Modelos Discapacidad
Modelos Discapacidad
Modelos Discapacidad
Resumen: El 13 de diciembre de 2006, la Organización Abstract: The United Nations in December 13, 2006,
de Naciones Unidas promulgó la Convención Interna- signed the International Convention on the Rights of
cional sobre los Derechos de las Personas con Disca- Persons Disabled (CPRD). This document came into
pacidad (CDPD). Este documento entró en vigor en effect in May 2008 and took a new perspective back in
mayo de 2008 e introdujo una nueva perspectiva en el the way of dealing with disability. Based on the social
modo de abordar la discapacidad. Basada en el mo- model, and leaving behind the old paradigms of “cha-
delo social, y dejando atrás los antiguos paradigmas de rity” and “rehabilitation”, the CRPD puts the focus on
“beneficencia” y de “rehabilitación”, la CDPD pone el “difference”. In fact, a historical perspective shows that
foco en la “diferencia”. En efecto, un recorrido histó- over the centuries, the concept of disability has chan-
rico del término muestra que, a lo largo de los siglos, la ged and so how to address it.
concepción de la discapacidad ha ido cambiando, y
con ella el modo de afrontarla. Key words: International Convention on the Rights of
Persons Disabled; Social Models; Functional Diversity;
Palabras clave: Convención Internacional sobre los de- Human Rights; Human Dignity; Business Humanism;
rechos de las personas con discapacidad; Modelo So- Autonomy/Dependence; Social/Laboral Insertion.
cial; Diversidad Funcional; Derechos Humanos; Digni-
dad Humana; Humanismo Empresarial; Autono-
mía/Dependencia; Inserción social/laboral.
B fluir en que los sucesos se van encadenando unos con otros hasta for-
mar un continuo difícil de fragmentar. Sin embargo, en un consciente
afán por ordenar los acontecimientos en estructuras que permitan analizarlos
desde categorías conceptuales estandarizadas, los estudiosos consienten en di-
vidir la historia en etapas marcadas por convenciones que, las más de las veces,
atentan contra una reconstrucción verosímil de los procesos históricos. De
este modo se consigue un relato coherente organizado en pequeñas parcelas
que van evolucionando sistematizada y cronológicamente, pero que acaban re-
duciendo al ser humano a un arquetipo que va cambiando según las distintas
etapas, despojado de toda su originalidad y complejidad, lo que ha sucedido –
dramáticamente– con la reflexión en torno a la esencia de la persona humana,
su dignidad y capacidad de juicio.
Como pone de manifiesto Francisco Guzmán, “hasta el momento actual,
el destinatario de las teorías éticas ha venido siendo un ser humano dotado con
unas competencias básicas indispensables para ejercer la acción moral: la ra-
cionalidad, el carácter y el juicio en Aristóteles; la caridad, la misericordia la
beneficencia en la ética cristiano-medieval; el sentimiento de benevolencia y
cierta capacidad física y mental para oponerse a una posibledominación en
Hume, la autonomía moral basada en la razón en Kant (...). Todas ellas son
aptitudes básicas para ser considerado sujeto moral agente, es decir, aquel que
actúa bien sobre otro. En cuanto al sujeto moral paciente, que recibe la acción
del agente, sólo es incluido como miembro de pleno derecho en este inter-
cambio ético si reúne las competencias que se exigen a los agentes morales”1.
Así pues, se puede advertir –a lo largo de la historia– una definición de
persona que va cambiando de acuerdo a la filosofía de cada época. Mas, ¿qué
sucede con aquellos cuyos rasgos físicos, mentales o psicológicos no caben
dentro de los parámetros dictados por los intelectuales de turno?; ¿dejan de
ser personas y, en consecuencia, deben ser eliminados o marginados de la so-
ciedad?; ¿son seres humanos inferiores que deben “normalizarse” a través de
un tratamiento de rehabilitación para ser considerados personas y ser admiti-
dos en su propio medio?; o bien, ¿son personas con una diversidad funcional
que no sólo no altera su esencia sino que, además, puede transformarse en una
aportación a la comunidad?
1
Guzmán, F.; Toboso, M. y Romañach, J. (2010), p. 1.
I. EL MODELO DE PRESCINDENCIA
2
Véase Palacios, A. (2008), p. 37.
Ahora bien, si una sociedad asumía que existía la posibilidad de que na-
cieran niños cuyas vidas no merecían ser vividas, cabe preguntarse: ¿qué solu-
ción solían practicar una vez detectado un caso de anomalía física o mental?
Según Palacios, a raíz de la condición de castigados e innecesarios que rotulaba
a los discapacitados, surgieron dos consecuencias que dieron origen a dos sub-
modelos dentro del modelo de prescindencia: el eugenésico y el de margina-
ción. Así, si bien desde ambos submodelos se prescindía de las vidas de los ni-
ños discapacitados, en el primero –característico del mundo griego– la solu-
ción estaba enfocada hacia la eliminación del niño dándole muerte; mientras
que en el segundo –puesto en práctica con la introducción y expansión del
cristianismo– dicho objetivo se alcanzaba mediante la separación o el aleja-
miento del recién nacido del núcleo social3.
No obstante, es importante recalcar que, incluso en el mundo clásico, el
trato dado a quienes nacían con una discapacidad no era igual que el recibido
por aquellos que la adquirían durante la adultez. Coinciden las fuentes en que,
cuando la discapacidad era congénita, se consideraba necesaria la eliminación
de la persona, evitándose de aquel modo que crecieran niños débiles o defi-
cientes. Así lo demuestra Platón al afirmar: “digo, pues, que ya ha sido sen-
tado el principio de que los mejores de cada sexo deben unirse con los mejo-
res con tanta frecuencia, y los inferiores con los inferiores tan rara vez, como
sea posible; y que es preciso criar a los vástagos del primer tipo de unión, pero
no del segundo, si la estirpe se ha de mantener en condiciones óptimas. Los
funcionarios pertinentes llevarán los hijos de los padres selectos al redil o guar-
dería, y allí los depositarán en manos de ciertas nodrizas que habitarán un
cuarto separado; pero los vástagos de los inferiores, o de los superiores cuando
hayan nacido deformes, serán rechazados”4.
Y agrega Aristóteles que “en cuanto a la exposición o crianza de los hijos,
debe ordenarse que no se críe a ni uno defectuoso”5. Estas frases deben ser en-
tendidas en su contexto, es decir, en el de dos filósofos cuyos escritos preten-
dían educar al ciudadano griego en pos de la vida lograda. Puesto que, para
Aristóteles, el ciudadano se debía a la polis y en ella adquiría valor, si no tenía
nada que aportar a la ciudad, no valía la pena que viviera. Por consiguiente,
una vez detectada su incapacidad para desarrollarse de forma normal y con-
3
Véase Palacios, A. (2008), p. 37.
4
Platón, República, 459e.
5
Aristóteles, Política, 1335b 21-22.
6
Véase Palacios, A. (2008), pp. 38-43.
7
Palacios, A. (2008), p. 44.
zañas heroicas y dando noticia de las gestas militares hayan sido ciegos mues-
tra no sólo que en el modelo eugenésico antes expuesto también podía darse
alguna excepción sino, sobre todo, que en toda sociedad la persona puede en-
contrar su lugar si se le da la oportunidad de hacerlo.
Cuenta Palacios que en el mundo antiguo las personas con discapacidad
que sobrevivían eran objeto de burla y entretención, llegando a convertirse in-
cluso en una moda el tener jorobados, enanos y deformes en las cortes, espe-
cialmente entre los esclavos8. Sin embargo, la autora advierte que no todos pa-
recían estar de acuerdo con esta usanza. Uno de dichos detractores fue Séneca,
quien escribe: “Ya sabes que en mi casa ha permanecido como una carga he-
reditaria Herpastes, aquella mujer fatua que mi mujer tenía. Yo siento en ver-
dad gran aversión hacia este tipo de persona calamitosa; pero cuando me
quiero divertir con un fatuo, no he de andar muy lejos: me río de mí mismo.
Esta mujer fatua perdió súbitamente la vista, y te contaré una cosa increíble,
pero bien cierta: ignora que está ciega, y, a menudo, ruega a su guía que cam-
bien de estancia porque la encuentra oscura. Esto que nos hace reír en ella, es
menester que te conste claramente, es lo que sucede a todos nosotros: nadie se
conoce que es avaro, nadie que es concupiscente. Y, con todo, los ciegos pi-
den una guía y nosotros vamos errantes sin ninguna mientras andamos di-
ciendo: yo no soy ambicioso, pero en Roma no se puede vivir de otra manera;
yo no soy malbaratador, pero la vida de ciudad exige grandes dispendios”9.
Del párrafo anterior puede deducirse que Séneca, por un lado, no trataba
de disimular su animosidad hacia la diversidad funcional, pues afirma sin ta-
pujos que siente “gran aversión hacia este tipo de persona calamitosa” y reco-
noce que “ha permanecido como una carga hereditaria” en su casa. Pero, por
otro, parece que al filósofo estoico no le convencía que la discapacidad fuera
objeto de burla. Más aún, una lectura detenida del extracto permite vislum-
brar un pensamiento mucho más profundo que revela aquella actitud descrita
por Claudio Immig cuando arguye que frente a un discapacitado no se puede
permanecer indiferente: o se toma una postura de muerte, o bien una que abre
al misterio que nos lleva a reconocer la vulnerabilidad del ser humano, ha-
ciéndose imprescindible una decisión ética10.
8
Véase Palacios, A. (2008), pp. 50-52.
9
Véase Séneca, Cartas morales a Lucilio, De la amistad, Carta L, 2.
10
Véase Immig, C. (2010), p. 34.
Muy distinto era el trato recibido por aquellos cuya discapacidad había
sido adquirida durante la juventud o adultez, puesto que su causa ya no era re-
ligiosa. Cabe mencionar, a este respecto, el caso de los soldados que, habiendo
servido a las polis griegas o al imperio romano, al quedar heridos de guerra no
eran eliminados sino que, por el contrario, cobraban pensiones y participaban
del reparto del botín. De hecho, la constitución ateniense establecía que se de-
bían otorgar dos óvalos diarios a los discapacitados11. Esta medida, que sin
duda habrá respondido a una razón política, pues parece justo y conveniente
que los soldados aún activos vieran que la patria recompensaba a quienes ha-
bían sido mutilados por defenderla, respalda la opinión antes expuesta acerca
de que en la Antigüedad parece posible advertir una importante relación en-
tre el sentido de la vida de una persona y su utilidad.
La introducción y expansión del cristianismo produce un cambio impor-
tante en la situación de los discapacitados, pues se condena el infanticidio. De
ahí que el medioevo haya sido prolífero en asilos y hospitales donde eran cui-
dados los niños con diversidades funcionales que sus padres habían abando-
nado. Mucho se ha criticado a los siglos medievales por la marginación de los
niños discapacitados, encerrados en orfanatos, pero basta revisar cualquier his-
toria de la vida privada de aquel período para advertir que tampoco los infan-
tes sanos recibían demasiada atención. Bien sabido es, en efecto, que las tasas
de mortalidad eran tan altas, debido a las malas condiciones sanitarias y ali-
menticias, que las madres dejaban a sus recién nacidos al cuidado de nodrizas
y sólo comenzaban a relacionarse con ellos hacia los siete años, etapa en la que
se consideraba que ya habían sobrevivido a la infancia y que tenían importan-
tes probabilidades de llegar a la vida adulta. Pero, criticable o no, lo cierto es
que, como producto del cristianismo, transitamos del submodelo eugenésico
–propio del mundo antiguo– al submodelo de la marginación –característico
de la Edad Media– y cuyas pautas se prolongan hasta principios del siglo XX.
Sostiene Palacios que, a partir de este submodelo, y especialmente du-
rante los primeros siglos cristianos, los discapacitados –aunque marginales–
cumplen un rol en la sociedad: ser mendigos para que los ricos pudieran dar li-
mosnas y así alcanzar la salvación, además de constituir la atmósfera perfecta
para que la Iglesia hiciera milagros. Sin embargo, hacia la Baja Edad Media, a
raíz de la peste negra, comienza a asociarse a los discapacitados con pobreza y
11
Véase Palacios, A. (2008), p. 47.
12
Véase Palacios, A. (2008), pp. 54-66.
13
Guzmán, F.; Toboso, M. y Romañach, J. (2010), p. 2.
14
Véase Immig, C. (2010), pp. 37-58.
15
Véase Palacios, A. (2008), p. 66
16
Véase Palacios, A. (2008), pp. 92-93.
17
Véase Barnes, C. y Mercer, G. (2010), pp. 45-50.
18
Palacios, A. (2008), pp. 98-101.
19
Palacios, A. (2008), p. 90.
20
Palacios, A. (2008), p. 91.
21
Véase Pérez Bueno, L. (2010), p. 83.
22
Véase Palacios, A. y Bariffi, F. (2007), p. 26.
23
Guzmán, F.; Toboso, M. y Romañach, J. (2010), p. 2.
24
Véase Guzmán, F. Toboso, M. y Romañach, J. (2010), pp. 3-5.
25
Véase Guzmán, F.; Toboso, M. y Romañach, J. (2010), p. 6.
26
Véase Guzmán, F.; Toboso, M. y Romañach, J. (2010), p. 6.
27
Véase Palacios, A. y Bariffi, F. (2007), pp. 31-34.
28
Guzmán, F.; Toboso, M. y Romañach, J. (2010), p. 15.
29
Véase Palacios, A. (2008), pp. 106-117.
30
Véase Pérez Bueno, L. (2010), pp. 83-84.
sino que es una construcción impuesta sobre una realidad donde sólo existe la
diferencia”31.
Por su parte, en un estudio sociológico de los modelos de la discapaci-
dad, Colin Barnes muestra la relación existente entre los distintos paradigmas
y el medio en que se desenvuelve la persona con diversidad funcional. En este
contexto, el autor hace notar cómo mientras en el modelo médico el ambiente
era neutro y una realidad externa a la discapacidad, en el modelo social pasa a
ser un factor constitutivo de la discapacidad por aparecer como una barrera.
Según Barnes, desde esta perspectiva, la discapacidad puede tornarse circuns-
tancial, contextual, situacional y relativa, llegando a derivar incluso en la ne-
gación de la realidad del cuerpo de una persona. De lo anterior es posible des-
prender dos interesantes consecuencias. En primer término, cabe destacar que
la sociología podría tener mucho que aportar al abordar el tema de la disca-
pacidad –específicamente– en la creación o destrucción de estereotipos y men-
talidades en las que el lenguaje y las imágenes juegan un rol central. En se-
gundo lugar, esta mirada de la diversidad funcional suele estimular la agrupa-
ción de los discapacitados en colectivos que, si bien consiguen avances intere-
santes, corren el riesgo de que el tema aparezca de forma tan política e ideo-
lógica que se termine mirando la discapacidad como la historia de los
excluidos32.
Esta nueva forma de entender la diversidad funcional encontró una ex-
celente acogida entre los discapacitados ingleses, quienes viajaron a Estados
Unidos para aprender del movimiento impulsado por Ed Roberts. Aunque su
bandera de lucha fue terminar con las políticas paternalistas del estado de
bienestar –que acababa siempre institucionalizando a los discapacitados– al
Movimiento de Vida Independiente se le ha criticado el estar influido por el
capitalismo y el consumismo de la época, abogando sólo por una indepen-
dencia económica. De ahí que las primeras políticas logradas tendieran a que
el Estado entregara medios para pagar un asistente personal33. En efecto, se-
gún Palacios, desde el modelo social “se aspira a que la persona con discapa-
cidad pueda negociar el tiempo y el tipo de asistencia que necesita, que pueda
tener capacidad para contratar—e incluso despedir— a su asistente personal,
y, en este sentido, que sea la propia persona quien reciba el dinero de las ad-
31
Palacios, A. (2008), p. 129.
32
Véase Barnes, C. y Mercer, G. (2010), pp. 3-61.
33
Véase Palacios, A. (2008), pp. 118-121.
34
Palacios, A. (2008), p. 150.
35
Véase Guzmán, F.; Toboso, M. y Romañach, J. (2010), pp. 16-17.
36
Palacios, A. (2008), p. 123.
37
Véase Palacios, A. (2008), p. 133.
38
Palacios, A. y Bariffi, F. (2007), p. 11.
39
Véase Guzmán, F.; Toboso, M. y Romañach, J. (2010), p. 17.
40
Véase Palacios, A. (2008), pp. 141-143.
41
Guzmán, F.; Toboso, M. y Romañach, J. (2010), p. 22.
42
Véase Guzmán, F.; Toboso, M. y Romañach, J. (2010), p. 20.
43
ONU (2006), preámbulo E.
44
ONU (2006), preámbulo M.
45
“Recordando los principios de la Carta de las Naciones Unidas que proclaman que la libertad, la jus-
ticia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad y el valor inherentes y de
los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana, (…) reconociendo tam-
bién que la discriminación contra cualquier persona por razón de su discapacidad constituye una vul-
neración de la dignidad y el valor inherentes del ser humano”. ONU (2006), preámbulos A y H.
46
“Reconociendo la importancia que para las personas con discapacidad reviste su autonomía e inde-
pendencia individual, incluida la libertad de tomar sus propias decisiones, (…) considerando que las
personas con discapacidad deben tener la oportunidad de participar activamente en los procesos de
adopción de decisiones sobre políticas y programas, incluidos los que les afectan directamente”. ONU
(2006), preámbulos N y O.
47
“Reconociendo la importancia de la accesibilidad al entorno físico, social, económico y cultural, a la
salud y la educación y a la información y las comunicaciones, para que las personas con discapacidad
puedan gozar plenamente de todos los derechos humanos y las libertades fundamentales”. ONU
(2006), preámbulo V.
dicación instaurado por el modelo social, la CDPD asume que hoy día el tema
de la discapacidad es un asunto de derechos humanos48.
Como conclusión puede afirmarse que, si bien el modelo social sobre el
cual se funda la CDPD es un paradigma integrador que muestra importantes
avances respecto de los modelos anteriores, su forma de concebir tanto a la
persona discapacitada como su relación con la sociedad implican una obliga-
toriedad basada en una suerte de voluntarismo humanitario que no parece ser
suficiente para una real integración. Abogamos, en cambio, por que las per-
sonas con diversidad funcional sean verdaderamente integradas en la sociedad
y en el mundo laboral. Esto pasa por una real comprensión de su dignidad y de
su necesidad de trascendencia.
BIBLIOGRAFÍA
48
“Reconociendo la necesidad de promover y proteger los derechos humanos de todas las personas con dis-
capacidad, incluidas aquellas que necesitan un apoyo más intenso, (…) convencidos de que una conven-
ción internacional amplia e integral para promover y proteger los derechos y la dignidad de las personas
con discapacidad contribuirá significativamente a paliar la profunda desventaja social de las personas con
discapacidad y promoverá su participación, con igualdad de oportunidades, en los ámbitos civil, político,
económico, social y cultural, tanto en los países en desarrollo como en los desarrollados”. ONU (2006),
preámbulos J e Y.