite pedir una ley que ordene la clausura de las sociedades espiritis-
tas, por el mal que producen en los hombres. En esas mismas columnas, este sujeto compelía a los médicos a intere-
sarse seriamente por la escritura automática y demás fenómenos inconscientes; véase ibid., 2 de abril.
40
Ibid., 4 de abril.
41
ET, 13 de abril.
42
Ibid., 20 de abril.
43
Antonio Piñero, “Onofroff. Los fenómenos que realiza. Algunas observaciones al respecto”, LN, 17 de marzo.
44
“El ‘fascinador’ Onofroff y sus representaciones teatrales. ¿Deben éstas tolerarse? ¿Estará ‘hipnotizado’ el Depar-
tamento de Higiene?”, ET, 19 de marzo.
45
Ibid.
46
Román Pacheco, “Un peligro social. Onofroff y sus representaciones”, ibid., 20 de marzo.
47
Román Pacheco, “Un peligro social. Onofroff y sus representaciones (Conclusión)”, ET, 21 de marzo. Pacheco
sería secundado poco después por Benjamín Larroque, quien en una columna aparecida el 3 de abril pedía que se
prohibiera el espectáculo de Onofroff; Benajmín Larroque, “Peligros del hipnotismo”, op. cit. En ese artículo, Larro-
que recordaba que él ya había manifestado su opinión contraria al uso terapéutico de la hipnosis durante una sesión
de la Société Médico-Psychologique de París en febrero de 1887. En efecto, su intervención fue recogida en el volu-
men de los Annales Médico-psychologiques correspondiente a ese año (pp. 475-480). Un mes más tarde, el 9 de
mayo, apareció una traducción de esa discusión en las páginas de ET.
48
Pacheco –que muestra por cierto una florida erudición en la materia– señala incluso que en el Congreso Interna-
cional de Hipnotismo celebrado en París en 1889 se había tomado una resolución en contra de los shows públicos de
hipnosis. Lo que Pacheco no advirtió es que precisamente las experiencias de Onofroff estuvieron presentes en la
discusión de 1889 sobre la necesidad de prohibir tal tipo de shows. En efecto, en la comunicación que abrió tal de-
bate, redactada por el doctor Ladame (de Ginebra), leemos: “Recientemente, para concluir, hemos sostenido una
polémica en la prensa luego de las sesiones públicas de otro magnetizador famoso, el señor Onofroff, cuyas repre-
sentaciones fueron prohibidas cuando él dio a sus individuos sugestiones poshipnóticas proclives a alterar el orden
público, al enviarlos a la hora del mediodía a ejecutar diversas pantomimas en una de las plazas más frecuentadas de
la ciudad”. Véase Ladame, “La nécessité d’interdire les séances publiques d’hypnotisme - Intervention des pouvoirs
publics dans la réglamentation de l’hypnotisme”, en Edgar Bérillon (ed.), Comptes rendus du Premier Congrés In-
ternational de l’Hypnotisme, París, Octave Doin, 1889, pp. 28-44. Vale recordar que tanto en ese congreso como en
otras publicaciones Delboeuf demostró ser un férreo opositor a la proscripción del uso público de la hipnosis.
49
Antonio Piñero, “Cumberland - Onofroff”, LN, 21 de marzo.
50
Antonio Piñero, “Onofroffismo. Carta Abierta”, ibid., 26 de marzo.
51
Cosme Mariño, El espiritismo en Argentina, Buenos Aires, Constancia, 1931, p. 48.
52
Esas curaciones son el núcleo de la tesis de grado de Salustiano Arévalo, Apuntes sobre la influencia de los medios
morales en el tratamiento de la histeria, Buenos Aires, L’Italia, 1888.
Estos debates médicos –y algunos otros, que analizaremos en el siguiente apartado– fueron la
antesala inmediata del rápido declive del prestigio de Onofroff. Los periódicos comenzaron a
dar lugar a críticas muy severas sobre las acciones del visitante, y la discusión erudita sobre la
ciencia oculta y la hipnosis fue reemplazada por una denuncia frontal de los subterfugios pro-
fanos con los que el hipnotizador habría engañado a los porteños desde su llegada a la ciudad.
Ya el 30 de marzo, El Tiempo publica una carta escrita por Rafael Nicolari, director de
“La Lotería”.55 Dos días antes este sujeto había ido al show de Onofroff, y se había ofrecido
como voluntario para los ejercicios de fascinación. Pero el ilusionista operó solamente sobre
quienes precedían a Nicolari, mas no sobre él, quien ya estaba en el escenario. Según relata el
autor de la carta, se desencadenó una discusión entre él y Onofroff en presencia del público
cuyo resultado fue que el hipnotizador lo expulsara de la escena. Debido a que un altercado
similar ya se había producido cuando el hijo de un diputado se había ofrecido a ser fascinado,
Nicolari se permitía hacer un grave comentario sobre el espectáculo: “diré también que todos
los que acuden á su llamado para ser fascinados, son siempre, en la mayoría, los mismos, lo
53
Gregorio Rebasa, La sugestión en terapéutica, Buenos Aires, Imprenta Europea, 1892.
54
“Ordenanza reglamentando las prácticas hipnóticas”, LN, 26 de marzo.
55
Rafael Nicolari, “El director de ‘La Lotería’ y el fascinador Onofroff”, ET, 30 de marzo.
56
LP, 18 de abril.
57
Ibid., 7 de abril.
58
“Los experimentos de Onofroff y el Departamento de Higiene”, ET, 3 de abril.
59
Ibid., 13 de abril. Al respecto véase también La nación, 11 de abril de 1895. El día 14 este diario afirmaba que
Onofroff había obtenido muchos aplausos en su velada benéfica.
60
“El secretario de la legación española y Onofroff. ¿No adivina el pensamiento? Reportaje interesante”, ET, 16 de
abril.
61
ET, 18 de abril.
62
“Onofroff superado. Una sesión curiosa. Cosas admirables, traviesas e inteligentes”, LN, 30 de abril.
63
“La última palabra sobre onofroffismo”, ET, 18 de mayo.
64
“La muerte de Onofroff. El onofroffismo, la más inicua farsa imaginable. Revelación del sistema. Tremenda auda-
cia e incalificable hecho. ¡Que nos devuelvan la plata!”, ibid., 24 de mayo, segunda edición. Ese mismo día, en la
tercera edición, aparece otra pequeña nota titulada “La muerte de Onofroff. A los que porfían aún”. Véase también
“La muerte de Onofroff. Absoluta confirmación de las revelaciones de ET. Onofroff descubierto emprende la reti-
rada”, ibid., 27 de mayo.
65
LN, 27 de mayo. Véase también “Cosas del día. El caso extraño del sr. Onofroff. Reportaje a Manuel García. En
donde todo queda explicado”, ibid., 1 de junio de1895. Este último reportaje es comentado ese mismo día en ET, que
para ese entonces batalla por que se reconozca que ese diario fue en verdad el primero en denunciar los engaños de
Onofroff; “Entierro de Onofroff. R.I.P. Confirmación categórica de lo dicho por El Tiempo. Una palabra oportuna”,
ET, 1 de junio.
66
Onofroff, “Carta de Onofroff. Una demostración práctica”, LP, 29 de mayo.
67
Desde ET saludaron esa respuesta del director del periódico contrincante, con un breve artículo: “Últimos momen-
tos de Onofroff. Esfuerzo supremo por una resurección imposible. ¡Basta ya de comedias y con la música a otra
parte!”, ET, 29 de mayo.
Los acontecimientos narrados en el apartado anterior acabaron, a los ojos de un sector impor-
tante del público porteño, con la credibilidad de Onofroff. Diarios como La Nación se permi-
tieron publicar, por esos mismos días, contadas cartas de lectores que se proclamaban defenso-
res de la buena fe del adivinador.72 De todas formas, en las primeras semanas de junio aparecen
las últimas notas referidas al visitante. Cabe mencionar las dos más relevantes. La primera de
ellas se imprimió en El Tiempo el día 13. Se trataba de un extenso artículo, que ocupaba las
primeras dos páginas del matutino, escrito por Florencio Madero bajo la forma de una carta a
Ramos Mejía.73 En él se resumía, en un tono muy crítico, toda la compleja historia de Onofroff
en Buenos Aires.
La segunda nota merece un comentario más detenido. Se trata de la compilación de las
entrevistas realizadas a seis importantes médicos que habían tenido oportunidad de observar
las pruebas de Onofroff: Ramos Mejía, Ireneo Fulco, Fernando Álvarez, Silverio Domínguez,
Domingo Cabred y Vicente López Cabanillas.74 Los tres primeros comparten una postura simi-
lar, al recalcar que a fin de cuentas en las experiencias de Onofroff se trataba meramente de
68
“Onofroff en el Departamento de Higiene”, LP, 4 de junio; “Onofroff en el Departamento de Higiene. Las expe-
riencias de ayer”, LN, 4 de junio.
69
“La gallina ciega o el cuento de nunca acabar. ¡Basta, por Dios, de comedias!”, ET, 4 de junio.
70
“Epílogo de la comedia ‘La gallina ciega’. La sesión de ayer en el Departamento de Higiene. Onofroff pulveri-
zado”, ET, 5 de junio.
71
Manuel García, “Onofroff. Los momentos de prueba. Carta del señor Manuel García”, LN, 5 de junio.
72
“Onofroff. Creyentes y detractores. Carta de un creyente”, ibid., 28 de mayo; “Onofroff. Opiniones de un cre-
yente”, ibid., 2 de junio.
73
Florencio Madero, “Madero versus Onofroff”, ET, 13 de junio.
74
“El Tema del día. Fenómenos reales o fenómenos teatrales. Onofroff y García. Reportaje monstruo-medical. Lo
que piensan los médicos”, LN, 7 de junio.
75
“Onofroff en el manicomio”, LN, 23 de marzo.
76
Ibid.
77
Ibid., 1 de abril. Véase también LP, 26 de marzo.
78
Tal y como había pregonado anticipadamente Osvaldo Saavedra –bajo el seudónimo de “Barón de Arriba”– el 22
de marzo: “Onofroff”, LN, 22 de marzo. En esas columnas, ese autor retomaba en nuestro medio la consigna defen-
dida con firmeza por Delboeuf en los países de habla francesa: la ciencia, antes que prohibir estas experiencias, debía
estudiarlas de cerca. En palabras del periodista: “La ciencia para enseñar empieza por aprender, aprender de la natu-
raleza. Onofroff es un hermoso pedazo de naturaleza para investigar verdades no esclarecidas”.
En el cierre de su trabajo, Picado coloca un enunciado que sirve a su modo para poner punto
final a este recorrido: “Más tarde quizá llegue una explicación científica y razonada de hechos
que por hoy parecen sobrenaturales y que sólo el espiritista convencido se da cuenta”.81 La pre-
sencia de Onofroff en suelo argentino puso de relieve rasgos y tensiones del escenario cultural
y científico que podrían ser pasados por alto para miradas demasiado abarcativas o simplifica-
doras. A lo largo de este artículo, hemos intentado iluminar las distintas reacciones generadas
por la visita de un ilusionista que inquietó a actores sociales ubicados en distintas zonas del ta-
blado cultural de fines de siglo. Sus demostraciones se ganaron el inmediato aplauso de un pú-
blico anónimo que tenía mucha curiosidad por observar los alcances de fuerzas ocultas, y que
siempre se sentiría atraído por las últimas novedades de lo inexplicado. De todas maneras, las
fuentes consultadas en nuestra investigación nos dicen mucho más sobre otro tipo de público,
aquel que tenía acceso a las redacciones de los diarios o a los foros científicos. Ese público no
se mostró insensible a la oferta de Onofroff. Los salones más reputados, las redacciones de los
79
José Picado, “Hipnotismo y fascinación. Transmisión de la voluntad (A propósito de polémicas recientes)”, Anales
del Círculo Médico Argentino, nº 18, 1895, pp. 306-313.
80
“La lectura del pensamiento”, LP, 15 de mayo. En el párrafo introductorio de esa extensa nota se advertía que
científicos franceses se habían ocupado del “extraño fenómeno de comunicación cerebral de que hemos visto un
ejemplo palpable en los ejercicios de sugestión dados por Onofroff”.
81
José Picado, “Hipnotismo...”, op. cit., p. 313.
Bibliografía
Arévalo, Salustiano, Apuntes sobre la influencia de los medios morales en el tratamiento de la histeria, Buenos
Aires, L’Italia, 1888.
Darío, Rubén, “Onofroffismo. La comedia psíquica. Respuesta de Misterium al señor de Morlais”, La Nación, 22
de marzo de 1895.
Gasparini, Sandra, Espectros de la ciencia. Fantasías científicas de la Argentina del siglo XIX, Buenos Aires, San-
tiago Arcos, 2012.
Ladame, M., “La nécessité d’interdire les séances publiques d’hypnotisme - Intervention des pouvoirs publics
dans la réglamentation de l’hypnotisme”, en E. Bérillon, Comptes rendus du Premier Congrés International de
l’Hypnotisme, París, Octave Doin, 1889, pp. 28-44.
Larroque, Benjamín, “Perseguido por el hipnotismo”, Anales del Círculo Médico Argentino, nº 17, 1894, pp. 282-
285.
——, “Peligros del hipnotismo”, El Tiempo, 3 de abril de1895.
Madero, Florencio, “Madero versus Onofroff”, El Tiempo, 13 de junio de 1895.
82
“Todas las preocupaciones han estado y están fijadas sobre el maravilloso fascinador, que sin quererlo ni saberlo
ha llevado a cabo entre nosotros una sonada revolución, poniendo al alcance de medio mundo los experimentos de
hipnotismo y sugestión”, LN, 18 de marzo.
83
Irina Podgorny, Charlatanes. Crónicas de remedios incurables, Buenos Aires, Eterna Cadencia, 2012.
Onofroff en Buenos Aires (1895). Apogeo Onofroff in Buenos Aires (1895). Rise and fall
y caída de un ilusionista of an illusionist
El objetivo de este trabajo es reconstruir la visita The purpose of this paper is to reconstruct the visit
realizada por el ilusionista Onofroff a Buenos Aires to Buenos Aires made by the illusionist Onofroff
entre marzo y junio de 1895. Durante esos meses, from March to June 1895. During those months, in
en los principales diarios de la ciudad aparecieron the most important newspapers of the city appeared
numerosos artículos y notas que reflejan claramente numerous articles and notes that clearly reflect the
el impacto ejercido por el visitante en distintos impact made by the visitor on different members of
actores de la escena cultural y científica. Los shows the cultural and scientific scene. The shows made by
brindados por Onofroff en dos teatros de la ciudad Onofroff in two theaters of the city not only attracted
no solamente despertaron el interés de un público the interest of an anonymus and curious public, but
anónimo y curioso, sino que desencadenaron also triggered different reactions from the scientific
distintas reacciones por parte de la comunidad community and the intellectual elite. The analysis
científica y de la elite intelectual. El análisis de of these reactions provides elements that allow us to
esas reacciones aporta elementos que permiten have a better understanding of different dimensions
comprender de un modo más acabado distintas of the cultural history of the late nineteenth century.
dimensiones de la historia cultural de fines del On that sense, throuhout this article we will show
siglo xix. En tal sentido, a lo largo de este artículo how the discussions concerning the illusionist’s
habremos de mostrar de qué manera las discusiones powers gave rise both to a recovery of some
referidas a los poderes del ilusionista dieron pie tanto debates relation to the field of the supernatural,
a una recuperación de debates referidos al campo de and to a renewal of the medical language about
lo sobrenatural, como a una renovación del lenguaje phenomena like hypnotism. Thus, and in continuity
médico sobre fenómenos como el hipnotismo. De with other recent researches, we will highlight how
tal forma, y en continuidad con otras investigaciones the “supernatural” facts could be accepted in the
recientes, pondremos de relieve el modo en que los academics’ dialogues.
hechos “sobrenaturales” podían ser alojados en
los diálogos de los académicos. Keywords: Onofroff - Hypnosis - Supernatural -
Theater
Palabras clave: Onofroff - Hipnosis - Sobrenatural
- Teatro
La misión de la sociedad política consiste en garantir a cada individuo el más amplio desarro-
llo de sus derechos, y en favorecer el desenvolvimiento de las mismas facultades siempre que
la necesidad del medio en que viva el hombre, exija un auxilio del Estado. Pero su principal
deber lo llevará siempre a dejar libertado al individuo de las ligaduras que antiguamente lo
mantenían en perpetuo tutelaje.1
No cabe duda de que una de las instituciones relevantes en la Argentina de fin de siglo xix fue
la Unión Cívica Radical y tampoco de que dentro de ese grupo político la figura sobresaliente
fue la de su fundador, Leandro N. Alem. Se ha dicho en relación cona la agrupación y con su
figura dominante que ambas estaban imbuidas de los principios atribuidos al liberalismo clá-
sico. Una de las formas de acercarse a la elucidación del tema es estudiar las ideas de los acto-
res más cercanos al líder radical. En este sentido, la figura que aparece con las vinculaciones
más fuertes es la de quien fue para su época final su correligionario más cercano e influyente.
Nos referimos aquí a Francisco Barroetaveña,3 que ya apareció en un papel destacado en los
años de la fundación de la Unión Cívica (fue el único presidente de la Unión Cívica de la Ju-
ventud en su breve lapso de existencia) y luego fue la mano derecha de Alem dentro del na-
ciente partido radical.
A la muerte del viejo líder en el año 1896, Barroetaveña encabezó distintos movimientos
que procuraron mantener las enseñanzas de Alem. En efecto, se debe a su pluma lo que muchos
1
Francisco Barroetaveña, El matrimonio civil, Buenos Aires, Imprenta de M. Biedma, 1884, pp. 7-8.
2
Juan José de Soiza Reilly, “Viaje alrededor de los criollos ilustres. El doctor Francisco de Barroetaveña, uno de los
fundadores del hoy partido radical”, en Caras y Caretas, Buenos Aires, 17 de mayo de 1930, p. 5
3
Nacido en Gualeguay, Entre Ríos, el 20 de julio de 1856. Falleció en Buenos Aires el 27 de noviembre de 1932.
4
Véase Paula Alonso, Entre la revolución y las urnas. Los orígenes de la Unión Cívica Radical y la política argen-
tina en los años ‘90, Buenos Aires, Sudamericana-San Andrés, 1994, p. 79.
5
Lo cual no quiere decir que el autor no haya hecho contribuciones importantes y variadas dentro del terreno económico.
Por ejemplo, para un examen más específico de su crítica al proteccionismo véase ibid., pp. 236-240. Simplemente por
razones de espacio no las hemos incluido en el cuerpo del artículo. Formarán parte de la conclusión del ensayo.
6
La definición de liberalismo clásico que se emplea en este artículo fue presentada por uno de los autores en ante-
riores trabajos. Principalmente se sostiene que “Para un liberal clásico es bueno todo lo que posibilita una mayor
extensión del ámbito de la interacción espontánea de los individuos. Es malo todo lo que interfiere con su libre de-
sarrollo”, véase Ezequiel Gallo, Vida, libertad, propiedad. Reflexiones sobre el liberalismo clásico y la historia,
Caseros, pcia. de Buenos Aires, Eduntref, 2008, p. 19.
7
En 1900 obtuvo su banca, en representación del radicalismo, dentro de una lista mixta originada a partir del acuerdo con
el Partido Autonomista bonaerense. Véase “El radicalismo de la Provincia”, El Tiempo, Buenos Aires, 5 de enero de 1900.
8
A lo largo de su carrera pública, Barroetaveña participó asiduamente de asambleas de fuerte contenido liberal. Va-
rios de sus escritos son resultado de estas intervenciones, por ejemplo, El clericalismo y el divorcio, de 1912, fue una
conferencia dictada en el salón Operaio Italiani. En el caso específico de los congresos de librepensamiento se puede
señalar la participación de destacados políticos de su época, como lo fueron Del Valle Iberlucea, Holmberg, Balestra,
Dickman, Gouchon, entre otros. En la composición de esta asamblea se advierte “la cooperación entre liberales y
socialistas que contrarrestaran la influencia clerical”. Véase Eduardo Zimmermann, Los liberales reformistas. La
cuestión social en la Argentina 1890-1916, Buenos Aires, Sudamericana-San Andrés, 1994, p. 59.
9
En 1912, cuando creyó conveniente dividir el sistema de partidos en la Argentina en dos bandos claramente defini-
dos, por un lado el partido Conservador y por el otro la agrupación con la cual se veía identificado, el Progresismo,
Barroetaveña definió de la siguiente manera su ideario político: “Entre los progresistas irían todos los liberales, los
avanzados, los reformistas hacia delante, los partidarios de la naturalización de extranjeros por sólo ministerio de la
ley, los librecambistas, los sostenedores de la autonomía comunal bajo un alto control de Estado como Inglaterra, los
partidarios de la supremacía del estado laico sobre las iglesias, los defensores del divorcio, y del programa mínimo
socialista, los sostenedores de las autonomías provinciales, sin menoscabar las atribuciones concurrentes de la Na-
ción […] los abolicionistas de la pena de muerte y de las penas excesivas; todos los que auspiciaran cualquier re-
forma, idea o doctrina novedosa y conveniente al país”, véase Francisco Barroetaveña, Política contemporánea.
Sáenz ante el País. Malestar Sud-Americano. Imperfección de sus instituciones, Buenos Aires, Compañía Sud-
Americana de Billetes de Banco, 1912, p. 47.
10
La frase continuaba de la siguiente manera: “Su deber es ‘consumar la gran obra’, como lo mandaba Alem en su
última clarinada, casi de ultratumba”, véase Francisco Barroetaveña, El gobierno del Dr. Alvear: post nubila phoebus,
Buenos Aires, Otero, 1923, p. 121.
11
La importancia de este vínculo fue señalada por Martín Torino en una entrevista del año de 1939: “El doctor Torino es
uno de aquellos seis caballeros cruzados que fueron los amigos íntimos del doctor Alem. Es uno de los Seis Predilectos
que lo acompañaron, fielmente, en las peripecias de su vida cívica; los seis que nunca lo negaron ni cuando el gallo bí-
blico les cantó tres veces: –Oscar Liliedal, Adolfo Saldías, Francisco Barroetaveña, Joaquín Castellanos, Enrique de
Madrid, Martín M. Torino”. Véase “¿Por qué Irigoyen odiaba al doctor Alem? Leandro Alem e Hipólito Irigoyen juzga-
dos por el eminente ciudadano doctor Martín Torino”, en Caras y Caretas, Buenos Aires, 17 de junio de 1939, p. 3.
La clara reflexión de Alem, sus motivos para llevar adelante su dramática resolución se contra-
pusieron de alguna manera al impacto que su muerte causó en el propio Barroetaveña, que
recibió la noticia con un dejo de sorpresa y desencanto:
¡Alem inútil y estéril! ¿Cómo pudo decir semejantes palabras él, cuya sola presencia, adornada
de nobles virtudes, era el ejemplo más útil y fecundo para enseñanza del pueblo; el que aun
encerrado en sus cóleras y fulminaciones en su mísera tienda, habría sido el juez más soberbio
y el maestro más elocuente de su nación […] ¿Por qué se mató Alem? Yo no encuentro una
excusa razonable, si es que se puede excusar con esta palabra, la siniestra resolución en los más
insoportables momentos de la vida.13
Es importante señalar que Barroetaveña fue un tenaz seguidor de las posiciones de Leandro
Alem. En este sentido, se advierte una estrecha cercanía a buena parte del pensamiento liberal
expuesto por el líder radical, lo que se advierte en temas como el anticlericalismo, el federa-
lismo, la tradición, etc. En términos similares se encontraba su propia posición dentro del
partido, donde encabezó junto a Bernardo de Irigoyen, Oscar Liliedal, Joaquín Castellanos,
12
Leandro Alem. Mensaje y destino, Buenos Aires, Raigal, 1956, vol. i, pp. 268-269.
13
“Discurso del Dr. Barroetaveña”, El Tiempo, Buenos Aires, 9 de julio de 1896.
Entonces se decía por los diarios adversos en la Capital Federal, que la administración Irigoyen
era un gran fracaso, debiendo felicitarse el país por no haberle confiado la presidencia. En las
columnas del “Tiempo”, nos cupo el honor de refutar tamaña injusticia y mistificación, en la
época en que se la propagaba como un evangelio para liquidar una personalidad. La República
no comulgaba, naturalmente, con esa pérfida excomunión; y el buen nombre del Dr. Irigoyen,
como su fama de estadista, no se afectaron en lo mínimo con ese manoseo de círculos y gace-
tilleros despechados.15
Esta cercanía tanto a Alem como a Irigoyen se percibe en la tradición ideológica sobre el pasado
argentino que estos líderes expusieron en varios de sus escritos. Como sintetizó Paula Alonso,
en su primera década de existencia el radicalismo concibió la Constitución de 1853 como el
origen del sistema federal y de las limitaciones de los tres poderes de gobierno, en clara diferen-
cia con el análisis histórico de los líderes del Partido Autonomista nacional.16 A pesar de ciertas
alusiones en la época previa, la sanción de la Constitución Nacional debe considerarse como la
fecha inicial de la influencia del liberalismo clásico en el país. Del mismo modo indicó Barroe-
taveña este momento como el punto de partida de las nociones liberales en la Argentina:
14
Cabe señalar que en esta ocasión el radicalismo obtuvo el triunfo luego de celebrar una alianza con los autonomistas
liderados por Carlos Pellegrini. Para la estrategia política de “Las paralelas” que derivó en la elección de Irigoyen a la
gobernación véase Ezequiel Gallo, Carlos Pellegrini, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1997, pp. 64-65.
15
Francisco Barroetaveña, Don Bernardo de Irigoyen. Perfiles biográficos, Buenos Aires, Imprenta de M. Biedma e
hijo, 1909, pp. 32-33. No es difícil encontrar opiniones elogiosas de Barroetaveña sobre Bernardo de Irigoyen, como:
“El doctor Irigoyen era un prócer civil. Ninguno de sus triunfos cuesta a su país ni a la América una gota de sangre;
los laureles que orlan su frente de vencedor en las contiendas diplomáticas, parlamentarias y políticas, no están em-
pañados por el infortunio, el exterminio ni la desolación, con que se amasan las victorias de los guerreros y de los
caudillos violentos. En su biografía todo resplandece con luz apacible, y cuanto relumbra es oro de buena ley, son
laureles conquistados con las armas de la verdad, de la justicia, del talento, de la honestidad política y de la soberana
elocuencia escrita y hablada”, ibid., p. 28.
16
Paula Alonso, Entre la revolución y las urnas, op. cit., p. 150.
17
Francisco Barroetaveña, “El programa de la emancipación”, en Francisco Barroetaveña, J. Alfredo Ferreira y José
Benjamín Zubiaur, Escuela libre de dogmas, Buenos Aires, Liga Argentina de Cultura Laica, 1972, p. 7.
manejado en la última década discrecionalmente por don Hipólito Yrigoyen, fue convenciendo
al país que no se aplicaban con honesta fidelidad las promesas ni las garantías del programa
respetable del radicalismo de Alem (me serviré de este nombre simbólico), sino que se obser-
vaban concupiscencias, discordias, ambiciones de mando; ausencia de moralidad para escalar
el poder y para administrar la cosa pública; violencias de expresión y de fuerza, aun contra
propios correligionarios que discrepaban en política.18
Esta posición contraria a la figura de Hipólito Yrigoyen se advierte, una vez más, en su comen-
tario sobre el generoso uso de la intervención federal:
Las doctrinas constitucionales del doctor Alem sobre intervenciones, constituyen una réplica
elocuentísima a los atentados intervencionistas contra las provincias por el presidente Yrigo-
yen; y me parece que hay un deber moral ineludible en armonizar la conducta política de los
radicales del día, en especial de los congresales, con el credo liberal del ilustre suicida, en lugar
de afanarse para la erección de su estatua, merecida, pero que debe levantarse mientras el ci-
vismo varonil del pueblo, que él amó tanto, no barra, con brazo vigoroso, todos los escombros
constitucionales y administrativos producidos por la torpeza e inmoralidades de quienes se
dicen correligionarios, todavía sin el condigno escarmiento.19
La limitación del poder central fue uno de los puntales del pensamiento político de Barroeta-
veña, como se observará en su reflexión sobre la autonomía municipal y en su rechazo a la
aplicación de la ley de residencia en 1902. Esta posición en relación con la práctica interven-
cionista del gobierno radical en el período 1916-1922 fue una de las pruebas más claras del
legado de las ideas de Alem en nuestro autor. Basta indicar el argumento del primer líder radi-
cal sobre este tema para evidenciar la estrecha cercanía de ideas:
Mientras el organismo nacional, mientras las leyes nacionales, mientras la economía del sis-
tema no estén afectados de ninguna manera por las perturbaciones, por los conflictos, por
las violaciones que se cometen en los Estados, solamente en el fuero provincial y respecto
a los poderes provinciales, la Nación no tiene absolutamente nada que ver, porque sus fines
están asegurados y porque no peligran en nada la organización nacional, ni el sistema que nos
hemos dado.20
18
Francisco Barroetaveña, El gobierno del Dr. Alvear, op. cit., pp. 110-111.
19
Ibid., p. 146.
20
Párrafo de Alem de su discurso en la Cámara de Diputados contra la intervención a la Rioja en el año 1895, em-
pleado por Barroetaveña para criticar las intervenciones realizadas por Yrigoyen. Véase Francisco Barroetaveña, El
gobierno del Dr. Alvear, op. cit., pp. 141-142.
21
Ibid., pp. 120-121.
22
Alejamiento que también se advierte en la crítica que realizó nuestro autor sobre la política partidaria orquestada
por Hipólito Yrigoyen, que también apartó a personajes cercanos a Barroetaveña: “Entre esa gente de valimiento ra-
dical, hostilizada por el personalismo de Irigoyen, un grupo de hombres resueltos, avergonzados con los atentados y
desmoralización del gobierno tendieron líneas de combate claras y vigorosas, enarbolando los principios conculcados
del partido: allí estaban hombres de talento, experiencia y largos servicios, como los doctores Joaquín Castellanos,
Miguel Laurencena y Carlos Melo, prestigiosos desde los tiempos de Alem y de don Bernardo”, en ibid., p. 114.
23
Por ejemplo, en el año 1903, en plena reorganización llevada a cabo por el sector yrigoyenista, este grupo desco-
noció la entidad de una junta provisoria de filiación radical que contaba con la participación de Barroetaveña y era
presidida por Justo González. Véase “Partido Radical”, El Tiempo, Buenos Aires, 14 de octubre de 1903.
24
Véase Francisco Barroetaveña, El gobierno del Dr. Alvear, op. cit., p. 12. También en Caras y Caretas se menciona su
actividad como vinicultor. Véase “La fiesta de la vendimia”, en Caras y Caretas, Buenos Aires, 22 de febrero de 1908.
25
Según la crónica publicada en el diario La Nación, en la presentación de su candidatura Barroetaveña “abogó por
la formación de un gran frente único en esta capital para derrotar al personalismo […] la unión de los grandes núcleos
Antipersonalistas de los comités independientes y de los socialistas, traería fatalmente como consecuencia, la derrota
del adversario común de esas tendencias políticas”. Véase “Habló anoche en la sección 16 el candidato a presidente,
Dr. Melo. El doctor Barroetaveña”, en La Nación, 2 de marzo de 1928. Véase “Los cuatro candidatos a senador ha-
blan al electorado por medio de ‘Caras y Caretas’”, en Caras y Caretas, Buenos Aires, 31 de marzo de 1928.
2.“El ateo es un hombre con los mismos derechos que el monje más creyente.”28
Reflexiones sobre la intervención de la Iglesia en asuntos civiles
Las ideas de Barroetaveña ofrecen una muestra clara, sin fisuras, del pensamiento liberal de su
época. Esta característica se expresó notoriamente en sus opiniones sobre la influencia del
clericalismo en el país y de la participación de la Iglesia católica en determinadas políticas e
instituciones nacionales. Argumentos en los cuales es posible advertir la influencia de ideas
expresadas con anterioridad por Alem, quien postuló limitar la relación del Estado con las
iglesias con el fin de evitar el enriquecimiento de las mismas: “La religión se practica en cual-
quier parte, porque es un sentimiento íntimo del hombre que se mantiene entre él y Dios”.29
Volviendo al propio Barroetaveña, en el mismo sentido elaboró una postura reticente sobre la
intervención estatal en lo religioso, que consideraba un tema excluyente de la esfera privada.
En su opinión, su crítica al clericalismo no debía confundirse con una ofensiva al sentimiento
religioso de los católicos, pues concebía por encima de todo “la libertad de culto garantida
como derecho individual precioso a los habitantes de un país, no es lo mismo que asegurar una
omnipotencia sin límites para gobernarse autonómicamente a una Iglesia determinada”.30
Es en este sentido que se advierte en nuestro autor uno de los puntos centrales del libera-
lismo clásico, que consagraba a la libertad religiosa como uno de los grandes temas de su
ideario.31 Se debía evitar la influencia de una determinada iglesia en los asuntos generales de
la sociedad, y al mismo tiempo garantizar la no intervención estatal en las creencias individua-
les como en las cuestiones internas de las distintas religiones. Por ejemplo, en relación con el
26
La Nación del 5 de noviembre de 1931 destacaba: “Tal estado de ánimo, a la vez que el deseo de rechazar toda
vinculación con las fuerzas conservadoras, llevó más tarde a la convención provincial a retirar su apoyo a la candi-
datura Justo, proclamando la fórmula Barroetaveña-Matienzo”, en “Entre Ríos tendrá una elección que será un
ejemplo”, La Nación, Buenos Aires, 5 de noviembre de 1931.
27
El escrutinio publicado el 29 de noviembre de 1931 en La Nación indicaba: “Entre Ríos: Barroetaveña-Matienzo,
41.248; Justo-Roca, 31.865; De la Torre-Repetto, 16.973”. Véase “La marcha de los escrutinios”, La Nación, Buenos
Aires, 29 de noviembre de 1931.
28
Francisco Barroetaveña, El matrimonio civil, op. cit., p. 19.
29
Leandro Alem. Mensaje y destino, op. cit., vol. i, p. 277.
30
Francisco Barroetaveña, El matrimonio civil, op. cit., p. 16.
31
Lord Acton, por ejemplo, indicaba que “la idea de que la libertad religiosa es el principio generador de la libertad
civil y que ésta es la condición necesaria de la religiosa”, véase Lord Acton, Essays in the liberal interpretation of
history, Chicago, William McNeill, 1976, p. 292.
El matrimonio moral y en perfecto acuerdo con todas las indicaciones saludables de los co-
nocimientos humanos, es el ideal de la humanidad, no la virginidad como lo predican algunas
religiones. Si los pueblos cumplieran semejantes lecciones, pronto el género humano estaría
en el camino de la muerte. Si se nos presenta a los célibes como seres superiores y selectos de
la especie, la consecuencia lógica de tal enseñanza, caso de aceptarla, sería convertir a la tierra
en un inmenso cementerio vivo con dos departamentos incomunicables, esperando el fin del
mundo en aquella oscuridad tenebrosa.34
No es de extrañar entonces, opinará, que el matrimonio civil sea una institución crucial para el
desarrollo material y moral del país. Una de las herramientas empleadas frecuentemente por
nuestro autor fue el uso del método comparativo, en este caso sobre los países que habían acep-
tado este tipo de legislación, como Francia, Inglaterra, Italia, Alemania, Suiza y los Estados
Unidos, entre otros.35 Además, su argumento también reposaba en las líneas trazadas por Al-
32
Francisco Barroetaveña, El matrimonio civil, op. cit., p. 63. Nuestro autor puntualizaba la presencia de la Iglesia
católica dentro del gobierno nacional de la siguiente manera: “El clericalismo argentino anda en auge oficial, espe-
cialmente en los ministerios del Interior y de Instrucción Pública; y se siente su actuación en muchas partes”, en
Francisco Barroetaveña, El clericalismo y el divorcio. Emancipación italiana, Buenos Aires, Compañía Sud-Ameri-
cana de Billetes de Banco, 1912, p. 18.
33
Francisco Barroetaveña, “El Clericalismo contra la civilización. ¡Voz de alarma!”, en Escuela libre de dogmas, op.
cit., p. 12.
34
Francisco Barroetaveña, El matrimonio civil, op. cit., p. 67.
35
Método comparativo que también se observa en otros textos y/o discursos de Barroetaveña en temáticas tan varia-
bles como el divorcio, la autonomía municipal, la naturalización de extranjeros y la diversidad de lenguas en torno
al debate del idioma nacional.
36
De manera categórica tituló la sección de su tesis donde se presentan estas ideas: “Nuestro país está desierto: No
llegará a sus grandes destinos sino cuando se haya poblado y cuando sus masas se instruyan. El Matrimonio civil será
un poderoso estímulo para atraer la buena inmigración”, véase Barroetaveña, El matrimonio civil, op. cit., pp. 107-114.
37
Ibid., p. 114.
38
Francisco Barroetaveña, El clericalismo y el divorcio, op. cit., p. 8.
39
Ibid., p. 26.
40
Ibid., p. 33.
41
En este argumento, Barroetaveña citó los discursos de la militante italiana Rutín en defensa del divorcio.
3. “Dar al Estado moderno firmes bases humanas para el bienestar de los hombres.”46
Reflexiones sobre la cuestión social y la inmigración
El contexto en que Barroetaveña desarrolló su cuerpo de ideas fue la transición del 1800 al
siglo xx, período marcado por las grandes modificaciones que experimentó la sociedad argen-
tina tanto en su composición como en su tamaño. Fue en esta época cuando surgieron en el país
una serie de reflexiones sobre las nuevas condiciones de vida de la población argentina, englo-
badas en lo que se denomina la “cuestión social”. Como indicó Zimmermann, “Este término
describe –y describía durante el período– el conjunto de consecuencias sociales del proceso de
inmigración masiva, urbanización e industrialización que transformó al país…”.47 Ante este
42
En el mismo escrito puede advertirse el rechazo de Barroetaveña al anarquismo: “delirio anarquista, que con el
mismo furor mata al justo y al tirano”. Véase Francisco Barroetaveña, Elena de Montenegro. Pensamiento, humani-
dad y valor, Buenos Aires, Compañía Sud-Americana de Billetes de Banco, 1912, p. 15.
43
Ibid., p. 13.
44
En el año 1913 Barroetaveña publicó Sociedad de Beneficencia en homenaje a los noventa años del surgimiento
de aquella institución. Aquí destacó, una vez más, el papel de las mujeres en temas solidarios a partir del rol que
tuvieron las damas de beneficencia en la protección de escuelas, asilos y hospitales. Véase Francisco Barroetaveña,
Sociedad de Beneficencia. Misión trascendental dada por su fundador, Buenos Aires, Compañía Sud-Americana de
Billetes de Banco, 1913, capítulo iv: “Psicología de las Damas de Beneficencia”.
45
Francisco Barroetaveña, Elena de Montenegro, op. cit., pp. 13-14.
46
Francisco Barroetaveña, “Congresos del librepensamiento”, en Francisco Barroetaveña, y José Benjamín Zubiaur,
Propaganda Liberal, Buenos Aires, Compañía Sud-Americana de Billetes de Banco, 1913, p. 46.
47
Eduardo Zimmermann, Los liberales reformistas, op. cit., p. 11.
48
Francisco Barroetaveña, “Congresos del librepensamiento”, op. cit., p. 48.
49
Congreso Nacional, Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados, Buenos Aires, 22 de noviembre de 1902,
Sesión Prórroga, vol. ii.
50
Barroetaveña apoyaba la condena a reclusión perpetua ante los crímenes más severos: “Estoy convencido de que
el presidio perpetuo obrará con mucha mayor eficacia sobre la sociedad en general, sobre los hombres inclinados al
crimen, que la ejecución capital”, véase Congreso Nacional, Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados, 3 de
septiembre de 1900, Sesión Ordinaria, vol. i, p. 1003.
51
Ibid., 3 de septiembre de 1902, Sesión Ordinaria, vol. I, p. 1005.
52
La ley reglamentaria de 1869 establecía que todo extranjero que se encontrase en condiciones de naturalización,
es decir, cumpliendo con los cinco años de residencia en el país, debía solicitar su ciudadanía a través de la justicia.
En su proyecto de ley, presentado en la cámara de Diputados en septiembre de 1894, Barroetaveña consideró dicho
procedimiento como engorroso, y que desalentaba a los extranjeros a pedir su nacionalización. Véase el proyecto de
ley en “La naturalización de los extranjeros”, El Tiempo, Buenos Aires, 2 de octubre de 1902.
53
Francisco Barroetaveña, La naturalización de extranjeros, Buenos Aires, Biedma, 1909, pp. 8-9.
54
Ibid., p. 28.
Si este proyecto llegara a convertirse en ley sería un paso peligroso; sería una vanguardia os-
curantista, reaccionaria en nuestra legislación; porque tras de la unidad del idioma se pediría la
unidad de fe, la unidad de raza, se pedirían otras unidades centralistas que además de conspirar
contra la Carta fundamental, y las libertades que ella garante, conspirarían contra la prosperi-
dad y civilización de la República.58
El nacionalismo no era un tema central para nuestro autor. La concepción de una identidad
homogeneizadora no constituía el elemento primordial para que el país desarrollara las me-
jores instituciones. Más bien, como se percibe en la cita anterior, era un obstáculo, tal como
se evidenció en aquel patriotismo que rechazaba la naturalización de extranjeros. De este
modo, para Barroetaveña la educación en el país debía respetar la diversidad de lenguas ya
que con el establecimiento de esta condición se respetaría la propia identidad de los indivi-
55
Cané siempre señaló que la ley no era para ser aplicada a huelgas sino estrictamente referida a actos terroristas:
“una ley concebida y sancionada contra el crimen y no contra el derecho”, palabras citadas por Alfredo Palacios
para apoyar la derogación de la misma ley en 1904. Véase Eduardo Zimmermann, Los liberales reformistas, op.
cit., p. 174.
56
Las objeciones señaladas fueron: “1) se estaba legislando ‘de apuro’, sin considerar las causas más profundas del
problema; 2) la expulsión era una medida penal, y el Poder Ejecutivo no podía atribuirse facultades judiciales; 3) se
ordenaba una discriminación entre extranjeros y argentinos de carácter anticonstitucional…” Véase en Eduardo
Zimmermann, Los liberales reformistas, op. cit., p. 155.
57
Congreso Nacional, Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados, 24 de noviembre de 1902, Sesión Prórroga,
vol. ii, p. 24.
58
Natalio Botana y Ezequiel Gallo, De la República posible a la República verdadera (1880-1910), Buenos Aires,
Ariel, 1996, p. 379.
Conclusiones
Hasta aquí hemos recorrido distintos aspectos del pensamiento de Barroetaveña. Para comple-
tar dicho cuerpo de ideas es preciso mencionar un rasgo central de su ideario político: nos re-
59
De manera similar Barroetaveña hizo referencia al tema de la tradición. Compartía con Alem (como se advierte en
su famoso discurso contra la federalización de Buenos Aires) el rechazo a concebir esta noción como la guía para las
reformas institucionales del país. Se manifestó así una aversión, un tanto irónica, al culto de lo que él mismo deno-
minó como “el imperio de la doctrina fósil”. Consideraba que esta lógica obstaculizaba el progreso, y era un hábito
nocivo que promovía el atraso y la superstición. Quizás el mejor ejemplo (y el más extremo) para evidenciar su
postura con respecto a la “tradición idolátrica” sea su opinión en relación con el Cabildo de Buenos Aires: “se quiere
conservar, con gastos crecidísimos, el trozo de aquel vizcacheral que se llamó Cabildo, del peor gusto arquitectónico
y en plena ruina […] conservar mamarrachos, adefesios artísticos, como representativos de acontecimientos memo-
rables, es rebajar la estética, la conmemoración y la cultura artística de las nuevas generaciones. ¿Qué se diría de un
hombre que guardara los andrajos de su ropa usada, y que los venerase como homenaje o recuerdo piadoso de su
actuación memorable? Probablemente se le consideraría candidato a manicomio; y bien mirado, la rutina de conser-
var cosas viejas, feas y ruinosas, no anda muy distante”, véase Francisco Barroetaveña, “¡La tradición!”, en Fran-
cisco Barroetaveña y José Benjamín Zubiaur, Propaganda liberal, op. cit., p. 81.
60
Principalmente, Barroetaveña manifestaba simpatía hacia Gran Bretaña ya que consideraba a este país como el
más preparado, por sus instituciones y sus leyes, para imponer las condiciones de paz ante el avance alemán. Propen-
sión que se advierte en la enumeración de figuras que se destacaron en diversos campos realizada por nuestro autor:
“Bacon, Shakespeare, Milton, Newton, Hobbes, Cook, Halley, Herschell, Watt, Locke, Reid, Cavendisch, Harvey,
Dryden, Addison, Pope, Wolf, Davy, Faraday, Darwin, Spencer, Nelson, Macaulay, Pitt, Sheridan, Burke, Fox, We-
llington, Canning, Byron […] Malthus, Bentham, Ricardo, Stuart Mill, Hume, Gibbon, Robertson, Carlyle, Alison,
Freemen, Brughan, Gladstone, Walter Scott, Tomas Morre [sic], Disraeli, Dickens y otros”, véase Francisco Barroe-
taveña, Alemania contra el mundo, Buenos Aires, Otero,1915, pp. 103-104.
61
En el Post Scriptum de 1994 del Orden Conservador, Botana advirtió que “El municipio circunscribe, pues, un
ámbito más receptivo para el interés individual y corporativo de los inmigrantes (en territorio, dicho sea de paso,
donde Alberdi había instalado la participación política del extranjero)”, Natalio Botana, El Orden conservador. La
política argentina entre 1880 y 1916, Buenos Aires, Edhasa, 2012, p. 286.
62
Este diagnóstico, aunque era frecuente en la mayoría de sus escritos, fue especialmente subrayado en una confe-
rencia realizada en Gualeguay en 1912. Su anhelo era que su provincia, Entre Ríos, y su ciudad, Gualeguay, fueran
las iniciadoras de una segunda gloria de los municipios nacionales, como había sucedido en el pronunciamiento de
mayo de 1851. Aquí se desprenden una serie de artículos que Barroetaveña centró en el caso entrerriano: “Inconsti-
tucionalidad de una ley de Entre Ríos” (1883) y “La gloria de Caseros” (1923).
63
Francisco Barroetaveña, Autonomía municipal. Evolución argentina fecunda: iniciativa de Gualeguay, Buenos
Aires, Compañía Sud-Americana de Billetes de Banco, 1912, p. 31.
64
Ibid., pp. 30-31
65
Natalio Botana y Ezequiel Gallo, De la República posible a la República verdadera, op. cit., p. 416.
66
Paula Alonso, Entre la revolución y las urnas, op. cit., p. 239.
67
En este ensayo hemos limitado el número de comparaciones con otros actores de la época, pues la mayoría de ellas
no nos parecen pertinentes para analizar las ideas de Barroetaveña.
68
“Los grupos dirigentes, escépticos y conservadores en el campo político, fueron liberales y progresistas ante la
sociedad que se ponía en movimiento”, véase Natalio Botana, El Orden conservador, op. cit., p. 18.
