Usos Del Patrimonio Cultural y Transformaciones Socioculturales en Leimebamba-Adriana Arista Zerga
Usos Del Patrimonio Cultural y Transformaciones Socioculturales en Leimebamba-Adriana Arista Zerga
Usos Del Patrimonio Cultural y Transformaciones Socioculturales en Leimebamba-Adriana Arista Zerga
T R A N S F O R M A C I O N E S S O C I O C U LT U R A L E S
EN LEIMEBAMBA
INTRODUCCIÓN
En los últimos años, en muchas partes del mundo, el tema del patrimonio cultural, tanto
material como inmaterial, ha cobrado importancia no solo como una forma de reafirmación
de las identidades, sino que ha sido tal el impacto dentro de las economías de los países
que ha pasado a formar parte de las llamadas industrias culturales. Así, el concepto de
patrimonio cultural ha sufrido cambios, puesto que se ha ampliado su concepción eminen-
temente material a aspectos que vinculan las riquezas inmateriales de los pueblos.
Esto ha sucedido porque se identifica al patrimonio cultural como un elemento que engloba
diversos aspectos en el momento de su puesta en valor, situación que afecta positiva y
negativamente a los países, localidades y comunidades.
El Perú no ha sido ajeno a este cambio de concepción, puesto que el patrimonio cultural se
ha convertido en un elemento importante dentro de las industrias culturales frente a otras
como son la del cine, la industria editorial, etc., todas ellas de escala e influencia mundial,
pero en las que nuestro país tiene una escasa o nula participación en el ámbito de la región.
Por ello, a decir de los expertos en el tema, tanto la industria del patrimonio cultural, como
la radio y las fiestas, serán en las que el Perú marcaría la pauta en la región, gracias a la
cantidad de vestigios culturales, materiales e inmateriales, que posee tanto prehispánicos,
coloniales como republicanos.
Es obvio que la relación con la economía se deriva de la promoción del turismo y esto
genera ingresos monetarios no solo en el ámbito local sino también nacional. Es evidente,
asimismo, que el ingreso de dinero no significa desarrollo directo para las comunidades o
poblaciones.
Las comunidades directamente involucradas son las que se benefician o perjudican con
ciertas acciones vinculadas a este tipo de «explotación cultural», por llamarla de alguna
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Dentro de este marco es necesario observar cuál es el impacto que genera el descubrimien-
to y la puesta en valor de un resto arqueológico, un centro histórico, una fiesta, etc. dentro
de la propia comunidad. Cómo llega esta a apropiarse de ese patrimonio, si en verdad se
apropia por un reconocimiento a su valor cultural o es simplemente el interés de un posible
beneficio económico lo que los motiva a proteger dicho patrimonio.
Parto de la consideración del patrimonio cultural como un concepto amplio que abarca
aspectos identitarios, económicos y de poder, aquello que lo configura como una construc-
ción social y cultural, debido a que dentro de ella se generan acciones de apropiación de
parte de los diferentes actores involucrados, pero no de una manera igualitaria sino de
diversa forma, originándose transformaciones sociales y culturales que los afectan de ma-
nera positiva y negativa.
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Se encuentra ubicada en el valle alto del río Utcubamba al sur de la provincia de Chachapoyas sobre los 2.203 m.s.n.m. Según el
censo de Población y Vivienda del año 2005, el distrito tiene una población de 3.896 personas, distribuidas en una superficie de
373,14 km². Leimebamba es desde el 3 de mayo de 1955 capital política del distrito del mismo nombre. Es una comunidad
eminentemente ganadera. El turismo, la producción artesanal, la producción de lácteos, son actividades que se han agregado a
las actividades ganaderas y agrícolas en las que la comunidad se desarrollaba.
2
Considero pertinente hacer esta distinción para no confundirla con la comunidad campesina, ya que Leimebamba es una de las
cincuenta comunidades campesinas inscritas pertenecientes a las provincias de Rodríguez de Mendoza, Chachapoyas, Luya y
Bongará en el departamento de Amazonas. Fue reconocida como comunidad campesina mediante Resolución Suprema Nº 26
del 12 de mayo de 1937. En la actualidad ya no funciona como tal puesto que, al no existir tierras comunales, no existen labores
de ese tipo; las tierras que pertenecían a la comunidad han sido distribuidas a los comuneros.
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Esas afirmaciones motivaron la presente investigación, en tanto los estudios sobre el im-
pacto del patrimonio cultural en el Perú se han centrado en el aspecto turístico, analizando
únicamente la llegada de los turistas y la reacción de la economía ante esa explotación
cultural. Se dejaba de lado los roles de los otros involucrados como el Estado, los entes
privados y, principalmente, las transformaciones culturales de las que es objeto la comuni-
dad directamente afectada.
Desde el año 1965 se tenían referencias de la existencia de la laguna; Gene Savoy fue uno de
los primeros investigadores que llega al lugar y la bautiza como Laguna de los Cóndores. Pero
el descubrimiento en 1997 de los mausoleos que rodeaban la Laguna de los Cóndores en el
distrito de Leimebamba, generó el interés de la comunidad y de investigadores por el patrimo-
nio cultural de la zona, el cual había sido ignorado por años, a pesar de las grandes evidencias
que se tenían de él. Como en muchos casos vinculados al patrimonio cultural de tipo arqueo-
lógico, el descubrimiento se dio en virtud de las expoliaciones que se realizan con la finalidad
de obtener ganancias económicas con la venta de dichos objetos. Los conflictos por la admi-
nistración y puesta en valor del patrimonio cultural descubierto no se hicieron esperar. Los
arqueólogos Federico Kauffman y Sonia Guillén, en representación de The Bioanthropology
Foundation Perú- Centro Mallqui, fueron los investigadores que llegaron a la zona y presenta-
ron proyectos de recuperación. Luego de diversas situaciones que involucraban tanto al Insti-
tuto Nacional de Cultura (INC) como al Ministerio de Educación, la población decide apoyar
el proyecto de recuperación de emergencia presentado por Sonia Guillén.
La población aceptó y autorizó estas acciones siempre y cuando el INC Leimebamba estu-
viera presente y registrara la extracción de los objetos y el registro de entrada al distrito. Se
logró trasladar 2.500 piezas entre quipus de gran tamaño, textiles, mates burilados, cera-
mios de diferentes etapas (Chachapoyas, Chachapoyas Inca), objetos de la época colonial
y las momias que aún quedaban intactas.
Luego de las turbulencias del descubrimiento y la puesta en valor de los objetos se inicia la
construcción del museo de sitio, la cual se realiza con el financiamiento de ciudadanos
austriacos y donaciones privadas gestionadas por el Centro Mallqui. Se invirtió casi medio
millón de dólares en la compra del terreno, y en la construcción e implementación del
museo, el cual fue inaugurado en el año 2000.
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Iniciar un análisis de las transformaciones culturales significa partir de los nuevos presu-
puestos que engloba el término «patrimonio cultural», no como un concepto estático y
unilineal, sino como un concepto que ha roto con algunos paradigmas que ocasionan gran-
des problemas dentro de su esfera de acción. Hay varios elementos por considerar en esta
nueva concepción, la que va de lo macro a lo micro:
Todos esos presupuestos no están desligados unos de otros, puesto que en un mismo ele-
mento cultural pueden confluir todos ellos, y es justamente en el momento de su confluen-
3
Por lo menos en el sentido legal ha habido un avance con la nueva Ley General de Patrimonio Cultural de la Nación. Para mayores
datos sobre la ley revisar Arista Zerga (2004).
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cia que los conflictos aparecen, las diferentes formas de apropiación, la lucha por la admi-
nistración y disfrute del mismo, la idea de propiedad ancestral, etc. En líneas generales,
hay una superposición de razones que buscan sustentar y justificar la apropiación que se
pretende tener sobre el patrimonio cultural.
Por lo tanto, con todo lo señalado, podemos considerar que el patrimonio cultural es una
construcción social y cultural que se puede enfocar desde dos puntos de vista:
Afirmar que se trata de una construcción social y cultural no significa que queda estática en
el tiempo; basándose en los elementos extraídos inalteradamente de esa realidad y en la
nueva ubicación en un nuevo contexto, se construye una nueva realidad, con otro sentido.
Por lo tanto, como afirma Llorenç Prats, «invención y construcción social no me parecen
pues procesos antagónicos, sino más bien fases complementarias de un mismo proceso»
(1997: 20).
Al extraer esa construcción social de su contexto para ser ubicada en una nueva realidad, se
hace difícil identificar si estamos frente a una búsqueda de protección real por mantener o
construir una identidad local basada en el pasado, o si estamos ante un simple, y lógico,
deseo de desarrollo económico de la comunidad a través del turismo como una forma de
explotación cultural o ante la expresión de una hegemonía local.
Los mausoleos encontrados en la Laguna de los Cóndores, los bienes encontrados en ella,
y la posterior construcción del museo comunal son los elementos que serán analizados
dentro de la perspectiva teórica señalada líneas arriba.
Los dos primeros corresponden a una construcción social y cultural realizada en una época
y con fines determinados: el enterramiento de los muertos en diferentes etapas acompaña-
dos de objetos que les servirían en la nueva vida que iniciaban. Esa construcción social y
cultural primigenia pasa a una nueva esfera y contexto a través de su puesta en valor
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configurada esencialmente con la construcción del museo; en esta etapa se inicia una
nueva dinámica cultural y social.
Por lo tanto, como afirma Ana Rosas, «no (solo) se trata del homenaje a un pasado inmóvil,
sino de la invención a posteriori de la continuidad social» (1999: 35). Eso ha sucedido y
está sucediendo en Leimebamba donde el elemento revitalizador de esa nueva construc-
ción son los actores sociales y culturales.
Como en toda construcción social y cultural existen conflictos que se plantean desde dife-
rentes ángulos, y que son originados principalmente debido a la ampliación de lo que se
considera patrimonio cultural y a la ausencia de mecanismos que regulen de manera efec-
tiva los nuevos parámetros en los que este se desenvuelve.
Por ende, en esa nueva continuidad social y cultural no solo se reincorpora el patrimonio
cultural, no solo se protege por proteger, no solo se apropian por establecer un derecho
como herederos de un pasado, también se está buscando protección para aprovechar los
bienes en pro de un desarrollo económico.
4
Según la Carta de Turismo Cultural, I.2, Adoptada por ICOMOS en 1976, turismo cultural es:
«Aquella forma de turismo que tiene por objeto, entre otros fines, el conocimiento de monumentos y sitios históricos artísticos.
Ejerce un efecto realmente positivo sobre éstos en tanto y cuánto contribuye- para satisfacer sus propios fines a su mantenimiento
y protección». De acuerdo con el reporte de la Conferencia Internacional de Cultura y Turismo del año 2000 realizada en Camboya
podemos identificar que el concepto de turismo cultural ha sufrido un cambio, ya que en él se señala que: «La gente viaja no sólo
para relajarse y recrearse, sino también para conocer la vida de otras personas en contextos diferentes a los propios. Los estilos
de vida de otras personas son expresados a través de la religión, festivales, costumbres, cocina, arte y artesanías, arquitectura,
música, danza, folklore y literatura...Cultura y turismo pueden sustentarse una en el otro y hacer la relación sustentable». Cultural
Heritage and Tourism Development. A Report on the International Conference on Cultural Tourism. World Tourism Organization,
Spain, 2001.
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Por lo tanto, dentro de la construcción social y cultural del patrimonio cultural se pueden
identificar diferentes formas y etapas de apropiación del mismo, no solo por parte de la
comunidad, sino también por actores extracomunales que aparecen en la escena cultural
como agentes revitalizadores, pero a la vez desestabilizadores de una dinámica preestable-
cida o inexistente. Los conflictos aparecen porque no se tiene en consideración dos cosas
esenciales:
A través de la puesta en valor y la relación que se establezca con ese patrimonio cultural
identificamos las transformaciones culturales que ocurren dentro de una comunidad. Gar-
cía Canclini afirma que hay diversas capacidades para relacionarse y apropiarse del patri-
monio, las que están determinadas por la desigual participación de los grupos sociales en
su formación y en su apropiación, lo que hace que se le estudie también como espacio de
lucha material y simbólica (1999: 17).
En la misma línea, Llorenç Prats señala que el patrimonio cultural puede ser activado desde
la sociedad civil o por otros agentes, pero para que este patrimonio se «fructifique» siempre
necesitarán el soporte del poder, o el beneplácito del poder; «sin poder, podríamos decir, no
existe patrimonio» (Prats 1997: 35).
Para lograr trasladar estos presupuestos a Leimebamba debemos destacar que la comuni-
dad es toda la población de la capital del distrito, que es la que tuvo contacto directo con
los hechos de puesta en valor del patrimonio cultural. La comunidad como un «todo» no es
un ente articulado en torno a una figura municipal, estatal, etc.; la puesta en valor del
patrimonio cultural hace que ese todo comience a articularse de diferentes maneras que a
la vez permiten identificar diversas formas de apropiación que varían de etapa a etapa.
Inicialmente hay una apropiación del patrimonio dentro de la misma comunidad como un
todo, luego una apropiación en diversos espacios (asociaciones, organizaciones, entidades
públicas locales) y, posteriormente, la apropiación solo de ciertos sectores (Centro Mallqui,
los pobladores que trabajan en el museo). Incluso los actores externos también pasan por
esta dinámica, en la que muchas veces hubo una apropiación e identificación inicial que
se fue diluyendo con el tiempo como es el caso de la Iglesia y el INC.
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Ese no fue el caso de la apropiación del Centro Mallqui, que fue empoderado por la comu-
nidad. Dicho poder fue conferido por los pobladores sin evaluar las consecuencias que esto
acarrearía. Como se pudo observar en las etapas de apropiación de la comunidad, en un
inicio «todos» coincidieron en la permanencia de los objetos en la ciudad y en que no
fueran trasladados a la capital de la provincia, haciendo frente además a un poder que ellos
consideraban hegemónico y que había primado en el tiempo.
La misma actitud se dio cuando Federico Kauffman buscó desarrollar el proyecto de puesta
en valor, el cual no solo había sido concedido a través de un procedimiento administrativo
al Centro Mallqui, sino que también había sido ratificado por la comunidad a través del
apoyo decisivo en el traslado de los bienes. Así, el control del Centro Mallqui está ratificado
desde el punto de vista legal y social, lo que hace que a partir de ese momento se convierta
en un actor importante y determinante dentro de la comunidad. Su control social se va
acrecentando en tanto inicia campañas de perfeccionamiento en temas conexos al patri-
monio cultural, como el turismo y la concientización de la población.
El museo es de la comunidad y los ingresos por las visitas son administrados por ella, pero
el manejo científico y técnico está y estará a cargo del Centro Mallqui por mucho tiempo
más, debido a que es utópico pensar que la Asociación de manera «autónoma» pueda
contar con los mecanismos científicos y técnicos necesarios para mantener el museo. Es
necesario destacar que la imposibilidad señalada se da principalmente por la ausencia de
capacidades de especialización y el escaso desarrollo de Leimebamba, lo que se puede
evidenciar en el último censo realizado por el Instituto Nacional de Estadística, que da
cuenta que la mayoría de la población no cuenta con luz eléctrica, ni servicio de agua y
alcantarillado, y donde la actividad principal sigue siendo la ganadería y la agricultura,
actividad que sin embargo es ejercida por un grupo de ganaderos y agricultores, mientras
que el resto de la población trabaja como peones o empleados de los mismos.
A la par de esa legitimación del poder hay un cambio sustancial entre la comunidad y su
relación con el museo. Las personas que laboran en el museo son pobladores de la comu-
nidad que han sido capacitados en el manejo del material arqueológico, manejo de los
ambientes externos vinculados al patrimonio natural, etc. Por lo tanto, dentro de la comuni-
dad se han establecido dos grupos: los que trabajan en el museo y los que no.
Algo parecido ocurrió con el proyecto del profesor Eladio Saucedo, quien solicitó apoyo
financiero al Municipio de Leimebamba y apoyo técnico-científico al Centro Mallqui; am-
bas solicitudes fueron aceptadas. El apoyo técnico se dio con ciertos problemas, ya que las
personas que estaban designadas para ello (todos trabajadores del Centro Mallqui) muchas
veces no estaban con «verdadera disposición para hacerlo».
