El Ministerio Didáctico de La Iglesia
El Ministerio Didáctico de La Iglesia
El Ministerio Didáctico de La Iglesia
Introducción:
Al abordar este tema quisiera destacar previamente que el ministerio didáctico es el
ministerio básico de la iglesia, por las siguientes razones:
4) Consideremos algunos términos bíblicos que tienen que ver con la importancia
notable para definir la actividad del cristianismo primitivo, especialmente del
ministerio de la iglesia.
Didaké (griego): traducido en nuestras versiones como doctrina. Aparece unas 30 veces
en el N.T., donde significa enseñanza, instrucción. Su contenido consiste en
mandamientos que revelan la voluntad de Dios (ver Mateo 7:28; Marcos 12:38; Juan
7:16; Hechos 2:42; 5; 28; 1ªCor 14:26).
Didaskalía: traducido doctrina. Significa lo mismo que didaké (ver Marcos 7:7; Rom
12:7; Tito 2:1, 7, 10; 21 veces en el N.T.).
Didaskein: enseñar (didasko = enseño). El verbo enseñar aparece 135 veces en el N.T.
y 101 veces es la traducción de didaskein (Mat. 5:2; 7:29; 28:20; Hech 1:1; 5:42; Ef.
4:21). La función principal de Jesús y de la iglesia queda determinada con este verbo.
Didáctikós: apto para enseñar (1ªTim 3:2; 2ªTim 2:24). Es la gracia o el don que se
requiere para ser anciano o pastor.
Mathetes: discípulo (aparece 261 veces en el N.T.). Es el término más frecuente para
designar a los seguidores de Jesús. Mathetes significa uno que aprende, un aprendiz, un
alumno.
Todos estos términos hacen muy evidente que la dinámica ministerial de la iglesia
primitiva era eminentemente didáctica. El pastor era un maestro (didaskalós), un
hombre de la didaké, un adoctrinador, quien tenía discípulos, alumnos, a quienes les
transmitía la didaké para la formación de sus vidas.
A – Enfoque Conceptual
Existe la idea generalizada entre los cristianos de que lo que tenemos que enseñar es
toda la Biblia. Si bien todos responderíamos Amén a esta de declaración (pues toda la
Escritura es inspirada divinamente y útil para enseñar), sin embargo, haremos muy bien
en diferenciar lo útil de lo indispensable.
Las Sagradas Escrituras registran las palabras que Dios habló a individuos o pueblos en
un determinado momento y en una circunstancia particular; y también la palabra que
Dios habló para todos los hombres en todos los tiempos. A la primera la podemos llamar
‘palabra circunstancial o particular’, y a la segunda ‘palabra universal y eterna’.
Ejemplo de una palabra circunstancial sería lo dicho por Dios a Abram: “Vete de tu
tierra y de tu parentela...” (Gén 12:1); o lo dicho a Jonás, “Levántate y vé a Nínive (Jon.
1:2). Ejemplo de palabra universal y eterna: “Honra a tu padre y a tu madre” (Ex.
20:12); “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mat. 22:39); o “Cristo murió por
nuestros pecados” (1ªCor 15:3)
Hebreos 1:1, 2 dice que Dios habló “muchas veces y de muchas maneras en otro
tiempo... por los profetas”. Todo lo que Dios habló es Palabra de Dios, a veces
particular, a veces universal. Pero “en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo”.
El hijo es Dios y al mismo tiempo el MENSAJE y el MENSAJERO. Él es la PALABRA
y a su vez el que DA la palabra. Él es la VERDAD y el que PREDICA la verdad. Él es
el LOGOS ETERNO y a la vez el máximo PROFETA mediante el cual Dios comunicó
a todos los hombres de todos los tiempos su PALABRA UNIVERSAL Y ETERNA.
3 – Kerigma y Didaké
Es evidente por lo dicho hasta aquí que la parte fundamental de la palabra universal y
eterna de Dios está en la revelación de Jesucristo registrada en las Escrituras del Nuevo
Testamento.
Jesús, en sus tres años de ministerio, comunicó a sus discípulos un paquete completo de
enseñanzas. Al comisionarles para discipular a las naciones, les ordenó expresamente
que “enseñasen todas las cosas” que él les había mandado. El apóstol Pablo era celoso
en anunciar “todo el consejo de Dios”. Ese cuerpo completo de verdades y
mandamientos es el kerigma y la didaké. Juntas constituyen la PALABRA del Señor, el
logos de Dios, que debemos comunicar a todos los hombres de todas las naciones y de
todos los tiempos. Los apóstoles tenían clara conciencia de que el kerigma y la didaké
eran el contenido total de su predicación y enseñanza, la palabra universal y eterna de
Dios. No es tan extenso como la Biblia, pero está contenido en ella, mayormente en el
Nuevo Testamento, y es todo lo que necesitamos conocer, creer y obedecer para ser
iguales a Jesús.
a) Su significado y características:
El que lo proclama es un kerus = heraldo (3 veces: 1ª Tim 2:7; 2ª Tim 1:11; 2ª Ped. 2:5).
El heraldo es aquel que proclama al pueblo un acontecimiento, un suceso ocurrido.
b) Su contenido
El contenido total del kerigma es el ‘hecho histórico’ de Cristo, más el ‘hecho espiritual’
que ocurrió en ese hecho histórico.
El kerigma es uno solo, y su contenido el mismo, pero según el aspecto que enfatizamos
podemos hablar del kerigma de evangelización y del kerigma de edificación.
Filipenses 2:5-11: Aquí Pablo proclama el mismo hecho desde un enfoque apropiado
para los gentiles.
Por ejemplo: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros
fuésemos hecho justicia de Dios en él” (2ª Cor. 5:21); “Si alguno está en Cristo, nueva
criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2ª Cor. 5:17);
“Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hechos por nosotros maldición” (Gál
3:13); “Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él”
(Rom 6:6); “Tenemos libertad para entrar en el lugar santísimo por la sangre de Cristo”
(Heb. 10:19); “Nos hizo sentar en lugares celestiales con Cristo Jesús” (Ef. 2:6); “El
amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue
dado” (Rom. 5:5); “Somos hijos de Dios, y si hijos, también herederos de Dios y
coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él” (Rom. 8:16, 17); “Es
Cristo en vosotros la esperanza de gloria” (Col. 1:27); “Todo lo puedo en Cristo que me
fortalece” (Fil. 4:13); etc.
c) Su estilo
2) ¿Qué es la didaké?
a) Su significado y características:
Hemos señalado recientemente que la didaké equivale a al parte moral de la Ley, ya que
fundamentalmente son mandamientos que revelan la voluntad de Dios. En realidad, la
didaké es más exigente que la Ley: basta observar en el sermón del monte “oísteis que
fue dicho... pero yo os digo” de Jesús. Entonces ¿cómo afirma el Señor que su yugo es
fácil y ligera su carga?
Además, declara Juan que “sus mandamientos no son gravosos” (1ª Jn. 5:3).
Es que la didaké tiene que estar relacionada con el kerigma, como los vagones de un
tren a la locomotora. Los vagones son la didaké, la locomotora el kerigma. La Ley nos
dio diez vagones cargados para transportar, pero no nos proveyó la locomotora (el
poder) y nos frustramos. Jesús, mediante la didaké, nos enganchó 90 vagones más, pero
¡Aleluya! nos dio una poderosa locomotora capaz de hacer andar cómodamente todo el
tren.
El justo vivirá por fe, no por obediencia, no por obras. Cuando creemos la proclama, el
poder opera en nosotros.
Por ejemplo: Supongamos que a un hermano le han hecho un gran daño, a tal punto que
no lo puede superar, no puede perdonar al agresor, pues ha dejado en su familia
consecuencias imborrables. Le enseñamos la didaké (que debe perdonar, que si no
perdona no puede ser perdonado). El hermano vuelve en un par de semanas diciendo:
“Quiero perdonar, quiero obedecer, pero no puedo; es más fuerte que yo, tengo dentro
mío un resentimiento hondo que no lo puedo superar. He orado, he ayunado, he llorado,
pero la amargura persiste. ¿Qué puedo hacer?”
¡Qué vagón tan pesado! Pobre hermano, ¿Qué le podemos decir? Proclamémosle con
unción el kerigma: Hermano querido, tú no puedes, nunca lo podrás, pero Cristo puede.
Él pudo perdonar a los que le mataban, y Cristo está en ti. Él tiene poder. No trates de
obrar tú, deja que obre él. En Su nombre hay poder...
“Amén, lo creo, gracias Señor; tú puedes...” y el tren comienza a andar.
“Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por
medio de Jesucristo” (Jn. 1:17).
Aunque en este estudio hemos tratado separadamente el kerigma y la didaké, sin
embargo, en la práctica siempre van juntos e interrelacionados. Primero el kerigma y
luego la didaké.
Pedro en Pentecostés:
Hechos 2:22-36 (kerigma)
Hechos 2:38 (didaké)
b) LA META u objetivo
El propósito eterno de Dios es tener una familia de muchos hijos semejantes a Jesús.
c) EL CAMINO
3) LA FAMILIA
El propósito de Dios para la familia
El pacto matrimonial, divorcio y recasamiento
Roles básicos de los cónyuges
Cualidades de cada cónyuge
Las relaciones sexuales
La crianza de los hijos
Conducta de los hijos hacia los padres
Orden y administración del hogar
Recreación familiar
Conflictos y contingencias
4) EL TRABAJO Y LA ECONOMÍA
Trabajando como para el Señor
Responsabilidades del empleado
Prosperidad y estudio
Administración, deudas, créditos, garantías
Diezmos, ofrendas, generosidad
Obediencia a las autoridades civiles
Pago de impuestos
6) LA IGLESIA
Su naturaleza y unidad
Su edificación y crecimiento
Los ministerios y funciones
Las reuniones
La Cena del Señor
Misión de la iglesia en el mundo
El triunfo de la iglesia
7) EL ESPÍRITU SANTO
La obra del Espíritu
El fruto del Espíritu
Los dones del Espíritu
El andar en el Espíritu
Algunos tienen ‘alergia’ a todo lo que sea método, unos por tener una concepción muy
idealista y fanática de los carismas, otros por no querer someter a cierta disciplina su
manera de ser desordenada y poco diligente, y otros por la combinación de ambas cosas.
En realidad, ‘método’ significa una manera determinada de hacer cosas. Todos tenemos
formas acostumbradas de hacer las cosas.
Debemos juzgar los métodos en base a la eficiencia que tengan en lograr los objetivos
propuestos. Cualquier método ha de ser un medio para lograr un fin, por lo cual
debemos buscar el más eficaz y el más apropiado para alcanzar los objetivos. No
hagamos del método un fin en sí mismo. No lo perpetuemos cuando no es eficaz, no
sacralicemos nuestras costumbres o tradiciones, tengamos libertad para desecharlas
cuando hallemos otra manera más eficaz de hacer las cosas. El mejor método es aquel
que resulte más efectivo y más apropiado para alcanzar los objetivos.
Seguiremos este orden al considerar los métodos que debemos emplear en nuestra
enseñanza.
Discurso: Esto es lo que más se ha hecho. Sus ventajas son que: inspira, infunde
fe, impacta. Desventaja: crea oidores olvidadizos. Es el método más ineficaz si
queremos que aprendan bien la palabra. ¿quién recuerda el contenido de ese gran
mensaje que predicaste hace tres semanas?
Discurso con oyentes que toman apuntes: Eso es un poco mejor. Pero no todos
pueden tomar buenos apuntes a todo predicador.
Canto: M. Lutero dijo: “La fe que no canta muere”. Hoy el pueblo de Dios sabe
de memoria muchas partes de la palabra de Dios. ¡Ojalá pudiéramos cantar todo el
kerigma y la didaké! El canto hace más fácil la memorización y agrega unción y fe.
Responder a las preguntas de los discípulos: Jesús utilizó mucho esta forma
de enseñanza. “¿Qué haré para tener la vida eterna?”; “¿Cuál es el mandamiento más
grande?”; “¿Por qué tus discípulos no ayunan?”; “¿Es lícito repudiar a la mujer por
cualquier causa?”; etc. El valor principal de esto es que ‘se va al grano’.
