Arqueologia en La Ti No America
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ISBN 978-958-695-383-2
Ediciones Uniandes
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el permiso previo por escrito de la editorial
Presentación
Luis Gonzalo Jaramillo E.
Arqueología del Circum-Caribe: perspectivas desde una isla Lucaya, San Salvador, Bahamas
Jeffrey P. Blick
Georgia College & State University
[email protected]
Presentación................................................................................................. 1
Luis Gonzalo Jaramillo E.
Tablas
para este volumen como producto editorial, y contamos con que sea sólo el inicio
de una agenda de debates en torno a las contribuciones individuales, así como a
la temática general tratada.
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Arqueología del Circum-Caribe:
perspectivas desde una isla Lucaya,
San Salvador, Bahamas
Jeffrey P. Blick1
Introducción
El debate moderno sobre el poblamiento prehistórico del Caribe y las Bahamas ha
estado desarrollándose de varias formas por lo menos desde los años treinta del siglo
pasado. La figura principal ha sido Irving Rouse (Rouse 1939, 1986, 1992), aunque
muchos otros también han contribuido de manera significativa a este debate tanto
en lo teórico como en lo arqueológico (por ejemplo, Berman y Gnivecki 1995; Gran-
berry y Vescelius 2004; Keegan 1985, 1992). El estudio de este tema, no obstante,
se ha visto particularmente afectado por el uso de diferentes y complejos sistemas
de clasificación cerámica o tipologías. Rouse mismo ha planteado que el uso de
los sistemas tipológicos del medio oeste y del sudeste norteamericanos ha causado
gran confusión entre aquellos que han intentado identificar la cerámica prehistórica
y procurado, subsiguientemente, inferir los patrones de migración basados en las
distribuciones de las cerámicas en la región del Gran Caribe (Rouse 1980).
Las diferencias entre estos dos sistemas, que fueron introducidos en el Ca-
ribe por Rouse (1939), quien utilizó el del medio oeste, y por Bullen (1963), Hoff-
man (1963, 1967), MacLaury (1970) y Sears y Sullivan (1978), quienes utilizaron
el sistema del sudeste (Rouse 1980), son básicamente las siguientes:
1) El sistema del medio oeste “está interesado principalmente en distinguir
‘focos’: los complejos, las fases o los estilos de la arqueología caribeña”, que lue-
go “son organizados en orden cronológico proporcionando la base para resolver
problemas relativos a procesos históricos, como la migración, la difusión, y la
evolución” (Rouse 1980: 94). El sistema del medio oeste se centra en los sitios
antes que en los especímenes (artefactos) (Rouse 1980: 95).
rry 1991). Debe destacarse que el trabajo de Irving Rouse (1986, 1992) ha sido
sumamente significativo en esta área y será utilizado donde sea necesario para
agregar detalle o para destacar las diferencias que quizás existan entre los dife-
rentes modelos. El trabajo de Granberry, como señalamos anteriormente, es único
en tanto que utiliza una combinación de datos lingüísticos y arqueológicos para
ordenar las patrones de migraciones prehistóricas hacia y dentro del Gran Caribe.
La explicación que sigue descansa esencialmente en la propuesta de Granberry y
Vescelius (2004).
Las migraciones humanas hacia el Caribe, como las migraciones humanas
que llegaron a América desde Asia, fueron numerosas y ocurrieron a través de
períodos grandes. En el caso del Caribe, Granberry y Vescelius (2004) postulan
por lo menos cinco migraciones principales desde las costas de Centroamérica y
Sudamérica, que empiezan alrededor del año 4200 aC y duran hasta el tiempo de
Colón e incluso en los días coloniales tempranos, con fechas tan tardías como me-
diados del siglo XVII. Estas migraciones, que empezaron generalmente en puntos
de partida diferentes, generadas por pueblos con tecnologías, culturas e idiomas
distintos, que siguieron rutas diversas y que fueron probablemente causadas por
el influjo de diferentes factores, son descritas a continuación.
Migración 1: La migración Casimiroide (4200 aC). La primera migra-
ción extensamente reconocida en la región Caribe fue una migración del período
Arcaico, que empieza alrededor del año 4200 aC, y corresponde a un pueblo con
una tecnología lítica que parece tener su paralelo arqueológico más cercano en
los complejos líticos arcaicos de Belice y Honduras del año 7500 aC (Granberry
y Vescelius 2004) (ver la figura 1). Esta cultura ha sido llamada Casimiroide por
Rouse, nombre derivado del sitio tipo de Casimira en República Dominicana,
aunque otros investigadores de la región le han dado nombres diferentes (Rouse
1992). Los artefactos Casimiroides, como las lascas típicas y artefactos de piedra
pulida, han sido encontrados en sitios de Cuba, Haití, República Dominicana y
Puerto Rico, pero no en Jamaica, ni en las Antillas Menores, ni en el Archipiélago
de las Bahamas. Rouse (1992) afirma que estos artefactos están limitados a Cuba
y La Española, la isla ocupada hoy por República Dominicana y Haití. Granberry
y Vescelius (2004) sugieren que los escasos datos lingüísticos que sobreviven de
las culturas del Caribe y los topónimos indican que estos inmigrantes tempranos
fueron quizás hablantes de un idioma llamado ciguayo, que también tiene los
orígenes en Centroamérica. La ruta migratoria temprana de estos pueblos no está
probada fuera de duda, pero una migración de Yucatán a Cuba y/o de la costa de
Moskitos a Cuba parece ser la más probable, dada la proximidad geográfica y las
similitudes arqueológicas con las evidencias materiales halladas en el continente.
Las fechas de 4190-3600 aC han sido registradas para sitios Casimiroides en Cuba
8 Jeffrey P. Blick
lingüística que vincularía a estos grupos con las culturas hablantes de waroide del
norte de la zona costera sudamericana entre Colombia y las Guayanas, pero espe-
cialmente en la región del delta del Orinoco. Los artefactos Ortoiroides se encuen-
tran tan al norte como en Saint Kitts hacia el 2150 aC o los hallados en Puerto Rico
con fechas tan tardías como 624 dC. Depósitos Ortoiroides también se encuentran
en República Dominicana. Parece que los pueblos Ortoiroides no ocuparon todas
las islas, ya que en varias de las Antillas Menores no se han localizado sus artefac-
tos (o al menos los arqueólogos todavía no los han encontrado). Hay también una
mezcla curiosa de rasgos Casimiroides y Ortoiroides que algunos arqueólogos han
atribuido a la hibridación, a la migración y a la mezcla de pueblos. Numerosos sitios
arqueológicos a través de las Antillas Menores, y que continúan en Puerto Rico, se
caracterizan por colecciones donde se mezclan los artefactos típicos de piedra puli-
da Casimiroides, junto con los artefactos de hueso y concha Ortoiroides. Esta mez-
cla aparente de culturas puede deberse a la difusión o la migración, aunque todavía
no hay consenso en este asunto (Granberry y Vescelius 2004). No obstante, ya que
la tradición Ortoiroide persiste hasta el 400 aC (Rouse 1992), hubo tiempo de sobra
para la difusión y otros contactos entre pueblos Casimiroides y pueblos Ortoiroides
entre el 1000 y el 400 aC (Rouse 1992).
en las islas de las Antillas Mayores, como Cuba, La Española y Puerto Rico. El
pueblo Saladoide también parece ser ancestro de los Lucayos del archipiélago de
las Bahamas, el pueblo que recibió a Colón en el Nuevo Mundo en 1492 (Granbe-
rry y Vescelius 2004; Keegan 1992; Rouse 1992). Granberry y Vescelius (2004)
relacionan al pueblo migrante Saladoide con los grupos Arawakanos de la costa
norte de Sudamérica. Más específicamente, la cultura Saladoide es relacionada
por Granberry y Vescelius (2004) con hablantes de un idioma Arawakano-Mai-
purano Noroeste, relacionado con el Guajiro moderno del noreste de Colombia y
Venezuela occidental, cerca de la región del lago de Maracaibo.
Migración 4: La migración Barrancoide (500-1000 dC). En contraste con
el rango propuesto por Granberry y Vescelius de 500-1000 dC, se debe resaltar
que Rouse (1992) propone el año 1500 aC como fecha para el comienzo del desa-
rrollo del estilo Barrancoide en el valle del Orinoco medio. Durante el milenio an-
terior a la llegada de los españoles y otros exploradores europeos al Caribe, otros
grupos hablantes de Arawak dejaron la costa norte de Sudamérica, saliendo desde
el Orinoco medio hacia el este del territorio natal de los Saladoides (Granberry y
Vescelius 2004) (ver la figura 4). Estos grupos fueron los portadores de la tradi-
ción Barrancoide, la segunda mayor población agrícola y productora de cerámica
en ingresar a la región Caribe. Su punto de origen fueron también el delta del Ori-
noco y la región de Trinidad. Su tradición cerámica, llamada Barrancoide, se ca-
racteriza por líneas anchas incisas sobre superficies pulidas y por temas zoomor-
fos tipicamente modelados o aplicados sobre los bordes de las vasijas. Granberry
y Vescelius (2004: 128) describen la cerámica Barrancoide como “técnicamente
sofisticada” y “altamente decorada”. Nuevas tradiciones cerámicas comenzaron
a evidenciarse en las Antillas Menores, como la Trumasoide, la cual se caracte-
riza por ser una mezcla de rasgos Saladoides y Barrancoides. Una nueva cultura
cerámica denominada Suazoide apareció en escena entre los años 1000-1400 dC.
Estos tipos cerámicos (Barrancoide, Trumasoide y Suazoide) están circunscritos
a la parte sur de las Antillas Menores y no se han encontrado al norte de la isla
de Guadalupe (Granberry y Vescelius 2004). Granberry y Vescelius (2004) rela-
cionan esta cuarta migración con el grupo conocido históricamente como Eyeri o
Igneri, que hablaban una lengua muy diferente de la de los Taínos. Esta lengua es
clasificada por Granberry y Vescelius (2004) como un nuevo lenguaje Arawak re-
lacionado con la antigua lengua Garífuna, aún hablada en partes del Gran Caribe.
Alrededor del año 1450 dC, los Eyeri dejaron de producir la cerámica Suazoide,
y tanto los exploradores españoles como europeos en general comenzaron a dejar
registros sobre estos pueblos tardíos del Caribe, en documentos históricos que
datan desde 1493 en adelante (Granberry y Vescelius 2004).
12 Jeffrey P. Blick
Aunque este esquema de las cinco grandes migraciones hacia el Caribe, pro-
puesto por Granberry y Vescelius (2004), es simplificado y falla al no tener en
consideración la presencia de numerosos tipos cerámicos y culturas en la región,
es un modelo que tiene a su favor el hacer un uso sistemático e intensivo de los
datos arqueológicos y lingüísticos disponibles. En este sentido, debe reiterarse
que el sistema de clasificación de Rouse (1992, ver las figuras 14 y 15) incluye
al menos 80 tipos cerámicos, distribuidos en 19 grupos diferentes de regiones o
islas, cubriendo el lapso de tiempo entre el año 4200 aC y los tiempos históricos.
Para los que desean explorar en más detalle las complejidades de la cronología
actual y clasificaciones cerámicas del Caribe, se recomienda remitirse a Rouse
(1992), para nombrar sólo un ejemplo.
La Migración Lucaya a las Bahamas (700-1492 dC). Julian Granberry
(1991; Granberry y Vescelius 2004) ha utilizado el análisis de topónimos para
14 Jeffrey P. Blick
ggett 1980), aunque, según Keegan (1992), hay sólo evidencia para el movimiento
de alfarería de Cuba a San Salvador, y no necesariamente de personas.
Figura 6. Mapa que indica las migraciones hacia el archipiélago de las Bahamas
desde el este de Cuba y el norte de La Española
Keegan (1992: 53-62) también describe otras dos rutas para el poblamiento
de las Bahamas: la ruta “La Española a las islas Caicos” y la ruta “La Española a
Gran Inagua”. Keegan (1992: 53) afirma que “la fuente más temprana y más cer-
cana posible de colonos bahameños era La Española”. La ruta de islas Caicos fue
primero propuesta por Shaun Sullivan (1976, 1980, 1981), basado en la evidencia
de ese entonces, según la cual las islas Turcas y Caicos habían sido las primeras
en ser ocupadas entre la cadena de islas bahameñas. Keegan enfatiza que este
modelo ya no es sostenible sobre la base de la evidencia actual.
Keegan (1992) actualmente parece apoyar la ruta de migración “La Española
a Gran Inagua”, afirmando que “las Bahamas del sur son todavía la ubicación más
probable para la primera colonia, y La Española, la fuente más probable de colonos.
La hipótesis, favorecida por el autor [Keegan], plantea que los Taínos entraron a
las Bahamas a través de Gran Inagua durante la expansión Ostionoide hacia Cuba”
(Keegan 1992: 58). Keegan usa varios cuerpos de pruebas para sustentar su apoyo
a esta hipótesis: geografía, corrientes oceánicas y tipos cerámicos. La evidencia
16 Jeffrey P. Blick
geográfica y la de las corrientes oceánicas indican que “Gran Inagua es una mejor
candidata para ser la primera colonia que Caicos, por varios motivos. Inagua es
más grande y más cercana tanto a La Española como a Cuba […] [y] si la sal fuera
el motivo detrás de la colonización de estas islas […], Gran Inagua tiene estanques
de evaporación salina más importantes” (Keegan 1992: 59). Keegan también ha
proporcionado evidencia geográfica y de corrientes oceánicas que le sugieren que,
“Cuando los vientos y las corrientes también son considerados, Gran Inagua es el
destino más accesible” (Keegan 1992: 59, mapa 3.3). Además, de acuerdo con el
análisis de Keegan, los vientos y corrientes favorecen el viaje desde La Española
hasta Gran Inagua “por cerca de 281 días al año, mientras que el viaje hacia las
islas Caicos habría sido favorable por cerca de sólo 91 días al año” (Keegan 1992:
61). La evidencia cerámica también le sugiere a Keegan que “Dado que el tipo Pal-
metto fue inventado después de que las Bahamas fueron colonizadas, el (los) sitio(s)
más temprano(s) debería(n) contener sólo la cerámica que los inmigrantes trajeron
con ellos” (Keegan 1992: 62), esto es, cerámica importada sin desgrasante calcáreo
(conchas o piedra caliza), derivada de las islas volcánicas de las Antillas Mayores.
La evidencia cerámica también le indica a Keegan (1992: 58) que “la colonización
de las Bahamas podría datar de alrededor del año 800 dC”.
Finalmente, el modelo de Keegan para la colonización de las Bahamas incor-
pora numerosos motivos posibles para el movimiento demográfico de las Antillas
Mayores hacia el archipiélago de la Bahamas: 1) crecimiento demográfico; 2) ge-
nerosos recursos alimenticios; 3) suelos ricos (debido a condiciones no alteradas);
y 4) animales terrestres y marinos fáciles de cazar (por ejemplo, cangrejo, hutía,
foca fraile y tortugas de mar). Keegan (1992: 64) anota que “Las prospecciones
arqueológicas han demostrado un proceso continuo de merma en la densidad de
población al norte de la isla Acklins”, que él interpreta como un signo de las di-
ferencias temporales en la ocupación de las islas y el crecimiento demográfico
subsiguiente en éstas (es decir, las islas ocupadas antes [en el sur] tendrían den-
sidades de población más altas que las islas pobladas más tarde [en el norte]). Es
esta dinámica poblacional la que hace que Keegan (1985, 1992) la postule como el
factor principal para la colonización de las Bahamas.
Con base en los hallazgos arqueológicos en la isla de San Salvador, actual-
mente se reconoce que las evidencias más antiguas de la ocupación humana en
las Bahamas son las encontradas en el sitio de Tres Perros (SS-21), fechado en 700
dC (Berman y Gnivecki 1995). La presencia de cerámica Arroyo del Palo en este
sitio indica una conexión cultural con Cuba antes del 1000 dC (Berman y Gni-
vecki 1995), cuando se piensa que el tipo Arroyo del Palo deja de ser fabricado.
Además, el trabajo reciente de Berman y Pearsall (2005) sugiere que para el 700
dC ya había poblaciones en San Salvador que cultivaban y procesaban Zea (maíz)
Arqueología del circum-caribe 17
(1991: 377), basados en sus análisis cerámicos: “los movimientos más tempranos
o las redes en las Bahamas vinieron por vía de La Española […] como evidencia
[la cerámica del sitio] Melville [datado alrededor de 965±75 dC en Cayo Ron].
Posteriormente, los movimientos o las redes vinieron desde La Española y Cuba
trayendo tanto las subseries Meillacan como la Chican, tal y como se ve en el sitio
McKay [datado alrededor de 1250±70 dC en Isla Torcida]. El último movimiento
o red de intercambio en las Bahamas puede haber venido desde Cuba, como se
evidencia en el sitio de Bahía Larga [fechado alrededor de 1492 en San Salva-
dor]”. Para la isla de San Salvador, Winter y Gilstrap (1991: 377) postulan uniones
culturales más fuertes con Cuba que con La Española: “las asociaciones con la
cerámica cubana […] ayudarían a explicar por qué los Lucayos decidieron dirigir
a Colón a lo largo de la ruta [de San Salvador] a Cuba y no a La Española, siendo
la razón de esto que los Lucayos de San Salvador, Bahamas, tenía redes comercia-
les con los habitantes de Cuba, o que quizás Cuba era su territorio ancestral”. Sin
tener en cuenta cuál de las posibles rutas de migración fue tomada para ir de las
Antillas Mayores a las Bahamas, está claro que los Lucayos habían alcanzado San
Salvador cerca del año 700 dC (Berman y Gnivecki 1995) y que habían ocupado
la isla durante aproximadamente 800 años, antes de la llegada de Colón en 1492.
Dado que sólo una tercera parte del sitio ha sido evaluada, se estima que un
total de 15-18 viviendas serán encontradas en el sitio si la densidad de estructuras es
la misma que la encontrada para la zona investigada. Este número total de viviendas
se correlaciona bien con la descripción de Colón sobre grandes pueblos Lucayos que
tenían entre 12-15 casas cuando él pasó por las Bahamas en octubre de 1492 (Fuson
1987: 86). El patrón de distribución de las casas revelado por la prospección inten-
siva con las pruebas de pala también deja en claro que las casas en Minnis-Ward
20 Jeffrey P. Blick
estaban alineadas sobre (y orientadas con el sentido de) la cresta de la duna, un mo-
delo similar de asentamiento Lucayo registrado en otros sitios en San Salvador y las
Bahamas. Además, el sitio de Minnis-Ward está localizado a unos 200 m del mar,
otro patrón encontrado comúnmente en todas las Bahamas (Keegan 1992, 1997).
2 Nota del traductor: aunque en el original el término utilizado es “household cluster”, éste ha sido
traducido en esta forma siguiendo la discusión de Jaramillo (1996:78) sobre este concepto, ya que
sólo así se logra enfatizar el hecho de que éstas son unidades de rasgos por medio de los que se
infiere la presencia de unidades domésticas, incluida la vivienda o casa como tal, pero también
otros tipos de construcciones o concentraciones de basuras, etc. De igual forma, se preserva así el
valor diferencial de este concepto frente al de “household unit”, que se traduciría como “unidad
doméstica”.
Arqueología del circum-caribe 21
cus 1983; Winter 1974, 1976) y asociados, ha sido posible identificar la ubicación
de las unidades domésticas precolombinas y discernir las actividades realizadas
en ellas, mediante un análisis de la distribución espacial de artefactos en los depó-
sitos arqueológicos. Esta técnica fue utilizada por el autor en el valle de La Plata,
Colombia, con resultados exitosos (Blick 1993), y ha sido aplicada ahora al sitio
de Minnis-Ward en San Salvador. Hasta donde sabemos, ésta puede ser la primera
vez que esta técnica analítica se aplica a un sitio arqueológico en San Salvador y,
quizás, en la totalidad de las Bahamas.
La distribución espacial general de artefactos que sugiere la presencia de
una unidad doméstica precolombina es la existencia de un área con baja densidad
de artefactos rodeada por, o adyacente a, una zona con una densidad mayor de
artefactos (es decir, áreas de actividad). El fenómeno que produce este modelo es
la tendencia de los ocupantes precolombinos de estas viviendas a barrer los suelos
de sus casas o, por otra parte, a dejar las superficies de tránsito circundantes libres
de artefactos (ver la discusión en Blick 1993). Con base en este modelo general, ha
sido posible identificar la localización de aproximadamente cinco a seis (hipoté-
ticas) unidades domésticas precolombinas en la zona prospectada recientemente
con pruebas de pala en el sitio de Minnis-Ward (ver la figura 8). Los modelos de
distribución de artefactos revelados por las pruebas de pala realizadas en 2003
también indican la presencia de posibles actividades y áreas de actividad, inclui-
dos el barrido y la limpieza de los pisos de las casas y/o patios, la disposición de
desperdicios caseros en basureros o áreas de descarte cerca de las casas, la pre-
sencia de centros y áreas de preparación de alimentos, la presencia de áreas para
trabajar las conchas y hacer cuentas para collares, así como la posible separación
de áreas de actividad femeninas y masculinas (para más detalles, ver Blick 2003).
Las excavaciones realizadas cerca de la Unidad Doméstica 1 confirmaron estas
observaciones generales (Blick 2004).
En efecto, una excavación de 5 x 5 m realizada en mayo de 2004, cerca
de la esquina sudoeste de esta unidad doméstica, permitió recuperar aproxima-
damente 31.000 artefactos, incluidos aproximadamente 10.000 restos de fauna
vertebrada e invertebrada (Blick 2004). Los restos de invertebrados incluyeron
algunos organismos como el caracol reina o caracol rosado (Strombus gigas),
almeja (Codakia orbicularis), buccino (Busycon sp.), quitón común de las Indias
Occidentales (Chiton tuberculatus), quitón rizado o cucaracha de mar (Acantho-
pleura granulata), cigua o burgao (Cittarium pica), cauri (Cypraea sp.), casco
de rey (Cassis tuberosa), una variedad de almejas, mejillones y moluscos no
identificados, cangrejo de tierra (Cardisoma guanhumi y Gecarcinus rurico-
la), caracol de cacahuete (Cerion) y otros numerosos gasterópodos. Los restos
de vertebrados incluyen la tortuga de mar (familia Cheloniidae), y un número
22 Jeffrey P. Blick
La rata del Viejo Mundo […] hizo un recorrido a través del Atlántico y se convirtió en
un importante portador de plagas y enfermedades en los puertos de la América colo-
nial. Ésta era probablemente la rata negra, que se encuentra comúnmente en la zona
tropical y a bordo de buques […] las ratas no eran comunes en las Bermudas antes de
la venida de los europeos, y cuando llegaron, se desató uno de los desastres ecológicos
más espectaculares de la época.
Nota: el Nivel 5 es el nivel cultural más temprano y el Nivel 1 es el más reciente. Los
niveles 3, 2, y 1 han sido fechados por AMS en 1389±41 dC, 1475±42 dC y 1679±39 dC,
respectivamente.
Figura 11. Disminución significativa del peso de los restos de cangrejos, Niveles
5-1, en el sitio Lago Norte de Storr (prueba probabilística de proporciones con
distribución Poisson, p = 0.000; r de Pearson = -.953, r2 = -.909, p = .012)
28 Jeffrey P. Blick
tre las más bajas de la región (Blouet 2006). En el Caribe, el aumento esperado
de unos siete millones de personas entre 2005-2025 (Blouet 2006), en combi-
nación con las presiones inmobiliarias para la construcción de infraestructura e
instalaciones turísticas, sin duda creará muchas oportunidades novedosas para la
arqueología preventiva y el manejo de recursos culturales, siempre y cuando las
administraciones municipales pongan en práctica y hagan cumplir la legislación
sobre la preservación ambiental e histórica, con el fin de proteger los patrimonios
ecológicos e históricos de sus países. Lamentablemente, este tipo de legislación
está débilmente desarrollada en la mayor parte del Caribe, y las leyes, donde en
efecto existen, a menudo no se hacen cumplir o son fácilmente malinterpretadas
o modificadas para favorecer intereses privados. Debido a la debilidad de los
gobiernos, al rápido crecimiento y desarrollo demográfico, a la corrupción y a
las grandes cantidades de dinero involucradas en este tipo de obras de desarrollo
inmobiliario, es probable que muchos sitios arqueológicos importantes en el Cari-
be y las Bahamas resulten destruidos en los años y décadas venideros. La isla de
San Salvador ha visto crecer la presión urbanística desde finales de los años 1990
hasta el presente.
La arqueología ambiental, y su capacidad para revelar las alteraciones de los
ecosistemas en tiempos prehispánicos, debido a las acciones humanas en el Cari-
be, ha surgido ahora como un área de investigación por derecho propio. Las inves-
tigaciones arqueológicas en el Caribe y las Bahamas tienen gran potencial para
ilustrar el curso de la llegada humana a las diferentes islas, la subsiguiente explo-
tación humana de diversos recursos en estas islas y las consecuencias de la altera-
ción humana tanto de ecosistemas terrestres como marítimos. La mayor parte de
esta investigación ha sido resumida recientemente por Newsom y Wing (2004).
Las investigaciones aún en curso en San Salvador de Berman y Pearsall (2000,
2005, 2006) han proporcionado información crítica sobre los usos de plantas en
tiempos prehistóricos, prácticas hortícolas, y la cronología de la introducción de la
agricultura del maíz en el área, mediante el examen de residuos de carbón de leña,
fitolitos y almidones. Las investigaciones recientes sobre restos de fauna de Blick
(2006a, 2006b, 2007; Blick y Kjellmark 2006; Blick y Murphy 2005) y Carlson
(1999; Carlson y Keegan 2004) han revelado fuertes pruebas de la disminución
de recursos terrestres y marítimos en el archipiélago de las Bahamas en los años
700-1500 dC. Por ejemplo, el análisis de fauna de Carlson (1999) sobre la tortuga
de mar en el sitio Coralie en la Gran Turca ha mostrado una convincente disminu-
ción en la abundancia y el tamaño de los restos de esta especie. Otro trabajo en las
Antillas Menores (Steadman y Stokes 2002; Wing 2001; Wing y Wing 2001) ha
revelado información significativa sobre la sobreexplotación prehistórica de re-
cursos y la reducción de la biodiversidad, que parece ser un tema que se repite en
32 Jeffrey P. Blick
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2006 “Recent Archaeological and Paleoecological Investigations in the Baha-
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presentada en el 83rd Annual Meeting of the Georgia Academy of Science,
Georgia Perimeter College, Atlanta, Georgia. Marzo 24-25 de 2006.
34 Jeffrey P. Blick
Introducción
El presente ensayo tiene como propósito ofrecer una visión analítica y crítica del
estado actual de la arqueología que se practica en suelo costarricense. Pero una
caracterización de la praxis contemporánea arqueológica en Costa Rica nos parece
que requiere conocer tanto los antecedentes de ésta, al menos los inmediatos, como
la naturaleza de los restos arqueológicos y su relación con los procesos tafonómicos
naturales y culturales, así como las políticas institucionales y las actividades rela-
cionadas con la investigación y conservación de los depósitos arqueológicos, por
parte de los entes que por ley están obligados a velar por ellos en el país.
Aunque Costa Rica es un país pequeño (51.100 km²), existen condiciones medio-
ambientales muy disímiles entre las diferentes regiones que lo conforman, variación
1 Si el lector desea profundizar en períodos anteriores, puede remitirse a las reseñas y recuentos
historiográficos de Aguilar et al. (1988: 397-403), Arias y Bolaños (1983), Bolaños (1993),
Corrales (2000a, 2003a, 2005), Fonseca (1984), Snarskis (1983) y Stone (1986).
42 Mauricio Murillo Herrera
que determina, hasta cierta punto, el tipo y el grado de conservación del registro
arqueológico precolombino y el tipo de prácticas investigativas desarrolladas.
En efecto, por ejemplo, el clima en el noroeste de Costa Rica es de sabana
tropical, caracterizado por un período de lluvia bien definido desde mayo hasta
octubre, con un promedio de precipitación anual de 1.963 mm³ en la zona mon-
tañosa y de 1.400 mm³ en las llanuras, una temperatura promedio de 28º C y una
humedad relativa de 70%. Este escenario establece condiciones para una conser-
vación muy limitada de materiales orgánicos. Lo mismo aplica para la meseta
central del país, donde el promedio de precipitación anual es de 1.967 mm³ y cuya
temperatura promedio se mantiene entre 22 y 24º C, con una humedad relativa de
75%, sin grandes fluctuaciones.
En contraste, la costa caribe y el sureste del país presentan condiciones
medioambientales típicas del bosque tropical lluvioso, caracterizadas por abun-
dante precipitación y rica biota, sin temporadas climáticas, únicamente un breve
período seco pobremente definido, seguido de una larga temporada lluviosa. En
efecto, la mayor parte del año la temperatura promedio se mantiene alrededor del
los 26 a 27º C, con un promedio de precipitación anual de 3.600 a 4.000 mm³,
promedios muy superiores a los del resto del país (Mena 2006).
Evidentemente, las condiciones climáticas descritas son extremadamente
destructivas para depósitos de material orgánico en los suelos, dejando poco para
ser recobrado por el arqueólogo. Ante tal panorama, en la arqueología en Costa
Rica, el arqueólogo ha hecho uso de la cerámica y de la piedra como casi la única
evidencia arqueológica disponible para hacer investigación. Ciertamente, estos
dos materiales representan, en muchos de casos, la única evidencia conservada
de ocupaciones antiguas en el país. La evidencia arqueológica compuesta de ma-
teriales perecederos, tales como hueso, madera, textiles, y cualquier otro material
orgánico, es extremadamente limitada y, por lo tanto, difícilmente se puede recu-
perar en excavación.
Tal es el caso, por ejemplo, de los materiales usados en épocas precolombinas
para la construcción de viviendas y campamentos, como fueron la palma y la made-
ra, y en los últimos períodos, el bahareque. Este tipo de estructuras deja poco rastros
en el registro arqueológico, en comparación con otras tradiciones arquitectónicas
basadas en el uso de piedra o adobe. El uso de montículos y plataformas para elevar
las bases de las viviendas, ya sean hechos únicamente con tierra o con el apoyo de
anillos de cantos rodados, es un rasgo presente exclusivamente en las estructuras de
Estado actual y perspectivas 43
llamado hecho también por otros investigadores en el área (e.g., Drennan 1995,
1996). Curiosamente, la evidencia aportada ha tenido poco impacto en los mo-
delos de cambio social propuestos para Costa Rica, los cuales han tendido a ho-
mogeneizar el cambio social a lo largo del país, independientemente de la región
y de las variables culturales y medioambientales específicas. Parece ser que los
investigadores han tendido a buscar y privilegiar semejanzas en la arqueología de
diferentes regiones, y en esa búsqueda han marginado las diferencias, como las
que se evidencian en el caso de Arenal.
Durante varios años, el uso de términos como “Intermedio” o “Baja”, para
describir a la región, ha sido considerado por arqueólogos que trabajan en la zona
como inapropiado e incluso despectivo, dado que dichos términos no evidencian
los elementos particulares y autóctonos de la zona (Fonseca 1992; Sheets 1992).
Dicha crítica tomó dos líneas distintas. En el caso de Sheets (1992), como diji-
mos, su propuesta consistía en estudiar las particularidades de las adaptaciones
sociales y culturales con relación al medio ambiente que existieron en esta parte
del mundo. Sheets sugirió que dichas adaptaciones son interesantes en sí mismas
y que el estudio de ellas nos brindaría información sumamente relevante para la
comprensión de la adaptabilidad y el cambio social humano. Dicho llamado fue
también compartido por arqueólogos tales como John Hoopes (1992: 73), quien
también abogó por el estudio de los orígenes de posibles divergencias sociales
tempranas en Costa Rica y el resto de Centroamérica. Incluso, Hoopes (1994)
contribuyó en esta línea de investigación con un estudio comparativo respecto a
las adaptaciones sociales precolombinas en medios ambientes costeros de Costa
Rica y Panamá, en el cual hizo uso de su propio trabajo de campo en Golfito,
Puntarenas. No obstante, su posición cambiaría radicalmente, y en un artículo
recientemente publicado (Hoopes 2005: 5), éste se retracta explícitamente de lo
escrito en 1992 y ahora aboga por una uniformidad en el fenómeno sociocultural
en la región en tiempos precolombinos, esto con base en el estudio de horizontes
estilísticos e iconográficos en materiales precolombinos. Lo anterior nos intro-
duce directamente en la segunda línea de crítica en contra del concepto de “Área
Intermedia”.
La búsqueda de una nueva delimitación espacial y nominal para la llama-
da “Área Intermedia” (Norweb 1961) o “Baja América Central” (Lange y Stone
1984), esta vez apoyada en datos lingüísticos y genéticos que han apuntado a la
predominancia de una estirpe Chibcha o Chibchoide, ha venido a acaparar el
debate arqueológico costarricense en los últimos quince años. La labor en este
sentido iniciada por Óscar M. Fonseca (1992, 1994, 1997, 1998; Fonseca y Cooke
1994) y Richard Cooke (1992), y con la reciente adhesión de Hoopes (2005; Ho-
opes y Fonseca 2003), ha dado un impulso, aun mayor, al interés por la búsqueda
52 Mauricio Murillo Herrera
El papel de este organismo es cuando menos ambiguo, ya que si por una parte
es el responsable del Monumento Nacional Guayabo de Turrialba4, único Parque
Nacional en el país creado fundamentalmente para resguardo de recursos cultura-
les, dentro de las políticas institucionales del Ministerio del Ambiente y Energía
(MINAE) nunca se ha contemplado la investigación y protección de recursos cul-
4 Este parque contiene uno de los sitios arqueológicos monumentales mejor conservados en Costa
Rica y con mayor tradición en investigación (desde 1969 hasta 1984). El parque cuenta en la
actualidad con una extensión de 218 hectáreas.
54 Mauricio Murillo Herrera
Podría concluirse que desde la creación del Ministerio de Cultura, Juventud y De-
portes no quedó claro qué era lo que se iba a entender por cultura. Eso llevó a que se
mantuviera un concepto estereotipado del concepto y muchas veces se enfatizó en el
acceso al hecho cultural, es decir, preocuparse por la recreación artística y cultural de
sectores urbanos y divulgar algunas de sus manifestaciones al interior del país.
Como hemos visto a lo largo de este ensayo, Costa Rica es uno de los países de
América Latina con una consolidada posición en la protección, conservación,
investigación y divulgación del patrimonio nacional arqueológico. Muestra de
ello es que desde hace varias décadas, el país cuenta con organismos oficiales
cuya función es precisamente cumplir con esos objetivos. Así, tenemos al Mu-
seo Nacional (119 años de funcionamiento), la Comisión Arqueológica Nacional
(23 años) y la Universidad de Costa Rica (31 años en la formación académico-
profesional de arqueólogos al nivel de bachillerato universitario y licenciatura),
como entidades directamente relacionadas con el estudio de la arqueología del
país. La experiencia acumulada por estas instituciones le ha dado a la arqueología
nacional una base institucional, infraestructural y de formación profesional lo
suficientemente sólida como para poder plantear proyectos y objetivos cada vez
más ambiciosos. Además, la Ley de Protección y Conservación del Patrimonio
Nacional Arqueológico, vigente desde 1981, brinda todo un marco legal y de re-
gulación a la praxis y conservación de los vestigios arqueológicos del país. Otros
elementos logísticos –como el acceso a zonas rurales y a servicios básicos para
el trabajo de campo, por ejemplo, agua potable y electricidad– son inmejorables,
dado que la cobertura vial y de servicios públicos del país es una de las más ex-
tensas del continente americano.
Por lo anterior, y aunque siempre hay cosas que pueden mejorarse, bási-
camente se puede aseverar que actualmente Costa Rica es un país privilegiado
en cuanto a medios y posibilidades para hacer investigación arqueológica. Pero,
¿cómo se ve este panorama desde el punto de vista teórico?
Pasando a este aspecto, hemos visto que a lo largo de los años se han logrado
notables progresos en temáticas relacionadas con secuencias cronológicas regio-
nales, caracterizaciones tecnológicas y artísticas y estudios formales de rasgos
arquitectónicos y funerarios. Dichos avances nos han permitido conocer acerca
de las variaciones en esos elementos a través del tiempo y del espacio, durante la
época precolombina. También ahora sabemos, sin duda alguna, que hubo contac-
to e intercambio entre los grupos humanos de esta región del mundo y que esas
relaciones interregionales existieron durante gran parte del período precolombi-
no. Sin embargo, aún sabemos muy poco sobre aspectos tales como organización
sociopolítica, organización y cambio al nivel de unidad doméstica, desarrollos
socioculturales locales y regionales, especialización económica, impacto del in-
tercambio interregional en la economía, política e ideología local, organización y
cambio en prácticas ideológicas, y otros temas similares.
62 Mauricio Murillo Herrera
5 El tema de la ideología también podría ser un buen ejemplo para ver los problemas teórico–
metodológicos presentes. Claramente, en este sentido se han hecho avances al sobrepasar la sola
descripción de los objetos, de su contexto arqueológico (cuando esta información existe), de la
identificación de especies o géneros de animales y vegetales y la vinculación de los motivos y
materiales ya sea con Mesoamérica o América del Sur (e.g., Calvo, Bonilla y Sánchez 1992;
Guerrero 1998; Lange (Ed.) 1988; Snarskis 1998), existiendo ahora aproximaciones basadas en
diferentes enfoques analíticos (enfoque histórico directo, la semiótica y el estructuralismo (e.g.,
Bozzoli y Sánchez 1996; Bozzoli y Sánchez 2004; Fonseca 1993; Sánchez y Bozzoli 1998; Sánchez,
Bozzoli y Acuña 1998). No obstante, creemos que mientras se pretenda inferir el significado y
uso de artefactos, motivos y decoraciones, sin preocuparnos en reconstruir sistemáticamente los
otros componentes sociales a una escala comunitaria o regional, seguiremos estando muy lejos
de alcanzar la esfera ideológica de los grupos precolombinos.
64 Mauricio Murillo Herrera
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Estado actual y perspectivas 83
Introducción
Al finalizar los años cuarenta, Colombia contó por primera vez con la etnología y
la arqueología como prácticas científicas institucionalizadas. Como protagonista
de ese proceso, el régimen liberal reemplazó una larga hegemonía del conserva-
tismo y brindó un decidido apoyo a los estudios antropológicos, así como a su
divulgación por medio de revistas especializadas, colecciones populares de libros
y la radio (Arocha 1984; Pineda 1984; Silva 2000, 2002; Páramo 2003). Desde
principios de siglo, notables liberales como Octavio Quiñones, Juan C. Hernán-
dez y Armando Solano se habían solidarizado con la causa indígena y habían es-
crito profusamente sobre el tema, haciendo un llamado de atención sobre la falta
de apoyo oficial a los estudios sobre indígenas. Una vez establecido el régimen
liberal, el presidente Eduardo Santos trajo a Colombia al médico francés Paul
Rivet, con frecuencia considerado “fundador” de los estudios antropológicos en
Colombia. Sin duda, alrededor de lo anterior muchos colombianos se mostraron
entusiasmados. Uno de ellos, Quiñones, por ejemplo, se dio el lujo de afirmar que
el gobierno merecía la bendición de las antiguas civilizaciones prehispánicas y
Los conservadores
Para desarrollar el argumento, comienzo por Laureano Gómez, quizá el pensador
conservador más importante de la época y, sin duda, uno de los personajes más
odiados por los etnólogos y arqueólogos de dicho período (Henderson 2001). Sin
duda, hizo méritos para no ser querido por muchos: dividió la Escuela Normal
Superior en dos, la Universidad Pedagógica de Mujeres, en Bogotá, y la Univer-
sidad Pedagógica y Tecnológica, en Tunja. Además colaboró en la expulsión de
los investigadores del Instituto Etnológico Nacional, acusándolos de terrorismo
y de un largo etcétera. Pero más allá de estas nada loables actitudes, ¿cuál era la
ideología de Gómez con respecto a los temas centrales de la antropología? Para
responder a esa pregunta, sin duda, es necesario acudir a sus Interrogantes sobre
el progreso en Colombia, una recopilación de dos conferencias dictadas en el
Teatro Municipal de Bogotá, en 1928 (ver la figura 1), y que seguían los pasos del
célebre debate sobre la decadencia de la raza colombiana liderado por el médico
La ambigüedad de la diferencia 87
conservador Luis Jiménez López unos pocos años antes. En la primera conferen-
cia, del 5 de junio, afirmó que la principal función de los gobernantes consistía
en velar por la salud de dos aspectos básicos de cualquier entidad política: el
territorio y la raza. El rasgo que caracterizaba estos elementos en Colombia era
su debilidad. La evidencia para él era la siguiente: a una latitud como la que se
encuentra el país nunca había existido “ninguna verdadera cultura”, y si había
ciudades de considerable tamaño, ello se debía a su posición estratégica, de paso,
entre zonas del globo más propicias para la civilización. Si en Colombia se podía
hablar de una “relativa cultura” (comparada con el Congo Belga, por ejemplo), era
por un feliz acontecimiento: el levantamiento de la cordillera de los Andes, con
lo cual se había evitado que el país consistiera en el paisaje desolador de “la selva
soberana y brutal, hueca e inútil” (Gómez 1970: 26).
… las razas primitivas que la habitan viven llenas de terror. Vense aisladas entre un
cosmos hostil y los seres fantásticos y tenebrosos que son las divinidades en su ruda
mitología. Los mitos son de índole salvaje; interpretaciones de la naturaleza enemiga,
manifestada por el terror; ya es el terrible diablo que encarna las fuerzas amenazado-
ras y malignas de la naturaleza, o el genio misterioso del bosque, o el ave melancólica
que se lamenta de no poder mudar sus plumas perpetuas, o el suplicio del animal
devorado por su propia piel. (Gómez 1970: 29)
pasado indígena cumplió un papel más importante en sus reflexiones. Sin negar
el panorama desolador presentado en junio, argumentó que las leyes naturales se
podían atemperar. Todo era cuestión de alcanzar, contra las mayores dificultades,
la civilización. Dedicó parte de la conferencia a las opiniones científicas sobre el
suelo colombiano. En lugar de las propias impresiones de viajero sobre las que se
había basado en junio, acudió a Felipe Pérez y a Agustín Codazzi, para reafirmar
lo exagerado que eran las ideas sobre las inmensas riquezas nacionales. Además
volvió sobre la cuestión étnica, y en particular, sobre el pasado nativo. Creyó
encontrar ejemplo de cierta civilización entre incas y aztecas y señaló que esas
comunidades eran más interesantes que la española. Por ejemplo, en México y
Perú los españoles habían encontrado sociedades que, salvo la odiosa costumbre
del canibalismo, eran tolerantes y sofisticadas (Gómez 1970: 126-8). En Perú,
además, existía un sistema social que liberaba a la población de los “abusos del
capitalismo”. Antes de la Conquista, los indígenas habían sido sanos y pulcros
(Gómez 1970: 129). La conquista española había sido inusitadamente cruel: había
destruido culturas nativas y un adecuado orden social y lo había sustituido por
una sociedad dividida en holgazanes y siervos.
Los argumentos de Laureano Gómez daban al Estado un papel privilegiado
ante un país racial y geográficamente débil; no en vano sostuvo en su primera
presentación que la civilización en Colombia era comparable a una frágil planta
de invernadero. El conservatismo, por lo tanto, era el único capaz de sacar ade-
lante un país que luchaba contra las limitaciones del medio y la raza. Ahora bien,
sus ideas sobre el Estado, su pesimismo sobre la composición racial del pueblo y
su visión del pasado indígena eran comunes entre los conservadores. Un ejemplo
es el de Mariano Ospina, presidente entre 1946 y 1950, y quien en el diario El
Colombiano estableció una comparación entre el espíritu de trabajo en grupo de
los anglosajones y la ausencia del mismo entre los latinos, preguntándose si el
egoísmo y el individualismo eran “solo cuestión de educación, o lo es también de
raza” (Ospina 1982: 15). No obstante, sería simplista afirmar que los conservado-
res acogieron entusiastas sus ideas.
Algunos de los contradictores de Laureano Gómez, como Félix de Areu,
trataron de separar el asunto de la política, pero su crítica resultaba igualmente
conservadora. Publicada en Universidad (9 de junio de 1928), la objeción de Areu
consistía en que el trópico deparaba grandes augurios, y que prueba de ello eran la
antigua grandeza de La Habana, Cartagena de Indias y Popayán, todos bastiones
de hispanidad. Pero, además, Gómez había ignorado que la raza predominante en
el país era latina, raza que no tenía nada que envidiar a las mejores. Éste es sólo
un testimonio de que, en realidad, las críticas más rabiosas contra Gómez vinie-
ron de medios conservadores, especialmente de El Debate, publicación dirigida
90 Carl Henrik Langebaek
por Silvio Villegas, y que desde la primera conferencia de Gómez dio cabida a
expresiones de rechazo radicales en contra de sus planteamientos. El 7 de junio,
apenas dos días después de su primera charla, El Debate publicó una nota en la
cual se afirmaba que había razones para ser optimista sobre el futuro de Colombia
y el fortalecimiento de la cultura. Ese mismo día salió una nota sobre El fracaso
intelectual del ingeniero Gómez, en la cual se señalaba que Gómez no aportaba
sino lugares comunes del conocimiento científico y pseudocientífico del siglo
XIX, revaluados por las conquistas de la biología y la higiene. Peor aun, se le
acusaba de propiciar el imperialismo norteamericano al defender la idea de que
el trópico estaba habitado por razas inferiores. La misma idea se publicó el 8 de
junio, cuando se afirmó que Gómez extendía una “invitación al imperialismo
norteamericano, para que continúe su obra de perfeccionamiento de una república
de zambos, de mulatos, y de incapaces”.
