La Tumba Inquieta
La Tumba Inquieta
La Tumba Inquieta
A Pierre
Un jamás a escritor a un siempre lector
NEWES.
A shelfy Coast,
Long infamous for Ships, and Sailors lost;
And white with bones.
[“Costa de escollos y bajíos, de largo tiempo infame por las naves y
marinos perdidos, y blanco de osamentas.”]
VIRGILIO,
Eneida, trad. Inglesa por Dryden.
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I
ECCE GUBERNATOR
Los más fuertes han perecido en la demanda. El arte es un lujo; requiere manos
blancas y tranquilas. Se hace primero una pequeña concesión, luego dos, luego veinte.
Durante largo tiempo se hace uno ilusiones con respecto a su moralidad. Luego se le
importa a uno un bledo, y luego se vuelve uno imbécil. FLAUBERT.
continuidad de la que tiene un charco entre las rocas que la marea llena de
espuma y que vacía luego. Nada queda por último salvo el sedimento que este
flujo va dejando; ámbar gris que sólo vale para quienes sepan utilizarlo.
“¿Otra vez seco?” dijo el Cangrejo al Charco entre las rocas. “También lo
estarías tú -repuso el Charco- si tuvieras que satisfacer, dos veces por día al
mar insaciable.”
A medida que envejecemos descubrimos realmente que las vidas de la
mayoría de los seres humanos sólo valen en la medida en que contribuyen al
enriquecimiento y la emancipación del espíritu. Por seductores que puedan ser
las gracias animales en nuestra juventud, si en nuestra madurez no nos han
ayudado a enmendar una sola letra del texto corrupto de la vida, nuestro tiempo
se habrá malgastado. Cumplidos los treinta y cinco, no vale la pena conocer a
nadie que no tenga algo que enseñarnos: algo más de lo que podríamos
aprender por nosotros mismos en un libro.
AMOR Y ANSIEDAD
Advertencia de un amante:
La unión sexual plena y mutua entre dos seres es la sensación más rara que
puede ofrecer la vida. Pero no es absolutamente real. Basta que suene el
teléfono para que se interrumpa. Solamente añadiendo a ella cada vez más
infelicidad (celos, separación, duda, renunciamiento) o cada vez más
artificialidad (alcohol, técnica, efectos escénicos) es posible sostener en su
fuerza original una pasión semejante. El que no la ha sentido, jamás vivió; el que
vive sólo para ella, sólo vive en parte.
Pagamos el vicio con el conocimiento de que somos perversos; pagamos el
placer cuando descubrimos demasiado tarde que no somos nada; sus cuentas
son llevadas en moneda menuda, por el total es igualmente alto.
El placer se apodera por entero del hombre que se entrega a él y no le dejará ocio para
ningún buen oficio en la vida que esté en contradicción con el goce de la hora
presente. Fácilmente podréis observar en las gentes dadas el placer una cierta
complacencia y la falta de toda severidad, que el hábito de una vida relajada y sin
preocupaciones les comunica; pero decidles vuestras necesidades secretas, vuestros
cuidados o tristezas, y encontraréis que han sacrificado la delicadeza de sus pasiones
al ansia de sus apetitos. STEELE.
¡Ah, ved cómo en los campos solitarios de los aeródromos y los puestos de
nafta en la montaña están enguirnaldadas de flores las efigies de Freud y de
Frazer! De Wabash a Humber las muchachas lanzas sus efímeros jardines de
Adonis a la corriente; con sagradas rumbas y boogie-woogies es honrado el Ello
en todos los hangares, la sacerdotisa entona largos pasajes de la liturgia en la
que el Ello más se complace; jactanciosas genealogías y anécdotas de los
Pornócratas, ensalmos del vudú, piélagos de jeringonza de Maldoror y
Finnegans Wake… En un éxtasis de besos que vuelven los dioses fluviales;
entonces Pan y Priapo, con sus rojos sombreros de hongo, ceden a la Razón
Humana, la Razón Humana al Amor Divino, “Caelestis Venus” y el amor Divino
al Girar de los Planetas a través de los resplandecientes e impersonales
desiertos del Éter.
La vida pagana ideal, gozosa, sensual no es una vida doliente ni triste. No; y sin
embargo su término natural es la clase de existencia que tan vívidamente nos
muestran Pompeya y Herculano: una vida que en manera alguna nos sugiere la idea
de horros y sufrimiento, una vida que hasta, en más de un modo, place a los sentidos y
al entendimiento. Pero la misma intensidad y persistencia de su sugestión sobre los
sentidos y el entendimiento, por estimular así con exceso un solo lado de nuestro ser,
acaba por fatigarnos y sublevarnos, acaba dejando en nosotros una sensación de
confinamiento, de opresión, y el deseo de un cambio radical, de nubes, tormentas,
efusión y descanso. MATTHEW ARNOLD.
Sólo amamos una vez, pues sólo una vez se está perfectamente equipado
para amar. Podrá en otros momentos parecernos que amamos lo mismo; como
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un día a principios de septiembre, aunque seis horas más corto, parece tan
caluroso como uno de junio. Y de cómo sea ese primer amor depende el patrón
de nuestra vida.
Dos temores se alternan en el matrimonio, el de soledad y el de servidumbre.
El temor a la soledad es mayor que el temor a la servidumbre y de ahí que nos
casemos. Por una persona que teme sentirse así atada hay tres a las que
aterroriza sentirse libres. No obstante, el amor a la libertad es una noble pasión
y la mayoría de la gente casada aspira secretamente a ella –en aquellos
momentos en que no se sienten neuróticamente supeditados-, pero ya es
demasiado tarde para ello; el buey no puede volver a ser toro, ni la gallina
convertirse en halcón.
El temor a la soledad puede vencerse, pues proviene de la debilidad; los seres
humanos han sido hechos para vivir libres, y ser libre es estar solo, pero el
temor a la servidumbre es el temor a un peligro real, y aun me parece más
patético cuando se trata de hombres jóvenes que temen la soledad y se casan,
y de muchachas bonitas que se preocupan por quedarse solteronas.
El primer amor es el único que vale la pena, a pesar de lo cual los mejores
matrimonios son casi siempre los segundos: pues sólo deberíamos casarnos
cuando el deseo de libertad se ha extinguido por sí mismo; sin contar que hasta
entonces no sabe el hombre si pertenece al género de los que pueden
asentarse. Las rupturas más trágicas son las de esas parejas que se han
casado jóvenes y gozado siete años de felicidad, al cabo de los cuales estallan
los fuegos tapados de la pasión y la independencia, y sin saber por qué, puesto
que continúan queriéndose mutuamente, emprenden su común destrucción.
Cuando termina un asunto amoroso, el golpe más duro lo recibe la vanidad del
abandonado. Será, pues, razonable suponer que, en sus comienzos, la fuente
mayor de satisfacción es también la vanidad. Los primeros síntomas de una
atracción mutua inducen aun al inconsolable a vivir en el presente.
El partir nueces flavas, contemplando los plátanos flavos moteados de verde y
amarillo, leyendo el Tao Te King junto a un fuego de leños: Tal es la sabiduría
de otoño: el estudio equinoccial de las religiones.
Jesús era un hombre irritable: su maldición contra la higuera estéril fue un
simple movimiento de despecho, su actitud con respecto a los fariseos fue el
arrebato de ira de un paranoico. Habla de ellos como lo hace Hitler de los que
crearon la Sociedad de Naciones. Todas esas parábolas que terminan: “allí será
el llorar y el crujir de dientes”: ¡qué tonto para un redentor! Se me ocurre que
incidentes como el enojo contra el hombre que va a la boda sin vestido de gala o
el elogio de la usura en la parábola de los talentos sólo pueden explicarse como
estallidos de arrogancia y de mal carácter. Aunque un genio inspirado como
místico y reformador moral, Jesús es también de pies a cabeza un judío; no
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quiere romper el marco del Antiguo Testamento, la Ley y los Profetas, sino
enriquecer su contenido ético; de ahí que imite la intolerancia de los fariseos a
quienes condena (“¡Generación de víboras!”) y mantenga el papel vindicativo de
Dios Padre, al que pretende haber reemplazado.
