AXIOLOGIA
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1.1. ORIGEN DE LA AXIOLOGIA
El termino axiología proviene del griego axios que significa “valor, digno, estimable” y logos, “tratado, razón,
doctrina”; por tanto, la axiología es la investigación filosófica de los valores, también es conocida como la Teoría
de los Valores. Según Fernando Manrique, es: “la disciplina que se ocupas de investigar la Naturaleza y estructura
de los valores, determinar sus caracteres, así como la manera en que son captados y se realizan”.
La axiología, como disciplina filosófica, tiene por objeto de estudio a los valores, la naturaleza de los valores, los
juicios valorativos, las clases de valores, la jerarquía de valores, etc.
La axiología no sólo trata abordar los valores positivos, sino también de los valores negativos, analizando los
principios que permiten considerar que algo es o no valioso, y considerando los fundamentos de tal juicio.
Ejemplos de valores objetivos incluyen el bien, la verdad o la belleza, siendo finalidades ellos mismos. Se
consideran valores subjetivos, en cambio, cuando estos representan un medio para llegar a un fin (en la mayoría de
los casos caracterizados por un deseo personal). Además, los valores pueden ser fijos (permanentes) o dinámicos
(cambiantes).
CARACTERÍSTICAS DE LA AXIOLOGÍA:
El valor: Los valores son intemporales y por eso han sido confundidos a veces con los entes ideales, pero su
forma de realidad no es el ser ideal ni el ser real, sino el ser valioso.
Objetividad: Los valores son objetivos, es decir, no dependen de las preferencias individuales, sino que
mantienen su forma de realidad más allá de toda apreciación
Polaridad: La polaridad de los valores es el desdoblamiento de cada cosa Valente en un aspecto positivo y un
aspecto negativo (desvalor).
No independencia: Los valores no son independientes, pero esta dependencia no debe entender sé cómo una
subordinación del valor, sino como una no independencia ontológica, como la necesaria adherencia del valor
a las cosas.
Cualidad: Lo característico de ellos es la cualidad pura.es decir son cualitativos, poseen cualidad y no cantidad.
Jerarquía: El conjunto de valores se ofrece en una tabla general ordenada jerárquicamente.
2. LOS VALORES Los valores son principios que nos permiten orientar nuestro comportamiento en
función de realizarnos como personas. Son creencias fundamentales que nos ayudan a preferir, apreciar y
elegir unas cosas en lugar de otras, o un comportamiento en lugar de otro. También son fuente de satisfacción
y plenitud.
¿QUÉ ES EL VALOR?
El valor se refiere a una excelencia o a una perfección. Por ejemplo, se considera un valor decir la verdad y ser
honesto; ser sincero en vez de ser falso; es más valioso trabajar que robar. Desde un punto de vista socio-educativo,
los valores son considerados referentes, pautas o abstracciones que orientan el comportamiento humano hacia la
transformación social y la realización de la persona. Son guías que dan determinada orientación a la conducta y a
la vida de cada individuo y de cada grupo social
SUBJETIVISMO AXIOLOGICO
CORRIENTE SUBJETIVISTA
La corriente subjetivista afirma que los valores son el resultado de las reacciones individuales y colectivas. El
valor no tiene sentido ni existencia propia sin que exista el sujeto. Los subjetivistas defienden su posición
apoyándose en argumentos:
Discrepancia. Uno no puede ponerse de acuerdo en problemas éticos, estéticos, religiosos, políticos, donde a
menudo se producen conflictos o desacuerdos de valores. Las personas frecuentemente discrepan sobre la belleza
de un cuadro, una novela, una película; sobre la eficiencia de un equipo de fútbol; sobre un acto moral (por
ejemplo, acerca de la guerra de Vietnam, unos sostienen que es una guerra justa y moralmente justificada; y otros,
lo contrario).
Constitución biológica. Los valores están supeditados a la constitución peculiar y subjetiva. Así, surgen
argumentos de este tipo: ¿Qué valor estético tendría la pintura si los hombres no tuvieran ojos? ¿y qué sentido
tendría hablar del valor estético de la música si estuviéramos condenados a una sordera eterna?
Interés. Otro argumento que mencionan frecuentemente los subjetivistas es que una cosa adquiere valor en la
medida en que se le confiere un interés. Por ejemplo: ¿Dónde radica el valor de los sellos de correo? ¿hay algo
en la calidad del papel o en la belleza del dibujo o en la impresión que explique el valor que se les da? sin el
interés de los filatélicos los sellos no tendrían ningún valor. El deseo e interés de coleccionarlos es lo que les ha
conferido su valor. Otro ejemplo: si la gente perdiera interés en la pintura de Rembrandt, sus cuadros carecerían
de valor.
Historicidad de los valores. La relatividad de los valores se debe a su carácter concreto e histórico; gracias a
éste, los valores están condenados a quedar encerrados en la prisión del sujeto; ya en la antigüedad decía el sofista
Protágoras: “El hombre es la medida de todas las cosas”.
La situación real y la conducta real del hombre demuestran que no es posible una valoración universal. En cada
grupo humano y en cada individuo varía la estimativa hasta lo infinito. En resumen, para el subjetivismo no hay
objeto valioso sin sujeto.
A) CUESTIONAMIENTO DE LA TEORIA SUBJETIVISTA
Aunque el Subjetivismo acierta en señalar de que no hay objetos valiosos de por si al margen del sujeto, sin
embargo, se equivoca al no considerar las propiedades del objeto que pueden provocar la actitud valorativa del
sujeto. De otro modo, ¿Cómo podría explicarse que distintos objetos susciten diversas actitudes valorativas en un
mismo sujeto? Es evidente que las existencias de propiedades objetivas distintas contribuyen a despertar reacciones
diversas en un mismo sujeto.
Por otro lado, la valoración del sujeto no es un acto exclusivamente individual y síquico ya que el individuo está
inmerso en una determinada sociedad en cuya cultura se nota espiritualmente y por lo tanto su estimativa va a estar
marcada por las pautas o valores morales que tiene una significación social.
Los subjetivistas tienen razón al sostener que no hay objetos valiosos de por sí, al margen de toda relación con el
sujeto, y más propiamente, con un sujeto que valora.
Los subjetivistas no tienen razón al descartar por completo las propiedades del objeto, sean naturales o las creadas
por el hombre, que pueden provocar la actitud valorativa del sujeto. ¿Cómo podría explicarse que distintos objetos
susciten diversas actitudes valorativas en un mismo sujeto, aunque ello no quiera decir que la relación sujeto-
objeto tenga un carácter estrictamente individual? Es evidente que las existencias de propiedades objetivas distintas
contribuyen a despertar reacciones diversas en el mismo sujeto, el modo de ser afectado el sujeto no puede ser
reducido a una reacción puramente individual sean modas, caprichos, agrado personal o desagrado, nuestro apetito,
gusto o estado psíquico.
B) SUBJETIVISMO Y RELATIVISMO
La diferencia entre subjetivismo y relativismo es que a pesar de ambos afirmar que la verdad depende de cada
individuo, el subjetivismo concluye que no hay verdad absoluta, ya que todo conocimiento se limita al individuo,
en cambio el relativismo acepta la validez de todos los puntos de vista, subrayando la dependencia a factores
externos.
Desde la perspectiva subjetivista se parte de la idea que es el sujeto quien otorga valor a las cosas. Éste no puede
ser ajeno a las valoraciones y su existencia sólo es posible en las distintas reacciones que en el sujeto se produzcan.
Las cosas por tanto no son valiosas en sí mismas; es el ser humano quien crea el valor con su valoración.
Los subjetivistas axiológicos: Defienden que no existen cosas valiosas por sí mismas, ni tampoco valores, sino que
todos los valores son creados o inventados por las personas, es decir, valioso es lo que los seres humanos consideran
como tal, por tanto, el subjetivismo, traslada el valor del objeto al sujeto, y lo hace depender del modo como soy
afectado por la presencia del objeto.
A) CARACTERÍSTICAS DEL SUBJETIVISMO AXIOLÓGICO:
1. Los valores existen en si por sí.
2. Como entidades absolutas he independientes no necesitan ser opuestos en relación con los hombres de la misma
manera que tampoco necesitan relacionarse con las cosas.
3. El hombre puede mantener diversas relaciones con los valores
4. Pueden variar históricamente las formas de relacionarse hombres con los valores incluso ser ciegos para percibirlos
en una época dada.
Si los valores fueran objetivos los hombres se habrían puesto de acuerdo acerca de tales valores. Pero la historia
demuestra un desacuerdo permanente, ello se debe a que cada uno tiene sus propios gustos.
La discrepancia alcanza los valores mismos. Cuando dos no se ponen de acuerdo sobre el valor de un objeto, tal
disputa sobre un bien concreto se debe a una manera distinta de concebir el valor mismo. Hay casos concretos que
demuestran claramente la subjetividad de los valores. Si se pierde el interés por un bien, el valor que se les ha
conferido desaparece ipso facto. Los valores dependen de una serie de condiciones subjetivistas, culturales, etcétera.
En última instancia valoramos lo que deseamos, lo que nos agrada.
Las razones enunciadas muestran la interpretación superficial de la tesis que sostenemos. Parece evidente que el
dentista nos provoca un dolor cuando nos perfora un diente y que, por consiguiente, el valor que reconocemos a su
trabajo nada tiene que ver con el placer que nos causa, sino que está regido por un elemento superior, que sustenta a
su vez un placer: preferimos el dolor pasajero durante unos minutos, al dolor de muelas que anticipamos en caso de
no tratarnos las caries. O si nos sometemos al sufrimiento del dentista por razones estéticas es porque se prefiere el
placer más duradero que proporciona una dentadura agradable, al malestar que supone exhibir una dentadura en
malas condiciones. El ejemplo de la amputación de la pierna pone aún más de manifiesto la confusión que señalamos.
Aceptamos el dolor de la amputación porque preferimos el placer de conservar la vida. En ambos casos sacrificamos
el placer momentáneo por el otro duradero.
No creo que deba postularse un mundo de lo agradable o lo deseable “en sí”; ambos tienen que ver con agrados y
deseos concretos, efectivos. Cuando admito que es agradable algo que, en determinadas circunstancias, me
desagrada, no se debe a que reconozca una cualidad intrínseca ajena a las experiencias concretas de agrado. Por
ejemplo, si reconozco que el champagne es agradable, aunque me resulte desagradable beberlo cuando estoy enfermo
o trabajando es porque considero que, en general, me agrada.
Estoy oponiendo dos reacciones personales; una pasajera y circunstancial – que es la presente- y otra más permanente
y común en mí. Y no mi reacción personal frente a la supuesta objetividad del valor llamado agradable. Todo lo que
tiene de agradable un bien se deriva del agrado que efectivamente provoca. Lo agradable es un concepto que se
sostiene en las vivencias concretas de agrado y no vive en un mundo metafísico. Si cortamos las conexiones entre el
agrado y lo agradable, éste se esfuma por completo. Iguales consideraciones habría que hacer sobre lo deseado y lo
deseable.
Cuando definimos lo deseable como lo que merece ser deseado no trasladamos aquel concepto a un mundo meta-
empírico; queremos decir que sería deseado por una persona en circunstancias normales.
Los subjetivistas tienen razón al sostener que no hay objetos valiosos de por sí, al margen de toda relación con el
sujeto, y más propiamente, con un sujeto que valora.