Como hemos apreciado, con el paso del tiempo, el discurso inicial (manejado hasta la
actualidad por el Centro Mallqui) de que el museo es de la comunidad, se ha ido diluyendo
dentro de los propios pobladores, principalmente porque la forma de apropiación del Centro
Mallqui se hizo evidente, además por la nueva separación social originada en el hecho de
laborar o no en el museo.
Es comprensible que dentro de la construcción social y cultural que se inicia con el descu-
brimiento o puesta en valor de un sitio arqueológico o ante la construcción de un museo,
como es el caso de Leimebamba, la comunidad busque y deba tener una participación
activa, que puede variar en la forma y en el contenido, pero que es una participación que
permite que no sientan que se les excluye del sitio donde viven, que otros se apropian de
objetos considerados como suyos, o que no se reconoce el espacio que les corresponde en
el nivel departamental por derecho.
Por lo tanto, la identidad en el sentido amplio del término y la capacidad de ciertos actores,
con frecuencia, se ven condicionadas por elementos que cambian con el tiempo. El patri-
monio cultural al ser una construcción social y cultural incluye la presencia del Estado,
cuya presencia o ausencia determina diversas formas para la apropiación del patrimonio
cultural por parte de los actores, ya sea de forma igualitaria o desigual.
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A pesar de que, según la derogada Ley General del Patrimonio General de la Nación Ley
24047 (vigente hasta el año 2004), la pertenencia al Sistema Nacional de Museos era
facultativa, el Museo de Leimebamba, mediante Resolución Directoral Nacional 080/INC
del 5 de febrero de 2002, pasó a formar parte de este sistema. Esta articulación supone una
dependencia técnica y normativa, que no afecta su autonomía económica, es una forma de
integrar técnica y normativamente a los museos estatales y a aquellos que voluntariamente
pidan su incorporación al sistema5.
Como hemos podido observar no hay formas específicas que la comunidad pueda tener para
ejercer presión frente al manejo que hace el Centro Mallqui del museo; supuestamente, la
Asociación Museo de Leimebamba debería ser la encargada de regular las acciones, pero
su debilidad manifiesta hace que la comunidad en su totalidad no esté verdaderamente
representada.
5
Artículo 2 de la Ley que crea el Sistema Nacional de Museos del Estado – Decreto Ley 25790.
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Municipio Distrital de Leimebamba6, este expresó que a raíz de la última reunión organiza-
da por el Centro Mallqui en los primeros días de marzo de 2005, en la que se convocó a
diversos sectores de la comunidad, donde se plantearon problemas como la ausencia de
identificación de la comunidad con el museo, falta de información de las actividades, nula
participación de la Asociación, etc., pidió a los representantes del Centro Mallqui que
tomaran cartas en el asunto, pero al parecer no hubo una respuesta positiva al respecto.
Señala el regidor: «La población no está compenetrada con el museo. Lo que hay es que se
ha formado una Asociación del Museo que no funciona, mi idea siempre ha sido que la
Asociación represente a la comunidad y debe administrar, pero la parte técnica profesional
se debe hacer vía convenios con Mallqui, pero tener conocimiento de todo... Solo la gente
que trabaja ahí está de acuerdo con Mallqui, pregunte a cualquier persona o autoridad si es
que se siente compenetrada con este museo».
En líneas generales, como señala García Canclini: «El patrimonio cultural sirve, así, como
recurso para reproducir las diferencias entre los grupos sociales y la hegemonía de quiénes
logran un acceso preferente a la producción y distribución de los bienes. Los sectores
dominantes no sólo definen cuáles bienes son superiores y merecen ser conservados; tam-
bién disponen de medios económicos e intelectuales, tiempo de trabajo y de ocio, para
imprimir a esos bienes mayor calidad y refinamiento» (1999: 18).
El patrimonio cultural –Laguna de los Cóndores– es una construcción social y cultural que
tuvo una finalidad pasada (enterramiento de la población de la zona, acompañada por
utensilios que les servirían en su próxima vida), pero es traída al presente –en la figura del
museo– debido a nuevos elementos y actores que la revitalizan, lo que configura una nueva
construcción.
