Grotberg

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Nuevas tendencias en resiliencia

Edith Henderson Grotberg,


"Resiliencia, descubriendo las propias fortalezas", Paidós 2003.

Uno de los privilegios de la reflexión y la exploración en torno a la resiliencia a


lo largo del tiempo es que analizamos nuevas interpretaciones surgidas de las
investigaciones, nuevas ideas respecto de la naturaleza de la resiliencia y
nuevos desafíos para revisar ideas antiguas que no han tenido mayor impacto.
A continuación detallaré ocho nuevos enfoques y descubrimientos a partir del
concepto de resiliencia, que definen lo que está sucediendo hoy en esta área
del desarrollo humano.

1. La resiliencia está ligada al desarrollo y el crecimiento humanos, incluyendo


diferencias etarias y de género.

2. Promover factores de resiliencia y tener conductas resilientes requieren


diferentes estrategias.

3. El nivel socioeconómico y la resiliencia no están relacionados.

4. La resiliencia es diferente de los factores de riesgo y los factores de


protección.

5. La resiliencia puede ser medida; además es parte de la salud mental y la


calidad de vida.

6. Las diferencias culturales disminuyen cuando los adultos son capaces de


valorar ideas nuevas y efectivas para el desarrollo humano.

7. Prevención y promoción son algunos de los conceptos en relación con la


resiliencia.

8. La resiliencia es un proceso: hay factores de resiliencia, comportamientos


resilientes y resultados resilientes.

Antes de explicar en qué consisten estos nuevos descubrimientos e


interpretaciones es importante recordar la definición de resiliencia: «Resiliencia
es la capacidad humana para enfrentar, sobreponerse y ser fortalecido o
transformado por experiencias de adversidad». La mayoría de las definiciones
del concepto de resiliencia son variaciones de ésta. Ya aclarada la definición,
procederé a describir los hallazgos e interpretaciones nuevos que conciernen a
la resiliencia.
1. La resiliencia está ligada al desarrollo y crecimiento humanos,
incluyendo diferencias etarias y de género

Las primeras investigaciones en resiliencia se ocuparon principalmente de


identificar los factores y las características de aquellos niños que vivían en
condiciones adversas y eran capaces de sobreponerse a ellas, y diferenciados
de aquellos que vivían bajo las mismas condiciones pero sin la capacidad de
sobreponerse o enfrentar positivamente la experiencia. Mis trabajos basados en
los resultados del Proyecto Internacional de Resiliencia y los de Ann Madsen y
colegas, identificaron el rol del desarrollo humano en la capacidad de ser
resiliente. En mi trabajo se crean estrategias de promoción de acuerdo con las
etapas del desarrollo descriptas por Erik Erikson, que son, en pocas palabras:
desarrollo de confianza básica (desde el nacimiento hasta el primer año de
vida); desarrollo de autonomía (2 a 3 años de edad); iniciativa (de 4 a 6 años);
sentido de la industria (de 7 a 12 años); desarrollo de la identidad (de 13 a 19
años).

Contextualizar la promoción de la resiliencia dentro del ciclo de vida permite


tener una guía respecto de lo que se debe hacer en cada etapa del desarrollo y
promover nuevos factores de resiliencia sobre la base de aquellos factores ya
desarrollados en etapas anteriores. Un ejemplo de promoción de resiliencia de
acuerdo con las etapas del desarrollo humano es la necesidad de apoyo externo
del niño. Por ejemplo, mientras más pequeño es el niño, más necesidad de
apoyo externo tendrá. En cambio, a los 9 años de edad los niños ya son
capaces de promover su propia resiliencia y buscar mayor ayuda externa.

En cuanto a diferencias de género en la resolución de conflictos, si bien ambos


presentan la misma frecuencia de conductas resilientes, las niñas tienden a
contar con habilidades interpersonales y fortaleza interna, en tanto los niños
tienden a ser más pragmáticos.

Atenerse a las etapas del desarrollo humano como líneas de orientación para la
promoción de la resiliencia ayuda mucho, ya que permite a los adultos tener
expectativas concretas respecto de lo que los niños pueden o no hacer de
acuerdo con su edad. Por ejemplo, un niño de 5 años no necesita ser mecido
para quedarse dormido, pero puede ayudar a limpiar después de un huracán, y
puede explicar qué sucedió y cómo él es capaz de lidiar con la adversidad.

2. Promover factores de resiliencia y tener conductas resilientes


requiere diferentes estrategias

En las primeras etapas de investigación he identificado factores resilientes y los


he organizado en cuatro categorías* diferentes: "yo tengo" (apoyo); "yo soy" y
"yo estoy" (atañe al desarrollo de fortaleza intrapsíquica); "yo puedo" (remite a
la adquisición de habilidades interpersonales y de resolución de conflictos). * En
el trabajo original (en inglés) se consignan tres categorías, dado que los verbos "ser" y "estar"
se subsumen en uno: el verbo "to be",

Yo tengo

• Personas del entorno en quienes confío y que me quieren


incondicionalmente.
• Personas que me ponen límites para que aprenda a evitar los peligros o
problemas.
• Personas que me muestran por medio de su conducta la manera correcta
de proceder.
• Personas que quieren que aprenda a desenvolverme solo.
• Personas que me ayudan cuando estoy enfermo o en peligro o cuando
necesito aprender.

Yo soy

• Una persona por la que otros sienten aprecio y cariño.


• Feliz cuando hago algo bueno para los demás y les demuestro mi afecto.
• Respetuoso de mí mismo y del prójimo.

Yo estoy

• Dispuesto a responsabilizarme de mis actos.


• Seguro de que todo saldrá bien.

Yo puedo

• Hablar sobre cosas que me asustan o me inquietan.


• Buscar la manera de resolver los problemas.
• Controlarme cuando tengo ganas de hacer algo peligroso o que no está
bien.
• Buscar el momento apropiado para hablar con alguien o actuar.
• Encontrar alguien que me ayude cuando lo necesito.

Las conductas de resiliencia requieren factores de resiliencia y acciones. En


efecto, las conductas resilientes suponen la presencia e interacción dinámica de
factores, y los factores en sí van cambiando en las distintas etapas de
desarrollo. Las situaciones de adversidad no son estáticas, sino que cambian y
requieren cambios en las conductas resilientes.

Por ejemplo, en un desastre natural como un huracán, se generan diversas


condiciones de adversidad que demandan una serie de conductas resilientes
que van cambiando a medida que las condiciones se van modificando. La
conducta resiliente exige prepararse, vivir y aprender de las experiencias de
adversidad. Por ejemplo, mudarse de un país, una enfermedad o el abandono
son ejemplos de estas últimas.
3. El nivel socioeconómico y la resiliencia no están relacionados

Se ha tendido a pensar que los niños de nivel socioeconómico alto son más
resilientes (Elder y Conger, 2000). Estos niños son más exitosos en la escuela;
sin embargo, el buen rendimiento escolar no es resiliencia. Puede que estos
niños realicen mejores trabajos, pero eso no necesariamente implica que sean
resilientes. Un estudio por mí realizado en 1999, en veintisiete lugares
distribuidos en veintidós países, demostró que no existía conexión entre el nivel
socioeconómico y la resiliencia. La diferencia consistió principalmente en la
cantidad de factores resilientes utilizados. Aunque la pobreza no es una
condición de vida aceptable, no impide el desarrollo de la resiliencia. George
Vsillant y Timothy Davis (2000) presentaron evidencia longitudinal de que no
existe relación alguna entre inteligencia y resiliencia, y/o clase social y
resiliencia.

4. La resiliencia es diferente de factores de riesgo y factores de


protección

Actualmente es posible advertir un cambio en el lenguaje de aquellas personas


que estudian el fenómeno de la resiliencia. La consideración de los factores de
resiliencia que enfrentan el riesgo ha sido desplazada por la de los factores de
protección que resguardan del riesgo. Este cambio es profundo. Los factores de
protección que funcionan para neutralizar el riesgo, cualesquiera que sean
éstos, son fácilmente identificados con la inmunidad al peligro (por ejemplo,
una vacuna). Esta percepción de los factores de protección nos hace pensar en
el individuo como inmune al riesgo, para lo cual no necesitaría desarrollar
resiliencia.

Por ejemplo, si una escuela tiene un letrero que dice que no se aceptan
personas extrañas dentro del recinto escolar, no hay ninguna adversidad con la
cual lidiar. Ésta es una estrategia de protección que los niños necesitan, que no
debe ser confundida con resiliencia. Pero si una persona extraña sigue a un
niño a la salida de la escuela y le ofrece dulces, en ese caso se requiere
resiliencia. ¿Cuáles son los factores que el niño pondrá en práctica para lidiar
con esta situación? ¿Se va corriendo a su casa? ¿Regresa a la escuela? ¿Alguna
vez alguien le enseñó qué hay que hacer en situaciones como ésta?

5. La resiliencia puede ser medida y es parte de la salud mental y la


calidad de vida

Cada día más personas consideran la resiliencia como una característica de la


salud mental. De hecho, la resiliencia ha sido reconocida como un aporte a la
promoción y el mantenimiento de la salud mental. El rol de la resiliencia es
desarrollar la capacidad humana de enfrentar, sobreponerse y de ser fortalecido
e incluso transformado por las experiencias de adversidad. Es un proceso que
sin duda excede el simple "rebote" o la capacidad de eludir esas experiencias,
ya que permite, por el contrario, ser potenciado y fortalecido por ellas, lo que
necesariamente afecta la salud mental.

La infancia temprana es un período excelente y apropiado para comenzar con la


promoción de resiliencia y salud mental. En un volumen especial de la revista
American Psychologist, Selligman y Czikszentmihaly (2000) explican cómo la
resiliencia contribuye a la constitución de la calidad de vida, además de ser un
"árbitro" de las experiencias negativas. lnvestigaciones realizadas
recientemente, que miden la resiliencia, han demostrado cuán efectiva es para
promover la calidad de vida. La resiliencia ha sido muy criticada debido a la
falta de medición. La causa de esta falta ha sido el surgimiento abrupto del
concepto. Los primeros proyectos de investigación estaban focalizados en la
relación existente entre padres que vivían en situación de pobreza o que
padecían problemas patológicos y sus hijos. Para sorpresa de estos
investigadores, un tercio de los niños estudiados no estaban siendo afectados
negativamente por las condiciones de vida anterionnente descriptas. Más aún,
estos niños se desempeñaban bien, eran felices, tenían amigos y eran sanos
mentalmente.

El estudio internacional de la resiliencia (Grotberg, 1999) marcó un cambio


importante en la medición de la misma, ya que ayudó a formalizar los hallazgos
previos. Este proyecto consistió en determinar cómo los niños se habían
transformado en resilientes. Estos estudios fueron la base para el desarrollo de
una guía de promoción de resiliencia en niños, Fortaleciendo el espíritu humano
(Grotberg, 1995), trabajo que el colega y amigo Néstor Suárez Ojeda tradujo al
español.

Chok Hiew y colegas (2000) descubrieron que las personas resilientes eran
capaces de enfrentar estresores y adversidades. También advirtieron que la
resiliencia reducía la intensidad del estrés y producía el decrecimiento de signos
emocionales negativos, como la ansiedad, la depresión, o la rabia, al tiempo
que aumentaba la curiosidad y la salud emocional. Por lo tanto, la resiliencia es
efectiva no sólo para enfrentar adversidades sino también para la promoción de
la salud mental y emocional.

6. Las diferencias culturales disminuyen cuando los adultos son


capaces de valorar ideas nuevas y efectivas para el desarrollo humano

Frecuentemente, la gente se pone nerviosa cuando percibe que otra cultura


intenta imponer sus puntos de vista y sistemas de valor en la cultura local. Ésta
es una buena razón para ponerse nervioso ya que parece razonable el deseo de
mantener los beneficios de la propia cultura. Por ejemplo, si uno está
acostumbrado a la libertad, es imposible que la cambie por la seguridad. Si uno
está acostumbrado a expresar sus sentimientos a su pareja, es muy difícil que
deje de hacerla. En todo caso, en una investigación de conjunto con un colega,
Gasim Badri, encontramos que la gente, especialmente los padres, estaban
dispuestos a adoptar prácticas de otras culturas, una vez que percibían los
beneficios de éstas. El estudio procuraba asistir a los padres en la adopción de
nuevas conductas que ayudaran a promover el desarrollo de sus hijos
cambiando el castigo corporal por el refuerzo negativo, es decir, quitando un
refuerzo placentero como forma de castigo y promoviendo la conversación. Por
supuesto que los niños debían aprender las consecuencias de sus conductas.

Las diferencias culturales observadas en el proyecto internacional de la


resiliencia demostraron que todos los países tienen un conjunto común de
factores resilientes para promover la resiliencia de sus hijos. Entre las
diferencias culturales registradas se encontraban el grado de controlo
autonomía que se les daba a los niños, el tipo y los motivos de castigo, la edad
esperada para que el niño resolviera sus propios problemas, el grado de apoyo
y amor que se le brindaba en condiciones de adversidad. Algunas culturas
contaban más con la fe que con la resolución de problemas, otras estaban más
preocupadas por el castigo y la culpa, y otras se ocupaban de la disciplina y la
reconciliación.

7. Prevención y promoción son diferentes conceptos en relación con la


resiliencia

Parte importante de la literatura sobre el tema está focalizada en la prevención


de adversidades y su impacto. Este modelo preventivo es consistente con el
modelo epidemiológico de salud pública, que se ocupa por ejemplo de la
prevención de enfermedades y, más recientemente, de la prevención de la
violencia, el uso de drogas, las enfermedades de transmisión sexual, el
embarazo de las adolescentes y el abuso infantil. El modelo de promoción está
comprometido con la maximización del potencial y del bienestar entre los
individuos en riesgo y no sólo con la prevención de los desórdenes de salud. El
modelo de promoción es más consistente con el modelo de resiliencia, el cual
focaliza en la construcción de factores de resiliencia, comprometiéndose con el
comportamiento resiliente y con la obtención de resultados positivos,
incluyendo un sentido acrecentado de bienestar y calidad de vida. Las
diferencias entre los dos conceptos han sido una fuente de conflicto entre
investigadores, políticos y quienes trabajan en la implementación de los
programas. Este conflicto se hace presente, de manera creciente, en
organizaciones nacionales e internacionales, a medida que el interés por los
fondos y las decisiones sobre los servicios va emergiendo y requiriendo
resoluciones.

8. La resiliencia es un proceso: factores de resiliencia,


comportamientos y resultados resilientes
El creciente interés en considerar la resiliencia como un proceso significa que
ésta no es una simple respuesta a una adversidad, sino que incorpora los
siguientes aspectos:

1) Promoción de factores resilientes. El primer paso en el proceso de resiliencia


es promover los factores de resiliencia, como lo describimos previamente en el
primer apartado. La resiliencia está asociada al crecimiento y el desarrollo
humanos, incluyendo diferencias de edad y de género. Éstos son los factores
que serán usados en el siguiente paso del proceso.

2) Compromiso con el comportamiento resiliente. El comportamiento resiliente


supone la interacción dinámica de factores de resiliencia seleccionados -"yo
tengo", "yo soy", "yo estoy", "yo puedo"-, para enfrentar la adversidad que ha
sobrevenido. Los pasos incluyen una secuencia, así como elecciones o
decisiones:

a) Identificar la adversidad. Muchas veces una persona o un grupo no están


seguros de cuál es la adversidad y es necesario definir la causa de los
problemas y riesgos.

b) Seleccionar el nivel y la clase de respuesta apropiados:

• Para los niños, una limitada exposición a la adversidad construirá


comportamiento resiliente, más que una exposición total, que puede
resultar excesiva o traumática. Éste sería el caso en una guerra o un
bombardeo, donde el niño necesita la seguridad de que la familia estará
allí para confortado y protegerlo, aunque puede entender que alguna
cosa mala ha sucedido y todavía jugar con confianza.
• Una respuesta planificada asume que hay tiempo para planear cómo se
va a afrontar esa adversidad. Éste sería el caso frente a necesidades de
cirugía, mudanzas, divorcios, cambio de escuela, etc.
• Una respuesta practicada implica hablar sobre los problemas o
representar lo que se va a hacer. Éste sería el caso en un simulacro de
incendio, una reunión con una persona que tiene autoridad para tomar
decisiones que afectan al grupo, la búsqueda de una escuela apropiada,
etc.
• Una respuesta inmediata requiere acción inmediata. Éste sería el caso
durante una explosión, un asalto, desaparición o muerte de una persona
querida, etc.

3) Valoración de los resultados de resi/iencia. El objetivo de la resiliencia es


ayudar a los individuos y grupos no sólo a enfrentar las adversidades, sino
también a beneficiarse de las experiencias. A continuación mencionamos
algunos de estos beneficios:

• Aprender de la experiencia. ¿Qué se aprendió y qué más necesita ser


aprendido? Cada experiencia implica éxitos y fracasos. Los éxitos pueden
ser utilizados en la próxima experiencia de una adversidad con mayor
confianza, y los fracasos pueden ser analizados para determinar cómo
corregirlos. ¿Qué factores de resiliencia, qué comportamientos resilientes
necesitan mayor atención?
• Estimar el impacto sobre otros. Los comportamientos resilientes suelen
conducir a resultados gana-gana. En otras palabras, afrontar una
adversidad no puede ser cumplido a expensas de otras personas. Por
eso uno de los factores de resiliencia es el respeto por los otros y por sí
mismo.
• Reconocer un incremento del sentido de bienestar y de mejoramiento de
la calidad de vida. Estos resultados presuponen, en efecto, salud mental
y emocional, las metas de la resiliencia.

Una palabra final sobre los resultados. Algunas personas son transformadas por
una experiencia de adversidad: un hijo es asesinado por un conductor
alcoholizado, la madre inicia una campaña para detener a los conductores
alcoholizados y consigue cambiar las leyes del país; un hombre padece una
hemiplejía y establece una fundación para obtener fondos con el fin de impulsar
investigaciones sobre el problema; un joven contrae HIV o sida y dedica su
tiempo a apoyar a otros. Estas transformaciones habitualmente generan mayor
empatía, altruismo y compasión por los otros, los mayores beneficios de la
resiliencia.

El área de resiliencia continúa creciendo; es maravilloso, en este sentido, ver


cómo gobiernos y universidades apoyan la investigación e implementación de
programas de resiliencia. Seguramente, habrá nuevos hallazgos, nuevos
problemas en la conceptualización, definición y medición del término. Hemos
avanzado mucho desde los estudios pioneros; ahora, contando con bases
sólidas, podemos seguir construyendo con confianza nuevos alcances de este
fructífero concepto.

Bibliografía
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