69
Entre ellas podemos destacar la influencia de nuevas corrientes ideológicas de la segunda mitad del siglo xix,
como es el caso del socialismo y el nacionalismo.
la máxima difusión de la instrucción pública, laica y científica en manos del Estado, para darla
por sí mismo o exigirla con severo control de los particulares; el divorcio absoluto, para terminar
la secularización del matrimonio; la dignificación legal de la mujer; la supresión del juramento
religioso, como exigencia legal; la laicización de todos los establecimientos y servicios públicos
contaminados con ceremonias religiosas o explotados por cofradías o congregaciones; la sepa-
ración de la Iglesia del Estado; la dignificación del obrero por la moderación del trabajo, por la
mejora de su salario, por la instrucción gratuita, y por el amparo del Estado contra la vejez, los
accidentes y las enfermedades; el trato pacífico y humanitario con los indios, para incorporarlos
a nuestra civilización, por medio de misiones laicas, cortando los abusos de las misiones reli-
giosas y las arbitrariedades de las guarniciones militares; el impuesto proporcional y progresivo
sobre la renta, en lugar de las injusticias tributarias reinantes y de las extorsiones del proteccio-
nismo a favor de gremios privilegiados, en contra del pueblo consumidor y del bienestar general;
la disminución de los ejércitos y armamentos, y la propaganda eficaz por la paz y el arbitraje;
suprimir los conventos y las órdenes religiosas; fomentar la difusión del saber por la enseñanza
provechosa y aumentar las bibliotecas públicas; afirmar la inviolabilidad de la vida humana […]
propender, en fin, por todos los medios de propaganda, a la extirpación de las supersticiones re-
ligiosas, de las costumbres y de las leyes, difundiendo la enseñanza laica, que vigoriza la moral
humana, y asegura el reinado de la justicia y de la libertad, esto es de las firmes columnas del
Estado moderno.70 o
Bibliografía
70
Francisco Barroetaveña, “Congresos del librepensamiento”, op. cit., pp. 44-45.
En este trabajo se examina el pensamiento This article analyzed the thoughts of Francisco
de Francisco Barroetaveña. Se considera a este Barroetaveña. This politician is considered to
político como uno de los referentes más íntegros be one of the most representative referents to
de la tradición liberal en la Argentina de fines del Argentinian classical liberal tradition between the
siglo xix y principios del xx. A su vez, se destaca late xix century and beginnings of the xx. His also
su participación en los orígenes y consolidación renowned for his participation at the foundation and
de la Unión Cívica Radical como también su consolidation of the Radical Party as well as his
estrecha cercanía con el líder de esta agrupación, close relationship with Leandro N. Alem. This article
Leandro N. Alem. A lo largo de este artículo makes its way through the path of this character with
se realiza un recorrido por la trayectoria de in his interventions in the Parliament and the press.
Barroetaveña través de sus intervenciones en el Barroetaveña´s liberal reflections about topics such
Parlamento y en la prensa. Se analizan sus as the relationship between the Catholic Church and
reflexiones de marcado tinte liberal sobre temas the State, the phenomenon of Mass Migration, Social
como la relación entre la Iglesia católica y el Estado, Question, Federalism and economic protectionism
el fenómeno de la inmigración masiva, la cuestión are examined. On other hand his interventions of
social, el federalismo, la protección en la economía, the UCR after the passing of Alem are described as
entre otros tópicos. Por otra parte, se describe su establishing as one of the referents of the opposition
intervención en la ucr luego del fallecimiento de to the leadership of the Hipólito Yrigoyen and his
Alem, estableciéndose como unos de los referentes party style conduction.
de la facción opositora al liderazgo de Hipólito
Yrigoyen y su estilo de conducción partidaria. Keywords: Liberalism - Anti-clericalism - Unión
Cívica Radical - Federalism - Anti-“personalism”
Palabras clave: Liberalismo - Anticlericalismo
- Unión Cívica Radical - Federalismo -
Antipersonalismo
Prismas
Revista de historia intelectual
Nº 18 / 2014
El historiador en traje de fiscal
La noción de responsabilidad moral/jurídica en la historia*
Marc Angenot**
Recordemos que las dos primeras fases de la operación historiográfica y de la acción judi-
cial son comunes: la búsqueda de la prueba documental y la explicación-comprensión de los
hechos. Luego, divergen. Por un lado, el historiador es llamado –en una fase de “represen-
tación”– a establecer un relato científico, y por ende modificable a medida que se acumula
nuevo conocimiento. El juez, a la inversa, debe pronunciar un juicio jurídicamente definitivo.
Por otro lado, cuando el historiador define los crímenes del comunismo a través de categorías
jurídicas –definidas en este caso por el tribunal de Núremberg– no tiene como función “formu-
lar un juicio y un veredicto”, sino caracterizar actos criminales del modo más preciso posible.2
* Publicación original: “L’historien en robe de procureur: la notion de responsabilité morale/juridique chez les histo-
riens”, en Thomas Berns y Julie Allard (eds.), Pensées du droit, lois de la philosophie. En l’honneur de Guy Haarscher,
Bruselas, Université de Bruxelles, 2012, pp. 123-144. [Traducción de Gabriela Villalba.]
** Cátedra James-McGill de Investigación del Discurso Social, Universidad McGill (Montreal); Cátedra Perelman
de Teoría de la Argumentación e Historia de las Ideas de la Universidad Libre de Bruselas (2011-2012).
1
Paul Peeters, “Les aphorismes du droit dans la critique historique”, Académie royale de Belgique. Bulletin de la
Classe des Lettres et des Sciences Morales et Politiques, 5ª serie, 1946, pp. 81-116 [“Les aphorismes du droit dans
la critique historique”, 5ª serie, 1946, erratum, p. 279]. Comentado por Carlo Ginzburg en Un seul témoin, París,
Bayard, 2007, p. 29.
2
Stéphane Courtois et al., Du passé faisons table rase! Histoire et mémoire du communisme en Europe, París,
Laffont, 2002 [Pocket, 2009, p. 238].
Los historiadores de las ideas –a quienes me referiré principalmente en estas breves páginas–
son investigadores cuyos trabajos suelen regirse, a la vez, por la razón de vivir y el ajuste de
cuentas. Aunque más no sea por la elección de sus objetos: aparición primera del prefacismo
en Francia, Ilusiones del progreso, Poder psiquiátrico e ideas académicas que sirven para con-
trolar los cuerpos y normar a los humanos, Orígenes gnósticos rusos del leninismo (es fácil
para el lector agregar nombres a esta pequeña enumeración...). Sin lugar a dudas, a los intelec-
tuales que ajustan cuentas se aplica a menudo la parábola de la paja y la viga. Pero si bien
ayudan a ver la paja en la ideología o en la seudociencia que objetivan, genealogizan, periodi-
zan y detestan, de todos modos uno puede confiar, dentro de todo, en su hostil perspicacia.
Otras “vocaciones” de historiador de las ideas no parecen menos alejadas, en sus motiva-
ciones primeras, de la serenidad recomendada al académico. Es el caso de los historiadores que
tuvieron cuentas que ajustar con “los suyos” y consigo mismos, como sucede, en particular, con
los historiadores alemanes frente al nazismo, consagrados a una penosa voluntad de reconstruir
la “genealogía” del mal, indisociable, si se quiere, de una amplia dosis de vergüenza colectiva,
estoica y sublimada.
Así, la historia de las ideas forma un género híbrido que combina el aparato del saber –his-
torización, tipologías y conceptualizaciones que operan sobre el producto de extensas investiga-
ciones archivísticas–, pero que conlleva, de un modo no menos visible en la mayoría de los ca-
sos, una intención polémica unida a un compromiso personal, a una presencia de un sujeto que
* Angenot apela aquí a una metáfora más explícita para el lector francófono que para el lector latinoamericano, dado
que tanto en Canadá como en Europa los magistrados visten togas características, según su cargo y jerarquía (fisca-
les, jueces, etc.). [N. de la T.]
Todos los grandes historiadores de las ideas en el siglo xx parten del horror, de un hecho his-
tórico horrible, a priori inexplicable en su propio horror e inhumanidad –las guerras mundiales,
el Terror estalinista, el Gulag, la Shoah, etc.–, para preguntarse qué ideas los “llevaban en ger-
men”, qué ideas y qué propagadores de ideas desempeñaron un papel de incitador e instigador
–de justificador, de aprobador– de los grandes crímenes del siglo xx. Se toman como un deber
el perseguir en su origen la génesis de la Idea, con los riesgos de moralización anacrónica ex
post facto y de imputación abusiva de complicidades antes del hecho que este enfoque conlleva.
En efecto, la categoría, laxa y no siempre explícita, que guía sus análisis del papel de las ideas
en la historia es la categoría de complicidad. En síntesis, ¿era previsible el horror, con solo des-
cifrar los “ideales” que motivaron a los perpetradores? “Can it ever be anticipated that the pur-
suit of attractive ideals or ends will lead to mass murder and widespread suffering?”, se pregunta
–quizás “ingenuamente”– un historiador estadounidense.4 Es aquí, sin embargo, donde se inscri-
ben las grandes problemáticas que atraviesan la historia de las ideas, problemáticas siempre
actuales y clásicas, siempre discutidas, también, y controvertidas, las de los “Orígenes intelec-
tuales” de los grandes acontecimientos de la historia moderna: Orígenes de la Revolución Fran-
cesa, de la Revolución Bolchevique, del totalitarismo, del nazismo, del antisemitismo genocida,
del fascismo italiano (y/o del fascismo genérico), etc. Hay en muchos historiadores una sospe-
cha moral que da inicio a sus empresas: la de que algunas ideas de antes –no solamente las ideas
expresamente odiosas sino también otras ideas, programas, doctrinas con su falaz apariencia de
inocencia y benevolencia humanitaria– eran intrínsecamente peligrosas y de que su nocividad
–indisociable de cierto grado de absurdo y de irrealismo– tendrían que haber sido perceptibles
“en germen” mucho antes de que alguien se hubiera percatado de encontrarles una “aplicación”.
Contra la vieja hipótesis, o el viejo sofisma –aplicado por los historiadores progresistas
primero a la Revolución de 1789–, de las “Circunstancias imprevisibles” que desvían y per-
vierten lamentablemente ideas que en sí eran generosas y excelentes y que se quiere preservar
de todo cuestionamiento –hipótesis que sirvió a lo largo de todo el siglo xix para exonerar las
ideas jacobinas, inspiradas por la Ilustración, de los crímenes revolucionarios y el Terror de
1793–, el historiador actual, que se ha vuelto suspicaz, tiende a someter a análisis las propias
3
François Furet, Penser la Révolution française, París, Gallimard, 1978, p. 26 [trad. esp.: Pensar la Revolución
Francesa, trad. de Arturo Firpo y Claudio Ingerflom, Barcelona, Petrel, 1980].
4
Paul Hollander, The End of Commitment. Intellectuals, Revolutionaries, and Political Morality, Chicago, Dee,
2006, p. 4 [“¿Pudo haberse anticipado que la búsqueda de ideales o fines atrayentes llevaría al asesinato masivo y a
grandes sufrimientos?”, n/eds.].
5
Emilio Gentile, Le origini dell’ ideologia fascista (1918-1925), Roma/Bari, Laterza, 1975 [trad. ingl.: The Origins
of Fascist Ideology 1918-1925, Nueva York, Enigma, 2005].
6
Trygve T. Tholfsen, Ideology and Revolution in Modern Europe: An Essay on the Role of Ideas in History, Nueva
York, Columbia University Press, 1984, p. 105. [“Ideas y creencias fueron ingredientes primarios en el proceso que
le dio existencia al fascismo”, n/eds.]
7
Pierre Milza, “Le totalitarisme fasciste, illusion ou expérience interrompue?”, Vingtième Siècle, nº 100, 2008/4, pp.
63-67.
8
Véase especialmente Pier Giorgio Zunino, L’ideologia del fascismo. Mito, credenze e valori nella stabilizzazione
del regime, Bolonia, Il Mulino, 1985.
9
Emilio Gentile, Qu’est-ce que le fascisme? Histoire et interprétation, París, Gallimard, 2004.
In the tradition of Eric Voegelin and Norman Cohn –escribe–, I think that the National Socia-
list ideology should be seen as a more or less coherent millenarian and gnostic world view
that must be taken seriously if the Nazis are to be understood. [...] [T]he Nazis believed that
their reality was dominated by fiendish powers and they experienced revelations or acquired
pseudo-scientific knowledge about their historical situation that made them want to fight a
modern battle of Armageddon for a worldly New Jerusalem.12
In all its manifestations and especially in the ns case, millenialism appears to begin with an
experience of confusion and a strong fear of annihilation which can be called the “disaster
syndrome”.
This study [...] concludes that the millenialism hypothesis gives the best answer to the perple-
xing questions about this specific group of revolutionaries. [...] By stressing the primacy of
apocalyptic motives in the National Socialists, it does not deny the existence or significance of
ideological, economic, psychological and other passions.13
10
La definición de fascismo genérico en torno a la que aparentemente se ha establecido cierto “consenso” en el
mundo anglosajón actual es la del historiador británico Roger Griffin, líder de la Fascist Studies School. Esta aspira
a extraer un “núcleo” mítico constante omitiendo intencionalmente, con fines heurísticos, las variables reivindicacio-
nes “nacionales” y las variables racionalizaciones cientificistas e historicistas que lo revisten: “Fascism is a genus of
political ideology whose mythic core... is a palingenetic form of populist ultra-nationalism” [“El fascismo es un gé-
nero de ideología política cuyo núcleo mítico […] es una forma de ultranacionalismo populista”, n/eds.]; Roger
Griffin y Matthew Feldman (eds.), Fascism: Critical Concepts in Political Science. Londres, Routledge, 2004, vol. i,
p. 272. Definición completa en The Nature of Fascism, Londres, Routledge, 1993, p. 44.
11
James Rhodes, The Hitler Movement: A Modern Millenarian Revolution, Stanford, CA, Hoover Institution Press, 1980.
12
Ibid., pp. i y 18. [“En la tradición de Eric Voegelin y Norman Cohn, creo que la ideología nacional-socialista de-
bería ser vista como una más o menos coherente visión del mundo milenarista y gnóstica, que debe ser tomada seria-
mente para comprender a los nazis. […] [Ellos] creían que su realidad estaba dominada por poderes diabólicos y
experimentaban revelaciones o adquirían conocimiento pseudo-científico acerca de su situación histórica que los
llevaba a querer pelear una moderna batalla de Armageddon para una Nueva Jerusalem en este mundo”, n/eds.]
13
Ibid., p. 19. [“En todas sus manifestaciones y especialmente en el caso del nacionalsocialismo, el milenarismo pa-
rece empezar con una experiencia de confusión y un fuerte temor a la aniquilación que puede ser llamado ‘síndrome
La publicación del Livre noir du communisme14 en 1997 reactivó en Francia una polémica de
larga data sobre el balance negativo del comunismo en el siglo xx, en un sobresalto tardío pero
excepcionalmente violento que movilizó a toda la prensa y a los ensayistas más destacados y
que todavía no está ni cerca de haberse aplacado. Un pavé dans l’histoire, de Pierre Rigoulot e
Ilios Yannakakis,15 da cuenta de los primeros meses de esta polémica en Francia en torno a la
“memoria del comunismo” –desde el punto de vista acusador de los colaboradores del libro–,
mientras que poco tiempo después el volumen colectivo Du passé faisons table rase16 dio a co-
nocer la diferente recepción de las traducciones del libro en todos los países de Europa, muy
favorable en el este y reticente en el oeste. Como siempre, la Francia intelectual conforma una
excepción y contrasta con la muy favorable recepción del libro en los países que conocieron el
“socialismo real”, a pesar de las reticencias y las negaciones –también allá– de una retaguardia
de aparatchiki reciclados que no quieren que se “saquen a relucir los trapos sucios” del pasado.
No es cierto, como se lee a veces, que los colaboradores de aquel acontecimiento editorial
hayan reclamado “un Núremberg del comunismo”, cosa que sería impracticable, pues los regí-
menes comunistas no fueron vencidos militarmente, y políticamente inoportuno (a pesar de al-
gunos juicios a responsables policiales de la represión en la República Checa, por ejemplo). Pero
sí afirmaron en voz alta que la tarea del historiador del comunismo –al igual que la que sin difi-
cultad se le reconoce al historiador del nazismo o del fascismo (comparación accesoria que por
sí sola generó escándalo)– es no limitarse a describir, enumerar, explicar y situar en el tiempo de
la historia, sino también, cuando es preciso, formular una acusación. Al menos en el discurso
historiador y no en el orden jurídico, formular una acusación contra los crímenes cometidos en
otras épocas, contra sus autores, sus instigadores y sus promotores. Lo determinante es no poner
en duda los “crímenes” –a pesar de las incesantes polémicas sobre su extensión y su cifrado–,
sino establecer, respecto de tales crímenes, la responsabilidad de la ideología (y en consecuencia
queda más o menos en claro fue la responsabilidad de aquellos que, en Occidente, “confesaron”
esa ideología y militaron por ella, manteniéndose –por la fuerza de las cosas y el azar del naci-
miento– ajenos a la “aplicación” que hizo de ella el Socialismo Real).
¿Es criminal el comunismo? La pregunta puede parecer ociosa, casi nada provocadora. ¿Y los
millones de muertos posteriores a la revolución soviética? ¿Y la masacre de los marinos de
Cronstadt a manos de Trotski en 1921? ¿Y la hambruna organizada para reducir la resistencia
de buena parte de los ucranianos a la sovietización en 1932-1933? [etc., etc.] ¿Cómo atreverse
entonces a cuestionar esta criminalidad? A decir verdad, ya no se cuestiona el hecho de que
una espantosa hecatombe humana esté vinculada con la historia del comunismo, sino la natu-
del desastre’. Este estudio […] concluye que la hipótesis milenarista da la mejor respuesta a las cuestiones perplejas
sobre este específico grupo de revolucionarios. […] Subrayar la primacía de los motivos apocalípticos en el Nacional
Socialismo, no supone negar la existencia de otras pasiones ideológicas, económicas o psicológicas”, n/eds.]
14
Stéphane Courtois et al., Le livre noir du communisme. Crimes, terreur, répression, París, Laffont, 1997 [trad. esp.:
El libro negro del comunismo, trad. de César Vidal, Barcelona, Espasa, 1998 y Barcelona, Ediciones B, 2010].
15
Pierre Rigoulot e Ilios Yannakakis, Un pavé dans l’histoire, París, Laffont, 1998.
16
Stéphane Courtois et al., Du passé faisons table rase!, op. cit.
Los elementos centrales del debate están bien resumidos. ¿Acaso un régimen basado en una
ideología determinada debe ser juzgado por sus obras, y su ideología con él ipso facto?, ¿acaso
los resultados, siempre horrorosamente similares, de los regímenes ideocráticos juzgan las
convicciones de los actores y cuestionan el “ideal” de sus seguidores? El problema de la ambi-
gua interfaz histórico-ético-jurídica no es el de algunas ideas del pasado que llamaban –literal-
mente y sin mayor esfuerzo hermenéutico– a la represión, al odio por el Otro, a la persecución,
no es el de las doctrinas expresamente racistas, antisemitas, genocidas y de la censura que
llevan en ellas de modo unánime. Se lamente o no (se puede ver allí una vana invitación/invite
a meditar confusamente sobre las buenas intenciones con las que fue recubierto el infierno del
siglo xx, para desembocar laxamente en una invocación del principio de precaución en vista
de los arrebatos irreflexivos de ayer), la cuestión del mal político e ideológico se encuentra en
el centro de la historia de las ideas modernas con la forma específica de la mutación del bien
en mal, de los buenos en villanos, de la idea generosa en legitimación de lo inhumano, del
“vuelco del humanista en fanático, del perseguido en policía”, vuelco central en la reflexión de
alguien como Régis Debray (que sin embargo no ofrece una explicación muy clara del carácter
fatal de dicho vuelco ni propone conclusiones prácticas para deducir de su afirmación).18
Partiré de lo que plantea Aleksandr Solzhenitsyn al comienzo de Archipiélago Gulag:
“Fue la ideología la que valió al siglo xx experimentar la perversidad a escala de millones”. 19
Lenin y el bolcheviquismo sin duda están cuestionados, pero la acusación de Solzhenitsyn es
más englobadora. El novelista ruso razona a partir de un contraste: los malos de Shakespeare se
satisfarían con media docena de cadáveres, pero para acumular millones de muertos se necesita
otra forma de crueldad e inhumanidad argumentadas, y es esta cosa moderna, desconocida por
el dramaturgo inglés e impensable en su siglo, lo que el escritor ruso designa con el nombre de
“Ideología”. La cuestión planteada es la del cambio de escala de lo inhumano en el siglo xx,
cambio surgido del encuentro de medios técnicos y delirios escatológicos disfrazados de doctri-
nas “científicas”. Todas las ideologías totales del siglo, ya sean de izquierda o de derecha, ter-
minaron creando “vidas inútiles”, legitimaron el asesinato de pobres de a miles y millones,
concibieron y justificaron el terror de masas, diezmaron con convicción a poblaciones enteras.
La cuestión espinosa que se deriva en este paradigma de la mutación del bien en mal –y sobre
la que existe una biblioteca cada vez mayor de reconstituciones divergentes de datos, de enca-
denamientos y argumentaciones contradictorias– es la de la “responsabilidad” de las ideas re-
volucionarias, la de las utopías socialistas e igualitarias surgidas de la Ilustración, la de Marx
–o de los marxismos que aparentemente habrían “traicionado” su pensamiento– o Lenin y los
bolcheviques en la Tragedia soviética.20 La ideología racista de los nazis condujo a Auschwitz,
17
Stéphane Courtois et al., Du passé faisons table rase!, op. cit., pp. 13-14.
18
Régis Debray, Critique de la raison politique, París, Gallimard, 1987, p. 361.
19
Alexandre Soljénitsyne [Solzhenitsyn, Aleksandr Isaevich], L’Archipel du Goulag, París, Seuil, 1974, vol. I, p. 132.
20
Martin E. Malia, The Soviet Tragedy. A History of Socialism in Russia, Nueva York, Free Press/Toronto, Maxwell
Macmillan, 1994.
¿Metamorfosis inopinada?
En la década de 1930, el filósofo católico Waldemar Gurian –de más está decir que era antico-
munista– también hablaba de la “metamorfosis” de una idea intrínsecamente buena, la del so-
cialismo, en un régimen atroz: “la doctrina se transformó, convirtiéndose, no en una utopía de
futuro, sino en justificación del terrorismo y de la privación de cualquier derecho del individuo
frente al Estado de partido”.21 Pero esta “metamorfosis” inopinada seguía siendo, en cuanto tal,
inexplicable. La pregunta puede parecer ingenua pero vuelve en nuestros días. “¿Por qué el
comunismo moderno, que apareció en 1917, se erigió casi de inmediato en dictadura san-
grienta y luego en régimen criminal?”22 Evidentemente, a esta buena pregunta sin respuesta los
pensadores de derecha pueden oponer la hipótesis de una consecución lógica o de un “poten-
cial” perjudicial perfectamente detectable en los proyectos iniciales y en las ideas (y quizá
también, ampliando el horizonte, en toda la modernidad política secular). A la cabeza del Es-
tado soviético se encontraba un grupo de “ideócratas” animados por una doctrina específica y
un proyecto global que causó inmensos sufrimientos: parece de buen método sondear esa doc-
trina y cuestionar su carácter, ostentatorio pero quizá engañoso, “de utopía de futuro” dedicada
al bienestar de la humanidad.
