Relaciones Internacionales Una Perspectiva Sistémica
Relaciones Internacionales Una Perspectiva Sistémica
Relaciones Internacionales Una Perspectiva Sistémica
CÁMARA DE DIPUTADOS
LIX LEGISLATURA
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CONOCER PARA DECIDIR se denomina la serie que en
apoyo a la investigación académica en ciencias socia-
les, la Cámara de Diputados, LIX Legislatura, acordó
iniciar en atención al histórico y constante interés del
H. Congreso de la Unión por coeditar obras trascen-
dentes que impulsen y contribuyan a la adopción de
las mejores decisiones en políticas públicas e institu-
cionales para México, en su contexto internacional, a
efecto de atender oportunamente las diversas materias
sobre las que versa el quehacer legislativo.
La H. Cámara de Diputados, LIX Legislatura, esta-
blece el acuerdo de coeditar con diferentes instituciones
académicas, organismos lederales y estatales, así como
con autores y asociaciones independientes, investiga-
ciones académicas y expresiones culturales de interés
nacional, que coadyuven a las tareas propias del legisla-
dor mexicano.
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TECNOLÓGICO
DE MONTERREY.
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TECNOLÓGICO
DE MONTERREY.
CAMPUS ESTADO DE MÉXICO
EN APOYO A loA
INVESTIGACION MÉXICO' 2005
ACAOtMICA
Esta investigación, arbitrada por pares académicos,
se privilegia con el aval de la institución propietaria
de 105 derechos correspondientes.
© 2005
INSTITUTO TECNOLÓGICO y DE EsTUDIOS SUPERIORES
DE MONTERREY, CAMPUS ESTADO DE MtxlcO
© 2005
Por características tipográficas y de diseño editorial
MIGUEL ÁNGEL PORRÚA, librero-editor
Derechos reservados conforme a la ley
ISBN 970-701-629-9
relaciones internacionales y se refiere a los diversos grupos humanos que pueblan el planeta
y que tanto histórica como geográficamente se diferencian entre sí a partir de su orga-
nización política formalmente independiente, es decir soberana, lo cual, entre otras cosas,
contribuye a hacerlos culturalmente diferentes. Esto es importante porque, en prin-
cipio, esa autonomía política de las colectividades humanas ha sido el criterio de base para
poder empezar a hablar de relaciones internacionales, aunque ciertamente, hoy en día este
criterio, por sí solo, se ha vuelto a todas luces insuficiente, dada la creciente participación
de los actores no estatales en la conformación y el devenir de la sociedad internacional.
·.. __ . _ .. __ ,I:.:n.:_t,.,r_o::..d:::.u.=-_c,::.::.c_:i.:ó:.::n::.. ::;¡E",! ____ teórico
15
aprende a ver ya entender el mundo tal como se lo describen esas teorías, y no cultiva la posi-
bilidad de enfocarlo o plantearlo desde alguna otra perspectiva, posiblemente más benéfica
a sus propios intereses.
David J. Sarquís
20
INTRODUCCIÓN
en su devenir.
En su primera acepción pues, las relaciones internacionales
configuran lo que los especialistas han dado en llamar un objeto
material, es decir un campo de observación delimitado de la reali-
dad social, al interior del cual ocurre toda una gama de procesos
que los analistas tratarán de visualizar, comprender, clasificar,
explicar y hasta donde resulta posible, prever y controlar a través
de un esfuerzo cognoscitivo. 12
Es a partir de este intento de comprensión, siempre llevado
a cabo por una entidad pensante, es decir, un sujeto cognoscente,
que las relaciones internacionales se configuran posteriormente
como un objetoformal, constituido por el cúmulo de nociones, con-
ceptos, categorías, hipótesis, modelos, postulados, teorías y para-
digmas, sobre la base de los cuales se edifica una comunidad
epistémica, es decir, el grupo de especialistas que analizan e inter-
pretan la realidad internacional convertida en objeto de estudio.
A continuación, como resultado de la interpretación y el aná-
lisis realizados surge el desarrollo disciplinario conocido como
relaciones internacionales, por medio del cual los internaciona-
listas expresan su conocimiento; es decir, refieren la información
que poseen sobre ese fenómeno práctico que se genera en la
interacción entre conglomerados humanos políticamente inde-
pendientes y, por lo tanto, culturalmente diferenciados entre sí.
Este carácter independiente otorga a cada uno de ellos su propia
12 Estos procesos constituyen, obviamente, un conjunto de relaciones sociales básicas:
para el desarrollo de este trabajo. Parto, por supuesto, de la premisa de que tal cometido
es posible en un nivel que va más allá del comentario trivial, casuístico o anecdótico sobre
el acontecer en un escenario internacional. Asimismo, tengo la firme convicción de que
toda pretensión de conocimiento se sustenta en una propuesta epistemológica, que sólo al
formularse de manera explícita permite los procesos de validación de nuestros empeños
cognoscitivos, de ahí la necesidad de emprender esta laboriosa tarea.
que, de entrada, con la sola cuestión terminológica de la disciplina
tenemos ya una situación problemática derivada del hecho de
que, a través del mismo nombre designamos dos aspectos distintos
(el factual y el conceptual) de la realidad internacional.
Aun siendo delicado, el problema no es de suyo tan grave.
Se presta, eso sí, a confusiones. Normalmente, cada desarrollo
disciplinario tiene un nombre específico para designarse a sí
mismo como esfuerzo del intelecto y otro, aparentemente dis-
tinto, para referir a su objeto de estudio. Así, por ejemplo, lafísica
se aboca al estudio de la naturaleza; la biología al de los pro-
cesos de la vida y la sociología al análisis de ese conjunto com-
pleto que llamamos sociedad. Sólo cuando se analiza el origen
semántico de estos términos caemos en cuenta del carácter apa-
rencial de las diferencias en los nombres de los objetos formales
con respecto a los materiales, aunque para fines prácticos, la
diferencia ha quedado claramente establecida.
El caso de las relaciones internacionales, complejo como es,
no resulta del todo inédito; la historia, por ejemplo tiene exacta-
mente el mismo problema y quienes aspiran a la especialización
en cualquiera de estas dos áreas, sencillamente tienen que empe-
zar por desarrollar su capacidad para distinguir entre el objeto
formal y el objeto material que se amparan bajo el mismo nombre.
La preocupación principal que motiva el desarrollo de este trabajo
se refiere al esfuerzo cognoscitivo que debe desplegar cualquier obser-
vador de un escenario internacionaC con la intención de aprehender
lo que ocurre ahí, es decir, aprehender y explicar el objeto mate-
rial, lo cual a su vez permitirá la consolidación del desarrollo
disciplinario. El trabajo está pues vinculado con la problemática
epistemológica para el análisis de las relaciones internacionales
yeso, como veremos más adelante, nos obliga a incursionar en
el terreno propio de la filosofía en general y de la filosofía de la
ciencia (por razones que espero poder dejar asentadas con cla-
ridad) en lo particular.
Si aceptamos, como punto de partida, que uno de los obje-
tivos centrales del estudio de las relaciones internacionales es
alcanzar el nivel más alto posible de conocimiento sobre la rea-
lidad internacional (cualquier cosa que eso signifique), entonces
resulta imperativo considerar que la búsqueda del internacio-
nalista conlleva a la necesidad de un claro entendimiento previo
sobre las dificultades que entraña la problemática del conoci-
miento en sí.
Esa es una tarea a la que se dedica hoy en día (y desde hace
ya algún tiempo), la filosofía de la ciencia, de donde se concluye
que resulta altamente conveniente para todo aspirante a estu-
dioso de la realidad internacional, por lo menos entender de ma-
nera básica en qué consiste la problemática del conocimiento,
en otras palabras, si a través de la observación y el análisis de
la realidad internacional se espera poder conocer la forma en que
ésta opera, resulta imperativo que el observador esté plenamente
conciente de lo que implica conocer, como proceso informativo
y de aprehensión de la realidad en general y de su faceta inter-
nacional en lo particular.
Para muchos especialistas del área (sobre todo los de orienta-
ción más pragmática) abocarse a esta problemática resultará una
desviación tortuosa e innecesaria. No pretendo que los estudian-
tes de relaciones internacionales deban convertirse en especialistas
de filosofía de la ciencia, pero sí me parece fundamental que, por
lo menos, tengan nociones de los asuntos que ahí se tratan. Esto
es así porque parto de la convicción de que no es posible abordar
siquiera la problemática del análisis internacional en ausencia de un
marco teórico medianamente claro y definido, sobre la base del cual
se oriente la búsqueda del investigador y se sienten las bases de
lo que pretende ser conocimiento de la realidad internacional,
claramente diferenciado de la opinión de coyuntura.
Es claro que no significa lo mismo conocer la realidad inter-
nacional en términos epistemológicos que desempeñarse en
ella, incluso cuando se hace con habilidad. Aunque obviamente,
mientras mejor se le conoce, mejores posibilidades de desempeño
se tendrán. Para un especialista de mentalidad pragmática basta
David J. Sarquís
30
peña e! pape! de sujeto cognoscente, mientras que aquello por conocer será inicialmente
señalado (si bien es cierto que todavía de manera imprecisa) como la realidad interna-
cional, justo para tratar de demostrar que no es meramente un concepto vacío.
22 Hue!ga decir que tal afirmación está lejos de ser universalmente aceptada. Los
agnósticos, por ejemplo, niegan incluso la posibilidad de conocer cualquier aspecto tras-
cendental de la realidad; los relativistas estiman que e! conocimiento está siempre cir-
cunscrito a un contexto determinado y que todo intento de generalización resulta
enteramente superfluo.
David J. Sarquís
38
más allá del alcance de esta investigación, cuyo compromiso explícito es con el enfoque
científico, que desde luego, ni es el único, ni tiene por qué ser considerado como el "mejor".
Amplia y compleja como es la realidad, permite los más diversos intentos de aproxima-
ción. Hay una perspectiva diferente a la de la ciencia, por ejemplo en Luis Pauwels y Jacques
Bergier, El retorno de los brujos, 1971. El movimiento posmoderno en su conjunto es un
intento por articular una línea de argumentación coherente, distinta a la de la ciencia,
por lo menos en la versión decimonónica de los positivistas.
42
cuando tengo conciencia de ver el sol parece claro que esa concien-
cia se refiere a dos cosas relacionadas una con la otra. Por un lado
está el cúmulo de datos que perciben los sentidos, a través de los
cuales yo me represento al sol, por otro está esa entidad (el yo)
que percibe esos datos. Toda forma de conocimiento, como por
ejemplo, mi conocimiento de esos datos que perciben mis senti-
dos y que representan al sol son, obviamente una relación entre
la persona que conoce y el objeto que puede ser conocidoY
nocidos sobre los temas abordados, las categorías desde las cuales
deberían considerarse los problemas, los tipos de evidencia que son
relevantes y los factores determinantes de los acontecimientos
(... ) los modelos conceptuales no sólo determinan el tamaño de las
redes que emplea el analista para recolectar materiales con los que
va a explicar una acción particular; también le llevan a lanzar la
red en una dirección determinada y a cierta profundidad, para así
atrapar específicamente a los peces que anda buscando. 31
pp. 228-281.
David J. Sarquís
56
EL SUJETO COGNOSCENTE
Y EL OBJETO DE CONOCIMIENTO
EN lA RElACIÓN COGNOSCITIVA
3SCfr. W.V. Quine, Theories And things, 1981, o Gustav Ichheiser, Appearences and
realities, 1970.
36Watzlawick, a diferencia de los idealistas clásicos, que de hecho niegan la inde-
pendencia ontológica de la realidad, sostiene que lo real para e! ser humano es siempre
una reconstrucción a partir de! encuentro original entre e! sujeto y e! objeto. Los idea-
listas clásicos, en cambio. sólo conciben al objeto externo como una proyección de sus
propias creaciones mentales. Cfr. Johanes Fitche, El destino del hombre, 1994.
37paul Watzlawick, Es real la realidad?, 1994, p. 7, cursivas del autor.
David J. Sarquís
58
JBKarl Popper, The open society and its enemies, vol. 1: Plato, 1980, pp. 11-12, cur-
sivas del autor.
"Ludwig von Wittgenstein, Tractatus logicus philosophicus, 1973, p. 35.
constantemente significa un reto epistemológico mayúsculo.
Si la realidad es un flujo continuo, en otras palabras, si en lugar
del ser, estamos en presencia de un devenir constante, ¿cómo es
que la podemos llegar a conocer, cómo podemos garantizar
nuestro rango de certidumbre respecto de ella, si prácticamente
al plantear nuestras conclusiones el objeto está ya dejando de ser
lo que originalmente habíamos percibido, para empezar a convertirse
en otra cosa?, ¿podemos, en estos términos, seguir pensando en
términos de búsqueda de esencias?
Aunque ciertamente podamos representarnos a la realidad
como un flujo continuo, hay un elemento muy importante que
debemos tomar en cuenta para superar la crisis epistemológica
que de otra suerte bien podría abatirnos, esto es, la velocidad
del cambio. Si bien es cierto que, en efecto, puede sostenerse el
argumento de que todo está cambiando continuamente, tam-
bién lo es que no todos los fenómenos observables en la realidad
cambian al mismo tiempo, ni mucho menos al mismo ritmo,
ya que cada proceso lleva su propio paso e incluso, durante el
movimiento el objeto mantiene ciertos rasgos propios que le
permiten ser, es decir, reconocerse como algo distinto del resto
de la realidad, aun cuando transita irremediablemente hacia el
flujo del no ser, esto es, hacia la disolución de su "esencialidad".
La velocidad de cambio a escala geológica, por ejemplo, hace
que los fenómenos en ese ámbito resulten enteramente imper-
ceptibles para los seres humanos durante sus ciclos individuales
de vida; en otros ámbitos, en contraste, los cambios son tan
rápidos que apenas tiene uno la posibilidad de observarlos y
en otros más, ni siquiera tenemos la oportunidad de percibirlos
directamente (como en el caso del microcosmos de las partícu-
las subatómicas, a las cuales, sólo podemos llegar a conocer por
referencia). Por eso se ha dicho que el hombre es la medida de todas
las cosas, como reconocimiento al hecho de que, conocer implica
ampliar o reducir nuestras observaciones al rango de lo humana-
mente comprensible. En este sentido es claro que, genéricamente
David J. Sarquís
60
43 Jeremy Rifkin y Ted Howard, Entropy: a new world view, 1981, p. 221, cursivas
del autor.
David J. Sarquís
66
• la elaboración conceptual;
• el estudio de la existencia y el significado de leyes como con-
dicionantes del comportamiento del objeto, y
• el estudio de la existencia y el significado de leyes como
condicionantes del comportamiento del sujeto durante la fase de
la construcción teórica. Consideremos ahora cada una por se-
parado.
4' Philipp Frank, Filosofía de la ciencia: el eslabón entre la ciencia'y la filosofía, 1965.
p. XVI.
David J. Sarquís
70
precisamente por esto que una misma palabra puede tener tan
variadas acepciones. El nombre mismo de relaciones internacio-
nales, según se ha indicado es suficientemente ilustrativo sobre
el particular.
Esto impone exigencias especiales al uso del lenguaje que
aspira a ser científico, mismas que se expresan, como hemos suge-
rido, en condiciones de precisión conceptual; en otras palabras,
mucho más que el lenguaje popular, el lenguaje de la ciencia tiene
que delimitar con mucha mayor exactitud lo que pretende decir;
es por ello que los científicos tienen que definir (aunque sólo sea
operativamente) con mayor rigor sus términos y luego, espe-
cificar a qué fenómenos de la realidad pretenden alcanzar con
cada definición. Cualquier falla en este sentido se convierte fácil-
mente en fuente de confusión, tanto para los especialistas como
para el público en general que pretende acercarse al trabajo de
la ciencia.
Esta situación plantea múltiples dudas con respecto al
potencial real del lenguaje para expresar el trabqjo de la ciencia;
¿puede realmente llegarse a nombrar todo cuanto existe como
objeto de estudio?, ¿de qué manera "refleja" y hasta qué punto,
aquello que nombramos, a lo realmente existente?, ¿hasta qué
punto puede el lenguaje influir en la percepción misma de la rea-
lidad?, en otras palabras, ¿cuál es la relación precisa del lenguaje
con la realidad?50
Uno de los principales retos de la filosofía de la ciencia con-
temporánea es precisamente identificar y determinar la relación
que se da, en diferentes niveles, entre diversos términos y la rela-
ción del proceso de observación con las resultantes de lo obser-
vado en el contexto específico de las teorías científicas.
'''Para una interesante reflexión sobre este particular, cfr. Bejamin Lee Whorf, Lan-
guage, Thought and Reality, 1998. Para este autor, "la estructura del lenguaje que uno
emplea usualmente influye la manera en la que uno comprende su ambiente. La imagen
del universo cambia de lengua a lengua" (p. VI).
David J. Sarquís
tífica que tratan de expresar en términos populares este complejo trabajo. Una de las más
recomendables en este sentido es la de Paul Strathern, Einstein y la relatividad, 1999.
83
¿CIENCIA SOCIAL?
55 Peter Winch, The idea oi a social science and its retation to philosophy, 1994, p. 72.
Ciertamente no es fácil responder a esta interrogante, no
obstante, hoy en día es absolutamente necesario, porque la mayo-
ría de las disciplinas abocadas al análisis de la realidad social con-
tinúan con una enconada polémica en torno a su cientificidad,
como el mejor aval sobre la calidad de su trabajo.
La reflexión sobre la problemática social debe ser tan antigua
como el propio hombre. Los registros históricos más tempranos
sugieren, de muchas maneras que, desde la más remota anti-
güedad, existe una clara preocupación del hombre por compren-
der su propia naturaleza y su lugar en el mundo, aunque desde
luego, las explicaciones para satisfacerla se dan inicialmente en
el contexto de la magia y el pensamiento místico-religioso como
guías predominantes de la reflexión sobre cuestiones sociales.
Desde el punto de vista de la civilización occidental, sin embargo,
es el racionalismo de los griegos el que marca las primeras pautas
sobre la reflexión social sistemática y organizada, si bien es cierto
que ésta continua enmarcada, como gran parte del pensamien-
to de la época, en el ropaje más amplio de la filosofía, de la que
paulatinamente se irá desprendiendo al paso del tiempo.
Es ciertamente a raíz del enorme prestigio que alcanza la
ciencia, especialmente a partir de finales del siglo XVII, que los
estudiosos de los fenómenos sociales se ven impulsados a copiar
los métodos de trabajo de la ciencia, con la esperanza de mejo-
rar la calidad de sus propios resultados. No obstante es claro
que, desde que se inicia este esfuerzo hay una imagen idealizada
de la ciencia como método virtualmente infalible para alcanzar la
verdad y es en la búsqueda de ese ideal que se crea el patrón de
la ciencia que inspira al positivismo decimonónico, del cual
surge originalmente la idea de una ciencia social.
Para poder siquiera iniciar el debate sobre las posibilidades
reales de una ciencia social, por lo tanto, resulta indispensable
precisar qué se tiene en mente cuando se pretende clasificar al
análisis social como científico. Hoy en día resulta claro que el
ideal decimonónico de la ciencia es prácticamente inalcanzable,
David J. Sarquís
los notables cambios que suscitó en el ámbito internacional la desintegración del bloque
socialista y de las enormes expectativas que ello generó entre la comunidad interna-
cional, hay aun muchos elementos de la tradicional "lucha de poder" entre estados que
difícilmente podríamos calificar de obsoletos, incluso si tienen que ser considerados a
la luz de un nuevo contexto.
vinculado con la necesidad de que cada concepto teórico pueda
ser empíricamente constatado. En este sentido, la propia expe-
riencia del desarrollo de la ciencia ha puesto de manifiesto que,
en el proceso de construcción teórica, no siempre es posible (o
necesario) encontrar un referente práctico empíricamente cons-
tatable. El referente bien puede ser una noción significativa,
inspirada por supuesto en algún ejemplo práctico.
Mario Bunge presenta el problema con claridad en los si-
guientes términos:
el concepto de número abstracto nació, sin duda, de la coordinación
(correspondencia biunívoca) de conjuntos de objetos materiales,
tales como dedos, por una parte y guijarros por otra; pero no por
esto, aquel concepto se reduce a esta operación manual, ni a los
signos que se emplean para representarlo. Los números no existen
fuera de nuestros cerebros y aun ahí dentro existen a nivel concep-
tual y no a nivel fisiológico. Los objetos materiales son numera-
bles siempre que sean discontinuos; pero no son números; tam-
poco son números puros (abstractos) sus cualidades o relaciones. En
el mundo real encontramos tres libros, en el mundo de la ficción
construimos tres platos voladores ¿Pero, quién vio jamás un tres,
un simple tres?63
CONCLUSIONES
INTRODUCCIÓN
de patrones decomportamientomedianamenteinterrelacionados,
la cual implícitamente sustituye a términos que, con anterio-
ridad requerían de mayor precisión conceptual, sobre todo en
el terreno del pensamiento científico.
Llama también notablemente la atención, cuando observa-
mos el empleo del término sistema en el mundo contemporáneo,
la gran variedad de áreas de estudio en las que regularmente se
aplica y que cubre prácticamente todo el espectro de la activi-
dad científica, desde las matemáticas y la lógica hasta la amplia
gama de disciplinas que integran el esfuerzo de la ciencia para el
análisis de lo social; en algunas, con resultados verdaderamente
sorprendentes, como en los casos concretos de la lingüística y
de la informática.
En el área de ciencias sociales el uso del concepto tuvo un
auge importante a mediados de la década de los cincuenta del
siglo pasado no obstante, fue duramente criticado, sobre todo
por la sociología latinoamericana de las escuelas dependentistas
debido a su carácter supuestamente mecanicista y, posteriormente
tuvo un resurgimiento hacia finales de los setenta. Razones más
de tipo ideológico que científico llevaron en ambas ocasiones a
un desprestigio en el uso de los enfoques sistémicos debido a las
fuertes críticas de que fue objeto, críticas de las cuales, el con-
cepto mismo no ha salido del todo bien librado, al grado de que,
hoy en día, numerosos especialistas lo consideran prácticamente
un término en desuso, obsoleto o sencillamente "pasado de
moda", pero en todo caso, insuficiente para explicar la compleja
realidad del universo que había pretendido reducirse a una
concepción sistémica.
Los críticos más refinados dicen que esta noción ha sido "reba-
sada" por la propia realidad, aunque la mayoría de ellos conoce
poco el trabajo que se continúa haciendo en el ámbito de la ciencia
con el concepto de sistema, más allá de ese reduccionismo sim-
plista que concibe a los sistemas como conjuntos integrados
por partes relativamente autónomas interconectadas entre sí
107
67 Véase http://pespmcl.vub.ac.be/SYSTHEOR.html
68 Ejemplos más o menos recientes del trabajo científico que se hace sobre la base de
una visión sistémica serían: Mitchel Waldrop, Complexity, 1992; Brian Greene, The elegant
universe, 1999; Edmond Wilson, Consilience: the unity of knowledge, 1998; Ken Wilber,
A theory of everything, 2000; Rolando García, El conocimiento en construcción: de las
formulaciones de lean Piaget a los sistemas complejos, 2000.
69 Germán A. de la Reza hace una atinada observación sobre la necesidad de preci-
ALGUNOS ANTECEDENTES
DE LA CONCEPCIÓN SISTÉMICA
6<lSteven Smith, Hegel y el liberalismo político, 2003, p. 64, cursivas del autor.
David J. Sarquís
114
Uno de los aspectos más interesantes del debate es, sin duda,
la forma como cada uno de estos enfoques nos orilla a represen-
tamos al mundo respectivamente. Es claro que, desde la posición
esencialista o reduccionista resulta fácil, en efecto, contemplar
al mundo como un conjunto de cosas, aparentemente estáticas,
medianamente homogéneas y con una calidad ontológica autó-
noma que les permite ser lo que son sin confundirse con el resto
de lo existente. Esta imagen es, de hecho, claramente compatible
con la información inmediata que parecen percibir nuestros
sentidos y desde este punto de vista, casi podría afirmarse que
la búsqueda cognoscitiva de lo inmutable constituye una nece-
sidad epistemológica primaria.
Así, este grupo de entidades autosuficientes que conforman
la realidad puede ser percibido, analizado y asimilado de manera
unitaria, a través de procedimientos de disección gradual enca-
minada a la búsqueda de sus componentes básicos, sin preocu-
pación por sus conexiones con el resto de la realidad o de la
condición ontológicamente distinta del compuesto respecto de
la más sencilla que tiene el elemento. Desde esta perspectiva, evi-
dentemente es más fácil imaginar un universo en el que cada
objeto tiene sus propias características y propiedades indepen-
dientemente de quien las observe o no, de tal suerte que, cuando
un sujeto cognoscente se aproxima a ellas tiene que ser entera-
mente objetivo en sus apreciaciones (es decir fiel al objeto en su
intento de representación del mismo).
Por otro lado, para quienes rechazan la idea de una condición
ontológica fija y permanentemente estable, resulta naturalmente
más fácil ver un mundo de interconexiones e interdependencias
poral (ese molde) dentro del cual ocurren una serie de procesos.
En otras palabras, parece plausible pensar inicialmente en el sis-
tema, como el conjunto de procesos que se desarrollan en el seno de
un espacio-temporalidad circunscrita por una frontera, es decir, un
orden básico de la realidad.
Esta propuesta parecería sugerir, de alguna manera un "frac-
cionamiento" de la realidad a la manera más pura de la tradición
mecanicista a la que nos referimos con anterioridad, una sepa-
ración de unidades para hacer comprensible el estudio de lo que
nos rodea. Tal parcelación nos llevaría de nueva cuenta a perder
de vista la unidad orgánica del universo e incluso, a pensar en
términos de múltiples "realidades", es por ello que, desde la pers-
pectiva que he adoptado para esta investigación, la noción de
totalidad debe ser considerada como inseparable de una concepción
sistémica, pues de no ser así, ésta quedaría estancada en el mismo
tipo de limitantes epistemológicas que las tradiciones sustan-
cialistas clásicas.
José Ferrater Mora se ocupa de esta problemática cuando
escribe:
una de las cuestiones que se plantean es la de si hayo no algún
elemento, algún tipo u orden de realidad que sea básico a todos
y, en términos del cual pueden explicarse todos los demás ele-
mentos, tipos u órdenes de realidades (... ) si se contesta negati-
vamente, parece que hay que abandonar por completo la idea de
un continuo de realidades dentro del vasto conjunto que he llama-
do mundo. Habría que admitir, más bien, que hay diversas for-
mas de realidad, cada una de ellas con sus propias características,
no relacionadas con las de otras formas y con sus propios modos
de explicación irreducibles a otros (... ) si se contesta afirmativa-
mente, parece que hay que admitir un solo orden de realidad, al
cual se reducen los otros y por el cual los otros se explican, cuando
menos en el sentido de que, ningún orden de realidad tendrá
ninguna autonomía respecto al orden estimado único o, en todo
caso, fundamental. 90
9(1 José Ferrater Mora, De la materia a la razón, 1979, p. 27.
El maestro Ferrater Mora ha apreciado magistralmente la
magnitud del problema, sin embargo, al parecer preso de la tra-
dición que impone la lógica aristotélica, sólo nos lo puede pre-
sentar como una disyuntiva irresoluble, en la cual, o asumimos
una posición, en detrimento de la otra o viceversa. Es decir, o
aceptamos el postulado de la fragmentación de la realidad y en-
tonces ignoramos el de la unidad subyacente de la realidad o
a la inversa, pero no las dos cosas al mismo tiempo.
Por paradójico que pueda sonar, la gran ventaja de la lógica
dialéctica es que nos permite vislumbrar el problema desde una
perspectiva en la cual ninguna de las dos posiciones resulta mu-
tuamente excluyente de la otra, de hecho son complementarias:
puede pensarse, al mismo tiempo, en un universo unificado por
un sustrato común, que vincula de manera indisoluble a todo
lo existente y en un universo subdividido en subsistemas meno-
res que pueden ser estudiados a la luz de aquello que los hace
únicos, sin perder sus lazos de vinculación con el resto de la realidad.
En ello radica precisamente una de las más notables riquezas
del pensamiento sistémico contemporáneo.
Desde una posición sistémica como la de Bertalanffy:
la realidad se nos presenta como un vasto orden jerárquico de en-
tidades organizadas, con superposición de varios niveles, desde
los sistemas físicos y químicos hasta los biológicos y sociológicos.
La unidad de la ciencia está salvaguardada, no mediante una re-
ducción utópica de todas las demás ciencias a la física, sino por una
uniformidad estructural de los diversos niveles de la realidad. 91
tives in the development of Ludwig van Bertalanffy's theoretical work", en Unity through
diversity, editado por Gray y Rizzo, 1973, p. 91, cursivas del autor.
El mundo visto como un sistema
125
Sor Juana reconoce así, como han hecho los teóricos moder-
nos de sistemas, la unidad subyacente bajo la diversidad que per-
cibimos a través de nuestros aparatos cognoscitivos, pero no
deja al margen la idea de las diferencias que la separan.
Una vez establecido lo anterior podemos proceder a la impos-
tergable tarea de caracterizar la noción de sistema como instru-
mento de análisis teórico para la ciencia.
EL SISTEMA COMO
CONSTRUCCIÓN TEÓRICA
p.99.
David J. Sarquís
136
110 Bertalanffy, op. cit., 1979, pp. 136-137, cursivas del autor.
David J. Sarquís
III John Briggs y David Peat, Espejo y reflejo: del caos al orden, 1991, p. 174.
112 Ibidem, p. 175.
David Sarquís
148
Desde este punto de vista, los sistemas pueden ser vistos clara-
mente como entidades energéticas.
Rifkin extrae como consecuencia de esta primera ley de la
termodinámica, el siguiente corolario: "la apariencia, forma y
movimiento de todo cuanto existe no es más que una consoli-
dación de las diversas concentraciones y transformaciones de
la energía. Un ser humano, un rascacielos, un automóvil o una
hoja de césped, todo ello representa energía que ha sido trans-
formada de un estado a otro" .114 Esta noción nos permite añadir
como propiedad fundamental de todos los sistemas, su capaci-
dad para asimilar y procesar energía como parte de un ciclo
fundamental que los biólogos llaman vida y que constituye el
propósito más importante de cada sistema; en otras palabras,
tenemos aquí elementos para una concepción organicista del
universo fundada en la correlación incesante entre materia y
energía que fluye a través de todos los subsistemas universales.
Ahora bien, si efectivamente, esta primera ley de la termo-
dinámica fuese la única variable a considerar en términos de
la correlación entre materia y energía, no tendríamos problema
1]J Boguslavsky, op. cit., p. 7.
114 Rifkin, op. cit., p. 34.
El mundo visto como un sistema
SUPUESTOS EPISTEMOLÓGICOS
DEL PENSAMIENTO SISTÉMICO
TIPOS DE SISTEMAS
1555]rimer/mandela.htlm
158
EL CONCEPTO DE SISTEMA
Y LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA
INTRODUCCIÓN
mismas. Desde el punto de vista que son consideradas en este trabajo, representan grupos
humanos organizados al amparo de algún poder político independiente y van desde las
antiguas familias primitivas hasta las modernas naciones.
David J. Sarquís
Cárdenas Elorduy, "El camino hacia la teoría de las relaciones internacionales: Biografía
de una disciplina", Revista Mexicana de Ciencia Política, núm. 63, año XVI, nueva época,
FCPYS-UNAM, enero-marzo de 1971, pp. 5-23.
Sobre el sistema internacional
de interés de distintos especialistas serán inevitables, de tal suerte que la autonomía dis-
ciplinaria sólo puede ser relativa, aunque siempre es necesaria para determinar la iden-
tidad de los especialistas. Cfr., por ejemplo, V. Rochhausen, "El problema de la totalidad
en la biología", Seminario de problemas científicos y.filosóficos, suplemento 27, México,
uNAM,1960.
David J. Sarquís
176
verdaderamente internacional como e! de don José Ortega y Gasset quien, desde la pri-
mera mitad de! siglo xx ya postulaba la idea de la condición unitaria de Europa por debajo
de su aparente diversidad, cfr. La idea de la nación.
David J. Sarquís
178
1JJ En este sentido hay un paralelismo notable con la teoría de los beneficios cre-
cientes del economista Brian Arthur; efr. Mitchell Waldrop, Complexity, 1992, especial-
mente pp. 15-51.
a reflexionar sobre la importancia del rigor conceptual y la
metodología sistemática en su propio campo de estudio:
En ausencia de conceptos -nos dice David Singer-, ningún dato
informativo puede ser significativamente vinculado con otro, y
sin conceptos sólidos no podemos lograr más que un modesto
entendimiento de las cosas, sin importar cuán abundante pueda
ser nuestra información.
Ni los hombres de acción (como los encargados del diseño de polí-
ticas) ni los hombres ignorantes o indiferentes (como son muchos
de los ciudadanos) suelen hacer abstracciones teóricas acerca de
las relaciones internacionales; mientras que sus propios concep-
tos y nociones parezcan funcionar en sus intentos por resolver
sus problemas, es poco probable que se interesen por cambiar sus
viejas concepciones o por inventar algunas nuevas. Y sin embargo,
muchos de nosotros nos arrastramos tratando de entender y
explicarnos los complejos fenómenos de la política global con el
lamentablemente pequeño e inadecuado repertorio conceptual
del funcionario o del hombre común. 134
'" Luis F. González de Souza, "Una concepción totalizadora de las relaciones inter-
nacionales: clave para comprender la especificidad e importancia de la disciplina", Re/a-
ciones Internacionales, núm. 23, FCPYS, 1978, p. 19.
David J. Sarquís
196
A pesar del uso del lenguaje y del intento por aplicar prin-
cipios sistémicos, parece obvio que en esta afirmación prevalece
un sustrato filosófico más cercano a la vieja visión de la política
del poder que a los principios en que se sustenta la TGS. Hace
más de tres siglos que Hobbes propuso, para la comprensión de
los fenómenos sociopolíticos vinculados con la problemática
de la legitimidad del poder social, su tesis sobre el "estado de natu-
raleza" y el contrato social. Cuando conocemos la versión hobbe-
siana, que postula la idea de la formación de la sociedad como
resultado de un pacto ante el temor y la incertidumbre que la
ausencia de una autoridad central propiciaba en las relaciones
entre los hombres, ¿cómo podemos pretender la definición de
nuevos elementos conceptuales bajo la égida de viejos preceptos
ideologizantes? Obviamente, las expectativas de un "nuevo"
enfoque, el cual empieza por señalar que: "la estructura de un
''tiH. Glenn Snyder y Paul Diesing, Conflict among Nations: Barganing, decision making
and system structurc in Intcmational crisis, 1977, p. 4.
David J. Sarquís
198
]5" Alexis Tocqueville, La democracia en América, 1985, p. 284, cursivas del autor.
'''v. Boguslavski, op. cit., pp. 216-217, cursivas del autor.
Sobre el
205
LA SOCIEDAD INTERNACIONAL
COMO UN SISTEMA VIVIENTE
159 Talbot Waterman. "Systems Theory and biology: view of a biologist". en Systems
Theory and Biology. Proceedings of the III Systems Simposium, Case Institute of Technology,
1968, p. 1.
David J. Sarquís
208
LA SOCIEDAD INTERNACIONAL
COMO UN SISTEMA INTEGRAL
1981, p. 23.
Sobre el sistema internacional
221
INTRODUCCIÓN
de fuertes y añejas polémicas que están lejos de haber quedado satisfactoriamente resuel-
tas. Sus partidarios se sustentan en el progreso material y el creciente entendimiento del
mundo natural que ha alcanzado el ser humano impulsado por el desarrollo del pensa-
miento científico. Los críticos argumentan la imposibilidad de aplicar una metodología
científica a un objeto de estudio tan complejo y distinto como es la sociedad humana.
Mi posición sobre el particular es que, con todo y sus limitaciones, el rigor del pensa-
miento científico, su aparato crítico de autoevaluación, su búsqueda sistemática de regu-
laridades para elaborar cuidadosas generalizaciones sobre la base del principio de la
causalidad, siguen siendo hoy en día el mejor instrumento en el esfuerzo cognoscitivo
que realiza el ser humano por comprenderse a sí mismo, sus obras y sus relaciones, pero
sobre todo, por tratar de superarse, sin que este proceso sea necesariamente excluyente
de otras formas de conocimiento.
172 Ningún estudioso de la realidad social es enteramente un observador pasivo y exclu-
sivamente dedicado a la labor de contemplación por más que pretenda serlo. Tal y como
la filosofía de la praxis ha puesto claramente de manifiesto, pensar el mundo es nece-
sariamente parte del desempeñarse en él y, desde este punto de vista, todo esfuerzo cognos-
citivo implica una guía para la acción humana que construye la realidad social.
El de estudio de las relaciones internacionales
227
polémica. Las líneas de demarcación entre los campos de estudio, aunque necesarias, deben
ser obligadamente tenues. En este sentido, si bien sigue siendo didácticamente convenien-
te enfatizar las diferencias entre los campos de acción correspondientes a cada discipli-
na, de ninguna manera podrán soslayarse las semejanzas que permean todo e! trabajo
de indagación social: las zonas de traslape son inevitables. No obstante, dada la ampli-
tud y complejidad de! universo de lo humano-social, la especialización también resulta
imprescindible.
174 Luciano Tomassini, Relaciones internacionales: teoría y práctica, 1988, p. 3.
David J. Sarquís
228
m Existen, desde luego notables excepciones de autores con una visión intrínseca-
mente cosmopolita. cuyo pensamiento tiene un claro perfil. global, como se diría hoy
en día. Sólo a manera de ejemplo quisiera mencionar el caso del historiador Polibio,
quien en su reflexión sobre las conquistas romanas del siglo III a.e. escribe: "En épocas
anteriores a éstas, sucedía que los acontecimientos del mundo estaban como dispersos,
porque eran diferentes, tanto por las iniciativas como por los resultados, así como por
los lugares. Pero, a partir de esta época, la historia se convierte en algo orgánico y los
hechos de Italia y de África se entrelazan con los de Asia y los de Grecia y todos ellos
acaban por hacer referencia a un único fin", cfr. Polibio, Selección de Historias. 1986, p. 32,
cursivas del autor.
""., ..El
'
de estudio de las relaciones internacionales
229
no debe perderse de vista la distinción entre objeto material y objeto formal de la disci-
plina, En el primer caso, el fenómeno internacional tiene una larga trayectoria histórica;
la reflexión sobre él, en cambio no sólo es más reciente, sino que pertenece a un plano
distinto de consideración, cfr, por ejemplo, Rafael Calduch Cervera, Relaciones internacio-
nales, Madrid, 199 L
177 Existe todavía un debate, no del todo ocioso, respecto de la propiedad de llamar
nacionales empieza a impartirse como especialidad propia desde los niveles de licenciatura,
aun cuando en muchas universidades de Estados Unidos y de Europa, continúa como
área de subespecialidad en ciencia política o en sociología.
El
231
war: a theory of international relations, 1967, o Maree! Merie, Sociología de las relaciones
internacionales, 1976,
David J. Sarquís
238
LA NACIÓN
190 Vale la pena revisar con espíritu crítico la interesante obra de Luis Malpica de la
Madrid: La historia comienza en Egipto con un acto de derecho internacional, la cual analiza
el significado histórico del célebre tratado de Kadesh entre el Egipto faraónico y el reino
de los Hititas.
191 Cfr. Raymond Aran, Peace and war among nations, Praeger, 1967, especialmente
EL ESTADO
seña crftica", Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, núm. 153, FCPYS/UNAM,
julio-septiembre de 1993, pp. 9-47.
David J. Sarquís
LA SOCIEDAD INTERNACIONAL
de las reseñas más completas e incluyentes es la de Manuel Medina Ortega, Teoría y for-
mación de la sociedad internacional. 1983. También se puede consultar la obra de Antonio
Troyol Serra, La sociedad internacional, Alianza, 1974 o el artículo del profesor AntoIÚO Gon-
zález de León, "La sociedad internacional", Las ciencias sociales hoy, núm. 3, UNAM, 1976,
pp. 167-186.
El
EL MEDIO INTERNACIONAL
Cualquier objeto de estudio, por simple que pudiera parecer a primera vista, es de hecho
un t¡¡¡do complejo y multifacético. La apariencia de homogeneidad o de coherencia interna
de las cosas (y por ende de sencillez) es básicamente producto de una ilusión óptica, la cual
resulta directamente proporcional a la distancia desde la cual las observamos, e inver-
samente proporcional al tiempo de estudio que les dedicamos. .
David J. Sarquís
258
EL SISTEMA INTERNACIONAL
EL ORDEN INTERNACIONAL
""Citado por Richard Little en International Regimes. Baylis y Smith, The Globali-
zation of World Politics, Nueva York, 1997, p. 235.
El de estudio de las relaciones internacionales
271
1988, p. 24.
211 Robert Keohane y Joseph Nye, Poder e interdependencia: la política mundial en tran-
224 Cfr, T.S. Elliot, "The Waste Land", en The OxfordAnthologyofEnglish Literature, 1973,
que se sustenta la dinámica del orden internacional son puestos en tela de juicio. Si bien
es cierto que la idea esencial de unidades políticamente autónomas en interacción cons-
tante permanece, ésta se corrige y se aumenta, primero enfatizando la importancia de
la igualdadjuridica y luego redefiniendo su composición interna en función de la com-
ponente nacional en la estructura de las poblaciones, lo cual obliga de hecho a rediseñar
el mapa de Europa y eventualmente del mundo, en la medida que se desquebrajan los
imperios coloniales y se reestructura el orden político internacional. Adicionalmente, son
cuestionadas, la viabilidad de la diplomacia secreta y el régimen de alianzas negociado
a nivel de cúpulas de poder, lo cual permite una inserción cada vez mayor de la opinión
pública en la formulación de la politica exterior de los estados.
22" Conferencia entre jefes de gobierno europeos destinada a dirimir diferencias con
Alemania. Fue celebrada en esta localidad suiza ubicada a orillas del lago Maggiore en
octubre de 1925 (cfr. Osmañczyk, op. cit., p. 70).
El de estudio de las relaciones internacionales
291
""'Cfr. Joel Krieger, (ed.l, The Oxford companion to Politics ofthe World, 1993, p. 771.
l
o
-.....,
--'
INTRODUCCIÓN
7
23 philip Mose!ey, "The new chal1enge of the Kremlin", en Kertesz y Fitzsimons
(eds.), Diplomacy in a Changing World, Indiana University of Notre Dame Press, 1959,
p. 121.
Un de estudio cambiante
LA DIPLOMACIA INTERNACIONAL
DURANTE LA GUERRA FRÍA
los acontecimientos es: The Cold War: 50 years of conflict, de William G. Hyland, 1991.
Sin embargo, para una conceptualización puntual e integral del término me parece que
el trabajo más completo es el del doctor Edmundo Hernández-Vela en, Diccionario de
Política Internacional, 1996, pp. 290-291, en donde, primero, se define a la Guerra Fría
como la "situación o ambiente que prevaleció en la sociedad internacional en la segunda
posguerra, desde 1946 hasta los últimos años setenta", para posteriormente desglosar
toda una gama de características propias de esta situación, incluyendo: la pugna ideo-
lógica, política y económica, la falta de comunicación, el riesgo creciente de aniquilación
mutua, la dirección hegemónica de bloques supuestamente irreconciliables hasta su
desmantelamiento progresivo. Es precisamente a esta multifacética situación de
conjunto que pretendo referirme.
Un de estudio cambiante
317
252 Elis Biorklund, Po/(tica atómica internacional: balance del decenio 1945-1955,
"'Gore Vidal, "El último imperio", El País Semanal, núm. 1,107, diciembre de
1997,p.60.
~lJIl~()Ejeto de estudio cambiante
260 Cfr, Charles Keagley y Eugene Wittkopf, American foreign policy: pattern and
26' Nikita Jruschov, "Manifiesto de 1960", citado por Robert Bowie, Arms control
and the U.S. Foreign Policy, 1961, p. 55.
Esta doctrina sostenía la necesidad· de dar una respuesta adecuada
a las diversas amenazas soviéticas, allí donde se produjesen y con
el nivel de fuerzas que se utilizasen. Esta respuesta debería ser
flexible, en el sentido de que debería ofrecer a los dirigentes nor-
teamericanos diversas opciones, en cuanto al nivel de fuerzas a
utilizar y lugares de respuesta, para poder optar por la que es-
timasen más adecuada. (... ) La doctrina debería contemplar
también, para poder ser flexible, una escalada graduada en las
fuerzas y arsenales usados como respuesta a la agresión o ame-
naza soviética. 269
pp. 108-114.
David J. Sarquís
350
producto concreto de la interacción que los seres humanos establecen entre sí, desde las
ideas hasta la organización colectiva, en contraposición con el resto de lo real que existe
independientemente de la experiencia humana, es decir, que posee una condición onto-
lógica autónoma.
David J. Sarquis
es decir, la llamada "sociedad internacional" era percibida aún como algo demasiado volátil
e inconsistente para poder ser universalmente aceptada como una entidad con identidad
propia suficientemente sólida para constituir un buen campo de indagación. Por tal
motivo, incluso entre algunos supuestos especialistas del área prevalecen hoy en día las
incertidumbres. Goldstein sostiene que: "como campo de estudio, las relaciones interna-
cionales tienen fronteras inciertas. Como parte de la ciencia polftica, se refieren a la política
internacional -las decisiones de los gobiernos en relación con sus acciones hacia otros
gobiernos. No obstante, hasta cierto punto, el campo es interdisciplinario pues relaciona
a la política internacional con la economía, la historia, la sociología y otras disciplinas"
(Joshua Goldstein, International Re!ations, 1996, p. S j.
David J. Sarquís
372
285 Para Mingst, por ejemplo, la historia ha sido tan fundamental en el estudio de las
relaciones internacionales que en los Estados Unidos no hubo una subdisciplina inde-
pendiente de relaciones internacionales sino hasta principios del siglo xx. Antes de eso,
tanto en Europa como en Estados Unidos las relaciones internacionales no eran más
que historia diplomática, Mingst, Essentials of lntemational Re!ations, 1999, p. 4.
2B6Hollis y Smith, Explaining and understanding intemational relations, 1990, p. 6.
