0% encontró este documento útil (0 votos)
297 vistas8 páginas

10 Cuentos, 10 Trabalenguas, 10 Canciones Infantiles

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1/ 8

10 CUENTOS

1. UGA LA TORTUGA
¡Caramba, todo me sale mal! se lamenta constantemente Uga,
la tortuga. Y es que no es para menos: siempre llega tarde, es
la última en acabar sus tareas, casi nunca consigue premios a
la rapidez y, para colmo es una dormilona.
¡Esto tiene que cambiar! se propuso un buen día, harta de que
sus compañeros del bosque le recriminaran por su poco
esfuerzo al realizar sus tareas. Y es que había optado por no
intentar siquiera realizar actividades tan sencillas como
amontonar hojitas secas caídas de los árboles en otoño, o
quitar piedrecitas de camino hacia la charca donde
chapoteaban los calurosos días de verano.
-¿Para qué preocuparme en hacer un trabajo que luego
acaban haciendo mis compañeros? Mejor es dedicarme a jugar y a descansar.
- No es una gran idea, dijo una hormiguita. Lo que verdaderamente cuenta no es hacer el
trabajo en un tiempo récord; lo importante es acabarlo realizándolo lo mejor que sabes,
pues siempre te quedará la recompensa de haberlo conseguido. No todos los trabajos
necesitan de obreros rápidos. Hay labores que requieren tiempo y esfuerzo. Si no lo
intentas nunca sabrás lo que eres capaz de hacer, y siempre te quedarás con la duda de
si lo hubieras logrados alguna vez. Por ello, es mejor intentarlo y no conseguirlo que no
probar y vivir con la duda. La constancia y la perseverancia son buenas aliadas para
conseguir lo que nos proponemos; por ello yo te aconsejo que lo intentes. Hasta te puede
sorprender de lo que eres capaz.
- ¡Caramba, hormiguita, me has tocado las fibras! Esto es lo que yo necesitaba: alguien
que me ayudara a comprender el valor del esfuerzo; te prometo que lo intentaré. Pasaron
unos días y Uga, la tortuga, se esforzaba en sus quehaceres. Se sentía feliz consigo
misma pues cada día conseguía lo poquito que se proponía porque era consciente de que
había hecho todo lo posible por lograrlo.
- He encontrado mi felicidad: lo que importa no es marcarse grandes e imposibles metas,
sino acabar todas las pequeñas tareas que contribuyen a lograr grandes fines.

FIN

2. EL NIÑO Y LOS CLAVOS


Había un niño que tenía muy, pero que muy mal carácter. Un día,
su padre le dio una bolsa con clavos y le dijo que cada vez que
perdiera la calma, que él clavase un clavo en la cerca de detrás
de la casa. El primer día, el niño clavó 37 clavos en la cerca. Al
día siguiente, menos, y así con los días posteriores. Él niño se iba
dando cuenta que era más fácil controlar su genio y su mal
carácter, que clavar los clavos en la cerca.

Finalmente llegó el día en que el niño no perdió la calma ni una


sola vez y se lo dijo a su padre que no tenía que clavar ni un
clavo en la cerca. Él había conseguido, por fin, controlar su mal
temperamento. Su padre, muy contento y satisfecho, sugirió
entonces a su hijo que por cada día que controlase su carácter, que sacase un clavo de la
cerca.
Los días se pasaron y el niño pudo finalmente decir a su padre que ya había sacado todos
los clavos de la cerca. Entonces el padre llevó a su hijo, de la mano, hasta la cerca de
detrás de la casa y le dijo:
- Mira, hijo, has trabajo duro para clavar y quitar los clavos de esta cerca, pero fíjate en
todos los agujeros que quedaron en la cerca. Jamás será la misma. Lo que quiero decir
es que cuando dices o haces cosas con mal genio, enfado y mal carácter, dejas una
cicatriz, como estos agujeros en la cerca. Ya no importa tanto que pidas perdón. La herida
estará siempre allí. Y una herida física es igual que una herida verbal. Los amigos, así
como los padres y toda la familia, son verdaderas joyas a quienes hay que valorar. Ellos
te sonríen y te animan a mejorar. Te escuchan, comparten una palabra de aliento y
siempre tienen su corazón abierto para recibirte.
Las palabras de su padre, así como la experiencia vivida con los clavos, hicieron con que
el niño reflexionase sobre las consecuencias de su carácter. Y colorín colorado, este
cuento se ha acabado.
FIN

3. DANIEL Y LAS PALABRAS MAGICAS


Te presento a Daniel, el gran mago de las palabras. El abuelo
de Daniel es muy aventurero y este año le ha enviado desde un
país sin nombre, por su cumpleaños, un regalo muy extraño:
una caja llena de letras brillantes.

En una carta, su abuelo le dice que esas letras forman palabras


amables que, si las regalas a los demás, pueden conseguir que
las personas hagan muchas cosas: hacer reír al que está triste,
llorar de alegría, entender cuando no entendemos, abrir el
corazón a los demás, enseñarnos a escuchar sin hablar. Daniel
juega muy contento en su habitación, monta y desmonta
palabras sin cesar. Hay veces que las letras se unen solas para
formar palabras fantásticas, imaginarias, y es que Daniel es
mágico, es un mago de las palabras.

Lleva unos días preparando un regalo muy especial para aquellos que más quiere. Es
muy divertido ver la cara de mamá cuando descubre por la mañana un buenos días,
preciosa debajo de la almohada; o cuando papá encuentra en su coche un te quiero de
color azul. Sus palabras son amables y bonitas, cortas, largas, que suenan bien y hacen
sentir bien: gracias, te quiero, buenos días, por favor, lo siento, me gustas.

Daniel sabe que las palabras son poderosas y a él le gusta jugar con ellas y ver la cara de
felicidad de la gente cuando las oye. Sabe bien que las palabras amables son mágicas,
son como llaves que te abren la puerta de los demás. Porque si tú eres amable, todo es
amable contigo. Y Daniel te pregunta: ¿quieres intentarlo tú y ser un mago de las palabras
amables?

FIN
4. CARRERA DE ZAPATILLAS
Había llegado por fin el gran día. Todos los animales del
bosque se levantaron temprano porque ¡era el día de la gran
carrera de zapatillas! A las nueve ya estaban todos reunidos
junto al lago. También estaba la jirafa, la más alta y hermosa
del bosque. Pero era tan presumida que no quería ser amiga
de los demás animales.
Ja, ja, ja, ja, se reía de la tortuga que era tan bajita y tan lenta.
Jo, jo, jo, jo, se reía del rinoceronte que era tan gordo.
Je, je, je, je, se reía del elefante por su trompa tan larga.
Y entonces, llegó la hora de la largada.
El zorro llevaba unas zapatillas a rayas amarillas y rojas. La
cebra, unas rosadas con moños muy grandes. El mono llevaba unas zapatillas verdes con
lunares anaranjados. La tortuga se puso unas zapatillas blancas como las nubes. Y
cuando estaban a punto de comenzar la carrera, la jirafa se puso a llorar desesperada. Es
que era tan alta, que ¡no podía atarse los cordones de sus zapatillas!

- Ahhh, ahhhh, ¡qué alguien me ayude! - gritó la jirafa.


Y todos los animales se quedaron mirándola. Pero el zorro fue a hablar con ella y le dijo:
- Tú te reías de los demás animales porque eran diferentes. Es cierto, todos somos
diferentes, pero todos tenemos algo bueno y todos podemos ser amigos y ayudarnos
cuando lo necesitamos. Entonces la jirafa pidió perdón a todos por haberse reído de ellos.
Y vinieron las hormigas, que rápidamente treparon por sus zapatillas para atarle los
cordones. Y por fin se pusieron todos los animales en la línea de partida. En sus marcas,
preparados, listos, ¡YA! Cuando terminó la carrera, todos festejaron porque habían
ganado una nueva amiga que además había aprendido lo que significaba la amistad.
Colorín, colorón, si quieres tener muchos amigos, acéptalos como son.
FIN

5. SARA Y LUCIA
Érase una vez dos niñas muy amigas llamadas
Sara y Lucía. Se conocían desde que eran muy
pequeñas y compartían siempre todo la una con la
otra. Un día salieron de compras. Sara se probó
una camiseta y le pidió a su amiga Lucía su
opinión. Lucía, sin dudarlos dos veces, le dijo que
no le gustaba cómo le quedaba y le aconsejó
buscar otro modelo. Entonces Sara se sintió
ofendida y se marchó llorando de la tienda, dejando
allí a su amiga. Lucía se quedó muy triste y apenada por la reacción de su amiga. No
entendía su enfado ya que ella sólo le había dicho la verdad.

Al llegar a casa, Sara le contó a su madre lo sucedido y su madre le hizo ver que su
amiga sólo había sido sincera con ella y no tenía que molestarse por ello. Sara reflexionó
y se dio cuenta de que su madre tenía razón. Al día siguiente fue corriendo a disculparse
con Lucía, que la perdonó de inmediato con una gran sonrisa.
Desde entonces, las dos amigas entendieron que la verdadera amistad se basa en la
sinceridad. Y colorín colorado este cuento se ha acabado, y el que se enfade se quedará
sentado.

FIN
6. UN CONEJO EN LA VÍA
Daniel se reía dentro del auto por las gracias que hacía su
hermano menor, Carlos. Iban de paseo con sus padres al
Lago Rosado. Allí irían a nadar en sus tibias aguas y
elevarían sus nuevas cometas. Sería un día de paseo
inolvidable. De pronto el coche se detuvo con un brusco
frenazo. Daniel oyó a su padre exclamar con voz ronca:
- ¡Oh, mi Dios, lo he atropellado!
- ¿A quién, a quién?, le preguntó Daniel.
- No se preocupen, respondió su padre-. No es nada.
El auto inició su marcha de nuevo y la madre de los chicos
enciendió la radio, empezó a sonar una canción de moda en
los altavoces.
- Cantemos esta canción, dijo mirando a los niños en el asiento de atrás. La mamá
comienzó a tararear una tonada. Pero Daniel miró por el vidrio trasero y vió tendido sobre
la carretera el cuerpo de un conejo.
- Para el coche papi, gritó Daniel. Por favor, detente.
- ¿Para qué?, responde su padre.
- ¡El conejo, le dice, el conejo allí en la carretera, herido!
- Dejémoslo, dice la madre, es sólo un animal.
- No, no, para, para.
- Sí papi, no sigas - añade Carlitos-. Debemos recogerlo y llevarlo al hospital de animales.
Los dos niños estaban muy preocupados y tristes.
- Bueno, está bien- dijo el padre dándose cuenta de su error. Y dando vuelta recogieronn
al conejo herido. Pero al reiniciar su viaje fueron detenidos un poco más adelante por una
radio patrulla de la policía vial, que les informó de que una gran roca había caído sobre la
carretera por donde iban, cerrando el paso. Al enterarse de la emergencia, todos ayuaron
a los policías a retirar la roca. Gracias a la solidaridad de todos pudieron dejar el camino
libre y llegar a tiempo al veterinario, que curó la pata al conejo. Los papás de Daniel y
carlos aceptaron a acogerlo en casa hasta que se curara. Unas semanas después toda la
familia fue a dejar al conejito de nuevo en el bosque. Carlos y Daniel le dijeron adiós con
pena, pero sabiendo que sería más feliz en libertad.
FIN

7. SANTILIN
Santilin es un osito muy inteligente, bueno y respetuoso. Todos
lo quieren mucho, y sus amiguitos disfrutan jugando con él
porque es muy divertido. Le gusta dar largos paseos con su
compañero, el elefantito. Después de la merienda se reúnen y
emprenden una larga caminata charlando y saludando a las
mariposas que revolotean coquetas, desplegando sus coloridas
alitas.
Siempre está atento a los juegos de los otros animalitos. Con
mucha paciencia trata de enseñarles que pueden entretenerse
sin dañar las plantas, sin pisotear el césped, sin destruir lo
hermoso que la naturaleza nos regala. Un domingo llegaron
vecinos nuevos. Santilin se apresuró a darles la bienvenida y enseguida invitó a jugar al
puerco espín más pequeño. Lo aceptaron contentos hasta que la ardillita, llorando,
advierte:
- Ay, cuidado, no se acerquen, esas púas lastiman.
El puerco espín pidió disculpas y triste regresó a su casa. Los demás se quedaron
afligidos, menos Santilin, que estaba seguro de encontrar una solución.
Pensó y pensó, hasta que, risueño, dijo:
- Esperen, ya vuelvo.
Santilin regresó con la gorra de su papá y llamó al puerco espín. Le colocaron la gorra
sobre el lomo y, de esta forma tan sencilla, taparon las púas para que no los pinchara y
así pudieran compartir los juegos. Tan contentos estaban que, tomados de las manos,
formaron una gran ronda y cantaron felices.
FIN

8. ITZELINA Y LOS RAYOS DEL SOL


Itzelina Bellas Chapas era una niña muy curiosa que se
levantó temprano una mañana con la firme intención de
atrapar, para ella sola, todos los rayos del sol. Una ardilla
voladora que brincaba entre árbol y árbol le gritaba desde
lo alto. ¿A dónde vas, Itzelina?, y la niña respondió:
- Voy a la alta montaña, a pescar con mi malla de hilos
todos los rayos del sol y así tenerlos para mí solita.
- No seas mala, bella Itzelina - le dijo la ardilla- Deja
algunos pocos para que me iluminen el camino y yo pueda
encontrar mi alimento. -
Está bien, amiga ardilla - le contestó Itzelina-, no te
preocupes. Tendrás como todos los días rayos del sol para
ti. Siguió caminando Itzelina, pensando en los rayos del
sol, cuando un inmenso árbol le preguntó. ¿Por qué vas
tan contenta, Itzelina?
- Voy a la alta montaña, a pescar con mi malla de hilos todos los rayos del sol y así
tenerlos para mí solita, y poder compartir algunos con mi amiga, la ardilla voladora.
El árbol, muy triste, le dijo:
- También yo te pido que compartas conmigo un poco de sol, porque con sus rayos
seguiré creciendo, y más pajaritos podrán vivir en mis ramas.
- Claro que sí, amigo árbol, no estés triste. También guardaré unos rayos de sol para ti.
Itzelina empezó a caminar más rápido, porque llegaba la hora en la que el sol se
levantaba y ella quería estar a tiempo para atrapar los primeros rayos que lanzara.
Pasaba por un corral cuando un gallo que estaba parado sobre la cerca le saludó.
- Hola, bella Itzelina. ¿Dónde vas con tanta prisa?
- Voy a la alta montaña, a pescar con mi malla de hilos todos los rayos del sol y así poder
compartir algunos con mi amiga la ardilla voladora, para que encuentre su alimento; y con
mi amigo el árbol, para que siga creciendo y le dé hospedaje a muchos pajaritos.
- Yo también te pido algunos rayos de sol para que pueda saber en las mañanas a qué
hora debo cantar para que los adultos lleguen temprano al trabajo y los niños no vayan
tarde a la escuela.
- Claro que sí, amigo gallo, también a ti te daré algunos rayos de sol – le contestó Itzelina.
Itzelina siguió caminando, pensando en lo importante que eran los rayos del sol para las
ardillas y para los pájaros; para las plantas y para los hombres; para los gallos y para los
niños. Entendió que si algo le sirve a todos, no es correcto que una persona lo quiera
guardar para ella solita, porque eso es egoísmo. Llegó a la alta montaña, dejó su malla de
hilos a un lado y se sentó a esperar al sol. Ahí, sentadita y sin moverse, le dio los buenos
días, viendo como lentamente los árboles, los animales, las casas, los lagos y los niños se
iluminaban y se llenaban de colores gracias a los rayos del sol.
FIN
9. EL TRAJE NUEVO DEL EMPERADOR
Hace muchos años vivía un Emperador que gastaba
todas sus rentas en lucir siempre trajes nuevos. Tenía un
traje para cada ocasión y hora de día. La ciudad en que
vivía el Emperador era muy movida y alegre. Todos los
días llegaban tejedores de todas las partes del mundo
para tejer los trajes más maravillosos para el Emperador.
Un día se presentaron dos bandidos que se hacían pasar
por tejedores, asegurando tejer las telas más hermosas,
con colores y dibujos originales. El Emperador quedó
fascinado e inmediatamente entregó a los dos bandidos
un buen adelanto en metálico para que se pusieran
manos a la obra cuanto antes. Los ladrones montaron un
telar y simularon que trabajaban. Y mientras tanto, se
suministraban de las sedas más finas y del oro de mejor
calidad. Pero el Emperador, ansioso por ver las telas,
envió al viejo y digno ministro a la sala ocupada por los dos supuestos tejedores. Al entrar
en el cuarto, el ministro se llevó un buen susto "¡Dios nos ampare! ¡Pero si no veo nada!".
Pero no soltó palabra. Los dos bandidos le rogaron que se acercase y le preguntaron si
no encontraba magníficos los colores y los dibujos. Le señalaban el telar vacío y el pobre
hombre seguía con los ojos desencajados, sin ver nada. Pero los bandidos insistían: "¿No
dices nada del tejido?".

El hombre, asustado, acabó por decir que le parecía todo muy bonito, maravilloso y que
diría al Emperador que le había gustado todo. Y así lo hizo. Los estafadores pidieron más
dinero, más oro y se lo concedieron. Poco después, el Emperador envió a otro ministro
para inspeccionar el trabajo de los dos bandidos. Y le ocurrió lo mismo que al primero.
Pero salió igual de convencido de que había algo, de que el trabajo era formidable. El
Emperador quiso ver la maravilla con sus propios ojos. Seguido por su comitiva, se
encaminó a la casa de los estafadores. Al entrar no vio nada. Los bandidos le preguntaron
sobre el admirable trabajo y el Emperador pensó:
"¡Cómo! Yo no veo nada. Eso es terrible. ¿Seré tonto o acaso no sirvo para emperador?
Sería espantoso". Con miedo de perder su cargo, el emperador dijo: - Oh, sí, es muy
bonita. Me gusta mucho. La apruebo. Todos los de su séquito le miraban y remiraban. Y
no entendían al Emperador que no se cansaba de lanzar elogios a los trajes y a las telas.
Y se propuso a estrenar los vestidos en la próxima procesión. El Emperador condecoró a
cada uno de los bribones y los nombró tejedores imperiales. Sin ver nada, el Emperador
probó los trajes, delante del espejo. Los probó y los reprobó, sin ver nada de nada. Y
todos exclamaban: - ¡Qué bien le sienta! ¡Es un traje precioso!.
Fuera, la procesión lo esperaba. Y el Emperador salió y desfiló por las calles del pueblo
sin llevar ningún traje. Nadie permitía que los demás se diesen cuenta de que nada veía,
para no ser tenido por incapaz o por estúpido, hasta que exclamó de pronto un niño:
- ¡Pero si no lleva nada!
- ¡Dios bendito, escuchen la voz de la inocencia!, dijo su padre; y todo el mundo se fue
repitiendo al oído lo que acababa de decir el pequeño.
- ¡No lleva nada; es un chiquillo el que dice que no lleva nada!
- ¡Pero si no lleva nada!, gritó, al fin, el pueblo entero.
Aquello inquietó al Emperador, pues sospechaba que el pueblo tenía razón; mas pensó:
"Hay que aguantar hasta el fin". Y siguió más altivo que antes; y los ayudas de cámara
continuaron sosteniendo la inexistente cola.
FIN
10. UN POLLITO LLAMADO LLITO
Hace muchos, muchos años, vivía con su familia un pollito
llamado Llito. Todos los días Mamá Gallina salía con sus
pollitos a pasear. Mamá Gallina iba al frente y los pollitos
marchaban detrás. Llito era siempre el ultimo en la fila. De
pronto vio algo que se movía en una hoja. Se quedó
asombrado ante lo que vio. Era un gusanito. Mama Gallina y
sus hermanos ya estaban muy lejos. Llito al ver que no tenia
su familia cerca se puso a llorar.
- ¡Pío, pío, pío, pío! - ¿Qué te pasa?, preguntó el gusanito.
- Mi mamá y mis hermanos se han ido y estoy perdido.
- No te preocupes amiguito. Vamos a buscarlos, le dijo el
gusanito.
- ¡Vamos, vamos!, dijeron los dos.
En el camino se encontraron al gato, quien les preguntó:
- Miau, ¿dónde van?
- Mi mamá y mis hermanos se han ido y estoy perdido, dijo muy triste Llito.
- Yo iré con ustedes a buscarlos, dijo el gato. - ¡Vamos, vamos!, dijeron a coro.
Al rato se encontraron con un perro.
- Jau, ¿hacia dónde se dirigen?, preguntó.
- Mi mamá y mis hermanos se han ido y estoy perdido, dijo llorando Llito.
- Jau, iré con ustedes a buscarlos.
- ¡Vamos, vamos! - dijeron a coro.
Y así el perro, el gato, el gusanito y Llito caminaron y caminaron buscando a Mamá
Gallina.
- ¡Llito, Llito! ¿Dónde estás?, gritaba a lo lejos Mama Gallina.
- ¡Es mi mamá!, exclamó Llito. El perro ladró "Jau, jau". El gato maulló "Miau, miau y el
gusanito se arrastró. Todos brincaron alegremente. Al fin habían encontrado a Mamá
Gallina. El perro, el gato, el gusanito, Llito y su familia se abrazaron y rieron de felicidad.
- Gracias por cuidar a mi hijo. Los invito a mi casa a comer bizcocho de maíz - dijo Mamá
Gallina.
-¡Vamos, vamos! - dijeron todos. Al llegar a la casa Mama Gallina les sirvió el rico
bizcocho. Nuestros amigos se lo comieron todo, todo, todo. Y como diría Don Mabo, este
cuento se acabó.
FIN

Célula:
Una célula (del latín cellula, diminutivo de cella, ‘hueco’)1 es
la unidadmorfológica y funcional de todo ser vivo. De hecho, la célula es el
elemento de menor tamaño que puede considerarse vivo. 2 De este modo,
puede clasificarse a los organismos vivos según el número de células que posean:
si solo tienen una, se les denomina unicelulares (como pueden ser los protozoos o
las bacterias, organismos microscópicos); si poseen más, se les
llama pluricelulares. En estos últimos el número de células es variable: de unos
pocos cientos, como en algunos nematodos, a cientos de billones (1014), como en
el caso del ser humano. Las células suelen poseer un tamaño de 10 µm y una
masa de 1 ng, si bien existen células mucho mayores.
La teoría celular, propuesta en 1838 para los vegetales y en 1839 para los
animales,3 por Matthias Jakob Schleiden y Theodor Schwann, postula que todos
los organismos están compuestos por células, y que todas las células derivan de
otras precedentes. De este modo, todas las funciones vitales emanan de la
maquinaria celular y de la interacción entre células adyacentes; además, la
tenencia de la información genética, base de la herencia, en su ADN permite la
transmisión de aquella de generación en generación.
a aparición del primer organismo vivo sobre la Tierra suele asociarse al nacimiento de la
primera célula. Si bien existen muchas hipótesis que especulan cómo ocurrió, usualmente
se describe que el proceso se inició gracias a la transformación de moléculas inorgánicas
en orgánicas bajo unas condiciones ambientales adecuadas; tras esto, dichas
biomoléculas se asociaron dando lugar a entes complejos capaces de autorreplicarse.
Existen posibles evidencias fósiles de estructuras celulares en rocas datadas en torno a 4
o 3,5 miles de millones de años (giga-años o Ga.).5 6 nota 1 Se han encontrado
evidencias muy fuertes de formas de vida unicelulares fosilizadas en microestructuras en
rocas de la formación Strelley Pool, en Australia Occidental, con una antigüedad de 3,4
Ga. Se trataría de los fósiles de células más antiguos encontrados hasta la fecha.
Evidencias adicionales muestran que su metabolismo sería anaerobio y basado en el
sulfuro.

También podría gustarte