La capacidad y la voluntad de control “total” de la sociedad por parte del Estado-partido
bolchevique, la intensidad del terror y la represión variaron mucho de Lenin a Stalin, a Brezh-
nev, a Gorbachov, por lo que resulta discutible aplicar a todo el período 1917-1991 el contro-
vertido concepto de “totalitarismo”. Pero el hecho de que la razón de ser del Estado soviético
fuera realizar a cualquier precio un proyecto específico de transformación de la sociedad, un
proyecto basado en “ideas”, es inherente a su historia entre 1917 y 1991. El término “ideocra-
cia”, propuesto por Martin Malia, adquiere aquí todo su sentido. En todos los lugares donde se
estableció un régimen comunista, las mismas teorías desembocaron en el mismo tipo de liqui-
daciones, deportaciones, masacres, opresión policial y terror. ¿Cuál es la “responsabilidad” –se
preguntan algunos historiadores “de derecha”– que tiene Karl Marx en el carácter sangriento y
represivo de todos esos regímenes de todos los continentes que se inspiraron en él? ¿Hasta qué
punto los resultados “imprevistos” de un proyecto supuestamente emancipador no tienen al-
guna relación con determinados elementos de este pensamiento? “Is original Marxism to any
degree accountable for the despotic character of the Marxist-Leninist party regimes in the va-
rious parts of today’s world?”23
21
Waldemar Gurian, Der Bolschewismus: Einführung in Geschichte und Lehre, Friburgo de Brisgovia, Herder, 1931
[trad. ingl.: Bolshevism: An Introduction to Soviet Communism, Notre Dame, University of Notre Dame Press, 1952;
trad. fr.: Le bolchevisme. Introduction historique et doctrinale, París, Beauchesne, 1933, p. 229; trad. esp.: Bolche-
vismo. Introducción al comunismo soviético, Madrid, Rialp, 1956].
22
Stéphane Courtois et al., Le livre noir du communisme, op. cit., p. 853.
23
Carl Linden, The Soviet Party-State. The Politics of Ideocratic Despotism, Nueva York, Praeger, 1983, p. 1. [“¿Es el
Marxismo original completamente responsable por el carácter despótico de los regímenes de partido Marxista-Leni-
nista en varias partes del mundo actual?”, n/eds.] Véase, entre las decenas de libros que plantean este tipo de pregun-
tas, David W. Lovell, From Marx to Lenin: An Evaluation of Marx’s Responsibility for Soviet Authoritarianism,
Cambridge, Cambridge University Press, 1984. Hay también una versión más ingenua del mismo cuestionamiento:
“Was Stalin really a Communist?”, se pregunta Robert Vincent Daniel en The Rise and Fall of Communism in Russia,
New Haven, ct, Yale University Press, 2007, cap. 23, pp. 266-272. (O... ¿era Torquemada un buen católico?)
24
Michel Heller, La machine et les rouages, la formation de l’Homme soviétique, París, Calmann-Lévy, 1985 [París,
Gallimard, 1994, p. 73].
25
David D. Roberts, The Totalitarian Experiment in 20th Century Europe: Understanding The Poverty of Great Po-
litics, Nueva York/Londres, Routledge, 2006, p. 268. [“Al final nadie volvió a creer que el Marxismo-Leninismo
pudiera ser usado para movilizar al pueblo”, n/eds.]
26
Anthony J. Gregor, The Fascist Persuasion in Radical Politics, Princeton, nj, Princeton University Press, 1974, p.
395. [“Karl Marx habría encontrado muy poco en la cultura política y en las instituciones políticas de Cuba, China
o Rusia que hubiera podido identificar como Marxista”, n/eds.]
El 1º de enero de 1800, Robert Owen abría en New Lanark, Escocia, una manufactura “huma-
nitaria” donde el vil dinero iba a ser reemplazado por Labour Notes, bonos de trabajo.28 El 25
de diciembre de 1991, Mijaíl Gorbachov ratificaba la disolución de la urss. Entre ambas fe-
chas, entre aquel Año Nuevo y esta Navidad, dos siglos de Grandes Esperanzas movilizaron a
enormes masas en los cinco continentes. Estas animaron una abundancia de reflexiones filosó-
ficas y de ideologías de masa en torno a ideas surgidas en el Siglo de las Luces, con las ideas
de progreso y revolución a la cabeza, y en torno a un proyecto o a una promesa utópicas. De la
confluencia narrativa que acabo de resumir se deriva una extensa pregunta. Esta pregunta, a su
vez, no deja de frecuentar la reflexión contemporánea. Estas Grandes Esperanzas –nos pregun-
tamos–, justamente por su carácter utópico, por su promesa de “cambio a vista”* y de remedio
global al alcance de la mano para todos los males sociales, a través del determinismo histórico
que las había ido edificando desde los tiempos lejanos de los Saint-Simon, Fourier, Leroux,
Colins y otros socialistas románticos, a través del espíritu de creencia ciega y negadora que
inspiraron, ¿acaso no es evidente que desempeñaron un papel, un papel decisivo y nefasto, en
los males de aquel tiempo?, ¿no derivaron acaso en los horrores de un siglo xx que habría
pasado al acto al erigir –inspirado en sus vanos blueprints y sus falaces “leyes de la historia”–
ideocracias sanguinarias?29
De la Revolución de 1917 no surgió un régimen que formara un “estadio superior” a las
democracias burguesas y las economías de mercado, ni siquiera una alternativa racional,
sino –como plantea Martin Malia– una “ideocracia”, un régimen (para descrédito de la re-
presentación marxista de la base y la superestructura), basado en un programa irrealista, en
una “utopía” (en el sentido negativo, quimérico, de la palabra) articulada con una forma de
27
Leszek Kolakowski, “Marxist Roots of Stalinism”, en Robert C. Tucker et al., Stalinism: Essays in Historical In-
terpretation [1977], Nueva York, Norton, 1999, p. 283. [“¿Cada intento de implementar los valores básicos del so-
cialismo Marxista estuvo cerca de generar una organización política que llevara las inconfundibles marcas del Stali-
nismo? Mi argumentación sostiene una respuesta afirmativa”, n/eds.]
28
Etiquetados como “One hour” y sus sucedáneos (pues una hora de trabajo cualquiera vale como cualquier otra).
Véanse Robert Owen, Courte exposition d’un système social rationnel, París, Marc-Aurel, 1848, y Dialogue entre la
France, le monde et Robert Owen, sur la nécessité d’un changement total dans nos systèmes d’éducation et de gou-
vernement, París, Chaix, 1848.
* Dentro de la terminología teatral, se denomina “cambio a vista” al cambio de escenografía que se efectúa a oscuras
durante una obra, ante el público y con el telón levantado. [N. de la T.]
29
De este modo, se habría pasado del “siècle-charnière” [siglo bisagra], el xix, que las concibió, al siècle-charnier
[siglo fosa común] que las testearon. Es una expresión amargamente espiritual de Philippe Muray.
Con posterioridad a 1789, nace una “religión de la Revolución”, no como una voluntad de re-
formar o aliviar determinados males sociales sino –como plantea el historiador israelí Jacob L.
Talmon– como una “insurrección contra el propio Mal”, una insurrección que no terminaría
hasta que no fuera erradicado el mal, no se completara la regeneración y no se estableciera la
justicia inmutable en la Tierra. De hecho, este parece ser el principal elemento psicagógico que
nutrió largamente el pensamiento militante y que, en el caso de las mentes conservadoras,
alimentó impiadosamente sus perversiones: la voluntad de librarse íntegra y rápidamente del
mal social.32 Ya en 1830 el militante se erige –con una pose moral impávida– ante una sociedad
que debe ser destruida por completo, de la que hay que arrancar todos los males que lleva den-
tro. En tiempos de Louis-Philippe, un socialista es alguien que “entrevé” un futuro luminoso
30
Lee Edwards (ed.), The Collapse of Communism, Stanford, ca, Hoover Institution Press, 2000. [“Entre todas las
razones para el colapso del comunismo, la más básica fue que se trató de un proyecto intrínsecamente inviable, en
verdad imposible, desde el comienzo”, n/eds.]
31
El Ciudadano Greppo, Representante del Pueblo, Catéchisme social, ou exposé succinct de la doctrine de la soli-
darité, París, Gustave Sandré/Au Bureau du Peuple, 1848, p. 5. Disponible en <gallica.bnf.fr>.
32
Es que, en efecto, y esto caracteriza a contrario el pensamiento moderno, el mal no social, el mal “natural”, hoy
ya no es percibido como un verdadero mal en el sentido de que ya no indigna ni ocupa a los pensadores. Todo ha
cambiado desde Voltaire: el terremoto de Lisboa ya no da que meditar escépticamente sobre la Providencia, sino que
lo que indigna son la explotación y la miseria. No solamente el mal es social, sino que finalmente no hay mal que no
sea social. La propiedad, la familia, la ciudad –escribe expresamente Pierre Leroux–: “por fuera de los males que nos
llegan a través de estas tres fuentes, no hay mal para nosotros, porque no hay mal realmente humano por fuera de
estas tres fuentes”. Pierre Leroux, Malthus et les économistes ou Y aura-t-il toujours des pauvres, Boussac, Pierre
Leroux, 1849, p. 291. Disponible en <gallica.bnf.fr>.
El innovador: —¿Conoce usted los Derechos del Hombre y el Ciudadano proclamados por los
demócratas de 1789?
El conservador: —Conozco los excesos de 1793 y con eso me basta.36
33
Louis de Tourreil, Religion fusionienne, ou doctrine de l’universalisation réalisant le vrai catholicisme, Tours/Pa-
rís, Juliot, 1879, p. 216. Una edición posterior (París, A. Charles, 1902) se encuentra disponible en <gallica.bnf.fr>.
34
André Lorulot y Georges Yvetot, Le syndicalisme et la transformation sociale, París, Librairie Internationaliste,
1909, p. 11.
35
Gustave Le Bon, Psychologie du socialisme, París, Alcan, 1898, p. 104 [París, Les Amis de Gustave Le Bon, 1984,
disponible en <gallica.bnf.fr>].
36
Jean Terson, Dialogues populaires sur la politique, la religion et la morale, París, Prévot, 1840, p. 70 (disponible
en <books.google.com>).
Como señalé al comenzar: la historia de las ideas modernas muy pocas veces es una empresa
serena nacida únicamente del interés histórico. El historiador de las ideas políticas, sobre todo,
ajusta cuentas –y no lo oculta– con el presente a través del pasado, un pasado que evidente-
mente no queda atrás. El historiador que describe y analiza tendencias ideológicas de la década
de 1930 –o de 1830– ajusta cuentas de hecho con sus lejanos pero persistentes descendientes
actuales. Por lo tanto, se erige expresamente como fiscal, acusa e interpela, coloca a las ideo-
logías del pasado ante sus “responsabilidades”, una palabra que vuelve regularmente en el
historiador israelí Zeev Sternhell, quien somete a prueba en el tribunal de la historia los escri-
tos de los “prefascistas” de 1880-1914 y de las ligas fascistoides de la década de 1930, cuyas
doctrinas son puestas bajo acusación. Invita expresamente a los lectores presentes, y muy es-
pecialmente a sus adversarios –que se niegan a reconocer la extensión de “la impregnación
fascista” en la Francia de antes de 1940–, a un “examen de conciencia” al que se niegan. Mo-
vido por fuertes convicciones, Sternhell, al analizar la impregnación fascista extendida de una
Francia de los años treinta que prepara la vergüenza y el deshonor de los cuarenta, remueve
aquel pasado solo porque considera, a pesar de las negaciones de sus adversarios, que aún
subsisten sus secuelas y algunas cenizas calientes que podrían reavivarse.
Otros historiadores de las ideas, con los famosos y eruditos adversarios del “historicismo”
de los tiempos de la Guerra Fría a la cabeza –Karl Popper, Isaiah Berlin, Jacob Talmon, Karl
Löwith, Eric Voegelin, etc.–, cuyos trabajos siguen siendo –con las debidas críticas– grandes
37
Citado por Paul Boilley, Les trois socialismes, París, Alcan, 1895, p. 52.
A fin de cuentas, creo que hay que rechazar de plano la tendencia, irresistible en algunos his-
toriadores –y no los menos ni los menos apreciables– a discutir a pensadores e ideas pasadas
en términos de complicidad antes del hecho. Hay que combatir la tendencia complementaria a
transformar los encadenamientos tortuosos de las genealogías intelectuales en un determi-
nismo de “pendientes fatales”, vistas a posteriori, y criticar la propensión a reprender impru-
dencias y complicidades by hindsight, es decir, que no lo parecen sino retrospectivamente.41
Por ende, también hay que combatir la tendencia a pasar subrepticiamente de la descripción de
una genealogía histórica del surgimiento y la anexión de ideas dispersas dentro de un mismo
“sistema” –y desde allí a la catástrofe que este engendró– a un juicio político-moral retrodic-
tivo articulado con diversos paralogismos ex post facto. Es decir, hay que combatir, en suma,
la tendencia a combinar, en enunciados equívocos y “solapados”, anacronismo, finalismo y
moralismo.
Todo ello lleva a un gran caveat de método, que consiste en recordar al historiador de las
ideas que las entidades que él sintetiza se construyen y desconstruyen en el largo plazo a través
de etapas imprevisibles, en función de cambios no menos imprevistos en el mundo real, con
umbrales cualitativos, “metamorfosis” o “mutaciones” que hay que relevar y muchas veces
38
Zeev Sternhell, Les anti-Lumières, París, Fayard, 2006, p. 495.
39
Pierre-André Taguieff, L’illusion populiste. Essai sur les démagogies de l’âge démocratique, París, Berg, 2002
[París, Flammarion, 2007].
40
Véase, por ejemplo, Pierre-André Taguieff, Les contre-réactionnaires. Le progressisme entre illusion et imposture,
París, Denoël, 2007.
41
Y a transformar las contigüidades y vecinazgos en complicidades.
42
John W. Chapman, Rousseau totalitarian or liberal?, Nueva York, Columbia University Press, 1956, p. vii. [“de-
bería habérsele atribuido especial responsabilidad por la emergencia del totalitarismo”, n/eds.]
43
Jacob L. Talmon, The Origins of Totalitarian Democracy, Londres, Secker & Warburg, 1952.
44
En Political Messianism: The Romantic Phase, Talmon analiza, partiendo de Saint-Simon, los socialismos llama-
dos “utópicos”. Los sistemas sociales que proliferan entre 1815 y 1848 son presentados como la etapa de un desa-
rrollo de ideas radicales de las que saldrá la Revolución bolchevique. La expectativa de una regeneración universal,
la convicción de que la historia humana responde a un plan y a un objetivo último, el sentimiento de inminencia
apocalíptica generado por la experiencia de la Revolución Francesa, no menos que por las conmociones de la revo-
lución industrial, todo ello contribuye a formar, para Talmon, “una fe mesiánica establecida sobre la roca de la bon-
dad natural del hombre”.
45
François Furet, Penser la révolution, op. cit., p. 51.
46
Enzo Traverso señala con razón este punto en su libro L’histoire comme champ de bataille. Interpréter les violences
du 20e siècle, París, La Découverte, 2011 [trad. esp.: La historia como campo de batalla. Interpretar las violencias del
siglo XX, trad. de Laura Fólica, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2012].
47
Véase Enzo Traverso, Le passé mode d’emploi, París, La Fabrique, 2005, pp. 74 y ss. [trad. esp.: El pasado, ins-
trucciones de uso, trad. de Almudena González de Cuenca, Madrid/Barcelona, Marcial Pons, 2007].
48
Jean-François Sirinelli, Sartre et Aron, deux intellectuels dans le siècle, París, Fayard, 1995.
49
Ibid., pp. 375-376.
50
Jacques Julliard, en el número “Histoire des mentalités” de la revista 1900, nº 18, 2000, p. 5.
51
Enzo Traverso, Le passé, mode d’emploi, op. cit., p. 77. Véase también, de Carlo Ginzburg, Un seul témoin, op. cit.
En su The Origins of Totalitarian Democracy, de 1952 –libro de profunda influencia entre los
historiadores de las ideas de lengua inglesa en tiempos de la Guerra Fría–, Jacob L. Talmon
remonta desde Stalin hasta Rousseau, pasando por los socialistas románticos, en una operación
de encadenamiento retrospectivo odiosa para los progresistas (y también para los rousseaunia-
nos). Para Talmon, los principales ingredientes del bolcheviquismo y el estalinismo ya estaban
presentes en la doctrina de un Saint-Simon52 –a quien tiene en la mira–, no menos que en
Rousseau.53 Los historiadores de la escuela de Talmon, que hacen remontar el “totalitarismo”
a algunas ideas de Rousseau, a algunos proyectos estatistas y autoritarios de Saint-Simon y a
la “idolización” romántica de la Historia (al “mesianismo revolucionario”), nunca dicen, por
supuesto, en una somera polémica, “Rousseau = Gulag”. Pero el tipo ideal transhistórico de
“totalitarismo” pretende establecer poco a poco un origen y transfiere la sospecha al origen.54
En efecto, la tópica del encadenamiento sirve para construir un concepto en la historia, es de-
cir, hasta cierto punto, para deshistorizar. Los historiadores deben negarse a estas acusaciones
que resultan de encadenamientos a grandes zancadas que imputan moralmente de complicidad
antes del hecho a pensamientos originados varias generaciones atrás. Philippe Lacoue-Labar-
the y Jean-Luc Nancy lo dicen muy bien y mejor de lo que podría decirlo yo: “El nazismo no
está más en Kant, Fichte, Hölderlin o Nietzsche (todos ellos pensadores reivindicados por el
nazismo) –ni tampoco, en última instancia, está más en el músico Wagner– de lo que el Gulag
está en Hegel o en Marx, o el Terror lisa y llanamente en Rousseau”.55
52
Sobre Saint-Simon como padre del totalitarismo, también vale mencionar: Georg Iggers, The Cult of Authority. The
Political Philosophy of the Saint-Simonians. A Chapter in the Intellectual History of Totalitarianism, La Haya, Ni-
jhoff, 1958.
53
Véase, sin embargo, el elogio de Marcel Gauchet a Talmon en La condition historique. Entretiens avec François
Azouvi et Sylvain Piron, París, Stock, 2003, pp. 336-337.
54
Ejemplo de este enfoque: Jan Marejko, Jean-Jacques Rousseau et la dérive totalitaire, Lausana, L’âge d’homme, 1984.
55
Philippe Lacoue-Labarthe y Jean-Luc Nancy, Le mythe nazi [1991], La-Tour-d’Aigues, L’Aube, 2005, p. 28.
56
Régis Debray, Cours de médiologie général, París, Gallimard, 1991.
57
Études françaises, vol. 47, nº 1, 2011, pp. 15-42.
58
Zeev Sternhell, La droite révolutionnaire: 1885-1914. Les origines françaises du fascisme, París, Seuil, 1978, p. 23.
59
Pierre-André Taguieff, Les contre-réactionnaires…, op. cit., p. 322.
60
Ibid.
61
Pascal Ory, Du fascisme, París, Perrin, 2003, p. 48.
62
“Alles Ständische und Stehende verdampft, alles Heilige wird entweiht, und die Menschen sind endlich gezwun-
gen ihre Lebensstellung, ihre gegenseitigen Beziehungen mit nüchternen Augen anzusehen”, Manifest der kommu-
nistischen Partei, s. l., s. e., 1848. [“Todo lo estamental y estancado se esfuma; todo lo sagrado es profanado, y los
hombres, al fin, se ven forzados a considerar serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas”,
Manifiesto del Partido Comunista, traducido por la Editorial de Literatura Política de Estado, Moscú, 1955, varias
ediciones –nótese que la expresión que destaca Angenot, “con una mirada sobria”, es una traducción literal del
alemán que en la versión en castellano del Manifiesto se ha interpretado como “considerar serenamente”–, n/eds.]
Prismas
Revista de historia intelectual
Nº 18 / 2014
Los días 28 y 29 de noviembre de 2013
se realizó, en el Centro Cultural de la
Cooperación, en Buenos Aires, el encuentro
“50 años de Pasado y Presente. 50 años
de cultura y política en Argentina y América
Latina”, organizado por Jimena Montaña,
Adriana Petra, Martín Cortés, José Casco
y Ricardo Martínez Mazzola, con el
apoyo de las siguientes instituciones:
Centro de Estudios Latinoamericanos
de la Universidad Nacional de San Martín,
Centro de Documentación e Investigación
de la Cultura de Izquierdas en la
Argentina, Centro de Historia Intelectual
de la Universidad Nacional de Quilmes
y Grupo de Estudios de Sociología
Histórica de América Latina del Instituto
de Estudios de América Latina y el Caribe,
Universidad de Buenos Aires. La reunión,
que contó con los comentarios de Horacio
Crespo y Alberto Filippi, fue el disparador
de este dossier, organizado por Jimena
Montaña y Ricardo Martínez Mazzola, para
el cual ellos encargaron a una buena parte
de los participantes una reelaboración de
sus ponencias.
Dossier: 50 años de Pasado y Presente. Historia, perspectivas y legados
Presentación
Provincianos
Adriana Petra
cedinci / unsam
Con motivo de los 50 años de la creación de la (pca), en su mayor parte universitarios, tres
New Left Review, Stefan Collini publicó un años después de que la NLR publicara su primer
artículo que, bajo el título “A life in politics”, número y apenas unos meses luego de que Pe-
repasaba la experiencia, rica pero contradicto- rry Anderson asumiera su dirección, en 1962.
ria y en muchos sentidos única, de una revista En ese momento, decididos a convertirse en
que, habiendo nacido con la intención de ex- una usina teórica para la revolución, Anderson
presar y animar los movimientos populares de y sus colegas de empresa estaban convencidos
una izquierda que repudiaba tanto el refor- de que para salir de la “larga noche de teoría”
mismo laborista como la ortodoxia estalinista, en la que se encontraba la izquierda británica,
en el cambio de siglo se asumía como una pu- incapaz de comprender el mundo contemporá-
blicación de ideas, de izquierda pero distante neo por carecer de recursos intelectuales ade-
de cualquier proyecto político presente o fu- cuados, era necesario “internacionalizarla”,
turo. En cinco décadas, la revista intentó res- tanto política como intelectualmente. El mar-
ponder a cambios dramáticos, en el mundo y xismo occidental, el descubrimiento de los es-
en su propia experiencia político-intelectual, critos de juventud de Marx, Sartre primero,
en que no faltaron las contradicciones y los Gramsci apenas más tarde, el Partido Comu-
desaciertos políticos, pero su mérito, dice Co- nista Italiano (pci) como “contraste codifi-
llini, aquello que la convierte en admirable, es cado” con el laborismo británico, el adveni-
otro: su extenuante esfuerzo por comprender, miento del Tercer Mundo como variante
por analizar, por teorizar: “So, no balloons, revolucionaria, aportaron los elementos inicia-
and definitely no party lines. No cheap conso- les para lo que ahora es reconocido como uno
lation, either. But hey, respect: no question”.1 de los servicios fundamentales que la revista
Pasado y Presente fue creada por un grupo prestó a la cultura británica: la importación y la
de jóvenes intelectuales cordobeses, algunos difusión de las ideas europeas, especialmente
provenientes del Partido Comunista Argentino la rica tradición del hegelianismo marxista,
pero también de otros estilos de trabajo, como
la sociología y el psicoanálisis.2 El gramscismo
1
Stefan Collini, “A life in politics: New Left Review at
50”, The Guardian, 13 de febrero de 2010, disponible en
<http://www.theguardian.com/books/2010/feb/13/new-
2
left-review-stefan-collini>. Ibid.
José María Aricó ingresó a la Federación Ju- ción positiva por parte de Agosti de las curio-
venil Comunista en 1947, a los 16 años, la sidades intelectuales de Aricó fue creciendo
misma edad en que lo hizo Héctor Agosti, progresivamente la confianza entre ambos.
solo que con veinte años de diferencia, en Aricó trataba a Agosti de “querido amigo” y
1927. Ambos provenían de familias modestas se entusiasmaba con sus obras publicadas en
y mostraron tempranamente un profundo in- el año 1959;2 sin embargo, como contrapar-
terés en la imbricación entre cultura y polí- tida el porteño le reclamaba al grupo cordo-
tica. En el año 1956 iniciaron un intercambio bés, que incluía a Héctor Schmucler y a Oscar
epistolar, precedido por la decisión de Agosti del Barco, un mayor compromiso en la en-
de publicar el artículo del joven Aricó “¿Mar- trega de artículos para la revista CC, y les
xismo versus Leninismo?” en la revista Cua- cuestionaba su intención de crear una revista
dernos de Cultura (CC), en ese entonces la de cultura propiamente cordobesa.
más prestigiosa de las publicaciones cultura- Las desavenencias se desencadenaron en
les comunistas. Agradecido por la publica- 1963 con la publicación de la mentada revista
ción, Aricó le escribió a Agosti expresando su Pasado y presente. Sin embargo, esa ruptura
identificación con el itinerario intelectual del solo puede ser inteligible en un contexto más
entonces responsable de la revista y de la Co- amplio y complejo, que si bien estuvo mar-
misión de Cultura del Partido Comunista Ar- cado por diferencias en la interpretación de
gentino (pca), y remarcando su interés en el Gramsci, tal como lo reconstruyó el propio
estudio de la obra de Antonio Gramsci.1 Aricó en los años ochenta en La cola del dia-
Comenzó así un intercambio de ideas y blo, también se sumerge en cuestiones especí-
proyectos en torno a la difusión de la obra del ficamente políticas y en cambios en el enten-
marxista italiano: su traducción al español, la dimiento intergeneracional.3
preparación de un curso sobre su obra, etc. A
partir de estas coincidencias y de una valora-
2
Héctor Agosti, El mito liberal, Buenos Aires, Procyon,
1959, y Nación y cultura, Buenos Aires, Procyon, 1959.
1 3
Las cartas, de las que se conservan solo aquellas escri- Una versión más extendida de esta problemática en
tas por Aricó, se reproducen en Adriana Petra y Horacio Laura Prado Acosta, “Sobre lo ‘viejo’ y lo ‘nuevo’: el
Tarcus, “Descubriendo a Gramsci en Córdoba. Contri- Partido Comunista argentino y su conflicto con la Nueva
bución a un epistolario de José María Aricó (1956- Izquierda de los años sesenta”, A Contracorriente, vol.
1963)”, Políticas de la memoria, n° 13, 2012/13. 11, n° 1, 2013, pp. 63-85, disponible en <http://acontra-
12
Héctor P. Agosti, Tántalo recobrado, op. cit., pp. 178-179.
13
Al respecto véase La palabra empeñada, documental
15
guionado y dirigido por Juan Pablo Ruiz y Martín Masetti. Héctor P. Agosti, Tántalo recobrado, op. cit., p. 181.
14 16
Jorge Masetti, “Carta al presidente Illia”, en Jorge Ri- Marc Angenot, El discurso social, los límites históri-
cardo Masetti, Los que luchan y los que lloran, Buenos cos de los pensable y lo decible, Buenos Aires, Siglo xxi,
Aires, Nuestra América, 2012, pp. 259-264. 2010.
Martín Cortés
uba / Centro Cultural de la Cooperación
Para enfrentarse con el conservadurismo pe- nista Argentino –pca–). El argumento inicial
ruano de su época, José Carlos Mariátegui de la revista no es tanto la defensa pluralista
propone una “tesis revolucionaria de la tradi- de una multiplicidad de marxismos existen-
ción”: esta no sería herencia muerta y fija, tes, sino la omnipotencia de la tradición: esto
sino legado vivo y móvil. Los revolucionarios es, su capacidad de totalizar, en su seno, todos
hacen de la tradición, siempre heterogénea y los problemas políticos y culturales de una
contradictoria, objeto de su lucha. Aparece época. De este modo, es desde la potencia
aquí una preeminencia del presente, ya que es para pensar la actualidad que el marxismo
desde la disputa actual como se leen las largas prueba su capacidad crítica.
querellas que descansan en toda historia cul- La revista nace al calor de una confronta-
tural: a la manera benjaminiana, hablar del ción con la cultura comunista en torno de
pasado no es reconstruirlo “tal como fue”, esta cuestión. El editorial del primer número
sino apoderarse de un recuerdo “tal como este reclama:
relumbre en un instante de peligro”. De este
modo, la “heterodoxia” defendida por Mariá- […] no dejar de lado por consideraciones
tegui permite torcer el punto de partida de los políticas del momento a diversos aspec-
debates acerca de las tradiciones, ya que ellas tos del conocimiento humano (psicolo-
pasan de ser ordenadas piezas de museo a gía, sociopsicología, antropología social
desplegarse en objetos múltiples que pueden y cultural, sociología, psicoanálisis, etc.),
ser apropiados por distintas (y eventualmente abandonando a la ideología burguesa con-
contrapuestas) voluntades político-culturales. temporánea campos que ya el marxismo en
En esta lógica podría inscribirse la pelea 1844 reclamaba como suyos.1
que se propone Pasado y Presente (PyP) desde
Aquí puede leerse no solo una posición anti-
sus inicios. Al principio, la disputa sobre
doctrinaria, sino fundamentalmente una idea
cómo tratar la tradición (marxista) es contra
de autenticidad o fidelidad al espíritu de la em-
cierta ortodoxia comunista que la congela en
presa de Marx desde sus más tempranos textos
la versión legada por la socialdemocracia ale-
(¿por qué no tomar como propios los campos
mana y devenida luego ideología de Estado
con el diamat soviético (todo lo cual estaría
concentrado en el auténtico objeto de la crí- 1
José M. Aricó, “Pasado y Presente”, Pasado y Presente,
tica de los jóvenes de PyP: el Partido Comu- nº 1, abril-junio de 1963, p. 17.
5
José M. Aricó, “La necesidad de una autocrítica en el
marxismo”, entrevista de Carlos N. Suárez, 1984, en
4
José M. Aricó, Marx y América Latina, México, José Aricó, Entrevistas 1974-1981, Córdoba, cea, 1999,
Alianza, 1982, pp. 209-210. p. 33.
Hacia comienzos de la década del sesenta, presentista para analizar el tipo de recepción
la ruptura entre el Partido Comunista de la del maoísmo emprendido.
Unión Soviética (pcus) y el de China insta-
laba un nuevo escenario en el comunismo
internacional. Los grupos argentinos que em- La primera época de Pasado y Presente:
prendían la renovación del pensamiento teó- la vía revolucionaria china
rico y político comunista no podían dejar de
pronunciarse sobre ese nuevo escenario. Es En junio de 1963 aparecía en Córdoba el pri-
así que el maoísmo formó parte, junto a la mer número de PyP. La revista cordobesa se
experiencia cubana, el debate teórico de los proponía renovar la discusión del marxismo
comunistas italianos y los movimientos de en el interior del Partido Comunista Argen-
liberación nacional del Tercer Mundo, del tino, pero pocas semanas después sus jóvenes
horizonte de reflexión de la nueva izquierda editores, al igual que lo serán los porteños de
argentina.1 La Rosa Blindada, eran expulsados de ese par-
Las páginas de la revista Pasado y Pre- tido.2 De las seis entregas que componen los
sente (PyP) y las iniciativas editoriales vincu- nueve números de la primera época de PyP,
ladas a ella conformaron uno de los primeros tres se ocupan de la situación del movimiento
agrupamientos intelectuales que reflexionaron
sobre la ruptura entre los dos grandes partidos
comunistas, pero además se preocuparon por 2
También el grupo editor de La Rosa Blindada empren-
poner en circulación materiales que permitie- derá la discusión y difusión del maoísmo, e incluso a fi-
ran conocer los planteos político-ideológicos nes de los sesenta dispone la edición del Libro Rojo, de
los Escritos militares y las Obras Escogidas de Mao Tse
que introducía el maoísmo así como las pecu- Tung. Véase Adrián Celentano, “El maoísmo argentino
liaridades del comunismo que se estaba cons- entre 1963 y 1976. Libros, revistas y periódicos para una
truyendo en China. En el presente artículo, práctica política”, Políticas de la memoria, nº 14, verano
de 2014. Sobre el grupo pasadopresentista véase Raúl
recorremos los proyectos del grupo pasado- Burgos, Los gramscianos argentinos, Buenos Aires, Si-
glo xxi, 2004; José Aricó, La cola del diablo. Itinerario
de Gramsci en América Latina, Buenos Aires, Siglo xxi,
2005, y Adriana Petra, “Pasado y Presente: marxismo y
1
Oscar Terán, Nuestros años sesentas. La formación de modernización cultural en la Argentina postperonista”,
la nueva izquierda intelectual argentina, Buenos Aires, Historia y Espacio, nº 41, agosto-diciembre de 2013, pp.
Siglo xxi, 2013. 105-131.
Marcelo Starcenbaum
UNLP-IdIHCS/CONICET
La delimitación del lugar ocupado por el Los elementos característicos del sentido
althusserianismo en el proceso de relectura común en torno a la incompatibilidad entre
del corpus marxista llevado a cabo por el co- las tradiciones gramsciana y althusseriana se
lectivo de Pasado y Presente ha estado en estructuraron en un momento en el que la iz-
gran medida condicionada por una variable quierda latinoamericana llevaba a cabo un
interpretativa que postula una necesaria in- proceso de deconstrucción del marxismo pos-
compatibilidad y exclusión entre las tradicio- clásico y formulación de un corpus marxista
nes gramsciana y althusseriana. Las interven- adecuado a los nuevos tiempos. Este proceso,
ciones producidas en las décadas de 1980 y que implicó tanto una revisión de la experien-
1990 en pos de reconstruir los itinerarios del cia de las formaciones de la nueva izquierda
gramscianismo en América Latina establecie- latinoamericana como de las corrientes mar-
ron un sentido común en torno a la relación xistas que se articularon con ellas, redundó en
entre la circulación de la obra de Gramsci y la una historización de la tradición marxista ca-
de Althusser en la izquierda latinoamericana: racterizada por el otorgamiento de valoracio-
el auge del althusserianismo durante la se-
gunda mitad de la década de 1960 habría blo-
queado la difusión de la obra gramsciana y le América Latina, Río de Janeiro, Paz e Terra, 1988, pp.
habría otorgado a esta la marca del prejuicio 130-152; el propio José Aricó afirmaba que la manera
althusseriano; al mismo tiempo el gramscia- predominante de acercamiento a Gramsci era a través de
las obras de Althusser y que de este modo se interiorizaba
nismo habría comenzado a ser hegemónico a un Gramsci ligado a la tradición idealista italiana, en La
medida que el althusserianismo perdía su in- cola del diablo. Itinerario de Gramsci en América Latina,
terés a mediados de la década de 1970.1 Buenos Aires, Siglo xxi, 1988, p. 154; Carlos Nelson
Coutinho señalaba que el privilegio alcanzado por la obra
althusseriana relegó los libros de Gramsci a los estantes
de ofertas, en “Brasil y Gramsci: variadas lecturas de un
1
Arnaldo Córdova señalaba lo lamentable del hecho de pensamiento”, Nueva Sociedad. Democracia y política en
que la figura de Gramsci fuera conocida a través de las América Latina, n° 115, septiembre/octubre de 1991, pp.
críticas althusserianas, en “Gramsci y la izquierda mexi- 104-113; Jaime Massardo le adjudicaba a la legitimidad
cana”, La Ciudad Futura, n° 6, agosto de 1987, p. 15; alcanzada por el althusserianismo una postergación de la
Marco Aurélio Nogueira afirmaba que la obra de Gramsci recepción de Gramsci que impidió una valoración del his-
se topó con una intelectualidad inundada de estructura- toricismo gramsciano, en “Gramsci in America Latina.
lismo y del efecto Althusser, en “Gramsci, a questão de- Questioni di ordine teorico e político”, en Alberto Burgio
mocrática e a esquerda no Brasil”, en Carlos Nelson Cou- y Antonio Santucci (eds.), Gramsci e la rivoluzione in
tinho y Marco Aurélio Nogueira (orgs.), Gramsci e a Occidente, Roma, Riuniti, 1999, pp. 324-355.
11 12
“Advertencia”, Alessandro Pizzorno, Luciano Gallino “Advertencia”, en Cesare Luporini y Emilio Sereni, El
y Antonio Gramsci, Gramsci y las ciencias sociales, concepto de “formación económico-social”, Córdoba,
Córdoba, Pasado y Presente, 1970, pp. 5-6. Pasado y Presente, 1973, p. 8.
De Pasado y Presente
a Comunicación y cultura. Variaciones
en torno a la cuestión intelectual
Mariano Zarowsky
uba / conicet
Es posible leer en el artículo de José Aricó que cuadernos de la cárcel sobre el estatuto y la
abría el número 1 de Pasado y Presente una función de las revistas culturales,2 Aricó auspi-
declaración de los principios que pretendían ciaba una inequívoca función político-ideoló-
modelar este proyecto editorial. Luego de des- gica para Pasado y Presente (paradójicamente,
plegar en una clave explícitamente gramsciana recurría a un procedimiento similar al que so-
una lectura de la trama que anudaba la historia lían utilizar las vanguardias estéticas para
de las revistas nacionales a la vida política y irrumpir en la escena de su tiempo: dirigién-
cultural del país, Aricó subrayaba al final de su dose a un lector que aún no existía, o, de otro
escrito que, a diferencia de sus predecesoras, modo, anunciando un vacío en la cultura de
la tarea que se proponía la nueva publicación una época que ellas mismas se proponían lle-
no podía ser cumplida por el pequeño número nar). Si el lector debía ser creado y estimulado
de personas que la dirigían. Al interpelar a to- por la publicación era porque se pretendía “fa-
dos aquellos que al leer sus páginas pudieran cilitar” en aquel una conciencia “más profunda
comprender que animaba “a quienes las escri- y verdadera” de su época, esto es, una concien-
ben el profundo deseo de facilitar el proceso cia que no esquivara analizar los motivos del
de asunción de una conciencia más profunda y desencuentro entre “conciencia revoluciona-
certera de nuestro tiempo”, Aricó enunciaba ria” y “acción proletaria” –según los términos
una aspiración que era, sin duda, todo un pro- de Aricó– o, para explicitar lo que en el texto
grama para la emergente publicación: puesto apenas se velaba: entre los intelectuales del
que “una revista no es en el fondo nada más que partido marxista y las masas peronistas.
un mundo de lectores vinculados entre sí por
sus páginas, del mundo de lectores que seamos
capaces de crear y estimular depende nuestra 2
Siguiendo explícitamente las ideas de Antonio Gram-
suerte y nuestro porvenir”.1 De este modo, pro- sci, Aricó definía las revistas culturales como “una ‘ins-
poniendo una traducción de las definiciones titución cultural’ de primer orden”, en tanto centro “de
elaboración y difusión ideológica, y de vinculación or-
que había esbozado Antonio Gramsci en sus gánica de extensos núcleos de intelectuales”. Las revis-
tas cumplían esta verdadera acción de organización de
la cultura –semejante al del Estado o los partidos políti-
cos– solo en cuanto devenían “centros de elaboración y
1
Pasado y Presente, nº 1, abril-junio de 1963, p. 17 (ex- homogeneización de la ideología de un bloque histórico
cepto que se indique lo contrario, de aquí en adelante en el que la vinculación entre elite y masa sea orgánica y
todas las cursivas son mías). raigal”. Ibid., p. 9 (cursivas en el original).
Diego García
Universidad Nacional de Córdoba
Para Olga
6
Para las referencias utilizaremos la paginación de la re-
ciente edición facsimilar de la revista [Revista Pasado y
Presente. Tomo I. Primera época (1965-1963), Buenos Ai-
4
La distinción en el ámbito editorial entre legal e ilegal res, Ediciones de la Biblioteca Nacional, 2014] porque con-
era flexible y dejaba un espacio fronterizo bastante am- sideramos que la consulta es más simple y porque en varias
plio: no pagar los derechos era una opción de una serie ocasiones mencionamos las páginas de los avisos publicita-
que incluía pagarlos mal, parcialmente o tarde. Otra rios, en general no numeradas en la edición original.
7
práctica común era la “sinonimia”: modificar palabras Pasado y Presente, n° 1, abril-junio de 1963, p. 160. De
aquí y allá de una traducción ya existente para presen- esos tres libros “en prensa” solo será publicado Arte y
tarla como nueva. partidismo, un folleto con contribuciones de Rossana
5
Nos referimos a Ediciones Nagelkop, Eudecor, Ediciones Rossanda y Vittorio Strada –y prólogo de Héctor Sch-
Garfio, Ediciones La Novela Filosófica, Cuadernos de Pa- mucler– que discutían el discurso que Nikita Jruschev
sado y Presente, Ediciones Pasado y Presente, la colección dedicó a los artistas soviéticos.
8
“El hombre y su mundo”, dirigida por Oscar del Barco en Pasado y Presente, n° 2-3, julio-diciembre de 1963, p.
la editorial Calden. Podríamos agregar a comienzos de los 292; n° 4, enero-marzo de 1964, p. 407; n° 7-8, octubre
‘70 Ediciones Signos y Siglo xxi Argentina. de 1964-marzo de 1965, p. 660.
16
Oscar del Barco, “El enigma Sade”, Los Libros, n° 1, ju-
lio de 1969, pp. 12-13. Traté parte del mismo tema en
5 La figura del editor pasa en general inad-
vertida como agente de la cultura o la polí-
tica, y lo mismo sucede con el perfil editorial
Diego García, “Signos. Notas sobre un momento editorial”, de una figura que es reconocida por otros atri-
Políticas de la Memoria, n° 10-11-12, 2011-2012, p. 154.
17
Jerónimo, N° 5, 4 de febrero de 1969, p. 25 (cursivas
en el original).
18
Así, para dar solo un ejemplo, las Formaciones econó-
19
micas precapitalistas con las lecturas paralelas y concu- Raúl Burgos, Los gramscianos argentinos, op. cit., p.
rrentes que sufrió en el ámbito de la historiografía, de la 137 (toda la cita es importante).
20
antropología o de la estrategia política. Jerónimo, n° 11, junio de 1969, p. 14.
José M. Casco
UNLaM-UNSAM
Entre fines de los años sesenta y principios de mapa político, y cuando las contradicciones
los años setenta a los sectores de la llamada dentro del movimientos se agudizaban de un
“nueva izquierda” se les presentó un dilema modo dramático.
difícil de resolver, que, si bien venía desde an- Pasado y Presente era una revista de una
tes, cobró fuerzas en una coyuntura política formación intelectual agrupada en el mundo
muy peculiar. Que podría ser traducido en la ideológico de la “nueva izquierda” que tuvo
siguiente pregunta ¿Qué hacer con Perón y el una actuación saliente por esos años, sobre
peronismo? El predicamento del viejo caudillo todo en el ambiente universitario. Sus inte-
sobre los sectores obreros y las masas popula- grantes habían ganado fama cuando a princi-
res los colocaba en una posición incómoda. De pios de los años ‘60 fueron expulsados del
ahí que varios grupos de intelectuales, así Partido Comunista por querer introducir inno-
como diferentes partidos se enfrentaron con vaciones ideológicas en la orientación cultu-
ese dato que se volvió crucial. En efecto, esta- ral del partido. La revista salió entre 1963 y
ban frente a un problema de difícil resolución 1965 editando 9 números, y en 1973, como
porque si, por un lado, se lo combatía, se corría parte de su segunda etapa, publicó 2 números
el riesgo de alejarse de las masas, que era el más. En la primera época los temas teóricos
objetivo primordial para darle cauce a un pro- tienen una importante resonancia en la publi-
grama socialista; por otro lado, hacer segui- cación. En 1973, en cambio, la cuestión polí-
dismo de Perón y el peronismo suponía, en la tica va a ganar mucho espacio entre sus preo-
lectura de muchos sectores, desnaturalizar el cupaciones. Pero la forma en que Pasado y
programa político y caer en las garras de un Presente va a enfocar la cuestión peronista ya
nacionalismo burgués que no cambiaría las ba- estaba establecida en sus núcleos centrales en
ses de la sociedad. Así, las polémicas, no exen- el final de su primera etapa. En efecto, como
tas de rupturas, vaivenes y ambigüedades, apa- parte de un programa de renovación de la cul-
recieron como una marca de época de ese tura de izquierda, que incluía una relectura
sector ideológico. Aquí recorremos algunas de del peronismo que contrariaba la que hacían
las posturas que sobre ese problema se planteó sobre este los partidos tradicionales de ese es-
la revista Pasado y Presente en la ardiente co- pacio ideológico. En sus primeros números
yuntura política de 1973, cuando el peronismo también se concentrará la atención en la orga-
volvió al poder y derrotó a las Fuerzas Armadas nización política dentro de la fábrica desde
que habían hecho lo imposible para borrarlo del una mirada socialista, y examinarán las con-
1
“La larga marcha al socialismo”, Pasado y Presente,
2
año IV, nº 1, abril-junio de 1973. Ibid., p. 22.
4
Juan Carlos Portantiero, “Proyecto democrático y mo-
3
Juan Carlos Portantiero, Los usos de Gramsci [1977], vimiento popular”, Controversia, nº 1, octubre de 1979,
Buenos Aires, Grijalbo, 1999, p. 144. p. 6.
Los años del exilio ocupan, como se ha seña- muy especialmente, en los planteos de Gia-
lado frecuentemente, un lugar clave en la pro- como Marramao.2 Portantiero retoma estas
ducción intelectual de Juan Carlos Portantiero propuestas en Los usos de Gramsci particular-
y de José Aricó. Es entonces cuando publican mente en el artículo “Estado y crisis en el de-
Los usos de Gramsci y Marx y América La- bate de entreguerras”, en el que da cuenta de
tina, textos clave en los que revisitan su heren- las limitaciones del socialismo para pensar el
cia teórica, produciendo una relectura de la problema de la productividad política estatal,
tradición marxista en la que acentúan la pro- condición particularmente trágica en la entre-
ductividad de la política en la producción de guerra, cuando un Estado entrelazado con in-
sociedad. Es también en esos años que, en tereses burgueses monopólicos impulsa una
buena parte en debate con las tomas de posi- profunda reestructuración social. Es a partir de
ción política de su pasado reciente, plantean esta perspectiva, y de la postulación de Amé-
una dura requisitoria contra el estatalismo ca- rica Latina como un “segundo Occidente” en
racterístico del populismo latinoamericano. En el que la política adquiere una capacidad de
este artículo buscamos hacer foco en esas dos moldear la sociedad mayor que en el clásico,
líneas argumentales para mostrar cómo se su- que en “Notas sobre crisis y acción hegemó-
perponen y entran en tensión. nica”3 Portantiero aborda los procesos que se
abren en la región en los años treinta. La crisis
acelera el desmantelamiento del Estado liberal
xista excesivamente centrada en lo económico- “El tiempo de la Política” dirigida por Aricó en Edito-
social, abreva, es claro, en la relectura de Anto- rial Folios.
2
nio Gramsci, pero también en los debates En particular en el libro Lo político y las transforma-
ciones. Crítica del capitalismo e ideologías de la crisis
italianos abiertos por la propuesta althusse- entre los años 20 y 30; (Cuadernos de Pasado y Presente
riana del “marxismo como teoría finita”,1 y, Nº 95); México, Siglo xxi, 1982.
3
Juan Carlos Portantiero, “Notas sobre crisis y acción
hegemónica”, Los usos de Gramsci, Buenos Aires, Fo-
lios, 1983. El texto fue presentado al Seminario “Hege-
1
Las intervenciones del debate fueron publicadas en monía y Alternativas políticas en América Latina”, que
1982 bajo el título Discutir el Estado en la colección tuvo lugar en Morelia, México, en febrero de 1980.
4
Juan Carlos Portantiero, Lo político y las transforma-
ciones, op. cit., p. 162.
5 7
Ibid., p. 166. Ibid., p. 120.
6 8
José Aricó, Marx y América Latina, Buenos Aires, Ca- Ibid., pp. 138-139.
