El Comunitarismo
El Comunitarismo
El Comunitarismo
Silvina Álvarez
Introducción
Algunos autores (Nino 1988; Holmes 1999; Vitale 1997) se han ocupado del
comunitarismo como anti-liberalismo, señalando que el comunitarismo toma gran parte
de su inspiración del propio liberalismo y se presenta fundamentalmente corno una
crítica a éste; puede afirmarse en cambio que existe una tradición comunitarista bien
marcada en la historia de la filosofía. Tal trayectoria se puede trazar siguiendo distintos
caminos, pero seguramente podríamos remontamos a Aristóteles, Tomás de Aquino,
Hegel o el romanticismo alemán, como algunos de los puntos de referencia. La extensa
obra de autores comunitaristas como Charles Taylor y Alasdair MacIntyres pone en
. evidencia la autonomía de esta corriente filosófica. Trabajos como A Short History of
Ethics (1991) y Against the self-images ofthe age. Essays on ideology and philosophy
(1971) de MacIntyre, o Hegel (1975) de Taylor, dan cuenta del contenido sustantivo de
la trayectoria filosófica en la que estos autores se enrnarcan. No obstante, no deja de ser
cierto que a menudo sus tesis comienzan por la critica, una crítica que abarca tanto el
empirismo como la tradición racional-kantiana, y algunos de sus libros -corno podría ser
Tras la virtud (MacIntyre 1987), que se ocupa especialmente de la Illustración-, se
detienen sobre todo en el enfrentamiento con el liberalismo, lo cual ha contribuido a la
centralidad que este debate ha adquirido en los últimos años.
cuál debe ser el papel del Estado enfrenta a liberales y comunitaristas en tomo a la
defensa de la neutralidad con respecto a las concepciones del bien -liberalismo-, por un
lado, y el compromiso con una toería del bien socialmente avalada -perfeccionisrno
cornunitarista-, por otro.
Los temas señalados nos ofrecen una primera visión de cuáles son los puntos del debate
entre comunitarismo y liberalismo. Para entender el comunitarismo, sin embargo, es
necesario apartarse de este debate y centrarse en su propuesta normativa. A
continuación se propone un análisis de la teoría comunitarista a través de su concepción
de la persona moral, la comunidad, y los derechos individuales.
En su obra Las fuentes del yo (1996) Taylor emprende un estudio dirigido a señalar
cuáles son los factores que intervienen en la construcción de la persona moral. Las
conclusiones a las que llega destacan cómo los componentes históricos, culturales y
sociales se constituyen en razones morales para el agente. Con el objetivo de demostrar
esta conexión entre construcción moral y contexto social y cultural de determinación,
Taylor se detiene en el papel que desempeña el lenguaje en la conformación de una
narrativa colectiva.
Por oposición a la noción lockeana, Taylor sostiene que la manera en que los seres
humanos experimentan sus propias motivaciones convierte al agente en un "animal que
se auto interpreta" -a self-interpreting animal- (1985 :45). Muchas de nuestras
sensaciones y sentimientos están relacionados con atribuir un especial significado e
importancia a la sensación o sentimiento que experimentamos. Este especial significado
es el que ignoran las teorías del yo puntual cuando describen al sujeto desde la
neutralidad del observador imparcial. La manera en que percibimos las cosas es lo que
define esencialmente a la persona. Una casa puede tener un significado muy preciso y
universalizable desde la perspectiva técnica de la constructora; sin embargo, la
perspectiva del sujeto para quien esa casa contiene una serie de experiencias, vivencias
o sentimientos determinados es otra muy distinta.
Algo similar sucedería con las reglas que seguimos dentro de una comunidad, que
adquieren un significado inteligible solo para quienes participan de una determinada
práctica social. Taylor sigue aquí una interpretación de la noción de reglas y
convenciones que desarrolla Wittgenstein en su obra Investigaciones Filosóficas -
Philosophical Investigations (1953-1958-1997). Según la interpretación de Taylor "[ ...]
