Tesis Doctoral Psicologia Niño Maltratado

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UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID

FACULTAD DE PSICOLOGÍA

TESIS DOCTORAL
Exposición infantil a violencia doméstica en una muestra comunitaria
en España y consecuencias psicopatológicas asociadas

MEMORIA PARA OPTAR AL GRADO DE DOCTORA

PRESENTADA POR

Ana Pérez Montoya

Director

Francisco Javier Labrador Encinas

Madrid, 2016

© Ana Pérez Montoya, 2016


UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID
Facultad de Psicología

EXPOSICIÓN INFANTIL A VIOLENCIA


DOMÉSTICA EN UNA MUESTRA COMUNITARIA
EN ESPAÑA Y CONSECUENCIAS
PSICOPATOLÓGICAS ASOCIADAS

TESIS DOCTORAL PRESENTADA POR:


Ana Pérez Montoya

DIRECTOR:
Francisco J. Labrador Encinas

Madrid, 2015
AGRADECIMIENTOS

Esta tesis doctoral no podría haberse llevado a cabo sin la colaboración de las
personas e instituciones que menciono a continuación.

En primer lugar, debo agradecer a Francisco J. Labrador la confianza que ha


depositado en mí, la supervisión que ha ejercido y el apoyo constante que me ha
proporcionado: no solo ha sido el director de la tesis y una persona imprescindible
en mi formación académica y profesional; también ha sido un admirable
ejemplo, al que agradezco su infinita paciencia y sus acertados consejos.

En segundo lugar, doy las gracias a Jesús Sanz por ayudarme a comprender
mejor la estadística y por ofrecerme su ayuda cada vez que la he necesitado.

Igualmente quiero expresar mi agradecimiento a Marta Labrador, compañera y


amiga, con la que inicié este proyecto en 2010. Gracias a ella hoy puedo
presentar este trabajo.

También quiero expresar mi gratitud a los profesores y coordinadores de los


centros educativos que han colaborado en el estudio y que amablemente nos
permitieron entrar en las clases de sus colegios e institutos: Instituto de Enseñanza
Secundaria El Espinillo, Centro de Educación Infantil y Primaria Barcelona, Colegio
Nuestra Señora de los Ángeles, Centro de Educación Infantil, Primaria y
Secundaria Loyola de Palacio, Instituto de Enseñanza Secundaria José Saramago
y Colegio Nuestra Señora de la Concepción. En este punto es de justicia mostrar
mi agradecimiento especialmente a María del Carmen Álvarez, quien desde el
primer momento se implicó enormemente en este proyecto y ha sido una
persona clave para poder llevar a cabo esta investigación. También fue
imprescindible la ayuda de Beatriz Pérez y Pilar Pérez, quienes hicieron posible y
facilitaron el acceso a gran parte de la muestra.

No me olvido tampoco de los alumnos de estos centros, cuya colaboración ha


hecho posible este trabajo.

Por supuesto, cómo no mencionar a mi familia, especialmente a mis padres: su


constante apoyo en todos los aspectos ha sido imprescindible y decisivo para mi
desarrollo personal y profesional. Estoy especialmente agradecida a Rosario y
Carlos por su ayuda en el desarrollo de este trabajo.

Y quiero cerrar este capítulo de agradecimientos con Jaime, por ser mi principal
apoyo. Gracias por darme fuerzas, motivarme y hacer posible que este proyecto
haya llegado a su fin.  

  I  
ÍNDICE

ÍNDICE DE TABLAS ........................................................................................ IV

ÍNDICE DE ILUSTRACIONES ............................................................................. VII

RESUMEN ....................................................................................................... VIII

ABSTRACT ........................................................................................................ X

1. MARCO TEÓRICO

1.1 INTRODUCCIÓN ……………………………………….…………...……. 1

1.2 DEFINICIÓN DE EXPOSICIÓN A VIOLENCIA DOMÉSTICA


1.2.1 CONSIDERACIONES PREVIAS
1.2.2 DEFINICION DE EXPOSICIÓN A VIOLENCIA DOMÉSTICA ..… 2
1.2.3 TIPOS DE EXPOSICIÓN Y TAXONOMÍA …………………….….. 4

1.3 PREVALENCIA DE EXPOSICIÓN INFANTIL A VIOLENCIA DOMÉSTICA ... 8

1.4 CONSECUENCIAS DE LA EXPOSICIÓN INFANTIL A VIOL. DOM. …….. 10


1.4.1 CONSIDERACIONES PREVIAS
1.4.1.1 EXPOSICIÓN A VIOLENCIA DOMÉSTICA EN CONTEXTO
DE MALTRATO INFANTIL
1.4.1.2 HABILIDAD PARENTAL Y VIOLENCIA DOMÉSTICA ……….. 11
1.4.1.3 IMPACTO DE LA EXPOSICIÓN A VIOLENCIA DOMÉSTICA
DESDE LA PERSPECTIVA DEL DESARROLLO ……………… 13
1.4.2 CONSECUENCIAS PSICOPATOLÓGICAS …………………… 15
1.4.2.1 PROBLEMAS INTERNALIZANTES Y EXTERNALIZANTES
1.4.2.2 TRASTORNO DE ESTRÉS POSTRAUMÁTICO …………………. 16
1.4.2.2.1 DIFICULTADES EN EL DIAGNÓSTICO DE TEPT EN
NIÑOS EXPUESTOS A VIOLENCIA DOMÉSTICA .… 18
1.4.2.2.2 MANIFESTACIONES DE TEPT EN FUNCIÓN
DE LA ETAPA DE DESARROLLO …………………. 20
1.4.3 VARIABLES MODERADORAS …………………………………. 26
1.4.3.1 SEXO
1.4.3.2 EDAD …………………………………………………………… 28
1.4.3.3 TIPOS DE EXPOSICIÓN ……………………………………… 29

1.5 ESTUDIOS LLEVADOS A CABO EN ESPAÑA ………………………… 34

  II  
1.6 DIFICULTADES EN EL ESTUDIO DE EXPOSICIÓN INFANTIL A VIOLENCIA
DOMÉSTICA ……………………………………………………………… 36

1.7 REVISION DE META-ANÁLISIS ………………………………………….. 37

2. PARTE EMPÍRICA

2.1 OBJETIVOS E HIPÓTESIS ………………………………………………… 46

2.2 MÉTODO …………………………………………………………………... 48


2.2.1 DISEÑO
2.2.2 DEFINICIÓN DE VARIABLES
2.2.3 SELECCIÓN DE LA MUESTRA …………………………………… 49
2.2.4 INSTRUMENTOS ………………………………………………… 50
2.2.5 PROCEDIMIENTO …………………………………………………. 54

2.3 RESULTADOS …………………………………………………………….… 56


2.3.1 DESCRIPCIÓN DE LA MUESTRA
2.3.2 EXPOSICIÓN INFANTIL A VIOLENCIA DOMÉSTICA:
RESULTADOS CEDV ………………………………………………... 61
2.3.2.1 ANÁLISIS DE VARIABLES SOCIODEMOGRÁFICAS …… 64
2.3.3 SINTOMATOLOGÍA: RESULTADOS CBCL Y CPSS .…………….. 70
2.3.3.1 SINTOMATOLOGÍA INTERNALIZANTE Y EXTERNALIZANTE
2.3.3.2 SINTOMATOLOGÍA TRAUMÁTICA …………………… 71
2.3.4 CONSECUENCIAS DE LA EXPOSICIÓN INFANTIL A VIOLENCIA
DOMÉSTICA
2.3.5 COMPARACIÓN DE GRUPOS: EXPUESTOS Y NO EXPUESTOS A
VIOLENCIA DOMÉSTICA ……………………………………….… 92
2.3.6 COMPARACIONES ENTRE 2010 Y 2014 …………………………. 97
2.3.6.1 EXPOSICIÓN A VIOLENCIA DOMÉSTICA EN 2010 Y 2014
2.3.6.2 SINTOMATOLOGÍA INTERNALIZANTE, EXTERNALIZANTE Y
TRAUMÁTICA EN 2010 Y 2014 …..…………………….. 99

3. CONCLUSIONES .………………………………………….……………………. 114

4. DISCUSIÓN …………………………………………………………………. 118

5. ANEXOS …………………………………………………………………... 137

6. BIBLIOGRAFÍA ……………………………………………………………………. 152

  III  
ÍNDICE DE TABLAS

Tabla 1. Descripción de la muestra: Sexo ......................................…..…………….56


Tabla 2. Descripción de la muestra: Colegio … …..…….…………………………….57
Tabla 3. Descripción de la muestra: Edad
Tabla 4. Descripción de la muestra: Raza ……..…………………...…………..….…58
Tabla 5. Descripción de la muestra: Familia ………...……….…………………....…59
Tabla 6. Descripción de la muestra: Nivel económico ……….………………...…60
Tabla 7. Resultados de la escala Child Exposure to Domestic
Violence (CEDV) ………………………………….……………...…….………...62
Tabla 8. Exposición a violencia doméstica en función del sexo ….....………..….64
Tabla 9. Comparación de medias de exposición a violencia doméstica
en función del sexo
Tabla 10. Medias de exposición a violencia doméstica en función del
tipo de familia …………………………………………….……………….…….64
Tabla 11. Prueba ANOVA para exposición a violencia doméstica
en función del tipo de familia …….………...………………………….……65
Tabla 12. Estadístico de Bonferroni para tipo de familia
Tabla 13. Medias de exposición a violencia doméstica en función
de nivel económico …………………………………………..……………….66
Tabla 14. Prueba ANOVA para exposición a violencia doméstica
en función de nivel económico
Tabla 15. Estadístico de Bonferroni para nivel económico
Tabla 16. Exposición a violencia doméstica en función de edad ……….…….....67
Tabla 17. Prueba ANOVA para exposición a violencia doméstica
en función de nivel edad
Tabla 18. Estadístico de Bonferroni para edad …………………………………….....68
Tabla 19. Exposición a violencia doméstica en función del tipo de
colegio ………………………………………..……………………………….….69
Tabla 20. Prueba T para exposición a violencia doméstica en función
de tipo de colegio
Tabla 21. Puntuaciones del cuestionario Child Behaviour Checklist
(CBCL) ..................................…………………………………..…………….....70
Tabla 22. Puntuaciones del cuestionario Child PTSD Symptom Scale
(CPSS) …………………………………………………………………..………....71
Tabla 23. Correlaciones entre exposición infantil a violencia doméstica y
sintomatología internalizante …..……………………………………….……72
Tabla 24. Correlaciones entre exposición infantil a violencia doméstica y
sintomatología externalizante ………………………………..….………..73
Tabla 25. Correlaciones entre exposición infantil a violencia doméstica y
sintomatología traumática ………………………………………………….....74
Tabla 26. Correlaciones entre exposición infantil a violencia doméstica y
sintomatología total

  IV  
Tabla 27. Correlaciones entre implicación y sintomatología internalizante,
externalizante, traumática y total ………………………………………….…75
Tabla 28. Correlaciones entre sintomatología internalizante y sexo, edad,
colegio, exposición a violencia doméstica y año ………………..…….…77
Tabla 29. Resumen del modelo de regresión lineal: Sintomatología
internalizante …………………………………………………………………..….79
Tabla 30. Prueba de ANOVA: Sintomatología internalizante
Tabla 31. Coeficientes estandarizados y correlaciones parciales y
semiparciales: Sintomatología internalizante …………….………….……..80
Tabla 32. Correlaciones entre sintomatología externalizante y sexo, edad,
colegio, exposición a violencia doméstica y año …..……………….….81
Tabla 33. Resumen del modelo de regresión lineal: Sintomatología
externalizante ….………………………………………….………………….….82
Tabla 34. Prueba de ANOVA: Sintomatología externalizante
Tabla 35. Coeficientes estandarizados y correlaciones parciales
y semiparciales: Sintomatología externalizante …..………………..….…84
Tabla 36. Correlaciones entre sintomatología traumática y sexo, tipo
de colegio, edad, exposición a violencia doméstica y año ……..…..85
Tabla 37. Resumen del modelo de regresión lineal: Sintomatología
traumática …..…………………………………………………….……………..86
Tabla 38. Prueba de ANOVA: Sintomatología traumática
Tabla 39. Coeficientes estandarizados y correlaciones parciales y
semiparciales: Sintomatología traumática ………………………………...88
Tabla 40. Correlaciones entre sintomatología total y sexo, edad, tipo
de colegio, exposición a violencia doméstica y año ……….…………..89
Tabla 41. Resumen del modelo de regresión lineal: Sintomatología total ………90
Tabla 42. Prueba de ANOVA: Sintomatología total
Tabla 43. Coeficientes estandarizados y correlaciones parciales y
semiparciales: Sintomatología total …………………..……………….……91
Tabla 44. Sintomatología internalizante en grupo expuesto vs no
expuesto a violencia doméstica …………………………..…………………92
Tabla 45. Comparación de medias entre grupo expuesto y no expuesto
para sintomatología internalizante ………………..……………………......93
Tabla 46. Sintomatología externalizante en grupo expuesto vs no
expuesto a violencia
Tabla 47. Comparación de medias entre grupo expuesto y no expuesto
para sintomatología externalizante ……………………………………......94
Tabla 48. Sintomatología traumática en grupo expuesto vs no expuesto a
violencia doméstica ……………………………………………..………….….95
Tabla 49. Comparación de medias entre grupo expuesto y no expuesto
para sintomatología traumática ……………………..………………...…...96
Tabla 50. Sintomatología total en grupo expuesto vs no expuesto
a violencia doméstica …………………………………..…………..………...97
Tabla 51. Comparación de medias entre grupo expuesto y no expuesto
para sintomatología total

  V  
Tabla 52. Medias de exposición a violencia doméstica en 2010 y 2014
Tabla 53. Comparación de medias: Exposición a violencia doméstica
en 2010 y 2014 ….…………..…………………………………………..…….…98
Tabla 54. Medias de sintomatología internalizante y externalizante
en 2010 y 2014 …………………..………………………………………….….100
Tabla 55. Prueba T: Sintomatología internalizante en 2010 y 2014 ………….……102
Tabla 56. Prueba T: Sintomatología externalizante en 2010 y 2014 ……….…..…103
Tabla 57. Medias de sintomatología traumática en 2010 y 2014 …..…….……..104
Tabla 58. Prueba T: Sintomatología traumática en 2010 y 2014 ………...……....105
Tabla 59. Medias de sintomatología total en 2010 y 2014 ………………...……...106
Tabla 60. Prueba T: Sintomatología total en 2010 y 2014
Tabla 61. Medias de sintomatología internalizante, externalizante,
traumática y total en 2010 y 2014 ………..……………………….......…...107
Tabla 62. Prueba T: sintomatología internalizante, externalizante,
traumática y total
Tabla 63. Correlaciones entre exposición a violencia doméstica y
sintomatología internalizante en 2010 ……………..……………….…….108
Tabla 64. Correlaciones entre exposición a violencia doméstica y
sintomatología internalizante en 2014 ………………….……………..….109
Tabla 65. Correlaciones entre exposición a violencia doméstica y
sintomatología externalizante en 2010 …………..……………….………110
Tabla 66. Correlaciones entre exposición a violencia doméstica y
sintomatología externalizante en 2014
Tabla 67. Correlaciones entre exposición a violencia doméstica y
sintomatología traumática en 2010 …………..……………………..…....111
Tabla 68. Correlaciones entre exposición a violencia doméstica y
sintomatología traumática en 2014 …………………..…………….……..112
Tabla 69. Correlaciones entre exposición a violencia doméstica y
sintomatología total en 2010
Tabla 70. Correlaciones entre exposición a violencia doméstica y
sintomatología total en 2014 ……………………..…………………….......113
Tabla 71. Resumen de las correlaciones en 2010 y 2014

  VI  
ÍNDICE DE ILUSTRACIONES

Ilustración 1. Descripción de la muestra: Sexo ….…………..……………….…….56


Ilustración 2. Descripción de la muestra: Colegio ……...…………………………57
Ilustración 3. Descripción de la muestra: Edad …………….………………………58
Ilustración 4. Descripción de la muestra: Raza …………………………………….59
Ilustración 5. Descripción de la muestra: Familia …………….………………….…60
Ilustración 6. Descripción de la muestra: Nivel económico ………………….……61
Ilustración 7. Resultados de la escala Child Exposure to Domestic
Violence (CEDV) …………………………………...……………….…….63
Ilustración 8. Resultados de la escala Child Exposure to Domestic
Violence (CEDV) en 2010 y 201 ……………………………..……….…98
Ilustración 9. Medias de sintomatología internalizante y externalizante
en 2010 y 2014 ………………………………………………..……….....101
Ilustración 10. Medias de sintomatología TEPT en 2010 y 2014 ….…………….…104

   

  VII  
RESUMEN

En los últimos años ha aumentado el interés científico y social sobre los niños que
conviven en situaciones de violencia doméstica y han proliferado diversas
investigaciones que analizan los efectos de la exposición infantil a la violencia
doméstica. No obstante, son escasas las investigaciones realizadas en España, y
la mayoría se centran en población clínica.

Objetivos:

Esta investigación tiene como principal objetivo valorar la presencia de


exposición infantil a violencia doméstica en muestra comunitaria que permita
capturar una imagen de la realidad en nuestra sociedad. También valora las
consecuencias psicopatológicas asociadas: en concreto, se estudia la
asociación entre exposición infantil a violencia doméstica y el desarrollo de
sintomatología internalizante, externalizante y traumática. El segundo objetivo es
estudiar si se producen cambios en cuanto a exposición infantil a violencia
doméstica en el tiempo, en concreto entre 2010 y 2014.

Metodología:

Se contó con una muestra comunitaria seleccionada de forma incidental,


formada por 925 sujetos (572 niños en el año 2010 y 353 en el año 2014) con
edades comprendidas entre los 11 y 17 años.

Para medir la exposición infantil a violencia doméstica se empleó el instrumento


Child Exposure to Domestic Violence Scale, CEDV (Edleson, Johnson y Shin, 2007).
Este cuestionario es una prueba autoadministrada que evalúa frecuencia y
grado de exposición a violencia doméstica y, además, valora otros aspectos
tales como implicación, otros tipos de victimización, factores de riesgo o
exposición a violencia comunitaria. Con el objetivo de valorar sintomatología
internalizante y externalizante se empleó el cuestionario Child Behavior Checklist
(CBCL) de Achenbach y Edelbrock (1991), en concreto se aplicó el formato para
jóvenes Youth Self Report (YSR). Este cuestionario ha sido uno de los más
empleados a lo largo de la literatura para valorar diferentes problemas en la
infancia y adolescencia. Para medir sintomatología traumática se empleó el
Child PTSD Symptom Scale (CPSS) de Foa, Johnson, Feeny y Tredwell (2001).

Resultados:

Los resultados obtenidos mostraron un 17% de exposición infantil a violencia


doméstica, porcentaje que aumenta dramáticamente al considerar la exposición
a conflicto familiar, que alcanza el 83,4%.

  VIII  
Se identifican las variables sexo, edad, tipo de familia y nivel económico como
moduladoras en la exposición a violencia, de tal forma que los sujetos más
expuestos a violencia doméstica fueron las niñas, los sujetos procedentes de
familias reconstituidas, con un nivel económico bajo y los sujetos de mayor edad.

La exposición a violencia doméstica apareció estrechamente relacionada con el


desarrollo de sintomatología internalizante (ansiedad, depresión, aislamiento y
somatización), externalizante (conducta agresiva y conducta anormativa) y
traumática (hiperactivación, evitación y pensamientos intrusivos), tal como se
reflejó en los análisis correlacionales.

Además, se estudia el papel de la implicación en los episodios de violencia,


encontrando que el 86,6% de los niños expuestos a violencia familiar se implican
de alguna manera en estos episodios. Los resultados muestran que esta
implicación en la violencia familiar está asociada a mayores niveles de
psicopatología.

Al comparar las muestras de 2010 y 2014 se apreció una disminución significativa


en el nivel de exposición a violencia doméstica y, como era de esperar, un
descenso en los niveles de psicopatología.

Conclusiones:

Esta investigación pone de manifiesto que el nivel de exposición infantil a


violencia doméstica en una muestra comunitaria es muy elevado y alcanza un
nivel del 17%. Ser la niña, tener 17 años, un nivel económico bajo y convivir en
una familia reconstituida son variables que aumentan la vulnerabilidad a la
exposición infantil a violencia doméstica. Este estudio muestra además una clara
asociación entre la exposición a violencia doméstica y el desarrollo de
sintomatología internalizante, externalizante y traumática. Finalmente, se aprecia
un descenso de la exposición a violencia doméstica entre 2010 y 2014, lo cual
repercute de forma positiva en la psicopatología asociada.

  IX  
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                           

ABSTRACT

Scientific and social interest regarding children who live with domestic violence
has increased during the last few years. Different studies have focused on the
effects of exposure to domestic violence in children, nevertheless not many
studies have been carried out in Spain, and most of them used clinic samples.

Objectives:

The purpose of this study is to assess the presence of exposure to domestic


violence in a community sample, in order to get a better understanding of this
reality in our society. This study also analyses psychopathology outcomes
associated with exposure to domestic violence, in particular internalizing,
externalizing and posttraumatic symptomatology. The second part of this
investigation focuses on whether changes in exposure might have occurred
between 2010 and 2014 and its implications.

Methodology:

An incidental community sample was employed. It consisted of 925 participants,


(572 children in 2010 and 353 children in2014) aged 11 to 17.

To determine exposure to domestic violence, The Child Exposure to Domestic


Violence Scale, CEDV (Edleson, Johnson & Shin, 2007) was used. This self-
administered scale assesses frequency and level of exposure, but it also considers
other aspects such as involvement in violence, other types of victimisation, risk
factors or exposure to community violence. Internalizing and externalizing
symptomatology were assessed with the Youth Self Report (YSR) from the Child
Behavior Checklist, CBCL (Achenbach & Edelbrock, 1991). This has been one of
the most employed questionnaires to determine different problems in infancy and
adolescence along the scientific literature. The Child PTSD Symptom Scale, CPSS
(Foa, Johnson, Feeny & Tredwell, 2001) was used to evaluate posttraumatic
symptomatology.

Results:

Results showed that 17% of the children were exposed to domestic violence. This
percentage drastically increases when considering exposure to family conflict,
reaching to 83.4% of the sample.

Sex, age, type of family and economy were found as moderator for exposure to
domestic violence. In particular, girls, children living in reconstructed families,

  X  
children with low incomes and older children, were more exposed to domestic
violence.
Exposure to domestic violence appeared closely associated to internalizing
symptomatology (anxiety, depression, withdrawal and somatic complaints),
externalizing symptomatology (aggressive behaviour and rule-breaking
behaviour), and posttraumatic symptomatology (intrusive thoughts, arousal and
avoidance), obtaining strong correlations for all of them.

Child’s involvement in domestic violence episodes was also studied. It was found
that 86.6% of all children exposed to domestic violence had been involved during
the episodes. Results showed a close relation between involvement and
psychopathology, i.e. the greater involvement during episodes, the worse the
psychopathology outcomes.

Samples from 2010 and 2014 were compared, showing a reduction in exposure to
domestic violence, which, as it was predicted, had a positive impact on
psychopathology levels.

Conclusions:

This study brings to light a large level of exposure to domestic violence within a
community sample, in which 17% of the children had been exposed to domestic
violence. Being a girl, aged 17, having low incomes and living in a reconstructed
family, were risk variables that increased the vulnerability to exposure to domestic
violence. A strong relation between exposure and internalizing, externalizing and
posttraumatic symptomatology was found. Finally, a decrease in exposure to
domestic violence was highlighted, having a positive impact on psychopathology
levels.

 
   

  XI  
   
1 MARCO TEÓRICO

1.1 INTRODUCCIÓN

La violencia doméstica es un fenómeno ampliamente estudiado en la literatura


científica. Sin embargo, el interés por las víctimas de esta violencia se ha ido
desplazando en los últimos años hacia los niños que están expuestos a la misma.
Son las “víctimas silenciosas o invisibles” de la violencia doméstica.

Los primeros estudios experimentales no aparecen hasta los 80, y se conocen


como la “primera generación” de investigación. Esta generación se centró en el
estudio de la violencia contra las mujeres y su asociación con algunos tipos de
sintomatología infantil. Fantuzzo (1989) lleva a cabo una revisión sobre la literatura
de esta primera generación de estudios en la que pone de manifiesto numerosas
inconsistencias y limitaciones metodológicas. Esta revisión generó a partir de 1990
la aparición de una “segunda generación de estudios” con diseños más
sofisticados en los que se empiezan a incluir variables moderadoras. Las
investigaciones posteriores han continuado por esta línea, ampliando las
muestras de niños a adolescentes.

En los últimos 20 años se ha producido una oleada de estudios sobre niños que
presencian la violencia doméstica, y coinciden en concluir que la exposición
infantil a este tipo de violencia está asociada a un amplio rango de problemas
psicológicos, emocionales, comportamentales, sociales y académicos (Fantuzzo
y Lindquist, 1989; Jaffe, Wolfe y Wilson, 1990; Kolbo, Blakely y Engleman, 1996;
Margolin y Gordis, 2000; Wolak y Finkelhor, 1998; Kitzmann, 2003; Wolfe, 2003;
Sternberg, 2006, Ybarra, 2007; Holt, 2008; Chan y Yeung, 2009; Fletcher, 2010;
Clifton, 2011; Zarling, 2013; Alcántara, López-Soler, Castro, López, 2013).

1.2 DEFINICION Y TAXONOMÍA DE EXPOSICIÓN INFANTIL A VIOLENCIA


DOMÉSTICA
 
1.2.1 CONSIDERACIONES PREVIAS

A pesar del incremento de las publicaciones sobre esta materia, los esfuerzos por
entender este problema se ven afectados por diferencias metodológicas y por la
falta de una terminología y definiciones comunes.

En primer lugar, no todos los estudios ofrecen descripciones precisas de lo que


consideran exposición infantil a violencia doméstica (EVD), como el tipo o

  1  
 
magnitud de exposición a violencia. Este problema limita la comprensión del
fenómeno y dificulta la comparación de datos entre estudios.

Ejemplo de esta limitación es la revisión de 22 estudios llevada a cabo por Mohr,


Noone Lutz, Fantuzzo y Perry (2000), quienes encuentran que tan solo el 43% de
los estudios incluían alguna descripción sobre la naturaleza de la exposición
infantil (Holden G. , 2003).

Por otro lado, los estudios que aportan algún tipo de información acerca de la
naturaleza de la exposición se basan en los informes de las madres de estos niños,
lo que lleva asociado otro problema resaltado en la literatura al respecto: la baja
concordancia entre informantes.

Algunas investigaciones señalan que el grado de concordancia entre los


informantes es bajo. Por ejemplo, en el estudio de Sternberg, Lamb y Dawud-
Noursi (1998), tan solo el 18% de las familias estaban totalmente de acuerdo en
cuanto al comportamiento abusivo de ambos padres. En otro estudio, Bayarri
(2011) señala la importancia de obtener la información por parte de los niños
expuestos, ya que los hallazgos encontrados en su estudio dependían del
informante.

1.2.2 DEFINICIÓN DE EXPOSICIÓN INFANTIL A VIOLENCIA DOMÉSTICA


(EVD)

En la literatura científica aparecen múltiples términos y definiciones de


“exposición” y “violencia doméstica”.

El National Council of Juvenile and Family Court Judge’s (NCJFCJ, 2006) señala la
complejidad existente sobre los resultados de las investigaciones debido a la
disparidad en las definiciones psicosociales y legales. En unos estudios, los
términos violencia, abuso y agresión se usan de forma intercambiable, mientras
que otros los diferencian. Algunos términos empleados son específicos de género
(maltrato a la mujer); sin embargo, no toda la violencia doméstica es llevada a
cabo por hombres sobre mujeres. No todas las víctimas están casadas, por lo que
el término abuso conyugal (“spousal abuse”) excluiría ex esposos, parejas del
mismo sexo, parejas que conviven pero no están casadas, violencia durante el
noviazgo o violencia en adolescentes. De la misma forma, el término doméstico
puede ser demasiado general, ya que implica que se produce en el hogar, lo
que incluiría violencia padre-hijo o violencia entre hermanos y excluiría aquella
violencia que se produce fuera del contexto inmediato del hogar. Muchos
investigadores prefieren emplear el término violencia en la pareja (“intimate
partner violence”) ya que incluye tanto parejas presentes como pasadas y no
diferencia en función del estatus marital o que sean del mismo sexo y es neutral
en cuanto a género.

  2  
 
Un aspecto generalmente aceptado es la violencia doméstica como una forma
de abuso (emocional, financiero, psicológico, físico y sexual). Hester, Pearson, y
Harwin (2007) definen la violencia doméstica como “cualquier comportamiento
violento o abusivo (físico, sexual, psicológico, emocional, verbal, financiero, etc.)
que es usado por una persona para controlar y dominar a otra, con la que
mantiene o ha mantenido una relación”.

Andrés Pueyo (2008) define la violencia contra la pareja como “un conjunto
complejo de distintos tipos de comportamientos violentos, actitudes, sentimientos,
prácticas, vivencias y estilos de relación entre miembros de una pareja (o ex
pareja) íntima que produce daños, malestar y pérdidas personales graves en la
víctima. La violencia contra la pareja no es sólo sinónimo de agresión física sobre
la pareja, es un patrón de conductas violentas y coercitivas que incluye los actos
de violencia física contra la pareja, pero también el maltrato y el abuso
psicológico, las agresiones sexuales, el aislamiento y control social, el acoso
sistemático y amenazante, la intimidación, la coacción, la humillación, la
extorsión económica y las amenazas más diversas. Todas estas actividades, que
se pueden combinar extender en el tiempo de forma crónica, tienen como
finalidad someter a la víctima al poder y control del agresor. Por lo general, y sin
mediar la intervención, la violencia contra la pareja es recurrente y repetitiva”.

Según el Instituto de la Mujer (IM), se entiende por Violencia de Género todo acto
de violencia física o psicológica (incluidas las agresiones a la libertad sexual, las
amenazas, las coacciones o la privación arbitraria de libertad) que se ejerza
contra una mujer por parte del hombre que sea o haya sido su cónyuge o esté o
haya estado ligado a ella por una relación similar de afectividad aún sin
convivencia.

Por Violencia Doméstica se entiende todo acto de violencia física o psicológica


ejercido tanto por un hombre como por una mujer, sobre cualquiera de las
personas enumeradas en el artículo 173.2 del Código Penal (descendientes,
ascendientes, cónyuges, hermanos, etc.) a excepción de los casos específicos
de violencia de género.

Teniendo en cuenta estas definiciones, en este estudio se emplea la primera de


ellas, ya que el objeto de estudio es la exposición a violencia contra la madre, y
el instrumento empleado valora exclusivamente violencia contra la madre. De
esta forma, el término violencia doméstica empleado en este estudio no
corresponde a la definición del IM, sino que hace referencia al concepto de
violencia de género; es decir, violencia contra la mujer.

Respecto a la EVD, también ha habido bastante disparidad, pues en los primeros


estudios se referían a los niños como “testigos” u “observadores”, aunque en los
últimos años se ha pasado a emplear de forma más habitual el término
“exposición a la violencia doméstica” (Holden, 1998). El NCJFCJ (2006) señala

  3  
 
que, debido a las diferencias en las definiciones legales y científicas respecto a lo
que constituye ser testigo, se ha preferido emplear el término más general de
“exposición”, ya que éste incluye también aquellas situaciones en las que el
menor no observa directamente el episodio violento.

El término “exposición” se ha definido comúnmente como ver o escuchar la


violencia. No obstante existen muchas formas en las que un menor puede estar
expuesto a una situación de violencia: por ejemplo, cuando se fuerza al niño a
observar un ataque a la madre, se le usa como espía mediante interrogatorios
sobre las actividades de la madre o agrediéndolo mientras la madre lo tiene en
brazos. A parte de ver o escuchar, algunas madres informan de que las
consecuencias posteriores al incidente también suponen un efecto traumático
en los niños. Por ejemplo, ver a la madre herida y necesitada de ayuda,
intervenciones policiales o el traslado a un centro de acogida (Edleson, 2007).

Edleson describe el término “Exposición a violencia doméstica” como múltiples


experiencias de los niños que viven en hogares en los que un adulto emplea la
violencia como forma de coerción contra su pareja.

Tras revisar la literatura sobre la exposición infantil a violencia doméstica, se pone


de manifiesto en primer lugar que no existe una definición estandarizada y
común en este campo de investigación, y en segundo lugar la falta de inclusión
de definiciones en los distintos estudios, siendo en muchas ocasiones complicado
discernir qué se considera exposición a violencia y qué no.

Con el objetivo de avanzar hacia una terminología común, Holden (2003)


propone una taxonomía sobre exposición infantil a violencia doméstica que se
expone en el siguiente apartado. Ésta es la definición en la que se basa este
estudio, por considerarse la más completa, que abarca diferentes dimensiones
de la exposición y que ha sido ampliamente aceptada en la literatura científica.

1.2.3 TIPOS DE EXPOSICIÓN Y TAXONOMÍA

Holden (2003) señala que el concepto de “exposición” a violencia doméstica va


más allá de un constructo dicotómico según el cual el niño observa/escucha o
no observa/no escucha el suceso violento, sino que es un fenómeno más
complejo que puede subdividirse en distintas categorías.

Holden trata de elaborar una taxonomía de exposición en la que propone diez


categorías para precisar el término “exposición a violencia doméstica”, que van
desde la implicación activa en el conflicto violento hasta el desconocimiento del
mismo (las seis primeras categorías se refieren a la implicación directa mientras
que las últimas implican algún tipo de exposición indirecta):

  4  
 
1. Exposición prenatal: efectos reales o imaginarios de la violencia
doméstica en el desarrollo del feto. Por ejemplo, la madre embarazada
vive en estado de terror o la madre percibe que la violencia doméstica ha
afectado al feto.

2. Intervenciones: el niño trata de parar la agresión de manera física o verbal.


Por ejemplo, tratando de defender a su madre o pidiendo que paren.

3. Victimización: el niño es física o verbalmente agredido durante un


incidente. Por ejemplo, es agredido de manera intencional o es dañado
de manera accidental por un objeto lanzado.

4. Participación: el niño es obligado a participar o se une “voluntariamente”.


Por ejemplo, es coaccionado para participar o es utilizado como un espía
de la madre.

5. Testigo visual: el niño observa directamente el asalto. Por ejemplo, observa


la agresión o está presente y escucha la agresión verbal.

6. Testigo auditivo: el niño no está presente, pero escucha la agresión. Por


ejemplo, escucha gritos, amenazas o rotura de objetos.

7. Observa los efectos iniciales: el menor observa alguna de las


consecuencias inmediatas de la agresión. Por ejemplo, ve heridas o ve a
la policía, una ambulancia o los daños materiales.

8. Experimenta las consecuencias: el niño experimenta cambios en su vida


como consecuencia de la agresión. Por ejemplo, experimenta la
depresión materna, la separación del padre, el cambio de residencia, etc.

9. Escucha conversaciones o le cuentan sobre la agresión; adquiere


conocimiento de la situación a través de la madre, un hermano, un
familiar u otra persona.

10. El niño no tiene conocimiento del asalto. La agresión ha ocurrido cuando


el niño no estaba presente en el hogar o cuando lo madre pensaba que
estaba dormido.

Holden agrupa a su vez estas categorías en distintos tipos de exposición a


violencia doméstica:

- Exposición a violencia doméstica durante el embarazo: Este periodo se ha


reconocido como de alto riesgo para sufrir abuso de la pareja (Campbell y
Parker, 1999). El feto podría ser un objetivo directo de la agresión o indirecto
(por ejemplo si la mujer es empujada por las escaleras). Es posible que el feto

  5  
 
se vea afectado por cambios fisiológicos debidos al estado de ansiedad o
terror en el que la madre se encuentra.

- Implicación infantil en la violencia doméstica: Tres de las diez categorías


mencionadas hacen referencia a algún tipo de implicación. Estas
intervenciones pueden variar desde llamar a la policía hasta involucrarse
físicamente para proteger a la madre.

En una muestra de Smith, el 30% de las madres informaron de que la reacción


típica de sus hijos ante las agresiones era la intervención física o verbal para
su defensa.

Fusco y Fantuzzo (2008) indican que el 75% de los niños expuestos a VD


también estaban involucrados de alguna manera en dicha violencia.
Encuentran tres formas claras de implicación:

1. El niño como parte de los eventos precipitantes (especialmente los


niños de 6 años y menores).

2. El niño pide ayuda (especialmente las niñas de 7 años y mayores).


En relación a estos datos, Edleson (2003) indica que en el 12% de las
ocasiones el niño pidió ayuda o intervino físicamente en el suceso
violento.

3. Implicación física por parte del niño (incluyendo las situaciones en


las que el niño es herido, con independencia de la intencionalidad.
En este caso los niños de 6 años y menores fueron los más propicios.

- Victimización: Otra manera de involucrarse en la agresión se produce


cuando el niño se convierte además en víctima, bien de forma accidental o
intencionada. En muchas ocasiones, las agresiones al niño se emplean como
una manera de atemorizar y amenazar a la madre. Finalmente, el niño
puede verse involucrado en la agresión mediante la participación en la
misma, en muchas ocasiones porque es coaccionado por el padre.

- Testigo visual del abuso: En un estudio, más de la mitad de las madres


informaron de que sus hijos habían presenciado directamente los abusos
(Hutchison y Hirschel, 2001). Cuando el niño se encuentra en otra habitación
o en la cama en el momento del asalto, puede escuchar la agresión, llantos,
los objetos que se rompen, etc. Tal como se ha comentado anteriormente,
Fusco y Fantuzzo (2008) señalan escuchar y ver como las formas de
exposición más habituales. En función de las circunstancias, los padres serán
más o menos conscientes de que su hijo está presenciando el incidente.

  6  
 
- Escuchar la violencia: Este tipo de exposición puede darse cuando el niño
está en otra habitación, pudiendo escuchar gritos, objetos que se rompen,
llantos o llamadas de socorro.

- Vivencia de las consecuencias del abuso: inicialmente pueden continuar


varios días y pueden suponer la necesidad de acudir al hospital o servicios de
emergencia; a largo plazo puede implicar el desplazamiento a un centro de
acogida o a un nuevo hogar, o vivir los problemas psicológicos de las
madres.

- Finalmente, el niño puede no ser consciente de la violencia, o que adquiera


conocimiento de ella a través de conversaciones que escuche. En este
sentido, es importante lo que el niño oiga, ya que de ello dependerán los
posibles sentimientos de culpa y responsabilidad, lo que puede provocar
problemas de ajuste posteriores (Holden, 1998; Rossman, 1990).

Holden señala algunas cuestiones empíricas que surgen a raíz de esta taxonomía.
En primer lugar, la validez de las categorías discretas, ya que es habitual que los
niños expuestos a violencia doméstica compartan más de una categoría (por
ejemplo, es frecuente que el niño sea testigo visual, escuche los episodios de
agresión y que se implique directamente en los mismos).

La cuestión más importante es hasta qué punto los tipos de exposición propuestos
pueden ser útiles a la hora de comprender las reacciones y consecuencias de los
niños ante la violencia interparental. Algunos autores señalan que este tipo de
taxonomías pueden ser de gran utilidad si se encontrara relación entre las
categorías de los tipos de exposición y el grado de severidad de las
consecuencias posteriores en los niños. Sin embargo, los estudios revelan la
existencia de muchas variables moderadoras entre los tipos de exposición y las
secuelas; por ejemplo, edad del niño (o etapa de desarrollo), tipo de violencia
sufrida y apoyo social.

A pesar de estas cuestiones, esta taxonomía permite valorar la exposición a


violencia doméstica desde una visión más amplia, incluyendo formas de
exposición que quedaban excluidas en algunas definiciones, como, por ejemplo,
ser testigo de agresiones verbales o amenazas, y que pueden influir a la hora de
valorar el efecto de la exposición a violencia doméstica. El cuestionario
empleado en el presente estudio recoge las diversas categorías de EVD descritas
en esta taxonomía. En resumen pues en este trabajo se considera que un niño
está expuesto a violencia doméstica cuando ve, escucha, se involucra
directamente o experimenta las secuelas de una agresión física, psicológica o
sexual que se produce entre sus cuidadores.
 
 
 

  7  
 
1.3 PREVALENCIA DE EXPOSICIÓN INFANTIL A VIOLENCIA DOMÉSTICA

Las estimaciones más citadas sobre exposición infantil a violencia doméstica son
las llevadas a cabo por Carlson y Straus.

Carlson (1984), basándose en los estudios sobre violencia doméstica, estima que
al menos 3.3 millones de niños en EEUU están en riesgo de exposición a violencia
interparental anualmente. Posteriormente (Carlson, 2000) incrementa estas cifras,
estimando que entre un 10% y 20% de los niños americanos están expuestos a
violencia doméstica anualmente. Basándose en los datos del Censo de los
Estados Unidos, indicaría que aproximadamente entre 7 y 14 millones de niños
americanos estarían expuestos a violencia familiar cada año.

Straus (1992), empleando informes retrospectivos con adultos, estima que podría
haber hasta 10 millones de adolescentes en EEUU expuestos a la violencia
doméstica cada año.

Otros autores han llevado a cabo estudios sobre la prevalencia de exposición


infantil, empleando muestras comunitarias y muestras clínicas, por lo que los datos
aportados son muy dispares.

Por ejemplo, O’Brien, John, Margolin y Erel (1994) describen que el 25% de los
niños de una muestra comunitaria informaron haber sido testigos de algún tipo de
agresión entre sus padres.

Mc Closkey y Figueredo (1995) señalan que el 20% - 25% de los niños en edad
escolar que viven en hogares con violencia interparental informaron haberla
presenciado de forma directa. Cuando los episodios de violencia interparental
incluyen a las fuerzas de seguridad, estas cifras aumentan hasta el 95% de los
casos. Estos autores señalan que hasta el 20% de los niños en una muestra
comunitaria vieron a su padre dar una bofetada a su madre.

En un estudio llevado a cabo con estudiantes universitarios, Straus (1974)


encuentra que el 16% había presenciado agresión física entre sus padres.

Thompson, Saltzman y Johnson (2003) señalan a partir de un sondeo nacional que


el 33,2% de las mujeres maltratadas en Canadá y el 40,2% de las mujeres
maltratadas en EEUU informaron de que sus hijos habían sido testigos de los
episodios violentos. McGee (2000) encuentra que el 71% de los niños de mujeres
maltratadas habían sido testigos del maltrato, y un 10% había presenciado una
agresión sexual a la madre. McCloskey, Figuerdo, Koss (1995) informan de
resultados similares.

Fusco y Fantuzzo (2008), estudian la prevalencia de exposición infantil a violencia


doméstica, así como la naturaleza de la implicación en dicha violencia. Señalan

  8  
 
que en el 43% de todos los crímenes de violencia doméstica había niños en el
entorno familiar, de los cuales hasta un 95% habían experimentado exposición
sensorial a dicha violencia. Estos hallazgos son similares a los señalados por los
mismos autores en 2007. En esta investigación señalan que hasta el 89% de los
niños expuestos a VD habrían experimentado exposición sensorial a dicha
violencia, siendo escuchar y ver las formas más frecuentes de exposición. Fusco y
Fantuzzo (2008) además señalan que es más probable la exposición directa
cuando la VD tiene como resultado daño físico para la víctima que cuando no
hay daño físico.

En una investigación llevada a cabo en cinco ciudades diferentes, Fantuzzo,


Boruch, Beriama, Atkins y Marcus (1997) encuentran que el número de niños
presentes en familias en las que se produce violencia doméstica duplica la tasa
en comparación con familias en la población general, siendo los niños menores
de 5 años más propensos a estar expuestos a violencia doméstica y abuso de
sustancias.

El Estudio del Secretario General de las Naciones Unidas sobre la violencia contra
niños y adolescentes (2006) calcula que hasta 275 millones de niños estarían
expuestos a violencia doméstica en mundo. Basándose en estos datos, Unicef-
Body Shop publica el informe Behind Closed Doors (2006), en el que estima en
188.000 los niños que podrían estar expuestos a violencia doméstica en nuestro
país.

En España existen muy pocos datos disponibles sobre la prevalencia de violencia


interparental. En la macroencuesta realizada por el Instituto de la Mujer (2011), el
10,9% de las mujeres afirmaron haber sufrido maltrato alguna vez en la vida y un
3% de las encuestadas reconocieron estar en situación de violencia doméstica
en la actualidad. De las mujeres que sufrieron violencia doméstica, el 64,9%
tenían hijos menores de edad cuando se produjo la situación de violencia
doméstica, y esta cifra aumenta al 70,6% de las mujeres que afirman sufrir
violencia doméstica en ese momento. Extrapolando los datos, 2.800.000 menores
estaban expuestas a la situación de violencia que vivía su madre. De ellas,
840.000 son hijos de mujeres que han sufrido violencia doméstica en ese último
año, lo que supondría que el 10,1% del total de menores residentes en España
habrían estado expuestos a violencia doméstica en ese último año. Este
porcentaje es similar al estimado por Carlson (2000) en muestra americana.

En conclusión, son pocos los estudios que arrojan datos precisos sobre
prevalencia de exposición infantil a violencia doméstica. La mayor parte de las
cifras aportadas son estimaciones aproximadas y poco afinadas, ya que cada
una se basa en definiciones distintas e imprecisas, informes retrospectivos y
medidas indirectas, y emplean diferentes tipos de muestras. Analizando los datos
expuestos, los rangos de EVD parecen oscilar en muestras comunitarias entre el
10,1% (Instituto de la Mujer, 2011) y el 25% (O’Brien, Margolin, y Erel, 1994), mientras

  9  
 
que, tomando como referencia los hijos de mujeres maltratadas, las cifras
aumentan hasta alcanzar un rango entre el 71% (Mc Gee, 2000) y 95% (Fusco y
Fantuzzo, 2008). A pesar de la disparidad en los resultados, estas cifras permiten
cierta comprensión en cuanto a la extensión del problema en la sociedad.

 
1.4   CONSECUENCIAS PSICOPATOLÓGICAS DE EXPOSICIÓN INFANTIL A
VIOLENCIA DOMÉSTICA  
 
1.4.1 CONSIDERACIONES PREVIAS
 
1.4.1.1 Exposición a violencia doméstica en el contexto del maltrato
infantil

Existe una clara relación entre el maltrato contra la mujer y el abuso infantil
(Cunningham y Baker, 2004; Edelson, 1999; Guille, 2004; Ross, 1996). Convivir con el
maltrato materno puede ser considerado una forma de abuso emocional, ya
que conlleva muchas implicaciones negativas en la salud mental del niño
(Brandon y Lewis, 1996; citado por Holt, 2008).

Por otro lado, la violencia doméstica aparece como un factor de riesgo


importante para sufrir maltrato físico y sexual en la infancia (Farmer y Owen, 1995;
Kellog y Menard, 2003; McGee, 2000; Osofsky, 2003, citado por Holt, 2008). Las
cifras de concurrencia de violencia doméstica y maltrato infantil varían en los
distintos estudios en un rango del 45-70% (Margolin, 1998).

Straus, Gelles y Steinmetz (1980) encuentran que el 77% de los niños que vivían en
hogares con niveles altos de violencia fueron maltratados a lo largo de su vida.
Estos autores señalan además que las mujeres que habían sido maltratadas
tenían el doble de probabilidad de maltratar físicamente a sus hijos en
comparación con mujeres que no habían sido maltratadas (Strauss y Gelles,
1990).

En esta misma línea, Stark y Flitcraft (1988) llevan a cabo un estudio con mujeres
referidas por maltrato infantil, de las cuales el 45% habían sido maltratadas ellas
también. Este estudio fue replicado posteriormente en Boston, y se encontró que
el 59% de las madres de niños maltratados habían sido maltratadas también por
su pareja (McKibben, 1989, citado por Osofosky, 2003).

En un estudio llevado a cabo por Matud con muestra española (2007), el 55% de
las mujeres maltratadas informaron de que su pareja también había ejercido la
violencia contra sus hijos, siendo las formas más comunes el abuso psicológico y
físico.

  10  
 
Los datos obtenidos en la encuesta española del Instituto de la Mujer (2011)
revelan que el 54,7% de las mujeres que habían sufrido maltrato afirmaron que sus
hijos también habían sido víctimas directas del maltrato. Esta cifra aumenta hasta
el 61,7% de las mujeres maltratadas en ese último año. Extrapolando los datos, se
estimaría que 517.000 menores (6,2% de los niños residentes en España) habrían
sufrido directamente violencia en situaciones de violencia doméstica de su
madre en ese último año.

En esta misma línea, un elevado número de investigaciones señala unos niveles


elevados de concurrencia de exposición infantil a violencia doméstica y maltrato
infantil. Los niños expuestos a violencia interparental tienen un mayor riesgo de
sufrir otros tipos de maltrato, como negligencia emocional (Levendosky, Graham-
Bermann, 2001, Osofosky, 1998). Es más, la mayoría de estos estudios han
mostrado un solapamiento entre exposición y maltrato infantil que varía entre el
30 y el 60% (Edleson, 1999).

En una revisión de 42 estudios, Appel y Holden (1998) sugieren que la


concurrencia de exposición y maltrato en muestras comunitarias americanas es
del 6%, mientras que en muestras clínicas asciende en torno al 40%. Esta cifra
oscila entre el 20-100% cuando se tomaba una definición de abuso infantil
conservadora.

Lamers-Winklemann, Willemen, Visser (2012) hallan un nivel de concurrencia de


ser testigo de violencia doméstica y haber sufrido maltrato físico del 51% en
muestra holandesa.

A pesar de la disparidad en cuanto a las tasas de solapamiento entre EVD y


maltrato infantil, los datos reflejan unas cifras muy elevadas. La mayor parte de los
estudios muestran unas cifras de solapamiento que oscilan entre el 30 y 60%
(Matud, 2007).

Este problema de concurrencia destapa una nueva cuestión sobre el posible


efecto adicional de ser víctima y testigo de violencia frente a sólo ser víctima o
testigo. Esta hipótesis se conoce como “Double whammy effect” o, tal como se
referirá en este estudio, el “Efecto de doble victimización”. Esta hipótesis será
abordada en el apartado 1.4.3.3.

1.4.1.2 Habilidad parental y violencia doméstica

En general los resultados encontrados en los diferentes estudios coinciden en


señalar que el buen funcionamiento psicológico materno y la capacidad
parental (caracterizada por calidez, sensibilidad y niveles adecuados de control),
sirven como factores de protección para los niños expuestos a violencia contra la
pareja (Ybarra, 2007; Hungerford, Wait, Fritz, y Clements, 2012).

  11  
 
La evidencia empírica establece claramente que la capacidad de los
progenitores se ve mermada a la hora de satisfacer las necesidades de los niños
que se encuentran en casas de acogida (Levendosky y Graham-Bermann, 2001;
McIntosh, 2002; Mullender, 2002).

En cuanto a las madres, el maltrato continuo afecta de manera negativa a la


relación con sus hijos y a la calidad de la misma (Mullender, 2002; Cleaver, 1999;
Levendosky, Huth-Bocks, Shapiro y Semel, 2003). Holden sugiere que el estrés y la
depresión materna pueden fomentar un distanciamiento materno.
Alternativamente, Holtzworth-Munroe, Smutzler, Sandin (1997) estiman que entre
uno y dos tercios de las mujeres maltratadas sufren Trastorno de Estrés
Postraumático (TEPT), baja autoestima, depresión y ansiedad, lo que puede
fomentar el riesgo de problemas comportamentales y el impacto de la violencia
en los niños (Levendosky y Graham-Bermann, 1998).

Tschann, Johnston, Kline y Wallerstein (1989) proponen la hipótesis de la


capacidad parental, según la cual la violencia contra la pareja afecta de forma
indirecta al ajuste del niño como resultado de prácticas parentales nocivas.
Señalan que los niños expuestos a violencia doméstica son más propensos a
desarrollar problemas de comportamiento externalizantes cuando se produce
una disrupción en la relación padre-hijo.

Los resultados encontrados por Zarling, Taber-Thomas, Murray, Knuston, Lawrence,


Valles, y Bank (2013) en su investigación apoyan la hipótesis de la capacidad
parental como mediadora en la relación entre la exposición a violencia contra la
pareja y el desarrollo de consecuencias negativas en el niño. En concreto,
estudian el funcionamiento psicológico materno y la disciplina dura como
potenciales variables mediadoras en niños entre 6 y 8 años. Los resultados
señalan la disciplina dura como variable moderadora entre exposición a
violencia doméstica y problemas externalizantes (aunque no internalizantes), lo
que sustenta las teorías del aprendizaje social. Además, apuntan al
funcionamiento psicológico materno como mediador en la relación exposición y
problemas internalizantes, en concreto síntomas de ansiedad y depresión.

También se ha señalado que la violencia doméstica afecta a la capacidad de


autoridad y control de los hijos, lo que puede resultar en agresiones físicas de los
adolescentes a sus padres (Ulman y Strauss, 2003). Las agresiones hacia los padres
aumentan según se incremente la edad del niño, y son hasta 18 veces más
frecuentes en familias en las que la madre sufre maltrato (McCloskey y Lichter,
2003).

Jouriles (2012) sugiere que tanto la exposición a violencia en la pareja como una
crianza severa están asociadas a la perpetración de la violencia en las relaciones
íntimas en adolescentes.

  12  
 
En resumen pues, la violencia doméstica tiene un efecto negativo en la habilidad
parental. Por un lado, afecta al funcionamiento psicológico materno, ya que
muchas de las mujeres víctimas de violencia doméstica sufren problemas
psicológicos como TEPT o depresión, lo que a su vez supone un impacto negativo
en la relación con sus hijos. Por otro lado, los estudios señalan que la habilidad
parental actúa como variable moderadora entre la exposición a violencia y el
desarrollo de diversos problemas infantiles, pudiendo servir como factor de
protección infantil.

1.4.1.3 Impacto de la exposición a violencia doméstica desde la


perspectiva del desarrollo

La evidencia empírica sugiere que crecer en un entorno abusivo puede poner en


peligro el desarrollo personal del niño. La exposición a VD puede suponer un
impacto diferente en función de la etapa evolutiva en la que se encuentre el
menor, ya que la exposición temprana y prolongada puede generar mayores
problemas afectando a las consiguientes etapas de desarrollo.

Desde esta perspectiva se entiende que los niños pequeños son totalmente
dependientes de sus cuidadores principales. El estrés sufrido por el menor puede
manifestarse en forma de irritabilidad, comportamientos regresivos (lenguaje o
control de esfínteres), Osofsky, 1999; aparecen problemas de sueño, distrés
emocional o miedo a quedarse solo (Lundy y Grossman, 2005).

De acuerdo con la perspectiva de la psicopatología del desarrollo, las


experiencias tempranas aportan un fundamento para la consecuente
adaptación, lo que puede moderar o exacerbar el impacto de eventos
posteriores (Lamb, Gaensbauer, Malkin, y Schultz, 1985; Sroufe, 1979, Carlson,
Levy, y Egeland, 1999). De esta manera, algunos investigadores opinan que la
exposición temprana a la violencia doméstica, cuando la capacidad de
regulación emocional aún no está desarrollada y la identificación del niño con
sus padres es más fuerte, puede producir efectos negativos más severos y
duraderos para la adaptación futura que la exposición más tardía (Fantuzzo,
DePaola, Lambert, Martino, Anderson y Sutton, 1991; Hughes, 1988; Stagg, Wills, y
Howell, 1989). Sin embargo, aunque existe cierta evidencia de que la asociación
entre exposición a violencia doméstica y problemas de ajuste puede variar en
función de la etapa evolutiva en la que el niño se encuentre en el momento de
dicha exposición, no existen resultados concluyentes (Trickett y McBride-Chang,
1995).

Rossman (1998) y Huth-Bocks, Levendosky, y Semel (2001) proponen que los niños
pre-escolares que presencian la violencia doméstica presentan más problemas
de comportamiento, dificultades sociales, síntomas de estrés postraumático,
mayores dificultades para desarrollar empatía y peor autoestima que los niños

  13  
 
“no testigo”. Los efectos de la exposición son mayores en los niños pequeños
debido a la dependencia de éstos con sus padres en todos los aspectos. Algunos
investigadores han encontrado que las madres de este grupo de edad
manifiestan que exhiben mayores problemas que cualquier otro grupo de edad
(Levendosky, Huth-Bocks, Shapiro y Semel, 2003). Lundy y Grossman (2005)
encuentran que los niños pre-escolares presentan comportamientos agresivos y
posesivos, y Martín (2002) resalta los síntomas psicosomáticos como dolores de
cabeza, dolores de estómago y asma, así como insomnio, pesadillas,
sonambulismo y enuresis.

En cuanto a los niños escolares destacan problemas sociales y escolares, lo que


además influye en su autoconcepto. Muchos niños tratan de ocultar la violencia
doméstica por vergüenza, lo que les produce un sentimiento de tristeza y
vulnerabilidad (Alexander, McDonald y Paton, 2005). Estos autores señalan que la
falta de habilidades sociales puede provocar que estos niños desarrollen
comportamientos agresivos con sus iguales, ejerciendo bullying hacia otros
compañeros o, por el contrario, que se produzca un retraimiento de tal manera
que presenten alto riesgo para sufrirlo (Cunningham y Baker, 2004). Lundy y
Grossman encuentran en su estudio que un tercio de los niños de su muestra
presentaba comportamientos agresivos con mayor frecuencia y un quinto de la
muestra tenía dificultades a la hora de seguir las normas impuestas en el colegio.

En cuanto a los adolescentes, los investigadores sugieren que no suelen tener un


apego seguro, por lo que su estilo relacional es evitativo, debido a la falta de
confianza en las relaciones íntimas (Levendosky, 2002).

Wekerle y Wolfe (1999) encuentran que la exposición a la violencia doméstica es


el mejor predictor para el comportamiento abusivo de los adolescentes varones,
así como para la victimización de adolescentes (de ambos sexos) en sus
relaciones íntimas.

Cuando los niños se van haciendo mayores, tendrán una participación más
activa en la violencia doméstica, bien, tratando de prevenirla, bien interviniendo
directamente, o proporcionando apoyo emocional a su madre (Hester, 2000).
Pueden aparecer sentimientos de rabia hacia su padre (agresor) o hacia su
madre (por no impedirlo). Los adolescentes pueden adoptar un rol de cuidadores
de sus madres o hermanos, lo que puede generar un estrés muy elevado.
(Goldblatt, 2003).

Muchos han sido los estudios que han abordado la edad como posible variable
moderadora en el contexto de la exposición a violencia doméstica; sin embargo
los resultados hallados son dispares y no parece haber un claro consenso. Este
aspecto se aborda más adelante (ver apartado 1.4.3.2.).

  14  
 
1.4.2 CONSECUENCIAS PSICOPATOLÓGICAS

En las últimas dos décadas los investigadores han llevado a cabo un gran
progreso en la comprensión de la violencia familiar y sus efectos en el desarrollo
infantil.

La exposición infantil a violencia doméstica está asociada a problemas


comportamentales, emocionales y cognitivos, así como a deterioro social y
funcional. (Edleson, 1999; Fantuzzo y Lindquist, 1989; Jaffe, Wolfe y Wilson, 1990;
Margolin y Gordis, 2000; Kitzmann, 2003; Wolfe, 2003; Sternberg, 2006; Ybarra, 2007;
Holt, 2008; Chan and Yeung, 2009; Fletcher, 2010; Bayarri, 2011; Emery, 2011;
Zarling, 2013; Alcántara, López-Soler, Castro, López, 2013), pudiendo las
consecuencias de dicha exposición persistir hasta la edad adulta (Edleson, 1999;
Kilpatrick y Williams, 1998).

Las investigaciones sobre exposición infantil a violencia doméstica se han


centrado principalmente en el estudio de problemas internalizantes,
externalizantes y Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT).

En general, se entiende por trastornos internalizantes los problemas de ajuste que


se manifiestan en comportamientos de inhibición, inquietud, evitación, y timidez,
mientras que los trastornos externalizantes se refieren a las alteraciones del control
de los comportamientos, como, agresión, impulsividad, negativismo desafiante,
hiperactividad y problemas de conducta (Achenbach y Edelbrock, 1983). No
obstante, en función del instrumento de evaluación empleado, no todos los
estudios incluyen las mismas variables a la hora de definir sintomatología
internalizante y externalizante. En concreto el instrumento empleado en este
estudio, por ser el más comúnmente utilizado es el Child Behaviour Check List
(CBCL, Achenbach, 1991), en el se incluyen como escalas de internalización
ansiedad, depresión y somatización, y como escalas de externalización incluye
conducta agresiva y anormativa.

1.4.2.1 Problemas internalizantes y externalizantes

Los diversos estudios sobre el tema han encontrado que los niños expuestos a
violencia doméstica experimentan un amplio rango de consecuencias negativas
en las que se incluyen problemas internalizantes y externalizantes. En concreto,
presentan más síntomas depresivos, ansiedad y preocupaciones que los niños
que no han sido expuestos a este tipo de violencia. Asimismo parecen estar más
predispuestos a cometer agresiones físicas, así como a sufrir otros problemas
comportamentales.

  15  
 
La mayor parte de los estudios han encontrado una asociación significativa entre
la exposición infantil a violencia doméstica y problemas internalizantes y
externalizantes (Fantuzzo, 1991; Mc Farlane, 2003; Sternberg, 2006; Lamers-
Winkelman, 2012; Clifton 2013, Zarling, 2013; Alcántara, 2013).

Sin embargo los resultados presentados no son unánimes. Así algunos autores han
encontrado relación sólo con problemas internalizantes (Christopoulos, 1987;
Cummings, Peppler y Moore, 1999; Holden y Ritchie 1991) o sólo con problemas
externalizantes (Sternberg, 1993, Kernic), o no han encontrado relación (Jaffe,
Wolfe, Wilson, y Zak, 1985; Wolfe, Jaffe, Wilson y Zak, 1985; Wolfe, Zak, Wilson y
Jaffe, 1986). Edleson (1999) apunta que algunos niños expuestos a violencia
doméstica no desarrollan ningún efecto negativo, mostrando una gran resilencia.

1.4.2.2 Trastorno de estrés postraumático

La exposición infantil a violencia doméstica está asociada al desarrollo de


problemas emocionales, comportamentales y traumáticos (Chang y Yeung, 2009;
Kitzmann 2003; Lamers-Winkelman, 2012).

Múltiples estudios señalan la violencia interparental como un factor precursor del


Trastorno de Estrés Postraumático en niños. Kilpatrick (1997) encuentra una fuerte
asociación entre EVD y TEPT, indicando que la exposición puede actuar como un
estresor comparable en cuanto al impacto que supone a otras experiencias
directas de violencia u otros actos abusivos.

Las cifras sobre TEPT en niños expuestos a violencia doméstica varían entre los
distintos estudios. Rossman, Hughes y Rosenberg (2000), en un análisis de varios
estudios, informan de que entre el 13 y 50% de los jóvenes expuestos a la
violencia interparental cumplían los criterios para el diagnóstico de TEPT. En una
muestra comunitaria de niños expuestos a violencia doméstica, sólo el 13% de los
niños cumplían los criterios diagnósticos de TEPT; sin embargo, en torno al 50%
cumplían criterios de pensamientos intrusivos, un quinto de la muestra presentaba
evitaciones de los estímulos traumáticos y dos quintos de la muestra
experimentaba síntomas de hiperactivación relacionados con los estímulos
traumáticos. (Graham-Bermann y Levendosky, 1998; citado por Vickerman y
Margolin, 2007). Levendosky (2013) apunta que aproximadamente la mitad de los
niños entre 1 y 7 años expuestos a violencia doméstica desarrollaron algún
síntoma de trauma. La tasa de TEPT hallada en este estudio resultó baja, siendo el
grupo de 7 años los que presentaron mayor incidencia (21%).

Estos resultados indican que, a pesar de no cumplir los criterios para el


diagnóstico de TEPT, gran parte de los niños expuestos desarrollan algún tipo de
sintomatología traumática.

  16  
 
El TEPT en niños expuestos a violencia doméstica es un fenómeno complejo para
cuya comprensión es necesario considerar varios aspectos.

En primer lugar, se produce un elevado solapamiento entre exposición infantil a


violencia y maltrato. El nivel de concurrencia de maltrato infantil y violencia
doméstica varía entre el 6% en muestra comunitaria y 41% en muestras clínicas
(Appel y Holden, 1998).   Margolin (1998) señala que entre el 45 y el 70% de los
niños expuestos sufren además maltrato físico. Lamers-Winkleman (2012)
encuentra una concurrencia entre exposición y maltrato físico del 51%. A pesar
de que no existe consenso respecto al posible efecto aditivo en los niños que son
testigos de violencia familiar y que también son víctimas de la misma, varios
autores señalan que los niños que además son víctimas presentan un peor
funcionamiento que los que son testigos de violencia pero no la sufren (Sternberg,
2006). En algunos casos, la coincidencia de violencia doméstica y agresiones a
niños se da por casualidad y no de forma intencionada: por ejemplo, algunos
niños pequeños no se separan de uno de sus progenitores por miedo y algunos
adolescentes tratan de intervenir para parar las peleas de sus padres (Fantuzzo,
Boruch, Beriama, Atkins y Marcus, 1997; Laumakis, Margolin y John, 1998).

La EVD también está asociada a otras formas de maltrato como negligencia


(Levendosky y Graham-Bermann, 2001) y abuso sexual (Lamers-Winkelman, 2012).

En muchos casos, los niños expuestos se enfrentan a otras experiencias adversas


como divorcio, separación, drogodependencia en alguno de los cuidadores
principales, problemas psiquiátricos familiares, encarcelamiento de algún
miembro de la familia o traslado a un centro de acogida entre otros. El estudio
llevado a cabo por Lamers-Winkelman (2012) indica que la vivencia de
experiencias adversas en la infancia correlaciona con la severidad y duración de
la violencia familiar. A pesar de que el número de experiencias adversas no
correlacionaba con el desarrollo de problemas emocionales o
comportamentales, estos autores encuentran relación con el desarrollo de
sintomatología traumática.

Las consecuencias de la EVD pueden variar en función de la frecuencia,


severidad y cronicidad de la exposición (Kitzmann, 2003). En general, la
exposición no se da a un único suceso limitado en el tiempo, sino que se trata de
una situación prolongada cuya severidad varía desde presenciar insultos y
amenazas hasta empujones, palizas o incluso el fallecimiento de la madre.

La frecuencia de violencia familiar presenciada está relacionada con el número


de síntomas postraumáticos desarrollados (Levendosky, Bogat, Martínez-Torteya,
2013; Graham-Bermann, 2006; Levendosky, 2002; Rossman, 2007), por lo que los
niños expuestos con mayor frecuencia presentarán más síntomas postraumáticos.
La cronicidad de la violencia familiar supone una amenaza constante de nuevos
episodios y la hace especialmente presente debido al elevado número de

  17  
 
estímulos traumáticos asociados. Incluso si la violencia se produce de forma
esporádica o sólo una vez, las reacciones traumáticos del niño pueden
generalizarse a otras situaciones menos severas, como manifestaciones de rabia
o agresiones verbales, lo cual tiene una probabilidad de ocurrencia alta entre los
miembros de la familia (Margolin y Vickerman, 2007). Los niños que conviven con
la violencia familiar no tienen la seguridad en sus hogares, ya que existe la
amenaza constante por la repetición de la violencia y no existe además manera
de escapar de los recuerdos sobre los incidentes previos.

Rossman y Ho (2000) describen la experiencia de los niños de la violencia


doméstica como una zona de guerra, ya que en muchas ocasiones pueden
predecir cuándo se producirá el ataque, mientras que en otras el daño es
inesperado. Esto fomenta en los niños una sensación de peligro y de inseguridad.
Otra característica única en la exposición a violencia doméstica es el hecho de
que es una persona querida (padre) la que ejerce un acto violento contra la
víctima, en este caso, su madre. El miedo y el sentimiento de indefensión pueden
ser especialmente sobrecogedores cuando la amenaza o el daño es provocado
por uno de los padres, y dirigido contra el niño, el otro padre o un hermano. En
sucesos traumáticos como desastres naturales o accidentes, el apoyo de los
padres se ha probado como un amortiguador importante que ayuda a minimizar
los síntomas postraumáticos (Margolin y Vickerman, 2007). En la violencia familiar
este soporte no se proporciona debido a que es uno de los progenitores quien
perpetra el acto traumático, por lo que es una figura de peligro.

Por otro lado, el progenitor víctima de esta violencia (la madre) puede no ser
capaz de proporcionar seguridad. Las madres con TEPT tienden a responder de
manera más impulsiva y rápida con sus hijos y suelen subestimar el estrés del
menor (Chemtob y Carlson, 2004). En muchos casos, la madre sufre otros
problemas mentales, lo que afecta a su capacidad para proporcionar apoyo y
calidez a sus hijos.

El maltrato infantil y la exposición a la violencia doméstica pueden incluirse en la


categoría de “traumas complejos” (Cook et al., 2005; Van der Kolk, 2005). Estos
autores se refieren al trauma complejo como “la vivencia de eventos traumáticos
múltiples, crónicos, y prolongados, habitualmente de naturaleza interpersonal
(por ejemplo abuso físico o sexual, guerra, violencia comunitaria) que se
producen desde una edad temprana.”

1.4.2.2.1 Dificultades en el diagnóstico de TEPT en niños expuestos


a violencia doméstica

La naturaleza crónica de la EVD es uno de los factores que dificulta el


diagnóstico de TEPT, ya que es posible que no exista un único acontecimiento
traumático precipitante o un acontecimiento que sobresalga del resto. Es más,

  18  
 
estos acontecimientos pueden no suponer una amenaza a su integridad física o
de su madre, tal como requiere el criterio 1 de TEPT (DSM-IV-TR, APA, 2000).
Tampoco es posible identificar el funcionamiento previo del menor, debido a la
dificultad para establecer un único suceso en un momento determinado.

Según el DSM-IV-TR, el diagnóstico para el Trastorno de Estrés Postraumático


requiere que el niño presente como mínimo un síntoma de re-experimentación,
tres síntomas de evitación y embotamiento y dos síntomas de hiperactivación.

El DSM-IV-TR reconoce que el TEPT puede manifestarse en niños de manera


diferente a la de los adultos; por ejemplo, es habitual que los síntomas de re-
experimentación se manifiesten mediante juegos que reproducen el evento o
con pesadillas. Para establecer un diagnóstico adecuado es preciso tener en
cuenta las diversas manifestaciones del TEPT en las diferentes etapas de
desarrollo.

En la revisión del DSM-5 se introducen varios cambios para el diagnóstico de TEPT.


En primer lugar deja de pertenecer a la categoría de trastornos de ansiedad y
pasa a una nueva clase denominada trastornos traumáticos o eventos
estresantes. Respecto a los criterios diagnósticos, se pasa de tres grupos
principales de síntomas a cuatro, ya que el grupo C (evitación y embotamiento)
se divide en dos (grupos C y D), resultando: intrusión, evitación, alteraciones
negativas en cogniciones y estado anímico, y alteraciones en activación
fisiológica y reactividad.

Se añaden además tres nuevos síntomas. En el criterio D (alteraciones negativas


en cogniciones y estado anímico) se incluye culpa a uno mismo o a otros,
persistente y distorsionada, y estado emocional negativo persistente. En el criterio
E (alteraciones en activación y reactividad) se añade comportamiento temerario
o destructivo.

Se elimina el criterio A2 del DSM-IV (miedo, indefensión y horror ante la situación


traumática), ya que la investigación sugiere que no aportaba precisión
diagnóstica.

También se añade un subtipo de TEPT con síntomas disociativos, aplicable a los


sujetos que cumplen los criterios para el diagnóstico de TEPT y además
experimentan síntomas de despersonalización y desrealización.

Uno de los cambios importantes es la separación de criterios diagnósticos para


niños de 6 años o menores (subtipo preescolar). Dado que los niños más
pequeños tienen una capacidad cognitiva abstracta y expresión verbal
emergentes, la investigación ha demostrado que los criterios deben ser más
conductuales y sensibles en relación al desarrollo para detectar TEPT en niños
preescolares. Respecto al criterio sobre la reacción inmediata al evento

  19  
 
traumático, se elimina la condición por la que el niño debía manifestar distrés
extremo en el momento del trauma. Si el niño es muy pequeño para verbalizar de
forma precisa sus reacciones, y si no hay un adulto testigo, no habría manera de
tener conocimiento de estas reacciones. En cuanto a los síntomas intrusivos, el
antiguo síntoma de imágenes recurrentes e intrusivas del evento requería tres
condiciones: recurrencia, intrusividad y que generara malestar. La investigación
ha demostrado que los niños preescolares no siempre manifiestan abiertamente
este malestar. Sin embargo los cambios más importantes para niños preescolares
se introducen en el apartado de “evitación y alteraciones negativas en
cogniciones y estado de ánimo”, dado que muchos de los síntomas de evitación
y cogniciones negativas son altamente internalizantes. El principal cambio es que
se pasa a exigir un único síntoma de evitación, cogniciones negativas y estado
de ánimo, en lugar de los tres que eran necesarios anteriormente. La disminución
del interés por actividades significativas puede manifestarse en una reducción
del juego. Los sentimientos de desapego se pueden manifestar de forma
conductual mediante aislamiento social. Respecto a la sintomatología de
activación, sólo se introducen cambios en la descripción de los síntomas, de tal
manera que “irritabilidad” o “explosiones de ira” se modificaron para incluir
“pataletas extremas” para incrementar la validez aparente.

Estos cambios parecen responder a la necesidad de adaptar los criterios


diagnósticos de TEPT a los niños, diferenciándolos de los criterios para los adultos.
Destaca la nueva inclusión del tipo TEPT preescolar, en la que se tienen en cuenta
las peculiaridades de esta etapa de desarrollo. Este aspecto se debate en el
siguiente apartado, en el que se pone de relieve las diferentes manifestaciones
del TEPT cada etapa evolutiva.

En este estudio se emplean los criterios diagnósticos del DSM-IV-TR, ya que no se


contaba con la nueva revisión cuando se inició la investigación en 2010, y
tampoco se contaba con instrumentos adaptados a esta nueva clasificación.

1.4.2.2.2 Manifestaciones de TEPT en función de la etapa de


desarrollo

En los últimos años se ha debatido hasta qué punto el TEPT se manifiesta de


manera similar en adultos y en niños. La evidencia sugiere que los niños sufren
muchos de los síntomas que presentan los adultos. En el meta-análisis de Fletcher
(1996) aparece que la incidencia de síntomas concretos en niños y adultos era
comparable: por ejemplo, recuerdos intrusivos (34% y 45% para niños y adultos
respectivamente), pesadillas (31% y 36%), re-experimentación del suceso (39% y
29%), malestar ante los recuerdos (51% y 26%), evitación de recuerdos (32% y
33%), disminución de interés por actividades (36% y 28%), dificultades de
concentración (41% y 41%), hipervigilancia (25% y 27%) y respuesta exagerada de
sobresalto (28% y 38%). Asimismo Fletcher informa de otros problemas asociados

  20  
 
en niños traumatizados, como respuestas disociativas (48%), baja autoestima
(34%), depresión (25%), ansiedad de separación (23%) y ansiedad generalizada
(39%).

No obstante es habitual que el TEPT tenga manifestaciones diferentes en función


de la etapa de la infancia en la que se produzca el suceso traumático (Mash y
Terdal, 1997). En los distintos estudios los niños preescolares muestran menos
síntomas cognitivos (menos síntomas de re-experimentación) y pocos síntomas
evitativos (incapacidad para recordar algún aspecto del trauma o evitación de
pensamientos y emociones o conversaciones sobre el suceso). Sin embargo existe
poca investigación acerca de las diferentes manifestaciones del TEPT en las
distintas etapas evolutivas (Cohen, 1998; Drell, Siegal, Gaensbauer, 1993;
Scheeringa, Zeanah, Drell y Larrieu, 1995).

Kerig, Fedorowicz, Brown y Warren (2000) llevan a cabo una revisión de la


literatura sobre la manifestación de TEPT en niños y adolescentes, y establecen
una diferenciación de los síntomas en función de la etapa de desarrollo:

Los niños preescolares manifiestan diferentes síntomas de re-experimentación del


suceso traumático entre los que se incluyen juego repetitivo, terrores nocturnos y
pesadillas, sonidos e imágenes intrusivas que reviven el suceso, ansiedad de
separación, ansiedad ante extraños, miedos regresivos, problemas de
alimentación o sensibilidad a ruidos altos. Dentro de la categoría de evitación, los
niños en edad preescolar manifiestan ausentismo más que la evitación activa de
pensamientos y sentimientos típicos en la edad adulta. También manifiestan
comportamientos fóbicos, confusión, comportamientos regresivos, apego
ansioso, tristeza e indefensión y sensación de acortamiento de futuro. En la
categoría de síntomas de hiperactivación, los niños preescolares presentan
dificultades para dormir, rabietas y mal comportamiento, inatención a
instrucciones, sensibilidad ante estímulos auditivos y una respuesta exagerada de
alarma.

Los niños en edad escolar manifiestan diferentes síntomas de re-experimentación,


entre los que se encuentran fantasías recurrentes de venganza o rescate,
pesadillas y terrores nocturnos, imágenes y sonidos que reviven el trauma, miedos
específicos del trauma y miedos cotidianos, así como reactividad y quejas
somáticas. Dentro de la categoría de síntomas evitativos aparecen el estar
ausente, comportamientos fóbicos, distorsión temporal, presagios, rechazo al
colegio, aislamiento social, falta de interés en el juego, tristeza, culpa y sensación
de soledad y sensación de acortamiento de futuro. En la categoría de
hiperactivación los niños escolares presentan dificultad para dormir,
oposicionismo y mal comportamiento, dificultades escolares, obsesión con
detalles del trauma y respuesta de alarma exagerada.

  21  
 
Los adolescentes manifiestan los síntomas de re-experimentación a través de
fantasías recurrentes de venganza y rescate, pesadillas, sensación de que el
suceso está ocurriendo, miedos específicos del trauma y miedos cotidianos,
reactividad y quejas somáticas. Entre los síntomas evitativos destacan el estar
ausente, comportamientos fóbicos, distorsión temporal, presagios, absentismo
escolar, aislamiento y mal comportamiento contra otros (ejemplos de esto son
robar o pelear), tristeza y culpa y sensación de acortamiento de futuro. En la
categoría de activación, los adolescentes presentan insomnio o falta de sueño
profundo, comportamiento agresivo, rabia, dificultades académicas,
hipervigilancia y respuesta exagerada de alerta.

- Manifestaciones de TEPT en niños expuestos a violencia doméstica

En el estudio llevado a cabo por Levendosky (2013) con niños expuestos a


violencia doméstica, se señala que la probabilidad de desarrollar síntomas
traumáticos incrementa según lo hace la edad del niño. Encuentra una tasa de
TEPT baja, siendo sólo la tasa de los niños de 7 años (21%) la más próxima a las
tasas que se han informado en la literatura. Una explicación de esto sería que los
niños pequeños raramente reúnen todos los criterios para el diagnóstico de TEPT,
sucediendo lo mismo con otros trastornos de ansiedad e internalizantes. Los
autores sugieren que podría deberse a que los niños pequeños no encajan en
este perfil de testigo de violencia contra la pareja de la misma manera que lo
hacen niños mayores o adultos.

En este estudio se describe un patrón de desarrollo para tres de las categorías de


TEPT, de tal forma que la sintomatología de activación aparece asociada a los
niños expuestos entre 1 y 5 años; la sintomatología evitativa aparece más
asociada entre los 5 y 7 años, mientras que la re-experimentación lo hace a los 7
años. Los autores sugieren una diferencia en la manifestación de la
sintomatología en función de la etapa de desarrollo del niño: en los niños más
jóvenes es más frecuente la falta de regulación emocional, y según van
creciendo, aparece más sintomatología relacionada con la disregulación
cognitiva y comportamental (reexperimentación y evitación).

Lehmann (2000) lleva a cabo una revisión sobre diversos estudios basados en el
TEPT en niños expuestos a violencia doméstica. En concreto destaca las siguientes
manifestaciones:

- Reexperimentaciones del suceso: algunos porcentajes de síntomas


intrusivos de los distintos estudios son 36% (Graham-Bermann y
Levendosky, 1998), 60.8% (Fitzpatrick y Boldizar, 1993), 60% (Lehmann,
1997) y 88% (Horowitz, Weine, y Jekel, 1995).

  22  
 
- Juegos repetitivos: el juego repetitivo se ha denominado “juego
postraumático”, ya que el niño repite de manera compulsiva temas o
aspectos determinados del trauma. (Terr, 1981, 1991). Se han
encontrado ejemplos de juego postraumático en juegos de disparos
(Pynoos y Nader, 1988), juegos de mamás (Eth y Pynoos, 1994), juegos
de muerte (Malmquist, 1986; Pynoos y Eth, 1984, 1985), superhéroes
(Silvern y Kaersvang, 1989), bomberos (Silvern, Karyl, y Landis, 1995) y
juegos que representan actos de violencia comunitaria (Osofsky,
Wewers, Hann, y Fick, 1993).

- Reactividad fisiológica: los síntomas somáticos se consideran respuestas


psicofisiológicas como consecuencia del trauma. Algunos síntomas
somáticos destacados son dolores de cabeza, dolores de estómago,
asma recurrente, nauseas, diarrea, etc. La presencia de estos síntomas
se produce en todas las etapas del desarrollo.

- Problemas de sueño: las dificultades de sueño se producen con mucha


frecuencia en niños que han sufrido trauma. Pynoos y Nader (1988)
encuentra que el 60% de los niños que fueron testigo de una agresión
sexual a sus madres presentaron problemas de sueño. Las madres
también informaron de que sus hijos estaban permanentemente
fatigados. De manera similar, Fitzpatrick y Boldizar (1993) y Lehmann
(1997) informan de problemas de sueño en el 37% y el 51% de los niños
respectivamente. En otro estudio, Martínez y Ritchers (1993) encuentran
que el 73% de los niños presentaban dificultades en el sueño.

- Miedos específicos: muchos niños desarrollan miedos, incluyendo el


miedo a las armas y drogas (Martínez y Richters, 1993), miedo a que el
agresor regrese y le dañe y miedos relacionados con la oscuridad o
dormir solos (Burman y Alen-Meares, 1994; Scheeringa et al., 1995). Otros
niños desarrollan miedos relacionados directamente con los
acontecimientos traumáticos (Pynoos y Nader, 1988). Asimismo, otros
estudios señalan la aparición de miedo a perder el control debido a su
deseo de venganza contra el agresor (Eth y Pynoos, 1985; Pynoos y Eth,
1984, 1985, 1986; Pynoos y Nader, 1988).

- Distorsiones en la memoria: por ejemplo, Pynoos (1990, 1994) encuentra


que la mayoría de los niños pequeños omiten los momentos de máxima
amenaza o su proximidad con la violencia. Por otro lado, las
distorsiones de memoria no parecen asociarse con niños mayores.
Pynoos y Eth (1985, 1986) encuentran que los adolescentes pueden
aportar detalles de los sucesos, y estos resultados los confirman otros
autores (Further, Peterson, Prout, Schwarz, 1991; Black et al., 1992, 1993;
Black y Kaplan, 1988, 1993; Pynoos y Eth, 1984; Pynoos y Eth, 1985).

  23  
 
- Embotamiento/Regresión: la mayor parte de los estudios revisados
informan de alguna forma de embotamiento o regresión. Algunos niños
responden al trauma con embotamiento social y afectivo respecto a
sus amigos o familiares (Osofsky, 1995; Martínez y Richters, 1993; Pynoos
y Nader, 1988). También señalan que algunos niños muestran desinterés
por el estudio (Silvern, 1995). Con respecto a los comportamientos
regresivos, los autores señalan numerosos episodios de enuresis (Burman
y Allen-Meares, 1994; Malmquist, 1986; Scheeringa et al., 1995), así
como comportamientos inapropiados con los amigos (Pynoos y Nader,
1988).

- Acortamiento de futuro: Fitzpatrick y Boldizar (1993) encontraron que el


50,8% de los niños de su muestra informaron de sentimientos de
acortamiento de futuro. De la misma manera, Martínez y Richters (1993)
encuentran que los niños sentían mayor desesperanza respecto al
futuro al compararlo con las percepciones maternas.

- Dificultades escolares: las dificultades escolares es uno de los


problemas más comunes del TEPT. Dyson (1991), Burman y Allen-Meares
(1994), así como Pynoos y Eth (1984) informan de que el 100% de los
niños en edad escolar mostraron dificultades en concentración y
aprendizaje. Asimismo Rossman (1994) encuentra una correlación entre
la actuación académica y reacciones postraumáticas severas. En un
estudio posterior, Rossman (1998) informa de un peor funcionamiento
cognitivo, especialmente en los niños testigo. Los problemas escolares
parecen ser una consecuencia de un peor procesamiento cognitivo,
de adversidades familiares, de la fatiga asociada al estrés, del miedo
sobre lo que pueda sucederle a uno de sus padres mientras él está en
la escuela o de un diagnóstico inadecuado de trastornos de
aprendizaje.

- Irritabilidad/ira: los síntomas de irritabilidad, ira y problemas de control


de impulsos son problemas muy comunes en la mayor parte de los
estudios. En parte, el aumento de activación en estos niños puede estar
asociado al estrés generado por haber presenciado los múltiples actos
violentos, así como a cambios secundarios; por ejemplo, nuevo hogar,
colegio, etc. (Black y Kaplan, 1998; Burman y Allen-Meares, 1994; Dyson,
1991; Malmquist, 1986). Song (1998) encuentra que el sentimiento de ira
parece ser el síntoma traumático más importante a la hora de predecir
comportamiento violento en la adolescencia.

- Respuestas emocionales asociadas: los niños traumatizados muestran


un elevado número de respuestas emocionales negativas, como baja
autoestima (Dyson, 1991; Holaday et al., 1992; Silvern y Kaersvang,
1989), pérdida de confianza en los demás (Pynoos y Eth, 1984; 1985),

  24  
 
atribuciones negativas incluyendo sentimientos de vulnerabilidad y la
creencia de que el mundo es peligroso (Lehmann, 1997). Otras
respuestas emocionales son la depresión y desesperanza (Dyson, 1991;
Black y Kaplan, 1998; Black et al., 1992, 1993; Eth y Pynoos, 1994; Song et
al., 1998), ansiedad de separación, respuestas disociativas (Song et al.,
Rossman, 1994) y culpa por no haber intervenido (Black et al., 1993;
Pynoos y Nader, 1988; Pynoos y Eth, 1984).

Lehmann (2000) en su estudio también examina los factores asociados a


reacciones traumáticas:

- Múltiples traumas: aproximadamente el 85% de los casos los niños


tuvieron historias de traumas previos, tales como presenciar violencia
comunitaria, haber sido abusado física o sexualmente o haber estado
expuesto a guerra. Famularo et al., (1991) encuentra que el 80% de los
sujetos tenían una historia previa de trauma incluyendo abuso físico y
sexual. Muchos autores señalan que los múltiples traumas incrementan
los síntomas de distrés.

- Edad: aproximadamente en el 65% de los estudios los niños más


pequeños muestran mayor malestar. Al comparar los distintos grupos de
edad, los niños más jóvenes suponen un mayor riesgo para presentar
sintomatología TEPT (Black et al., 1992; 1993; Lehmann, 1997; Pynoos y
Eth, 1984, 1985, 1986). Black encuentra que el 58% de los niños escolares
presentaban mayores problemas emocionales al compararlos con los
adolescentes. Martínez y Richters (1993) informan de que el haber visto
armas y drogas junto con haber presenciado violencia doméstica tenía
peores consecuencias para los niños más pequeños.

- Sexo: no existe consenso respecto al sexo. Unos estudios indican que las
niñas muestran mayores niveles de sintomatología TEPT (Fitzpatrick y
Boldizar, 1993; Holaday et al., 1993), mientras que en otros aparece lo
contrario (Black et al., 1993; Rossman, 1998; Song et al., 1998),
finalmente en otros estudios no encuentran diferencias (Lehmann, 1997;
Martínez y Richters, 1993).

- Reacción familiar: la mayor parte de los estudios coinciden en que las


reacciones traumáticas de los niños se minimizan cuando los padres
proporcionan un apoyo adecuado al niño (Rossman et al., 1997). Por
otro lado, Kilpatrick y Williams (1998) encuentran que el bienestar
materno no es un predictor de los síntomas traumáticos, lo que
coincide con los hallazgos de Rossman (1998) que indican que la
adversidad familiar no contribuye al desarrollo de sintomatología TEPT
en niños. En los casos en los que se ha producido un asesinato, se
destacan algunas circunstancias que pueden favorecer el desarrollo

  25  
 
de sintomatología traumática como, por ejemplo, quedarse huérfano,
vivir múltiples mudanzas o cambios de colegio, tener sentimientos de
estigmatización así como sufrir complicaciones legales. En los estudios
en los que no se produce homicidio, destacan algunas circunstancias
como el conflicto familiar, la falta de una figura paterna no violenta, así
como los múltiples abusos o las dificultades económicas.

1.4.3 VARIABLES MODERADORAS

Muchas investigaciones coinciden en señalar que la exposición a violencia


doméstica supone un impacto negativo en los menores. No obstante, son varias
las cuestiones que continúan abiertas para las que no se ha encontrado
consenso: por ejemplo, el papel que juegan las variables sexo y edad en el
desarrollo de sintomatología internalizante, externalizante y traumática o el
posible efecto de distintos tipos de exposición.

1.4.3.1 Sexo

Son frecuentes las investigaciones que abordan el sexo como posible variable
moderadora en el impacto de la exposición infantil a violencia doméstica. De
nuevo, los resultados son contradictorios. No todos los autores hallan el sexo como
variable moderadora, y entre aquellos que lo hacen tampoco hay acuerdo
respecto a qué sexo o en relación a qué consecuencias.

Son muchos los estudios que encuentran diferencias significativas en cuanto al


sexo (Sternberg, 1993; Yates, 2003; Zarling, 2012; Jouriles, 2012), aunque discrepan
respecto a las consecuencias psicopatológicas asociadas a cada uno:

Algunos estudios sobre violencia doméstica sugieren que los niños son más
vulnerables al impacto de los sucesos estresantes, incluyendo violencia familiar,
que las niñas (Jaffe, Wolfe, Wilson, y Zak, 1986; Ramos, 2011).

En contraste, otros investigadores han encontrado que las niñas que viven la
violencia doméstica son más propensas a manifestar problemas internalizantes y
externalizantes que los niños (Cummings, Pepler, y Moore, 1999; Holden y Ritchie,
1991; Sternberg, 1993; Sternberg, Lamb, y Dawud-Noursi, 1998; Alcántara, 2013).
Moyland y Herrenkhol (2009) señalan el sexo como variable predictora para todas
las consecuencias excepto depresión. En concreto, indican que las niñas
presentan mayor riesgo de desarrollar problemas internalizantes (Sternberg, 1993)
mientras que los niños tienen más riesgo para los problemas externalizantes
(Evans, 2008; McDonald, 2009).

  26  
 
Yates (2003) apunta esta diferencia de género, sugiriendo que la violencia
doméstica es igualmente dañina para niñas y niños; sin embargo, la forma en la
que estos problemas comportamentales se manifiestan puede variar en función
del sexo. Los resultados muestran mayores asociaciones entre la exposición a
violencia en la infancia media y el desarrollo de problemas externalizantes para
los niños, y la exposición temprana y el desarrollo de problemas internalizantes
para niñas (a la edad de 16 años).

Jouriles (2012) señala el sexo como variable moderadora en la relación entre


crianza severa y exposición a violencia doméstica para la perpetración de la
violencia en las relaciones entre adolescentes, encontrando mayores
asociaciones para las niñas. Los resultados sugieren que la sintomatología
traumática media el efecto de la crianza severa en la perpetración de la
violencia, especialmente para niñas.

Zarling et al (2013) encuentra que las niñas presentan una mayor tendencia a
tener más valoraciones cognitivas de miedo y hostilidad (lo cual aparece
asociado tanto a problemas internalizantes como externalizantes), mientras que
los niños experimentan de forma más frecuente disciplina dura (asociado a
problemas externalizantes). De esta forma sugiere que cualquier influencia que el
género pueda tener en las consecuencias de violencia contra la pareja podría
plantearse como variables de proceso asociadas al sexo en lugar de diferencias
estadísticas entre niños niñas.

Sin embargo, otros estudios informan de consecuencias similares para niños y


niñas o no encuentran diferencias significativas (Carlson, 1990; Fantuzzo, 1991;
Gleason, 1995; Grych, Jouriles, Swank, McDonald, y Norwood, 2000; O’Keefe,
1994; Wolfe, 2003; Kitzmann, 2003; Sternberg, 2006; Matud, 2007; Evans, Davies y
DiLillo, 2008; Chan y Yeung, 2009; Bayarri, 2011; Lamers-Winkleman et al, 2012).
Wolfe y Evans encontraron que los niños presentaban niveles superiores de
problemas externalizantes que las niñas, aunque dichas diferencias no son
significativas. Bayarri (2011) tampoco encuentra el sexo como variable
moderadora en la relación exposición a violencia y psicopatología en niños entre
4 y 17 años (coincidiendo con Moyland, 2010 y Fletcher, 2010).

Tras una revisión de la literatura sobre el sexo como posible variable moderadora
en la relación entre EVD y consecuencias psicopatológicas, se puede concluir la
falta de consenso en este campo. En el apartado 1.7 se revisan varios meta-
análisis que tratan de aportar claridad a ésta, entre otras cuestiones. En cuatro
de los cinco meta-análisis revisados, los autores fallan a la hora de encontrar
diferencias significativas en función del sexo (Kitzmann, 2003; Wolfe, 2003;
Sternberg, 2006; Chang, 2009), lo que sugiere que los niños y niñas presentarían
niveles similares de sintomatología internalizante, externalizante y traumática.

  27  
 
1.4.3.2 Edad

Algunos autores han encontrado un mayor impacto negativo en preescolares


(Fantuzzo, Boruch, Beriama y Atkins, 1997; Fantuzzo et al., 1991; Hughes, 1988;
Stagg, Wills y Howell, 1989). Por ejemplo, los niños preescolares de familias
violentas pueden sufrir problemas de sueño, síntomas somáticos, distrés
emocional, miedo a quedarse solos, y enuresis (Osofsky, 1995; Osofsky y
Scheeringa, 1997; Zeanah y Scheeringa, 1997).

Otros estudios han señalado una mayor aparición de problemas


comportamentales y emocionales en niños escolares (Carlson, 1990; Edelson,
1999; Sternberg, 1993), así como mayores dificultades de adaptación escolar y
dificultades relacionales: tienen peores resultados académicos, interactúan con
sus iguales de manera más agresiva y muestran más síntomas de depresión y
ansiedad (Carlson, 1990; Jaffe, Hurley y Wolfe, 1990).

En muchos casos las investigaciones apuntan a un mayor impacto en función de


la edad, la consecuencia estudiada o el tipo de violencia sufrida.

Por ejemplo, Sternberg (2006) halla la edad como variable moderadora para
problemas externalizantes, pero no internalizantes. En concreto, apunta que entre
los 7 y 14 años cualquier forma de violencia supone un mayor riesgo para
problemas externalizantes, mientras que entre los 4 y 6 años sólo los niños
maltratados tenían mayor riesgo frente a los testigos. Yates (2003) sugiere que
tanto la edad como el sexo influyen en la relación entre exposición y el ajuste
comportamental del niño. Encuentra una asociación entre la exposición a
violencia en la infancia media en niños y el desarrollo de problemas
externalizantes (en ese momento), y la exposición en la infancia temprana a
violencia en niñas y el desarrollo de problemas internalizantes (en la
adolescencia).

En la revisión realizada por Tailor et al (2012) se señala que los niños pequeños (0-3
años) tienden a tener una peor afectación de la exposición a violencia que los
niños mayores (Fantuzzo, 1991, 1997), resultando en mayores problemas
emocionales, problemas sociales y retrasos en el desarrollo, agresión, síntomas de
trauma y una menor habilidad verbal, cognitiva y motora.

Emery (2011) señala que la relación entre violencia interparental y problemas de


comportamiento se atenúa según la edad de exposición aumenta. En esta línea
apunta la revisión de la literatura llevada a cabo por Muresan y Lorelei (2012),
sugiriendo que cuanto más temprana es la primera exposición a violencia
doméstica mayores serán los problemas de ajuste.

  28  
 
El estudio de Levendosky, Bogat, Martínez-Torteya (2013) sobre TEPT en niños
expuestos a violencia doméstica encuentra que la probabilidad de desarrollar
sintomatología traumática aumenta a medida que aumenta la edad del niño.
Señalan que puede deberse a que los niños más jóvenes no encajan en el mismo
perfil de respuesta que los niños mayores.

A pesar de que la edad se ha señalado como variable moderadora en


numerosos estudios, son muchos los autores que no han encontrado dicho efecto
(Kitzmann, 2003; Litrownick, 2003; Wolfe, 2003; Evans, Davies y DiLillo, 2008; Chang
y Yeung, 2009; Bayarri, 2011; Zarling, 2013). Los resultados encontrados en estos
casos subrayan que la EVD tiene un impacto similar en los niños a todas las
edades.

En muchos casos, la edad no sólo se ha encontrado como variable moderadora


para el desarrollo de determinadas secuelas, sino que también aparece
asociada a otras variables como el tipo o la frecuencia de exposición, tal como
se comenta en el siguiente apartado.

De nuevo, no existe consenso para establecer diferencias en función de la edad


del menor. Son muchos los estudios que defienden que la exposición tiene peores
consecuencias en las etapas más tempranas del desarrollo infantil (Hughes, 1988;
Fantuzzo, 1991; Muresan y Lorelei, 2012; Taylor, 2012); sin embargo otros
investigadores señalan mayores problemas psicológicos en edades más tardías
(Sternberg, 2006).

1.4.3.3 Tipos de exposición

Otros factores que influyen en las secuelas son la intensidad, severidad y la


presencia de distintas formas de violencia a las que el niño está expuesto.
Los niveles de psicopatología aumentan según incrementa el nivel de exposición
a violencia doméstica (Bayarri, 2011).

EL número total de síntomas traumáticos presentados por los menores expuestos


está relacionado con la frecuencia de exposición a violencia doméstica
(Levendosky, Bogat, Martínez-Torteya, 2013; Graham-Bermann, 2006; Levendosky,
2002; Rossman, 2007).

En el estudio de Jouriles (1998) destaca que los niños expuestos a episodios de


violencia en los que se emplean armas tienen un mayor riesgo para presentar
problemas comportamentales. En esta misma línea, Lemmey (2001), Levendosky y
Graham-Bermann (1998) destacan que los niveles mayores de violencia física
contra la madre se asociaban a mayores problemas internalizantes y
comportamentales en los niños. Kitzmann (2003) señala en su meta-análisis que los

  29  
 
niños experimentaban un mayor impacto cuando presenciaban violencia física
entre sus padres que ante cualquier otra forma de abuso (por ejemplo agresiones
verbales).
Gewirtz y Medhanie (2008) encuentran que el nivel de violencia a la que está
expuesto un niño correlaciona con la edad del mismo, de tal manera que los
niños mayores, de ambos sexos, presencian más episodios violentos. Además
destacan una asociación positiva entre la edad de los niños y el uso de armas
durante los episodios; es decir, que los niños mayores presencian un mayor
número de episodios violentos en los que se emplean armas. Straus et al (1980)
apunta que los niños menores de cinco años tienen mayor riesgo de presenciar
violencia doméstica y abuso de sustancias.

Kernic (2003) halla en su estudio que sólo la duración del maltrato físico añadía
algún efecto a la exposición a violencia interparental, de tal forma que los niños
expuestos a violencia doméstica de larga duración presentaban niveles límite o
clínicos para la escala total del CBCL.

Los estudios revisados parecen coincidir al apuntar en la línea de que cuanta


mayor frecuencia, intensidad y duración de la exposición a violencia doméstica,
peores serán las consecuencias psicopatológicas.

- Efecto de doble victimización

Dado que la violencia marital y el maltrato físico infantil están muy asociados,
muchos investigadores plantean la hipótesis de que los niños que experimentan
ambos tipos de violencia (ser testigo y víctima de violencia doméstica) sufrirán
problemas más severos que aquellos que sólo hayan sufrido un tipo de violencia.
De esta forma se ha investigado si el maltrato infantil supone un efecto aditivo en
el contexto de exposición a violencia doméstica. A este efecto se le conoce
como “Efecto de doble victimización” (“Double whammy effect”).
De nuevo, no existe un consenso claro entre los diferentes estudios. Mientras que
algunas investigaciones confirman la hipótesis de la doble victimización, otros
fallan a la hora de señalar dicho efecto.

- Testigo versus víctima y testigo de EVD

Hughes, Parkinson y Vargo (1989) informan del “efecto de la doble victimización”,


según el cual los niños que hayan vivido ambos tipos de violencia presentarán
problemas más severos que los que tan sólo hayan sido testigo de la violencia
doméstica.

En esta línea apunta el estudio de Kernic (2003), en el que los niños testigo y
víctimas de la violencia doméstica duplicaban la probabilidad de puntuar en el

  30  
 
nivel clínico de la escala total del CBCL en comparación con el grupo de
expuestos.

Sternberg (2006) apoya este efecto aditivo. Encuentra que el grupo de niños que
habían sido testigos y además maltratados presentaban mayor riesgo para el
desarrollo de problemas internalizantes que el grupo de niños víctimas o el grupo
de testigos, para todas las edades. Respecto a los problemas externalizantes, sólo
encuentra este efecto en el rango de edad de 4 a 6 años.

Matud (2007) halla resultados similares, indicando este efecto aditivo para el
grupo de víctimas y testigo en el desarrollo de problemas internalizantes. En este
caso, el ser testigo incrementaba las probabilidades de desarrollar problemas
físicos y mentales, pero los niños que además de ser testigo de la violencia eran
víctimas de ella desarrollaban más problemas de salud.

Moyland, Herrenkhol et al (2009) también confirman la hipótesis de la doble


victimización, encontrando que la exposición dual (testigo y víctima) se asociaba
de forma consistente a un mayor riesgo para todo el rango de problemas
internalizantes y externalizantes.

Sin embargo, otros investigadores no han encontrado este efecto aditivo o lo han
hecho en subgrupos específicos.

Sternberg (1993) sugiere que la exposición dual no tiene un efecto aditivo a la


experiencia traumática, ya que señala que los niños que presencian violencia
doméstica no diferían de forma consistente de los grupos de niños maltratados
físicamente o maltratados y testigo.

Kitzmann (2003) informa que los niños que habían sido abusados físicamente y
que además habían sido testigos de la violencia doméstica tendían a presentar
peores consecuencias que los que sólo habían sido testigos; sin embargo, el
tamaño del efecto encontrado no difería de manera significativa. Wolfe (2003)
también apunta en esta dirección, hallando diferencias entre el grupo víctimas y
testigos frente al grupo testigos, pero con un tamaño del efecto pequeño,
pudiendo explicarse dichas diferencias por el tipo de muestra.

Estos datos sugerirían que el hecho de ser testigo es tan dañino como ser testigo
y además víctima, o como ser víctima de violencia doméstica.

- Testigo versus víctima de VD

Otra cuestión sobre la que se han centrado varios autores se dirige a aclarar si los
niños testigo de la violencia doméstica presentan secuelas similares a los niños
que la sufren de manera directa. Sternberg (1993) encuentra que el ser víctima

  31  
 
de violencia tenía peores consecuencias que el presenciarla. En su meta-análisis,
Kitzmann (2003) encuentra que las víctimas directas tendían a presentar peores
consecuencias que las que solo eran testigo, aunque la diferencia no fue
significativa. En este mismo sentido apunta el estudio de Rossman y Joyce (2000),
en el que el porcentaje de niños que cumplía criterios diagnósticos de TEPT era
mayor para el grupo de los niños testigo y víctimas de VD, aunque la diferencia
con respecto al grupo de testigos no fue significativa.

Parece haber una tendencia a presentar mayor psicopatología como víctima


que como testigo, pero dicha diferencia no es significativa (Kitzmann, 2003;
Bayarri, 2011). De nuevo, los datos sugieren que el hecho de ser testigo de
violencia doméstica produce secuelas prácticamente similares que el ser víctima
de la violencia.

Esta cuestión abre un debate en torno a la posibilidad de conceptualizar a los


niños expuestos a violencia doméstica dentro de la categoría víctimas de
violencia.

Holden (2003) defiende que los niños expuestos a violencia doméstica cumplen
los criterios para maltrato, ya que viven en un entorno que es abusivo
psicológicamente. Estos niños cumplen gran parte de las manifestaciones de
maltrato psicológico:

- Estar atemorizado: la mayor parte de los niños que conviven en


hogares en los que se produce violencia doméstica están
aterrorizados. Estar expuesto a la agresión verbal o física de un
padre incrementa los niveles de activación fisiológica, produce
distrés emocional y puede desencadenar trauma. Observar la
violencia genera miedo por la seguridad de la víctima. Es común la
intimidación, incluyendo amenazas con dar palizas o matarle a él o
la madre si el menor informa sobre la violencia o presenta cargos.
Otra forma común de amenazar al niño es mediante la amenaza
de maltratar, o el maltrato a la mascota. También puede ser
amenazado con ser abandonado. Observar el maltrato físico a la
madre provoca una alta activación y desencadena sentimientos
de miedo e indefensión.

- Estar corrompido: implica modelar, permitir o fomentar el


comportamiento antisocial o inapropiado. Al estar expuesto a
violencia doméstica, el menor recibe el mensaje de que la violencia
es la forma efectiva de solucionar conflictos.

- Rechazo: actos verbales y no verbales que degradan o rechazan al


niño.

  32  
 
- Negación de respuesta emocional: muchas madres maltratadas
reconocen invertir poco tiempo o soporte emocional con sus hijos.
Respecto a los padres, existe poca información disponible, pero
parece probable que los maltratadores no tengan una apropiada
respuesta emocional para sus hijos.

- Aislamiento: muchas veces el padre aísla a la familia, o el niño se


aísla con el objetivo de evitar al maltratador. De esta forma, el niño
no tiene oportunidades de una adecuada socialización tanto con
sus iguales como con los adultos.

- Negligencia: otra forma de maltrato psicológico consiste en no


atender a las necesidades médicas, de salud mental y
educacionales.

Holden subraya además el riesgo de estos niños a sufrir abuso físico o incluso
sexual. Tal como se ha comentado anteriormente, existe un solapamiento entre
EVD y maltrato (Appel y Holden, 1998), alcanzando una cifra del 30 al 60%.

Considerar a los niños expuestos como víctimas de violencia doméstica


conllevaría unas implicaciones jurídicas y sociales importantes. Un ejemplo es el
caso de Minnesota (1999), donde se llevó a cabo un cambio en la definición
legal de negligencia infantil para incluir la exposición a violencia familiar. Los
municipios de Minnesota estimaron que este cambio supondría un incremento de
en torno a 9100 nuevos informes de exposición a violencia doméstica al año. Sin
embargo, Minnesota respondió aproximadamente a 17.000 informes anuales, lo
que supuso un incremento radical en la carga de trabajo para las agencias de
protección de menores y la imposibilidad de abordar esta nueva demanda
debido a la falta de recursos económicos. Lamentablemente, Minnesota se
retractó en esta definición, dejando fuera del sistema a muchos de los niños que
habían sido identificados previamente. Este suceso remarca la importancia de
poner en marcha una serie de recursos antes de llevar a cabo cualquier cambio
(Edleson, 2006). En otros casos, la inclusión de la EVD dentro del concepto de
maltrato ha sido implementada de forma satisfactoria. Por ejemplo, en Alaska
(1998). En este caso la inclusión no supuso una sobrecarga de los servicios de
protección de menores, ya que sólo era requerido informar en aquellos casos en
que la exposición supusiera un riesgo para la salud mental.

En España recientemente se ha modificado la ley de violencia de género, de tal


manera que los menores expuestos a violencia doméstica son reconocidos como
víctimas de violencia de género.

  33  
 
1.5 ESTUDIOS LLEVADOS A CABO EN ESPAÑA

En los últimos años ha aumentado el volumen de investigación en este campo.


Sin embargo aún son pocos los estudios que se llevan a cabo en España. A pesar
de la disparidad en la metodología empleada en las distintas investigaciones, se
pone de manifiesto una asociación clara entre exposición infantil a violencia
doméstica y el desarrollo de diversos problemas psicológicos y de salud.

Corbalán y Patró (2003) llevan a cabo un estudio en el que evalúan a 40 hijos de


mujeres maltratadas residentes en centros de acogida. Según la información
aportada por las madres, el 32% de los menores presentaban síntomas de
ansiedad y el 27,5% presentaron tristeza y aislamiento.

Alcántara, López-Soler, Castro y López (2013) señalan que los niños testigos de la
violencia de género presentan una serie de problemas conductuales y
emocionales graves, coincidiendo con Edleson, 1999; Hornor 2005; McFarlane et
al., 2003; Mitchell y Finkelhor, 2001; Rivett et al., 2006; Skopp et al., 2005; Sternberg,
2006; Sullivan, 2004; Wolfe, 2003. Estos autores llevan a cabo un estudio en Murcia
sobre las consecuencias psicológicas de la exposición a violencia doméstica
sobre una muestra clínica de 91 menores. Encuentran que el 71% de los menores
había sufrido negligencia por parte del padre, el 52% maltrato emocional y el
48,5% maltrato físico.

Según señalan Alcántara, López-Soler, Castro y López (2013), los menores


expuestos a violencia doméstica difieren significativamente de la población
normal. Empleando el CBCL, encuentran que la prevalencia clínica de los
síndromes fue entre 5 y 10 veces mayor con respecto a lo esperable en menores
de la misma edad. En concreto presentan mayores niveles de problemas
internalizantes (ansiedad/depresión, retraimiento y quejas somáticas) y
externalizantes (agresividad). Señalan que las niñas y los menores de menor edad
manifestaron prevalencias superiores.

Matud (2007) lleva a cabo un estudio sobre la salud en niños que conviven con
violencia doméstica en las Islas Canarias. Emplea los informes de 420 madres
víctimas de violencia doméstica para valorar la asociación entre violencia
doméstica y salud infantil. El 27,4% de las madres informaron que sus hijos
padecían algún tipo de problema psicológico, siendo los problemas
externalizantes los más frecuentes (11,7% de los menores), mientras que el 5,6% de
los niños desarrollaron problemas internalizantes. El 55% de las mujeres informó de
que su pareja había sido también violenta con sus hijos (la forma más frecuente
fue abuso psicológico y físico). Este estudio señala que cuando los niños eran
víctimas de violencia experimentaban mayores niveles de problemas de salud

  34  
 
tanto física como psicológica, lo que confirma el efecto aditivo de la doble
victimización. La variable sexo fue irrelevante en la asociación entre abuso de la
madre y problemas de salud en los niños, así como en el tipo de secuela sufrida.

Bayarri (2011) estudia la relación entre varios tipos de exposición a violencia


doméstica y psicopatología infantil, así como el papel del sexo y edad como
posibles variables moderadoras. Para ello emplea una muestra clínica de 144
niños españoles entre 4 y 17 años. Encuentra que los niveles de psicopatología
aumentan cuando lo hace el nivel de exposición. No encuentra efecto
moderador en las variables sexo o edad y señala que con independencia del
grado de exposición a violencia doméstica se producen los mismos niveles de
psicopatología en niños y niñas.

Este estudio pone de manifiesto la necesidad de obtener información directa del


niño, ya que encuentran resultados diferentes dependiendo de la fuente de
información (madre o hijo). En concreto, cuando la información se obtiene del
niño, se detecta que los niños víctimas de violencia presentan mayores niveles de
ansiedad-depresión, problemas de pensamiento, conducta agresiva, problemas
internalizantes y problemas externalizantes que los niños testigo.

El Proyecto de Investigación DETECTA sobre “Sexismo y Violencia de Género en la


juventud andaluza e Impacto de su exposición en menores” promovido por el
Instituto Andaluz de la Mujer de la Consejería para la Igualdad y Bienestar Social
de la Junta de Andalucía (Ramos, de la Peña, Luzón y Recio, 2011) pone de
manifiesto la relación entre exposición infantil a violencia doméstica y el
desarrollo de problemas internalizantes, externalizantes y escolares.

Este estudio recoge una muestra de 45 menores entre 12 y 17 años y detecta


patrones psicopatológicos externalizados, tanto niñas como niños, siendo
especial la incidencia en los varones, posiblemente debida a la identificación
con el rol paterno y los estereotipos de género. También señalan diferencias entre
menores expuestos a violencia de género y el grupo control en todas las
subescalas relacionadas con patología interna. En cuanto a la afectación en el
ámbito académico los resultados apuntan a que el 22,2% de los sujetos del grupo
expuesto presenta “muy a menudo” bajo rendimiento escolar, frente al 8,1% del
grupo control. Por el contrario el 36,1% del grupo expuesto lo presenta “algunas
veces” frente al 40,7% del grupo expuesto. Por último, el porcentaje de sujetos
que no presentan bajo rendimiento escolar es claramente superior en el grupo
control, un 51,2% frente al 41,7%.

Otras investigaciones valoran las consecuencias psicopatológicas de la


exposición a violencia doméstica en menores tutelados en régimen de
acogimiento residencial, familiar o adoptados (por ejemplo Fernández-Molina,
del Valle, Fuentes, Bernedo y Bravo, 2011).

  35  
 
Tras revisar los estudios sobre exposición infantil a violencia doméstica en España,
se concluye que existen grandes diferencias metodológicas en los diferentes
estudios, lo que dificulta la comparación de resultados. Por otro lado, se pone en
evidencia la falta de estudios que empleen muestras comunitarias y que aporten
por tanto una imagen sobre la realidad en la sociedad española respecto a este
problema. De esta forma se hacen necesarios estudios que valoren prevalencia
de exposición infantil en muestra normal y, en segundo lugar, el estudio de las
consecuencias psicopatológicas asociadas en este tipo de muestra, ya que las
características de los menores que provienen de muestras clínicas se espera que
sean muy diferentes a la muestra normal. Por tanto cabe preguntarse si estos
efectos encontrados en los menores pertenecientes a muestras clínicas aparecen
también en población normal.

1.6 DIFICULTADES EN EL ESTUDIO DE LOS EFECTOS DE EXPOSICIÓN A


VIOLENCIA DOMÉSTICA

Es difícil llevar a cabo estudios sobre los efectos de algunos factores moderadores
como el tipo de violencia, edad y sexo en los problemas de ajuste posterior en
niños.

Una cuestión clave en la investigación de niños expuestos a violencia doméstica


es la definición y medida de la violencia y exposición de los niños a la misma. Una
adecuada definición es el punto de partida para facilitar la comunicación en
esta área de investigación y permitir el progreso científico mediante una buena
comprensión de las variables independientes.

Es importante destacar las inconsistencias metodológicas entre los distintos


estudios.

En primer lugar no existe consistencia en cuanto a la composición de la muestra


en los distintos estudios. Muchas investigaciones seleccionan sus muestras de los
centros de acogida para mujeres, lo que implica un tipo de violencia más severa,
además de la naturaleza estresante que de por sí tienen estos centros. De esta
manera, en muchas ocasiones, los sujetos que se incluyen en las mismas, tienen
un alto riesgo psicológico. Existe evidencia de que los niños que viven en centros
de acogida presentan características diferentes y niveles significativamente
superiores de distrés psicológico que los niños expuestos que no viven en estos
centros. De esta forma, las conclusiones de estos estudios no pueden
generalizarse a la totalidad de los niños expuestos a violencia doméstica
(Fantuzzo y Mohr, 1999).

  36  
 
Otro problema encontrado es la inclusión de muestras en los estudios que no son
lo suficientemente grandes para valorar de manera adecuada los efectos de
dichas variables.

Otros problemas encontrados son la confianza dada a muestras de las que se


desconoce su veracidad y validez; la dependencia de los informes sobre
problemas de comportamiento de sujetos que están traumatizados o que
tienden a proteger a sus hijos (las madres de los niños expuestos); dificultades
para acceder directamente a los niños, algunos de los cuales son demasiado
pequeños para ser entrevistados y se necesita la aprobación de los padres para
aprobar su participación (Osofsky, 2003). Otro problema que aparece, tal como
se comentó anteriormente, es la baja concordancia entre informantes.
Dependiendo de la fuente de información los resultados pueden variar
significativamente.

El empleo de diferentes instrumentos de evaluación complica la comparación de


resultados y la extracción de conclusiones.

De esta manera, la mejor forma de sintetizar los resultados se centra en la revisión


de meta-análisis de pequeños estudios llevados a cabo sobre dichos efectos.

1.7 META-ANÁLISIS SOBRE EXPOSICIÓN A VIOLENCIA DOMÉSTICA

En los últimos años se han realizado varios meta-análisis con el objetivo de


clarificar los efectos predominantes de la exposición a violencia doméstica, así
como de determinar el papel de determinadas variables como el sexo, la edad,
o la doble victimización. Se comentan a continuación:

1. “Child Witnesses to Domestic Violence: A Meta-Analytic Review”, Katherine


M. Kitzmann, Noni K. Gaylord, Aimee R. Holt, y Erin D. Kenny, 2003.

Este meta-análisis revisa 118 estudios sobre las consecuencias psicosociales


de los niños expuestos a violencia interparental. Todos los estudios
recogidos muestran una asociación significativa entre la exposición a VD y
diversos problemas infantiles. El tamaño del efecto medio encontrado (d =
-0.34) indicaría que el 63 % de los niños testigo se desenvuelven peor que
los niños no expuestos. Esto supone que el 37% de los que son testigos
funcionan de manera similar o mejor que los niños no testigos.

Estos autores tratan de establecer si existen diferencias entre los niños que
presencian VD de aquellos que además de presenciarla la sufren
directamente (Efecto de doble victimización), para lo que comparan los
grupos de niños testigo frente a niños maltratados físicamente, y niños

  37  
 
testigo frente a niños testigo y maltratados físicamente. En contra de lo
esperado, encuentran que estos grupos no difieren, sino que presentan
niveles similares en cuanto a problemas de ajuste. Los niños expuestos a
violencia interparental y que además eran físicamente maltratados no
presentaban diferencias con aquellos que únicamente estaban expuestos
a violencia doméstica, lo que sugiere que la violencia en la familia puede
ser suficientemente disruptiva en el desarrollo infantil.

Los efectos de la exposición a violencia doméstica pueden ser incluso


mayores que cuando se presencia cualquier otra forma de conflicto
destructivo.

En cuanto a las variables moderadoras, encuentran que los estudios


correlacionales en los que se empleaba la Conflict Tactics Scale (CTS)
presentaban tamaños de efecto mayores que los que empleaban otros
instrumentos de evaluación. Los resultados varían también en función de la
fuente de información, de tal forma que los estudios que tomaban los
informes maternos tendían a presentar peores consecuencias en los
menores que los estudios que se basaban en los informes de los menores.

No encuentran diferencias en cuanto a la muestra empleada, de tal forma


que los tamaños de efecto encontrados eran similares en muestras
comunitarias, muestras clínicas, muestras recogidas de centros de acogida
o muestras comunitarias de riesgo.

En cuanto al tipo de consecuencias derivadas de la exposición,


encuentran que no existen diferencias en el tamaño del efecto para los
problemas internalizantes y los externalizantes, presentando niveles
similares. A pesar de que los estudios cualitativos previos indicaban
mayores problemas escolares y sociales, en este meta-análisis no se
encuentran diferencias significativas con el resto de niños.

La agresividad y el trastorno de estrés postraumático son dos


consecuencias (externalizante e internalizante respectivamente) que han
recibido mucha atención en la literatura, por lo que los autores deciden
analizarlas de manera independiente. Encuentran que, para todos los
estudios, el tamaños de efecto de la agresividad, es mucho menor que
cualquier otra forma de problema externalizante. Sin embargo, para el
estrés postraumático, el tamaño de efecto era mayor que cualquier otro
problema internalizante.

Estos autores estudian las interacciones entre género, edad y tipo de


consecuencia como posibles moderadoras del tamaño del efecto. Sin
embargo no encuentran ninguna diferencia significativa.

  38  
 
2. “The Effects of Children’s Exposure to Domestic Violence: A Meta-Analysis
and Critique”, David A. Wolfe, Claire V. Crooks, Vivien Lee, Alexandra
McIntyre-Smith, y Peter G. Jaffe, 2003.

Este meta-análisis revisa 41 estudios sobre las consecuencias de la


exposición de niños a violencia doméstica. Cuarenta de los cuarenta y un
estudios indican que la exposición infantil a VD está asociada a problemas
emocionales y comportamentales, siendo el tamaño del efecto pequeño
(0,28).

Este estudio también aborda las variables tratadas anteriormente, como


sexo, edad, etapa de desarrollo o tipo de consecuencias derivadas de la
exposición. Sin embargo, edad, sexo y tipo de consecuencia no resultaron
variables moderadoras significativas.

En un primer momento encuentran que los niños presentan diferencias


significativas, sin embargo estas diferencias se atribuyen a un defecto de la
muestra y, una vez eliminados los cuatro estudios que estaban afectando,
las diferencias desaparecen.

Al comparar las distintas etapas de desarrollo, encuentran que los niños en


edad escolar presentan un mayor tamaño de efecto (zr = 0,23), seguidos
por los preescolares (zr = 0,22), y adolescentes (zr = 0,11). Las diferencias
entre las etapas de desarrollo es significativa; sin embargo los autores
explican que este análisis ejemplifica una de las problemáticas derivadas
del uso de pocos estudios en la metodología meta-analítica, ya que estos
resultados provienen de estudios con alta variabilidad metodológica. Al
eliminar dos estudios que afectaban significativamente a los resultados
obtenidos, las diferencias en cuanto a etapas evolutivas desaparecieron
(Zr = 0,21, 0,21 y 0,23 para preescolares, escolares y adolescentes
respectivamente).

Respecto al tipo de consecuencia, valoran los estudios que aportan


información sobre problemas internalizantes y externalizantes, pero las
diferencias no fueron significativas (Zr = 0,21 para problemas externalizantes
y Zr = 0,19 para internalizantes).

Recogen cuatro estudios que analizan las consecuencias de la exposición


a VD frente a los que además son víctimas de la misma. Encuentran que
los niños que presencian y sufren la violencia doméstica funcionan peor
que aquellos que solo son testigos, aunque el efecto hallado es pequeño.

  39  
 
A pesar de que se esperaría un impacto negativo en cognición y
aprendizaje, en este meta-análisis no incluyen variables académicas y
cognitivas debido a la falta de estudios que faciliten dicha inclusión. De
manera similar, comienza a aparecer cierta evidencia sobre la relación
entre exposición a VD y TEPT; sin embargo, la falta de estudios al respecto
no permite extraer conclusiones firmes. El tamaño de efecto para los tres
estudios valorados sobre TEPT es de 0,51. En un análisis preliminar estos
autores encuentran que el TEPT aparece como una de las secuelas de la
exposición, especialmente en niños pequeños. En el estudio de Lehmann
(1997) se encuentra que más de la mitad de la muestra presentaba
sintomatología TEPT, lo que podría posibilitar una interacción entre el
trauma y la etapa de desarrollo en la que se encuentre el menor en el
momento de la exposición.

3. “Exposure to domestic violence: A meta-analysis of child and adolescent


outcomes”, Sarah E. Evans, Corrie Davies, David DiLillo, 2008.

Este meta-análisis estudia la relación entre exposición a VD en la infancia y


síntomas internalizantes, externalizantes y traumáticos, para lo que revisan
60 estudios. Encuentran un efecto moderado para la relación entre
exposición y síntomas internalizantes (0,48) y externalizantes (0,47), y un
efecto aún mayor para los síntomas traumáticos (d = 1,54).

Los estudios revisados muestran que los niños expuestos a VD presentan un


mayor número de comportamientos internalizantes y externalizantes. En
concreto, aparecen más síntomas depresivos, síntomas de ansiedad y
preocupaciones que los niños que no han estado expuestos a VD. Además
son más propensos a las agresiones físicas y problemas de conducta.
También se encuentra que la exposición a VD conlleva síntomas
traumáticos en forma de imágenes intrusivas, re-experimentaciones de los
sucesos en sueños o flashbacks, hiperactivación, respuesta exagerada de
sobresalto o retraimiento emocional.

Analizan los factores de desarrollo como posibles moderadores del efecto


de la exposición a VD, ya que se podría pensar que el efecto puede variar
en función de la etapa de desarrollo en la que se encuentre el niño,
debido a las habilidades de afrontamiento o la percepción de los sucesos.
Aunque algunos estudios parecen apuntar que los niños más pequeños
pudieran estar más afectados, existen muy pocos estudios longitudinales
para poder extraer conclusiones firmes.

En este análisis comparan tres grupos de edad (0-5, 6-12 y 13-18 años) y no
encuentran diferencias significativas entre los diferentes grupos y los
problemas internalizantes / externalizantes. Coincide con Kitzmann (2003) y

  40  
 
Wolfe (2003) al señalar que la edad no aparece como variable
moderadora entre exposición y consecuencias.

En cuanto al sexo, los estudios revisados en este meta-análisis sugieren que


los niños muestran un mayor número de problemas externalizantes,
coincidiendo con Wolfe (2013). No obstante, al comparar estos resultados
con los obtenidos por Wolfe (2003), la diferencia encontrada no es
significativa.

Finalmente se estudia si la interacción de los factores anteriores (sexo y


edad) respecto a la exposición a VD muestra resultados relevantes. Sin
embargo no se encuentran diferencias significativas entre los distintos
grupos de edad y el sexo.

A modo de conclusión, este meta-análisis apoya la hipótesis de la relación


entre la exposición a VD y la aparición de síntomas internalizantes,
externalizantes y traumáticos en niños. A pesar de las diferencias
metodológicas con los meta-análisis anteriores (Kitzmann, 2003 y Wolfe,
2003) los resultados coinciden, lo que refuerza la relación entre exposición
a VD y el mayor riesgo para problemas de conducta y emocionales
durante la infancia y adolescencia.

En cuanto a las variables moderadoras, este estudio coincide con Wolfe


en que los problemas externalizantes son mayores en niños que en niñas,
aunque no hay una mayor asociación entre niñas y problemas
internalizantes. Al comparar la interacción entre edad y sexo y los
problemas derivados de la exposición, los nulos resultados no coinciden
con Carlson (2000) y Wolfe (2003), aunque sí lo hacen con Kitzmann (2003).
No obstante, la muestra en la que se basa este meta-análisis es reducida
por lo que se precisan más datos para arrojar conclusiones firmes.

Finalmente, tratan de comprobar la hipótesis acerca de que los niños


reclutados de refugios de mujeres tendrán más problemas psicosociales.
Estos autores coinciden con Kitzmann en la fuerte asociación entre EVD y
problemas internalizantes, externalizantes y traumáticos es similar en las
distintas muestras.

4. “Children living with violence within the family and its sequel :A meta-
analysis from 1995–2006”, Yuk-Chung Chan, Jerf Wai-Keung Yeung, 2009.

Este meta-análisis trata de estudiar las secuelas de los niños que viven en
las familias violentas, para lo que se basan en 37 artículos publicados
desde 1995 hasta 2006. En este análisis no encuentran efectos significativos
con respecto al diseño del estudio, muestra, etapa de desarrollo y sexo,

  41  
 
aunque sí aparece un efecto significativo para diferentes tipos de secuelas
en los niños, en concreto para problemas internalizantes (0,22),
externalizantes (0,21) y síntomas traumáticos (0,35).

El tamaño del efecto encontrado (0.201) parece concordante con los de


Kitzmann y Wolfe, por lo que se podría concluir que existe una asociación
entre la violencia familiar y los problemas de ajuste infantiles.

En contra de lo hallado por Wolfe y Kitzmann (2003) en este estudio aparece


una dispersión significativa en los diferentes tipos de secuelas como resultado
de la exposición a VD. Secuelas como TEPT, problemas internalizantes y
externalizantes aparecen más fuertemente afectadas por la exposición a VD;
sin embargo otras como percepciones/cogniciones acerca de la exposición
a VD, relaciones interpersonales y competencia tienen un menor impacto. No
obstante, los autores señalan que no es posible extraer una conclusión
definitiva en cuanto a la heterogeneidad, y es posible que otros factores
distales y próximos influyan en el tamaño del efecto.

Al analizar las características de los niños en términos de edad y sexo, al


igual que Kitzmann (2003) y Wolfe (2003), no encuentran diferencias
significativas, lo que sugiere que la relación entre exposición a violencia
familiar y problemas de ajuste está menos afectado por variables como
sexo o edad.

5. “Type of violence, age and gender differences in the effects of family


violence on children’s behaviour problems: A mega-analysis”, Kathleen J.
Sternberg, Laila P. Baradaran, Craig B. Abbott, Michael E. Lamb, Eva
Guterman, 2006.

En esta investigación cuentan con 1870 participantes para examinar los


efectos que tienen el tipo de violencia familiar, la edad y el sexo en los
problemas de comportamiento de los niños.

Confirman que los niños que experimentan múltiples formas de violencia


familiar tienen mayor riesgo de presentar problemas psicológicos, sociales
y académicos que los que sufren una única forma de abuso. Al igual que
Kitzmann (2003), señalan que los niños que presencian la violencia
interparental presentan el mismo riesgo que aquellos que además de
presenciarla son víctimas de ella.

Examinan también la importancia de las variables sexo y edad.

Estos autores no encuentran diferencias en cuanto a sexo como variable


moderadora. Respecto a la edad, los resultados encontrados no

  42  
 
confirman la predicción proveniente de la psicopatología del desarrollo,
según la cual la exposición infantil a violencia doméstica tendrá peores
consecuencias cuando se produzca en la infancia temprana. Destacan la
edad como variable moderadora del efecto de la exposición, aunque tan
solo para los problemas externalizantes (y no para los internalizantes).
Encuentran que los niños entre 7 y 14 años que experimentan cualquier
tipo de violencia muestran un mayor riesgo en cuanto a problemas clínicos
externalizantes que los niños que no están expuestos. Sin embargo en niños
entre 4 y 6 años solo presentan un mayor riesgo los que se encuentran en
la condición de testigo y abusado. Este hallazgo es consistente con Conte
y Schuerman (1987), que afirma que el daño físico en edades tardías
puede conllevar consecuencias especialmente severas, ya que los niños
mayores pueden reflejarse en el significado del abuso y pueden sentir
culpa o ira. Widom (1998) también informa de que los niños abusados en la
pre adolescencia eran más propensos a ser arrestados en su juventud que
los que habían sido abusados en etapas anteriores.

En cuanto a los problemas internalizantes aparecen resultados distintos.


Para todos los grupos de edad, tanto los niños testigo como los testigos y
abusados presentan un mayor riesgo para problemas internalizantes
severos que sus iguales.

En general, la hipótesis de la doble victimización parece evidente al


analizar los problemas internalizantes: los niños abusados-testigo presentan
un mayor riesgo que el grupo de víctimas o el de testigo de violencia
familiar, independientemente de la edad. En cuanto a los problemas
externalizantes, los niños abusados-testigo se asocian a un mayor riesgo
para el rango de edad de 4 a 6.

Para todas las edades, los niños presentan un mayor riesgo cuando sufren
múltiples formas de violencia doméstica. Los menores abusados-testigos
tuvieron un 187% más probabilidad de tener problemas clínicos
internalizantes que el grupo de comparación de niños que no han sufrido
ningún tipo de violencia; 117% más probabilidad de tener estos problemas
que el grupo de víctimas, y un 38% más probabilidad de tenerlos que el
grupo de niños testigo en cualquier edad. En los niños testigo, la
probabilidad de presentar problemas clínicos internalizantes fue un 107%
mayor que sus iguales de hogares no violentos.

Los datos encontrados no apoyan la predicción de que los niños abusados


físicamente tendrían un mayor riesgo para los problemas externalizantes e
internalizantes severos. Estos resultados son congruentes con los aportados
por Kitzmann et al., 2003, según los cuales los niños que observan el abuso
interparental no difieren de los que son abusados físicamente.

  43  
 
En contra de algunos hallazgos (Cummings et al., 1999; Holden y Ritchie,
1991; Jaffe et al., 1986; Sternberg et al., 1993), el sexo no obtuvo ningún
efecto en los problemas derivados de las familias violentas. Estos resultados
son consistentes con Christopoulos et al., 1987; Davis y Carlson, 1987;
Holden y Ritchie, 1991; Hughes et al., 1989; Moore et al., 1990, así como son
los meta-análisis recientes de Kitzmann, 2003 y Wolfe, 2003.

Conclusiones de los meta-análisis

Los meta-análisis revisados coinciden al señalar una asociación entre la


exposición infantil a violencia doméstica y el desarrollo de diversos problemas
infantiles. En concreto indican una asociación con el desarrollo de problemas
internalizantes, externalizantes y sintomatología postraumática. Es importante
destacar que de los meta-análisis revisados sólo dos consideran sintomatología
traumática, centrándose el resto en sintomatología internalizante y externalizante.
Respecto al papel que juegan las variables moderadoras, los resultados de los
distintos meta-análisis fallan a la hora de encontrar una relación significativa con
las variables sexo y edad. De esta forma se sugiere que los niños y niñas presentan
niveles similares de sintomatología internalizante, externalizante y traumática
(Kitzmann, 2003; Wolfe, 2003; Chang, 2009). Teniendo en cuenta la edad, la
mayor parte de los estudios no encuentran esta variable significativa,
concluyendo que todas las edades estarían igualmente afectadas por las
consecuencias de la exposición a violencia (Kitzmann, 2003; Wolfe, 2003;
Sternberg, 2006; Evans, 2008; Chang, 2009). No obstante, el estudio de Sternberg
(2006) señala esta variable como moderadora para el desarrollo de
sintomatología externalizante (y no internalizante) en el grupo de 7-14 años.

Algunos de los meta-análisis también consideran la hipótesis de la doble


victimización (exposición y maltrato) y estudian su posible efecto aditivo frente a
los niños que únicamente están expuestos. En este caso los resultados son
contradictorios. Kitzmann (2003) no encuentra diferencias entre los grupos testigo
y testigo y abusado físicamente. Sin embargo Wolfe encuentra que los niños que
sufren doble victimización presentan peor funcionamiento que los testigo,
aunque dicho tamaño del efecto es pequeño.

La revisión de la literatura científica permite extraer varias conclusiones. En


primer lugar, se pone de manifiesto que, a pesar de la discrepancia en cuanto
a las cifras, la exposición infantil a violencia doméstica es un fenómeno muy
extendido en nuestra sociedad que genera una serie de secuelas
psicopatológicas en los menores que la sufren. La problemática asociada a la
EVD más estudiada, y que parece obtener altas asociaciones, es la
sintomatología internalizante, externalizante y traumática. En segundo lugar, se
desconoce el papel que desempeñan algunas variables, tales como el sexo,

  44  
 
edad, o tipo de victimización, ya que no se encuentran conclusiones
consistentes en los diferentes estudios.

Por último, se pone de manifiesto una serie de inconsistencias metodológicas a lo


largo de las investigaciones, que dificultan las conclusiones en este campo,
partiendo de una falta de definición común de EVD, hasta el tipo de muestra
empleada o los instrumentos aplicados.

  45  
 
2 PARTE EMPÍRICA

2.1 OBJETIVOS E HIPÓTESIS

Este es un estudio exploratorio cuyo principal objetivo es valorar la presencia de


exposición infantil a violencia doméstica en una muestra comunitaria, así como
sus posibles efectos psicopatológicos. En concreto, se estudia la asociación entre
exposición infantil a violencia doméstica y el desarrollo de sintomatología
internalizante, externalizante y traumática.

El segundo objetivo se centra en la valoración de posibles diferencias con el paso


del tiempo respecto a exposición infantil a violencia y los efectos asociados. En
particular se valora si se produce un cambio entre los años 2010 y 2014.

Para valorar los objetivos propuestos se plantean las siguientes hipótesis generales
y específicas:

Ø H1: Determinar la prevalencia de exposición a violencia doméstica en


niños.

Ø H2: Las niñas presenciarán mayores niveles de exposición a violencia


doméstica que los niños.

Ø H3: Los niños que viven en familias reconstituidas presencian mayores


niveles de exposición a violencia familiar que los que viven en familias
tradicionales o monoparentales.

Ø H4: Los niños que conviven en familias con un nivel económico bajo
presencian más violencia doméstica.

Ø H5: Los niños de edades menores presencian más violencia familiar que
los mayores.

Ø H6: Los niños pertenecientes a colegio público estarán más expuestos a


violencia doméstica frente a los de colegio concertado.

Ø H7: Los sujetos expuestos a violencia doméstica presentarán mayores


niveles de síntomas internalizantes medidos con el instrumento CBCL, frente
a los que no hayan estado expuestas a violencia familiar. En concreto
presentarán niveles superiores en las escalas:

  46  
 
a) Problemas internalizantes
b) Ansiedad/Depresión
c) Aislamiento/Depresión
d) Quejas somáticas

Ø H8: Los sujetos expuestos a violencia doméstica presentarán mayores


niveles de síntomas externalizantes medidos con el instrumento CBCL,
frente a los que no hayan estado expuestos a violencia familiar. En
concreto presentarán niveles superiores en las escalas:

a) Problemas externalizantes
b) Agresividad
c) Conducta anormativa

Ø H9: Los sujetos expuestos a violencia doméstica presentarán mayores


niveles de estrés postraumático frente a los que no hayan estado
expuestos a violencia familiar, en las subescalas de The Child PTSD
Symptom Scale (CPSS):

a) TEPT total
b) Pensamientos intrusivos
c) Evitación
d) Hiperactivación
e) Afectación

Ø H10: Los sujetos con mayores niveles de implicación en episodios de


violencia doméstica presentarán mayores niveles de psicopatología,
medida con las escalas:

a) Problemas internalizantes
b) Problemas externalizantes
c) TEPT total

Se plantean además las siguientes hipótesis exploratorias:

Ø H11: Valorar si se produce un cambio en exposición infantil a violencia


doméstica entre los años 2010 y 2014

Ø H12: Valorar si se produce un cambio en sintomatología internalizante,


externalizante y traumática entre 2010 y 2014.

  47  
 
2.2 MÉTODO

2.2.1 DISEÑO

Se ha llevado a cabo un diseño descriptivo correlacional en el que se comparan


tres medidas de la variable dependiente (VD: síntomas internalizantes,
externalizantes y traumáticos) con la variable independiente Exposición a
violencia doméstica total (VI: Exposición a violencia doméstica total).
 
 
2.2.2 DEFINICIÓN DE VARIABLES

- Variable independiente (VI): exposición a violencia doméstica, medida con la


escala The Child Exposure to Domestic Violence, traducida ad hoc. En concreto
se emplea el sumatorio de las subescalas Violencia Doméstica y Exposición a
Violencia en el Hogar, en las cuales mayores puntuaciones implican mayores
niveles de exposición a violencia doméstica.

- Variable dependiente (VD):


a) síntomas internalizantes (medidos con Child Behavior CheckList, CBCL)
b) síntomas externalizantes (medidos con Child Behavior CheckList, CBCL)
c) síntomas traumáticos (medidos con The Child PTSD Symptom Scale (CPSS)

Las tres medidas de la variable dependiente están compuestas por las siguientes
subescalas:

Síntomas internalizantes:
• Ansiedad/Depresión
• Aislamiento/Depresión
• Quejas somáticas
• Problemas internalizantes

Síntomas externalizantes:
• Conducta anormativa
• Agresividad
• Problemas externalizantes

Síntomas traumáticos:
• Pensamientos intrusivos
• Evitación
• Hiperactivación
• Afectación
• Total TEPT

  48  
 
- Variables contaminadoras:

• Presión social: Para minimizar esta variable contaminadora se asegura la


confidencialidad de los cuestionarios: no se ha incluido el nombre de los
participantes en ningún documento y se han mantenido unas condiciones
adecuadas en el aula en la que se lleva a cabo la investigación.
 
 
2.2.3 SELECCIÓN DE LA MUESTRA

La muestra total fue seleccionada de forma incidental, en función de la


disponibilidad de institutos o colegios para el investigador. La muestra total se
divide en dos submuestras: muestra de 2010 y muestra de 2014.

En 2010 fueron seleccionados tres centros:


-­‐ Instituto de Enseñanza Secundaria El Espinillo (público): 364 alumnos.
-­‐ Centro de Educación Infantil y Primaria Barcelona (concertado): 37 alumnos.
-­‐ Colegio Nuestra Señora de los Ángeles (concertado): 171 alumnos.

En el primero de los centros se seleccionaron 364 (63,6%) alumnos; en el Colegio


Barcelona fueron seleccionados 37 (6.47%) participantes y en el centro Nuestra
Señora de los Ángeles se seleccionaron 171 participantes (29.9%). En total, en
2010 se obtuvo una muestra de 572 sujetos, de los cuales 278 (48,8%) fueron
varones y 292 (51,2%) mujeres.

En 2014 se contó con la colaboración de tres centros:


-­‐ Centro de Educación Infantil, Primaria y Secundaria Loyola de Palacio
(público): 67 alumnos.
-­‐ Instituto de Enseñanza Secundaria José Saramago (público): 203 alumnos.
-­‐ Colegio Nuestra Señora de la Concepción (concertado): 83 alumnos.

En el Centro de Educación Infantil, Primaria y Secundaria Loyola de Palacio se


contó con la colaboración de 67 (19%) alumnos, en el Instituto de Enseñanza
Secundaria José Saramago se contó con 203 (57.5%) alumnos y en el Colegio
Nuestra Señora de la Concepción participaron 83 (23.5%) alumnos. En total en
2014 se obtuvo una muestra de 353 sujetos, de los cuales 180 (51%) fueron niños y
173 (49%) niñas.

De esta forma la muestra total fue de 925 niños, de los cuales el 49,6% fueron
niños y el 50,4% niñas. Respecto al tipo de colegio, un 57,3% de la muestra total se
obtuvo en colegio público y un 42,7% en colegio privado o concertado.

La selección de los participantes vino dada por los siguientes criterios de inclusión:
-­‐ Edad comprendida entre 11 y 17 años.
-­‐ Haber entregado el consentimiento paterno para participar en el estudio.

  49  
 
Cabe señalar que parte del profesorado de los centros educativos manifestó su
preocupación, ya que en algunos casos tenían conocimiento de que parte de
los alumnos que no obtuvieron el consentimiento familiar convivían en un
contexto de violencia doméstica.

 
2.2.4 INSTRUMENTOS

El material empleado constó de una batería de test formada por los siguientes
instrumentos, que aparecen como anexos al presente trabajo:

Instrumentos de evaluación de la variable independiente (Exposición a Violencia


Doméstica)

- Child Exposure to Domestic Violence, CEDV: Jeffrey L. Edleson, Katy K.


Johnson, Narae Shin (2007).

Se trata de una prueba autoadministrada cuyo objetivo es evaluar el nivel de


exposición a violencia doméstica en niños de 10 a 16 años. Consta de 42
ítems que se dividen en 3 secciones:

Ø Sección 1: Incluye series de preguntas que valoran de manera específica


los tipos de exposición a violencia que el niño ha podido experimentar. En
esta primera sección además se le pide al niño que especifique cómo ha
conocido él esta situación de violencia. En esta sección los ítems se
responden en una escala tipo likert de 0-3 puntos en la que deben
escoger “nunca”, “algunas veces”, “muchas veces” y “siempre”.

Ø Sección 2: Está formada por 23 ítems con la misma escala likert en la que
se le pregunta al niño con qué frecuencia ha intervenido en actos
violentos, así como sobre factores de riesgo presentes en su vida.

Ø Sección 3: Consiste en 9 preguntas sobre aspectos demográficos que


incluyen sexo, edad, raza, situación de vida actual y composición
familiar.

Las dos primeras secciones se dividen además en seis subescalas:

- Exposición a violencia familiar (Ítem 1-10): Los 10 primeros ítems del


cuestionario valoran si el menor ha estado expuesto a situaciones de violencia
doméstica, y la frecuencia de la misma. La escala se puntúa en función de la
frecuencia (nunca = 0, algunas veces = 1, muchas veces= 2 y siempre = 3).

Esta escala no consta de un punto de corte a partir del cual diferenciar niños
expuestos de los que no han sido expuestos a violencia doméstica. Se

  50  
 
considera expuesto todo caso que haya puntuado positivo en esta primera
escala “Exposición a violencia familiar”. Sin embargo, las situaciones que
recoge esta escala incluyen tanto conflictos familiares como episodios
violentos de diversos grados, y abarcan desde la exposición a conflicto
parental (un desacuerdo), hasta la exposición a violencia física y emocional.
Por ejemplo, el primer ítem pregunta “¿Con qué frecuencia los adultos en tu
familia están en desacuerdo?”, mientras que el ítem 9 pregunta “¿Con qué
frecuencia la pareja de tu madre la ha amenazado con usar un cuchillo,
pistola, u otro objeto para herirla?”.

Por esta razón consideramos que no todos los niños que puntúan positivo en
esta escala están realmente expuestos a violencia, sino que pueden haber
presenciado una discusión entre los padres, y por ello se decide crear un
punto de corte para tratar de diferenciar a aquellos niños expuestos a
conflicto familiar de los que están expuestos a violencia doméstica. El punto
de corte se establece en 4, justificando esta decisión en la idea de que
aquellos niños que hayan presenciado violencia doméstica habrán puntuado
positivo en el ítem relativo a desacuerdos familiares. Dado que el máximo
que se puede puntuar en ese ítem es 3 (en función de la frecuencia), se
asume éste criterio como punto de corte.

- Grado de exposición a violencia en el hogar (Ítems 1-10): Los 10 primeros ítems


también valoran el nivel o grado de exposición de violencia doméstica, es
decir, las formas en las que el menor ha estado expuesto. Una vez el sujeto
indica la frecuencia con la que ocurre el suceso, debe marcar una opción
acerca de cómo tuvo conocimiento de esa situación: “Lo vi desde cerca,
mientras estaba ocurriendo”, “Lo vi desde lejos, mientras estaba ocurriendo”,
“Lo oí mientras estaba pasando”, “Me enteré de ello más tarde”, “Vi las
consecuencias (alguien estaba herido, algún objeto estaba roto, vino la
policía)”. En este caso se puede señalar varias opciones, y puntúa de forma
ascendente según incrementa el nivel de exposición, desde “vi las
consecuencias” = 1 hasta “lo vi de cerca mientras estaba pasando”= 5.

Con el objetivo de facilitar el análisis de resultados en este estudio se crea la


medida Exposición a Violencia Doméstica Total (EVD), consistente en el
sumatorio de las medidas Exposición a violencia familiar y Grado de
exposición. Se decide tener en cuenta ambas subescalas en este sumatorio ya
se considera importante no sólo considerar la frecuencia (variable Exposición),
sino también el grado en el que el menor ha estado expuesto. De esta forma
se aporta una definición de exposición más compleja, que no se limita al
hecho de estar expuesto o no, sino que tiene en cuenta otras dimensiones
como la frecuencia o el grado de exposición.

- Implicación en la violencia doméstica (Ítems 11-17): Esta subescala valora si el


menor se involucra directamente en los episodios de violencia doméstica.

  51  
 
- Factores de riesgo (Ítems 18-21): Valora la presencia de factores de riesgo en el
contexto familiar tales como drogadicción o delincuencia.

- Exposición a Violencia Comunitaria (Ítems 22-29): Valora en qué medida el


niño está expuesto a violencia en su comunidad (barrio, colegio y medios de
comunicación).

- Otra victimización (Ítems 30-33): Esta subescala evalúa otros tipos de


victimización. En concreto discrimina entre abuso sexual (dentro y fuera de la
familia) y abuso físico o psicológico.

No existen medidas adecuadas de exposición infantil a violencia doméstica que


además hayan superado unas pruebas psicométricas rigurosas. Es muy frecuente
que se lleven a cabo adaptaciones de Conflict Tactics Scale (Straus, 1979; Straus,
Hamby, Boney-McCoy y Sugarman, 1996) para valorar los distintos niveles de
exposición. Estas adaptaciones varían mucho entre sí, lo que dificulta el empleo
de un método estandarizado de medida de exposición, tanto prevalencia como
incidentes puntuales. Este es el objetivo principal por el cual fue desarrollada esta
escala.

Asimismo, los autores señalan la importancia del autoinforme en estos casos, ya


que en la literatura se ha demostrado en numerosas ocasiones que los niños
aportan información diferente a la de sus padres y otros informantes (Sternberg,
Lamb, Guterman y Abbott, 2006). Un dato importante es el señalado por O’Brien,
John, Margolin y Erel (1994), que encuentran que incluso cuando ambos padres
informaban de que sus hijos no estaban expuestos a violencia doméstica, el 21%
de los niños eran capaces de dar descripciones detalladas sobre episodios de
violencia doméstica en sus hogares.

Propiedades psicométricas

Fiabilidad: En cuanto a la consistencia interna, los coeficientes alfa de Cronbach


para cada subescala de CEDV, oscilan en un rango de = 0.50 a 0.85 en la
primera semana y de = 0.50-0.76 en la segunda. El Coeficiente para la escala
general fue de 0.86 y 0.84 para la primera y segunda semana respectivamente.
El Coeficiente de correlación de Pearson para cada subescala oscila en un
rango de 0.57 a 0.70. Las puntuaciones para cada una de las escalas se
mantuvieron estables en las semanas 1 y 2.

Validez: para evaluar la validez convergente los autores establecen correlaciones


entre el TISH (Things I’ve Seen or Heard) y la escala CEDV, mostrando una relación
positiva estadísticamente significativa entre ambas pruebas, tanto para el nivel
de exposición a violencia doméstica (r = 0.494, p < 0.001) como el nivel de
exposición a violencia comunitaria (r < 0.397, p < 0.001).

  52  
 
Este instrumento no posee una versión en castellano, por lo que se ha realizado
una traducción ad hoc. Para la misma se ha contado con tres expertos,
pertenecientes a la Universidad Complutense de Madrid.

Es importante destacar que es el único autoinforme elaborado específicamente


para valorar el nivel de exposición a violencia doméstica en niños, y que ha
recibido apoyo en la literatura. Asimismo se considera una herramienta
adecuada ya que permite diferenciar a los niños expuestos a violencia
doméstica de los que además son víctimas de ella.

Instrumentos de evaluación de las variables dependientes (sintomatología


internalizante, sintomatología externalizante y sintomatología traumática)

-­‐ Child Behavior CheckList (CBCL), Achenbach y Edelbrock (1991). Está diseñado
para evaluar conductas adaptativas y conductas problemas de niños y
adolescentes en un rango entre los 2 a los 16 años. Puede ser aplicada de
manera individual o grupal. Existen tres formatos diferentes: escala para padres,
para profesores y el formato para jóvenes (YSR), este último respondido desde
los 11 años en adelante.

Se escoge esta prueba debido a que ha sido la más empleada en la


investigación en este ámbito, por lo que permitirá una mejor comparación de
resultados. Asimismo, posee unas propiedades psicométricas adecuadas y
evalúa de manera específica las dimensiones que son objetivo de este estudio.
La escala de problemas abarca dos dimensiones amplias (que se toman para
este estudio):

1. Problemas internalizantes: Corresponde a trastornos emocionales e incluye


aislamiento, síntomas somáticos, ansiedad y depresión.

2. Problemas externalizantes: Corresponde a trastornos conductuales e


incluye conducta agresiva y conducta anormativa.

El formato de respuesta es una escala tipo Likert de tres puntos (en la que 0= No
es cierto, 1= Algo, algunas veces cierto, y 2 = Cierto muy a menudo o bastante a
menudo). Las respuestas son puntuadas sobre un perfil cuya puntuación ha sido
estandarizada separadamente por sexo y rango de edad.

Los puntos de corte permiten establecer la diferencia entre rangos normales de


competencias (50-65), problemas (65-70) y rangos con significación clínica (>70).
Las características psicométricas de la prueba son adecuadas, la fiabilidad test
retest para el listado de conductas, con intervalo de una semana, es de 0.95 y
de 0.99, en adaptación social. (Achenbach y Edelbrock, 1981,1983). La validez
concurrente de la escala es buena según Mash y Jonson, 1983. Existen baremos

  53  
 
para población española escolar (del Barrio y Cerezo, 1990) y preescolar (Moreno
y del Barrio, 1991) así como factorización de la escala (Cerezo, del Barrio,
Cantero, 1993), con unos resultados paralelos a los Achenbach.

Para la TRF la fiabiliadad test-retest con una semana de intervalo es de 0.89 y la


validez es también adecuada (Edelbrock y Achenbach, 1984).

Para la YSR la fiabilidad test-retest con un intervalo de una semana es de 0.81; la


validez criterial es también adecuada según sus autores.

-­‐ The Child PTSD Symptom Scale (CPSS), Foa (2002) y Foa, Johnson, Feeny y
Tredwell (2001), adaptación de Bustos, Rincón y Aedo (2009). Se trata de una
escala autoinforme cuyo objetivo se centra en evaluar el Trastorno de Estrés
Postraumático en niños con edades comprendidas entre los 8 y 15 años.

La primera parte de la prueba consta de tres subescalas (17 ítems) con un


formato de respuesta tipo Likert de 4 puntos:

1. Pensamientos intrusivos (5 ítems)


2. Evitación (7 ítems)
3. Hiperactivación (5 ítems)

La segunda parte de la prueba consta de 7 ítems adicionales que conforman la


subescala Afectación, de respuesta dicotómica (Sí/No) para valorar el impacto o
la interferencia del problema en distintas áreas de la vida del sujeto.

No se disponen de los datos normativos de esta prueba.

Teniendo en cuenta los criterios diagnósticos DSM-IV, se considera que un sujeto


presenta Trastorno de Estrés Postraumático cuando cumple un síntoma de la
subescala Pensamientos Intrusivos, tres síntomas en la subescala Evitación, y dos
síntomas en la subescala Hiperactivación. Asimismo, es necesario que la persona
puntúe positivo al menos uno de los siete ítems en la subescala Afectación.

2.2.5 PROCEDIMIENTO

El procedimiento para llevar a cabo la investigación consistió en un primer


momento de la selección y elaboración de una batería de test, basada en la
literatura revisada. En esta fase fue necesaria la traducción del cuestionario
ChildExposure to Domestic Violence, para la que se contó con la supervisión de
tres expertos psicólogos clínicos de la Universidad Complutense de Madrid.

  54  
 
En un segundo momento se llevó a cabo una prueba de la batería de test con 5
sujetos, en la que se comprobó el tiempo real de cumplimentación del
cuestionario y las dudas respecto a las instrucciones del mismo.

La muestra fue recogida en dos momentos temporales: en mayo de 2010 y en


octubre y diciembre de 2014.

En ambos casos se contactó con los centros seleccionados, desde los cuales se
entregaron los consentimientos a los padres de los cursos seleccionados. Una vez
obtenidos los consentimientos firmados se procedió a su aplicación en función de
la disponibilidad de cada centro.

En 2010 las pruebas fueron administradas por dos psicólogas, entrenadas


previamente y se aplicaron de manera colectiva en las aulas de cada centro,
empleando un máximo de una hora por grupo para su cumplimentación.

Se prestó especial atención a las dificultades de comprensión de la batería de


test, por lo que al inicio de cada aplicación se explicaron las instrucciones y se
hizo un ejemplo colectivo para solventar posibles errores en la cumplimentación
de los cuestionarios. Las investigadoras permanecieron en todo momento en el
aula para resolver las dudas de los participantes.

Asimismo se remarcó el carácter anónimo de la investigación, por lo que ningún


alumno debía escribir sus datos en las hojas de respuesta. Para evitar la presión
social, en la medida posible los alumnos se distribuyeron por el aula de manera
que se asegurara la privacidad.

En 2014 las pruebas fueron administradas por una de las dos psicólogas citadas,
manteniendo el mismo procedimiento que en 2010. No obstante, en 2010 se
advirtió que parte de los sujetos cumplimentaban el cuestionario CPSS aun no
habiendo trauma; y en gran parte de los que lo cumplimentaban acorde a una
situación traumática, dicha situación no estaba relacionada con violencia
doméstica. Por esta razón en 2014 se hizo especial hincapié en no cumplimentar
este cuestionario si no se había experimentado una situación traumática.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

  55  
 
2. 3 RESULTADOS

Los análisis estadísticos realizados se llevaron a cabo mediante el programa


informático SPSS-15.

2.3.1 DESCRIPCIÓN DE LA MUESTRA


 
En total se obtuvo una muestra de 925 sujetos, de los cuales 459 (49,6%) fueron
niños y 466 (50,4%) niñas. Esta muestra total se subdivide en dos:

- Muestra de 2010: en la que se obtuvieron 572 sujetos, de los cuales 278


(48,8%) fueron niños y 292 (51,2%) niñas.
- Muestra de 2014: en la que se obtuvieron 353 sujetos, consistente en 180
(51%) niños y 173 (49%) niñas.

En 2010 se obtuvieron 260 (45,5%) niños pertenecientes a colegio público y 312


(54,5%) de colegio concertado. En 2014 se contó con 270 (76,5%) alumnos de
colegio público frente a 83 (23,5%) de colegio concertado. Teniendo en cuenta
la muestra total, se obtuvieron 530 alumnos de colegio público (57,3%) y 395
(42,7%) de colegio concertado.

  56  
 
La edad de las participantes oscila entre 11 y 17años. En 2010, las edades que
concentraron un mayor porcentaje de participantes fueron los 12 y 13 años,
representando el 33,6% y 33,7% de la muestra, seguidos de los sujetos de 14 años
(14,2%), 11 años (12,4%), y 15 años (6,1%). Sin embargo en 2014, las edades con
mayores porcentajes fueron los 13 y 14 años, representando el 27,2% y 32,6% de la
muestra respectivamente, seguidos de los sujetos de 12 (17%), 15 años (14,4%), 16
años (5,4%) y 17 años (3,4%).

Teniendo en cuenta la muestra total, las edades más representadas son los 12
(27,2%), 13 (31,2%) y 14 años (21,2%).

  57  
 
 

Tanto en 2010 como en 2014 la raza más frecuente fue la blanca, que representa
el 77,8% y 75,6% respectivamente, seguida por la raza latina, que supuso el 18,9%
de la muestra en 2010 y el 11,6% en 2014. Teniendo en cuenta la muestra total, se
obtuvo un 77% de los niños de raza blanca, seguidos por el 16,1% de niños de
raza latina. Tal como se muestra en el siguiente gráfico, aparecen otras razas con
menores representaciones.

  58  
 
Composición familiar

Respecto a la composición familiar, el 79% de la muestra total pertenecía a la


categoría familia tradicional (padre-madre), un 10,8% a familia monoparental y
un 9,6% a familia reconstituida.

En 2010 el 81,8% de los niños vivían con ambos padres, el 10,5% pertenecían a
familia monoparental (principalmente por divorcio) y el 7% a familia reconstituida.
En 2014 el 74,5% de los niños vivían con ambos padres, el 11,3% pertenecían a la
categoría familia monoparental y el 13,9% de los niños pertenecían a familia
reconstituida. Se aprecia una disminución en el porcentaje de familias padre-
madre y un aumento de las familias monoparentales y reconstituidas.

  59  
 
 

Nivel económico

La mayor parte de la muestra consideró mantener un nivel económico suficiente


(56,3% en 2010 y 53,5% en 2014), seguidos por los que consideraron tener un nivel
más que suficiente (25,5% y 27,2%), los que desconocen su situación económica
(10% y 11%) y finalmente los que consideran insuficiente su nivel económico (8,2%
en ambos años).

  60  
 
 
2.3.2 EXPOSICIÓN INFANTIL A  VIOLENCIA DOMÉSTICA: RESULTADOS CEDV

A continuación se presenta una descripción de las puntuaciones obtenidas en la


Escala de Exposición a Violencia Doméstica (CEDV) en la muestra total. Las
descripciones de las puntuaciones para las submuestras de 2010 y 2014 se
detallan en el apartado 2.3.6.1.

Las medias para las distintas variables de la escala CEDV en la muestra total (925
sujetos) aparecen reflejadas en la tabla 7. A pesar de que sería interesante
considerar todas las variables de dicho cuestionario, se tendrán en cuenta
aquellas variables que estén directamente relacionadas con el objetivo del
presente estudio.

La primera parte del cuestionario (10 items), formado por Exposición a violencia
familiar y Grado de exposición, evalúa si el menor ha estado expuesto a violencia
doméstica, la frecuencia de la misma y el grado de exposición (por ejemplo, ver
las consecuencias, oírlo de lejos mientras sucedía, o verlo directamente). En
concreto, La subescala Exposición a violencia familiar valora si el menor ha
estado expuesto a situaciones de violencia doméstica, así como la frecuencia de
las mismas, y la subescala Grado de exposición hace referencia al nivel o grado
en el que el menor ha estado expuesto a las situaciones de violencia.

La segunda parte del cuestionario (23 ítems) valora la implicación en situaciones


de violencia doméstica, violencia comunitaria, factores de riesgo, y otras formas
de victimización.

La subescala Implicación valora la involucración directa del menor en distintas


situaciones de violencia doméstica. La subescala Exposición a violencia
comunitaria tiene por objetivo valorar la exposición del menor a violencia en su
vecindario, en la escuela y medios de comunicación. La subescala Factores de

  61  
 
riesgo valora por ejemplo drogadicción o delincuencia en la familia, así como
cambios importantes en la vida del menor. Finalmente, Otra victimización valora
la presencia de abuso sexual y físico sobre el menor.

Con el objetivo de facilitar análisis posteriores se crea la medida Exposición a


Violencia Doméstica Total (EVD), consistente en el sumatorio de las medidas
Exposición a violencia familiar y Grado de exposición.

Se decide tener en cuenta ambas subescalas en este sumatorio, ya que se


considera importante no sólo considerar la frecuencia (variable Exposición), sino
también el grado en el que el menor ha estado expuesto. De esta forma se
aporta una definición de exposición más compleja, que no se limita al hecho de
estar expuesto o no, sino que tiene en cuenta otras dimensiones como la
frecuencia o el grado de exposición.

En la tabla 7 aparecen reflejadas las medias para cada una de las variables
descritas anteriormente.

La media de Exposición a violencia familiar es de 2,14 sobre 30, y Grado de


exposición obtiene una media de 6,60 sobre 50. De esta forma, el sumatorio de
ambas medias que constituye la variable Exposición a Violencia Doméstica Total
(EVD) es de 8,74.

La variable Implicación alcanza una media de 1,16 sobre 21. Grado de exposición
en la comunidad obtiene 7,48 sobre 24, Factores de riesgo obtiene una media de
2,02 sobre 12, y Otra victimización obtiene una media de 0,64 sobre 12.
Destaca el elevado nivel de exposición a violencia en la comunidad respecto al
resto de variables. A pesar de que se trata de una variable muy diferente a las
relacionadas con exposición a violencia doméstica, sería interesante valorar su
papel.

  62  
 
Esta escala no consta de un punto de corte a partir del cual diferenciar niños
expuestos de los que no han sido expuestos a violencia doméstica. Se considera
expuesto todo caso que haya puntuado positivo en la primera escala,
“Exposición a violencia familiar”. Dentro de esta escala aparecen ítems que
valoran diferentes grados de exposición y abarcan desde la exposición a
conflicto parental (un desacuerdo) a la exposición a violencia física y emocional.
Es importante señalar que no todos los niños que puntúan positivo en esta escala
están expuestos a violencia, sino que pueden haber presenciado una discusión
entre los padres. Por esta razón, se considerará a los niños que han puntuado
positivo como expuestos a conflicto familiar.

La exposición a conflicto parental, como una forma de exposición a violencia


doméstica, obtuvo una prevalencia muy alta: el 83,4% (772 niños) estuvieron
expuestos en algún momento de su vida a conflicto parental.

Dado que no existe un punto de corte establecido para determinar la


prevalencia de los niños que han estado expuestos a violencia (física o
emocional), se decide establecer un punto de corte en 4. Esta decisión se
justifica en la idea de que aquellos niños que hayan presenciado violencia
doméstica habrán puntuado positivo en el ítem relativo a desacuerdos familiares.
Dado que el máximo que se puede puntuar en ese ítem es 3 (en función de la
frecuencia), se asume éste criterio como punto de corte.

Teniendo en cuenta esto, el porcentaje de niños expuestos a violencia doméstica


fue del 16,86% (157 sujetos) frente al 83% no expuesto.

Esta escala valora también el nivel de implicación de los menores en los episodios
violentos. Tomando el grupo de niños expuestos a conflicto parental, el 46,9% (362
sujetos) de los menores intervino en dicho conflicto. Esta cifra aumenta
drásticamente en el grupo de menores expuestos a violencia doméstica, en el
cual el 86,6% (136 sujetos) se implicó de alguna manera en los sucesos.

  63  
 
2.3.2.1 Análisis de variables sociodemográficas

En este apartado se trata de dar respuesta a las cuestiones planteadas en la


revisión de la literatura científica sobre el papel que ejercen determinadas
variables en la exposición infantil a violencia doméstica.

En concreto, se analizan las variables sexo, edad, nivel económico, tipo de


familia y tipo de colegio. Los análisis llevados a cabo son comparaciones de
medias para los cuales se toma la variable Exposición a violencia doméstica total
como variable de referencia.

- Sexo: Las niñas presentan unos niveles superiores de exposición a violencia


doméstica (X = 9,64) frente a los niños (X = 7,82), siendo esta diferencia
estadísticamente significativa (t = -3,661; n. s. = 0,001).

 
-­‐ Tipo de familia: Los mayores niveles de EVD aparecen asociados a las
familias reconstituidas (X = 12,40), al compararlas con las monoparentales (X
= 9,92) y las familias formadas por ambos padres (X = 8,17).

 
 
 
 

  64  
 
La prueba de ANOVA (tabla 11) indica diferencias estadísticamente
significativas a nivel 0,01 (F = 13,  810). Con el objetivo de precisar dónde se
encuentran estas diferencias, se lleva a cabo el estadístico de Bonferroni,
cuyos resultados aparecen en la tabla 12. Las diferencias estadísticamente
significativas a nivel 0,01 aparecen asociadas a la comparación entre
familia reconstituida y familia tradicional (I – J = 4,236), siendo el resto de
comparaciones de medias no significativas. Estos resultados indican que,
aunque el nivel de EVD en familias monoparentales y reconstituidas sea
superior al de las familias tradicionales, sólo las reconstituidas muestran
diferencias estadísticamente significativas.

 
-­‐ Nivel económico: Los niños con un nivel económico bajo presencian
mayores niveles de EVD (X = 13,14), frente a los niños con nivel económico
suficiente (X = 8,64), alto (X = 7,98), o aquellos que lo desconocen (X = 8,74).

La prueba de ANOVA (tabla 14) no permite aceptar la hipótesis de


igualdad de varianzas (F = 10,118; n. s. = 0,001), por lo que se concluye que
las medias poblacionales son diferentes, siendo estas diferencias
estadísticamente significativas a nivel 0,01. La prueba de Bonferroni (tabla
15) permite señalar en qué grupos se encuentran las diferencias
detectadas. En este caso, el grupo de nivel económico No hay suficiente
presenta diferencias estadísticamente significativas al compararlo con el
resto de grupos (Nivel suficiente, Nivel alto y Desconoce).

  65  
 
 
 
 

 
 
 
 
 

-­‐ Edad: Las medias de EVD (tabla 16) más elevadas aparecen en los grupos de
edades mayores. En concreto, el grupo de 17 años fue el más expuesto (X =
17,58), seguido del grupo de 15 años (X = 10,83) y el de 16 años (X = 9,00).

La prueba de ANOVA (tabla 17) indica que hay diferencias significativas en


EVD entre los distintos grupos de edad (F = 4,221; n.s. = ,001). Estas
diferencias se encuentran al comparar el grupo de 17 años con el resto de
grupos de edad, a excepción del grupo de 15 años, para el que no
aparecen diferencias. En concreto, la diferencia de medias (I - J) al

  66  
 
comparar el grupo de 17 años con el de 11 años fue de 9,161 (n.s. = ,002),
con el grupo de 12 años fue de 9,163 (n.s. = ,001), con el de 13 años fue de
9,435 (n.s. =,001), con el de 14 años fue de 8,935 (n.s. = ,002), y con el de 16
años fue de 8,583 (n. s. = ,045).

  67  
 
 

  68  
 
-­‐ Tipo de colegio: La media de exposición a violencia doméstica en función
del tipo de colegio aparece reflejada en la tabla 19. El colegio público
presenta una media de 8,45, mientras que la media del colegio concertado
es 9,12.

La prueba T para muestras independientes (tabla 20) señala que no existen


diferencias entre los grupos, por lo que los niveles de exposición a violencia
doméstica son similares en el colegio público y concertado.

Teniendo en cuenta estos análisis, se concluye que las variables sexo, edad, nivel
económico y tipo de familia desempeñan un papel significativo en la exposición
infantil a violencia doméstica. En concreto aumenta la vulnerabilidad a
presenciar violencia doméstica el ser niña, tener 17 años, pertenecer a un nivel
económico bajo y convivir en una familia reconstituida.

Sin embargo, el tipo de colegio no es una variable relevante a la hora de


presenciar violencia doméstica.

  69  
 
2.3.3 SINTOMATOLOGÍA: CBCL y CPSS

2.3.3.1 Sintomatología internalizante y externalizante

Con el objetivo de valorar sintomatología internalizante y externalizante se


emplea el cuestionario YSR del Child Behavior Checklist (CBCL). Esta prueba se
compone por ocho síndromes: Ansiedad/Depresión, Aislamiento/Depresión,
Quejas somáticas, Problemas sociales, Problemas de pensamiento, Problemas de
atención, Conducta Anormativa y Conducta agresiva. Además aporta dos
índices generales para Problemas internalizantes y Problemas externalizantes.

Es importante señalar que sólo serán empleadas las subescalas pertenecientes a


sintomatología internalizante (Ansiedad/depresión, Aislamiento/depresión,
Somatización y Problemas internalizantes) y externalizante (Conducta anormativa,
Conducta agresiva y Problemas externalizantes) para el análisis de datos posterior.
Esta decisión está basada en la revisión de la literatura presentada.

Las puntuaciones obtenidas en el cuestionario YSR del Child Behavior Checklist


(CBCL) se muestran en la siguiente tabla. Cabe destacar que los puntos de corte
en este cuestionario están establecidos de la siguiente manera: puntuaciones
normales entre 50-65, puntuaciones límite entre 65-70, y puntuaciones con
significación clínica a partir de 70.

En la muestra total se cuenta con 925 sujetos, de los cuales 5 fueron casos
perdidos debido a la no cumplimentación de este cuestionario. Por esta razón los
análisis se llevan a cabo sobre 920 sujetos.

Se observa que la mayoría de las media entran en el rango de normalidad, a


excepción de la variable Problemas de pensamiento (X = 68,91) que quedaría
incluida en el rango límite. Teniendo en cuenta las variables que serán incluidas
en este estudio, las medias más elevadas corresponden a Conducta anormativa

  70  
 
(perteneciente a la sintomatología externalizante), con media 62,93, y
Somatización (correspondiente a sintomatología internalizante) con media 62,66.

La escala Problemas internalizantes obtiene una media de 60,70 (rango normal) y


Problemas externalizantes obtiene una media de 59,45 (rango normal).

2.3.3.2 Sintomatología traumática

Las puntuaciones obtenidas en la escala Child PTSD Symptom Scale (CPSS) para
la muestra total se muestran en la tabla 22. Este cuestionario está compuesto por
tres escalas correspondientes a los grupos de síntomas del trastorno de estrés
postraumático: Pensamientos intrusivos, Evitación e Hiperactivación. Incluye
además una escala adicional de Afectación, que permite valorar el nivel de
afectación del trauma en distintas áreas de la vida del niño. Por último la escala
sintomatología total, está formada por las escalas Pensamientos intrusivos,
Evitación, Hiperactivación y Afectación.

La media de Pensamientos intrusivos fue de 1,62 sobre 15, valor que representaría
la máxima puntuación. La media de Evitación fue 2,17 sobre 27, la media para
Hiperactivación fue 2,02 sobre 18 y la media para Afectación fue de 0,99 sobre 7.

Por último, la media para la escala de sintomatología total fue de 6,80 sobre 59.

2.3.4 CONSECUENCIAS PSICOPATOLÓGICAS DE LA EXPOSICIÓN INFANTIL


A VIOLENCIA DOMÉSTICA

En este apartado se analizan las consecuencias psicopatológicas asociadas a la


EVD empleando el programa SPSS.

Se plantean dos objetivos:


En primer lugar, el estudio de las consecuencias psicopatológicas asociadas a
EVD en la muestra total; en un segundo lugar, se valora si se produce un cambio
a lo largo del tiempo, en concreto entre los años 2010 y 2014 (apartado 2.3.6.2).

  71  
 
Para ambos objetivos se estudian las consecuencias internalizantes,
externalizantes y traumáticas, descritas previamente, y las variables empleadas
para el análisis son Problemas internalizantes, Problemas externalizantes, y TEPT
total.

Muestra total

-­‐ Análisis de correlaciones:

Mediante el programa SPSS-15 se llevaron a cabo las correlaciones entre las


distintas variables. Para ello se estableció el Coeficiente de correlación de
Pearson con prueba de significación bilateral.

Ø Exposición a violencia doméstica y Sintomatología


internalizante:

En la tabla 23 se presentan las correlaciones entre exposición a violencia


doméstica y sintomatología internalizante. Todas las correlaciones obtenidas son
estadísticamente significativas a nivel 0,001. La correlación más elevada al
considerar la puntuación EVD es la obtenida con la variable Ansiedad/ Depresión
(,413), seguida por Problemas internalizantes (,397), Aislamiento/ Depresión (,336),
y Quejas somáticas: 0,333.

  72  
 
Ø Exposición a violencia doméstica
y Sintomatología externalizante:

En la tabla 24 aparecen las correlaciones entre exposición infantil a violencia


doméstica y sintomatología externalizante. Todas las correlaciones son
estadísticamente significativas a nivel 0,001.

La mayor asociación para la variable EVD se encuentra con la variable


Problemas externalizantes, que alcanza una correlación de 0,389, seguida de
Conducta agresiva (0,378) y Conducta anormativa (0,338).

Ø Exposición a violencia doméstica y Sintomatología traumática:

En la tabla 25 se muestran las correlaciones entre exposición a violencia doméstica


y sintomatología traumática. Todas las correlaciones son estadísticamente
significativas a nivel 0,001. La medida total de TEPT alcanza una correlación de
0,371 con EVD. Pensamientos intrusivos obtiene una correlación con exposición a
violencia doméstica de 0,299; Evitación obtiene una correlación de 0,339;
Hiperactivación alcanza una correlación de 0,345, y Afectación de 0,340.

  73  
 
Tras realizar los análisis correlaciónales se puede concluir que la exposición a
violencia doméstica está asociada de forma significativa al desarrollo de
sintomatología internalizante (ansiedad/depresión, aislamiento/depresión,
somatización), sintomatología externalizante (conducta anormativa, conducta
agresiva) y sintomatología traumática (pensamientos intrusivos, hiperactivación y
evitación).

Por último, se crea la variable sintomatología total a partir del sumatorio de las
variables Problemas internalizantes, Problemas externalizantes y TEPT. La siguiente
tabla muestra la correlación entre exposición a violencia doméstica y
sintomatología total, que alcanza un valor de 0,469, estadísticamente significativo
y bastante elevado.

  74  
 
Algunas investigaciones han señalado el papel que tiene la implicación en los
episodios de violencia doméstica en el desarrollo de consecuencias
psicopatológicas en niños. En este apartado se incluye un análisis en el que se
valora dicho papel. En concreto, se presentan las correlaciones entre la variable
implicación y el desarrollo de sintomatología internalizante, externalizante,
traumática y total (tabla 27).

La correlación entre Implicación y Problemas internalizantes es de 0,313, con


Problemas externalizantes de 0,331, con TEPT de 0,319 y con sintomatología total
de 0,393. Todas las correlaciones son estadísticamente significativas a nivel 0,01.

  75  
 
Regresiones lineales:

Con el objetivo de determinar si la sintomatología encontrada se debe a la EVD y no


a la posible influencia de otras variables, se lleva a cabo un estudio de regresiones
lineales. En este análisis se tienen en cuenta las variables sexo, edad y año.

Para facilitar los análisis se emplean tres medidas totales de sintomatología


internalizante, externalizante y traumática. Por último, se establece una medida
de sintomatología total, resultado del sumatorio de estas tres medidas totales.

Ø Sintomatología internalizante:

En la tabla 28 aparecen las correlaciones entre las variables incluidas en el


análisis.

Se observa que la correlación más importante se da entre problemas


internalizantes y exposición a violencia doméstica total, que alcanza un valor de
0,397 (n.s. = 0,001). Se producen otras correlaciones significativas a nivel estadístico
que sin embargo son correlaciones muy débiles. Por ejemplo, la correlación entre
problemas internalizantes y sexo es de 0,085 (n.s. = 0,005), la correlación entre
problemas internalizantes y edad es de 0,097 (n.s. = 0,002); entre problemas
internalizantes y año es de -0,070 (n.s. = 0,017) y la correlación entre problemas
internalizantes y tipo de colegio no es estadísticamente significativa.

  76  
 
En primer lugar se realizó un análisis de regresión lineal jerárquico para la variable
dependiente sintomatología internalizante. Los resultados de este análisis (tabla
29) revelaron que el modelo primero, aquel que incluía las variables de control de
sexo, edad y tipo de colegio, era estadísticamente significativo (F = 5,44, p <
0,001) y explicaba casi un 2% de la variabilidad en la sintomatología
internalizante. Además, los resultados también revelaron que el sexo y la edad,
pero no el tipo de colegio, mostraban coeficientes de regresión estadísticamente
significativos, es decir, que, tras controlar el efecto de las demás variables
predictoras, el sexo y la edad, pero no el tipo de colegio, estaban asociadas
significativamente con la sintomatología internalizante. Puesto que tanto el sexo
como la edad mostraban en ese primer modelo coeficientes de regresión
estandarizados de parecida magnitud (0,088 y 0,094, respectivamente) así como
coeficientes de correlación parcial de igual valor (0,088 y 0,088,
respectivamente), ambas variables parecían tener igual peso a la hora de
explicar las diferencias individuales en sintomatología internalizante. Además,
puesto que ambas variables mostraban coeficientes de regresión y de
correlación parcial de signo positivo, tales signos indicaban que las niñas
presentaban mayores niveles de sintomatología internalizante que los niños y que
las niñas y los niños de mayor edad presentaban mayores niveles de
sintomatología internalizante que los de menor edad.

  77  
 
Sin embargo, al añadir al modelo primero de regresión la variable exposición a la
violencia (modelo segundo), se produjo un aumento importante y
estadísticamente significativo en la variabilidad explicada en la sintomatología
internalizante, pasando esta de casi un 2% a un 16% (F del cambio = 161,88, n.s. =
0,001) y resultando, obviamente, este segundo modelo también estadísticamente
significativo (F = 45,27, n.s. = 0,001). De hecho, los resultados del análisis revelaron
que al incluir la exposición a la violencia, las variables de sexo y edad dejaron de
ser predictores significativos de la sintomatología internalizante, de manera que
tras controlar el efecto de las demás variables predictoras, la única variable
asociada de forma estadísticamente significativa con la sintomatología
internalizante fue la exposición a la violencia, que mostraba un coeficiente de
correlación parcial de 0,388 con dicha sintomatología, coeficiente que puede
considerarse grande según los estándares de Doucouliagos (2011).

Al añadir al modelo segundo de regresión la variable de año de la muestra


(modelo tercero) se produjo igualmente un aumento de la variabilidad explicada
en la sintomatología internalizante, pero en este caso el aumento, aunque
estadísticamente significativo, fue muy pequeño, pasando solamente de un 16%
de varianza explicada a un 17% (F del cambio = 5,80, n.s. = 0,016). En este tercer
modelo que, obviamente, también fue estadísticamente significativo (F = 37,56,
n.s. = 0,001), las siguientes variables se mostraron como predictores
estadísticamente significativos de la sintomatología internalizante tras controlar el
efecto de las demás variables predictoras: tipo de colegio, exposición a la
violencia y año de la muestra. Los signos y valores de los coeficientes de regresión
estandarizados y de las correlaciones parciales de dichas variables (véase la
tabla 31) indicaban que una mayor exposición a la violencia estaba relacionada
con una mayor sintomatología internalizante, que las niños y los niños que asistían
al colegio concertado mostraban mayor sintomatología internalizante que las
niñas y los niños que asistían al colegio público, que las niñas y los niños de la
muestra de 2010 presentaban mayor sintomatología internalizante que las niños y
los niños de la muestra de 2014, y que de esas tres variables, la exposición a la
violencia era, con mucha diferencia, la variable más importante a la hora
explicar la variabilidad en la sintomatología internalizante, mostrando una
correlación parcial de 0,377, la cual puede considerarse grande según los
estándares de Doucouliagos (2011).

  78  
 
 

  79  
 
 
 
 

  80  
 
Ø Sintomatología externalizante:

La tabla 32 muestra las correlaciones entre Problemas externalizantes y las


variables analizadas: sexo, edad, tipo de colegio, EVD y año.

La correlación más fuerte se produce entre Sintomatología externalizante total y


EVD Total, alcanzando un valor de 0,389. Las variables sexo, edad y año obtienen
también correlaciones estadísticamente significativas, aunque en este caso son
débiles (0,116, 0,182 y -,077 respectivamente).

La tabla 33 muestra el resumen de los tres modelos analizados en la regresión


lineal. El ANOVA realizado muestra que los tres modelos son significativos, siendo
las F= 16,996, 49,714 y 42,846, respectivamente (n.s. = 0,001 en los tres modelos). Se
observa que las mayores diferencias aparecen asociadas a la EVD Total.

El modelo 1, compuesto por las variables sexo, edad y colegio, explica el 5,3% de
la variabilidad de la sintomatología externalizante total. Al añadir la variable EVD
en el segundo modelo, se produce un aumento considerable y estadísticamente
significativo en la variabilidad explicada en la sintomatología externalizante,
pasando del 5,3% al 17,9% (F de cambio = 140,124, n.s. = 0,001). Finalmente, en el

  81  
 
tercer modelo se introduce la variable año de la muestra. En este caso se
produce un ligero aumento de la variabilidad de la sintomatología externalizante
explicada, pasando del 17,5% al 19%, siendo este cambio estadísticamente
significativo (F de cambio = 12,810, n.s. = 0,001).

Teniendo en cuenta los Coeficientes Beta estandarizados (tabla 35), se observa que
la variable EVD es la que mayor peso tiene (0.361). Las variables sexo, edad, colegio
y año, también son significativas, aunque presentan coeficientes más débiles.

En el primer modelo se observa que las variables sexo, edad y tipo de colegio,
presentan Coeficientes Beta de 0,123, 0,213, y 0,077 respectivamente (n.s. = 0,001;
n.s. = 0,001 y n.s. = 0,027), indicando mayores niveles de sintomatología externalizante
en niñas, sujetos de mayor edad y los pertenecientes a colegio concertado. En este
primer modelo la variable edad muestra coeficientes de regresión y correlaciones

  82  
 
parciales superiores al resto de variables, indicando que ésta es la variable con
mayor peso a la hora de explicar sintomatología externalizante.

En el modelo 2, sexo y edad continúan siendo estadísticamente significativas, pero


los coeficientes son menores (0,076 y 0,161 respectivamente). El tipo de colegio
deja de ser significativo al incluir la variable Exposición a violencia doméstica. La
variable EVD es la que mayor peso obtiene tanto en el coeficiente de regresión
estandarizado como en la correlación parcial, indicando que es la EVD la variable
predictora más importante para la sintomatología externalizante.

Finalmente, en el tercer modelo se introduce la variable año de la muestra. Tras


controlar el efecto de las demás variables, las variables que se mostraron como
predictores estadísticamente significativos de la sintomatología externalizante
fueron sexo, edad, EVD y año de la muestra (Coeficientes Beta = 0,076, 0,205 y
-0,120).

Estos datos apuntan a que las niñas, los sujetos de mayor edad, y los sujetos de la
muestra de 2010 presentan mayores niveles de sintomatología externalizante. Sin
embargo, tal como se ha indicado anteriormente, es la variable EVD la que
mayor peso tiene en el desarrollo de sintomatología externalizante.

En la tabla 35 además se muestran las correlaciones parciales y semiparciales


entre las variables analizadas. Se observa que la variable exposición a violencia
doméstica continúa manteniendo una correlación positiva con sintomatología
externalizante aun cuando los posibles efectos de las variables son controlados, y
obtiene una correlación parcial de 0,350, la cual puede considerarse grande
según los estándares de Doucouliagos (2011).

  83  
 
  84  
 
Ø Sintomatología traumática:

A continuación se presenta el análisis de regresiones lineales para la


sintomatología traumática.

En la tabla 36 aparecen las correlaciones entre sintomatología traumática y sexo,


colegio, edad, EVD y año. Excepto tipo de colegio, todas las correlaciones son
estadísticamente significativas, siendo EVD la variable más importante (0,371),
indicando que a mayor exposición a violencia, se produce mayor sintomatología
traumática.

Los tres modelos de la regresión lineal son estadísticamente significativos. El primer


modelo, compuesto por las variables sexo, edad y tipo de colegio, obtiene una R
cuadrado de 0,033 y F = 10,475 (n.s. = 0,001), por lo que explica un 3,3% de la
variabilidad de la sintomatología traumática. Al añadir la EVD en el segundo
modelo, se produce un aumento estadísticamente significativo en la variabilidad
explicada en la sintomatología traumática (F de cambio = 129,06, n.s. = 0,001),
pasando del 3,3% al 15,2% (R cuadrado = 0,152), siendo este modelo
estadísticamente significativo (F = 41,214, n.s. = 0,001). De esta forma, la EVD
explicaría el 15,2% de la sintomatología traumática.

85  
 
Por último, el modelo 3, en el que se incluye la variable año, también resultó
estadísticamente significativo (F = 35,925, n.s. = 0,001). En este caso se aprecia un
ligero incremento en la variabilidad de la sintomatología traumática explicada,
siendo este cambio significativo (R de cambio = 12,677, n.s. = 0,001). Este modelo
obtiene un R cuadrado de 0,164 por lo que explica el 16,4% de la sintomatología
traumática.

Analizando los Coeficientes Beta estandarizados (tabla 39), se observa que la


variable con mayor peso es EVD, obteniendo un Coeficiente Beta de 0,336, lo
que sugiere que la exposición a violencia doméstica es la variable más
determinante a la hora de explicar sintomatología traumática.

En el modelo 1 las variables sexo y edad obtienen Coeficientes Beta de 0,144 y


0,125, estadísticamente significativos. Esta situación se mantiene en el modelo 2 al
introducir la variable EVD, aunque los coeficientes son más débiles. La variable más

86  
 
importante en este modelo es EVD, que alcanza un coeficiente de 0,351(n.s. =
0,001).

Finalmente, en el modelo 3 se introduce la variable año, y en este caso las


variables estadísticamente significativas son sexo, edad, EVD, y año,
manteniendo EVD el coeficiente más importante. Estos datos indican que las
niñas, los sujetos de mayor edad, y los sujetos de la muestra de 2010, presentan
una mayor vulnerabilidad para el desarrollo de sintomatología traumática.
Por último, teniendo en cuenta las correlaciones parciales y semiparciales, se
observa que la EVD continua correlacionando de forma importante con
sintomatología traumática al eliminar las posibles influencias de las propias
variables (0,337 y 0,327).

87  
 
 

88  
 
Ø Sintomatología total:

Con el objetivo de facilitar el análisis de datos y el desarrollo de conclusiones, se


crea una variable de sintomatología total, que incluye el sumatorio de las tres
variables descritas: sintomatología internalizante, externalizante y traumática.

Todas las variables, excepto el tipo de colegio, presentan correlaciones


estadísticamente significativas con la variable sintomatología total. Las variables
sexo, edad y año obtienen correlaciones pequeñas (0,130, 0,081 y -0,238
respectivamente) y la variable EVD total es la que presenta una correlación
mayor, alcanzando un valor de 0,469.

La tabla 41 muestra las regresiones lineales realizadas, siendo los tres modelos
estadísticamente significativos (F = 8,686, F = 66,972 y F = 71,187; n.s. = 0,001para
los tres modelos). El modelo 1, en el que se incluyen las variables sexo, edad y
colegio, obtiene un R cuadrado de 0,028, por lo que explicaría el 2,8% de la
variabilidad de la sintomatología total. En el segundo modelo se produce un
incremento significativo al incluir la variable EVD (F de cambio = 235,165, n.s. =
0,001) obteniendo un R cuadrado = 0,226, por lo que explica el 22,6% de la
variabilidad de la sintomatología total. Por último el modelo 3, al incluir el año de la
muestra, se produce un cambio significativo (F de cambio = 68,336, n.s. = 0,001) y
obtiene un R cuadrado = 0,280, por lo que pasa a explicar el 28% de la
variabilidad.

89  
 
 

En el modelo 1 las variables sexo y edad muestran coeficientes de 0,135 y 0,108


respectivamente (n. s. = 0,001 y 0,002), indicando que las niñas y los sujetos de
mayor edad presentan mayores niveles de sintomatología total.

En el modelo 2 esta situación cambia al introducir la variable EVD, dejando de ser


significativa la variable edad. Sexo presenta un coeficiente de 0,076 (n.s. = 0,010) y
EVD alcanza un coeficiente de 0,454 (n.s. = 0,001). Finalmente, en el modelo 3, en
el que se incluye la variable año, las variables que presentan coeficientes
estadísticamente significativos son sexo (coeficiente beta = 0,076; n.s. = 0,008),
edad (coeficiente Beta = 0,138; n.s. = 0,001), EVD (coeficiente Beta = 0,421; n.s. =
0,001) y año (coeficiente Beta = -0,262; n.s. = 0,001).

Los resultados muestran que la variable EVD total es la más importante a la hora
de explicar sintomatología total. También es importante considerar las variables
sexo, edad y año, de tal forma que las niñas, los sujetos de mayor edad y los de
la muestra de 2010 presentan mayores niveles de sintomatología total.

90  
 
91  
 
2.3.5 COMPARACIÓN DE GRUPOS: EXPUESTOS VS NO EXPUESTOS A
VIOLENCIA DOMÉSTICA

Tomando como referencia el punto de corte de exposición a violencia familiar en


4 anteriormente comentado, se establecen los grupos expuestos a violencia
doméstica frente a los no expuestos. Con el objetivo de valorar si se producen
diferencias en cuanto a sintomatología entre ambos grupos, se llevan a cabo
comparaciones de medias para sintomatología internalizante, externalizante,
traumática y total.

En la tabla 44 se muestran las medias para cada una de las variables de


sintomatología internalizante por grupos. Se observa que en todos los casos, el
grupo expuesto mostró medias superiores que el grupo no expuesto,
perteneciendo además estas puntuaciones al rango “límite” (entre 65-70) en el
caso de Ansiedad/Depresión, Quejas somáticas y Problemas internalizantes.

En la tabla 45 se observan diferencias estadísticamente significativas entre ambos


grupos para las variables Ansiedad/depresión (t = 9,767; n.s. = 0,001),
Aislamiento/depresión (t = 7,281; n.s. = 0,001), Quejas somáticas (t = 7,727; n.s. =
0,001) y Problemas internalizantes (t = 11,097; n.s. = 0,001).

92  
 
 
Respecto a la sintomatología externalizante, se aprecian de nuevo mayores
medias para el grupo expuesto frente al no expuesto en todas las variables. La
variable Conducta anormativa alcanza el rango “límite” en el grupo expuesto.

En la tabla 47 se muestra la comparación de medias entre ambos grupos. Existen


diferencias significativas para todas las variables de sintomatología
externalizante: Conducta anormativa (t = 7,470; n.s. = 0,001), Conducta agresiva
(t = 7,936; n.s. = 0,001) y Problemas externalizantes (t = 9,561; n.s. = 0,001).

93  
 
 

94  
 
La tabla 48 muestra las medias por grupos para la sintomatología traumática. De
nuevo se aprecia que el grupo expuesto exhibe mayores niveles de
sintomatología traumática frente al no expuesto. Estas diferencias son
estadísticamente significativas, tal como se muestra en la tabla 49:
Pensamientos intrusivos (t = 5,886, n.s. =0,001), Evitación (t = 6,672, n.s. =0,001),
Hiperactivación (t = 6,793, n.s. = 0,001), Afectación (t = 7,111, n.s. = 0,001) y TEPT
total (t = 7,477, n.s. = 0,001).

95  
 
 

96  
 
Por último, se muestran las medias para la variable sintomatología total, y la
comparación de medias entre los grupos expuesto y no expuesto a violencia
familiar. De nuevo, las diferencias entre ambos grupos fueron estadísticamente
significativas (t = 11,612, n.s. = 0,001).

2.3.6 COMPARACIONES ENTRE 2010 Y 2014

En este apartado se analizan las diferencias entre ambas muestras con el objetivo
de establecer si se ha producido un cambio en el tiempo en cuanto a la
exposición infantil a violencia doméstica y sus consecuencias psicopatológicas.

2.3.6.1 Exposición a violencia doméstica en 2010 y 2014

En la siguiente tabla se pueden observar las diferencias de medias entre 2010 y


2014 para las medidas de exposición infantil a violencia doméstica de la escala
CEDV.

Se aprecian mayores puntuaciones para todas las medidas del CEDV en el año
2010, sugiriendo que el nivel de exposición infantil a violencia doméstica tuvo un
descenso entre 2010 y 2014. En concreto, la media de EVD total en 2010 fue de
9,34 y en 2014 de 7,82.

97  
 
Tomando la variable Exposición a violencia doméstica total, se lleva a cabo una
comparación de medias para muestras independientes, siendo los años 2010 y
2014 los grupos a comparar. La tabla 53 muestra que existen diferencias
significativas a nivel 0,004, siendo t = 2,877. Se concluye, por tanto, que existen
diferencias estadísticamente significativas en cuanto a exposición a violencia
doméstica total entre 2010 y 2014. En concreto 2010 registró mayores niveles de
exposición a violencia doméstica.

98  
 
 

2.3.6.2 Sintomatología internalizante, externalizante


y traumática en 2010 y 2014

En la tabla 54 se describen las medias por año para las medidas de las variables
de sintomatología internalizante (compuesta por Ansiedad/Depresión,
Aislamiento/Depresión y Quejas somáticas), sintomatología externalizante
(compuesta por conducta anormativa y conducta agresiva). La tabla 57 incluye
las medias para sintomatología traumática (compuesta por activación,
pensamientos intrusivos y evitación).

Excepto para la variable Ansiedad/Depresión, todas las medidas de las variables


de sintomatología internalizante, externalizante y traumática, fueron superiores en
el año 2010.

99  
 
Desglosando la muestra total por años, se aprecia que las medias obtenidas
tanto en 2010 como en 2014 se mantienen en el rango de normalidad
(puntuaciones T < 65). Al igual que en la muestra total, las variables con mayores
puntuaciones fueron Conducta anormativa (X = 63,16 en 2010 y X = 62,57 en
2014) y Somatización (X = 63,47 en 2010 y X = 61,37 en 2014).

La escala de Problemas internalizantes obtiene una media de 61,26 en 2010 y 59,80


en 2014 (rango normal con desviaciones típicas de 9,786 y 10,810 respectivamente)
y la escala de Problemas Externalizantes obtiene una media de 59,88 en 2010 y
58,75 en 2014 (rango normal) y desviaciones típicas de 7,073 y 7,226.

En la Ilustración 8 se incluyen todas las medidas del CBCL, por lo que aparecen
varias medidas que no han sido incluidas en el estudio, como Problemas sociales,
Problemas de atención o Problemas de pensamiento. Destaca Problemas de
pensamiento, ya que tanto en 2010 como en 2014 aparece en el rango límite.

100  
 
Con el objetivo de determinar si existen diferencias entre 2010 y 2014 en
sintomatología internalizante, se lleva a cabo una Prueba T para muestras
independientes.

La tabla 55 muestra los resultados de la Prueba T, en la que se rechaza la hipótesis


de igualdad de medias para las variables Quejas somáticas (t = 3,825; n.s. = 0,001)
y Problemas internalizantes (t = 2,065; n.s. = 0,039), indicando que existen
diferencias significativas entre los años 2010 y 2014 en estas variables. En
concreto, 2010 presentó mayores niveles de somatización y problemas
internalizantes.

101  
 
Respecto a la sintomatología externalizante, se detectan diferencias
estadísticamente significativas entre 2010 y 2014 para las variables conducta
agresiva (t = 2,498; n. s. = 0,013) y problemas externalizantes (t = 2,326; n.s. = 0,020).

102  
 
En la siguiente tabla se desglosan las medias obtenidas en sintomatología
traumática en función del año. Tras la aplicación de la batería de test en 2010,
se comprobó que parte de los niños evaluados rellenaron este cuestionario a
pesar de no estar el evento traumático relacionado con violencia doméstica.
Por esta razón, en la aplicación de 2014 se decidió hacer hincapié en
completar dicho cuestionario únicamente cuando la situación traumática
estaba relacionada con violencia doméstica, por lo que cabe esperar que los
resultados relacionados con sintomatología traumática sean mayores en 2010.
No obstante se decidió incluir los datos de todos los traumas, para facilitar la
comparación de resultados entre las dos muestras. Por esta razón es importante
interpretar con cautela estos datos, ya que el trauma no sólo hace referencia a
violencia doméstica.

103  
 
En la tabla 59 aparecen los resultados de la prueba T para muestras
independientes de cada una de las medidas que conforman la variable
sintomatología traumática, en la que se comparan las muestras de 2010 y 2014.
Los casos en los que se rechaza la hipótesis de igualdad de medias, y que por
tanto presentan diferencias estadísticamente significativas, son Hiperactivación
(t = 4,180; n.s. = 0,001), Afectación (t = 4,988; n.s. = 0,001) y TEPT total (t = 3,167; n.s.=
0,002). No se encuentran diferencias estadísticamente significativas para las
variables Pensamientos intrusivos y Evitación.

Los resultados indican que en 2010 se produjeron mayores niveles de


hiperactivación, afectación y TEPT total.

104  
 
 

Sintomatología total

Para facilitar las conclusiones se creó una variable de sintomatología total que
incluye el sumatorio de las variables sintomatología internalizante, externalizante y
traumática.

105  
 
La media de sintomatología total en 2010 fue de 128,87 y en 2014 de 118,99. En la
tabla 61 se presentan los resultados de la Prueba T para muestras independientes
en la que se analiza si existen diferencias significativas entre estos años.

Se rechaza la hipótesis de igualdad de medias (t = 7,816; n.s. = 0,001), por lo que se


afirma que existen diferencias significativas en sintomatología total entre 2010 y 2014.

Se presenta a continuación un resumen de los datos presentados en el que se


incluyen las medidas totales de cada variable. La tabla 62 muestra que existen
diferencias estadísticamente significativas en sintomatología internalizante (t =
2,065; n.s.=0,039), sintomatología externalizante (t = 2,326; n.s. = 0,020), TEPT total (t
= 3,167; n.s. = 0,002) y sintomatología total (t = 7,816; n.s. = 0,001), entre las
muestras de 2010 y 2014. De esta forma se concluye que en 2010 se dieron
mayores niveles de sintomatología internalizante, externalizante, traumática y total.

106  
 
 

107  
 
Consecuencias de la exposición a violencia doméstica: Análisis de correlaciones

En este apartado se analizan las consecuencias psicopatológicas asociadas a la


EVD en 2010 y 2014. En concreto se estudian las correlaciones entre exposición
infantil a violencia doméstica y consecuencias internalizantes, externalizantes y
traumáticas, en 2010 y 2014.

Sintomatología internalizante

Todas las correlaciones fueron estadísticamente significativas en ambos años.


Tanto en 2010 como en 2014, la variable con mayores correlaciones fue
Ansiedad/Depresión, alcanzando una valor de 0,390 en 2010 y 0,458 en 2014,
seguida de problemas internalizantes (0,382 en 2010 y 0,411 en 2014),
Aislamiento/Depresión (0,332 en 2010 y 0,341 en 2014), y Quejas somáticas (0,334
en 2010 y 0,313 en 2014).

Se puede concluir que tanto en 2010 como en 2014 la exposición infantil a


violencia doméstica presentaba asociaciones moderadas-altas en el desarrollo
de sintomatología internalizante.

108  
 
Sintomatología externalizante

Todas las correlaciones entre EVD y sintomatología externalizante fueron


significativas en ambos años. Tanto en 2010 como en 2014, la variable con mayor
correlación fue Problemas externalizantes (0,379 en 2010 y 0,393 en 2014), seguida
de Conducta agresiva (0,378 en 2010 y 0,368 en 2014) y Conducta anormativa
(0,326 en 2010 y 0,353 en 2014).

En ambos años la exposición infantil a violencia doméstica correlacionó de forma


positiva con el desarrollo de sintomatología externalizante, obteniendo
asociaciones moderadas/altas.

109  
 
 
Sintomatología traumática

Todas las correlaciones entre EVD y sintomatología traumática fueron


estadísticamente significativas.

En 2010 la variable con mayor correlación fue la medida total de TEPT (0,339),
seguida de Activación (0,320), Evitación (0,291), Afectación (0,282), y
pensamientos intrusivos (0,264). En 2014 la variable con más peso fue Afectación
(0,431), seguida de TEPT total (0,402), Evitación (0,395), Activación (0,365) y
Pensamientos intrusivos (0,344).

110  
 
111  
 
 

Sintomatología total

Por último se llevan a cabo las correlaciones entre exposición a violencia


doméstica total y la variable total de sintomatología. Tanto en 2010 como en
2014 todas las correlaciones fueron estadísticamente significativas a nivel 0,01,
con valores altos y próximos. En 2010 la correlación fue de 0,461 y en 2014 de
0,470.

112  
 
Con el objetivo de simplificar las conclusiones sobre los resultados presentados, se
presenta a continuación una tabla en la que aparecen las correlaciones para
medidas totales de las tres variables, distribuidas en función del año.

Las correlaciones más elevadas están asociadas a sintomatología total en ambos


muestras (2010 y 2014), luego aparecen diferencias. Así, en 2010 el orden
descendente de los correlaciones es sintomatología internalizante, externalizantes
y traumática, y en 2014 es sintomatología internalizante, traumática y
externalizante.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

113  
 
3 CONCLUSIONES

El primer objetivo de esta investigación se centró en valorar la presencia de


exposición a violencia doméstica así como las consecuencias psicopatológicas
asociadas, en una muestra comunitaria de niños entre 11 y 17 años. Para ello se
plantearon varias hipótesis que se han puesto a prueba:

Ø H1: Determinar la prevalencia de exposición a violencia doméstica.


El 17% (156 niños) de la muestra estuvo expuesta a violencia doméstica
en algún momento de su vida, frente al 83% que no estuvo expuesto.
Tomando el concepto exposición a conflicto familiar, el porcentaje se
eleva al 83.4% de la muestra.

Ø H2: Las niñas presenciarán mayores niveles de exposición a violencia


doméstica que los niños.

Este estudio encuentra que las niñas presentan niveles superiores de


exposición a violencia doméstica que los niños, por lo que se acepta la
hipótesis 2.

Ø H3: Los niños que viven en familias reconstituidas presencias mayores


niveles de exposición a violencia familiar que los que viven en familias
tradicionales o monoparentales.

Los mayores niveles de EVD aparecen asociados a las familias


reconstituidas, frente las monoparentales y las familias formadas por
ambos padres. Estas diferencias son estadísticamente significativas
cuando se comparan los grupos de familia reconstituida frente a la
tradicional. Se acepta por tanto la hipótesis 3.

Ø H4: Los niños que conviven en familias con un nivel económico bajo
presencian más violencia doméstica.

Los sujetos con un nivel económico bajo presencian mayores niveles de


EVD, siendo estas diferencias estadísticamente significativas al
compararlos con el resto de grupos. Estos datos permiten aceptar la
hipótesis 4.

Ø H5: Los niños de edades menores presencian más violencia familiar que
los mayores.

Las medias de EVD más elevadas aparecen en los grupos de edad


mayores. El grupo de 17 años fue el más expuesto, siendo estas

114  
 
diferencias estadísticamente significativas al compararlo con los grupos
de edad de 11, 12, 13, 14 y 16 años. Se rechaza por tanto la hipótesis 5.

Ø H6: Los niños pertenecientes a colegio público estarán más expuestos a


violencia doméstica frente a los de colegio concertado.

No se encuentran diferencias en exposición a violencia doméstica en


función del tipo de colegio (público-concertado), por lo que se
rechaza esta hipótesis.

Ø H7: Los sujetos expuestos a violencia doméstica presentarán mayores


niveles de síntomas internalizantes medidos con el instrumento CBCL,
frente a los que no hayan estado expuestas a violencia familiar. En
concreto presentarán niveles superiores en las escalas:

e) Problemas internalizantes
f) Ansiedad/Depresión
g) Aislamiento/Depresión
h) Quejas somáticas

Los resultados obtenidos muestran una clara relación entre exposición


infantil a violencia doméstica y el desarrollo de sintomatología
internalizante. En concreto, se encuentran asociaciones significativas
entre exposición a violencia domestica y problemas internalizantes,
ansiedad/depresión, y con aislamiento/depresión.

Al comparar los grupos expuestos y no expuestos a violencia


doméstica, los resultados indican que los niños expuestos presentaron
niveles significativamente superiores de sintomatología internalizante
(Ansiedad/depresión, Aislamiento/depresión, Quejas somáticas y
Problemas internalizantes).

De esta forma se acepta la hipótesis 7

Ø H8: Los sujetos expuestos a violencia doméstica presentarán mayores


niveles de síntomas externalizantes frente a los que no hayan estado
expuestos a violencia familiar en la escala de Síntomas Externalizantes
del CBCL. En concreto presentarán niveles superiores en las escalas:

d) Problemas externalizantes
e) Conducta agresiva
f) Conducta anormativa

Los resultados indican una clara relación entre exposición infantil a


violencia doméstica y el desarrollo de sintomatología externalizante. En

115  
 
concreto, se asocia con problemas externalizantes, con conducta
agresiva, y con conducta anormativa.

Cuando se comparan los grupos expuesto y no expuesto a violencia


doméstica, se observa que los niños expuestos presentan niveles
significativamente superiores para todas las medidas de sintomatología
externalizante (problemas externalizantes, conducta agresiva, y
conducta anormativa).

Se acepta por tanto la hipótesis 8.

Ø H9: Los sujetos expuestos a violencia doméstica presentarán mayores


niveles de estrés postraumático frente a los que no hayan estado
expuestos a violencia familiar, en las subescalas de Child PTSD Symptom
Scale (CPSS):

f) TEPT total
g) Pensamientos intrusivos
h) Evitación
i) Hiperactivación
j) Afectación

Los resultados permiten aceptar la hipótesis 9, ya que los resultados


muestran asociaciones significativas entre exposición a violencia
doméstica y todas las medidas de TEPT (TEPT total, pensamientos
intrusivos, evitación, hiperactivación y afectación).

Comparando los grupos expuestos y no expuestos a violencia


doméstica, se encuentra que los niños expuestos presentan niveles
significativamente superiores en todas las medidas de sintomatología
traumática.

Ø H10: Los sujetos con mayores niveles de implicación en episodios de


violencia doméstica presentarán mayores niveles de psicopatología,
medida con las escalas:

d) Problemas internalizantes
e) Problemas externalizantes
f) TEPT total

Los resultados presentados indican que a mayor nivel de implicación,


se producen mayores niveles de sintomatología internalizante,
externalizante, traumática y sintomatología total, por lo que se acepta
la hipótesis 10.

116  
 
Con el objetivo de valorar si se producen cambios entre los años 2010 y 2014 en
cuanto a exposición a violencia y los efectos asociados a la misma, se plantean
las siguientes hipótesis exploratorias:

Ø H11: Valorar si se produce un cambio en exposición infantil a violencia


doméstica entre los años 2010 y 2014.

Los resultados hallados indican que se produjo un descenso en


exposición infantil a violencia entre los años 2010 y 2014.

Ø H12: Valorar si se produce un cambio en sintomatología internalizante,


externalizante y traumática entre 2010 y 2014.

Se produce un descenso de sintomatología internalizante,


externalizante, traumática y sintomatología total entre los años 2010 y
2014. Este resultado puede explicarse por el descenso de exposición a
violencia doméstica. Dado que se ha demostrado la estrecha relación
entre exposición y sintomatología, cabe esperar que el descenso de la
primera afecte a la segunda.

Las variables específicas en las que se produjo este descenso fueron


quejas somáticas, problemas internalizantes, conducta agresiva,
problemas externalizantes, hiperactivación, afectación y TEPT total.

Como conclusión general se observa que la exposición infantil a violencia


doméstica está estrechamente asociada con el desarrollo de sintomatología
internalizante, externalizante y traumática.

Las niñas, los sujetos que viven en familias reconstituidas, los que tienen un nivel
económico bajo, y los sujetos de 17 años, presenciaron mayores niveles de
exposición a violencia familiar. El tipo de colegio no influye en la exposición a
violencia doméstica.

Finalmente, el nivel de exposición a violencia doméstica disminuyó entre 2010 y


2014, haciéndolo también los niveles de sintomatología internalizante,
externalizante y traumática.

117  
 
4 DISCUSIÓN

La violencia doméstica ha sido objeto de investigación durante las últimas


décadas. Han surgido multitud de estudios acerca de las repercusiones que ésta
tiene sobre las mujeres víctimas, y sobre la manera adecuada de evaluar y tratar
sus secuelas. Sin embargo se han dejado de lado a las otras víctimas de esta
situación: los hijos de las mujeres que son maltratadas. En los últimos años ha
aumentado el interés científico y social en este tema, proliferando diversas
investigaciones que analizan los efectos de la exposición infantil a violencia
doméstica. Éste es el principal objetivo de la presente investigación: en primer
lugar valorar la presencia y prevalencia de la exposición infantil a la violencia
en el hogar. En segundo lugar, se trata de identificar las consecuencias
psicopatológicas que sufren los niños expuestos a violencia doméstica en una
muestra comunitaria. Finalmente se valora si se han producido cambios tanto
en exposición como en sintomatología, en el período de tiempo desde en 2010
y 2014.

Para lograr estos objetivos se obtuvo una muestra total de 925 sujetos entre 11 y
17 años, de los cuales el 49,6% fueron niños y 50,4% niñas. Esta muestra se
subdivide en dos en función del año en que se recogió la información: en 2010 se
obtuvo una muestra de 572 sujetos (48,8% niños y 51,2% niñas), y en 2014 de 353
sujetos (51% niños y 49% niñas).

Características de la muestra:

El 57,3% de la muestra total pertenece a colegio público, frente al 42,7% que


corresponde a colegio concertado. En 2010 el 45,5% de la muestra se obtuvo en
colegio público y el 54,5% en colegio concertado, y en 2014 el 76,5% pertenecía
a colegio público frente al 23,5% del colegio concertado. Estas diferencias no
afectaron a los resultados, ya que no se detectaron diferencias significativas en
cuanto a nivel de exposición, por lo que no parece una variable relevante. Con
todo habría sido interesante disponer también de una muestra de colegios
privados para comparar los resultados, pero no se pudo conseguir.

El rango de edad de los participantes oscila entre 11 y 17 años. En la muestra de


2010 la edad con mayor representación fue 13 años (33,7%) y en 2014 los 14 años
(32,7%). En 2014 no hay ningún sujeto de 11 años, sin embargo, al contrario que
en 2010, aparecen sujetos de 16 y 17 años. Este estudio cuenta con un rango de
edad amplio, y concentra gran parte de la muestra en las edades intermedias
por lo que los grupos de edad de los extremos son reducidos. Esta falta de
representación de los grupos de edad extremos (especialmente de 11 y 17 años)
viene determinada por el tipo de muestreo realizado, el cual fue incidental, por lo
que la selección de participantes vino determinada en primer lugar por la

118  
 
accesibilidad del investigador a los centros educativos, y en segundo lugar, por la
disposición de las clases en función de cada centro educativo.

Tanto en 2010 como en 2014 la raza más frecuente fue la blanca, representando
el 77,8% y 75,6% respectivamente, seguida por la latina que supuso un 18,9% de
la muestra en 2010 y el 11,6% en 2014. En la muestra total, se obtuvo un 77% de los
niños de raza blanca, seguidos por el 16,2% de niños de raza latina. Estos
porcentajes parecen representar la realidad actual en los colegios públicos y
concertados.

Respecto a la composición familiar, el 79% de la muestra total convivía en una


familia tradicional (padre-madre), el 10,8% en familia monoparental y el 9,6% en
familia reconstituida. Entre 2010 y 2014 se aprecia un incremento de las familias
monoparentales y reconstituidas, en detrimento de las familias formadas por
padre-madre. En concreto, el porcentaje de familias tradicionales descendió
del 81,8% en 2010 al 74,5% en 2014, mientras que los porcentajes de familias
monoparentales y reconstituidas aumentaron del 10,5% al 11,35%, y del 7% al
13,9% respectivamente. Es probable que estos porcentajes reflejen el cambio
que se está produciendo en el ámbito familiar. De hecho los datos apuntan en
la misma dirección de los datos aportados en el Informe sobre la evolución de
la familia española (2014) del Instituto de Política Familiar (a partir de los datos
del INE y CGPJ), en el que se señala un aumento del número de divorcios,
separaciones y nulidades cada año. En concreto entre 1998 y 2012 se produjo
un incremento del 19%. Entre 2010 y 2012, coincidiendo con la crisis económica,
se observa un ligero estancamiento, que cesa a partir de 2012, cuando el
número de rupturas familiares vuelve a aumentar de forma importante. De esta
forma se puede concluir que la los cambios observados en la composición
familiar de la muestra obtenida en este estudio son representativos de la
realidad familiar española.

La mayor parte de la muestra consideró disponer de un nivel económico


suficiente (56,3% en 2010 y 53,5% en 2014), o más que suficiente (25,5% y 27,2%),
siendo mucho menores los porcentajes de los que desconocen su situación
económica (10% y 11%), y los que consideran insuficiente su nivel económico
(8,2% y 8,2%).

Llama la atención que a pesar de la crisis económica sobrevenida producida


entre ambas fechas, estos porcentajes se ha mantenido casi de forma completa.
Así, según los datos sobre la evolución de ingresos medios por hogar aportados
por el Instituto Nacional de Estadística (INE, 2014), entre 2010 y 2013 se produjo un
descenso en los ingresos medios en las familias españolas, pasando de 28.206 €
anuales a 26.154€. Esta diferencia con los resultados hallados puede deberse a la
forma en la que se evaluó el nivel económico, ya que se trata de una valoración
subjetiva del menor, por lo que debe interpretarse con cautela ya que es posible
que los menores no conozcan plenamente la realidad económica en sus

119  
 
hogares. A pesar de tratarse de una valoración subjetiva, llama la atención que
no haya variado con el tiempo, pudiendo indicar que los menores pueden no
haber sido conscientes de las consecuencias de la recesión económica en sus
familias. Esta misma encuesta señala que el 16,2% de las familias pertenecientes a
la Comunidad de Madrid tuvieron mucha dificultad para llegar a fin de mes
durante 2013. Este dato es considerablemente más elevado que el aportado en
este estudio, según el cual el 8,2% de los niños consideraron tener un nivel
económico insuficiente. De nuevo, existe la posibilidad de que los menores
desconozcan el nivel económico real en sus hogares.

Aunque la forma de selección de la muestra supone ya una limitación, pues se


trata de una muestra incidental ya que se dispuso de los centros educativos en
función de la posibilidad de acceder a los alumnos, y que puede limitar la
generalización de los resultados a la población general, no por ello deja de ser
una muestra de referencia y digna de consideración. Primero por contar con los
colectivos más habituales en España, colegios públicos y colegios concertados.
Segundo el propio tamaño muestral, 925 participantes constituyen una muestra
notablemente superior a muchos de los estudios comentados en la parte de
revisión del estado de la cuestión.

También es de destacar el muestreo estratificado por edades a lo largo de un


período vital que permite recoger realidades muy dispares, desde los 11 años
(previo al inicio de la adolescencia) a los 17, en los que ésta está finalizada o
próxima a su fin. Con todo, la mayor representación en la muestra de las edades
centrales (12-16), señala hacia dónde debe orientarse con referencia las
conclusiones del estudio.

Ciertamente una muestra incidental presenta limitaciones de las que se era


consciente desde el inicio, pero aún contando con estas limitaciones los
resultados aportados no dejan de ser significativos e importantes. Sin duda haber
trabajado con una muestra más numerosa y representativa, estratificada de
acuerdo con variables como tipo de colegio, edad, sexo y nivel económico, al
menos, quizá hubiera aportado resultados más generalizables, pero el elevado
coste de este tipo de muestreo hubiera hecho irrealizable el presente trabajo. En
resumen la muestra con la que se ha trabajado reúne condiciones para que los
resultados deban ser tenidos en cuenta.

Exposición infantil a violencia doméstica:

Pasando al objeto de estudio, la exposición infantil a violencia doméstica, una


primera dificultad para este estudio es la disparidad entre investigaciones, en
gran parte determinada tanto por la propia definición de exposición infantil a
violencia doméstica, como por los instrumentos de medida utilizados.

120  
 
Muchas de las definiciones de exposición a violencia doméstica aportadas por la
literatura no tienen en cuenta la violencia psicológica como parte de la violencia
doméstica, excluyendo por tanto insultos, amenazas o coacciones. Sin embargo
este tipo de violencia suele ser mucho más frecuente, puede llegar a intensidad
realmente elevadas y, por lo tanto, puede llegar a producir consecuencias
negativas tan importantes o más que la violencia física.

Siguiendo este punto de referencia, en el presente estudio se ha considerado la


violencia psicológica, lo mismo que la violencia física, como una forma de
violencia doméstica, por lo que tanto la definición como los instrumentos
empleados tendrán en cuenta ambos tipos de violencia. De esta forma, se
considera que un niño está expuesto a violencia doméstica cuando ve, escucha,
se involucra directamente, o experimenta las secuelas de una agresión física,
psicológica o sexual, que se produce entre sus cuidadores.

La primera parte de este estudio valora la presencia de exposición infantil a


violencia doméstica así como las consecuencias psicopatológicas asociadas, en
la muestra total de 925 sujetos. Con este objetivo de evaluar exposición infantil a
violencia doméstica se aplica la escala Child Exposure to Domestic Violence
(CEDV).

Esta es una de las aportaciones que puede resultar de especial interés, la forma
en que se ha evaluado la exposición a violencia domestica. Muchas
investigaciones señaladas en la parte primera de este trabajo ha evaluado esta
exposición empleando métodos indirectos, de forma que eran los padres la
principal fuente de información. Sin embargo también se ha señalado que existe
poca concordancia entre los informes de padres y el de los hijos al respecto de
esta realidad. De hecho en muchas ocasiones se constata que los padres
tienden a infravalorar el nivel de exposición a violencia de sus hijos (Edleson,
1999). Por ejemplo, O’Brien, John, Margolin, y Erel (1994) señalan que incluso
cuando uno o ambos padres informaron que su hijo no había estado expuesto a
violencia familiar, un 21% de los menores aportó descripciones detalladas de
violencia domestica en sus hogares. Por otro lado es lógico que los padres
reduzcan esta información, pues o bien aparecerán ellos como agresores o
como factores relevantes en cuanto que permiten esta violencia. También
puede ser que los padres no sean conscientes, o no sepan identificar la violencia
real a la que son expuestos sus hijos. Por todas estas razones se destaca la
importancia de obtener la información directamente de los menores expuestos
(Bayarri, 2011).

En esta línea, en el presente trabajo se ha contado con los informes directos de


los niños, ya que se considera más relevante estudiar las consecuencias
asociadas a la exposición, tal como la perciben los niños, en lugar de una
valoración subjetiva de los padres. La percepción de los niños sobre su situación
de exposición a violencia puede no ser una medida exacta de exposición, pero

121  
 
se la considera una medida de información valiosa ya que puede ser
determinante a la hora de desarrollar consecuencias psicopatológicas. Sea o no
un fiel reflejo de la exposición real, la percepción del niño parece relevante de
cara a las reacciones de éste, entre ellas al posible desarrollo de consecuencias
psicopatológicas.

Adicionalmente a estas consideraciones, el instrumento utilizado permite valorar


la forma en la que se produjo la exposición, y la respuesta del menor ante el
episodio violento, lo que aporta una información muy valiosa para una mejor
comprensión del fenómeno. Finalmente el instrumento también considera otros
aspectos como exposición a violencia comunitaria, factores de riesgo y otros
tipos de victimización, aspectos que pueden escapar más fácilmente del
conocimiento de los padres.

Teniendo en cuenta estas consideraciones, las puntaciones obtenidas señalan


que la media de Exposición a violencia familiar es de 2,14 sobre 30, y el Grado
de exposición obtiene una media de 6,60 sobre 50. Por lo tanto, el sumatorio de
ambas medias que constituye la variable Exposición a Violencia Doméstica Total
(EVD) es de 8,74. Otras medidas obtenidas señalan que la media de la variable
Implicación es de 1,16 sobre 21; la media del Grado de exposición en la
comunidad es de 7,48 sobre 24; la de los Factores de riesgo de 2,02 sobre 12, y
Otra victimización de 0,66 sobre 12. Es complicado realizar una comparación
con otros estudios que hayan empleado este cuestionario, ya que no suelen
incluir datos sobre los resultados para las diferentes subescalas del CEDV, sino que
en general se limitan a presentar porcentajes generales.

No obstante, en una primera impresión, destaca el elevado nivel de exposición a


violencia en la comunidad con respecto al resto de variables. A pesar de que se
trata de una variable muy diferente a las relacionadas con exposición a violencia
doméstica, por lo que no se abordará con mucho detenimiento, sin duda es una
llamada de atención y sería interesante valorar su papel. Ciertamente, estar
expuesto a violencia comunitaria reiteradamente se ha asociado a efectos
negativos (Edleson, 1999), entre ellos problemas de comportamiento (Eth y
Pynoos, 1985), mayores niveles de estrés (Fitzpatrick y Boldizar, 1993; Lorion y
Saltzman, 1990; Osofsky,1993), depresión (Freeman, Mokros y Poznanski, 1993;
Martinez y Richters, 1993) y beligerancia (Green, 1991).

Otra de las dificultades en este tipo de estudios es la establecer la prevalencia de


sujetos expuestos, debido a la ausencia de un punto de corte en el instrumento
empleado para evaluar exposición. En este trabajo se aporta una solución,
fijando un punto de corte en 4. Con este punto de corte se evita así la inclusión
en la categoría de expuestos a violencia a aquellos niños que solo hayan
presenciado un conflicto familiar (no necesariamente violento). De esta manera,
se diferenciará entre los niños expuestos a conflicto familiar (en el que se pueden
incluir situaciones violentas y no violentas), para lo que sería considerable

122  
 
cualquier puntuación por encima de 0, y niños expuestos a violencia doméstica
(punto de corte >3). Como toda propuesta es cuestionable, pero no deja de ser
una solución precisa, tomada con el objetivo de evitar una excesiva sensibilidad
del instrumento de evaluación, pero con una suficiente especificidad. Análisis
estadísticos posteriores que muestran el mejor punto de corte para considerar
ambos aspectos, sensibilidad y especificidad, pueden ayudar a precisar el punto
de corte más adecuado, pero este trabajo se objeto de atención en desarrollos
posteriores.

También una diferencia importante e este trabajo con trabajos precedentes es el


tipo de muestra utilizada. Frente a la mayoría de las investigaciones revisadas
realizadas con muestras clínicas, en este estudio se ha utilizado una muestra
comunitaria. Este hecho dificulta la comparación de resultados con otras
investigaciones, ya que cabe esperar que tanto el nivel de exposición como de
psicopatología sean mayores en muestras clínicas. Por ejemplo, Fantuzzo y Mohr
(1999) señalan que los niños que viven en centros de acogida presentan
características diferentes y niveles de distrés psicológico significativamente
superiores que los niños que no viven en estos centros, y por tanto las
conclusiones derivadas de los estudios que emplean este tipo de muestras
clínicas, no deben generalizarse sin más a todos los niños expuestos a violencia
doméstica. Cierto que cada tipo de muestra, clínica versus comunitaria, tiene sus
ventajas y limitaciones, pero para el conocimiento del alcance de la violencia
doméstica en nuestro entorno, así como las consecuencias psicopatológicas más
habituales, la muestra comunitaria parece más interesante. En consecuencia, el
tipo de muestra utilizada permite formarse una idea más representativa de lo que
sucede en la realidad española.

Teniendo en cuenta estas consideraciones, los datos señalan valores muy


elevados en la exposición a conflicto familiar: el 83,4% (772 niños). No obstante
estos datos concuerdan con los señalados en el estudio de Sajadi, H., Rahimi, H.,
Rafiey, H., y Vameghi, M. (2014), en el que el 83,3% de los niños había estado
expuesto a algún tipo de conflicto parental. En dicho estudio la forma más
común fue exposición a desacuerdo (69,3%), y la menos común exposición a
abuso emocional a la madre (35,6%). Este trabajo es de especial valía pues los
autores han establecido a priori las distintas categorías dentro de la variable
Exposición, lo que facilita la extracción de conclusiones y la mejor comprensión
de los resultados. No obstante la comparación de estos datos debe tomarse con
cautela, ya que este trabajo fue desarrollado en Irán, y es posible que los
resultados estén modulados por variables culturales dispares, en especial en lo
que hace referencia al ámbito de la familia.

El porcentaje de niños expuestos a violencia doméstica lógicamente es muy


inferior: el 17% (157 sujetos) frente al 83% no expuesto. Con todo los datos son de
relevancia, casi 1 de cada 5 niños está expuesto a violencia doméstica, en una

123  
 
sociedad como la española en al que se asume que el hogar debe ser un lugar
de seguridad absoluta para los niños.

Es más, probablemente este porcentaje deba corregirse al alza. Primero porque


es probable que en algunos casos se trate de ocultar esta información, poco
aceptable socialmente. Segundo porque no todos los alumnos obtuvieron el
permiso familiar para la participación en el estudio, siendo de esperar una mayor
reticencia a esta participación en los casos en los que la violencia doméstica
está más presente. Como muestra, y aunque sea con carácter anecdótico, hay
que señalar que, algunos de los casos en los que no se dio permiso paterno para
participar en la investigación, eran conocidos por los respectivos centros
educativos por convivir en familias violentas.

Al comparar estos datos con otros trabajos de la literatura especializada se


constata una gran una gran disparidad en la metodología empleada, lo que
dificulta la comparación de resultados. No obstante los datos sobre exposición a
violencia doméstica en muestras comunitarias oscilan entre el 10% y el 25%,
coincidiendo este rango con la cifra aportada en este estudio. Así, la
prevalencia hallada en este estudio concuerda con los datos aportados por
Carlson (2000), que estima que entre el 10% y 20% de los niños americanos
estarían expuestos a violencia familiar cada año, y con los datos aportados por
Straus (1974) que señalan que un 16% de los estudiantes universitarios
encuestados habrían presenciado alguna agresión física entre sus padres. No
obstante el estudio de Straus presenta importantes diferencias metodológicas, ya
que por un lado solo considera violencia física, y por otro lado emplea muestra
universitaria por lo que la edad de los participantes es superior a las edades
registradas en este estudio. O’Brien, John, Margolin y Erel (1994) indican niveles
mayores, alcanzando un 25% de exposición infantil en una muestra comunitaria.
En el estudio de Sajadi (2014) comentado anteriormente, el 44,3% de los niños
habían estado expuestos a algún tipo de violencia contra la madre. Esta cifra es
notablemente superior a la presentada en este estudio, pudiendo deberse esta
disparidad a diferencias culturales.

Respecto a las estimaciones españolas, los datos encontrados en este estudio


indicarían un nivel de exposición superior al aportado por el Instituto de la Mujer
(2011), que estima que el 10,1% de los menores residentes en España habrían
estado expuestos a violencia doméstica en el último año. Si bien estas diferencias
probablemente no sean tales, sí se tiene en cuenta que los datos del Instituto de
la mujer (2011) hacen referencia a prevalencia anual, frente a los del presente
estudio que se refieren a prevalencia vital.

Estas cifras se disparan cuando se consideran muestras clínicas o grupos


especialmente afectados por la violencia doméstica. Por ejemplo, según el
estudio llevado a cabo por Corbalán y Patró (2003), el 85% de los hijos de las

124  
 
mujeres maltratadas por su pareja residentes en centros de acogida presenciaron
la violencia ejercida sobre sus madres.

Tras analizar los datos obtenidos de la escala CEDV, se plantean varias


cuestiones. Para facilitar la comparación de resultados y generar conclusiones, es
necesario el empleo de esta escala de manera uniforme en las distintas
investigaciones. Por otro lado parece poco realista pensar que una puntuación
positiva aislada o mínima en este cuestionario implique automáticamente la
exposición a violencia domestica, por lo que se plantea la necesidad de
diferenciar a priori los ítems que encajarían en la categoría de exposición a
conflicto familiar y los que corresponden con violencia doméstica. Por último
aunque la falta de datos obtenidos de manera similar en las distintas
investigaciones dificulta y entorpece la comparación de resultados, se señala
una elevada tasa de exposición a conflicto familiar y a violencia doméstica.

Variables moduladoras:

Con respecto al papel de las variables moduladoras en la exposición a violencia


doméstica, se encuentran diferencias significativas en exposición infantil a
violencia doméstica en función del sexo, edad, tipo de familia y nivel económico,
pero no del tipo de colegio.

Las niñas presentan niveles superiores de exposición a violencia doméstica (X =


9,64) frente a los niños (X = 7,82), siendo esta diferencia estadísticamente
significativa (t = -3,661; n.s. = 0,001). Este dato concuerda con Sajadi, H., Rahimi,
H., Rafiey, H., y Vameghi, M. (2014), en cuyo estudio señalan que las niñas
presenciaron mayores niveles de violencia familiar. Este hallazgo puede deberse
a una mayor cercanía de las niñas con sus madres, de tal forma que las menores
puedan estar presentes en los episodios de violencia contra sus madres con
mayor frecuencia que los niños. También es posible que los umbrales de lo que
se considera violencia sean más bajas en ellas que en los niños, pudiendo estar
mediadas estas diferencias por factores de preparación biológica. Por otro lado
también puede deberse a que la presencia masculina, en especial en los niños
de edades más avanzadas, sirva de freno al agresor a la hora de cometer un
acto violento.

Respecto a la edad, Las medias de EVD más elevadas aparecen en los grupos
de edad mayores. El grupo de 17 años fue el más expuesto (X=17,58), siendo
estas diferencias estadísticamente significativas al compararlo con los grupos de
edad de 11 (I-J = 9,161), 12 (I-J = 9,163), 13 (I-J = 9,435), 14 (I-J = 8,935) y 16 años
(I-J = 8,583). Este dato no coincidiría con los aportados por Fantuzzo, Boruch,
Beriama et al (1997), quienes señalan que los niños menores de 5 años tendrían
mayor propensión a la exposición a violencia doméstica que los niños de mayor
edad. A pesar de que en el presente estudio no se cuenta con sujetos de 5 años,

125  
 
se detecta una tendencia a presentar una mayor exposición a violencia
doméstica en los grupos de edad mayores, especialmente en el grupo de 17
años. Dado que el instrumento empleado evalúa exposición vital y no
únicamente en el último año, es más probable que los niños de mayor edad
hayan estado expuestos con mayor frecuencia que los pequeños, ya que han
tenido más oportunidades para sufrir la exposición. Por otro lado, puede ser que
los niños de menor edad no sean conscientes y por tanto no adquieran
conocimiento de la situación de violencia en su hogar.

Los mayores niveles de EVD aparecen asociados a las familias reconstituidas


(X=12,40), al compararlas con las monoparentales (X = 9,92) y las familias formadas
por ambos padres (X = 8,17). Estas diferencias son estadísticamente significativas
cuando se compara el grupo de familia reconstituida frente a la tradicional
(I-J = 4,236; n.s = 0,001). Dado que se valora exposición vital, es posible que parte
de las familias reconstituidas provengan de una relación previa de violencia, y no
necesariamente se produzca violencia en esa nueva unión familiar. Por otro lado,
las familias reconstituidas están asociadas a mayores niveles de violencia
domestica que las tradicionales. Según el estudio de Castro (2004) sobre violencia
doméstica en mujeres embarazas, las mujeres con hijos de otra pareja previa
tienen un 2.08 más riesgo de sufrir violencia que aquellas que no los tienen, y las
mujeres cuyas parejas tienen hijos con otra mujer (previa a la actual) tienen un
riesgo 2.25 mayor de sufrir violencia, que aquellas cuya pareja no tiene otros hijos.
En este estudio se señala que las familias reconstituidas tienen un riesgo casi dos
veces mayor de presentar violencia contra la mujer embarazada, que las familias
originarias o no reconstituidas.

Por último, los sujetos con un nivel económico bajo presentan mayores niveles de
EVD (X = 13,14), siendo estas diferencias estadísticamente significativas al
compararlos con el resto de grupos. Este dato apunta en la misma dirección que
la encuesta realizada por Finkelhor et al. (2005) en una muestra con niños
norteamericanos niños entre 2 y 17 años, en la que se detectó que los niños que
vivían en familias con ingresos inferiores a 20.000 dólares anuales presentaban
mayores tasas de exposición a violencia familiar en comparación con las familias
con mayores ingresos. Por un lado, un nivel económico bajo se asocia con
frecuencia a menor nivel educativo y cultural, lo que supone un mayor riesgo
para la violencia familiar. Por otro lado, las familias que atraviesan por situaciones
de crisis económica conviven con mayores niveles de tensión y malestar, lo que
supone una mayor probabilidad de episodios de violencia familiar. A su vez, los
padres pasan menos tiempo de calidad con sus hijos, y los estilos de crianza
pueden verse afectados, repercutiendo de forma negativa en el funcionamiento
psicológico del menor.

No se encuentran diferencias en exposición a violencia doméstica en función del


tipo de colegio (público-concertado), por lo que paree que los niños están
igualmente expuestos a violencia independientemente del tipo de colegio. En

126  
 
consecuencia las diferencias en los porcentajes entre colegios públicos y
concertados en las dos muestras (2010 y 2014) no parecen de relevancia. Sería
interesante valorar si sucede lo mismo en el colegio privado, pero la previsión es
que probablemente no haya diferencias, o en cualquier caso la EVD no sea
mayor.

En resumen pues con respecto a las variables moduladoras, se ha identificado


que las variables sexo, edad, nivel económico y tipo de familia, desempeñan un
papel significativo en la exposición infantil a violencia doméstica. En concreto ser
niña, tener 17 años, nivel económico bajo y convivir en una familia reconstituida
aumenta la vulnerabilidad a la exposición a violencia doméstica, por lo que este
es el perfil típico encontrado de un menor expuesto a violencia domestica.

Consecuencias de la exposición infantil a violencia doméstica:

Respecto a las consecuencias psicopatológicas asociadas a la exposición a


violencia doméstica, los resultados obtenidos muestran una clara relación entre
exposición infantil y el desarrollo de todos los tipos de sintomatología estudiados:
internalizante, externalizante y traumática.

Los análisis de correlacionales indican que a mayores niveles de exposición, se


producen mayores niveles de sintomatología internalizante (0,397), externalizante
(0,389), y traumática (0,371). Todas las correlaciones fueron estadísticamente
significativas a nivel 0,01. Se pone pues en evidencia una relación clara y directa
entre exposición a la violencia doméstica en niños y adolescentes y el desarrollo
de problemas psicopatológicos, confirmando la hipótesis de que la exposición
infantil a violencia en el hogar se asocia a un efecto perturbador en la salud
mental de los menores.

Al analizar de forma más detallada los síntomas incluidos en cada una de los
tipos de trastornos psicopatológicos considerados se identifica, en el caso de la
sintomatología internalizante una correlación de la correlación de 0,413 con los
problemas de ansiedad/depresión, una correlación 0.366 con los problemas de
aislamiento/depresión (0,336), y una correlación de 0,333 con problemas de
somatización. Con respecto a la sintomatología externalizante se constata una
correlación de 0,338 con problemas de conducta anormativa y una correlación
de 0.378 con problemas de conducta agresiva. Por último, con respecto a la
sintomatología traumática, se señalan correlaciones de 0,339 con problemas de
evitación, de 0.345 con problemas de hiperactivación de 0,299 con
pensamientos intrusivos y de 0.340 con problemas de Afectación.

En todos los casos correlaciones importantes pues prácticamente en todos los


casos están por encima de 0.33, y también muy similares, lo que señala que no

127  
 
destaca especialmente ningún tipo de sintomatología, sino más bien que el
incremento en similar en todas ellas.

Con el objetivo de simplificar las conclusiones se ha creado una variable de


sintomatología total, formada por las tres medidas anteriores. La correlación entre
exposición a violencia doméstica y sintomatología total fue de 0,469, siendo
estadísticamente significativa. Un valor correlacional tan elevado señala una
importante asociación entre exposición a violencia doméstica y consecuencias
psicopatológicos. Cierto que al ser un análisis correlacional no permite establecer
direcciones de causalidad pero sí la magnitud de la relación.

Estos datos no por elevados son sorprendentes, pues coinciden con los resultados
obtenidos en los meta-análisis revisados: Katherine M. Kitzmann, Noni K. Gaylord,
Aimee R. Holt, y Erin D. Kenny, 2003; David A. Wolfe, Claire V. Crooks, Vivien Lee,
Alexandra McIntyre-Smith, y Peter G. Jaffe, 2003; Sarah E. Evans, Corrie Davies,
David DiLillo, 2008; Yuk-Chung Chan, Jerf Wai-Keung Yeung, 2009; Kathleen J.
Sternberg, Laila P. Baradaran, Craig B. Abbott, Michael E. Lamb, Eva Guterman,
2006. En todos ellos se pone de relieve que la exposición a la violencia doméstica
de los niños se asociad a valores elevados en los tres conjuntos de síntomas:
internalizantes, externalizantes y postraumáticos.

Una de las implicaciones de esta relación entre exposición y sintomatología


psicopatológica, es que se pone de manifiesto que la violencia doméstica no
solo tiene como víctimas a las mujeres que la sufren, sino probablemente a todos
los miembros de la unidad familiar, al menos claramente a los niños,
probablemente el eslabón más débil. Los niños que viven en hogares donde la
violencia doméstica está presente, y que están expuestos a ésta incrementan de
forma considerable la probabilidad de sufrir problemas psicológicos. Esta relación
puede explicarse por la naturaleza traumática que supone estar expuesto al
maltrato de la madre, y en algunos casos a ser ellos también víctima directa de
esta violencia, dado el alto solapamiento entre exposición y maltrato recibido.

La EVD por lo general implica una situación mantenida en el tiempo, cuyas


consecuencias se agravan debido a aspectos como la cronicidad de la
violencia y su “normalización” como estrategia de afrontamiento, la dificultad de
predecir los próximos incidentes lo que obliga a mantener un estado de alarma
constante, y en una condiciones en las que el menor tiene escasa capacidad de
control. La exposición a violencia familiar conlleva además la pérdida de la
familia como entorno seguro y protector que facilite el desarrollo normal del
menor. En muchos casos los niños expuestos a violencia interparental tienen un
mayor riesgo de sufrir otros tipos de maltrato, como negligencia emocional
(Levendosky, Graham-Bermann, 2001, Osofosky, 1998). Appel y Holden (1998)
sugieren que la concurrencia de exposición y maltrato en muestras comunitarias
americanas es del 6%, y en muestras clínicas asciende al 40%. Por lo tanto cabe
esperar que parte de los niños expuestos a violencia en esta muestra sean

128  
 
además víctimas de otros tipos de violencia, y que éstas a su vez influyan de
forma negativa en el funcionamiento psicológico de los menores. Dado que el
objetivo de este estudio se centra en la exposición a violencia familiar no se han
analizado los datos relacionados con otras formas de victimización, sin embargo
se tendrán en cuenta para futuros estudios. Estos datos permitirían valorar el nivel
de concurrencia entre exposición y otras formas de maltrato, así como la
hipótesis de la doble victimización, según la cual el ser testigo y víctima de
violencia conlleva un efecto aditivo.

También se valora el papel de la implicación de los menores en los episodios de


violencia familiar. Dentro del grupo de niños expuestos a conflicto familiar (no
necesariamente violento), el 46,9% señala haber intervenido de alguna manera
en el conflicto. Estos porcentajes de implicación en los episodios violentos se
incrementan hasta el 86,6% en los niños expuestos a violencia familiar. Es decir,
parece que los menores tienden a verse implicados con mucha más frecuencia
en los episodios de violencia cuando están expuestos a violencia familiar, y tanto
más cuanto más grave es la situación de conflicto, más se implican los menores,
lo que probablemente está señalando que en muchos casos estos niños
adquieren un rol protector respecto a sus madres. También, que han aprendido
que los comportamientos violentos son una forma “habitual” o “normal” de
interacción dentro de la familia.

Llama la atención la elevada cifra de implicación en los episodios violentos. Esta


cifra tan elevada no es novedosa y se asemeja a las presentadas en otras
investigaciones. Así, como ejemplo, en el trabajo de Fusco y Fantuzzo (2008) se
indica que el 75% de los niños expuestos a VD también estaban involucrados de
alguna manera en dicha violencia, bien como parte de los sucesos precipitantes,
bien pidiendo ayuda o implicándose físicamente. Esta implicación en los
episodios de violencia por parte de los menores también supone un aumento en
la presencia de sintomatología psicopatológica. Así, los análisis correlacionales
indican que un mayor nivel de implicación, se asocia a mayores niveles de
sintomatología internalizante (0,313), externalizante (0,331), traumática (0,319) y
sintomatología total (0,393).

A tenor de los resultados hallados se puede concluir que los niños expuestos a
situaciones de violencia familiar se involucran con gran frecuencia en los
episodios violentos, y que esta implicación genera un efecto negativo ya que se
asocia al desarrollo de sintomatología internalizante, externalizante y traumática.

Relación ente variables sociodemográficas y sintomatología:

Con el objetivo de evaluar la relación existente entre la variable dependiente


sintomatología (internalizante, externalizante y traumática), y otras posibles

129  
 
variables independientes tales como sexo, edad o el año, se llevan a cabo
análisis de regresiones lineales.

En primer lugar, se realizó una regresión lineal para la variable dependiente


Sintomatología internalizante, en el que los tres modelos analizados fueron
estadísticamente significativos. Sin embargo, fue la variable Exposición a violencia
total la que presentó mayores diferencias (F = 45,268; n.s. = 0,001). En concreto,
arroja un Coeficiente de determinación de 0,165 lo que sugiere que explica un
16,5% de la varianza de la sintomatología internalizante.

Los coeficientes estandarizados Beta muestran que los sujetos pertenecientes a


colegios concertados, los expuestos a violencia doméstica y los sujetos de la
muestra de 2010, presentaron mayores niveles de sintomatología internalizante,
siendo la exposición a violencia la variable más importante (Beta = 0,381, n.s. =
0,001). Las variables sexo y edad dejan de ser relevantes cuando se incluye la
exposición a violencia en el análisis. Esto indica que las diferencias encontradas
en sintomatología internalizante no se deban a la edad o sexo, sino más bien a la
exposición a violencia doméstica, y tal como se ha señalado en análisis
anteriores, las niñas y los grupos de edad mayores presentan mayores niveles de
EVD. La relación encontrada entre EVD y sintomatología internalizante se
mantiene aun controlando los posibles efectos de las variables, tal como indica el
análisis de correlaciones parciales y semiparciales (0,377 y 0,371).

Los resultados hallados permiten confirmar que la EVD es la variable más


importante a la hora de predecir sintomatología internalizante, y que por tanto la
relación encontrada no se debe a la interferencia de otras posibles variables.

Respecto a la sintomatología externalizante, el modelo compuesto por


exposición a violencia doméstica total es el más importante a la hora de explicar
la varianza de la misma (F = 49,714; n.s. = 0,001). En concreto, obtiene un
coeficiente de determinación de 0,179, por lo que explica un 17,9% de la
varianza de la sintomatología externalizante.

Los coeficientes Beta estandarizados muestran que la exposición a violencia fue


la variable más importante a la hora de desarrollar sintomatología externalizante
(B = 0,346). Las variables sexo (Beta = 0,076; n.s. = 0,011), edad (B = 0,205; n.s. =
0,001) y año (Beta = -0,120; n.s. = 0,001), aunque con menor relevancia, también
fueron estadísticamente significativas. En concreto las niñas, los sujetos de mayor
edad y los sujetos de la muestra de 2010 presentaron mayores niveles de
sintomatología externalizante. Controlando los efectos de las variables se
mantiene una asociación positiva entre EVD y sintomatología externalizante. En
concreto, las correlaciones parciales y semiparciales obtenidas fueron de 0,350 y
0,337.

130  
 
Se puede afirmar que la EVD es la principal variable responsable de la
sintomatología externalizante, y que por tanto los niveles de problemas
externalizantes que presentan los niños de esta muestra, se deben a la exposición
a violencia, y no a otras variables como el sexo o la edad.

En tercer lugar, el análisis de regresiones lineales para la sintomatología


traumática indica que la exposición a violencia doméstica fue la variable más
relevante a la hora de explicar sintomatología traumática (F = 41,214; n.s. = 0,001).
En concreto, explica el 14,8% de la varianza de la sintomatología traumática.

En el estudio de los coeficientes Beta estandarizados confirma que la exposición


a violencia es la variable que mayores diferencias presenta (B = 0,336), seguida de
año (B = -0,121), edad (B = 0,120) y sexo (B = 0,100) y. En consecuencia, mayores
niveles de exposición a violencia, ser niña, tener mayor edad, y pertenecer a la
muestra de 2010, son variables determinantes de la sintomatología traumática.

Estos resultados pueden explicarse, al menos en parte, por la modificación en la


aplicación y corrección de la prueba CPSS en 2014, correspondiente a la medida
de sintomatología traumática. A pesar de indicar en el momento de la
aplicación del cuestionario CPSS que sólo debía cumplimentarse con trauma
eventos relacionados con VD, muchos fueron los que lo rellenaron incluyendo
otros tipos de trauma, o fallaron a la hora de especificar el trauma. En 2014 se
hizo especial hincapié en este aspecto, lo que llevó a la reducción de los
cuestionarios cumplimentados, aunque todavía fueron muchos los que
contestaron haciendo referencia a otros traumas (o no especificaron). Para
poder llevar a cabo la comparación de las muestras se decidió tener en cuenta
todos los traumas. No obstante, los resultados obtenidos relativos a sintomatología
traumática siguen la misma tendencia que los hallados para sintomatología
internalizante y externalizante, en los que se pone de manifiesto una disminución
de sintomatología entre 2010 y 2014.

El análisis de correlaciones parciales y semiparciales indica que aun controlando


los posibles efectos de las restantes variables, la exposición a violencia doméstica
mantiene correlaciones importantes con el desarrollo de sintomatología
traumática (0,337 y 0,327).

Con el objetivo de facilitar las conclusiones se consideró la variable


Sintomatología total que, como ya se ha indicado, incluye sintomatología
internalizante, externalizante y traumática. El análisis de regresiones lineales indica
que los tres modelos analizados son estadísticamente significativos. El modelo
compuesto por sexo, edad y tipo de colegio explica un 2,8% de la varianza total
de la sintomatología total (F = 8,686; n.s = 0,001). El modelo en el que se incluye la
exposición a violencia doméstica pasa a explicar el 22,6% de la varianza de la
sintomatología total (F=66,972; n.s.= 0,001). Finalmente, el modelo en el que se

131  
 
incluye el año explica el 27,8% de la varianza de la sintomatología total (F =
71,187; n.s. = 0,001).

Los Coeficientes Beta estandarizados muestran que la variable EVD total es la más
importante a la hora de explicar sintomatología total (Beta = 0,421). También es
importante considerar las variables sexo, edad y año, de tal forma que las niñas
(Beta = 0,076; n.s. = 0,008), los sujetos de mayor edad (Beta = 0,138; n.s. = 0,001) y los
de la muestra de 2010 (Beta = -262; n.s. = 0,001) presentan mayores niveles de
sintomatología total.

A tenor de los resultados se puede afirmar que la exposición a violencia


doméstica es la variable más importante a la hora de explicar la sintomatología
total. La asociación entre ambas variables se mantiene aun controlando el
efecto de otras variables, alcanzando las correlaciones parcial y semiparcial un
valor de 0,435 y 0,410 respectivamente.

En resumen, a partir de los resultados obtenidos se puede señalar que la


exposición a violencia domestica fue la variable más relevante para poder
explicar la presencia de los síntomas psicopatológicos estudiados.

Es llamativo que en todos los casos aparecen como significativas las variables
sexo, edad y año, apuntando en todos ellos que las niñas de mayor edad de la
muestra de 2010 presentaron niveles significativamente superiores de
sintomatología internalizante, externalizante y traumática. Estos resultados
coincidirían con los señalados por otros autores, como Sternberg (1993), quien
apunta que las niñas presentan mayor riesgo para problemas internalizantes y
externalizantes. Bayarri (2011) también indica un mayor riesgo de las niñas para
desarrollar problemas internalizantes. Alcántara, López-Soler, Castro y López
(2013) encuentran mayor afectación para las niñas expuestas a violencia
doméstica (al igual que Lemmy, 2001), sin embargo estas diferencias se refieren a
problemas sociales. En cuanto a sintomatología traumática, los resultados
coinciden con Levendosky (2013) quien señala que la probabilidad de desarrollar
síntomas traumática aumenta según lo hace la edad de los niños, siendo
consistente con la trayectoria de otros trastornos de ansiedad, y trastornos
internalizantes en general (Kovacs, 1984).

Respecto a la edad, en contra de lo hallado en este estudio, muchos autores han


apuntado que a menor edad se produce mayor afectación (Tailor, 2012;
Muresan, 2012; Alcántara et al., 2013), o han fallado a la hora de encontrar
relación significativa (Kitzmann, 2003; Evans, 2008; Wolfe, 2003; Chang, 2006). No
está claro el por qué de esas diferencias. Una posible hipótesis podría ser que se
ha utilizado en este estudio una muestra que incluye edades más elevadas y que
estos niños con edades más elevadas se han visto más implicados en los
episodios de violencia, lo que como se ha señalado ya facilita el aumento en
toda la sintomatología psicopatológica.

132  
 
Comparación de las muestras de 2010 y 2014:

La segunda parte de este estudio valora si se producen diferencias entre las


muestras de 2010 y 2014. En los últimos años, se ha producido una mayor
concienciación, tanto en la sociedad como en las instituciones, sobre los efectos
tan negativos de la violencia doméstica sobre las mujeres víctimas y, más
recientemente, sobre los hijos de estas mujeres. Cabe esperar una respuesta de
mayor sensibilización respecto a este problema, con una reducción de las
conductas de violencia en el hogar y, en consecuencia, una reducción del
número de menores que conviven en esta situación de riesgo. Por otro lado, se
han implantado diversos programas de sensibilización, prevención y ayuda para
las mujeres que sufren violencia doméstica, y es esperable, por tanto, que los hijos
de éstas se beneficien de estos resultados.

Los resultados hallados muestran, en esta dirección, diferencias estadísticamente


significativas en cuanto a exposición a violencia doméstica al comparar las
muestras de 2010 y 2014 (t = 2,877; n.s. = 0,004), indicando que se produjo un
descenso en exposición infantil a violencia entre los años 2010 y 2014.

Estos resultados concuerdan con los aportados por el Instituto de la Mujer en las
estadísticas de violencia de género en los últimos años. Según el Instituto de la
Mujer en 2011 el número de víctimas de violencia de género con orden de
protección o medidas cautelares inscritas en el registro Central para la
protección de víctimas de violencia doméstica y de género, fue de 32.242; en
2012 se produjo un descenso del 9,6% respecto al año anterior; en 2013 la cifra
descendió de nuevo un 6.9% respecto a 2012, y en 2014 descendió un 0,1%
respecto a 2013, situando la cifra de estas mujeres en 27.087. Así pues, los datos
confirman una ligera tendencia a la reducción de la violencia de pareja. Los
datos del presente trabajo señalan, en esta misma línea que, como era de
esperar, se ha producido también una disminución del número de menores
expuestos a violencia familiar.

Dada la presencia de estas diferencias en el nivel de exposición infantil entre


2010 y 2014, se espera también un cambio en cuanto a la sintomatología
psicopatológica asociada a la EVD.

Respecto a la sintomatología internalizante, los resultados apuntan a diferencias


estadísticamente significativas para las variables quejas somáticas (t = 3,825; n.s. =
0,001) y problemas internalizantes (t = 2,065; n.s. = 0,039), aunque no se encuentran
diferencias significativas en las escalas ansiedad/depresión y
aislamiento/depresión. Las diferencias halladas apuntan a que en 2010 se
produjeron mayores niveles de quejas somáticas y problemas internalizantes que
en 2014.

133  
 
Con respecto a la sintomatología externalizante, se detectan diferencias
estadísticamente significativas entre 2010 y 2014 para las variables conducta
agresiva (t = 2,498; n.s. = 0,013) y problemas externalizantes (t = 2,326; n.s. = 0,020),
aunque no para conducta anormativa. De nuevo, en 2010 se produjeron
mayores niveles en estas variables.

La comparación de medias de sintomatología traumática para las muestras de


2010 y 2014 indica que en 2010 se produjeron mayores niveles de Hiperactivación
(t = 4,180; n.s. = 0,001), Afectación (t = 4,988; n.s. = 0,001) y TEPT total (t = 3,167; n.s. =
0,002).

Al analizar la evolución de la sintomatología entre 2010 y 2014 se aprecia un


descenso general de las medidas globales de sintomatología internalizante,
externalizante y traumática, lo cual responde al cambio hallado en exposición a
violencia doméstica. A pesar de esta tendencia, no todas las escalas de las
medidas de sintomatología presentaron diferencias significativas. Esto podría
indicar que estas variables son menos reactivas a los cambios producidos en la
EVD y por ello se mantienen niveles más estables. Por esta razón, las escalas que
presentan diferencias significativas entre 2010 y 2014 estarían respondiendo con
mayor sensibilidad al cambio experimentado en exposición a violencia. Parece
pues que a pesar de la tendencia general a la reducción de sintomatología, es
necesaria una mayor reducción de exposición que impacte en todas las
medidas de sintomatología.

Por último aparecen diferencias estadísticamente significativas en sintomatología


total entre las muestras de 2010 y 2014 (t = 7,816; n.s.=0,001), por lo que se
concluye que en 2010 el nivel de sintomatología psicopatológica fue mayor que
en 2014.

Así pues, se produce un descenso general en todo tipo de sintomatología


psicopatológica asociada a la EVD, sintomatología internalizante, externalizante,
traumática y sintomatología total entre 2010 y 2014. Este resultado puede
explicarse, al menos en parte, por el descenso de exposición a violencia
doméstica. Dada que la estrecha relación entre exposición y sintomatología, cabe
esperar que el descenso de la primera afecte de forma significativa a la segunda.

En resumen, pues, los resultados hallados indican una prevalencia de exposición


infantil del 17%. Es una cifra muy elevada dado que se trata de muestra
comunitaria, lo que pone de manifiesto que este problema está muy presente en
nuestra sociedad. Se hace hincapié sobre el estudio de la exposición a violencia
en la sociedad española, y se pone de manifiesto la necesidad de llevar a cabo
más estudios que valoren este problema en muestras comunitarias y que permitan
generalizar conclusiones sólidas al respecto. Asimismo se ha puesto en evidencia
la estrecha relación entre exposición a violencia y el desarrollo de problemas
psicopatológicos en menores entre 11 y 17 años, y cómo un cambio en exposición

134  
 
implica un cambio en la salud mental de los niños. Por tanto se remarca la
necesidad de continuar poniendo en marcha programas de prevención de
violencia domestica, y ayudas a las familias que conviven en esta situación.

Estos resultados señalan la importancia de la prevención de la exposición infantil


a violencia doméstica, dado el papel tan relevante en el desarrollo de
psicopatología infantil. También que una reducción en la EVD rápidamente va
acompañado de una reducción en la sintomatología, por lo que cualquier
esfuerzo en esta dirección parece tener un reflejo en la reducción en las
consecuencias negativas de la EVD. El descenso señalado por el IM en violencia
de género en los últimos años (2011-2014) coincide con el descenso en
exposición infantil entre 2010 y 2014 encontrado en este estudio. Esto pone de
manifiesto la importancia de promover la sensibilización social y la prevención a
exposición infantil, pero también de continuar con los programas de prevención
contra la violencia doméstica en general.

Alternativamente, la detección precoz del problema también parece de especial


relevancia, en primer lugar para promover mecanismos que velen por la seguridad
de los menores, y en segundo término, para movilizar recursos de intervención que
palien los efectos psicopatológicos asociados a estas situaciones.

Limitaciones del estudio:

Dentro de las limitaciones del estudio destaca la forma de selección de la muestra.


El hecho de que sea una muestra incidental ha hecho posible el estudio, pero
como contrapartida negativa no permite identificar con precisión la población de
referencia y la capacidad de generalización de los resultados. No obstante el que
no hayan aparecido diferencias en la EVD en función del tipo de centro escolar
reduce en parte las consecuencias de esta limitación. No obstante hubiera sido de
desear de una mayor representación de participantes en los extremos de edad, en
concreto 11 y 17 años, en especial una vez que los resultados han puesto de
manifiesto diferencias importantes en función de la edad.

El análisis de otras variables sociológicas como el nivel educativo de los padres o


la religión, podrían aportar información relevante y permitiría profundizar en las
características familiares de los niños expuestos a violencia, y el papel que éstas
juegan en la exposición. También habría sido interesante valorar el papel de otras
variables aportadas por el cuestionario CEDV como factores de riesgo, violencia
comunitaria o haber sido víctima de otro tipo de abuso.

Tal como se ha comentado anteriormente, se encontró especial dificultad en la


aplicación de la escala de sintomatología traumática, ya que a pesar de las
instrucciones verbales y escritas, muchos de los traumas relatados por los
alumnos, no se ceñían al ámbito familiar. Por esta razón se debe interpretar con

135  
 
cautela la información relativa al TEPT, ya que ésta no hace referencia
únicamente a sucesos relacionados con violencia doméstica, sino trauma
general. En este sentido se recomienda para futuras investigaciones aplicar este
tipo de instrumentos en grupos pequeños, contar con tiempo suficiente, y
establecer descansos para evitar el cansancio de los alumnos, cuando se trate
como en este caso de baterías largas de instrumentos.

Por último, de acuerdo con lo comentado con anterioridad, no existe una


metodología común en las investigaciones revisadas, lo que ha limitado
notablemente la comparación de resultados con otros estudios y la generación
de conclusiones.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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