9
tálogo, 1988, p. 105. Ibid., p. 141.
CHI-UNQ / CONICET
La Ciudad Futura, Revista de Cultura Socia- vez, es señalada como la que habría operado
lista hizo su aparición en Buenos Aires en el quiebre entre uno y otro momento. En esta
agosto de 1986. Dirigida por José María Aricó, clave de lectura, el retorno de la democracia y
Juan Carlos Portantiero y Jorge Tula, publicó el regreso a Buenos Aires tras los largos años
49 números de manera continuada hasta la pri- del exilio habrían puesto fin a la experiencia
mavera de 1998. Tras una interrupción de tres de Pasado y Presente como expresión desta-
años, su publicación fue retomada en la prima- cada de la “nueva izquierda” revolucionaria
vera de 2001 hasta el otoño de 2004, año en surgida en la década de 1960, provocando un
que la revista dejó de salir definitivamente. cambio de registro en las trayectorias perso-
Aunque conformada por integrantes que nales y grupales.2
provenían de distintas experiencias políticas e Indudablemente, la derrota política, la per-
intelectuales, sus directores1 habían pertene- secución, el exilio y la desmovilización, junto
cido al antiguo círculo que animara Pasado y a una serie de procesos políticos y económi-
Presente y habían editado durante su exilio cos de escala global (entre los que podemos
mexicano la revista Controversia, en colabo- señalar la crisis de los “socialismos reales”, el
ración con un sector de la izquierda peronista. declive del Estado de Bienestar y los cambios
Sin embargo, la experiencia de La Ciudad en el modo de acumulación capitalista) pro-
Futura suele ser leída en clave de radical dis- vocaron que un número considerable de gru-
continuidad respecto de aquella primera pu- pos políticos e intelectuales se abocaran du-
blicación. La reflexión encarada fundamen- rante parte de los años setenta y ochenta a
talmente en el marco de Controversia, a su
2
Horacio Crespo señala que el cambio de escenario, la
1
De los tres directores de la revista, dos de ellos, José irrupción de una nueva generación en la Argentina, la re-
Aricó y Juan Carlos Portantiero, habían formado parte novación sustantiva de la estrategia de intervención en
de la experiencia de Pasado y Presente, tanto en su pri- los eventos públicos y el acontecer social y el cese defi-
mera época (1963-1965) como en su breve segunda nitivo de la actividad editorial de Pasado y Presente son
época (de abril a diciembre de 1973), mientras que Jorge los elementos decisivos para determinar esta periodiza-
Tula se había sumado en la segunda etapa. Por su parte, ción que fija el año 1984 como el fin del colectivo. Véase
Héctor Schmucler, quien fuera secretario de redacción Horacio Crespo, “En torno a Cuadernos de Pasado y
de la segunda época de Pasado y Presente, acompañó la Presente 1968-1983”, en Claudia Hilb (comp.), El polí-
publicación desde los primeros números, pese a no figu- tico y el científico. Ensayos en homenaje a Juan Carlos
rar en el comité editorial de La Ciudad Futura. Portantiero, Buenos Aires, Siglo XXI, 2009, p. 172.
Omar Acha
UBA-CONICET- Centro de Investigaciones Filosóficas
Este comentario apenas esquematiza trazos de teórico que desgarró con la fuerza del gueva-
su tema. Sostiene que la autointerpretación rismo una adhesión gramsciana que a pesar
elaborada por José Aricó de la revista Pasado de constituir un gozne identitario, o quizá por
y Presente (PyP) bajo el signo de los “grams- eso mismo, atenazó andariveles fluidos donde
cianos argentinos” se constituyó en el baremo se entrelazaron las opciones revolucionarias
hermenéutico de la significación historiográ- de la izquierda intelectual sesentista. La lec-
fica de esa revista para el plasma político-inte- tura de Aricó fue poco después consagrada
lectual argentino de los años sesenta y setenta. por el asentimiento historiográfico y filosó-
La reinvención de PyP por Aricó participó de fico cincelado por Oscar Terán en Nuestros
un dispositivo lector de rasgos históricamente años sesentas.2 La prosa teraniana al res-
específicos. Las interrogaciones que predispu- pecto se atuvo al molde, más sobre todo a la
sieron la imagen de PyP emergieron de una ex- convicción historiográfico-política, de La
periencia histórica intransferible: la de “nues- cola del diablo. De allí que sus interpelacio-
tros años ochenta”. O más precisamente: del nes a PyP fueran también de cuño inequívo-
modo en que, desde una sensibilidad singular, camente ochentista.
los ochenta refiguraron los sesenta-setenta. Hasta hace muy poco, las elucidaciones in-
De allí, ¿pueden ser las preguntas de Aricó a tentadas desde 1991 fueron estimuladas y a la
su memoria intelectual, y a la de su genera- vez quedaron presas de las vigas interpretati-
ción, todavía las nuestras? Las investigacio- vas fijadas por La cola del diablo y Nuestros
nes recientes sobre la revista, ¿agregan mati- años sesentas. Así las cosas, los trabajos ulte-
ces y nuevas fuentes a los estudios conocidos? riores de Horacio Crespo encuentran allí su
¿O logran replantear las matrices fundaciona- fuente de inspiración. Eso no es sorprendente
les moldeadas por Aricó? pues las preocupaciones de Crespo no difieren
Aricó acrisoló con un nombre, sobre todo de las que caracterizaron las miradas postre-
en La cola del diablo,1 un incordio político y volucionarias de Aricó y Terán. Pero donde en
2
Oscar Terán, Nuestros años sesentas. La formación de
1
José Aricó, La cola del diablo. Itinerario de Gramsci la nueva izquierda intelectual argentina, 1956-1966,
en América Latina, Buenos Aires, Puntosur, 1988. Buenos Aires, Puntosur, 1991.
6 7
José Aricó, La cola del diablo…, op. cit., p. 67. Oscar Terán, Nuestros años sesentas…, op. cit., p. 97.
Prismas
Revista de historia intelectual
Nº 18 / 2014
El poder de la anomalía*
Perry Anderson
Carlo Ginzburg ganó fama como historiador iglesia hasta la Ilustración y el largo siglo xix,
debido a sus extraordinarios descubrimientos y caracteriza a El hilo y las huellas y a las
sobre las creencias populares y sobre lo que los compilaciones que lo precedieron: Mitos,
cazadores de brujas llamaron “brujería” en la emblemas e indicios; Ojazos de madera;
modernidad temprana. A Los Benandanti y El Historia, retórica y demostración, y Ninguna
queso y los gusanos, dos estudios de caso isla es una isla.
localizados en el rincón noreste de Italia, le siguió Es claro que los estudios del Renacimiento
Historia nocturna, con su síntesis de extensión requieren, por definición, la trashumancia entre
euroasiática. Aunque sus trabajos más recientes fuentes antiguas y modernas y el paso por lo que
no sean menos desafiantes, es correcto decir que se encuentra en medio de ellas. El tipo de
se ha producido una alteración significativa en sus dominio filológico que estos estudios requieren
formas y en muchos de sus temas. A los libros también se puede apreciar en el trabajo del
que escribió en los primeros veinte años de su historiador Anthony Grafton, otro sorprendente
carrera les han seguido una serie de ensayos, que cometa de erudición, con el cual se puede
a esta altura suman más de cincuenta, y que comparar a Ginzburg. Estos dos historiadores,
cubren una asombrosa variedad de figuras y ambos provenientes de familias judías con
tópicos: Tucídides, Aristóteles, Luciano, trasfondos políticos, uno en Turín y el otro en
Quintiliano, Orígenes, San Agustín, Dante, Manhattan, comparten el punto de partida común
Boccaccio, Moro, Maquiavelo, Montaigne, de las temporadas pasadas en el Instituto
Hobbes, Bayle, Voltaire, Sterne, Diderot, David, Warburg de Londres, y la influencia próxima de
Stendhal, Flaubert, Tolstoi, Warburg, Proust, Arnaldo Momigliano. También existe entre ellos
Kracauer y Picasso, entre muchos otros. Todos una ocasional superposición de intereses
ellos despliegan su formidable variedad de –Panofsky, los jesuitas, Bayle, los estudios
saberes. Como ilustra cada página de El hilo y las judaicos– y tal vez una sensibilidad cívica
huellas, su trabajo más recientemente traducido al similar. La más obvia diferencia se encuentra en
inglés, ningún otro historiador se aproxima a la el molde antropológico que informa los trabajos
extensión de su erudición. más conocidos de Ginzburg, quien prefiere
Ginzburg, que opone una resistencia explorar la cultura popular antes que la cultura de
nominalista a las etiquetas temporales de elite. En las últimas dos décadas, sin embargo, se
cualquier tipo, desearía ignorar el dictum de ha producido una convergencia territorial, en la
Frederic Jameson, según el cual “no podemos no medida en que Ginzburg ha reenfocado su
periodizar”. Sin embargo, resulta imposible escritura hacia la historia intelectual, sobre la
comprender su éxito sin recordar que el eje de su cual siempre ha trabajado Grafton.
trabajo se encuentra en lo que, aunque bajo Sin embargo, tales coincidencias también
protesta, seguimos llamando “Renacimiento”. resaltan los contrastes. Los ensayos de Ginzburg,
Ese anclaje torna posible la facilidad y la que se han tornado su instrumento preferido, son
naturalidad con las que su escritura va y viene únicos. Son todos bastante cortos: muy pocos de
desde la Antigüedad clásica y los padres de la ellos cuentan con más de treinta páginas, y la
mayoría posee menos de veinte. En general se
ordenan en forma de cascada, presentando una
* Versión especialmente preparada para Prismas referencia intelectual detrás de la otra –autor o
del trabajo que Anderson había publicado en London Review cita– que ruedan en procesión veloz y contundente
of Books (vol. 34, nº 8, 26 de abril de 2012) como reseña
a la traducción inglesa de El hilo y las huellas, de Carlo (en staccato), para terminar en un final súbito. En
Ginzburg. Traducción de Eugenia Gay. un caso nos movemos de Paolo Sarpi a través de
18 19
Carlo Ginzburg, Occhiacci di legno, op. cit., p. 29; History, Carlo Ginzburg et al., Vivre le sens, París, Seuil, 2008,
Rhetoric and Proof, op. cit., p. 97. p. 35.
20
Carlo Ginzburg y Carlo Poni, “The Name and the Game:
Unequal Exchange and the Historiographic Marketplace”, en
22
E. Muir y G. Ruggiero (eds.), Microhistory and the Lost Véase Perry Anderson, The Origins of Postmodernity,
Peoples of Europe, Baltimore, Johns Hopkins University Londres, Verso, 1998 [trad. esp.: Los orígenes de la
Press,1991, pp, 8-9. posmodernidad, Barcelona, Anagrama, 2000].
21 23
Carlo Ginzburg, Il Filo e le tracce, op. cit., p. 253. Carlo Ginzburg, Storia Notturna, op. cit., pp 288-289.
34
“Les plus fermes intelligences n’échappaient pas alors,
32
“Avant d’avoir moi-même, durant l’été et l’automne 1918, elles ne pouvaient pas échapper au préjugé commun”,
respiré l’allégresse de la victoire […] savais-je vraiment ce Apologie…, op. cit., p. 65 [Apología…, op. cit., p. 137].
35
qu’enferme ce beau mot ?”, Apologie…, op. cit., p. 14 “Ils proclamaient que la guerre est affaire de riches ou de
[Apología…, op. cit., p. 71]. puissants à laquelle le pauvre n’a pas à se mêler. Comme si, dans
33
“Le Maroc n’est pas, n’a jamais été un pays árabe”, Marcel une vieille collectivité, cimentée par des siècles de civilisation
Mauss, Oeuvres, París, puf, 1969, vol. II, p. 563. Palabras commune, le plus humble n’était pas toujours, bon gré mal gré,
pronunciadas en 1930. solidaire du plus fort”, L’Étrange défaite, op. cit., p. 160.
42
Montesquieu realiza una breve aparición en “Provincializing
the World: Europeans, Indians, Jews” [1704], Postcolonial
40
Carlo Ginzburg, Il Filo e le tracce, op. cit., pp. 220-224, Studies, nº 2, 2011, pp. 141 y 146; Rousseau una un poco más
136-137; “Public Secrets”, en Occhiacci di legno, op. cit., extensa en “Lectures de Mauss”, Annales. Histoire, Sciences
pp. 69, 207. Sociales, vol. 65-66, 2010, pp. 1308 y ss., donde aparece como
41
Vittorio Foa y Carlo Ginzburg, Un dialogo, Milán, una fuente para las ideas sobre el don de Mauss, elogiado por
Feltrinelli, 2003, p. 81. su sabia condena de la violencia bolchevique en 1923.
43
Perry Anderson, A Zone of Engagement, op. cit., pp. 227-228.
44 46
Carlo Ginzburg, Il Filo e le tracce, op. cit., p. 283. Vittorio Foa y Carlo Ginzburg, Un Dialogo, op. cit., pp. 37
45
E. Muir y G. Ruggiero (eds.), Microhistory and the Lost y ss., 93 y ss.
47
Peoples of Europe, op. cit., p. 7. Carlo Ginzburg, Occhiacci di legno, op. cit., p. 207.
Prismas
Revista de historia intelectual
Nº 18 / 2014
José Emilio Burucúa,
El mito de Ulises en el mundo moderno,
Buenos Aires, Eudeba, 2013, 246 páginas
Un ánimo atento a las fórmulas interés en el tema) ha publicado sensiblemente distinto del que
expresivas que han moldeado los otros dos trabajos sobre el pareciera desprenderse de la
rasgos distintivos de la cultura héroe, el de T. Van Nortwick épica homérica. Píndaro abrió el
en Occidente difícilmente podría (2008) y aquel de S. Montiglio camino reivindicando la figura
desentenderse del rol que (2011). A este verdadero de Áyax y Esquilo caracterizó
Odiseo, Ulises, el célebre campo de estudios que gravita al héroe como un descendiente
soberano de la isla de Ítaca, tuvo en torno de la figura del del miserable Sísifo, pero los
en la configuración de algunos itacense deberían agregarse ejemplos más cabales provienen
de los más ricos lugares otras notables contribuciones, de Sófocles y Eurípides,
comunes de la creación artística. como las de M. Fubini (1966), quienes llegaron a presentar a
El presente trabajo del profesor F. Bromner (1983), B. Rubens Ulises como un líder artero,
José Emilio Burucúa presenta y O. Taplin (1989), P. Boitani insensible y cruel. Sin embargo,
un rico disparador heurístico al (1992), P. Citati (2002), O. el influyente Platón manifestó
concentrarse en la recurrente Estiez, M. Jamain y P. Morantin admiración por la modestia con
presencia del héroe aqueo en las (2006) y P. Ford (2007). que el itacense había elegido
manifestaciones culturales del Consideración aparte merecen reencarnar en un hombre
mundo moderno, aquel que el estudio colectivo Odysseus/ común, libre de las exigencias
empieza a vislumbrarse en la Ulysses (1991) y el más de la vida pública y la hýbris de
inventiva de Dante y se reciente The Return of Ulysses. los héroes. Más adelante, la
transforma definitivamente en la A Cultural History of Homer’s escuela estoica se plegaría al
transición ilustrada hacia la Odyssey (2008), de E. Hall, por campo apologético, pero más
geografía industrialmente su ambicioso –y eficaz– bien admirando su carácter
determinada de nuestra propósito diacrónico. cosmopolita y ávido de
contemporaneidad. El “mito de Burucúa parte desde los conocimiento.
Ulises” significa, para el autor, mismísimos orígenes, Es preciso detenerse en esto
“el conglomerado de relatos que destacando las primeras último, porque Burucúa destaca
la cultura greco-romana representaciones conocidas del que el regreso estelar de Ulises a
elaboró” sobre la figura de mito, en sendas oinochoé y la cultura occidental está ligado
aquel, y el foco se dirige hacia pithos que datan del siglo viii a aquel deseo irrefrenable de
el “problema cultural de la a.C., esto es, en el momento en conocer. Se refiere a la
transmisión histórica de este que la obra homérica estaba Commedia de Dante, en cuyo
mito”. siendo inmortalizada mediante canto xxvi del Infierno el héroe
La obra reconoce el la evidencia escrita. Pero solo aparece castigado por su sapere
precedente del profesor W. B. hacia los siglos v y iv este tipo aude –que Horacio le atribuyera
Stanford, quien con The de composiciones pictóricas oportunamente– y confiesa
Ulysses Theme (1954) llevó a ganarían en riqueza narrando aventuras posteriores a
cabo una erudita inquisitio compositiva, en paralelo al su reencuentro con su tierra, su
sobre la figura del itacense y florecimiento de las letras y la mujer, su hijo, su padre, su reino,
supo ir más allá de las fronteras cultura clásica. Una novedad ninguno de los cuales pudo
de la Antigüedad. Más sería la aparición de retratos vencer su anhelo de “correr por
recientemente, la Universidad satíricos de Odiseo. doquier a la ventura, por conocer
de Michigan (que con la A partir de esto último, el mundo como experto, y al
reedición en la década de 1960 recuerda Burucúa que el hombre con sus vicios y
el libro germinal de Stanford Laertíada recibió por parte de cultura”. Inaccesibles los poemas
había demostrado su particular los atenienses un trato homéricos, Alighieri debió
La reciente edición de Utopía y Antes de pasar a reseñar el los 17 años Franco Venturi tuvo
Reforma en la Ilustración, contenido del libro, es que exiliarse en París debido a
clásico libro del historiador fundamental detenernos en el la persecución fascista, ya que
italiano Franco Venturi (1914- estudio preliminar de Fernando su padre había sido uno de los
1994), constituye una inesperada Devoto, “Franco Venturi: pocos profesores universitarios
pero enriquecedora novedad, historiador, intelectual, que no juramentaron su
acaso una hendija de luz en un político”, quien estuvo, además, fidelidad al régimen de
panorama editorial nacional más al cuidado de la presente Mussolini. En su exilio
bien nebuloso en relación a la edición, lo que puede parisino, que duraría hasta
presencia de historiadores observarse en la impecable 1940, combinó de manera
extranjeros. Decimos edición traducción de Hugo Salas y en complementaria sus inquietudes
inesperada ya que, en términos la selección de las imágenes políticas, participó en los
temporales, Utopía y Reforma que acompañan a cada capítulo círculos antifascistas de
dista de ser una primicia: y están en la cubierta del libro. Giustizia y Libertà, con sus
editado originalmente en Lejos de ser una mera cuestión incipientes pesquisas
Inglaterra en 1971, el libro reúne estética, cada imagen anticipa y académicas, realizó sus
las conferencias que dictó visualmente resume el estudios de grado y posgrado
Venturi en el marco de las contenido del capítulo, en la Sorbona y publicó sus
prestigiosas “George Macaulay enriqueciendo su lectura. primeras reseñas e
Trevelyan Lectures” en la Quienes hemos cursado con el investigaciones. Entre estas
Universidad de Cambridge profesor sabemos de su interés últimas sobresale Jeunesse de
durante el año académico 1968- por la historiografía italiana y, Diderot, libro que publicó
1969. Uno podría preguntarse, a particularmente, por el libro de cuando tenía tan solo 24 años y
simple vista, por qué debería ser mayor renombre de Venturi, El que cimentaba los primeros
relevante reseñar –siquiera populismo ruso (Alianza, peldaños de una, en términos
publicar– una serie de charlas 1981). En este estudio, Devoto de Fernando Devoto, “historia
sobre la Ilustración europea que reconstruye con la enorme política de las ideas que busca
un historiador italiano realizó erudición y precisión que lo el momento creativo de estas,
hace casi 45 años. Y, sin caracteriza el devenir político, que es cuando se articulan en la
embargo, su edición por primera académico e ideológico de práctica y en la acción política”
vez en español reviste radical Venturi hasta el momento en (p. 22). Si bien, tras duros años
importancia, no solo por la que fue invitado a dar estas de encarcelamiento –por la
escasez de textos de Venturi en conferencias en Cambridge. policía franquista primero y por
nuestro idioma, sino Así, situando al historiador en el régimen fascista después–
particularmente por la frescura el marco de las convulsiones Venturi disminuirá su
de las hipótesis sugeridas por el políticas y culturales de la militancia política, y su
historiador italiano, y cómo las Europa de entreguerras y de la curiosidad y erudición por el
mismas sembraron la semilla de segunda posguerra, Devoto pensamiento radical ilustrado,
una transformación en el campo traza las líneas del evidente las minorías activas y la
de los estudios sobre la historia diálogo que estableció este búsqueda de manuscritos
de las ideas y el pensamiento historiador y militante inéditos seguirán siendo los
político, particularmente en la socialista italiano con su signos inequívocos de su labor
mente de J. G. A. Pocock y presente. Nacido en Roma en como historiador académico.
otros historiadores de 1914 en el seno de una familia Utopía y Reforma en la
Cambridge. de intelectuales académicos, a Ilustración se divide en un
Cuando lo nuevo conquistó hacer como si algo ocurriera por nuevo un mundo recubierto por
América, de Víctor Goldgel primera vez, es el olvido para automatismos perceptivos. El
(Premio Iberoamericano 2014, toda una generación de jóvenes arte, decía el joven Shklovsky
otorgado por la Latin American letrados, tal vez necesario, de en el contexto de la Revolución
Studies Association), hace con una tradición prerrevolucionaria Rusa, debía darle sentido a un
nosotros lo que dice en cada iluminista, dieciochesca, dentro nuevo mundo en política
una de sus páginas: causar de la cual el gesto de romper produciendo artificialmente
novedad, renovar los modos de con el pasado ya era un lugar nuevos modos de ver “por
leer, hace ver aquello que ya común. Primera novedad primera vez” lo que el hábito y
estaba ahí pero que nuestros entonces, no solo en el campo los intercambios de la prosa
automatismos de lectura no nos de la historia cuanto en el de la práctica no dejaban ver. Algo
dejaban ver. En primer lugar, imaginación política: lo nuevo de esa mirada, envuelta en lo
hace ver que en nuestra cultura es inseparable del concepto de que los formalistas rusos
hispanoamericana lo nuevo repetición; lo nuevo solo puede llamaban “extrañamiento” y los
como criterio central de surgir a través de una repetición jóvenes románticos
asignación de valor estético no olvidada de sí misma que repite “originalidad” (originalidad
es tan nuevo como los el pasado no tal como paradójica de ver y hacer ver lo
modernos creíamos. Mucho efectivamente fue, sino como propio a través de “lentes”
antes de la ruptura modernista podría haber sido y no fue; una europeos), está en juego en la
del arte latinoamericano de repetición que repite aquello mirada de Goldgel cuando nos
Fin de Siglo y de la que en el pasado hay de hace ver, enredados y
consolidación de los estados incumplido –los sueños de la confundidos en una masa
nacionales, la novedad, cargada razón que en el Nuevo Mundo amorfa de nuevos periódicos
de connotaciones políticas, se aceleran hasta hacerse y revistas de principios del
había comenzado a reorganizar realidad–. O, dicho de otra siglo xix fragmentos de una
la cultura y el campo de las manera: que la irrupción de lo incipiente literatura nacional
letras. En las regiones nuevo –y esto también vale para perdida encerrados entre las
embarcadas en procesos el libro de Goldgel– transforma líneas de textos que trabajaban
independentistas como el Río de retroactivamente el pasado sin una materia inasible, leve y
la Plata y Chile, o que sufrían necesidad de viajar en el divertida, al borde de la nada
una modernización económica tiempo. misma: la moda y su expansión
acelerada como la Cuba del Pero rectificar una a través de los nuevas
boom del azúcar, allí donde el periodización o los criterios con tecnologías de reproducción
peso de la tradición colonial y los que periodizamos, aunque técnica de la palabra escrita,
de la herencia cultural indígena lo que está en juego sea nada esas máquinas de pensar y
no habían sido tan fuertes, los más y nada menos que lo que escribir “a vapor” que fueron
gestos de ruptura con el pasado entendemos por modernización para la época los nuevos
en nombre de lo nuevo se en América Latina, no deja de medios de prensa.
reproducían en múltiples niveles ser para Goldgel apenas el Observa Goldgel: “La
de la realidad, hasta que en anticipo de una buena nueva frecuencia con la cual la prensa
algún momento, hacia 1830, esa para la literatura. Víctor periódica recordaba a sus
ola expansiva llegó y se Shklovsky, al que Goldgel lectores que el mundo de las
extendió por la literatura de los conoce bien, reconocía lo letras y el de la vestimenta eran
románticos. Pero lo nuevo, literario en la capacidad del arte en realidad muy distintos es un
viene a señalar Goldgel, es un (de vanguardia) de hacer ver de claro indicio de lo mucho que
3
Jeremy Adelman, Worldly Philosopher,
p. 115. En esa parte del libro, Adelman significación para Albert y para Sarah.
caracteriza esta manera de pensar y Esta caracterización reaparece varias
Elizabeth Jelin
vivir, y relata su origen y su veces a lo largo del libro. cis - ides/conicet
Es un hecho: la literatura manera tardía a los procesos de Ahora bien, que aún se
colombiana brilla por su modernización en diversos tenga por cierto este vacío solo
ausencia, o por su polémica campos, hasta tal punto que ha sido posible, en realidad,
aparición, en los estudios y las Luis Tejada, miembro guía de gracias a una inquietante
antologías clásicas dedicadas a la generación de Los Nuevos, situación: el profundo atraso
las vanguardias en América no dudó en sentenciar: “Este del que es objeto el campo de
Latina. Nelson Osorio (1988) país es esencialmente los estudios de prensa en
señala que Los Nuevos (efímera conservador en todos los Colombia. Largo tiempo
y solitaria revista por la cual es aspectos de su vida, pero esperado, por fin se puede
conocida la generación singularmente en lo que se contar, sin embargo, con un
colombiana del mismo nombre) refiere a la literatura”; “Nuestra libro que, además de hacer
“es representativa de las ideas lírica, sobre todo, está retrasada evidente este preocupante
renovadoras en un medio tan cincuenta años”;4 “ni los atraso, avanza en el camino
conservador como el libros futuristas, ni las revistas abierto por la revaluación de
colombiano de esos años”, “sin futuristas, ni aun el eco siquiera Pöppel7 para seguir
ser en estricto sentido una del movimiento futurista llega remediándolo: el trabajo de
revista vanguardista”;1 hasta aquí, o si llega Ardila Ariza, Beca de
HugoVerani (1990) afirma que vagamente, no le hemos Investigación en Literatura del
en la literatura colombiana “no prestado atención”.5 Los Ministerio de Cultura de
hubo actividad de verdadera estudios y las antologías Colombia en 1999 (publicado,
vanguardia, solo figuras clásicas parecen tener, así, por alguna razón, solo hasta el
aisladas que acogen tendencias razón. Colombia: un país día de hoy), cuyo objetivo
innovadoras y antirretóricas”;2 aislado y sin vanguardias. Vacío (gravemente inédito, aunque
y Jorge Schwartz (1991), triste y vergonzoso que, de por fin planteado en la
sencillamente, la pasa por alto.3 hacer caso a las palabras de historiografía literaria
El hecho no sorprende si Armando Romero (1988), solo colombiana) no es otro que el
tenemos en cuenta que llegaría a ser remediado hasta de “confrontar con fuentes de
Colombia entró al siglo xx de finales de los años cincuenta primera mano aseveraciones
la mano de la Hegemonía con el nadaísmo: “realmente no recientes, como las que aún
Conservadora (1886-1930), existió un movimiento de indican que en Colombia no se
régimen político que llevó a vanguardia, como tal, en la conocieron ni se debatieron, ni
este país a incorporarse de historia de la literatura
colombiana hasta la aparición
del nadaísmo”.6
vanguardia perdida, Bogotá, Tercer
1
Nelson Osorio, Manifiestos, proclamas Mundo/Pluma, 1988, p. 9.
7
y polémicas de la vanguardia literaria Hubert Pöppel, Las vanguardias
hispanoamericana, Caracas, Ayacucho, literarias en Bolivia, Colombia,
1988, p. 157. Ecuador y Perú. Bibliografía y antología
2 4
Hugo Verani, Las vanguardias Luis Tejada, “Un poeta nuevo”, en crítica, Frankfurt/Madrid,Vervuert/
literarias en Hispanoamérica Gotas de tinta, Bogotá, Instituto Iberoamericana, 1999; 2ª edición
(manifiestos, proclamas y otros Colombiano de Cultura, 1977, p. 158. corregida y aumentada: Hubert Pöppel
5
escritos), México, Fondo de Cultura “El futurismo”, en Mesa de redacción, y Miguel Gomes, Las vanguardias
Económica, 1990, p. 27. Medellín, Universidad de Antioquia, literarias en Bolivia, Colombia,
3
Jorge Schwartz, Las vanguardias 1989, p. 269. Ecuador, Perú y Venezuela. Bibliografía
6
latinoamericanas. Textos programáticos Armando Romero, El nadaísmo y antología crítica, Frankfurt/
y críticos, Madrid, Cátedra, 1991. colombiano o la búsqueda de una Madrid,Vervuert/Iberoamericana, 2008.
¿Qué imágenes de las masas las multitudes en sí mismas y seduce a los televidentes
trazaron los medios de en relación con sus contextos italianos de la era de
comunicación audiovisual al políticos y culturales, los Berlusconi, donde sus
poner a estas en escena? ¿Qué desarrollos tecnológicos y los protagonistas adquieren los
ideas pueden “leerse” en los cambios en la teoría social, en rasgos humanos de la
motivos visuales de ese sujeto distintos marcos geográficos aproximación biográfica y la
colectivo que el cine y la –generalmente nacionales– y a telenovela, en el marco de la
televisión multiplicaron a lo través de variados soportes. La revisión del fenómeno fascista
largo del siglo xx en Argentina, perspectiva comparativa que se remonta a los escritos de
Brasil, Italia o Estados Unidos? supranacional, excepto algunos De Felice en la década de 1970;
La compilación de catorce de los textos, queda a cargo del por último, el de Mirta Varela,
artículos realizada por Mirta lector. Una hipótesis conceptual “Las plazas de Malvinas: el
Varela y Mariano Mestman y un desafío crítico invitan a color de la multitud”, en el que
tiene estas preguntas en su ello, sin embargo, desde el se toma como eje de análisis el
origen. Si la cuestión de la comienzo: lo primero, la color y sus usos, a partir de un
representación en su doble postulación de una autonomía corpus que forman las imágenes
vertiente (política y visual) y el relativa de las imágenes televisivas captadas en Buenos
interrogante por el significado respecto de los conceptos; lo Aires durante la guerra de
de lo popular son problemáticas segundo, la propuesta de Malvinas, y las películas que
que, como se afirma en la poner en diálogo trabajos que desde la transición democrática
introducción, resultan abrevan en tradiciones críticas las incorporaron como archivo
prácticamente consustanciales a diferentes, como los que tratan al abordar el tema,
la historia política y cultural, y sobre las figuras de las masas identificando a través de ese
a la historiografía del cine, la en la televisión y en el cine, y elemento la persistencia
preponderancia de la cultura de hasta lograrlo dentro de un traumática de un tema no
la imagen que los estudios mismo abordaje crítico. De la abordado: el apoyo popular a la
visuales –en la convergencia de productividad de esto último guerra.
la historia del arte y los estudios dan cuenta los tres trabajos que La variedad de los textos
culturales– han propuesto asumen ese desafío: el de Mario compilados hace lugar a
traducir en un pictorial turn, Carlón, “Televisión y masas. De trabajos con mayor pretensión
pone las figuraciones de las las representaciones históricas a teórica y a otros más abocados
masas producidas por los la nueva etapa de al análisis de casos. Entre los
medios en el centro de esos mediatización”, con un primeros se destaca el artículo
mismos debates. De ahí que el sofisticado análisis conceptual de Lynn Spigel, “Las
libro apuesta a mostrar que la sobre la innovación que muchedumbres solitarias de la
interpretación de esas imágenes introduce el directo televisivo TV norteamericana”, que abre
como documentos de una como discurso respecto de la Primera Parte del libro (“Los
historia cultural permite revelar anteriores lenguajes mediáticos; conceptos en la historia”). Se
aspectos (corporales, gestuales) el de Vito Zagarrio, “El trata allí del cambio introducido
que el mero análisis de fascismo en la televisión en la forma de representar a la
discursos o prácticas en italiana contemporánea; la gente “en masa” cuando se
manifestaciones públicas televisión en el cine del popularizó la televisión en los
oblitera. Nutridos del cruce fascismo”, que ausculta el Estados Unidos en los años
disciplinar, los artículos del modo en que el fascismo como cincuenta. A través de la
libro abordan las imágenes de régimen de masas fascina y audiencia de estudio –afirma
Para los escritores americanos anhelada termina de desgarrarse Pas, quien realizó además la
de los dos primeros tercios en nuestras manos como último investigación hemerográfica y
del siglo xix, el pasaje de eslabón de una cadena de patas, seleccionó el material incluido
la escritura de periódicos a la mandíbulas, aguijones y, más en la segunda parte, una
escritura de libros no se ofrecía probablemente, otras manos. antología que recoge artículos
necesariamente como un cursus Cuando nada de esto ocurre, se de tres diarios chilenos, El
honorum ni como una función impone el obstáculo más Progreso (1842-1845), La
demasiado especializada. interesante: la felicidad del Crónica (1849-1850) y El Siglo
Excepción hecha de los hallazgo se convierte en la (del que se transcriben algunos
escritores cuyo proyecto pregunta sobre cómo transmitir “textos complementarios”, que
literario se cifraba en la poesía a los otros el infinito que dialogan con publicaciones de
lírica –y basta pensar en encierran las páginas del El Progreso entre 1844 y
Esteban Echeverría y su periódico. Pasar de los 1845). Estos textos recobrados
reticencia a escribir para la periódicos al libro, en efecto, no fueron incluidos en las
prensa para advertir que la supone no solo una decisión de Obras de Sarmiento, ni
salvedad no es menor–, pasar recorte (el diario, por reimpresos tras su edición
de los periódicos a los libros no definición, lo contiene todo: original en la prensa, motivo
implicaba un salto cualitativo referencias a la vida pública en que los convierte de por sí en
en una carrera. Era, sus dimensiones política, documentos valiosos que el
sencillamente, una posibilidad comercial, económica, social, libro de Pas vuelve a poner en
para ejercitarse en un oficio y cultural; marcas de su circulación.
hacerse un nombre con el que circulación y recepción; El estudio se divide, a su
afrontar cualquier campaña indicios de los modos en que vez, en tres partes, “La
pública. Sarmiento, escritor y buscaba ser apropiado; rasgos irrupción de la prensa”, “Las
publicista, editado y compilado formales y materiales a través artes pragmáticas del
por Hernán Pas, pone en escena de los cuales, casi como ningún publicista”, y un “Colofón”. La
parte de ese pasaje, pero otro objeto, condensa la primera de ella describe con
explora y resuelve de modo cotidianeidad de su época), sino precisión las coordenadas de la
feliz el mismo problema en un además una decisión narrativa: prensa sudamericana hacia
segundo nivel, desde que su cómo organizar el relato que da mediados del siglo xix,
objeto mismo supone el desafío sentido, fuera de su época, a la preocupándose especialmente
que presenta al investigador lectura de ese diario. por el “nuevo sistema de
pasar de los periódicos al libro. Sarmiento, redactor y publicidad” que se pone en
El lector curioso de diarios publicista, se inscribe en el funcionamiento en
antiguos –condición obvia y pequeño conjunto de trabajos Hispanoamérica a partir de la
básica para el investigador que (del que fue pionero Orden y caída del Antiguo Régimen y
frecuenta hemerotecas– suele virtud, de Jorge Myers) en el por caracterizar una figura
experimentar sobresaltos varios. que esas decisiones son nítidas emergente de este proceso, la
La rutina es conocida: el y, por eso, organizan un del publicista. La segunda se
periódico buscado no está, está volumen que, como los diarios centra en los periódicos
fuera de consulta, tiene una que traman su base, ilumina seleccionados, y en el modo en
numeración que corresponde a una región del pasado hasta que Domingo F. Sarmiento
una catalogación anterior, existe entonces poco visible. El libro despliega estrategias de muy
pero no se presta, llega hasta el está organizado en dos diversa índole –políticas,
mostrador pero la página secciones: un ensayo de Hernán escriturarias, formales, técnicas,
A mediados del siglo xx, la el más ingenioso, el más Oriente que incluyen “De Adén
generación Beat concibió el versátil, el polifacético Lucio V. a Suez” –impresiones del viaje,
viaje como una experiencia Mansilla se declara “el genio de escritas en octubre de 1854 y
central para los jóvenes artistas. los buenos viajes” (p. 303). Lo publicadas al año siguiente–,
El desplazamiento constante, la hace a bordo del buque que lo “Recuerdos de Egipto”, de
vida en la ruta, las amistades lleva a Europa, en una crónica 1864, y “En las pirámides de
provisorias, la capacidad de que se publicará unos días más Egipto”, incluido en Entre-Nos.
adaptarse y resolver problemas tarde en La Tribuna Nacional, y Causeries de los jueves,
inesperados aparecían como en la que recorre, con la editadas en 1889. Esta primera
“la” experiencia, es decir, como errancia típica del género, la parte se cierra con una carta de
el punto más alto de la incipiente masificación del 1897 dirigida a Emilio Mitre,
experiencia antiburguesa y, por turismo, las ofertas por ese entonces director de
lo tanto, como una vivencia gastronómicas del barco, la La Nación. A partir de un
indispensable para quien poética de Émile Zola, las muestrario de géneros que van
quisiera escribir. Para tener algo actividades con las que combate desde las impresiones, los
que narrar había que haber el tedio durante la travesía. En recuerdos, la crónica y
vivido, es decir, había que El excursionista del planeta, finalmente la carta, Mansilla
haber viajado. La llamada Sandra Contreras selecciona vuelve una y otra vez a narrar
generación del ‘80 en la una serie de crónicas como esta ese viaje de juventud que
Argentina también tenía una –la mayoría de ellas nunca empezó en la India y terminó
confianza similar en las publicadas en un libro– y las en Londres y París cuando,
virtudes del viaje; aunque para ordena junto a otros materiales según dicen, su padre lo
ellos, que vivían en el fin del en un volumen que permite sorprendió leyendo El contrato
siglo xix –antes del desarrollo reconstruir una poética del viaje social en pleno rosismo y lo
de la industria turística, antes –generacional y personal– mandó a tomar aire fuera y, de
de la masificación de los articulada, según explica la paso, a ocuparse un poco de los
medios de transporte de cosas y prologuista, con las ideas y las negocios familiares. Los textos
personas, o de las técnicas de concepciones de Mansilla de la primera parte explican por
transmisión inmediata de acerca “de la literatura, la vida qué Mansilla no escribe nunca
palabras y mensajes–, la y el mundo” (p. 47). El libro un libro de viajes tal como lo
experiencia iniciática del viaje deja ver el lugar central que hicieron sus contemporáneos,
también los alejaba del orden ocupa el viaje como motor del su hermana Eduarda y Miguel
burgués pero de un modo casi impulso escriturario y como Cané o incluso los que
opuesto. Más que esa falta o generador de contenidos, compilaron sus crónicas
esa negatividad contracultural porque el viaje tiene en periodísticas, como Lucio
de los jóvenes subterráneos, el Mansilla un efecto de López o Eduardo Wilde. La
viaje finisecular exigía en multiplicación: lo pone respuesta a este interrogante
cambio un plus, una a escribir, le da tema para –según propone Sandra
acumulación –de capital escribir, lo hace reflexionar Contreras y lo confirman estos
simbólico, estético, lingüístico sobre el acto de escribir, lo textos– se debe a que Mansilla
y de capital a secas– disponible impulsa a revisar el impacto de prefiere en cambio “fragmentar
solo para los jóvenes de las la lectura y la escritura sobre la el relato de una vida entera
elites ilustradas. percepción del viaje, etcétera. atravesada por el viaje”,
Entre ellos, el más El excursionista se abre con estrategia que produce “el
ocurrente, el más extravagante, una serie de textos sobre efecto de multiplicar la figura
Atrapados por la imagen. Arte Georgina Gluzman, Julia Ariza, representaciones visuales y su
y política en la cultura impresa Lautaro Cossia, Marcela Gené, lugar en la cultura.
argentina es la segunda Juan Buonuome, Sandra Szir, El libro, además de las
experiencia editorial que Laura Laura Malosetti, Marisa diversas tradiciones
Malosetti Costa y Marcela Baldasarre, Silvia Dolinko, intelectuales con las que
Gené emprenden para dar a María Amalia García, Juan dialoga, atraviesa algunos de
conocer los trabajos de un Cruz Andrada, Catalina Fara, los problemas de la historia
grupo de investigadores que se Isabel Plante y Mara Burkart. cultural vinculados a la imagen:
percibe consolidado en sus Uno de los grandes desafíos los efectos de la modernización
exploraciones particulares y encarados por las compiladoras en las técnicas de edición que
que, a la vez, vuelcan sus ha sido el de engarzar y poner permitieron, a lo largo de un
preguntas en proyectos más en diálogo los textos, más allá período tan extenso, la
amplios y abarcadores. Las de la línea temporal que multiplicación de
autoras de este volumen logran proponen al recorrer distintos representaciones en una
así un efecto atractivo para el momentos de la historia variedad de soportes (diarios,
lector que va más allá de argentina en una larga revistas, prendas de vestir,
“estudiar la relación palabra/ secuencia que nos lleva desde cintas y divisas litografiadas,
imagen en diarios, revistas y la Confederación rosista hasta guantes con imágenes impresas,
otros soportes imbricados en la década del setenta del siglo etc.), y el impacto que la mayor
nuestra historia cultural”, tal xx. A su vez, estos itinerarios difusión y circulación de
como ocurrió en la primera temporales se cruzan con una imágenes produjo en la
experiencia editorial sobre el mirada hacia otros espacios del construcción de sentido de los
tema: Impresiones Porteñas. territorio nacional, con lo cual, lectores. Este proceso produce
Imagen y palabra en la historia aunque sea de manera una modificación en las formas
cultural de Buenos Aires. incipiente, se pone en evidencia del mirar que va desde el
Los trabajos reunidos en esta que en el campo de la imagen momento en que la imagen
oportunidad nos acercan a no todo ocurre en Buenos impresa monopolizaba el
tradiciones de análisis que Aires. consumo cultural, a la
ponen el foco en las De este modo, podemos ver competencia visual que se
representaciones visuales y en de qué manera la incorporación establece entre diferentes
el lugar que ellas ocupan en la de imágenes en los distintos soportes tecnológicos y
cultura, a través de las distintas artefactos culturales cuya mediáticos que conviven y
épocas que abarcan los ensayos circulación y posesión se circulan en el espacio cultural
reunidos. El libro resulta así un diferencia del libro modifica las argentino. De este modo, no
aporte a los estudios de la representaciones y subvierte tienen el mismo impacto social
cultura visual, campo que se ha las maneras de leer y las formas las fotografías o los grabados
constituido como un espacio de en que los lectores se acercan que circularon, por ejemplo, en
múltiples confluencias, donde al texto. Las imágenes y la la Ilustración Histórica
conviven tradiciones diversas: visualidad son prácticas Argentina (Gluzman) y las
historia del arte, estética, culturales productoras de imágenes de la revista Monos y
género, comunicación y significado y Atrapados por la Monadas (Cossia), publicada
antropología visual. imagen. Arte y política en la en la ciudad de Rosario durante
El libro se presenta dividido cultura impresa argentina nos el Centenario, que la
en diez capítulos que reúnen acerca sugerentemente al competencia de soportes
trabajos de Marcelo Marino, problema de las reproductores de imágenes que
María Teresa Gramuglio es una revistas académicas y culturales significación diferencial dentro
de las figuras más destacadas de (principalmente en Punto de del mundo académico, pero al
la crítica literaria universitaria Vista, de la que Gramuglio fue mismo tiempo disimuló la
argentina y, como sucede con miembro del comité editorial notable sistematicidad y el
los escritores para escritores, desde su fundación en 1978 alcance de un proyecto
es admirada por sus colegas hasta 2004), y también tres intelectual que Nacionalismo y
tanto por sus contribuciones ensayos inéditos. El libro cosmopolitismo vuelve
críticas, como por haber cuenta además con un estudio evidente. El “efecto libro” no se
formado al menos tres preliminar deslumbrante a cargo agota en la recolocación de
generaciones de académicos en de Judith Podlubne (profesora e Gramuglio en el centro del
la Universidad de Buenos Aires investigadora de Literatura canon académico de la crítica
y en la Universidad Nacional de Argentina del siglo xx en la literaria (lugar que ya ocupaba
Rosario. A pesar de la Universidad Nacional de para sus colegas de la
naturaleza insoslayable de sus Rosario) que, a partir de un Universidad Nacional de
hipótesis sobre literatura trabajo de investigación de una Rosario, de Punto de Vista y del
argentina y de que sus ensayos intensidad poco frecuente para Club de Cultura Socialista, así
sobre la revista Sur, sobre este tipo de prefacios, oscila como para sus estudiantes más
nacionalismos literarios y sobre entre la biografía intelectual de afines) sino que, por el
la obra de Juan José Saer han Gramuglio, la historia cultural contrario, sirve a un propósito
organizado las agendas de de los contextos institucionales fundamental en el contexto de
investigación sobre estos temas y políticos en los que se las metodologías de
desde principios de la década desarrolló y un racconto crítico investigación actuales. Si el
de 1980, Gramuglio nunca de sus –para decirlo en términos déficit de bases de datos y
había publicado un libro propio, del Pierre Menard de Borges– sistemas de indexación
monográfico o que compilara obras visibles e invisibles: sus electrónica y online de
sus escritos sobre algunas de artículos, sus proyectos de publicaciones en América
estas áreas. “Nunca creí investigación, las formaciones Latina hace que artículos
necesario reunir mis artículos intelectuales y políticas de las publicados en revistas o
en libro. Aunque amo los libros, que participó, pero también las capítulos publicados en
sostengo que hay demasiados y huellas de su trabajo docente, volúmenes colectivos resulten
sólo la convicción de que uno de sus líneas de investigación inhallables para quienes no los
tiene algo nuevo que decir y de sus keywords en la conocen de antemano, este libro
justifica a mi juicio incorporar configuración actual del campo vuelve a poner en circulación
uno más a la superpoblada académico-crítico. las hipótesis de Gramuglio,
galaxia Gutenberg”, escribe Más allá de las razones pero ahora subsumidas bajo un
Gramuglio en el prefacio del íntimas que pueden haber efecto de conjunto que las
muy esperado Nacionalismo y llevado a Gramuglio a la potencia, que las vuelve todavía
cosmopolitismo en la literatura decisión de no publicar un libro más relevantes.
argentina, que recoge algunos con sus ensayos hasta el año Las cuatro secciones que
de los ensayos más pasado (ella misma elige no estructuran Nacionalismo y
significativos que la autora explorarlas en el prefacio: cosmopolitismo (“Nacionalismo
publicó en volúmenes “¿Por qué publicarlo ahora? No y escritores nacionalistas”, “La
colectivos y ediciones críticas, sabría decirlo”), su decisión década del treinta”, “La revista
actas de encuentros pasó a constituir un paradójico Sur” e “Interrelaciones entre
universitarios y en diversas capital simbólico investido de literatura argentina y literaturas
José Zanca, autor ya de esa tradición, como todas las decisivas por su riqueza de
conocidos y apreciados trabajos mutaciones que la surcan en informaciones y perspectivas las
sobre los católicos argentinos, las cambiantes condiciones de que proceden del archivo de
brinda aquí una nueva e la Argentina y del catolicismo Maritain–, y con un muy buen
importante contribución que en general a lo largo de cuatro dominio de la prensa católica y
procede de su tesis doctoral. En décadas decisivas del siglo xx. de la bibliografía existente sobre
ella explora, en un período En esa aproximación elegida el argumento. Empero, el libro
relativamente más largo que lo por Zanca, para la cual él va mucho más allá de los
que sugiere el subtítulo (1936- mismo busca algo indudables méritos de su
1959), y que bien podría infructuosamente una generación, a veces atrapada
enmarcarse de los años veinte a denominación apelando entre el haber leído todo sin
fines de los años cincuenta, una a expresiones como haber entendido nada –como
de las corrientes del catolicismo “hermenéutica” o decía algo exageradamente el
argentino, aquella que “fenomenológica” (términos viejo y entrañable Ruggiero
tradicionalmente ha sido que no son definidos en el Romano– y el haber dedicado
denominada “liberal” y que el texto y cuya utilidad, en sus esfuerzos a temas que en su
autor prefiere caracterizar como especial el segundo, no parece liviandad podrían ser englobados
“humanista” (y que bien podría ser mucha), pero que bien en aquella historiografía
denominarse también podría denominarse sin problema historiográfico que
“maritainiana”, ya que el “historicista” si se entiende por caracterizó y caracteriza a
filósofo de Meudon y sus ello el mirar los problemas franjas no desdeñables de la
seguidores y contradictores históricos en su constante historia profesional de ayer y de
argentinos están en el centro devenir y mudar en la hoy y que, desde luego, puede
del libro), o que también, y temporalidad y no desde ser de interés para las “anime
algo más inclusivamente, podría esencias inmutables y fuera del belle” pero menos para aquellos
definirse como “personalista”. tiempo, se encuentra uno de preocupados por la historia de la
Esa tradición, corriente, los mayores méritos de un desventurada Argentina.
linaje (o como prefiera libro que tiene muchos. Por el contrario, el libro de
llamárselo) es delimitada por Asimismo, como es ya Zanca afronta un tema de
el autor mucho más por su habitual en la nueva generación indudable interés para pensar la
contraposición con aquella otra de historiadores profesionales Argentina moderna, y lo hace
más transitada argentinos formados en la desde una cabal comprensión
historiográficamente –la del democracia, el trabajo es de los problemas que el mismo
nacionalismo católico, matizado, con pocas involucra, ayudado por una
autoritario y antidemocrático– adjetivaciones (que cuando apelación a la empatía de
que por una homogeneidad de aparecen, muy ocasionalmente, collingwoodiana memoria que,
la que carece o por una muestran una ligera como se sabe, consiste en
identidad que no es tal si es exasperación hacia pensadores ponerse en los zapatos del otro,
mirada en una perspectiva del nacionalismo católico y una no mimetizarse con él. Lo hace
temporal y desde una simpatía no menos visible hacia ayudado también no solo por un
aproximación contextual como algunos autores conocimiento acabado de los
la elegida. Se trata de un punto “redescubiertos”, como Rafael hechos sino también por su
de vista que permite mostrar Pividal o Augusto Durelli), con admirable dominio de intricados
tanto la riqueza de motivos no una amplia consulta de fuentes problemas filosóficos y
siempre compatibles que posee primarias –entre las que resultan teológicos que tan lejanos
Que la primera reconstrucción cultural en las décadas de 1980 sobre la tradición althusseriana
sistemática de la recepción y 1990. La autora demuestra a través de una mirada
argentina de Louis Althusser que la lectura de Althusser le desprejuiciada y una pretensión
provenga del trabajo de un permitió a la nueva izquierda explicativa. Como bien sugiere
investigador extranjero no argentina revisitar la tradición la autora, la transformación del
resulta un hecho totalmente teórica del marxismo clásico y althusserianismo en un objeto
llamativo. La tragedia personal redefinir la relación entre político-intelectual legítimo
de Althusser, la deconstrucción cultura, ideología y política de para la indagación
de la tradición marxista- manera heterodoxa. Destaca, historiográfica requiere una
leninista y la abjuración de asimismo, la importancia del tarea de reversión de las
muchos intelectuales diálogo crítico con el legado operaciones de demonización
argentinos de su pasado althusseriano en el trabajo impuestas al nombre de
militante bloquearon durante desarrollado por los Althusser desde la década de
mucho tiempo la indagación intelectuales argentinos en pos 1960 hasta el presente. En
acerca de la forma a través de de una revisión de sus primer lugar, de las
la cual la lectura y la anteriores compromisos impugnaciones a su obra
apropiación de Althusser intelectuales y un acercamiento realizadas desde el seno de la
contribuyó a configurar modos a la crítica socio-cultural. tradición marxista. Frente a
específicos de intervención El libro está estructurado en estas, entre las que pueden
político-intelectual en la cuatro capítulos. El primero mencionarse las de E. P.
Argentina de las últimas reconstruye el “momento Thompson, André Glucksmann
décadas. En este sentido, la althusseriano” en Europa. El y Jacques Rancière, cabe un
publicación del libro de Anna segundo presenta de manera trabajo de historización que
Popovitch –una versión de su panorámica el problema de los permita tornar dichos textos en
tesis doctoral defendida en la vínculos entre política y cultura fuentes que contribuyan al
Universidad de Cornell– en la Argentina posperonista. El enriquecimiento del estudio de
constituye un destacado tercero analiza la recepción de la tradición althusseriana. En
acontecimiento editorial que Althusser en la revista Los segundo término, de la
permite una primera Libros. Y el cuarto problematiza estigmatización del marxismo
aproximación a los itinerarios el lugar de Althusser en la althusseriano resultante de la
del althusserianismo en la teoría cultural argentina a partir combinación del asesinato de
historia intelectual argentina. A de la década de 1980. Apoyado su esposa, el confinamiento de
través de una perspectiva que en una lectura atenta de las sus últimos años y la crisis del
integra elementos de los fuentes seleccionadas y marxismo. De cara a esta
estudios latinoamericanos, la apuntalado por un abordaje operación, que buscó de manera
historia del marxismo y los crítico de la bibliografía sobre tramposa ejemplificar el
estudios de recepción, la historia argentina reciente, el agotamiento de la experiencia
Popovitch analiza el lugar trabajo de Popovitch logra una marxista contemporánea con la
ocupado por Althusser en la aproximación tan original como tragedia personal de uno de sus
teorización de los vínculos sugerente al tema estudiado. referentes teóricos, no cabe otra
entre política y cultura por Cabría contextualizar el opción que la valoración del
parte de la nueva izquierda en trabajo de Popovitch en el trabajo historiográfico. Y es
las décadas de 1960 y 1970 y marco de una serie de esfuerzos aquí donde se evidencia uno de
en la transformación interpretativos que han elegido los mayores méritos del libro
postestructuralista de la crítica el camino del posicionamiento reseñado. El trabajo de
Lo primero que debo decir es una tesis doctoral rigurosa de su se estableció entre política y
que estamos ante un texto naturaleza es prácticamente violencia. Esta relación
netamente académico. Es imposible. Como sea, cabe ambigua que comienza a
verdad que el autor lleva a cabo sospechar que el libro prepararse en 1955, entre las
una aproximación bastante encontrará lectores clases medias y el peronismo, y
heterodoxa al tema que lo principalísimamente en el más ambigua aun, con la
ocupa, combinando disciplinas propio campo académico (y que violencia, es abordada con gran
humanas diversas e innovando, ha de ser muy útil a actuales y calidad por Carassai, que resalta
así, en relación a gran parte de futuros doctorandos e cómo abarcó distintas
los trabajos preexistentes sobre investigadores). Esto no es ni posiciones del espectro
el tema. Pero esta heterodoxia bueno ni malo, y cabe sospechar ideológico, aun de centro y de
tiene lugar sobre una base que el autor, si no se lo propuso, derecha, y en qué consistió. La
académica muy sólida y tampoco encontró reparos. precisión con la que el autor
rigurosa. De cuyas pautas el Recoger lectores apenas en el logra establecer las distinciones
texto no escapa; al contrario, reducido círculo académico deja necesarias se sostiene no
está lo más lejos posible del a las puertas del libro, solamente en su análisis,
ensayo. El autor, por ejemplo, podríamos decir, al contingente digamos, previo al trabajo con
no trata la masa enorme de más amplio de intelectuales, los materiales seleccionados,
materiales de investigación con ensayistas, periodistas, etc. que sino en este mismo trabajo, en
los que trabaja (sus entrevistas, habitualmente consumen obras el que las entrevistas en
textos de diarios, de revistas, de investigación y a su modo profundidad a miembros de la
programas de TV, etc.) como las procesan y difunden. En las clase media que eran adultos en
una base que, una vez presentes circunstancias –un aquel entonces pero no
procesada, puede ser colocada intenso, aunque minoritario militaron ni mucho menos
en un segundo plano, todavía, debate sobre los setenta participaron de la guerrilla,
parcialmente invisible, y a la y sobre los modos en que complementadas con materiales
que los lectores podrían acceder aquella década ha sido de diverso tipo (entre ellos, una
si lo desean pero que no memorizada– es muy deseable excelente inspección de la
necesitarían para la que el libro pueda transponer telenovela Rolando Rivas,
comprensión del texto. Muy por ese límite (aclaro al lector que taxista), le permiten dar nitidez
el contrario, es casi el material desconozco cuánto y cómo le a las percepciones,
en bruto lo que es puesto en interesa el presente debate al valoraciones, ambigüedades y
contacto con el lector, que autor del libro). contradicciones presentes en la
desde ese momento acompañará Las clases medias no clase media en relación a sí
al autor en la elaboración y en apoyaron a la guerrilla (la misma, a la guerrilla, a la
la reflexión a partir del mismo impugnaron sobre todo violencia contestataria, al
o, mejor dicho, a partir de las moralmente), y menos aun al triunfo del peronismo, a su
preguntas que el autor se peronismo, pero sí se plegaron a debacle y al terror de Estado
formula. Esta impronta la noción de que la Argentina (entre paréntesis, entre quienes
fuertemente académica (pero no precisaba soluciones radicales no militaron ni participaron de
academicista) de Los años en los medios tanto como en los la guerrilla se cuentan dirigentes
setenta de la gente común tal fines, y sí estuvieron fascinadas medios de los partidos políticos
vez se deba a que, en su primera por la violencia, sí fueron “tradicionales”; tal vez hubiera
versión, el presente libro fue elaboradoras y transmisoras de sido útil incorporarlos a la
una tesis doctoral; despojar a esa relación que en los setenta muestra). Todo el análisis,
¿Cuán impopular fue la última sociedad argentina sobre la comienzo, su libro identifica
dictadura militar (1976-1983) violación a los derechos con precisión las promesas
en la Argentina? Consent of the humanos –concepto, este militares de modernización,
Damned. Ordinary último, sin importancia y casi creación de riqueza y supresión
Argentinians in the Dirty War, ausente hasta entonces en la de la izquierda violenta a las
de David Sheinin, plantea esta opinión pública–. Un sector de que una parte significativa de la
pregunta y explora un sendero la sociedad, de hecho, vio en el población prestó adhesión. En
infrecuentemente transitado golpe militar de 1976 un mal particular la clase media,
para responderla. El camino necesario, cuando no, afirma el sostiene Sheinin, comulgó con
elegido es el de la emergencia, autor, una salvación. La la imagen de esta “nueva
el desarrollo y la segunda etapa hace foco en la Argentina” en la que la
reconfiguración de un discurso construcción de la narrativa inestabilidad política y el atraso
sobre los derechos humanos en sobre los derechos humanos económico pronto serían cosas
la Argentina. En el trayecto se que fue delineando el propio del pasado. Aunque
analizan temas originales en gobierno militar, apelando probablemente cierta, algunas
función del objetivo propuesto, directa e indirectamente a un de las evidencias presentadas
que van desde el rol de los público que coincidía con para sostener esa tesis resultan
media y de algunas celebrities muchos de sus objetivos. La poco convincentes. En
en la cultura masiva, a la versión militar de los derechos particular, la identificación
“hermenéutica” del marco legal humanos, sostiene Sheinin, demasiado lineal que se
vigente que realizó el Proceso, encontró eco no solo en la establece entre los distintos
desde el papel de la cuestión propia sociedad sino en muchos íconos del deporte argentino,
indígena en el diseño de un países que mejoraron sus las clases sociales y las culturas
discurso militar en torno a los relaciones exteriores con la políticas. Y esto no solo porque
derechos humanos, hasta la Argentina durante la última los deportistas locales que
relación del régimen con el dictadura. La tercera etapa, brillaban internacionalmente
mundo judío, desde los hacia el final de 1983 y el despertaron pareja admiración
cambios más obvios que comienzo de 1984, está en todas las clases sociales sino
introdujo la recuperación vinculada con la transición a la también porque la política, en
democrática, hasta las menos democracia y las políticas que democracia y en dictadura, los
evidentes continuidades que, el gobierno de Alfonsín llevó a utilizó sin importar su origen
fundamentalmente en el plano cabo tanto en el plano social ni los valores clasistas
de las relaciones exteriores, doméstico como en el que supuestamente expresaran.
existieron entre el Proceso internacional. Sheinin afirma Carlos Reutemann, que en el
y en el gobierno de Alfonsín que, debilitado por su mala libro de Sheinin aparece
(1983-1989). economía, el nuevo gobierno a interpelando exclusivamente a
Sheinin distingue tres menudo confirmó e incluso la clase media y en comunión
etapas. Una primera, al defendió internacionalmente con las autoridades militares y
comenzar el gobierno militar, posiciones similares a las que sus propósitos propagandísticos,
en la que jugó un rol habían mantenido los militares. fue celebrado y promocionado
protagónico la campaña Aunque la narrativa de por el gobierno peronista que
liderada por Amnesty Sheinin no profundiza en los antecedió a la dictadura. En
International contra la dictadura años anteriores al golpe de enero de 1974, por ejemplo,
que, sin embargo, no alcanzó a Estado de 1976, cruciales para cuando al corredor se le escapó
moldear la visión de la mejor responder la pregunta del el triunfo por falta de
Prismas
Revista de historia intelectual
Nº 18 / 2014
La sección Fichas
se propone relevar del modo
más exhaustivo posible la
producción bibliográfica en el
campo de la historia intelectual.
Guía de novedades editoriales
del último año, se intentará abrir
crecientemente a la producción
editorial de los diversos países
latinoamericanos, por lo general
de tan difícil acceso. Así,
esta sección se suma como
complemento y, al mismo
tiempo, como base de
alimentación de la sección
Reseñas, ya que de las fichas
sale una parte de los libros a ser
reseñados en los próximos
números.
La sección es organizada
por Martín Bergel y Ricardo
Martínez Mazzola.
comentadores de su obra como
Reinhart Koselleck, su testamento intelectual. En él Friedrich H. Jacobi, Moses
Sentido y repetición expresa sus sentimientos Mendelssohn, Thomas
en la historia, respecto a la experiencia de la Wizenmann, Immanuel Kant,
Buenos Aires, Hydra, 2013, guerra y del nazismo, al tiempo Johann W. Goethe, Johann G.
171 páginas que ofrece una meditación Herder (Estudio preliminar,
acerca del sinsentido traducción, selección y notas
Este pequeño volumen que fundamental de la experiencia a cargo de María Jimena Solé),
ofrece la editorial Hydra histórica y la relación entre su El ocaso de la ilustración.
incluye una selección de tres trayectoria personal y la opción La polémica del spinozismo,
ensayos provenientes de una por la especialización en esta Bernal, Universidad Nacional
compilación de artículos de disciplina. El tercer texto, de Quilmes, 2013, 600 páginas
Reinhart Koselleck a cargo de “Estructuras de repetición en el
Carsten Dutt, publicada por la lenguaje y en la historia”, se La Universidad de Quilmes
editorial Suhrkamp Verlag en relaciona con un momento viene publicando, a través de su
2010 (cuatro años después de la posterior de su pensamiento, y Colección Política, versiones
muerte del gran historiador puede servir como una cuidadas y rigurosas de textos
alemán). Resulta difícil introducción o un comentario a fundamentales del pensamiento
exagerar la importancia de la Estratos del tiempo, uno de los clásico. En esta ocasión se trata
edición en español de estos trabajos más representativos de de los escritos de La Polémica
textos. Se trata de un recorte su producción teórica. Esta del spinozismo, seleccionados,
que permite adentrarse en edición cuenta además con una traducidos y minuciosamente
momentos muy diferentes de su cuidada introducción a cargo de anotados por María Jimena Solé.
trayectoria intelectual. Desde Reinhard Mehring y un En el sorprendentemente claro
este punto de vista, el libro interesante epílogo del mismo Estudio preliminar, Solé
ofrece un complemento autor sobre las relaciones entre restituye la trama de
interesante para quienes están Koselleck y el jurista Carl intercambios polémicos que, a
familiarizados con la obra de Schmitt, con quien supo partir de un hecho anecdótico
Koselleck, y un buen punto de mantener una estrecha relación. –la infidencia respecto al
partida para los neófitos. El spinozismo de Lessing–
primer texto, “¿Para qué Eugenia Gay cambiaría el curso de la filosofía
todavía investigación alemana. Y ello porque al
histórica?”, proporciona una asociar a esta figura clave del
excelente muestra del iluminismo alemán con una
posicionamiento del autor filosofía tenida por subversiva y
frente al supuesto carácter atea, Jacobi daba un duro golpe
innecesario de la historia como a esa corriente, lo que obligaría
disciplina, que fuera postulado a la respuesta de Mendelssohn,
en el transcurso de los debates jefe de escuela de la ilustración
relacionados con el elocuente alemana. Pero los argumentos
crecimiento de las ciencias de Jacobi calaban más hondo y
sociales en la segunda mitad a través de Spinoza denunciaban
del siglo xx, y que en algunos una razón absoluta y abstracta,
casos llegó a afirmar la incapaz de pensar a Dios y de
ausencia de objeto de la historia fundar la libertad, frente a la
y por lo tanto su cual quedaba la sola alternativa
prescindibilidad. El segundo de la fe religiosa. La propuesta
artículo, “Sobre el sentido y el de reemplazo de una razón en
sinsentido en la historia” –tal bancarrota –y si Jacobi proponía
vez el más interesante desde el la prioridad de la fe, el joven
punto de vista del itinerario Wizenmann daba ese lugar a la
koselleckiano–, ha sido tradición– suscitó la
considerado por algunos de los Intervención de los más
Adrián Gorelik
Prismas
Revista de historia intelectual
Nº 18 / 2014
Maurice Agulhon (1926-2014)
Tras la muerte en 2004 de su esposa Hanka, fica francesa como un todo desde Voltaire
con quien compartió cuarenta años de su vida, hasta sus contemporáneos, sopesando sus
Jacques Le Goff se alejó de la vida pública y contribuciones y reclamando una historia que
permaneció retirado en su modesto departa- no solo fuese ciencia, sino también arte. En
mento de París, donde continuó su actividad este sentido, son tres los frentes en que Jac-
en solitario. Tras una década de aquel retiro, ques Le Goff inscribió su oficio: investigador,
el 1 de abril, el mundo pierde al “ogro histo- profesor y divulgador, roles que siempre asu-
riador” (Le Monde), al “gran medievalista” mió complementarios y en simultáneo. Tras el
(Le Figaro), al “esclarecedor de la Edad Me- medievalista que recupera y difunde nuevos
dia” (Le Nouvel Observateur), a un “monu- objetos de investigación en revistas, libros y
mento histórico” (Libération): tales son algu- congresos científicos (muchos de los cuales
nos de los rótulos utilizados por los medios también dirige), se sitúan, por un lado, la do-
franceses para despedirlo, prefigurando así el cencia en investigación en el ámbito experi-
próximo vendaval que el mercado editorial no mental de una grande école –junto al progre-
tardará en desatar cuando comience la bús- sivo control de sus redes institucionales y
queda de escritos inéditos y la reedición de editoriales– y, por otro lado, la divulgación
sus obras, junto a homenajes y biografías. Y histórica extraacadémica para el gran público
no es para menos. Ya en 1998, Jacques Revel en medios gráficos y audiovisuales en calidad
y Jean-Claude Schmitt habían publicado una de experto. Esto lo llevó a convertirse en un
obra en su homenaje que permitió resituarlo historiador engagé e internacionalmente reco-
en la historiografía francesa y sentar un apela- nocido, quien, lejos de ofrecer una Edad Me-
tivo que remitía a su insaciable erudición y su dia sombría, meramente rural o zanjada por
apetito rabelesiano por la historia. Allí señala- una leyenda dorada, construye con intuición
ban que el ogre historien “lo ha degustado antropológica y una escritura muy diáfana un
todo insaciablemente o casi todo. Sus lecturas mundo medieval de una honda sensibilidad,
son inagotables, pero su paladar es infalible: compuesto por imágenes abrumadoras, fanta-
todo escrito importante es presa de una gula sías oníricas y ciudades amuralladas donde
crujiente, luego digerida y reformulada. Esta cobran vida unos actores sociales que son ca-
metáfora digestiva y culinaria representa con paces de procesar su modus vivendi y crear
acierto su energía física e intelectual y la formas de asumir o combatir esa realidad.
fuerza de un trabajo poco común en un histo- Jacques Le Goff nació el 1 de enero de
riador que tiene mucho de Michelet, pero 1924 en la ciudad de Toulon. Hijo de Jean Le
también de Balzac”. Si bien el apodo se inspi- Goff, un profesor de origen bretón e ideas an-
raba en su ensayo de ego-historia “L’appétit ticlericales, y de Germaine Ansaldi, profesora
de l’histoire” en alusión a Marc Bloch, para de piano, provenzal y ferviente católica, su
quien “el buen historiador se parece al ogro de juventud transcurrió en un ambiente familiar
la leyenda. Allí donde huele carne humana, pequeñoburgués envuelto por la dura evoca-
sabe que está su presa”, su alcance encierra el ción de la Gran Guerra, pero también conmo-
tipo de síntesis que Le Goff aspiraba convocar vido tras la nueva rutina cotidiana que supuso
en su figura: abrazar la tradición historiográ- la llegada del agua corriente o la radio a su
La revista Prismas se publica en forma ininterrumpida desde 1997 con el propósito de contribuir
a la conformación de un foco de elaboración disciplinar en historia intelectual. En función de
ello, la revista difunde la producción de investigadores cuyo objeto de estudio lo constituyen
ideas y lenguajes ideológicos, obras de pensamiento y producciones simbólicas, o bien que uti-
lizan metodologías que atienden a los procedimientos analíticos de la historia intelectual. Asi-
mismo, en diferentes secciones se busca difundir debates teóricos sobre la disciplina o textos
clásicos de la misma, y dar cuenta de la producción más reciente.
La edición en papel de Prismas es de frecuencia anual; la edición on line es de frecuencia se-
mestral (cada número en papel de Prismas se desdobla en dos on line).
La sección “Artículos” se compone con trabajos inéditos enviados a la revista para su publica-
ción. La evaluación de los mismos sigue los siguientes pasos: en primera instancia deben ser
aprobados por el Comité de Dirección de Prismas –exclusivamente en términos de su pertinencia
temática y formal–; en segunda instancia, son considerados de modo anónimo por pares expertos
designados ad hoc por la Secretaría de Redacción. Cada artículo es evaluado por dos pares; puede
ser aprobado, aprobado con recomendaciones de cambios, o rechazado. En caso de que haya un
desacuerdo radical entre las dos evaluaciones de pares, se procederá a la selección de una tercera
evaluación. Cuando el proceso de evaluación ha concluido, se procede a informar a los autores
del resultado del mismo.