Por otra parte, en El Debate (7 y 13 de junio de 1928) se publicó la conferen-
cia del también conservador Pomponio Guzmán, presentada en el mismo Teatro
Municipal, donde se había dado el discurso de Gómez. En ella se defendía la
idea de que en el país, “mezcla amorfa de españoles indolentes, mulatos ladinos
y negros embrutecidos”, existían valores auténticos, cerebros adiestrados en las
“disciplinas del espíritu” y conductores capaces. Además se criticaba el determi-
nismo geográfico y se defendía la idea de que el país tenía “habitantes ejemplares
vigorosos, de inteligencia y facultades para domeñar la salvajez” (El Debate, 13
de junio de 1928).
Un aspecto de los discursos de Gómez que molestaba a los nacionalistas
conservadores era su materialismo. Guzmán, por ejemplo, admitió que el clima
ejercía influencia sobre los animales, pero no que lo hiciera sobre los humanos:
se trataba de una posición materialista que repugnaba. Otro ejemplo: Enrique
Ramiro se quejó de que detrás de las ideas de Laureano Gómez se escondían
“concepciones materialistas”, que habían sido revaluadas por la misma ciencia
materialista. El mundo, argumentaba Ramiro, tendía al enfriamiento, lo cual se
traducía en que el tan despreciado trópico pronto sería el único lugar habitable
(El Debate, 21 de junio de 1928). Pero más importante aún, en contra de las ideas
“materialistas y acongojadas”, como las llamaba Guzmán (El Debate, 13 de ju-
nio de 1928), se erigía el espíritu latino, “verdadero regulador de la historia”. La
observación se enmarcaba bien en la imagen de que el país, además de tierra, la
cual podría ser transformada por el hombre, debía aprovechar su tradición y su
inteligencia, en otras palabras, sus valores espirituales (El Debate, 30 de mayo de
1929). Por supuesto, la referencia al “espíritu latino” no era gratuita. Además del
materialismo de Gómez, su interpretación racial resultaba inaceptable. Pomponio
Guzmán criticó la noción de que el país estuviera habitado por “la raza española,
La ambigüedad de la diferencia 91
Los liberales
de Colombia nada tenía que ver con taras de raza sino más bien con problemas de
alimentación, y con la educación. Solamente una raza vigorosa podría enfrentar
eficazmente el medio, y la colombiana podría serlo como cualquier otra. De allí
que, citando a Lombana Barreneche, propusiera que la única inmigración acepta-
ble en el país debía buscarse en los vientres de las madres (Muñoz 1940).
Luis López de Mesa, uno de los más influyentes pensadores liberales de la
época, es un buen punto de partida. En 1910, cuando asistió al Primer Congreso
de Estudiantes de la Gran Colombia, manifestó su interés por el tema de la raza,
desde una perspectiva que asumía como nacionalista y antiimperialista. En efecto,
en ese entonces abogó por la defensa de la estirpe biológica latinoamericana para
evitar la “acción absorbente de otras razas” y por buscar el desarrollo de su cultu-
ra propendiendo encontrar su pasado glorioso y su porvenir de paz. En 1920, su
preocupación por lo étnico lo llevó a alinearse con Miguel Jiménez López, aunque
desde una perspectiva menos pesimista, incluso inspirada en José Vascocelos: por
ejemplo, en 1926, su Civilización contemporánea defendía la idea de un destino
histórico glorioso para la mezcla racial colombiana. Admitió en ese entonces que
la historia era el permanente dominio de sociedades masculinas sobre sociedades
femeninas: de los dorios sobre los egeos, de los latinos sobre los griegos, de los
bárbaros sobre los latinos, de los yanquis sobre los europeos y, naturalmente, de
los latinoamericanos sobre todos los demás en el futuro (López de Mesa 1926:
184). No obstante, el porvenir estaba condicionado y debían corregirse algunas
tendencias del carácter colombiano exageradas por el ámbito tropical y el carácter
de sus razas (López de Mesa 1926: 191).
Después de ir en contra de sus propios consejos y estudiar en Harvard, llegó
a ser Ministro de Educación. Entonces su mayor preocupación fue establecer un
amplio programa de alimentación e higiene, con el fin de garantizar el éxito de
las reformas educativas, pero esto no quiere decir que abandonara su interés por
los temas de la raza y el clima. En sus publicaciones mantuvo una estricta relación
entre raza y carácter, y entre ellos y medio. En Civilización contemporánea había
dedicado un párrafo a explicar los cambios físicos de los ingleses en Norteaméri-
ca (López de Mesa 1926: 69). Luego, en El Alma de América (1927) consideró que
el Estado debía combatir en cuatro frentes para el mejoramiento de la nación: el
étnico, el técnico, el ético y el estético. Sobre el primero sostuvo que debía forta-
lecerse con aportes del norte de Europa, sin renunciar a las “virtudes autóctonas”;
ellos fomentarían la industria y la cultura general y también colaborarían con el
“levantamiento de la población indígena y negra que vegeta muy distanciada de la
civilización” (López de Mesa 1927: 49). Con el tiempo, la migración contribuiría
a la formación de un tipo homogéneo, y entonces, “el hombre americano hallará
en su alma y en sus obras, sin este afán prematuro de expresarlo que hoy lo aque-
La ambigüedad de la diferencia 95
ja, y que es sólo la conciencia oscura de su misión, la fórmula precisa del hombre
nuevo” (López de Mesa 1927: 58).
Para Luis López de Mesa no había duda de la relación entre raza y carácter.
En unas notas sobre Comparaciones de razas, aseveró que los ingleses eran un
pueblo femenino, práctico, tímido y sentimental; el alemán, masculino, “suave en
la superficie, cruel en el fondo”; el francés, orgulloso y maldiciente; el español,
generoso, ineficaz y valiente (D 484-104, Biblioteca de la Universidad de Antio-
quia, Medellín). En sus Notas sobre Argentina, argumentó algo parecido sobre
los pueblos de América del Sur: el ecuatoriano era tímido, el peruano simpático,
el chileno tahúr y alcohólico, aunque pragmático; el argentino, en parte europeo,
en parte criollo, estaba formando un tipo predominantemente americanizado, lo
cual confirmaba la influencia del medio geográfico: tenía los mismos defectos del
colombiano, aunque algo atenuados por el mejor clima: melancólico, perezoso,
entregado a la divagación mental y falto de concentración (D 486 117, Biblioteca
Universidad de Antioquia, Medellín). Este tipo de ideas explica por qué, en los
meses anteriores a la Segunda Guerra, se opuso a la inmigración de “indeseables”
elementos judíos (Galvis y Donadio 1986: 235-57).
El mismo año en que se conoció El Alma de América, López de Mesa publi-
có su informe El factor étnico, presentado a un comité de expertos que estudiaba
el costo de la vida en Colombia. Ese trabajo partía de aceptar que Colombia estaba
conformada por la mezcla de tres razas de muy diversa índole, razón por la cual se
encontraba en situación de inferioridad ante otras naciones, como Estados Unidos
y Argentina. La raza española era la “columna vertebral y médula de la nueva
identidad”, mientras que el indígena aportaba “suavidad del carácter, laboriosidad
y habilidad manual en algunas regiones, ciertos dones de disciplina, adaptabi-
lidad y tendencia cívica” (López de Mesa 1927: 5-7), y el negro –una vez más
confinado en la esfera de su fortaleza biológica– había sido útil para “desbravar la
selva enemiga”; y además era también sensual, evidencia de su poca inclinación a
tener “nobles preocupaciones” (López de Mesa 1927: 12 y 23).
El reto de Colombia consistía en que, a medida que mejoraban las comunica-
ciones, la mezcla de razas era inevitable, la cual, si seguía la “mera determinación
de propincuidad daría ocasión a resultados poco apetecibles”; con esto López
pensaba en los migrantes andinos que a su paso hacia las tierras bajas encon-
traban pueblos “retrasados en cultura o deteriorados físicamente”; además, en
algunas de esas tierras por colonizar, como el Cauca y el Atrato, así como en las
costas, la población africana estaba “tan decaída fisiológica y espiritualmente”
que no se podía mezclar con el resto de la población “sin hacer sufrir al conjunto
de la nación muchos pasos hacia atrás y perturbarla por siempre” (López de Mesa
1927: 11). La mezcla del indígena andino con el negro o el mulato sería una cala-
96 Carl Henrik Langebaek
midad: se sumarían todos sus vicios y se tendría “un zambo astuto e indolente,
ambicioso y sensual, hipócrita y vanidoso a la vez, amén de ignorante y enfermi-
zo” (López de Mesa 1927: 11). Varios años después, en 1943, una carta de Tomás
Rueda Vargas a Agustín Nieto reveló que López de Mesa le había confesado al
primero su preocupación con respecto a los “resultados poco apetecibles” de las
mezclas raciales: “el ascenso de los mulatos a los puestos directivos” (Pardo de
Carrizosa 1993: 346).
La imagen que tenía López de Mesa sobre el país lo llevó al recurrente re-
greso a la idea ilustrada sobre la juventud de América: en la Colonia existía una
sociedad embrionaria, mientras que entre 1810 y 1910 se podía hablar de un país
infantil, que recién comenzaba a explorar y a ensayar para poder entrar a la vida
adulta. Pero sería inapropiado considerar que López tenía una idea evolucionista.
Era tan sólo una analogía útil, aunque también embebida en la idea de progreso.
En un corto ensayo de 1915, “El evolucionismo”, Luis López de Mesa reconoció el va-
lor de las teorías evolucionistas, pero sin suscribirlas por completo. Resaltó la obra de
Spencer como un sofisticado sistema explicativo, pero objetó que la ordenación de los
hechos generados por la evolución fuera tomada como la evolución misma. Entonces
López de Mesa admitió que era necesario apartarse del evolucionismo y buscar “otras
rutas en la explicación de los fenómenos” (López de Mesa 1915).
Su obra posterior se encuentra dispersa en gran cantidad de libros, confe-
rencias y artículos, pero notablemente en De cómo se ha formado la nación co-
lombiana (1970), Disertación sociológica (1939) y Escrutinio sociológico de la
historia colombiana (1948). Incluso se puede encontrar su influencia en las tesis
de grado de sus estudiantes, como en la de Roberto Pineda, Hacia una teoría ge-
neral de nuestra identidad, en la cual se reafirmaba el carácter bruto del territo-
rio, así como el carácter predominante de la raza española en el mestizo del país,
con todos los problemas que ello implicaba, y la necesidad de atraer inmigrantes,
siempre y cuando fuera a través de un proceso selectivo (Pineda 1937). En fin,
las innumerables obras de López de Mesa, y las de sus pupilos, defendieron la
importancia del medio en la conformación del pueblo colombiano, y al igual que
había defendido Laureano Gómez, consideraron ese factor como limitante en su
desarrollo. En Escrutinio sociológico de la historia colombiana se presentó una
Colombia en la cual ni las tierras bajas ni las altas (aunque en menor grado) eran
apropiadas para el progreso. El colombiano era un pueblo que tenía que desen-
volverse al amparo de “las noventa y cinco mil toneladas de lluvia por segundo”
(López de Mesa 1955: 78) que caían en su territorio; en un medio tropical que –y
aquí se recuerda a Buffon– había sido incapaz de producir especies vigorosas,
de tal forma que en materia de biogénesis nada se podía comparar con lo que
habían aportado otros continentes: “ni un caballo, ni una vaca, ni una oveja, ni
La ambigüedad de la diferencia 97
siquiera gallinas” (López de Mesa 1955: 81). Peor aún, en un ambiente en el cual
incluso las corpulentas especies traídas de Europa tenían serias dificultades para
adaptarse al medio tropical, lo cual, sin duda, resultaba válido también para el
ser humano. En 1945, en un ensayo sobre el “Sentido y tareas de la democracia”,
López de Mesa continuó insistiendo en el asunto de la decadencia; la raza decaía
“fisiológicamente por las muchas epidemias del trópico, por defectos cualitativos
de la nutrición, y por defecto cualitativo de los alimentos que usa” (López de
Mesa 1981: 61).
¿Qué papel cumplió el pasado indígena en las ideas de Luis López de Mesa?
En 1941, con ocasión de la inauguración de una estatua del general Santander en
Buenos Aires, López de Mesa admitió que el albor de las culturas se encontraba
en el norte: “del trópico hacia el sur hay grave silencio histórico, si exceptuamos
la organización totalitaria de los incas” (López de Mesa 1963: 402). En su Escru-
tinio, la experiencia remota del indio era aleccionadora. Por ejemplo, servía para
demostrar el enorme obstáculo que imponía el medio al progreso. En tiempos pre-
hispánicos, motivado por el afán de abandonar la selva azarosa, el hombre había
huido a los Andes, aunque allí las condiciones tampoco eran ideales (López de
Mesa 1955: 91 y ss.). Los animales superiores en general, incluidos los humanos,
se degeneraban en las regiones suramericanas, ya por la altura, ya por el medio
tropical (López de Mesa 1955: 82). Sin embargo, cualquier pesimismo sería co-
barde. Y aunque América, en su conjunto, resultaba esquiva a la planta humana,
mucho se podía hacer para remediar la situación. Lo primero, desde luego, con-
sistía en conocer su historia.
Pero además la historia del indio ilustraba el peso del medio en la confor-
mación de la raza. El hombre americano tendría unos 10.000 años de antigüedad,
tiempo suficiente para que la naturaleza ejerciera un papel importante en sus carac-
terísticas. A su llegada al continente habría encontrado obstáculos gigantescos: la
ausencia de ganados, y la existencia de plantas cultivables como la yuca y el maíz,
con las cuales “no se podía crear suficiente riqueza”. Como resultado, se podía
hablar de cierta degeneración de los pueblos americanos, que los europeos encon-
traron en el siglo XVI. Incluso parecía probable que la población encontrada por
los conquistadores fuera menor cuando llegó Colón que en períodos anteriores. Lo
cierto era que, en Colombia, el trabajo en piedra (ejemplificado por la estatuaria de
San Agustín) ya había degenerado en el siglo XVI. Acudiendo, como de costum-
bre, al difusionismo, sugirió que los agustinianos no podían tener un origen nativo:
tendrían que haber venido del Perú y, una vez en tierras tropicales, comenzado un
inexorable proceso de decadencia (López de Mesa 1955: 85 y ss.).
La evocación de un pasado remoto jalonado con rupturas, a su vez resultado
de la ausencia de condiciones para el progreso, servía, finalmente, para represen-
98 Carl Henrik Langebaek
tar la historia del país como una larga y perpetua lucha contra el infortunio, mar-
cada por seis grandes frustraciones, las cuales fueron, por cierto, el plan de temas
del Escrutinio. La primera correspondía, ni más ni menos, a la decadencia de la
cultura de San Agustín, debido a las migraciones chibchas y caribes; las demás
estaban marcadas por el arribo de los conquistadores españoles, la propia guerra
de emancipación –que echó por tierra los intentos de reorganizar la colonia–, la
disolución de la Gran Colombia; la separación de Panamá y el éxito de los conser-
vadores en 1946 (López de Mesa 1955: 70).
Las grandes frustraciones de la historia colombiana habían contribuido a
que no se hubiera conformado una raza homogénea que pudiera tener una idea de
nación unificada. En algunas obras de Luis López de Mesa se deja entrever un
claro énfasis en los aspectos raciales que consideraba más hostiles a dicha con-
formación. En su obra Bolívar y la cultura iberoamericana, publicada en 1945,
brindó un retrato de la composición racial del país, en relación con la esperanza de
construir cultura en un hemisferio distinto al boreal. En realidad, la descripción
de Bolívar resume buena parte del pensamiento racial –y racista– de López de
Mesa. El caraqueño era vasco, castellano y andaluz, como lo demostraban la for-
ma de su cráneo y su carácter; también tenía algo de judío, lo cual se dejaba ver en
su “ductilidad social oportunista”. El criollo se caracterizaba por una “mentalidad
imprecisa” y una “voluntad incierta”, como si el trópico aflojara las virtudes de
los españoles. Por lo tanto, resultaba aconsejable agregarle una pizca de sangre
nórdica, pero no mucho más, porque el ideal consistía en que se mezclaran razas
parecidas. La mezcla del indio y del español había sido buena. En cambio, no
era aconsejable su cruce con la raza negra, ni con la semita, “por las semejanzas
que son en la índole de algunas de sus cualidades inferiores, mimetismo moral y
astucia, zalamería aparente y crueldad íntima”. Aún más inquietante resultaba la
mezcla entre mestizos y mulatos. Había razones para ser optimistas a largo plazo,
cuando, en un lento proceso de unificación biológica, Colombia adquiriera cierta
homogeneidad racial (López de Mesa 1980: 27).
A diferencia de Laureano Gómez, el trabajo de López de Mesa se apoyó en
innumerables obras de antropólogos y arqueólogos, pero éstas fueron tenidas en
cuenta con cierta dosis de escepticismo. El autor conocía los escritos de Broca,
así como los de los intelectuales colombianos que habían investigado sobre co-
munidades indígenas del pasado, sobre todo Zerda y Uricoechea. Y, desde luego,
estaba al tanto del trabajo de Rivet y sus alumnos. Había leído a quienes sostenían
que los muiscas tenían un origen japonés; conocía las propuestas sobre el origen
polinesio de algunas comunidades indígenas, y sabía de las excavaciones de algu-
nos de los pupilos del médico francés, como Luis Duque Gómez, Gerardo y Alicia
Reichel-Dolmatoff.
La ambigüedad de la diferencia 99
encontraron los españoles daba una medida de la fuerza de su raza. En Perú los
conquistadores habían hallado una “población organizada muy superior a la que
hoy habita todo el continente”. En México, en cambio, se habían enfrentado a
una sociedad decadente y degenerada (Gaitán 1988: 30-1). La raza indígena en
Colombia, muy mezclada, tendía a ser despersonalizada, como la española, que
también era mestiza. El origen del pueblo colombiano era, entonces, la fusión de
dos pueblos sin personalidad (Gaitán 1988: 31).
Los temas de raza y clima salieron a relucir en algunas de sus más co-
nocidas polémicas sobre la realidad de Colombia. En discursos posteriores a
su tesis de grado, Gaitán criticó a quienes aplicaban mecánicamente el mode-
lo marxista y consideraban que lo económico era predominante, sin tener en cuenta las
cuestiones antropológicas. Con el paso del tiempo, esa idea lo llevó a exaltar
las condiciones de la raza, en términos del difícil medio y la desigualdad social en
los que le tocaba desarrollarse. En 1930, al referirse al problema de los colonos,
Gaitán admitió que fisiológicamente “nuestro pueblo, por razones climatéricas,
por factores de inequidad social” era una raza “que no puede competir con los
trabajadores de países como Inglaterra, Estados Unidos, Italia y Francia” (Gaitán
1968: 75). No obstante, la estrategia política gaitanista se acercó gradualmente
al ideario mestizo, aprovechando simultáneamente las virtudes del latino y de la
piel oscura. En 1946, en la “Arenga a los venezolanos”, tachó de mentirosas las
nociones sobre debilidad de la raza mestiza y enalteció sus éxitos en las condicio-
nes más adversas, invitando a las razas europeas a ser testigos de ello. Ese año, la
oposición a Gabriel Turbay llevó a que sus huestes defendieran la idea de que Gai-
tán representaba a la “raza colombiana” sin sospecha de contaminación extran-
jera (Green 2000: 121-2). Incluso, en sus grandes debates jurídicos no escapó de
las comparaciones entre razas: refiriéndose precisamente a la importancia de los
factores antropológicos señaló que el código penal contemplaba la edad cronoló-
gica, sin tener en cuenta factores raciales y geográficos (Gaitán 1968: 462). Como
ejemplo tomó el sexo, señalando el contraste entre los nórdicos y los latinos. Así,
dentro de una misma edad cronológica, la edad “mental de los primeros es muy
inferior a la de los últimos, ya que un joven inglés, sueco o noruego desconoce ge-
neralmente los secretos de la vida sexual a la edad en que un francés o un italiano
son ya avezados conocedores de ellos” (Gaitán 1968: 527). La misma observación
se podía hacer con relación a Colombia: la gente del litoral adquiría un “temprano
conocimiento del problema sexual, en relación con los individuos que viven en el
interior” (Gaitán 1968: 527).
Para Gaitán, el Estado debía preocuparse por “el mejoramiento de nuestro
pueblo”; de lo contrario, “continuaríamos siendo el prototipo de una raza inferior
que nada fecundo puede producir”. No obstante, la materia prima racial nativa
102 Carl Henrik Langebaek
parecía buena. En 1936, consideró a México, del que había dicho que sus primi-
tivos habitantes aztecas eran degenerados, guardián de Indoamérica y pueblo de
grandes virtudes, algunas de ellas ligadas con su historia racial. Un pueblo con
fuerza necesitaba un equilibrio entre lo intelectual y lo temperamental o afectivo.
En el caso mexicano, la influencia de tres razas garantizaba esa armonía: el tipo
azteca, que era “fuerte y volitivo, sobrio con una personalidad geométrica revela-
da con índice indudable en sus obras artísticas”; el tipo tolteca, “pueblo eminente
en el sentido del ritmo, completo en la emoción”, y, finalmente, el maya, “el tipo
cerebral por excelencia, la fuerza intelectual predominante”. Tan sólo la Conquis-
ta había roto esa armonía (Gaitán 1968: 192).
Finalmente, una observación sobre el programa liberal: el interés por el pa-
sado prehispánico parece ocupar un lugar que no dejaba de ser incómodo. Era
un referente de identidad nacional importante, como en Arciniegas, pero un far-
do pesado en términos étnicos, como en López de Mesa. No obstante, bueno o
malo, parecía importante en la conformación de la clase obrera y, sobre todo, del
campesino. La ideología liberal se interesaba por los fundamentos sociológicos
e históricos de los problemas nacionales, lo cual exigía encontrar la condición
ancestral del colombiano. Joaquín Fonseca, entusiasta defensor de la Comisión y
admirador de López de Mesa, reveló en 1947 la lógica que entrañaba indagar por
el pasado: el campesino colombiano estaba predispuesto a aceptar la autoridad,
al igual que sus antepasados habían seguido las indicaciones de sus caciques.
Semejante uso de la autoridad, sin embargo, había generado una limitada convi-
vencia y una feroz resistencia a recibir los valores de la civilización. En resumen,
la intransigencia para aceptar la vida civilizada únicamente podía ser salvada
aplicando métodos docentes basados en la observación de sus costumbres ante-
pasadas. En esa medida, tenía todo el sentido del mundo que el Estado financiara
el estudio de las ruinas de San Agustín, “para ver si por ellos se llega a sacar algo
que eleve las apreciaciones, sobre las costumbres, y modalidades de las tribus y
razas antepasadas de nuestros campesinos, con el fin de buscar y encontrar más
seguros derroteros en la organización de su educación y cultura” (Fonseca 1947:
165). Se trataba, además, de adquirir conocimiento que permitiera desenterrar
el autoritarismo y centralismo defendido por los conservadores, presentándolos
como rasgos primitivos, casi animales, propios del pasado superado. En efecto,
según Fonseca,
Comentarios finales
Estamos muy lejos de creer que Colombia sea el país más rico del orbe, pero lo esta-
mos otro tanto de considerar y sobre todo de proclamar que sea la tierra miserable y
pétrea donde tiene fatalmente que morir la planta de la cultura humana. Sabemos que
este pueblo no ha de laborar por sí solo una civilización pero sabemos también que no
es radicalmente incapaz de asimilar los ingredientes substanciales y las formas de una
vida civilizada. (Santos 1981: 479-80)
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108 Carl Henrik Langebaek
Resumen
Los libros y unos cuantos amigos a quienes se aprecie y que nos aprecien acaban por ser la
única verdad: lo demás es ruido que aturde.
Introducción
Debo confesar que cuando recibí la invitación a participar en este evento, me sentí
complacido y preocupado a un tiempo. Complacido porque me parece una oportu-
nidad inmejorable para compartir un tema que me parece apasionante y más bien
poco conocido, como lo es la historia y el estado presente de la arqueología en
Venezuela, ubicando lo que se ha hecho y lo que podríamos hacer en un contexto
110 Rafael A. Gassón P.
del Orinoco, de los Guajiros, Timotes y Cuicas. Marcano sólo pudo diferenciar las
diferentes “tribus” con base en rasgos culturales y físicos de una manera muy ge-
neral, sin adelantar ningún juicio sobre la antigüedad de los aborígenes precolom-
binos ni sobre su diferenciación social (Marcano 1971: 306). Hasta el comienzo
de la sexta década del siglo XX, no se tenía una idea exacta de la profundidad del
período prehispánico venezolano, ni de la variación en cuanto a la organización
social de los grupos indígenas. Por ejemplo, debido a la ausencia de artefactos lí-
ticos de acabado escamoso, en 1885 Adolfo Ernst negó la existencia de un período
paleolítico en América del Sur (Ernst 1988, tomo IX: 386-387). Por esto, las obras
clásicas como ésta se refieren a etnografías antiguas o precolombinas, recono-
ciendo en forma tácita el tratamiento plano del tiempo prehispánico y la visión
homogénea de las organizaciones políticas. Otros textos importantes, entre los
que es imprescindible recordar Tierra Firme (Venezuela y Colombia): estudios
sobre Etnología e Historia de Julio César Salas, también incluyeron discusiones
ocasionales sobre artefactos y monumentos arqueológicos (Salas 1971). Pero si
aceptamos que el objeto de estudio de la arqueología está constituido fundamen-
talmente por los restos materiales de las sociedades desaparecidas (Vargas 1990:
8), es claro entonces que fue Marcano quien por primera vez utilizó artefactos ar-
queológicos y restos humanos como la fuente principal de datos para documentar
el pasado venezolano.
Sin embargo, no todo fue ilustración en esta etapa formativa de la arqueo-
logía venezolana, y lo que puede llamarse una visión romántica o fantástica del
pasado, que aún es del gusto de muchos, también hunde sus raíces entre el final
del siglo XIX y el de la Belle Epoque. La llamada Arqueología Fantástica reúne
una serie de opiniones y formas de analizar el pasado que no resisten un examen
detallado. Es la arqueología que hace uso extenso de la imaginación, la intuición
y la fe (Williams 1991). En Venezuela la arqueología fantástica fue muy popular
hasta la primera mitad del siglo XX. Aunque existieron distintas especulaciones,
la idea más difundida fue la de un origen alóctono de nuestras antiguas culturas
(Maldonado 1970; Lecuna Bejarano 1912; Tavera Acosta 1930). El más impor-
tante de los arqueólogos fantásticos fue Rafael Requena, autor de la famosa y
desconocida obra Vestigios de la Atlántida (1932).
En 1882, el estadounidense Ignatius Donnelly publicó Atlantis, the Antedi-
luvian World. Esta obra aún es consultada, y puede decirse que, en su mayoría,
los libros escritos sobre el tema no son sino secuelas de la misma. Existen varias
razones para la popularidad de Atlantis. En primer lugar está bien escrito, y pre-
senta una narrativa bastante lógica del pasado, de acuerdo a los conocimientos de
su tiempo, que lo hacía muy convincente. Luego, usaba el método comparativo en
campos como geología, arqueología, mitología y lingüística, utilizando autores
112 Rafael A. Gassón P.
gestiones y al interés que despertó su obra, entre 1932 y 1934 vinieron a nuestro
país los primeros arqueólogos profesionales: Wendell Bennett, Alfred Kidder II
y Cornelius Osgood, quienes pocos años después publicaron las primeras mono-
grafías sistemáticas de sitios arqueológicos y los primeros informes regionales
y generales, amén de la primera cronología relativa para nuestro país. Además,
podríamos decir que gracias a la obra de Requena se instauró entre nosotros un
gusto por una visión romántica del pasado que aún persiste y que privilegia lo
extraño, lo estético y lo exótico (Berlin 2000: 33-34). Sin cinismos, podemos decir
que esto ha cumplido un papel más que notable en la obtención de fondos y en la
consolidación de centros de estudio y programas de enseñanza.
para investigaciones futuras (Osgood y Howard 1943: 15). Quizá el resultado más
conocido del trabajo fue difundido por Walter Dopouy como la “Teoría de la H”.
Dicen Osgood y Howard:
A pesar de su extrema simplicidad, ésta parece ser una de las hipótesis más
fecundas de la arqueología venezolana, a juzgar por las veces que ha sido citada
para apoyarla o renegar de ella. Según el cristal con que se la mire, la “Teoría de
la H” ha sido el punto de partida de la mayoría de los programas de investigación
ocurridos luego, o también el fundamento para una visión despectiva de Venezue-
la como un campamento, como un no-lugar (Sanoja y Vargas 1999: 187-188).
De todas maneras, puede decirse que el libro marcó un hito en la arqueología
venezolana. Por primera vez los problemas generales de la prehistoria venezo-
lana fueron ubicados en una perspectiva continental y bajo una misma tenden-
cia, el Particularismo Histórico, que enfatizaba la importancia de cronologías y
secuencias culturales para obtener síntesis culturales de las diferentes regiones
de América. Sin embargo, casi al mismo tiempo Alfred Kidder II presentaba el
primer survey regional del país (Archaeology of Northwestern Venezuela, 1970),
en donde los datos arqueológicos fueron examinados con un enfoque metodoló-
gico diferente. De esta manera, dichos problemas fueron ubicados en el marco
de las discusiones teóricas y metodológicas de los académicos norteamericanos
de la época, en particular sobre las ventajas y problemas de la aplicación del lla-
mado Método Taxonómico del Medio Oeste, o “Sistema Mc Kern”, utilizado por
Osgood y Howard, vs. El enfoque “genético-cronológico” de Winifred y Harold
Gladwin, utilizado de manera modificada por Kidder II1. Finalmente, las relacio-
nes entre los investigadores extranjeros y sus pares locales iniciaron la moderni-
zación de la arqueología en el país, pero también constituyeron el comienzo de un
proceso de dependencia académica que marcó durante muchos años la práctica
de la disciplina en el país. Con el Programa de Arqueología del Caribe de Yale se
estableció una colaboración con el Museo de Ciencias Naturales de Caracas que
incluía no sólo proyectos arqueológicos sino también un plan de desarrollo del
museo, el cual sirvió como institución de base para las investigaciones futuras.
1 Dicho en forma simplificada, estos esquemas varían en la definición de las unidades integradoras
(fases y tipos) y en la importancia dada a las coordenadas de espacio y tiempo para la reconstrucción
de la historia cultural (Gassón y Wagner 1992: 223).
Cien años de arqueología venezolana a través de sus textos fundamentales 115
culturales ocurridos en las tierras bajas del este de Suramérica. Aquí, Venezuela
aparece como un área óptima para movimientos migratorios en general. Aunque
las relaciones entre las áreas mayores es más compleja que la planteada por Os-
good y Howard, el resultado del trabajo tiende a apoyar más las ideas de Osgood
que las de Julian Steward (1947), quien proponía un centro único de desarrollo
cultural en los Andes centrales, de donde supuestamente habrían partido influen-
cias culturales a Venezuela elevando el nivel de la etapa marginal de cazadores y
recolectores, hasta alcanzar dos niveles de desarrollo básico: Circumcaribe (ca-
racterizada por rasgos y ceremoniales de tipo andino) y de Selva tropical (en la
que no había tales rasgos). De acuerdo con Cruxent y Rouse, ésta fue una visión
simplista del problema, porque los datos demuestran que fueron llegando influen-
cias diferentes en épocas distintas.
Los datos obtenidos y las hipótesis desarrolladas fueron refinados cinco años
más tarde en Venezuelan Archaeology (1963), utilizando para ello el esquema de
desarrollo cultural propuesto por Rouse para las Antillas, el cual consiste en una
serie de épocas y períodos refrendados por dataciones obtenidas a través de dife-
rentes metodologías, esquema que da una visión comprehensiva de la prehistoria de
la región. De esta manera, el pasado venezolano quedó dividido en cuatro grandes
épocas: Paleoindia, Mesoindia, Neoindia e Indohispana (Rouse y Cruxent 1963:
1-3). Aunque estas épocas tienen mayor significado evolutivo que los períodos cro-
nológicos de la primera obra, sólo se establecieron niveles generales de evolución
cultural, utilizando las diferentes series y estilos como unidades análogas a las dife-
rentes “tribus” o grupos étnicos (Rouse y Cruxent 1963: 14-17).
Para no abundar más, podemos resumir los aportes de las obras de Cruxent
y Rouse como sigue:
1) La extensión de la prehistoria venezolana hasta el más remoto pasado, con
la inclusión de las épocas Paleoindia y Mesoindia, desconocidas hasta ese
trabajo.
2) Una propuesta de periodificación clara y sustentada por primera vez por mé-
todos de datación relativa y absoluta.
3) Vinculación sistemática con la arqueología caribeña y americana en general.
Aunque con raíces en el programa ilustrado, a través de autores como Julio
César Salas y sobre todo Miguel Acosta Saignes (1961), no es sino trece años des-
pués cuando aparece con fuerza una propuesta alternativa al programa de la historia
cultural. Antiguas formaciones y modos de producción venezolanos (1974) de Sano-
ja y Vargas significó sin duda una revolución teórica en la arqueología venezolana.
Dicha revolución fue sustentada por dos propuestas novedosas en nuestro medio.
Cien años de arqueología venezolana a través de sus textos fundamentales 117
Primero, a finales de los años 40 Julian Steward propuso que las teorías an-
tropológicas debían ser evolucionistas y enfocadas hacia la organización de la so-
ciedad más que al contenido de las culturas (Gorenstein 1976: 97). Esta perspec-
tiva, el Evolucionismo multilineal, estaba centrada en la definición de conceptos
y métodos necesarios para determinar regularidades en las relaciones funcionales
de los patrones culturales y en los procesos de cambio cultural ocurridos en forma
independiente en diferentes partes del mundo. Para Steward, era importante dis-
tinguir entre un enfoque generalizante, científico, y uno histórico, particularista
Para Steward, este enfoque científico intenta ordenar fenómenos en categorías
generales, reconocer relaciones consistentes entre ellos, establecer leyes y hacer
formulaciones con valor predictivo. Por su parte, el particularismo histórico es-
taba más enfocado con la ocurrencia de fenómenos en tiempo y espacio, la par-
ticularidad de estos conjuntos de fenómenos, y el ethos o sistema de valores que
caracteriza las diferentes áreas culturales (Steward 1976: 3). Para operacionalizar
este modelo, Sanoja y Vargas utilizaron las implicaciones analógicas de patrones
comunitarios, un conjunto de categorías generales basadas en el tamaño del gru-
po y patrón de asentamiento2.
Segundo, Sanoja y Vargas adoptan una teoría sustantiva distinta, el materia-
lismo histórico, en mi opinión, específicamente el marxismo estructuralista fran-
cés. Como es sabido, la obra de Althusser parte de la consideracion de que Marx
abrió el continente de la historia al analisis cientifico, y propone una lectura de
Marx con base en el estructuralismo y la nueva epistemologia francesa. La nove-
dad de esta concepción de la historia partía de la proposición de un nuevo criterio
de periodización: la sucesión de totalidades sociales (modos de producción y de
formaciones sociales). De acuerdo con lo anterior, Sanoja y Vargas analizaron la
variabilidad existente en las antiguas organizaciones políticas y socioeconómicas
venezolanas, estableciendo una serie de Formaciones Sociales, Modos de Pro-
ducción y Modos de Vida con significado cronológico, evolutivo y sociológico
(Sanoja y Vargas 1974; Vargas 1990). Éste, sin lugar a dudas, es el más importante
y clásico aporte del trabajo de Sanoja y Vargas.
Además, debo mencionar como uno de los momentos más interesantes y
creativos de la arqueología venezolana su intento de plantear una teoría multili-
neal de la evolución desde una perspectiva marxista, al plantear la existencia de
modos de producción que no aparecían en los textos clásicos de Marx y Engels,
2 “Starting from a point of view different from those heretofore employed, we have tried to develop
a classification of cultures that is usable with both ethnographical and archaeological data and
that has functional and evolutionary as well as historical and descriptive significance” (Beardsley
et al. 1955: 133).
118 Rafael A. Gassón P.
Aunque a las ciencias les gusta presentarse con el ropaje de la unidad, podemos
caracterizar a la arqueología de hoy en día, y en particular a la arqueología ve-
nezolana contemporánea, como un conjunto de diferentes posiciones teóricas y
programas de investigación que tienen casi como único punto en común un in-
terés por el pasado. Estas posiciones teóricas y programas se mueven dentro de
diferentes sistemas de valores académicos y políticos. Navarrete ha sugerido que
este fenómeno es consecuencia del momento postmoderno (Navarrete 1995: 130-
134). Creo que también podría ser visto como consecuencia de la antigua disputa
entre los programas ilustrados y románticos que han permeado la construcción
del conocimiento antropológico (Kuper 2001: 64).
El arte prehispánico de Venezuela es el primer texto multivocal de la arqueo-
logía venezolana. Como su antecedente de 1971, Arte prehispánico de Venezuela,
tiene en primer lugar la intención de ampliar el público a quien está dirigido. No
debe olvidarse que se plantea más como un libro de arte que como una arqueolo-
gía de Venezuela. Pero se propone también como una actualización de la obra de
Cruxent y Rouse. Por esto, a diferencia de la primera versión, se incluye ahora un
conjunto de ensayos divididos por áreas geográficas generales, donde se trató de
incluir, además de nuestro conocimiento actual sobre el país, una muestra signi-
ficativa de las diferentes posiciones teóricas vigentes en Venezuela. A manera de
crítica, se podría indicar que las diferentes regiones reseñadas no están divididas
de acuerdo a criterios sistemáticos de orden metodológico, geográfico o histórico,
sino que son arbitrarias y parecen estar basadas en el conocimiento y la experticia
de los autores invitados3.
3 Las regiones y sus autores son los siguientes: Alto Orinoco, por Alberta Zucchi; El Orinoco
Medio, por Rodrigo Navarrete; El Oriente de Venezuela, por Mario Sanoja e Iraida Vargas; Los
Llanos Occidentales, por Alberta Zucchi; El Piedemonte Oriental y los Llanos Altos de Barinas
y Portuguesa, por Rafael Gassón; La Región Andina, por Erika Wagner; La Cuenca del Lago de
Maracaibo, por Lilliam Arvelo; El Noroccidente de Venezuela, por Lilliam Arvelo y José Oliver,
y La Esfera de Interacción Valencioide, por Andrzej T. Antczak y Marlena Antczak.
120 Rafael A. Gassón P.
Luego, se incluye una sección sobre “La realidad del estilo”, donde Miguel
Arroyo, museólogo, artista y crítico de arte, realiza un análisis sobre los oríge-
nes, técnicas, usos y posibles significados de la cultura material, sobre todo de
la cerámica, siguiendo la noción clásica de estilo sugerida por Cruxent y Rouse.
Estos ensayos, que hacen énfasis en la estética prehispánica, han recibido me-
nos atención de la que merecen, y sólo tienen como antecedente la obra de Lelia
Delgado, Seis ensayos sobre estética prehispánica en Venezuela, quien planteó,
correctamente, que el estudio de los fenómenos estéticos del pasado debe ser
hecho en el marco de la historia social (Delgado 1989: 22). Aunque Arroyo parte
de una noción más romántica, nos recuerda de manera simple y contundente que
las manifestaciones materiales del pasado venezolano no pertenecen sólo a los
arqueólogos y que deberíamos abrirnos también a otras audiencias:
4 1) Cuenca del Lago de Maracaibo, 2) Región Andina, 3) Noroeste de Venezuela, 4) Llanos Altos
Occidentales, 5) Región Centro Costera y 6) Región Oriental, dividida en dos subregiones 6a)
Cuenca del río Orinoco, 6b) Noreste de Venezuela.
122 Rafael A. Gassón P.
Es difícil dar una opinión sobre estas obras, por estar aún tan cerca de no-
sotros, y por haber tenido yo mismo una pequeña participación o por haber sido
citado en ellas. Diré sin ambages que comparto en buena parte la noción de que
toda reconstrucción del pasado lleva, implícita o explícitamente, una intencionali-
dad política. Diré también que comparto la idea de que el grueso de la historiogra-
fía nacional presenta imágenes muy distorsionadas de nuestra historia, que han
contribuido al presente estado de polarización política en el país. Sin embargo, es
fácil observar una serie de problemas en estas representaciones de la arqueolo-
gía venezolana: ¿deberíamos seguir pensando en el pasado como fuente de goce
estético, o como un ejercicio académico que no plantea mayores problemas al
presente? Por el contrario, ¿es posible fundar un proyecto político del presente en
la más remota historia? Respecto a la construcción del pasado, ¿deberíamos tener
un proyecto hegemónico o varios proyectos compitiendo? ¿Por qué adoptar una u
otra posición? Esta brevísima reflexión me lleva a la conclusión.
Conclusión
5 Al menos, se podría indicar que el problema de las causas del cambio entre etapas históricas
ha sido muy poco considerado, que las metáforas y representaciones del tiempo tienden a
Cien años de arqueología venezolana a través de sus textos fundamentales 123
Tal vez valga la pena enfatizar que nuestros antecesores en la disciplina no eran ni
tontos ni héroes, sino personas inteligentes y sofisticadas que escribían –como lo ha-
cemos nosotros– para promover el conocimiento y la comprensión humanos; no para
proveer unidades útiles a la enseñanza de la historia de la materia. No considerar sus
obras con la seriedad que merecen significaría admitir, nuestra propia ignorancia, no
la de ellos. (Ingold 1992: 13)
presentar aún un tiempo dividido en compartimientos estancos, y que las representaciones del
espacio son anacrónicas. Como indica Cardozo Galué, la historiografía oficial y universitaria,
centralista, iniciada en el segundo tercio del siglo XIX por los panegiristas de la gesta eman-
cipadora, ha borrado las especificidades locales y regionales, creando la entelequia de una
nacionalidad que hunde sus raíces en el pasado indígena prehispánico, presentando un país
homogéneo y monolítico a lo largo de los distintos períodos de su historia (Cardozo Galué
1992: 85).
124 Rafael A. Gassón P.
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126 Rafael A. Gassón P.
Introducción
Marshall Saville adelanta investigaciones unos años más tarde, publicando la mo-
nografía The Antiques of Manabí, en 1907, donde registra los corrales o estruc-
turas de piedra presentes en Cerro de Hojas, Cerro Jaboncillo y otros sitios de la
provincia. Saville observa y describe también el centro regional administrativo
del señorío de Jocay, ahora desaparecido bajo la ciudad de Manta. Posteriormente
publica The Gold Treasure of Sigsig, de 1924, cuya finalidad es la descripción del
gran tesoro de oro encontrado en la zona austral ecuatoriana, perteneciente a la
sociedad Kañari. Aun cuando Saville se había planteado un proyecto ambicioso
que buscaba definir el mapa arqueológico entre el istmo de Panamá y el norte del
Perú, área poco conocida por esa época, dicho proyecto no llegó a concretarse, y
se contentó con obtener información y material que ahora reposan en Norteamé-
rica. Este autor fue el primero en describir las “sillas manteñas”, de las que en la
actualidad existen contados ejemplos en Ecuador, y la mayoría se encuentra en
museos extranjeros.
Como parte de la Misión Geodésica francesa, Verneu y Rivet publican la
monografía Ethnographie Ancienne de l’Equateur, de 1912, una síntesis del pasa-
do interandino de Ecuador basada en la lectura de las crónicas y la tradición oral.
Si bien las investigaciones de Dorsey (1901) y Saville (1907) se enmarcan dentro
de una tradición más bien coleccionista, Verneu y Rivet (1912) poseen un corte
nacionalista que caracterizaba al intelectual europeo de la época (Salazar 1993).
El sacerdote Federico González Suárez lleva a cabo los primeros estudios de
la arqueología ecuatoriana y marca el inicio de los estudios realizados por ecuato-
rianos. Con él empieza la tradición de arqueólogos autodidactas. Investiga zonas
en donde realiza su labor pastoral. Estudia la zona austral y publica la primera
monografía sobre los Kañaris. En la zona norte establece las primeras secuencias
del Carchi. Las explicaciones de González Suárez siempre resultan contradicto-
rias; este autor no pudo conciliar sus ideas religiosas con la explicación de la evi-
dencia cultural. En temas cronológicos las contradicciones son más evidentes, por
cuanto la Iglesia y la comunidad altamente conservadoras de la época formularon
fuertes críticas a sus trabajos. De acuerdo con Salazar (1993), González Suárez
sufrió aislamiento de la comunidad arqueológica y sólo en los viajes a Europa se
alimentó de información que le permitió pulir las explicaciones y su metodología
de análisis. La gran carga descriptiva y el apego al análisis histórico limitaron las
posibilidades de desarrollo de la arqueología en manos de González Suárez (Sala-
zar 1993). Para hacer justicia a la arqueología de la época es necesario indicar que
tanto en Europa como en Norteamérica estaba en boga la visión anticuarianista,
la que, se sin lugar a dudas, se impuso en Ecuador.
132 Florencio Delgado Espinoza
de Uhle por Ecuador no logró desarrollar excavaciones con el nivel de detalle es-
tratigráfico que lo hizo famoso en Perú y Norteamérica. Su aporte, sin embargo,
establece las primeras secuencias en el nivel regional, sobre todo en el Carchi.
En 1939, Edwin Ferdon Jr., enviado por la Escuela de Investigaciones Ameri-
canas de la University of Southern California, realizó un reconocimiento arqueo-
lógico en las provincias de Esmeraldas, Guayas y Manabí. Los reconocimientos
se basaron en la información recogida localmente, y el objetivo principal fue ob-
tener colecciones cerámicas, con limitados intentos de sistematizar su registro.
El material recolectado aún reposa en algunas bodegas de los centros de investi-
gación y museos del suroeste de Estados Unidos. En los años tardíos de su vida,
Ferdon hizo sin duda su mayor contribución al conocimiento de la prehistoria
de la península de Santa Elena al presentar un modelo del cambio climático que
habría experimentado esta región (Ferdon 1981), modelo basado en la ecología
cultural (Kroeber 1919).
