Carniato. La Pareja Pedagógica.

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 11

LA PAREJA PEDAGÓGICA, UNA EXPERIENCIA DE VALOR FORMATIVO

QUE ENRIQUECE LAS PRIMERAS PRÁCTICAS DOCENTES DE LOS ALUMNOS


DEL PROFESORADO EN CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN

Carniato, Jesica Judith; Tulián, Yanina; Velazquez Rodriguez, Silvana


Universidad Nacional de San Luis
[email protected] [email protected] [email protected]

Resumen
Con el presente trabajo se busca valorar el potencial formativo de las parejas pedagógicas
recuperando la experiencia que se lleva adelante, desde hace algunos años, en el espacio taller
Praxis IV: La Práctica Docente del Profesorado en Ciencias de la Educación, perteneciente a la
Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de San Luis. La tarea docente no se
realiza en soledad, y es a partir de la mirada del otro y de su estar ahí, que las prácticas
pedagógicas cobran sentido y se enriquecen. Las primeras prácticas docentes interpelan a los
practicantes como sujetos, los alejan del ideal de grupo y de las teorías sobre enseñanza y
aprendizaje aprehendidas durante la carrera, colocándolos justo en medio de un campo complejo.
Es en función de esto que cobra importancia la figura de la pareja pedagógica, en este espacio de
formación, aquel otro con la suficiente proximidad pero también con la suficiente distancia
como para ofrecer su mirada y sus sugerencias respecto de lo que en la clase aconteció; para, de
este modo, mejorar las prácticas. Al tiempo de brindar la contención y el acompañamiento
necesarios. A los fines de este trabajo recuperamos las experiencias de los propios practicantes
que pasaron por el taller durante el año 2014.

Palabras claves: Prácticas pedagógicas - Pareja pedagógica - Acompañamiento - Experiencia


Introducción
El objeto del presente trabajo es compartir una experiencia de trabajo con parejas
pedagógicas durante las prácticas que, desde hace algunos años, se lleva adelante en el marco del
espacio curricular Praxis IV: La Práctica Docente del Profesorado en Ciencias de la Educación,
perteneciente a la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de San Luis. La
propuesta consiste en que, a lo largo de las prácticas, los estudiantes trabajen constituidos en
parejas pedagógicas conformadas por dos practicantes cada una. En el plan de estudio de dicho
profesorado existe un eje transversal que atraviesa vertical y horizontalmente los cuatro años de
formación; este es el área de la Praxis. Esto significa que cada nivel de Praxis debe integrar los
conceptos aprendidos en los espacios curriculares del año correspondiente; al tiempo que debe
integrar y establecer relaciones con los aprendizajes de los niveles anteriores. Praxis IV: La
Práctica Docente se ubica en el último año de dicho profesorado, siendo el espacio en el que los
estudiantes realizan sus primeras prácticas docentes. Es decir, la tarea principal del equipo de
Praxis IV es andamiar ese primer encuentro de los estudiantes con la docencia, favoreciendo su
formación como futuros profesores. Es así que los estudiantes, luego de al menos cuatro años,
llegan a este espacio con un importante bagaje conceptual; pero también, y sobre todo, con un
cúmulo de ansiedades, emociones y temores frente a este desafío “final”. Si bien sabemos que es
solo el comienzo, en el imaginario de los futuros profesores en Ciencias de la Educación existe
esa idea de la práctica como una instancia final donde los estudiantes van a volcar y demostrar lo
que han aprendido luego de varios años de formación. Esta representación se ve alimentada por
las características que citamos anteriormente sobre el lugar que ocupa la práctica docente al
interior del plan de estudios, dado que se da en último año de la carrera. Sin embargo, a lo largo
de la cursada, lo que se intenta demostrar es que nadie deviene en docente mágicamente a partir
de un título, sino más bien a partir de la experiencia de la tarea docente, de aciertos y desaciertos;
de la mirada reflexiva sobre ellos y la capacidad de construir saberes. Tal como lo manifiesta
José Contreras (2011) “El de la formación del profesorado es un oficio (como todos los oficios
de la educación y, en general, todos los de la relación) que está lleno de paradojas, de
contradicciones, e imposibilidades, de azares y misterios, de momentos mágicos y, ¡como no!,
tambièn de frustraciones”. Esta es la idea rectora a partir de la que se fundamenta la importancia
de trabajar en parejas pedagógicas, reconociendo su potencial formativo para los futuros
docentes.
La pareja pedagógica en las primeras prácticas docentes
El campo educativo es hoy, y lo fue siempre, un ámbito sensible a lo que extra muro de
las instituciones educativas ocurría. Las prácticas de enseñanza y de aprendizaje no se dan sino
en un entorno que les hace las veces de marco contextual pero al mismo tiempo les da sentido e
influye en ellas. Es por esto que no podemos pensar en dichos procesos sin estar atravesados por
un contexto socio histórico, por lineamientos políticos, por luchas de poder y, sobretodo, por la
subjetividad de los sujetos que son protagonistas de la clase. “Las escuelas ya no son lo que
eran” solemos escuchar, ni son hoy lo que serán en el futuro. Enhorabuena que ello ocurra así,
porque implica que está viva, o debería estarlo; que modifica sus prácticas y dinámicas para
seguir acompañando a sus estudiantes en este proceso de aprender. Esto nos trae nuevos desafíos
que tienen que ver con conocer al grupo, conocer a los estudiantes de “hoy” para poder realizar
una propuesta pedagógica acorde y seleccionar estrategias pertinentes que verdaderamente
aporten a la buena enseñanza.
Los estudiantes de Praxis IV realizan sus prácticas en ámbitos formales, pudiendo elegir
según la disponibilidad de horarios y espacios de cada año, entre instituciones de Nivel
Secundario o instituciones del Nivel Superior (Instituto de Formación Docente Continua,
Instituto Superior de Educación Física y Universidad Nacional de San Luis). La elección del
espacio donde realizarán sus prácticas la efectúa cada estudiante, en función de sus intereses y/o
afinidades con el desempeño en cada nivel. Como deberá inferirse, cada uno de estos sujetos de
aprendizaje implica una complejidad diferente. No es lo mismo trabajar con estudiantes de nivel
secundario que con estudiantes del nivel superior, cada uno con sus propias características psico
sociales y cognitivas. Para poder conocer la institución en general y su grupo en particular, los
estudiantes realizan una aproximación institucional áulica en la que indagan sobre las
características mencionadas. El sentido es que estos estudiantes, que están cerca del comienzo
tengan información valiosa para poder realizar una propuesta pedagógica pertinente, acorde a sus
intencionalidades educativas, al contenido a enseñar y al grupo de alumnos con los que deberán
trabajar pensando siempre en llevar adelante una buena enseñanza.
Hasta aquí nuestra intención es introducir brevemente al lector respecto a algunos de los
aspectos que complejizan la tarea docente. Frecuentemente se banaliza lo que implica enseñar y
aprender; existen dos mitos populares que contribuyen a esto. Uno es aquel por el cual se cree
que con conocer y manejar una disciplina es suficiente para enseñarla; desconociendo
completamente la noción de transposición didáctica y de la construcción metodológica que se
debe realizar para ello. Citando a Meirieu (2006) diríamos que “enseñar es organizar la
confrontación con el saber y proporcionar las ayudas para hacerlo propio”. Es decir, tomar las
decisiones necesarias para que ese conocimiento que manejamos sea susceptible de ser
aprendido. Lo que implica todo un esfuerzo y un aprender a enseñar que nunca termina, porque
conforme los grupos cambien siempre será necesario seguir conociendo los nuevos modos de
aprender y, por lo tanto, descubriendo nuevos modos de enseñar. Si esto es así para los docentes
que hoy están en las aulas, cuánto más para estos nóveles profesores. El otro mito, tiene que ver
con considerar que existe una relación causal entre enseñanza y aprendizaje. Son varios los
autores que en el campo de la Didáctica han remarcado la idea que existe entre ambos procesos,
tal como lo afirma Fenstermacher (1997), una relación ontológica. Es decir, existe entre ellos
una relación en el orden del orígen; los procesos de enseñanza requieren de un otro que aprenda,
y es esta relación necesaria lo que los vincula. Esto no significa que los docentes debamos
resignarnos a la libre voluntad de los estudiantes, sino más bien que debemos definir nuestra
intencionalidad educativa y realizar nuestra propia construcción metodológica pensando en
favorecer los procesos de aprendizaje. Esta noción es muy importante a la hora de hablar de las
prácticas docentes, y principalmente si entendemos a dicha práctica como fuente de saberes y
conocimientos. En necesario tener presente que cuando una clase no resultó como se esperaba es
posible que las estrategias metodológicas utilizadas no hayan sido las pertinentes, que haya
ocurrido un problema en la transposición didáctica; pero también es probable que los estudiantes
estén pasando por un momento difícil a nivel personal, que estén atravesando dificultades como
grupo; entre muchos otros factores que inciden en la dinámica de una clase.
Estas nociones que venimos mencionando, tanto los procesos de construcción
metodológica como así también tener en cuenta esta relación no causal entre enseñanza y
aprendizaje permiten a los estudiantes pararse frente a sus propias prácticas y a los de su pareja
pedagógica desde otro lugar. No ya desde lo que está bien y lo que está mal, sino con una
apertura a una mirada reflexiva sobre la propia práctica de manera tal que esta experiencia se
constituya en fuente de saberes docentes. Al respecto argumenta José Contreras (2011) “El saber
docente va más allá de un conocimiento solo técnico y disciplinar, es un saber ligado a la vida y
a la propia experiencia, una experiencia reconocida y re-elaborada”. Una vez más mencionamos
aquí el carácter formativo que tiene para nosotras la experiencia por parejas pedagógicas. Un
saber que no tiene que ver con un saber hacer, con un saber técnico, sino que es más profundo.
Refiere a aquello que hace de la práctica fuente de experiencia, y que al pasarla por la razón, a
través de la reflexión crítica y analítica se convierte en un conocimiento que retroalimenta la
práctica enriqueciéndola.
Desde el punto de vista organizativo, cada estudiante elige un espacio curricular para
realizar sus prácticas. Una vez autorizados por la institución ellos ingresan a la clase, lo antes
posible, para ir conociendo al grupo y a su co formador; al tiempo que comienza a incorporarse
en la dinámica de la clase. Al momento de comenzar con las prácticas, tanto el equipo de Praxis
IV como los compañeros van a observar sus clases. Como parte del dispositivo de la cátedra,
cada estudiante debe realizar al menos ocho observaciones a sus compañeros, incluyendo las de
su pareja pedagógica. Esto es así, porque entendemos que es importante observar otras prácticas
para aprender de ellas, al tiempo que es valiosa la mirada del otro para enriquecer la propia.
Recordando aquí lo que mencionáramos en el párrafo anterior, recuperando la experiencia de la
