Grotberg
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Atenerse a las etapas del desarrollo humano como líneas de orientación para la
promoción de la resiliencia ayuda mucho, ya que permite a los adultos tener
expectativas concretas respecto de lo que los niños pueden o no hacer de
acuerdo con su edad. Por ejemplo, un niño de 5 años no necesita ser mecido
para quedarse dormido, pero puede ayudar a limpiar después de un huracán, y
puede explicar qué sucedió y cómo él es capaz de lidiar con la adversidad.
Yo tengo
Yo soy
Yo estoy
Yo puedo
Se ha tendido a pensar que los niños de nivel socioeconómico alto son más
resilientes (Elder y Conger, 2000). Estos niños son más exitosos en la escuela;
sin embargo, el buen rendimiento escolar no es resiliencia. Puede que estos
niños realicen mejores trabajos, pero eso no necesariamente implica que sean
resilientes. Un estudio por mí realizado en 1999, en veintisiete lugares
distribuidos en veintidós países, demostró que no existía conexión entre el nivel
socioeconómico y la resiliencia. La diferencia consistió principalmente en la
cantidad de factores resilientes utilizados. Aunque la pobreza no es una
condición de vida aceptable, no impide el desarrollo de la resiliencia. George
Vsillant y Timothy Davis (2000) presentaron evidencia longitudinal de que no
existe relación alguna entre inteligencia y resiliencia, y/o clase social y
resiliencia.
Por ejemplo, si una escuela tiene un letrero que dice que no se aceptan
personas extrañas dentro del recinto escolar, no hay ninguna adversidad con la
cual lidiar. Ésta es una estrategia de protección que los niños necesitan, que no
debe ser confundida con resiliencia. Pero si una persona extraña sigue a un
niño a la salida de la escuela y le ofrece dulces, en ese caso se requiere
resiliencia. ¿Cuáles son los factores que el niño pondrá en práctica para lidiar
con esta situación? ¿Se va corriendo a su casa? ¿Regresa a la escuela? ¿Alguna
vez alguien le enseñó qué hay que hacer en situaciones como ésta?
Chok Hiew y colegas (2000) descubrieron que las personas resilientes eran
capaces de enfrentar estresores y adversidades. También advirtieron que la
resiliencia reducía la intensidad del estrés y producía el decrecimiento de signos
emocionales negativos, como la ansiedad, la depresión, o la rabia, al tiempo
que aumentaba la curiosidad y la salud emocional. Por lo tanto, la resiliencia es
efectiva no sólo para enfrentar adversidades sino también para la promoción de
la salud mental y emocional.
Una palabra final sobre los resultados. Algunas personas son transformadas por
una experiencia de adversidad: un hijo es asesinado por un conductor
alcoholizado, la madre inicia una campaña para detener a los conductores
alcoholizados y consigue cambiar las leyes del país; un hombre padece una
hemiplejía y establece una fundación para obtener fondos con el fin de impulsar
investigaciones sobre el problema; un joven contrae HIV o sida y dedica su
tiempo a apoyar a otros. Estas transformaciones habitualmente generan mayor
empatía, altruismo y compasión por los otros, los mayores beneficios de la
resiliencia.
Bibliografía
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