Tras la Segunda Guerra Mundial, Collier y Murra efectuaron el primer reco-
nocimiento regional no sistemático de la zona central y austral andina ecuatoriana,
como parte de una expedición que integraba varias investigaciones patrocinadas
por el Instituto de Estudios Andinos en la región sur del área intermedia (Collier
y Murra 1982). Partiendo desde las cercanías de Riobamba, su reconocimiento
culminó en la provincia de Loja, cerca de la frontera con Perú. Este periplo los
lleva a varios sitios de cuya existencia se enteran mediante conversaciones con
habitantes locales. Excavan Cerro Narrío y Shillu en la provincia del Cañar. En
Cerro Narrío definen varios componentes culturales, entre los cuales identifican
cerámica del Formativo muy similar a la de la Costa (Braun 1982). El método
de obtención de la evidencia incluye excavaciones en área, en donde identifican
rasgos que los definen, como partes de viviendas y fogones; al mismo tiempo,
mantienen un meticuloso cuidado de la estratigrafía, asuntos clave para entender
las evidencias en un sitio que ha experimentado constantes campañas de huaqueo
desde la Colonia temprana. La secuencia cultural se mantiene hasta la presencia
Kañari. Con los datos de campo y la revisión de varias colecciones en Cuenca,
proponen una secuencia tentativa con base en el cambio y continuidad de los
estilos cerámicos. En sus clasificaciones utilizan el método estándar de cambio
en la decoración de las vasijas, al cual le adhieren una innovación, el análisis de
la pasta de la cerámica, con cuyos resultados proveen una secuencia que hasta la
actualidad es la base de la cronología local ecuatoriana.
Hasta la década de los 50, son pocos y esporádicos los intentos que se rea-
lizan por entender el proceso precolombino, siendo principalmente discusiones
basadas en las descripciones de pequeñas excavaciones. En los sesenta, no obs-
tante, la arqueología ecuatoriana se populariza en los centros de debate mundial
134 Florencio Delgado Espinoza
Ecuador prehispánico, que con algunos pequeños cambios se utiliza hasta la ac-
tualidad.
Metodológicamente, Meggers, Evans y Estrada prefirieron las excavaciones
de unidades espacialmente restringidas, es decir, las llamadas excavaciones tipo
“casetas telefónicas”. Esta metodología les permitía obtener los resultados reque-
ridos para la construcción de cronologías mediante el ordenamiento del material
cultural en tipos cerámicos. Se preocuparon de mantener un claro control estra-
tigráfico para el ordenamiento de los diferentes tipos cerámicos que permitían
establecer la variación de estilos y, con ello, sustentar sus clasificaciones.
Meggers influye en la arqueología ecuatoriana tanto teórica como metodo-
lógicamente. Para el caso amazónico, propone un modelo desde la perspectiva
ecológico-cultural, en el que las limitaciones medioambientales de este espacio
–caracterizado por suelos pobres y con poco potencial agrícola– no habrían
permitido el desenvolvimiento de sociedades complejas en esta región (Meg-
gers 1999, 1999 [1954]; Mora 2003). La influencia de estos autores no se limita
a Ecuador, ya que se constituyen en un referente en la arqueología sudamerica-
na, en donde, a partir de los contactos de arqueólogos locales, se popularizó el
método Ford para clasificación de la cerámica, a partir de la clásica publicación
Cómo interpretar el lenguaje de los tiestos: manual para arqueólogos (Meg-
gers y Evans 1969).
La influencia de Meggers y Evans en autores como Estrada y, posterior-
mente, en el padre Porras y sus alumnos creó una tradición que se enfocaba en
la descripción de la cerámica y el análisis de los cambios estilísticos, que dieron
como resultado largas listas de tipos cerámicos presentes en Ecuador. Es preci-
so, sin embargo, mencionar que estas investigaciones, en conjunto, representa-
ron una forma más sofisticada de explicar el cambio cultural que la propuesta
en primera instancia por Meggers, Evans y Estrada. Para ser justos con estos
autores, es preciso indicar que ellos proponen la idea del viaje transpacífico a
partir de análisis de la evidencia; se podría decir que fue lo suficientemente
atrevida, pero basada en evidencia que, otra vez, podríamos afirmar, fue inter-
pretada incorrectamente.
Es claro que para los autores de esta época el método de recuperación y
clasificación de la información era lo principal de la práctica arqueológica. Se dio
énfasis al trabajo de campo, se excavaba por niveles que permitiesen discernir la
estratigrafía de los sitios, pero a diferencia de Collier y Murra, las excavaciones
utilizaron unidades restringidas, cuyo propósito fue ubicar la cerámica para esta-
blecer cronologías.
136 Florencio Delgado Espinoza
nal. Si bien Alicia de Francisco (1969) explica el cambio con base a las múltiples
interrelaciones con el medio ambiente, la mayor contribución es la clasificación
cerámica del Carchi.
Athens es sin duda quien desarrolla la propuesta más cercana al proyec-
to binfordiano en Ecuador (Athens 1980). Éste propone entender el proceso de
complejización social a partir de varias hipótesis, que van desde cambios en el
tamaño de la población hasta el desarrollo de la tecnología agrícola. Explica los
procesos de intensificación agrícola en términos de flujo energético y concibe a
la sociedad como un sistema en constante interacción con el medio. Con base en
la combinación de análisis regionales y de sitio, explica el desarrollo de la zona de
Imbabura, en donde integra patrones de uso del suelo y concluye que los modelos
presentados por sí solos no explican el proceso de complejización de la llamada
cultura Cara de la Provincia de Imbabura (Athens 1980).
Al tiempo, la misión española bajo la dirección de José Alcina Franch reali-
zó investigaciones en Esmeraldas y la zona sur de Ecuador (Alcina-Franch 1988,
1995). La intervención en Ingapirka permitió entender la estructura del sitio,
así como su cronología (Fresco 1993). En Esmeraldas, los estudiantes de Alcina
Franch realizaron estudios regionales que permiten reconstruir patrones de asen-
tamiento (Guinea Bueno 1986, 1988; Guinea Bueno et al. 1995).
A finales de la década de los 70 y los 80, los museos del Banco Central se
integran a la investigación arqueológica en varios sitios y regiones del país, pro-
ceso que coincide con el retorno de un grupo de estudiantes ecuatorianos que se
habían formado en Francia, que se integran al museo y llevan a cabo importan-
tes proyectos de investigación. Ernesto Salazar retoma el interés por los trabajos
del Paleoindio desarrollados en los cincuenta por Robert Bell (Bell 1965) y en
los sesenta por Mayer-Oakes (Mayer-Oaks 1993). Con una clara influencia de
la escuela de François Bordes, Salazar clasifica las industrias líticas de El Inga.
El desarrollo teórico sobre los estudios del Paleoindio era muy limitado, por lo
que el enfoque se centró más en la caracterización de la industria lítica (Salazar
1980).
Francisco Valdez, luego de investigar la zona de Sigsig, conduce el proyec-
to de La Tolita en Esmeraldas (Valdez 1984, 1986, 1987), bajo los auspicios del
Museo del Banco Central de Quito. Los estudios de Valdez se caracterizan por
la necesidad del museo de obtener información y proteger el sitio, y de desarro-
llar explicaciones al fenómeno cultural que significó La Tolita. Por esta misma
época, Bouchard lleva a cabo investigaciones en La Tolita (Ecuador) y Tumaco
(Colombia), las cuales producen datos que permiten definir las características de
la sociedad asentada sobre la isla La Tolita y sus alrededores (Bouchard 1986,
140 Florencio Delgado Espinoza
1995, 1998). Existen varias publicaciones con respecto a esta zona; sin embargo,
todavía hay mucha tendencia a las descripciones, con el consabido sacrificio de
las inferencias sobre el proceso cultural de La Tolita, donde, por lo general, lo
sofisticado de su industria metalúrgica hace que las explicaciones de los procesos
culturales hayan perdido su importancia en esta zona.
En la región austral ecuatoriana, Jaime Idrovo realiza investigaciones en si-
tios como Ingapirka y Pumapungo (Idrovo 1979, 1984, 2000), sitios construidos o
reconstruidos durante la expansión Inka en los Andes septentrionales. En el caso
de Ingapirka, en su mayoría las intervenciones no han sido con el fin establecer
mayores reconstrucciones del pasado, sino más bien con el afán de descubrir los
componentes del sitio, para ponerlos al servicio del turismo. De las intervenciones
de Idrovo en el sitio se establece que existen varias partes que son netamente es-
pacios Kañaris, en donde los Inkas no realizan esfuerzos transformadores; otros
son espacios transformados, mientras que unos terceros son construcciones incas.
En Pumapungo, el único barrio que aún se conserva de la antigua Tomebamba
que vio nacer a Hayna Cápac, el trabajo, bajo los auspicios del Banco Central,
tampoco fue dirigido a partir de un proyecto de investigación; más bien, es el
resultado de la convergencia de intereses desarrollados por el personal técnico
del Museo del Banco Central. La falta de un claro diseño de investigación basado
en la formulación de hipótesis no puede adjudicársele a Idrovo; debe resultar di-
fícil trabajar en proyectos diseñados por personal burocrático que, en la mayoría
de los casos, no fue entrenado para realizar este tipo de acciones. De cualquier
manera, el trabajo desarrollado en la región austral ecuatoriana se enfoca en los
últimos períodos, en donde existe una influencia de la etnohistoria. En términos
de método y teoría, el saldo es más bien negativo: no se explica cómo en más de
una década de intervención en Pumapungo, y con un presupuesto muy generoso,
no se han realizado análisis botánicos, de polen, fitolitos, etc. Otra área de investi-
gación conducida por equipos francoecuatorianos fue el sur de Ecuador, en donde
se identifica una secuencia cultural larga representada desde el Arcaico hasta el
período Incaico (Guffroy et al. 1987).
De regreso a la Costa, en Guayaquil, Olaf Holm llega a la dirección de la
sección de arqueología de la división de programas culturales del Museo del Ban-
co Central en Guayaquil, y desde esta posición impulsa varias investigaciones;
lamentablemente, éstas siempre estuvieron en manos de arqueólogos extranjeros,
algunos de los cuales hicieron que los recursos para la investigación del banco
fueran inaccesibles para los ecuatorianos. Estas investigaciones, en muchos de
los casos, no integraron personal nacional y, por ende, no generaron la formación
académica o en metodologías de los arqueólogos nacionales. Resultaban contra-
dictorias las políticas entre Quito y Guayaquil, pues mientras en Quito el área
Método y teoría en la arqueología ecuatoriana 141
Hasta los ochenta, el trabajo arqueológico fue desarrollado por arqueólogos ex-
tranjeros, los llamados ecuatorianistas, asociados a centros investigativos o aca-
démicos de Norteamérica y Europa, y por pocos individuos ecuatorianos que,
además de la afición por la arqueología, tenían las condiciones económicas para
practicar su afición. Es precisamente uno de estos aficionados quien estudia en
Norteamérica y se convierte en el primer profesional ecuatoriano de la arqueo-
logía, y también en el principal gestor de la escuela de arqueología que se forma
en Guayaquil. En Quito, varios antropólogos formados en el exterior forman el
Departamento de Antropología de la PUCE, en donde se comienzan a impartir
clases de arqueología y, finalmente, se integra un pensum para arqueólogos. Sin
lugar a dudas, la presencia de estos dos centros significó un cambio en la práctica
de la arqueología de Ecuador.
fisticado desarrollo teórico, pero con poca concordancia con la evidencia empí-
rica, por lo que, al final, la arqueología social no pasó –a mi manera de ver– del
enunciado teórico, como en una especie de aplicación de los principios marxistas
a la arqueología. Con las debidas excepciones del caso, en su mayoría las tesis
elaboradas en el CEAA generaron construcciones cronológicas, mediante el uso
del método modal para la clasificación de material. En otros casos, produjeron
trabajos desde la perspectiva zooarqueológica o etnobotánica, con una influencia
más de la Nueva Arqueología que de la Arqueología Social Latinoamericana.
Actualmente, este centro académico acaba de cerrarse, luego de establecerse un
proceso de evacuación en donde los egresados, por la presión del tiempo y la falta
de personal que los guiara, terminaron produciendo un verdadero pastiche, con
un retorno evidente a la historia cultural.
La arqueología actual
Desde los 90, la arqueología en Ecuador ha mantenido una dicotomía entre los tra-
bajos investigativos, con orientaciones teóricas claras y diseños de investigación
propuestos por arqueólogos extranjeros –y unos pocos nacionales con conexiones
con el exterior–, y los estudios desarrollados por los nuevos profesionales ecuato-
rianos, quienes en su mayoría se han orientado hacia la arqueología de contrato.
Dentro del primer grupo priman los estudios enfocados hacia la investigación
regional, así como los análisis de los procesos de interacción, estrategias de con-
quista y defensa, origen y desarrollo de sociedades complejas, estrategias de
poder y uso de los recursos. En la Costa, varias investigaciones significativas se
han llevado a cabo desde los finales de los 80 y durante los 90. Stemper (1993)
realiza uno de los primeros estudios regionales, en donde integra los asentamien-
tos de la cuenca media del río Guayas con los sistemas de camellones, definidos
en los 80 (Denevan y Mathewson 1983; Mathewson 1987). Stemper busca en-
tender la interacción de las sociedades locales con estos sistemas. Así, concluye
que las bases del poder de las sociedades cacicales en la zona de Daule son la
utilización de la fuerza laboral para la construcción de los campos de camellones,
y la consecuente adquisición de excedentes de los miembros de la élite, lo que
les permite participar en una red de intercambio regional y mantener el acceso a
la producción artesanal especializada en la confección de ornamentos de metal
(Stemper 1993).
En la provincia de Manabí, una investigación con una perspectiva regional
se lleva a cabo en el valle del río Jama, en el norte de Manabí (Zeidler y Pearsall
1994). Diseñado como un proyecto interdisciplinario y a largo plazo, la investiga-
ción en el valle del Jama ha producido, entre otras cosas, una secuencia regional
que empieza desde Valdivia Terminal y termina en la época del contacto español
(Zeidler y Pearsall 1994). Los investigadores de este proyecto han logrado inte-
Método y teoría en la arqueología ecuatoriana 145
de sociedades cacicales con períodos de una gran complejidad, y otros con casi
ninguna (Delgado Espinoza 2004). Finalmente, se observa que, junto al centro
de Agua Blanca (centro administrativo Salangome), existe una gran cantidad de
barrios, en donde al parecer se especializan en la producción artesanal (Delgado
Espinoza 2004, 2005).
En la zona central, un grupo francoecuatoriano, bajo la dirección de Jean-
François Bouchard, desarrolla una investigación con enfoque regional, que, entre
otras cosas, busca establecer la forma de interacción entre las sociedades locales
con el medio ambiente. Mediante la integración de un grupo multidisciplinarlo,
esta investigación se encuentra en la etapa de gestación, pero cae dentro de los
proyectos con enfoque regional, pero haciendo honor a la tradición de la arqueo-
logía europea en Ecuador, no se presentan modelos teóricos en el diseño de la
investigación.
Un trabajo de gran envergadura, bajo los auspicios del Banco Mundial, con
la conducción de Jorge Marcos, es el desarrollado en las costas de Guayas y Ma-
nabí, el cual tuvo como finalidad establecer las formas del manejo del agua desde
el pasado, integrando un equipo multidisciplinario. Se enfocaron en el manejo
de las albarradas, sistema de captación de agua que aún es utilizado en la Costa
ecuatoriana. Éste es uno de los proyectos modernos en donde se busca enlazar las
prácticas ancestrales al manejo actual del medio ambiente.
Varios nuevos estudiantes se han graduado del Centro de Estudios Arqueo-
lógicos y Antropológicos, y de la Pontificia Universidad Católica, cuyas tesis son
también un aporte significativo a la prehistoria local. Otros estudiantes han mi-
grado y se encuentran desarrollando tesis de maestría y doctorados en el extran-
jero, que de seguro van a enriquecer el conocimiento del pasado local.
En cuanto a la arqueología histórica, ésta tuvo un avance durante los ochenta
y noventa, dentro de los trabajos de restauración arquitectónica llevados a cabo en
el Centro Histórico de Quito. En años recientes, Roos Jamieson (2000) ha llevado
a cabo varios trabajos en Cuenca, tratando de entender la construcción de las re-
laciones de poder entre las unidades domésticas de la Cuenca colonial. Éste es un
esfuerzo que aún se mantiene aislado.
pos de trabajo que se han establecido. Estos últimos, en gran parte, están a cargo
de profesionales en historia y geografía sin ningún entrenamiento en métodos de
arqueología de campo.
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El futuro del pasado:
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Introducción
Pese al creciente interés que las grandes tradiciones culturales de los Andes ge-
neran, tanto entre académicos como entre el público en general, el área andina
central no es actualmente considerada un área pionera o de vanguardia en tér-
minos de avances teóricos y metodológicos en arqueología (Politis 2003). Esta
percepción, errada por cierto, se inserta en una concepción del rol académico de
los países sudamericanos análoga al rol de nuestras economías postcoloniales:
ser exportadores de datos en bruto, y no de sofisticada teoría social (Lins Ribe-
yro 2001: 163-164). Arguyo que esta visión no tiene porque preocupar a quie-
nes practicamos la arqueología andina, ni mucho menos desviarnos de la tarea
de forjar múltiples arqueologías regionales acordes con las necesidades y ob-
jetivos que se desprenden de las complejas y problemáticas realidades sociales
que vivimos.
Para proyectar el futuro del pasado en los Andes centrales, empezaré hacien-
do un esbozo crítico de la historia de la investigación arqueológica, principalmen-
te desde la perspectiva de los estudios regionales. En seguida, comentaré breve-
mente la situación actual de las arqueologías nacionalistas, marcada por delicadas
tensiones entre investigadores extranjeros y locales y alimentadas, a su vez, por la
gran desigualdad en la accesibilidad de fondos de investigación, percibida incluso
como una continuación del imperialismo científico. Ambas secciones abordan
tres interrogantes básicas. Las dos primeras conciernen a los actores y a sus me-
todologías. La tercera es más bien compleja, pues indaga por las motivaciones de
los arqueólogos del pasado y el presente. Para concluir este trabajo, resalto el rol
de las identidades locales y regionales en la construcción cultural de su entorno
y el estudio de las tecnologías productivas andinas como ejemplos de una visión
utilitarista y social de la arqueología, aquel quehacer científico que tiene por ob-
jeto el estudio del pasado, en sus múltiples manifestaciones, a partir de la cultura
material.
168 Alexander Herrera
Pese a sus dispares motivaciones, los viajeros y naturalistas europeos que se in-
teresaron por el pasado durante la segunda mitad del siglo XIX son comúnmente
considerados los pioneros de la arqueología en los Andes centrales. No solamente
1 Me refiero especialmente a la brevísima y casi simbólica abolición del tributo indígena en 1821.
El futuro del pasado: arqueología andina para el siglo xxi 169
En una rara reflexión escrita sobre el quehacer arqueológico, Max Uhle, uno de
los dos “padres” de la arqueología peruana, indica que “[...] el estudio de las civi-
lizaciones perdidas [es] para el progreso de las civilizaciones del presente” (citado
en Rowe 1954: 54, traducción del autor). Antes de llegar a Sudamérica en 1895,
donde pasaría casi tres décadas registrando y excavando sitios arqueológicos, Max
Uhle (1856-1944) fue asistente en el Anthropologisch-Ethnographisches Museum
de Dresde. En los Andes centrales trabajó visitando, describiendo y excavando
sitios arqueológicos, y rescatando, comprando y enviando piezas al exterior, pri-
mero a instituciones alemanas y luego a instituciones en EE. UU. (Rowe 1954;
1998; Kaulicke 1998; Lumbreras 1998; cf. Hoeflein 2002).
Uhle no profundizó mayormente en el porqué de la investigación del pasado,
ni desarrolló un acercamiento teórico explícito. Su labor se centró más bien en el
acopio, la descripción sistemática y el fechado de hallazgos arqueológicos (Rowe
1954). Uhle fue, sin lugar a dudas, el primer gran maestro de la escuela de Histo-
ria Cultural en los Andes centrales. El esquema cronológico actual, que intercala
dos períodos “intermedios” de desarrollos regionales entre tres “horizontes cultu-
rales” de amplia extensión, se basa en sus trabajos de campo, principalmente en
sus excavaciones en Pachacamac, al sur de Lima.
La influyente comprensión de Uhle de los procesos históricos andinos abar-
caba tanto elementos evolucionistas como difusionistas. En resumidas cuentas, la
El futuro del pasado: arqueología andina para el siglo xxi 171
del Norte Chico (valles de Huaura, Supe, Pativilca y Fortaleza) por el equipo diri-
gido por Jonathan Haas y Winifred Creamer, sin embargo, demuestran también la
importancia fundamental del intercambio y la vinculación de múltiples centros en
el desarrollo de las sociedades complejas del cuarto milenio antes de nuestra era,
durante el Pre-cerámico Tardío. Si bien se han despejado muchas dudas en torno
al dónde y al cuándo, quedan aún muchas interrogantes por resolver en torno al
cómo del proceso de desarrollo de las sociedades complejas en la costa nor-cen-
tral del Perú, en especial en lo concerniente al rol de la interacción interregional
en el desarrollo de la sociedad.
A diferencia de Uhle, el afán de los trabajos de Tello se vincula íntimamente
al movimiento indigenista nacional de la primera mitad del siglo XX. Su interés
principal era la revaloración del estatus de los antiguos pobladores del Ande, sus
obras y sus culturas. Sus esfuerzos le valieron una curul en el Congreso de la
República entre 1917 y 1929. Actualmente, el nombre de Tello tiene un aura casi
mítica, principalmente entre estudiantes de trasfondo rural en las universidades
públicas.
El imperialismo científico
Es a partir de la mitad del siglo XX que surge y se consolida una posición que
bien podríamos llamar el imperialismo científico en arqueología. El imperialismo
científico se define como una situación en la que los conceptos teóricos y metodo-
lógicos desarrollados en un país con mayores recursos científicos son recomenda-
dos para ser aplicados a países pobres y con realidades muy distintas.
Los trabajos pioneros de Gordon Willey, colega de Julian H. Steward en el
Bureau of American Ethnology, representan el primer esfuerzo por instrumenta-
lizar uno de los valles-oasis de la costa oeste de Sudamérica como un laboratorio
de investigación regional. Así, Edward Lanning, Donald Collier, James Ford y
otros destacados arqueólogos norteamericanos sentaron las bases de una metodo-
logía de gran alcance para el análisis regional en arqueología en todo el mundo.
A partir de sus estudios en el valle de Virús, Willey define patrones de asen-
tamiento como:
la manera en que el hombre se dispuso sobre el paisaje en que vivía. Se refiere a las
moradas, su ordenamiento, y a la naturaleza y disposición de los otros edificios vincu-
lados a la vida en comunidad. Estos asentamientos reflejan el medio ambiente natural,
el nivel de tecnología de los constructores y las diferentes instituciones de interacción
y control social que la cultura mantenía. Dado que los patrones de asentamiento son,
El futuro del pasado: arqueología andina para el siglo xxi 173
El historicismo
La reacción marxista
Según Jeffrey Parsons, Charles Hastings y Ramiro Matos (2000: 1-10), se pueden
diferenciar tres etapas principales en el desarrollo de la arqueología regional en
los Andes centrales. La primera se caracterizaría por viajes “ilustrados” de ex-
ploración, como aquellos realizados por Wiener o Raimondi en la segunda mitad
del siglo XIX. La segunda sería la fase del reconocimiento “extensivo”, e incluiría
los trabajos de Tello, por ejemplo. La tercera sería la época del reconocimiento
sistemático “moderno”, es decir, la prospección arqueológica o “survey”.
Este esquema, útil para comprender a grandes rasgos la transición de una
arqueología centrada en los más grandes y espectaculares monumentos hacia los
acercamientos regionales sistemáticos, asume que la prospección tecnificada y
sistemática, como aquellas realizadas por Parsons –y sus colegas y alumnos– en
la sierra central del Perú, es una precondición necesaria para abordar preguntas
profundas o de largo alcance teórico o histórico. Esta posición es problemática,
sin embargo, no tanto por asumir un desarrollo unilineal de la disciplina ni por
proponer que la prospección moderna es mejor, sino porque el uso del muestreo
regional basado en métodos estadísticos o la prospección geofísica no son metas
importantes de investigación per se.
176 Alexander Herrera
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El futuro del pasado: arqueología andina para el siglo xxi 185
Introducción
1 Las conclusiones de este foro sobre el tema de la docencia pueden encontrarse en http://www.
geocities.com/felaa/. Como se ve allí, y hasta donde hemos podido hacer el seguimiento, la
discusión no trascendió al punto de concretarse en documentos de trabajo o artículos publicados
en medio digital o impreso.
190 Luis Gonzalo Jaramillo E.
2 Un reconocimiento también para Alejandro Amaya, asistente graduado del Área de Arqueología y
Antropología Biológica del programa de Maestría en Antropología de la Universidad de los Andes,
por su colaboración en la tarea de recabar la información en internet y en la primera etapa de
estandarización de la información, mediante la matriz de análisis diseñada para este propósito.
Arqueología y formación profesional 191
Otro hecho que debemos resaltar sobre el proceso de consolidación del cuer-
po de información para el ejercicio analítico que asumimos fue la dificultad para
comparar sistemáticamente los cuerpos de información recobrados, en particular,
sobre los planes de estudio, ya que en muchos casos la información disponible en
los portales universitarios es fragmentaria, siendo difícil acceder, por ejemplo, a
los programas o planes de estudio detallados. Debe señalarse en este sentido que
la respuesta a los correos enviados solicitando aclaraciones o el envío de infor-
mación adicional no fue tampoco siempre exitoso, dejando en evidencia que las
facilidades informativas de los medios electrónicos pueden resultar frustrantes
cuando no están acompañadas de claros protocolos de respuesta a las solicitudes
recibidas, más aún cuando se utilizan los canales institucionales de los vínculos
titulados “comuníquese con nosotros”. En las tablas que se presentan, la con-
vención “SD” (Sin Datos) ha sido utilizada para indicar que no se logró obtener
información suficiente o clara para un determinado aspecto.
En términos de la comparabilidad de los datos recogidos, cabe también
indicar que, a pesar de una creciente estandarización en la organización de los
planes de estudio con el uso de “créditos” como unidad de cuantificación de la
experiencia/actividad académica, existe gran diversidad no sólo en la definición
de lo que esta unidad representa, cuando es utilizada, sino también en el número
total de cursos, el tipo de prácticas extramuros, la organización de las actividades
a lo largo del ciclo académico para definir el contenido exacto del programa de
un estudiante con énfasis en arqueología, etc., todo lo cual hace extremadamente
complejo el cruce de datos, situación que no se restringe a la comparación entre
países, sino, incluso, al interior de los países mismos.
Para ilustrar esta diversidad, baste considerar el tema de los créditos: mien-
tras que en Colombia, “un crédito equivale a 48 horas de trabajo académico del
estudiante, que comprende las horas con acompañamiento directo del docente
y demás horas que el estudiante deba emplear en actividades independientes de
estudio, prácticas, u otras que sean necesarias para alcanzar las metas de aprendi-
zaje, sin incluir las destinadas a la presentación de las pruebas finales de evalua-
ción” (Artículo 5 del Decreto 0808 del 25 de abril de 2002), en Venezuela, según
el Consejo Nacional de Universidades (CNU), un crédito equivale a 16 horas aca-
démicas teóricas o 32 horas prácticas (Rafael Gassón, Comunicación personal,
2007). En Argentina, por su parte, donde la duración se expresa mayoritariamente
en horas por año, en el programa de doctorado de la UNICEN, cada curso “…
dará un (1) crédito por cada diez (10) horas reales dictadas, con exigencias de
lecturas y otras tareas acordes…” (UNICEN s. f.).
El tema de la comparabilidad es tan agudo, que resulta relevante considerar
por extenso la observación de Del Bello y Mundet (2001) sobre este aspecto:
192 Luis Gonzalo Jaramillo E.
América Latina es una región con una historia de mucha menor movilidad. El gran ta-
maño del espacio geográfico, el menor desarrollo económico y de las comunicaciones,
y en definitiva una menor tradición de integración, también se reflejan en los sistemas
de enseñanza universitaria que presentan una menor comparabilidad. Hasta tal punto
que podría plantearse la hipótesis de una mayor compatibilidad de algunos sistemas
nacionales con Europa o Estados Unidos que con respecto a la región.
taremos, pero creemos que al hacerlo en los términos aquí planteados, y con las
anotaciones referidas, estamos dando un paso importante en la dirección señalada
para contribuir a realizar una cartografía regional que permita analizar de forma
adecuada este complejo fenómeno. No sobra decir que en tal proceso esperamos
contar con mecanismos apropiados a corto plazo que sirvan para generar un gru-
po de trabajo que garantice los insumos para emprender un ejercicio diacrónico
sobre la totalidad de los países aquí incluidos. Sobre esto, que es una invitación
abierta, regresaremos también en la parte final del ensayo.
Arqueología
Línea Énfasis
como
País en en Total
Contenido
Arqueología Arqueología
Mínimo
Argentina 3 6 5 14
Barbados 0 0 0 0
Belice 0 0 0 0
Bolivia 1 0 0 1
Brasil 7 4 0 11
Chile 2 4 2 8
Colombia 3 6 3 12
Costa Rica 0 1 2 3
Cuba 3 0 1 4
Ecuador 0 1 1 2
El Salvador 1 0 1 2
Granada 0 0 0 0
Guatemala 2 0 1 3
Guyana 0 0 0 0
Guayana Francesa 0 0 0 0
Haití 0 0 0 0
Honduras 0 0 0 0
Jamaica 0 1 1 2
México 6 0 12 18
Nicaragua 0 1 0 1
Panamá 0 0 0 0
Perú 10 0 6 16
Paraguay 0 0 0 0
Puerto Rico 0 0 0 0
República Dominicana 0 0 0 0
San Vicente y Granadinas 0 0 0 0
Surinam 0 0 0 0
Trinidad y Tobago 0 0 0 0
Uruguay 0 3 0 3
Venezuela 0 3 0 3
Total 38 30 35 103
196 Luis Gonzalo Jaramillo E.
En este nivel general, resulta aún más interesante ver que seis países (Méxi-
co, Perú, Argentina, Colombia, Brasil y Chile, en este orden) concentran el 76%
de la oferta (ver la tabla 2). En aquellos países en que hay más ofertas que las ba-
sadas en las capitales, éstos presentan el mayor número de localidades diferentes
como sede de esa oferta. En efecto, en México, las 11 ofertas provinciales se re-
parten en siete ciudades, en Perú las 6 corresponden a seis ciudades, en Argentina
los 12 casos se reparten en nueve ciudades, en Brasil los 11 casos se distribuyen
en ocho ciudades, en Colombia las 4 en cuatro ciudades, y en Chile, las 3 ofertas
corresponden a dos ciudades (ver la figura 2).
Uruguay y Venezuela. Los demás países, es decir, Chile, Argentina, Brasil, Co-
lombia, Guatemala y Perú, presentan ofertas en ambos sistemas.
Tipo de institución
País Mixto % Privada % Pública % Total
Argentina 0 0 1 1 13 13 14
Bolivia 0 0 0 0 1 1 1
Brasil 0 0 4 4 7 7 11
Chile 2 2 2 2 4 4 8
Colombia 0 0 5 5 7 7 12
Costa Rica 0 0 0 0 3 3 3
Cuba 0 0 0 0 4 4 4
Ecuador 0 0 2 2 0 0 2
El Salvador 0 0 2 2 0 0 2
Guatemala 0 0 2 2 1 1 3
Jamaica 0 0 2 2 0 0 2
México 0 0 0 0 18 17 18
Nicaragua 0 0 0 0 1 1 1
Perú 0 0 4 4 12 12 16
Uruguay 0 0 0 0 3 3 3
Venezuela 0 0 0 0 3 3 3
Total 2 2 24 23 77 75 103
Si bien vemos que el sector público tiene un peso enorme como agente o so-
porte de la formación en arqueología y en la difusión de la arqueología en el ámbi-
to académico, las instituciones privadas también tienen una participación impor-
tante, cercana al 25%, aunque en este punto de la investigación no podamos saber
si éste es un fenómeno reciente o no. Este aspecto de la naturaleza pública/privada
de la arqueología es, sin lugar a dudas, uno de los temas que vale explorar a futu-
ro, pues en algunos entornos, la estrecha –sino preponderante– relación entre el
Estado y la formación y actividad arqueológica ha servido para argumentar esce-
narios históricos concretos en los que se puede hablar de la arqueología como una
realidad “estatal” (en el caso de Colombia, ver Oyuela 1994b; Jaramillo y Oyuela
1994, y para matices de esta discusión, Piazzini 2003: 308; Langebaek 2004: 106,
Arqueología y formación profesional 199
3 Rodríguez (1999) afirma que durante la década de los ochenta, mientras que países como Argen-
tina, Paraguay y Bolivia lograron incrementar la cobertura universitaria de manera significativa,
el crecimiento registrado en países como Colombia, Chile, Perú, y en menor medida Venezuela,
puede explicarse casi exclusivamente por la liberalización de la enseñanza superior en el
segmento privado. Pero aún más revelador puede ser el hecho de que “En la década de los noventa
la privatización de la enseñanza superior alcanzó niveles muy notables en toda la región y a un
ritmo muy acelerado. En el transcurso de la década, la proporción de estudiantes matriculados
en universidades privadas pasó de un 30 a más del 45%, lo que hace suponer que en la frontera
del 2000 la proporción de estudiantes en establecimientos privados sea equivalente a la de los
establecimientos públicos, lo que hará –y de hecho está haciendo– que Latinoámerica cuente con
una de las mayores proporciones de estudiantes universitarios dentro de la opción privada en el
mundo” (Rodríguez 1999).
200 Luis Gonzalo Jaramillo E.
Una comparación de las tablas 7 y 8, por otra parte, nos permite ver que
desde el punto de vista de la ubicación de las ofertas dentro del país, las dife-
rencias no son muy pronunciadas entre ambos escenarios (capital/provincia)
para los dos tipos de educación formal (Línea en Arqueología y Énfasis en Ar-
queología). En efecto, en cada caso, la capital cuenta al menos con un programa
formal, aunque en los casos de Brasil y Bolivia se debe recordar la salvedad ya
hecha.
Desde esta perspectiva macrorregional, la oferta de Arqueología como Con-
tenido Mínimo está asociada con 11 países, todos los cuales, vale decir, están pre-
sentes en la lista de países con oferta formal en arqueología (ver la tabla 9). Así
mismo, se observa que, en casi el 90% de los casos, esta oferta se relaciona con
programas al nivel de grado. Esta correlación quizás sea un indicador o reflejo del
reconocimiento del “valor” de la disciplina como tal en el contexto de la formación
universitaria de otras disciplinas o campos profesionales, restringido, de manera
interesante, a los países que tienen oferta formativa en arqueología. Aunque sobre
este punto regresaremos al final del ensayo, vale dejar indicado que esta situación
Arqueología y formación profesional 201
estaría de alguna manera soportando la idea de que la magnitud de los restos ar-
queológicos sí puede ser factor importante en el posicionamiento de la disciplina
dentro de la agenda educativa o formativa, una de cuyas aristas adicionales a con-
siderar es el impacto de tal registro monumental en términos de la adecuación de
una oferta turística y la administración y explotación de tales recursos.
Línea en Énfasis en
País % % Total
Arqueología Arqueología
Argentina 3 4 6 9 9
Bolivia 1 1 0 0 1
Brasil 7 10 4 6 11
Chile 2 3 4 6 6
Colombia 3 4 6 9 9
Costa Rica 0 0 1 1 1
Cuba 3 4 0 0 3
Ecuador 0 0 1 1 1
El Salvador 1 1 0 0 1
Guatemala 2 3 0 0 2
Jamaica 0 0 1 1 1
México 6 9 0 0 6
Perú 10 15 0 0 10
Nicaragua 0 0 1 1 1
Uruguay 0 0 3 4 3
Venezuela 0 0 3 4 3
Total 38 56 30 44 68
Número de
País %
programas
Perú 10 26
Brasil 7 18
México 6 16
Argentina 3 8
Colombia 3 8
Cuba 3 8
Chile 2 5
Guatemala 2 5
Bolivia 1 3
El Salvador 1 3
Total 38 100
Número de
País %
programas
Argentina 6 20
Colombia 6 20
Brasil 4 13
Chile 4 13
Uruguay 3 10
Venezuela 3 10
Costa Rica 1 3
Ecuador 1 3
Jamaica 1 3
Nicaragua 1 3
Total 30 100
Arqueología y formación profesional 203
Tipo de institución
País Mixto % Privada % Pública % Total
Argentina 0 0 0 0 9 13 9
Bolivia 0 0 0 0 1 1 1
Brasil 0 0 4 6 7 10 11
Chile 2 3 2 3 2 3 6
Colombia 0 0 3 4 6 9 9
Costa Rica 0 0 0 0 1 1 1
Cuba 0 0 0 0 3 4 3
Ecuador 0 0 1 1 0 0 1
El Salvador 0 0 1 1 0 0 1
Guatemala 0 0 1 1 1 1 2
Jamaica 0 0 1 1 0 0 1
México 0 0 0 0 6 9 6
Nicaragua 0 0 0 0 1 1 1
Perú 0 0 4 6 6 9 10
Uruguay 0 0 0 0 3 4 3
Venezuela 0 0 0 0 3 4 3
Total general 2 3 17 25 49 72 68
Arqueología y formación profesional 205
Aunque, como vemos en la tabla 12, la oferta está restringida a 9 países, esto
no implica que en éstos no se presente también la formación al nivel de grado,
mediante la modalidad de énfasis o especialización en arqueología, como en el
caso de Colombia y Argentina, un hecho que, como veremos adelante, tiene im-
plicaciones interesantes en el momento de revisar la situación jurídica del ejerci-
cio profesional en arqueología.
206 Luis Gonzalo Jaramillo E.
Tabla 12. Distribución por país de los programas Línea en Arqueología, Nivel
Grado
Nombre titulaciones
País Arqueología Licenciatura Otros* Total
Argentina 1 1 0 2
Bolivia 0 1 0 1
Brasil 0 0 3 3
Chile 0 2 0 2
Colombia 1 0 0 1
El Salvador 0 1 0 1
Guatemala 0 2 0 2
México 0 3 0 3
Perú 3 2 1 6
Total 5 12 4 21
*Brasil: Arqueologia e Preservação Patrimonial, Curso de Graduação em Ar-
queología y Curso de Arqueologia Modalidade Bacharelado; Perú: Bachiller en
Humanidades con mención en Arqueología.
Arqueología y formación profesional 207
Tabla 13. Distribución por país y nombre específico de los programas Línea en
Arqueología, Nivel Grado
Número
Nombre del
País Universidad Tipo grado cursos
programa
arqueología
Bachiller en Humani-
Pontificia Universidad
Perú Bachiller dades con mención 21
Católica del Perú
en Arqueología*
Universidad Nacional
Perú Arqueología Arqueología 19
Mayor de San Marcos
Universidad Nacional
Argentina Arqueología Arqueología 14
de Tucumán
Curso de Arqueo-
Universidade Fede-
Brasil logia Modalidade 9
ral de Sergipe
Bacharelado
(continuación)
Número
Nombre del
País Universidad Tipo grado cursos
programa
arqueología
Universidad Nacional
de Trujillo, Escuela
Perú Arqueología Arqueología 1
Académico-Profesio-
nal de Arqueología
Universidad Nacio-
Perú nal de San Antonio Arqueología Arqueología SD
Abad del Cusco
Fundação Universida-
Arqueologia e Preser-
Brasil de Federal do Vale do SD
vação Patrimonial
São Francisco
* El Plan de Estudio es similar, sólo que para la licenciatura se requiere hacer una tesis.
Tabla 14. Distribución por país de los programas Línea en Arqueología, Nivel
Posgrado
Nombre titulaciones
Especialización
Diplomado
Doctorado
Maestría
Otros*
País Total
%
%
Argentina 0 0 0 0 0 0 1 6 0 0 1
Brasil 0 0 0 0 2 12 1 6 1 6 4
Colombia 0 0 0 0 2 12 0 0 0 0 2
Cuba 1 6 1 6 1 6 0 0 0 0 3
México 0 0 0 0 2 12 1 6 0 0 3
Perú 0 0 0 0 3 18 1 6 0 0 4
Total 1 6 1 6 10 60 4 24 1 6 17
* Brasil: Curso de Pós-Graduação em Arqueologia de Universidad de São Paulo-Museo
de Arqueología y Etnología, São Paulo, Brasil.
Tabla 15. Distribución por país y nombre específico de los programas Línea en
Arqueología, Nivel Posgrado
Número
Tipo Nombre del
País Universidad cursos
posgrado programa
arqueología
Pontificia Univer- Maestría en Arqueolo-
Perú sidad Católica del Maestría gía del Programa de 8
Perú Estudios Andinos
Universidad Nacio- Maestría en Arqueo-
Perú nal Mayor de San Maestría logía Mención en Ar- 8
Marcos queología de América
Universidad Nacio- Maestría en Arqueolo-
Perú nal Mayor de San Maestría gía Mención en Inves- 8
Marcos tigación Arqueológica
El Colegio de Mi-
México Maestría Maestría en Arqueología 8
choacán
Mestrado em Arqueolo-
Universidade Fe-
gia e Conservação do
Brasil deral de Pernam- Maestría 8
Patrimônio Cultural do
buco
Norte e Nordeste
210 Luis Gonzalo Jaramillo E.
(continuación)
Número
Tipo Nombre del
País Universidad cursos
posgrado programa
arqueología
Doutorado em Arque-
Universidad Fede- ologia e Conservação
Brasil Doctorado 7
ral de Pernambuco do Patrimônio Cultural
do Norte e Nordeste
Pontificia Univer- Doctorado en Arqueo-
Perú sidad Católica del Doctorado logía del Programa de 4
Perú Estudios Andinos
Universidad de
São Paulo, Museo Curso de Pós-Gradua-
Brasil Posgrado 4
de Arqueología y ção em Arqueologia
Etnología
Museo Nacional
Maestrado em Arqueo-
Brasil Universidad de Maestría 4
logia
Río de Janeiro
Maestría en Antropolo-
Universidad de los
Colombia Maestría gía Área Arqueología y 2
Andes
Antropología Biológica
Universidad Nacio-
nal del Centro de la Doctorado en Arqueo-
Argentina Doctorado 2
Provincia de Bue- logía
nos Aires
Escuela Nacional
Doctorado en Arqueo-
México de Antropología e Doctorado 1
logía
Historia
Escuela Nacional
México de Antropología e Maestría Maestría en Arqueología 1
Historia
Universidad Maestría Antropología
Colombia Maestría 0
Nacional Línea en Arqueología
Instituto Cubano
Cuba Maestría Maestría SD
de Antropología
Instituto Cubano Especiali-
Cuba Especialización SD
de Antropología zación
Instituto Cubano
Cuba Diplomado Diplomado SD
de Antropología
Desde el punto de vista del tiempo requerido para completar estos ciclos aca-
démicos, encontramos que, a pesar de la diversidad de unidades existentes para
cuantificar el proceso formativo (créditos, horas/aula, semanas, ciclos, semestres,
cuatrimestres, etc.), no hay grandes diferencias, pues como se ve en la tabla 16,
Arqueología y formación profesional 211
al nivel de grado, o para los posgrados, éstos resultan similares. En efecto, una
duración de entre cuatro y cinco años es lo común para programas de grado, y de
dos años para maestrías y doctorados. No obstante, hay algunos casos que vale
destacar, como son un programa de grado de tres años y medio y una maestría
de un año de duración, siendo éstas las mayores diferencias encontradas. El caso
del programa de pregrado corresponde al Curso de Graduação em Arqueología
de la Universidad Católica de Goiás en Brasil, que incluye un curso denominado
“Monografia” dentro de la carga del último semestre. Por su parte, el caso de la
maestría corresponde al programa del Instituto Venezolano de Investigaciones
Científicas, en donde debe señalarse que los cursos de dos semestres van segui-
dos de un trabajo de grado que generalmente puede implicar un año adicional de
trabajo (Rafael Gassón, Comunicación personal), lo que a la postre implica, en
promedio, una duración de dos años.
Número de Número de
Nivel de programas programas Duración Total de
Subnivel
formación Línea en Énfasis en en años programas
Arqueología Arqueología
Grado Licenciatura 9 12 5 21
3 1 4,5 4
3 6 4 9
1 0 3,5 1
Posgrado Maestría 6 2 2 8
0 1 1 1
Doctorado 1 2 2 3
1 0 3 1
24 24 48
por lo demás, la oferta se ubica en seis países, cuatro de ellos (Brasil, México,
Perú y Argentina) presentes en ambos casos (ver las figuras 4 y 5), aunque no en
el mismo orden de importancia relativa frente a este aspecto.
En cuanto a la oferta en las instituciones privadas, ésta se distribuye en 8
universidades, siendo Perú, con cuatro casos, el país que más programas presen-
ta, aunque todos en una misma institución, seguido de Colombia y Chile con dos
casos cada uno, y Guatemala, El Salvador y Brasil con un caso cada uno (ver la
tabla 20 y la figura 6). A su vez, las 8 ofertas a nivel de grado está concentradas
en 7 instituciones (ver la tabla 21 y la figura 7), mientras que las 3 ofertas a nivel
de posgrado se concentran en dos universidades (ver la tabla 22).
Como mencionamos, en esta distribución global entre sistema público y pri-
vado, vemos que el último representa una parte importante de la oferta y que
abarca tanto la formación de grado como los posgrados. Un aspecto concomi-
tante sobre el que aún no tenemos datos consolidados, y que será interesante de
observar, además del comportamiento histórico de la participación de lo privado
en este campo, es el del número de graduados en cada sistema, lo que permitirá,
de otra manera, evaluar el impacto de ambas ofertas en términos del desarrollo
de la disciplina. Sobre este aspecto volveremos en la sección Programas Énfasis
en Arqueología.
Total
Tipo Nombre programas Total
País Universidad
grado programa por país
institución
Universidad
Licenciatura
Argentina Nacional de Licenciatura 1 2
Arqueología
Catamarca
Universidad
Nacional de Arqueología Arqueología 1
Tucumán
Universidad
Licenciatura
Bolivia Mayor de San Licenciatura 1 1
Arqueología
Andrés
Fundação
Arqueologia
Universidade
e Preser-
Federal do Arqueólogo 1 2
vação Patri-
Vale do São
monial
Francisco
Curso de
Universidade
Arqueologia
Federal de Bacharelado 1
Modalidade
Sergipe
Bacharelado
Universidad
Perú Nacional Mayor Arqueología Arqueología 1 4
de San Marcos
Universidad
Nacional de
Trujillo-Escuela
Arqueología Arqueología 1
Académico-
Profesional de
Arqueología
Universidad
Nacional de San
Arqueología Arqueología 1
Antonio Abad del
Cusco
Universidad Licenciado
Nacional Fede- Licenciatura en Arqueo- 1
rico Villareal logía
Universidad de Licenciatura
Guatemala San Carlos de Licenciatura en Arqueo- 1 1
Guatemala logía
Arqueología y formación profesional 215
(continuación)
Total
Tipo Nombre programas Total
País Universidad
grado programa por país
institución
Escuela Nacio- Licenciatura
México nal de Antropo- Licenciatura en Arqueo- 1 3
logía e Historia logía
Universidad de Licenciatura
las Américas Licenciatura en Arqueo- 1
Puebla logía
Licenciatura
Universidad
Licenciatura en Arqueo- 1
Veracruzana
logía
Total 13 13 13
Total
Tipo Nombre del programas Total
País Universidad
posgrado programa por país
institución
Universidad
Nacional del
Doctorado en
Argentina Centro de la Doctorado 1 1
Arqueología
Provincia de
Buenos Aires
Mestrado em
Arqueologia e
Universidade Conservação
Brasil Federal de Maestría do Patrimônio 1 4
Pernambuco Cultural do
Norte e Nor-
deste
Doutorado em
Arqueologia e
Conservação do
Doctorado 1
Patrimônio Cul-
tural do Norte e
Nordeste
216 Luis Gonzalo Jaramillo E.
(continuación)
Total
Tipo Nombre del programas Total
País Universidad
posgrado programa por país
institución
Universidad
de São Paulo- Curso de Pós-
Museo de Posgrado Graduação em 1
Arqueología y Arqueologia
Etnología
Museo Nacio-
nal Universi- Maestrado em
Maestría 1
dad de Rio de Arqueología
Janeiro
Maestría en
Universidad
Arqueología
Nacional Ma-
Perú Maestría Mención en 1
yor de San
Arqueología de
Marcos
América
Maestría en
Arqueología
Maestría Mención en 1 2
Investigación
Arqueológica
Maestría Antro-
Universidad
Colombia Maestría pología Línea 1 1
Nacional
en Arqueología
Escuela
Nacional de Maestría en
México Maestría 1 3
Antropología e Arqueología
Historia
Doctorado en
Doctorado 1
Arqueología
El Colegio de Maestría en
Maestría 1
Michoacán Arqueología
Instituto
Cuba Cubano de Maestría Maestría 1 3
Antropología
Especializa-
Especialización 1
ción
Diplomado Diplomados 1
Total 9 14 14
Arqueología y formación profesional 217
Total
País Nombre de la universidad Total país
universidad
Universidad Bolivariana 1
Total 8 11 11
Total
Nombre del programas Total
País Universidad Grado
programa por país
institución
Universidad Inter- Licenciatura en
Chile Licenciatura 1 2
nacional SEK Arqueología
Universidad Licenciatura en
Licenciatura 1
Bolivariana Arqueología
Curso de
Universidad Católi-
Brasil Graduação em 1 1
ca de Goiás
Arqueologia
Bachiller en
Pontificia
Humanidades
Perú Universidad Católi- 1 2
con mención en
ca del Perú
Arqueología
Licenciado en
Licenciatura 1
Arqueología
Universidad
Colombia Arqueología Arqueología 1 1
Externado
Universidad
Licenciatura en
Guatemala del Valle de Licenciatura 1 1
Arqueología
Guatemala
Universidad
El Licenciatura en
Tecnológica de El Licenciatura 1 1
Salvador Arqueología
Salvador
Total 7 8 8
Total
Nombre programas Total
País Universidad Nivel
programa por país
institución
Maestría en Antropolo-
Universidad
Colombia Maestría gía Área Arqueología y 1 1
de los Andes
Antropología Biológica
Doctorado en
Pontificia Uni-
Arqueología del
Perú versidad Cató- Doctorado 1 2
Programa de
lica del Perú
Estudios Andinos
Maestría en Arqueolo-
Maestría gía del Programa de 1
Estudios Andinos
Total 2 3 3
En este orden de ideas, nos queda ahora mirar la estructura del plan de estudio
y, en particular, la oferta de cursos por medio de los cuales se instrumenta el proce-
so académico. Como se aprecia en el anexo 2, que recoge sólo una muestra de los
nombres de los cursos de algunos de los programas de la Línea en Arqueología, la
formación directamente arqueológica está dada por entre 40 y 50 cursos que, en tér-
minos generales, revelan una estructura básica conformada por lo que llamaremos
un núcleo universitario, un núcleo disciplinar y un núcleo aplicado o contextual.
En el primero de estos núcleos se encuentran todas las temáticas de habilida-
des y competencias académicas en conocimientos de informática, lecto-escritura,
matemáticas, idiomas, temas constitucionales, orientación religión, etc., que las
universidades exigen como parte esencial del proceso integral de formación al
nivel de grado.
En el segundo núcleo, a su vez, se pueden ver tres componentes. El primero de
ellos está formado por cursos que ofrecen una inducción e historia de la disciplina,
donde nombres como Fundamentos de Arqueología, Arqueología General, Intro-
ducción a la Arqueología, son las denominaciones más comunes. El segundo es la
línea de cursos que perfila el desarrollo académico propiamente dicho, con cursos,
en la mayoría de los casos, desarrollados en el formato de “seminarios temáticos”,
como Historia de la teoría arqueológica o Teoría Arqueológica (con varios niveles,
2 a 3 en promedio). El tercer componente es el metodológico y técnico, donde las
denominaciones de los cursos más comunes son Diseño de la investigación arqueo-
lógica, Metodología arqueológica, Métodos en arqueología (dos niveles en prome-
dio), Excavación arqueológica, Prospección arqueológica, Introdução à Prática
de Campo em arqueología o Teoría y metodología arqueológica.
Arqueología y formación profesional 221
pues, a todas luces, aun los cambios de nombre de los cursos son más que eso,
porque como categorías, como esquemas que materializan perspectivas sobre una
disciplina, éstos logran, una vez consolidados, direccionar el proceso en sentidos
o caminos específicos.
Antes de pasar a analizar la oferta en la modalidad de Énfasis en Arqueo-
logía, momento en el que las diferencias con la oferta de la Línea de Arqueo-
logía serán cotejadas, vale señalar que no encontramos formación al nivel de
“técnicos o tecnólogos” en arqueología, un nivel que, a la luz de la denominada
arqueología de rescate o contractual, sería de esperar que hubiese generado
una oferta académica ya consolidada, respondiendo no sólo a las legislaciones
nacionales en materia de protección de recursos culturales, sino también a las
regulaciones impuestas por las empresas multinacionales que financian dichos
proyectos para que se realicen tales tipos de estudios. En Cuba se ofrece algún
tipo de instrucción que podría asimilarse al nivel de técnico, pero no es una
oferta estable (Robaina, Comunicación personal 2008)5, siendo la oferta formal
que se destaca en este campo la del Mestrado Profissional em Gestão do Patri-
mônio Cultural concentração Arqueologia de la Universidad Católica de Goiás
(UCG), Instituto Goiano de Pré-História e Antropologia en Brasil, ya que allí,
según lo reconocen algunos investigadores (cf. Cristiana Barreto, Comunica-
ción personal), ese tema es central, reflejándose en el plan de estudios en cursos
como Arqueologia de Contrato, Patrimônio Cultural e Impactos Ambientais,
Urbanismo e Gestão do Patrimônio Cultural o Gestão do Patrimônio Cultural:
Estudos de Casos, todos los cuales hacen parte, no obstante, de la oferta optati-
va y no de la obligatoria.
De igual manera, debemos dejar constancia de que no abordaremos en deta-
lle los planes de estudio de maestría y doctorado, ya que todos están estructura-
dos de forma tal que en muy pocos casos hay denominaciones con un nombre que
incluya el término de arqueología o aun, que permitan inferir el contenido especí-
fico, siendo consecuentemente, en su mayoría, nombres como Seminario (Niveles
I, II, III, IV), Seminario Doctoral (Niveles I, II, III, IV) o Línea de Investigación
los términos más comunes.
La tabla 24, por su parte, nos muestra que de los 21 programas de grado, 12
son dentro de Licenciaturas en Antropología6. De estas, siete destacan el énfasis
en arqueología, dos se presentan como Licenciaturas en Antropología (sin dis-
6 El programa de la Universidad Nacional de Rosario se incluyó aquí, aunque sólo tiene un curso
en arqueología, ya que en la descripción hace énfasis en que el plan de estudios aborda las
“comunidades humanas pasadas y presentes”, destacando que en el ciclo superior “el estudiante
podrá elegir la metodología de investigación específica”, al igual que los seminarios de interés
que garantizan una formación específica, como puede ser la arqueología.
Arqueología y formación profesional 225
Tabla 24. Distribución por país de los programas Énfasis en Arqueología, Nivel
Grado
Total
País Licenciatura % Antropología % Otro %
programas
Argentina 5 24 0 0 1 5 6
Chile 2 10 0 0 0 0 2
Colombia 0 0 6 29 0 0 6
Costa Rica 1 5 0 0 0 0 1
Ecuador 1 5 0 0 0 0 1
Jamaica 0 0 0 0 1 5 1
(continuación)
Total
País Licenciatura % Antropología % Otro %
programas
Nicaragua 0 0 0 0 1 5 1
Uruguay 2 10 0 0 0 0 2
Venezuela 1 5 0 0 0 0 1
Total 12 57 6 29 3 14 21
Tabla 25. Distribución por país y nombre específico de los programas Énfasis en
Arqueología, Nivel Grado
Número
Nombre del
País Universidad Tipo grado cursos
programa
arqueología
Universidad Na- Historia con
Nicaragua cional Autónoma Otro Orientación en 15
de Nicaragua Arqueología
Licenciatura en
Pontificia Univer-
Antropología con
Ecuador sidad Católica del Licenciatura 13
Especialización en
Ecuador
Arqueología
Licenciatura
Universidad de en Antropología
Costa Rica Licenciatura 8
Costa Rica con énfasis en
Arqueología
Licenciado en
Universidad de Antropología con
Chile Licenciatura 7
Chile Mención en
Arqueología
Universidad Na-
Licenciatura en
cional del Centro
Antropología,
Argentina de Licenciatura 7
Orientación
la Provincia de
Arqueológica
Buenos Aires
Licenciatura
Universidad Cen- en Antropología
Venezuela Licenciatura 6
tral de Venezuela con énfasis en
Arqueología
Universidad
Colombia Antropología Antropología 5
de Antioquia
Universidad del
Colombia Antropología Antropología 5
Magdalena
Arqueología y formación profesional 227
(continuación)
Número
Nombre del
País Universidad Tipo grado cursos
programa
arqueología
Universidad Na- Licenciatura
Argentina Licenciatura 5
cional de la Plata Antropología
Antropología
Universidad
Argentina Otro Orientación 5
Nacional de Salta
Arqueológica
Universidad de
Colombia Antropología Antropología 4
Caldas
Licenciado en
Ciencias
Universidad de
Argentina Licenciatura Antropológicas 4
Buenos Aires
Orientación
Arqueológica
Universidad del
Colombia Antropología Antropología 4
Cauca
Universidad
Colombia Antropología Antropología 4
Nacional
Licenciatura
en Ciencias
Universidad
Uruguay Licenciatura Antropológicas 3
de la República
Opción
Investigación
Universidad de
Colombia Antropología Antropología 3
los Andes
The University of History/Archaeology
Jamaica Otro 3
East Indians, Mona Special
Licenciado en
Universidad Na- Antropología
Argentina Licenciatura 3
cional de Jujuy orientación
arqueológica
Licenciatura en
Universidad de la Ciencias
Uruguay Licenciatura 2
República Antropológicas
Opción Docencia
Universidad Na- Licenciatura
Argentina Licenciatura 1
cional de Rosario Antropología
Licenciado en
Universidad de Antropología con
Chile Licenciatura SD
Tarapacá de Arica Mención en
Arqueología
228 Luis Gonzalo Jaramillo E.
Tabla 26. Distribución por país de los programas Énfasis en Arqueología, Nivel
Posgrado
Tabla 27. Distribución por país y nombre específico de los programas Énfasis en
Arqueología, Nivel Posgrado
Número
Tipo Nombre del
País Universidad cursos
posgrado programa
arqueología
Universidad
de Tarapacá Maestría en Antro-
Chile de Arica/Universi- Maestría pología con Men- 9
dad Católica del ción en Arqueología
Norte
Instituto Venezola- Maestría en Antro-
Venezuela no de Investigacio- Maestría pología Orientación 5
nes Científicas Arqueología
Doctorado en
Instituto Venezolano
Antropología
Venezuela de Investigaciones Doctorado 5
Orientación
Científicas
Arqueología
Maestrado em
Universidad
Antropologia
Brasil Federal de Minas Maestría 4
concentração em
Gerais
Arqueologia
Universidad de Doctorado en
Tarapacá de Arica/ Antropología
Chile Doctorado 4
Universidad Mención en
Católica del Norte Arqueología
Maestría en
Ciencias Humanas
Universidad de la
Uruguay Maestría con énfasis en 4
República
Arqueología
Histórica
Programa de
Pós-Graduação em
Pontifícia
História Maestrado
Universidade
Brasil Maestría Arqueologia 0
Católica do Rio
Pré-histórica e
Grande do Sul
Etno-história do
Sul do Brasil
Programa de
Pós-Graduação em
Pontifícia
História Doutorado
Universidade
Brasil Doctorado Arqueologia 0
Católica do Rio
Pré-histórica e
Grande do Sul
Etno-história do
Sul do Brasil
Mestrado Profissio-
nal em Gestão do
Universidad
Brasil Maestría Patrimônio Cultural SD
Católica de Goiás
concentração
Arqueologia
230 Luis Gonzalo Jaramillo E.
Licenciado en
Universidad
Argentina Antropología orientación 1 6
Nacional de Jujuy
Arqueológica
Antropología
Universidad
Orientación 1
Nacional de Salta
Arqueológica
Universidad Licenciatura
1
Nacional de la Plata Antropología
Universidad Licenciatura
1
Nacional de Rosario Antropología
Universidad Licenciatura en
Nacional del Centro Antropología,
1
de la Provincia de Orientación
Buenos Aires Arqueológica
Licenciado en Ciencias
Universidad de Antropológicas
1
Buenos Aires Orientación
Arqueológica
Licenciado en
Universidad de
Chile Antropología con 1 2
Chile
Mención en Arqueología
Licenciado en
Universidad
Antropología
de Tarapaca 1
con Mención
de Arica
en Arqueología
Universidad de
Colombia Antropología 1 5
Antioquia
Universidad
Antropología 1
del Cauca
Universidad
Antropología 1
Nacional
Universidad
Antropología 1
del Magdalena
Universidad
Antropología 1
de Caldas
232 Luis Gonzalo Jaramillo E.
(continuación)
Licenciatura
Universidad en Antropología
Costa Rica 1 1
de Costa Rica con énfasis en
Arqueología
Universidad
Historia con
Nacional
Nicaragua Orientación en 1 1
Autónoma de
Arqueología
Nicaragua
Licenciatura en
Universidad
Uruguay Ciencias Antropológicas 2 2
de la República
Opción Investigación
Licenciatura
Universidad Central en Antropología
Venezuela 1 1
de Venezuela con énfasis en
Arqueología
Total 17 18 18
Nivel del
País Universidad Nombre del programa
programa
Universidad Mestrado Profissional em Gestão do
Brasil Católica de Posgrado Patrimônio Cultural concentração
Goiás Arqueologia
Pontifícia
Programa de Pós-Graduação em His-
Universidade
Posgrado tória Maestrado Arqueologia Pré-his-
Católica do Rio
tórica e Etno-história do Sul do Brasil
Grande do Sul
Programa de Pós-Graduação em His-
Posgrado tória Doutorado Arqueologia Pré-his-
tórica e Etno-história do Sul do Brasil
Universidad
Colombia Grado Antropología
de los Andes
Pontificia
Universidad Licenciatura en Antropología con
Ecuador Grado
Católica del Especialización en Arqueología
Ecuador
The University
Jamaica of East Indians, Grado History/Archaeology Special
Mona
234 Luis Gonzalo Jaramillo E.
Total
Nombre del Total
País Universidad Nivel por
programa país
institución
Pontificia Licenciatura en
Universidad Antropología con
Ecuador Licenciatura 1 1
Católica del Especialización
Ecuador en Arqueología
Universidad
Colombia Antropología Antropología 1 1
de los Andes
The University
History/Archaeology
Jamaica of East Indians, Otro, 1 1
Special
Mona
Total 3 3 3
Total
Total
País Universidad Nivel Nombre programa por
país
institución
Mestrado Profissional em
Universidad
Gestão do Patrimônio Cul-
Brasil Católica Maestría 1 3
tural concentração Arque-
de Goiás
ologia
Pontifícia Programa de Pós-Gradu-
Universidade ação em História Maestra-
Católica do Maestría do Arqueologia Pré-histó- 1
Rio Grande rica e Etno-história do Sul
do Sul do Brasil
Programa de Pós-Gradu-
ação em História Doutora-
Doctorado do Arqueologia Pré-histó- 1
rica e Etno-história do Sul
do Brasil
Total 2 3 3
del público general (los “otros”, las comunidades, etc.). Sobre esto regresaremos
en la sección final.
Por último, en esta sección sobre la oferta Énfasis en Arqueología anali-
zaremos la oferta de cursos, con especial atención a los que incluyen la palabra
arqueología en su título. Como se aprecia en el anexo 3, esta oferta varía mucho
en términos de la cantidad total por programa (entre tres, como en los programas
de la Universidad de la República en Uruguay o la Universidad de los Andes en
Colombia, y 13 en el programa de la Universidad del Magdalena, Colombia, o
12 en el programa de la Universidad Nacional de Managua en Nicaragua). Como
se ve al comparar el anexo 2 con el anexo 3, el tipo de nombres de los cursos
es, no obstante, muy similar, pudiéndose detectar la presencia de cursos sobre
fundamentación teórica y metodológica y los propios de la parte contextual –la
arqueología de la región o del país–. Entre las ofertas de especialización, también
está presente el tema del patrimonio cultural y su protección, así como otros cur-
sos que serían únicos, tales como Didáctica de la Arqueología del programa de
la UANM (Nicaragua).
Así, el elemento quizás más importante de enfatizar es que las ofertas de estos
programas, en muchos casos, encuentran en los cursos que hacen parte de los ofer-
tas de extensión o formación suplementaria obligatoria –pero de elección libre–, un
área de oferta adicional, ya que en éstos la arqueología o los temas arqueológicos
cuentan con un espacio importante, como son cursos sobre sociedades prehispáni-
cas, tecnología prehispánica, arte y simbolismo prehispánico, museología, etc. Más
importante en este sentido resulta mencionar que en estos contextos, las prácticas
extracurriculares, en la forma de escuelas de campo, actúan como escenarios com-
plementarios para brindar la formación en la temática de la arqueología, así como
las prácticas libres en laboratorios de arqueología a lo largo del programa.
No podemos perder de vista, en el caso de esta sección, que estamos concen-
trados en el número de cursos que contienen la palabra arqueología en su título,
pues en muchos de estos programas hay cursos con denominaciones que, sin cum-
plir este criterio, seguramente complementan bien la oferta formativa disciplinar. En
relación con este tema, queda también por analizar si el proceso ahora generalizado
en muchos países hacia la implementación masiva en todas las áreas del conocimiento
del esquema de formación completo como estándar de formación, es decir, pregrado-
grado-posgrado, el último llegando a los doctorados, ha estado o estará influyendo en
que las ofertas se presenten bajo denominaciones específicas o no8.
8 Para una mirada a las implicaciones de este tema desde el contexto colombiano, ver Restrepo
2006.
238 Luis Gonzalo Jaramillo E.
Hemos dicho que en la búsqueda realizada para documentar todas las ofertas
de programas de formación en arqueología, también hicimos un seguimiento de
aquellas instancias en que se ofrecen cursos de arqueología como complemento o
parte de la formación en otras disciplinas, siempre que fuesen al nivel de grado y
posgrado. Como vimos al inicio de este texto, según lo señala la tabla 1, de los 35
casos registrados, el 89% son ofertas al nivel de grado (31) y sólo un 11% al nivel
de posgrado (4).
En cuanto a los casos de nivel de grado, México, con 11 casos, es seguido de
Perú, con 6, y Argentina, con 5, como los países con mayor número de este tipo de
ofertas (ver la tabla 34). En cuanto a los cursos ofertados en el contexto de progra-
mas de posgrado, encontramos que están relacionados con cuatro países en tres
ofertas al nivel de maestría y una al nivel de especialización (ver la tabla 35).
Total
País Especialización % Maestría % %
general
Colombia 1 25 0 0 1 25
Costa Rica 0 0 1 25 1 25
Jamaica 0 0 1 25 1 25
México 0 0 1 25 1 25
Total 1 25 3 75 4 100
Número
Nivel del Nombre del
País Universidad cursos
programa programa
arqueología
Licenciatura en Ciencias
Universidad de
Argentina Grado Antropológicas, Orienta- 1
Morón
ción Antropología Turística
Universidad
Colombia Grado Antropología 1
del Rosario
Universidad Especialización en Artes
Ecuador San Francisco Grado Liberales, Subespecializa- 1
de Quito ción Antropología
240 Luis Gonzalo Jaramillo E.
(continuación)
Número
Nivel del Nombre del
País Universidad cursos
programa programa
arqueología
Benemérita
Universidad Licenciatura en Antropolo-
México Grado 1
Autónoma de gía Social
Puebla
Universidad
Licenciatura en Antropolo-
México Autónoma Grado 1
gía Social
de Chiapas
Universidad
Licenciatura en Antropolo-
México Autónoma de Grado 1
gía Social
Querétaro
Universidad de Licenciatura en Antropolo-
México Grado 1
Quintana Roo gía Social
Universidad
Nacional de
Perú Grado Antropología 3
San Agustín
de Arequipa
Universidad
Perú Nacional del Grado Antropología 1
Centro del Perú
Universidad
Nacional
Perú Grado Antropología 1
Mayor de San
Marcos
Universidad
Nacional de
Perú Grado Antropología SD
San Antonio
Abad del Cusco
Universidad Na-
Perú cional Federico Grado Antropología SD
Villareal
Universidad
Perú Nacional del Grado Antropología 3
Altiplano Puno
Universidad
Colombia Grado Antropología 2
Externado
Universidad
El Salvador Tecnológica de Grado Licenciatura en Antropología 1
El Salvador
Arqueología y formación profesional 241
(continuación)
Número
Nivel del Nombre del
País Universidad cursos
programa programa
arqueología
Universidad
Guatemala del Valle de Grado Licenciatura en Antropología 5
Guatemala
Escuela
Nacional de Licenciatura en Antropolo-
México Grado 1
Antropología gía Social
e Historia
Universidad Licenciatura en Antropolo-
México Grado 1
Veracruzana gía Social
Licenciatura en Antropolo-
Universidad
Costa Rica Grado gía con énfasis en Antropo- 2
de Costa Rica
logía Social
Licenciado en Antropología
Universidad
Chile Grado con Mención en Antropolo- 2
de Chile
gía Social
Universidad de
Costa Rica Posgrado Maestría en Antropología 1
Costa Rica
Universidad de
Maestría Estudios Antropo-
México las Américas Posgrado 2
lógicos
Puebla
Universidad
Auxiliar Técnico en Antro-
Argentina Nacional de Grado 3
pología
Jujuy
Universidad
Argentina Nacional de Grado Profesorado en Antropología 1
Rosario
Profesorado en Enseñanza
Universidad de
Argentina Grado Media y Superior en Cien- 3
Buenos Aires
cias Antropológicas
Universidad de
Licenciatura en Antropolo-
México las Américas Grado 8
gía Cultural
Puebla
Universidad Licenciatura en Antropolo-
México Grado 1
Veracruzana gía Histórica
Escuela
Nacional de Licenciatura en Antropolo-
México Grado 1
Antropología gía Física
e Historia
242 Luis Gonzalo Jaramillo E.
(continuación)
Número
Nivel del Nombre del
País Universidad cursos
programa programa
arqueología
Licenciado en Antropología
Universidad
Chile Grado con Mención en Antropolo- 2
de Chile
gía Física
Escuela
Nacional de
México Grado Licenciatura en Etnología 1
Antropología
e Historia
Escuela
Nacional de
México Grado Licenciatura en Etnohistoria 3
Antropología
e Historia
Universidad
Argentina Nacional de Grado Museología 6
Tucumán
Colegio
Licenciatura en Preserva-
Universitario
Cuba Grado ción y Gestión del Patrimo- SD
San Gerónimo
nio Histórico-Cultural
de la Habana
The University
Jamaica of East Indians, Posgrado Heritage Studies 1
Mona
Universidad
Colombia Posgrado Especialización Forense 1
Nacional
Igualmente significativos son los dos casos en que se presentan seis y cinco
cursos de arqueología, como son los programas de Museología de la Universidad
Nacional de Tucumán (Introducción a la arqueología, Procesos socioculturales
en arqueología extra-americana, Arqueología americana I, Bioarqueología, Ar-
queología argentina (con especial énfasis en el NOA) y Conservación y manejo
del patrimonio cultural arqueológico) y el programa de Licenciatura en Antro-
pología de la Universidad del Valle de Guatemala, conformada la oferta por un
curso de Arqueología del Nuevo Mundo y cuatro niveles de Arqueología Meso-
americana.
Con menor cantidad de cursos, pero de igual manera relevantes, están los
cinco casos con tres cursos, como el programa de Profesorado en Enseñanza Me-
dia y Superior en Ciencias Antropológicas de la Universidad de Buenos Aires
(Arqueología argentina, Metodología y técnicas de investigación arqueológicas
y Teoría arqueológica contemporánea)9, los programas de Antropología de las
universidades Nacional de San Agustín de Arequipa (dos cursos de Arqueología
General y uno de Arqueología Andina) y Nacional del Altiplano Puno (Arqueolo-
gía, Arqueología Andina y Arqueología Andes-Centro Sur), así como la Licencia-
tura en Etnohistoria de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (Arqueolo-
gía general de América, Arqueología de Mesoamérica: centro, occidente y golfo
y Arqueología de Mesoamérica: área maya y Oaxaca) y el programa de Auxiliar
técnico en Antropología (Arqueología Americana, Metodología y técnicas de la
investigación arqueológica y Arqueología Argentina).
Cinco casos, con dos cursos cada uno, también están presentes, y son de
interés dentro de este contexto general, ya que presentan tantos o más cursos,
como muchos de los programas en la categoría Énfasis en Arqueología. Como
se ve en la tabla 37, los cursos que se ofrecen incluyen tanto temas generales o
introductorios a la disciplina como un nivel de contexto regional. Vale destacar
que el caso del programa de maestría en estudios antropológicos de la Universi-
dad de las Américas se ha incluido, aunque los nombres no contienen el término
arqueología, por considerar que ilustra el punto sobe las equivalencias o diversi-
dad de denominaciones existentes y que son relevantes para un seguimiento de
9 Este caso también sirve para la discusión de los nombres, pues el programa de Antropología
Orientación en Arqueología contiene, además de estos cursos, y los dos seminarios en arqueología
que no hacen parte de la carga del profesorado, los cursos de Sistemas socioculturales de América
I (cazadores, recolectores, agricultores incipientes), Prehistoria del Viejo Mundo, Prehistoria
americana y argentina I (culturas de cazadores recolectores) y Prehistoria americana y
argentina II (culturas agro-alfareras), los que, de acuerdo con lo discutido, podrían verse como
cursos de arqueología, en cuyo caso, la oferta global sería de 7 para el profesorado y de 11 en total
para la orientación en arqueología.
244 Luis Gonzalo Jaramillo E.
Tabla 37. Oferta en Arqueología como Contenido Mínimo, con lista de cursos
ofertados
Nombre del
País Universidad Nombres cursos
programa
Licenciado en Antropo- Arqueologia General I
Universidad
Chile logía con Mención en Arqueologia General II
de Chile
Antropología Social
Licenciado en Antro- Arqueologia General I
Universidad
Chile pología con Mención Arqueologia General II
de Chile
en Antropología Física
Introducción a la Arqueología
Universidad
Colombia Antropología Arqueología de Colombia
Externado
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Anexo 1
Instituciones y programas en o con arqueología en Latinoamérica y el Caribe
Nombre
Nivel del
País/Ciudad institución Nombre del programa
programa
educativa
Argentina
Universidad de Licenciado en Ciencias Antropológicas
Buenos Aires Grado
Buenos Aires Orientación Arqueológica
Universidad de Profesorado en Enseñanza Media y Su-
Buenos Aires Grado
Buenos Aires perior en Ciencias Antropológicas
Universidad Licenciatura en Ciencias Antropológicas,
Morón Grado
de Morón Orientación Antropología Turística
Universidad
Catamarca Nacional de Grado Licenciatura Arqueología
Catamarca
Universidad
San Salvador Licenciado en Antropología orientación
Nacional de Grado
de Jujuy Arqueológica
Jujuy
Universidad
San Salvador
Nacional Grado Auxiliar Técnico en Antropología
de Jujuy
de Jujuy
Universidad
La Plata Nacional Grado Licenciatura Antropología
de la Plata
Universidad
Santa Fe Nacional de Grado Licenciatura Antropología
Rosario
Universidad
Santa Fe Nacional Grado Profesorado en Antropología
de Rosario
Universidad
Salta Nacional Grado Antropología Orientación Arqueológica
de Salta
258 Anexo 1
(continuación)
Nombre
Nivel del
País/Ciudad institución Nombre del programa
programa
educativa
Universidad
San Miguel
Nacional de Grado Arqueología
de Tucumán
Tucumán
Universidad
San Miguel
Nacional de Grado Museología
de Tucumán
Tucumán
Universidad
Nacional del
Licenciatura en Antropología, Orienta-
Tandil Centro de la Grado
ción Arqueológica
Provincia de
Buenos Aires
Universidad
Nacional del
Tandil Centro de la Posgrado Doctorado en Arqueología
Provincia de
Buenos Aires
Bolivia
Universidad
La Paz Mayor de San Grado Licenciatura Arqueología
Andrés
Brasil
Fundação
Universidade
São Raimun-
Federal do Vale Grado Arqueologia e Preservação Patrimonial
do Nonato - PI
do São
Francisco
Museo Nacional
Río de Janeiro Universidad de Posgrado Maestrado em Arqueologia
Río de Janeiro
Pontifícia
Programa de Pós-Graduação em Histó-
Porto Alegre/ Universidade
Posgrado ria Maestrado Arqueologia Pré-histórica
RS Católica do Rio
e Etno-história do Sul do Brasil
Grande do Sul
Pontifícia
Programa de Pós-Graduação em Histó-
Porto Alegre/ Universidade
Posgrado ria Doutorado Arqueologia Pré-histórica
RS Católica do Rio
e Etno-história do Sul do Brasil
Grande do Sul
Universidad
Goiânia Católica de Grado Curso de Graduação em Arqueologia
Goiás
Anexo 1 259
(continuación)
Nombre
Nivel del
País/Ciudad institución Nombre del programa
programa
educativa
Universidad
Mestrado Profissional em Gestão do Patri-
Goiânia Católica Posgrado
mônio Cultural concentração Arqueologia
de Goiás
Universidad de
São Paulo, Mu-
São Paulo Posgrado Curso de Pós-Graduação em Arqueologia
seo de Arqueo-
logía y Etnología
Universidad
Belo Maestrado em Antropologia concen-
Federal de Minas Posgrado
Horizonte tração em Arqueologia
Gerais
Universidad Doutorado em Arqueologia e Conser-
Recife Federal de Per- Posgrado vação do Patrimônio Cultural do Norte
nambuco e Nordeste
Universidade Mestrado em Arqueologia e Conser-
Recife Federal de Posgrado vação do Patrimônio Cultural do Norte
Pernambuco e Nordeste
Universidade
Curso de Arqueologia Modalidade Ba-
Laranjeiras Federal de Grado
charelado
Sergipe
Chile
Universidad
Santiago Grado Licenciatura en Arqueología
Bolivariana
Universidad Licenciado en Antropología con Men-
Santiago Grado
de Chile ción en Arqueología
Universidad Licenciado en Antropología con Men-
Santiago Grado
de Chile ción en Antropología Física
Universidad Licenciado en Antropología con Men-
Santiago Grado
de Chile ción en Antropología Social
Universidad
Licenciado en Antropología con Men-
Arica de Tarapacá Grado
ción en Arqueología
de Arica
Universidad
Arica/San de Tarapacá
Maestría en Antropología con Mención
Pedro de de Arica/Univer- Posgrado
en Arqueología
Atacama sidad Católica
del Norte
260 Anexo 1
(continuación)
Nombre
Nivel del
País/Ciudad institución Nombre del programa
programa
educativa
Universidad
Arica/San
de Tarapacá de Doctorado en Antropología Mención en
Pedro de Posgrado
Arica/Universidad Arqueología
Atacama
Católica del Norte
Universidad
Santiago Internacional Grado Licenciatura en Arqueología
SEK
Colombia
Universidad
Medellín Grado Antropología
de Antioquia
Universidad
Manizales Grado Antropología
de Caldas
Universidad
Bogotá Grado Antropología
de los Andes
Universidad Maestría en Antropología Área Arqueo-
Bogotá Posgrado
de los Andes logía y Antropología Biológica
Universidad
Popayán Grado Antropología
del Cauca
Universidad
Santa Marta Grado Antropología
del Magdalena
Universidad
Bogotá Grado Antropología
del Rosario
Universidad
Bogotá Grado Arqueología
Externado
Universidad
Bogotá Grado Antropología
Externado
Universidad
Bogotá Grado Antropología
Nacional
Universidad
Bogotá Posgrado Especialización Forense
Nacional
Universidad Maestría Antropología Línea en Arqueo-
Bogotá Posgrado
Nacional logía
Costa Rica
Universidad de Licenciatura en Antropología con énfa-
San José Grado
Costa Rica sis en Arqueología
Universidad de Licenciatura en Antropología con énfa-
San José Grado
Costa Rica sis en Antropología Social
Anexo 1 261
(continuación)
Nombre
Nivel del
País/Ciudad institución Nombre del programa
programa
educativa
Universidad de
San José Posgrado Maestría en Antropología
Costa Rica
Cuba
Colegio Uni-
versitario San Licenciatura en Preservación y Gestión
La Habana Grado
Gerónimo de la del Patrimonio Histórico-Cultural
Habana
Instituto Cubano
La Habana Posgrado Maestría
de Antropología
Instituto Cubano
La Habana Posgrado Especialización
de Antropología
Instituto Cubano
La Habana Posgrado Diplomados
de Antropología
Ecuador
Pontificia Univer-
Licenciatura en Antropología con Es-
Quito sidad Católica Grado
pecialización en Arqueología
del Ecuador
Universidad San
Especialización en Artes Liberales,
Quito Francisco de Grado
Subespecialización Antropología
Quito
El Salvador
Universidad
San Salvador Tecnológica de Grado Licenciatura en Arqueología
El Salvador
Universidad
San Salvador Tecnológica de Grado Licenciatura en Antropología
El Salvador
Guatemala
Universidad de
Ciudad de
San Carlos de Grado Licenciatura en Arqueología
Guatemala
Guatemala
Universidad del
Ciudad de
Valle de Guate- Grado Licenciatura en Arqueología
Guatemala
mala
Universidad del
Ciudad de
Valle de Guate- Grado Licenciatura en Antropología
Guatemala
mala
262 Anexo 1
(continuación)
Nombre
Nivel del
País/Ciudad institución Nombre del programa
programa
educativa
Jamaica
The University
Kingston of East Indians, Posgrado Heritage Studies
Mona
The University
Kingston of East Indians, Grado History/Archaeology Special
Mona
México
Benemérita
Universidad
Puebla Grado Licenciatura en Antropología Social
Autónoma
de Puebla
El Colegio de
Zamora Posgrado Maestría en Arqueología
Michoacán
Escuela
Ciudad de Nacional de
Grado Licenciatura en Arqueología
México Antropología
e Historia
Escuela
Ciudad de Nacional de
Grado Licenciatura en Etnología
México Antropología
e Historia
Escuela
Ciudad de Nacional de
Grado Licenciatura en Etnohistoria
México Antropología
e Historia
Escuela
Ciudad de Nacional de
Grado Licenciatura en Antropología Física
México Antropología
e Historia
Escuela
Ciudad de Nacional de
Grado Licenciatura en Antropología Social
México Antropología
e Historia
Escuela
Ciudad de Nacional de
Posgrado Maestría en Arqueología
México Antropología
e Historia
Anexo 1 263
(continuación)
Nombre
Nivel del
País/Ciudad institución Nombre del programa
programa
educativa
Escuela
Ciudad de Nacional de
Posgrado Doctorado en Arqueología
México Antropología
e Historia
Universidad
Tuxtla
Autónoma de Grado Licenciatura en Antropología Social
Gutiérrez
Chiapas
Universidad
Querétaro Autónoma de Grado Licenciatura en Antropología Social
Queretaro
Universidad de
Cholula las Américas Grado Licenciatura en Arqueología
Puebla
Universidad de
Cholula las Américas Grado Licenciatura en Antropología Cultural
Puebla
Universidad de
Cholula las Américas Posgrado Maestría Estudios Antropológicos
Puebla
Universidad de
Chetumal Grado Licenciatura en Antropología Social
Quintana Roo
Universidad
Xalapa Grado Licenciatura en Arqueología
Veracruzana
Universidad Ve-
Xalapa Grado Licenciatura en Antropología Social
racruzana
Universidad Ve- Licenciatura en Antropología Históri-
Xalapa Grado
racruzana ca
Nicaragua
Universidad Na-
Historia con Orientación en Arqueo-
Managua cional Autónoma Grado
logía
de Nicaragua
Perú
Pontificia Uni-
Bachiller en Humanidades con men-
Lima versidad Católi- Grado
ción en Arqueología
ca del Perú
264 Anexo 1
(continuación)
Nombre
Nivel del
País/Ciudad institución Nombre del programa
programa
educativa
Pontificia
Universidad
Lima Grado Licenciado en Arqueología
Católica del
Perú
Pontificia
Universidad Maestría en Arqueología del Progra-
Lima Posgrado
Católica del ma de Estudios Andinos
Perú
Pontificia
Universidad Doctorado en Arqueología del Pro-
Lima Posgrado
Católica del grama de Estudios Andinos
Perú
Universidad
Nacional de San
Arequipa Grado Antropología
Agustín de
Arequipa
Universidad
Nacional de San
Cusco Grado Arqueología
Antonio Abad
del Cusco
Universidad
Nacional de San
Cusco Grado Antropología
Antonio Abad
del Cusco
Universidad
Nacional de
Trujillo, Escuela
Trujillo Grado Arqueología
Académico-
Profesional de
Arqueología
Universidad
Puno Nacional del Grado Antropología
Altiplano Puno
Universidad
Huancayo Nacional del Grado Antropología
Centro del Perú
Universidad
Lima Nacional Federi- Grado Licenciado en Arqueología
co Villareal
Anexo 1 265
(continuación)
Nombre
Nivel del
País/Ciudad institución Nombre del programa
programa
educativa
Universidad Na-
Lima cional Federico Grado Antropología
Villareal
Universidad
Lima Nacional Mayor Grado Arqueología
de San Marcos
Universidad
Maestría en Arqueología Mención en
Lima Nacional Mayor Posgrado
Arqueología de América
de San Marcos
Universidad
Maestría en Arqueología Mención en
Lima Nacional Mayor Posgrado
Investigación Arqueológica
de San Marcos
Universidad
Lima Nacional Mayor Grado Antropología
de San Marcos
Uruguay
Universidad de Licenciatura en Ciencias Antropoló-
Montevideo Grado
la República gicas Opción Investigación
Universidad de Licenciatura en Ciencias Antropoló-
Montevideo Grado
la República gicas Opción Docencia
Universidad de Maestría en Ciencias Humanas con
Montevideo Posgrado
la República énfasis en Arqueología Histórica
Venezuela
Instituto Ve-
nezolano de Maestría en Antropología Orienta-
Caracas Posgrado
Investigaciones ción Arqueología
Científicas
Instituto Ve-
nezolano de Doctorado en Antropología Orienta-
Caracas Posgrado
Investigaciones ción Arqueología
Científicas
Universidad
Licenciatura en Antropología on én-
Caracas Central de Ve- Grado
fasis en Arqueología
nezuela
Anexo 2
(continuación)
Universidad Goiás, Brasil Universidad Sergipe, Brasil
Introdução à Prática de Campo em Ar-
Cartografia aplica a arqueologia
queologia
Metdologia cientifica aplicas a arqueo-
Teorias da Arqueologia
logia
Arqueologia do Simbólico Zoarqueologia I
Zooarqueologia Teorias da Arqueologia I
Arqueologia Histórica I Teorias da Arqueologia II
Arqueologia Histórica II Arqueologia Histórica
Prática de Laboratório em Arqueologia Coleta e tratamento de material arqueo-
Histórica logico histórico
Arqueologia Teórica Optativos
Arqueologia Pública Zoarqueologia II
Arqueologia de Contrato Arqueologia Histórica II
Geoarqueologia Otros Cursos Relevantes del Programa
Otros Cursos Relevantes del Programa Pré-Historia Brasileira
Pré-História Americana Cacadores-colectors
Pré-História Brasileira I Agricultores-ceramistas
Pré-História Brasileira II
(continuación)
Universidad SEK, Chile Universidad Bolivariana, Chile
Arqueología de Chile Precolombino III Arqueología histórica
Arqueología de Chile Precolombino III Arqueología de la ciudad
Arqueología de las sociedades comple-
jas de América precolombina
Arqueología espacial del paisaje
Arqueología de la muerte
Arqueología subacuática
Arqueología de Hispanoamérica colonial
Conservación en el proceso arqueológico
Universidad de Catamarca,
Universidad de Tucumán, Argentina
Argentina
Introducción a la arqueología Introducción a la arqueología
Procesos socioculturales en arqueolo-
Arqueología del Viejo Mundo I
gía extra-americana
Arqueología del Viejo Mundo II Arqueología americana I
Arqueología de América I Levantamiento t arqueológico
Arqueología de América II Bioarqueología
Epistemologia e história de la teoria ar-
Arqueología de América III
queológica
Teoría y metodología arqueológica Arqueología Argentina I
Arqueología Argentina I Arqueología Americana II
Arqueología Argentina I Arqueología Argentina II
Metodología y técnicas de la investiga-
Arqueología Argentina regional
ción arqueológica
Restauración y conservación de sitios y
Suelos en arqueología
materiales arqueológicos
Metodología antropológica para ar-
queólogos
Teoría y métodos en arqueología
Metodología de la investigación históri-
ca para arqueólogos
270 Anexo 2
(continuación)
ENAH, México Universidad de las Américas, México
Arqueología general Arqueología General
Teoría Arqueológica I Teoría Arqueológica
Historia de la Arqueología Mexicana Arqueología de Mesoamérica I
Materiales Arqueológicos I Seminario en Arqueología I
Teoría Arqueológica II Arqueología de Mesoamérica II
Materiales Arqueológicos II Métodos Arqueológicos
Materiales Arqueológicos II Arqueología de América
Técnicas de Investigación Arqueológica I Seminario en Arqueología II
Técnicas de investigación arqueológica II Seminario en Arqueología III
Manejos de recursos y legislación ar-
Otros Cursos Relevantes del Programa
queológica
Orígenes de la Civilización
Prehistoria General
Universidad de la República,
Universidad de Chile, Chile
Uruguay
Técnicas de investigación (en Ar-
Arqueología General I queología o en Antropología Social
y Cultural)
Taller I (en Arqueología o en Antropo-
Arqueología General II
logía Social y Cultural)
Taller II (en Arqueología o en Antro-
Teoría Arqueológica I
pología Social y Cultural)
Otros Cursos Relevantes del Progra-
Teoría Arqueológica II
ma
272 Anexo 3
(continuación)
Universidad de la República,
Universidad de Chile, Chile
Uruguay
Métodos y Técnicas de Laboratorio III Zo-
Sistemas socioculturales de América
oarqueología
Prehistoria y etnohistoria de la cuen-
Seminario de Arqueología
ca del Plata
Seminario de Etnología y Etnoarqueología Prehistoria americana
Seminario de Arqueología Prehistoria general
Otros Cursos Relevantes del Programa
Prehistoria General I
Prehistoria de América I
Prehistoria de Chile I: Norte Chico
Prehistoria de Chile II: Norte Grande
Prehistoria de Chile III: Centro-Sur
Prehistoria de Chile IV: Extremo Sur
(continuación)
Universidad de Costa Rica, Costa Universidad Nacional Autónoma de
Rica Managua, Nicaragua
Arqueología y etnología de América Prehistoria e historia antigua
Práctica de investigación en arqueología Introducción a la arqueología
Arqueología de los cazadores y reco-
Taller de Arqueología I
lectores
Investigación arqueológica II Investigación en arqueología I
Seminario crítico de la investigación ar-
Arqueología de las sociedades agríco-
queológica en Costa Rica y su contexto
las
regional
Taller de Arqueología I Investigación en arqueología II
Taller de Arqueología II Arqueología histórica
Arqueología de las sociedades comple-
Técnicas avanzadas en arqueología
jas
Arqueología orígenes del estado ame-
ricano
Didáctica de la arqueología
Arqueología cuantitativa
Arqueología espacial y del paisaje
Arqueología de género
Otros Cursos Relevantes del Programa
Neolítico americano
Orígenes del poblamiento americano
Historia precolonial de América
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