Colección Voces de America - Osvaldo Bayer
Colección Voces de America - Osvaldo Bayer
Colección Voces de America - Osvaldo Bayer
INDICE
¡Argentina, Argentina!
Del treinta por cero al dos por uno
Los crueles espectadores
Pido perdón
Somos todos de River
Inocencio y Woitila
Los reveldes y los obedientes debidos
De Elena a Mirtha
La virtud no se pinta la cara
Entre el Senado y el SIDA
Uniformes Y Disfraces
La mano en la lata
Un nuevo triunfo de la historia
Orden y seguridad
El nieto del poeta
Setentisiete años
Carancanfufa
La etica y el triste Patti
La cultura del encuentro
Tacheles
HER GÜNTER GRASS: Hay que criticar
Pirulos
El huevo de la serpiente
¡Argentina, Argentina!
Fue una alegría inmensa. Pero cargada de tristeza y de rabia justa. La noticia
de la demolición de la cárcel de Caseros, construida en los años de la
vergüenza y del crimen. ¡Cuánto luchamos porque esa ignominia de la realidad
argentina desapareciera de la vista de nuestros hijos y de nuestros alumnos!
Pero esa demolición, que tendría que haber sucedido el día siguiente de la
asunción del gobierno de Alfonsín, sólo ocurriría diecisiete años después. La
cárcel de Caseros fue el símbolo de la incapacidad democrática de los
argentinos. Allí, apenas a diez minutos de la Plaza de Mayo, con su cabildo, su
catedral, su mausoleo de San Martín, está ese monumento a la crueldad más
desnuda erigido por orden del dictador Videla. Esa burla a la condición
humana.
Alguna vez escribí que el dictador se había hecho a sí mismo, con esa cárcel,
el monumento que lo describía en detalle. Con esa placa que lo inmortalizó en
su concepto bestial del ser humano: “Esta cárcel la construyó el teniente
general Videla”, que todavía debe estar allí, en el salón por donde entraban las
humilladas mujeres e hijos de los presos. Era entrar al infierno para ver cómo la
sociedad argentina tenía a quienes consideraba los marginados de la sociedad.
Pero si fue vil esa obra idea de Videla, el feroz, el inquisidor, más indignante
fue la posición del “no veo, no oigo, no siento”, de los gobiernos de Alfonsín y
de Menem y de sus ministros y de sus legisladores. Cuántas esperas habrán
hecho los organismos de Derechos Humanos en el salón de los Pasos
Perdidos –de los tiempos perdidos– ante legisladores radicales y peronistas
para que tomaran en sus manos el tema de la cárcel de Caseros de Videla.
Cuántas veces los invitamos a ir sólo a mirar aunque fuera desde el exterior,
esa perversión: en su desesperación, los presos –que jamás veían el sol–
rompían las paredes hacia afuera y se veían grandes agujeros en el muro
exterior. Desde allí, los detenidos mantenían a gritos diálogos con sus
allegados afuera. Era un espectáculo a la Fujimori. Pero todos se callaban,
defender a presos es “piantavotos” de acuerdo con una vieja consigna comiteril
radical. Pero parece que esto es una consigna general de nuestros factores de
poder porque la Iglesia Católica se calló la boca a pesar de las bellas
enseñanzas de Jesús sobre los presos y desamparados.
Se cometió latrocinio contra la dignidad humana, a diez minutos de la Plaza de
Mayo, a diez minutos del Congreso Nacional. Aquí sí que tendría que
calcularse el dos por uno para todos aquellos que pasaron sus años de cárcel
en esos tugurios, en esos túneles infamantes, con el constante miedo que si se
prendía fuego abajo morían todos, porque las escaleras estaban cerradas con
rejas y de los ascensores apenas marchaban dos. Ya el olor al entrar, de
cloacas rotas, ponía al visitante en el lugar de la humillación constante de esos
presos. Esto en un país católico, donde somos capaces de llamarnos
hermanos en alguna procesión a la virgencita de Luján o en un desfile militar al
estilo de los generales Pertiné y Márquez de la conservadora Década Infame,
repetidos ahora.
Pero no, acerca del continuo suplicio de esos presos, cuando se habló del dos
por uno a quienes, como a los presos de La Tablada, no se les dio la segunda
instancia judicial, legisladores oficialistas como el señor Pascual o el señor
Stubrin pusieron el grito en el cielo, se indignaron hasta la médula de sus
cerebelos, sin tener en cuenta los años de Caseros. A los dos y al bloque que
cuando le preguntan sobre el tema de la OEA y de La Tablada se hacen los que
no oyen, los invitaría a darse una vuelta por Caseros. Sean humanos, vayan y
vean, si esa cárcel estaba de acuerdo con la dignidad que exigen las leyes y la
Constitución. En vez deindignarse ante la pregunta del dos por uno,
avergüéncense por lo que la sociedad argentina les dio hasta ahora a sus
presos. Claro que a lo mejor pierden algún voto porque la mentalidad fascista
de algún correligionario hace amar al carapintada que quiere la pena de muerte
o al subcomisario, ese que dice que a los detenidos para que declaren “les doy
una patada en el culo”, y ya llegó a intendente. (Yo les recomendaría a los
diputados Stubrin, Pascual y al bloque peronista que lean “Relatos en los
muros” de los presos Carlos Motto y Sergio Paz, escritos en Caseros. Se darán
cuenta que no son fieras de zoológico sino jóvenes de una sensibilidad que
conmueve.)
Pero lo más patético y al mismo tiempo irónicamente desopilante son las
declaraciones del ex ministro de Justicia de Menem Raúl Granillo Ocampo en
las que defiende al mayor Olivera, un vulgar matasiete torturador de mujeres,
violador y asesino, a quien acaban de meter preso en Roma. Granillo Ocampo,
que cuando era ministro de Justicia no consideró necesario ni siquiera acusar
recibo a la recomendación de la CIDH sobre el juzgamiento de los presos de La
Tablada, pero en menos que canta un gallo produjo un artículo defendiendo al
violador Olivera. Sí. Y de la misma forma reaccionó su mandamás Carlos
Menem, quien en su acostumbrada jerga llorosa dijo a la prensa: “Nos detienen
a un mayor y el gobierno calla”. Fíjese el lector, por qué clase de mayor llora el
ex presidente de los argentinos. (Aunque después se negó como abogado a
defenderlo.) Tanto Menem como su obediente Granillo Ocampo señalan que
esto de la detención de Olivera en Francia hiere nuestra soberanía. Ellos
hablan justo de soberanía nacional, lo que ellos vendieron al mejor postor (o al
que más les convenía). Y si no preguntémonos sobre el significado de
soberanía a Cavallo.
Y en esto la historia, con su sabía ironía, nos da clases magistrales: el teniente
coronel Nani, en un gesto más para el ambiente televisivo, dijo que devolvería
la condecoración que le dio Menem por reprimir en La Tablada. Lo haría en
protesta por si los presos salen en libertad. Es decir, el militar Nani no se siente
tocado por el informe de la OEA donde se habla de incursores del MTP
fusilados, desaparecidos, torturados, ni tampoco que los sobrevivientes no
fueron juzgados de acuerdo con las leyes defensoras de derechos humanos.
No, la racionalidad del teniente coronel Nani le alcanza sólo para decir: si
salen, devuelvo la chapa. Un gesto carapintada, claro, que tuvo su éxito en
aquella Semana Santa. No importan las razones de las leyes sino el impacto de
su actitud. Tenga un gesto sanmartiniano, oficial Nani, déles sus medallas a sus
nietos para que jueguen, y si no los tiene, déselas a los pibes del barrio, que
ellos saben bien qué hacer con esos colgajos. Fíjese, teniente coronel Nani, el
significado que le ha dado la historia a su hecho “heroico” de la reconquista del
cuartel de La Tablada: allí se instalará un hipermercado y vaya a saber adónde
irán a parar las ganancias. Y usted dice que “luchó por la Patria”.
El presidente de la Cámara baja, el radical Pascual, anuncia que en la semana
próxima se tratará el documento de la CIDH sobre La Tablada. En el mismo
recinto y con la misma bancada que votó obediencia debida para los asesinos
uniformados. Ojalá que sea un debate para la democracia: que se debata
también el porqué de la desigualdad ante la ley, el porqué a los asesinos
uniformados se les dio la más absoluta de las libertades, en cambio a los civiles
–y más si son izquierdistas–, a ésos nada, ni siquiera los convenios firmados
en el exterior.
Pido perdón
Pedir perdón está de moda. Se cometen los peores crímenes desde las altas
esferas o se colabora con regímenes antidemocráticos o se está con los
dictadores, y medio siglo después, cuando los hechos salen a la luz, se pide
perdón. Y todos contentos. Lo hace el Papa, lo hacen los políticos, lo hacen las
estructuras de poder cuando el viento cambia. Se pide perdón y no se paga
nada. Y ya está. Se ha convertido en oficio de caballeros. Todo es muy fácil. Es
como ir a la iglesia, hincarse ante el altar, y golpearse el pecho con los dedos
juntos y ya está, pésame, pésame, pésame, y uno se siente con derecho a
pertenecer al mundo de los justos. Y el que no acepta estas leyes del juego es
un incorregible.
A la Iglesia Católica alemana no le fue así, tan fácil. Esta vez tuvo que pagar
algo, poco, pero tuvo que aflojar el bolsillo. Hace unas semanas se fundó en
Alemania el Fondo para la Indemnización de los Trabajadores Esclavizados
durante el período del hitlerismo. Desde el ‘39 al ‘45 hubo en la Alemania nazi
más de siete millones de obreros extranjeros esclavizados. Eran casi todos del
Este: polacos y rusos. Y hete aquí que los investigadores históricos
descubrieron que también la Iglesia Católica tuvo trabajadores esclavizados.
Los obispos no pudieron negarlo, aunque trataron de restarle toda importancia.
El obispo Lehmann ensayó: “La Iglesia Católica apenas usó una milésima parte
del total de esos trabajadores extranjeros”. Es decir algo más de siete mil. El
argumento disculpatorio nos hace acordar a aquellos neonazis que sostienen
que en el Holocausto no murieron seis millones de judíos sino “sólo” 264 mil.
Bien, la Iglesia Católica sólo usó siete mil esclavos (eso lo dicen ellos) y el
obispo Lehman agregó con voz pastoral que se les había dado buen trato y que
hasta hay cartitas de ex esclavos que les agradecían a los curas el trato que
les habían dado. Idílico. Bueno, con estas cartitas podría escribirse una nueva
Cabaña del Tío Tom. La verdad es que la Iglesia Católica alemana se
aprovechó de una infamia para poder seguir teniendo sus jardincitos en orden y
sus cálices bien lustrados, y sus vendimias productoras del vino de misa al día,
y sus baños limpios y sus autos lustrados. Cuando la única reacción digna
tendría que haber sido la denuncia del régimen de esclavitud y marchar a las
catacumbas si hubiera sido necesario. Pero no, se siguió la corriente. Ahora
pagará cinco millones de marcos, que realmente son monedas para la iglesia
católica más rica del mundo, y se niega a formar parte del Fondo de
Indemnización. Pero bueno, a lo mejor dentro de diez años, un nuevo obispo
pedirá perdón por esta sagrada mezquindad.
Es que la historia no se puede comprar ni con superficiales pedidos de perdón
ni con dinero. El acompañar y bendecir con la cruz levantada la conquista
española con la matanza de sus habitantes naturales, la destrucción de
culturas y su explotación más brutal, lo mismo que con la esclavitud de los
africanos, o las cruzadas, o la quema de brujas o la Inquisición, no se olvida
con pedido de perdones, ahora, desde el balcón del Vaticano y dicho en treinta
idiomas.
En la Argentina se anuncia el pedido de perdón por parte del Episcopado “por
los pecados que cometió a lo largo de la historia nacional”, principalmente el
papel jugado por los obispos durante la represión ilegal.
Sería muy hipócrita que aceptáramos esas proposiciones verdaderamente
inmorales: perdón para la reconciliación. La reconciliación recibió en la
Argentina su golpe de muerte con la Obediencia Debida y Punto Final del
gobierno radical, en las cuales intervinieron no sólo Alfonsín sino la inmensa
mayoría de los políticos oficialistas que hoy están en el gobierno. Los asesinos
volvieron a transitar las calles, los torturadores a gozar de los productos
robados a las víctimas, los desaparecedores acontinuar con sus carreras
militares o en el comercio o en la diplomacia o en los servicios de
informaciones, o en las mafias a la Massera. Los comentaristas europeos se
burlan del criterio de “territorialidad” de la Justicia que defiende De la Rúa y sus
adláteres. Es decir, que si las víctimas de la dictadura quieren Justicia, tienen
que buscarla en el exterior, mientras en la Argentina siguen todos los asesinos
y ladrones del régimen militar protegidos ad infinitum por la ley radical.
Hace pocas semanas, el presidente De la Rúa pidió perdón –claro, no se iba a
perder la novedad– por los nazis que hizo entrar Perón en los primeros años de
la posguerra. Está bien el gesto, pero antes el señor De la Rúa tendría que
pedir perdón por los centenares de peones rurales patagónicos fusilados por el
gobierno radical en 1921-22, o por los obreros asesinados por la policía y el
Ejército durante la Semana Trágica. No, en esto los radicales no repasan nunca
la historia, o tal vez, de discutirse los asesinatos de las peonadas
santacruceñas por el teniente coronel Varela, los definirían brevemente como
“obediencia debida”. Por lo menos promover una discusión exhaustiva sobre
esos hechos en lugares de la cultura y colegios. Y en una asamblea legislativa,
el primer mandatario debe prometer que jamás su gobierno ni su partido
recurrirán a las armas para sofocar una legítima huelga obrera.
Perdón para la reconciliación pide el obispo Karlic. ¿Cómo, en un país donde
los represores siguen robando, como el caso Vergez, o haciendo negocios a lo
Sérpico Cavallo? No, primero los asesinos en la cárcel y luego se podrá ver
qué es reconciliación. La única que puede ser es aquella que castigue a los
culpables y asegure que jamás las Fuerzas Armadas puedan volver a cometer
los crímenes infames de la década del ‘70; que jamás ningún político que
ocupó cargos en la dictadura pueda ejercerlos en gobiernos democráticos; que
los legisladores que votaron Obediencia Debida y Punto Final, y los políticos
que apoyaron con su firma el decreto de Menem sobre el perdón de Videla y
sus comandantes, tengan que hacer en público rectificación de sus conductas y
reconocer el oportunismo y el gesto antidemocrático. Y solicitarles que
voluntariamente, por la salud pública jamás acepten ningún cargo que
represente a la democracia. No lo merecen.
Sí, así podrá venir poco a poco eso que los obispos llaman “reconciliación”.
Pero primero tendrían que comenzar ellos a sanear su institución católica:
publicar un documento que reproduzca la investigación exhaustiva de cómo se
comportaron obispos como Plaza, y de curas alcahuetes y soplones de los
desaparecedores, y por qué la Iglesia jamás levantó la figura del mártir Angelelli
y de tantos sacerdotes asesinados por los militares. La verdad. La verdad antes
de la reconciliación. Con la investigación de probados historiadores. No
dogmas ni bendiciones. La verdad. ¿Por qué jamás la Iglesia investigó el
asesinato del obispo Ponce de León y por qué permitió que se destruyera toda
su documentación sobre la desaparición de obreros y estudiantes en San
Nicolás? Ni el perdón ni la bendición con agua bendita. La verdad. Sólo la
verdad.
Somos todos de River
Fue tal vez la escena más truculenta del hoy argentino que –debemos
reconocer con humildad– todo lo truculento, si es argentino, tiene algo de
fantochada. Uno se dice: no puede ser. Y se imagina la escena, los rostros, las
expresiones y todo en conjunto conforma lo truculento, lo increíblemente
espeluznante. Una especie de trabucazo. La fotografía no puede darnos todos
los contornos, la verdadera esencia. Claro, lo que ocurre es que uno piensa
bien alto para captar la fantochada perversa en todos sus detalles objetivos y
subjetivos. Habría que recurrir en la historia de la pintura a Brueghel, el viejo,
que nos dejó cuadros que hoy todavía son difíciles de contemplar porque traen
con una precisión inmisericorde el lado del cerdo del ser humano: El triunfo de
la muerte, por ejemplo, que se exhibe en El Prado, de Madrid. Pero también
Hieronymus Bosch, con su alegoría de los pecados mortales, hubiera estado
muy cerca de lo que llamamos la fantochada truculenta. Para no hablar de los
dos genios alemanes de la República de Weimar, Otto Dix y George Gross, que
dejaron el testimonio fenomenal de la absoluta irracionalidad de la guerra en
pinturas y dibujos de los eternos ricos de la guerra, de los adolescentes
mutilados del frente, y de los militares, éstos con escupideras en la cabeza en
vez de cascos.
Y ahora viene el tema fantoche–truculento que ojalá algún artista plástico
argentino logre retener con sus trazos y sus tonos. Tal vez desde ya les
aconseje pintar todo de negro. Tiene que ser la mejor expresión del crimen
respaldado. El título: no puede ser otro que “Círculo Militar Argentino”. Y allí, la
asamblea de generales, coroneles y otras tiras que acaba de ocurrir. Los
rostros: caretas trágicas, algunas de vampiros estreñidos, otros de dráculas al
por mayor, pajarracos de carne podrida, gusanos gordos empachados, y
cuervos, cuervos, cuervos. Estaba el general Menéndez, el de Córdoba, sí,
Luciano Benjamín, con semisotana y puñal a la cintura, con dos velones de luz
mortecina en cada brazo. Todos los que se distinguían con una condecoración
en el pecho que los calificaba de “Torturadores” de primera, segunda, tercera,
etc., se le abalanzaban al grito de “Luciano, hermano, Luciano, hermano”. El
general Harguindeguy repartía –orgulloso– tarjetas de “ministro del proceso” y
reía constantemente a carcajadas que interrumpía imitando el rugido de una
hiena. Todos estaban y los presidió Díaz Bessone, el Menéndez de Rosario,
con las medallas represivas: desapariciones, torturas, secuestros, robos, en
ese hermoso pecho tradicional argentino. Hubo gritos, alaridos e imprecaciones
que recordaban a Franco y al conde Ciano. Todos de negro y pálidos, con un
marcial crucifijo de hierro al pecho. Oraron el “Hágase tu voluntad”. Fue cuando
el general de la Nación Genaro Díaz Bessone anunció la expulsión del general
Balza de la cofradía. Todos votaron unánimemente levantando la picana
eléctrica que llevan constantemente disimulada en su atuendo. Fue un rugido.
Después oraron. Y pasaron al lunch, de hostia y vino.
Nunca se vio en un claustro militar tal unción y tal unidad. A medianoche se los
vio salir en procesión. La luna se apagó, sólo iban iluminados por los velones
del general Menéndez, general de picana y látigo, de tiro en la nuca y golpe de
furca. Este, con voz emocionada instó a mantener unida la Santa Hermandad
de la Picana y seguir combatiendo las ideologías antiargentinas.
Fue la noticia del día. Los argentinos acabamos de comprobar que tenemos un
Santo Oficio Militar de los Torturadores que actúan como cualquier asociación
civil. Conté este episodio a un núcleo de legisladores alemanes que, claro, no
pudieron creer una cosa así. Es imposible pensar que –si vivieran– los ex
torturadores de la Gestapo, de las SS, y de los cuerposespeciales de verdugos
del nazismo, como Himmler, Kaltenbrunner, Hoess (el de Auschwitz) –que en
su mayoría pagaron sus crímenes en el patíbulo o se suicidaron o fueron a
parar detrás de las rejas– se reunieran para tomar medidas disciplinarias contra
alguien que se atrevió a criticar los métodos represivos criminales del nazismo.
En nuestro país es todo posible, a pesar de que esos crímenes del sistema de
desaparición de personas fueron demostrados en decenas de juicios y por
comisiones investigadoras gubernamentales. Aquí, en territorio argentino se
castiga con la expulsión de una entidad a quien dijo la verdad. Se lo expulsa en
acto público y por voto unánime de los que tendrían que estar para siempre
condenados y en prisión.
Pero debemos decir también que fue muy triste la reacción del sancionado. El
general Balza dijo que no le importaba tal expulsión del Círculo Militar porque
era socio de otras asociaciones, como ser, del Club River Plate, y agregó:
“campeón del siglo”. Muy tristemente superficial la respuesta cuando él tenía el
deber de honor de defender el porqué de su autocrítica del ejército y sacar a la
luz la participación en crímenes de lesa humanidad de todos los que se
erigieron en jueces en la tenebrosa reunión del Círculo Militar. Por su parte, el
general Brinzoni, que tuvo hace poco en su palco a dos de este Santo Oficio de
Torturadores -Harguindeguy y Díaz Bessone–, se conformó con un formal
arresto que al susodicho ni siquiera le hizo cosquillas. Un teatrillo
burocráticamente cínico e inmoral. San Martín, Libertador de pueblos, ¡qué solo
has quedado!
La asamblea del Círculo Militar muestra a las claras qué son la justicia y la
democracia en la Argentina. Comparemos dos hechos actuales de la realidad
de esto que llamamos democracia: a los torturadores y asesinos de uniforme
de la dictadura militar se los mantiene en libertad y se les permiten asambleas
en el edificio de Plaza San Martín, pero de los civiles presos de La Tablada, ni
siquiera se ha perdido un minuto en discutir las resoluciones de la Comisión de
Derechos Humanos de la OEA. Para el honor internacional de la Argentina esta
es y será una vergüenza duradera. A los que gobiernan no les importa dar
importancia a la discusión de los derechos humanos en el orden
interamericano. Parecemos una republiqueta africana o una islita de Fidji o las
planicies de Jolo. Todos los políticos argentinos –salvo rarísimas y nobles
excepciones– ni se tomaron el trabajo de averiguar por qué hay presos en
huelga de hambre. No, se van a cenar al restaurante de los que pueden, el
“Buenos Aires News”, con música de Shakira. El ministro de Justicia, Gil
Lavedra, repite a quien lo quiera escuchar que no habrá amnistía para los
civiles de La Tablada. Para qué dice eso si nadie le pidió ninguna amnistía, lo
que hay que discutir y aprobar es el hecho de que a esos detenidos no se les
dio el derecho a la apelación y que fueron sometidos a torturas, mientras otros
de sus compañeros fueron fusilados o desaparecieron de acuerdo al sistema
que hicieron costumbre trágica las fuerzas armadas argentinas en la década
del setenta.
A la bancada peronista no le interesa el documento de la OEA. El Gobierno, por
su parte, no tiene un criterio formado y pareciera darle lo mismo que los presos
se mueran de hambre y que una ley totalitaria siga rigiendo los destinos del
país aunque esté en contraposición de la legislación continental.
No, el Gobierno tiene la obligación de dar la palabra, de definirse. No le
podemos contestar a la Comisión de Derechos Humanos de la OEA que no nos
importa el problema porque somos todos de River. Hay que ser leales a los
principios de la dignidad y de la democracia. Con superficialidad y doble
mensaje no vamos a asegurar jamás una sociedad que supere nuestra
tradición de crímenes, torturas y corrupción.
Inocencio y Woitila
El cielo bajo y plomizo, la lluvia fina que moja más que un aguacero. Los
bosques alemanes del invierno están sombríos y llenos de espíritus que se
asoman entre los árboles para no perderse detalles de los pocos humanos que
no se sabe qué buscan por los senderos negros de hojas secas. Hace más de
veinte años, en tiempo del exilio, recorríamos estos mismos bosques con
Osvaldo Soriano. Durante todo el camino no encontramos a nadie, y al volver,
las calles del pueblo también estaban vacías. La soledad era tan grande que
Soriano dijo una vez, de pronto, en voz alta: "Han muerto todos los alemanes".
Como acostumbraba, de inmediato elaboró una tesis, y yo sabía que él a sus
tesis repentinas después las convertía en cuento o novela. Según su teoría, los
alemanes se morían todos en invierno, pero reaparecían en primavera para
hacer la guerra. Traté de explicarle que no era tan así, que salían a veces
antes, por ejemplo, para Carnaval, donde, en la zona del Rhin, los hombres se
disfrazan de soldados del tiempo de Napoleón. Hace dos siglos lo hicieron para
burlarse de las tropas francesas de ocupación. Y hoy continúan con la tradición
carnavalesca. Le pareció bueno el detalle y me prometió que iba a hacer
resucitar a los alemanes en Carnaval, por cinco días. Ojalá haya dejado escrito
esa idea y que Christine, su compañera, lo encuentre entre sus papeles justo
ahora que se cumplen los tres años que nos dejó.
Pero en este invierno los alemanes no se murieron, están eso sí muy
deprimidos discutiendo hasta el agotamiento total algo que no pueden
explicarse, pero que se cierne como una tormenta que amenaza con quebrar la
fe en los que mandan: el tema del lavado de dinero y de las coimas que pesa
sobre Kohl y sus adláteres. El partido de la Democracia Cristiana se cae a
pedazos y cada vez más muestra que toda su estructura está podrida hasta la
médula. Después de lo que ha pasado, quién le va tener confianza a quién, si
el pueblo votó durante casi diecisiete años a Helmut Kohl y se descubre ahora
que se burló de todos, que manejó el dinero --millones-- en provecho de su
poder y que coimeó en lo peor que puede hacer un representante de algo que
quiere llamarse democracia: la venta de armas. Armas. Un país que hace poco
más de medio siglo caía vencido en la guerra más sanguinaria de la historia,
con millones de muertos, ciudades destruidas y pisoteando los derechos
humanos hasta el hartazgo. Pero no sólo están los tanques vendidos a Arabia
Saudita y a Turquía sino también la más que dudosa adjudicación de los bienes
de la ex Alemania del Este a consorcios extranjeros al mejor postor (de
coimas).
Pero salgamos del microclima de la gran tormenta política y no perdamos de
vista otra discusión que actualmente se desarrolla en la sociedad alemana y
que hace a un tema no solucionado y eterno en el mundo entero: el concepto
de lo militar con que tiene que regirse una sociedad.
Vayamos por paso: el ejército alemán actual, la Bundeswehr, fue un producto
típico de la Guerra Fría. Se creó en 1956 a instancias de las potencias
occidentales. Y se creó contra la voluntad del propio pueblo. Recuerdo bien
esos años primeros de la década del cincuenta que viví como estudiante en
Hamburgo. Me acuerdo el clima contrario de la juventud a la creación de una
fuerza armada. Salíamos a la calle a la protesta: casi todos esos jóvenes
habían perdido sus padres en la guerra de Hitler y a sus abuelos en la guerra
del Kaiser. Finalmente se aprobó la ley de creación de un nuevo ejército, pero
se dio la posibilidad a todos aquellos jóvenes que no querían cumplir un año de
servicio militar obligatorio, a hacer un período más largo en un servicio social:
como atención de enfermos en hospitales, cuidado de la ecología, ayuda en
escuelas y jardines infantiles, en hogares de ancianos, con discapacitados, etc.
Para ser liberado del servicio militar necesita el joven demostrar por qué no
quiere hacerlo y dar razones éticas e ideológicas suficientes.
Pero, en la década del setenta esa solución comenzó a presentar problemas: la
disminución de la natalidad y el aumento de los jóvenes que prefieren el
servicio social y no el de las armas hizo que se temiera que no se pudieran
completar las trescientas mil plazas de soldados que tienen las fuerzas
armadas.
Y entonces, adivine lector, a quién se recurrió para tapar ese agujero. Sí, a la
mujer. Es interesante leer la información oficial del ejército alemán sobre la
decisión de recurrir al denominado sexo débil: "En 1981 investigó una comisión
la necesidad de personal de las fuerzas armadas a raíz de la problemática de
los pocos nacimientos. En 1982, la comisión recomendó investigar entonces la
posibilidad del ingreso voluntario de mujeres en los servicios sin armas sobre la
base de la igualdad de derechos de hombre y mujer". Lo oportunista del
lenguaje lo dice todo. Fue así como entraron mujeres en los servicios de
sanidad y de música. A los cuerpos armados no se los podía mandar porque la
Constitución alemana había establecido este principio: "Nuestro concepto de la
naturaleza y del destino de la mujer prohíbe su servicio con las armas". Hasta
que una joven, Tania Kreil, inició juicio porque ella quería ser miembro del
ejército en los cuerpos armados. Mientras miles de varones se negaban a
engrosar las filas de los uniformados, ella tomó la posición contraria. Y acaba
de triunfar en la Corte Suprema Europea que ha dictaminado que debe
posibilitarse a las mujeres el servicio militar con armas. El ejército saludó esta
determinación e hizo saber que "se espera ahora un refuerzo cualitativo y
cuantitativo del Ejército Federal".
Es curioso: toda la derecha, que siempre consideró a la mujer algo creado por
Dios para el hogar, los hijos y el marido, hoy piensa lo contrario. La necesidad
hace al órgano. En cambio, la izquierda que luchó siempre por la emancipación
femenina muestra desprecio por la medida. En televisión, la representante del
Partido Verde dijo: "Estoy de acuerdo con que se levante la prohibición de la
Constitución porque a nadie se lo debe discriminar por su sexo, pero espero
que no vaya ninguna mujer a esos cuerpos. Los soldados de todas las
graduaciones son asesinos en potencia. Al ejército lo crearon los hombres y
ahora que se las arreglen ellos. No utilicen a la mujer sólo cuando la
necesiten". En cambio, fue curioso cómo un general del Ejército defendió
ardorosamente el servicio con armas para la mujer. Dijo que la mujer es igual o
mejor que el hombre y por eso se puede iniciar un principio de competencia
entre soldados hombres y soldados mujeres que va a llevar a mejorar los
servicios". Es decir, argumentos propios del capitalismo neoliberal: la
competencia, el rendimiento. Globalizar los sexos para cumplir los propósitos
de la producción. Siempre la voz del amo.
La polémica se ha encendido. Ahora, los defensores de la mujer soldado
cuentan historias heroicas, como la de la soldado americana que cuatro meses
después del nacimiento de su hijita fue enviada a Bosnia. Que cuando llegó la
orden de marcha "lloró, lloró y lloró". Pero llevó la beba a su madre y marchó al
frente. Ahora puede relatar que como única mecánica de su unidad cuidó el
convoy de camiones: "Los muchachos estaban orgullosos de mí", dice fuerte.
Pero hay voces irónicas que señalan que "antes, cuando el ejército americano
no llenaba sus plazas, las ocupaban con negros, ahora, las ocupan con
mujeres". Se traen otro ejemplos para explicar lo inexplicable: en Suecia, las
mujeres conducen tanques; en Francia, una mujer conduce un Mirage 2000 de
combate; en Noruega, una mujer conduce un submarino y en Estados Unidos,
las mujeres integran los cuerpos de ataque, los marines.
En el momento en que oía en televisión los argumentos del general a favor de
la mujer uniformada y con armas, entró Boris, mi nieto mayor, quien va a
estudiar filosofía, para mostrarme la carta que acaba de enviar a la junta militar
de servicio militar del ejército. Dice entre otras cosas: "Mi conciencia y mi razón
no me permiten prestar servicio con armas. Si bien soy ateo he crecido en una
cultura cristiana y por eso acepto muchos valores cristianos como el amor al
prójimo y el renunciamiento a la violencia. Esos valores son para la convivencia
de importancia fundamental y no deben ser dejados de lado. El imperativo
categórico de Kant prohíbe el matar, ya que el ser humano no puede tener el
deseo de que se proclame como ley general que un ser humano pueda matar a
otro. Por eso estoy dispuesto a cumplir un período de servicio social pero no
militar. Me da profunda alegría poder ayudar a otros seres humanos, pero no
aprender a derramar sangre".
Me levanto y voy al balcón a mirar el cielo. Dentro del gris hay como un brillo,
algo así como si la luz quisiera abrirse camino. Me hubiera gustado salir a dar
una nueva vuelta por el bosque, pero con Soriano, a quien le hubiera contado
estos detalles. Es posible que entonces él hubiera modificado el final de su
novela, algo así como idear una organización internacional que se robara todos
los uniformes de los ejércitos del mundo y los prestara solamente para
disfrazarse en Carnaval.
La mano en la lata
Quién iba a decir que alguna vez a estos prominentes personajes que
aparecen como modelos del mundo occidental y cristiano se les podría aplicar
aquello tan rioplatense de "meter la mano en la lata". Porque es así, el tema
actual en esta Alemania del 2000 es que primeras figuras de la Democracia
Cristiana, como el ex primer ministro Helmut Kohl, y de la Socialdemocracia,
como el actual presidente Johannes Rau, metieron las manos en la lata. El
escándalo ha causado amargura, desesperanza e impotencia. Como si ya no
hubiera en el mundo salida alguna, la sociedad global está corrompida hasta
los huesos. ¿Cómo salir de esto? ¿Quién le pone el cascabel al gato si todos,
todos, danzan al son de la melodía de los grandes consorcios internacionales?
Claro, este cronista con opinión hubiera querido enviar, como primera nota del
dos mil del Primer Mundo, algo cálido, simpático, para sonreír, ganar optimismo
y decir: bueno, vamos a tratar de no ser pesimistas, de dejarnos llevar un poco
por el lado rosa, a quedarnos un poquito en Puerto Madero y no bajar
permanentemente a villa Tachito para mirar al mundo desde allí. Les contaría
entonces que estuve en Hamburgo cuando se inició el 2000, en el puerto,
donde fue un mar de bengalas multicolores y los barcos pasaban llenos de
luces y tocaban sirenas y todos bailaban y brindaban. La vida es bella. Pero la
realidad que se vivía no pasaba por los arbolitos de Navidad ni sobre la
cohetería. Basta ver los titulares de los diarios apenas empezado el año ahí, en
blanco y negro y no en colores: el "affaire" Kohl, y que Alemania ha
sobrepasado nuevamente la cifra de cuatro millones el número de
desocupados. (Claro, pero lo negativo tiene también su lado positivo según el
color del cristal con que se mira: las estadísticas también decían orgullosas que
para las Fiestas la gente había gastado más que el año pasado. Si bien se
compensaba porque en los barrios ricos se había gastado más, y en los barrios
pobres, menos.) Y bien, si es así Dios a estos últimos los ha castigado por algo.
Nada es gratuito en la vida.
Parece todo una consecuencia matemática del sistema. Por ejemplo, ayer se
anunció que la industria de la construcción va a despedir a 40.000 trabajadores
en el curso del año. Pero aquí no debemos dejarnos llevar por emocionalidades
ya que se trata de cuarenta mil albañiles, de no gran poder de compra, de
manera que la noticia no va a afectar seriamente a la producción y venta de
productos de consumo. Dentro de todo sabiendo que esos cuarenta mil obreros
pertenecen a un país con libertad de manera que tendrán libertad de moverse
como quieren, cambiar de profesión, conformarse con su suerte, o ir a rogarle a
la Virgen Desatanudos --que como ustedes saben es de origen alemán-- o a
pasar a integrar cualquiera de las 211 sectas religiosas cristianas de origen
yanqui que tienen cada vez más éxito en este mundo globalizado para el cual
Cristo murió en la Cruz. Y sino preguntemos al obispo Dyba, de Fulda, que
acaba de decir que la culpa de todo la tienen las mujeres que abortan (tal vez
inspirado en profundos pensadores rioplatenses que con eso, gracias a la vida,
ganaron ciertas elecciones provinciales). (Como se ve, los orgullosos europeos
deben reconocer que el pensamiento rioplatense también tiene su influencia
global.)
Pero volvamos a esta primera semana europea del 2000 con huracanes
impensados, pero temidos por aquello del recalentamiento de la Tierra. El
verdadero campanazo fue Kohl, ese gigantesco coloso de carne, de dos metros
de altura y 180 kilos de peso que gobernó Alemania casi diecisiete años,
acusado de meter algo más de un millón de marcos en efectivo en una valija
producto del agradecimiento de ciertas empresas favorecidas (acción
vulgarmente llamada coima, o mordida en mexicano, o vamo y vamo según el
diccionario de vulgarismos españoles de Cristóbala Alsogaray y Juan de Dios
Alderete).
