Evolución histórica del trabajo y su desarrollo en Argentina
La etimología de la palabra trabajo no está ciertamente definida. Algunos autores consideran que deriva de
la palabra tripalis que significa sostenido por tres palos o estacas y que dio origen al tripallium, instrumento
de tortura de tres palos. En tanto que otros sostienen que la palabra labor, utilizada como sinónimo de
trabajo, proviene del griego labeo, que significa vacilar bajo un gran peso.
Es posible sostener entonces que en sus orígenes la acción de trabajar fue relacionada con sacrificio,
pena y sufrimiento.
Conceptos que se fueron modificando a través del tiempo a medida que evolucionaron las condiciones
laborales. Si bien en el imaginario colectivo el esfuerzo que demanda trabajar es considerado, aún hoy,
como un sacrificio
El hombre en el trabajo
El hombre es un ser indigente con obligaciones que debe satisfacer. Para saciar esa apetencia necesita
realizar una actividad (trabajo) a fin de transformar los recursos que le brinda la naturaleza y que deben
ser explotados. Se trata de un combate ininterrumpido que nació con él y cuyas primeras etapas están
jalonadas por el descubrimiento del fuego, el uso de los instrumentos de piedra, el cultivo de la tierra, el
empleo de animales domésticos, etc. Pero cuenta además con un recurso valiosísimo, su inteligencia, a
través del cual está en condiciones de transformar y convertir todos los recursos naturales.
Esa tarea exige actividades de investigación para descifrar las leyes naturales, los estilos de
comportamiento que impone la vida social: modas, estilos, creencias, y el desarrollo del conocimiento para
aplicarlos a la realidad, a través de la producción de bienes y servicios. Esta acción se transmite mediante
el proceso educativo por el que las generaciones heredan el patrimonio cultural, científico y técnico de sus
antecesores. Trabajo y educación unidos dinamizan las habilidades y operan cambios.
Para tratar de comprender esos cambios analizaremos la evolución de las condiciones de trabajo en dos
etapas claramente diferenciadas, la primera antes de la irrupción de la revolución industrial y la segunda a
partir de ésta. Y una tercera, haciendo referencia a los actuales cambios y transformaciones operados por
la globalización económica de los mercados.
Primera etapa
Apropiación.
En la antigüedad el trabajo humano se caracterizaba por atender solamente elementales niveles de
subsistencia en la que cada familia procuraba satisfacer sus propias necesidades. La organización social
estaba compuesta por clanes y tribus donde la caza, la pesca, y la recolección de frutos que
espontáneamente se producían constituían la forma de trabajar.
Agricultura y pastoreo.
El avance de la civilización y la aparición de organizaciones sociales caracterizadas por el asentamiento
de las familias, impuso la realización de tareas agrícolas y ganaderas. Los instrumentos de producción que
se utilizaban dependían de la fuerza muscular del hombre, que era ayudado por los animales a los que
había logrado domesticar. El jefe de la familia era secundado por todos los miembros y trabajaban
mientras hubiese luz solar, por cuanto vida y trabajo se confundían en un mismo concepto: el campesino
construía su vivienda, fabricaba y reparaba sus enceres y herramientas y se procuraba la alimentación
.
Esclavitud.
En forma paralela y como resultado de las continuas guerras de conquista, se fue generando la esclavitud.
Los derrotados eran tomados prisioneros para ser utilizados como esclavos en minas, talleres o reparación
de caminos. En esa época lo habitual para evitar peligros y molestias era matar al prisionero, por lo cual la
esclavitud llegó a ser considerado como un acto humanitario, que incluso fue reglamentado por el Derecho
Romano. Es decir: la esclavitud era una pena de muerte conmutada en cautiverio. Los esclavos eran
considerados como una cosa u objeto (a la manera de las bestias de carga) y no como seres humanos y
como tal su fuerza de trabajo era alquilada, siendo la utilidad de la locación para el dueño del esclavo.
La posesión de esclavos era un hecho habitual, natural, considerado lógico, en tanto que la idea de
establecer la abolición de ese estado de cosas era considerada como artificial e impracticable. Quién sentó
el principio básico que destruye toda la estructura de la esclavitud fue el cristianismo al establecer la
igualdad sustancial de todos los hombres, que por cuestión de intereses fue concretada recién en el siglo
IXX.
Servidumbre.
Al llegar la Edad Media (período comprendido desde la caída del Imperio Romano de Occidente, año 476,
hasta la caída de Constantinopla en poder de los turcos otomanos, año 1453) las costumbres se
modifican: la organización feudal de la sociedad atenúa las características de la esclavitud al sustituírla por
la servidumbre.
Los hombres se agrupan alrededor de alguien sumamente poderoso celebrando un contrato de alianza –
foedus – por el cual el señor feudal se compromete a proteger y defender a los siervos y sus familias a
cambio de la obligación de éstos de prestar servicios, por lo general en trabajos agrícolas. El siervo estaba
ligado a la tierra que cultivaba y compartía con el señor feudal los frutos obtenidos, y en caso de cesión de
la tierra a otro dueño la transacción comprendía al siervo que en ella trabajaba.
Artesanado.
Paulatinamente y como consecuencia del desarrollo de las ciudades se van formando grupos de personas
que pertenecían a un mismo gremio: herrero, talabartero, platero, etc. constituyéndose así las
corporaciones, instituciones características del medioevo originadas en el siglo once y que se desarrollan
notablemente en el siglo doce, en las cuales se establecían condiciones de trabajo minuciosas y
obligatorias para todo el gremio.
La producción se realizaba fundamentalmente en forma familiar y aquellos que no pertenecían a la familia
del maestro vivían con él como si lo fueran. Los integrantes de las corporaciones trabajaban en pequeños
talleres y de acuerdo a rigurosas reglas del oficio, siendo la jornada de trabajo de sol a sol. La
característica principal del artesanado radicaba en que el productor era propietario de los sencillos
instrumentos que utilizaba y quién ponía su esfuerzo de trabajo. Además era más importante la pericia del
trabajador que la acción de los instrumentos, a tal punto que la cantidad y calidad de la obra dependían de
la aptitud del artesano.
Es en esta época que surgen los primeros elementos de la división de capital y trabajo, que habrán de
acentuarse en la etapa siguiente: las materias primas las adquiría quién efectuaba la primera fase del
proceso (por ejem. el pañero en la industria textil), y luego pasaban por manos de quienes completaban
las etapas subsiguientes (hilanderos, tejedores, limpiadores, tintoreros) hasta llegar el empresario que
colocaba el producto en el mercado vendiéndolo al mejor postor.
Conquista y desarrollo americano
La ocupación de Constantinopla por parte de los turcos otomanos en 1453 cortó la ruta que permitía el
comercio entre Oriente y Occidente y los reinos más poderosos comenzaron a pensar en vías alternativas.
El avance de la técnica fue notable. La inventiva naval diseñó la carabela, que combinaba velas cuadradas
y triangulares con un moderno timón. Además de valiosos instrumentos de navegación, como la brújula
(traída de China), el estrabolario (inventado por los árabes), y el sextante. Fue así que Portugal inauguró la
ruta de África que conducía al Lejano Oriente, en tanto que España estaba en condiciones de emprender
una gran empresa marítima, comercial y militar.
A fines del siglo XV en la Europa la mayoría de la gente vivía en la miseria. En las ciudades las
condiciones de higiene eran pésimas y eran frecuentes las pestes, siendo el promedio de vida de 35 años.
La gente comía lo que podía y por eso se hacían tan necesarias las especias, para conservar las carnes y
dar sabor a las comidas.
Otra industria que se expandió fue la naval, desde Asunción y Corrientes a la Ensenada de
Barragán.
Entre 1791 y 1802 las rentas reales de la Aduana de Buenos Aires se incrementan dos veces y media, la
producción agropecuaria adquiere volumen con la introducción de las ovejas de la raza Merino y la
producción lanera se quintuplica en sólo diez años. Se exportan pieles de vicuña y chinchilla, cueros de
tigre y lobo, venado y zorro, plumas de cisne y crines de caballo.
La Nación argentina
Las actividades consecuentes con las invasiones inglesas, la gesta de la independencia y las posteriores
luchas intestinas, de manera fundamental las disputas entre unitarios y federales, demoraron, en gran
parte, el progreso económico y social de la joven nación. Tanto en las tareas de campo como en la
incipiente industria se padecía por falta de mano de obra, de capital, de crédito, y de maquinarias.
Años después de finalizada la guerra civil se realizó, en 1869, un censo nacional, el primero después de la
revolución de mayo. Este indicó que la población argentina era de 1.737.000 de los cuales 495.000 vivían
en la provincia de Buenos Aires, en tanto que en la ciudad de Buenos Aires, contaba 177.700 pobladores
siendo casi la mitad de ellos italianos, españoles y franceses. El 82% de la población del país era
analfabeta.
Una tesis de la época revelaba una opinión de la clase dirigente: “No somos ricos, tampoco conocemos la
miseria, la riqueza es el trabajo y por ello un poderoso elemento de prosperidad es la inmigración. Ella
poblará el desierto y asegurará las fronteras, es necesario que el inmigrante penetre en el interior del país.
La venta de tierras públicas facilitará su asentamiento”
Otra tesis decía: “Es necesario hacer del pobre gaucho un hombre útil a la sociedad. Para ello
necesitamos de hacer de toda la república una escuela.”
Ambas tesis fueron aplicadas. La afluencia de una nueva población aumentó el número de propietarios
rurales dando comienzo al desarrollo agrícola, con exportaciones de cereales, vacunos, y productos
derivados. Y en poco tiempo el alumnado primario se elevó de 30.000 a 100.000, y los maestros pasaron
de 1778 a 2868.
En 1874 se producen doscientos mil resmas de papel y en el país existen 70.000 máquinas y
herramientas, las industrias del vino y del azúcar prosperan al igual que los molinos harineros, las
jabonerías, sombrerías y fábricas de ropa. En este esquema económico fundamental importancia tiene el
ferrocarril.
A partir de ahí se va consolidando el crecimiento del país, con distintas acciones en el siglo XX.
Segunda etapa
La revolución industrial
La revolución comercial que comentamos generó transformaciones que permitieran la sustitución
progresiva de paradigmas económicos y sociales medievales. En tanto que la revolución industrial
presentó como signo distintivo la introducción de modificaciones de fondo al sistema económico y
consecuentemente al sistema social de la época.
A mediados del siglo XVIII en el viejo mundo la situación era distinta a la del Río de La Plata. Fue en
Inglaterra donde se dieron las condiciones para la industrialización, debido a la circunstancia de lograrse
notables progresos técnicos.
En 1760 la creación de la máquina de vapor por James Watt generó el desarrollo de numerosas
actividades industriales y el agrupamiento de gran número de trabajadores, en especial en la industria
textil. En 1762 comenzó a utilizarse la iluminación a gas de carbón, lo que posibilitó la realización de tareas
nocturnas. Las máquinas de vapor también se aplicaron al transporte (navegación y ferrocarril), el
consecuente desarrollo vertiginoso de la industria del hierro, y el mejoramiento de las comunicaciones a
través del telégrafo fueron el cimiento de la industria moderna.
Rápidamente se multiplicaron las fábricas y los molinos. Miles de campesinos abandonaron los campos y
se genera la existencia de grandes concentraciones de obreros en tareas fabriles. Se verifica también el
desordenado desarrollo de las ciudades, que en muchos casos se convierten en sinónimo de hacinamiento
y contaminación. El exceso de mano de obra a causa de la migración y de progresos tecnológicos y las
periódicas crisis de sobreproducción por el afán de acumulación de riquezas que inspiraba a la nueva
clase de propietarios, generaron situaciones de explotación y miserias graves.
La jornada laboral hasta mediados del siglo diecinueve es de doce a catorce horas y debido a la demanda
explosiva de mano de obra, se llegó a utilizar menores y mujeres en la realización de tareas peligrosas y
penosas. En las hilanderías inglesas se trabajaba normalmente entre doce y diecisiete horas diarias.
La concentración poblacional y la vida en las ciudades son modificaciones sociales que impuso la
Revolución Industrial que se caracterizó, además de los horarios prolongados, por malas condiciones de
trabajo, insalubridad, inseguridad y bajo nivel de las remuneraciones siendo los peores pagos los menores
y las mujeres. No existía tampoco legislación laboral que ordenara el caótico sistema.
Movimientos sociales
Los movimientos sociales que denunciaban abusos de las empresas industriales en perjuicio de los
trabajadores dieron comienzo en 1769 y se tradujeron en huelgas y manifestaciones populares que fueron
respondidas con represión. La mayor de las protestas se realizó en St. Peters Frield, Manchester, el 16 de
agosto de 1819, de la que participaron sesenta mil personas entre las que había mujeres y menores de
edad. El gobierno conservador inglés ordenó reprimir a la caballería y a resultas de su intervención
murieron 11 personas y 500 resultaron heridas. Este episodio es conocido como “la matanza de Peterloo”.
Paulatinamente se modifican las condiciones laborales. En 1833 en Inglaterra se establece la jornada de
ocho horas para los menores de 9 a 13 años y de doce horas para los menores de 13 a 18 años y años
más tarde, en 1847, se establece para estos últimos y para las mujeres jornadas de diez y once horas.
En 1848 en Francia se dispone la jornada de diez horas para aquellos que trabajan dentro de los límites de
la ciudad de París y de once horas para los que trabajaban en el interior del país. Es a partir de ese año
que en Europa se dieron las condiciones para denunciar los excesos a los cuales eran sometidos los
trabajadores.
En 1850 en Inglaterra y parcialmente en USA queda dispuesta la jornada de diez horas para todos los
obreros. Es en este último país donde el reclamo generalizado para que se limite la jornada de trabajo a
ocho horas diarias tiene más fuerza, a tal punto que para lograr el objetivo sistemáticamente se
organizaban huelgas y manifestaciones. Durante el desarrollo de una de ellas realizada en la ciudad de
Chicago el primero de mayo de 1866 se produce una represión durísima y sangrienta. Esa fecha se
conmemora anualmente como el “Día Internacional del Trabajo”.
La jornada de ocho horas
La limitación de la jornada de trabajo fue debatida en las conferencias internacionales realizadas por los
gobiernos de las principales potencias europeas en 1890 en Berlín y Berna en 1905, 1906 y 1913.
La Primera Guerra Mundial (1914-1918) demandó que se realizaron grandes esfuerzos en la producción
de armas, equipos y pertrechos para equiparar a los ejércitos. También existió el desarrollo del automóvil,
la aviación y la radio. En ese contexto, se pudieron fijar ciertas condiciones exigidas por los trabajadores
tales como aumentos de salarios, descansos y protección de mujeres y menores
Finalizada la guerra, la Conferencia Internacional de la Organización Internacional del Trabajo celebrada
en la ciudad de Washington en 1919 (Convención N* 1) fue de fundamental importancia para el
establecimiento de la jornada de ocho horas en todo el mundo.
Otro antecedente fundamental fue lo resuelto en el Tratado de Versalles, firmado el 28 de junio de 1919 en
el Salón de los Espejos del Palacio de Versalles, y por medio del cual se le puso fin. En este tratado se
estableció en el Art. 427: “…el trabajo no debe ser considerado simplemente como un artículo de
comercio…siendo de importancia particular y urgente la adopción de una jornada de ocho horas o de la
semana de cuarenta y ocho horas como fin a obtener, donde no haya sido obtenido…”
A través de todos esos años se tuvo en cuenta que la reducción de la jornada de trabajo representaba que
la producción material individual disminuyera y que a su vez aumentara el nivel de educación por
aprovechamiento del tiempo libre, produciendo un sustancial mejoramiento de la preparación para el
trabajo como así también el bienestar físico, moral e intelectual de los trabajadores, logrando de este modo
la dignificación del ser humano.
La jornada laboral en el continente americano
En nuestro continente los antecedentes se remontan al siglo dieciséis. Durante el reinado de Felipe II se
contemplaba la jornada de ocho horas diarias y el descanso dominical para posibilitar la conversión al
cristianismo de los indígenas que, repartidos en grupos llamados encomiendas, trabajaban bajo la
condición de un español (el encomendero). El sistema de encomiendas fue desarrollado para que los
indios fueran asimilados a la civilización y la cultura cristiana. Tal lo indicado en la Recopilación de las
Leyes de los Reinos de las Indias, que reúne el ordenamiento legal (6385 leyes dictadas por el Rey y el
Consejo de Indias, quedando fuera de ella innumerables ordenanzas de virreyes, gobernadores y otras
autoridades), que debió ser aplicado en las tierras conquistadas por España.
El derecho indiano no se elaboró con un conjunto jurídico acabado. Por el contrario sus normas fueron
apareciendo y modificándose progresivamente, según las necesidades impuestas por la naciente vida
americana.
Al indio se le debía dar buen trato, educación, mantenerse unida a la familia y proveer de alimentación y
vivienda. Sin embargo los conquistadores españoles no solo no aplicaron esa sabia legislación sino que
además abusaron de su poder y trataron cruelmente a los aborígenes. Es así que el comercio de esclavos
y el sometimiento irracional del que fueron objeto dieron las notas características de la etapa colonial,
desde el descubrimiento en 1492 hasta comienzos del siglo XIX.
La jornada laboral en la Argentina
Durante la época de la colonia eran fundamentales las artesanías, destacándose las vinculadas con la
alimentación y las tejedurías. La mayor parte de las manufacturas se encontraban en el noroeste debido a
la excelente habilidad artesanal de los aborígenes. En 1790 se registra el primer antecedente para la
formación de un gremio, el de los zapateros, prohibido por un dictamen de Cornelio Saavedra.
El librecambio instaurado en las postrimerías del virreinato dejó fuera de competencia a las mercaderías
elaboradas localmente, lo cual originó la decadencia de vastas zonas del interior y el crecimiento del litoral,
donde el desarrollo de la producción agropecuaria a escala comercial facilitó las condiciones para adquirir
mercaderías de importación.
Finalizado el dominio español, la Asamblea del año 1813 resuelve abolir la esclavitud, y se observan
rudimentos de alguna limitación en el trabajo ganadero y en la actividad urbana de tipo artesanal.
Los elementos utilizados por los gauchos en la pampa: frenos, estribos, ponchos, aperos, eran en gran
mayoría fabricados en Manchester, Inglaterra.
La política inmigratoria desarrollada por los gobiernos patrios, bajo la inspiración del lema de Alberdi,
“gobernar es poblar”, generó cambios culturales, dado que los europeos que recalaron en nuestras tierras
lo hicieron con las ideas sociales, políticas y gremiales de sus países de origen. A resultas de lo cual en
1856 es creada la Sociedad de Socorros Mutuos San Crispín (de los zapateros) y en 1857 la Asociación
Española de Socorros Mutuos. El 25 de mayo de este año fue fundada la Sociedad Tipográfica
Bonaerense, considerada como la primera organización obrera de nuestro país.
Paulatinamente se van creando entidades gremiales empresarias. Entre otras: en 1854 es creada la Bolsa
de Comercio, en 1856 la Sociedad Farmacéutica Argentina y en 1866 la Sociedad Rural Argentina, que en
1874 hizo su primera exposición, exhibiéndose 71 lanares y 13 vacunos.
En Córdoba se realizó una exposición en 1871, siendo la mayor parte de los productos exhibidos de
características artesanales, existiendo una casi absoluta falta de mecanización. A punto tal que las
máquinas agrícolas expuestas eran en su totalidad de origen externo.
En esa época las jornadas de trabajo generalmente eran de catorce horas por día. Razón por la cual
comienzan a aparecer los primeros conflictos, siendo el gremio más activo el de los tipógrafos. La primera
huelga se realiza el 2 de octubre de 1878, y se extiende por un mes, siendo su consecuencia un convenio
que reglamenta el trabajo de los menores, aumentos de sueldos, y la reducción de la jornada a diez horas
en invierno y doce en verano. El horario es fijado entre las 12 y las 18 hs, y desde las 20 hasta la hora del
cierre del diario.
Lentamente comienza a verificarse el aumento de pequeños talleres. Entre 1880 y 1990 se observó la
instalación de algunas empresas con importante número de obreros, muchos de ellos inmigrantes que
aportaron nuevas técnicas y mano de obra experta.
En 1881 la Sociedad Dependientes de Comercio solicita, y obtiene, el cierre de los comercios los días
domingos. En 1882 la Unión de Oficiales Albañiles solicita que la jornada se limite a once horas en verano
y nueve en invierno, y el Club Socialista Alemán “Vorwaerts” (Adelante) presenta en el Congreso un
petitorio con más de siete mil firmas para que se legisle reduciendo la jornada laboral a ocho horas,
reglamentación del trabajo de los menores, mujeres y del trabajo nocturno, entre otros puntos.
El censo de 1895 revela que la mayoría del sector industrial estaba constituido por pequeños
establecimientos productores para el mercado interno, caracterizados por carencia de tecnología
adecuada. En la década siguiente toman relevancia los frigoríficos, dedicados a la exportación.
El primer antecedente para limitar la jornada laboral se produce en el año 1894 siendo el Consejo
Municipal de la ciudad de Buenos Aires el receptor del proyecto presentado por el concejal Eduardo
Pittaluga, el cual no es sancionado. En 1896 los diputados Eleodoro Lobos y Delfor Del Vale presentan en
el Congreso Nacional proyecto de limitación de la jornada a ocho horas diarias, que también es rechazado.