el trasfondo incorpora verdaderamente una comprensión; esto es, una aprehensión de las
cosas que, aunque bastante desarticulada, nos permitiría formular razones y
explicaciones cuando somos cuestionados. En este caso los vínculos no serían
simplemente de facto, sino que generarían un tipo de sentido, que es precisamente el
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que trataríamos de explicitar" (Taylor 1997:224). Según Taylor, este trasfondo que sirve
para definir el significado de nuestras acciones, no es solo un trasfondo que da forma a
convenciones sociales o a reglas sociales como las del derecho o cualquier otro sistema
normativo semejante; para Taylor, el trasfondo da forma también a las reglas morales
que definen la identidad moral del individuo. Y dicho trasfondo no solo define la
identidad individual, sino que también define una cierta identidad colectiva en la
medida en que define nuestras acciones comunes o coaligadas como producto de una
práctica común: "[ ...] mi comprensión 'encarnada no existe solamente en mí como
agente individual, sino también como coagente de acciones comunes" (Taylor
1997:231). Esta relación que se establece entre la práctica colectiva y la acción
individual de quien sigue una regla social no es una 'mera relación causal individual. La
práctica genera una costumbre que genera una respuesta individual que se incorpora a la
persona como parte constitutiva de su identidad social que determina, a su vez, su
identidad moral. Pero además, la acción individual de seguir una regla es una
representación y una reinterpretación de la práctica, estableciéndose entre regla y
práctica, dice Taylor, una relación de reciprocidad similar a la que Saussure establece
entre lenguaje y palabra (Taylor 1997:236). Este protagonismo de la práctica social en
la determinación de las reglas como convenciones no parece presentar tantos problemas
si dichas convenciones son entendidas como convenciones sociales de coordinación,
pero distinta es la cuestión si se sostiene que tales convenciones revisten el carácter de
convenciones morales. En este último caso, la tesis de Taylor parece partidaria del
convencionalismo moral -relativismo- aunque luego quiere ser compatibilizado con la
. apelación a valores cuyas condiciones de verdad lo aproximan al realismo moral -que el
autor defiende explícitamente en otros aspectos-o
La dimensión dialógica del lenguaje cumple, según Taylor, una función esencial en la
definición de la identidad, toda vez que para el autor las personas conforman su
identidad a través del diálogo que entablan con las demás personas de su comunidad y
confirman así su condición humana: "las conversaciones y el diálogo son absolutamente
esenciales a la condición humana" (1992:64).
"Soy para siempre lo que he sido en algún momento para los demás, y podría ser
llamado en cualquier momento a responder por ello, no importa cuánto pueda 'haber
cambiado. No hay modo de encontrar mi identidad -o falta de ella- en la continuidad o
descontinuidad psicológica del yo. El yo habita un carácter cuya unidad viene dada
como la unidad de un carácter." (1987, cita del original de 1995:217).
La identidad es para MacIntyre un concepto que se define con las experiencias del
pasado, Dice MacIntyre que la filosofía analítica ha olvidado un concepto básico para la
noción de identidad como es el concepto de relato -story-, el cual debe entenderse junto
al concepto de personaje -character-, en el sentido de que toda historia o relato requiere
una unidad de personaje:
"Así como una historia no es una secuencia de acciones, sino que el concepto de acción
es el de un momento en una historia real o posible abstraído por alguna razón de esa
historia, del mismo modo los personajes en una historia no son una colección de
personas, sino que el concepto de persona es el de un personaje abstraído de una
historia." (1987, cita del original de 1995:217).
El autor apela así a la idea de narrativa -también utilizada por Taylor-, que daría cuenta
de un doble proceso. Por un lado, el sujeto solo puede ser concebido como parte de una
historia; es así como lo identifican quienes 10 perciben como sujeto protagonista de una
vida: si no se presupone la identidad no se pueden contar las historias de las que los
sujetos son parte. En este sentido, sostiene Maclntyre que la persona es responsable de
los actos que componen su vida como narración. Por otro lado, el sujeto debe hacerse
cargo de aquello que en un tiempo ha sido "para otros", es decir, tiene que responder a
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En su libro Liberalism and the Limits of Justice (1998), Sandel estructura su argumento
en tomo a la crítica a la teoría de la justicia de Rawls. También al hablar del concepto
de persona e identidad personal Sandel construye su propuesta contraponiéndola a la de
Ralws. Así, entiende que en la teoría de Rawls la persona es un agente cuya identidad
no guarda relación con las cosas que posee o con las que se relaciona, ya que el agente
es anterior a los fines que dirigen su acción:
"[...] Para ser un yo deontológico debo ser un sujeto cuya identidad está dada con
independencia de las cosas que tengo, es decir, con independencia de mis intereses y
mis fines y mis relaciones con las demás personas [...]" (Sandel 1998:55).
De modo que, según Sandel, en una teoría deontológica de la moral el sujeto establece
algún tipo de relación con lo que posee pero marcando la distancia entre el sujeto
antecedente y los fines supervinientes. Sandel describe a continuación otra forma de
poseer que se apartaría de la concepción rawlsiana y que defiende con los siguientes
argumentos. Según Sandel, cuando poseemos un interés, "un deseo alma ambición",
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nuestro compromiso con él se debilita cuando dicho interés se hace menos importante
para nosotros, pero también cuando el interés crece y deja de ser mi interés para pasar a
transformarse en parte de mi misma, es decir, se transforma en "constitutivo de mi
identidad", "yo lo poseo menos y él me posee más" (1998:56). En esta concepción de la
persona la identidad se constituye principalmente a través de dos procesos: por un lado
con la adscripción a fines que preexisten al sujeto y que lo vinculan a una concepción
del bien; por otro lado a través del proceso por el cual el sujeto incorpora como parte de
sí mismo -de su identidad- aquellos propósitos que lo definen.
La perspectiva de cada uno de los autores analizados ofrece matices distintos que, sin
embargo, pueden resumirse en la siguiente caracterización general. Según estos autores,
la identidad moral individual se conforma como parte de una narrativa histórica que
proporciona al individuo un trasfondo de significado; este trasfondo hace posible que a
través de la auto interpretación cada sujeto incorpore como constitutivos de su identidad
moral ciertos fines y valores que descubre en su contexto de referencia. (Para una crítica
a la concepción comunitarista de la identidad personal véase Álvarez, 2002, capítulo 2).
Taylor utiliza el ejemplo de Canadá y de las leyes de Quebec para defender las metas
colectivas de un grupo cultural, aceptando incluso el hecho de que a menudo se puedan
ver perjudicados los derechos individuales en favor de supuestos derechos colectivos
. que irían acompañados a su vez de deberes colectivos. Según Taylor, el liberalismo no
puede ser entendido como el marco general dentro del cual deben ubicarse las distintas
propuestas culturales, sino como una cultura más, muchas veces incompatible con otros
"géneros" de culturas (1993 :92-97). Taylor defiende el valor per se de la comunidad
cultural-nacional, el valor de cada cultura con independencia de cuáles sean sus
características concretas, un valor que va más allá de la crítica política o, incluso, de la
crítica moral, y que deberíamos apreciar en cualquier caso:
"[ ...] es razonable suponer que las culturas que han aportado un horizonte de significado
para gran cantidad de seres humanos, de diversos caracteres y temperamentos, durante
un largo período -en otras palabras, que han articulado su sentido del bien, de lo
sagrado, de lo admirable- casi ciertamente deben tener algo que merece nuestra
admiración y nuestro respecto, aun si éste se acompaña de lo mucho que debemos
aborrecer y rechazar." (sin subrayar en el original, Taylor 1993:106).
Más aún, Taylor postula que dado que la identidad social y moral de las personas
depende de su comunidad de origen, "en el mundo moderno no podemos hacer nada sin
el patriotismo" (1999: 145), y sostiene que la democracia necesita del patriotismo, en la
medida en que necesita que sus miembros se identifiquen con la comunidad de la que
forman parte (1999:146-147), que se sientan partícipes de un "proyecto común".
Como alternativa a esta noción de comunidad moral con un anclaje fuerte en la idea de
nación, Ronald Dworkin (1989) ha propuesto una noción de "comunidad liberal" como
comunidad política que, sin dejar de basarse en ciertos principios éticos, respete la
esfera de autonomía individual. Dworkin critica las distintas concepciones que en mayor
o menor medida confieren centralidad moral a la comunidad condicionando la elección
moral individual a convenciones colectivas. Este tipo de concepciones postularían que,
dado que la ética necesita un "ancla" para sus juicios normativos, la comunidad serviría
como soporte de la moral objetiva. Dworkin señala que no es erróneo pensar que la
comunidad sea relevante en la vida de las personas, pero que el papel de la comunidad
no es el que pretenden las distintas versiones comunitaristas, sino otro distinto. Según
este autor, las personas en la comunidad liberal tienen una vida común que consiste
fundamentalmente en preservar las instituciones del sistema "sin abandonar ni
comprometer la tolerancia liberal y la neutralidad respecto de la vida buena"
(1989:500). El interés individual en la vida de la comunidad surgiría del hecho de que
los proyectos particulares de las personas pueden ser satisfechos de manera más
completa en la medida en que la vida pública transcurra en un marco de justicia o
equidad para todos los individuos (1989:501-504).
"-no es una comunidad' homogénea en sus supuestos culturales y éticos, sino una
comunidad plural en sus valores, en sus estructuras y sus funciones y que puede
mantenerse como común unidad política precisamente articulando esas diferencias en su
seno;
"<no es una comunidad definida básicamente por sus rasgos culturales, históricos o
lingüístico s, sino, ante todo, por sus estructuras políticas, a partir de las cuales podrán
considerarse la importancia y lo problemático de aquellos rasgos." (1998 :213).
Tomemos el caso del derecho a la intimidad, presente.en las sentencias analizadas por
Sandel. Éste quiere destacar que tal derecho no necesariamente va asociado ni a la idea
de autonomía ni al Estado neutral (1989:524). Así, por ejemplo, en el caso Poe v.