Los adeptos del ex primer ministro Kohl señalan que éste no lo hizo en
provecho propio sino en beneficio del partido. Que para el caso es lo mismo, en
cuanto a la transgresión de las leyes y del decoro público. Además no es tan
así, porque si bien fue para el partido, ese "bimbes" (palabra del lunfardo
alemán que significa guita o tagui) se repartió solamente entre los comités y
otras organizaciones que en las internas apoyaron al ex premier. Es decir, tan
inmoral como quedarse con el bimbes. Porque con ese bimbes se aseguraba el
poder. Y, sin ninguna duda se lo aseguró, porque batió todos los records de
permanencia en el cargo. Pero esto es sólo la obertura de la sinfonía macabra,
porque pesa en el aire la pregunta: ¿qué empresa o quiénes están detrás de
los doce millones de marcos que la organización demócrata cristiana del
Estado de Hesse recibió de "muertos sin nombre" desde 1989 a 1996? ¿Y para
qué la secretaria de Estado Agnes Hürland-Büning --la funcionaria preferida de
Kohl-- recibió ocho millones de la empresa Thyssen en carácter de
"consultora"? Pero donde ya se percibe que los descubrimientos de valijas con
dinero en efectivo van a seguir sin término es cuando se comience a investigar
la venta al mejor postor que se hicieron de las ex empresas de la antigua
Alemania comunista. La venta de la refinería de Leuna Werke, por ejemplo, que
se hizo por presión del primer ministro Kohl al consorcio francés Elf, ha caído
bajo la investigación de la Justicia alemana porque existe más que la sospecha
que la caja negra del partido de Kohl recibió varias de esas valijas negras con
dinero en efectivo. Hoy, la jerga popular denomina a Kohl "Kohleone", jugando
con el apellido de El padrino.
En el caso del presidente socialdemócrata Johannes Rau el asunto es mucho
más pequeño, porque se lo investiga de haber aprovechado para uso personal
viajes de aviones de una empresa financiera. El hecho es pequeño, pero tiene
repercusión ya que Rau es un hombre fuertemente ligado a la Iglesia
Evangélica.
El "affaire" Kohl deja dos enseñanzas. La primera, lo nocivo que para la
democracia fue tener a una persona dieciséis años en el poder. El primer
ministro Schroeder salió a la palestra para dar un primer paso: señaló que el
sistema parlamentario no debería permitir bajo ningún concepto que un político
esté más de diez años en el poder en ese cargo. Porque se llega a enquistar
todo un equipo que le responde a ciegas y ya todos se comienzan a
acostumbrar a obedecer. (Los argentinos sabemos muy bien por amarga
experiencia todo aquello de la reelección, más el fantasma del regreso en el
2003. En esto se nota lo fatídico y lo irresponsable del acuerdo Menem-
Alfonsín en la llamada "constitución de Olivos").
La iniciativa de Schroeder es positiva y es un paso adelante, sin ninguna duda,
pero no es todo. El problema fundamental aquí no es Kohl, sino el sistema que
domina al mundo. ¿Se logra algo castigando a Kohl? Sería sólo cuidar la
fachada. Lo fundamental es saber quiénes son los todopoderosos que pagan
las coimas en la sombra, cómo es posible que empresas que cometen delitos
así para tener cada vez más poder salgan apenas castigadas con alguna multa
o con la renuncia de tal o cual miembro del directorio. Porque, si fueron
capaces de comprar al primer ministro y con él al partido del gobierno, ahora,
que ha quedado todo en descubierto, ¿no serán capaces esos mismos poderes
económicos de comprar la Justicia y hasta los medios para tapar los delitos?
¿Quién puede dar seguridades en un sistema así?
Esto es la buena enseñanza que se puede obtener en Alemania, que la
sociedad toda diga en voz bien alta: esto no es democracia, éste es un sistema
capaz de corromper todo, de manejar a sus instituciones como les parezca
beneficioso a sus intereses. Aquí hay que comenzarse a preguntar quién
financia los partidos políticos y cómo se financian. (Los argentinos tenemos que
hacernos la misma pregunta, y si es democrático que los dos partidos
mayoritarios reciban millones mientras a las iniciativas populares de los
desheredados se les envía la Gendarmería.)
Año dos mil en el Primer Mundo occidental y cristiano. ¿Está todo dicho y ya es
imposible reaccionar contra el poder agobiante del dinero? La historia nos
demuestra lo contrario. Veremos qué pasa, si el pueblo alemán se conforma
sólo con que haya una amonestación parlamentaria contra Kohl o exige que se
investigue hasta sus últimas consecuencias y se proceda después a armar una
sociedad donde todos tengan el mismo poder, que quiere decir, los mismos
derechos. Y dejarnos de decir que vivimos en democracia cuando en realidad
vivimos en plutocracia, que lisa y llanamente significa el gobierno de los ricos,
que no son otros que los que tienen el verdadero poder.
Un nuevo triunfo de la historia
Tengo un sueño en este primer día de gobierno completo del señor De la Rúa.
El sueño consiste en que en este año que se abre, el dos mil, el nuevo
gobernante se acerque a las tumbas masivas de obreros fusilados en la
Patagonia en 1921 y pida perdón en nombre de su partido. Porque fue
Yrigoyen, un radical, quien dio la orden de la represión, y fue un oficial radical,
el teniente coronel Varela, quien llevó a cabo la matanza. Hasta ahora los
radicales --luego de votar en 1922 en el Parlamento en contra de una comisión
investigadora de los hechos patagónicos-- siempre guardaron silencio ante la
tragedia. Yrigoyen se calló la boca, Alvear miró para otro lado, Balbín dijo que
estaba muy ocupado, Illia respondió que la iba a estudiar y Alfonsín respondió:
"no me consta" en el film del cineasta gallego Xan Leira sobre la matanza.
El jueves a la noche estuve en el local de la FORA, en Barracas. Viejos rostros
de luchadores, paredes que recogen debates obreros desde hace muchas
décadas, estandartes sindicales, el color rojo y negro del anarquismo. Allí
fuimos a informar que una calle de Río Gallegos se llamará en el futuro "Juan
Esteban". No es que a los anarquistas le interesen nombres de calles para sus
mártires, pero es que un hecho así sirve de reconocimiento del crimen infame
que cometieron los poderes en 1921 y 22 contra los trabajadores rurales que
se levantaron en la Patagonia por un poco más de dignidad. Más cuando, en la
aprobación del nombre de esta calle intervinieron ediles del partido radical.
La reivindicación de la lucha obrera en estas tierras sureñas continúa sin
pausa. Los obreros rurales habían sido sepultados no sólo por las balas del
Ejército argentino sino por toneladas de papel de la prensa de esos días que
veían un "levantamiento antinacional" en la presentación de un petitorio por
mejores condiciones de trabajo. Claro, el tiempo dejó en claro la mentira de los
políticos cobardes, de militares sanguinarios, de empresarios ávidos, de una
Iglesia silenciosa que no vio nada, no escuchó nada y al parecer ni siquiera
leyó los diarios de la época. Y pese a todo, la Historia hizo triunfar la verdad, se
impuso la ética.
Juan Esteban tenía apenas 17 años y actuaba de estafeta entre las columnas
huelguistas que marchaban por el extenso territorio santacruceño. Fue
detenido en un camino por las fuerzas del capitán Viñas Ibarra. El soldado
clase 1900, Ramón Octavio Vallejos, que intervino en los fusilamientos, relató
cincuenta años después de los hechos lo que sucedió: "A los peones rurales
detenidos los llevamos todos a la estancia de un inglés. Aquello parecía más
bien un arreo. Se sentía un solo quejido en la peonada por los palos y
rebencazos que les propinábamos. Los rebenques que usábamos eran de tres
argollas. En las estancias se hizo una clasificación de los más peligrosos de
acuerdo a una lista que dio el estanciero inglés a nuestro jefe. Los pusimos en
cepos que creo estarían allí ya que nosotros esos artefactos no los llevábamos
ni los fabricamos, pero en las estancias siempre los había. No se les hizo
sumario antes de fusilarlos porque por lo general las ejecuciones se efectuaban
casi enseguida de tomarlos prisioneros. Juan Esteban fue fusilado con otros
dos. Me llamó la atención la guapeza de este chico, pues cuando se vio ante el
pelotón le gritó '¡asesino!' al jefe (que era el teniente Frugoni Miranda), luego
cayó; uno de los balazos le había roto la lengua. La verdad es que cuando uno
es soldado no le teme a la muerte ni se sienten mayores sentimientos ya que
se nos prepara y se nos predispone para matar, pero la muerte de este
muchacho me produjo una honda aflicción que me cuidé de manifestarles a mis
superiores. Después del fusilamiento, el cabo Sosa, estando conmigo, escupió
a los muertos. Le pregunté con rabia ¿por qué escupe a los muertos? No me
respondió ni tampoco hizo valer su condición de superior para hacerme
castigar".
En Río Gallegos, en 1971, 50 años después del fusilamiento del adolescente
Juan Esteban en la estancia La Anita hablamos largamente con Vicente
Esteban, uno de los hermanos de la víctima. Todavía conservaba con devoción
las fotos de quien fuera su hermano mayor. Juan Esteban había nacido el 13
de julio de 1904, es decir que al ser fusilado tenía 17 años. Era argentino,
nacido en Río Gallegos, hijo de Juan Esteban, español, y de Carmen Villegas,
chilena. Este matrimonio tuvo siete hijos. En la huelga de 1921 y luego del
fusilamiento de su hijo, el padre debió esconderse por muchos meses. La
madre quedó sola al frente de la numerosa prole, sin sostén alguno, haciendo
trabajos de planchadora de lustre para dar de comer a sus hijos en ese invierno
de 1922, con temperaturas de 35 grados bajo cero. La madre sufrió muchísimo
cuando se enteró del fusilamiento de su hijo, sus cabellos encanecieron en
pocos días. El primo del adolescente muerto, de nombre Julio Ferrer --que
contaba 18 años--, se ofreció a morir en lugar de Juan Esteban. Lo hizo porque
él no tenía madre y sabía que su tía iba a sufrir mucho con la noticia del
ajusticiamiento de su primogénito. Pero el capitán Viñas Ibarra lo hizo retirar.
Este gesto del joven Julio Ferrer nunca fue olvidado por la familia Esteban.
Claro, todo esto no se arregla con el nombre de una calle. Pero ya es algo. Por
lo menos es romper el silencio cómplice que guardaron todas las capas de la
sociedad durante setenta y ocho años. Aquí tienen que recapacitar por sobre
todo los docentes. Preguntarse: ¿por qué no se enseñan en nuestras escuelas
y en nuestros colegios todos los esfuerzos que se hicieron en la humanidad
para vivir con más dignidad? Hablar de los obreros, por ejemplo, que lucharon
por las ocho horas de trabajo, es decir, contra la explotación del hombre por el
hombre, ¿no estaban luchando acaso al mismo tiempo contra la violencia de la
sociedad? Ellos querían tener más tiempo para estar con sus seres queridos,
pero también para la cultura, para gozar de la naturaleza, como lo repitieron mil
y una vez en sus carteles, volantes, asambleas y folletos. Por ejemplo, esa
cláusula de los peones patagónicos que querían que los estancieros
emplearan, antes que a los solteros, a los trabajadores casados o con
compañeras "para ayudar a poblar las tierras patagónicas", ¿no era acaso un
paso hacia la dignidad? ¿No lo hacían acaso para que el estanciero no siguiera
manejando como títeres a los peones solteros que cuando cobraban se iban a
los puertos a emborracharse y a gastarse en dos días en los prostíbulos y
casas de juego todo el dinero ganado en un año, para volver sin un peso a las
estancias y ser manejados como esclavos por los administradores? ¿No se dio
cuenta de ello por ejemplo la Iglesia Católica --tan empeñada en cuidar la
virginidad de María-- que eso era un paso hacia la virtud humana y en contra
de la degradación? ¿Acaso cuando los estibadores en 1907 exigieron que el
peso máximo de las bolsas para hombrear fuera de sesenta kilos y no de
ochenta no lo hacían por la salud de sus espaldas, molidas ya a los treinta
años de edad? ¿Por qué se les metió bala en Ingeniero White si exigían algo
que después fue admitido? ¿No era su pedido un paso adelante en la
convivencia humana? ¿Por qué hay que aprender en la escuela quién ganó la
batalla de Pavón o la de Cepeda y no el nombre de los obreros y el año que
consiguieron que se eliminara el trabajo nocturno de las mujeres y la
explotación de los niños en nuestra sociedad occidental y cristiana? ¿Por qué
se cantan romances al fusilador general Lavalle y no a los obreros muertos en
tantas luchas contra la desocupación? ¿Por qué esta perversión de la
racionalidad, del derecho y del respeto solidario?