El debate, aparentemente ocioso influyó decisivamente en la
vida académica de la mayoría de los aspirantes internacionalistas
por todo el mundo durante más de 70 años ocasionando serias
crisis de identidad. Sobre todo en aquellos lugares, como en
México, donde un grupo entusiasta de académicos se esforzaban
por demostrar el carácter auténticamente autónomo de la
disciplina, a pesar de las burlas de los colegas que los referían
como los estudiosos de las ilusiones interplanetarias. 2B ?
Finalmente, después de largas e interminables discusiones
(de las que de ninguna manera podían excluirse cuestiones de
prestigio y jerarquía disciplinaria que inevitablemente afecta-
ban a los presupuestos designados para cada área en las dis-
tintas universidades que impartían la carrera) la dinámica misma
de la realidad internacional al cierre del segundo milenio ha
vuelto prácticamente obsoleta la polémica en torno a la auto-
nomía disciplinaria de las relaciones internacionales y hoy en
día hasta los tradicionalmente renuentes norteamericanos han
separado el área de estudios internacionales para concederle,
aunque no sin reservas, su autonomía como esfuerzo discipli-
nario, distinguible por lo menos, de la ciencia política, la socio-
logía y el derecho.
El fenómeno de la globalización, cada vez más visible en el
escenario mundial a partir del derrumbe de la otrora poderosa
Unión Soviética permite reconocer con creciente claridad un
campo de acción propio para los internacionalistas. Desde esta
perspectiva, Mesa sostiene:
El espectador que, situado en el umbral de una nueva centuria,
contemple su propia historia contemporánea, su misma biogra-
fía personal, forzosamente se considerará más ciudadano univer-
287 A mediados de los cincuenta, mientras se debatía en diversos foros sobre cues-
tiones como el interés nacional o la seguridad del Estado; mientras se analizaban meca-
nismos para promover el comercio internacional o contrarrestar los avances del comunismo
por el sudeste asiático, Morton Kaplan se preguntaba angustiado en uno de sus artículos
más influyentes ¿Son las relaciones internacionales una disciplina?
David J. Sarquís
376
La necesidad de la autonomía
disciplinaria en la ciencia
J(}4 José Ortega y Gasset, Europa y la idea de nación, 1985, especialmente pp. 53-59.
Esto crea un problema bastante serio para los analistas de
la realidad internacional. Centrar el esfuerzo de reflexión en
una entidad tan volátil y poco consistente como la nación; tan
insignificante en el contexto general de la historia implicaría
dejar al margen todo el mundo de experiencias que de hecho pode-
mos rescatar cuando vinculamos a la idea de la nación (desde sus
inicios hasta su consolidación a través de la adopción del mo-
delo de organización estatal), con la de sus antecesores (como
modos de organización social), desde la comunidad primitiva
en adelante, pasando por los clanes, las gens, las tribus, los pue-
blos, etcétera, todos los cuales, al interactuar entre sí (desmarcar
territorios, comerciar, hacerse la guerra, firmar la paz, etcétera)
estaban generando importantes antecedentes que, en definitiva
(cuando los conocemos) nos ayudan claramente a entender y
explicar con mayor precisión, por lo menos en su origen, el com-
portamiento de las naciones modernas.
Tenemos entonces que, al analizar el concepto de actor de las
relaciones internacionales, no sólo nos vemos en la necesidad
de dotar al término con un contenido propio que lo vuelva signi-
ficativo para un momento y un lugar determinado, sino que
además, al pensar en las diversas entidades de la realidad a las
que se les podría aplicar el nombre, tendremos que reflexionar
sobre su perfil histórico.
Esta idea tampoco es del todo novedosa, la gramática contem-
poránea nos enseña que, para el análisis del lenguaje podemos
emplear las categorías de relaciones sintagmáticas y relaciones
paradigmáticas. Las primeras nos permiten asociar correctamente
los términos gramaticales en línea horizontal para expresar cohe-
rentemente las ideas que se generan en nuestra mente, es decir,
nos permiten crear oraciones con significado, mientras que las
segundas nos permiten vincular entre sí a los distintos términos
que, por su naturaleza gramatical pueden desempeñar la misma
función que sus semejantes en la oración. Así se forman las fami-
lias de palabras que, a pesar de tener distinto significado, pueden
desempeñar el mismo papel gramatical.
David J. Sarquís
l"'Cfr. RayrnondAron, ¿Q/lé es una teoría de las relaciones internacionales?, 1998, p. 148.
David J. Sarquís
CONCLUSIONES
INTRODUCCIÓN
La cuestión de la cultura
en el estudio contemporáneo
de las relaciones internacionales
asuntos mundiales hasta las relaciones internacionales", Lecturas básicas para la intro-
ducción al estudio de las relaciones internacionales, 1998, pp. 117-131.
David J. Sarquís
416
realizó Lewis Margan durante su estancia con los iroqueses de Norteamérica durante la
segunda mitad del siglo XIX, de donde surgió gran parte del material en el que posterior-
mente se inspiró la gran obra de Engels sobre el origen de la familia, la propiedad
privada yel Estado.
315 Huntington, op. cit., p. 22, cursivas del autor.
David J. Sarquís
418
ral casi al nivel de un determinante genético. Cfr. Thomas Sowell, Raee and Culture, 1994.
¡\pr.c>~IIl~c:!.c>E~S al análisis práctico
un intenso debate desde hace mucho tiempo, pues de él depende directamente la posi-
bilidad de considerar a las relaciones internacionales como una disciplina autónoma. La
noción de sociedad internacional en este sentido, como ya vimos, no goza de consenso
universal, pero constituye una primera aproximación importante. Posteriormente
surgió la idea de un sistema internacional, a la cual y para darle mayor precisión se ha
trabajado recientemente el concepto del orden internacional que se expuso en capítulos
anteriores.
David J. Sarquís
426
ll7 En este contexto, ciertamente la definición del criterio para establecer "lo mejor"
o "lo más conveniente" se convierte en un serio problema que no es fácil disociar de los
aspectos más conflictivos del enfoque tradicional de la lucha por el poder.
David J. Sarquís
434
Conclusiones
que, sin lugar a dudas, deben ser puestas en tela de juicio, dando a
los propios afectados la oportunidad al menos, de conocer
otros esquemas para finalmente poder elegir en un ámbito de
libertad.
Estoy plenamente consciente de que la idea de "una sola
humanidad" puede tener sus matices peligrosos; es por eso que
el debate tiene que ser abierto e informado. Habrá quien sostenga
que las mujeres afganas son realmente felices bajo el sistema (que
a nosotros nos parece impositivo) de los talibanes, o que la extir-
pación de sus genitales redunda en beneficios reales para las mu-
jeres a las que se les practica en el norte de África, no obstante
yo creo (quizá de manera ingenua) que conociendo opciones, por
lo menos algunas de ellas se sentirían mejor bajo los esquemas
culturales dominantes de Occidente, sin que ello llegara a signi-
ficar una pérdida total de su propia identidad. Después de todo,
como la experiencia histórica sugiere, ninguna identidad cultu-
ral es enteramente estática y, como bien nos recuerda Savater, del
muy homogeneizador imperio de los romanos surgió la diver-
sidad cultural característica de la Europa contemporánea. 33o
Quizá entre los críticos de la globalización (particularmente
en la esfera de la cultura) persiste el temor de una homogenei-
zación forzada porque existe evidencia histórica para respaldar
sus temores, no obstante, una de las ventajas más importantes
de la revolución informática contemporánea, la cual ha trans-
formado radicalmente a los medios masivos de comunicación,
es precisamente la opción que ofrece para proyectar las voces
incluso de los más desprotegidos. En este sentido es muy impor-
tante tener en cuenta que la construcción de la nueva moral
internacional es un proceso abierto a todo público y si realmente
pretende alcanzar a la totalidad de los grupos que habitan el pla-
neta, así deberá mantenerse.
J JO Cfr. Fernando Savater, "¿Mundo homogéneo7", El País Semanal, núm. 10 7, Madrid.