práctica es su potencial como fuente de saberes docentes. De estos observadores ocasionales, hay
uno que tiene constancia en el tiempo y mayor conocimiento de la situación; nos referimos a la
pareja pedagógica. Cuando llega el momento de elegir los espacios curriculares para la
realización de las prácticas les solicitamos que se constituyan en parejas. La única consigna que
desde el equipo se les da es que elijan los horarios teniendo en cuenta la disponibilidad de
ambos. Cada pareja pedagógica se observará mutuamente y acompañará, en la mayoría de los
casos, desde el comienzo de la elaboración de la propuesta pedagógica hasta que la finalización
de las prácticas. Al respecto menciona un practicante: “Mi pareja pedagógica estuvo presente
desde el momento de la planificación, al ser buenos compañeros de estudio y compartir visiones
sobre la educación enmarcadas en una misma línea, siempre existió la confianza y los aportes
fueron tomados de la mejor manera”. Si bien al momento de realizar las prácticas concretas cada
uno se encuentra solo a cargo de su grupo, la pareja pedagógica, tal como argumenta el
practicante, acompaña y enriquece con sus aportes tanto la instancia de preparación de la
propuesta como el momento de analizar cada clase y lo que allí aconteció.
Una parte importante de la dinámica de Praxis IV son las devoluciones de las
observaciones. Al finalizar cada clase, se reúnen en un lugar tranquilo: el practicante, su pareja
pedagógica, el docente co formador, el docente del equipo de Praxis IV y los observadores
ocasionales. Es una instancia en la que, comenzando por el practicante, cada uno realiza una
apreciación de lo que allí ocurrió; citando fortalezas y cuestiones a seguir trabajando. Aquí es
donde cobra vital importancia la devolución de la pareja pedagógica que es quien no solo conoce
los debates, decisiones y reflexiones implícitas en la propuesta pedagógica de su compañera/o;
sino también, porque es quien acompaña su puesta en práctica de principio a fin. En este sentido,
la pareja pedagógica puede dar cuenta del proceso completo de las prácticas; por lo tanto, es
capaz de comprender lo que allí ocurrió a la luz de las clases anteriores. Es la mirada de un otro
que nos permite visibilizar lo que muchas veces la rapidez de la dinámica propia de una clase
escolar nos hace perder de vista. En definitiva, la pareja pedagógica es quien acompaña desde lo
emocional, con su estar ahí, esas primeras experiencias docentes que nos llenan de alegría,
miedos y ansiedades. Con respecto a ello una de las practicantes menciona “La pareja
pedagógica es una forma de llevar a cabo la tarea de las prácticas docentes de manera conjunta
favoreciendo el crecimiento de cada uno de los integrantes. Su función es la de acompañar tanto
en lo emocional como en el conocimiento”. En este sentido, aquel que observa debe tener la
suficiente cercanía como para que la devolución sea recibida lo menos “agresivamente” posible
en los aspectos a seguir trabajando y sean valoradas las fortalezas encontradas y sugerencias
dadas; al tiempo que cuente con la suficiente lejanía como para observar “desde afuera” lo que
en la clase ocurre, ya que el practicante al estar implicado en la propia práctica puede que se le
pasen por alto algunos aspectos importantes.
“La Pareja Pedagógica es un compañero de prácticas que se encuentra en la misma
situación que uno (de realizar sus prácticas docentes) y que acompaña en el proceso de
prácticas”, afirma una practicante. Un compañero que a su vez, asume otro rol, que ayuda a
potenciar ideas y en donde la comunicación debe ser una característica central de la relación de
ambos. Este, desde nuestro punto de vista, es otro aspecto importante de constituirse en parejas
pedagógicas, la empatía y la identificación con ese otro que está en mi misma situación. Es
encontrar en momentos que son percibidos como de soledad ante un campo que se abre frente a
nosotros, y era hasta hoy desconocido, un compañero de viaje. Como venimos mencionando, la
práctica docente en general, pero la primera en particular, implica al sujeto tanto desde lo
conceptual como desde lo emocional. Es por esto que entendemos que es posible enumerar
algunas características que una pareja pedagógica debería reunir para constituirse en una “buena”
pareja pedagógica. Cuando hablamos de buena pareja pedagógica, nos referimos a alguien que
acompañe tanto los aciertos como los desaciertos; que sea capaz de identificar y marcar las
cuestiones en las que es necesario seguir trabajando; que pueda aportar sugerencias acordes;
respetando la identidad docente de su pareja pedagógica. Al respecto menciona una practicante:
“Que no solo te festeje los éxitos sino que también te remarque los errores para poder mejorar.”
Mientras que otro resalta:

La pareja pedagógica es quien acompaña al estudiante en el proceso de la práctica docente, aporta sus
visiones, críticas constructivas y es de gran apoyo en esta etapa. Mediante el diálogo e intercambio de
opiniones, la pareja pedagógica nutre las prácticas de su compañero y al mismo tiempo enriquece las
suyas. Al ser un/a compañero/a de cursada, las vivencias y experiencias tienen un significado similar en
ambos casos, experimentan juntos y juegan diversos roles.

En este sentido el vínculo entre practicantes que constituyen una pareja pedagógica debe
ser cordial y colaborativo, para generar un espacio de verdaderos procesos formativos. En la
mayoría de las entrevistas surgió el tema de que la pareja pedagógica es aquel que te contiene en
este trayecto y que con sus aportes contribuye a fortalecer el proceso de formación. Cuando
existe entre dos personas una relación de respeto, confianza y solidaridad es posible el
aprendizaje mutuo. Tomando la voz de un practicante:

Es indispensable la empatía y capacidad de escucha y comprensión, la pareja pedagógica no es un “juez”,


sino un sostén y en muchos casos una guía. No es una relación de dependencia, sino de confianza en el
otro para fortalecer el trabajo como practicante.

En cambio, si entre ellas hay un vínculo basado en la competencia, el desentendimiento


y la crítica sin sentido, eso anula cualquier posibilidad de que dicho aprendizaje ocurra. No
siempre es posible construir el primer tipo de vínculo, lo que es un obstáculo para el desarrollo
de una buena experiencia formativa; con respecto a esto una de las practicantes manifiesta:

Mi pareja pedagógica no fue del todo constructiva con sus críticas, sólo se ocupa de observar y hacer
algunas críticas. (…). Lo que hizo también que fueran devoluciones muy superficiales, con poco análisis,
y enfocándose en los aspectos negativos más que en los positivos.

En función de lo que venimos mencionando, creímos pertinente elaborar una pequeña


lista con las características que debería tener una “buena” pareja pedagógica desde las voces de
los practicantes. Entre las más mencionadas están: empatía, confianza, responsabilidad,
compromiso, valorar al otro, sinceridad, motivación, pensamiento reflexivo, acompañamiento,
capacidad de observación minuciosa porque la pareja pedagógica es quien conoce el proceso de
preparación de las clases. Aquí vemos cómo estas características vuelven a hacer alusión a
aspectos más de índole relacional; dejando ver, una vez más, lo importante que es un buen
vínculo para el correcto desarrollo de una pareja pedagógica.

La pareja pedagógica en su doble función: formación-contención


A la hora de pensar en las primeras prácticas docentes, teniendo en cuenta lo recuperado
de la experiencia y lo expresado por los practicantes, entendemos que las parejas pedagógicas
adquieren un gran valor en dos sentidos. El primero relacionado con su potencial formativo, el
otro como contención y compañía en una etapa profesional vivida de manera sensible.
El espacio de la práctica en las instituciones educativas brinda nuevas oportunidades de
aprender, no ya desde lo teórico pensando en situaciones ideales; sino desde la realidad concreta
de una clase y las contingencias que en ella se presentan. Así, el espacio de la práctica se
constituye en fuente de posibles conocimientos pedagógicos. No solo a partir de lo que se
observa del co formador y su experiencia, sino también de sus propias prácticas y de las de su
pareja pedagógica. José Contreras (2011) nos dice
La formación tiene que ver con el hacerse a sí mismo como “preparación para”, como disposición, como
mirada. No es solo disponer de una serie de recursos para actuar, sino de una sensibilidad y apertura para
el encuentro con lo que no sabemos , con personas a quienes no conocemos, con situaciones que son
inciertas e imprevistas. Por tanto es como aprender a hacer cosas que no se sabe lo que serán. Todo un
arte: prepararse para lo imprevisto, pero sin sentirse perdido, sino reconociendo senderos por los que
experimentar(tantear, percibir, sentir) esa imprevisión , y que se resuelven como creación.

En este sentido, el aprendizaje tiene que ver también con aprender de lo imprevisto, de
lo que en clase puede ocurrir y que es en donde reside lo más maravilloso de este oficio.
Nosotros podemos saber cuáles son nuestras intencionalidades educativas de antemano, elegir el
material en función de eso; sin embargo, no podemos prever con exactitud matemática hacia
dónde disparará nuestra clase. Frecuentemente ocurre que aparecen emergentes que son tanto
más potentes que los que hemos preparado; y allí donde hay que estar preparado para lo
imprevisto. Esta soltura para prever lo imprevisto, para estar preparados para lo desconocido
suele darse con el correr de los años; y es porque se debe a la experiencia que una vez que
reflexionamos sobre ella se vuelve un saber docente que capitalizamos. De este modo, no sólo a
través de la propia experiencia sino también de la de su pareja es posible capitalizarla para
nuevos conocimientos. En este mismo sentido nos aporta un practicante:

“Constituirme en pareja pedagógica me ayudó a repensar también en mi propia práctica, en que hacer y
qué no hacer ante potenciales situaciones”
Como vemos, la propuesta de trabajar en parejas pedagógicas en las prácticas brinda la
oportunidad de una experiencia significativa para la formación del futuro docente. Entendiendo
la noción de experiencia tal como la planea Contreras (2011) “la experiencia tiene que ver, más
que con lo que hacemos, con la dimensión más receptiva y reflexiva de lo que nos pasa-incluido,
por supuesto, lo que nos pasa con lo que hacemos” Eso que nos pasa con lo que pasa es parte de
la otra función que se le otorga a la pareja pedagógica en el marco de la Praxis IV. Tal como lo
venimos mencionando a lo largo de este trabajo, la tarea docente es una labor compleja; en ella
no existen recetas mágicas ni es posible manejar todas las variables que afectan al fenómeno
educativo. En este sentido, las primeras prácticas docentes interpelan a los practicantes como
sujetos, los alejan del ideal de grupo y de las teorías sobre enseñanza y aprendizaje aprehendidas
durante la carrera, colocándolos justo en medio de ese campo complejo. Cualquiera de nosotros
recordará esos primeros pasos en la docencia cargados de miedos, ansiedades y alegría, como
una mezcla extraña de sensaciones y sentimientos. Al inicio del ciclo lectivo es posible percibir
esto en los propios practicantes, en sus presentaciones. Es en estos primeros encuentros con la
tarea docente en las que es posible que se sientan en soledad frente a un nuevo mundo que se
percibe como atemorizante. Bien sabemos que esos miedos de a poco van mermando, con el
correr de los días y de los años. Es por esto que estimamos valioso, y así nos lo hacen saber los
practicantes, esto de contar con un par, con un otro que acompañe y contenga este proceso. En
sus propias palabras, una practicante afirma:

La pareja pedagógica es un par que está transitando por lo mismo que uno, y nos acompaña
constantemente en el proceso de las prácticas docentes. Es un observador, nuestro primer crítico, el mejor
alumno, un colega camuflado entre los alumnos. Un cómplice ante los profesores, en el mejor de los
casos, un amigo en el camino.

Más allá del fundamental acompañamiento por parte del equipo docente, notamos que
para cada practicante es importante contar con el apoyo de ese par.
Al finalizar sus prácticas, cada estudiante debe presentar el “recorrido de su práctica
docente” utilizando distintos formatos e indicando algunas categorías que permitan el posterior
análisis de su experiencia en el trayecto de formación en Praxis IV. La mayoría de las
producciones presentaron, una vez más aquí, como valiosa y de gran apoyo a la pareja
pedagógica. Incluso en los “diarios de prácticas” los practicantes dejan entrever en sus
narraciones la relevancia que tiene el papel de su pareja pedagógica en las decisiones que toma a
la hora de pensar en su clase, en su práctica
En definitiva, la pareja pedagógica en el marco de las prácticas docentes de los
estudiantes de Ciencias de la Educación es una propuesta que no solo sigue vigente sino que
goza de excelente salud. En función de las devoluciones que año a año nos dan los estudiantes,
así como el potencial que se observa en esta dinámica considerando esa doble funcionalidad de
contención y formación.

Algunas consideraciones finales


La importancia de dar continuidad a esta propuesta de trabajo por parejas pedagógicas
en la práctica docente, reside en el doble sentido que adquiere esta dinámica de trabajo. En la
medida que se constituye en una instancia más de formación al tiempo que se brinda contención
y apoyo a los futuros docentes. Arribamos a esta idea luego de haber recuperado información de
practicantes de diferentes ciclos lectivos del Profesorado en Ciencias de la Educación, de los
trabajos finales y de presentación de estudiantes de este mismo espacio y de las observaciones
realizadas.
La pareja pedagógica se constituye en un aspecto de fundamental relevancia en las
prácticas docentes de los estudiantes que han transitado Praxis IV. Los estudiantes del
profesorado llegan al espacio de la práctica docente en el último año de su formación; luego de
un importante recorrido académico y, sin embargo, sintiéndose desprovistos de recursos. Es en
este espacio donde lo aprendido se pone en juego y es necesario, en muchas ocasiones, aprender
a desaprender; a estar preparado para que lo imprevisto ocurra, como nos diría Contreras. El
valor formativo de que esto sea así es que la experiencia, en tanto es analizada posteriormente de
manera crítica y racional, nos permite construir nuevos saberes docentes que tienen un gran valor
formativo. De este modo, no sólo la propia experiencia sino también la de la pareja pedagógica
brindan la posibilidad de adquirir nuevos conocimientos que solo se aprenden en la práctica y la
experiencia. No se trata de conocimientos mecánicos o técnicos sino de saberes de otro orden,
más profundos, resultado de un análisis crítico de la experiencia y que repercuten directamente
en la práctica. Se trata de un aprender con, y del otro.
Al mismo tiempo, la práctica viene atravesada de sentimientos de ansiedad, miedo y
alegría. Alegría por haber llegado al momento para el que se prepararon durante toda la carrera;
miedo y ansiedad frente a este mundo hasta ahora desconocido, e incluso es vivenciado como
peligroso. En este contexto, y en dichos de los propios practicantes, la figura de la pareja
pedagógica, aún cuando no le corresponde intervenir en la clase, es visto como ese par, ese
compañero de aventuras, que puede acompañar y comprender desde ese “estar en la misma”. Si
bien en los trabajos finales los estudiantes destacan la importancia del acompañamiento por parte
del equipo docente, es oportuno destacar que siempre el lugar de mayor gratitud es para la pareja
pedagógica. Dado que es la quien acompaña desde el momento cero el nacimiento de la
propuesta pedagógica y su puesta en marcha.
Entendemos que la tarea docente no debe desarrollarse en soledad, porque la mirada del
otro siempre nos enriquece. Aun cuando no formemos parte de equipos docentes, o estemos
solos en el aula, siempre es bueno dialogar con nuestros colegas, intercambiar ideas y
propuestas, estar abiertos a sugerencias. Cuanto más dar estos primeros pasos a través de un
aprendizaje mutuo y colaborativo.

Referencias Bibliográficas
Contreras, J. (2011). El lugar de la Experiencia. En: Contreras, D y Pérez de Lara, N. : Investigar
la experiencia Educativa. Cuadernos de Pedagogía Nº 417 Universidad de Barcelona.
España.
Fenstermacher, G. (1997). Tres aspectos de la filosofía de la investigación sobre la enseñanza.
En Wittrock, Merlin La investigación de la enseñanza: métodos cualitativos y de
observación. Barcelona. Paidós Educador.
Meirieu, P. (2006). Cartas a un joven profesor. Madrid: Grao.

También podría gustarte