Doxa y Episteme

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Doxa y Episteme

Publicado en noviembre 14, 2012 por Editor Publicado en Teoría del conocimiento

El término griego dóxa, dóxa, es traducido comúnmente por ‘opinión’. Fue usado en
sentido filosófico ya por Parménides al presentar y, según la mayor parte de
comentaristas, contrastar la doctrina de la opinión, dóxa, en cuanto apariencia, ilusión o
engaño, con la de la verdad, a1lh+qeia. El sentido de doxa como apariencia se encuentra
asimismo en Platón (por ejemplo, entre otros lugares, Rep. VI 505 D).

Platón habla asimismo de doxa como opinión, la cual se contrapone a la «ciencia» o


saber verdadero (así, entre otros lugares, Rep. IV, 431 C y Soph. 240 D). La relación
entre la noción de apariencia y la de opinión se manifiesta en Platón en el hecho de que
se admite a menudo que la opinión puede ser «recta», pero ello no la constituye aún en
un saber; la titulada «recta opinión» no es sino el «saber» común y corriente, que se
orienta en las apariencias y no en las realidades.

A veces, la doxa es presentada por Platón como una opinión personal, y a veces como
una general o «común» (esto es, «corriente»). También se encuentra en Platón el sentido
de doxa como «gloria», es decir, como la «buena opinión» en que se tiene a una persona
(la «clásica» noción de «honra»).

Platón emplea una gran variedad de términos relacionados lingüísticamente con


doxa, tales como el verbo doxázein (opinar o tener una opinión), el nombre dóxasma
(opinión en cuanto «lo opinado»), doxasth+ç (el que tiene una opinión), doxastóç
(objeto de opinión), doxastikóç (asimismo, objeto de opinión, a saber, «aparente»).

La palabra dóxai, dóxai (plural de doxa) fue empleada por varios autores antiguos para
designar las doctrinas de filósofos «físicos», etcétera, como en el título
Fusikwcreencia» (Glaube) con «suposición», «conjetura», etc., en tanto que
contrapuestas a «certidumbre».

La doxa o creencia ocupa, según Husserl, un lugar único. Las llamadas


«modalidades doxales» (o «dóxicas») (doxische Modalitäten) no son especies de la
doxa; tienen un carácter racional, que se funda en una «Protodoxa» (Urdoxa).
Todo tipo de creencia implica una doxa.

La creencia originaria (Urdoxa, Urglaube) es la referencia intencional de todas las


modalidades doxales (o dóxicas) (Ideen, §104). Con relación a las modalidades
doxales o dóxicas, André de Muralt escribe: «A los caracteres de ser del noema
corresponden… los caracteres de creencia de la noesis; estos caracteres son dóxicos
o téticos, en el sentido en que ponen al ser de acuerdo con tal o cual modo. Hay…
aquí una relación intencional de los caracteres dóxicos entre sí; se establece un
orden a partir de la creencia originaria (Urdoxa), que es la certeza.

Ésta puede transformarse intencionalmente en suposición, conjetura, cuestión,


duda, al igual que correlativamente el carácter constituido originario de realidad
se modifica en carácter posible, verosímil, problemático, dudoso. Se necesita… una
forma-madre (Urform) que permita unificar, ordenar, la multiplicidad esencial de
los caracteres dóxicos. La certeza de creencia, carácter dóxico originario,
desempeña este papel, y está incluida de hecho intencionalmente en las
modificaciones derivadas»

Los términos ‘dóxico’ y ‘doxástico’ —especialmente el último— son empleados en


investigaciones de epistemología de la creencia y lógica de la creencia. Como se ha
indicado en el referido artículo, el que en muchos casos la epistemología y la lógica
de expresiones como:

«a cree que p» sea similar a la epistemología de expresiones como: «a sabe que p»,
hace que las nociones usadas en la epistemología y especialmente en la lógica de la
creencia sean llamadas «nociones epistémicas». En este caso, las nociones
doxásticas son una especie de las nociones epistémicas. Sin embargo, hay casos en
los que las condiciones epistémicas no corresponden exactamente a las doxásticas,
y casos en los que hay distintas alternativas para condiciones epistémicas y
condiciones doxásticas.

Por tales razones se ha usado asimismo el término ‘doxástico’ aplicado


específicamente a cuestiones que afectan a la noción de creencia y a la
correspondiente lógica. La expresión ‘lógica doxástica’ es presentada entonces
como equivalente a ‘lógica de la creencia’.

Michel Foucault ha llamado episteme, y también «campo epistemológico», a la


estructura subyacente y, con ello, inconsciente, que delimita el campo del
conocimiento, los modos como los objetos son percibidos, agrupados, definidos. La
episteme no es una creación humana; es más bien el «lugar» en el cual el hombre
queda instalado y desde el cual conoce y actúa de acuerdo con las resultantes reglas
estructurales de la episteme.

El estudio de una episteme no es por ello una historia. No es ni historia global ni


historia de las ideas, sino arqueología. No puede hablarse de continuidad entre
diversas epistemes y por ello no puede hablarse tampoco de una historia de
epistemes. De hecho, no hay tampoco continuidad o, en todo caso, progreso
histórico dentro de una episteme.

Las ciencias humanas modernas no han constituido, según Foucault, la episteme


moderna: «es más bien la disposición general de la episteme lo que da su lugar,
llama e instaura (las ciencias humanas) permitiendo constituirse al hombre como
su objeto». Así, en el mismo sentido en que la gramática y la historia natural
formaban parte de la episteme clásica (la episteme de la cultura occidental que se
inauguró hacia mediados del siglo XVII), las ciencias humanas forman parte de la
episteme moderna, «la que, a comienzos del siglo XIX, marca el umbral de nuestra
modernidad».

La episteme moderna ha dibujado inclusive el perfil del hombre como «el que hace
su propia historia», pero el «hacer su propia historia» es algo inscrito en el ámbito
de una episteme. Así pues, no es, en realidad, el hombre el que hace su propia
historia, sino que la episteme hace tal hombre (que de este modo deja de hacer,
literalmente, o absolutamente, su propia historia). El «fin del hombre» de que ha
hablado Foucault es simplemente el fin de una episteme en la que el hombre ha
aparecido como si fuese el principal objeto del conocimiento.

La noción de episteme puede ser considerada como una noción estructural — como
uno de los aspectos que puede asumir la idea de estructura tal como ha sido
elaborada por los estructuralistas—. En todo caso, parece constituirse como una
estructura profunda, «inconsciente», «no humana», no producida ni por las
acciones individuales ni siquiera por supuestas acciones colectivas de hombres.

Hay ciertas analogías entre la noción de episteme y la de paradigma (en algunos de


los sentidos que se han dado a este término en el curso de los debates centrados en
torno a las ideas de Thomas S. Kuhn). Algunos sostienen que, lo mismo que el
concepto de paradigma, el de episteme plantea el problema de su comparabilidad
con otras epistemes (sea una comparabilidad global o una comparabilidad de
algunos de sus elementos [«series» en Foucault; términos teóricos en las ciencias
naturales] con elementos de otras epistemes). A ello se agrega el problema de la
sucesión de epistemes.

En una de las primeras fases de la concepción de paradigma en Kuhn se ha


apelado a la aparición y proliferación de anomalías. No existe tal recurso para una
episteme. Por otro lado, estos problemas han de ser para Foucault otros tantos
seudo-problemas. No en vano no se trata de historia, sino de «arqueología», y no en
vano se destaca la completa des-centralización de la episteme, las rupturas y las
discontinuidades.

Los críticos de Foucault y los de la «simple» noción de paradigma arguyen, en


cambio, que subsiste un problema, y es el de la posible inteligibilidad de aquello de
que se habla, aun cuando aquello de que se habla sea a la vez, si no primariamente,
aquello en virtud de lo cual se dice esto es, se produce el discurso o el enunciado.

Fuente: Teoría del conocimiento de la facultad de contaduría y administración,


UNAM

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