Impresión de Jesucristo después de haber releído los Evangelios: Creía que
era el Hijo de Hijo de Dios, detestaba cordialmente a sus parientes, era un
pedante, joven serio y valeroso (¿dónde estuvo, qué hizo, entre los doce y los
veintinueve?) Sentía un odio neurótico por los fariseos, la familia, su ciudad
natal y el adulterio, y es posible que fuera un bastardo (Ben Pandere);… <<La
tradición judía es que era hijo de un centurión romano, Pantheras, “la pantera”. De ahí su
desafecto por su “padre” y sus “hermanos” y su actitud ambivalente hacia su madre y el
adulterio. (Su definición del adulterio es tajante, y coloca el “No cometerás adulterio” como el
único mandamiento junto al “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. La interrogante sobre la
mujer adúltera pudo ser una especie de celada que le tendieron los que creían en esta
historia.) He oído decir a un amigo mío que el sabio alemán Von Domaszewski pretendía
haber encontrado en nuestra muralla romana la lápida de Pantheras, que mostraba que su
legión había estado en Judea por el año 4 a. de C. Los cristianos aseguraban que Pantherou,
hijo de la pantera, era una corrupción de Parthenou, “de la Virgen”. Sobre este tema hay un
singular poema de Hardy. >> …tenía un sentido macabro del humorismo; sentía una
gratitud abrumadora hacia todos los que creían en él (“Tu eres Pedro”) y una
gran afinidad con su primo Juan, mayor que él, pero aunque moldeó su vida por
la de él, era menos ascético. Le gustaba el vino y era muy aficionado a las uvas
y los higos. Más civilizado que su primo, el final de éste lo afectó
profundamente, advirtiéndole de lo que podía sucederle a él mismo si insistía.
La muerte de Juan y la revelación de su mesianidad en Cesárea de Filipo
obraron en él un cambio radical: impaciente, irónico y pronto de genio, era un
verdadero curandero por la fe, sublimemente inspirado por su convicción en sí
propio y no menos trágicamente traicionado por ella. No creo en su divinidad,
pero es imposible no creer en su grandeza, su majestad, su intuición fatalista y
en esa mixtura de sabiduría práctica y sublimes visiones que es lo único capaz
de salvar a nuestro mundo. Su fe lo llevó hasta el final; luego, flaqueó. ¿Huno un
acuerdo secreto entre él y el Bautista? Éste, se me antoja, es la clave de
muchas cosas. Con respecto a los milagros, suspendo todo juicio. Jesús parece
distinto de todos los demás hombres por lo seguro que esta de serlo. Pero
¿hasta qué punto es distinto Buda, Juana de Arco, San Francisco, el Nijinsky de
los diarios y otros que también se consideraron seres aparte y enviados de
Dios?
Buda, en cambio, es demasiado oriental. Su valor para vivir hasta edad muy
avanzada, entre discípulos que iban envejeciendo a la par, confiere una
monotonía pedagógica a su enseñanza. Por otra parte nunca podemos retener
todos los nombres con él asociados; no se adaptan a nuestro oído occidental.
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Solamente la sabiduría china tiene una afinidad mental con Occidente; los
chinos son siempre prácticos. Y Tao, una religión sin palabras, sin salvados, sin
doctrina, sin Dios ni vida futura, cuya verdad es la huella de una pezuña llena de
agua ¿qué más podríamos pedir? <<El Taoísmo es una conciliación monista del ser
humano con lo inhumano, inactiva armonía del universo. A cambio de esta adaptación el
taoísta resuelve su conflicto y adquiere una sensación de poderío y de calma, que se resiste a
perturbar. Su quietismo es afín al de Zenón, Epicuro, Molinos y San Juan de la Cruz, peso se
halla peligrosamente expuesto a la corrupción del laisser-aller.>>
Nunca vi un hombre con una tal serenidad creadora. Irradiaba de él como de un sol. Su
rostro era el de un hombre que conoce el día y la noche, el cielo, el mar y el aire. No
hablaba de estas cosas. No tenía lengua para hablar de ellas…
He visto a menudo la ventana de Klee desde la calle, con su pálido rostro oval, como
un ancho huevo, con sus ojos pegados a los cristales. J. ADLER.
MUJERES
No hay furia comparable a una mujer que busca un nuevo amante. Cuando
vemos una mujer rumiando mansamente sus pensamientos al lado de su
segundo marido, es difícil imaginar lo brutal, implacable y mezquinamente que
se deshizo del primero. En la vida de una mujer hay dos grandes momentos:
cuando descubre que está profundamente enamorada de su amante, y cuando
lo abandona. El abandonarlo le permite ser a la vez sádica y masoquista, el
sentirse de piedra cuando él le implora que se quede y el llorar porque ha
resuelto irse.
Las mujeres son distintas de los hombres, y el romper con el pasado y dejar
hecho trizas al hombre que querían responde a una oscura necesidad de su ser.
Así, las amigas de la mujer sentirán casi tanto placer como ella cuando se
dispone a abandonar al hombre. Juntas preparan el edicto contra el marido que
le despojará de sus amigos. Les gusta saber la fecha, atizar el fuego, y dar
vueltas en torno del monstruo inspeccionándolo atentamente cuando se queda
solo. A centenares de millas de distancia oyen el ruido pesado sobre el suelo de
las valijas a punto de partida.
Tened cuidado con la mujer de muchas amigas, pues siempre éstas tratarán
de destruir el conyugal nosotros. Una amiga sola es todavía peor, a menos que
nos casemos luego con ella. En Norteamérica, todas las mujeres tienen su
colección de amigas; algunas, primas, el resto adquirido en el colegio. Ellas
constituyen un comité permanente que examina los asuntos de cada una, que
“se lanzan al mundo” juntas, que se casan y se divorcian juntas, y que acaban
como esos grupos de señoras de club activas, saludables y bien informadas que
gobiernan la sociedad. Contra ellas, la Pareja o Ehepaar está indefensa, y el
Hombre a sus ojos no es sino un interludio biológico.
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Pero, una vez dicho lo peor con respecto a las mujeres, tenemos sin embargo
que admitir, con Byron, que son mejores que los hombres. Más abnegadas y
menos egoístas, son también más sinceras emocionalmente. Cuando su larga
mecha de crueldad, de engaño y de venganza se enciende, siempre es la
desconsideración de un hombre la que le ha prendido fuego.
Una mujer que no es capaz de fingir sumisión jamás hará feliz a un hombre, y
por tanto jamás será feliz ella misma. Jamás hubo una sufragista dichosa. En
una unión perfecta hombre y mujer son como un arco en tensión. ¿Quién podría
decir si es la cuerda lo que doblega al arco, o el arco el que tensa a la cuerda?
Pero ambos, el arco macho y la cuerda mujer, están en mutua armonía, y sus
flechas pueden ser dirigidas al blanco. Sin tensión, el arco no tiene objeto, y la
cuerda pende en ocio.
El hombre que no tiene nada que ver con las mujeres es siempre incompleto.
El puritano es incompleto porque excluye esa mitad de sí mismo que teme, y
cuanto más estrictamente se aprisiona en su ñoñería tanto más difícil le será
encontrar una mujer lo bastante valiente para simular la vulgaridad capaz de
liberarlo.
Sabba dukkha, sabba anatta, sabba anikka. <<“El dolor está en todas partes”.
No hay una entidad permanente en el hombre. No hay una realidad permanente en las
cosas.” BUDA (“endecha que aún resuena lúgubremente en diez mil monasterios).>>
Una piedra en un río; un pedazo de madera choca con ella; hojas secas, leños
y ramas a la deriva se aglutinan en torno con un poco de légamo; crecen unos
yerbajos y pronto unos pájaros hacen su nido y alimentan a sus crías en medio
de las plantas acuáticas que florecen. Luego, crece el caudal del río y se lleva la
tierra. Los pájaros emigran, las flores se secan, las ramas son dislocadas y
siguen a la deriva; no queda otro rastro del islote flotante que una piedra
cubierta por el agua: tal es nuestra personalidad.
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Toda la desgracia de los hombres proviene de una sola cosa: no saber estarse quietos
en un cuarto.
[Ennui:] Nada tan insoportable para el hombre como estar en un reposo absoluto, sin
pasiones, sin quehacer, sin diversión, sin aplicación. Entonces siente su nada, su
insuficiencia, su dependencia, su impotencia, su vacío. Inmediatamente brotará del
fondo de su alma el tedio, el malhumor, la tristeza, el pesar, el despecho, la
desesperación.
[La Gloire:] La admiración lo estropea todo desde la infancia: ¡Ah, qué bien dicho! ¡Oh,
qué bien lo ha hecho! ¡Qué sensatez! etcétera…
Pascal y Leopardi (ambos murieron a los treinta y nueve años) nos deprimen y
asustan porque fueron enfermos, casi deformes, y así su deformidad hace en
gran parte sospechoso su pesimismo. Son los Grandes Inquisidores que
invalidan nuestras coartadas de salud y de felicidad. ¿Eran pesimistas porque
estaban enfermos? ¿O bien su enfermedad actuaba como un atajo hacia la
realidad, que es intrínsecamente trágica? <<Pues a pesar de lo que sepamos en
contrario, 103 o 104 grados Fahrenheit podría ser una temperatura mucho más favorable a la
germinación y crecimiento de las verdades que la temperatura corriente de la sangre de 97 o
98 grados. WILLIAM JAMES>>. ¿O bien su deformidad estimuló al rebaño a
tratarlos sin miramientos y creó así en ellos una impresión peyorativa de la
naturaleza humana? En muchas reflexiones de Pascal se advierte ya, no sólo la
exactitud científica, sino también la morbosidad y el mal humor, la injusticia de
Proust.
¿Cómo sería la salud de la Rochefoucauld?
El “Yo” de Pascal es el “Ello” de Freud. Así Pascal escribe. “El yo es odioso…
el yo tiene dos cualidades: in injusto en sí, porque se instituye en centro de todo;
es incómodo para los demás, porque pretende subyugarlos: pues cada yo es el
enemigo y querría ser el tirano de todos los demás.”
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Esto es ya Freud. Pero aunque el niño nazca todo “Ello”. Este “Ello” es todo
codicia, ira, miedo, vanidad y lujuria. Nuestra misión es purgarlo, mudarlo,
gradualmente como el insecto muda su forma larvaria.
La vida es un laberinto en el que tomamos el callejón que no corresponde
antes de haber aprendido a andar.
Pascal dice: “La muerte suele ponerlos [a los que buscan el placer] muy pronto
en la horrible necesidad de ser eternamente desdichados …”. Olvidamos que
Pascal cree en el Infierno, porque podemos aceptar tantas otras cosas en que él
cree. Sin embargo, el creer en el Infierno tiene forzosamente de que deformar
todas sus ideas sobre este mundo. Por mucho que un cristiano diga que la
doctrina central de la Iglesia es la Encarnación y sólo ella, inevitablemente es
arrastrado a la salvación exclusiva, al Cielo y el Infierno, a la censura y a la
persecución de la herejía, hasta encontrarse de pronto entre los jesuitas
propietarios de burdeles y los obispos que bendicen cañones de la guerra civil
española.
Pascal (o Hemingway, Sartre o Malraux).
La Nochebuena se viene,
la Nochebuena se va,
y nosotros nos iremos
y no volveremos más.
es posible sin dificultad la separación, que más tarde sólo puede llevarse a cabo
desgajando un gran pedazo de sí mismo, la fibra interior de horas, días, años.
Resolución de Año Nuevo: pierde media arroba y el resto vendrá por sí solo.
La obesidad es un estado mental, una enfermedad producida por el aburrimiento
y la decepción. La gula, como el amor a la comodidad, es una especie de temor.
La única manera de adelgazar es fijarse de nuevo una finalidad en la vida.
Así, un escritor tiene que estar en un constante entrenamiento: si pesa media
arroba de más, es que esa media arroba representa para él un exceso de
abandono, de pereza entorpecedora; en suma: un embotamiento de la
sensibilidad. Sólo hay dos maneras de ser un buen escritor (y ninguna otra
categoría vale la pena): una, como Homero, Shakespeare o Goethe, es aceptar
plenamente la vida; la otra (Pascal, Proust, Leopardi, Baudelaire) es negarse a
perder de vista ni un instante su horror. Hay que ser Próspero o Calibán, entre
ellos se extienden vastas áreas perdidas de debilidad y de placer.
Mientras más veo la vida más advierto que únicamente la comunión solitaria
con la naturaleza es capaz de darnos una idea de su riqueza y su sentido. Sé
que en una tal contemplación estriba mi verdadera personalidad, y no obstante
vivo en una época en que de todas partes me están diciendo de continuo
exactamente lo contrario y exigiéndome que crea que la actividad social y
cooperativa de la humanidad es el único camino que puede abrirse a través de
la vida. ¿Seré yo una excepción, un paria del rebaño? Pero también hay abejas
solitarias, y no por eso se pretende que sean biológicamente inferiores. Un
planeta de contempladores, cada uno soleándose ante su umbral como la abeja
albañil; ¡nadie ayudando a nadie, y nadie necesitando ayuda!
Matrimonio: “Una experiencia por la que todos deberían pasar, para vivir luego
su vida propia” o “vivir su propia vida, una experiencia por la que todo el mundo
debería pasar, para luego casarse”.
La tragedia del matrimonio moderno es que las parejas casadas dejan de
gozar del apoyo de la sociedad a pesar de que el matrimonio, ya bastante difícil
siempre, requiere todas las sanciones sociales. Así, en el pasado, las mujeres
casadas censuraban a las no casadas; los constantes castigaban a los
inconstantes; la sociedad proscribía a los divorciados y los que vivían en
pecado. Ahora hace lo contrario. El Estado acosa a la pareja humana y toma al
marido y la mujer para sus guerras, mientras la sociedad espera
impacientemente la primera agitación de la querida o el amante, y toda suerte
de inadaptados solitarios y neuróticos, impotentes, y envidiosos, se ceban en la
pareja joven.
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En el amor cuerdo cada uno adivina el ser oculto cardinal del otro y, negándose a creer
en el simple ser cotidiano, crea un espejo en el que el amante o el amado ve una
imagen que copiar en la vida cotidiana. YEATS.
EL CÍRCULO MÁGICO
Objetivos de paz:
una amarillenta granja solariega dentro de este círculo mágico;
un helicóptero para llevarme a
una oficina en Londres o París y
a mi cabaña en Almuñécar o Ramatuelle
Sueño diurno: Una casa clásica dorada, de tres pisos, con buhardillas de ojo
de buey y vista sobre el agua. Afuera una magnolia junto al muro, una terraza
para el invierno, un gran árbol para el verano y una pradera de césped para
jugar; un monte frondoso detrás y un río delante, un jardín al abrigo del viento,
abundante en higos y nectarinas, y una torrecilla en la esquina, forrada de libros
como la de Montaigne, grupo del círculo mágico, con esta divisa tomada de él:
“La libertad y la ociosidad que son mis cualidades maestras”.
Mientras ando por ahí con mi grueso sobretodo negro, un traje oscuro y la
carpeta de cuero bajo el brazo, sonrío pensando hasta qué punto este atavío
disfraza oficialmente la figura estrafalaria y ajetreada por la tempestad. ¿Quién
sabe quien es un poeta payaseando de burócrata? ¿Y quién podría darse
cuenta?
El secreto de la felicidad consiste en la evitación del Angst (ansiedad, spleen,
noia, culpabilidad, temor, remordimiento, cafard). Es un error considerar la
felicidad como un estado positivo. Suprimiendo el Angst, condición de toda
infelicidad, quedamos en situación de recibir cualquier dicha que pueda estarnos
destinada. Conocemos muy poco del Angst, que hasta puede provenir del
trauma natal, o ser una versión primitiva del sentimiento del pecado original,
pero podemos tratar de averiguar qué es lo que la agrava. <<Los freudianos
consideran que la ansiedad proviene de la represión de la ira o del amor. Kretschmer piensa
que existe una oscura relación somática entre la ansiedad y el sexo. Los teólogos lo asocian
con la caída del hombre, los behavioristas con la mala digestión, Kierkegaard con el vértigo
que precede al pecado. Buda y muchos filósofos la tenían por inherente al deseo. Así, Bacon
cita a Epicuro: “No uséis para no desear, no deseéis para no temer.”>>
El Angst puede tomar la forma de remordimiento por el pasado, culpabilidad
por el presente, ansiedad por el futuro. A menudo se debe a nuestra aceptación
de hábitos convencionales de existencia, por un conocimiento imperfecto de
nosotros mismos. Así, el hacer esperar a alguien o el que nos hagan esperar es
una causa del Angst que no guarda proporción alguna con la falta venial de la
impuntualidad. Podemos por tanto presumir que hacemos esperar a la gente
simbólicamente porque no deseamos verla y que nuestra ansiedad se debe, no
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a estar retrasados, sino a tener que verla al fin. Una persona crónicamente
impuntual debería cancelar todos sus compromisos por un periodo determinado.
De modo análogo, la ansiedad porque nos hagan esperar es una forma de los
celos, un temor de que no nos quieran.
La fatiga es una causa de Angst, que con frecuencia desaparece si la persona
fatigada puede acostarse a descansar; el aire viciado es otra causa, o el ver un
tren del metro arrancar en el momento en que llegamos al andén.
El permanecer hasta muy tarde en un restaurante (especialmente si tiene uno
que pagar la cuenta) o el tener que soportar una comida larga después de un
cocktail party incita particularmente el Angst, cosa que no ocurre cuando
bebemos tranquilamente sentados en una butaca con un libro. Los almuerzos de
negocios son también otra forma manducatoria de la que preferiríamos ser
sacados en un ataúd. Desde luego, una causa de Angst es la conciencia que
sentimos de estar malgastando nuestro tiempo y nuestras capacidades, como
vemos entre la gente que espera su turno en la peluquería.
Consideraciones ulteriores sobre la cobardía, la pereza y la vanidad; vicios que
hacen poco daño a los demás, pero que nos impiden hacer ningún bien y que
envenenan y debilitan todas las virtudes. La pereza pudre la inteligencia, la
cobardía destruye en su origen toda fuerza, mientras la vanidad por su parte nos
inhibe de hacer frente a los hechos que podrían enseñarnos algo y embota
todas las demás sensaciones.
Verdad fundamental de La Bruyère: “La experiencia confirma que la blandura o
la indulgencia para consigo y la dureza para con los demás no es sino un solo y
mismo vicio.”
Veo el mundo como una especie de Hoyo Negro de Calcuta, en cuyo fondo
damos vueltas en medio del légamo y las tinieblas; a veces, simplemente el
estar en el mundo basta a darme una violenta claustrofobia (¿o será la cortedad
física de aliento la que produce la sensación de claustrofobia y por consiguiente
la imagen del Hoyo Negro?). Entonces sé que sólo mediante una fuga
desesperada como la de Pascal, me es posible respirar; pero la cobardía y la
pereza me impiden escapar.
[¿Quién escapó acaso?]
Los que saben no hablan;
Los que hablan no saben. LAO-TSE.
otro mundo, el mundo del espíritu, adquieren una visión que deforma los valores
de la vida corriente; son consumidos por la hierba del desapego. La curiosidad
es su único exceso y de ahí que se les reconozca, no por lo que hacen, sino por
lo que dejan de hacer, como esos “arafantes” o discípulos de Buda que han
hecho voto de las “Nueve Incapacidades”. Así, no quitan la vida, no compiten,
no se jactan, no van con grupos de más de seis personas, no condenan a los
demás; silenciosos, contemplativos, no son aficionados al jolgorio, se sienten
deprimidos por el chismorreo, la algazara y los de su edad, esperan a que se les
telefonee, no hablan en público, no tienen mayor interés en los amigos, ni se
vengan de los enemigos. El conocimiento de sí propio les ha enseñado a
renunciar al odio, el reproche y la envidia, y parecen más tristes de lo que en
realidad son. Rara vez hacen afirmaciones terminantes, pues ven siempre, junto
a su afirmación, como un pintor ve el color complementario, la imagen de su
opuesta. La mayoría de los cuestionarios psicológicos tienen por objetos el
descubrir a estos lunáticos, a fin de no darles un empleo. Ellos se adivinan entre
sí por una cálida indiferencia recíproca, pues saben de sobra que no están
hechos para juntarse, sino para exhalar, como fosfóricos tocones en la selva del
mundo, su engañosa irradiación.
Los dos errores: podemos tener una concepción espiritual de la vida o una
concepción materialista. Si creemos en el espíritu, en ese caso hacemos una
suposición que permite todo un encadenamiento de suposiciones, hasta la
creencia en las hadas, las brujas, la astrología, la magia negra, los fantasmas y
la adivinación; el punto de parada de nuestra credulidad depende de nuestro
temperamento o nuestro humor en un momento dado. Así, los cristianos
primitivos creían en los milagros de los falsos profetas y consideraban los dioses
paganos como demonios bien atrincherados. Eran más paganos que yo. A su
vez, la concepción absolutamente materialista conduce a sus propios excesos,
tales como la creencia en el behaviorism, en la base económica del arte, en los
cimientos sociales de la ética, en la naturaleza biológica de la psicología -en
suma, a la justificación de la conveniencia y, por ende, en final de cuentas, a la
falacia de los Medios-Fines que están matando a nuestra civilización.
Si creemos en una inteligencia sobrenatural o sobrehumana que ha creado el
universo, acabaremos por abastecer nuestra biblioteca con las profecías de
Nostradamus y los cálculos sobre la Gran Pirámide. Si, en vez de ello,
decidimos viajar vía Montaigne y Voltaire, nos asfixiaremos entre las arideces
sulfurosas del Club del Libro de Izquierda.
Es un comentario significativo a la victoria de la ciencia sobre la magia que, si
alguien nos dijera: “Si pongo esta píldora en tu cerveza, la haré explotar”, acaso
le creeríamos; si en cambio clamase: “Si pronuncio este encantamiento sobre tu
cerveza, la dejaré sin sabor alguno”, seguramente permaneceríamos incrédulos,
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y Paracelso, los alquimistas, Aleister Crowley y todos los magos habrían vivido
en vano. No obstante, cada vez que leo algo científico, me vuelvo mágico; y
cada vez que estudio magia, científico.
No podemos decir que la verdad yazga en un justo medio entre la concepción
espiritual y la material, puesto que la vida tiene que ser una cosa o la otra. Pero
¿podría ser ambas? Suponiendo que la vida hubiese sido creada por un acto de
Dios determinando que la combinación accidental de elementos químicos
formase una célula; creada en suma por un accidente deliberado: en ese caso,
sería natural, en la seguridad de la juventud, cuando el cuerpo parece bastarse
a sí mismo, recalcar la naturaleza materialista de los fenómenos, y en la vejez,
cuando el cuerpo comienza a traicionarnos, abandonar nuestra visión
materialista por un cosmorama más espiritual; y en ambos casos tendríamos
razón.
El sol entra a torrentes en la habitación, la paloma afila su canto de amor en el
tejado, en la plazoleta crece la hierba verde, la tierra ha sido despejada
alrededor de los narcisos como despejan un escenario para los bailarines, y bajo
un límpido cielo azul las calles recuerdan a Canaletto: la primavera londinense
se nos viene encima.
Primavera: estación de matanza y ofensivas, de días tibios y sangre que mana,
de flores y de bombas. ¡Afuera los jacintos, adelante con la carnicería! ¡Tiempo
espléndido para los tanques y las minas de tierra!
El momento creador del escritor llega con el otoño. El invierno es la estación
para la relectura, la revisión, la labranza del suelo; la primavera para el deshielo
de retorno a la vida; el verano para el aire libre; para saciar el cuerpo con la
salud y la acción; pero desde octubre a Navidades para dar suelta a la energía
mental enjaulada: dura corona del año.
La dualidad del hombre es la herejía de Pablo y de Platón, herejía porque el
concepto de alma y cuerpo implica forzosamente una pugna entre ambos que
conduce por un lado al ascetismo y el puritanismo, y por el otro a un exceso de
materialismo y sensualidad. La grandeza de Cristo y de buda estriba en su
renuncia al ascetismo por la Senda del Medio.
La vida espiritual del hombre es el florecimiento de su existencia corporal: hay
una vida física que continúa siendo la norma perfecta de vida para el hombre
natural, una vida de íntimo contacto con la naturaleza, con el sol y el paso de las
estaciones, y rica en oportunidades para las migraciones y el retorno al hogar de
los equinoccios. Esta vida se ha vuelto ahora artificial, fuera del alcance de
todos los no ricos o tercamente libres; pero hasta que volvamos a ella seremos
incapaces de apreciar las potencialidades de la vida. (Ballenas, arponeadas en
el Ártico, son encontradas cruzando las aguas antárticas; hombres, señalados
en la infancia por un anillo, son vistos, setenta años después, bajo la misma
24
piedra). Podemos comparar el ser humano con un árbol frutal cuya finalidad es
su fruto, frutecer más allá de toda proporción con el valor del árbol; y, sin
embargo, a menos que el árbol reciba sus años de cuidados y sus
requerimientos de sol y de lluvia, el fruto no madurará. Lo mismo ocurre con las
virtudes espirituales del hombre; pues hemos dividido el hombre en dos
especies: aquellos cuyo suelo es tan pobre o el clima en que crecen tan
inadecuado que jamás pueden llegar a fructificar, y aquellos que, encerrados y
constreñidos en el invernadero, se vuelven todo fruto: frutos tempranos,
artificiales e insípidos.
Progresamos mediante una intensificación de la fuerza que genera la
satisfacción física del hombre natural, cuyos dos peores enemigos son la apatía
y el delirio; la apatía que brota de la vida mecánica, el delirio que traen consigo
los métodos violentos que empleamos para escapar de ella.
La felicidad humana yace en la realización del espíritu mediante el cuerpo. Así
es como la humanidad ha evolucionado ya de la vida animal a una más
civilizada. No puede haber un retorno absoluto a la naturaleza, al nudismo, a la
isla desierta: la vida urbana es el ingrediente más sutil del clima humano. Pero
nos hemos equivocado con respecto al tamaño de nuestras ciudades y al
género de vida que en ellas llevamos; en el pasado, los zafios eran campesinos;
hoy, la masa bruta de la ignorancia es ciudadana. El idiota de la aldea se pasea
por Leicester Square. Para vivir de acuerdo con la naturaleza tendríamos que
pasar buena parte de nuestro tiempo en las ciudades, que son realmente la
gloria de la especie humana, pero que no deberían pasar de doscientos mil
habitantes. Nuestro esclavizamiento artificial a la gran ciudad, demasiado
dilatada para poder abandonarla, demasiado enorme para la dignidad humana,
es el responsable de la mitad de nuestras miserias y dolencias. Los tugurios en
que viven los pobres pueden muy bien ser los viveros del crimen pero los
suburbios de la clase media son las incubadoras de la apatía y el delirio.
Ninguna ciudad debería ser tan grande que no se pudiera salir de ella a pie en
una mañana. <<”Aun no estamos lo bastante hechos para poder crecer en las calles…
¿Produjo acaso nunca nada bueno esa infecta caterva proletaria arracimada en las ciudades,
a que tan aficionados se muestran los humanitarios? Nada; nunca; turba que sólo espera un
caudillo, algún “idiota inspirado” que haga añicos nuestra pobre civilización.” NORMAN
DOUGLAS: Siren Land, 1911.>>
El surrealismo es un movimiento típico del delirio de la ciudad, una violenta
explosión de la claustrofobia urbana. Sólo en las grandes ciudades es posible
imaginar a los surrealistas, paysans de París o de Nueva York. El nihilismo de
Céline y de Miller es otro producto, como son esos conductores de masas, Marx
con sus carbunclos, Hitler con su cervecería. Las masas inglesas son tan
simpáticas: amables, honradas, tolerantes, prácticas y no estúpidas. Lo malo es
25
que son demasiados, y sin objeto, habiendo como han sobrepasado las
funciones serviles para las cuales se les estimuló a multiplicarse. Un día, estas
enormes muchedumbres tendrán que tomar en sus manos el poder, ya que no
les quedará otra cosa que hacer, aunque por otra parte ni deseen ni estén
preparados para desempeñarlo; y lo único que lograrán con ello será fastidiarse
de un modo distinto. Más pronto o más tarde, el pueblo inglés se volverá
comunista, y tendrá entonces que tomar el mando. El comunismo, en una u otra
forma, es la única religión positiva para la clase trabajadora; su advenimiento es
por consiguiente tan inevitable como lo fue el del cristianismo. El liberal
empedernido viene pues a encontrarse en la misma situación en que estaba el
“buen pagano”: condenado a la extinción.
Como estamos reviviendo los horrores de las edades primitivas, de los Estados
absolutos y las guerras ideológicas, los viejos lugares comunes del liberalismo
descuellan en toda su gloria, calles familiares cuando volvemos a casa al
amanecer furiosos y tambaleándonos.
Sabiduría de Quincey
cuando tocaba el tema. Sólo el inválido Pascal criticó la amistad, aduciendo que
si pudiéramos leer el pensamiento uno de otro la amistad desaparecería.
Ahora la industrialización del mundo, el Estado totalitario y el egoísmo del
materialismo han matado la amistad: la primera apresurando el tempo de las
comunicaciones humanas hasta el punto de que todo el mundo resulta
reemplazable, el segundo imponiendo tales exigencias al individuo que la
camaradería sólo puede ser ejercitada entre los trabajadores y colegas durante
el periodo de su cooperación, y el tercero acentuando de tal modo lo que es
fundamentalmente egoísta y mezquino en el hombre, que llegamos a ser
injustos con nuestros amigos y a detestar la intimidad con ellos porque hay algo
que se nos está pudriendo dentro. Hemos cultivado la compasión a expensas de
la infidelidad.
¿A quiénes se les ocurrirá la malhadada idea de caer sobre nosotros sin previo
aviso? Tal es el criterio actual de la amistad. ¿O quién nos dirá nuestros
defectos? ¿O a quién tendremos que hacer un regalo? ¿O con quién tendremos
que estar sin ganas de hablar? La personalidad egocéntrica requiere, ¡ay!, un
cambiante auditorio, no un escrutinio constante. El amor romántico es desleal y
ha descubierto que el burlarse de los amigos antiguos es uno de los medios más
adecuados para divertir al amante nuevo.
Voltaire expresó sobre la amistad:
Es un contrato tácito entre dos personas sensibles y virtuosas. Digo sensibles porque
un monje, un solitario, pueden no ser malos y vivir sin conocer la amistad. Digo
virtuosos porque los malos sólo tienen cómplices, como los voluptuosos tienen
compañeros de libertinaje, los interesados socios, los políticos partidarios, el común de
los ociosos conocidos, y los príncipes cortesanos: solamente los hombres virtuosos
tienen amigos.
Cuando vemos a alguien que vive solo, como un haya en medio de un calvero,
sin más señales de vida en torno de él y exhibiendo su libertad, sus posesiones
y su devoción a sus amigos, podemos estar seguros de que una tal persona es
un ogro y de que, enterrados entre sus raíces, hay huesos humanos.
JUGADA MAESTRA
Tres requisitos para una obra de arte: validez del mito, vigor de la creencia,
intensidad de la vocación. Ejemplos de mitos válidos: los dioses del Olimpo de la
Grecia antigua, la Ciudad de Roma y más tarde el Imperio Romano, el
Cristianismo, el descubrimiento del Hombre en el Renacimiento proseguido en la
Edad de la Razón, los mitos del Romanticismo y del Progreso Material (¡qué
poderoso mito de la vida burguesa en las grandes obras de los pintores
28
Todos somos concebidos en una prisión estrecha… y toda nuestra vida luego es sólo ir
hacia el lugar de la ejecución, hacia la muerte. No se ha visto a ningún hombre dormir
en la carreta entre Newgate y Tyburn. ¿Acaso duerme nadie entre la cárcel y el
patíbulo? Nosotros, sin embargo, dormimos durante todo el trayecto; desde la matriz
hasta la sepultura nunca estamos enteramente despiertos. DONNE.
*Beato Juan Nelson, mártir. recibió la ordenación sacerdotal en 1576. El mismo año, fue
enviado a la misión inglesa, y fue aprehendido y encarcelado en Londres por ser católico. Fue
juzgado y condenado a muerte por negarse a prestar el juramento de la supremacía de la
reina Isabel. Lo llevaron en una carreta de Newgate a Tyburn, donde lo ahorcaron, le sacaron
las entrañas y lo descuartizaron.
29
Una runa moderna: “¡Puah la guerra!” Nadie podrá pronunciar estas tres
palabras sin sentir un estremecimiento de dimensiones sísmicas. Y cuando los
dos mil cincuenta millones de beligerantes puedan gritarlas al unísono, la guerra
habrá terminado.
Una runa para los muy aburridos: cuando estéis muy aburridos decíos: “Fue
durante los veinte minutos siguientes cuando ocurrió uno de esos minúsculos
incidentes que revolucionan el curso de toda nuestra vida y alteran la faz de la
historia. En verdad que somos el juguete de hados tremendos”.
La tortura por diez años de dos rostros “La tiranía del rostro humano.” Cuando
vemos a un amigo en el abismo de la desesperación porque le ha abandonado
alguien cuya insignificancia nos consta, debemos recordar que hay una manera
de dejar y no dejar sin embargo; de insinuar que uno continúa queriendo y
desea volver, y no volver nunca sin embargo, conservando así la relación en
una decadencia retardada; y que esta técnica puede aprenderse lo mismo que
una presa en el jiu-jitsu. La persona que ha sido abandonada se halla siempre
psicológicamente tambaleante y aturdida; el ego se siente herido en su parte
más sensible y empujado a las fobias de separación y de rechazo de la infancia.
La persona que sabe cómo prolongar y renovar a voluntad este estado puede
ser una persona absolutamente insignificante, -como lo es el cercérido que
pincha a un gorgojo en su centro nervioso, dejándolo paralizado, pero vivo.
Axioma: no es posible obtener la felicidad destruyendo la de otro ser.
Arrebatar una mujer al marido, o un marido a la mujer, es una especie de
asesinato; la culpa convierte a los amantes en cómplices, y la destrucción del
hogar destruye a los destructores. Como dejamos a los demás así seremos
dejados.
Hay asilo en la lectura, en la sociedad mundana, en la rutina oficinesca, en la
compañía de los viejos amigos y en la ayuda oficiosa a los extraños; pero no
hay asilo en un lecho contra el recuerdo de otro. El pasado, con su angustia y
sus ataques, rompe todas las defensas del hábito y la costumbre; tenemos que
dormir y, por consiguiente, tenemos que soñar.
Y en nuestros sueños nocturnos, como en las tardes vacías de los finales de
semana londinenses, entran los excluidos, los desheredados, los corazones
destrozados, los destrozadores de corazones, los saboteadores y las turbas
destructoras de nuestro ser diurno.
Thúraze Kêres! <<¡Fuera sombras!>> ¡Hienas quebrantahuesos!
El puerto de Cassis en una radiante mañana de invierno; una gaviota, incapaz
de levantar el vuelo porque sus alas se han ensuciado de petróleo, flota a pocas
yardas del muelle. Los chicos le tiran piedras. Yo los ahuyento; riendo, se van al
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otro lado y empiezan de nuevo; las piedras caen alrededor del pájaro mientras
se mece sobre el agua como un señuelo pintado.
mismo Londres; de sus repugnantes entrañas tales como se ven desde sus
suburbios del sur, el costo tan alto de la vida londinense, su encarnación cabal
de todo lo que tiene de feo y antinatural la existencia urbana. Cuando viví en
Francia, París llegó a producirme la misma impresión, pero no evoqué las
mismas asociaciones de ideas. Deduzco, por consiguiente, aunque es malo
para nosotros vivir y trabajar en las grandes ciudades, también lo es vivir lejos
de ellas sin trabajar. El Angst comienza en Reading (hacia Paddington),
Brookwood, la Necrópolis de Londres (hacia Waterloo), los túneles que
atraviesan North Downs (hacia Victoria), y hasta en París mismo cuando vemos
en la Gare du Nord las lúgubres caras de los ingleses rumbo ya a la patria.
Primera clase o tercera no hacen la menor diferencia. Podrán contigo, Palinuro;
ellas no se dejan engañar.
Si, en vez del inepto y socorrido remedio del Tiempo, hubiera una operación
capaz de curarnos del amor, ¡cuántos nos apresuraríamos a hacérnosla!
¡Yacer en un frigorífico seis meses o invernar en un profundo sopor narcótico,
tomar una nueva droga, un nuevo extracto glandular, un corazón nuevo, y
despertar con la memoria limpia de adioses y acusaciones, libre para siempre
de los ojos doloridos de los asesinados asesinos!
Pero la Angustia desciende; me despierto lleno de ansiedad; como una bruma
anubla cuanto hago y envuelve mis días. En no sé qué lugar del espíritu se
entrecruzan los alambres del miedo y del deseo y el timbre de alarma del ser
repica sin ton ni son todo el día. Temo la campanilla de la puerta, el correo, el
teléfono, el encuentro con un conocido. Angustia, ansiedad, remordimiento,
culpa: Tout est dégoût et misère. Cuando hasta la desesperación deja de servir
para una finalidad creadora, no cabe duda que empieza a estar justificado el
suicidio. Pues ¿qué mejor razón podría haber para suicidarse que el seguir
haciendo los mismos movimientos en falso, que fatalmente han de llevarnos al
mismo desastre y a repetir una pauta sin saber por qué es falsa o donde está la
falla? ¡Y, no obstante, sentir que sigue girando en nosotros un ciclo de actividad,
que no puede acabar sino en la parálisis de la voluntad, en la deserción, el
pánico y la desesperanza! ¡Continuar queriendo a quienes han dejado de
querernos, a quienes hasta han perdido toda semejanza con aquellos que un
día quisimos! El suicidio es contagioso; pero ¿y si lo fuesen también las torturas
que sufren los suicidas antes de sentirse arrastrados al suicidio, la emoción del
“¡Todo se ha perdido!”? Y ¿si hubieses atrapado este contagio, Palinuro, si ese
contagio te hubiese atrapado?
Hastío. Es una enfermedad del alma con que nos aflige la naturaleza al darnos la
existencia; es la solitaria que todo lo absorbe… ¡Ah!, lo repito sin cesar, no hay más
que una desgracia: la de haber nacido.
¿Cómo es posible que se tema el fin de una vida tan triste?... Divertíos, amigo mío, lo
más que podáis; no os aflijáis por mi estado; estábamos ya casi perdidos el uno para el
otro; no debíamos volver a vernos nunca; vos me echaréis de menos, pues siempre es
agradable el saberse amado.
Una aventura amorosa sólo puede prosperar cuando ambas partes estén
libres al comenzarla. Si uno de los dos amantes es libre y el otro no, en el
proceso para destruir a su rival, o el recuerdo de este rival, el que está libre
destruirá la ilusión de su propia virtud. Una pareja posee conjuntamente una
porción tan grande del ser de los dos que lastimar el uno es lastimar también el
otro y, por voluntariamente que se dejen lastimar, el resentimiento es inevitable.
Cuando necesitamos una casa nos dirigimos a una agencia y preguntamos qué
ofertas hay; no elegimos la primera que nos gusta y obligamos al inquilino a
dejárnosla. El prestigio romántico del adulterio proviene de la importancia
excesiva que se concede a la castidad en los solteros. Si el fornicar no fuera
pecado, el adulterio estaría entonces penado, como forma primaria que es del
asesinato. No asesinamos al marido o la mujer de la otra persona, pero
asesinamos su imagen en los ojos de aquel a quien aman y preparamos así el
cáncer de su ego y su muerte lenta por abandono. Si la opinión permitiese la
promiscuidad tan sólo a los seres libres, esto es, a los no casados, o a aquellos
que han convenido ya en separarse, y castigara el asalto de los hogares como
condena el robo con violencia, las crisis nerviosas, el recurso del alcohol y las
drogas, desaparecerían, con casi todo ese incurable sufrimiento de los
abandonados y traicionados.
El principal encanto del matrimonio, lo que en realidad lo hace irresistible a
aquellos que una vez lo probaron, es el diálogo, la conversación permanente de
dos seres que hablan de todo y de todos hasta que la muerte rompe el disco.
Esto es lo que, a la larga, hace la igualdad recíproca más embriagadora que
cualquier forma de dominio o servidumbre. Para el artista, sim embargo, puede
resultar peligrosa; pues el artista es uno de esos seres que tienen que mirar a
solas por la ventana, y para él entrar en el diálogo, en el espectáculo continuado
de una vida entera, es una especie de disipación exquisita que, pese al placer
de una comprensión conjunta de la comedia humana, con su alto nivel de
33
JUGADA MAESTRA
La triple decadencia: decadencia del material; del lenguaje del escritor. La nieve
virgen en que Shakespeare y Montaigne abrían sus surcos profundos no es
actualmente sino una loma allanada por mil pisadas hasta dejarla incapaz de
recibir una huella. Decadencia del mito, pues no hay ya una creencia unificadora
(como lo fue el Hombre en la Cristiandad o el Renacimiento) que dé al escritor
un sentimiento de pavor, y de pavor que comparte con la masa de la
humanidad. Hasta el último mito, el mito de la vocación del artista, de “el hombre
no es nada, la obra es todo”, ha sido destruido por los tiempos, por la tercera
decadencia, la de la sociedad. Durante nuestra vida hemos visto las artes
adentrarse más y más en un estéril y oscuro callejón sin salida. La ciencia no ha
hecho casi nada para ayudar al artista, fuera de suministrarle la radio, la linotipia
y el cine, invenciones que ha extendido enormemente el alcance del artista, pero
que le condenan más que nunca a la política del Estado y a las exigencias de
los ignorantes. Disney es el Shakespeare de décimo orden de nuestra época,
obligado por su público universal a elaborar, para uso del mundo nuevo, una
sentimentalidad para uso del nuevo mundo, una sentimentalidad cada vez más
almibarada. Podrán surgir Leonardos de la pantalla y el micrófono que nos
asombren, pero no hasta que las otras artes hayan degenerado en artesanías
regionales o de lujo, como la encuadernación, la ebanistería, las labores de
pleita o el estuco. Hoy día un artista debe pensar que escribe sobre el agua y
modela en la arena.
No obstante, el hecho de vivir en un época de decadencia, no debe hacernos
desesperar; es sólo un problema técnico más que ha de resolver el artista.
Aun en la comunidad más socializada tiene siempre que haber unos pocos
que mejor la sirvan permaneciendo solitarios y aislados. El artista, como el
místico, el naturalista, el matemático o el “caudillo”, contribuye a su soledad. El
Estado trata actualmente de destruir esta soledad, y tiempo vendrá en que, así
como la Iglesia no toleraba antaño el culto privado, el Estado no tolerará la
inspiración privada. El Socialismo de Estado en política va siempre unido al
realismo social en las artes, y algunas veces se llega a la situación de que todo
lo que el hombre de la calle no entiende es considerado como traición. Sin
embargo, es un error identificar por entero el Estado con la imagen filistea de un
padre y reaccionar así ciegamente contra él. Porque el Estado incluye también a
quienes lo critican, y su crítica puede llevarlo a cambiar. Hoy día, el Estado
muestra un semblante benévolo a la Difusión Cultural, pero adusto, sin
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En el sur hay un ave. Una especie de Fénix. ¿Lo conoces? Levantó el vuelo del mar
del sur hacia el mar del norte. No quería posarse más que en el árbol wut’ung. No
quería comer otro fruto que el del bambú, ni beber otra cosa que el agua más pura. Un
búho que había logrado apoderarse de la carroña de una rata levantó los ojos hacia el
fénix que pasaba y lanzó un chillido. ¿No estarás tú chillándome en defensa de tu reino
de Lliang? (Meditaciones de un místico chino).
¿De qué sirve el sufrir inútilmente? ¿Cómo puede uno escapar? ¿Qué puede
uno sacar en limpio del nessun maggior dolore, del estrangulamiento del
pasado, del corazón destrozado pero nunca muerto? “Lo repito sin cesar, no hay
sino una desgracia: la de haber nacido”.
¿Le es posible a un ser humano amar sin sentirse descuartizado? Nadie se
sintió nunca atormentado en un burdel; no hay nada forzosamente angustioso
en el acto sexual. Sin embargo, un rostro entrevisto en el Metro puede destruir
nuestro sosiego para el resto del día, y una vez que nace la mutua atracción es
ya demasiado tarde; pues cuando la emoción sexual crece hasta la pasión, algo
nace y crece con ella que tiene su vida propia y que, por fácilmente que pueda
destruirlo la negligencia o la ignorancia, morirá dolorosamente y aun después de
muerto seguirá muriendo.
Como la abeja a su aguijón, los sexualmente promiscuos dejan tras ellos en
cada encuentro algo de sí mismos que les hace sufrir luego.
El temor a la edad madura en los jóvenes, a la vejez en los de edad madura,
es la causa cardinal de la infidelidad, esa infalible rejuvenecedora.
Cuando jóvenes somos fieles a las personas, cuando más viejos lo somos
sobre todo a determinadas situaciones y tipos. Frente a ciertos ejemplares, nos
parece como si en un instante supiésemos cuánto hay que saber de ellos (lo
que, por otra parte, es cierto), y de ahí que, a pesar de nuestros atractivos
declinantes, ganemos la batalla sin mayor dificultad, pues la gente joven no se
comprende bien a sí misma y, afortunadamente para nosotros, todavía puede
ser hipnotizada por aquellos que la comprenden.
El entendimiento tiene su útero, al cual, frustrado por la especulación, ansía
volver: el útero de Homero y Heródoto, del mundo pastoril en que hombres y
dioses eran gobernados por las mismas pasiones y todos los problemas
personales parecían de fácil solución. Luego, el útero se llena con la Edad
Media, con los Papas, las Cruzadas y el Renacimiento. Para algunos se
extiende hasta incluir la corte de Carlos II, o los escritores del reinado de Ana;
es el Hôtel des Grans Hommes, el Panteón de las figuras míticas o históricas
que dominaros lo que les rodeaba, árbitros de sus destinos, que pasaron por la
vida empaquetados juntos en doctos juegos de cunas de intimidad amorosa.
El deseo de fumar opio vuelve. “Embota el sentido moral.”
La obesidad tiene una influencia lamentable en ambos sexos, por lo que perjudica la
fuerza y la belleza… La obesidad perjudica la belleza destruyendo la armonía de
proporciones primitivamente establecida.
¡Qué me importa!, con tal de tener algo que hacer por la mañana y de estar en algún sitio por
la noche.
Hay un momento en que se produce la saturación en esa comida que llaman vida: basta
entonces una gota para hacer desbordar la copa del asco.
Hay momentos en que la vida, el fondo de la vida se abre de nuevo dentro de nosotros como
una herida que sangra y no quiere cerrase.
He sido siempre, ante todo, un elegíaco y un soñador. Una grande y sólida parte de los días,
y aun de los años reputados graves, ha transcurrido para mí en añoranzas estériles, en los
vagos deseos de la espera, en las melancolías y la languidez que siguen al placer.
Jamás he concebido el amor sin el misterio, y allí donde estaba el misterio, allí estaba ya el
amor para mí.
[EPICTETO:] Cuando Dios no es capaz ya de proveeros, es que está dando señal de retirada.
Ha abierto la puerta y te dice: Ven. – “¿Adónde?” –“A nada tremendo, tan sólo allí de donde
viniste, a cosas amigas y afines a ti, a los elementos.”
Iluminación: todo mi mal viene de París. Rue Delambre, Quai d’Anjou, Rue de
Vaugirard. ¡Ay!
Las pasiones hacen vivir al hombre; la cordura lo hace tan sólo durar.
Cuando uno ha sido bien atormentado, bien hostigado por su propia sensibilidad,
comprende que hay que vivir al día, olvidar mucho; en suma: absorber la vida a medida
que mana.
Quitad el amor propio y no quedará gran cosa… El amor, tal como existe en la
sociedad, no es sino el intercambio de dos caprichos y el contacto de dos epidermis.
Casi todos los hombres son esclavos, por la razón que daban los espartanos de la
servidumbre de los persas: el no saber pronunciar la sílaba no. Saber pronunciar esta
palabra y saber vivir sólo son los dos únicos medios de conservar la libertad y el
carácter.
Sin embargo, hay muchos que no se atreven a matarse por temor al qué dirán.
En las horas mezquinas, cuando el hedor acre de la existencia se levanta
como una emanación de cloaca de todo lo creado, la vacuidad de la vida parece
más terrible aún que sus miserias. Inferum deplorata silentia… (“Ansiada quietud
de los infiernos”. APULEYO).
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Calles de París, rogad por mí; playas soleadas, rogad por mí; fantasmas de
los lémures, interceded por mí; plátanos y adelfas, dadme vuestra sombra; lluvia
estival en los muelles de Tolón, arrastradme lejos.
STEKEL:
Todos los neuróticos son en el fondo religiosos. Su ideal es el placer sin culpabilidad.
El neurótico es un criminal sin valor para confesar su crimen… Todo neurótico es un
actor que representa una escena determinada… La ansiedad es deseo reprimido. Todo
individuo que no puede encontrar una forma de satisfacción sexual adecuada padece
una neurosis sin ansiedad… Es la enfermedad de la conciencia sucia.
Amar y odiar no es otra cosa que sentir con una singular pasión el ser de un ser.
Cuando el universo considera con indiferencia al ser que amamos, ¿quién está en lo
cierto? JOUHANDEAU
Aprendemos por vez primera una nueva palabra; y unas horas después nos la
encontramos de nuevo. ¿Por qué? Porque las palabras son organismos vivos
impulsados a un proceso de cristalización, a un misterioso apareo aglutinante al
que al aficionado a las palabras le es dado a veces asistir. La luciérnaga se
enciende… El individuo es también un espejo o una pantalla moviente que
refleja en su movimiento un panorama siempre cambiante de pensamientos,
sensaciones, rostros y lugares, y eso que la pantalla tiene por objeto reflejar una
película determinada, siempre buscando su querencia. En el cálido mar de la
experiencia flotamos a la deriva como plancton, absorbiendo amor o evitando
odio unos de otros, o absorbidos o evitados, devorados y devorando. No
obstante, sin más libertad de la que tienen las células en una planta o los
microbios en una gota de agua, pero mantenidos firmemente en tensión por el
tirón del futuro y la resistencia del pasado.
Desde el momento en que estuve seguro de que me hallaba sometido a las pruebas de
la iniciación sagrada, una fuerza invencible poseyó mi espíritu. Me consideré un héroe
viviente ante la mirada de los dioses; todo en la naturaleza tomada aspectos nuevos, y
voces secretas salían de la planta, del árbol, de los animales, de los más humildes
insectos, para advertirme y alentarme. El lenguaje de mis compañeros tenía giros
misteriosos cuyo sentido comprendía, los objetos sin forma y sin vida se prestaban por
sí solos a los cálculos de mi espíritu; de las combinaciones de las piedras, de la
configuración de los ángulos, hendiduras o agujeros, del contorno de las hojas, de los
colores, olores y sonidos, veía brotar armonías hasta entonces desconocidas. “¿Cómo
-me decía- he podido existir tanto tiempo fuera de la naturaleza y sin identificarme con
ella? Todo vive, todo obra, todo se corresponde; los rayos magnéticos emanados de mí
o de los demás atraviesan sin dificultad la cadena infinita de las cosas creadas; es una
red transparente que cubre el mundo y cuyos hilos sueltos se comunican con los
planetas y las estrellas”. Cautivo en este momento en la tierra, converso con el coro de
los astros, que toma parte en mis alegrías y mis tristezas. GERARD DE NERVAL:
Aurélia.
(Esta obra, escrita por Nerval, ya loco, semeja a un paisaje de Van Gogh. Las internas
asociaciones de panteísmo atómico son lo que los psiquiatras llaman “ilusiones de
referencia”. En la elación de la vesania de diría que existe una comunicación entre los
objetos inanimados y el sujeto. Las flores le hacen señales, las piedras gritan, y toda la
naturaleza aprueba. En la depresión suicida aparece el mismo fenómeno, pero
entonces la naturaleza parece emitir un voto de censura; los objetos inanimados instan
al sujeto a poner fin a todo ello. ¿Serán el cansancio como el éxtasis venenos de
deforman nuestra relación con la realidad externa? ¿O es que liberan hondas
percepciones instintivas de relaciones a las que en estado normal permanecemos
ciegos?)
42
(p. 113)
Los consumidos por la curiosidad de las vidas del prójimo, pero sin amarlo,
deberían dedicarse a escribir máximas, pues nadie que no ame a sus
semejantes puede llegar a ser un novelista. Estando contaminado yo mismo por
la filosofía oriental, no puedo tomar a la gente en serio. ¡Sabba dukka! “En
43
aquellos países la vida humana es sólo una mala hierba”. (De Quincey). Todo
parece reemplazable, salvo aquellos pocos que se llevaron consigo una parte de
nuestro ser para la cual no hay sustituto posible. Una vez que creemos que el
ego es como una célula que se impone y causa el cáncer, el cáncer de
desarrollarse a expensas de la sociedad o a expensas de la armonía natural
entre el ser uno y el orden general de las cosas, armonía que ahoga con su
propio estrépito, solo pueden resultarnos desagradables los impacientes y
petulantes extravertidos que, con sus mezquinas ambiciones, constituyen el
espinazo de la literatura novelesca. Si no nos interesan las idiosincrasias de las
personalidades menores haremos bien en rehuir la novela, que acabará por
parecernos tan grotesca como parecía a un lama tibetano el retrato de un
regidor.
Uno de ellos aseguró que el vicio de Palinuro era la inconstancia. Pero ¿no
será más bien la constancia? ¿La fidelidad a la experiencia de abandonar el
mundo entero por un rostro nuevo con su invitación al éxtasis? ¿O será tan
sólo un ardid más del otoño para ayudar a la autodestrucción?
Shall I believe the Syren South again
And, oft-betrayed, not know the Monster Main?
(“¿Creeré de nuevo a la sirena del Sur y, tan a menudo traicionado, no conoceré
al monstruo Océano?” -Traducción de La Eneida por Dryden-.)
III
LA CLÉ DES CHANTS
[Iluminación:] La misma melancolía no es sino un recuerdo que se ignora.
[FLAUBERT.]
El Sol hace revivir los viejos recuerdos, la Niebla exhuma otros, cada uno
trayendo consigo la fragancia de los árboles o el olor de los helechos.
Primera vaga impresión del otoño urbano. Hay recuerdos que son puestos en
acción por ciertos sonidos, olores o cambios de temperatura; como esas
tonadas que vuelven a la memoria en un momento determinado del año. Con las
primeras hojas barridas en la plaza, la primera bruma matinal, el primer
amarillear de los plátanos, recuerdo París y la agitación de buscar alojamiento
en un hotel para el otoño. Calles en torno de la Rue de l’Université, Rue Jacob,
rue de Bourgogne y Rue de Beaune, con las muestras de los hoteles y las
entradas de éstos y sus porteros emparedados entre baúles de camarorte.
Salones ahogados, llenos de novelas de Edith Wharton, empapelados de violeta
que más tarde, cuando tenemos que permanecer en cama con la gripe,
llegamos a aborrecer, biombos de zaraza ocultando el bidet, altos paneles de
madera gris con alacenas de cuatro pulgadas de profundidad…
Hotel de l’Université para colegialas norteamericanas, Hotel de Londres con su
castaño en el patio, Hotel Jacob para matar el tiempo; Hotel de la Louisiane;
estaciones del Via Crucis con calefacción central: nombres que remueven las
heces dentro de mí.
Por un pullover de angora, por una bufanda roja, por una boina y unos zapatos
marrón estoy desangrándome; mi corazón está seco como un riñón.
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Devorando los kilómetros al compás del Blue Skies, siseando como un cohete
cuesta abajo junto a las negras extensiones líquidas de la Nationale Sept, los
plátanos haciendo sha-sha-sha por la abierta ventanilla, el parabrisas
amarilleando con las coscas de agua estrelladas, ella con el Michelin a mi lado,
un pañuelo atado a la cabeza…
“El corazón tiene sus razones”… como las tiene el reumatismo y la gripe. Las
plantas de los pies y la base del cuello recuerdan el abrazo del Mediterráneo,
agua pálida rayada de sombras marinas azul zafiro, translúcida al pie del
Esterel.
Tardes de París ; tranquilidad del cuarto de hotel y del fumioir vacío; la cama
cubierta de ropas y de revsitas ilustradas, la Chicago Tribune, la Seamine à
París; programas del Pagoda Cinema, Las Ursulinas, el Studio Vingt-huit; gritos
lejanos de “voici l’Intran!” contestadas por los graznidos de las bocinas…
Primeras horas de la mañana en el Mediterráneo; aire diáfano y resinoso que
huele a pino de Aleppo, agua rociada sobre el asfalto brillante de la Route
Nationale y que refleja obscuramente el verde primaveral de los plátanos;
rápidos virajes en torno de los oleandros, mozos desapilando los sillones de
mimbre y fregando los veladores; brazadas de claveles de los puestos de flores,
pirámides de limas y berenjenas, rascacios sobre la losa del pescadero
revolviendo los ojos entre los erizos de mar color de mosto; olor de los brioches
de panaderías, retintín de las cortinas de flecos de las barberías, chirridos del
quiosco de metal al abrirse para Le Petit Bar. Suelas de alpargata entibiándose
sobre los adoquines del muelle, donde el Jean d’Agreve hace sus preparativos
para una excursión a las islas, mientras el muchacho anamita frota los cobres.
En este momento los cocineros de los yates vienen a tierra con sus cestos al
brazo, gatos monóculos merodean entre las cabezas de pescado, mientras el
sol caliente refracta el fluctuante centelleo marino sobre los toldos de los cafés y
el mar se convierte en un ginfizz de quietud en cuyo fondo un temblequeo de
boquerones carga y contracarga retozonamente.
Hojas secas, terrazas de los cafés, granadina, tabaco Maryland, expectación
mental… perfumes de Nor-Sud; llegadas otoñales a Pigalle, o salidas a Notre
Dame-des-Champs a las luces de Montparnasse, donde los castaños, con su
resplandor rojizo a la entrada del Metro, viven en un clima más cálido que los
otros árboles…
Nuestros recuerdos son fichas consultadas y devueltas luego en desorden por
autoridades que no controlamos.
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Lo mismo mi felicidad que mi desdicha las debo al amor del placer; del sexo,
los viajes, la lectura, la conversación (el oírme a mí mismo), la buena comida, la
bebida, el tabaco y el bañarme con agua caliente.
La realidad es lo que queda cuando estos placeres, junto con la esperanza del
futuro, la añoranza del pasado, la vanidad del presente y todo aquello que
compone el aroma del ser es extraído de la burbuja de aire en que vivimos.
Cuando ha dejado de gustarnos del hedor del animal humano, en nosotros
mismos o en los demás, en ese momento nos vemos condenados al sufrimiento
y comienza el pensar claro.
La realidad es la sola preocupación (Sorge) en la escala entera de los seres. Para el
hombre perdido en el mundo y sus diversiones, esa preocupación es un temor breve y
fugitivo. Pero si ese temor cobra conciencia de sí mismo se convierte en angustia
(Angst), clima perenne del hombre lúcido, en el que vuelve a encontrarse la existencia.
[HEIDEGGER.]
O, que’elle est belle l’etoile de mer! La estrella de mar despatarrada sobre las
playas atlánticas sembradas de charcas someras; camellones de arena de
escombros se entesan bajo el pie desnudo, el sol irisa las burbujas de espuma
que marcan el nivel de la marea con grímpolas de algas y medusas que se
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derriten… Todo esto volverá, y también la alegría para gozar de ello, para bogar
entre las rocas bajo un cielo color de almeja donde los camarones transparentes
se apoyan en las hierbas marinas, como los viejos que leen en una biblioteca
pública, con su halo de patas y de palpos y sus bruscos retrocesos mediante
una sacudida de la cola. Y habrá tiempo para observar la blenia asomando a
medias del agua, los cangrejos ermitaños y las anémonas, los erizos espinosos,
y las babosas de mar en su verde ensalada mariana, la fluctuante zostera.