Ojalá que muy pronto en todas las escuelas primarias y secundarias se estudie
la historia de los movimientos humanos en pro de la justicia y de la vida,
principalmente todo lo que lograron los más pobres de los pobres usando esas
dos palabras maravillosas del vocabulario de la ética: solidaridad y altruismo.
Orden y Seguridad
Un joven de unos veinte años con facciones de clase media alta me puso los
folletos en la mano y me dijo: "Aquí está la verdad". Estábamos justo frente al
Congreso. Los poseedores de la verdad tenían una mesita en lo que fue
aquella Confitería del Molino. "Aparecieron de nuevo", me dije. Son los del
partido de la Muerte Próxima. Oficialmente "Partido Nuevo Orden Social
Patriótico". Y pensé en los Ruckauf, los Rico, los Patti y en el decadente Bussi,
el angurriento tragaldabas del horror, de picana y cuenta en Suiza, desde matar
a un indefenso a sogazos hasta pasarle el recibo incluso a los maestros
muertos, mientras su hijo, con sonrisa de querubín gracioso, trata de salir en
todas las fotos y quedarse por lo menos con el vuelto. Un país milagroso y de
milagros. La constelación del futuro: Ruckauf, Rico, Patti. (En una
interpretación genial, el filósofo León Rozitchner [*] pone esta frase: "Juntemos
las tres caras y el horror se unifica en una sola mueca de amenaza: miremos
juntas las caras de Patti, de Rico y de Ruckauf, y si le agregamos la aureola de
aquella sacralidad eclesiástica tendremos un identikit del fantasma del
resurgente pasado".) La constelación del futuro sobre la base de la
constelación del pasado.
Pero volvamos al joven con facciones de clase media alta. Es de la "Legión
Argentina", la sección juvenil del partido nazi en la Argentina. Su revista se
llama Lealtad y Lucha. (Fíjese el lector, aquí cabe la pregunta: ¿lealtad a
quién? ¿Al que se cotiza?) En la tapa, un dibujo de un matasiete disfrazado de
SS pisando cabezas de judíos que llevan carteles con todos los pecados:
"corrupción", "drogas", "mafias", "pobreza", "degeneración", "usura",
"delincuencia". (Cuando, en sí, esos carteles deberían llevarlos los "leales".)
Las secciones del partido llevan el sugestivo nombre de "Grupos de tareas".
Está todo dicho. Los protegidos de siempre. Los gastos reservados. No
esconden nada. Lo dicen en su diario: "No permitiremos que nada ni nadie nos
detenga en la recta e inmodificable lucha por un Nuevo Orden Nacional,
Socialista, popular no marxista". Quítele la coma entre nacional y socialista y
queda el trasero al desnudo. Por supuesto, son los que alimentan los miedos. Y
no podía ser de otra manera, para ellos, los "leales", los culpables de todas
nuestras desgracias vienen de otros países latinoamericanos, los más pobres
de los pobres. En un artículo en el que exigen "Inmigración restringida" dicen
textualmente: "La mayoría de los ilegales que vienen no sólo inundan el
mercado con mano de obra barata sino que vienen y como no pueden pagar el
alquiler hacen villas y cometen delitos penados por la Ley, como el robo de
líneas telefónicas, luz (electricidad), y gas entre otros. Aparte de robar dan muy
mala imagen a la ciudad. Y encima, después de un año, que ahorraron plata,
se la llevan a su país, y chau plata. Por lo tanto son consumidores, destructores
y eso no necesitamos, lo que necesitamos es gente que venga a aportar a la
Argentina".
Es decir, los bolitas son los culpables de todo. Pero Ruckauf nos va a defender.
Lo dijo bien claro en eso de meter bala. Y ya estamos cada vez mejor con Rico
y con Patti para derrotar definitivamente a la negrada y a la indiada. ¡Bandera
argentina al tope! Ya lo hizo Bussi en Tucumán que mandó a la selva a los
ciegos, a los cojos, a los mancos, a los chagásicos, a los limosneros, a los
tarados, a los crotos para que se los comieran los escorpiones y la inyección de
cianuro se las dieran las yararás. Porque sí, señor, las selvas tienen que servir
para algo, pueden ser nuestros Auschwitz naturales. ¿Por qué no? Patti, Rico,
Ruckauf, bajo la inspiración de Bussi, el general premiado por el representante
del Papa, monseñor Pio Laghi, quien viajó especialmente a Tucumán durante la
represión para felicitarlo junto al general Acdel Vilas "porque están defendiendo
los principios de Dios, Patria y Familia". Y los exhortó a tener "valor y
subordinación, lealtad, serenidad de espíritu" al mismo tiempo que invocaba al
Altísimo para que "haya paz y orden en esta tierra de Dios y la Virgen". (El
lector podrá gozar de estas excelsas palabras en los diarios argentinos del 15
de junio de 1976.)
Lo paradójicamente irónico es que quien firma el editorial contra los
trabajadores latinoamericanos "ilegales" es el miembro de la "Legión Argentina"
Emiliano Buonocore. Por el apellido debe ser un descendiente de aquellos
trabajadores italianos que llegaron a este país a trabajar. Tal como hoy, esos
trabajadores fueron denigrados por los órganos del poder con calificativos
irreproducibles porque "venían a cambiar el idioma y las costumbres del país".
Además portaban ideas "extranjerizantes" y eran anarquistas y marxistas, y por
eso se les aplicaba consecuentemente la Ley de Residencia, la 4144. Pero lo
que no dicen los libros de la historia oficial es que esos obreros lucharon a
pecho descubierto contra las armas oficiales para conseguir las leyes
fundamentales de la dignidad humana: las ocho horas de trabajo, la protección
de la mujer y el niño en la fábrica, el derecho a la cultura y a la salud. A ellos
debemos esos principios que hicieron avanzar a la humanidad.
En los últimos días de las elecciones circuló una foto de Ruckauf en la que se
lo ve comulgando de rodillas. Y para que quede bien claro él declaró que su
familia desde hace tres generaciones es católica. No sea que lo vayan a
confundir. El vocero de la "Legión argentina" explica que se han hecho pintadas
con los lemas: "Argentina o muerte", "Argentina vencerá" (Aquí cabe una
pregunta: ¿cuál Argentina?, la de Gostanian y Menem, la de Patti y Rico, la de
la obediencia debida y punto final, la de Dios y la Virgen, o la de los bolitas,
perucas y antiargentinos marxistas?) Seguimos con los lemas: "El Partido
Nuevo Orden Social Patriótico contra la alianza marxista", "Por la dignidad y el
trabajo argentinos".
Hace más de veinte años, los integrantes de estas "vanguardias antimarxistas"
pasaron a integrar los "grupos de tareas" de la desaparición de personas.
Ahora están ganando de nuevo altura. Ponen como su héroe máximo a Juan
Manuel de Rosas y como su fecha patria al 17 de octubre, de la cual dice:
"Ante la gloriosa epopeya del 17 de octubre de 1945 que marcó la historia de
nuestro país, estamos hoy convencidos de que dicho ideario basado en los
pilares de la defensa de la Patria debe hoy tener más vigencia que nunca".
Todo es posible.
Mientras estos elegidos de Dios y de la Virgen tienen plata para lujosas
publicaciones nuestra sociedad no es capaz de dar enseñanza bilingüe de los
auténticos hijos de la tierra argentina: los pueblos originarios. En Salta, los
niños wichis, kollas, chiriguanos, tobas reciben compulsivamente la enseñanza
en castellano, lo que crea inseguridad y ausencia. No hay plata para capacitar
a maestros bilingües. (A pesar de que se firmaron documentos oficialmente en
que se les reconoce ese legítimo derecho a esos verdaderos hijos de esta
tierra.) Pero la culpa la deben tener las ideas marxistas y extranjerizantes. Por
eso es mejor protegerse. La línea Ruckauf-Rico-Patti nos trae seguridad.
¡Cuántos versos habrán pasado por ese cerebro lleno de sueños que la
naturaleza resolvió poner en la cabeza de Juan Gelman! Lo recuerdo joven
cuando dialogábamos con aquellos poetas mayores que nos quedaron en el
recuerdo luminoso, Raúl González Tuñón y José Portogalo, ellos con la
nostalgia y la lucha: aquél como un muchacho eternamente curioso, éste,
siempre como un campesino furioso que está por partir al frente de Teruel para
derrotar a sus enemigos constantes: los ricos, los milicos, la cana, los
alcahuetes, los soplones, los curas gordos. Y Juan Gelman, un muchacho
silencioso, pero con mil versos impresos en páginas blancas. Esos años
cincuenta, con aquel general Aramburu fusilando al amanecer en la madrugada
fría y el país dolido, aterido, y aquel Juan Gelman dispuesto a interpretarlo, a
ayudarlo metiéndose en la poesía de la acción y en la acción de la poesía,
como se decía en aquellos tiempos llenos de espera.Después vino la
participación, el no negarse, en estar en la primera fila. Prefirió la definición a la
poltrona semisabia de los que hablan de la tristeza a la juventud con voz
engolada, o con gesto mediático de que hay que votar porque el país necesita
un De la Rúa o un Duhalde. Gelman tomó el camino digno de las posibles
equivocaciones, pero del decir presente.Lo recuerdo en aquel encuentro en
Alemania, ya en tierras del exilio pero no de la derrota última sino del tomar
nuevas fuerzas. Hicimos juntos apenas un pequeño libro que se llamó Exilio, él
todo poesía; yo llené de datos y registros al lector. Después el regreso. El barco
en el dique de carena para partir de nuevo. La ballena blanca incitándonos con
sus juegos más alá y más acá del horizonte. (“Porque mi tierra es única, no la
mejor, es única”, escribiste). Y volvimos, pudimos volver, aunque nos habían
prometido –uniformados de dedos gordos y anillos de oro y pistola al cinto– que
“nunca más íbamos a pisar el suelo de la Patria”). Volvimos. Pero ese regreso
había sido distinto: nos diferenciaba cruelmente la suerte. Juan, el poeta, había
perdido a su hijo, y a aquella nueva hija que te trajo tu hijo a quien embarazó
para darte un nieto. Los milicos de Videla y Massera habían asesinado a tu hijo
de un tiro en la cabeza. Los uniformados, como siempre, trataron de matar a la
poesía asesinando al hijo del poeta. Un tema para Esquilo. Para Shakespeare,
para Von Kleist. Porque fue así y no hay símbolos en esto: siempre negaron la
poesía y cuando tuvieron ante sí a la mejor criatura del poeta intentaron
borrarla. Un balazo. No ya destruir la solidaridad o el altruismo. No, la poesía.
Pero es más, intentaron destruir la vida: secuestraron aquella nueva hija, la que
llevaba en su vientre el milagro de toda alegría: el nieto del poeta. Inenarrable
la bestialidad. Inenarrable la perversión. Inenarrable la crueldad: esa nueva hija
del poeta fue secuestrada, llevada al Uruguay por los esbirros mercenarios de
la otra orilla. Allí se le quitó el hijo. El Nieto del Poeta. Ladrones de la vida,
cobardes, sórdidos disfrazados con el uniforme de la vergüenza. Vergüenza
que llevarán pegada durante todos los siglos.¿Dónde está el Nieto del Poeta?
Sanguinetti, el actual presidente uruguayo, lo sabe, pero si no lo quiere saber,
lo puede saber. Claro, eso necesita coraje civil, tener estirpe de estadista noble.
Hasta ahora se ha callado la boca. Mandó un débil: “Me voy a ocupar”. Dése
prisa, señor presidente, deje todo lo que está haciendo y, si es demócrata,
encare usted mismo la investigación. Usted conoce los nombres de todos los
militares uruguayos responsables, usted sabe quiénes delinquieron contra lo
más sagrado: contra el acto de dar a luz y robar el fruto de los frutos. Robarle el
Hijo a la Madre. Para después hacer desaparecer a la madre. Mentes sucias,
manos sucias, la hez de la creación, los que no llegarán a conocer jamás el
paraíso. Tiene tiempo todavía, señor presidente Sanguinetti, antes de irse. No
deje la mancha que lo va a seguir siempre: la cobardía del burócrata, del
cómplice por estirpe de lameculo; del secuaz por conveniencia. Arroje todos los
trapos sucios y ponga el pecho desnudo para la verdad, para la verdadera
nobleza.Nuestro general Balza continúa haciéndose tímidos golpecitos de
pésame al pecho para disimular el encubrimiento. Ensaya pasos de baile y
genuflexiones de reclinatorio para esconder la torva tropa de asesinos que lo
miran desde la penumbra. Habla con voz aflautada de “excesos” para cubrir el
estercolero que es su institución toda. La cueva de los asesinos ha sido
limpiada con crema desodorante, pero el hedor putrefacto de la cobardía
máxima lo acompaña en cada uno de sus guiños de piolada ganadora de
tiempos.Todos los abuelos, todos los hijos y todos los nietos vamos a salir en
búsqueda del Nieto del Poeta. Y lo hallaremos.Saramago ha escrito estas
generosas palabras desbordantes de sabiduría: “Doctor Julio Sanguinetti:
ayude a Juan Gelman, ayude a la Justicia, ayude a los muertos, a los
torturados y a los secuestrados ayudando a los vivos que los lloran y los
buscan, ayúdese a sí mismo, ayude a su conciencia, ayude al nieto
desaparecido que no tiene, pero que podría tener”. Y el docto historiador
Hobsbawm le dice al presidente uruguayo: “Solamente usted puede dar una
respuesta definitiva. Lo insto muy respetuosamente a hacerlo”.¿El presidente
electo argentino Fernando de la Rúa también nos va a ayudar a encontrar al
Nieto del Poeta? O se seguirá escondiendo en la vergüenza que significa haber
dado el sí a la ley más felona que conoce la humanidad: el libre albedrío para
los peores asesinos de siglos, la mano levantada como saludo fascista para dar
piedra libre a torturadores, secuestradores, ladrones, asesinos. Obediencia
debida y Punto final. La felonía de los llamados demócratas. Los nombres que
la votaron quedará en las piedras milenarias de la vileza de los que no merecen
el nombre de humanos. ¿Qué harán aquellos aliancistas que no votaron esas
ignominias pero que hoy acompañan en el poder a los que intentaron impedir el
camino de la Justicia? Nos acompañarán a encontrar el Nieto del Poeta o se
esconderán en la roña constante de la burocracia y los cargos?Es muy
conocida y repetida aquella frase nacida en la sabiduría popular que señala
que “quien ha matado a una persona es llevado al tribunal antes que quien es
el asesino de cien mil seres humanos”. Pero a esto le podemos contraponer
esta otra sabiduría de los pueblos: “El pasado no termina jamás”. Pese a
indultos, obediencias debidas, puntos finales; pese a repentinas declaraciones
“nacionalistas” de los Jaunarena y los Menem de que los asesinos sólo deben
ser juzgados en jurisdicciones nacionales, cuando justamente ellos pisotearon
la Justicia con las miedosas leyes de la impunidad. Y el ansia de justicia está
saltando fronteras. Ya no bastanlos arreglos entre asesinos y paniaguados que
terminan siendo secuaces del ultraje.El poeta Juan quiere conocer a su nieto.
Vamos a darle la mano y formar en la primera fila. Porque no puede haber otra
dimensión de la dignidad: ya que cuando, radiante, del fondo de los jardines
florecidos aparezca sonriendo el Nieto del Poeta, volverán de sus manos todos
los nietos inhallados. Y se alegrarán los abuelos. Y los padres ya podrán
descansar para siempre porque se sabrán presentes.
Setentisiete años
¿Alguien se puede imaginar que una ciudad alemana estuviera gobernada por
un guardián de Auschwitz o un torturador de la Gestapo? Más aún, ¿alguien
podría imaginarse que ese guardián de Auschwitz o ese asesino de la Gestapo
hubiese sido elegido por los habitantes de la propia ciudad para que la
gobernara? Tal vez un novelista de best-sellers podría imaginarse una cosa así,
pero, claro, el protagonista por lo menos habría cambiado de identidad antes
de reiniciar su vida con un puesto político después de haber ejercido el cargo
de verdugo.En nuestro querido país esto no sólo es posible sino mucho más.
La realidad tiene una imaginación que supera en cuotas exuberantes al
legítimo realismo mágico caribeño. Aquí no sólo se lo elige por voto al verdugo,
sino que justamente se lo elige por eso, por su calidad de verdugo, y además
sin disimulos, con su legítimo nombre y apellido. Vienen azorados periodistas
extranjeros a preguntar si esto es cierto en tierras del Plata. Sí, sí señor, es
cierto. Es el milagro argentino. A uno de esos elegidos, un verdugo mayor e
implacable, le fue mal por incapaz y ladrón, pero el capítulo Bussi quedará
como el más vergonzoso de esa provincia que alguna vez proclamó aquella
independencia que lograron las almas buenas de 1816. Hay otros verdugos,
por ahí, desparramados, pero el más macarrónico es un policía, se llama Luis
Patti y es intendente de Escobar. Subcomisario. Sub. Este personaje de la
subfauna argentina de la generación del ‘76 tiene una teoría muy ética y
cristiana: señala a quien lo quiere oír que a los delincuentes –para que
confiesen– hay que convencerlos a patadas en “el traste”. Sí, el subcomisario
Patti, intendente de Escobar por obra y gracia de las familias bien y cristianas
de esos parajes, cresta de un lumpenaje que va de quien puede pagarse rejas
para su country a quienes atravesados por la miseria alargan la mano; el
subcomisario Patti, decíamos, emplea la palabra “traste” –y no culo, que ya es
una palabrota como diría sonriente Borges– porque sus padres le enseñaron
urbanismo y es un vocablo por el cual no necesita ir al confesionario para pedir
perdón por boca sucia. Patti es un derivado de la picardía criolla hecho
sandwich para los productos globalizados de la actual moral internacional a la
mcdonald’s. Lo escuché por radio cuando reconoció haber sido protagonista
del asesinato de Pereira Rossi y Cambiaso, calificados de subversivos por Patti
en su típico lenguaje aprendido cuando fue un entusiasta sirviente de la
dictadura de la desaparición. Claro, Patti calificó ese asesinato de
“enfrentamiento”. Fue una bestial y cobarde eliminación de dos personas que
habían sido detenidas horas antes en un lugar alejado más de cien kilómetros
de donde fueron encontrados sus cuerpos. El lenguaje empleado por Patti en el
reportaje fue una de las cosas más viles y guarras que jamás escuché en mi
larga vida. Trató a sus víctimas de “hombres valientes” como si todo se hubiese
tratado de un duelo entre caballeros. Pillo, el hombre, perspicaz en su
canallada. Justo para ir adelante en esta sociedad. Como cuando él mismo se
proclamó defensor de la vida y que por eso se opone al aborto. Hombre de
principios. Sus hazañas con y sin uniforme fueron hace pocos días detalladas
con toda precisión por Miguel Bonasso en su nota “El dossier Patti” (Página/12,
12.9.99). Tal vez el hecho más aberrante de todo ese dossier haya sido la
muerte de los tres adolescentes asesinados de la forma más vil y cobarde en
Escobar y la consabida desaparición del valiente periodista Tilo Wehner que
denunció el hecho. Ahora esos actos de ferocidad tan perversos parecerían ser
nada más que un dato para las estadísticas. Pero hay que detenerse un poco y
pensar por lo menos en el rostro de esos tres chicos que jugaban al metegol y
lo que habrán sentido al recibir la muerte apenas nacidos a la juventud. Todo
gracias a la leydel “disparo primero y luego pregunto”. Y gracias al partido del
señor De la Rúa, las tierras argentinas pasaron a ser paraísos para
desaparecedores, torturadores y ladrones obedientes y debidos. Patti pudo
sonreír contento y darse a sí mismo una palmada en el traste de pura alegría
cuando la bancada radical dio el “benditos sean” a verdugos tan degradados.
Algo que la historia jamás olvidará ni perdonará.Por supuesto, el subcomisario
Patti públicamente se dijo defensor de la vida y por eso dio una opinión que
está de moda: “estoy contra el aborto”. No podía ser de otra manera. Y más
estando de elecciones. Cuando queda bien decir que el aborto “no es tema
para períodos preelectorales”. A pesar de que las estadísticas señalan que
diariamente muere una mujer argentina por causa de abortos ilegales. Pero
claro, la verdad es que son todas mujeres del pobrerío. Hay que “defender la
vida” tal como lo proclama Wojtyla, ya que siempre hay tiempo después cuando
esos hijos del pobrerío, a los trece o catorce años, empiezan a robar. Es
simple: emplear el gatillo fácil y asunto terminado. Aborto, no; gatillo fácil, sí.
Nuestra fórmula argentina, ya está. Una moral redonda. Dios, en su infinita
misericordia, tiene un rinconcito para nosotros los argentinos, que creemos
tanto en San Cayetano, la Virgencita de Luján y monseñor Rubiolo, nuestro
obispo por la gracia del Señor.Pero debemos comprender que todas las
sociedades tuvieron sus verdugos. Los que tienen el poder los utilizaron
siempre para poner en vereda a díscolos y subversivos. Se los quemaba vivos,
se los descuartizaba. La Iglesia inquisitorial nos enseñó a hacerlo ante la
menor sospecha: se los ponía en el potro, se los tiraba con cuatro caballos de
piernas y brazos, o se los hacía desaparecer, como hicimos los argentinos de
bien, llegado el momento.Las sociedades tenían verdugos pero los
despreciaban. Nosotros los votamos a intendentes y si tenemos suerte los
hacemos gobernadores, con ayuda de Rattin, Rabanaque Caballero y
Fernando Siro (qué trío, con Patti en el corazón). Los romanos llamaban
carnifex a su verdugo, que era un esclavo que dependía del Estado. Pero no se
le permitía vivir en el perímetro de la ciudad ni entrar ni al foro ni al templo.
(Aquí, Patti va a misa a la iglesia que se le canta y es recibido por amabilísimos
párrocos.) Los verdugos romanos debían llevar un uniforme llamativo y una
campanita que avisaba al desprevenido ciudadano que llegaba el sujeto
deleznable. Hasta la sepultura en el cementerio se les negaba. Nosotros,
somos más educados, los votamos para que nos manden.En la Edad Media,
los verdugos debían –en los templos– sentarse en la última fila (aquí comulgan
en primera fila). En las posadas, los verdugos sólo podían entrar si todos y
cada uno de los parroquianos lo permitía. Se le prohibía a él y a sus hijos
ejercer otra profesión. Sus hijas sólo podían casarse con verdugos. Si su mujer
sentía los dolores de parto, todas las parteras se negaban a asistirla. Cuando
morían, los cadáveres de los verdugos eran llevados por los mendigos hasta la
tumba, para lo cual la viuda debía pagar. Casi siempre, en la Edad Media, el
verdugo era además el encargado de la vigilancia de las prostitutas y, por ende,
su explotador. (Bueno, aquí, las policías siguen con esta tradición aunque le
agregan una doble de muzzarella.) En la Alemania medieval los verdugos
uniformados debían también en su tiempo libre vaciar las cloacas y juntar la
basura. El calificativo tal vez más exacto pertenece a la ciudad alemana de
Augsburg, donde el verdugo de turno era denominado “Der Hurensohn”, que
traducido al español por los mejores intérpretes de la lengua quiere decir “El
hijo de puta”.En Ramallo hemos podido ver la consecuencia del gatillo fácil. En
un reportaje televisivo Patti expresó lo que luego sucedería: “Paciencia pero no
dejar escapar a ninguno”. Que más podemos agregar. Sólo que ojalá los
ciudadanos democráticos le peguen a Patti una patada en el traste pero con la
ética y la palabra.
La Cultura del Encuentro
Ya estarán por llegar a Resistencia. Salieron ayer desde Ituzaingó, aquí nomás,
en el Gran Buenos Aires. Van en micro: 32 alumnos de cuarto y quinto año del
colegio secundario, el director del mismo don Oscar Gutiérrez, tres docentes,
tres ex alumnos y una madre en representación de los padres de los
estudiantes. Van hacia Las Palmas del Chaco Austral. Nombre cargado para mí
de nostalgias y recuerdos. Allí llegábamos con el vapor “Madrid” casi ya en la
mitad del viaje. Trabajaba yo de aprendiz timonel en los primeros meses del
cincuenta. Río arriba, después de dejar Rosario, Diamante, Paraná, Santa Fe,
Pueblo General San Martín, Santa Elena, La Paz, Esquina, Reconquista, Goya,
Bella Vista, Empedrado, Corrientes y Barranqueras, arribábamos a la
madrugada a Las Palmas con una luna siempre presente y el coro de grillos. Ya
estaban los estibadores esperando. La primera vez que llegué al pontón de Las
Palmas se gastaron una broma pesada conmigo. Yo tenía que llevar el parte de
llegada a la prefectura. Era el primero en desembarcar y debía atravesar un
puentecito. En mi camino vi que una yarará enorme me estaba esperando en
medio del puente, extendida, bloqueando el paso. Me quedé duro, ni yo ni ella
nos movimos. No quería volver al barco porque hubiera pasado como un
cobarde, cosa imperdonable para la tripulación casi toda correntina y
paraguaya. Pero lo hice. En la planchada estaba el propio capitán Almirón
quien, divertido, me preguntó por qué volvía. No supe qué contestarle y me
salió la peor imagen que jamás produjo mi sesera: “Me olvidé el pañuelo,
señor”, le dije. “¿El pañuelo? Pero m’hijo si aquí no se va a resfriar con
cuarenta grados”, me contestó jodón. Y los que lo rodeaban estallaron en
carcajadas. “Vaya sin pañuelo no más –agregó– y pase por el puente, que la
yarará ya está muerta.” No le creí pero no había pretexto que valiera y me
dispuse a todo, a riesgo de tener que trenzarme con la representante bíblica de
la manzana. Me siguió la patota y sí, comprobé que estaba muerta, ante los
sapucays exultantes de correntinos y paraguayos. Sí, ahí en Las Palmas del
Chaco Austral traíamos bolichería y cargábamos tanino, azúcar, alcohol,
algodón. En el ingenio trabajaban cuatro mil obreros. Hasta que vino el
consabido vaciamiento globalizado. Galpones vacíos y gente de brazos caídos.
Wasmosy se llevó al Paraguay las maquinarias a precios regalados. La gente
se fue. Hoy sólo quedan jubilados, algunos kioskeros y remiseros. Y mucha
gente vive de la caza y de la pesca. Pero no en sentido figurado, no. Las
Palmas es un modelo claro del neoliberalismo en el tercer mundo logrado por
los voraces y crueles de los poderes financieros y sus lansquenetes debidos y
finales tipo Patti, Rico, Bussi, todos de dos sílabas. O de tres: Videla, Massera,
Menéndez. O de cuatro, Harguindeguy, Suárez Mason. O de una, Camps. Ellos
allanaron el camino.
Pero no pudieron vencer definitivamente. Esa delegación de docentes y
alumnos de Ituzaingó llevan consigo un semirremolque de once metros de
largo con 700 cajas de ropa, mil y pico de pares de zapatillas, útiles, libros,
juguetes y también, ¿por qué no?, alfajores. Antes de partir me encontré con
ellos. Esteban, un pibe de diecisiete años, me explica todo con una sabiduría
de pueblo que me deja boquiabierto y me hace comprobar qué pocas palabras
académicas se necesitan para expresar la verdad y la nobleza de los
sentimientos. “No lo hacemos por asistencialismo –me dice-, lo hacemos
porque obtenemos unos beneficios incalculables: nos agradecen con humildad
porque hay una honda sabiduría en ellos, la gente de la tierra con sus
experiencias, su amor por la naturaleza, su capacidad de interpretar lo que es
la pobreza extrema sin traicionar sus principios heredados de siglos.” “Lo más
hermoso –agrega Esteban– es a la noche: nos sentamos en ronda y cada uno
dice lo que siente, ahí somos todos iguales, tenemos la misma capacidad de
sentir. Sí, ellos, los chicos, los grandes, los viejos nos enseñan un montón de
cosas que en la gran ciudad nos pasan desapercibidas.”
Así habla Esteban, 17 años, de Ituzaingó, un barrio del Gran Buenos Aires con
alto porcentaje de desocupados y la violencia característica de la Argentina
2000. El director del colegio, Oscar Gutiérrez, define el sentido del viaje como
un medio para aprovechar “la cultura del encuentro”. La amistad por la amistad
misma con la solidaridad como la expresión máxima de la cultura.
(7-7-76 “En ocasión de una requisa general del pabellón Nº 6, donde se
encontraba Raúl Augusto Bauducco, a disposición del P.E.N., todos los internos
fueron trasladados a un patio interior y puestos contra la pared con las manos
en alto. En ese estado los reclusos fueron golpeados con bastones de goma. El
cabo primero del Ejército Miguel Angel Pérez aplicó entonces fuertes golpes a
Bauducco, haciéndolo caer. Le ordenó levantarse y al no hacerlo lo amenazó
con pegarle un tiro. El militar solicitó al teniente Enrique Pedro Mones Ruiz, a
cargo del procedimiento de requisa, autorización para proceder. Ante el
asentimiento del oficial vuelve al lado del detenido y le reitera ‘levantate o te
mato’ procediendo a accionar el gatillo de la pistola que apuntaba a la frente del
detenido dándole muerte.” “El médico José Renee Moukarzel fue sacado el
mismo día del pabellón por el teniente Gustavo Adolfo Alsina, estaqueado en
uno de los patios desde el mediodía hasta medianoche, permanentemente
golpeado y le echaban agua, como no respiraba lo llevan a la enfermería,
donde el enfermero Fonseca constata un paro cardíaco. El teniente Alsina le
prohíbe toda atención, siendo el desenlace la muerte del médico Moukarzel.”
(De la acusación presentada por el doctor Rubén Arroyo en el juicio por la
verdad real contra el genocida general Luciano Benjamín Menéndez.)
(31-3-77 Relato de María Cristina Brea, hermana de la psicóloga Martha María
Brea, desaparecida en el campo de concentración El Vesubio, a cargo del
teniente coronel Durán Sáenz y el general Suárez Mason: “Mi hermana Martha
fue secuestrada del hospital Aráoz Alfaro de Lanús, en pleno día, en presencia
de pacientes, médicos y personal del hospital. Martha, de profesión psicóloga,
trabajaba en el servicio de psicopatología. Me baso en los testimonios de los
doctores Pablo Abadie, Ricardo Meabe y Horacio Vommaro, quienes en esa
época trabajaban en el hospital y fueron testigos de su secuestro. Ese martes
se había reunido el Consejo de Psicopatología integrado por los coordinadores
de los equipos médicos; allí se encontraba mi hermana. Esta fue requerida
desde la guardia en forma urgente, hecho insólito ya que había médicos de
guardia. Fue una estratagema para detenerla. Dos o tres personas irrumpieron
en la sala de reunión y arrastraron en forma violenta a mi hermana, a la que
tomaron de los cabellos. A la vez, dos uniformados con metralletas entraron en
la sala de espera ocupada en su mayor parte por niños y adolescentes con el
fin de inmovilizarlos. En el patio había un auto al que subieron a Martha. El
domicilio de mi hermana fue violado y saqueado en la madrugada posterior a
su secuestro”. Martha Brea fue llevada al campo de concentración El Vesubio.
Allí se le aplicó la muerte argentina: torturada, se la humilló hasta el hartazgo y
luego “desaparecida”. Los viles autores fueron premiados por los legisladores
que levantaron la mano para “obediencia debida” y “punto final”, casi todos los
cuales son candidatos en las próximas elecciones.
Pero no pudieron matar para siempre la palabra solidaridad. Un micro alquilado
con alumnos de un colegio secundario viajan hacia Las Palmas del Chaco
Austral. Los sigue un semirremolque con juguetes y alfajores. Sueñan con
construir un mundo solidario.
Tacheles
Günter Grass –sin ninguna duda el mayor escritor vivo del idioma alemán- se
ha comprometido siempre con la actualidad política de su país. Nunca se
encerró en la torre de marfil sino que salió a la palestra a decir su opinión sobre
los acontecimientos políticos de su tierra y del mundo. Como debe ser un
intelectual: escribir sin aceptar mandatos de balcones ni de púlpitos pero sí
seguir el paso de su sociedad y mostrar ética ciudadana.
Grass se metió en la discusión que se ha levantado en toda la izquierda
europea de qué significa socialismo en el año dos mil, luego del papel firmado
por Blair y Schroeder que quiere trasladar definitivamente al centro lo que nació
a la izquierda. Socialismo con un nuevo nombre: “El Nuevo Centro”, o el “Tercer
Camino”.
Grass es un socialdemócrata que acompañó a Willy Brandt. Por ahora está con
Schroeder, y pide paciencia, darle oxígeno a su fatigado gobierno.
No deja de tener razón Grass en aquello que a un gobierno nuevo hay que
darle tiempo, y no demolerlo a las semanas de haber comenzado, más en este
caso, dieciséis años después del conservador Kohl. Pero donde se equivoca
Grass es en asustar con la tragedia de 1933 cuando Hitler llegó al poder. Grass
hizo suyas las palabras del escritor antinazi Kurt Tucholsky quien, desde su
exilio en Suecia, hizo responsables del triunfo de Hitler a quienes habían
criticado a los gobiernos de la débil República de Weimar. No fue así. Hitler
llegó al poder porque todos los partidos representantes del poder económico-
financiero y de las estructuras de las culturas religiosas –como el católico
Partido del Centro– le dieron su voto en el Reichstag y le otorgaron plenos
poderes.
No criticar al oscilante gobierno de Schroeder es como si a los argentinos se
nos corriera con el fantasma de no censurar a Duhalde o De la Rúa porque si
no pueden surgir desde las sombras un Patti o un Rico.
Creemos que el derecho a crítica es el arma principal del ciudadano
democrático, pero nos referimos a la crítica sin demagogias ni solapados
alcances. Y eso es lo que está pasando en Europa en la discusión sobre la
presunta muerte del socialismo y el aparente triunfo inaugural de una nueva
época del “centro modernizado”.
Y Grass se equivoca al pedir que se detengan las críticas a Schroeder. La
tregua se acabó en el mismo instante en que éste –con Blair– aconsejaron
abandonar los ideales por los cuales mucha gente los votó. Principalmente, en
Alemania, los más de cuatro millones de desocupados. Es decir, cambió de
programa cuando era necesario debatir más que nunca cómo en tiempos de
escasez debe impartirse justicia, y no disminuir esa justicia a medida que
avanza la escasez.
El “Nuevo Centro” nos habla de “dinamización de la economía” y de “la
liberalización de creatividad e innovación”. Todos sabemos –y las estadísticas
de la última década lo demuestran– a quién ha favorecido la “dinamización de
la economía” y a quién dio ganancias la “creatividad e innovación”. Querer
solucionar los inmensos problemas mundiales con más de lo mismo tiene un
algo sospechoso a demagogia y facilismo. La única solución está en restringir
la “libertad” de ganancia para que el reparto no sea tan injusto. La clave no es
producir más para vender más y ganar más sino producir para que el esfuerzo
de todos vaya dando soluciones alos problemas insolubles del planeta. El plan
anglo-alemán del laborismo de Blair y de la socialdemocracia de Schroeder
pinta muy bien para un mundo que sólo estuviera conformado por Estados
Unidos, Alemania y Gran Bretaña.
Ahí sí, calza perfecto. Cuando ellos dicen: “nosotros apoyamos una economía
de mercado y no una sociedad de mercado”, nos parece un pensamiento
brillante, ¿pero quién le pone el cascabel al gato si cada vez más la línea la
dicta el mercado globalizado? Si nada tiene que dar pérdida y todo ganancia,
¿dónde queda la cultura, la salud, la educación? El documento de quienes
todavía usan nombres y divisas socialistas tiene párrafos que envidiarían los
propios neoliberales. Dice: “El punto de vista de que el Estado debe corregir
errores de mercado perjudiciales, llevó demasiado a menudo a una ampliación
desproporcional de la administración y la burocracia, en el marco de la política
socialdemócrata. Tenemos valores que son importantes para los ciudadanos
como: rendimiento personal y éxito, espíritu empresario, responsabilidad propia
y sentido común y que en el pasado los postergamos en busca de aspiraciones
universales”. Quien leyera a los luchadores del siglo pasado no podría creer lo
que hoy firma el titular del mismo partido de aquellos pioneros.
Este mundo actual, donde la violencia entra por la puerta de calle fue obra
precisamente de un mundo creado bajo la inspiración del “espíritu empresario”,
del “rendimiento personal” y del “éxito”. Todo lo contrario nos enseña la
experiencia: lo que hay que enaltecer es el espíritu solidario, la convicción de
que el beneficio de la sociedad es el principio del beneficio propio. Esa es la
ética que tiene que enseñarse y aprenderse si se quiere, dentro de la libertad,
el logro de una vida de dignidad para todos. Hay que cambiar la mentalidad de
que lo “práctico” es sólo lo que atiende al rendimiento personal; justamente lo
verdaderamente “práctico” a la larga es lo que sirve para toda la sociedad y al
mismo tiempo protege el medio ambiente en el que vivimos.
Esa tiene que ser la misión del verdadero socialismo: el solidarismo.
Por supuesto que es positivo repensar, pero no repensar para retroceder. Citar
ahora el “sentido de realidad” o aquello de que al ser humano sólo lo mueve lo
que beneficia su interés personal es volver poco a poco a la ley del más fuerte.
Y lo vemos ya aquí, en Alemania, donde Schroeder anuncia restricciones:
ahorro se llama y por supuesto deben ahorrar los más débiles. Se habla ya
abiertamente que hay que despedirse de sindicatos y de otras organizaciones
de derechos comunes ya que el futuro va a estar en el individualismo y en la
dinámica económica. La pregunta es ¿cómo hacer entonces con los jubilados
que viven cada vez más años y los dependientes que cada vez son menos y
deben pagar más para solventar las jubilaciones, si esto sólo se mira desde el
principio del mercado? ¿Qué hacer con los enfermos en un sistema de salud
pública que cada vez se limita más? Privatizar significa recibir el servicio de
acuerdo a la categoría que se paga. Es decir, caeríamos definitivamente ya en
la sociedad de elegidos y condenados.
La solución, la difícil solución no está corriéndose a la derecha. Sí, tal vez en
aprender de los errores de la izquierda para ir paso a paso en búsqueda de
sociedades articuladas en un sentido del bien común. Es posible regular la
economía mundial de acuerdo a las necesidades de todos,siempre que se
tome como tema de discusión fundamental en los organismos mundiales. Para
ello, es esencial que las universidades no se privaticen, es decir no pasen al
servicio de tal o cual empresa o pool económico, sino que pertenezcan a la
sociedad. Allí es donde deberán pensarse las soluciones que incluyan a todos.
Marcharemos más despacio pero con menos violencia. En esas universidades
se debe proyectar el sistema del futuro. Y se debe crear un congreso mundial
de debate de soluciones integrales. Sin solución mundial nadie logrará ni
soluciones parciales.
¿Utopía? Sin lugar a dudas. Pero el único camino posible. Hay que lanzarse al
desconocido mar de la utopía con las tres carabelas. Dignidad, Solidaridad y
Libertad. No para destruir paraísos sino para descubrirlos.
Pirulos
El diario de esta ciudad trajo un pirulo de tapa. Cita a la página de los avisos
clasificados del Tagesspiegel de Berlín, en la sección de “Mucamas”. Dice:
“Joven maestra, habla alemán, ruso, ucraniano, inglés y polaco. Busca trabajo
como mucama (limpieza, cocina, etc.)”. Sin comentario. Evidentemente se trata
de una mucama globalizada. Con casos así podemos sostener que hemos
pasado ya a ser una sociedad de servicios cada vez mejores. Quien tenga
dudas, lea la información del General Anzeiger de ayer: la firma distribuidora
Otto Versand anuncia que ya puede cumplir con el servicio de llevar el
desayuno a la cama. Ni el emperador Caracalla pudo soñar alguna vez con
esto ¡porque hay que ver qué desayuno! Con las delicias del paladar de todos
los continentes y todos los mares. (No voy a caer en la impudicia de citar aquí
la estadísticas de Naciones Unidas de los niños que se mueren de hambre). Es
decir que no podemos negar que los que están bien en este neoliberalismo
final están cada vez mejor. Ahora sí, el pobre diablo sin trabajo que vaya
aprendiendo unos cuantos idiomas si quiere llegar a limpiar pisos o llevar
desayunos.
Es interesante el estudio de la sociología del primer mundo a través de los
avisos clasificados. Pero también de algunas noticias de primera página para
hacer callar a los pesimistas: “Siemens aumentó sus ganancias en un 17 por
ciento mientras que las ventas lo hicieron en un 12 por ciento, en los primeros
seis meses de este año”. Esos son números, esas son medallas. Esto anda
cada vez mejor. Y si a esta información se agrega la que está en la columna de
al lado se nota que a la globalización no la para nadie: “La empresa Madaus de
medicamentos se tecnifica cada vez más y eso hace posible que deje cesante
al 41 por ciento de su personal”. Cifras recién salidas del horno. Claro, está
bien calculado: Madaus produce medicamentos y echa a gente y como se sabe
que entre los desocupados hay más enfermos que entre los que tienen trabajo,
va muy bien la fórmula: más medicamentos, más enfermos, más ganancias.
Eso es lo que se llama una economía sana. (Uno se avergüenza cuando lee
libros de ciencias económicas del siglo pasado. Por ejemplo, aquel inglés Alfred
Marshall, el de los Principles of Economics que se consideraba un capitalista
progresista –yo lo calificaría un capitalista inteligente– y que puso ese lema
irrefutable: “El capital más valioso es el que se invierte en los seres humanos”.
Claro, este intelectual de la economía llegó a eso así: “Comencé a visitar los
barrios más pobres de las diversas ciudades, recorrí calle tras calle y miré en el
rostro a los más pobres de los pobres. Fue cuando decidí estudiar lo más
profundamente posible los principios de la Economía Política”.
Pero volvamos a la realidad de este dorado 1999: lo leemos en la primera del
Frankfurter Rundschau. El tema es McDonald’s y sus restaurantes para las
generaciones globalizadas. Se trata de un insólito caso de rebeldía para los
tiempos que corren. Un estudiante que era empleado en McDonald’s resolvió
iniciarle juicio a la todopoderosa empresa. Este estudiante merece ser
nombrado: se llama Oliver Gottwald. Oliver, especie de Espartaco de fines del
siglo veinte, se presentó ante la justicia porque McDonald’s lo había dejado
cesante de un día para el otro. ¿Qué había ocurrido? Un día se le había
presentado el jefe de personal para decir que tenía que firmar una cláusula en
el contrato de trabajo donde él, el empleado, debía hacerse cargo de la mitad
de las cargas sociales que debe –por ley– pagar la empresa. Y le hizo ver que
si se negaba a hacerlo lo iban a poner de patitas en la calle. Todos los otros
empleados aceptaron. Pero Oliver, no. Y como la empresa norteamericana
tiene sus principios basados en los sagrados principios de la libertad, le dio el
empujón necesario para que Oliver pensara su futuro en las colas de
desocupados. Ni corto ni perezoso, Oliver recurrió a la justicia. La justicia citó al
representante empresarial, pero éste no fue, haciéndole saber al juez que “no
podía concurrir porque estaba de vacaciones”.
Ahora, todo el mundo espera ver que pasará en esta nueva versión de David
contra Goliath. El diario adelanta que es muy posible que lajusticia le dé la
razón a Oliver, pero que si bien puede ganar jamás volverá a ser retomado en
el trabajo. Claro, todo es según quién tiene la manija. Manija y coima son la
nueva ética de estos tiempos. Pero es que si se obliga a la empresa a retomar
a Oliver, ¿dónde quedan los sagrados principios de la flexibilización y la
desregulación? Por aquello de que: bueno es todo aquello que es útil a la
economía, todo aquello que tiende a limitarla debe ser eliminado de inmediato.
Si Oliver gana el juicio es posible que emigre el gran capital. ¿Entonces? No.
Por algo en Estados Unidos fueron ahorcados los cuatro anarquistas que hace
justo 122 años exigían las ocho horas de trabajo. Esos obreros estaban contra
la libertad. Por lo menos contra la libertad empresarial, palabra liminar, hoy. No,
eso ahora no va a pasar con Oliver, porque los métodos de convencimiento son
mucho más inteligentes ahora. Pero eso sí, a Oliver le va a costar conseguir un
nuevo trabajo. Nada es gratuito en este democrático mundo de libertades.
Porque, principios son principios.
El poeta alemán Jürgen Fuchs escribió poco antes de su temprana muerte,
ocurrida hace pocos días, esta frase: “El capitalismo mató a la poesía”. Su
experiencia lo había deprimido totalmente. El había sido uno de los
intelectuales en la Alemania comunista más combativo contra el denominado
“socialismo real”. Fue expulsado a la Alemania Federal y aquí hizo una larga
experiencia. Su alma sensible no soportó la realidad de que quien no marcha al
mismo ritmo se queda en la cola de los vencidos. No tuvo ya esta vez la fuerza
de salir a la calle a protestar. Pero creemos que esta vez se equivocó, Jürgen
Fuchs: el capitalismo puede hacer, de lo más sagrado, una mercadería
vendible. Pero lo único que nunca va a poder matar es a la poesía, que es
invencible.
La próxima víctima es la cultura. Aquí se ha iniciado el gran debate. La cultura
es una mercadería que también debe autofinanciarse y, en lo posible, dar
ganancias.
Los responsables de teatros, museos y orquestas sinfónicas califican a esto de
la verdadera “decadencia de Occidente”. Se financian por sí mismos o cierran.
Orientarse en el mercado y en la demanda. “Así morirán sin remedio las artes
creativas”, dijo el titular del Instituto Goethe, Hilmar Hoffmann. Muera la cultura,
viva la diversión. La discusión ahora está en manos de expertos financieros.
Goethe ya no da ganancias. Beethoven, apenas. Los viejos también sólo
cuestan, no dan ganancias, ¿por qué no los flexibilizamos? Pero no hay que
ver todo negativo. Hay cosas positivas como lo que ocurre en Bonn, en la casa
donde nació Beethoven: allí funciona un venta de artículos beethovenianos:
remeras con la cabeza del genial sordo, o platos con su firma, o vasos con los
nombres de sus sinfonías. En los diarios sale la lista con todo el surtido.
Comprar, comprar, ganancias, ganancias. Aprendamos de Siemens,
aprendamos de Estados Unidos.
Esto lo han aprendido muy bien los socialistas europeos. Después del famoso
acuerdo Shroeder-Blair, todo ha comenzado a hacerse a su tiempo y
moderadamente. El ministro de Economía del gobierno socialdemócrata-verde
de Alemania va a ahorrar, lo que los conservadores no hicieron. Por eso está
ya el proyecto “socialista” de no subirles más a los jubilados la cuota de los
convenios firmados de cada respectivo gremio, sino sólo el porcentaje de
inflación. Pero eso es apenas un botón de muestra. Hay que ajustarse el
cinturón. Pero no los que tienen mucho, porque si no se van, sino los
dependientes. El gobierno “de izquierda” quiere reducir a un 40 por ciento la
cuota del Estado, esto significa reducir subvenciones, leyes sociales y personal
administrativo. Es decir, un paso más hacia el neoliberalismo. El profesor
Leonhard Hajen, de la Universidad de Hamburgo, le han respondido al primer
ministro que el neoliberalismo no ha solucionado ningún problema. El
neoliberalismo reduce la política y la sociedad a la lógica del mercado y de la
competencia. En forma extrema ese sistema paraliza la falta de solidaridad de
la sociedad. Por ahí no está la solución. Un gobierno de “izquierda” tiene que
extremar la imaginacióny poner en duda todo lo que lleva a la desigualdad y a
la falta de dignidad. El mercado todavía no ha podido matar los ideales de un
sistema solidario, y no los va a poder matar nunca.
Y un tema para otro pirulo de tapa: el primer ministro alemán Schroeder, a la
vez titular del partido socialdemócrata, ha escrito una carta personal a todos los
afiliados a ese partido. Encabezó la carta con “queridos amigas y amigos”. Un
afiliado a ese partido –al cual pertenecieron Rosa Luxemburgo y Karl
Liebknecht– recordó con tristeza que antes, los titulares del partido
encabezaban sus cartas a los afiliados con las palabras: “Queridos
compañeras y compañeros”.
El Huevo de la Serpiente