Kavafis - La Ciudad
Kavafis - La Ciudad
Kavafis - La Ciudad
Entre los poemas más conocidos y celebrados del poeta neo-helénico Constantino Kavafis
es posible destacar Esperando a los bárbaros o Que el dios abandonaba a Antonio, entre
otros; pero uno que sin duda alcanzó gran difusión entre el público no especializado es La
ciudad. Ello es así -más allá de los méritos propios de este poema- por estar ligado a un
éxito editorial ajeno, cuyos ecos aún perduran: el Cuarteto de Alejandría, de Lawrence
Durrell, obra donde flota omnipresente la figura del "viejo de la ciudad", el cual no es otro
que el ya legendario Kavafis. En la primera novela de esa tetralogía, Justine, el poema La
ciudad es evocado por uno de los protagonistas y, posteriormente, trascripto en forma
íntegra, en las notas complementarias que forman parte de esa obra.
Mas esto, que no pasa de ser hoy una curiosidad literaria, nos invita a una primera
reflexión:¿es Alejandría la ciudad a la que se alude en el poema?
Si se coteja la correspondencia entre el autor y su malogrado amigo Andonis Rallis, con una
primera versión poco frecuentada del poema de 1894, que nunca llegó a publicarse en vida
del poeta:
DE NUEVO EN LA MISMA CIUDAD : Dijiste: “Iré a otra tierra, .iré a otro mar
Otra ciudad ha de hallarse mejor que ésta.
Mi vista a ha asqueado, se ha asqueado mi oído
y está mi corazón - como cadáver -sepultado
¡Hasta cuándo este marasmo permanecerá en mi espíritu!
Odio a la gente que aquí me odia
aquí donde media vida mía
la pasé, y en vano la perdí, la destruí.”
Se puede concluir, como lo hace la ensayista italiana Paola Minucci, que la ciudad aludida
en el poema es Alejandría. (2) Pero no es menos cierto que en su forma final La ciudad de
Kavafis se despersonaliza para transformarse en una ciudad metafísica, o " metafórica". Se
evocan en ella conflictos morales de aquellos que aquejan frecuentemente a los seres
humanos, más que imágenes concretas de personas o lugares físicos reconocibles. Esta
ciudad puede ser cualquier ciudad. La asociamos con Alejandría por ser la mítica ciudad
natal del poeta, y adonde él eligió vivir; La ciudad del poema no está en ningún mapa.
LA CIUDAD
Iré a otra ciudad -dijiste - iré a otro mar.
Otra ciudad mejor que esta encontraré
Todo esfuerzo mío está de antemano condenado.
Y mi corazón yace - como muerto - en el sepulcro
¿Hasta cuándo permanecerá mi espíritu en esta aflicción?
Adonde vuelvo mis ojos, hacia donde mire
veo las ruinas sombrías de mi vida aquí,
donde pasé y arruiné y perdí tantos años.
Adentrándonos en el análisis del poema trataremos de indagar sobre las fuentes que Kavafis
pudo haber tenido a la vista en el momento de su composición.
Previamente creemos oportuno reiterar aquí la advertencia, formulada por el crítico
Dimitris Dimirouly, en el sentido de que sí bien muchas veces nuestro poeta rescata
temáticamente personajes o situaciones de escasa -o ninguna- trascendencia histórica,
cuando lo hace esas presencias adquieren una significación diferente, a veces paradójica,
como en el caso de su poema Itaca, al cambiar el punto de vista tradicional o al alterar los
valores y sus énfasis.
La crítica debe, en esta resbaladiza materia, extremar su prudencia para no confundir a los
lectores con afirmaciones aventuradas o desconcertantes, como ocurre en el caso del
escritor griego Timos Malanos, biógrafo y, a la vez, comentarista de la obra de Kavafis,
quien relaciona La ciudad con un epigrama de Calímaco, recogido en el Libro VII de la
Antología Palatina, bajo el número 471: "¡Adiós, Sol!, dijo Cleombroto de Ambracia, y
desde lo alto de la muralla saltó al Hades. No tenía ningún motivo para morir, pero había
leído un texto de Platón sobre el alma". (4) Pedro Bádenas de la Peña, encuentra
inverosímil esta relación que establece Malanos. Tal vinculación entre ambos textos resulta,
por lo menos, forzada; sólo extremando la imaginación y la buena voluntad pueden
asociarse ambos poemas. No es posible suponer que el imprevisible salto del joven
discípulo de Platón estuviera inspirado por la búsqueda de la felicidad en el otro mundo,
sobre la base de no permanecer en éste.
Un antecedente mucho más plausible y que sí pudo atraer la atención de Kavafis, sirviendo
como punto de partida para su reflexión, lo encontramos en un epigrama de Paladas de
Alejandría (siglo IV d. C.)
Volvamos a releer primero La ciudad. En la primera parte del poema, que pertenece a los
llamados canónicos y que fuera escrito en 1910, cuando el autor tenía cuarenta y siete años,
Kavafis se coloca en el lugar -hace suya la voz- de un interlocutor no identificado e indaga
en los motivos que pudieron impulsarlo a partir en busca de nuevos horizontes. En la
segunda parte, el poeta le advierte sobre la inutilidad de su intento de evasión, sobre la
seguridad de su fracaso y le descubre las razones que lo condenan de antemano, al buscar
fuera de sí la solución de un problema que está enraizado en él y que, consecuentemente, lo
acompañará a donde quiera que vaya.
Pero ¿ a quién se dirige Kavafis? ¿Se trata tan sólo de un mero recurso retórico o tenía en
mente un interlocutor real o - por lo menos - imaginario? En la citada Antología Palatina,
tradujimos del Libro XI, bajo el número 306, un epigrama del alejandrino Paladas que casa
bien con La ciudad y donde, tal vez, podamos encontrar la respuesta: "Si tú vas siempre de
Alejandría a Antioquia y de Siria a Italia, no harás jamás un rico matrimonio. Sin
embargo, es con esta esperanza que revoloteas así de ciudad en ciudad".
No resulta difícil imaginar a Kavafis, frecuentador asiduo de esa antología de poesía griega
del período helenístico, tomando a ese frustrado viajero como el destinatario de su
melancólica advertencia. Observemos que, además de la existencia de un viajero que
procura encontrar el objeto de su ilusión en distintas ciudades por las que deambula sin
éxito, aparece la conclusión de Paladas, quien le recuerda que ese peregrinaje será en vano
("no harás jamás un rico matrimonio"); es decir, no obtendrá en otras ciudades lo que busca
tan empeñosamente; será fallida su esperanza. Fiel a su estilo epigramático, Paladas no
intenta explicar las razones que lo impiden; Kavafis sí: de una manera patética le muestra
su futuro e incursiona en las causas que determinarán su fracaso.
Robert Liddell, autor de " Kavafis, una biografía crítica", (5) al referirse al poema aquí
glosado señala: "Tras el poema hallamos un sentimiento universal : caelum non animun
mutant qui trans mare currunt, para aclarar en una nota al pie de la página: "El hexámetro
en cuestión es el verso 27 del poema XI, del libro primero de las Epístolas de Horacio:
cambian de cielo, no de carácter quienes pasan el mar.
Liddell, inexplicablemente, parece no advertir que ambos poemas tienen bastante más en
común; pues la lectura de los versos inmediatos anteriores y siguientes de la epístola
horaciana, nos descubre que estamos ante un antecedente directo del poema "La ciudad" y,
- porqué no- del epigrama de Paladas, ya que ambos poetas alejandrinos no pudieron
desconocerlo, en cuanto en sus versos se descalifica también la creencia generalizada de
que cuando la desdicha nos alcanza allí donde vivimos, es posible eludirla huyendo hacia
otras latitudes. Se dice en esos versos:
"No el lugar desde donde se extienden las olas a los lejos, sino la razón y
prudencia son las que disipan las crueles inquietudes. Los que navegan a
través del mar mudan de cielo, pero no la disposición del ánimo. ¡Inútiles y
vanos esfuerzos! Volamos tras la dicha recorriendo la tierra en las cuadrigas
y el mar en las naves, y lo que buscamos está aquí, en la misma aldea de
Ulubres, si sabemos conservar el espíritu completamente sereno" (6)
Pero el personaje ideal al que se dirige Kavafis no viaja en pos de la felicidad como el de
Paladas - suponiendo que un matrimonio ventajoso debe necesariamente hacerlo feliz - sino
que lo hace intentando huir de la desgracia que el mismo ha provocado. Su motivación está
más próxima al marasmo que reina en el estado de ánimo que describe Lucrecio, antes que
Horacio, en "De la naturaleza de las cosas":
Uno a las veces deja su palacio
por huir del fastidio de su casa,
y al momento se vuelve, no encontrando
algún alivio fuera a sus pesares:
corre a sus tierras otro a rienda suelta,
como a apagar el fuego de su casa,
se disgusta de pronto cuando apenas
los umbrales pisó, o se rinde al sueño
y procura olvidarse de sí mismo,
o vuelve a la ciudad de nuevo al punto
cada uno a sí se huye de ese modo... (7)"
Empero, Kavafis introduce, como suele hacer cuando tiene ante su vista antecedentes
históricos o literarios, un nuevo elemento - verdadera vuelta de tuerca - en el tratamiento
del tema que no aparece en Paladas, Horacio o Lucrecio; a saber: la conciencia de la propia
culpa, sin redención posible. No hay lugar en su poema para arrepentimientos. Antes que al
juicio sereno preconizado por Horacio, asistimos a una manifestación de desesperanzado
pesimismo.
Relativizando ese pesimismo que solía atribuírsele -y del cual "La ciudad" pareciera un
buen ejemplo- Kavafis, en algunas conversaciones que se han rescatado (8) aclaró "que hay
que tener en cuenta que no fueron escritos como representativos de una manera de ser
general de la humanidad, sino particular" y que "en La ciudad no quiere decir que
cualquiera que pierde su vida no la puede arreglar en otra parte. Pero existen individuos
que, cuando desperdician su vida en un pequeño rincón, 'en toda la tierra la han perdido.'
Hay individuos para los que no existe nave, no existe camino para otro. La ciudad describe
una circunstancia particular. Esta explicación no resulta muy convincente, porque -a
nuestro juicio- no aclaran nada.
Nos parece mejor hacer hablar a los textos. Si dejamos de lado el tema de Alejandría, ya
examinado aquí, la confrontación de las dos versiones del poema muestra algunas
sugerentes diferencias. La principal de ellas se evidencia en el cambio de título-: La ciudad
viene a reemplazar al original De nuevo en la misma ciudad. Esta modificación muestra el
cambio de óptica con que el autor de Itaca encara la segunda versión, que en definitiva será
la canónica. El primer título enuncia una idea que es explícitamente receptada en el cuerpo
del poema, cual es que la previsible e inútil búsqueda concluirá en la misma ciudad de la
que se partió. Enunciado que coincide con el precitado verso de Lucrecio " o vuelve a la
ciudad de nuevo al punto", salvo que el viajero procure olvidarse de sí mismo, posibilidad
que Kavafis le niega.
Otra diferencia significativa la constituye el condicional "si" empleado en el penúltimo
verso de la primer versión; en ella la autodestrucción todavía no se ha consumado. El
poema opera, en este caso, como advertencia -nos encontramos ante el " monólogo
didáctico" a que alude la mencionada Minucci - mientras que en la segunda y última
versión la condición se ha cumplido y la advertencia se transforma, entonces, en reproche.
Es decir que en su forma final el poema acentúa su pesimismo, al tornar irreversible la
situación.
La explicación de Kavafis, que suena más a excusa, resulta por lo menos débil. " Las cosas
que le ocurren a un hombre les ocurren a todos" - recuerda Borges (9) y la popularidad
alcanzada por La ciudad muestra que más de uno, sin duda, se prueba ese sayo.
Por último, si examinamos la historia personal del poeta veremos que él no se entregó a la
fantasía de perseguir la felicidad en otros lugares. Eligió permanecer toda su vida en sus
dos Alejandrías - la real y la poética - vagando por sus calles, envejeciendo en sus barrios y
viendo encanecer sus cabellos en esas mismas casas donde eligió morir.
NOTAS
1) Miguel Castillo Didier - " Kavafis íntegro" - Tomo II - pág. 693 -Centro de Estudios Bizantinos y Neo-
helénicos " Fotios Malleros" - Facultad de Filosofía y Humanidades- Universidad de Chile - Santiago - 1991;
2) Paola M. Minucci - " Constantino Kavafis " - pág. 18 - La Nouva Italia - N° 150 - Firenze - junio de 1979;
3) Miguel Castillo Didier - op. cit. - Tomo I - pág. 259; -
4) Calímaco - "Epigramas" - pág. 29 - Trad. de Horacio Castillo - Órgano del Departamento de Cultura de la
Universidad de Carabobo -Venezuela - Valencia - 1979;
5) Robert Lidell - "KAVAFIS, una biografía crítica" - pág. 71 - Trad. de C. Miralles - Ultramar Editores - 1a.
ed. - Madrid - 1980;
6) Horacio - Obras Completas - T° II - Sátiras y Epístolas - Epístola XI ( a Bulacio) -pág. 126
7 - Trad. de Germán Salinas - Biblioteca Clásica CCXXIV- Librería Perlado, Páez y Cía. - Madrid - 1909;
7) Lucrecio - " De la naturaleza de las cosas" - Versos 1458
1468 - pág. 134 - Trad. del Abate José Marchena -Biblioteca Clásica CC - Lib. de Hernando y Compañía -
Madrid - 1897;
8) Y. Lejonitis - " Autocomentarios de Kavafis" -Alejandría-1942; en K-P- Kavafis - "Prosas" - pág. 101 -
Trad. de José García Vázquez y Horacio Silvestre Landrobe - Editorial Tecnos - Madrid - 1991;
9) Jorge Luis Borges - Obras Completas ( 1923-1972) - pág. 9 - Emece Editores- Bs. As. - 1974