Ullman -367 U.S. 497 (1961)-, en el que un farmacéutico cuestionaba la ley del estado
de Connecticut que prohibía los anticonceptivo s, hace notar Sande1 que los dos jueces
de la Corte Suprema que votaron en disidencia no lo hicieron alegando razones de
neutralidad por parte del Estado, sino basándose en que el Estado debe respetar la
"intimidad esencial" del matrimonio (Sandel 1989:526). Esta idea de la intimidad es la
que Sandel denomina antigua noción de intimidad. En el caso Griswold v. Connecticut -
381 U.S. 479 (1965)-, se volvió a cuestionar la ley contra los anticonceptivos, y la
sentencia, esta vez por mayoría, recogió los argumentos de la disidencia en el caso
anterior e invalidando la ley por significar una intromisión del Estado en los asuntos
privados (Sandel 1989:527). Años más tarde se produjo un cambio en la jurisprudencia
de la Corte, cambio que significó abandonar el concepto tradicional de intimidad y
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Sin embargo, Sandel no parece medir el verdadero alcance de los enunciados que
atribuye al liberalismo. Con independencia de que la concepción de Rawls en El
liberalismo político sea o no adecuada -y creo que podríamos estar de acuerdo con
. Sandel en que la propuesta de Rawls simplifica la separación entre cuestiones morales y
cuestionespolíticas-, no parece correcto decir que el liberalismo, en general, niega la
relevancia moral de las cuestiones sobre las que el Estado debe pronunciarse. Cuando
Sandel afirma que para el liberalismo resulta menos costoso moralmente llegar a un
acuerdo político que establezca que el aborto es "permisible" -sin meterse en su
calificación moral- que afirmar que es incorrecto (1996: 11O), y que, por tanto, como se
afirma en la cita transcrita en el párrafo anterior, se deja que las mujeres resuelvan
libremente en cada caso la cuestión, Sandel no está midiendo las verdaderas
consecuencias morales de defender esta posición. Afirmar que se debe dejar que la
mujer tome individual y libremente la decisión implica haber hecho ya un análisis
profundo sobre el alcance moral de una acción de este tipo. Y precisamente porque se
ha hecho ese análisis y porque se coloca en primer plano el valor de la autonomía
personal, es decir, el valor de la autodeterminación personal para resolver aquellas
cuestiones que nos atañen en primer lugar, es que el liberalismo llega a postular no la
neutralidad estatal al respecto, sino la defensa absoluta de la autonomía de la mujer en el
caso del aborto; se antepone el valor de la autonomía de la mujer a posibles
consideraciones morales respecto del feto. En este caso podría Sandel decir que se trata
de un argumento voluntarista ya que efectivamente se centra en la primacía moral
otorgada a la libertad individual; pero no parece que pueda sostener coherentemente -
como pretende hacer en este segundo trabajo que se cita- que el liberalismo adopte en
este caso una postura minimalista -irnparcial- en cuanto a las cuestiones morales
involucradas.
Siguiendo la argumentación de Sandel sobre las razones para la tolerancia, aún más
claro resulta el caso de la esclavitud. Para ejemplificar la postura liberal sobre este
particular, Sandel se vale de los argumentos que defendió Stephen Douglas en la
polémica mantenida con Abraham Lincoln. Tales argumentos iban en la dirección de
sostener que, dado que no era posible llegar a un acuerdo con fundamento moral sobre
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"[ ...] La intolerancia tiene una connotación negativa de la que, en principio, carece la
prohibición. Lo que molesta en la intolerancia es que ella se basa en malas razones. En
este sentido tiene algo en común con la tolerancia insensata. La diferencia consiste en
que la intolerancia aduce malas razones para imponer prohibiciones mientras que la
tolerancia insensata se apoya en malas razones para aumentar el campo de lo permitido.
En algunos casos, [...], el resultado de la tolerancia insensata puede ser una manifiesta
injusticia no muy diferente del que provoca la intolerancia, pero ello no tiene por qué
ser necesariamente así" (1993 :412).
NOTA BIBLIOGRÁFICA
MAC INTYRE , ALASDAIR (1991): Historia de la Ética, trad. de Roberto Juan Walton
Paidós, Barcelona (original inglés de 1966).
MILLER, DA VID (1989). Market, State and Cornmunity: The Foundations of Market
Socialismo Oxford University Press.
SANDEL, MICHAEL (1989). "Moral argument and liberal toleration: abortion and
homosexuality", California Law Review, vol. 77, n. 3, págs. 521-538.
© PORTALDERECHO 2001-2005