Los subjetivistas no tienen razón al descartar por completo las propiedades del objeto, sean naturales o las creadas
por el hombre, que pueden provocar la actitud valorativa del sujeto. ¿Cómo podría explicarse que distintos objetos
susciten diversas actitudes valorativas en un mismo sujeto, aunque ello no quiera decir que la relación sujeto-
objeto tenga un carácter estrictamente individual? Es evidente que las existencias de propiedades objetivas
distintas contribuyen a despertar reacciones diversas en el mismo sujeto, el modo de ser afectado el sujeto no
puede ser reducido a una reacción puramente individual sean modas, caprichos, agrado personal o desagrado,
nuestro apetito, gusto o estado psíquico.
3. Meinong:
Afirma que una cosa tiene valor cuando nos agrada y en la medida en que nos agrada. Una cosa tiene valor cuando
nos agrada y en la medida en que nos agrada. Es necesario partir de la valoración como hecho psíquico; tal hecho
es siempre un sentimiento, el lleva a su vez implícito un juicio de existencia. En toda valoración se produce un
estado de placer o de dolor, basado en el juicio existencial. Aunque el valor es puramente subjetivo, mantiene, no
obstante, una referencia al objeto a través del juicio existencial.
Un objeto tiene valor en tanto posee la capacidad de suministrar una base efectiva a un sentimiento de valor.
Posteriormente, hizo menos radical este subjetivismo: un objeto tiene valor en cuanto un sujeto tiene o debe tener
algún interés por él. Meignon admite por su teoría del objeto ideal la objetividad de algo irreal, como el valor, que
es independiente del sentimiento que un sujeto puede tener acerca de él. Incluso llega a afirmar la relación del
valer con el ser.
El valor de un objeto no puede depender de que se lo desee o apetezca: se desea lo que no se posee, pero se valora
únicamente lo existente poseído. Aunque valoramos también lo inexistente, al valorarlo sólo afirmamos que si el
objeto llegase a existir nos produciría un sentimiento de agrado. Por tanto, hay un valor actual que tiene presente
al objeto que provoca el agrado y un valor potencial que tiene ausente ese mismo objeto. Así, pues, el valor de un
objeto consiste en la capacidad para determinar el sentimiento del sujeto, exista o no exista aún tal objeto. Pero el
fundamento último del valor es el sentimiento de agrado.
4. Ralph B.Perry:
El fundamento del valor es el sujeto que valora. Hay una relación estrecha entre el valor y el interés, de modo que
un objeto adquiere valor cuando se le presta interés.
Los objetos, dice, no tienen previamente una determinada cualidad para ser valiosos; ni tampoco existen
únicamente intereses especiales que confieran valor al objeto: cualquier interés otorga valor al objeto.
Se puede establecer la siguiente ecuación: x es valioso=se ha tomado interés en x. El interés expresa una actitud
compleja de todo ser vivo de estar a favor o en contra de ciertas cosas. Interés es el deseo, el agrado, la voluntad,
el propósito, la aversión, etc. Por tanto, son marginadas en esta teoría las cualidades del objeto que despiertan en
nosotros el agrado o el desagrado. El silencio del desierto carece de valor hasta el momento que algún viajero lo
encuentra desolado y aterrador; lo mismo sucede con la catarata hasta que una sensibilidad humana la encuentra
sublime.
5. Bertrand Russell:
Afirma expresamente que su doctrina es una forma de la subjetividad de los valores. Para él no es posible encontrar
argumentos para probar que algo tenga un valor intrínseco. No obstante, parece contradecirse en su postura, cuando
afirma que nuestra vida tiene que guiarse por grandes deseos impersonales y generosos. Pero esto es ya postular
una escala objetiva de valores, de modo que el hombre tiene que obrar por razón de los más altos jerárquicamente.
