Las Luchas Sociales en América Latina

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Las luchas sociales en América Latina

Las décadas de 1960 y 1970

A partir de los años 1960 tuvo lugar un significativo ascenso de las luchas sociales en
Latinoamérica: la irrupción y la resistencia de los movimientos campesinos, la
creciente politización de los estudiantes universitarios y la radicalización de muchos
intelectuales que postularon un compromiso a tono con el contexto mundial signado
por las luchas anticolonialistas en África, la revolución argelina y la guerra de Vietnam.

En AL terminaba la era de los populismos y comenzaba la de la revolución, que tomo


como referencia la construcción del socialismo en Cuba.

La revolución cubana fue el acontecimiento latinoamericano que marcaria la segunda


mitad del siglo XX. Inicio una transformación social en plena Guerra Fría, rompió el
esquema de alineamiento con EE.UU y tuvo una enorme repercusión política en el
continente americano.

En el terreno de las ideas, los años sesenta marcaron un nuevo clima cultural que tuvo
expresiones originales en Latinoamérica. La teología de la liberación, la teoría de la
dependencia y las corrientes ideológicas de la llamada nueva izquierda contribuyeron
a legitimar la resistencia de los oprimidos e influyeron poderosamente en los
movimientos revolucionarios latinoamericanos.

La expresión Tercer Mundo y los conceptos de imperialismo, dependencia y liberación


impregnaron la literatura política de la época y se generalizaron en textos
emblemáticos: Las venas abiertas de América Latina de Eduardo Galeano, Pedagogía
del oprimido de Paulo Freire y el ensayo de Frantz Fanon, Los condenados de la
tierra.

También el marxismo alcanzo un renovado prestigio intelectual y político en sus


distintas vertientes. Entre ellos se destacan los escritos de Ernesto Che Guevara: El
socialismo y el hombre en Cuba, La guerra de guerrillas y su Diario de campaña en
Bolivia.

Mientras tanto, EE.UU experimento cierto interés por el desarrollo de las economías
de la región. John F. Kennedy impulso un nuevo estilo de gobierno y sus asesores
comenzaron a elaborar proyectos de “modernización y desarrollo” para América
Latina, la llamada Alianza para el Progreso. Pero fundamentalmente ofreció un amplio
programa de ayuda militar. Johnson y Nixon, sus sucesores, profundizaron una nueva
política exterior más agresiva, enviaron masivamente tropas a Vietnam y acrecentaron
el intervencionismo norteamericano en Latinoamérica. En 1964, los soldados
norteamericanos reprimieron una manifestación de estudiantes en Panamá. Al año
siguiente, invadieron Santo Domingo. Además, el gobierno norteamericano apoyo los
golpes militares en Sudamérica: en Bolivia contra el presidente Víctor Paz Estenssoro,
en Brasil, el derrocamiento de Joao Goulart que inauguro desde 1964 un periodo de
21 años de dictaduras militares, y en el caso de Chile, EE.UU intervino abiertamente
en la caída del presidente socialista Salvador Allende en 1973.
La captura y muerte del Che en Bolivia en 1967 con la colaboración norteamericana
tuvo una amplia repercusión y se transformo en un símbolo de la lucha antiimperialista
de las décadas de 1960 y 1970.

La teoría de la dependencia

En la década de 1960, los vínculos de AL con las economías centrales y en especial


con EE.UU comenzaron a ser analizadas en el marco de la teoría de la dependencia.
Andrew Gunder Frank, Theodonio Dos Santos y Fernando Enrique Cardoso entre
otros autores, postularon esta teoría que explica el atraso económico latinoamericano
como consecuencia del carácter dependiente de su inserción en el mercado capitalista
mundial. Es decir, la causa del subdesarrollo estaría dada por la relación de
dominación que los países centrales imponen a nuestras economías.

Gunder Frank en su libro Capitalismo y subdesarrollo en América Latina propuso con


claridad la tesis de que el desarrollo y el subdesarrollo no son fenómenos aislados,
sino que están estrechamente relacionados entre sí. De este modo existe una
interdependencia mutua y dialéctica entre el desarrollo de los centros que refuerza y
perpetua el subdesarrollo de las periferias. El capitalismo con su expansión deforma y
frustra las economías del Tercer Mundo para su propio beneficio; de ellas saca su
sustento, generando una relación de explotación y dependencia.

La teoría de la dependencia planteo una severa crítica a las posiciones desarrollistas y


de la CEPAL que predominaron en el pensamiento latinoamericano y en la posguerra
que aceptaban recurrir a las inversiones extranjeras con la ilusión de modernizar y
estimular el desarrollo. Sin embargo, en aquellos países que pusieron en marcha las
políticas desarrollistas, el resultado fue el acrecentamiento de la deuda externa y un
proceso de creciente desnacionalización de las economías latinoamericanas. Así
como el subdesarrollo en Latinoamérica es consecuencia del imperialismo y de la
dominación de los monopolios, la industrialización, según la teoría de la dependencia
es un privilegio de las metrópolis.