Este acto de traerla al presente está determinado por varios factores inmersos dentro de lo
que en la actualidad consideramos «cultura», que va desde la reivindicación comunal
hasta la explotación económica con la finalidad de lograr un desarrollo «igual» para todos.
En este proceso, los actores se apropian del patrimonio cultural de diferente manera utili-
zando para ello las capacidades técnicas, económicas, culturales, etc. Esta apropiación
hace que los agentes externos, en su afán por la apropiación, no tomen en cuenta fracturas
sociales que existían y no prevén además que su apropiación podría generar nuevas fractu-
ras sociales.
6
Señor Deny Tafur.
ADRIANA ARISTA ZERGA | 295
Por ende, la comunidad desconoce los mecanismos para ejercer presión, hay una falta de
reconocimiento de la verdadera importancia y poder que tiene la asociación y el INC,
debido tanto a la conformación comunitaria del museo y como a su pertenencia al Sistema
Nacional de Museos. Aún no se han dado cuenta de que el Centro Mallqui es una institución
que no podría realizar actividad alguna si la asociación se opusiera. La reacción del muni-
cipio, aunque tardía, es muy importante, puesto que es el primer paso para identificar la
verdadera importancia de los actores y buscar el empoderamiento perdido en el proceso de
transformación cultural.
A MANERA DE CONCLUSIÓN
El patrimonio cultural reforzó una identidad comunal y puso en marcha nuevos mecanismos
de apropiación más allá de una identificación con una cultura, en este caso la cultura
Chachapoyas, no por una ausencia de reconocimiento del valor de dicha cultura, sino por la
falta de una mayor concientización del valor cultural de la zona.
Leimebamba a través del patrimonio cultural llega a tener una ubicación cultural muy
importante dentro del departamento de Amazonas, lo que refuerza esa identidad leimebam-
bina negada y obstaculizada por la capital. A su vez, la puesta en valor del mismo lo ubica
como un nuevo centro turístico, con lo cual se agrega aquí el elemento económico que
subyace tras la protección y la apropiación.
Por lo tanto, el patrimonio cultural comienza a ser un elemento transversal que cruza mu-
chas de las actividades de la comunidad, y genera cambios y transformaciones culturales;
los actores se apropian; se inicia la capacitación a los miembros de la comunidad; los
profesores y alumnos encuentran en la capacitación «cultural» un posible medio de subsis-
tencia; las asociaciones toman referentes del patrimonio cultural para llevar a cabo sus
actividades. En otras palabras, Leimebamba, un lugar únicamente ganadero, incluye dentro
de su representación al patrimonio cultural material e inmaterial, fortalece una ubicación
dentro del circuito cultural de la región, e incluso llega ser considerada más importante que
el ícono del departamento como es la Fortaleza de Kuelap.
Poner en valor un bien cultural, como la construcción del Museo de Leimebamba, significa
también una evaluación de la realidad de la comunidad, de las diferencias y carencias que
esta pueda tener. Por su parte, la exigencia de protección debe venir de la propia comuni-
dad, pero debe significar una participación activa y decidida sin dejar de lado la observan-
cia de lo que implica «empoderar» a otras instituciones. No se puede juzgar a ninguna
comunidad por el hecho de ver al patrimonio cultural no solo como un referente de identi-
dad cultural, sino como una vía de desarrollo económico, pero esto no significa desatender
la calidad cultural del bien.
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Las transformaciones culturales se originan por la interacción de los actores, por los dife-
rentes mecanismos de participación, y por la ausencia de una verdadera política de plani-
ficación integral de la puesta en valor del patrimonio cultural.
Esta nueva dinámica de relaciones entre los actores debe ser considerada como una forma
de diálogo intercultural, es una visión que incluye el debilitamiento de los discursos de
cada uno de los actores para centrarse en el límite, en las fronteras de cada uno de ellos,
para que así la comunicación sea más fácil y poder encontrar puntos intermedios, pero
siempre teniendo en cuenta que el punto unificador de esas relaciones es el patrimonio
cultural, el cual tiene un significado diferente para cada uno de los involucrados.
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