6. Según Frondizi (2001, p. 54), esta interpretación subjetivista va a definir el valor como un “estado subjetivo de
orden sentimental que hace referencia al objeto, en cuanto éste posee la capacidad de suministrar una base efectiva
a un sentimiento de valor”. El valor, por tanto, no se encuentra en el objeto, el origen y fundamento de los valores;
está en el sujeto que valora. Así, las cosas adquieren valor por el interés que suscita y éste está determinado por lo
que nos agrada. Siguiendo los mismos planteamientos psicológicos de la teoría subjetivista,
7. Según Reyero (2001), cuestiona y matiza la teoría de su maestro defendiendo la idea que el valor no sólo tiene
relación con un sentimiento de agrado o desagrado ante un estímulo, sino que surge y se fundamenta en el deseo
y apetito por los objetos.
Las cosas son valiosas porque las deseamos y apetecemos y, en este sentido, el valor se relaciona tanto con lo
existente como con el objeto ausente o inexistente. Dentro del subjetivismo axiológico surge la la Escuela
Neokantiana, otra forma de interpretación de la naturaleza subjetiva de los valores. Desde esta corriente, se va a
considerar el valor ante todo como una idea. Para los partidarios de esta teoría, las ideas tienen un papel más 149
Economía, XXXIV, 28 (julio-diciembre, 2009) Los valores desde las principales teorías axiológicas, pp. 145-160
importante que los estados de placer o de dolor en la conducta. No se puede valorar un acto, un objeto, si no se
posee la idea que se refiere a ello. “No se trata de nuestras reacciones personales, subjetivas, sino de nuestras ideas,
y no de las particulares de cada cual, sino de las que rigen el pensamiento de todos los hombres. Con ellas hay que
contar para saber lo que es valioso o no” (Marín, 1976, p. 15).
8. Según Gervilla (1988, p. 30), los partidarios de estos planteamientos neokantianos, van a definir el valor como
“una pura categoría mental, una forma subjetiva a priori del espíritu humano, sin más contenido que aquel que le
presta la estructura formal de la mente, una idea dependiente del pensamiento colectivo humano”.
Los valores dependen de una serie de condiciones subjetivistas, culturales, etcétera. En última instancia valoramos
lo que deseamos, lo que nos agrada y valoramos también lo que nos desagrada. Ponemos nuestro deber por encima
del agrado o el desagrado, el deber es objetivo y descansa en un valor moral que tienen igual carácter y que está
por encima de los vaivenes de nuestros gustos o disgustos, nuestros intereses o nuestras conveniencias. Hay que
distinguir la valoración, como hecho psicológico, del acierto de la valoración. En tanto evidencia, la percepción
errónea es similar a la correcta; no por eso las equiparamos al juzgar su validez.
Su prosa es clara y elegante, matizada de punzante ironía. Influyó poderosamente en la juventud argentina de su
tiempo. Además de la ya citada, son otras obras suyas Influencias filosóficas en la evolución nacional (1919), Esquema
Gnoseológico (1924), El concepto de la ciencia (1926), Axiología (1930) y Apuntes Filosóficos (1935). La soltura en
la exposición, el dominio del idioma y el sentido artístico de este pensador y ensayista dan a su producción un
indudable interés literario.
B) AXIOLOGÍA SEGÚN KORN (1930)
Axiología es una de las obras principales escritas por Alejandro Korn, complemento de La libertad creadora.
Publicada en 1930, año que en la Argentina se inició el ciclo de golpes de estado que derrocarían a los gobiernos
electos hasta 1983, la obra se concentra sobre una de las preocupaciones centrales de Korn, la voluntad humana y
las formas en que ésta se manifiesta.
Para Korn, el hombre es, ante todo, un «sujeto valorante» y por lo tanto «la filosofía es teoría de los valores o sea
axiología”. El eje de Axiología es un análisis sistemático de los valores humanos, tal como se presentan en la vida
real, que Korn sintetiza en un cuadro:
Subjetivista- El valor será subjetivo si debe su existencia, su sentido o su validez a reacciones, ya sean fisiológicas
o psicológicas, del sujeto que valora.
Sub.: Los objetos físicos tienen ciertas cualidades, llamadas primarias que pertenecen a los objetos mismos; otras
en cambio, como las cualidades sensibles o secundarias dependen, al menos en parte, de un sujeto que las percibe.
Pudiera ser que los valores dependen del sujeto que los percibe.
Obj.: Los valores poseen una fuerza impositiva que salta por encima de nuestras preferencias y doblega nuestra
voluntad. Si dependiera de nosotros, proyectaríamos belleza sobre lo que hemos hecho y encontraríamos luego lo
que hemos puesto. Lo mismo sucede cuando valoramos positivamente objetos que nos disgustan, o advertimos el
poco valor que tiene aquello que nos emociona por razones puramente personales.
Sub.: Pero los valores no podrían tener valor si nos resultaran indiferentes. El valor no puede ser ajeno a la
valoración del sujeto.
Obj. : Es cierto que la valoración es subjetiva, pero es indispensable distinguir la valoración del valor. Confundir
la valoración con el valor es como confundir la percepción con el objeto percibido. La percepción no crea el objeto,
sino que lo capta; lo mismo sucede con la valoración. Lo subjetivo es el proceso de captación del valor.
Sub.: Si los valores fueran objetivos los hombres se habrían puesto de acuerdo acerca de tales valores. Pero la
historia demuestra un desacuerdo permanente, ello se debe a que cada uno tiene sus propios gustos.
Obj.: El error en el que caen ciertas personas no invalida la objetividad de la verdad. Hay todavía gente que cree
en la generación espontánea. La verdad no se basa en la opinión de las personas, sino en la objetividad de los
hechos; de aquí que no pueda reforzarse ni aminorarse por el democrático procedimiento de votos. Tarea ociosa
es intentar conseguir unanimidad de opinión. Pero hay más, la discrepancia se debe a los bienes, no a los valores.
Nadie deja de valorar la belleza; lo que puede suceder es que la gente no crea reconocer la presencia de la belleza
en un bien determinado. Lo mismo sucede con los demás valores.
Sub.: La discrepancia alcanza los valores mismos. Cuando dos no se ponen de acuerdo sobre el valor de un objeto,
tal disputa sobre un bien concreto se debe a una manera distinta de concebir el valor mismo. Hay casos concretos
que demuestran claramente la subjetividad de los valores. Si se pierde el interés por un bien, el valor que se les ha
conferido desaparece ipso facto. Los valores dependen de una serie de condiciones subjetivistas, culturales,
etcétera. En última instancia valoramos lo que deseamos, lo que nos agrada.
Obj.: Valoramos también lo que nos desagrada. Ponemos nuestro deber por encima del agrado o el desagrado. El
deber es objetivo y descansa en un valor moral que tienen igual carácter y que está por encima de los vaivenes de
nuestros gustos o disgustos, nuestros intereses o nuestras conveniencias. Hay que distinguir la valoración, como
hecho psicológico, del acierto de la valoración. En tanto evidencia, la percepción errónea es similar a la correcta;
no por eso las equiparamos al juzgar su validez.
Sub.: Las razones enunciadas muestran la interpretación superficial de la tesis que sostenemos. Parece evidente
que el dentista nos provoca un dolor cuando nos perfora un diente y que, por consiguiente, el valor que
reconocemos a su trabajo nada tiene que ver con el placer que nos causa, sino que está regido por un elemento
superior, que sustenta a su vez un placer: preferimos el dolor pasajero durante unos minutos, al dolor de muelas
que anticipamos en caso de no tratarnos las caries. O si nos sometemos al sufrimiento del dentista por razones
estéticas es porque se prefiere el placer más duradero que proporciona una dentadura agradable, al malestar que
supone exhibir una dentadura en malas condiciones.
El ejemplo de la amputación de la pierna pone aún más de manifiesto la confusión que señalamos. Aceptamos el
dolor de la amputación porque preferimos el placer de conservar la vida. En ambos casos sacrificamos el placer
momentáneo por el otro duradero.
Obj.: No puede elaborarse una teoría sobre dos ejemplos. Quizás quiera argüirse el agrado de haber cumplido con
nuestro deber. El mérito de la honestidad radica en su capacidad de sobreponerse a los reclamos de nuestros
placeres, apetitos y conveniencias. El placer se mueve en un plano bajo de nuestra personalidad y no podemos
sacrificar lo más alto a lo más bajo. Pero aun en el plano del placer y del agrado hay que distinguir lo que nos
agrada y lo que reconocemos como agradable. Distinguimos con frecuencia lo agradable de lo que nos agrada por
razones personales o circunstanciales. Aún me agrada escuchar un viejo vals que me emocionaba en la adolescencia
y, sin embargo, no admito que sea más agradable que la Sinfonía Inconclusa de Shubert, por ejemplo. Lo mismo
sucede con el deseo, donde hay que separar también lo deseado y lo deseable. El hecho de que la gente desee una
cosa no la convierte en deseable. A su vez, puedo no tener el menor deseo de tomar champagne en este momento,
por ejemplo, pero no puedo dejar de reconocer que es una bebida agradable, deseable.
Sub.: No creo que deba postularse un mundo de lo agradable o lo deseable “en sí”; ambos tienen que ver con
agrados y deseos concretos, efectivos. Cuando admito que es agradable algo que, en determinadas circunstancias,
me desagrada, no se debe a que reconozca una cualidad intrínseca ajena a las experiencias concretas de agrado.
Por ejemplo, si reconozco que el champagne es agradable, aunque me resulte desagradable beberlo cuando estoy
enfermo o trabajando es porque considero que, en general, me agrada.
Estoy oponiendo dos reacciones personales; una pasajera y circunstancial – que es la presente- y otra más
permanente y común en mí. Y no mi reacción personal frente a la supuesta objetividad del valor llamado agradable.
Todo lo que tiene de agradable un bien se deriva del agrado que efectivamente provoca. Lo agradable es un
concepto que se sostiene en las vivencias concretas de agrado y no vive en un mundo metafísico. Si cortamos las
conexiones entre el agrado y lo agradable, éste se esfuma por completo. Iguales consideraciones habría que hacer
sobre lo deseado y lo deseable.
Cuando definimos lo deseable como lo que merece ser deseado no trasladamos aquel concepto a un mundo meta-
empírico; queremos decir que sería deseado por una persona en circunstancias normales.
Obj.: No puede hacerse descansar toda una teoría axiológica sobre un ejemplo, el examen de cualquier otro caso,
en todos los niveles axiológicos, prueba lo contrario. Las cosas no tienen valor porque las deseamos, sino que las
deseamos porque justamente tienen valor. Parece, en efecto, que no las deseamos porque sí. Caprichosa e
injustificadamente, sino porque hay en ellas algo que nos incita a desearlas
CONCLUSIONES
1. Se puede decir que el subjetivismo da a entender que los objetos existen solo en el sujeto que lo percibe y él es
quien otorga valor a las cosas o situaciones; si cada quien puede poner valor a las cosas, se da por entendido que
existen valores particulares, y esto puede generar muchos desacuerdos entre las personas. Por ejemplo, el apreciar
un cuadro de pintura, o algún tipo de arte, entre dos personas sencillamente tendrían diferentes apreciaciones
hacia esta.
2. La interpretación que concibe Korn es que el conocimiento en general como relación entre sujeto v objeto. Fuera
de la relación esos términos no son realidades independientes. No conocemos la realidad tal como es en sí misma,
sino en la medida en que entra en la relación de conocimiento. Todo conocimiento es relativo. "Conocimiento
absoluto" es una expresión contradictoria en sus términos.
4. La filosofía de Korn suprime muchos legítimos problemas filosóficos, quedándose con un problematismo
elemental, expresado en forma concentrada, incisiva, categórica. Su voluntarismo tiene parentesco con el de
Sehopenhauer, de quien Korn era asiduo lector y admirador. Su interpretación de la vida psíquica debe mucho a
Bergson. Y su tono literario contundente, proviene del profeta Zarathustra de Nietzsche.