De modo que el subdesarrollo latinoamericano no es un “estadio transitorio” como


supone el eufemismo utilizado para ubicar a la región entre los países en “vías de
desarrollo” sino una condición estructural determinada por el funcionamiento del orden
capitalista mundial.

La teología de la liberación

Las transformaciones de la Iglesia Católica

La Iglesia Católica es muy importante en América Latina: Brasil es el estado con


mayor cantidad de católicos en todo el mundo y uno de cada dos católicos del planeta
es latinoamericano.

En la segunda mitad del siglo XX, aunque la mayoría de los prelados sostuviera un
conservadurismo militante, hubo papas que alentaron cambios positivos dentro de la
Iglesia, para que el principal objetivo del sacerdocio fuera el prójimo antes que el culto
ritual. El Papa mas renovador fue Juan XXIII, que propicio la apertura de la Iglesia
hacia todos los movimientos transformadores (incluyendo el dialogo entre católicos y
marxistas) a fin de lograr la liberación de los sacerdotes más pobres y oprimidos.
Para tratar ese tema, convoco al Concilio Vaticano II al cual invitaron a participar a
otras iglesias cristianas y a laicos incluyendo mujeres. El Concilio se reunió entre 1962
y 1965 y se introdujeron importantes reformas: la misa dejo de darse en latín, se
discutieron cuestiones como los medios de comunicación, la relación entre católicos y
judíos, el contacto de sacerdotes y obispos y fundamentalmente, el compromiso de la
Iglesia en los problemas de la humanidad.

La crisis de la Iglesia

Todo esto tuvo como consecuencia la alineación de la Iglesia en tres grupos:

 el conservador, que rechazo las reformas del Concilio Vaticano II y al que se


denomino como “preconciliar”
 el moderado, núcleo mas amplio dentro de la Iglesia, dentro del cual se ubico el
Papa VI
 el innovador, que incluyo las distintas vertientes de la Teología de la Liberación

Paulo VI en 1967 publicó su famosa encíclica Populorum Progressio en la cual


apoyaba al desarrollo integral del ser humano, denunciaba al neocolonialismo por
explotación de los países subdesarrollados y rechazaba al capitalismo liberal y al
marxismo como métodos idóneos para lograr ese desarrollo.

En 1968 se reunió en AL la Conferencia Episcopal de Medellín. Durante su


preparación se originaron distintos acuerdos y textos como el Manifiesto de los
Obispos del Tercer Mundo. En este, 18 obispos se pronunciaron a favor de la lucha
contra la pobreza y la inequidad para liberar a los pueblos del Tercer Mundo de toda
fuerza de opresión. La Iglesia debía no solamente denunciar la injusticia sino también
separarse de los que participaban del sistema inicuo y colaborar con la construcción
de un sistema “mejor adaptado a las necesidades del tiempo y más justo”

Allí se adopto la corriente renovadora de la Iglesia y se reafirmo el compromiso de los


sacerdotes con la realidad social. Pero en el seno de la Iglesia hubo dos tendencias
fundadas en distintas concepciones ideológicas, el desarrollismo y la teoría de la
dependencia, en la cual el centro de la cuestión era “liberación o dependencia” es
decir un cristianismo revolucionario.

Innovación y rebelión en el Tercer Mundo

La Teología de la Liberación tuvo intérpretes muy diferentes, según su compromiso


social e ideológico. Entre los innovadores, algunos se incorporaron desde la praxis
pastoral de la Iglesia, dándole más importancia a la “liberación integral evangélica”
como el cardenal argentino Eduardo Pironio. Otros desde la praxis de los pueblos
latinoamericanos, orientando su labor hacia una construcción de una teología “de la
cultura o del pueblo”

Entre los que deseaban cambios profundos algunos optaron por la praxis
revolucionaria, como el sacerdote y sociólogo colombiano Camilo Torres, que se
incorporo a la guerrilla y murió en una emboscada.

Otros buscaron desde la praxis histórica asumir una “opción preferencial por los
pobres” que se manifestó en la participación activa de los sacerdotes en los
movimientos campesinos, en los barrios pobres de las ciudades latinoamericanas y en
las organizaciones obreras, buscando una transformación liberadora del régimen de
trabajo y del poder social.

En toda Latinoamérica surgieron comunidades eclesiales de base: indígenas en


Guatemala o en México, campesinas en Nicaragua, El Salvador y Perú, obreras en
otros países.

Estos sectores innovadores de la Iglesia que ya no predicaban la resignación de los


oprimidos sino sus derechos, sufrieron persecuciones por parte de la Iglesia oficial,
que reacciono sancionando fuertemente a los teólogos de la liberación. Pero la
reacción no vendría solo de parte de la Iglesia; en Argentina, por ejemplo, durante el
tercer gobierno peronista, el “cura villero” Carlos Múgica fue asesinado por la
ultraderecha. Bajo las dictaduras latinoamericanas, los religiosos tercermundistas
constituyeron uno de los blancos señalados por la represión.

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