R Adrados Ilustracion y Politica en La Grecia Clasica
R Adrados Ilustracion y Politica en La Grecia Clasica
R Adrados Ilustracion y Politica en La Grecia Clasica
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puesto que Adrados ha sido el primero en intentar un estudio exhaus
tivo, a lo largo de dos siglos, de las relaciones entre pensamiento o ideo
logía y literatura. Le debemos, pues, un libro que marcará una im
portante etapa en los estudios de la Grecia antigua. Abarca el estudio
de Adrados el período comprendido entre los orígenes de la Democra
cia ateniense, y su crisis, a finales del siglo v, con los varios intentos
por superarla, en especial Sócrates y Platón. Un capítulo preliminar
plantea el estudio somero de la ideología aristocrática arcaica, y ello
por la natural razón, por decirlo con sus propias palabras, de que
«la cultura griega es una creación de las aristocracias que luego, con
determinadas transformaciones, fue aceptada en Atenas en el siglo v
por masas cada vez más amplias» (p. 33).
E l origen psicológico, digamos, del libro, arranca de las medita
ciones de su autor sobre los primeros escritos políticos de Grecia, que
los tratadistas suelen hacer remontar a Platón. En su ponencia sobre
«La teoría política de la democracia ateniense» leída y discutida en el
marco de los coloquios sobre «Teoría política de la antigüedad», cele
brados en Madrid hace tres años (y publicados ahora por la Sociedad
Española de Estudios clásicos), insistía Adrados en lo absurdo de tal
postura, señalando que en Platón tenemos, en cierto modo, la culmi
nación, no los orígenes de una especulación política. Y sentaba su
tesis de la existencia en la Atenas del siglo v, de dos grandes «ideolo
gías» políticas: la democracia religiosa, encarnada en Esquilo, y la
laica, personificada en la sofística y el grupo de «ideólogos» de la
Ilustración. De ese núcleo inicial ha brotado este libro, preñado de
nuevas tesis y de explicaciones nuevas, y, sobre todo, enfocado en una
perspectiva que nos parece altamente iluminadora.
Su interpretación «política» de Esquilo me parece una adquisición
definitiva. En este sentido se mueve Adrados en las más modernas
corrientes de la filosofía clásica, que reivindican para el trágico, una
dimensión política negada sistemáticamente hasta ahora, bajo el peso
de la autoridad de Wilamowitz. Pero hay que señalar que las páginas
que Adrados dedica a Esquilo me parecen mucho más profundas que
las que actuales intérpretes han dedicado al poeta de Eleusis: así
Stoessl, en un artículo reciente consagrado a «Esquilo como pensador
político» (Am. Journal og Phil, 1952), se limita a intentar esbozar la
política práctica defendida por el poeta. Adrados va mucho más lejos
y por mejor camino, a juicio nuestro, ya que se ha esforzado por
realizar una exégesis ideológica de la obra del poeta.
Punto interesante, y difícil sin duda, es el d e si hay en la visión
esquílea del mundo y de la sociedad una evolución. L o niega Adra
dos, sosteniendo que «más bien hay una situación de validez eterna»
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(página i86), con lo que plantea un problema que ha sido ya ardua
mente discutido. Aquí me permitiría disentir un tanto de la tesis del
autor y plantearía a mi vez una cuestión no tocada por Adrados y
que creo importante para la cabal comprensión de Esquilo: la de si
hay una evolución espiritual en el poeta, cosa que me parece evidente,
a pesar de los escasos textos que poseemos de él. No podemos ahondar
aquí en este punto, que nos alejaría de la finalidad de una simple re
seña, pero sí queremos señalar que desde Los Persas hasta la Ores-
tiada asistimos a un hondo proceso de profundización no ya de la
visión trágica esquílea, sino incluso de su concepción política y hu
mana.
Parte central del libro de Adrados es la dedicada a las teorías po
líticas de la Ilustración, que descompone el autor en dos grandes
períodos, un primero de carácter moderado y un segundo en el que
los principios ideológicos de la Ilustración son llevados a sus más
extremas consecuencias. Entre ellos se sitúa el estudio de la ideología
tradicionalista, encarnada en Herodoto y Sófocles. La parte final del
libro se ocupa de los intentos de superación de la honda crisis de
finales del siglo v, con un estudio de Sócrates y de Platón.
No es un tópico afirmar que con este libro Adrados ha llenado
una importante laguna en la bibliografía sobre el mundo clásico. La
simple lectura de esta corta reseña es una buena muestra de la ri
queza del contenido del estudio que ha realizado el profesor madrileño.
Y aunque indudablemente no todas las tesis de Adrados despertarán
el mismo sentimiento de conformidad, e incluso en algunos casos
habrá, a buen seguro, quien se mostrará disconforme con algunas de
sus construcciones, no es menos evidente que por vez primera poseemos
un libro completo, serio y bien construido sobre la vida de Atenas en
toda su complejidad.— J osé A lsina .
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