En 1903 se constituye la Unión General de Trabajadores, quién propugna la jornada laboral de ocho horas
y el descanso dominical. En ese sentido en 1904 ingresan al Congreso Nacional dos proyectos. Uno es
presentado por Alfredo Palacios y otro por Joaquín V. González, que tampoco son sancionados.
Finalmente, el 31 de agosto de 1905, el Congreso sanciona la Ley 4461, disponiendo que no se realicen
trabajos por cuenta ajena los días domingos. Antecedente que impulsó en 1907 la sanción de la Ley 5291
que dispuso la jornada de ocho horas para mujeres y menores, y en 1929 (diez años después de la
Convención N* 1 de OIT) es dictada la Ley 11544 de Jornada de Trabajo.
Distintas leyes en años posteriores fueron adecuando las relaciones del trabajo a las actividades
económicas, financieras y productivas.
Tercera etapa
El trabajo en el siglo XXI
El mundo ha sufrido trascendentes cambios estructurales en los últimos años en lo geopolítico, económico,
social y financiero.
Los descubrimientos científicos en el siglo XX y a comienzos del actual son significativos, el sostenido
desarrollo nuclear, la aventura de los viajes espaciales, la era de la computación, el notable desarrollo de
internet, la televisión y la telefonía celular, son algunos de los hechos que forman los hitos de la llamada
revolución tecnológica.
Esos logros obtenidos en función de la inteligencia del hombre no impiden, sin embargo, la constante
generación de guerras y conflictos. Luego de la devastadora II guerra mundial el mundo se ha visto
sometido numerosos conflictos bélicos sin solución de continuidad. Ese estado belicoso da pie para la
creación de nuevas armas o para probar la efectividad destructiva de las ya fabricadas.
El modelo económico definido como globalización de los mercados impone que cada país o región trate de
explotar y optimizar sus ventajas competitivas. Las diferencias entre las economías de distintos países o
regiones han representado que las oportunidades de negocios sean desiguales. Hecho que ha generado
ganadores y, lamentablemente, muchos perdedores. Las consecuencias para los habitantes de estos
últimos son altos niveles de desempleo, marginalidad y exclusión social.
La cultura de la sociedad de consumo potenciada por esa internacionalización de los negocios, demanda
no tener restricciones en su aspiración de mejorar su calidad de vida y tener a disposición amplia gama de
productos de diverso tipo, que ha generado notables acciones de marketing, comercialización y
distribución de bienes.
El proceso de cambio que experimenta actualmente el mundo del trabajo produce nuevos modelos y
figuras a ritmo vertiginoso. El trabajo virtual, el teletrabajo, el trabajo electrónico, la robotización, la
informatización integral, las oficinas electrónicas, son algunos de los términos que ya no resultan extraños
a las organizaciones bancarias, a las cadenas de comercialización masivas, las industrias o a las
empresas de tarjetas de crédito. Ni a empleados, clientes, proveedores ni público en general.
Lo lamentable es que los modelos racionales de gestión empresarial no siempre tienen en cuenta al factor
humano, a pesar de la existencia de numerosas teorías, conceptos, técnicas, herramientas y sistemas
orientados al hombre en el ámbito del trabajo, considerándolo el elemento más valioso al conformar –con
sus conocimientos, habilidades, aptitudes y actitudes- el capital intelectual de la empresa.
Uno de los mayores problemas de fines del siglo XX y comienzos de éste siglo XXI es la falta de trabajo,
que se evidencia en los altos niveles de desempleo que afectan por igual a jóvenes y adultos, hombres y
mujeres. Situación que se da en todas las áreas del conocimiento: empleados, técnicos, profesionales y
ejecutivos.
Siendo el trabajo la actividad destinada a proveer las necesidades del ser humano (todas las cosas que se
consumen, todos los elementos que brindan confort son creaciones del hombre), y que el trabajo exige
resultados (por un lado productos y servicios de calidad con rentabilidad y, por otro, realizaciones
personales de quienes colaboran para obtener esos resultados), es de desear que se continúen tomando
acciones considerando la trascendental importancia que tiene ayudar a convertir a cada persona en
alguien motivado, orgulloso y satisfecho de sí mismo y de su aporte a la empresa.