Amedeo Cencini El Discernimiento en Vista Del Discipulado y Del Crecimiento Espiritual 2017
Amedeo Cencini El Discernimiento en Vista Del Discipulado y Del Crecimiento Espiritual 2017
Amedeo Cencini El Discernimiento en Vista Del Discipulado y Del Crecimiento Espiritual 2017
A. Cencini
Hoy en día,se habla cada vez más de la importancia del discernimiento en la vida de la Iglesia
y de todo creyente, dado el momento histórico que estamos viviendo.
El Papa Francisco vuelve a él continuamente, es una de las palabras que más repite. Lo pone
como medio o instrumento de la reforma que quiere realizar en la Iglesia Y es significativo que
encontramos esa expresión en el título del Sínodo 2018, título querido explícitamente en estos
términos por el Papa, donde añade al D el adjetivo "vocacional".
Sabemos que en la formación pasada no nos educaron en esta dimensión. El D se reducía a una
herramienta de búsqueda en situaciones de emergencia. Como consecuencia, se favoreció una
concepción pasiva y segura de la fe , menos responsable y más bien repetitiva, poco motivadora
para el contexto cultural actual y aún menos adecuada para una pastoral vocacional inteligente.
Vamos a intentar describir en síntesis el sentido de este término, para verlo después en relación
a la dinámica vocacional y de los jóvenes.
1. Dicernimiento en sí
Discernir es el arte de tomar decisiones como creyente. Veámoslo desde cuatro puntos de vista:
la persona que discierne, el objeto y el sujeto del discernimiento y el D como proceso.
b) Vir ob-audiens
El creyente ob-audiens se lleva la mano al oído para escuchar no solo al que habla sin voz, sino
a aquel cuya palabra es “señal o gesto” fundamental para comprender la dirección del camino y
el sentido que quiere dar a la vida, a su propia vida. Discierne sólo la persona que está
profundamente interesada en la búsqueda y en el porqué de la búsqueda que le lleva a salir de
sí. El discernimiento es un proceso relacional, implica una relación.
c) Adultos en la fe
El adulto en la fe busca con su inteligencia y con su corazón y acepta correr el riesgo más
peligroso: buscar lo que Dios quiere. No le basta lo que es bueno para el grupo, sino que quiere
descubrir lo que el Señor quiere darle y pedirle a él y sólo a él. Sobre todo, es adulto en la fe
porque este riesgo lo corre sin esperar siempre órdenes de arriba ni fiándose solo de su impulso,
sino aceptando hacer un camino de conversión de su propia sensibilidad, para ser cada vez más
sensible a lo que es bello y bueno, verdadero y justo: una conciencia en la que resuena el eco de
la voz del Eterno1.
a) La acción divina
Cuando se discierne, se busca, lo primero, a Dios y su acción antes que dar una respuesta. La
búsqueda no se limita al momento presente, sino que busca acoger lo que Dios ha hecho, su
paso continuo en la vida del creyente, el sentido de su presencia activa, la orientación que su
acción ha querido dar a su vida. Quien discierne se vuelve hacia Dios y le pregunta: «¿Señor, qué
es lo que me estás dando... y pidiendo. ¿Hacia dónde estás dirigiendo mi vida... Qué me estás
diciendo a través de esta relación, este evento, esta crisis, este sufrimiento, este fracaso moral,
esta injusticia...? "
b) Respuesta humana
Es a partir de la acción de Dios, cuando el que discierne puede descubrir la decisión que debe
tomar. Es un orden que debe respetarse, y que permite al creyente favorecer la acción de Dios
y realizar su proyecto. Este es el criterio de todo D: permitir a la Gracia actuar libremente en
nosotros y por lo tanto, elegir la actitud de una gran disponibilidad a la acción divina.
a) Proceso formativo
Este es tal vez el punto más importante que hay que destacar. El D viene de lejos, implica un
itinerario formativo completo y metódico, esmerado, atento al propio mundo interior (hecho de
sentidos, emociones, sentimientos, gustos, criterios de selección y juicio...) es decir, a la propia
sensibilidad. Tiene sentido si lentamente se convierte en un “modo” habitual de vivir y creer. El
D no se improvisa, no es ese instrumento que se usa sólo en situaciones críticas. O se hace
siempre o no se hará nunca, (o se convierte en una actitud o no se podrá hacer). Tenemos que
discernir siempre, porque en cada momento de la vida Dios tiene algo que decirme y algo que
darme, algo que pedirme y algo que corregirme, a menudo inédito e inesperado.
d) Proceso espiritual-experiencial
Quizá la cosa aún más significativa es que en el D Dios se revela por lo que es. Hemos dicho que
el objeto primero del D es lo que Dios hace en nuestras vidas. Antes de lo que debo elegir hacer.
Y cuando el D se convierte en estilo de vida, Dios se revela cada vez más como ese Misterio
bueno y amistoso que desea dejarse ver y tocar, "que no quiere soldaditos obedientes, sino
hijos felices" (Ronchi), felices de buscarlo y dejarse buscar por él.
Para quien no discierne, Dios es un enigma, silencioso y tenebroso, frio e inaccesible.
Para quien discierne, Dios es un Misterio de luz deslumbrante, que ilumina la vida y todo su
misterio!
e) Proceso vocacional
A estas alturas, es evidente la relación entre D y vocación o elección vocacional. No sólo porque
la llamada implica una respuesta y, por tanto, una decisión a este efecto, sino porque el camino
existencial es una llamada constante del Eterno “Chi-amante”, a quien el llamado debe dar
constantemente una respuesta. Y puesto que Dios, la persona que llama, no se repite, es
necesario un nuevo D para cada vocación. Las personas fieles viven así su vocación, la viven de
una manera nueva, con motivaciones siempre nuevas y con un impulso que se renueva con el
tiempo. Quien se contenta, en cambio, con no traicionar la propia elección vocacional y
permanece en la institución, pero dando siempre motivaciones nuevas a su llamada, repite
sencillamente los riesgos de ser mediocre. Como máximo, uno solo persevera.
a) Segura
Se minimizan los elementos de riesgo; la mejor decisión es la que menos riesgos corre de
fracasar o equivocarse. De aquí la búsqueda de todo lo que pueda prever el futuro a partir de lo
que la persona está segura de saber hacer. Se evita cualquier opción que prevea algún servicio
que esté más allá de las propias capacidades; el riesgo está en elegir no lo máximo que se puede
dar y de repetir lo que ya tenemos, en una especie de auto clonación psicológica.
b) Al menor precio
Es preferible, según la lógica puramente humana, que la decisión alcance el objetivo con el
máximo de eficiencia y el mínimo de pérdida. Parece un criterio muy lógico; en realidad esconde
el miedo a complicarse la vida y termina, no pocas veces, por orientar la decisión hacia objetivos
poco comprometedores, o reducir, imperceptiblemente, el nivel y la calidad de las aspiraciones.
c) Precisa y clara.
La decisión debe ser, ante todo, precisa y clara. Los objetivos, finales e intermedios, deben ser
bien analizados desde el principio para minimizar al máximo, en esta fase de la elección, que se
mezclen aspectos relacionados con el futuro. Esta afirmación parece muy racional y prudente;
pero deja abierta una pregunta bastante realista: ¿es posible tomar una decisión que de verdad
pueda preveer todo cuando se trata de elegir para toda la vida? ¿No es muy "humano", este tipo
de decisión, ya que hay una zona que ningún cálculo puede predecir y controlar?
e) Calculada
La elección en el plano humano se hace sólo si hay una coincidencia perfecta entre las
capacidades subjetivas y exigencias o competencias relacionadas con la elección en cuestión,
solo si el sujeto comprueba que tiene todos los requisitos para decidirse en esa dirección. No
hay ninguna posibilidad de riesgo, o tal vez el sentido de identidad y la positividad de la persona
es tal, que no tiene la libertad de arriesgar ni la posibilidad de fracasar. Es decir, el cálculo como
una forma de protegerse y defenderse.
2. 2- Decisión Cristiana
Una buena decisión cristiana
a) Conlleva un riesgo
En toda decisión hay una dimension de inseguridad intelectual, y no solo mental, como hemos
visto, que puede ser superada sólo atreviéndose y arriesgando, o con el apoyo psicológico y
espiritual ofrecido y garantizado con confianza o desde la fe y que lleva a la persona a confiar en
Dios. En el discernimiento cristiano, el creyente corre el riesgo mayor que una persona pueda
b) Es de alto precio
En la decisión cristiana es preferible esa acción que entre todas expresa el magis, el darlo todo,
aunque me pida pagar un alto precio, y me pida la mayor intensidad de amor, aunque el
resultado sea mínimo. La elección hecha en el nombre del radicalmente Otro que
misteriosamente atrae al corazón humano se fundamenta en unos valores que expresan altos
ideales, y que acepta vivir en una realidad que a menudo siente todo clase de límites. La decisión
es cristiana cuando expresa el don de sí, y cuando pone a la persona en una posición de ofrenda
de sí, aunque implique renuncia y le pida un alto precio. En ese momento es muy importante la
relación entre los dos niveles: el del precio-renuncia y el del amor-deseo. Cuanto más alto es el
precio, más grande debe ser el amor, hasta que renuncia y entrega se integren plenamente. Por
eso,cada decisión, es, de alguna manera, un símbolo de la muerte, porque el final de sus días
será el momento cuando el límite o la renuncia llegarán al punto más alto de la Cumbre;
entonces será necesario «vivir» ese instante (y prepararse) llenándolo de sentido, es decir,
caminando libremente hacia la muerte, como un epílogo de una vida que progresivamente se
convirtió en don, momento supremo de su propia elección vocacional.
e) Confiada
¿Cómo no fiarme de esta Buena Voluntad? Es ella la que me ha elegido y llamado a la vida
cuando no me lo merecía. Me confío a esa Voluntad para siempre, vivo porque estoy en sus
manos. Por lo tanto, es natural seguir fiándome, dejarme elegir por ella porque quiere mi bien
y mi felicidad, incluso cuando me pide algo difícil y costoso, o algo que me va bien o alguna cosa
que creo que va más allá de mis capacidades o de una cierta lógica.
Una última e interesante observación: Si hacemos una comparación entre ellas, la decisión
humana y la cristiana, y recordamos los elementos constitutivos de la decisión, del deseo a la
zona de riesgo, me parece que la decisión del creyente representa la verdadera y auténtica
decisión, su sentido verdadero, expresando con claridad los elementos característicos; lo hace
con más claridad que la decisión que llamamos humana que con frecuencia despierta miedo, y
a menudo se reserva la posibilidad de desdecirse porque era solo aparente, o de pretender
eliminar la zona de riesgo, y donde la confianza no es lo fuerte.
Veamos en el gráfico, en forma resumida, la diferencia entre los dos tipos de decisión: