Autores Peruanos Siglo XX
Autores Peruanos Siglo XX
Autores Peruanos Siglo XX
Nació en Lima el 8 de julio de 1881 y falleció de 1969, fue una notable compositora,
maestra de canto y gran difusora de la música peruana.
Rosa Mercedes fue hermana de Alejandro Ayarza quien fue un personaje central en
el criollismo peruano, así que siempre estuvo fascinada por el mundo de la música.
De entre los varios hitos importantes que marcó Rosa Mercedes Ayarza en vida,
hay dos: fue ella quien se encargó de transcribir a partitura “La concheperla”,
nuestra primera marinera, con letra de Abelardo Gamarra, el Tunante, y una
inspirada melodía de José Alvarado Alvaradito. Fue responsable, también, de que
por primera vez se presentara un espectáculo de folclor de la costa peruana en el
teatro Municipal, principal escenario de la capital que hasta entonces, ya que hasta
1938 estaba vedado para la música popular peruana.
ANDRES SAS
Al año siguiente fundó con su esposa academia de música, llamada Academia Sas-
Rosay. La academia, en el distrito de Miraflores, tuvo reconocimiento oficial.
Pasaron por la academia 1.285 alumnos, incluyendo a los compositores Cesar
Bolaños y Édgar Valcárcel. La academia estuvo abierta hasta el año 1965.
En 1971, obtiene una segunda beca que le permite componer “Sinfonía ornamental”.
Es a partir de 1972 que alterna su profesión de concertista de acordeón y de
compositor en Estados Unidos y Perú. Y en 1987, se radica en Milán donde inicia
un nuevo período de intensa actividad como compositor. Su música se publica y
difunde en varias latitudes. Participa en Italia como parte del jurado de concursos
internacionales de composición, piano, canto.
Su estilo inicial fue tonal, luego pasó al atonalismo puntillista, para llegar a una etapa
"ornamental" con el uso predominante de adornos y ornamentos (neobarroco) -
sobre la cual incluso escribió un tratado titulado "La composición musical
ornamental" (1978).
Entre estas obras figuraba una ópera titulada “Ollanta”, la cual fue estrenada en
diciembre de 1900 por la compañía Lombardi. Era el primer intento de un músico
peruano de incorporar a la escena lirica motivos folckloricos indígenas. Iniciada en
los días de la ocupación del Ejército Chileno, fue de alguna manera su respuesta al
dolor de esos días. Pero la obra no alcanzó en su estreno el éxito apetecido, a pesar
de la afición local por el género y la participación de los cantantes de la compañía
italiana Lombardi, la asistencia del público fue escasa.
Nació en Arequipa en 1900, fue hijo de Faustino del Carpio, un pianista de bar.
Estudió en el Colegio Ballón, y luego en la Facultad de Letras de la Universidad de
San Agustín. Debido a la ausencia de un conservatorio en su ciudad natal, su
formación musical comenzó con su padre y, componiendo desde muy joven, terminó
haciéndose compositor de manera autodidacta. Recibió algunas clases de Luis
Duncker Lavalle y Francisco Ibáñez.
Carpio es parco en su producción, pero a pesar de ello tiene en su haber una labor
muy valiosa como difusor de la música latinoamericana y especialmente de la
peruana.
Silva cultiva sus aficiones literarias, vuelca su fantasía poética y sus afectos
familiares en piezas para piano como “Poemas Ingenuos”, inspirada en “Escenas
Infantiles” de Schumann. Sin embargo, es en las canciones, compuestas la mayoría
entre los 15 y los 21 años, en que su sensibilidad poética y musical se expresa con
plenitud. Las 15 canciones que compuso en ese corto lapso forman un ciclo por la
íntima relación poética y musical que guardan.
En 1929 regresa a Lima, donde se relaciona con Roberto Carpio y Carlos Sanchez
Málaga, músicos arequipeños que se habían radicado en Lima y que con
entusiasmo difundían sus composiciones para piano.
Su producción demuestra, incluso en sus obras más tempranas, una buena intuición
musical y un tratamiento seguro de los recursos al servicio de una expresión
esencialmente lírica. Fue uno de los mejores compositores de lied en la historia de
la música peruana. Sus canciones carecen de efectismos y tienen una melodía fiel
al texto, que consigue que la música por momentos supere a la misma palabra en
cuanto a precisión poética.
En 1945, cuando se dio el fin de la Segunda Guerra Mundial y con el triunfo aliado
ya en la bolsa de éxitos de la nación del norte, le llegó la convocatoria para traducir
el himno estadounidense: emblemático y sagrado para el 99.9% de su población.
El tamiz de Arias respecto a la música fue muy rico, abarcando tanto la obra culta
como el tramo popular. Ella abarcó muchos ámbitos: desde una sinfónica,
filarmónica, como en bandas de jazz y tonadas publicitarias.
Obligado por las condiciones bélicas, apenas pudo permanecer dos años en Italia,
tiempo insuficiente para adquirir los conocimientos técnicos que necesitaría para
sus aspiraciones creadoras.
Valcarcel, siguiendo los imperativos de su raza, fue uno de los primeros en tomar
una nueva ruta, haciendo uso de un lenguaje cuya modernidad definía
perfectamente el avance propio de la generación siguiente a la de Valle Riestra, el
cual compuso Ollanta. Abandonó entonces esas veleidades impresionistas y
acrecentó su repertorio peruano con todo lo que le permitía sus recursos
autodidactas.