Tesis Doctoral Psicologia Niño Maltratado
Tesis Doctoral Psicologia Niño Maltratado
Tesis Doctoral Psicologia Niño Maltratado
FACULTAD DE PSICOLOGÍA
TESIS DOCTORAL
Exposición infantil a violencia doméstica en una muestra comunitaria
en España y consecuencias psicopatológicas asociadas
PRESENTADA POR
Director
Madrid, 2016
DIRECTOR:
Francisco J. Labrador Encinas
Madrid, 2015
AGRADECIMIENTOS
Esta tesis doctoral no podría haberse llevado a cabo sin la colaboración de las
personas e instituciones que menciono a continuación.
En segundo lugar, doy las gracias a Jesús Sanz por ayudarme a comprender
mejor la estadística y por ofrecerme su ayuda cada vez que la he necesitado.
Y quiero cerrar este capítulo de agradecimientos con Jaime, por ser mi principal
apoyo. Gracias por darme fuerzas, motivarme y hacer posible que este proyecto
haya llegado a su fin.
I
ÍNDICE
ABSTRACT ........................................................................................................ X
1. MARCO TEÓRICO
II
1.6 DIFICULTADES EN EL ESTUDIO DE EXPOSICIÓN INFANTIL A VIOLENCIA
DOMÉSTICA ……………………………………………………………… 36
2. PARTE EMPÍRICA
III
ÍNDICE DE TABLAS
IV
Tabla 27. Correlaciones entre implicación y sintomatología internalizante,
externalizante, traumática y total ………………………………………….…75
Tabla 28. Correlaciones entre sintomatología internalizante y sexo, edad,
colegio, exposición a violencia doméstica y año ………………..…….…77
Tabla 29. Resumen del modelo de regresión lineal: Sintomatología
internalizante …………………………………………………………………..….79
Tabla 30. Prueba de ANOVA: Sintomatología internalizante
Tabla 31. Coeficientes estandarizados y correlaciones parciales y
semiparciales: Sintomatología internalizante …………….………….……..80
Tabla 32. Correlaciones entre sintomatología externalizante y sexo, edad,
colegio, exposición a violencia doméstica y año …..……………….….81
Tabla 33. Resumen del modelo de regresión lineal: Sintomatología
externalizante ….………………………………………….………………….….82
Tabla 34. Prueba de ANOVA: Sintomatología externalizante
Tabla 35. Coeficientes estandarizados y correlaciones parciales
y semiparciales: Sintomatología externalizante …..………………..….…84
Tabla 36. Correlaciones entre sintomatología traumática y sexo, tipo
de colegio, edad, exposición a violencia doméstica y año ……..…..85
Tabla 37. Resumen del modelo de regresión lineal: Sintomatología
traumática …..…………………………………………………….……………..86
Tabla 38. Prueba de ANOVA: Sintomatología traumática
Tabla 39. Coeficientes estandarizados y correlaciones parciales y
semiparciales: Sintomatología traumática ………………………………...88
Tabla 40. Correlaciones entre sintomatología total y sexo, edad, tipo
de colegio, exposición a violencia doméstica y año ……….…………..89
Tabla 41. Resumen del modelo de regresión lineal: Sintomatología total ………90
Tabla 42. Prueba de ANOVA: Sintomatología total
Tabla 43. Coeficientes estandarizados y correlaciones parciales y
semiparciales: Sintomatología total …………………..……………….……91
Tabla 44. Sintomatología internalizante en grupo expuesto vs no
expuesto a violencia doméstica …………………………..…………………92
Tabla 45. Comparación de medias entre grupo expuesto y no expuesto
para sintomatología internalizante ………………..……………………......93
Tabla 46. Sintomatología externalizante en grupo expuesto vs no
expuesto a violencia
Tabla 47. Comparación de medias entre grupo expuesto y no expuesto
para sintomatología externalizante ……………………………………......94
Tabla 48. Sintomatología traumática en grupo expuesto vs no expuesto a
violencia doméstica ……………………………………………..………….….95
Tabla 49. Comparación de medias entre grupo expuesto y no expuesto
para sintomatología traumática ……………………..………………...…...96
Tabla 50. Sintomatología total en grupo expuesto vs no expuesto
a violencia doméstica …………………………………..…………..………...97
Tabla 51. Comparación de medias entre grupo expuesto y no expuesto
para sintomatología total
V
Tabla 52. Medias de exposición a violencia doméstica en 2010 y 2014
Tabla 53. Comparación de medias: Exposición a violencia doméstica
en 2010 y 2014 ….…………..…………………………………………..…….…98
Tabla 54. Medias de sintomatología internalizante y externalizante
en 2010 y 2014 …………………..………………………………………….….100
Tabla 55. Prueba T: Sintomatología internalizante en 2010 y 2014 ………….……102
Tabla 56. Prueba T: Sintomatología externalizante en 2010 y 2014 ……….…..…103
Tabla 57. Medias de sintomatología traumática en 2010 y 2014 …..…….……..104
Tabla 58. Prueba T: Sintomatología traumática en 2010 y 2014 ………...……....105
Tabla 59. Medias de sintomatología total en 2010 y 2014 ………………...……...106
Tabla 60. Prueba T: Sintomatología total en 2010 y 2014
Tabla 61. Medias de sintomatología internalizante, externalizante,
traumática y total en 2010 y 2014 ………..……………………….......…...107
Tabla 62. Prueba T: sintomatología internalizante, externalizante,
traumática y total
Tabla 63. Correlaciones entre exposición a violencia doméstica y
sintomatología internalizante en 2010 ……………..……………….…….108
Tabla 64. Correlaciones entre exposición a violencia doméstica y
sintomatología internalizante en 2014 ………………….……………..….109
Tabla 65. Correlaciones entre exposición a violencia doméstica y
sintomatología externalizante en 2010 …………..……………….………110
Tabla 66. Correlaciones entre exposición a violencia doméstica y
sintomatología externalizante en 2014
Tabla 67. Correlaciones entre exposición a violencia doméstica y
sintomatología traumática en 2010 …………..……………………..…....111
Tabla 68. Correlaciones entre exposición a violencia doméstica y
sintomatología traumática en 2014 …………………..…………….……..112
Tabla 69. Correlaciones entre exposición a violencia doméstica y
sintomatología total en 2010
Tabla 70. Correlaciones entre exposición a violencia doméstica y
sintomatología total en 2014 ……………………..…………………….......113
Tabla 71. Resumen de las correlaciones en 2010 y 2014
VI
ÍNDICE DE ILUSTRACIONES
VII
RESUMEN
En los últimos años ha aumentado el interés científico y social sobre los niños que
conviven en situaciones de violencia doméstica y han proliferado diversas
investigaciones que analizan los efectos de la exposición infantil a la violencia
doméstica. No obstante, son escasas las investigaciones realizadas en España, y
la mayoría se centran en población clínica.
Objetivos:
Metodología:
Resultados:
VIII
Se identifican las variables sexo, edad, tipo de familia y nivel económico como
moduladoras en la exposición a violencia, de tal forma que los sujetos más
expuestos a violencia doméstica fueron las niñas, los sujetos procedentes de
familias reconstituidas, con un nivel económico bajo y los sujetos de mayor edad.
Conclusiones:
IX
ABSTRACT
Scientific and social interest regarding children who live with domestic violence
has increased during the last few years. Different studies have focused on the
effects of exposure to domestic violence in children, nevertheless not many
studies have been carried out in Spain, and most of them used clinic samples.
Objectives:
Methodology:
Results:
Results showed that 17% of the children were exposed to domestic violence. This
percentage drastically increases when considering exposure to family conflict,
reaching to 83.4% of the sample.
Sex, age, type of family and economy were found as moderator for exposure to
domestic violence. In particular, girls, children living in reconstructed families,
X
children with low incomes and older children, were more exposed to domestic
violence.
Exposure to domestic violence appeared closely associated to internalizing
symptomatology (anxiety, depression, withdrawal and somatic complaints),
externalizing symptomatology (aggressive behaviour and rule-breaking
behaviour), and posttraumatic symptomatology (intrusive thoughts, arousal and
avoidance), obtaining strong correlations for all of them.
Child’s involvement in domestic violence episodes was also studied. It was found
that 86.6% of all children exposed to domestic violence had been involved during
the episodes. Results showed a close relation between involvement and
psychopathology, i.e. the greater involvement during episodes, the worse the
psychopathology outcomes.
Samples from 2010 and 2014 were compared, showing a reduction in exposure to
domestic violence, which, as it was predicted, had a positive impact on
psychopathology levels.
Conclusions:
This study brings to light a large level of exposure to domestic violence within a
community sample, in which 17% of the children had been exposed to domestic
violence. Being a girl, aged 17, having low incomes and living in a reconstructed
family, were risk variables that increased the vulnerability to exposure to domestic
violence. A strong relation between exposure and internalizing, externalizing and
posttraumatic symptomatology was found. Finally, a decrease in exposure to
domestic violence was highlighted, having a positive impact on psychopathology
levels.
XI
1 MARCO TEÓRICO
1.1 INTRODUCCIÓN
En los últimos 20 años se ha producido una oleada de estudios sobre niños que
presencian la violencia doméstica, y coinciden en concluir que la exposición
infantil a este tipo de violencia está asociada a un amplio rango de problemas
psicológicos, emocionales, comportamentales, sociales y académicos (Fantuzzo
y Lindquist, 1989; Jaffe, Wolfe y Wilson, 1990; Kolbo, Blakely y Engleman, 1996;
Margolin y Gordis, 2000; Wolak y Finkelhor, 1998; Kitzmann, 2003; Wolfe, 2003;
Sternberg, 2006, Ybarra, 2007; Holt, 2008; Chan y Yeung, 2009; Fletcher, 2010;
Clifton, 2011; Zarling, 2013; Alcántara, López-Soler, Castro, López, 2013).
A pesar del incremento de las publicaciones sobre esta materia, los esfuerzos por
entender este problema se ven afectados por diferencias metodológicas y por la
falta de una terminología y definiciones comunes.
1
magnitud de exposición a violencia. Este problema limita la comprensión del
fenómeno y dificulta la comparación de datos entre estudios.
Por otro lado, los estudios que aportan algún tipo de información acerca de la
naturaleza de la exposición se basan en los informes de las madres de estos niños,
lo que lleva asociado otro problema resaltado en la literatura al respecto: la baja
concordancia entre informantes.
El National Council of Juvenile and Family Court Judge’s (NCJFCJ, 2006) señala la
complejidad existente sobre los resultados de las investigaciones debido a la
disparidad en las definiciones psicosociales y legales. En unos estudios, los
términos violencia, abuso y agresión se usan de forma intercambiable, mientras
que otros los diferencian. Algunos términos empleados son específicos de género
(maltrato a la mujer); sin embargo, no toda la violencia doméstica es llevada a
cabo por hombres sobre mujeres. No todas las víctimas están casadas, por lo que
el término abuso conyugal (“spousal abuse”) excluiría ex esposos, parejas del
mismo sexo, parejas que conviven pero no están casadas, violencia durante el
noviazgo o violencia en adolescentes. De la misma forma, el término doméstico
puede ser demasiado general, ya que implica que se produce en el hogar, lo
que incluiría violencia padre-hijo o violencia entre hermanos y excluiría aquella
violencia que se produce fuera del contexto inmediato del hogar. Muchos
investigadores prefieren emplear el término violencia en la pareja (“intimate
partner violence”) ya que incluye tanto parejas presentes como pasadas y no
diferencia en función del estatus marital o que sean del mismo sexo y es neutral
en cuanto a género.
2
Un aspecto generalmente aceptado es la violencia doméstica como una forma
de abuso (emocional, financiero, psicológico, físico y sexual). Hester, Pearson, y
Harwin (2007) definen la violencia doméstica como “cualquier comportamiento
violento o abusivo (físico, sexual, psicológico, emocional, verbal, financiero, etc.)
que es usado por una persona para controlar y dominar a otra, con la que
mantiene o ha mantenido una relación”.
Andrés Pueyo (2008) define la violencia contra la pareja como “un conjunto
complejo de distintos tipos de comportamientos violentos, actitudes, sentimientos,
prácticas, vivencias y estilos de relación entre miembros de una pareja (o ex
pareja) íntima que produce daños, malestar y pérdidas personales graves en la
víctima. La violencia contra la pareja no es sólo sinónimo de agresión física sobre
la pareja, es un patrón de conductas violentas y coercitivas que incluye los actos
de violencia física contra la pareja, pero también el maltrato y el abuso
psicológico, las agresiones sexuales, el aislamiento y control social, el acoso
sistemático y amenazante, la intimidación, la coacción, la humillación, la
extorsión económica y las amenazas más diversas. Todas estas actividades, que
se pueden combinar extender en el tiempo de forma crónica, tienen como
finalidad someter a la víctima al poder y control del agresor. Por lo general, y sin
mediar la intervención, la violencia contra la pareja es recurrente y repetitiva”.
Según el Instituto de la Mujer (IM), se entiende por Violencia de Género todo acto
de violencia física o psicológica (incluidas las agresiones a la libertad sexual, las
amenazas, las coacciones o la privación arbitraria de libertad) que se ejerza
contra una mujer por parte del hombre que sea o haya sido su cónyuge o esté o
haya estado ligado a ella por una relación similar de afectividad aún sin
convivencia.
3
que, debido a las diferencias en las definiciones legales y científicas respecto a lo
que constituye ser testigo, se ha preferido emplear el término más general de
“exposición”, ya que éste incluye también aquellas situaciones en las que el
menor no observa directamente el episodio violento.
4
1. Exposición prenatal: efectos reales o imaginarios de la violencia
doméstica en el desarrollo del feto. Por ejemplo, la madre embarazada
vive en estado de terror o la madre percibe que la violencia doméstica ha
afectado al feto.
5
se vea afectado por cambios fisiológicos debidos al estado de ansiedad o
terror en el que la madre se encuentra.
6
- Escuchar la violencia: Este tipo de exposición puede darse cuando el niño
está en otra habitación, pudiendo escuchar gritos, objetos que se rompen,
llantos o llamadas de socorro.
Holden señala algunas cuestiones empíricas que surgen a raíz de esta taxonomía.
En primer lugar, la validez de las categorías discretas, ya que es habitual que los
niños expuestos a violencia doméstica compartan más de una categoría (por
ejemplo, es frecuente que el niño sea testigo visual, escuche los episodios de
agresión y que se implique directamente en los mismos).
La cuestión más importante es hasta qué punto los tipos de exposición propuestos
pueden ser útiles a la hora de comprender las reacciones y consecuencias de los
niños ante la violencia interparental. Algunos autores señalan que este tipo de
taxonomías pueden ser de gran utilidad si se encontrara relación entre las
categorías de los tipos de exposición y el grado de severidad de las
consecuencias posteriores en los niños. Sin embargo, los estudios revelan la
existencia de muchas variables moderadoras entre los tipos de exposición y las
secuelas; por ejemplo, edad del niño (o etapa de desarrollo), tipo de violencia
sufrida y apoyo social.
7
1.3 PREVALENCIA DE EXPOSICIÓN INFANTIL A VIOLENCIA DOMÉSTICA
Las estimaciones más citadas sobre exposición infantil a violencia doméstica son
las llevadas a cabo por Carlson y Straus.
Carlson (1984), basándose en los estudios sobre violencia doméstica, estima que
al menos 3.3 millones de niños en EEUU están en riesgo de exposición a violencia
interparental anualmente. Posteriormente (Carlson, 2000) incrementa estas cifras,
estimando que entre un 10% y 20% de los niños americanos están expuestos a
violencia doméstica anualmente. Basándose en los datos del Censo de los
Estados Unidos, indicaría que aproximadamente entre 7 y 14 millones de niños
americanos estarían expuestos a violencia familiar cada año.
Straus (1992), empleando informes retrospectivos con adultos, estima que podría
haber hasta 10 millones de adolescentes en EEUU expuestos a la violencia
doméstica cada año.
Por ejemplo, O’Brien, John, Margolin y Erel (1994) describen que el 25% de los
niños de una muestra comunitaria informaron haber sido testigos de algún tipo de
agresión entre sus padres.
Mc Closkey y Figueredo (1995) señalan que el 20% - 25% de los niños en edad
escolar que viven en hogares con violencia interparental informaron haberla
presenciado de forma directa. Cuando los episodios de violencia interparental
incluyen a las fuerzas de seguridad, estas cifras aumentan hasta el 95% de los
casos. Estos autores señalan que hasta el 20% de los niños en una muestra
comunitaria vieron a su padre dar una bofetada a su madre.
8
que en el 43% de todos los crímenes de violencia doméstica había niños en el
entorno familiar, de los cuales hasta un 95% habían experimentado exposición
sensorial a dicha violencia. Estos hallazgos son similares a los señalados por los
mismos autores en 2007. En esta investigación señalan que hasta el 89% de los
niños expuestos a VD habrían experimentado exposición sensorial a dicha
violencia, siendo escuchar y ver las formas más frecuentes de exposición. Fusco y
Fantuzzo (2008) además señalan que es más probable la exposición directa
cuando la VD tiene como resultado daño físico para la víctima que cuando no
hay daño físico.
El Estudio del Secretario General de las Naciones Unidas sobre la violencia contra
niños y adolescentes (2006) calcula que hasta 275 millones de niños estarían
expuestos a violencia doméstica en mundo. Basándose en estos datos, Unicef-
Body Shop publica el informe Behind Closed Doors (2006), en el que estima en
188.000 los niños que podrían estar expuestos a violencia doméstica en nuestro
país.
En conclusión, son pocos los estudios que arrojan datos precisos sobre
prevalencia de exposición infantil a violencia doméstica. La mayor parte de las
cifras aportadas son estimaciones aproximadas y poco afinadas, ya que cada
una se basa en definiciones distintas e imprecisas, informes retrospectivos y
medidas indirectas, y emplean diferentes tipos de muestras. Analizando los datos
expuestos, los rangos de EVD parecen oscilar en muestras comunitarias entre el
10,1% (Instituto de la Mujer, 2011) y el 25% (O’Brien, Margolin, y Erel, 1994), mientras
9
que, tomando como referencia los hijos de mujeres maltratadas, las cifras
aumentan hasta alcanzar un rango entre el 71% (Mc Gee, 2000) y 95% (Fusco y
Fantuzzo, 2008). A pesar de la disparidad en los resultados, estas cifras permiten
cierta comprensión en cuanto a la extensión del problema en la sociedad.
1.4
CONSECUENCIAS PSICOPATOLÓGICAS DE EXPOSICIÓN INFANTIL A
VIOLENCIA DOMÉSTICA
1.4.1 CONSIDERACIONES PREVIAS
1.4.1.1 Exposición a violencia doméstica en el contexto del maltrato
infantil
Existe una clara relación entre el maltrato contra la mujer y el abuso infantil
(Cunningham y Baker, 2004; Edelson, 1999; Guille, 2004; Ross, 1996). Convivir con el
maltrato materno puede ser considerado una forma de abuso emocional, ya
que conlleva muchas implicaciones negativas en la salud mental del niño
(Brandon y Lewis, 1996; citado por Holt, 2008).
Straus, Gelles y Steinmetz (1980) encuentran que el 77% de los niños que vivían en
hogares con niveles altos de violencia fueron maltratados a lo largo de su vida.
Estos autores señalan además que las mujeres que habían sido maltratadas
tenían el doble de probabilidad de maltratar físicamente a sus hijos en
comparación con mujeres que no habían sido maltratadas (Strauss y Gelles,
1990).
En esta misma línea, Stark y Flitcraft (1988) llevan a cabo un estudio con mujeres
referidas por maltrato infantil, de las cuales el 45% habían sido maltratadas ellas
también. Este estudio fue replicado posteriormente en Boston, y se encontró que
el 59% de las madres de niños maltratados habían sido maltratadas también por
su pareja (McKibben, 1989, citado por Osofosky, 2003).
En un estudio llevado a cabo por Matud con muestra española (2007), el 55% de
las mujeres maltratadas informaron de que su pareja también había ejercido la
violencia contra sus hijos, siendo las formas más comunes el abuso psicológico y
físico.
10
Los datos obtenidos en la encuesta española del Instituto de la Mujer (2011)
revelan que el 54,7% de las mujeres que habían sufrido maltrato afirmaron que sus
hijos también habían sido víctimas directas del maltrato. Esta cifra aumenta hasta
el 61,7% de las mujeres maltratadas en ese último año. Extrapolando los datos, se
estimaría que 517.000 menores (6,2% de los niños residentes en España) habrían
sufrido directamente violencia en situaciones de violencia doméstica de su
madre en ese último año.
11
La evidencia empírica establece claramente que la capacidad de los
progenitores se ve mermada a la hora de satisfacer las necesidades de los niños
que se encuentran en casas de acogida (Levendosky y Graham-Bermann, 2001;
McIntosh, 2002; Mullender, 2002).
Jouriles (2012) sugiere que tanto la exposición a violencia en la pareja como una
crianza severa están asociadas a la perpetración de la violencia en las relaciones
íntimas en adolescentes.
12
En resumen pues, la violencia doméstica tiene un efecto negativo en la habilidad
parental. Por un lado, afecta al funcionamiento psicológico materno, ya que
muchas de las mujeres víctimas de violencia doméstica sufren problemas
psicológicos como TEPT o depresión, lo que a su vez supone un impacto negativo
en la relación con sus hijos. Por otro lado, los estudios señalan que la habilidad
parental actúa como variable moderadora entre la exposición a violencia y el
desarrollo de diversos problemas infantiles, pudiendo servir como factor de
protección infantil.
Desde esta perspectiva se entiende que los niños pequeños son totalmente
dependientes de sus cuidadores principales. El estrés sufrido por el menor puede
manifestarse en forma de irritabilidad, comportamientos regresivos (lenguaje o
control de esfínteres), Osofsky, 1999; aparecen problemas de sueño, distrés
emocional o miedo a quedarse solo (Lundy y Grossman, 2005).
Rossman (1998) y Huth-Bocks, Levendosky, y Semel (2001) proponen que los niños
pre-escolares que presencian la violencia doméstica presentan más problemas
de comportamiento, dificultades sociales, síntomas de estrés postraumático,
mayores dificultades para desarrollar empatía y peor autoestima que los niños
13
“no testigo”. Los efectos de la exposición son mayores en los niños pequeños
debido a la dependencia de éstos con sus padres en todos los aspectos. Algunos
investigadores han encontrado que las madres de este grupo de edad
manifiestan que exhiben mayores problemas que cualquier otro grupo de edad
(Levendosky, Huth-Bocks, Shapiro y Semel, 2003). Lundy y Grossman (2005)
encuentran que los niños pre-escolares presentan comportamientos agresivos y
posesivos, y Martín (2002) resalta los síntomas psicosomáticos como dolores de
cabeza, dolores de estómago y asma, así como insomnio, pesadillas,
sonambulismo y enuresis.
Cuando los niños se van haciendo mayores, tendrán una participación más
activa en la violencia doméstica, bien, tratando de prevenirla, bien interviniendo
directamente, o proporcionando apoyo emocional a su madre (Hester, 2000).
Pueden aparecer sentimientos de rabia hacia su padre (agresor) o hacia su
madre (por no impedirlo). Los adolescentes pueden adoptar un rol de cuidadores
de sus madres o hermanos, lo que puede generar un estrés muy elevado.
(Goldblatt, 2003).
Muchos han sido los estudios que han abordado la edad como posible variable
moderadora en el contexto de la exposición a violencia doméstica; sin embargo
los resultados hallados son dispares y no parece haber un claro consenso. Este
aspecto se aborda más adelante (ver apartado 1.4.3.2.).
14
1.4.2 CONSECUENCIAS PSICOPATOLÓGICAS
En las últimas dos décadas los investigadores han llevado a cabo un gran
progreso en la comprensión de la violencia familiar y sus efectos en el desarrollo
infantil.
Los diversos estudios sobre el tema han encontrado que los niños expuestos a
violencia doméstica experimentan un amplio rango de consecuencias negativas
en las que se incluyen problemas internalizantes y externalizantes. En concreto,
presentan más síntomas depresivos, ansiedad y preocupaciones que los niños
que no han sido expuestos a este tipo de violencia. Asimismo parecen estar más
predispuestos a cometer agresiones físicas, así como a sufrir otros problemas
comportamentales.
15
La mayor parte de los estudios han encontrado una asociación significativa entre
la exposición infantil a violencia doméstica y problemas internalizantes y
externalizantes (Fantuzzo, 1991; Mc Farlane, 2003; Sternberg, 2006; Lamers-
Winkelman, 2012; Clifton 2013, Zarling, 2013; Alcántara, 2013).
Sin embargo los resultados presentados no son unánimes. Así algunos autores han
encontrado relación sólo con problemas internalizantes (Christopoulos, 1987;
Cummings, Peppler y Moore, 1999; Holden y Ritchie 1991) o sólo con problemas
externalizantes (Sternberg, 1993, Kernic), o no han encontrado relación (Jaffe,
Wolfe, Wilson, y Zak, 1985; Wolfe, Jaffe, Wilson y Zak, 1985; Wolfe, Zak, Wilson y
Jaffe, 1986). Edleson (1999) apunta que algunos niños expuestos a violencia
doméstica no desarrollan ningún efecto negativo, mostrando una gran resilencia.
Las cifras sobre TEPT en niños expuestos a violencia doméstica varían entre los
distintos estudios. Rossman, Hughes y Rosenberg (2000), en un análisis de varios
estudios, informan de que entre el 13 y 50% de los jóvenes expuestos a la
violencia interparental cumplían los criterios para el diagnóstico de TEPT. En una
muestra comunitaria de niños expuestos a violencia doméstica, sólo el 13% de los
niños cumplían los criterios diagnósticos de TEPT; sin embargo, en torno al 50%
cumplían criterios de pensamientos intrusivos, un quinto de la muestra presentaba
evitaciones de los estímulos traumáticos y dos quintos de la muestra
experimentaba síntomas de hiperactivación relacionados con los estímulos
traumáticos. (Graham-Bermann y Levendosky, 1998; citado por Vickerman y
Margolin, 2007). Levendosky (2013) apunta que aproximadamente la mitad de los
niños entre 1 y 7 años expuestos a violencia doméstica desarrollaron algún
síntoma de trauma. La tasa de TEPT hallada en este estudio resultó baja, siendo el
grupo de 7 años los que presentaron mayor incidencia (21%).
16
El TEPT en niños expuestos a violencia doméstica es un fenómeno complejo para
cuya comprensión es necesario considerar varios aspectos.
17
estímulos traumáticos asociados. Incluso si la violencia se produce de forma
esporádica o sólo una vez, las reacciones traumáticos del niño pueden
generalizarse a otras situaciones menos severas, como manifestaciones de rabia
o agresiones verbales, lo cual tiene una probabilidad de ocurrencia alta entre los
miembros de la familia (Margolin y Vickerman, 2007). Los niños que conviven con
la violencia familiar no tienen la seguridad en sus hogares, ya que existe la
amenaza constante por la repetición de la violencia y no existe además manera
de escapar de los recuerdos sobre los incidentes previos.
Por otro lado, el progenitor víctima de esta violencia (la madre) puede no ser
capaz de proporcionar seguridad. Las madres con TEPT tienden a responder de
manera más impulsiva y rápida con sus hijos y suelen subestimar el estrés del
menor (Chemtob y Carlson, 2004). En muchos casos, la madre sufre otros
problemas mentales, lo que afecta a su capacidad para proporcionar apoyo y
calidez a sus hijos.
18
estos acontecimientos pueden no suponer una amenaza a su integridad física o
de su madre, tal como requiere el criterio 1 de TEPT (DSM-IV-TR, APA, 2000).
Tampoco es posible identificar el funcionamiento previo del menor, debido a la
dificultad para establecer un único suceso en un momento determinado.
19
traumático, se elimina la condición por la que el niño debía manifestar distrés
extremo en el momento del trauma. Si el niño es muy pequeño para verbalizar de
forma precisa sus reacciones, y si no hay un adulto testigo, no habría manera de
tener conocimiento de estas reacciones. En cuanto a los síntomas intrusivos, el
antiguo síntoma de imágenes recurrentes e intrusivas del evento requería tres
condiciones: recurrencia, intrusividad y que generara malestar. La investigación
ha demostrado que los niños preescolares no siempre manifiestan abiertamente
este malestar. Sin embargo los cambios más importantes para niños preescolares
se introducen en el apartado de “evitación y alteraciones negativas en
cogniciones y estado de ánimo”, dado que muchos de los síntomas de evitación
y cogniciones negativas son altamente internalizantes. El principal cambio es que
se pasa a exigir un único síntoma de evitación, cogniciones negativas y estado
de ánimo, en lugar de los tres que eran necesarios anteriormente. La disminución
del interés por actividades significativas puede manifestarse en una reducción
del juego. Los sentimientos de desapego se pueden manifestar de forma
conductual mediante aislamiento social. Respecto a la sintomatología de
activación, sólo se introducen cambios en la descripción de los síntomas, de tal
manera que “irritabilidad” o “explosiones de ira” se modificaron para incluir
“pataletas extremas” para incrementar la validez aparente.
20
en niños traumatizados, como respuestas disociativas (48%), baja autoestima
(34%), depresión (25%), ansiedad de separación (23%) y ansiedad generalizada
(39%).
21
Los adolescentes manifiestan los síntomas de re-experimentación a través de
fantasías recurrentes de venganza y rescate, pesadillas, sensación de que el
suceso está ocurriendo, miedos específicos del trauma y miedos cotidianos,
reactividad y quejas somáticas. Entre los síntomas evitativos destacan el estar
ausente, comportamientos fóbicos, distorsión temporal, presagios, absentismo
escolar, aislamiento y mal comportamiento contra otros (ejemplos de esto son
robar o pelear), tristeza y culpa y sensación de acortamiento de futuro. En la
categoría de activación, los adolescentes presentan insomnio o falta de sueño
profundo, comportamiento agresivo, rabia, dificultades académicas,
hipervigilancia y respuesta exagerada de alerta.
Lehmann (2000) lleva a cabo una revisión sobre diversos estudios basados en el
TEPT en niños expuestos a violencia doméstica. En concreto destaca las siguientes
manifestaciones:
22
- Juegos repetitivos: el juego repetitivo se ha denominado “juego
postraumático”, ya que el niño repite de manera compulsiva temas o
aspectos determinados del trauma. (Terr, 1981, 1991). Se han
encontrado ejemplos de juego postraumático en juegos de disparos
(Pynoos y Nader, 1988), juegos de mamás (Eth y Pynoos, 1994), juegos
de muerte (Malmquist, 1986; Pynoos y Eth, 1984, 1985), superhéroes
(Silvern y Kaersvang, 1989), bomberos (Silvern, Karyl, y Landis, 1995) y
juegos que representan actos de violencia comunitaria (Osofsky,
Wewers, Hann, y Fick, 1993).
23
- Embotamiento/Regresión: la mayor parte de los estudios revisados
informan de alguna forma de embotamiento o regresión. Algunos niños
responden al trauma con embotamiento social y afectivo respecto a
sus amigos o familiares (Osofsky, 1995; Martínez y Richters, 1993; Pynoos
y Nader, 1988). También señalan que algunos niños muestran desinterés
por el estudio (Silvern, 1995). Con respecto a los comportamientos
regresivos, los autores señalan numerosos episodios de enuresis (Burman
y Allen-Meares, 1994; Malmquist, 1986; Scheeringa et al., 1995), así
como comportamientos inapropiados con los amigos (Pynoos y Nader,
1988).
24
atribuciones negativas incluyendo sentimientos de vulnerabilidad y la
creencia de que el mundo es peligroso (Lehmann, 1997). Otras
respuestas emocionales son la depresión y desesperanza (Dyson, 1991;
Black y Kaplan, 1998; Black et al., 1992, 1993; Eth y Pynoos, 1994; Song et
al., 1998), ansiedad de separación, respuestas disociativas (Song et al.,
Rossman, 1994) y culpa por no haber intervenido (Black et al., 1993;
Pynoos y Nader, 1988; Pynoos y Eth, 1984).
- Sexo: no existe consenso respecto al sexo. Unos estudios indican que las
niñas muestran mayores niveles de sintomatología TEPT (Fitzpatrick y
Boldizar, 1993; Holaday et al., 1993), mientras que en otros aparece lo
contrario (Black et al., 1993; Rossman, 1998; Song et al., 1998),
finalmente en otros estudios no encuentran diferencias (Lehmann, 1997;
Martínez y Richters, 1993).
25
de sintomatología traumática como, por ejemplo, quedarse huérfano,
vivir múltiples mudanzas o cambios de colegio, tener sentimientos de
estigmatización así como sufrir complicaciones legales. En los estudios
en los que no se produce homicidio, destacan algunas circunstancias
como el conflicto familiar, la falta de una figura paterna no violenta, así
como los múltiples abusos o las dificultades económicas.
1.4.3.1 Sexo
Son frecuentes las investigaciones que abordan el sexo como posible variable
moderadora en el impacto de la exposición infantil a violencia doméstica. De
nuevo, los resultados son contradictorios. No todos los autores hallan el sexo como
variable moderadora, y entre aquellos que lo hacen tampoco hay acuerdo
respecto a qué sexo o en relación a qué consecuencias.
Algunos estudios sobre violencia doméstica sugieren que los niños son más
vulnerables al impacto de los sucesos estresantes, incluyendo violencia familiar,
que las niñas (Jaffe, Wolfe, Wilson, y Zak, 1986; Ramos, 2011).
En contraste, otros investigadores han encontrado que las niñas que viven la
violencia doméstica son más propensas a manifestar problemas internalizantes y
externalizantes que los niños (Cummings, Pepler, y Moore, 1999; Holden y Ritchie,
1991; Sternberg, 1993; Sternberg, Lamb, y Dawud-Noursi, 1998; Alcántara, 2013).
Moyland y Herrenkhol (2009) señalan el sexo como variable predictora para todas
las consecuencias excepto depresión. En concreto, indican que las niñas
presentan mayor riesgo de desarrollar problemas internalizantes (Sternberg, 1993)
mientras que los niños tienen más riesgo para los problemas externalizantes
(Evans, 2008; McDonald, 2009).
26
Yates (2003) apunta esta diferencia de género, sugiriendo que la violencia
doméstica es igualmente dañina para niñas y niños; sin embargo, la forma en la
que estos problemas comportamentales se manifiestan puede variar en función
del sexo. Los resultados muestran mayores asociaciones entre la exposición a
violencia en la infancia media y el desarrollo de problemas externalizantes para
los niños, y la exposición temprana y el desarrollo de problemas internalizantes
para niñas (a la edad de 16 años).
Zarling et al (2013) encuentra que las niñas presentan una mayor tendencia a
tener más valoraciones cognitivas de miedo y hostilidad (lo cual aparece
asociado tanto a problemas internalizantes como externalizantes), mientras que
los niños experimentan de forma más frecuente disciplina dura (asociado a
problemas externalizantes). De esta forma sugiere que cualquier influencia que el
género pueda tener en las consecuencias de violencia contra la pareja podría
plantearse como variables de proceso asociadas al sexo en lugar de diferencias
estadísticas entre niños niñas.
Tras una revisión de la literatura sobre el sexo como posible variable moderadora
en la relación entre EVD y consecuencias psicopatológicas, se puede concluir la
falta de consenso en este campo. En el apartado 1.7 se revisan varios meta-
análisis que tratan de aportar claridad a ésta, entre otras cuestiones. En cuatro
de los cinco meta-análisis revisados, los autores fallan a la hora de encontrar
diferencias significativas en función del sexo (Kitzmann, 2003; Wolfe, 2003;
Sternberg, 2006; Chang, 2009), lo que sugiere que los niños y niñas presentarían
niveles similares de sintomatología internalizante, externalizante y traumática.
27
1.4.3.2 Edad
Por ejemplo, Sternberg (2006) halla la edad como variable moderadora para
problemas externalizantes, pero no internalizantes. En concreto, apunta que entre
los 7 y 14 años cualquier forma de violencia supone un mayor riesgo para
problemas externalizantes, mientras que entre los 4 y 6 años sólo los niños
maltratados tenían mayor riesgo frente a los testigos. Yates (2003) sugiere que
tanto la edad como el sexo influyen en la relación entre exposición y el ajuste
comportamental del niño. Encuentra una asociación entre la exposición a
violencia en la infancia media en niños y el desarrollo de problemas
externalizantes (en ese momento), y la exposición en la infancia temprana a
violencia en niñas y el desarrollo de problemas internalizantes (en la
adolescencia).
En la revisión realizada por Tailor et al (2012) se señala que los niños pequeños (0-3
años) tienden a tener una peor afectación de la exposición a violencia que los
niños mayores (Fantuzzo, 1991, 1997), resultando en mayores problemas
emocionales, problemas sociales y retrasos en el desarrollo, agresión, síntomas de
trauma y una menor habilidad verbal, cognitiva y motora.
28
El estudio de Levendosky, Bogat, Martínez-Torteya (2013) sobre TEPT en niños
expuestos a violencia doméstica encuentra que la probabilidad de desarrollar
sintomatología traumática aumenta a medida que aumenta la edad del niño.
Señalan que puede deberse a que los niños más jóvenes no encajan en el mismo
perfil de respuesta que los niños mayores.
29
niños experimentaban un mayor impacto cuando presenciaban violencia física
entre sus padres que ante cualquier otra forma de abuso (por ejemplo agresiones
verbales).
Gewirtz y Medhanie (2008) encuentran que el nivel de violencia a la que está
expuesto un niño correlaciona con la edad del mismo, de tal manera que los
niños mayores, de ambos sexos, presencian más episodios violentos. Además
destacan una asociación positiva entre la edad de los niños y el uso de armas
durante los episodios; es decir, que los niños mayores presencian un mayor
número de episodios violentos en los que se emplean armas. Straus et al (1980)
apunta que los niños menores de cinco años tienen mayor riesgo de presenciar
violencia doméstica y abuso de sustancias.
Kernic (2003) halla en su estudio que sólo la duración del maltrato físico añadía
algún efecto a la exposición a violencia interparental, de tal forma que los niños
expuestos a violencia doméstica de larga duración presentaban niveles límite o
clínicos para la escala total del CBCL.
Dado que la violencia marital y el maltrato físico infantil están muy asociados,
muchos investigadores plantean la hipótesis de que los niños que experimentan
ambos tipos de violencia (ser testigo y víctima de violencia doméstica) sufrirán
problemas más severos que aquellos que sólo hayan sufrido un tipo de violencia.
De esta forma se ha investigado si el maltrato infantil supone un efecto aditivo en
el contexto de exposición a violencia doméstica. A este efecto se le conoce
como “Efecto de doble victimización” (“Double whammy effect”).
De nuevo, no existe un consenso claro entre los diferentes estudios. Mientras que
algunas investigaciones confirman la hipótesis de la doble victimización, otros
fallan a la hora de señalar dicho efecto.
En esta línea apunta el estudio de Kernic (2003), en el que los niños testigo y
víctimas de la violencia doméstica duplicaban la probabilidad de puntuar en el
30
nivel clínico de la escala total del CBCL en comparación con el grupo de
expuestos.
Sternberg (2006) apoya este efecto aditivo. Encuentra que el grupo de niños que
habían sido testigos y además maltratados presentaban mayor riesgo para el
desarrollo de problemas internalizantes que el grupo de niños víctimas o el grupo
de testigos, para todas las edades. Respecto a los problemas externalizantes, sólo
encuentra este efecto en el rango de edad de 4 a 6 años.
Matud (2007) halla resultados similares, indicando este efecto aditivo para el
grupo de víctimas y testigo en el desarrollo de problemas internalizantes. En este
caso, el ser testigo incrementaba las probabilidades de desarrollar problemas
físicos y mentales, pero los niños que además de ser testigo de la violencia eran
víctimas de ella desarrollaban más problemas de salud.
Sin embargo, otros investigadores no han encontrado este efecto aditivo o lo han
hecho en subgrupos específicos.
Kitzmann (2003) informa que los niños que habían sido abusados físicamente y
que además habían sido testigos de la violencia doméstica tendían a presentar
peores consecuencias que los que sólo habían sido testigos; sin embargo, el
tamaño del efecto encontrado no difería de manera significativa. Wolfe (2003)
también apunta en esta dirección, hallando diferencias entre el grupo víctimas y
testigos frente al grupo testigos, pero con un tamaño del efecto pequeño,
pudiendo explicarse dichas diferencias por el tipo de muestra.
Estos datos sugerirían que el hecho de ser testigo es tan dañino como ser testigo
y además víctima, o como ser víctima de violencia doméstica.
Otra cuestión sobre la que se han centrado varios autores se dirige a aclarar si los
niños testigo de la violencia doméstica presentan secuelas similares a los niños
que la sufren de manera directa. Sternberg (1993) encuentra que el ser víctima
31
de violencia tenía peores consecuencias que el presenciarla. En su meta-análisis,
Kitzmann (2003) encuentra que las víctimas directas tendían a presentar peores
consecuencias que las que solo eran testigo, aunque la diferencia no fue
significativa. En este mismo sentido apunta el estudio de Rossman y Joyce (2000),
en el que el porcentaje de niños que cumplía criterios diagnósticos de TEPT era
mayor para el grupo de los niños testigo y víctimas de VD, aunque la diferencia
con respecto al grupo de testigos no fue significativa.
Holden (2003) defiende que los niños expuestos a violencia doméstica cumplen
los criterios para maltrato, ya que viven en un entorno que es abusivo
psicológicamente. Estos niños cumplen gran parte de las manifestaciones de
maltrato psicológico:
32
- Negación de respuesta emocional: muchas madres maltratadas
reconocen invertir poco tiempo o soporte emocional con sus hijos.
Respecto a los padres, existe poca información disponible, pero
parece probable que los maltratadores no tengan una apropiada
respuesta emocional para sus hijos.
Holden subraya además el riesgo de estos niños a sufrir abuso físico o incluso
sexual. Tal como se ha comentado anteriormente, existe un solapamiento entre
EVD y maltrato (Appel y Holden, 1998), alcanzando una cifra del 30 al 60%.
33
1.5 ESTUDIOS LLEVADOS A CABO EN ESPAÑA
Alcántara, López-Soler, Castro y López (2013) señalan que los niños testigos de la
violencia de género presentan una serie de problemas conductuales y
emocionales graves, coincidiendo con Edleson, 1999; Hornor 2005; McFarlane et
al., 2003; Mitchell y Finkelhor, 2001; Rivett et al., 2006; Skopp et al., 2005; Sternberg,
2006; Sullivan, 2004; Wolfe, 2003. Estos autores llevan a cabo un estudio en Murcia
sobre las consecuencias psicológicas de la exposición a violencia doméstica
sobre una muestra clínica de 91 menores. Encuentran que el 71% de los menores
había sufrido negligencia por parte del padre, el 52% maltrato emocional y el
48,5% maltrato físico.
Matud (2007) lleva a cabo un estudio sobre la salud en niños que conviven con
violencia doméstica en las Islas Canarias. Emplea los informes de 420 madres
víctimas de violencia doméstica para valorar la asociación entre violencia
doméstica y salud infantil. El 27,4% de las madres informaron que sus hijos
padecían algún tipo de problema psicológico, siendo los problemas
externalizantes los más frecuentes (11,7% de los menores), mientras que el 5,6% de
los niños desarrollaron problemas internalizantes. El 55% de las mujeres informó de
que su pareja había sido también violenta con sus hijos (la forma más frecuente
fue abuso psicológico y físico). Este estudio señala que cuando los niños eran
víctimas de violencia experimentaban mayores niveles de problemas de salud
34
tanto física como psicológica, lo que confirma el efecto aditivo de la doble
victimización. La variable sexo fue irrelevante en la asociación entre abuso de la
madre y problemas de salud en los niños, así como en el tipo de secuela sufrida.
35
Tras revisar los estudios sobre exposición infantil a violencia doméstica en España,
se concluye que existen grandes diferencias metodológicas en los diferentes
estudios, lo que dificulta la comparación de resultados. Por otro lado, se pone en
evidencia la falta de estudios que empleen muestras comunitarias y que aporten
por tanto una imagen sobre la realidad en la sociedad española respecto a este
problema. De esta forma se hacen necesarios estudios que valoren prevalencia
de exposición infantil en muestra normal y, en segundo lugar, el estudio de las
consecuencias psicopatológicas asociadas en este tipo de muestra, ya que las
características de los menores que provienen de muestras clínicas se espera que
sean muy diferentes a la muestra normal. Por tanto cabe preguntarse si estos
efectos encontrados en los menores pertenecientes a muestras clínicas aparecen
también en población normal.
Es difícil llevar a cabo estudios sobre los efectos de algunos factores moderadores
como el tipo de violencia, edad y sexo en los problemas de ajuste posterior en
niños.
36
Otro problema encontrado es la inclusión de muestras en los estudios que no son
lo suficientemente grandes para valorar de manera adecuada los efectos de
dichas variables.
Estos autores tratan de establecer si existen diferencias entre los niños que
presencian VD de aquellos que además de presenciarla la sufren
directamente (Efecto de doble victimización), para lo que comparan los
grupos de niños testigo frente a niños maltratados físicamente, y niños
37
testigo frente a niños testigo y maltratados físicamente. En contra de lo
esperado, encuentran que estos grupos no difieren, sino que presentan
niveles similares en cuanto a problemas de ajuste. Los niños expuestos a
violencia interparental y que además eran físicamente maltratados no
presentaban diferencias con aquellos que únicamente estaban expuestos
a violencia doméstica, lo que sugiere que la violencia en la familia puede
ser suficientemente disruptiva en el desarrollo infantil.
38
2. “The Effects of Children’s Exposure to Domestic Violence: A Meta-Analysis
and Critique”, David A. Wolfe, Claire V. Crooks, Vivien Lee, Alexandra
McIntyre-Smith, y Peter G. Jaffe, 2003.
39
A pesar de que se esperaría un impacto negativo en cognición y
aprendizaje, en este meta-análisis no incluyen variables académicas y
cognitivas debido a la falta de estudios que faciliten dicha inclusión. De
manera similar, comienza a aparecer cierta evidencia sobre la relación
entre exposición a VD y TEPT; sin embargo, la falta de estudios al respecto
no permite extraer conclusiones firmes. El tamaño de efecto para los tres
estudios valorados sobre TEPT es de 0,51. En un análisis preliminar estos
autores encuentran que el TEPT aparece como una de las secuelas de la
exposición, especialmente en niños pequeños. En el estudio de Lehmann
(1997) se encuentra que más de la mitad de la muestra presentaba
sintomatología TEPT, lo que podría posibilitar una interacción entre el
trauma y la etapa de desarrollo en la que se encuentre el menor en el
momento de la exposición.
En este análisis comparan tres grupos de edad (0-5, 6-12 y 13-18 años) y no
encuentran diferencias significativas entre los diferentes grupos y los
problemas internalizantes / externalizantes. Coincide con Kitzmann (2003) y
40
Wolfe (2003) al señalar que la edad no aparece como variable
moderadora entre exposición y consecuencias.
4. “Children living with violence within the family and its sequel :A meta-
analysis from 1995–2006”, Yuk-Chung Chan, Jerf Wai-Keung Yeung, 2009.
Este meta-análisis trata de estudiar las secuelas de los niños que viven en
las familias violentas, para lo que se basan en 37 artículos publicados
desde 1995 hasta 2006. En este análisis no encuentran efectos significativos
con respecto al diseño del estudio, muestra, etapa de desarrollo y sexo,
41
aunque sí aparece un efecto significativo para diferentes tipos de secuelas
en los niños, en concreto para problemas internalizantes (0,22),
externalizantes (0,21) y síntomas traumáticos (0,35).
42
confirman la predicción proveniente de la psicopatología del desarrollo,
según la cual la exposición infantil a violencia doméstica tendrá peores
consecuencias cuando se produzca en la infancia temprana. Destacan la
edad como variable moderadora del efecto de la exposición, aunque tan
solo para los problemas externalizantes (y no para los internalizantes).
Encuentran que los niños entre 7 y 14 años que experimentan cualquier
tipo de violencia muestran un mayor riesgo en cuanto a problemas clínicos
externalizantes que los niños que no están expuestos. Sin embargo en niños
entre 4 y 6 años solo presentan un mayor riesgo los que se encuentran en
la condición de testigo y abusado. Este hallazgo es consistente con Conte
y Schuerman (1987), que afirma que el daño físico en edades tardías
puede conllevar consecuencias especialmente severas, ya que los niños
mayores pueden reflejarse en el significado del abuso y pueden sentir
culpa o ira. Widom (1998) también informa de que los niños abusados en la
pre adolescencia eran más propensos a ser arrestados en su juventud que
los que habían sido abusados en etapas anteriores.
Para todas las edades, los niños presentan un mayor riesgo cuando sufren
múltiples formas de violencia doméstica. Los menores abusados-testigos
tuvieron un 187% más probabilidad de tener problemas clínicos
internalizantes que el grupo de comparación de niños que no han sufrido
ningún tipo de violencia; 117% más probabilidad de tener estos problemas
que el grupo de víctimas, y un 38% más probabilidad de tenerlos que el
grupo de niños testigo en cualquier edad. En los niños testigo, la
probabilidad de presentar problemas clínicos internalizantes fue un 107%
mayor que sus iguales de hogares no violentos.
43
En contra de algunos hallazgos (Cummings et al., 1999; Holden y Ritchie,
1991; Jaffe et al., 1986; Sternberg et al., 1993), el sexo no obtuvo ningún
efecto en los problemas derivados de las familias violentas. Estos resultados
son consistentes con Christopoulos et al., 1987; Davis y Carlson, 1987;
Holden y Ritchie, 1991; Hughes et al., 1989; Moore et al., 1990, así como son
los meta-análisis recientes de Kitzmann, 2003 y Wolfe, 2003.
44
edad, o tipo de victimización, ya que no se encuentran conclusiones
consistentes en los diferentes estudios.
45
2 PARTE EMPÍRICA
Para valorar los objetivos propuestos se plantean las siguientes hipótesis generales
y específicas:
Ø H4: Los niños que conviven en familias con un nivel económico bajo
presencian más violencia doméstica.
Ø H5: Los niños de edades menores presencian más violencia familiar que
los mayores.
46
a) Problemas internalizantes
b) Ansiedad/Depresión
c) Aislamiento/Depresión
d) Quejas somáticas
a) Problemas externalizantes
b) Agresividad
c) Conducta anormativa
a) TEPT total
b) Pensamientos intrusivos
c) Evitación
d) Hiperactivación
e) Afectación
a) Problemas internalizantes
b) Problemas externalizantes
c) TEPT total
47
2.2 MÉTODO
2.2.1 DISEÑO
Las tres medidas de la variable dependiente están compuestas por las siguientes
subescalas:
Síntomas internalizantes:
• Ansiedad/Depresión
• Aislamiento/Depresión
• Quejas somáticas
• Problemas internalizantes
Síntomas externalizantes:
• Conducta anormativa
• Agresividad
• Problemas externalizantes
Síntomas traumáticos:
• Pensamientos intrusivos
• Evitación
• Hiperactivación
• Afectación
• Total TEPT
48
- Variables contaminadoras:
De esta forma la muestra total fue de 925 niños, de los cuales el 49,6% fueron
niños y el 50,4% niñas. Respecto al tipo de colegio, un 57,3% de la muestra total se
obtuvo en colegio público y un 42,7% en colegio privado o concertado.
La selección de los participantes vino dada por los siguientes criterios de inclusión:
-‐ Edad comprendida entre 11 y 17 años.
-‐ Haber entregado el consentimiento paterno para participar en el estudio.
49
Cabe señalar que parte del profesorado de los centros educativos manifestó su
preocupación, ya que en algunos casos tenían conocimiento de que parte de
los alumnos que no obtuvieron el consentimiento familiar convivían en un
contexto de violencia doméstica.
2.2.4 INSTRUMENTOS
El material empleado constó de una batería de test formada por los siguientes
instrumentos, que aparecen como anexos al presente trabajo:
Ø Sección 2: Está formada por 23 ítems con la misma escala likert en la que
se le pregunta al niño con qué frecuencia ha intervenido en actos
violentos, así como sobre factores de riesgo presentes en su vida.
Esta escala no consta de un punto de corte a partir del cual diferenciar niños
expuestos de los que no han sido expuestos a violencia doméstica. Se
50
considera expuesto todo caso que haya puntuado positivo en esta primera
escala “Exposición a violencia familiar”. Sin embargo, las situaciones que
recoge esta escala incluyen tanto conflictos familiares como episodios
violentos de diversos grados, y abarcan desde la exposición a conflicto
parental (un desacuerdo), hasta la exposición a violencia física y emocional.
Por ejemplo, el primer ítem pregunta “¿Con qué frecuencia los adultos en tu
familia están en desacuerdo?”, mientras que el ítem 9 pregunta “¿Con qué
frecuencia la pareja de tu madre la ha amenazado con usar un cuchillo,
pistola, u otro objeto para herirla?”.
Por esta razón consideramos que no todos los niños que puntúan positivo en
esta escala están realmente expuestos a violencia, sino que pueden haber
presenciado una discusión entre los padres, y por ello se decide crear un
punto de corte para tratar de diferenciar a aquellos niños expuestos a
conflicto familiar de los que están expuestos a violencia doméstica. El punto
de corte se establece en 4, justificando esta decisión en la idea de que
aquellos niños que hayan presenciado violencia doméstica habrán puntuado
positivo en el ítem relativo a desacuerdos familiares. Dado que el máximo
que se puede puntuar en ese ítem es 3 (en función de la frecuencia), se
asume éste criterio como punto de corte.
51
- Factores de riesgo (Ítems 18-21): Valora la presencia de factores de riesgo en el
contexto familiar tales como drogadicción o delincuencia.
Propiedades psicométricas
52
Este instrumento no posee una versión en castellano, por lo que se ha realizado
una traducción ad hoc. Para la misma se ha contado con tres expertos,
pertenecientes a la Universidad Complutense de Madrid.
-‐ Child Behavior CheckList (CBCL), Achenbach y Edelbrock (1991). Está diseñado
para evaluar conductas adaptativas y conductas problemas de niños y
adolescentes en un rango entre los 2 a los 16 años. Puede ser aplicada de
manera individual o grupal. Existen tres formatos diferentes: escala para padres,
para profesores y el formato para jóvenes (YSR), este último respondido desde
los 11 años en adelante.
El formato de respuesta es una escala tipo Likert de tres puntos (en la que 0= No
es cierto, 1= Algo, algunas veces cierto, y 2 = Cierto muy a menudo o bastante a
menudo). Las respuestas son puntuadas sobre un perfil cuya puntuación ha sido
estandarizada separadamente por sexo y rango de edad.
53
para población española escolar (del Barrio y Cerezo, 1990) y preescolar (Moreno
y del Barrio, 1991) así como factorización de la escala (Cerezo, del Barrio,
Cantero, 1993), con unos resultados paralelos a los Achenbach.
-‐ The Child PTSD Symptom Scale (CPSS), Foa (2002) y Foa, Johnson, Feeny y
Tredwell (2001), adaptación de Bustos, Rincón y Aedo (2009). Se trata de una
escala autoinforme cuyo objetivo se centra en evaluar el Trastorno de Estrés
Postraumático en niños con edades comprendidas entre los 8 y 15 años.
2.2.5 PROCEDIMIENTO
54
En un segundo momento se llevó a cabo una prueba de la batería de test con 5
sujetos, en la que se comprobó el tiempo real de cumplimentación del
cuestionario y las dudas respecto a las instrucciones del mismo.
En ambos casos se contactó con los centros seleccionados, desde los cuales se
entregaron los consentimientos a los padres de los cursos seleccionados. Una vez
obtenidos los consentimientos firmados se procedió a su aplicación en función de
la disponibilidad de cada centro.
En 2014 las pruebas fueron administradas por una de las dos psicólogas citadas,
manteniendo el mismo procedimiento que en 2010. No obstante, en 2010 se
advirtió que parte de los sujetos cumplimentaban el cuestionario CPSS aun no
habiendo trauma; y en gran parte de los que lo cumplimentaban acorde a una
situación traumática, dicha situación no estaba relacionada con violencia
doméstica. Por esta razón en 2014 se hizo especial hincapié en no cumplimentar
este cuestionario si no se había experimentado una situación traumática.
55
2. 3 RESULTADOS
56
La edad de las participantes oscila entre 11 y 17años. En 2010, las edades que
concentraron un mayor porcentaje de participantes fueron los 12 y 13 años,
representando el 33,6% y 33,7% de la muestra, seguidos de los sujetos de 14 años
(14,2%), 11 años (12,4%), y 15 años (6,1%). Sin embargo en 2014, las edades con
mayores porcentajes fueron los 13 y 14 años, representando el 27,2% y 32,6% de la
muestra respectivamente, seguidos de los sujetos de 12 (17%), 15 años (14,4%), 16
años (5,4%) y 17 años (3,4%).
Teniendo en cuenta la muestra total, las edades más representadas son los 12
(27,2%), 13 (31,2%) y 14 años (21,2%).
57
Tanto en 2010 como en 2014 la raza más frecuente fue la blanca, que representa
el 77,8% y 75,6% respectivamente, seguida por la raza latina, que supuso el 18,9%
de la muestra en 2010 y el 11,6% en 2014. Teniendo en cuenta la muestra total, se
obtuvo un 77% de los niños de raza blanca, seguidos por el 16,1% de niños de
raza latina. Tal como se muestra en el siguiente gráfico, aparecen otras razas con
menores representaciones.
58
Composición familiar
En 2010 el 81,8% de los niños vivían con ambos padres, el 10,5% pertenecían a
familia monoparental (principalmente por divorcio) y el 7% a familia reconstituida.
En 2014 el 74,5% de los niños vivían con ambos padres, el 11,3% pertenecían a la
categoría familia monoparental y el 13,9% de los niños pertenecían a familia
reconstituida. Se aprecia una disminución en el porcentaje de familias padre-
madre y un aumento de las familias monoparentales y reconstituidas.
59
Nivel económico
60
2.3.2 EXPOSICIÓN INFANTIL A
VIOLENCIA DOMÉSTICA: RESULTADOS CEDV
Las medias para las distintas variables de la escala CEDV en la muestra total (925
sujetos) aparecen reflejadas en la tabla 7. A pesar de que sería interesante
considerar todas las variables de dicho cuestionario, se tendrán en cuenta
aquellas variables que estén directamente relacionadas con el objetivo del
presente estudio.
La primera parte del cuestionario (10 items), formado por Exposición a violencia
familiar y Grado de exposición, evalúa si el menor ha estado expuesto a violencia
doméstica, la frecuencia de la misma y el grado de exposición (por ejemplo, ver
las consecuencias, oírlo de lejos mientras sucedía, o verlo directamente). En
concreto, La subescala Exposición a violencia familiar valora si el menor ha
estado expuesto a situaciones de violencia doméstica, así como la frecuencia de
las mismas, y la subescala Grado de exposición hace referencia al nivel o grado
en el que el menor ha estado expuesto a las situaciones de violencia.
61
riesgo valora por ejemplo drogadicción o delincuencia en la familia, así como
cambios importantes en la vida del menor. Finalmente, Otra victimización valora
la presencia de abuso sexual y físico sobre el menor.
En la tabla 7 aparecen reflejadas las medias para cada una de las variables
descritas anteriormente.
La variable Implicación alcanza una media de 1,16 sobre 21. Grado de exposición
en la comunidad obtiene 7,48 sobre 24, Factores de riesgo obtiene una media de
2,02 sobre 12, y Otra victimización obtiene una media de 0,64 sobre 12.
Destaca el elevado nivel de exposición a violencia en la comunidad respecto al
resto de variables. A pesar de que se trata de una variable muy diferente a las
relacionadas con exposición a violencia doméstica, sería interesante valorar su
papel.
62
Esta escala no consta de un punto de corte a partir del cual diferenciar niños
expuestos de los que no han sido expuestos a violencia doméstica. Se considera
expuesto todo caso que haya puntuado positivo en la primera escala,
“Exposición a violencia familiar”. Dentro de esta escala aparecen ítems que
valoran diferentes grados de exposición y abarcan desde la exposición a
conflicto parental (un desacuerdo) a la exposición a violencia física y emocional.
Es importante señalar que no todos los niños que puntúan positivo en esta escala
están expuestos a violencia, sino que pueden haber presenciado una discusión
entre los padres. Por esta razón, se considerará a los niños que han puntuado
positivo como expuestos a conflicto familiar.
Esta escala valora también el nivel de implicación de los menores en los episodios
violentos. Tomando el grupo de niños expuestos a conflicto parental, el 46,9% (362
sujetos) de los menores intervino en dicho conflicto. Esta cifra aumenta
drásticamente en el grupo de menores expuestos a violencia doméstica, en el
cual el 86,6% (136 sujetos) se implicó de alguna manera en los sucesos.
63
2.3.2.1 Análisis de variables sociodemográficas
-‐ Tipo de familia: Los mayores niveles de EVD aparecen asociados a las
familias reconstituidas (X = 12,40), al compararlas con las monoparentales (X
= 9,92) y las familias formadas por ambos padres (X = 8,17).
64
La prueba de ANOVA (tabla 11) indica diferencias estadísticamente
significativas a nivel 0,01 (F = 13,
810). Con el objetivo de precisar dónde se
encuentran estas diferencias, se lleva a cabo el estadístico de Bonferroni,
cuyos resultados aparecen en la tabla 12. Las diferencias estadísticamente
significativas a nivel 0,01 aparecen asociadas a la comparación entre
familia reconstituida y familia tradicional (I – J = 4,236), siendo el resto de
comparaciones de medias no significativas. Estos resultados indican que,
aunque el nivel de EVD en familias monoparentales y reconstituidas sea
superior al de las familias tradicionales, sólo las reconstituidas muestran
diferencias estadísticamente significativas.
-‐ Nivel económico: Los niños con un nivel económico bajo presencian
mayores niveles de EVD (X = 13,14), frente a los niños con nivel económico
suficiente (X = 8,64), alto (X = 7,98), o aquellos que lo desconocen (X = 8,74).
65
-‐ Edad: Las medias de EVD (tabla 16) más elevadas aparecen en los grupos de
edades mayores. En concreto, el grupo de 17 años fue el más expuesto (X =
17,58), seguido del grupo de 15 años (X = 10,83) y el de 16 años (X = 9,00).
66
comparar el grupo de 17 años con el de 11 años fue de 9,161 (n.s. = ,002),
con el grupo de 12 años fue de 9,163 (n.s. = ,001), con el de 13 años fue de
9,435 (n.s. =,001), con el de 14 años fue de 8,935 (n.s. = ,002), y con el de 16
años fue de 8,583 (n. s. = ,045).
67
68
-‐ Tipo de colegio: La media de exposición a violencia doméstica en función
del tipo de colegio aparece reflejada en la tabla 19. El colegio público
presenta una media de 8,45, mientras que la media del colegio concertado
es 9,12.
Teniendo en cuenta estos análisis, se concluye que las variables sexo, edad, nivel
económico y tipo de familia desempeñan un papel significativo en la exposición
infantil a violencia doméstica. En concreto aumenta la vulnerabilidad a
presenciar violencia doméstica el ser niña, tener 17 años, pertenecer a un nivel
económico bajo y convivir en una familia reconstituida.
69
2.3.3 SINTOMATOLOGÍA: CBCL y CPSS
En la muestra total se cuenta con 925 sujetos, de los cuales 5 fueron casos
perdidos debido a la no cumplimentación de este cuestionario. Por esta razón los
análisis se llevan a cabo sobre 920 sujetos.
70
(perteneciente a la sintomatología externalizante), con media 62,93, y
Somatización (correspondiente a sintomatología internalizante) con media 62,66.
Las puntuaciones obtenidas en la escala Child PTSD Symptom Scale (CPSS) para
la muestra total se muestran en la tabla 22. Este cuestionario está compuesto por
tres escalas correspondientes a los grupos de síntomas del trastorno de estrés
postraumático: Pensamientos intrusivos, Evitación e Hiperactivación. Incluye
además una escala adicional de Afectación, que permite valorar el nivel de
afectación del trauma en distintas áreas de la vida del niño. Por último la escala
sintomatología total, está formada por las escalas Pensamientos intrusivos,
Evitación, Hiperactivación y Afectación.
La media de Pensamientos intrusivos fue de 1,62 sobre 15, valor que representaría
la máxima puntuación. La media de Evitación fue 2,17 sobre 27, la media para
Hiperactivación fue 2,02 sobre 18 y la media para Afectación fue de 0,99 sobre 7.
Por último, la media para la escala de sintomatología total fue de 6,80 sobre 59.
71
Para ambos objetivos se estudian las consecuencias internalizantes,
externalizantes y traumáticas, descritas previamente, y las variables empleadas
para el análisis son Problemas internalizantes, Problemas externalizantes, y TEPT
total.
Muestra total
72
Ø Exposición a violencia doméstica
y Sintomatología externalizante:
73
Tras realizar los análisis correlaciónales se puede concluir que la exposición a
violencia doméstica está asociada de forma significativa al desarrollo de
sintomatología internalizante (ansiedad/depresión, aislamiento/depresión,
somatización), sintomatología externalizante (conducta anormativa, conducta
agresiva) y sintomatología traumática (pensamientos intrusivos, hiperactivación y
evitación).
Por último, se crea la variable sintomatología total a partir del sumatorio de las
variables Problemas internalizantes, Problemas externalizantes y TEPT. La siguiente
tabla muestra la correlación entre exposición a violencia doméstica y
sintomatología total, que alcanza un valor de 0,469, estadísticamente significativo
y bastante elevado.
74
Algunas investigaciones han señalado el papel que tiene la implicación en los
episodios de violencia doméstica en el desarrollo de consecuencias
psicopatológicas en niños. En este apartado se incluye un análisis en el que se
valora dicho papel. En concreto, se presentan las correlaciones entre la variable
implicación y el desarrollo de sintomatología internalizante, externalizante,
traumática y total (tabla 27).
75
Regresiones lineales:
Ø Sintomatología internalizante:
76
En primer lugar se realizó un análisis de regresión lineal jerárquico para la variable
dependiente sintomatología internalizante. Los resultados de este análisis (tabla
29) revelaron que el modelo primero, aquel que incluía las variables de control de
sexo, edad y tipo de colegio, era estadísticamente significativo (F = 5,44, p <
0,001) y explicaba casi un 2% de la variabilidad en la sintomatología
internalizante. Además, los resultados también revelaron que el sexo y la edad,
pero no el tipo de colegio, mostraban coeficientes de regresión estadísticamente
significativos, es decir, que, tras controlar el efecto de las demás variables
predictoras, el sexo y la edad, pero no el tipo de colegio, estaban asociadas
significativamente con la sintomatología internalizante. Puesto que tanto el sexo
como la edad mostraban en ese primer modelo coeficientes de regresión
estandarizados de parecida magnitud (0,088 y 0,094, respectivamente) así como
coeficientes de correlación parcial de igual valor (0,088 y 0,088,
respectivamente), ambas variables parecían tener igual peso a la hora de
explicar las diferencias individuales en sintomatología internalizante. Además,
puesto que ambas variables mostraban coeficientes de regresión y de
correlación parcial de signo positivo, tales signos indicaban que las niñas
presentaban mayores niveles de sintomatología internalizante que los niños y que
las niñas y los niños de mayor edad presentaban mayores niveles de
sintomatología internalizante que los de menor edad.
77
Sin embargo, al añadir al modelo primero de regresión la variable exposición a la
violencia (modelo segundo), se produjo un aumento importante y
estadísticamente significativo en la variabilidad explicada en la sintomatología
internalizante, pasando esta de casi un 2% a un 16% (F del cambio = 161,88, n.s. =
0,001) y resultando, obviamente, este segundo modelo también estadísticamente
significativo (F = 45,27, n.s. = 0,001). De hecho, los resultados del análisis revelaron
que al incluir la exposición a la violencia, las variables de sexo y edad dejaron de
ser predictores significativos de la sintomatología internalizante, de manera que
tras controlar el efecto de las demás variables predictoras, la única variable
asociada de forma estadísticamente significativa con la sintomatología
internalizante fue la exposición a la violencia, que mostraba un coeficiente de
correlación parcial de 0,388 con dicha sintomatología, coeficiente que puede
considerarse grande según los estándares de Doucouliagos (2011).
78
79
80
Ø Sintomatología externalizante:
El modelo 1, compuesto por las variables sexo, edad y colegio, explica el 5,3% de
la variabilidad de la sintomatología externalizante total. Al añadir la variable EVD
en el segundo modelo, se produce un aumento considerable y estadísticamente
significativo en la variabilidad explicada en la sintomatología externalizante,
pasando del 5,3% al 17,9% (F de cambio = 140,124, n.s. = 0,001). Finalmente, en el
81
tercer modelo se introduce la variable año de la muestra. En este caso se
produce un ligero aumento de la variabilidad de la sintomatología externalizante
explicada, pasando del 17,5% al 19%, siendo este cambio estadísticamente
significativo (F de cambio = 12,810, n.s. = 0,001).
Teniendo en cuenta los Coeficientes Beta estandarizados (tabla 35), se observa que
la variable EVD es la que mayor peso tiene (0.361). Las variables sexo, edad, colegio
y año, también son significativas, aunque presentan coeficientes más débiles.
En el primer modelo se observa que las variables sexo, edad y tipo de colegio,
presentan Coeficientes Beta de 0,123, 0,213, y 0,077 respectivamente (n.s. = 0,001;
n.s. = 0,001 y n.s. = 0,027), indicando mayores niveles de sintomatología externalizante
en niñas, sujetos de mayor edad y los pertenecientes a colegio concertado. En este
primer modelo la variable edad muestra coeficientes de regresión y correlaciones
82
parciales superiores al resto de variables, indicando que ésta es la variable con
mayor peso a la hora de explicar sintomatología externalizante.
Estos datos apuntan a que las niñas, los sujetos de mayor edad, y los sujetos de la
muestra de 2010 presentan mayores niveles de sintomatología externalizante. Sin
embargo, tal como se ha indicado anteriormente, es la variable EVD la que
mayor peso tiene en el desarrollo de sintomatología externalizante.
83
84
Ø Sintomatología traumática:
85
Por último, el modelo 3, en el que se incluye la variable año, también resultó
estadísticamente significativo (F = 35,925, n.s. = 0,001). En este caso se aprecia un
ligero incremento en la variabilidad de la sintomatología traumática explicada,
siendo este cambio significativo (R de cambio = 12,677, n.s. = 0,001). Este modelo
obtiene un R cuadrado de 0,164 por lo que explica el 16,4% de la sintomatología
traumática.
86
importante en este modelo es EVD, que alcanza un coeficiente de 0,351(n.s. =
0,001).
87
88
Ø Sintomatología total:
La tabla 41 muestra las regresiones lineales realizadas, siendo los tres modelos
estadísticamente significativos (F = 8,686, F = 66,972 y F = 71,187; n.s. = 0,001para
los tres modelos). El modelo 1, en el que se incluyen las variables sexo, edad y
colegio, obtiene un R cuadrado de 0,028, por lo que explicaría el 2,8% de la
variabilidad de la sintomatología total. En el segundo modelo se produce un
incremento significativo al incluir la variable EVD (F de cambio = 235,165, n.s. =
0,001) obteniendo un R cuadrado = 0,226, por lo que explica el 22,6% de la
variabilidad de la sintomatología total. Por último el modelo 3, al incluir el año de la
muestra, se produce un cambio significativo (F de cambio = 68,336, n.s. = 0,001) y
obtiene un R cuadrado = 0,280, por lo que pasa a explicar el 28% de la
variabilidad.
89
Los resultados muestran que la variable EVD total es la más importante a la hora
de explicar sintomatología total. También es importante considerar las variables
sexo, edad y año, de tal forma que las niñas, los sujetos de mayor edad y los de
la muestra de 2010 presentan mayores niveles de sintomatología total.
90
91
2.3.5 COMPARACIÓN DE GRUPOS: EXPUESTOS VS NO EXPUESTOS A
VIOLENCIA DOMÉSTICA
92
Respecto a la sintomatología externalizante, se aprecian de nuevo mayores
medias para el grupo expuesto frente al no expuesto en todas las variables. La
variable Conducta anormativa alcanza el rango “límite” en el grupo expuesto.
93
94
La tabla 48 muestra las medias por grupos para la sintomatología traumática. De
nuevo se aprecia que el grupo expuesto exhibe mayores niveles de
sintomatología traumática frente al no expuesto. Estas diferencias son
estadísticamente significativas, tal como se muestra en la tabla 49:
Pensamientos intrusivos (t = 5,886, n.s. =0,001), Evitación (t = 6,672, n.s. =0,001),
Hiperactivación (t = 6,793, n.s. = 0,001), Afectación (t = 7,111, n.s. = 0,001) y TEPT
total (t = 7,477, n.s. = 0,001).
95
96
Por último, se muestran las medias para la variable sintomatología total, y la
comparación de medias entre los grupos expuesto y no expuesto a violencia
familiar. De nuevo, las diferencias entre ambos grupos fueron estadísticamente
significativas (t = 11,612, n.s. = 0,001).
En este apartado se analizan las diferencias entre ambas muestras con el objetivo
de establecer si se ha producido un cambio en el tiempo en cuanto a la
exposición infantil a violencia doméstica y sus consecuencias psicopatológicas.
Se aprecian mayores puntuaciones para todas las medidas del CEDV en el año
2010, sugiriendo que el nivel de exposición infantil a violencia doméstica tuvo un
descenso entre 2010 y 2014. En concreto, la media de EVD total en 2010 fue de
9,34 y en 2014 de 7,82.
97
Tomando la variable Exposición a violencia doméstica total, se lleva a cabo una
comparación de medias para muestras independientes, siendo los años 2010 y
2014 los grupos a comparar. La tabla 53 muestra que existen diferencias
significativas a nivel 0,004, siendo t = 2,877. Se concluye, por tanto, que existen
diferencias estadísticamente significativas en cuanto a exposición a violencia
doméstica total entre 2010 y 2014. En concreto 2010 registró mayores niveles de
exposición a violencia doméstica.
98
En la tabla 54 se describen las medias por año para las medidas de las variables
de sintomatología internalizante (compuesta por Ansiedad/Depresión,
Aislamiento/Depresión y Quejas somáticas), sintomatología externalizante
(compuesta por conducta anormativa y conducta agresiva). La tabla 57 incluye
las medias para sintomatología traumática (compuesta por activación,
pensamientos intrusivos y evitación).
99
Desglosando la muestra total por años, se aprecia que las medias obtenidas
tanto en 2010 como en 2014 se mantienen en el rango de normalidad
(puntuaciones T < 65). Al igual que en la muestra total, las variables con mayores
puntuaciones fueron Conducta anormativa (X = 63,16 en 2010 y X = 62,57 en
2014) y Somatización (X = 63,47 en 2010 y X = 61,37 en 2014).
En la Ilustración 8 se incluyen todas las medidas del CBCL, por lo que aparecen
varias medidas que no han sido incluidas en el estudio, como Problemas sociales,
Problemas de atención o Problemas de pensamiento. Destaca Problemas de
pensamiento, ya que tanto en 2010 como en 2014 aparece en el rango límite.
100
Con el objetivo de determinar si existen diferencias entre 2010 y 2014 en
sintomatología internalizante, se lleva a cabo una Prueba T para muestras
independientes.
101
Respecto a la sintomatología externalizante, se detectan diferencias
estadísticamente significativas entre 2010 y 2014 para las variables conducta
agresiva (t = 2,498; n. s. = 0,013) y problemas externalizantes (t = 2,326; n.s. = 0,020).
102
En la siguiente tabla se desglosan las medias obtenidas en sintomatología
traumática en función del año. Tras la aplicación de la batería de test en 2010,
se comprobó que parte de los niños evaluados rellenaron este cuestionario a
pesar de no estar el evento traumático relacionado con violencia doméstica.
Por esta razón, en la aplicación de 2014 se decidió hacer hincapié en
completar dicho cuestionario únicamente cuando la situación traumática
estaba relacionada con violencia doméstica, por lo que cabe esperar que los
resultados relacionados con sintomatología traumática sean mayores en 2010.
No obstante se decidió incluir los datos de todos los traumas, para facilitar la
comparación de resultados entre las dos muestras. Por esta razón es importante
interpretar con cautela estos datos, ya que el trauma no sólo hace referencia a
violencia doméstica.
103
En la tabla 59 aparecen los resultados de la prueba T para muestras
independientes de cada una de las medidas que conforman la variable
sintomatología traumática, en la que se comparan las muestras de 2010 y 2014.
Los casos en los que se rechaza la hipótesis de igualdad de medias, y que por
tanto presentan diferencias estadísticamente significativas, son Hiperactivación
(t = 4,180; n.s. = 0,001), Afectación (t = 4,988; n.s. = 0,001) y TEPT total (t = 3,167; n.s.=
0,002). No se encuentran diferencias estadísticamente significativas para las
variables Pensamientos intrusivos y Evitación.
104
Sintomatología total
Para facilitar las conclusiones se creó una variable de sintomatología total que
incluye el sumatorio de las variables sintomatología internalizante, externalizante y
traumática.
105
La media de sintomatología total en 2010 fue de 128,87 y en 2014 de 118,99. En la
tabla 61 se presentan los resultados de la Prueba T para muestras independientes
en la que se analiza si existen diferencias significativas entre estos años.
106
107
Consecuencias de la exposición a violencia doméstica: Análisis de correlaciones
Sintomatología internalizante
108
Sintomatología externalizante
109
Sintomatología traumática
En 2010 la variable con mayor correlación fue la medida total de TEPT (0,339),
seguida de Activación (0,320), Evitación (0,291), Afectación (0,282), y
pensamientos intrusivos (0,264). En 2014 la variable con más peso fue Afectación
(0,431), seguida de TEPT total (0,402), Evitación (0,395), Activación (0,365) y
Pensamientos intrusivos (0,344).
110
111
Sintomatología total
112
Con el objetivo de simplificar las conclusiones sobre los resultados presentados, se
presenta a continuación una tabla en la que aparecen las correlaciones para
medidas totales de las tres variables, distribuidas en función del año.
113
3 CONCLUSIONES
Ø H4: Los niños que conviven en familias con un nivel económico bajo
presencian más violencia doméstica.
Ø H5: Los niños de edades menores presencian más violencia familiar que
los mayores.
114
diferencias estadísticamente significativas al compararlo con los grupos
de edad de 11, 12, 13, 14 y 16 años. Se rechaza por tanto la hipótesis 5.
e) Problemas internalizantes
f) Ansiedad/Depresión
g) Aislamiento/Depresión
h) Quejas somáticas
d) Problemas externalizantes
e) Conducta agresiva
f) Conducta anormativa
115
concreto, se asocia con problemas externalizantes, con conducta
agresiva, y con conducta anormativa.
f) TEPT total
g) Pensamientos intrusivos
h) Evitación
i) Hiperactivación
j) Afectación
d) Problemas internalizantes
e) Problemas externalizantes
f) TEPT total
116
Con el objetivo de valorar si se producen cambios entre los años 2010 y 2014 en
cuanto a exposición a violencia y los efectos asociados a la misma, se plantean
las siguientes hipótesis exploratorias:
Las niñas, los sujetos que viven en familias reconstituidas, los que tienen un nivel
económico bajo, y los sujetos de 17 años, presenciaron mayores niveles de
exposición a violencia familiar. El tipo de colegio no influye en la exposición a
violencia doméstica.
117
4 DISCUSIÓN
Para lograr estos objetivos se obtuvo una muestra total de 925 sujetos entre 11 y
17 años, de los cuales el 49,6% fueron niños y 50,4% niñas. Esta muestra se
subdivide en dos en función del año en que se recogió la información: en 2010 se
obtuvo una muestra de 572 sujetos (48,8% niños y 51,2% niñas), y en 2014 de 353
sujetos (51% niños y 49% niñas).
Características de la muestra:
118
accesibilidad del investigador a los centros educativos, y en segundo lugar, por la
disposición de las clases en función de cada centro educativo.
Tanto en 2010 como en 2014 la raza más frecuente fue la blanca, representando
el 77,8% y 75,6% respectivamente, seguida por la latina que supuso un 18,9% de
la muestra en 2010 y el 11,6% en 2014. En la muestra total, se obtuvo un 77% de los
niños de raza blanca, seguidos por el 16,2% de niños de raza latina. Estos
porcentajes parecen representar la realidad actual en los colegios públicos y
concertados.
119
hogares. A pesar de tratarse de una valoración subjetiva, llama la atención que
no haya variado con el tiempo, pudiendo indicar que los menores pueden no
haber sido conscientes de las consecuencias de la recesión económica en sus
familias. Esta misma encuesta señala que el 16,2% de las familias pertenecientes a
la Comunidad de Madrid tuvieron mucha dificultad para llegar a fin de mes
durante 2013. Este dato es considerablemente más elevado que el aportado en
este estudio, según el cual el 8,2% de los niños consideraron tener un nivel
económico insuficiente. De nuevo, existe la posibilidad de que los menores
desconozcan el nivel económico real en sus hogares.
120
Muchas de las definiciones de exposición a violencia doméstica aportadas por la
literatura no tienen en cuenta la violencia psicológica como parte de la violencia
doméstica, excluyendo por tanto insultos, amenazas o coacciones. Sin embargo
este tipo de violencia suele ser mucho más frecuente, puede llegar a intensidad
realmente elevadas y, por lo tanto, puede llegar a producir consecuencias
negativas tan importantes o más que la violencia física.
Esta es una de las aportaciones que puede resultar de especial interés, la forma
en que se ha evaluado la exposición a violencia domestica. Muchas
investigaciones señaladas en la parte primera de este trabajo ha evaluado esta
exposición empleando métodos indirectos, de forma que eran los padres la
principal fuente de información. Sin embargo también se ha señalado que existe
poca concordancia entre los informes de padres y el de los hijos al respecto de
esta realidad. De hecho en muchas ocasiones se constata que los padres
tienden a infravalorar el nivel de exposición a violencia de sus hijos (Edleson,
1999). Por ejemplo, O’Brien, John, Margolin, y Erel (1994) señalan que incluso
cuando uno o ambos padres informaron que su hijo no había estado expuesto a
violencia familiar, un 21% de los menores aportó descripciones detalladas de
violencia domestica en sus hogares. Por otro lado es lógico que los padres
reduzcan esta información, pues o bien aparecerán ellos como agresores o
como factores relevantes en cuanto que permiten esta violencia. También
puede ser que los padres no sean conscientes, o no sepan identificar la violencia
real a la que son expuestos sus hijos. Por todas estas razones se destaca la
importancia de obtener la información directamente de los menores expuestos
(Bayarri, 2011).
121
se la considera una medida de información valiosa ya que puede ser
determinante a la hora de desarrollar consecuencias psicopatológicas. Sea o no
un fiel reflejo de la exposición real, la percepción del niño parece relevante de
cara a las reacciones de éste, entre ellas al posible desarrollo de consecuencias
psicopatológicas.
122
cualquier puntuación por encima de 0, y niños expuestos a violencia doméstica
(punto de corte >3). Como toda propuesta es cuestionable, pero no deja de ser
una solución precisa, tomada con el objetivo de evitar una excesiva sensibilidad
del instrumento de evaluación, pero con una suficiente especificidad. Análisis
estadísticos posteriores que muestran el mejor punto de corte para considerar
ambos aspectos, sensibilidad y especificidad, pueden ayudar a precisar el punto
de corte más adecuado, pero este trabajo se objeto de atención en desarrollos
posteriores.
123
sociedad como la española en al que se asume que el hogar debe ser un lugar
de seguridad absoluta para los niños.
124
mujeres maltratadas por su pareja residentes en centros de acogida presenciaron
la violencia ejercida sobre sus madres.
Variables moduladoras:
Respecto a la edad, Las medias de EVD más elevadas aparecen en los grupos
de edad mayores. El grupo de 17 años fue el más expuesto (X=17,58), siendo
estas diferencias estadísticamente significativas al compararlo con los grupos de
edad de 11 (I-J = 9,161), 12 (I-J = 9,163), 13 (I-J = 9,435), 14 (I-J = 8,935) y 16 años
(I-J = 8,583). Este dato no coincidiría con los aportados por Fantuzzo, Boruch,
Beriama et al (1997), quienes señalan que los niños menores de 5 años tendrían
mayor propensión a la exposición a violencia doméstica que los niños de mayor
edad. A pesar de que en el presente estudio no se cuenta con sujetos de 5 años,
125
se detecta una tendencia a presentar una mayor exposición a violencia
doméstica en los grupos de edad mayores, especialmente en el grupo de 17
años. Dado que el instrumento empleado evalúa exposición vital y no
únicamente en el último año, es más probable que los niños de mayor edad
hayan estado expuestos con mayor frecuencia que los pequeños, ya que han
tenido más oportunidades para sufrir la exposición. Por otro lado, puede ser que
los niños de menor edad no sean conscientes y por tanto no adquieran
conocimiento de la situación de violencia en su hogar.
Por último, los sujetos con un nivel económico bajo presentan mayores niveles de
EVD (X = 13,14), siendo estas diferencias estadísticamente significativas al
compararlos con el resto de grupos. Este dato apunta en la misma dirección que
la encuesta realizada por Finkelhor et al. (2005) en una muestra con niños
norteamericanos niños entre 2 y 17 años, en la que se detectó que los niños que
vivían en familias con ingresos inferiores a 20.000 dólares anuales presentaban
mayores tasas de exposición a violencia familiar en comparación con las familias
con mayores ingresos. Por un lado, un nivel económico bajo se asocia con
frecuencia a menor nivel educativo y cultural, lo que supone un mayor riesgo
para la violencia familiar. Por otro lado, las familias que atraviesan por situaciones
de crisis económica conviven con mayores niveles de tensión y malestar, lo que
supone una mayor probabilidad de episodios de violencia familiar. A su vez, los
padres pasan menos tiempo de calidad con sus hijos, y los estilos de crianza
pueden verse afectados, repercutiendo de forma negativa en el funcionamiento
psicológico del menor.
126
consecuencia las diferencias en los porcentajes entre colegios públicos y
concertados en las dos muestras (2010 y 2014) no parecen de relevancia. Sería
interesante valorar si sucede lo mismo en el colegio privado, pero la previsión es
que probablemente no haya diferencias, o en cualquier caso la EVD no sea
mayor.
Al analizar de forma más detallada los síntomas incluidos en cada una de los
tipos de trastornos psicopatológicos considerados se identifica, en el caso de la
sintomatología internalizante una correlación de la correlación de 0,413 con los
problemas de ansiedad/depresión, una correlación 0.366 con los problemas de
aislamiento/depresión (0,336), y una correlación de 0,333 con problemas de
somatización. Con respecto a la sintomatología externalizante se constata una
correlación de 0,338 con problemas de conducta anormativa y una correlación
de 0.378 con problemas de conducta agresiva. Por último, con respecto a la
sintomatología traumática, se señalan correlaciones de 0,339 con problemas de
evitación, de 0.345 con problemas de hiperactivación de 0,299 con
pensamientos intrusivos y de 0.340 con problemas de Afectación.
127
destaca especialmente ningún tipo de sintomatología, sino más bien que el
incremento en similar en todas ellas.
Estos datos no por elevados son sorprendentes, pues coinciden con los resultados
obtenidos en los meta-análisis revisados: Katherine M. Kitzmann, Noni K. Gaylord,
Aimee R. Holt, y Erin D. Kenny, 2003; David A. Wolfe, Claire V. Crooks, Vivien Lee,
Alexandra McIntyre-Smith, y Peter G. Jaffe, 2003; Sarah E. Evans, Corrie Davies,
David DiLillo, 2008; Yuk-Chung Chan, Jerf Wai-Keung Yeung, 2009; Kathleen J.
Sternberg, Laila P. Baradaran, Craig B. Abbott, Michael E. Lamb, Eva Guterman,
2006. En todos ellos se pone de relieve que la exposición a la violencia doméstica
de los niños se asociad a valores elevados en los tres conjuntos de síntomas:
internalizantes, externalizantes y postraumáticos.
128
además víctimas de otros tipos de violencia, y que éstas a su vez influyan de
forma negativa en el funcionamiento psicológico de los menores. Dado que el
objetivo de este estudio se centra en la exposición a violencia familiar no se han
analizado los datos relacionados con otras formas de victimización, sin embargo
se tendrán en cuenta para futuros estudios. Estos datos permitirían valorar el nivel
de concurrencia entre exposición y otras formas de maltrato, así como la
hipótesis de la doble victimización, según la cual el ser testigo y víctima de
violencia conlleva un efecto aditivo.
A tenor de los resultados hallados se puede concluir que los niños expuestos a
situaciones de violencia familiar se involucran con gran frecuencia en los
episodios violentos, y que esta implicación genera un efecto negativo ya que se
asocia al desarrollo de sintomatología internalizante, externalizante y traumática.
129
variables independientes tales como sexo, edad o el año, se llevan a cabo
análisis de regresiones lineales.
130
Se puede afirmar que la EVD es la principal variable responsable de la
sintomatología externalizante, y que por tanto los niveles de problemas
externalizantes que presentan los niños de esta muestra, se deben a la exposición
a violencia, y no a otras variables como el sexo o la edad.
131
incluye el año explica el 27,8% de la varianza de la sintomatología total (F =
71,187; n.s. = 0,001).
Los Coeficientes Beta estandarizados muestran que la variable EVD total es la más
importante a la hora de explicar sintomatología total (Beta = 0,421). También es
importante considerar las variables sexo, edad y año, de tal forma que las niñas
(Beta = 0,076; n.s. = 0,008), los sujetos de mayor edad (Beta = 0,138; n.s. = 0,001) y los
de la muestra de 2010 (Beta = -262; n.s. = 0,001) presentan mayores niveles de
sintomatología total.
Es llamativo que en todos los casos aparecen como significativas las variables
sexo, edad y año, apuntando en todos ellos que las niñas de mayor edad de la
muestra de 2010 presentaron niveles significativamente superiores de
sintomatología internalizante, externalizante y traumática. Estos resultados
coincidirían con los señalados por otros autores, como Sternberg (1993), quien
apunta que las niñas presentan mayor riesgo para problemas internalizantes y
externalizantes. Bayarri (2011) también indica un mayor riesgo de las niñas para
desarrollar problemas internalizantes. Alcántara, López-Soler, Castro y López
(2013) encuentran mayor afectación para las niñas expuestas a violencia
doméstica (al igual que Lemmy, 2001), sin embargo estas diferencias se refieren a
problemas sociales. En cuanto a sintomatología traumática, los resultados
coinciden con Levendosky (2013) quien señala que la probabilidad de desarrollar
síntomas traumática aumenta según lo hace la edad de los niños, siendo
consistente con la trayectoria de otros trastornos de ansiedad, y trastornos
internalizantes en general (Kovacs, 1984).
132
Comparación de las muestras de 2010 y 2014:
Estos resultados concuerdan con los aportados por el Instituto de la Mujer en las
estadísticas de violencia de género en los últimos años. Según el Instituto de la
Mujer en 2011 el número de víctimas de violencia de género con orden de
protección o medidas cautelares inscritas en el registro Central para la
protección de víctimas de violencia doméstica y de género, fue de 32.242; en
2012 se produjo un descenso del 9,6% respecto al año anterior; en 2013 la cifra
descendió de nuevo un 6.9% respecto a 2012, y en 2014 descendió un 0,1%
respecto a 2013, situando la cifra de estas mujeres en 27.087. Así pues, los datos
confirman una ligera tendencia a la reducción de la violencia de pareja. Los
datos del presente trabajo señalan, en esta misma línea que, como era de
esperar, se ha producido también una disminución del número de menores
expuestos a violencia familiar.
133
Con respecto a la sintomatología externalizante, se detectan diferencias
estadísticamente significativas entre 2010 y 2014 para las variables conducta
agresiva (t = 2,498; n.s. = 0,013) y problemas externalizantes (t = 2,326; n.s. = 0,020),
aunque no para conducta anormativa. De nuevo, en 2010 se produjeron
mayores niveles en estas variables.
134
implica un cambio en la salud mental de los niños. Por tanto se remarca la
necesidad de continuar poniendo en marcha programas de prevención de
violencia domestica, y ayudas a las familias que conviven en esta situación.
135
cautela la información relativa al TEPT, ya que ésta no hace referencia
únicamente a sucesos relacionados con violencia doméstica, sino trauma
general. En este sentido se recomienda para futuras investigaciones aplicar este
tipo de instrumentos en grupos pequeños, contar con tiempo suficiente, y
establecer descansos para evitar el cansancio de los alumnos, cuando se trate
como en este caso de baterías largas de instrumentos.
136
5
ANEXOS
137
138
139
140
141
142
143
144
145
146
147
148
149
150
151
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