EL TERRORISMO EN EL ESCENARIO
INTERNACIONAL CONTEMPORÁNEO:
UNA REEVALUACIÓN CRÍTICA DE LA
POLÍTICA DEL MIEDO EN UN MUNDO GLOBAL
lo menos los últimos 30 años en e! ámbito de la ciencia en general. Capra. por ejemplo.
en una de sus obras clásicas parte precisamente de este punto de vista: "Hoy. al comienzo
de la penúltima década de nuestro siglo ---<:lice- nos hallamos en un profundo estado de
crisis mundial". e! resto de la obra versa sobre lo inédito de la situación en e! plano de la
historia universal y la necesidad de nuevos paradigmas para confrontarla. Cfr. Fitjof
Capra. El punto crucial, 1982.
443
'''la prensa nacional dio amplio testimonio de esta visión. Cfr. loel Ortega, "Imagi-
nación vs Imágenes", Milenio, 18 de septiembre de 2001, p. 20; Carlos Fuentes, "Nueva
realidad, nueva legalidad", Reforma, 18 de septiembre de 2001; Luis Felipe Bravo Mena,
"Los dias que vienen", El Universal, 18 de septiembre de 2001; p. 28; Carlos Ramírez, "la
guerra y los dos fundamentalismos", en Indicador Político de El Financiero, 18 de sep-
tiembre de 2001, p. 54.
445
orden mundial había sido predominantemente colonial. ¿Qué tan viable sería volver al
mundo un escenario en el que el modelo del Estado nacional se convirtiese en una
realidad operativa? La drámatica historia del siglo xx tiene mucho con ver con los
intentos por responder a esta interrogante.
"'Cfr. Rafael Calduch Cervera, Relaciones internacionales, 1991, especialmente el
capítulo S, pp. 105-111. También hay abundante información en Dan Caldwell, World
politics andyou, 2000, especialmente el capítulo 4, pp. 52-71; o en Robert Kaplan, The
coming anarchy, 2001.
ciente para validar la necesidad de ampliar la gama de actores
que desde el punto de vista epistemológico se vislumbran sobre
el escenario internacional. Los más ortodoxos continúan soste-
niendo que, a pesar de todos los cambios aparentes, la dinámica
de las relaciones internacionales contemporáneas sigue siendo
una dinámica predominantemente estatal, porque a pesar de las
dificultades para organizar a las diversas sociedades del planeta
como estados nacionales, el esfuerzo formal se sigue haciendo
y ese tipo ideal sigue siendo el objetivo por alcanzar y conservar
a nivel planetario. En función de lo anterior, incluso las accio-
nes de estos supuestos nuevos actores internacionales siguen
siendo perfectamente explicables desde una perspectiva preferen-
temente estatal ya que, en última instancia, todos los procesos
internacionales pueden ser reducidos a una lógica estatocéntrica.
En otras palabras, desde el punto de vista de las relaciones inter-
nacionales, en esta visión ortodoxa, el Estado sigue siendo el eje en
torno del cual se configura nuestro objeto de estudio propiamente
dicho.
Así lo indica Hughes cuando afirma que:
Los estados siguen siendo los actores dominantes en la política
mundial. Los idealistas que quieren cambiar al mundo deben tra-
bajar en el marco del sistema interestatal en una de dos formas.
Algunos, especialmente los de tipo religioso y nacionalista tratan
de apoderarse del aparato gubernamental. Otros de tendencias
universalistas o globalistas, en última instancia buscan suplan-
tar a estados existentes con uno o más "superestados" e impulsar
un sentido de comunidad global. 339
acometer esta difícil tarea. Cfr. Araceli González Uresti, "las aportaciones de la teoría
general de sistemas para el estudio de las relaciones internacionales", en lIeana Cid (comp.),
Compilación de lecturas para el estudio de las relaciones internacionales contemporáneas,
1998, pp. 29-47.
obra de Jouve lo explica detalladamente: "Hoy en día, el Estado
ya no es el único actor de las relaciones internacionales, aun
cuando siga siendo considerado como actor privilegiado" ;342 el
resto del trabajo de este autor está directamente encaminado a
precisar esta afirmación y constituye uno de los manuales de
mayor prestigio entre los estudiosos de la realidad internacio-
nal contemporánea.
.Y terapias, 2000.
David J. Sarquís
El terrorismo internacional
Conclusiones
bre de 2002.
David J. Sarquís
490
dible tener todo esto en cuenta para así poder entender mejor el
porqué de las características específicas de las diversas cosmo-
visiones.
Esto es importante porque constituye la base de lo que, a
través del estudio se convierte en visiones paradigmáticas de la
realidad internacional, es decir, las plataformas intelectuales desde
las cuales se hace la lectura y la interpretación de la realidad
internacional para dotarla de significado específico.
Mi propio punto de vista sobre el particular es que el estudio
de las relaciones internacionales sólo se puede hacer de manera
integral, totalizadora desde una perspectiva sistémica como la
que ofrece la teoría general de los sistemas, inicialmente propuesta
desde la biología por Ludwig van Bertalanffy y luego exportada
al resto del ámbito de la ciencia por un sinnúmero de simpati-
zantes de un enfoque capaz de ir más allá del reduccionismo
simplista que sólo entiende a los sistemas como un conjunto for-
mado por partes interconectadas, para proceder a representarse
a su objeto de estudio y entenderlo como un sistema complejo
que debe ser abordado como una totalidad integral no fragmen-
tada y con vida propia.
La idea no es del todo nueva, ya la había vislumbrado Toma-
ssini al hablar de las diferencias características del enfoque sis-
témico con respecto a los enfoques tradicionales en los siguientes
términos:
Mientras que los analistas clásicos tendían a explicar cualquier
proceso global como el resultado de la acción entre los distintos
estados, los cultivadores de las nuevas corrientes sistémicas tendían
a interpretar el comportamiento de las unidades nacionales como
una consecuencia del funcionamiento de un sistema internacional
dotado de una estructura y de una dinámica propias y a buscar
la explicación de todo fenómeno particular en un nivel de gene-
ralización más alto. 30s
I
____ y David Sarquis, "La licenciatura en relaciones internaciona-
les de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales: el área de la teoría",
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500
PRESENTACIÓN
Roberto Domínguez Cáceres...................................................... 5
INTRODUCCIÓN.
EL ESTUDIO TEÓRICO DE LAS
RELACIONES INTERNACIONALES 7
CAPÍTULO 1
AsPECTOS ESENCIALES DEL ANÁLISIS
EPISTEMOLÓGICO PARA EL ESTUDIO
DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES........ 25
CAPÍTULO 2
EL MUNDO VlSTO COMO UN SISTEMA 101
CAPÍTULO 3
SOBRE EL SISTEMA INTERNACIONAL........................................ 167
CAPÍTULO 4
EL OBJETO DE ESTUDIO DE LAS RELACIONES
INTERNACIONALES: PRINCIPIOS BÁSICOS
PARA UNA BÚSQUEDA ONTOLÓGICA. 225
CAPÍTULO 5
UN OBJETO DE ESTUDIO CAMBIANTE:
EL ORDEN INTERNACIONAL POSTERIOR
A LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL 297
CAPÍTULO 6
OTROS ASPECTOS EPISTEMOLÓGICOS EN EL
ESTUDIO DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES............ 361
CAPÍTULO 7
APROXIMACIONES AL ANÁLISIS PRÁCTICO
EN RELACIONES INTERNACIONALES...................................................... 413
BIBLIOGRAFÍA 495
Colección Humanidades Tec
DEJAN MIHAILOVIC
La democracia como utopía
MARTA OCHMAN
El Occidente dividido:
Las relaciones bilaterales entre Estados Unidos y Europa
GENOVEVA FLORES
La seducción de Marcos a la prensa,
Versiones sobre el levantamiento zapatista
JORGE MENDOZA GARcíA, MARCO A. GONZÁLEZ PÉREZ
Coordinadores
Enfoques contemporáneos de la psicología social en México:
de su génesis a la ciberpsicología
INSTTI1JCIONES CüEDITüRAS