Examen escrito: Todo el grupo responde por escrito a ciertas preguntas o hace
resumen sobre lo enseñado. Es una manera muy buena de lograr que se estudien a fondo
las enseñanzas y de saber qué es lo que aún no han aprendido bien.
Examen oral: Al preguntar a cada uno en el grupo con las respuestas y las
aclaraciones se crea una buena dinámica.
No es cuestión de escoger una manera y desechar las otras, sino utilizar todas y cada
una según las circunstancias y necesidades. Lo importante es lograr el 1° objetivo: que
conozcan bien la palabra enseñada. Pero si sólo nos limitamos a dar discursos desde el
púlpito, nunca lograremos el objetivo.
El aprendizaje de la palabra de Dios, dentro de este primer objetivo tiene dos aspectos.
Uno es el conocimiento intelectual = información. El otro es el conocimiento espiritual
= revelación. Nunca debe limitarse al primer aspecto; mediante la oración, la
meditación, la fe, la acción del Espíritu, se debe procurar la revelación. Pues tan solo así
se puede llegar al verdadero conocimiento (Juan 14:26; 16:13).
Es importante destacar que este segundo objetivo no se puede lograr meramente dando
lecciones; es necesaria una relación vital con los discípulos. El discipulado no es un
sistema sino una relación vivencial y personal como lo es la paternidad. Un pastor
puede predicar a cientos cada domingo, pero no puede formar sino a unos pocos
discípulos. Para formar a otros hay que darse a sí mismo. Esto es una obra muy
absorbente, intensa y comprometedora; requiere responsabilidad y dedicación.
Para todo esto es esencial que exista un AMBIENTE de confianza, amor, fe, mucha
paciencia, transparencia, humildad, amistad, sujeción y autoridad.
Se debe instruir a cada nuevo convertido, haciéndole ver que es un obrero del Señor, por
lo cual es necesario capacitarlo y enseñarle de tal modo que él pueda predicar con
claridad el evangelio del reino, guiar a los pecadores a la conversión y dedicarse luego a
la edificación y formación. Lógicamente, no todos tendrán la misma medida de gracia,
pero cada uno según su nivel y fe, podrá hacerlo.
1) Para enseñar a otros es esencial que el discipulador conozca bien la palabra y que la
viva. La iglesia se estanca en su desarrollo cuando los discípulos se limitan a vivir la
palabra sin enseñar a otros (si es que tal cosa pudiera existir). La iglesia se destruye
si los discípulos conocen la palabra y, sin vivirla, la enseñan a otros. Por lo tanto, se
puede apuntar a ese tercer objetivo solamente si los anteriores están logrados.
2) Llevar algunas veces a los discípulos con nosotros cuando hacemos la obra, ya sea
evangelizando o edificando, para que aprenda sobre la marcha cómo se hace (Jesús
lo hizo con sus discípulos).
3) Animar a los discípulos a atender nuevos discípulos y contactos que tengan, una vez
que hayan alcanzado cierto crecimiento básico.
4) Instruirles, lo que deben enseñarles y cómo deben tratarles. En realidad, ellos
discipularán a otros de la manera en que ellos mismos fueron discipulados.
5) Supervisar la obra que hacen, escuchando informes e inicialmente estando cerca de
las personas a las que están enseñando.
6) Delegar responsabilidad, y en la medida que crezcan, dejarles cierta libertad para
que hagan la obra en su propio estilo y gracia. Darles campo para que ensayen,
prueben, se equivoquen, pregunten, se corrijan, y así aprendan experimentalmente.
7) Velar siempre sobre los discípulos, sus familias y sus obras. Ser una verdadera
cobertura espiritual sobre ellos. Seguir instruyéndoles sobre la marcha y desarrollo
de la obra. Orientarles y animarles a crecer en estatura espiritual. Reconocer su
gracia y don y promoverles a funciones de mayor responsabilidad.
CONCLUSIÓN: